Andrés Accorsi's Blog, page 261

May 18, 2011

18/ 05: DAYTRIPPER


Qué loco que hayamos leído una de las mejores historietas latinoamericanas de todos los tiempos en una edición de Vertigo. Pero bueno, esto es así, todos los días hay sorpresas.
Daytripper es una obra maestra, seguramente el mejor comic de autores brasileños que leí en mi vida. Es –hasta ahora- el trabajo más importante de los Gemelos Fantásticos, Fábio Moon y Gabriel Bá, y es tan bueno que desafía la capacidad de análisis y de explicación. En cada uno de sus 10 episodios nos encontramos con un mismo protagonista, Bras de Oliva Domingos, en distintas etapas de su vida. Pero no es la biografía de Bras, son fragmentos de la vida de este periodista especializado en escribir obituarios, que sueña con triunfar como novelista. Lo más alucinante es que cada episodio termina con la muerte de Bras. Lo vemos morir a los 76 años, a los 11, y un montón de veces más en medio de esos dos extremos.
Pero las muchas muertes de Bras son apenas un brochecito, el toque final, la guinda en el postre de cada episodio. Lo más grosso, lo que eleva a esta historieta al status de joya es lo que sucede en cada episodio y –sobre todo- cómo nos lo cuentan Moon y Bá. Las historias de Bras son slice of life puro. Tienen algo de comedia, algo de tragedia, romance, humor, poesía, ternura, desazón, algún pequeño misterio… pero siempre dentro de un registro mucho más cercano al de Adrian Tomine que a la historieta de acción y aventuras. Todo transcurre en el Brasil actual, magníficamente retratado. A pesar de estar publicado en EEUU, en Daytripper los tipos y minas tienen nombres brazucas, está clarísimo que los textos que escribe Bras están en portugués y que las ciudades y pueblos por los que deambula la historia son todos de verdad, y todos forman parte del Coloso de Sudamérica. Y como en la realidad, quedan cabos sueltos. Historias de amor que no llegan a concretarse, secretos que no se llegan a revelar, actitudes raras de amigos o parientes que uno nunca llega a entender… porque claro, al final de cada capítulo pasa la muerte, se lleva a Bras de modos inesperados, y todo queda ahí, trunco, a medio madurar o a medio resolverse.
También como la vida real, los conflictos que presentan los Gemelos Fantásticos en estas historias son tirando a light. Nunca está en juego el destino de la Humanidad, ni mucho menos. Son conflictos de bajísima intensidad, como los que vemos en las historias cortas de Jiro Taniguchi, por ejemplo. Lo grosso es cómo nos los muestran, cómo Moon y Bá logran meternos en la piel de Bras, vivir su vida, sufrir y disfrutar con él. A través de diálogos y secuencias magistrales, nos vamos involucrando más y más, hasta sentir que su amigo, su mujer, sus padres, su hijo, no son sólo suyos sino también un poquito nuestros.
El dibujo es alucinante. Los Gemelos dibujan mezclado, y sólo a veces se nota qué viñetas son de Gabriel y cuáles de Fábio. Entre los dos se arma una amalgama muy, muy atractiva, donde vemos cositas de Dupuy y Berberian, de David Lapham, de Joann Sfar, Jeff Lemire y Will Eisner, entre otros. Pero el punto más fuerte es –claramente- la narrativa, donde los Gemelos prueban de todo y aciertan siempre. Cada escena dura lo justo, los flashbacks están perfectamente colocados, las transiciones son brillantes, las secuencias mudas se te impregnan en las retinas, las secuencias oníricas son flasherísimas… Todo está pensado para que te sumerjas a fondo en la historia de Bras y sientas que lo conocés de toda la vida. Y por si faltara algo, el colorista es un favorito de este blog: el insuperable Dave Stewart, que se complementa con los Gemelos de un modo increíble para realzar desde su paleta todos los climas del guión y hacer un aporte fundamental cada vez que los dibujantes nos proponen colgarnos a mirar un paisaje, un pueblo, una puesta de sol.
De la mano de un tipo que vive de las muertes de otros, Moon y Bá le cantaron a la vida. Al amor, la amistad, los sueños, la dignidad. Como esas películas de mierda en las que Meryl Streep, Susan Sarandon o Glenn Close se mueren de cáncer, pero bien, con onda. No sé si en Brasil los fans le darán a Gabriel y Fábio la bola y el reconocimiento que se merecen. Por suerte, en EEUU ya tienen la chapa suficiente como para que les editen trabajos como este, que es –repito- un comic imprescindible para los amantes de la historieta de autor honesta, jugada, profunda, que se anima a soñar y que –además de entretenerte- te seduce, te conmueve y te invita a volar. Daytripper es una joya del comic latinoamericano actual, un clasico instantáneo del que se va a hablar mucho, siempre.
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Published on May 18, 2011 14:20

May 17, 2011

17/ 05: LOS PUNTOS DE VENTA


Hacía bastante que no rompía las bolas con algo relacionado con el libro que recopila las primeras 182 reseñas subidas al blog, así que hoy vuelvo a la carga con algo que prometí hace mucho y nunca cumplí, al mejor estilo Muñones: El listado de los puntos de venta donde se puede conseguir el libro mediante un trámite tan sencillo como sacar $ 45 de la billetera. En todos estos locales, el libro estuvo, o si vos no te lo llevaste, todavía está. También en estos locales podés pedir los otros títulos de la editorial Llanto de Mudo, entre los que vas a encontrar merca bastante más atractiva que 182 artículos en los que un boludo cuenta qué comics le gustaron y qué comics no.
Los ordeno por ciudad, así los encontrás más fácil.

BARILOCHE (Río Negro)
-DOBLEVECUBO, Morales 438.

CAPITAL FEDERAL
-CABILDO COMICS, Av. Cabildo 2294.
-ENTELEQUIA I, Uruguay 341.
-ENTELEQUIA II, Juramento 2584.
-ESPACIO MOEBIUS, Bulnes 635.
-LA FABULA, Rodriguez Peña 416.
-MERIDIANA, Av. Rivadavia 5108, Local 307.
-PLANETARY, Av.Corrientes 1388, Local 18-19.
-RINCON DEL ANTICUARIO, Junín 1270.
-TIERRA-2, Av.Corrientes 1660, Local 6 bis.

