Andrés Accorsi's Blog, page 162

March 12, 2014

12/ 03: SHANKAR Vol.2

Un año y una semana después de haber reseñado el Vol.1 (pasó por acá el 03/03/13) me sumerjo en el segundo tomo de esta monumental obra de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena.
Acá cambia un poquito la lógica del Vol.1. Ya no hay sagas tan precisamente definidas como en la primera mitad, en la que cada arco duraba exactamente 60 páginas y luego se desactivaba. Ahora Mazzitelli traza tres arcos de 60 páginas y uno mucho más extenso, todos bastante enganchados entre sí. Pero además los arcos “normales” son más complejos, no se los puede identificar (como antes) como “el de Japón”, “el de China”, o así. Acá cada arco argumental combina varios elementos importantes y varias ambientaciones históricas y geográficas. El resultado es una especie de sobredosis de data, de referencias a obras literarias, relatos mitológicos, canciones, películas y hasta historietas. La dupla no se priva de nada y mete en estas 300 páginas tantos guiños y referencias que para enumerar y explicar exhaustivamente cada una de ellas haría falta otro libro de 300 páginas.
Por suerte esto está piloteado con mucha cintura por parte de Mazzitelli. No se lee como la canchereada del pibe que estudió mucho y levanta la mano en clase para lucirse por sobre sus compañeros. Lo jodido es que toda esta gigantesca masa de referencias no opaque a la aventura, y ahí es donde el guionista pelea duro (y se despeina más que el propio Shankar) para arrimar al empate. A este festival de las ideas, repleto de lirismo, sofisticación y sana erudición, le faltan conflictos un poco más fuertes. Mazzitelli evita las luchas entre malos y buenos como si fueran cancerígenas. La aventura de Shankar va por otro cauce, el de la búsqueda.
Se trata de un héroe que más que combatir, inquiere. Busca la verdad, la revelación de los misterios ancestrales de las distintas culturas. Y cada vez que un sabio, un dios, una aparición espectral, o un bicho raro le habilita una posta, Shankar va hasta el fondo para investigarla. “Los secretos se te revelarán en la Isla de la Garompa”, le dice alguien. Y Shankar va a la Isla de la Garompa. Ahí alguien le tira “La verdad está en el Reino de los Sueños”, y Shankar se duerme y visita el Reino de los Sueños. Y así, de acá para allá, siempre con un velo de ambigüedad, con una onda zen, tipo “la posta se te va a revelar cuando la tengas frente a tus ojos”. Cada tanto hay machaca y la saga más larga (para mi gusto, la mejor) termina con un conflicto tenso, a todo o nada, en el que está en juego el mundo entero. Pero el carácter épico de la saga no está enfatizado, a Mazzitelli le gusta más la parte más introspectiva, o esas sentencias enormes, tremendamente bien escritas, en la que algún personaje define a la perfección las pasiones y las pulsiones que llevan a los humanos a buscar la aventura, el poder, el amor, el arte.
Lo único que no me cerró mucho es que el libro termine con una saguita que es un flashback a la infancia de Shankar. Tendría que haber terminado con el final de la saga más larga, la del “Falso D´Artagnan”, que es la que tiene el desenlace más fuerte, más impactante. Quizás en Italia se publicó así, primero la del “Falso D´Artagnan” y después el flashback. Pero hubiera estado piola invertir el orden y cerrar con algo más power.
Como siempre, me faltan las palabras para hablar del trabajo de Alcatena en la faz gráfica. Esto desafía todos los conceptos, es genialidad en estado puro. La narrativa, los detalles milimétricos, la imaginación pasada de rosca para imaginar lugares y criaturas, el rigor documental para recrear escenarios y personajes que existen o existieron... el plumín mágico de Alcatena domina de taquito todas esas disciplinas y muchas más y nunca, pero nunca te deja de sorprender. Creo que ese es el único misterio ancestral que le falta resolver a Shankar: cómo carajo hace Alcatena para dibujar tan bien y que todo eso que dibuja sea funcional al relato y no una mera paja visual.
Shankar es una obra rara, distinta, que deja un montón de zonas grises, enigmáticas, pobladas de elementos que no se terminan de explicar. También es una obra de infrecuente belleza, tanto en los textos como en las imágenes, a la que le sobran méritos para romperla mucho más allá de los dos países en los que se publicó hasta ahora. Y sí, claro, habrá más Alcatena y Mazzitelli en los próximos meses, acá en el blog.
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Published on March 12, 2014 19:16

