Andrés Accorsi's Blog, page 256

July 5, 2011

05/ 07: CORINA Y EL PISTOLERO


Por culpa de esta historieta, a Luciano Saracino lo han comparado bastante con Neil Gaiman. Y está bien, es una novela gráfica con unos cuantos gaimanismos. La forma en la que Saracino mete los elementos mágicos y sobrenaturales en un contexto en el que normalmente no aparecen ni a saludar (el clásico western, sucio y herrumbroso, frío y despiadado) es claramente (aunque no sé si intencionalmente) gaimanesca. Pero lo más importante de Corina y el Pistolero no es precisamente la influencia o el olorcito del glorioso creador de Sandman. Lo que más llama la atención es la belleza de la historia, la forma que encuentra Saracino para que nos resulte creíble, digerible, justo y necesario un final demasiado feliz para como venía la mano hasta 12 ó 13 páginas antes del final. De pronto, existe la posibilidad de eliminar, ya no al villano, sino al Mal, en un sentido absoluto. Salto al vacío riesgoso, si los hay. Y el guión se aferra a esa posibilidad (a esa Esperanza) y la lleva hasta las últimas consecuencias. El resultado es un final perfecto, que te hace mimos en el alma, como si te durmieras haciendo cucharita con tu persona favorita, escuchando lentos de Richard Marx.
El trámite hacia ese final (más digno de cuento de hadas que de western) es ágil, dramático, intenso. Y ajustado, claro, a las convenciones del género de los cowboys, entre las que gradualmente se cuelan elementos más raros, más enigmáticos, de esos que te hacen levantar la ceja y decir "¿Para dónde estará a punto de derrapar este delirante?". Y no, no derrapa nunca, porque –como decíamos- todos esos elementos mágicos y sobrenaturales entran a la trama por la puerta correcta, o sea, por la que uno menos se lo espera.
No quiero contar más de la historia, para no deslizar datos que conviene más no saber a la hora de leer el libro. Simplemente destacar el gran manejo de los climas, la excelente dosificación de los diálogos y la destreza de Saracino para meternos a full en la trama a partir de un personaje seco, neutro, casi inexpresivo y del que sabemos menos que lo indispensable.
Parte de la responsabilidad sobre el fascinante clima que se respira en la obra le corresponde al dibujante, el vasco Infame & Co. Con su claroscuro potente y su gran manejo de las tramas mecánicas, Infame cumple con la labor de llevar adelante esta rara combinación de magia y grim ´n gritty. Pero con lo justo, sin que le sobre nada. No estamos ante un virtuoso, ni mucho menos. Es un dibujante que viene del under y que, para publicar en fanzines, es un monstruo. Pero para compararlo con los grossos, le falta bastante. Dibuja muy lindas minitas, es cierto, pero también hay que decir que se parecen demasiado a las de Ana Miralles. Sus secuencias mudas estás muy logradas y en general toda la narrativa demuestra muchísimo criterio. Lo único realmente criticable pasa por algunos aspectos del dibujo, que no llegan a empañar para nada un gran trabajo de un equipo guionista-dibujante que se conoce y se entiende muy bien.
Corina y el Pistolero es un comic distinto, impredecible y con un guión de altísimo vuelo. No es nuevo (en España se publicó hace un par de años), pero cae justo en el momento en el que un montón de lectores argentinos están descubriendo (en un acto de justicia impostergable) el gran talento para contar historias del imparable Luciano Saracino. Un lujo tenerlo tan bien editado en nuestro país.
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Published on July 05, 2011 19:04