CORDOBA
-CROSSOVER, Av. Gral Paz 174, Local 11.
-LA CONJURA DE LOS NECIOS, Ayacucho 306.
-LLANTO DE MUDO, Colón 355, Local 61.
-RUBEN LIBROS, Dean Funes 163, Local 1.

LA PLATA (Buenos Aires)
-ATENEA, Calle 49 Nº 467.

LOMAS DE ZAMORA (Buenos Aires)
-ETERNIA, Av. Meeks 172.

MAR DEL PLATA (Buenos Aires)
-RAYOS Y CENTELLAS, Peatonal San Martin 2365, Local 12.

PLOTTIER (Neuquén)
-DALILA, Santa Cruz 157.

RAMOS MEJIA (Buenos Aires)
-ETERNAL DARKNESS, Richieri 91, Local 11.

ROSARIO (Santa Fé)
-MILENARIO, Richeri 814.
-PURO COMIC I, San Martin 843, Local 15-16.
-PURO COMIC II, 3 de Febrero 1180.

SALTA
-MORRISON, Peatonal Caseros 646, Local 7.

SAN LUIS
-EL CALABOZO DEL ANDROIDE, Martín de Loyola 139.

SANTIAGO DEL ESTERO
-SANDOKAN, Urquiza 110, Local 1.

TRES ARROYOS (Buenos Aires)
-ACME, Colón 467, Local 1-3.

TUCUMAN
-LEGION, San Juan 798.

USHUAIA (Tierra del Fuego)
-SMALLVILLE, Indios Yamanas 809.

Y seguramente lo encontrarás también los sitios de los dealers virtuales, los que no tienen local físico, sino que operan a través de la web.
Corresponde darle las gracias a toda esta buena gente, que se pone las pilas para encargar el libro, exhibirlo y venderlo. Se me dirá que viven de eso y que es lo menos que pueden hacer. Y, un poco sí. Pero para muchos de estos comercios, arriesgarse por libros en cuya portada no aparecen ni Batman ni Dragon Ball es una timba grossa.
Si vas a buscar el libro a alguno de estos lugares y te responden "no lo tengo", tu réplica debe ser "Encargáselo a Districomix", excepto en la ciudad de Córdoba, donde la réplica correcta es "Encargáselo a Llanto de Mudo". Y cerrás con un "culiau", claro.
Vamos, que ya estamos a full preparando el Vol.2.
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Published on May 17, 2011 16:58

May 16, 2011

16/ 05: STIGMATA


Nah, me están jodiendo… Busco en Wikipedia y me dice que esta historieta se publicó originalmente en 1994… No puede ser. ¿Cómo es que desde esa fecha hasta hoy no la escuchamos nombrar TODOS LOS DIAS como una obra cumbre de lectura absolutamente imprescindible? Posta, yo me enteré que existía cuando Fantagraphics anunció la edición yanki en el Previews. Y me la pedí de una, pero de timbero que soy, no porque estuviera convencido de que había que tenerla sí o sí. Andá a saber qué leen los cientos de críticos que -de 1994 para acá- se olvidaron de cantar las merecidas loas a esta descomunal novela gráfica de Claudio Piersanti y Lorenzo Mattotti.
Pero bueno, hoy las canto yo, así vos te cebás, lo buscás, lo encontrás, lo leés, te derretís, te juntan gota a gota con la aspiradora y eventualmente recuperás la forma humana, aunque tu mente nunca volverá a ser la misma. Stigmata narra la historia de un tipo cuyo nombre no sabemos, un grandote con pocas luces y poquísima suerte, al que un día se le abren extrañas heridas en las manos. Las heridas no paran de sangrar, porque sí, como le pasó alguna vez, hace mil años, a algún santo. Pero lejos de ganarse la canonización, el grandote se gana la discriminación, y pronto su extraña condición le cuesta el trabajo, la casa y casi también la vida. Varias veces a lo largo de más de 175 páginas, el grandote sacará fuerzas de donde no hay y saldrá del fondo de la tabla, movido por el instinto de vivir, de aferrarse a la vida por chota e injusta que esta haya sido con él. Así lo veremos tocar fondo más de una vez, ganarle al dolor y a la desesperación con un gol en offside, con la mano y en el minuto 94, y seguir, sin tener la menor idea de hacia dónde va.
El novelista Claudio Piersanti (de quien no conozco otras historietas) construye a este personaje a base de silencios y de bloques de texto que nos meten en su psiquis, la psiquis de un tipo simple, sencillo, que se conforma con poco. Y claro, a lo largo de tantas páginas y tantos sucesos shockeantes, de poco lo van rodeando personajes secundarios, muy distintos al grandote y entre sí. Piersanti los explora con jerarquía a todos, pero le reserva el privilegio de narrar un tramo de la historia (con bloques de texto en primera persona) a la hermana Anne, una de las monjas del hospicio que le brinda asilo al grandote.
Ya mencioné a los santos y a las monjas, o sea que las pistas están. El elemento religioso es definitivamente importante en esta trama de sacrificio y redención, de fe ciega. Y sorprende, porque Piersanti propone este abrazo a la devoción religiosa, no como cura infalible de todos los males, pero sí como un valor positivo, como el camino a tomar para no precipitarse al abismo de la desesperanza. No es el discurso más frecuente entre los autores de historieta para adultos, para nada…
Pero lo más raro de esta obra maestra no es tanto la línea que baja, sino el aspecto visual. ¿Lo tenías a Mattotti en blanco y negro? Yo creía que desde mediados de los ´80 TODA sus obras eran a color. Para mí, Mattotti era al color lo que José Muñoz al blanco y negro, el genio del color, el poeta del color. De hecho, así se llama un libro SOBRE Mattotti que escribieron varios colegas españoles y que no dedica ni UN RENGLON a hablar de Stigmata. Bueno, al grano: Stigmata está toda dibujada en blanco y negro, por un Mattotti fuera de control. Con una línea salvaje, sobrecargada, abigarrada, de increíble expresividad, exhuberante. Todo da la sensación de haber sido dibujado a los pedos, a mano alzada, pero no puede ser. Nadie puede dibujar tan bien sin un boceto previo. Como en sus obras a color, Mattotti compone cada viñeta como si se tratara de un cuadro para colgar en un museo. Mirándolas de a una, cada viñeta es perfecta, redonda, completa. Y después las mirás en el contexto de la página y se integran maravillosamente para construir secuencias tremendas, contundentes, poderosísimas. Por supuesto la más llamativa es la de los salmos, 17 páginas que parecen el story-board de un dibujo animado desbordado de lirismo y pasión. Pero hay varias secuencias fundamentales, sobre todo en los capítulos II y III, que es donde más avanzan las tramas.
Stigmata es un viaje de ida, mal. Para el fan de Mattotti, porque te abre la cabeza con el monumental trabajo del ídolo en blanco y negro. Para el fan del comic en general, porque te mete enseguida en una historia de singular belleza, que te estremece hasta los más remotos confines del alma. Una verdadera joya que ya tiene unos cuantos años, pero no envejeció ni 15 minutos.
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Published on May 16, 2011 16:12

