Andrés Accorsi's Blog, page 163
March 2, 2014
02/ 03: MIEDO

La historieta nos sitúa en Febrero de 1981 y tiene muchísimas referencias a lo que hoy se conoce como el 23-F. El 23-F fue un intento de golpe de estado, ocurrido el 23 de Febrero de 1981, en el que una sublevación militar encabezada por el General Tejero, intentó derrocar al gobierno de Adolfo Suárez, el presidente encargado de conducir la transición democrática, un proceso que culminaría al año siguiente con las primeras elecciones libres en casi 50 años. El golpe fracasó en parte porque el rey de España respaldó al presidente Suárez y el episodio no pasó de un susto. Pero fueron días extraños en los que el miedo se hizo sentir en la gente común, porque parecía que la violencia (la herramienta política favorita de los fachos) volvía a instalarse en una sociedad que intentaba dejarla definitivamente en el pasado.
Por suerte, la intención de los guionistas de Miedo no es narrarnos estos sucesos, sino utilzarlos como marco, como contexto, para contarnos otra historia, salpicada por el clima político, pero mucho más chiquita, más humana. Los protagonistas son Adrián y Raúl, dos chicos de 11 o 12 años bastante outsiders, marginados y maltratados por el resto de sus compañeros, uno por ser gordo y el otro por tener una malformación en una pierna que le impide correr y hacer deportes. Trashorras y Muñoz juegan a reproducir dentro de la escuela la tensión, la opresión que significaba la amenaza de los fachos a nivel nacional. Y por ahí hacen una de más a la hora de caracterizar al profesor malo, facho, sádico, un personaje demasiado repulsivo, tanto que su accionar se vuelve muy predecible, sobre todo en el contrapunto con el profesor joven, copado y progre.
El resto de los personajes están muy bien logrados, sobre todo los dos protagonistas, que se nos presentan de modo muy profundo y muy real, como chicos muy sufridos y a la vez muy íntegros, muy comprometidos con los valores correctos. Con gran sutileza y ponderable ingenio, los guionistas nos invitan a pensar si los chicos aprendieron esa integridad y esos valores en sus casas o leyendo historietas y viendo las pelis de Star Wars. Los padres de Adrián y Raúl no tienen roles demasiado destacados, pero le sirven a los autores para mostrarnos (sin indagar muy a fondo) dónde se paraba la clase media laburante y dónde la clase media intelectual frente a la encrucijada política que significó el 23-F.
Tanto cuando la historieta coquetea con la crónica política como cuando se hace mucho más intimista y se concentra en las pequeñas vidas de los protagonistas, el dibujo de Javier Rodríguez (a quien ya nos cruzamos varias veces, ya sea como dibujante o como colorista) le suma solidez a la historia y verosimilitud a la ambientación. El dibujante cuida todos los detalles como para que nada haga ruido y todo se vea y se sienta como en 1981. Las pocas escenas en las que Rodríguez no se mata dibujando fondos son las que realmente quedaban mejor sin fondos, donde lo ideal era que los personajes nos transmitieran (a través de un lenguaje corporal y facial perfectamente plasmado) las sensaciones que querían expresar los autores. Los fondos, la expresividad de los personajes y la claridad de la narrativa (casi siempre apoyada en la infalible grilla de nueve viñetas) son los puntos más fuertes de un excelente trabajo de Javier Rodríguez. El color (puesto por él mismo) no se parece casi nada al que despliega cuando trabaja para Marvel, porque el tipo de historia y la ambientación histórica elegida le piden –claramente- otra cosa. Igual está muy bien trabajado.
Miedo (de 2003) no es una historieta fundamental, pero está muy bien para tener algo más de estos notables (aunque no tan difundidos) autores españoles y para estudiar cómo se puede combinar una historia dramática, con mucho costumbrismo, centrada en personajes muy humanos y muy creíbles, con un contexto histórico bien investigado y bien reproducido, al que los españoles aún tienen muy presente porque fue clave para la recuperación de su democracia.