July 4, 2011

04/ 07: TENKEN


Hoy se juega otra vez el Superclásico de la Historieta: Argumento y Guión, frente a frente en la primera obra importante de la joven mangaka Yumiko Shirai, otra que (como Mark Kalesniko) tardó 10 años en terminar esta epopeya de más de 300 páginas.
El argumento de Tenken es excelente, tiene todo lo que funciona bárbaro en las películas de Hayao Miyazaki: una historia de amor, personajes atractivos, elementos fantásticos, elementos del folklore y las leyendas japonesas, acción, misterio, unas secuencias oníricas impresionantes y la infaltable bajada de línea ecologista. El problema es que el guión no saca todo el provecho que debería de esos condimentos tan sabrosos: repite muchas veces lo mismo, se cuelga, va lento, estira mucho secuencias que suman poco, cuando se las quiere dar de críptico termina por generar más aburrimiento que intriga, y si tiene tres diálogos ingeniosos, es mucho. Con esa misma premisa argumental, un buen guionista hacía una hecatombe. Shirai, en cambio, hizo un manga interesante, repleto de hallazgos, pero que por momentos hace ruido, o no termina de cerrar.
El último tercio de la novela gráfica es claramente el mejor. Ahí, la autora deja un poco de lado todas las explicaciones acerca de este mundo post-apocalíptico en el que conviven la contaminación radioactiva con las ancestrales tradiciones y supersticiones japonesas, y le mete para adelante a la historia de Saki y Manaka, y la serpiente y Susano (que no tiene nada que ver con la rubia, vieja, gorda y subnormal de Telefé). Todo lo que se insinuó en los primeros tramos mediante sueños, leyendas, visiones y bizarreadas varias, cobra forma en el tramo final y es una forma contundente, sólida, emotiva y con coherencia de sobra para llegar a un final más que satisfactorio. El resto de la obra no es horrible, ni intrascendente, pero empalidece en la comparación con esas… 125 páginas finales, donde el power de la historia estalla con verdadero fulgor.
No quiero ahondar mucho en el argumento, para no spoilear. El misterio es un elemento importante en el planteo de Shirai, y está todo pensado para que te caiga la ficha acerca de qué corno le pasa a Saki cuando ya estás MUY metido en la historia y cuando ya tenés mucha data sobre el mundo en el que transcurre el relato. O sea que, cuanto menos te cuente, mejor, así te envuelve más fácil el clima de extrañeza que plantea el guión, y te identificás mejor con Manaka, que es el personaje que se propone resolver el enigma que plantea la protagonista con su accionar impredecible.
El dibujo de Yumiko Shirai está en ese estilo intermedio, ni tan realista, ni tan funny, una onda Kaiji Kawaguchi, no muy distinta de la que pela Seimu Yoshizaki en Kingyo Used Books. Pero Shirai parece dibujar más apurada, con una estructura de lápiz menos firme, y a veces parece que dibujara directamente en tinta, con resultados a veces asombrosos y a veces decepcionantes. Shirai sabe lo que hace: a ese dibujo de personajes medio esquemático, con pocos trazos, donde se nota mucho más el laburo a pincel que la pluma o el rotring (incluso que el lápiz), contrapone un laburo increíble en los fondos, repletos de detalles y texturas magníficamente logrados. Y a lo largo de toda la obra, incorpora un elemento más, que maneja con maestría: las aguadas. Así, sin dejar el pincel (que parece que la poseyera, como un ancestral amuleto de infinito poder), enriquece a cada viñeta con hermosas manchas en distintas tonalidades de gris, que contribuyen a crear clima y a definir mejor la iluminación. En las secuencias oníricas, todo está definido por estas pinceladas cuasi-salvajes en tonos de gris y ahí es donde Tenken te impacta con una belleza plástica que no ves ni drogado en la gran mayoría de los mangas. Hay secuencias que están tan, pero tan perfectas que empiezo a sospechar que están hechas en el photoshop, no con pincel posta, sino con una herramienta digital similar a las que utiliza el chino Benjamin, pero pensada para blanco y negro. Como fuera, cualquier resbalón que veas en las viñetas "normales" está más que compensado por los prodigios que muestra Shirai en estas secuencias oníricas.
La narrativa es sólida y funciona bien, excepto por un capricho muy frecuente en el shojo: globos que aparecen en el cuadro y que pertenecen a personajes que NO están en el cuadro. Esto suele ser molessssto y acá se sufre más, porque Shirai (o los que tradujeron esta obra para su publicación en EEUU) rara vez le ponen "colita" a los globos, con lo cual uno tiene que andar adivinando quién carajo dice cada cosa, algo que si los personajes que hablan están fuera de la viñeta, se complica más que la vida de Aguilar el día que alguien haga una auditoría de su gestión en River.
En una palabra, Tenken tiene varios problemas típicos de una opera prima, pero le sobran logros, buenas intenciones y elementos atractivos para darle una oportunidad y disfrutarla.
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Published on July 04, 2011 15:16

July 3, 2011

03/ 07: EX MACHINA Vol.5


Se vienen las elecciones para Jefe de Gobierno porteño y esa es una excusa tan buena como cualquier otra para volver a visitar al amigo Mitchell Hundred, el ingeniero que un día se hizo superhéroe y juntó tanta chapa que después se postuló para intendente de New York y ganó por afano.
Este es el famoso arco argumental que habla del faaaasssso. Acá, el intendente Hundred y sus colaboradores evalúan proponer cambios en las leyes vigentes acerca de tenencia y consumo de drogas, porque se dan cuenta de que son anticuadas y que –en la práctica- no resuelven absolutamente nada. El que se droga, ¿tiene que ir preso, o hacer un tratamiento para rehabilitarse? ¿Es lo mismo fumar marihuana que inyectarse heroína? ¿Puede el Estado negarte la libertad de –en tu casa y sin joder a nadie- meterte lo que se te cante en tu organismo? Hundred y su equipo se hacen estas preguntas, un poco a raíz del mini-escándalo generado por declaraciones del intendente en un programa de radio, donde "confiesa" (como si fuera un crimen) haber fumado faso en su juventud. Y enseguida, el guionista Brian Vaughan aprovecha la situación para tirarnos (sin aburrir ni predicar) un montón de datos asombrosos acerca del consumo de drogas en los EEUU. El más llamativo es el cruce con el tema racial: de los presos por tenencia de drogas, el 80% son negros o hispanos, y sin embargo los que más drogas consumen son los blancos. ¿Son serias las leyes vigentes, o son una mera excusa para "limpiar" las calles de negros y latinos?
Para sumarle espesor al dilema, tenemos a una mina que se inmola al mejor estilo talibán en reclamo por su hijo, que fue asesinado en la cárcel, donde cayó por vender faso. Y a un degenerado que se hace pasar por bombero para irrumpir en las casas, robar y matar gente. Los conflictos se apilan, pero ninguno es lo suficientemente físico como para que Hundred use mucho sus poderes, o como para garantizar buenas escenas de acción. Entonces Vaughan recurre al flashback, a la historia en la que Great Machine captura a este pibe que vendía faso y lo entrega a la cana. Para que haya acción en cuatro episodios, el flashback se estira un poco más de lo razonable, pero bueno… tiene que aparecer Great Machine volando y disparando para mantener la fachada de que esto tiene algo que ver con el género superheroico.
La mamá de Hundred sigue sin aparecer, Amy Angotti (estrella del tomo anterior) aparece apenas en dos escenas, debuta una chica con pinta de misteriosa (January Moore, hermana de Journal), avanza un sub-plot que involucra a Kremlin, hay muchas escenas de contrapunto entre Hundred y su vicejefe Dave Wylie, y por si faltara algo, todo un episodio –realmente brillante- dedicado a indagar en el pasado, la personalidad y las motivaciones de Rick Bradbury, el guardaespaldas de Hundred, otrora ladero de Great Machine.
Tony Harris sigue firme en su estilo de realismo fotográfico, lindo pero pecho frío, con momentos de gran lucimiento, sobre todo en las expresiones faciales, en esa extensa secuencia de acción protagonizada por Great Machine y en los arrebatos de violencia que se precipitan cada vez que entra en escena el bombero loco, para repartir hachazos a domicilio. El colorista JD Mettler pela acá algunas de sus mejores páginas, especialmente durante el flashback que nos muestra a Bradbury en la Guerra del Golfo, todo virado a los amarillos y naranjas.
Ex Machina sigue su curso y por suerte nunca baja del increíble nivel en el que arrancó. Vaughan logra un comic que no se parece a ningún otro: acá, el peligro que afronta el héroe es quedar como un facho con los votantes progres, o como un revolucionario extremista con los votantes conservadores, o como un chamuyero con los medios de prensa. Esa es la tensión que mantiene a Ex Machina interesante, mientras nos invita a reflexionar sobre temas tan actuales y reales como el matrimonio igualitario, la educación pública, el miedo a los ataques terroristas o la despenalización del consumo de marihuana. Falta la saguita en la que lo pescan a Hundred usando los poderes para escuchar conversaciones telefónicas de sus adversarios, o la saguita en la que crea la UCEP para cagar a palos a los indigentes que viven en la calle. Pero claro, el protagonista de esta ficción es un héroe y nuestro PROcesado jefe de gobierno está claramente del lado de los villanos. Ojalá el domingo que viene gane la Justicia.
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Published on July 03, 2011 16:44

