Andrés Accorsi's Blog, page 260

May 28, 2011

28/ 05: ETNICA Vol.1


A veces los sueños se hacen realidad. Desde aquel inolvidable Noviembre de 2006, cuando se realizó en Amadora (Portugal) el primer Congreso de Historieta Latinoamericana en el que tuve el honor de participar, todos los que estuvimos ahí, los delegados de los nueve países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela) y los de los dos que estaban invitados y no pudieron llegar (Cuba y Paraguay) soñamos con una publicación que hermanara a los autores de historieta de todo el continente. Hablamos mucho, intercambiamos gigas enteros de e-mails, pero no le encontramos la vuelta. Siempre faltaba algo. En 2010, sin embargo, apareció un tipo que cambió la historia. Desde Venezuela (un país sin una tradición demasiado rica en materia de comics), un tal Edixon Rodríguez le dio forma al sueño de todos. Y salió Etnica, la antología de historietas latinoamericanas, que en su primer volúmen reunió trabajos de autores de 11 países de nuestra región, más un invitado de España, nada menos que Cels Piñol.
Como en toda antología, el nivel del material no es parejo a lo largo de las 88 páginas. Y como en todo primer intento, siempre hay un montón de cosas para mejorar. Aún así, el primer tomo de Etnica tiene algunas papongas sumamente atractivas. Por supuesto la portada de Humberto Ramos, que no puede ser más linda y ganchera. La historieta del mexicano Sebastián "Bachan" Carrillo está muy, pero muy bien dibujada. También la de los colombianos del Clan Nahualli, y la de Jorge Lucas (que nació en Uruguay, pero ya se considera argentino), en un estilo bien kirbyano, con un gran manejo de la narrativa.
También están el siempre solvente maestro paraguayo Roberto Goiriz, y el máximo exponente del buen comic boliviano, Joaquín Cuevas. Diego Tapié, de Cisplatino, le pone garra charrúa a un dibujo que combina estridencia y expresionismo. El brasileño Sandro Zamboni aporta un breve pero copada historieta cómica y el mexicano Edgar Clement también se zarpa con los dibujos. Para matizar, hay una selección de artículos sobre historieta latinoamericana, de los cuales uno no se puede evaluar (porque lo escribí yo) y otro no se puede leer, porque está demasiado mal escrito. Pero hay buenos trabajos de nuestro compatriota Fernando Ariel García, de la venezolana Carolina Rodríguez y el mexicano Luis Gantus. Muy buena la idea de integrar estos textos a las historietas, para que el panorama vaya más allá de lo superficial.
Y dentro de lo ambicioso del proyecto (y de lo grosso que es verlo concretado), hay algunos puntos que es necesario ajustar en las próximas ediciones. Empiezo con el menor: el diseño gráfico de la editorial, el índice y los artículos es muy chato, casi triste. Urgente un par de ideas nuevas y atrevidas para reforzar desde lo visual lo interesante de lo que dicen los textos. El segundo ya es un problema más complejo, aunque no exclusivo de Etnica: Faltan guionistas! ¿Dónde están los guionistas? ¿Por qué casi todas las historietas están escritas por los dibujantes, que casi nunca saben escribir? Incluso en las historietas muy bien dibujadas, encontramos fallas en los guiones, que van desde el abuso de jergas locales (los colombianos, por ejemplo, escriben en un dialecto indescifrable para los lectores de otros países) hasta los huecos lógicos o los finales anticlimáticos, apresurados o incomprensibles.
Y el tercer problema es el que más fácil se resuelve: reemplazar a algunos dibujantes mediocres o malos por otros mejores es un proceso normal, natural, una tarea que le va a resultar sencilla a Edixon Rodríguez en la medida en que Etnica salió, se dio a conocer y rápidamente se ganó el apoyo ya no de los incondicionales, sino de los mejores, de los más capacitados. Para las próximas ediciones, el pool de talentos de donde elegir es sin dudas mucho más vasto y más rico.
Con sus limitaciones y todo, con sus problemas más financieros que creativos, con países de enorme tradición y países de incipiente aparición, la historieta latinoamericana atraviesa hoy un momento muy interesante, con mucho y muy bueno para descubrir. Etnica se propone ayudarnos a conocer y disfrutar lo más destacado de nuestro continente, a todos, porque de a poco se va distribuyendo en todos los países. Con algunos ajustes y con el apoyo que sin duda va a obtener en toda la región, este sueño hecho realidad va a lograr su cometido. El camino hacia la cima empezó a transitarse. No es fácil, pero Etnica tiene todo para llegar.
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Published on May 28, 2011 13:35

