Andrés Accorsi's Blog, page 269

February 28, 2011

28/ 02: PLANETARY Vol.4


Este comic tiene un sólo problema, bastante menor por cierto: Todo el protagonismo recae en un tipo extremadamente frío y calculador, el típico "yo me las sé todas y cuando vos te compraste el jean, yo ya lo hice bermudas". Elijah Snow es grosso al estilo del Batman más grosso. El tipo siempre tiene el Plan B, C, D, E y varias estaciones del H. No hay forma de sorprenderlo ni de ganarle de mano, porque siempre va tres pasos adelante de todos los demás. Y bueno, por ahí esa clase de personajes te caen mal, o no te los aguantás 200 páginas. Pero si no te molesta leer acerca cómo el Guacho Estrategia le pasa el trapo a sus enemigos y eclipsa casi por completo a sus amigos, preparate porque este último tomo de Planetary es devastador.
Tal vez lo más notable de esta serie sea la generosidad de Warren Ellis a la hora de tirar ideas. Planetary siempre le escapó a la "Regla Preacher" de una idea por TPB. Al igual que en Global Frequency, el guionista desparramó (y hasta dilapidó) ideas espectaculares en todos los episodios, sin mezquinar ni estirar hasta el infinito para llenarte un TPB entero con cualquier huevada. Y esa consigna se mantiene hasta el final. Cada episodio es decisivo. Y si en alguno pasa poco, es porque Ellis lo usa para explicar mucho. Porque además, este es un comic que habla de la ficción que todos consumimos (no sólo superhéroes, también pulps, Matrix, Vertigo y hasta monstruos bizarros onda Godzilla) y como los protagonistas son arqueólogos, a todo le encuentran una explicación científica. Hasta tienen la sospecha de ser ellos mismos personajes de una ficción, pero la sostienen en términos científicos, no con visiones inducidas por el peyote como Animal Man.
Y lo que termina por primar es eso: una visión fría, seria si se quiere, de todo aquello que –cuando se nos aparece en una obra de ficción- rápidamente catalogamos como imposible o irreal. Para Snow y los suyos, todo es posible y todo tiene explicación. Como complemento (ganchero y atractivo como pocos) tenemos este enfrentamiento a muerte entre Snow, Jakita y Drummer por un lado y una versión brillantemente corrupta de los Fantastic Four por el otro. Sí, leíste bien. Acá los villanos son los Fantastic Four. O por lo menos los Fantastic Four de una de las tantas realidades posibles. La lucha contra The Four (como los llama Ellis) es el hilo conductor de toda la serie, lo que va más allá de cada aventura particular que viven "los buenos". Que, como queda muy claro en este tomo, tampoco son tan buenos. Nadie duda de las buenas intenciones de Snow, pero los métodos… ma-mita! El tipo le miente a sus amigos, tortura a sus enemigos, rosquea con Dios y con el Diablo, manipula sin parar con tal de lograr lo que se propone y –como de última este no es un comic de héroes- todo le sale bien y Ellis lo "premia" con un final sumamente feliz.
¿Por qué esta serie de apenas 27 episodios (y un par de especiales) tardó 11 años en llegar a su fin? Porque la dibujó íntegra el impresionante John Cassaday. Y claro, la tuvo que interrumpir mil veces, cada vez que le caían laburos más rentables como Astonishing X-Men, Je Suis Legion, los diseños para la peli de Watchmen, o el capítulo de Dollhouse en el que debutó como director de televisión, entre muchos otros. Y siempre el que se fue al banco de suplentes fue Planetary. Pero la espera garpó con creces. El trabajo del "Facha" Cassaday en Planetary es demasiado bueno para ser real. El tipo tiene que dibujar varios géneros, un montón de locaciones (una más limada que la otra), muchísimos flashbacks a otras épocas, rediseñar a miles de personajes que todo el mundo conoce para que se note quiénes son sin infrigir los copyrights, comerse infinitas páginas de cabecitas que hablan… Multiplicá por diez los elogios que le prodigué cuando comentamos Astonishing X-Men y te vas a dar una idea de hasta qué punto lo que hizo acá el Facha te tira de ojete.
A todo esto, me olvidé de mencionar un detalle no menor: este es un comic ambientado en el universo WildStorm, o sea, parte del Multiverso DC. Y sí, tiene sutiles referencias a personajes y conceptos de Authority, WildCATs y otras series basadas en las creaciones de Jim Lee y sus esbirros. Por suerte son tan sutiles que si no las pescás, se disfruta todo igual. Brillante por donde se lo mire, Planetary es un comic que tenés que tener YA en tu biblioteca.
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Published on February 28, 2011 17:56