March 11, 2014

11/ 03: BEGINNING PEARLS

En 1995, cuando se terminó Calvin & Hobbes, no te digo que me chupó un huevo, pero por lo menos no me quise cortar las venas con un tomito de Gaturro. ¿Por qué? Porque un año antes de que Bill Watterson diera por terminada su obra maestra, Patrick McDonnell había arrancado con Mutts, una tira exquisita, magistral, quizás no al nivel genial de Calvin & Hobbes, pero a años luz de la bóñiga adocenada que puebla las páginas humorísticas de los diarios yankis. McDonnell lleva 20 años al frente de su tira y eventualmente, se va a cansar. ¿Qué nos va a quedar ese día? Está difícil, pero yo le pongo mis fichas a Pearls Before Swine, la tira de Stephan Pastis que se publica desde 2001.
Pearls Before Swine, visualmente no se distingue mucho de la basura chata y mediocre que hegemoniza el panorama de las tiras diarias yankis. Pastis no es un buen dibujante, en absoluto. Al lado de Watterson o McDonnell es un cadáver al que le cortaron las dos manos (como al General) y si hoy puede publicar profesionalmente es porque antes se consagraron otros muertos aún más precarios tipo Scott Adams. Pastis trabaja en un estilo amarrete, pasado de minimalismo, en el que casi no existen los fondos y en el que los personajes se esfuerzan por no mostrar ninguna emoción y conservar siempre la misma cara de nada. Ese dibujo de la portada, con Rat y Pig en pleno estallido de expresión corporal y facial, en la tira no existe jamás. En las historietas de Pastis, los personajes apenas se mueven y a lo sumo levantan una ceja o cierran los ojos. Las planchas dominicales están coloreadas con el photoshop de modo muy básico, con los efectos mínimos e indispensables. Como Pastis no quiere o no puede lucirse con el dibujo, el color se ajusta a esos mismos parámetros de “tratemos de pasar desapercibidos, así no nos putean”.
Entonces, ¿por qué se destaca Pearls Before Swine? Porque en ese contexto de chatura y pacatería en el que todas las tiras parecen escritas por oficinistas de saco y corbata que hace 45 años que tildan planillas y 35 que no la ponen, Pastis se va muy al carajo con los temas que toca y con el enfoque que les da. Perdida en la selva del humor políticamente correcto, Pearls... hace gala de un humor muy adulto, muy ácido, con un lenguaje muy audaz, chistes muy violentos, referencias a las drogas, al escabio y hasta al terrorismo islámico de Medio Oriente. Está claro que Pastis es fan de South Park y de ahí bebe una revulsiva mala leche que después vomita en sus tiras, para beneplácito de la hinchada.
Este libro se llama “Beginning Pearls” no porque tiene las primeras tiras, sino porque tiene tiras para principiantes, tiras especialmente elegidas para los más chicos. Son tiras muy, pero muy cómicas, con un humor casi siempre oscuro, pero sin nada demasiado zarpado. Hay absurdo, hay delirio, hay momentos de un humor meta-comiquero muy logrado (Rat lee las cartas que los lectores mandan a la tira) y hay millones de juegos de palabras algunos muy pavotes y todos sumamente ingeniosos. Y por encima de todo eso, hay una excelente química entre los personajes protagónicos, muy bien caracterizados por Pastis.
¿Suma algo que los personajes sean animales? Más o menos. Rat y Goat, por ejemplo, son seres humanos dibujados como animales. Apenas si alguna vez los vemos con corbata en vez de desnudos, pero piensan, actúan y viven como humanos normales. Pig, en cambio, consulta con su familia a ver si están todos bien antes de comer jamón o salchichas. O sea, se hace cargo un cachito y cada tanto de ser un chancho. Y en el extremo opuesto, Zebra está todo el tiempo pendiente de que no se lo morfen los cocodrilos (los personajes más desopilantes de la tira) o los leones, a los que no vemos nunca. Claramente, es el personaje más animal del elenco, aunque vive en una casa, lee, escribe, y a veces se viste.
Podría seguir, pero se me acaba el espacio. Banco mucho a Pearls Before Swine y voy por los libros que recopilan las tiras “para grandes”. Aguante el humor sin barreras.
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Published on March 11, 2014 19:02