July 2, 2011

02/ 07: LOS MAS VENDIDOS DE JUNIO


Como ya es costumbre, hoy la propuesta es repasar la lista de los títulos más vendidos en el circuito de comiquerías durante el mes pasado. Son datos sumamente parciales, porque no incluyen a las publicaciones de las editoriales LARP, OVNI, Ivrea y alguna más, pero como orientación, por ahí sirven.
Junio fue –hasta ahora- el mes de mejores ventas en lo que va de 2011 y, como había sucedido en Mayo, la gran cantidad de novedades fue el dato fundamental. Veamos quiénes se acomodaron en el Top Ten de ventas:
1) Comiqueando Extra n.16 (Freakshow)
2) Gaturro Vol.17 (De la Flor)
3) Correrías del Sr. y la Sra. Rispo (Llanto de Mudo)
4) Valizas (Belerofonte)
5) La Murciélaga Vol.6 (MacPulenta)
6) Fuerza Mosca (Comiks Debris)
7) Tragedias del Rock: John Lennon (V&R)
8) Muffins (Manoescrita)
9) Elías y el Perro de la Esquina (Comiks Debris)
10) Tragedias del Rock: Michael Jackson (V&R)

Y paradójicamente, en un mes repleto de novedades, los dos primeros puestos fueron para los mismo títulos que lideraron las ventas de Mayo.
Lo de la Comiqueando es entendible, porque salió muy cerquita de fin de mes y muchos comercios del país la encargaron ya iniciado Junio. Lo de Gaturro sólo se explica por la inmensa popularidad de la tira de Nik, que a pesar de ser cada vez peor y más reiterativa, tiene una hinchada muy fiel, sobre todo entre los más chicos. Por suerte, ni el Vol.17 ni el Vol.16 arrimaron a las cifras del 13, 14 y 15. En una de esas, la pandemia está en retroceso. Pero no creo, o por lo menos no me animo a afirmarlo. Por ahí la cantidad de gente que se autoinflige este flagelo es igual o mayor y simplemente compraron los últimos tomos en otro circuito.
De las publicaciones de Mayo, la otra que se la bancó a lo guapo en pleno alud de novedades fue La Murciélaga, otro producto cuya legión de fans no para de crecer, y además uno de los pocos que jamás cambió de precio, de Enero de 2010 hasta acá. Los anda buscando Guillermo Moreno para hacerles un monumento.
Y entre las novedades, las que salieron efectivamente en Junio, la más vendida fue Correrías del Sr. y la Sra. Rispo, lo nuevo de Diego Parés. Calladito, sin armar mucho kilombo, entre la Fierro, la Barcelona y la contratapa de La Nación, Parés armó una masa crítica de lectores que lo veneran (me incluyo, claro) y Llanto de Mudo lo supo capitalizar con un libro hermoso.
También se vendió mucho Valizas, lo nuevo de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara, seguramente por el impacto que generó cuando se publicó en el blog Historietas Reales. Pero con cero difusión previa, también se coló en el ranking Muffins, una interesantísima historieta muda de Iñaki Echeverría (al que vimos en Fierro y en Negro el 10). Los otros cuatro lugares se los repartieron dos editoriales: Comiks Debris, que volvió después de casi 11 meses con dos nuevos lanzamientos apuntados al público infantil, y una editorial que existe hace mucho pero que acaba de debutar (con el pie derecho) en el circuito de comiquerías. V&R se propuso editar en Argentina la serie de novelas gráficas conocida como Tragedias del Rock, creada por Nora De Bonis (la viuda de Andrés Cascioli) para editar en el exterior, pero realizadas por grandes autores argentinos. Pol Maiztegui firmó la de Lennon y la dupla Diego Agrimbau- Horacio Lalia se encargó de la Michael Jackson. Se vienen más títulos antes de fin de año, por suerte.
Y como suele suceder, salieron novedades que no entraron al Top Ten, ya sea porque se empezaron a distribuir muy cerca de fin de mes, o porque no despertaron mucho interés entre las comiquerías. A una de ellas (El Libro de Gabriel, de Trillo y Meglia) le tengo mucha fe y creo que tarde o temprano va a estar entre los más vendidos, a pesar de su precio, bastante elevado.
En los papeles, Julio pinta para ser más tranqui: menos lanzamientos y en lo que a mí respecta, mucha concentración para sacar adelante el despelote que implica tener un stand 20 días en la Feria del Libro Infantil. Veremos qué pasa con las ventas, si se la bancan o se van al descenso con Quilmes, Huracán, River y Gimnasia…
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Published on July 02, 2011 18:00