Published on March 02, 2014 09:11
March 1, 2014
01/ 03: DAREDEVIL Vol.3

Arrancamos con una trilogía en la que Mark Waid amaga con cerrar de una vez y para siempre el plot del Omega Drive, que arrastra desde el inicio de su etapa. Para eso, Daredevil arma team-up con el Punisher y, ya que estamos, con Spider-Man. Waid co-escribe el episodio de Avenging Spider-Man (la serie que lanzó y luego abandonó el impresentable Joe Madureira) con Greg Rucka, quien en ese momento tenía a su cargo la serie de Punisher. Son tres episodios muy dinámicos, donde se boludea poco y donde se nota que los dos guionistas conocen muy bien a los tres personajes. El problema es que el plot NO se resuelve y la historia termina en el mismo lugar donde se inició. O sea que es un engaña-pichanga sólo redimible por unos cuantos buenos diálogos.
El siguiente episodio es un unitario exquisito, en el que un Waid afiladísimo nos lleva a los tiempos en los que Matt Murdock y Foggy Nelson estudiaban en la facultad de derecho. Acá no vuela una sola trompada y Daredevil aparece en un sola viñeta, pero el guión, la caracterización y los diálogos son brillantes. Luego tenemos un unitario más, un poquito estirado, pero en el que finalmente se resuelve de un modo muy ingenioso el plot del Omega Drive.
Y para cerrar, una saguita de dos episodios bastante floja. En 40 páginas ambientadas en Latveria (en las que ni siquiera aparece el Dr. Doom) vemos que a Daredevil lo capturan, lo torturan y al final lo rescatan los Avengers. Punto. En el medio el héroe demuestra integridad y aguante, pero la historia avanza poco, a los tumbos y con peripecias menores e innecesarias. No es un desastre, pero no está ni cerca de lo que se vio en los primeros tomos.
En cuanto a los dibujantes, el arco con Spider-Man y Punisher está dibujado por Marco Cecchetto, un Juan Carlos Flicker muy prolijo, al que complementa muy bien el color de Matt Hollingsworth, y que –si bien no dibuja ni en pedo un fondo, ni un arma, ni un auto- le pone bastante onda a los cuerpos en movimiento. No así a las caras, que son muy limitadas, con escasísimas expresiones. Y en el unitario en el que Waid resuelve lo del Omega Drive, tenemos a un verdulero llamado Khoi Pham que –pobrecito- no puede publicar ni en el fanzine más croto del universo.
Los tres episodios restantes están a cargo de quien será el dibujante titular de esta serie de acá en más: el maestro Chris Samnee (lo vimos hace poquito en un tomo de Thor). El trabajo de Samnee se ve muy bien, siempre con una narativa hipnótica y arriesgada y con la influencia fuerte de dibujantes que a mí me encantan, como Ty Templeton, Alex Toth, David Mazzucchelli y por momentos alguna cosita de John Romita Jr. o de Cliff Chiang. En estas páginas está toda la onda y toda la emoción que no se ve en las páginas de Cecchetto ni mucho menos en las de Pham.
A pesar de este pequeño traspié, le sigo teniendo fe al DD de Waid. Desde que lo redefinió Frank Miller hasta que llegó Waid, Daredevil fue una especie de hincha de Independiente, amargo, sufrido, siempre al borde del abismo, acostumbrado a recibir por todos lados una amplia gama de sopapos, corchazos y puñaladas traperas. Obviamente sin esa vuelta que le dio Mlller, DD no llegaba nunca a cumplir 20 años de publicación. Pero 30 años al filo de la oscuridad eran muchos y me parece que el principal acierto de Waid fue ese: resignó la faceta religiosa del personaje, pero esto le permitió terminar con esa onda de “Todo bien, cáguenme a trompadas, que yo estoy acá para sufrir y sacrificarme por todos ustedes”, que ya era bastante insostenible.
Tengo otro tomo ahí en el pilón (creo que todo dibujado por Samnee), así que voy por más. Ojalá me reencuentre con el mismo nivel de los primeros episodios.
Published on March 01, 2014 08:18
February 28, 2014
28/ 02: MACANUDO Vol.10

Quiero destacar que me reí bastante. Hay como... cinco o seis tiras que me hicieron reir en serio, no una sonrisita, ni un “ja” medio contenido. La del pagadiós, o la de las precuelas de libros famosos son tiras que me llegaron con mucha fuerza, que me impactaron con su gran comicidad. Está claro que Liniers no sale a buscar la carcajada, sino la complicidad del lector, la predisposición de este (o esta) a pasear junto con el autor por distintos estados de ánimo, distintos climas, donde en general prima una atmósfera de reflexión y de buena onda, de invitación a sentirnos bien, a reencontrarnos con valores copados, con cosas lindas de la infancia, o simplemente a encontrarnos con situaciones absurdas o descolgadas. Por ese camino laberíntico, sinuoso, también se llega (de vez en cuando) a la risa.