May 27, 2011

27/ 05: EX MACHINA Vol.4


Cumplí rápido mi promesa de volver a leer esta serie a un ritmo normal. Acá estoy con un nuevo tomo, que hasta ahora es el mejor.
El dibujo de Tony Harris ya me está empezando a cansar. Se nota tanto, pero tanto que labura todo en base a fotos, que se me hace pecho frío, le falta esa cosa más expresionista de Obergeist o Starman y la reemplaza con algo que al principio gusta, engancha, llama la atención, pero con el correr de las páginas hincha un poquito las bolas. Encima este tomo ofrece dos episodios dibujados por Chris Sprouse, un grosso de aquellos, que demuestra que sin jugarle todas las fichas a la referencia fotográfica también se puede lograr un estilo muy realista, muy creíble, muy digerible para el tipo que lee esto porque parece más una serie de HBO que una historieta. Decía la otra vez que, a diferencia de muchos Juan Carlos Flicker, Tony Harris integra muy bien la referencia fotográfica a su dibujo, logra meter las fotos en los fondos de modo armónico, nada chocante. Bueno, no alcanza. Todo se ve muy lindo, incluso demasiado lindo, pero le falta personalidad, riesgo, vuelo… no sé, en una de esas me quejo de lleno, nomás. Será que realmente quiero ver a Harris en su estilo anterior, más dark, más personal, menos reader-friendly.
Igual, poco importan estas quejas cuando tenés buenos dibujantes y tanto Harris como Sprouse son dos bestias infalibles. Y nada importan estas quejas cuando los guiones son excelentes, como en este caso. La serie venía en alza y para este cuarto tomo lo que pela Brian Vaughan ya es indescriptible: grandes personajes, magníficos diálogos, pero además conflictos jodidos, momentos realmente tensos, dilemas morales complicados y lo más importante: una trama 100% política, donde queda un mínimo margen para que Mitchell Hundred use sus superpoderes, pero donde lo principal pasa por la ética, por el compromiso ideológico, por las convicciones. La segunda historia, la que dibuja Sprouse, es un flashback a la época en la que el intendente todavía era superhéroe y tiene un villano y una estructura más clásica. Pero la secuencia inicial y la de cierre (ambientadas en el presente) nos traen de nuevo a la encrucijada política de Hundred, que –de nuevo- tiene que ver con las convicciones. Hoy estos episodios tienen un sabor distinto, porque varias veces se nombra a Osama Bin Laden, y se especula con qué hacer si las tropas yankis lo capturan, si da para matarlo, si no, quién lo tiene que ejecutar… Diatribas que desde hace un par de semanas tienen menos sentido, pero que hace unos años formaban parte de los debates acerca de la seguridad en unos EEUU sumidos en una paranoia de la que Vaughan se burla apenas, de keruza, sin hacerlo demasiado obvio, por las dudas.
La temática de Irak, Al Quaeda, Saddam Hussein, Bin Laden, la guerra, la respuesta yanki a los atentados del 11/9 (hace ya casi 10 años, qué lo parió!) invade la New York de Mitchell Hundred y Vaughan se las ingenia para que la Gran Manzana se convierta en un espejo (o en una lupa, para amplificar) de lo que se vivía en esos años en los EEUU de George Bush. Pero claro, las diferencias entre Hundred y el borracho-genocida-retrasado mental son millones y, en la medida en que uno PIENSA cómo carajo responder ante el miedo, las respuestas tienen que ser otras, menos obvias, más complejas… y en un punto más dolorosas.
Por lo menos en este arco, no se cumplió ni por casualidad mi predicción acerca del rol creciente de la mamá de Hundred. Pobre vieja, ni una viñeta aparece… Pero no me puedo quejar en absoluto del trabajo que hace Vaughan con los personajes secundarios. Todos están perfectamente pensados y trabajados y –si bien la que se roba los mejores tramos es Amy Angotti, la jefa de policía- el entorno vasto, creíble y complejo es parte de lo que hace tan sólido al personaje de Hundred.
Ex Machina –ni hace falta decirlo, creo- ya está en la lista de las series imprescindibles, definitivas de la década pasada. El engaña-pichanga de "el protagonista tiene poderes y antes era superhéroe" le permitió a Brian Vaughan juntar los suficientes lectores como para bancar un comic de política, arriesgado, sin miedo de meterse con temas ásperos, incómodos como tampón de virulana. No es DMZ, está claro, pero está a años luz del "más de lo mismo". Y la próxima vez que alguien trate de meter la temática política en un comic de superhéroes (o algo así), todo el mundo va a decir "Miralo a Fulano, cómo trata de hacer la Gran Ex Machina"… Una gloria.
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Published on May 27, 2011 15:45