July 1, 2011

01/ 07: McKOSHER


Y hoy sí, tenemos autobiografía pura, sin ningún elemento fantástico. Brian Jánchez nos cuenta con gracia y honestidad su breve experiencia laboral en el McDonald´s Kosher del patio de comidas del Abasto Shopping en forma de historieta, y es todo lo que hay.
Pero no es poco, porque la historieta está buenísima. Primero te engancha por lo raro: seguro que la primera vez que viste el McDonald´s Kosher dijiste "qué bizarro…". Después, seguro te preguntaste en qué se diferencia la comida chatarra kosher de la normal. Y después, seguro te fuiste a comer comida china, asado o pastas. Una vez ahí adentro, ya convertido en "activador", Jánchez también descubrió los sutiles procedimientos que hacen kosher a la clásica hamburguesa con fritas, y nos revela todo el proceso con mucha precisión, condimentado con observaciones agudas y graciosas. Y de postre, nos ofrece un nutrido desfile de jefes, supervisores y compañeros de trabajo, de los cuales ninguno llega a cobrar demasiado protagonismo, no porque no sean interesantes, sino porque la historieta es muy breve.
Una vez que nos tiene enganchado con lo atípico del lugar donde trabaja, Jánchez aprovecha y mete más cosas personales: sueños, aspiraciones, madre, novia, viajes en bondi de o al laburo y hasta episodios fecales en el inodoro. Y por supuesto, pela su mejor recurso, que suele ser el humor. Un humor de stand-up comedy, basado sobre todo en la observación, apuntalado por una ironía inteligente, finoli, y servido en bandeja por el alto nivel de patetismo que Jánchez le encuentra a la situación y a la relación que se entabla entre jefes, empleados, clientes y demás.
El resultado es una comedia costumbrista con una mirada ácida e ingeniosa sobre un tema bastante desconocido por la mayoría de los lectores que, por no ser judíos o por no consumir comida chatarra, nunca comimos en el McKosher. Entra también en el subgénero "jóvenes a la deriva", aunque nunca vemos a Brian destapar una birra.
En la faz visual, Jánchez cosecha un montón de laureles más. El dibujo es muchísimo mejor que el de su otra obra publicada en libro (Sloishim) y nos muestra a un autor mucho más solvente, que no dibuja lo que puede, sino lo que quiere. En la versión que salió publicada en la revista La Mano, McKosher era a color, o en realidad tenía varios tonos de naranja y amarillo. Esa paleta intencionalmente restringida fue reemplazada con éxito por blanco, negro y gris y la verdad es que los colores no se extrañan para nada. Parte de lo que hace interesantísimo leer a Jánchez es que no se le nota ninguna influencia alevosa. Nunca fue un "clon de", ni mucho menos. Y por supuesto, está muy bueno verlo mejorar como narrador. Las 48 páginas de McKosher están armadas en dos tiras, y en cada tira pasa de todo. Las hay de dos viñetas y las hay de seis, y en todas está todo lo que tiene que estar. En esos espacios chiquitos, casi claustrofóbicos, Jánchez pone todo lo que quiere mostrar y lo organiza de tal modo que no satura, ni sobrecarga, ni aburre.
Brian Jánchez es muy joven, pero McKosher lo dejó ahí, a centímetros de esa obra maestra que lo consagre definitivamente y lo siente en la mesa de los más grossos de la historieta argentina actual. Si todavía no lo descubriste, agrandá tu combo y sumalo a tu lista de autores mega-promisiorios a los que conviene seguir muy de cerca.
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Published on July 01, 2011 17:02