En este tomo doble, el elenco clásico de Macanudo se refuerza con incorporaciones como Nuevos Refranes, Benito el Nihilista, Pambo Dice Cosas, El Escritor de Cartas y la que menos me cerró: Estos Locos, Locos Políticos, una serie de tiras muy bien dibujadas, en las que Liniers regurgita todos los clichés del típico discurso de la anti-política. Yo no digo que los políticos se merezcan la canonización, por el contrario, me parece muy sano señalar los delitos que cometen, su doble discurso, etc. Pero puestos a señalar, prefiero que se señale con nombre y apellido a los que EFECTIVAMENTE mienten, chorean y se cagan en la gente, que por suerte no son todos. Con chistes como estos, en los que se bardea a los políticos en general, se le da sustento al malintencionado chamuyo de que TODOS son chorros, garcas, etc., y la verdad que eso no suma en lo más mínimo.
Liniers también recopila muy lindas anécdotas de la vida real protagonizadas por sus hijas y republica cinco tiras de los ´90, de antes de que empezara a publicar Bonjour en Página/12 (yo las tengo en un fanzine, en blanco y negro), donde vemos un estilo de dibujo muy, muy distinto al actual. La recopilación termina justo cuando Macanudo festeja sus 10 años de publicación en la contratapa de La Nación, y se complementa con las tiras “apócrifas”, entre las que hay muy, muy poquito para rescatar: la de Juan Sáenz Valiente, el dibujo de la de Marcela Trujillo, y el resto... para atrás.
Y como siempre, lo más destacable de cada libro de Macanudo es la infrecuente calidad del dibujo, muy por encima de lo que se ve normalmente en las tiras diarias no sólo de nuestro país. Es muy obvio que Liniers ama dibujar, que le pone el alma a cada trazo, a cada pincelada, y que se mata para sorprender incluso al lector que lo sigue hace más de 10 años con el armado de la tira, con el montaje de las viñetas y –obviamente- con los contenidos.
Sigo a la espera de una novela gráfica de Liniers que rompa todo y le cierre el orto a todos los que lo critican. Mientras tanto, Macanudo sigue vigente como un patio de juegos donde pasar un buen rato y dejarnos maravillar por la pasión, la imaginación y el laburo que le pone este animalito a cada tira, cosas que por supuesto se aprecian más en estos tomos recopilatorios que en las páginas del house organ de la oligarquía argentina.
Published on February 28, 2014 12:19
February 27, 2014
27/ 02: YOUNG ROMANCE

Entre muchas historias muy chatas y muy pelotudas, encontré un par realmente fuertes. “Her Tragic Love” es la historia de una mina enamorada de un tipo condenado a muerte por un crimen, y además del romance hay una situación muy tensa, en la que no sabés si Sam Ford es culpable o inocente hasta el final. “Fraulein Sweetheart” cuenta el romance a contramano entre una chica alemana, que fuera fanática del Führer, y un soldado yanki de los que ocupan la ciudad de Marburg una vez derrotado el Tercer Reich. Un tema espinoso, como el de la desigualdad entre las clases sociales, está muy bien abordado en “Shame”. La extensa “I Want Your Man!” (14 páginas con texto como para 48) le da una linda vuelta de tuerca al viejo tema de “dos minitas compiten por un chongo”. Y la otra que me sorprendió fue “Lovesick!”, con un giro argumental infrecuente, que deja muy mal parado al protagonista, mientras que casi siempre las que se mandan cagadas grossas (y a veces aprenden la lección) son las chicas.
El principal problema, del que no zafa ninguna historia, es que Simon narraba en pocas páginas historias bastante complejas. Y como Kirby nunca metía más de siete cuadros por página, hay páginas realmente repletas de texto, donde entre globos y bloques se morfan más del 60% de las viñetas. Los diálogos son blanditos, muy reiterativos, y los bloques ahondan en lo que el dibujo no muestra, básicamente en lo que las minitas (que casi siempre narran en off) piensan y sienten. Rápidamente te cae la ficha de que si no leés los bloques de texto, las historietas también se entienden y hasta se disfrutan un poquito más.