May 26, 2011

26/ 05: DE AMOR, DE LOCURA Y DE MUERTE


Lo primero que llama la atención cuando uno agarra este libro es la calidad de la edición. Posta, no recuerdo muchas ediciones nacionales con este tamaño, este papel, esta impresión y esta encuadernación. Con sólo tenerlo en las manos, uno se convence de que está ante un lujo, ante algo excepcional.
Y después llega el momento de abrirlo y de dejarse invadir por una enorme cantidad de dibujantes impresionantes, nada menos que 18, que además no son los obvios. No son los de La Murciélaga, hay uno sólo (Diego Greco) de la Comic.Ar, y uno sólo (Dante Ginevra) de los de la Fierro. El resto son un testimonio poderosísimo de la gran riqueza no explorada de la historieta argentina, porque son historietistas argentinos prácticamente desconocidos o inéditos en el país. Hay un par de españoles también, pero se entiende, no? Alguien (supongo que Luciano Saracino, el guionista que adaptó los 18 cuentos de Horacio Quiroga que incluye el tomo) buceó en las profundidades de un verdadero océano de talento y encontró estas perlas, estos diamantes semi-ocultos. Los textos que incluye el libro nos permiten deducir que muchos de ellos se dedican a otras ramas del dibujo, como la ilustración y la animación. Eso habla de otro mérito de Saracino: evidentemente logró convertirlos (al menos por un rato) en eficaces narradores de la imagen, cosa para la que no cualquier dibujante está capacitado.
Lo cierto es que los que seguimos sus trabajos para otros mercados nos dimos el gusto de ver historietas de Max Fiumara o Julián Totino Tedesco publicadas en el país. Los que nos copamos con sus ilustraciones pudimos ver historietas de Fernando Rossia o Poly Bernatene. Los fans del comic español pudimos conocer a Manu Ortega y a Infame & Co. (este volverá pronto por este blog) y los que nos cebamos descubriendo dibujantes nuevos, flasheamos con monstruos hasta ahora ignotos como Franco Spagnolo, Juan Manuel Tumburús, Diego De Rose o Fernando Sawa. Lo único criticable es que muchas de las historietas son demasiado breves: las hay de dos, tres y cuatro páginas. Entonces, para cuando te metés en el clima de la historia, para cuando te acostumbrás a la propuesta estética del dibujante, viene la última viñeta, fin, y a empezar otra vez de cero. Y a quedarse con las ganas de seguir disfrutando de estos maravillosos dibujantes.
Esto no es culpa de los dibujantes, claro, ni tampoco del guionista. Los cuentos son así, cortos. Y pegan más si se los comprime que si se los estira. Después, podemos entrar en el terreno del sacrilegio y debatir qué tan buenos son los cuentos de Horacio Quiroga. Saracino nos lo presenta como el cuentista perfecto, y yo me encuentro con un montón de cosas que no me cierran. Sí, es cierto, hay un puñado de relatos perfectos, redondos, sorprendentes, inapelables: La Gallina Degollada, El Solitario, La Meningitis y su Sombra y Una Estación de Amor, son más que ejemplares. Pero otros cuentos… no sé, les falta algo. Me siento un animal al escribir esto, porque no soy especialista en literatura: la última vez que leí a Quiroga fue hace casi 30 años y no me acuerdo casi nada. Pero la verdad es que hay cuentos que hacen ruido, que no terminan de hilvanar un conflicto ni mucho menos de resolverlo, o a veces sí, pero son demasiado predecibles (onda "el tipo está muy enfermo y al final… se muere"). Lo que no se puede discutir es que están muy buenos los climas y las ambientaciones, y eso contribuye al lucimiento de los dibujantes convocados por Saracino para las adaptaciones.
De todos modos, este es un laburo colosal. Va a acercar a muchos lectores jóvenes al universo de Horacio Quiroga y va a lograr que unos cuantos seguidores del escritor uruguayo lean una muy sólida colección de historietas, lo cual ya es más que loable. Pero también logró que los fans de la historieta descubramos a un montón de dibujantes que hasta entonces estaban por debajo del radar, que disfrutemos a lo bestia del trabajo de varios consagrados (y acá subrayo la labor de Dante Ginevra, que una vez más deja en claro por qué tantos lo ponemos tan arriba) y que comprobemos que la adaptación literaria es un recurso más que Luciano Saracino maneja con solvencia, inteligencia e intuición. Ojalá todos los meses se editaran en Argentina libros de esta envergadura, con este nivel de ambición y este nivel de talento.
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Published on May 26, 2011 18:43

May 25, 2011

25/ 05: PLASTIC FORKS


Esta es una serie de 1990, cinco libritos prestige que alguna vez se reeditaron en un lujoso hardcover, al cual jamás vi ni tuve acceso. Pero encontré la portada en internet para ilustrar la reseña, así que a disfrutarla…
Esta debe ser una de las obras más enfermas del alucinante Ted McKeever y eso es mucho decir. El argumento es bastante sencillo: Henry Apt, un notable científico que experimenta cosas raras con animalitos es engañado, traicionado y termina convertido en sujeto de una de sus propias experimentaciones. Zafa de pedo, y se prepara para tomar venganza y a la vez para salvar a su esposa, para quien los villanos también tienen planes bastante macabros. Es un planteo lindo, ganchero, con varias aristas para explorar. Pero, ¿se bancaba 300 páginas? Nah, ni en pedo.
Y eso es lo único criticable de Plastic Forks: la brutal descompresión narrativa. Páginas y páginas con una o dos viñetas en las que no pasa absolutamente nada. El ritmo predominante es pachorro, pero guarda, que cuando estalla el kilombo, estalla de verdad, con todo. Y si lo querés ver del lado positivo, en todas esas páginas en las que pasa poco o nada, se recontra-luce el dibujo de McKeever y su talento inhumano para crear climas angustiantes y perturbadores. La narrativa está descomprimida, pero el autor la controla de taquito. Sabe perfectamente cuándo estirar y con qué. Sabe qué efecto tiene mandar 32 páginas al hilo con una o dos viñetas y poquísimo texto. Y por supuesto, lo aprovecha a full para lograr lo que se propone.
En esta obra, lo que busca McKeever es hundirte una especie de sacacorchos en el cerebro, algo punzante, retorcido, algo que te invade y te sacude. Y lo hace con escenas tremendamente violentas, con momentos tristes, con breves chispazos de esperanza, con algunos chistes, con dilemas éticos que carcomen a los personajes, y por supuesto, con la bizarreada, que es condimento infaltable en sus historietas. Además de Harry Apt, hay tres personajes más elaborados con mano maestra, algo que no habíamos visto en sus primeras obras (Transit y Eddy Current). Los diálogos llegan cuando no se los puede obviar y están realmente bien escritos, si bien algunos globos se hacen gigantescos de tan extensos que son algunos soliloquios. Si alguna vez se reedita Plastic Forks, estaría bueno también reemplazar el rotulado original (de Phil Felix) por letras más chicas, que le disputen menos espacio a los dibujos.
Y ya que nombro a los dibujos… este es uno de los poquísimos comics de McKeever realizados en color directo. Y no sólo se parece poco a sus trabajos en blanco y negro. No se parece a nada. Es como esas obras a color del Viejo Breccia (me acuerdo de la de Drácula, o la de Lope de Aguirre) que rompen totalmente con su estética tradicional y se disparan en direcciones totalmente nuevas, siempre imbuídas de un expresionismo visceral, incandescente, fuera de control. En Plastic Forks aparece otro McKeever, uno al que el color le abre posibilidades expresivas impredecibles y le permite pelar efectos y texturas que en la era pre-photoshop eran absolutamente alienígenas. Hay viñetas en las que la línea normal, el trazo de tinta, conserva el protagonismo de siempre. Y momentos en que no, en que el color, la luz, la textura, estallan y se comen a la línea, y el dibujo pasa a ser algo que se intuye, que se sospecha, pero que no se ve. Esto hay que verlo para creerlo.
¿Cómo hizo Marvel para publicar algo así en el sello Epic? Digo, no sólo por la violencia, o por los chistes que involucran penes y eyaculaciones… Visualmente esto es más extremo que lo más jugado que se había publicado en Epic hasta ese entonces (que casi seguro fue Stray Toasters, del glorioso Bill Sienkiewicz) y le hace el aguante a lo más vanguardista que publicaban las editoriales más chicas… La verdad, un misterio. Por ahí les pareció que al tener un argumento lineal, casi de fábula, nadie se iba a espantar con el dibujo salvaje, casi surrealista, muchas veces al filo del mamarracho. Pero bueno, esto salió, seguramente vendió decentemente (esto lo sospecho simplemente porque el siguiente trabajo de McKeever también lo editó Epic) y hoy, esa historieta excesiva y desmesurada ya no es una rareza adelantada a su época, sino un gran comic de autor, en el que un genio indiscutido nos detona el cráneo con un arsenal que hasta ese entonces no le conocíamos. Si sos fan de McKeever lo tenés que tener, y si no sos fan de McKeever, seguramente lo tuyo no es la historieta, sino el hockey sobre patines, la repostería, o la otorrinonaringología.
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Published on May 25, 2011 17:01