February 27, 2011

27/ 02: CHE GUEVARA (A MANGA BIOGRAPHY)


Durante su segundo siglo de existencia, la remota Argentina le regaló al mundo nada menos que cuatro mitos de alcance global: Gardel, Evita, Maradona y el que hoy nos ocupa. No está nada mal para un país periférico y con una población pequeña en relación a su territorio. La leyenda del doctor Ernesto Guevara, más conocido como el Che, recorrió el planeta y hoy nos llega recontada nada menos que por dos autores japoneses.
Este NO es el manhwa del cual Muñones publicó apenas un tercio hace ya muchos meses. Ese era un trabajo de casi 300 páginas y este tiene apenas 170. Y además era de autores coreanos. Acá, en cambio, se juntaron dos japoneses: el guión estuvo a cargo de Kiyoshi Konno, un coordinador y guionista especializado en sagas históricas ambientadas en las guerras del Siglo XX, mientras que el dibujo corrió por cuenta de Chie Shimano, una mangaka que debutara en 2003 y que luego cambiaría de rumbo para concentrarse en la ilustración de libros de texto y manuales sobre zoología.
Chie, querida: volvé a los manuales de zoología. Posta, el dibujo de esta chica es catastrófico. Un verdadero compendio de errores de principante, afanos descarados, tramas, texturas y líneas cinéticas mal aplicadas, narrativa muchas veces confusa… un desastre. Decí que es el Che Guevara y que es obvio que con un personaje así seguro vendés fortunas. Si no, no se explica cómo una editorial prestigiosa como Penguin publicó esto en EEUU. Chie Shimano cae en todos los lugares comunes, pisa todos los palitos, no hace una bien. Le salen lindas las caras de los nenes, es cierto, pero porque las afana de los artbooks del Estudio Ghibli. Y los primeros planos de las mujeres están calcados de los de Yukinobu Hoshino. Shimano trata de jugar al doble registro (fondos muy realistas y personajes más caricaturescos) y también le sale mal. Posta, no sabe ni copiar una foto. Su Fidel no se parece a Fidel, su JFK no se parece a JFK, su Camilo Cienfuegos tiene la misma cara que el Che… cualquiera, mal.
Menos mal que el guión de Konno está buenísimo. Sin romper la linealidad histórica, el tipo se las ingenia para mechar anécdotas personales del Che, contar la historia real, meter mucha data sobre el contexto político del mundo de aquellos años, apostar por escenas donde el texto le presta el protagonismo a la imagen (lo mal que hace, porque para eso necesitás la complicidad de un buen dibujante y Konno no la tiene) y hasta intercalar extractos de cartas y textos escritos por el propio Guevara, sin que el ritmo del relato se entorpezca ni se estanque. Konno hizo los deberes y se metió a fondo con el personaje. Le sacó la ficha, lo entendió y logró transmitir en la historieta no sólo lo que el Che hizo, sino también sus motivaciones, sus convicciones y hasta sus dudas.
El resultado es un manga que –si te olvidás de lo mal dibujado que está- te va a atrapar por completo, porque te va a mostrar de un modo ágil y atractivo una vida apasionante, 100% irrepetible como fue la del Che. Y además no te va a mostrar a un santo, ni a un prócer, sino a un tipo de carne y hueso con defectos y virtudes, con éxitos y fracasos. Si bien parece comulgar con los principios éticos y políticos de Guevara, Konno no confunde biografía con hagiografía. O para decirlo con palabras más simples, no le chupa las medias al personaje sobre el cual escribe. Si sos joven (o vivís en un tupper) y nunca estudiaste a esta figura seminal del Siglo XX, este manga es un buen punto de partida. Con el grosero problema de que Chie Shimano dibuja para el orto, pero bueno, no todas las biografías del Che las pueden dibujar Alberto y Enrique Breccia…
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Published on February 27, 2011 10:09