March 10, 2014

10/ 03: LOS CUENTOS DE LA ERA DE COBRA Vol.1

Prometí volver pronto a encontrarme con el genio español Enrique Fernández y acá estoy. Esta vez, con la primera mitad de una obra muy interesante publicada en dos tomos, en la que el artista, después de dos libros apuntados al público infanto-juvenil (o por lo menos MUY aptos para todo público) vuelve a incursionar en una historieta más pensada para lectores adultos.
Ambientada en un Medio Oriente fantástico, cercano al de Las Mil y Una Noches, Los Cuentos de la Era de Cobra entrelazan a cuatro personajes muy bien trabajados por Fernández. Con matices, con dobleses, sin obviedades, el autor logra darle carnadura a Irvi, Sian, Maluuk y Cobra y enroscarlos en una trama muy ganchera, a la que no le falta nada. Los protagonistas confrontarán con sus destinos y en esa confrontación mostrarán sus pasiones y pulsiones. La codicia, la ambición, la lujuria, en el fondo las ganas de ser querido, impulsarán a Cobra, el villano, a perpetrar toda clase de atrocidades. Irvi, el habilidoso ladrón, peleará para no convertirse en un arma tremenda al servicio de Cobra. Sian, la minita que está más buena que comerse una suprema a la suiza con papas noisette y Levité de pomelo, tratará de zafar del designio de sus padres que quieren convertirla en cortesana (puta de lujo, en criollo) al servicio de un poderoso príncipe. Y el enano Maluuk, que al principio se conformaba con que le aplaudieran sus piruetas, sus chistes y sus canciones, subirá la apuesta para convertirse en el héroe que libere a su pueblo del yugo del despótico Cobra. Todo esto condimentado con majestuosos palacios, tórridos desiertos y ciudades amuralladas, que serán escenario de intrigas, traiciones, garches, torturas, batallas, masacres y transformaciones fantásticas.
No tengo idea de cómo puede terminar la historia, pero por ahora le sobra emoción, giros inesperados y ese atractivo hipnótico que hace que no puedas soltar el libro antes de llegar a la última viñeta.
Y tampoco quiero ahondar más en el argumento para no spoilear. Prefiero babearme un toque hablando maravillas del dibujo (¿qué digo “dibujo”? ¡Recontra-dibujazo!) de Enrique Fernández. La verdad es que en este rubro la labor del español es demasiado perfecta para ser real. Toda la faz gráfica es alucinante, y si tengo que destacar algo, elijo el diseño de los personajes, su enorme expresividad, la plasticidad de sus movimientos, el margen que estos le dan a Fernández para zarparse a la hora de exagerar, de potenciar la “actuación” de estas criaturas a niveles espectaculares. Por supuesto hay unos fondos del mega-carajo, animales, trajes, armas, todo perfectamente dibujado. Y como ya es costumbre en las obras del ídolo, un tratamiento del color de enorme belleza, sutil, originalísimo y lleno de vuelo. La narrativa es sencilla, cristalina, con muy pocas páginas de 11 ó más viñetas, con hermosas secuencias mudas, un gran criterio para elegir dónde mechar los flashbacks o los saltos temporales hacia adelante, y una secuencia de tres páginas cerca del final, protagonizada por Maluuk, en la que Fernández quema las naves, tira a la mierda los puentes y cruza rubicones en una demostración de jerarquía merecedora de una ovación infinita.
Ya sé que los brolis de Norma están carísimos. Pero sinceramente, vale la pena el esfuerzo que tengas que hacer para llevarte a tu casa Los Cuentos de la Era de Cobra. Si comprás historietas por los dibujos, ya sabés que Enrique Fernández es un monstruo, uno de los artistas realmente insuperables que tiene hoy este medio. Y si te copás con las buenas historias, creeme que acá se está armando una de infrecuente grossitud.
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Published on March 10, 2014 15:44

March 9, 2014

09/ 03: SWAMP THING Vol.2

Bueno, tardé más de 13 meses en retomar esta serie (reseñé el Vol.1 el 06/02/13), pero la espera valió bastante la pena. A diferencia de lo que pasaba con el Vol.2 de Animal Man, acá se ve algo más que un guionista que “hace tiempo” hasta llegar al momento del crossover con la revista vecina. Y al igual que el Vol.2 de Animal Man, tenemos un libro raro, porque la historia posta, la que transcurre en el presente se termina pasadita la mitad del tomo para darle lugar a historias que nos llevan al pasado de los personajes.
Por lo menos, en esas 80 páginas iniciales, las ambientadas en el presente, Scott Snyder tiene el decoro de contarnos dos cosas: primero, la lucha de Swamp Thing contra Sethe, uno de los capos máximos del Rot, que tiene a Abby en su poder. Y después, la aparición de Anton Arcane y el combate contra este villano, que tiene un tratamiento muy cuidado por parte del guionista. El cuarto episodio (segundo del arquito contra Arcane) termina con lo que venimos esperando desde que arrancó la serie: el encuentro con Buddy Baker. Obviamente querés que Snyder te cuente YA eso, no historias del pasado, pero bueno, ya vendrá el team-up entre ambos campeones. Lo bueno es que estas primeras 80 páginas no huelen a relleno, ni a ideas ínfimas (o viejas) estiradas para zafar. Si el Vol.1 iba un poco lento, acá eso se corrige. Quizás no del mejor modo, porque la variante que encuentra Snyder es irse un poquito del terror a la machaca épica en la que Swampy es un coloso de la lucha que se caga a palos con miles de monstruos (y aún así la que salva las papas en ambas peleas es Abby). Por ahí más adelante se logra un equilibrio más sutil, que no vaya de la parsimonia más densa a la machaca más cabeza...
Las dos historias ambientadas en el pasado le dan MUCHA chapa a Arcane. La primera lo vincula directamente al origen del actual Swamp Thing. Y la segunda narra una interesantísima historia de la juventud de Alec Holland, en la que conoce (y después olvida, claro) a quien será su némesis y a su encantadora sobrina. Esta historia, al ser más larga, tiene otros condimentos: un mini-anticipo de cosas que sucederán ya entrada la saga del Rot, toquecitos de continuidad que tienen que ver con el origen de Jason Woodrue, y sobre todo un clima distinto, menos dark, en el que no está todo podrido todo el tiempo. Me parece que a nivel guión, las mejores páginas del tomo están en esa historia.
El gran problema de este tomo es la incesante rotación de dibujantes, que realmente es un kilombo. En el Vol.1 había un titular (Yannick Paquette) y un suplente (Marco Rudy). Acá, además de esos dos, meten mano Becky Cloonan, Francesco Francavilla, Kano y Andrew Belanger. Y la que más dibuja es Cloonan, con sólo 33 páginas. Veamos qué onda:
Medalla de Oro para Paquette, sin dudas. Dibuja sólo 31 páginas, pero son alucinantes. Claramente es el que mejor arma el combo Terror + Machaca, se va a al carajo con la puesta en página y se luce con su gran manejo de la anatomía. Medalla de Plata para Francavilla, que se entinta y colorea a sí mismo en 20 páginas logradísimas, con un clima propio, en las que todo está dibujado muy distinto a como dibujan todos los demás. Medalla de Bronce para Cloonan, que mejoró muchísimo respecto de otros trabajos suyos que vimos en el blog (Demo, American Virgin, etc.). Excelente trabajo y notable evolución de la italiana. Y muy breve mención para los otros tres: Belanger parece muy bueno, no lo pongo más arriba porque dibuja sólo 5 páginas; Kano es correcto, cumplidor, le falta un poquito más de riesgo, de buscar una identidad gráfica más personal; y Marco Rudy, al que me cansé de putear en el Vol.1, acá está un poquito mejor, todavía duro, dependiente de la foto y con achacos muy obvios a John Totleben y Stephen Bissette, pero esta vez sus 30 páginitas no se me hicieron tan infumables como la vez pasada.
Y bueno, se acaba el jugueteo previo. En los próximos tomos de Animal Man y Swamp Thing vamos a ver la saga pulenta, a todo o nada, y veremos si efectivamente todo este extenso prólogo garpó o no. Scott Snyder ya se anotó un poroto extra, porque durante la previa le dio a Swampy algo que Animal Man no tiene, que es el villano grosso, bien planteado y bien construído. Prometo no tardar 13 meses en entrarle al Vol.3.
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Published on March 09, 2014 16:45