May 24, 2011

24/ 05: THE COMPLETE BAD COMPANY


Estos ingleses se zarpan! Este tomo recopila TODO Bad Company, y son un montón de sagas, originalmente publicadas entre 1986 y 2002. Leídas una atrás de otra, te parten la cabeza y te permiten ver la increíble evolución de un guionista cada vez menos explicable: Peter Milligan. Cuanto más lo leo, menos lo entiendo. ¿Cómo hace Milligan para que todas sus obras sean tan distintas entre sí? ¿Por qué no hay temas recurrentes en su obra? ¿Por qué cambia tan brutalmente de estilo a la hora de escribir? Es un caso único, sin duda.
La primera saga de Bad Company es la típica historieta bélica ambientada en el futuro. Podría haber aparecido tranquilamente en la Skorpio, escrita por el querido Loco Barreiro. Hasta tiene esa cosa oesterheldiana del héroe grupal, y la clásica bajada de línea de "el verdadero villano es la guerra", que viene desde la época de la E.C. Pero Milligan le pone demasiada atención a la construcción de la psiquis de dos personajes, Kano y Danny Franks, y eso hace que la segunda saga tenga –por ahí sin proponérselo- la posibilidad de explorar otros terrenos menos obvios y menos seguros.
The Bewilderness es una saga de transición, una preparación para un tercer arco revolucionario. Acá Danny arma una nueva Bad Company, y el conflicto central pasa por la psiquis de Kano. Ya no es más un comic de guerra, en todo caso ahora es una de misterio, o incluso de terror, porque Milligan juega con el paralelismo entre Kano y el monstruo de Frankenstein. Y todo desemboca en una tercera saga, The Krool Heart, donde la machaca vuelve a cobrar protagonismo, donde Danny Franks logra opacar a la figura de Kano, donde Milligan hace mierda a los personajes que acaba de inventar, y donde por primera vez aparecen conceptos más limados, más jugados, más cercanos a los que veíamos en las obras del guionista para EEUU. La fosa del dolor, por ejemplo. La reproducción del líder de la raza Krool. La danza de átomos. La sonrisa de la nada. De pronto, el concepto de la mente y la demencia pasa a ser central, en una historia salpicada como pocas por la violencia, las torturas y las muertes escabrosas.
Young Men Marching es un unitario poco trascendente, donde la novedad es el color, aplicado a lo salvaje, una onda Brendan McCarthy, o incluso más psicodélico. La brevísima Simply también es olvidable. La siguiente saga extensa se titula simplemente Kano, y esta vez está coloreada de modo sobrio y tradicional. De nuevo, el thriller psicológico y el suspenso desplazan al género bélico y de nuevo el protagonista camina por la angosta cornisa de la cordura. Tras un largo paréntesis, Milligan retoma la saga de Kano en la breve Down Among the Dead, que desemboca en el arco final, Bad Company 2002, con nuevos personajes y una resolución perfecta para la guerra con los Krool y un giro brillante y definitivo para Kano y para Danny. Perdón por ser tan breve: esto ameritaba muchísimos caracteres más de los que tengo disponibles en una reseña diaria. Por ahí más adelante armo un artículo para la Comiqueando, o la Comiqueando Online.
El dibujo de casi todo el tomo está a cargo de la dupla Brett Ewins-Jim McCarthy. A este último no lo ubicaba. Me acabo de enterar que dejó de dibujar y se convirtió en un escritor muy importante, especializado en las biografías de músicos y bandas de rock. Y a Ewins sí, claro, porque era uno de los dibujantes de Skreemer, aquella joyita que Milligan publicara en DC hace como 20 años. Los dos dibujantes se complementan bien y, sin descollar, están a la altura de las circunstancias. Es raro, porque en algunas de las sagas posteriores se ven torpezas que no se veían en la primera. En algún punto tratan sin éxito de parecerse a Kevin O´Neill, pero lo que a mí más me convence es el primer estilo, ese que trata de llegar a Wally Wood o Jack Davis y no llega, y se queda en un especie de Richard Case o Darick Robertson. Eso, con fallas y todo, tiene mucha onda y es muy funcional al relato que propone Milligan. Por suerte, la mayoría de las sagas están dibujadas en ese estilo.
Bad Company no es la obra maestra del comic británico, ni lo mejor que publicó la 2000 A.D. en su historia, ni el mejor trabajo de Peter Milligan. Pero es una historieta honesta, cruda, áspera, que se anima a salirse del libreto, por momentos intimista y por momentos grandilocuente, repleta de climas atrapantes y giros inesperados, poblada de personajes muy bien logrados y a la que -16 años después de empezarla- Milligan, Ewins y McCarthy le encontraron un final redondo y poco predecible, que no decepciona en lo más mínimo. No es poco, para nada. Y menos cuando te lo sirven todo junto en una edición devastadora como esta que sacó Rebellion al irrisorio precio de u$ 20.
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Published on May 24, 2011 18:53