June 30, 2011

30/ 06: FREEWAY


Diez años! Diez larguísimos años tardó el genio canadiense Mark Kalesniko en terminar esta impresionante novela gráfica. Son 410 páginas, o sea que es lógico que lleven su tiempo… pero 10 años es una monstruosidad! Sobre todo con lo cebados que nos dejó con su obra anterior, la fundamental Mail Order Bride. Pero bueno, ahora que salió Freeway, seremos pocos los que nos acordemos de Mail Order Bride, porque Freeway es mejor.
Me acuerdo que, cuando reseñé Mail Order…, dije "Kalesniko es cualquier cosa menos intrascendente, y eso se debe a que el tipo PONE TODO. Hasta su propia vida, que no tiene reparos en exponer, mínimamente camuflada detrás de sus personajes". Esta vez el camuflaje es mínimo. El protagonista se llama Alex Kalienka, pero la vida del personaje ES la de Kalesniko, tal cual. Freeway no es exactamente autobiografía, porque tiene elementos fantásticos, pero sin dudas se sostiene en las experiencias vividas por el autor, tanto en su vida laboral como de pareja.
El elemento más destacado en la trama es un embotellamiento, el clásico kilombo de tránsito que se vive todos los días en las alucinantes autopistas que recorren todo el Gran Los Angeles, que se llaman "freeway" y no "highway" porque –como su nombre lo indica- son gratis, no tienen puestos de peaje. Kalesniko usa al embotellamiento como metáfora de una vida estancada, que parece no avanzar, que te pone tenso al pedo, en ese limbo extraño en el que no estás laburando, pero tampoco estás en tu casa haciendo lo que se te da la gana. En realidad, como en Mail Order Bride, el tema central de Freeway es el abismo entre las expectativas del joven Alex (que se viene desde Canadá a trabajar en la industria de la animación) y la realidad con la que se encuentra una vez que empieza a trabajar en los estudios Disney (aunque acá no se llaman Disney).
Un personaje lo define en una sóla frase, brillante: "la animación es como el chorizo: se disfruta más si no sabés cómo se hace". Como ya lo hiciera Guy Delisle en la increíble Pyongyang, Kalesniko le saca un jugo impresionante (por momentos escalofriante) al backstage de un largo de dibujos animados, con las internas, los puteríos, los mediocres que ascienden a costas de los talentosos, los jefes miopes, la infinita cantidad de boludeces que –en la práctica- importan más que la calidad artística del producto en el que trabajan esos tipos, que alguna vez fueron artistas, pero a los que el sistema terminó por convertir en engranajes.
El elemento fantástico es excelente: en muchos tramos del relato, la imagen se difumina y saltamos hacia atrás dos generaciones, a ver la vida de un Alex Kalienka que no existió, pero que podría haber sido el abuelo del actual. En esa Los Angeles de los años ´30 y ´40 (magistralmente dibujada por Kalesniko, que se documentó a full), el sueño del artista que quiere volcar su talento en la industria de la animación, ser justamente reconocido y vivir con dignidad y felicidad (sin manejar una hora y media de casa al trabajo y del trabajo a casa) era real, y el contraste con el Alex del presente, a veces te conmueve y otras te indigna.
Por si faltara algo para que esta novela gráfica vaya a la lista de las mejores publicaciones de lo que va de 2011, tenemos a Kalesniko dibujando en todo su esplendor. Con su trazo engañosamente simple, su formidable destreza narrativa, su laburo meticuloso en fondos, detalles… y embotellamientos! Con secuencias cinematográficas, con splash pages y páginas de 15 ó 16 viñetas, con un dibujo dinámico, expresivo, con un gran cuidado en el lenguaje corporal, excelentes trucos para las transiciones entre secuencias… Todo el ritmo del relato está perfectamente controlado por un maestro del timing, que construye personajes y escribe diálogos como los grandes guionistas y dibuja como los grandes dibujantes.
La próxima vez que te morfes un embotellamiento en la General Paz, en la Panamericana o en la 25 de Mayo, tomátelo con calma: seguro que vas a tardar menos de los 10 años que tardó Mark Kalesniko en recorrer su inolvidable Freeway.
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Published on June 30, 2011 18:47