Con estas restricciones, más las que se suman a partir de 1954 cuando el Comics Code Authority achica las márgenes de lo que se puede mostrar en una historieta, está todo dado para que la mayoría de los relatos, leídos hoy, resulten un embole, soso, obvio y con menos onda que Inés Pertiné. Por suerte, alguito se puede rescatar, sobre todo comparado con lo que vimos en el Showcase de Young Love, donde no había ni en pedo argumentos tan interesantes como esos cinco que –en distinto grado- me gustaron.
El dibujo del Rey está a años luz de los trabajos con los que redefinió el comic-book en los ´60. Arranca muy pegado a su estética “cuarentosa” (esa derivada de Milton Caniff y Alex Raymond, pero sin el virtuosismo de ninguno de los dos) y de a poco evoluciona hacia el Kirby más identificable, aunque –por supuesto- le falta el power, la intensidad, la emoción de sus comics en los que chabones musculosos con poderes se cagan a trompadas. Alguna vez yo dije que un comic de Kirby sin machaca es como un clásico sin goles, un boliche sin minas, un kiosco sin alfajores... y lo sostengo. Acá suelen estar muy buenos los dibujos más grandes, los que el Rey se mandaba (no siempre) a modo de splash page; y después, en el “viñeta a viñeta”, hay lindas composiciones, pero no genialidades. Quizás debido a que el texto (no el dibujo) llevaba adelante los relatos, y porque al haber tanta cantidad de letras por cuadro, el ídolo casi no tenía lugar para dibujar.
En fin, si te interesa conocer cómo nace la historieta romántica, o querés ver qué hacía Kirby antes de irse a DC a crear a los Challengers of the Unknown y esas historietas bizarras que vimos el 29/05/12, este libro está muy bien. Si no, la verdad que no se justifica el esfuerzo.
Published on February 27, 2014 17:28
February 26, 2014
26/ 02: TITEUF Vol.12

Como aquel álbum de El Pequeño Spirou que vimos el 16/09/13, este tiene, además de un montón de planchas autoconclusivas, una historieta “larga”, de cuatro páginas, titulada “La Edad del Pavo”. Acostumbrado a hacer humor en base al contraste entre los chicos y los adultos, Zep se mete ahora con los adolescentes. Titeuf debe convivir varios días con un chico que está en plena edad del pavo y descubre que la adolescencia, esa que le espera en no muchos años, “no mola”. Todo esto a través de una sucesión de gags muy cómicos, donde el suizo revela un agudo sentido de la observación.
En las historietas de una sola página lo que más llama la atención es cómo Zep no adopta nunca una grilla standard. Tiene páginas de cuatro tiras (con 11 ó 12 viñetas), páginas armadas con la clásica grilla de nueve cuadros, páginas con CINCO tiras de dos o tres cuadros, páginas de ocho viñetas idénticas entre sí, y mucho criterio para decidir qué chistes se pueden contar sin recurrir a los marquitos de las viñetas. Las variaciones en la grilla y las frecuentes desapariciones de los marcos de las viñetas (y los fondos) son apenas algunos de los muchos trucos narrativos que despliega Zep para controlar molecularmente el tempo de cada uno de estos mini-relatos y potenciar el efecto cómico de los mismos. Por supuesto, le sale MUY bien. Acá hay algunos chistes realmente muy graciosos, que sorprenden por el ingenio, por la mala leche o por el nivel de guarangada (bastante elevado, si pensamos que esta es una historieta pensada básicamente paar chicos).
En este tomo hay una especie saga, un tema que recorre varias planchas autoconclusivas, que tiene que ver con el papá de Titeuf, que de pronto se queda sin trabajo. Esto hace que el protagonista se empiece a cuestionar cosas que ya no tienen que ver con los pitos y las tetas, sino con el dinero, el laburo y la economía en general. Los adultos le explican estas cuestiones a Titeuf (obviamente a medias, porque suponen que no va a entender la explicación exhaustiva de cómo el capitalismo salvaje exprime y descarta a los trabajadores) y esto le genera al enano maldito toda otra serie de confusiones y malinterpretaciones, también muy cómicas, a pesar de que Zep está hablando de algo mucho más trágico que darle un beso de lengua a una chica o un chico que tienen mal aliento.