March 8, 2014

08/ 03: CARLITOS Vol.2

Reapareció Carlitos, esta vez con un tomo pensado en formato antología, compuesto por varias historias cortas que exploran desde distintas ópticas las consecuencias de los eventos que nos narraran Sebastián Rizzo y Sergio Monjes en el librito reseñado el 10/06/12. Esta vez Rizzo abre el juego y escribe apenas dos de las siete historias cortas. Vamos a recorrerlas una por una.
La primera está escrita por Gabriel Bobillo y engancha tanto con la primera aventura de Carlitos que, si no la tenés muy fresca, no se entiende nada. Es una historia fuerte, jodida, que sirve para presentar a un nuevo personaje, pensado para convertirse en el némesis de Carlitos. El dibujo de Alberto Aprea (de recordado paso por el mítico fanzine Catzole) está muy bien, pero lo que realmente la rompe, lo que más se destaca, son los diálogos de Bobillo, afilados, precisos, perfectamente creíbles. Un lujo.
La segunda está escrita por Rizzo, y si empalma con la historia inicial, no me di cuenta. Acá también hay excelentes diálogos y un clima muy pesado, muy sórdido. La cagada es que estas siete páginas cayeron en manos de un dibujante (Matías Paolini) muy precario, con un nivel bastante por debajo del que hace falta para aparecer en una publicación que pretende ser vendida en librerías, comiquerías o kioscos. Las siguientes siete páginas son consecuencia directa de lo sucedido en el Vol.1. El guión de David Rodríguez es ágil, efectivo y le da mucho vuelo a un personaje menor del Vol.1, el mismísimo Adam West, que acá se integra a la saga de Carlitos de un modo por lo menos impredecible. El dibujante (Daniel Pérez) afana fotos a ocho manos y cuando no le queda otra que dibujar se ve bastante duro. Tiene como excusa que le tocaron páginas con muchísimas viñetas y mucho texto. Igual no zafa del papelón, ni ahí.
La cuarta historieta es, lejos, la mejor del tomo. No engancha con la primera aventura de Carlitos, sino con la historia corta que Guille Grillo y Edu Molina aportaron a la Antología de Héroes Argentinos (ver reseña del 24/02/13). Acá, Grillo y Molina retoman ese concepto, pero además reinterpretan la tragedia de Once en clave dramática, con una fuerza y un vuelo increíbles, y de paso crean a un nuevo personaje con extraños poderes extrasensoriales, al que quiero volver a ver urgente. El dibujo de Molina, fastuoso y recontra-expresivo.
La siguiente historia introduce a un nuevo personaje, aparentemente un héroe, cuyo pasado tiene que ver con dos mitologías muy atractivas: la de los dioses griegos y la de los Titanes en el Ring. El guión de Adrián Paglini es correcto, y los dibujos de Adrián Ruano (de estilo clásico, cercano al de Carlos Vogt) acompañan bien, sin descollar. La sexta historia también tiene la intención de sumar a un nuevo personaje, en este caso una heroína. Es la única en la que no me cerraron ni el guión (de Nicolás Mobilia) ni el dibujo (de Pablo Canadé). Por ahí con menos pretensiones, les iba mejor.
Y Rizzo se guarda para sí mismo la historieta más relevante, la que más hace avanzar la saga de Carlitos. Esta ocupa las nueve páginas finales y está dibujada por Ricardo Fullana, una especie de clon oscuro de Todd McFarlane, grotesco, desprolijo y con problemas de narrativa. El atractivo está en el cambio del status quo para el personaje principal y en las puntas que abre Rizzo para explorar en un hipotético Vol.3.
Este mismo material, dibujado de punta a punta por tipos del nivel de Edu Molina, o aunque más no sea de Alberto Aprea, podría aspirar a despertar el interés y hasta a ganarse el fanatismo de muchos fans de la historieta, porque la temática es ganchera, porque hay varios guiones realmente sólidos y porque se nota la sana intención de planificar una saga a a largo plazo. Pero para tener una chance en serio hay que replantear desde cero (desde la portada, que también es muy fea) el tema de la faz gráfica, que se ve muy despareja, con algunos pasajes francamente desastrosos. Veremos cómo sigue la historia.
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Published on March 08, 2014 16:00