February 26, 2011

26/ 02: CUESTION DE TAMAÑO


Una de las señales más claras de que los editores de comics ya trabajan pensando en la librería como el ámbito primario para vender sus productos es el tamaño de los libros. El comic se quiere parecer a la literatura, no desde los contenidos (o no siempre desde los contenidos), sino más bien desde el soporte, desde la forma/ formato en que se publica.
Por el lado de EEUU, está en retroceso el clásico formato comic-book, el de 25,5 x 17 cm. Marvel y DC todavía lo bancan a muerte, pero en las otras editoriales yankis, ganan terreno todos los días los formatos más chicos, más cercanos al de las novelas no-gráficas. El que más se repite es 23 x 15 cm, pero hay muchos. En España, el otro país donde más notable fue el viraje al circuito de librerías a partir de 2000, pasa algo similar. Norma sigue aferrada al formato grande, de típico "álbum europeo" (29,5 x 22, o el más lujoso 30 x 23) y a veces se zarpa y publica algunas obras (las de Enki Bilal, por ejemplo) en un tamaño aún más grande. El resto de los editores busca por el lado de los formatos más chicos y casi siempre cae en el excelente 17 x 24, todavía un poco grande para mezclarse entre las novelas no-gráficas, pero óptimo para leer historietas.
Lo de Norma no responde a un capricho, ni a una vocación de inmolarse yendo contra los molinos de viento. Lo que hace la editorial catalana es respetar a rajatabla el formato en el que el comic europeo se publica en su principal mercado, que es el franco-belga. Ahí, la historieta coexiste desde siempre con la literatura en las librerías, y el comic no necesita "disfrazarse" de libro para entrar, lograr una buena exhibición y captar al lector al que apunta. El lector franco-belga sabe perfectamente que la historieta viene en libros más grandes que la literatura y los compra de una, donde haya que comprarlos. Incluso en los supermercados.
Donde sí se le nota a los editores franco-belgas una sana intención de mimetizarse con el resto de la industria del libro es en los integrales. Los integrales (hoy muy de moda) son reediciones de los típicos "álbumes europeos", pero de a tres o más. Empezaron publcando integrales de las series largas (Astérix, Thorgal, Valérian, XIII, Lucky Luke, Blueberry, etc.) y hoy se publican integrales de cualquier serie que tenga más de tres tomos. Esto responde a la demanda del público de librerías, menos acostumbrado a la serie, a tener que buscar de a uno los episodios para completar la colección. Este lector quiere la fácil: un sólo tomo (o los menos posibles) con la saga completa, y a otra cosa. Los editores les dan el gusto y los integrales venden fortunas. Incluso a veces salen en blanco y negro, o en formatos más pequeños y más económicos. No importa, se venden igual.
Esta tendencia a reeditar las obras en la menor cantidad posible de tomos empezó a pegar fuerte también en EEUU, obviamente con los Essentials y Showcases, pero también con los Omnibus, los Absolute y los mega-TPBs a los que Marvel llama "Ultimate Collection". En distintos tamaños y calidades, estos recopilatorios reúnen en pocos tomos lo que antes se publicó en varios TPBs, y que casi siempre se originó en los comic-books. La misma historieta pasa en pocos años de publicarse en entregas de 20 ó 22 páginas a aparecer en tomos de más de 300 ó 400 páginas, obviamente pensados para otro tipo de consumidor. Un consumidor que no comparte la "mentalidad coleccionista", sino que quiere comprar de un saque las obras completas, como cuando te comprás una novela de esas grossas, de 600 páginas. Sabés que te van a costar un ojo de la cara, pero te llevás una bestialidad de páginas y –lo más importante- no tenés que volver al mes siguiente a la librería a preguntar si salió la continuación.
Por suerte hay público para todo. Además de este consumidor de "obras completas", sigue existiendo (y supongo que existirá muchos años más) el que quiere leer Scalped todos los meses en dosis de 20 páginas, o el que se tira de cabeza sobre cada tomo nuevo de El Escorpión, para leer otras 46 páginas y esperar un año (o más) para las próximas 46. Lo cual no es tan descabellado si pensamos que hay gente que mira las series de TV el día que se estrenan, en episodios de 50 minutos cortados con publicidad, en vez de esperar a que se editen las cajas de DVDs que reúnen las temporadas completas…
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Published on February 26, 2011 13:52

