01/ 07: McKOSHER


Y hoy sí, tenemos autobiografía pura, sin ningún elemento fantástico. Brian Jánchez nos cuenta con gracia y honestidad su breve experiencia laboral en el McDonald´s Kosher del patio de comidas del Abasto Shopping en forma de historieta, y es todo lo que hay.
Pero no es poco, porque la historieta está buenísima. Primero te engancha por lo raro: seguro que la primera vez que viste el McDonald´s Kosher dijiste "qué bizarro…". Después, seguro te preguntaste en qué se diferencia la comida chatarra kosher de la normal. Y después, seguro te fuiste a comer comida china, asado o pastas. Una vez ahí adentro, ya convertido en "activador", Jánchez también descubrió los sutiles procedimientos que hacen kosher a la clásica hamburguesa con fritas, y nos revela todo el proceso con mucha precisión, condimentado con observaciones agudas y graciosas. Y de postre, nos ofrece un nutrido desfile de jefes, supervisores y compañeros de trabajo, de los cuales ninguno llega a cobrar demasiado protagonismo, no porque no sean interesantes, sino porque la historieta es muy breve.
Una vez que nos tiene enganchado con lo atípico del lugar donde trabaja, Jánchez aprovecha y mete más cosas personales: sueños, aspiraciones, madre, novia, viajes en bondi de o al laburo y hasta episodios fecales en el inodoro. Y por supuesto, pela su mejor recurso, que suele ser el humor. Un humor de stand-up comedy, basado sobre todo en la observación, apuntalado por una ironía inteligente, finoli, y servido en bandeja por el alto nivel de patetismo que Jánchez le encuentra a la situación y a la relación que se entabla entre jefes, empleados, clientes y demás.
El resultado es una comedia costumbrista con una mirada ácida e ingeniosa sobre un tema bastante desconocido por la mayoría de los lectores que, por no ser judíos o por no consumir comida chatarra, nunca comimos en el McKosher. Entra también en el subgénero "jóvenes a la deriva", aunque nunca vemos a Brian destapar una birra.
En la faz visual, Jánchez cosecha un montón de laureles más. El dibujo es muchísimo mejor que el de su otra obra publicada en libro (Sloishim) y nos muestra a un autor mucho más solvente, que no dibuja lo que puede, sino lo que quiere. En la versión que salió publicada en la revista La Mano, McKosher era a color, o en realidad tenía varios tonos de naranja y amarillo. Esa paleta intencionalmente restringida fue reemplazada con éxito por blanco, negro y gris y la verdad es que los colores no se extrañan para nada. Parte de lo que hace interesantísimo leer a Jánchez es que no se le nota ninguna influencia alevosa. Nunca fue un "clon de", ni mucho menos. Y por supuesto, está muy bueno verlo mejorar como narrador. Las 48 páginas de McKosher están armadas en dos tiras, y en cada tira pasa de todo. Las hay de dos viñetas y las hay de seis, y en todas está todo lo que tiene que estar. En esos espacios chiquitos, casi claustrofóbicos, Jánchez pone todo lo que quiere mostrar y lo organiza de tal modo que no satura, ni sobrecarga, ni aburre.
Brian Jánchez es muy joven, pero McKosher lo dejó ahí, a centímetros de esa obra maestra que lo consagre definitivamente y lo siente en la mesa de los más grossos de la historieta argentina actual. Si todavía no lo descubriste, agrandá tu combo y sumalo a tu lista de autores mega-promisiorios a los que conviene seguir muy de cerca.
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Published on July 01, 2011 17:02
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Andrés Accorsi
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