March 7, 2014

07/ 03: FRED THE CLOWN

Vuelvo a encontrarme con el genio neozelandés Roger Langridge (ya definitivamente incorporado a la lista de autores fetiche de este blog), esta vez para recorrer un voluminoso tomo que recopila TODO lo que hizo el maestro con Fred the Clown, quizás su creación más reconocible. Esto originalmente salió en revistitas y yo ya había leído un par, por eso estaba bastante al tanto de lo que podía llegar a encontrarme en las páginas de este libro.
Aún así, Langridge me volvió a sorprender, a dejarme atónito, con su desmesurado talento para el guión, el dibujo y la narrativa gráfica. Además de las patéticas pantomimas del payaso Fred (algunas acompañadas por textos en rima, sumamente ingeniosos), hay pasajes del libro en los que el neozelandés se dedica a homenajear a los grandes próceres de la historieta, a los pioneros, y lo hace a través de una mímica PERFECTA de sus estilos. Así, de la mano de Langridge reviven aunque sea para un puñadito de viñetas los maestros Richard Outcault, Frederick Burr Opper, Winsor McCay, George Herriman, Cliff Sterrett, Billy DeBeck, Chic Young y hasta dibujantes más cercanos en el tiempo, como Walt Kelly, el Dr. Seuss, Jack Kirby o Robert Crumb.
Las historias de Fred pueden ser intimistas o alocadas, más volcadas a la peripecia o incluso más introspectivas, y todas combinan dos elementos: la comicidad y el regusto tristón, la certeza de que todo lo que sucede le sucede a un pobre tipo, a un auténtico subnormal que nunca va a ser feliz. La pésima leche que despliega Langridge a la hora de hacer humor subraya aún más este costado trágico de Fred, y por supuesto se lo toma para la chacota. El ritmo increíble que le pone el autor a las secuencias más aventureras hace que se destaquen aún más sus escenas pachorras, en las que se impone un ritmo mucho más tranqui. Claramente, el neozelandés tiene un control milimétrico del tempo de relato, que le permite incluso salir bien parado de experimentos limados como el de la página en la que el pececito se cae de la pecera en la terraza y Fred lo ataja en la vereda, una cátedra absoluta, que debería usarse en las escuelas para explicar el infinito potencial de la historieta.
En el estilo de los clásicos o en el suyo propio, Langridge no para un minuto de tirar magia. Su claroscuro es impresionante y está complementado a veces con grises aplicados en el photoshop y a veces con un laburo fastuoso de texturas y crosshatchings en los que se ven horas y horas de rotring (no creo que sea plumín) en cada puta viñeta. En todos los casos el nivel del dibujo está totalmente fuera de escala y nos muestra a un historietista definitivamente quintaesencial (de nuevo la palabrita que tanto altera a un par de nabos) en su mejor momento, subido irreversiblemente al Olimpo de los mejores dibujantes de la historia de este medio.
No quiero seguir babeándome. Simplemente subrayar que este es un libro IDEAL para engancharte con Roger Langridge si aún no lo hiciste, porque tiene humor, aventuras, poesía, romance, mala leche, delirio, homenajes grossísimos a los pioneros del comic y –lo más importante- personajes, guiones y dibujos del mega-carajo. Fundamental es poco. Y sí, claro, tengo más libros del ídolo neozelandés para reseñar en los próximos meses.
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Published on March 07, 2014 11:05

