Andrés Accorsi's Blog, page 264
April 22, 2011
22/ 04: LA MARQUE DU PECHE Vol.2

Ay, qué mala leche! Justo se viene a fundir la editorial que publicaba esta saga cuando faltaba un tomo para el final. Carlos Trillo pensó La Marque du Peché como una serie de tres álbumes y sólo llegaron a publicarse dos. Lo cual es una triple cagada: primero y principal, porque la historia quedó trunca; segundo porque estábamos frente al mejor trabajo de la larga trayectoria de Horacio Domingues, el dibujante que acompañó a Trillo en esta epopeya; y tercero, porque el segundo tomo me gustó mucho más que el primero, lo cual me permite suponer que un tercero podría ser aún mejor.
Y dicho esto, vamos a relativizar uno de los tres puntos, el de "la historia quedó trunca". Sí, hay un tercer guión que quedará inédito. Pero el final del segundo tomo es eso: un final. Un final triste, desgarrador, sombrío. Pero un final al fin. No termina con la heroína colgada de un peñasco mientras de abajo la tirotean 50 monos, ni con un cartelito que dice "continuará". O sea que, si asumimos que los buenos también pierden, o que no todas las historias de amor terminan con el chico y la chica abrazados, La Marque du Peché se puede llegar a digerir como una serie de dos tomos en la que quedan un par de cabos sueltos. Por otro lado, el guión de este segundo tomo es tan intenso, que acá sucede lo que normalmente sucede en dos tomos de cualquier serie pensada para el mercado francés. No sé si Trillo lo pensó así de movida, o si originalmente eran cuatro tomos y le dijeron "acomodá todo en tres", pero lo cierto es que en estas 48 páginas pasan muchísimas cosas y todas las puntas esbozadas en la primera parte avanzan a full.
Como esto no terminó de editarse en Francia, las chances de que se edite en otro país (por ejemplo, este) son tan pequeñas como las de Lilita Carrió en las elecciones. Lo cual es decididamente choto, porque estamos ante una historieta que transcurre en Buenos Aires, en la época de Rosas. Este es el marco elegido por Trillo para la tormentosa historia de amor entre Angustias, la rica hacendada porteña, y Thomas, el dibujante y caricaturista francés, que llega al Río de la Plata huyendo de la intolerancia dictatorial de Luis Napoleón III y se encuentra con una intolerancia dictatorial un poquito menos civilizada que la de Francia. En el medio tenemos a los indios, a un relojero loco que fabrica réplicas mecánicas de los seres humanos y a un clásico de Trillo: el hermano de la heroína (en este caso Don Leandro Terrero) en el rol del villano más desalmado, lujurioso y perverso que te puedas imaginar.
De a poco, la corrupción, la violencia y la muerte van tiñendo a la historia de rojo sangre y el amor no se va al descenso, pero queda en zona de promoción. Probablemente en el tomo inédito se produjera el reencuentro entre Thomas y Angustias, pero en esta segunda parte, ganan por escándalo la tragedia, las humillaciones, las violaciones y los asesinatos, entre ellos el del villano más heavy. Las desgracias que se abaten sobre la pobre Angustias (y su amiga Ayelén) te parten el alma y en un punto querés que los indios se la morfen al spiedo, para que no sufra más.
Lo que sólo causa infinito placer es el dibujo de Horacio Domingues, que trabaja todo con unas texturas sutiles y de gran belleza. Todo el tiempo se ve el lápiz del maestro, sin entintar, realzado por un color impresionante y totalmente funcional a los climas que propone el guión. Domingues la rompe en las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los personajes, sorprende en la recreación de la Buenos Aires de aquella época y le suma dramatismo y desesperación a la trama con esas tormentas que no dejan de azotar los cielos y que tienen casi tanto protagonismo como algunos personajes. Por suerte, acá tiene la posibilidad de dibujar menos cuadros por página que en Boggart (rara vez pasa de los 7) y Domingues aprovecha para lucirse, para que se vea y se disfrute a full esta evolución en su estilo, ya no tan cercano al de Carlos Meglia, con algunas cositas de Bobillo y de Mandrafina, pero con una gran impronta personal.
Autores argentinos, ambientación argentina, problemática argentina y una crisis europea que se encargó de que nunca podamos leer el final que Trillo y Domingues imaginaron para La Marque du Peché. Un bajón. Y más cuando los dos tomos que existen están buenísimos.
Published on April 22, 2011 10:23
April 21, 2011
21/ 04: KICKBACK

Y un día el maestro David Lloyd se largó a escribir sus propios guiones. El resultado es este policial intenso, bien pensado y muy bien resuelto.
Kickback es la clásica historia de guerra entre carteles de narcos, con una policía casi tan turbia como los delincuentes metida en el medio. ¿Qué hace que no sea apenas una versión en historieta de esas típicas películas yankis de crimen urbano con Ray Liotta o Tom Berenger, que jamás se estrenan en los cines? La verdad, no mucho. Lo más interesante, lo que más complejidad le aporta a una trama en principio medio obvia, es el mambo psicológico de Joe Canelli, el cana protagónico, que arrastra un tema traumático desde su niñez. Esos momentos heavies de su infancia lo perturban, lo atormentan en unos sueños que al principio parecen crípticos, pero a los que después el guión se encarga de darles sentido y hasta peso propio en la trama. Como todo macho recio, no es mucho más lo que muestra Canelli en materia de personalidad, pero lo bueno es que no se va de la última página como empezó en la primera. Los mejores diálogos no se los lleva Canelli, sino su abuelo, un viejito hecho mierda con muchísima onda, que se roba la historia cada vez que aparece.