May 15, 2011

15/ 05: EX MACHINA Vol.3


Qué loco que desde que empecé este blog no haya leído ningún tomo de esta serie… La tengo tan presente como si hubiese leído el Vol.2 la semana pasada y no: hace no menos de 500 días que no toco un tomo de Ex Machina. Ahora tengo varios TPBs acovachados, así que seguro que en los próximos meses va a aparecer a menudo por acá.
No creo que haga falta presentarla, pero por las dudas, Ex Machina es una serie creada por Brian K. Vaughan y Tony Harris para el extinto sello Wildstorm que se publicó entre 2004 y 2010, y contó con 50 números y 4 especiales. El protagonista es Mitchell Hundred, el Jefe de Gobierno de New York, que alguna vez fuera superhéroe, bajo la identidad de Great Machine. Hundred tiene el superpoder de controlar a las máquinas y gracias a su valiente accionar, una de las Torres Gemelas sobrevivió al supuesto ataque de Al-Qaeda del 11/9 de 2001. Desde ese momento, Hundred amasó tanta chapa, que se postuló para intendente y ganó por afano. Y ahí, cuando colgó el traje de superhéroe y se puso el de Jefe de Gobierno, empezaron sus verdaderos problemas.
Ex Machina no reniega de los superpoderes de Hundred (de hecho, uno de los principales sub-plots de estos primeros tomos tienen que ver con cómo obtuvo Mitchell sus habilidades paranormales), pero pone el énfasis en el otro poder, en el que le confieren los votos que sacó para gobernar una ciudad siempre conflictiva como la Gran Manzana. Estamos ante un comic que trata, básicamente, de política. Y eso lo hace sumamente interesante.
Brian Vaughan pone a un ex-superhéroe a pelear contra amenazas poco frecuentes para los justicieros enmascarados: hospitales, escuelas, impuestos, inseguridad, obras públicas, ley de matrimonio igualitario… Mitchell Hundred va a tener que aguzar de su ingenio, su carisma y su cintura para la runfla, por supuesto rodeado de un elenco de asesores y secretarios a los que Vaughan dota de personalidades complejas y atractivas. Pero claro, son políticos. Hundred no. Es apenas un ingeniero que leyó muchos comics de superhéroes y que aprendió a cachetazos el viejo adagio del poder y la responsabilidad que acuñara Stan Lee en los ´60. Ahí ya hay materia prima para un contraste sustancioso. Pero falta otra parte del elenco, los amigos de Hundred que lo bancaron durante el tiempo en que fue Great Machine, el único superhéroe del mundo. Y la madre de Mitchell, que aparece por primera vez en este tomo y pinta para tener un rol destacado en los próximos. Y las minitas, porque Hundred es soltero (algunos sospechan que es gay) y el cargo que ocupa en New York lo convierte en una presa codiciada por más de una mujer con ganas de salir en las tapas de las revistas. Los personajes copados son muchos, pero el protagonismo rara vez se hace coral. El peso de las tramas recae siempre en Mitchell Hundred y al resto del elenco se lo ve de vez en cuando, no hay demasiado espacio para explorar a fondo a ninguno de ellos, por lo menos hasta ahora.
Por supuesto, se trata de un comic muy hablado, y ahí Vaughan saca una enorme diferencia, porque puebla las páginas con unos diálogos afiladísimos entre estos maestros del chamuyo que, cuando se cruzan, se sacan chispas. En este tomo hay un poquito más de acción que en los anteriores (porque aparece un nuevo justiciero enmascarado), pero en general, la resolución de los conflictos no llega por esa vía.
A cargo del dibujo tenemos al maestro Tony Harris, en un estilo menos oscuro y menos cargado que el que descubrimos en Starman, The Liberty Files u Obergeist. Este es un Harris más claro, más transparente, más realista y con más trabajo con modelos que posan para sus viñetas. Seguro que muchos fondos provienen también de la referencia fotográfica, pero Harris los incorpora a la página con gran criterio, con mucho laburo para que personajes y decorados estén perfectamente integrados, y lo más importante: que no se vean estáticos. Como en sus trabajos anteriores, Harris maneja a la perfección los climas y sorprende todo el tiempo con las expresiones faciales. Y cuando aparece la acción (sobre todo en los flashbacks que nos muestran a Great Machine), sale a matar, con el cuchillo entre los dientes.
Ex Machina se cansó de ganar premios y es –junto a Y, the Last Man- una de las series que puso a Vaughan en la lista de los autores imprescindibles de la década pasada. Y la verdad es que toda la chapa y el reconocimiento acumulados se justifican plenamente al leer las historietas. Esto no se parece a nada y encima está muy, pero muy bueno. Y acá vendría un chiste con otro ingeniero convertido en Jefe de Gobierno de una ciudad enorme y conflictiva, pero no quiero manchar el buen nombre y honor de Mitchell Hundred mencionándolo en la misma frase que a ese mentiroso PROfesional, que de heroico no tiene absolutamente nada.
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Published on May 15, 2011 13:34