March 6, 2014

06/ 03: LAS AVENTURAS DEL UNIVERSO

Mirá qué loco... Yo creía que Lewis Trondheim había inventado la serie Las Increíbles Aventuras sin Lapinot para continuar de alguna manera la colección, una vez que Lapinot... no sigue como protagonista de la misma (digo, para no spoilear a los que no la leyeron). Pero –una vez más- yo estaba equivocado. Esta serie empieza a editarse en Francia en 1997, cuando los álbumes de Lapinot todavía estaban saliendo de forma regular. En los tomos posteriores, Trondheim nos ofrecerá aventuras de tono costumbrista protagonizadas por los amigos de Lapinot (Richard, Félix, Nadia y el resto), pero este primer álbum es muy raro y huele a rejunte de material que el maestro tenía dando vueltas por ahí y no sabía en qué libro meter.
Arranca con una historieta de cinco páginas autobiográfica, con Trondheim, su esposa y sus hijos (mucho más chiquitos que en Les Petits Riens) como protagonistas. Son anécdotas graciosas, medio iconexas, que tienen que ver con la vida del autor y su familia en esa especie de granja lejos de las grandes ciudades a la que los vimos mudarse, antes de que nacieran los nenes, sobre el final de Approximativement (reseñado el 04/02/14). De aquí en más, el resto del álbum estará compuesto de historietas de una sóla página, en un formato raro, al que hubo que agregarle una guarda para que encajara en el tamaño del típico álbum frances. Pareciera material hecho paar un semanario de actualidad, de los que lee la gente que no consume habitualmente libros y revistas de historietas.
Entre estas historias de una sóla página, hay dos vertientes. La que más aparece es la vertiente autobiográfica, con más anécdotas graciosas de la vida de Trondheim, menos vinculadas a su labor profesional y más a su vida hogareña. Pero atenti, que esto no es un mero puente entre Approximativement y Les Petits Riens. Acá aparece con fuerza un nuevo elemento que es la reflexión: Trondheim se dibuja a sí mismo haciendo un montón de boludeces, pero también pensando en voz alta. Así es como comparte con sus lectores agudas reflexiones, algunas bastante amargas, acerca de la sociedad, la economía, la política, acerca de sus convicciones como ciudadano... Mucho más interesante que los chistes que terminan con la beba cagada o vomitada.
Con una temática casi similar, las historietas restantes no tienen personajes recurrentes. Son breves chistes, un toque más volados, en los que también Trondheim baja línea acerca de nuestro comportamiento como sociedad. Acá no es un “me parece que...”. Es hachazo y garrotazo directo contra políticos, empresarios y demás depredadores del ser humano honesto. En estas historias Trondheim recupera su estilo minimalista, despojado, con viñetas sin enmarcar, ese en el que los humanos NO tienen cabeza de animal sino que parecen huevos con ropa, y que viéramos en obras como Inefables o Génesis Apocalípticos. Son páginas a las que no les queda bien el color, lamentablemente.
Y en las historietas autobiográficas, el color digital de Brigitte Findakly (la esposa de Trondheim) también se ve raro. Quizás porque uno está acostumbrado al blanco y negro de Approximativement y a esas acuarelas majestuosas con las que el propio dibujante colorea Les Petits Riens. Lo cierto es que me costó engancharme con el color de este libro, a pesar de que no es horrendo ni mucho menos.
En fin, un librito prescindible, sólo para los enfermos totalmente adictos a Lewis Trondheim y dispuestos a hacerse con todas y cada una de las obras del prolífico historietista francés. Voy por los otros tomos de esta serie, los de las historias de los amigos de Lapinot. No tengo ninguno, pero creo haber visto las ediciones de Norma de por lo menos dos más. Qué bizarro, no? Norma nunca editó los álbumes de Lapinot, pero edita los álbumes protagonizados por los personajes secundarios de esa serie... “Estos catalanes están majaretas”, diría Obélix...
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Published on March 06, 2014 17:26

March 5, 2014

05/ 03: THE UNWRITTEN Vol.7

Hoy cortito, porque tengo poco tiempo.
Después de la apocalíptica magnitud de los sucesos que vimos en el Vol.7, la serie se ve obligada prácticamente a empezar de cero. Hay un epílogo muy interesante, que explora a fondo las consecuencias del mega-final del Vol.6, e inteligentemente Mike Carey lo pone al final de este tomo, es decir, cuando ya nos bajamos un unitario mayoritariamente desconectado de la saga central y un nuevo arco argumental muy ganchero, donde el foco parece desplazarse de Tom Taylor y sus amigos hacia nuevos personajes.
El unitario no está del todo descolgado: acá Carey retoma puntas del Vol.5 (las que tenían que ver con ese proto-superhéroe de fines de los años ´30) y al querido Pauly Bruckner, el conejo mal llevado y puteador, al que hacía mucho que no veíamos. En un pase de magia, los misterios sobrenaturales que envuelven a Wilson Taylor y sus creaciones literarias pasan a englobar también a Pauly y todo ese plot cobra muchísimo sentido. Tanto que podría desactivarse y no tocarse nunca más.
El arco central de este tomo (The Wound) tiene a Tom Taylor como protagonista... en las últimas 16 páginas. En el resto de las 80 páginas, el que hasta ahora era el personaje central no aparece. Hay un subplot atractivo para Richie Savoy y avanza mucho el personaje de Rausch, la titiritera. Pero Tom come banco de suplentes casi hasta el final. La acción se desplaza a Australia y el foco está puesto en Danny Armitage (quien tuviera un rol chiquito en el final del tomo anterior) y la inspectora de policía Didge Patterson, dos personajes a los que Carey labura a fondo. El mismo tratamiento preferencial le da a Lucas Filby, quien vendría a ocupar el rol del villano, incluso con un objeto que supo ser del jodido Pullman, muerto en el tomo anterior. Filby también tiene un pasado en común con Wilson Taylor y Didge es disléxica, lo cual la posiciona en un lugar muy raro respecto de esta especie de guerra que tiene tanto que ver con la palabra escrita. Calculo que al villano no lo vamos a volver a ver, pero Didge y Danny tienen todo para convertirse en miembros estables del renovado elenco de la serie.
En el último episodio del tomo, Carey nos manda en un flashback a sucesos ocurridos un año atrás, donde explica cómo zafó Tom del hiper-bolonki del tomo anterior y de paso redefine la relación entre el hijo de Wilson y Savoy, que ahora pasa a jugar más de comodín, de “wild card”, de elemento impredecible dentro de esta cautivante saga.
En la faz gráfica, lamentablemente ya no tenemos a M.K. Perker como entintador, lo cual deja mucho más expuestas las limitaciones de Peter Gross, que de nuevo cumple muy con lo justo. Esta vez el truco para que el dibujo no se desplome es un laburo impresionante del colorista Chris Chuckry, que tira magia con el photoshop como si fuera José Villarrubia. De hecho, le afana varios yeites al español radicado en EEUU. En el unitario con el que abre el tomo, Gross entrega un boceto muy básico a Rufus Dayglo, encargado del arte final, y el resultado son 20 páginas muy sólidas, con momentos dignos de un Rick Veitch con muchas pilas.
The Unwritten sigue su curso y la historia de las historias ya no volverá a ser la misma. Realidad y ficción, poesía y machaca, misterios sobrenaturales y miserias terrenales se conjugan en esta serie demasiado bien escrita para salir todos los meses hace ya casi cinco años. Como siempre, le falta un toque al dibujo, pero el trabajo de Mike Carey al frente del guión es absolutamente consagratorio.
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Published on March 05, 2014 17:25