June 29, 2011

29/ 06: EL AMOR DUELE


Esto es finoli de verdad. En este hermoso librito con 23 historietas cortas, la alucinante Kiriko Nananan (autora de aquel magnífico anti-shojo titulado Blue) nos invita a explorar varios sentimientos que tienen que ver con el amor y la sexualidad, desde una óptica claramente femenina. Tenemos parejas gays y heterosexuales, chicos que se acuestan con señoras mayores por un billete, chicas que hacen lo propio con señores, relaciones en las que tiene mucho peso la violencia (verbal, psicológica y física), relaciones que empiezan o se terminan, o que desembocan en casamientos, cuernos, mentiras, o embarazos no deseados. Incluso una crítica muy filosa al clásico relato romántico que solemos ver en cientos de shojos adocenados, clonados los unos de los otros.
Nananan va para el lado contrario de todos los demás comics centrados en el amor. Sus historias proponen rodajas de vida (slices of life), cachitos de historias, como si espiáramos a los vecinos por la cerradura. Con esos breves fragmentos le alcanza para meternos en las historias, para que muchas veces logremos identificarnos con alguno de los personajes, que nunca se repiten a lo largo de las 23 historietas. El arma clave para seducirnos es el alto grado de realismo: la gente de Kiriko habla como nosotros, ama como nosotros, se manda las mismas cagadas que nosotros y trata de emparcharlas igual que nosotros. Sus personajes se emocionan, se enojan y se calientan por los mismos motivos que los lectores y viven situaciones que muchos de nosotros alguna vez vivimos. El tono es parecido al de los comics de Adrian Tomine, pero con más intensidad, no tan frío.
Como en aquellas viejas historietas que hacía Maitena en los ´80, el erotismo está planteado de modo muy femenino, o sea, mucho más sutil y menos grotesco que en los comics eróticos creados por y para varones. Lo cual no significa que no haya unos cuantos momentos (y muchísimos diálogos) pensados para levantar temperatura. Pero los garches de Nananan son finos, elegantes, "cuidados", incluso cuando garchan personajes que no se aman ni mucho menos.
Por supuesto, entre 23 historietas hay mejores y peores. Argumentos que te hipnotizan a la segunda viñeta y argumentos con los que nunca llegás a conectar y pasan sin pena ni gloria. Pero la mayoría de las historias son fuertes, atrapantes, tan originales en los planteos como en las resoluciones. Estamos ante una guionista implacable, con un gran manejo del tempo narrativo, de los silencios y de los diálogos, que incluso traducidos al español (con coños, pollas, tíos y cosas que molan mogollón) suenan muy, muy reales. Habrá que ver qué hace contando en otro registro, pero en este, el de la historia minimalista, intimista, con mucha introspección, mucha observación y bastante mala leche, lo de Kiriko Nananan es absolutamente intachable.
Visualmente, el planteo de El Amor Duele es más raro. Además de parecerse a esos comics de Maitena, hay muchas secuencias que me recordaron al maestro italiano Guido Crépax, aquel innovador de la narrativa gráfica que tanto pegó en los ´60 y ´70. Kiriko es igual de vanguardista que Crépax (no por nada empezó publicando en la Garo). Trabaja un claroscuro puro, con tramas mecánicas, pero totalmente limpio, sin sombras, como si fueran dibujos vectoriales. Por momentos, en vez de a los personajes enfoca objetos, o manos o pies. Cada tanto elige (con gran criterio, como hacía Crépax) momentos en los que los fondos desaparecen y los personajes quedan casi siempre solos, en silencio, contra una viñeta despojada, para expresar angustia, soledad, carencias. A primera vista, el de Nananan es un dibujo poco historietístico (y cero "manguístico"), pero ni bien te metés en las historias, te re-cierra y lo empezás a decodificar (y a disfrutar) sin la menor dificultad.
Otro manga que no se parece a nada. Otra autora dispuesta a todo. Otra batalla ganada contra el más de lo mismo. Otra obra cautivante, irresisitible y riquísima para el análisis cuando cerrás el librito. Así da gusto que el amor duela.
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Published on June 29, 2011 16:16

June 28, 2011

28/ 06: HELLBLAZER: BAD BLOOD


Otro acierto en la colección de TPBs para pobres de DC es la reedición de esta miniserie originalmente publicada en 2000. Yo en su momento la compré, después no me acuerdo por qué la hice guita, y ahora me la volví a comprar, y a leer, porque obviamente no me acordaba un carajo más allá de los lineamientos muy básicos de la trama.
El subtítulo de Bad Blood es "a restoration comedy", y no te miente en lo más mínimo: esto es una comedia, una historieta mucho más humorística que cualquier otra protagonizada por John Constantine, con situaciones 100% en joda, pensadas para que te rías en voz alta. Está ambientada varios años en el futuro, cuando John es un veterano septuagenario y eso también le da al guionista Jamie Delano material para meter chistes, algunos sutiles y algunos tirando a grotescos. Pero más allá de las groserías, el slapstick y las finas ironías típicas de Hellblazer, el tema central para abastecer a la trama de risas, intrigas y emociones es la política, o en realidad una arista de la política británica que a nosotros nos resulta medio extraña, o lejana, como es la tensión entre los que quieren una república de iguales y los que siguen bancando el ancestral concepto de la monarquía.
Delano (creo que ni hace falta aclararlo) es de los que repudian el sistema monárquico, y claramente Constantine también. O sea que te imaginarás el grossor de los palos que le pega Bad Blood a la decadente familia real británica, coñemu por coñemu. Los palos más graciosos son los que salpican, además, a los nobles advenedizos y –la fácil- a los medios de comunicación que, embobados con la familia real, hablan del retrógrado sistema monárquico como si fuera un cuento de hadas hecho real. Y ya que está, Delano mete el dedo en la llaga con varios temas espinosos más (seguramente más impactantes hace 10 años que hoy) como el racismo, la homosexualidad y el aborto.
Con todos estos condimentos, la sátira socio-política tiene todo para eclipsar definitivamente al argumento y por momentos lo logra. Sin embargo, este último tiene su atractivo, no se queda en la pavada, ni en la bizarreada, ni en la anécdota light. La resolución, por ejemplo, es compleja y arriesgada y hay que prestar mucha atención para descubrir cómo hace Constantine para envolver con moñito y todo a las distintas partes involucradas en el conflicto y además salir ganando él, claro. El hechicero de clase trabajadora acá no pela ningún conjuro sobrenatural, pero juega siempre muy al filo del chamuyo, con su astucia y su instinto como armas fundamentales. Y aún así, lo vemos cobrar de lo lindo!
Al frente de la faz gráfica tenemos a un inspirado Philip Bond, cuyo estilo (mezcla de Jamie Hewlett y Ty Templeton) es ideal para una comedia. A Bond se lo ve muy comprometido con la historia, cebado, dispuesto a no mezquinar nada. Y Delano le responde con el esfuerzo de no meter nunca más de seis viñetas por página, para que Bond se pueda lucir. Para la segunda mitad de la obra, Bond venía atrasado y le ponen a Warren Pleece (dibujante de tercera línea, bastante resistido por los fans) a plantar las viñetas para que Bond las termine en su particular estilo. Y la verdad que, si bien se extraña un poquito de la frescura de los primeros episodios, el resultado no se desluce para nada, primero porque el estilo de Bond es muy fuerte, y segundo porque la narrativa de Pleece es muy sólida.
Y bueno, por ahí en Argentina no tiene mucha gracia joder con el tema de los reyes y los príncipes, porque hace 200 años que no nos gobierna nadie con sangre real. Pero las runflas políticas, las mentiras flagrantes de los medios de comunicación y las bajezas que están dispuestos a cometer los privilegiados con tal de no perder sus privilegios, son temas que sí nos tocan muy de cerca. Bad Blood se parece poco al típico comic de Hellblazer, con lo cual más de un completista podrá decir "paso", y seguir de largo. Pero también tiene unos cuantos ganchos para seducir al que habitualmente no sigue las siniestras andanzas de este carismático personaje, y eso es muy grosso.
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Published on June 28, 2011 18:14