May 14, 2011

14/ 05: LEVIATHAN


Hoy me toca visitar una gran novela gráfica europea, más precisamente británica. A veces Inglaterra no parece parte de Europa, no? Los comics británicos suelen tener rasgos muy propios, y encima sus mejores autores trabajan tanto para EEUU que de a pocos se "contaminan" con esa otra forma de contar historias que es la que se impone de este lado del Atlántico. Esta vez encontré un gran comic británico, que en ningún momento parece pensado para gustarle al lector yanki y que gráficamente tampoco se parece mucho a nada.
El dibujante es el increíble D´Israeli (Matthew Brooker, en el documento), un tipo sumamente versátil, poco conocido en EEUU (autor junto a Warren Ellis de la demencial Lazarus Churchyard) que acá pela un estilo donde se mezclan Marc Hempel, Jacques Tardi, Kyle Baker y Marc-Antoine Mathieu; un cóctel exquisito, que por momentos me hizo acordar a los mejores trabajos de Dante Ginevra. Con blancos, negros y grises, D´Israeli pone en escena un festival visual inolvidable, repleto de detalles minuciosos, con personajes mucho más simples que los fondos, unos climas absolutamente irresistibles, miles de recursos para que la lectura sea amena (a pesar de que se habla muchísimo) y con unas pocas pero inolvidables escenas de acción. Un trabajo absolutamente consagratorio para este dibujante fundamental de la escena británica.
A cargo del guión lo tenemos a Ian Edginton, un tipo que se empezó a hacer conocido en EEUU antes de pegarla en Inglaterra. Eventualmente, la pegó también en su país, pero repercutió primero de este lado del mundo. Edginton nunca tuvo un hitazo, un best-seller, o un comic de esos que, si no los leés, te condenás al oprobio y el escarnio. Pero casi todos los comiqueros tenemos aunque sea un laburito suyo en la biblioteca, porque tuvo la viveza de trabajar con un montón de dibujantes grossos, entre ellos Phil Hester, Alex Maleev, Rick Leonardi, Dave Lapham, Steve Pugh y algunos argentos notables, como Quique Alcatena, Leandro Fernández, Adrián Sibar o Pancho Paronzini.
De todos los dibujantes con los que trabajó, Edginton pegó una onda muy especial con D´Israeli. De hecho, ya llevan juntos cuatro obras importantes. Esta la venían meloneando desde mediados de los ´90 y finalmente se empezó a publicar en la 2000 A.D. en 2003. Pero aclaremos rápido que Leviathan no se parece en nada a las típicas historietas del popular semanario. Esta es la historia de un barco de la década del ´20, el más grande y fastuoso de la historia de los transatlánticos. El Leviathan es, en la práctica, una ciudad flotante, llena de edificios, bares, casinos, plazas y hasta un zoológico. Pero al poco tiempo de zarpar, se pierde en un limbo donde el tiempo no pasa, el viaje se hace infinito, la gente se empieza a morir, o a suicidar, la esperanza se esfuma y sin embargo el combustible no escasea y el mega-buque sigue andando como si nada.
Evidentemente hay un misterio grosso y así es como el protagonismo recae en el detective Aurelius Lament, un jovato venido a menos, quien se internará en los sectores restringidos del coloso para descubrir la verdad acerca del extraño viaje del Leviathan. El misterio está muy bien llevado y Edginton tiene la gran viveza de resolverlo cuando faltan 25 páginas para el final. Ahí, cuando Lament queda cara a cara con… alguien, casi empieza otra historia, más terrible, más violenta, más despiadada, y el guionista tiene espacio para desarrollarla y llevarla hacia un final más que satisfactorio. A pedido del público, Edginton y D´Israeli crean, a modo de secuela, algunas historias cortas ambientadas en el Leviathan, que también aportan bastante al background de algunos personajes. Pero lo grosso son esas casi 60 páginas de la saga central, que te atrapa no sólo con la magnitud del misterio, sino también con las extrañas situaciones que se viven en el barco, con la runflas entre los poderosos (porque incluso en esta twilight zone hay avechuchos dispuestos a sacar tajada), y con la excelente construcción de varios personajes, no sólo el protagonista.
Retorcida y cautivante, en un péndulo hipnótico entre la tensión y la violencia, Leviathan es una muy, muy buena novela gráfica que te hace salir corriendo a buscar las otras obras de la dupla autoral (Scarlet Traces, Kingdom of the Wicked y Stickleback) a la espera de que estén igual de buenas. Y guarda, porque los críticos dicen que Scarlet Traces está bastante mejor.
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Published on May 14, 2011 11:12