March 4, 2014

04/ 03: EL ANEURISMA DEL CHICO PUNK Vol.1

Me faltan leer unos cuantos libros de historieta argentina lanzados en 2013, pero hasta ahora creo que este es el mejor, un pijésimo por encima de La Comunidad, con el que está parejísimo. No te digo que El Aneurisma... es historieta perfecta sólo porque este es el Vol.1 y por ahí en el Vol.2 (o 3, o 4...) se cae un toque. Si este tomo terminara con un final posta, sería imbatible, estaríamos hablando en todas partes de la Obra Maestra que Renzo Podestá nos regaló a los fans del comic argentino.
Serializado en un sitio web, este primer volumen de El Aneurisma del Chico Punk se compone de unas 200 páginas, divididas en ocho capítulos. ¿Y no alcanzan 200 páginas para llegar a un final definitivo? No. A lo largo de este tomo, Podestá presenta una ciudad, un elenco de cuatro protagonistas y varios secundarios, un villano muy heavy y un conflicto que claramente es la punta del iceberg, una ínfima manifestación de algo mucho más grosso que vendrá más adelante y de lo cual ya hay varias pistas sembradas en la segunda mitad de esta entrega. ¿Está estirado? No, para nada. Podestá opta por una narrativa bastante descomprimida porque puede hacerlo, porque nadie lo corre, nadie lo encorseta. Este es un proyecto 100% autoral, donde el único criterio que se impone es el lírico-genital. Acá Renzo hace lo que se le cantan las bolas y si la historia se cuelga en escenas pachorras o si tarda en arrancar (de hecho, las 22 páginas del primer capítulo podrían no estar y todo se entendería perfecto), es lo que hay.
La construcción de los personajes y la trama son los puntos más fuertes de El Aneurisma... Acá vamos a ver a una bandita de cuatro pibes violentos, kilomberos, que afanan libros para venderlos en una ciudad crepuscular, sombría, infestada de pandillas más preocupadas por las otras pandillas que por la policía. Bajo esa mascarada de pibes duros, Podestá nos deja entrever la humanidad y sobre todo la vulnerabilidad de Nolasco, Sucia, Lima y Ringo, a los que veremos sumergirse gradualmente en misterios espesos, que tienen ribetes místicos, o por lo menos paranormales. Y además en el submundo del sadomasoquismo y las drogas duras, que también tienen su espacio en este mundo sórdido y desesperanzado.
También hay acción, cataclismos sobrenaturales, trips extraños, una orgía multitudinaria con canibalismo y hectolitros de sangre, un intento de historia de amor y los mejores diálogos que recuerdo haber leído en una historieta argentina reciente. Con todos estos anzuelos, Renzo Podestá te atraviesa, te engancha y te arrastra como a un infeliz de punta a punta del libro, que por supuesto te deja alzadísimo pidiendo la continuación. El Aneurisma... es una obra definitivamente transgresora, en la que el autor nos refriega permanentemente por la cara la absoluta libertad de la que goza, y aún así, en ningún momento sentís que Podestá usa esta libertad para pajearse impunemente en nuestras caras, ni para mirarse el ombligo, ni para irse a la mierda por hacerse el vanguardista.
Por el lado del dibujo, la decisión de trabajar en blanco y negro lo lleva a Renzo a reencontarse con sus raíces, con el estilo de su etapa más under, ahora resignificado por muchos años de laburo profesional en los que incorporó un nivel para nada frecuente entre los autores “incipientes”. Podestá maneja el blanco y negro de taquito y sabe aprovechar a full todas las posibilidades que este le brinda: el claroscuro a todo o nada, las texturitas y rayitas, las manchas, los esfumados y cepillados, fotos recontra-manoseadas, páginas laburadas en blanco sobre papel negro, bloques de texto a los que les aplica grises con la computadora... Acá no queda una técnica sin explorar. Hasta hay unas páginas en las que Podestá se manda un homenaje a Mike Mignola y clona perfecto el estilo del ídolo. La narativa es interesantísima, con mucho ritmo, con saltos al vacío que resultan en genialidades, con varios momentos en los que vemos el desarrollo de dos secuencias en paralelo y con un criterio inmejorable para elegir los momentos para descomprimir y los momentos para acelerar el tempo del relato.
Posta, no veo la hora de tener en mis manos el Vol.2 de El Aneurisma... Acá encontré personajes copadísimos, envueltos en un misterio que no da respiro por su intensidad y sobre todo por su originalidad. En esta historieta nada es lo que parece y todo puede pasar. Sumale un dibujo recontra-impactante y una narrativa repleta de riesgos bien asumidos y ya está, no hay cómo resistirse a esta maravilla mugrienta y pasada de rosca que propone Renzo Podestá.
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Published on March 04, 2014 15:06