No se puede contar mucho del guión sin hacer evidente lo que Lloyd quiere que descubramos a lo largo de la novela. No sé si eso habla bien o mal del guión, pero es así. Podemos decir, sí, que no está estirado, que tiene algunos jueguitos muy ingeniosos de interacción entre texto e imagen (esperables en un tipo que dibujó guiones de Alan Moore, por supuesto) y que, como todo buen dibujante, Lloyd sabe cuándo "callarse la boca" y dejar que el dibujo se haga cargo de llevar adelante la narración. O sea que, como obra de un tipo que no suele escribir sino sólo dibujar, está muy bien.
A nivel dibujo, Lloyd no se guarda absolutamente nada y demuestra, una vez más, ser el mejor alumno de Solano López. Acá, además de escribir él mismo, se colorea él mismo y pela –photoshop mediante- una amplísima gama de recursos que no le habíamos visto nunca. Texturas, engamados, líneas que de pronto desaparecen porque les pega una luz, algunas fotos, tipografías, efectos expresionistas en los fondos… todo esto se combina sorprendentemente bien con el trazo siempre clásico y sobrio del dibujante de V for Vendetta. No faltan, quedate tranquilo, esas caras llenas de expresividad, ni esos claroscuros densos, inquietantes, que vimos por en ejemplo en The Horrorist (donde el maestro también se coloreó a sí mismo). Y por supuesto, con un guión escrito a su medida, su habitual virtuosismo como narrador gráfico queda tan, pero tan en evidencia, que por momentos es lo que más llama la atención.
No mucho más, realmente. Si te gusta el policial urbano, violento, realista, y no pretendés ninguna genialidad que le pegue un giro de 180 grados al género, acá te está esperando Kickback, dispuesto a ofrecerte un soborno irresistible: 96 páginas dibujadas por este inglés incombustible que no se cansa nunca de romperla.
Published on April 21, 2011 16:33
April 20, 2011
20/ 04: RAMBLA ARRIBA, RAMBLA ABAJO

Otro de los pecados imperdonables de este blog es estar muy cerca de los 500 días online sin haber dedicado nunca una reseña a Carlos Giménez, quien tal vez sea el mejor autor de la historia del comic español. Es casi imposible explicar desde cero la trascendencia de la obra de Giménez, su importancia, su amplitud, su evolución a través de las casi cinco décadas que abarca. En un mundo más justo, eso te lo enseñarían en la escuela primaria. En general, a Giménez se lo identifica mucho con sus historietas autobiográficas, pero estamos frente a un autor que descolló también en la ciencia-ficción, el western, el erotismo, el costumbrismo, el comic romántico y hasta en el comic político, con obras que pueden leerse como potentes manifiestos y crónicas punzantes de la transición democrática española.
A mitad de camino entre la veta política y la autobiografía se inscribe este trabajo de mediados de los ´80, una especie spin-off de Los Profesionales, que en vez de centrarse en la vida de Pablito (el alter ego de Giménez) en la agencia donde se gana la vida como dibujante de historietas, nos lleva a recorrer de su mano las alucinantes ramblas de Barcelona. Al igual que Los Profesionales, Rambla Arriba… está ambientada a principios de los ´60, con 25 años de dictadura de Francisco Franco ya sobre las espaldas de una España donde empezaban a surgir tímidamente algunos brotes de rebeldía.
Un poquito de eso, un poquito de slice of life de los dibujantes fuera del estudio y un intento de relato romántico que se va al carajo del modo más abrupto (y gracioso) que se te pueda ocurrir conforman algo así como la trama central de Rambla Arriba…. Que es central, pero no principal, porque Giménez, puesto a tratar de recrear el caos polifónico de las ramblas, se cuelga cada dos por tres en situaciones e historias periféricas, que a veces se resuelven en apenas una página. Ahí también reside buena parte del atractivo de esta novela sinuosa y extraña, que te deleita más cuanto más se va por las ramas. A veces entre una secuencia de Pablito y la siguiente pasan cinco o seis páginas en las que el dibujante desaparece y el protagonismo se reparte (o, fieles a la ideología de Giménez, se socializa) entre viejitos, putas, policías, borrachos, perros, nenes, parejitas de novios, políticos, puesteros clandestinos… Cualquiera que ande por las ramblas (y si estuviste en Barcelona, sabés que TODO pasa por ahí) tiene sus cinco o seis viñetas de fama en esta historieta. La mejor de estas secuencias es –lejos- la del viejito que junta fuerzas para, por primera vez en su larga vida, pedir limosna a los transeúntes.
Por supuesto, con tantas interrupciones, la historia de Pablito avanza lento, como esas telenovelas de los ´90 que iban al corte cada cuatro escenas. El desarrollo de Pablito como personaje es poco: Giménez lo usa más de testigo de la época y el entorno que de reflejo de su propia vida, a diferencia del Carlines de Barrio, otra de sus sagas autobiográficas. De Pablito, tanto acá como en Los Profesionales, sabemos poco. Pero no falta la mano maestra de Giménez para componer y darle chapa a otros personajes, principalmente Marilyn y en menor medida Luz.