Por último, un parrafito mínimo para hablar del dibujo, que es espectacular. Dinámico, expresivo, redondito pero no “cute”, y respaldado por un trabajo sublime, lleno de sutilezas, a la hora de sumarle el color. Acá sí, se nota una evolución muy interesante respecto de los primeros tomos. Zep creció mucho como dibujante y si al principio era buenísimo, ahora ya es imbatible.
Se ve que en Argentina no le fue bien a Titeuf, porque la edición local nunca pasó del Vol.2. Como consuelo para el que no sabe francés, está la edición española, que no sé si pasó del Vol.12 pero es excelente.
Published on February 26, 2014 17:16
February 25, 2014
25/ 02: JOE THE BARBARIAN

El planteo de Grant Morrison es interesante: un pibe medio loser, medio solitario, que sufre diabetes, se descompensa por falta de glucosa y empieza a alucinar jodido, de modo que lo que en realidad es una recorrida por su casa, él lo vive como una odisea fantástica, en un mundo paralelo donde se convierte en un valiente guerrero. Hasta ahí, todo muy lindo. Ahora, ¿se puede sostener el interés del lector durante casi 200 páginas con esa consigna? Mi respuesta es No.
Como siempre, a Morrison le sobran ideas para que ese mundo alterantivo sea fascinante, con razas, culturas e historias muy atractivas, e incluso con una geografía extraña, que se presta muy bien para convertirse en escenario de peligrosas peripecias que nuestros héroes deberán sortear. También hay un muy buen trabajo en la caracterización de Joe, el chico protagonista, al que uno rápidamente siente que conoce desde siempre, y con el que es casi imposible no encariñarse. Pero nada de esto nos logra distraer de lo más obvio: para que esto dure casi 200 páginas, el guionista estira groseramente con las ya mencionadas peripecias. Así es como la trama se escurre entre un montón de escenas “fuertes” en las que Joe y sus amigos (del mundo ficticio, porque en el real tiene menos amigos que Golgo 13) se enfrentan a villanos terribles, a ejércitos enteros, a piratas, a criaturas abisales, a inundaciones, caídas tremendas, explosiones... y de todo escapan virtualmente ilesos, a pesar de que Joe supuestamente se está muriendo por la falta de glucosa.
Tanto es el énfasis que le pone Morrison a la aventura a todo o nada en el mundo fantástico, que durante largos segmentos se olvida del mundo real, y el paralelismo entre realidad y alucinación (a priori muy rico para trazar un juego de espejos) queda tristemente desaprovechado. La machaca y la acción están buenas, pero se nota demasiado que todo hubiera funcionado mucho mejor en menos páginas, con una trama que fuera más al grano, que no permitiera que el conflicto se diluya tanto como se diluyó en esta obra. No te digo que daba para un unitario de 14 páginas de la Skorpio (aunque me la re-iimagino dibujada por Lito Fernández), ni para 10 paginitas en una antología de Vertigo. Pero ni a palos daba para ocho episodios de 22 páginas.
¿Por qué creo yo que Joe the Barbarian cosechó buenas críticas y hasta nominaciones a premios importantes? Por el dibujo de Sean Murphy. Si tenés un ratito, hacé click en la etiqueta de este autor y fijate qué elogios se llevó las veces anteriores en que me tocó reseñar obras suyas. ¿Ya está? Bueno, todo eso es una miseria, una palmadita en la espalda tenue, sin demasiado énfasis, comparado con lo que merece Murphy por su labor en este comic. Pocas veces vi a un dibujante tan comprometido con una historia, tan dispuesto a hacer todos los sacrificios del mundo con tal de que esta no naufrague. Acá, como nunca antes, Murphy deja la vida. La narrativa es perfecta, los fondos son fastuosos, los personajes son alucinantes, los efectos de iluminación, la aplicación de las tramas mecánicas, la integración de la referencia fotográfica, las expresiones faciales (incluso en las caras de bichos y criaturas totalmente atípicas), el lenguaje corporal... todo es increíble. Murphy trabaja pensando en blanco y negro (como su ídolo Jorge Zaffino, cuya influencia combina con la del mejor Chris Bachalo, Andy Kubert y –en algunos detallitos- Enrique Breccia) y se manda unas composiciones hipnóticas basadas en un claroscuro intenso, equilibradísimo. No debe ser fácil colorear estas páginas, pero claro, acá tenemos al maestro Dave Stewart, que no falla jamás y se encarga de potenciar aún más la belleza, la complejidad y la espectacularidad del dibujo de Murphy.