March 3, 2014

03/ 03: MAD NIGHT

Richard Sala lo hizo de nuevo. Esta vez en glorioso blanco y negro, me hipnotizó de principio a fin y me enroscó en una trama laberíntica que se desarrolla a lo largo de casi 200 páginas. Sala tardó muchísimo en terminar esta historieta, que se serializó en 12 episodios entre 1998 y 2005, en la revista Evil Eye. Por supuesto, fue hecha en paralelo con otros proyectos del ídolo, algunos de los cuales también se vieron en las páginas de Evil Eye.
Antes de llegar a la página 60 de Mad Night, Sala ya había presentado a tantos personajes y los había enredado tanto en esta trama de misterio, que uno podía convencerse sin esfuerzo de que jamás se podría llegar a un final coherente, que explicara todo sin cabos sueltos y que le diera un cierre lógico a cada uno de los integrantes de este elenco ecléctico y bizarro. Y ese es el mayor mérito de Mad Night: al final, Sala cierra todo, todo lo que sucede se explora y se explica en detalle, y lo que al principio parecía una madeja medio enkilombada, al final resulta ser un mecanismo de relojería preciso e infalible, aunque repleto de alma, huevos y emoción.
Para lograr esta proeza, el autor activa bastante temprano un truculento proceso de depuración del abultado elenco y así es como más de uno que pintaba para personaje importante muere (generalmente de modos muy cruentos, muy shockenates) antes de llegar a la mitad del libro. Y en la segunda mitad morirán muchos más, por supuesto, ya sea estrangulados, apuñalados, decapitados, morfados por un pulpo o por ratas famélicas. A medida que se acumulan los fiambres, se hace más y más claro que la verdadera protagonista, la que eventualmente va a llegar a la instancia crucial en la que los misterios se develan, es Judy Drood. Lo cual es muy justo, porque es el personaje más rico, mejor trabajado por Sala. La hermosa Judy es valiente, inteligente, combativa, sagaz y muy temperamental, siempre propensa a estallar en un tsunami de puteadas que ruborizarían al mismísimo Cazador. Lo mejor que tiene Judy es que no arruga frente a nadie: piratas, verdugos, monstruos, o profesores universitarios y policías, ningún oponente logra frenar a este torbellino llamado Judy, que lleva la aventura en la sangre y a la que –obviamente- quiero volver a ver en otra historieta del maestro Sala.
Como siempre digo, Sala es uno de esos autores a los que hay que comprarles los libros por los dibujos, y si el guión está bueno, difsrutarlo como un plus. Esta vez el guión es realmente excelente... y por supuesto el dibujo no se queda atrás. Una vez más este prócer del pincel y el plumín nos regala un festival dark de indescriptible belleza, siempre con esa atmósfera crepuscular, ominosa, y su trazo preciso, con cero margen para la improvisación, que le da vida tanto a chicas hermosísimas como a freaks, esperpentos y adefesios, cada vez más grotescos y perturbadores. Me encantó su homenaje a Sheldon Mayer y me llamó mucho la atención el tratamiento gráfico de Kasper Keene, el co-protagonista; un personaje al que, si le sacás las rayitas típicas de Sala, lo vas a ver actuar y moverse como un típico héroe de comic francobelga, de línea clara y reminiscencias tintinescas. La narrativa es cristalina de punta a punta, sin saltos al vacío, con grillas clásicas excepto en la primera página de cada capítulo (donde Sala arriesga un poco más) y excelentes secuencias mudas. Y a la hora de los diálogos (y las onomatopeyas, que son muchas y alucinantes) brilla el particularísimo rotulado del autor, tan identificable como su grafismo.
Mad Night es una historieta de entretenimiento, sin grandes pretensiones, pero con una calidad superlativa. Te va a divertir, a impactar, a atrapar, a revolver las tripas en las escenas más truculentas, y capaz que hasta te arranca alguna carcajada, porque Sala se esfuerza para que nunca te tomes demasiado en serio las atrocidades que te está mostrando. Si sos fan de este genio del Noveno Arte, supongo que ya la tenés. Y si nunca leíste nada de Richard Sala, Mad Night es un gran punto de partida porque acá están TODOS los elementos que definen el estilo del ídolo, combinados a la perfección en una trama de asombrosa solidez. Papa pesadillescamente fina.
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Published on March 03, 2014 10:46

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Andrés Accorsi
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