El dibujo del genio acá es tan perfecto como en todos sus trabajos de madurez, con ese claroscuro fuerte, esa línea versátil, esos fondos impresionantes… Todo es totalmente creíble: los trajes, los edificios, las expresiones faciales (que están exageradas para acentuar los momentos dramáticos o cómicos), hasta la forma de moverse de los personajes. Pero lo más notable de Rambla Arriba… es que Giménez encuentra la forma de meterle a un comic autobiográfico-sociopolítico la pata que le faltaba a Barrio y a Paracuellos: la experimentación, el vuelo, el riesgo a la hora de planificar la página. Olvidate de las tiritas de cuadros casi idénticos de Paracuellos, por ejemplo. Acá la grilla cambia todo el tiempo, los marcos de las viñetas muchas veces desaparecen (como en las anti-epopeyas urbanas de Will Eisner, con el que tanto se ha comparado a Giménez), hay secuencias mudas, secuencias "a oscuras", secuencias con cámara fija, tipo obra de teatro, el jueguito de las palomas en las últimas páginas… un montón de ideas narrativas desplegadas con generosidad y solvencia por un autor especialmente dotado para contarnos la vida y la obra, no de los héroes, sino de la gente común, o más todavía, de los pueblos.
Tengo más libros de Carlos Giménez sin leer (se consiguen a muy buen precio en la comiquería de mi barrio), así que prometo volver pronto a visitarlo, en Barcelona, en Madrid, o donde él lo disponga.
Published on April 20, 2011 14:59
April 19, 2011
19/ 04: CAPTAIN AMERICA: WAR & REMEMBRANCE

Ahora que me bajé del tren de la serie actual, me dediqué a indagar en la larga historia del Capi América en busca de alguna etapa o saga grossa, que valiera la pena leer. Encontré dos: por un lado estos nueve números de 1979-80 y por el otro, la etapa de J.M. DeMatteis, que abarca (con varias interrupciones) los números 261 al 300 y que injustamente no está reeditada en libro.
Pero vamos a lo de Roger Stern y John Byrne, que es lo que se puede conseguir casi sin dificultad. Estos numeritos del Capi (247 al 255) no son exactamente majestuosos. Son buenos comics de superhéroes de hace 30 años. Tienen una chapa descomunal simplemente porque entre que Steve Englehart deja al Capi (allá por 1975) y que Stern y Byrne llegan al rescate, la serie es un bofe sin pies ni cabeza, como tantas otras series de la Verdul Age que no se entendía por qué se publicaban ni mucho menos por qué se vendían. Y sí, me juego: la etapa de Jack Kirby forma parte del bofe sin pies ni cabeza. Listo, lo dije.
Stern y Byrne apagan el incendio con solvencia, con clase, como cuando Caruso Lombardi vino a Racing a salvarnos del descenso y nos dejó quintos en la tabla. Los tres primeros números, además de dos villanos obvios tienen un villano encubierto que manipula toda la situación, y un par de pinceladas muy interesantes que definen la relación del Capi con Nick Fury en particular y con SHIELD en general. También desde el arranque está la sana intención de darle bola a Steve Rogers por afuera de su identidad heroica y de rodearlo de un elenco de secundarios atractivo. En tres números, vimos mucho más de lo que habían hecho todos los guionistas post-Englehart.
Después hay que destacar dos saguitas de dos episodios: la de Mr. Hyde y Batroc, repleta de machaca, sirve para entender que una cosa es ser villano y otra ser un genocida hijo de puta. Y la del Baron Blood en Inglaterra logra, por un lado, recrear la mística de los Invaders y, por el otro, mostrarnos algo que en 1980 no era frecuente: el Capitán América, héroe de héroes y símbolo patrio inmaculado, a veces también mata. Okey, mata a un vampiro totalmente sacado, más maligno que Rodríguez Larreta. Pero lo mata de verdad, como unos años después Superman mataría a los genocidas de la Zona Fantasma en esa saga que forzaría la partida de Byrne de la serie.
Pero por ahí lo más celebrado de esta etapa sean los unitarios. El que cierra el libro es un festejo de los 40 años del personaje y los autores lo aprovechan para pasar el limpio el origen del Capi, desarrollar algunos puntos y barrer bajo la alfombra otros que tienen que ver con la niñez, la juventud y el experimento que le cambió la vida a Rogers. Esta es, en una palabra, la primera aparición del origen moderno del Capi. Y además, como a Byrne lo dejan entintar sus propios lápices, es -lejos- el episodio de mayor atractivo visual. El otro unitario se hizo para celebrar los 250 números de la serie (que arrancó como Tales of Suspense) y tiene la consigna más ganchera de la historia: el Capi se postula para presidente de los EEUU. Obviamente sabés desde el primer momento que no, que se va a bajar de la candidatura (como tantos otros menos patriotas que él), pero lo grosso es eso, es esperar el momento y ver cómo, con qué discurso, bajando qué línea, el símbolo patrio le explica a las masas que lo suyo no es gobernar sino cagarse a trompadas con los villanos. Imaginate si se postulaba… Nos salvábamos de Reagan! Ah, no… cierto que esto es Marvel, no la realidad.. Perdón…
Me toca hablar del dibujo, pero creo que ni hace falta. Estamos hablando de comics de superhéroes dibujados por John Byrne en los ´80, o sea, está todo recontra-bien. Ni siquiera jode que lo entinte Joe Rubinstein, cuyo trazo tiene poco que ver con el del ídolo. El Byrne de esta época era un tsunami que se llevaba todo puesto, una máquina de laburar que generaba bocha de páginas por mes, con una calidad muy superior a la de la media de sus colegas. Byrne acá colaboraba con Stern en los guiones, o sea que es también responsable de que esta etapa –sin ser una gloria irrepetible- funcione como un relojito a la hora de combinar acción, emociones, desarrollo de personajes, revelaciones asombrosas y un ritmo atrapante, con espacio incluso para tirar temas importantes y dejarte pensando. Un clásico con aguante, de una época en la que leer mainstream era más riesgoso que engancharse hoy con un manga de Ivrea.