May 13, 2011

13/ 05: DAREDEVIL: ULTIMATE COLLECTION Vol.1


Tarde o temprano iba a suceder: me compré un tomo que trae material que ya reseñé en el blog. Este hiper-TPB dedicado al Daredevil de Brian Michael Bendis incluye Underboss, el TPB al que le dedicamos la reseña del 30 de Abril de 2010. O sea que todo lo que dije en ese momento acerca de ese tomo, se aplica también a este.
Pero acá hay bastante más. El libro arranca con una saguita muy rara, prácticamente sin argumento. El protagonismo se lo lleva todo el guión, que se estira, se enrosca, se tensa, para crear clima, para ponernos nerviosos, hasta que finalmente Bendis revela qué fue lo que dejó a ese pobre nene en ese estado. Como no hay acción, Daredevil prácticamente no aparece, y le deja la manija a un gran personaje secundario, el periodista Ben Urich, que pela chapa de protagonista, especialmente en unos diálogos antológicos con el maestro de los maestros, J. Jonah Jameson. El arte (no lo puedo llamar dibujo) está a cargo del inigualable David Mack, el creador de Kabuki, un genio de la ilustración que se la banca decorosamente a la hora de tener que contar historias con sus majestuosos dibujos. Arrancamos muy bien.
Después viene Underboss, que pasamos por alto, y después las secuelas de Underboss: la brutal movida de Vanessa Fisk, la esposa del Kingpin, contra los que complotaron para destronar (y boletear) a su marido. En todo este tramo Daredevil sigue sin aparecer en un rol destacado, pero está bien. Bendis se propone lograr que este deje de ser un comic de superhéroes para enrolarlo en el género "pulp fiction" y barrer al cuernitos abajo de la alfombra lo ayuda bastante a lograr su cometido.
La siguiente saga es la que arranca cuando se derrama la data que sólo el Kingpin manejaba: Matt Murdock es Daredevil. Y acá de nuevo tienen chapa los periodistas, que desplazan por unos números a los gangsters. Matt tendrá que "vérselas" con ellos para gambetear la noche que se le viene si todo el mundo se convence de que él es Daredevil. Acá tampoco hay machaca, sólo reflexión, introspección, replanteos, y más diálogos brillantes como el que tiene Matt con Rosenthal, el dueño del diario que lo escrachó en primera plana. Para no aburrir a los lectores que todavía no entendieron que esto era comic de autor, para adultos, Bendis hace desfilar (sin demasiada explicación, pero con algún aporte coherente) a Spider-Man, Black Widow y Elektra, todos tratando de que DD baje un cambio y piense bien su próxima movida.
Al igual que Underboss, todos estos episodios están dibujados por Alex Maleev, ya muy afianzado en ese dibujo realista, sucio, con algunos estallidos expresionistas, y con un abuso de la referencia fotográfica que lo convierte en pionero, en primer abanderado del estilo Juan Carlos Flicker tan popular hoy en los comics de Marvel. Flaco, todo bien… son muchas páginas por mes, te piden realismo, te tenés que fumar ocho mil viñetas de cabecitas que hablan… pero dibujate UN fondo, UNA vez. Un monitor de computadora, una tele, un auto… algo que no sean los personajes. Igual se ve todo muy lindo, en parte gracias al laburo monumental de Matt Hollingsworth, colorista de la San Puta.
Y queda la saguita final, un arco en el que se interrumpe el plot de la lucha de Matt por proteger el secreto de su doble identidad. Es la hora de que Bendis nos muestre qué tal se la banca en ese otro sub-género que siempre estuvo presente en los comics de Daredevil: el courtroom drama. Pero mientras los otros guionistas se esforzaban por meter el courtroom drama adentro, o en paralelo, con tramas de acción protagonizadas por el cuernitos, Bendis no. Para todo, elimina la acción y durante varios episodios sólo vemos el juicio en el que Matt defiende a un justiciero enmascarado de la C, acusado de un crimen que no cometió. Lo cual está excelente… si te gusta el el courtroom drama. Si no, te querés matar. El pobre pibe que tuvo que dibujar toooodas esas páginas de gente con saco y corbata hablando en un tribunal fue nuestro compatriota Manuel Gutiérrez, también conocido como Waccio Zkater. Pero no se la aguantó hasta el final (es comprensible) y el último episodio le cayó a Terry Dodson.
Con la saguita del juicio al White Tiger, Bendis terminó de dejar en claro que este ya no era ni por casualidad un comic de superhéroes. Era otra cosa, personal, rara. No rara en el sentido de escasa, porque por suerte coincidió con esa maravillosa época en la que la gran mayoría de los títulos de Marvel estaban bárbaros. Rara, porque podía pasar cualquier cosa. Hasta que Matt Murdock perdiera un caso por goleada, sin que el Kingpin ni ningún villano metiera mano en el proceso judicial. Impresionante!
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Published on May 13, 2011 15:11

May 11, 2011

11/ 05: SABOR A MENTA


Este para mí era un Santo Grial, un álbum que sabía que existía, pero al que jamás vi. Me refiero a la edición original, la de Ediciones De la Torre, que es la que publicaba las obras de Carlos Giménez en los ´70 y ´80. Esta edición, la de Glénat, además de ser excelente, agrega algunas historietas sueltas de Giménez posteriores a aquella edición original, así que me hizo doblemente feliz.
Sabor a Menta es un rejunte de material raro de Giménez, esas historias cortas que –por algún motivo- no entran en ninguno de los otros álbumes del maestro madrileño. Y guarda, que esto no es sólo para el fanático pasado de rosca que quiere tener TODO lo que hizo Giménez. Acá hay papa finísima, magníficas historietas que cualquier fan del medio querría tener en su biblioteca. O sea que es rejunte, pero no de sobras, sino de extrañas exquisiteces realizadas por el prócer entre 1970 y 1992.
La primera historia, El Miserere, se usa en España para dar clase de historieta. Es uno de los comics en el que mejor se ven un montón de sensaciones que tienen que ver exclusivamente con lo auditivo, pero transpuestas a un medio 100% visual. Increíble lo que logra Giménez en estas páginas en las que todo gira en torno a la música, que –lógicamente- no está, sino que nos obliga a imaginarla en nuestras mentes. Una joya, bastante reeditada, por suerte.
La segunda es una adaptación de un clásico de Edgar Allan Poe, también bastante reeditada, y donde Giménez da cátedra de manejo del tempo narrativo para crear tensión y exasperar al lector. Le sigue El Futuro Empieza Hoy, una muy linda bajada de línea acerca del planeta, su gente, su organización socio-política y sus posibilidades, dibujada con increíble categoría. Paraíso Perdido (con guión del maestro Víctor Mora) es un impactante unitario de ciencia-ficción, un guión del hiper-carajo, pero cuyo exceso de texto hace que se luzca poco el dibujo de Giménez. La Gotera es casi un chiste largo, una breve pieza de corte satírico en la que Giménez se ríe, básicamente, de la miopía de los medios de comunicación y de la gente que los consume de modo acrítico. Le sigue una oda al barrio, al costumbrismo, donde no hay un relato, ni un conflicto, simplemente escenas tiernas, o graciosas en torno a Lavapiés, el barrio donde nació el autor.
Y después sí, Sabor a Menta, una historieta originalmente publicada en tiras diarias en un periódico, luego convertida en 12 páginas perfectas, de las mejores que escribió y dibujó este monstruo de la narrativa gráfica. Personajes redondos, una trama sin fisuras, diálogos brillantes, temas para pensar, romance, costumbrismo, un poquito de mala leche… Incluso sin meterse con la temática socio-política, que es casi su marca de fábrica, Giménez pela una historia urbana cautivante, verídica y hasta conmovedora. Sin duda, lo más pulenta del tomo.
Su siguiente intento de tira diaria fue una adaptación de una novela de Jack London, pero tuvo que terminarla antes de lo previsto y el relato cambia de ritmo abruptamente cerca del final, cuando Giménez tiene que poner quinta a fondo para cerrar rápido las tramas. Igual nada empaña el trabajo del ídolo en la faz gráfica, que es absolutamente magistral. Y para cerrar, Treinta por Minuto, otra breve historieta de bajada de línea, esta vez con menos viñetas por página y menos pilas en el dibujo, pero contundente en su mensaje: un desgarrador pedido de ayuda para los chicos que mueren de hambre todos los días en los países más pobres de Africa.
Estamos frente a una antología que nos invita a repasar 22 años en la trayectoria de un autor fundamental del Noveno Arte, que una vez más, demuestra estar por encima de las modas, los estilos, los géneros y las temáticas. Acá hay ciencia-ficción, terror, adaptaciones literarias, crónica urbana, bajada de línea, slice of life, todo dibujado por un zarpado que se acomoda donde lo dejan: si hay que hacer jueguito en una baldosa, y apretar el dibujo para meter cuatro viñetas en una tira, Giménez va y lo hace. Si hay que pelar cuadros enormes, casi más para el artbook que para la revista de comics, Giménez se arremanga, pela y te llena la página de detalles microscópicos. Y si hay que tirarse a simplificar, por esto que explicaba Scott McCloud de que los personajes caricaturescos transmiten mejor las ideas cuando de eso se trata, ahí va Giménez con unos "monitos" que parecen de un tipo que laburó toda la vida en Bruguera. En fin, no demos más vueltas… esto es tan imprescindible como las obras de Giménez de las que habla todo el mundo.
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Published on May 11, 2011 14:44