Seguramente este es un libro que entra, que fascina, que cautiva, desde lo visual. Cuando lo hojeas, te volvés loco. Y cuando lo leés, no te digo que puteás o que te aburrís, pero se nota demasiado la estirada, el hecho de que casi nada de lo que sucede es determinante para que la trama llegue a buen puerto. Joe the Barbarian tiene buenas ideas, personajes queribles y un dibujo de la hiper-concha de Dios. Aún así, como producto global, como obra integral, no arrima ni por asomo al podio de los trabajos más memorables de Grant Morrison. Sí lo pongo como pico insuperable en la carrera de Sean Murphy, que con este laburo se terminó de recontra-consagrar como un Número Uno indiscutido.
Published on February 25, 2014 13:48
February 24, 2014
24/ 02: OMETEPE

El libro reúne seis historias cortas (ninguna llega a las 20 páginas) ambientadas en Ometepe, una isla que está situada en medio de un gran lago de Nicaragua. Saracino nos presenta a Ometepe como una tierra fantástica, donde las historias cobran vida, donde gobierna la imaginación, así que me sorprendió descubrir que la isla existe en la realidad. Enseguida me convencí de que era un invento del guionista. Lo más parecido a un protagonista es un muchacho pelirrojo, al que los nativos apodan “Gringo Dingo”, y que es el hilo conductor de las dos historias más largas: la primera y la última. No sabemos mucho acerca de él, pero está claro que es un pibe soñador, enamoradizo, con bastante labia y mucha facilidad para imaginar historias. Una especie de alter ego de Saracino, aventuro yo, al que el autor no se calienta demasiado por desarrollar, porque prefiere usarlo para hacer avanzar historias compactas, en las que hay poco margen para el chamuyo. Repasemos uno a uno los seis relatos.
La primera historia sirve para ponernos en clima. Son nueve páginas con muy poco texto, en las que Saracino deja que el dibujo se haga cargo de llevar adelante una narración tranqui, mucho más de contemplación que de acción. Los escasos diálogos nos advierten que acá puede pasar cualquier cosa y que casi nada es lo que parece. La segunda historia es una remake de una que había aparecido hace... tres años, creo, tanto en La Murciélaga como en Comiqueando. En ambos casos el guión es el mismo y está desarrollado en la misma cantidad de páginas, sólo que cambia el armado de las páginas, la cantidad de viñetas y sobre todo el tratamiento del grafismo y del color. El guión es hermoso y muy redondito.
La tercera tiene un sutil filo malalechístico y tiene que ver con cierto clima de superstición y de oscurantismo que reina en la isla. También es un relato muy redondo, con un cierre perfecto. Lo mejor es que primero nos comemos el amague de que la protagonista va a ser Rebeca, después que va a ser Chico Largo, y finalmente no es ninguno de los dos. La cuarta es una explicación fantástica para algunas de las cosas que suceden en la isla, en la que Saracino despliega mucho vuelo y mucha imaginación, y me hizo acordar a los mejores momentos de Varua Rapa Nui, ese gran comic chileno del que pronto voy a leer el Vol.2. También en la sintonía de explicar el origen de Ometepe y su extraña geografía, la quinta es decididamente poética, aunque arranca para el lado de la epopeya, del mito.
Y en la sexta tenemos lo más parecido a un conflicto, a un cruce medio áspero, entre “Gringo Dingo” y Chico Largo, dos hombres fascinados por la belleza de una misma mujer. Claro que uno juega de local y tiene poderes místicos y el otro es un pichi que sólo sabe urdir historias y citar poetas. Uno intuye casi siempre cómo se puede resolver la trama, lo cual no le quita atractivo ni belleza.
El promedio de los guiones es muy alto pero, una vez más, a Saracino le falló el dibujante. Esta vez el elegido fue el español Javier De Isusi, que sin ser un desastre, no está al nivel de los guiones que entregó nuestro compatriota. La narrativa está buenísima y el tratamiento del color, con esas acuarelas que recuerdan todo el tiempo a Gipi y a Hugo Pratt, es alucinante. Donde le falta bastante a De Isusi es en el dibujo en sí, que se ve apresurado, desprolijo, no muy distinto al de muchos dibujantes del “palo indie” francés, que por subirse al carro de Joann Sfar han publicado verdaderos mamarrachos. Al dibujo de De Isusi le sobra expresividad, pero le falta solidez, una solidez que sí tenía en la primera versión de Flores en el Vientre, en la que se jugaba a un claroscuro fuerte, vibrante. Acá, nada que ver. La línea tiembla todo el tiempo y el color se esfuerza por salvarla, pero no lo logra.