Published on April 19, 2011 16:45
April 18, 2011
18/ 04: TEKKON KINKREET

¿Será Taiyo o Taiyou? ¿Se escribirá todo junto (Tekkonkinkreet) o separado, como lo escribí yo en el título? No es lo importante, no? Lo importante es que, a principios de los ´90, el sensei Matsumoto nos regaló uno de los mejores mangas de todos los tiempos, más allá de los géneros (se supone que es un seinen), de las décadas y de los países.
Tekkon Kinkreet (a veces publicada también como Black & White) quiere ser un canto a la vida, pero con un cantante tan horrendamente desafinado que lo echarían hasta de las bandas punk más extremas. Es una ficción, está clarísimo, pero también quiere hablar de la realidad. Es un drama –eso tampoco lo vamos a discutir- pero tiene momentos muy, muy cómicos. Y para ser una novela gráfica que habla básicamente de sentimientos, tiene unos niveles de violencia y una cantidad de escenas de machaca absolutamente estremecedores.
Pero es todo raro. El barrio de Takara-Cho es muy raro, los chicos protagonistas también, los villanos ni hablar. Hasta el freak de Go-Go Monster (por ahí no te acordás, pero la reseñamos el año pasado) era más normal que los personajes de Tekkon Kinkreet. Un elenco tan extraño, que no tiene una sóla mujer. Pero ni una, eh? Ni siquiera en un rol secundario. Está la esposa de uno de los yakuza, pero casi ni habla y su peso en la trama es ínfimo. No llega a ser un personaje, es una cosa que está ahí. Y entre los varones, hay para todos los gustos y Matsumoto se calienta por darle personalidades atractivas y por hacer crecer con el correr de las (infinitas) páginas a no menos de seis o siete personajes muy distintos.
Todos hermanados por una vida de mierda, claro, porque Tekkon Kinkreet es un comic de marginados, de policías, mafiosos y chicos de la calle enredados en una trama sórdida, violenta, totalmente por afuera de los roles que normalmente juegan estos actores en la sociedad. Es loquísimo ver a un pibe de 10 años matando gente a fierrazos en la nuca, pero ¿cuánto más cuerdo es ver a los canas secuestrar a un chico que agoniza en un hospital y retenerlo en una especie de falso jardín de infantes donde los propios canas son los maestros? A Matsumoto le divierte subvertir un poco todo. Hay algunos tramos en los que trata de ajustarse a las convenciones del típico manga de yakuzas: los tipos se hacen los duros, fuman habanos, hablan de copar territorios de los clanes rivales, desconfían de un probable buchón infiltrado, la cana fisgonea, hay pactos de honor por los cuales no se cagan a tiros de una… pero ni bien puede, estalla el descontrol: aparecen matones con superpoderes, o directamente aparecen los niños protagonistas, Shiro y Kuro, y los hacen crosta a patadas, botellazos y fierrazos.
Todo esto, magistralmente dibujado por un Matsumoto impresionante, lejos de los mangakas más revisitados, y cerca de autores como Moebius, José Muñoz, Didier Comés y Chabouté. Sus perspectivas urbanas medio chingadas, repletas de carteles luminosos y con esa línea casi esponjosa, recuerdan además a los comics sesentosos de Guy Peellaert influenciados por la psicodelia pop (Jodelle, Pravda la Survireuse) y en las escenas de acción se ve también el gusto de Matsumoto por el comic americano. La narrativa es trepidante, con páginas en las que saltamos entre cuatro o cinco escenas paralelas, y los dibujos que abren los distintos episodios son tan grossos que se te acalambran las retinas de tanto mirarlos.
Tekkon Kinkreet es un relato intenso, urgente, tremendo, de enorme profundidad, riquísimo para el análisis por su gran complejidad, un verdadero desafío para el lector en muchísimos aspectos. Está un toquecito estirado, un par de episodios podrían no estar y la obra se leería exactamente igual. Pero todo suma y contribuye a crear un manga definitivo, donde la pasión de un autor prendido fuego se nota en cada una de las viñetas. En gran medida gracias a la muy galardonada versión animada, hoy Shiro y Kuro son personajes muy conocidos entre los cultores del buen manga. Y a Matsumoto todavía no se lo venera demasiado, pero porque el tipo se esfuerza por crear obras cada vez más extremas, más crípticas y menos comerciales. Todo bien, mientras tengan el nivel de esta, o de Go-Go Monster.
Published on April 18, 2011 18:29
April 17, 2011
17/ 04: SHORTCOMINGS

Esto es brillante. No hay otra palabra para describirlo. Shortcomings es tan bueno, que ni dan ganas de reseñarla. Es una onda "leé esto, o condenate a vos mismo a no existir".