May 23, 2011

23/ 05: DC COMICS PRESENTS LOBO


La colección de TPBs para pobres de DC ofreció un tomito dedicado a Lobo que, de movida, parecía interesante. Republicaba el especial del evento DC First que narra el primer encuentro entre el Capo y Superman, escrito por Keith Giffen; un arquito con Demon que abarca los dos números finales de la serie regular, dibujados por Ariel Olivetti; y una historia muy cortita (casi un chiste largo) de un reciente especial de Halloween. Hasta antes de leerlo, pintaba bien.
A medida que lo leí, se despintó todo.
La historia con Superman es un desastre. Lo único rescatable son un par de diálogos ingeniosos y el chiste que aparece en el último bloque de texto. El resto no tiene sentido, está mal escrito, no tiene la menor tensión dramática, ni siquiera esos arrebatos de violencia al filo de la revulsión que hacen impactantes a algunos comics de Lobo. No sé qué se habría fumado Giffen el día que escribió esto, pero es uno de los peores guiones de su carrera, de una. Por si faltara algo, el dibujante es un muerto de frío impresentable, Cliff Rathburn. Pobrecito este pibe, de verdad. Buscás "mediocridad" en el diccionario y aparece una foto suya. Me dice acá la amiga Wikipedia que Rathburn es el encargado de aplicar los grises en los comics de The Walking Dead, el hitazo de Robert Kirkman en Image. Buenísimo. Que siga aplicando grises y que le vaya bárbaro en eso, porque como dibujante tenía menos futuro que los amigos de Punisher…
La historia con Demon es un poquito mejor. La escribe Alan Grant, que algo conoce a los dos personajes, o sea que hay ciertas garantías. Pero tampoco es una joya, no vayas a creer. El argumento está bien, hay un par de chistes copados, está apenas estirada… El problema es que sobra Lobo. Claro, el Capo tenía serie regular y Etrigan no. Pero claramente la Bruja Grant tenía en mente una aventura de Demon y lo metió a Lobo a presión para poder hacerla. O sea que el último czarniano está, habla, mete chistes, reparte patadas, tiros y cadenazos, pero podría tranquilamente no estar, y la historia sería la misma, aunque bastante más corta (y con más rimas bizarras). A la clásica violencia festiva de los comics de Lobo, Grant le suma toda la temática del Cielo y el Infierno que, cuando la podés encarar 100% en joda, difícilmente falla. Así le sale algo que –sin ser memorable, y sin redimirlo de esa saga pésima de Lobo y Demon en el Infierno con la que se despidió de la serie de este último allá por el ´93- si no tenés altas pretensiones, se hace llevadero.
Junto a la Bruja tenemos a otro ídolo argentino, el gran cantor de tangos Ariel Olivetti. El trabajo de Olivetti se parece bastante a los otros de su período pre-tableta Wacom: oscila entre viñetas con las que se ceba mal y pone todo y viñetas que saca con fritas y a las que le pone lo justo, o un cachito menos. El resultado es un comic muy desparejo, donde el dibujo cambia tanto que cuesta hilar las secuencias, y donde por momentos aparece una imagen que te tira de culo. Fondos, ni por accidente y expresiones faciales, muchas y muy graciosas, para enfantizar que esto es una gran joda.
La historia cortita/ chiste largo no merece mayor análisis. Simplemente decir que cayó en manos de otro verdulero irredento, Eric Battle, quien nos lastimó las retinas en los ´90 cuando dibujó esos números de Aquaman que escribía Erik Larsen. Y sigue sin mejorar, eh?
O sea que esto se puede comprar sólo si sos muy fanático de Lobo, o uno de esos completistas que quieren tener todo lo que dibujó Olivetti para DC (o para EEUU en general). Como historietas de calidad, tanto Giffen, como Grant, como Ariel tienen material muchísimo mejor que el que ofrece este tomito. Frag ya!
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Published on May 23, 2011 16:23