February 25, 2011

25/ 02: MUSEUM OF TERROR Vol.2


Wow! Qué jodido es esto! Entre el primer y el segundo tomo, no sólo mejoró notablemente el dibujo de Junji Ito; también se le terminó de limar el cerebro y acá nos embiste con unas ideas tan pasadas de rosca que ya parecen más de Hideshi Hino que de Kazuo Umezu. Ito llega a ese nivel de virulencia en el que, más que miedo, las historias causan gracia por lo extremo, lo grotesco, lo escabroso más allá de la repulsión.
Pero primero admiremos un cachito el dibujo. En el primer tomo, Ito era un principante, muy torpe en las historias con las que abría la saga de Tomie (que de eso se trata, aunque los yankis le hayan puesto ese título frutihortícola), y para el final arrimaba a un nivel muy digno, aunque no muy original. Acá avanza a pasos agigantados y para el final de este tomo tenemos a un dibujante devastador, al que es un placer indescriptible mirar y estudiar. Las minitas le salen más lindas que a Manara, las páginas están mejor balanceadas, pela más recursos mejor usados a la hora de poner grises, texturas y líneas cinéticas; y aún así tiene esa frescura, esa cosa fluída, como de tipo que improvisa, que busca, que no repite un libreto aprendido de memoria. De las 11 historietas, la mejor dibujada es la octava (Gathering), donde Ito deja la vida en cada viñeta repleta de personajes fuera de control, pero la verdad es que todas están buenísimas y ya no hay prácticamente pifias ni errores de los que vimos en el primer tomo. Muy grosso.
Y claro, además Ito usa todo este arsenal para darnos cuiqui, para pegarnos un julepe (como decíamos en los ´70), para crear climas que nos hagan fruncir un poquito el ojete. A veces, decía, las ideas son tan descabelladas, tan zarpadas, que en vez de miedo te causan risa. Pero la construcción de los climas tensos está, funciona y por momentos es exasperante, como en la tercera historia (Adopted Daughter), la de la mansión donde viven los viejitos que torturan chicas. Esa y la quinta (Boy) son de lo más tremendo que leí en mi vida, con escenas más perturbadoras que bajarte una porno y descubrir que la protagonista es tu vieja.
La sexta historia recupera a un personaje secundario del primer tomo (uno de los que sobrevivió milagrosamente a su encuento con Tomie) y lleva el delirio a niveles alucinantes. Acá, el poder de Tomie de replicarse a partir de cada pedacito de su cuerpo pega una vuelta increíble y no podés parar de reirte de lo excesivo del planteo argumental. Y también hay que destacar las tres últimas historias del tomo, que componen una trilogía también muy limada: Tres réplicas de Tomie se enfrentan entre sí y manipulan a otros personajes para que maten a sus rivales. El episodio del medio parece no tener nada que ver, pero sobre el final Ito conecta de modo magistral esta historia (brillantemente maligna) con la trama central de la anterior y la siguiente. Un cierre a todo lujo para un tomo de escalofriante belleza.
Qué loco que esto sea virtualmente desconocido en Argentina, donde los cines se llenan cada vez que se estrenan películas de terror medio salvajes. Tomie tiene mutaciones asquerosas, descuartizamientos, mutilaciones, torturas, gente que apuñala gente, gente que se prende fuego, un erotismo insinuado pero no por eso menos hot, una crítica sutil al culto desmesurado a la belleza… y todo dibujado muy, pero muy bien. Ni siquiera tiene grandes pretensiones, ni un vuelo sofisticado, como para que los editores (especialistas en subestimarnos) crean que "la gilada no lo va a entender". Esta vez, esa excusa no corre. ¿Qué será, entonces, lo que impide que el lector argento vibre al ritmo de las truculentas muertes y las grotescas resurrecciones de Tomie? ¿Alguna idea, de aquel lado de la pantalla?
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Published on February 25, 2011 14:27