Shortcomings es una cátedra de guión. Una cátedra que deberían cursar todos esos cineastas con ínfulas de hacer "cine de autor", pero con cinco pesos para filmar. Si estás condenado a las historias realistas y urbanas porque no tenés presupuesto para hacer explotar autos, vení a visitar al maestro Adrian Tomine, que en un poco más de 100 páginas te explica todo. Cómo se arman los personajes, cómo se entablan y desarrollan los conflictos, qué partes no aportan nada a la trama y –por ende- conviene obviar mediante la elipsis, dónde y cuándo darle dramatismo a algo que si fuera todo el tiempo dramático se haría insostenible, y sobre todo, cómo generar diálogos creíbles y atractivos, que se carguen al hombro la responsabilidad de llevar adelante la historia, ya que –como en la vida misma- casi no hay margen para la acción física.
En esta novela gráfica, todo gira en torno a Ben Tanaka y su no muy satisfactoria relación con su novia, Miko Hayashi. La primera parte se centra en eso: en las tensiones que hacen que el futuro de esta pareja sea menos promisorio que el del PJ Federal. La segunda parte gana muchísimo en interés, en parte por la distancia entre Ben y Miko (que permite la entrada en escena de otras chicas) y sobre todo porque gana mucho protagonismo Alice Kim, la amiga gay de Ben, que es –lejos- el personaje con más onda de la novela. Y en el tercio final, el elenco protagónico vuelve a reunirse, pero en una situación totalmente distinta a la del principio y –mirá qué innovación vanguardista- todo se resuelve. No como te lo imaginás, para nada, pero todo se resuelve. Y todo cierra, todo suena absolutamente real, verosímil, coherente.
Shortcomings tiene un montón de ingredientes de nuestra vida sentimental real: amores y desamores, inseguridades, conflictos por boludeces, canchereadas que salen mal, traiciones misérrimas, lealtades más allá de todo, momentos en los que te sentís capaz de hacer cualquier cosa por esa mina, momentos en los que no te importa en lo más mínimo, momentos en los que tirás el orgullo a la mierda con tal de acceder a la cama indicada, los amigos que aconsejan, los fantasmas de los y las ex que complican las cosas… El maestro Tomine, con esa carita de nerd que se casó con la primera mina que le dio bola en su vida, demuestra (una vez más) tenerla muuuuy clara en este tema de las relaciones de pareja, y recorre este laberinto con onda, con certeros dardos de mala leche y con su habitual mirada desapasionada, distante, como si nos contara un documental sobre la migración de las aves marinas del archipiélago de la Polinesia. El tipo ama a estos personajes, pero no tiene problemas en hacerlos quedar como unos imbéciles, o como unos turros, o como unos inmaduros que no saben qué carajo quieren hacer con sus vidas. Tal vez ese sea su más notable acierto.
El dibujo de Tomine no evolucionó demasiado desde aquellos primeros trabajos en los albores de los ´90. En ese entonces ya era asombroso y hoy todavía sorprende por su realismo pero además por su capacidad de síntesis de dibujar un mundo real en el que no sobra información, ni detalle, ni nada. Tomine es como un Daniel Clowes sin el factor freak, o como un David Lapham sin violencia ni estridencia. Un virtuoso de inmensa categoría para construir secuencias (casi todas de gente que habla) tensas, ajustadas, con muchas viñetas por página (nunca menos de siete), chiquitas y a veces reiterativas, como las vidas que nos quiere mostrar. Tomine también cuida muchísimo el equilibrio entre masas negras y espacios blancos, elige con gran criterio dónde meter los tramados y cada tanto deslumbra con la aparición de detalles (en la ropa, en los muebles, en las calles) que sólo un ojo muy perspicaz puede pescar y sólo una mano muy diestra puede transmitir al papel.
Sin persecuciones, ni piñas, ni explosiones, casi sin gritos y con apenas un garchecito muy light, también se puede crear obras maestras del Noveno Arte. Cuando la sabés mirar como la mira Tomine, la vida cotidiana de la gente real también puede ser un terreno sumamente fértil para cultivar grandes historias, con personajes memorables y hasta con espacio para hablar (medio en serio y medio en joda) de algunos de los temas importantes en la sociedad actual. La frase de cierre tiene que ser la misma con la que empecé: posta, esto es brillante.
Published on April 17, 2011 08:36
April 16, 2011
16/04: AMAZING SPIDER-MAN Vol.7

Aguanté todo lo que pude para leer el final de la etapa de J.M. Straczynski y John Romita Jr. en Amazing. Pero estaba todo demasiado interesante como para seguir aguantando. En este tomo (el séptimo de la numeración original) todo concluye al fin, nada puede escapar. De hecho si (como yo) dejás de leer Spider-Man en este número 508, está todo bien, no queda ni un solo plot colgado. O la podés seguir, también, pero te esperan (además del abominable brazuca Mike Deodato y sus impresentables esbirros) unos guiones que desvirtúan mucho de lo bueno que mostró Straczynski hasta acá. Entonces, por ahí es más sano leer el trabajo de la dupla JMS-JRJr como una obra integral, autoconclusiva, que dura siete TPBs y ya está. Lo otro no es exactamente otra serie, pero sí otro enfoque, otra onda y yo tengo serias sospechas de que no me va a gustar. ´Nuff said.
Pero ¿cómo viene el tramo final de esta "obra integral", de este bienvenido intento por hacer comic de autor en pleno mainstream? Muy entretenido. El tomo arranca con una saguita en dos partes que explora las consecuencias de algo muy grosso que pasó en el tomo anterior y fuerza a Spidey a sellar una alianza nada menos que con Loki. La trama se podría haber resuelto en menos páginas, pero el trabajo de caracterización que hace Straczynski con Loki es brillante, el contrapunto con Peter es exquisito y entonces nadie se queja si en vez de 22 páginas son 44. Le sigue un muy buen episodio autoconclusivo (con mucho y buen desarrollo para Mary Jane) y después sí, el gran final: los tres capítulos en los que nos terminamos de enterar quién es y de qué juega el enigmático Ezekiel.