May 22, 2011

22/ 05: ARZACH & OTHER FANTASY STORIES


Creo que acá empezó mi vicio de leer comic europeo editado en EEUU. Cuando Marvel lanzó (en el sello Epic) unas ediciones de la reputísima madre de toda la obra de Moebius. Estábamos a fines de los ´80 y yo era hiper-fan del prócer francés. Por supuesto, tenía un montón de sus obras repartidas entre revistas de antología y álbumes, todo de editoriales españolas. Pero las ediciones de Epic les pasaban el trapo, mal. El propio Moebius coloreó historias que habían salido en blanco y negro, corrigió textos, cambió diálogos y escribió prólogos y notas complementarias para casi todas las historietas, con anécdotas, recuerdos, lecturas o vivencias que lo inspiraron, y mucha data del backstage. Para traducir todo eso al inglés, Marvel puso a Jean-Marc Lofficier (francés radicado en EEUU) y a su muy yanki esposa Randy, que se convirtieron en los fieles esbirros de Moebius en toda su etapa en California, donde el ídolo vivió casi 15 años. El matrimonio logra una equilibrada síntesis entre la sensibilidad de Moebius y los requerimientos del mercado americano, que parece enamorarse –brevemente, al menos- del genio francés.
Este tomo es la devastación total. En sus 72 páginas tenemos las cuatro historias clásicas de Arzach, las de los ´70, las que armaron un kilombo bárbaro cuando se publicaron en los primeros números de Metal Hurlant, porque nadie entendía nada. Al toque, pegadita, una de las pocas historias que Jean Giraud nunca quiso colorear, La Deviation (realizada antes de fundar la Metal Hurlant junto a los otros Humanoides Associés). Y en el tramo final, otro clásico de los ´70 (Ballade, inspirada en un poema de Rimbaud) y tres rarezas de los ´80: La Ciudadela Blanca (de la época en que Moebius realizaba sus estudios de espiritualidad bajo el ala del gurú zen Jean-Paul Appel-Guéry), Ktulu (inspirada en la obra de Lovecraft y con el entonces presidente de Francia como villano) y una historieta 100% nueva de Arzack, que se publicó por primera vez en este álbum, incluso antes que en Francia.
Esta última es la más extraña de todas. Son apenas cinco páginas realizadas en color directo, con poquísimas viñetas por página, y con textos! Textos narrados por el propio Arzack, que explican cómo funciona su universo, resumen un poquito su historia y, como si esto fuera poco, incorporan a "la continuidad" a los personajes de La Deviation, que hasta ese momento era una fumanchereada que no encajaba ni a palos en ningún lado. Los textos que acompañan a las historietas nos cuentan que Moebius y los Lofficier estaban armando una novela gráfica extensa de Arzack, un poco con la intención de conseguir un productor que la convirtiera en un largometraje animado, y de ahí la necesidad de darle cierta cohesión (y personajes humanos y "normales") a la saga del tipo amarillo con el gorro con forma de pija.
De todos modos, me parece que Arzack funciona mejor cuanto menos se lo explica. Esas primeras historias mudas, en las que Moebius dibuja cada viñeta con el detalle y la dedicación que un dibujante normal le pone a una ilustración o una portada, son sin duda lo más poderoso del tomo. Los argumentos (sobre todo el de la cuarta historia) son menores, a veces apenas excusas para que Moebius dé cátedra desde lo visual, para que despliegue esas imágenes fastuosas que parecen venir directo de su subconsciente, sin filtro ni explicación.
Y por supuesto, esos excesos en materia de dibujo son lo que hacen fundamental a La Deviation, la historieta más zarpada, desmedida y vanguardista del ídolo, que aparece firmada por Gir, dibujada en el estilo de Moebius y nos narra las vacaciones del historietista Jean Giraud. A partir de esta historieta de 1973 ya no hacía falta ser un perito calígrafo para convencerse de que esos tres autores eran, en realidad, uno sólo, cosa que no era de público conocimiento para los lectores de ese entonces. Al exceso visual, Moebius le suma una grosera cantidad de textos (obviamente a propósito) y termina por redondear 7 páginas que tienen más laburo y más contenido que muchos álbumes actuales de 46 páginas.
En 2010, Moebius volvió con Arzack y lanzó una novela gráfica que anduvo muy bien, pero que nunca leí. Ojalá esté a la altura de estos clásicos a los que vuelvo cada tanto, para recordar por qué me enamoré del trazo sobrecargado y los argumentos delirantes de este titán del lápiz y la tinta hace casi 30 años.
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Published on May 22, 2011 16:32