June 27, 2011

27/ 06: DOS ESTACIONES


Este librito contiene dos historietas completas, apenas vinculadas por la temática, y lógicamente agrupadas por ser dos obras del guionista platense Federico Reggiani y el dibujante puntano Rodrigo Terranova.
Seguramente el rasgo más notorio de los guiones de Reggiani, dentro y fuera de este libro, es la originalidad. El platense siempre sorprende con el enfoque, con la forma en la que elige contar las historias, que en general no tienen nada que ver con las típicas, con las más visitadas por los géneros más transitados. Reggiani se baja del auto, saca la moto y se mete por los caminos difíciles, maneja cuesta arriba, al borde del acantilado, para llegar a donde los otros guionistas no llegaron porque no se les ocurrió que se podía transitar por ahí.
El primer relato, La Primavera, tiene un montón de saltos al vacío, todos bien resueltos por Reggiani. El registro es raro, es una especie de realismo mágico mezclado con comedia negra, con cierto grotesco. La historia gira en torno al velatorio de Raúl Alfonsín, pero se nutre sobre todo de la falta de memoria, de borrosos recuerdos de aquella campaña presidencial que llevó a Alfonsín al gobierno en 1983. Fue el momento en el que descubrió la política toda una generación (la de los que hoy tenemos cuarentaipocos, como Reggiani y yo) y a uno se le quedaron para siempre grabados esos nombres, esas fórmulas, esos slogans y esos cantitos. Pero a un montón de gente no, y Reggiani recopila de modo más irónico que didáctico un montón de datos sobre aquellos años de "primavera" alfonsinista. En el medio se cuelan cachos de letras del rock nacional de los ´80 y hasta una especie de homenaje a las historietas de Columba, otras dos argentineadas fuera de época.
La segunda historia, la más extensa, sigue un esquema un poco más tradicional de principio-desarrollo-fin, pero no por eso resulta trillada ni repetida. Esta vez la ambientación es Junio de 1978, aquel invierno que coincidió con el Mundial jugado en nuestro país, en plena dictadura militar. Acá la carga ideológica está más manifiesta (se ve que Reggiani tiene más claro por qué no le gustan los milicos que por qué no le gustan los radicales) y la comedia es mínima, más sutil y más perturbadora. El Gauchito del Mundial, que se le aparece al protagonista como una especie de Pepe Grillo más zarpado, provee el elemento fantástico, la cuota de irrealidad que despega a El Invierno de tantas otras historias de abusos y resistencias durante la dictadura. Los diálogos están más afilados, ya que Reggiani no los usa para enrarecer la atmósfera (como en la primera historia) sino para darle realismo a esta trama de corrupción, negociados, sexo y poder.
Lo más interesante del paquete es cómo, en una época en la que la mayoría de los historietistas argentinos se desesperan por generar productos exportables y son capaces de bailar en ropa interior con tal de publicar en Marvel, Vertigo, Aurea o Delcourt, Reggiani se propone crear material 100% argento, quintaescencialmente argento, al punto de no entenderse en otros países, como le pasaba al Negro Fontanarrosa con Inodoro Pereyra. Un riesgo más que asume el platense y que desde acá no podemos menos que aplaudir.
Y hablando de riesgos, la elección de Rodrigo Terranova para dibujar las historias también es jugada. El puntano está en su mejor momento y deja todo en cada página, de eso no hay dudas. Pero su estética es, me parece, demasiado freak para las historias que cuenta Reggiani. Es un estilo que enseguida remite a lo no real, a lo bizarro, a un relato con poca pretensión de verosimilitud. Funcionaba perfecto en La Fábrica, por ejemplo (la reseñamos el 29 de Octubre), donde Terranova dibujaba a tipos con cabezas de animales y contribuía enormemente al clima extraño (y fascinante) del guión de Alejandro Farías. Acá aporta extrañeza desde lo visual a una historia (La Primavera) que funcionaría mejor si todo lo extraño, si todo lo inquietante viniera desde los textos y el dibujo fuera más realista, más convencional. Por suerte, para cuando arranca El Invierno uno ya se acostumbró al estilo de Terranova y lo vive como más "normal", por ende en la segunda historia hace menos ruido el ensamblaje entre un guión "realista" y un dibujo muy jugado al expresionismo. El puntano es un dibujante indudablemente sólido, con enormes virtudes tanto en el estilo gráfico como en la narrativa, y está buenísimo tener casi 80 páginas nuevas dibujadas por él. Pero no sé si era el dibujante ideal para estas historias.
Si todavía no sos fan de Federico Reggiani, este es un buen momento para descubrirlo. Dos Estaciones te ofrece dos historietas muy atractivas en las que te vas a encontrar con cualquier cosa menos lo que te imaginás, incluso si tenés mucho comic argentino leído. Y si tenés cuarentaipocos, preparate a flashear mal con La Primavera.
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Published on June 27, 2011 18:38