Ezekiel, más que un personaje, es un recurso. Es la forma que inventa Straczynski para replantear, cuestionar, estudiar desde otra óptica algo que existe hace casi 50 años y que prácticamente nunca fue puesto en crisis: el "accidente" de Peter con la araña radioactiva. Detrás de esa bizarreada (ingenua, inverosímil, sólo entendible en un comic de 1962 que debía presentar a un personaje 100% nuevo en poquísimas páginas), Straczynski propone encontrar mucho más. Y el que termina por explicar todo ese "mucho más" (de modo mucho más original y menos geek que el que te estás imaginando) es Ezekiel. Pero cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía y detrás de este personaje aparentemente bueno pero sumamente misterioso, que tiene todo y se las sabe todas, es lógico que haya alguna matufia medio sórdida. Acá eso sale a la luz y vemos por qué Ezekiel lo fue a buscar a Peter y cuál es la verdadera relación entre este personaje y los poderes arácnidos de nuestro lanzarredes favorito. Las respuestas son impredecibles, pero sumamente coherentes, a tal punto que incluso sirven para explicar por qué en estos últimos años de Amazing casi no vimos desfilar a los villanos clásicos de la serie, sino que esta se pobló de amenazas que iban más para el lado de lo sobrenatural. Por supuesto, cuando la cosa se pone heavy, Peter cobra como en bolsa. Pero jamás lo vemos flaquear: su amor por su mujer y su tía, su sentido del humor (que el autor despliega en unos diálogos alucinantes) y su compromiso con su causa le dan el aguante que necesita para resistir lo imposible. Un ídolo.
Y hablando de ídolos, impresionante el trabajo de John Romita Jr. en esta serie. Secundado por buenos entintadores y un excelente colorista, el hijo 'e tigre se pone al hombro un comic con muy poca machaca, donde hay que matarse en cada viñeta en la que aparece New York (y son miles) y donde el desfile de personajes nuevos es incesante. Romita se compenetra totalmente con lo que Straczynski quiere contar, le sigue el juego, lo potencia en las secuencias más arriesgadas y termina por redondear una historieta que parece escrita y dibujada por una misma persona, lo cual en un comic tan mainstream como Spider-Man es una proeza jodida de verdad. En el último número que dibuja, Romita amaga con tomarse unas vacaciones y volver. Pero no vuelve nunca, y la serie nunca vuelve al nivel de estos años fundamentales. Straczynski se queda, pero empieza a acumular más penas que glorias, hasta que naufraga en los pantanos del oprobio con esa abyecta bajada de lienzos llamada One More Day, con la que finalmente tira la toalla y se va, no sólo de Spider-Man, sino también de Marvel.
Por suerte nos quedan estos siete TPBs, en los que la dupla probó de todo y todo le salió bien. Si alguna vez te pinta leer buenas historietas de Spidey, esto y lo de Paul Jenkins (previo a la serie que lanza junto a Humberto Ramos) probablemente sea lo mejor que le pasó al arácnido en la era post-Stan Lee.
Published on April 16, 2011 10:48
15/04: AMAZING SPIDER-MAN Vol.7

Aguanté todo lo que pude para leer el final de la etapa de J.M. Straczynski y John Romita Jr. en Amazing. Pero estaba todo demasiado interesante como para seguir aguantando. En este tomo (el séptimo de la numeración original) todo concluye al fin, nada puede escapar. De hecho si (como yo) dejás de leer Spider-Man en este número 508, está todo bien, no queda ni un solo plot colgado. O la podés seguir, también, pero te esperan (además del abominable brazuca Mike Deodato y sus impresentables esbirros) unos guiones que desvirtúan mucho de lo bueno que mostró Straczynski hasta acá. Entonces, por ahí es más sano leer el trabajo de la dupla JMS-JRJr como una obra integral, autoconclusiva, que dura siete TPBs y ya está. Lo otro no es exactamente otra serie, pero sí otro enfoque, otra onda y yo tengo serias sospechas de que no me va a gustar. ´Nuff said.
Pero ¿cómo viene el tramo final de esta "obra integral", de este bienvenido intento por hacer comic de autor en pleno mainstream? Muy entretenido. El tomo arranca con una saguita en dos partes que explora las consecuencias de algo muy grosso que pasó en el tomo anterior y fuerza a Spidey a sellar una alianza nada menos que con Loki. La trama se podría haber resuelto en menos páginas, pero el trabajo de caracterización que hace Straczynski con Loki es brillante, el contrapunto con Peter es exquisito y entonces nadie se queja si en vez de 22 páginas son 44. Le sigue un muy buen episodio autoconclusivo (con mucho y buen desarrollo para Mary Jane) y después sí, el gran final: los tres capítulos en los que nos terminamos de enterar quién es y de qué juega el enigmático Ezekiel.