May 21, 2011

21/ 05: CUESTION DE TAMAÑO 2, EL REGRESO


Qué lindo cómo el mundo confabula para que yo nunca tenga razón… Hace unos meses, creo que el 26 de Febrero, el blog tocaba el tema de los formatos y los tamaños en los que hoy en dia se editan los comics. En esa oportunidad decíamos que Marvel y DC todavía bancan a muerte el clásico formato comic-book, el de 25,5 x 17 cm., y que el resto de las editoriales apuestan a los formatos más chicos, más cercanos al de las novelas no-gráficas.
Bueno, en paralelo a esto, con muchísima fuerza y sin que yo me hiciera mucho cargo en el mencionado post, crece otra variante, que tiene a Marvel como abanderada: los hardcovers gigantescos (oversized, les dicen), bastante más grandes que el comic-book tradicional, pero además combinados con esa otra vertiente que yo sí mencioné en aquel artículo, que es la de reeditar las obras en la menor cantidad posible de tomos, la de los Omnibus, los Absolute y los mega-TPBs a los que Marvel llama "Ultimate Collection". Ahora la tendencia más fuerte pasa por ahí: mega-libros enormes y con infinitas páginas.
El ejemplo más claro, la nave insignia, el que abrió caminos y marcó un antes y un después, fue el hiper-tomo que recopila TODO lo que hizo Walt Simonson en su paso por Thor, allá por 1983-86. El libro, completamente recoloreado, trae la animalada de 1192 páginas, como para que entren los números 337-355, 357-369 y 371-382 de Thor, más los cuatro episodios de la mini de Balder the Brave, escrita por Simonson pero dibujada por Sal Buscema. Posta, un sólo libro, casi 1200 páginas, un peso al que varias modelos top no llegarán jamás y un precio que, en relación a lo que trae, es casi módico: u$ 125.
Seguro, lo multiplicás por lo que vale un dólar en Argentina y es medio un delirio, pero si pensás que trae casi 50 comic-books y que hoy cada revistita de mierda vale –con suerte- u$ 3, ya te están haciendo el recontra-precio. Y se hace mucho más irresistible si lo comparás con las reediciones anteriores, la de la colección Thor Visionaries: Walt Simonson, que eran cinco tomos de u$ 30 cada uno, en papel finoli, pero en tapa blanda, tamaño tradicional, y con el coloreado original, que sin ser un atentado contra la salud de tus retinas, está a años luz (a un puente bifrost) de distancia del de la nueva edición.
Y la tendencia vino para quedarse. Ahora viene el hiper-hardcover de Fantastic Four de John Byrne, y pronto se les ocurrirá reeditar otras series, probablemente más pedorras, tipo X-Men de Jim Lee… ¿Cómo? ¿El de X-Men ya está anunciado para Octubre? ¿Y pretenden cobrarnos u$ 125 por 728 páginas? Nah, ya me están cagando…
La onda, entonces, es darte una opción más. Una que elimina por completo la dificultad de armar algo así como una colección, porque cada tomo ES en sí mismo la colección. Y que te convierte, además de en coleccionista de comics, en coleccionista de muebles, porque por peso y volúmen se complica distinguir entre estos mega-libros y una mesa ratona, o un frigobar. Como lindo, es lindo. Y como cheto, ni hablar, le sobra glamour. El tema es que, si un libro vale u$ 125, ¿cuántos libros te comprás por mes? ¿Dos? ¿Tres, como MUY zarpado? O sea que la consecuencia lógica del hiper-libro es que el comprador cierra su espectro de consumo, compra (y lee) mucho, pero de lo mismo. Y eso definitivamente va para atrás. Igual, al lado de las revistitas de los ´80, con el papel ya amarillo, el color impresentable y todos esos avisos ridículos de golosinas, muñecos y jueguitos para el Atari, el hiper-libro es una maravillosa forma de apostar sobre seguro: es un billetón de los que duelen (si enganchás una buena oferta de algún dealer, no tanto), pero también es un pase de magia, sencillo y efectivo, que hace que puedas vender/ canjear/ regalar/ tirar a la basura esos ancestrales comic-books y redescubrir comics de la San Puta en una edición que –aunque sea 25 años después- les hace justicia. Da para pensarlo, no?
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Published on May 21, 2011 17:21

May 20, 2011

20/ 05: FANBOY


Esta es una miniserie del milenio pasado, que yo como buen salame leí recién hoy. Depende por dónde le entres, Fanboy puede ser varias cosas distintas, y eso habla de su riqueza y su complejidad.
Por ahí lo querés leer como un meta-comic, como una historieta que habla de historietas. Ahí te vas a volver loco, porque Mark Evanier y Sergio Aragonés no sólo hablan de historieta: también bajan una línea muy grossa respecto de un montón de temas relacionados con cómo se lee la historieta, cómo se consume, cómo se produce y cómo es vista fuera del ghetto. De la caza de brujas de los años ´50 a la fiebre del coleccionismo hueco y ridículo de los ´90, los autores exploran cada tópico con aguda y con certera mala leche.
También le podés entrar como si fuera una versión yanki de Kingyo Used Books (reseñamos el Vol.2 hace poquito): un slice of life que transcurre en buena medida dentro de una comiquería, a la que Aragonés y Evanier pueblan con la típica fauna comiquera yanki, a través de estereotipos bastante obvios, pero no por eso poco atractivos, o poco logrados. El protagonista, Finster, es un personaje perfectamente construído, con quien el lector rápidamente se identifica (incluso a pesar suyo), para vivir junto con él sus "aventuras", pero sobre todo sus sueños y anhelos (crear tu propia historieta y que sea un hitazo, levantarte a la minita más linda del curso, en fin…). Claro que Finster hace trampa: es el único que sabe que es un personaje de historieta y, por ende, rompe a menudo la cuarta pared para hablarle directamente al lector. Ahí ya nos alejamos años luz de la consigna de Kingyo Used Books, pero creeme que igual el recurso garpa a full.
Otra forma de engancharte con esta obra es encararla como un tributo de Aragonés y Evanier a la historia y la chapa de la DC, o incluso al revés, como un tributo de los grandes historietistas de fines del milenio pasado a los autores de Groo. Lo cierto es que, en muchas secuencias del libro, los personajes de Aragonés comparten viñetas con dibujos de grandes próceres de todas las épocas, como Dick Sprang, Russ Heath, Gil Kane, Neal Adams, Mike Grell, Frank Miller (que vuelve a dibujar al Dark Knight!), Dave Gibbons, Jerry Ordway, Steve Rude, Jordi Bernet, Bill Sienkiewicz, Wendy Pini, Phil Jimenez y varios más. Los invitados dibujan secuencias que suceden casi siempre en la fértil imaginación de Finster, que obviamente leyó más comics de DC de los recomendables para su salud mental. Imaginate lo grosso que hay que ser para crear una historieta en joda acerca de un geek comiquero y que todos estos tipos acepten dibujarla, y hasta te dejen que tus personajes se superpongan sobre sus dibujos. Bueno, Aragonés en EEUU es así de grosso. Y obviamente hay que ovacionar también a Tony Bedard, que fue el coordinador que hizo posible que todas estas bestias ensamblaran su trabajo a la perfección.
Hay dos cositas mínimas para criticarle. Primero, está un poco forzada la interacción entre Finster y los personajes de DC, especialmente en los primeros episodios. Uno viene cebado con el slice of life y de pronto te lo interrumpen para una pelea cósmica con Green Lantern que, por más que la dibuje Gil Kane, desentona un poquito. Igual la aparición más al pedo de héroes de DC es la de la JLA, dibujada sin ganas por Brent Anderson. Para el final, los episodios con Batman y Wonder Woman están mejor planteados.
Y lo otro: es un comic MUY pro-DC. No sólo porque hay palos bastante duros a Marvel y a Image (muchos justificadísimos), también porque transmite la sensación de que todo lo importante, todo lo definitivo en la industria del comic de los años ´30 para acá, pasó en torno a los comics de DC. Está también el tributo a William Gaines (de la E.C.), pero claro, lo identifican sobre todo con la revista MAD, que hace ya muchos años es parte de DC.
El resto, excelente. Una gran comedia protagonizada por un geek del comic, con buenos personajes secundarios, temas más que interesantes para los que nos cebamos con cualquier cosa que tenga viñetas, humor, sociología, algo de machaca, misterio, romance y la participación especial de una legión de Monstruos Sagrados del dibujo, por si fuera poco con Sergio Aragonés, que –como siempre- se dibuja la vida. No te lo pongo en la lista de los comics imprescindibles, pero sí de los que se disfrutan a full.
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Published on May 20, 2011 15:57