June 26, 2011

26/ 06: LAS COMIQUERIAS, Parte 2


La vez pasada llegamos a 1996, momento de quiebre en la historia de los comercios especializados de los EEUU. Es ahí cuando, pinchada la burbuja de la especulación y terminada la Guerra de las Distribuidoras con el categórico triunfo de Diamond, la industria toma conciencia de las terribles consecuencias de la fiesta de 1991-93 y empieza a elaborar algo así como un Plan B, o por lo menos a poner algunos parches para no perder más lectores, para aguantar con los adictos que quedaban mientras se diseñaba un nuevo circuito de comercialización.
El paralelismo con lo que pasaba en Argentina es casi imposible de trazar: mientras el circuito peleaba la Promoción en EEUU, acá la movida, que había arrancado con pilas en el ´94, en el ´96 ponía segunda y en el ´97 estallaba casi con fuerza de boom. En muy poquitos años (1994-1999), Argentina alcanza la nada despreciable cifra de 175 negocios de comics, pero claro, para 2000, cuando en EEUU pasa el temblor, acá ya impactaba la crisis y la cifra empezaba a achicarse, hasta clavar alrededor de los 45 locales, en los oscuros días de 2002. Después vendrá un rebote (con una reconversión bastante notoria de qué se vende y a quién se le vende en las comiquerías) y hoy estamos de nuevo cerca de los 90 ó 100 comercios abocados al comic, o algo así.
Pero la consigna de esta segunda parte era ver cómo subsistió el mercado de comiquerías en EEUU desde 1995-96 hasta hoy. Y la respuesta es: a duras penas. Algunas aguzaron del ingenio: Quimby's Comics, de Chicago, se hizo muy conocida por su apoyo a los fanzines y sus clientes suelen juntarse para comprarlos y venderlos. También invitan a autores para que lean y firmen sus comics. Otras se volcaron abiertamente al manga y el animé que –al igual que en nuestro país- creció muchísimo en EEUU desde fines de los´90. En 2002 se inventó el Free Comic Book Day, para que –regalitos de por medio- la gente que no consumía se acercara aunque sea una vez por año a las comiquerías. Pero la mayoría se aferró a los adictos, los que venían hacía años a comprar la dosis, ahora con menos editoriales, menos títulos en las bateas, sin los hologramas, los brillitos y demás chiches pelotudos que encarecían inncesariamente los productos y con una leve (pero notable) mejora en la calidad. Así, el circuito de comiquerías evitaba –con lo justo- irse al descenso. Ayudaron, además, una etapa bastante próspera en la economía de los EEUU y la irrupción de la internet, que rápidamente le brindó a los adictos que quedaban una forma ágil y eficaz de hacer escuchar sus demandas. El agujero más grosso se había tapado, y con el agua al cuello, pero sin perder más lectores, la industria intentaba salir a flote.
El tema es que esa reconstrucción del circuito de comercialización que se termina de definir en el 2000 desplaza el foco -con mucho criterio- de la comiquería a la librería. Alguien se dio cuenta de que, mientras la industria del comic yanki se iba a pique, en Francia la bande dessinée facturaba como nunca gracias a un dato fundamental: desde mediados de los '80, la inmensa mayoría de las historietas se publicaban en álbumes (no muy distintos a las novelas gráficas y los prestiges americanos) que se vendían en las librerías, junto a toda clase de novelas, cuentos, libros de autoayuda, de historia, etc. Un enorme público de todas las edades y alto nivel económico y cultural consumía estos libros, generalmente con historias completas, una calidad artística sumamente cuidada y un precio que rondaba los u$ 15. Había también series de varios episodios, que aparecían a razón de uno por año, aproximadamente. O incluso sin salir de EEUU... en las librerías yankis se vendían cientos de miles de tomos recopilatorios de Calvin & Hobbes, The Far Side, Garfield, Doonesbury y las otras tiras realmente populares de los diarios.
La nueva política de las editoriales yankis de comics era clara: Conquistar las librerías a como diera lugar. Esa era la meta: Un circuito sin adictos, sin especuladores, acostumbrado a material más diverso, más jugado, más cuidado... y que ni siquiera requería generar contenidos "exclusivos" (como sí requería la comiquería), ya que alcanzaba con reeditar en libros las historietas ya publicadas en comic-books (un dato importantísimo, porque permite amortizar mejor el alto precio por página que se les paga a los autores). Pero esta vez la idea era SUMAR un segundo circuito. Veinte años atrás se habían mandado el hiper-moco de sacrificar al circuito de kioscos para priorizar la comiquería, pero esta vez las comiquerías estaban a salvo. El adicto seguiría teniendo a su disposición la dosis mensual, más o menos barata y bastante descartable, y la comiquería seguiría siendo la encargada de proveérsela. Con las lógicas dificultades, producto de la escasa visibilidad para la gente que no militaba en el ghetto, y del monopolio cada vez más firme en las hegemónicas manos de Diamond, pero con las lecciones aprendidas en la funesta década del ´90.
Hay más elementos para analizar, pero será en un próximo post…
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Published on June 26, 2011 13:30

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Andrés Accorsi
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