Ezekiel, más que un personaje, es un recurso. Es la forma que inventa Straczynski para replantear, cuestionar, estudiar desde otra óptica algo que existe hace casi 50 años y que prácticamente nunca fue puesto en crisis: el "accidente" de Peter con la araña radioactiva. Detrás de esa bizarreada (ingenua, inverosímil, sólo entendible en un comic de 1962 que debía presentar a un personaje 100% nuevo en poquísimas páginas), Straczynski propone encontrar mucho más. Y el que termina por explicar todo ese "mucho más" (de modo mucho más original y menos geek que el que te estás imaginando) es Ezekiel. Pero cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía y detrás de este personaje aparentemente bueno pero sumamente misterioso, que tiene todo y se las sabe todas, es lógico que haya alguna matufia medio sórdida. Acá eso sale a la luz y vemos por qué Ezekiel lo fue a buscar a Peter y cuál es la verdadera relación entre este personaje y los poderes arácnidos de nuestro lanzarredes favorito. Las respuestas son impredecibles, pero sumamente coherentes, a tal punto que incluso sirven para explicar por qué en estos últimos años de Amazing casi no vimos desfilar a los villanos clásicos de la serie, sino que esta se pobló de amenazas que iban más para el lado de lo sobrenatural. Por supuesto, cuando la cosa se pone heavy, Peter cobra como en bolsa. Pero jamás lo vemos flaquear: su amor por su mujer y su tía, su sentido del humor (que el autor despliega en unos diálogos alucinantes) y su compromiso con su causa le dan el aguante que necesita para resistir lo imposible. Un ídolo.
Y hablando de ídolos, impresionante el trabajo de John Romita Jr. en esta serie. Secundado por buenos entintadores y un excelente colorista, el hijo 'e tigre se pone al hombro un comic con muy poca machaca, donde hay que matarse en cada viñeta en la que aparece New York (y son miles) y donde el desfile de personajes nuevos es incesante. Romita se compenetra totalmente con lo que Straczynski quiere contar, le sigue el juego, lo potencia en las secuencias más arriesgadas y termina por redondear una historieta que parece escrita y dibujada por una misma persona, lo cual en un comic tan mainstream como Spider-Man es una proeza jodida de verdad. En el último número que dibuja, Romita amaga con tomarse unas vacaciones y volver. Pero no vuelve nunca, y la serie nunca vuelve al nivel de estos años fundamentales. Straczynski se queda, pero empieza a acumular más penas que glorias, hasta que naufraga en los pantanos del oprobio con esa abyecta bajada de lienzos llamada One More Day, con la que finalmente tira la toalla y se va, no sólo de Spider-Man, sino también de Marvel.
Por suerte nos quedan estos siete TPBs, en los que la dupla probó de todo y todo le salió bien. Si alguna vez te pinta leer buenas historietas de Spidey, esto y lo de Paul Jenkins (previo a la serie que lanza junto a Humberto Ramos) probablemente sea lo mejor que le pasó al arácnido en la era post-Stan Lee.
Published on April 16, 2011 10:48
April 15, 2011
15/ 04: THE NIGHTMARE FACTORY

Mirá vos lo que son las cosas… Me acabo de enterar de que existe un escritor de literatura fantástica al que suelen comparar con H.P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Franz Kafka y nuestro Jorge Luis Borges. ¿No será mucho? Lo cierto es que cuatro de sus cuentos fueron convertidos en historietas (dos por el mítico coordinador y no tan mítico guionista Stuart Moore y dos por el ignoto Joe Harris) y publicados en un hermoso librito con majestuosa portada de Ashley Wood incluída.
¿Cómo caí acá sin ser fan de este escritor, a quien jamás había oído nombrar? Fácil, por los dibujantes. Cualquier cosa que tenga historietas de Coleen Doran, Ben Templesmith, Ted McKeever y Michael Gaydos, se lleva fácilmente mi dinero.
Vamos a los bifes: El primer cuento (The Last Feast of Arlequin) es un choreo inmundo a miles de cuentos de Lovecraft. Moore se zarpa con los bloques de texto y, si bien estos están muy bien escritos, la lectura de la historieta se hace (tal vez intencionalmente) más aburrida que inquietante. La trama está buena, pero –repito- si sos fan de Lovecraft ya la leíste 50 veces. El dibujo de Coleen Doran está muy logrado, lejos de su estilo más conocido, más realista (más parecido al de J.H. Williams) y más dark. Y con una puesta en página vibrante y ganchera, para remar el plomazo que por momentos resulta el guión.
El segundo cuento (Dream of a Mannikin) es un thriller psicológico. Tanto que los protagonistas son psicólogos. Está bien, es una linda incursión en el terreno de las obsesiones, las percepciones alteradas, la vulnerabilidad de la razón. De nuevo, Moore abusa un poco de los textos, no deja ni por un segundo que el dibujo se haga cargo de contar la historia. Y eso que contó con un Ben Templesmith realmente inspiradísimo. Olvidate de la salvajada al borde del mamarracho que el ídolo nos mostró en 30 Days of Night y sus secuelas: acá Templesmith, además de lucirse haciendo jueguito con el photoshop, dibuja con todo, despliega talento hasta en los fondos, que es lo que generalmente evita dibujar a toda costa. Pero el resultado es una muy buena historieta, llena de suspenso y emoción.