May 10, 2011

10/ 05: SUICIDE SQUAD Vol.1


Esto es militancia pura. Me compré en libro comics que tengo hace mil años, que leí cientos de veces y que hasta recuerdo de memoria, diálogo a diálogo. Pero lo que hicieron John Ostrander y Luke McDonnell en esta serie es tan grosso que se merecen, 25 años después, volver a llevarse mi dinero.
El Squad salió en el momento justo, el momento mágico en que DC peló una especie de ametralladora que disparaba una atrás de otra un montón de series alucinantes. En ese panorama de innovación y calidad, el Squad se destacó, de una. Era uno de esos comics que uno compraba no sólo para disfrutarlo: también para comentarlo con los amigos "del palo". Es que la serie de Ostrander y McDonnell tenía mucha más sustancia que el comic promedio. Para empezar, tenía muchos personajes y hasta los secundarios por momentos cobraban chapa de protagonistas. Y se la bancaban, porque estaban muy bien armados. Además, como el Squad se nutría de los villanos a los que los héroes capturaban, estaba lleno de referencias a esos otros comics, que por ahí uno no leía y los amigos sí, o viceversa. Después la cosa creció tanto que se dio la inversa: leíamos las otras series que escribía Ostrander (Firestorm, o Manhunter) para ver qué villanos aparecían, porque –casi seguro- iban a terminar enrolados en alguna misión futura del Squad. Y lo más importante: la cantidad de ideas que pela la serie en estos primeros ocho números. Uno, que ya la leyó hasta el final, ya sabe quién va a morir, quién va a zafar, quién va a traicionar, etc. Pero lo más sorprendente de leer el principio sabiendo el final es descubrir la cantidad de tramas copadas cuyas semillas ya están sembradas en estos primeros episodios.
Pero al que nunca leyó nada del Squad, al alienígena que se acaba de bajar de su plato volador, le tengo que contar algo que lo cebe, no lo puedo dejar en banda. Esta es la historia de una agencia de operaciones encubiertas al servicio del gobierno de los EEUU. Un escuadrón que realiza misiones sucias, que ningún ejército o comando oficial se animaría a realizar, con altísimo riesgo y sin red. Si algo sale mal, nadie los respalda ni los protege. El detalle no menor es que el escuadrón está integrado en su mayoría por villanos conocidos, que están en cana, y a los que el gobierno les ofrece participar de estas misiones a cambio de una reducción de sus penas. O sea que, además de que la consigna es tramposa y mugrienta, los convocados para llevarla a cabo suelen ser una manga de garcas sin el menor código ético. Para que la cosa no se desmadre, el escuadrón tiene entre sus miembros a varios héroes y heroínas, todos de la B Metropolitana y todos con varios conflictos jodidos, al límite. Para que la mezcla cuaje, hacía falta un personaje nuevo, creado por Ostrander a la medida (áspera y ambigua) de esta serie, que terminó por convertirse en un personaje central del Universo DC, tanto en el comic como en las series animadas: Amanda Waller, tal vez el personaje más rico e interesante al que jamás vimos ponerse calzas, máscaras o capas.
Además de un increíble semillero de plots a futuro, estos primeros números son grandes aventuras por sus propios méritos, repletos de giros impredecibles, escenas impactantes y diálogos memorables. Lo único que tira un poco para atrás es el dibujo de Luke McDonnell, por momentos muy duro en la anatomía, aunque bien en las expresiones faciales y notable en la narrativa y la creación de climas. Después del tercer episodio, las falencias de McDonnell se notan un poco más, porque cambian a un gran entintador como Karl Kesel por uno mediocrón tirando a choto como Bob Lewis. Igual, nada es peor que el Secret Origins, en el que los lápices de McDonnell son masacrados por las tintas de Dave Hunt, anticuadas y sin onda por donde se las mire. McDonnell, con el tiempo, va a mejorar. Creeme, yo ya leí todo el Suicide Squad varias veces. Incluso va a volver Kesel, y van a aparecer un par de episodios (y una miniserie de Deadshot) en los que McDonnell se va a entintar a sí mismo y la va a descoser. O sea que los padeceres gráficos son temporarios, son unos 15 numeritos, nomás.
Y bueno, ahora a esperar que DC se digne a publicar más tomos recopilatorios del Squad. Ya me engolosiné y quiero toda la serie reeditada en este formato y con esta calidad. La seguí fielmente de principio a fin, mes a mes, hace 25 años y esta relectura me cebó lo suficiente para bancarla a muerte una vez más. Pasa el tiempo y no hay con qué darle a este cóctel explosivo de acción al palo, runflas malignas y pésima leche que puso a John Ostrander en la lista de los guionistas imprescindibles de los ´80 y ´90.
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Published on May 10, 2011 15:03

May 9, 2011

09/ 05: CARLOS TRILLO ERA UN GENIO!