February 24, 2011

24/ 02: NORTHLANDERS Vol.4


Nunca vi el Vol.3 de Northlanders. Ni sé qué tiene adentro. Pero, como cada saga es autoconclusiva e independiente de las demás, ni bien se anunció el Vol.4 me lo pedí, cebado en parte por la presencia al frente del dibujo de Leandro Fernández, rosarino de ley y con mucho buen comic a sus espaldas. Creo que de todo lo que hizo para EEUU lo único que no me emocionó fue lo de Hulk, y en buena medida porque el guión era choto y venía firmado por un autor (Bruce Jones) que hasta ese momento estaba dando cátedra en la serie del gigante gamma. Acá Leandro la vuelve a romper. Recupera mucho de su estilo original, más cercano al de Marcelo Frusín, y le suma una sana influencia de otro ídolo, Michael Lark. Queda poco de aquel Leandro más personal y más arriesgado que disfrutamos a lo bestia en Queen & Country (donde le tocó darle vida a algunos de los mejores guiones de la carrera de Greg Rucka). Esto, al ser a color, para una editorial más careta y en un título con una propuesta a primera vista más clásica, requería otro enfoque.
Por suerte la versatilidad de Leandro le permitió no sólo salir adelante, sino pelar un trabajo absolutamente consagratorio. Lo que dibuja el rosarino en estas 180 páginas sobra para ponerlo en la lista de los cracks, de los tipos a los que todo editor quiere tener en alguno de los proyectos que coordina. Escenas multitudinarias, momentos intimistas, secuencias mudas, secuencias repletas de texto, paisajes extremos, violencia más extrema todavía, una cuidada ambientación histórica (estamos en una aldea a orillas del Volga en el año 1020) y un montón de personajes cada uno con sus rasgos y hasta sus movimientos perfectamente diferenciados, todo brota con categoría de los lápices y las tintas de Leandro y contribuye a ponerle emoción y garra a un guión tremendo.
Lo que te hace sufrir Brian Wood en esta historia no tiene nombre. Como en los peores arcos de DMZ, Wood te agarra de los huevos y te los aprieta cada vez más, hasta que llores sangre. Enseguida te identificás con Hilda, la protagonista, y a través de sus ojos te convertís en testigo y víctima de tantas atrocidades que cuesta juntar fuerzas para seguir leyendo hasta el final. Para la página 120, cualquiera que tenga corazón está pidiéndole la hora al réferi, dispuesto a suplicarle al guionista que se apiade un cachito de esta pobre mina y de su hijita. Pero el guacho le tiene guardados más sufrimientos, humillaciones y padeceres y ya para las últimas páginas te querés meter vos en la historieta (como la minita del video de A-ha) para darle una mano a Hilda.
No sé si Wood quiso transmitir algún mensaje con esta saga, pero a mí me sirvió para aprender algo: No lloremos por huevadas. ¿En invierno te cagás de frío? No mariconees, estos vikingos del 1020 se cagaban mil veces más de frío. ¿A veces te quedás con hambre? Estos tipos se cagaban de hambre siete meses al año. ¿Te jode engriparte o contagiarte algún virus? En el año 1020 aparecían día por medio plagas devastadoras que se cargaban a miles y miles de personas y nadie tenía la más puta idea de qué hacer para frenarlas. ¿Te molesta un cierto grado de autoritarismo en la cana, en el gobierno, o en las autoridades con las que tratás a diario? En una aldea como la de Hilda te podía tocar un hijo, nieto y bisnieto de puta como Gunborg y te lo tenías que fumar, o huir al bosque a morirte de frío y que te morfen los lobos. O sea, agradezcamos por lo que tenemos y no nos quejemos por giladas.
The Plague Widow (que así se llama este extenso arco argumental) está un cachito estirado, es cierto, pero igual te mantiene al filo de la silla, hipnotizado por la intensidad del relato, la humanidad de los personajes y la crueldad de los giros argumentales con los que Wood castiga a buenos y malos por igual. Un comic fuerte, que desafía tu aguante pero te premia con secuencias memorables, mucha data sobre una cultura histórica y geográficamente remota y unos dibujos inspiradísimos de un monstruo argento injustamente poco conocido en estas pampas. Papa muy fina.
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Published on February 24, 2011 13:03

February 23, 2011

23/ 02: RUN, BONG-GU, RUN!