La tercera corre con el caballo del comisario: la dibuja Ted McKeever y eso la convierte automáticamente en una obra maestra. Está basada en el cuento Dr. Locrian´s Asylum y si bien el final es medio flojelli, hay que destacar la tensión que genera y lo escalofriante de lo que sucede. Acá, finalmente, Harris se anima a hacer lo que no hizo Moore: darle protagonismo al dibujo, dejar que –en varias secuencias- el texto pase a un segundo plano y que sea McKeever el que cuente la historia. Y bueno, así cualquiera. Obviamente, McKeever saca a relucir su chapa infinita y convierte a este cuento digno en una historieta del mega-carajo. Lo más notable es cómo la rompe con el color, sobre todo para los que somos muy fans de sus obras en blanco y negro. Estamos ante un artista tan completo como sublime, es así…
Y en la última historia (Teatro Grottesco) nos reencontramos con el amigo Michael Gaydos, a quien vimos hace poquito en Alias. Como Doran y Templesmith, Gaydos acá hace cosas que tienen poco que ver con sus trabajos más conocidos. En principio porque trabaja a color directo (en un estilo lleno de expresividad y sutileza, tipo Sean Phillips) pero además porque la narrativa no se parece en nada a la de Alias. Hay menos cuadros por página, no se repiten las imágenes, la variación en los planos es constante… Te imaginás a Alias dibujada así y se te derriten las… retinas de la emoción. El guión ayuda y mucho. Esta es la mejor de las cuatro historias, centrada en una intrincada conspiración que involucra al mundillo de los artistas y donde por primera vez se huele un cierto tufillo borgeano entre tanto achaco al querido Howard Phillip. Por suerte, el equilibrio entre texto e imagen está muy bien logrado y hasta hay excelentes diálogos (con certeras puñaladas de ironía y mala leche), cosa que en los otros cuentos o no había, o se perdieron en el traspaso a la historieta.
No sé si de acá me voy a buscar novelas y cuento de Thomas Ligotti. Supongo que no, pero en estas adaptaciones de sus cuentos encontré unas cuantas buenas ideas, la intención de homenajear o continuarles la línea a maestros que me ceban sobremanera, y todo eso sin mencionar la labor de cuatro bestias del dibujo, prendidas fuego y dispuestas a todo. No está nada mal.
Published on April 15, 2011 14:53
April 14, 2011
14/ 04: R.I.P. (Best of 1985-2004)

En general, cuando uno se topa con una historieta muda, o sin texto, la encara como un recreo, como una lectura light, como estuvieras toda una tarde viendo una peli atrás de otra y en el medio te meten un corto de la Pantera Rosa. A menos que te toque un recopilatorio de historias cortas del genio suizo Thomas Ott. Ahí estás en el horno.
Sin recurrir en lo más mínimo al lenguaje verbal, Ott se las ingenia para contar una tras otra un montón de historias cruentas, tremendas, desgarradoras, que dicen mucho más que miles de historietas repletas de diálogos y bloques de texto. Este libro reúne 19 historietas cortas, de entre una y 29 páginas, realizadas por Ott entre 1985 y 2004. Todas lo tienen al suizo en el doble rol de guionista y dibujante, excepto una, escrita por David B. (por si faltara algún lujo).
Por supuesto, lo primero que llama la atencíón al abrir el libro es el dibujo. Thomas Ott es un maestro inigualable en la técnica conocida como scratchboard, que consiste en generar las imágenes raspando con cutters, bisturíes o escalpelos sobre una plaqueta de cartón recubierta con tinta negra. O sea que la página de Ott, en su estado puro, es 100% negra y es la magia del autor la que hace aparecer los contornos, las texturas y esos detalles ultra-meticulosos, barrocos, que tanto le gustan a Salvador Sanz, por ejemplo. Una vez que se entiende la técnica, el trabajo terminado de Ott sorprende mucho más. El laburo que tiene cada viñeta es sencillamente estremecedor. Todas y cada una de ellas (incluso las de la historia del payaso, que está armada en una grilla de cuadros muy chiquitos) merecen ser enmarcadas y exhibidas en cualquier museo de arte contemporáneo, porque cada una es una obra maestra. Pero además, Ott las ensambla perfecto, en secuencias alucinantes que nos muestran a esos dibujazos jugando en función de un relato. El suizo no arriesga ni se hace el loco en la planificación de la página: siempre se maneja con grillas convencionales, aunque no repite siempre la misma. Pero en el interior de cada viñeta y en la interacción entre ellas, no esperes nada por debajo de la perfección.
Y bueno, si lográs digerir que todo lo que se ve en la página apareció gracias a que un demente la raspó durante horas con un bisturí, te están esperando 19 historietas de las cuales una sóla (la de México) carece por completo de un guión coherente. Las otras 18 son breves incursiones en el terreno de las pesadillas, de la mala onda, de la ficción de género clásica invadida y podrida por hongos tóxicos. Ott se juega al impacto, a la alucinación pasada de rosca, a la freakeada bizarra más allá de toda convención… pero también propone reflexionar, también intenta bajar línea. El relato más intenso, más al borde de la silla es también el más largo, The Millionairs. Pero a mí el que más me pegó, el que más me cerró y peor me dejó fue Goodbye!, el del tipo que intenta sucidarse sin éxito de varias maneras distintas. Cuando no se pierde en los laberintos del delirio, Ott toca temas jodidos: la guerra, el racismo, la paranoia, la obsesión extrema con la belleza… y además tiene la capacidad de plasmar esos temas con fuerza, pero también con una cierta ironía, con un retorcido sentido del humor que se le cuela en estas pantomimas oscuras y amenazantes.
Podría seguir hablando durante horas y horas de las maravillas que pela en este libro este genio del Noveno Arte, pero realmente me siento para el orto y quiero estar mejor para la presentación del libro, dentro de poquitas horas. Mañana espero estar menos medicado, menos baqueteado y más inspirado…
Published on April 14, 2011 11:59
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