A veces la vida te da cosas hermosas. Y a veces te las cobra carísimo. Yo soy un privilegiado: a los 12 años leía y veneraba con pasión a Solano López, Horacio Altuna, Juan Zanotto y Carlos Trillo. A los 32, comía facturas o milanesas en la casa de Solano López, Horacio Altuna, Juan Zanotto o Carlos Trillo. Poder hacerte amigo de tus ídolos es maravilloso. Pero es un arma de doble filo: cuando uno de ellos se va, te deja un dolor indescriptible. Se va el grande de la historieta, el que te hizo pasar (a vos y a millones de lectores más) momentos inolvidables, en los que te fascinó con sus relatos dibujados… pero también se va tu amigo, el que compartió con vos charlas, asados, viajes, bromas, alegrías y tristezas. Ese dolor indescriptible, horrible, que hace que se me complique incluso apretar las teclitas del teclado, no es nuevo. Debutó cuando murió Zanotto en 2005 y volvió por partida doble en 2008 cuando se nos fueron Dani the O y Carlos Meglia. Hoy volvió recargado, afilado, más tremendo que nunca.
Carlos Trillo fue, para todos sus amigos (que éramos muchísimos), un tipo absolutamente fundamental, central, un pilar, más que un totem. Carlos tenía la edad de mis viejos, pero me trataba a mí (y a los otros amigos de la edad de sus hijos) como pares, de igual a igual, sin hacer pesar jamás la infinita chapa que le daban, además de los años, la fama internacional y el talento descomunal. Carlos era pura generosidad: las puertas de su estudio siempre estaban abiertas para quien quisiera compartir una tarde de libros, historietas, Coca (Zero) y alfajores. Las charlas solían arrancar por el lado del comic, su fauna y su mercado, pero podían derivar fácilmente hacia la literatura, el cine, la sociedad o la política. El futbol no, no le interesaba en absoluto. En todas esas charlas, Carlos enseñaba (a veces sin darse cuenta) y uno aprendía. Cualquiera que haya presenciado alguna de las charlas, talleres, o conferencias que brindaba en eventos y convenciones sabe que estoy hablando de un tipo de enorme lucidez, ameno, dinámico, al que le encantaba comunicar.
Había estudiado Derecho, pero abandonó cuando le faltaban unas pocas materias. Pronto encontró trabajo como creativo publicitario, una profesión que dejó cuando promediaban los años ´80 y en la que brilló de la mano de colaboradores como Martín García, Guillermo Saccomanno y Alejandro Dolina. Pero ya desde los ´60, Trillo coqueteó con el guión de historietas, al principio en una editorial muy chiquita, más tarde escribió cuentos para la revista Patoruzú y ya en el ´67 escribía comics para las revistas de García Ferré: el semanario Anteojito y el mensuario Antifaz, más orientado a la historieta.
Para mediados de los ´70, Trillo ya era un verdadero guionista de historietas, que trabajaba nada menos que con Alberto Breccia y Horacio Altuna. Después se sumaron a la lista Enrique Breccia, Ernesto García Seijas, Tabaré y muchísimos más, hasta llegar a nuestra década con un elenco de dibujantes increíble, en el que brillan Jordi Bernet, Cacho Mandrafina, Lucas Varela, Pablo Túnica y Eduardo Risso. En el medio, Trillo trabajó con casi todas las luminarias de la historieta nacional y también con próceres de otras latitudes, como Fernando Fernández o Roberto Dal Pra. Por si le faltara algo, co-escribió dos textos de difusión de la historieta y el humor gráfico, uno junto a Saccomanno y el otro junto al gran Alberto Bróccoli.
¿Qué lo distinguía a Carlos de otros grandes guionistas, como Robin Wood, o Ricardo Barreiro? Yo creo que la pasión por la historieta. Carlos era uno de los pocos autores consagrados que seguía leyendo (además de mucha literatura, ensayos, investigación periodística, etc.) mucha historieta. Solíamos ir a comprar comics, varios de sus amigos le recomendábamos autores, le prestábamos material… y él hacía lo mismo con nosotros! De cada uno de sus viajes por el mundo, traía alguna revista o álbum con autores que no conocíamos y nos señalaba los que a él le parecían mejores, para que tratáramos de conseguir otros trabajos de ellos. La mesa de su estudio siempre estaba repleta de historietas, y no precisamente de las que escribía él.
Y su otro rasgo más notable debe haber sido la versatilidad. Trillo escribía desde hace muchos años una historieta para la revista Jardín de Genios, apuntada a los chiquitos que todavía no leen. Y al mismo tiempo hacía historieta porno pasada de rosca para revistas europeas! En el medio, buenas historietas para chicos, aventuras para adolescentes y relatos más jugados para los lectores adultos. No había género ni registro que lo intimidara. Ni siquiera el de los superhéroes, como demostró con Cybersix, su memorable incursión en ese campo.
Otra particularidad de Trillo era su facilidad para crear buenos personajes femeninos, sin duda el rubro en el que superó holgadamente a su maestro, Héctor Oesterheld, en cuyas historietas las mujeres jamás tienen onda, ni protagonismo, ni nada. Trillo, en cambio, te bombardeaba con series en las que las mujeres tenían la manija: Clara de Noche, Cybersix, Fulú, Sick Bird, Sasha Despierta, Custer, Bolita, Basura, La Marque du Peché, Borderline… y por supuesto en las demás suelen aparecer personajes femeninos relevantes, creíbles y bien trabajados, empezando por las inolvidables minas del Loco Chávez.
Falta muchísimo, creo yo, para que nos terminemos de dar cuenta de la gravedad de la pérdida que acabamos de sufrir. Trillo era enorme en muchos sentidos y la marca que deja en este medio sólo se compara a la que dejaría la luna si impactara contra la tierra. Prolífico, prestigioso, exitoso, Trillo se las ingenió (como Moebius, o David Bowie) para ser vanguardia 40 años ininterrumpidos. Fue historiador, fue editor, recorrió el mundo representando a la historieta argentina, supo hacernos reir, pensar, hacer memoria, nos emocionó, bajó línea en épocas en las que bajar línea podía costarte la vida, abrió caminos, abrió cabezas, enseñó, mutó, evolucionó, se reinventó y siempre, absolutamente siempre, convirtió esa inigualable experiencia en sabios consejos que regaló a quienes se le acercaron en busca de una brújula, ya sea en la profesión o en la vida.
Carlos falleció en Londres, cuando para nosotros era la noche del 8 de Mayo, pero para los ingleses era la madrugada del 9. Hacía muy poquito había soplado las 68 velitas. Estaba de viaje junto a su mujer, la escritora Ema Wolf, con quien tuvo dos hijos. Se descompuso, lo llevaron a un hospital, y ahí quiso la fatalidad que llegara a su fin esta leyenda. Todavía no se sabe cuándo llegarán sus restos a la ciudad de Buenos Aires, que lo vio nacer un 1° de Mayo de 1943.
Tampoco se sabe cuántos años tardaremos en recuperarnos de este golpe, cuántos homenajes habrá que organizar para hacer honor al gigantesco legado, a la infinita chapa, al incomparable talento de ese maestro, ese genio, ese amigo que ya no está y al que tantos le debemos tanto. Empezamos por esta nota, muy humilde, pero escrita desde el corazón. Un millón de gracias, Carlos. Por todo. Y hasta siempre.
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Published on May 09, 2011 09:59