Hora de sacudir preconceptos chotos. ¿Te acordás de Baljak, Archlord, Maje, War Angels y esos manhwas bastante patéticos que nos infligieron hace unos años tanto Ivrea como Muñones? Bueno, tengo una buena noticia: eso no es TODO el manhwa, sino un pedacito. Por afuera de esos pantanos del oprobio, florecen las obras de un montón de autores y autoras abocados a historietas mucho más personales, en general de temáticas realistas y con estilos gráficos mucho menos pegados a los hitazos del manga y los videogames japoneses.
Si –como yo- te ponés a bucear entre esos autores, seguro te va a llamar rápidamente la atención Byun Byung-Jun, tal vez el más virtuoso de la segunda camada de lo que podemos llamar "manhwa de autor". Byung-Jun es un dibujante completo y exquisito, con un ojo increíble para los detalles. Puede pasar como si nada de un dibujo simple, caricaturesco, a una ilustración zarpada de rostros o paisajes, sin nada que envidiarle a los grandes pintores impresionistas del Siglo XIX. Su paleta de colores y su manejo de los climas están más allá de cualquier intento de descripción. Además tiene un talento nato para variar los planos y para darle carnadura y credibilidad a los personajes. Y lo más importante: no es un clon, ni de los autores japoneses, ni de los maestros de Occidente. Tiene algunas cositas que lo emparentan con Taiyo Matsumoto, es cierto, pero le sobra personalidad.
Por suerte, y aunque sea tímidamente, las obras de este autor que debutara profesionalmente en 1999 se están empezando a ver fuera de Corea. Run, Bong-Gu, Run! es su tercer libro, publicado originalmente en 2003 y donde se empieza a manifestar con claridad el estilo propio del autor, que venía de realizar historias cortas en tono de comedia y una serie larga, más aventurera, más dramática y casi sin humor. Acá recupera el tono intimista, la onda de las historias chiquitas, reales, centradas en gente común y conserva un cachito de humor; el suficiente para que una historia en principio triste, logre gambetear con éxito al golpe bajo y llegar a un final feliz, que si lo leés con mala leche puede resultar un poco naïf, y si le ponés onda puede resultar un conmovedor canto a la esperanza.
La historia –repito- es chiquita, de pequeñísimo alcance, una anécdota casi, que afecta las vidas de cinco personas en una ciudad (Seúl) llena hasta las pelotas de gente a la que no le importa en lo más mínimo lo que le pasa a los personajes. Para que el planteo argumental se sostenga a lo largo de 92 páginas sin aburrir, hay que ponerle mucha onda, y la verdad es que a Byun Byung-Jun le sobra onda. Rápidamente logra que te encariñes con los personajes, los define con precisión y profundidad en un par de escenas, y una vez que te tiene enganchado, pela dos de sus mejores armas: el manejo de los climas, pausas, silencios, miradas; y su magia indescriptible para plasmar en el papel los paisajes urbanos que vemos todos los días, y hacernos sentir una sensación de maravilla, de que estamos viendo algo fascinante, con vida propia, con todo por descubrir. La primera escena, la del viejito mangueando monedas en el subte, la vimos todos mil veces con nuestros propios ojos. ¿Cómo hace este guacho para que -vista a través de sus dibujos- nos impacte, nos emocione y nos haga meternos en la historia? Ni idea, pero lo logra.
Run, Bong-Gu, Run! no es para cualquier lector. Visualmente sí, es a prueba de balas. Cualquiera con ojos se va a volver loco con el dibujo de Byung-Jun. Pero a nivel guión, tenés que sintonizar con las historias intimistas, los climas melancólicos, los ritmos pausados y las resoluciones en las que los personajes, que tenían todo para perder, encuentran la rendijita por la que se filtra una nueva oportunidad de tener una vida más o menos feliz. O sea, si venís a full con la onda cínico-malalechística y creés que Eric Cartman es el mejor personaje de ficción de todos los tiempos, mejor seguí de largo.
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Published on February 23, 2011 15:17

Andrés Accorsi's Blog

Andrés Accorsi
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