May 19, 2011

19/ 05: LA TRAGEDIA DE P


Ah, qué delicia! Esta es la Rumiko Takahashi que a mí me gusta. Sin estridencia, sin fan service, sin exabruptos y –lo más importante- sin repetir una misma fórmula tomo tras tomo, hasta el infinito y más allá, hasta que lo que al principio era gracioso o ingenioso al final tenga menos gracia que un desalojo. Este libro reúne seis historias cortas autoconclusivas, realizadas por Rumiko entre 1987 y 1993 para la revista Big Comics Original, y nos muestra a la famosísima (y multimillonaria) mangaka en todo su esplendor, en una dimensión distinta y a la vez fascinante.
Las seis historias están ambientadas en el presente, en algún suburbio tranqui de Japón, y protagonizadas por gente absolutamente normal. Hay unos toques de delirio (de realismo mágico, si querés), pero todo está encorsetado en los parámetros de la vida cotidiana. La primera historia (que se llama igual que el libro) es una excelente comedia de enredos: una familia tiene que esconder en su departamento a un pingüino (!), e impedir que se entere una de las grossas del consorcio, una mina estricta y casi autoritaria que pide poco menos que la pena de muerte para los vecinos que tienen mascotas, cosa que el reglamento del edificio prohíbe. Sí, es la misma consigna con la que Trillo, Maicas y Varela desarrollaron durante años la serie Ele, para la revista Genios. Pero Rumiko la remata en 32 páginas, sin estirar innecesariamente y sin romper el verosímil. El final es impredecible y redondísimo. Una joyita.
La segunda historia, El Negocio del Romance, es la más chata, a pesar de que baja una línea muy copada (pelear por tus sueños, nunca rendirte ante la adversidad). El guión está un poquito estirado y la casualidad tiene un protagonismo algo desmedido para mi gusto.
El Basurero de Casa es otra comedia de enredos, más graciosa y extrema que la primera. Rumiko la aprovecha para contarnos cómo es la relación fuera de la oficina entre jefes y subordinados. Seguro exagera, pero no tanto. A los que no somos japoneses nos parece un delirio absoluto que los empleados hagan las cosas que hacen para congraciarse con los jefes, pero en la islita, esto que nos cuenta Rumiko en son de joda debe darse a menudo y en serio.
La cuarta historia, En las Macetas, es un thriller psicológico. Es la única escrita en un tono más dark, más perturbador. Acá Rumiko crea clima, levanta presión y define con jerarquía, mediante una brillante incorporación de flashbacks en los momentos justos.
Le sigue Cien Años de Amor, una comedia romántica maravillosa, en la que se cuela un mínimo elemento fantástico. Acá aparece el mejor personaje de todo el libro, Lisa Hoshino, la viejita de 90 años que vuelve de la muerte. Impresionante cómo en menos de 40 páginas Takahashi construye a Lisa y a tres personajes más de modo integral, con defectos, virtudes, sentimientos, recuerdos, dudas… Otra joyita.
Y el tomo cierra con La Felicidad, Talla Grande, una tercera comedia de enredos, que una vez más enfrenta a una chica buena pero medio pusilánime con una figura de autoridad bastante brava (la suegra). Esta vez, un elemento fantástico va a motorizar las confusiones y a disparar varios momentos de enorme comicidad. A pesar de estar planteada 100% en joda, la historia logra ponerte nervioso y ese es un mérito enorme.
Del dibujo de Rumiko, no sé si hace falta hablar, a esta altura del partido. Atrás de esa engañosa simplicidad, hay una dibujante increíble, con un manejo inhumano de las expresiones faciales, del lenguaje gestual, de los cuerpos en movimiento. Los fondos también son excelentes, pero seguro los dibuja un asistente. En la edición española, las páginas a color están reproducidas en grises, pero Rumiko también se luce a la hora de ponerle color a sus dibujos.
La Tragedia de P va mucho más allá del manga. Es una oportunidad inmejorable para descubrir a una de las grandes narradoras del Noveno Arte, en historias que no tienen nada que ver con sus obras más famosas, esas llenas de transformaciones, luchas infinitas, superpoderes y monstruos. También en clave intimista, Rumiko logra impactar en el lector, meterlo en las historias, arrancarle varias risas, hacerle sentir la angustia y la alegría de sus protagonistas. Y lo más importante: en poquísimas páginas. Si (como a mí) te gusta la onda de Rumiko pero no te querés subir ni drogado a una serie de chotocientos mil tomos, seguro ya te compraste la de las Sirenas cuando la editó LARP. Y seguro te gustó, porque es una aplanadora. Bueno, esto es mejor.
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Published on May 19, 2011 14:57

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Andrés Accorsi
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