May 8, 2011

08/ 05: KINGYO USED BOOKS Vol.2


Uh, casi un año sin pisar la mejor librería del mundo! Pero acá estoy, listo para disfrutar de estos cantos de amor al manga que nos propone Seimu Yoshizaki. La verdad es que el dibujo de la autora sigue en el mismo nivel, tirando a segundón. Enrolada casi todo el tiempo en una línea realista, cada tanto se manda alguna de esas raras piruetas típicas del shojo: un super-deformed, un gag visual, una viñeta grande en la que sólo se ven globos de diálogo… todas boludeces que aportan poco y pueden irritar al que espera que el manga mantenga un mismo tono de principio a fin. Pero una vez que te metés en las páginas de Yoshizaki, el dibujo pasa a ser totalmente secundario, casi invisible.
La pulenta –como en el primer tomo- son las historias. Historias que giran en torno a una librería que vende (y compra) mangas usados, a la gente que trabaja ahí, y sobre todo en torno a la vida cotidiana y cómo esta puede ser afectada por la lectura de ciertos mangas. ¿Te acordás cuando Alfonsín decía que "con la democracia se come, se cura y se educa"? Bueno, Yoshizaki dice que con el manga se puede viajar, se puede afirmar la verdadera identidad de las personas, redefinir metas y actitudes frente a la vida, hacerse cargo de ciertos rasgos de personalidad y hasta darle alegría y amor a una nena que sufre por la ausencia de su mamá.
Los personajes fijos (el personal de la librería) no aparecen en todos los episodios: Yoshizaki balancea el tomo entre historias de Natsuki, su abuelo, sus empleados y proveedores, e historias 100% focalizadas en los eventuales clientes, que vienen en busca de un manga en particular. De todos modos, cuando se centra en los personajes de la librería, la autora los hace avanzar a full, se esfuerza por hacerlos crecer y definirlos cada vez mejor. Como en el primer tomo, también le habilita parte del protagonismo a los sedoris, esos cazadores de mangas raros, que pululan por librerías, galpones, ferias y mesas de saldo en busca de esas papongas raras por las que los libreros (y los coleccionistas) dan un ojo de la cara. Pero el tema que unifica a las historias, que subyace en cada una de las tramas, es el amor al manga, la pasión por estas historietas (algunas viejísimas), lo lindo que es descubrirlas en las distintas etapas de la vida, la maravillosa conexión entre autores (algunos incluso ya fallecidos) y lectores a través de la magia de la lectura. En este tomo, hay episodios que giran en torno al Adolf de Osamu Tezuka, al Galaxy Express 999 de Leiji Matsumoto, pero también –y se agradece a full- Yoshizaki reivindica a mangas y autores de esos que en Japón son grossos hace 50 años o más y que en Occidente no se conocen ni por error. Ahí es donde la autora –apoyada por los textos complementarios del especialista Hiroshi Hashimoto- asume también un rol docente y logra que uno, además de cebarse con las historias, aprenda un montón.
Kingyo Used Books se publica actualmente en la islita, o sea que la edición yanki sale muy espaciada, siempre un par de meses después de cada nuevo tankoubon japonés. Pero realmente se justifica la espera. Este es un manga distinto, vital, emotivo, que combina slice of life, introspección, comedia costumbrista y erudición geek.
Me imagino un comic así hecho en Argentina, con historias que transcurren en una comiqueria. ¿Te imaginás? A las tres páginas ya se perdería toda la magia y el idilio y estaríamos ante un comic de denuncia, que expondría cómo los dueños de los negocios esquilman y maltratan a los clientes, pedalean a los proveedores, contratan y rajan empleados al voleo, bancan la producción clandestina de merchandising trucho y el contrabando de merchandising oficial y se empoman sin piedad al pobre salame que les lleva sus comics para venderlos. ¿Amor al comic? Nah, no jodamos… Eso en las comiquerías argentinas es más difícil de encontrar que si vas a pedir fanzines húngaros o nigerianos de los ´80.
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Published on May 08, 2011 10:37

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Andrés Accorsi
Andrés Accorsi isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
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