Ojalá que la próxima obra de Saracino para el mercado europeo tenga esta misma calidad en los guiones y cuente con la complicidad de un dibujante un poco mejor. Estamos hablando de un guionista que colabora habitualmente con nombres de la talla de Quique Alcatena, Dante Ginevra y Gerardo Baró (entre otros) así que no es para nada improbable dar ese saltito cualitativo que le permita a Saracino aspirar a su obra maestra.
Published on February 24, 2014 13:13
February 23, 2014
23/ 02: GENIUS

Genius cuenta la historia de Ted Halker, un chico con una capacidad intelectual asombrosa, que se convierte en pocos años en un físico brillante, con una carrera sumamente promisoria en el campo teórico y de investigación. Pero ahora Ted ya pasó los 40 y hace muchos años que no se le ocurre una idea genial, de esas que cambian el juego y abren todo tipo de posibilidades. De a poco, su crédito entre la elite de los físicos se empieza a acabar, y ahora tiene un hijo adolescente, una nena que apunta a ser una nueva genia y una esposa que padece una enfermedad muy heavy, de esas que requieren MUCHA plata para pilotearla. Si no frota la lámpara pronto, si no saca de la galera alguna genialidad digna de Albert Einstein, Ted se va al descenso, arrastrando a toda su familia.
¿Nombré a Einstein? Mirá qué casualidad: el suegro de Ted, un oscuro policía militar jubilado y postrado hace años en una silla de ruedas, conoció a Einstein en los años ´30 y pasó muchas horas en compañía del seminal científico. Ted intentará por todos los medios sonsacarle a su suegro cierto secreto que una vez le reveló Einstein, convencido de que ahí está el génesis de la idea que le va a permitir recuperar su propio status de genio. No te quiero contar si lo logra o no, porque ahí está el principal atractivo de la novela: en los diálogos afiladísimos entre un Ted desesperado que quiere zafar con una idea ajena y un viejito mal llevado, turro hasta la tumba, que humilla permanentemente a su yerno y encanuta innecesariamente la data que le habilitó Einstein.
Además, hay hermosas secuencias de Ted con su hijo Aron, secuencias en las que Ted flashea que pasea y charla con Einstein y un montón de otras secuencias que ilustran uno de los ejes temáticos del libro: no es lo mismo el saber que la sabiduría. Ted es un monstruo de la física, capacitado para desarrollar cálculos y fórmulas de altísima complejidad, pero hay cosas de la vida diaria, de la relación cotidiana con la gente común, en las que se mueve como un completo inútil. Porque claro, le falta la otra pata, la de la sensibilidad, la picardía, la empatía, la de las cosas que no enseñan los libros.
Con estos elementos, Seagle arma un relato que fluye armónicamente a lo largo de 120 páginas, que nunca se hacen densas ni parsimoniosas, como sí sucedía con El Cuaderno Rojo. Genius tiene otro ritmo, al que no le faltan las pausas ni las escenas pachorras, pero al que le sobra una vitalidad que a El Cuaderno... no le sobraba para nada. El final, que podría haber sido un golpe bajo más maligno que Rodríguez Larreta, es realmente exquisito y nos muestra cómo Ted logra arañar un decoroso empate e incluso replantear su “vínculo” con el fantasma de Einstein, esa sombra inefable contra la que parecen medirse la chota todos los científicos que aparecen en la novela.
El dibujo de Kristiansen es austero, despojado, siempre en ese estilo cercano al de Egon Schiele, pero ya sin esas narices angulosas. Acá las caras están un poquito más redonditas, más “amables”, siempre dentro de una estética dominada por la síntesis. Y también –por qué no decirlo- por una cierta frialdad. El único personaje realmente expresivo, que deja ver sus emociones en su rostro y en la forma de moverse, es Francis, el octogenario suegro de Ted. Los fondos aparecen cuando no queda otra y apenas bocetados, mientras que por atrás de los personajes solemos ver colores y texturas muy elaborados. La narrativa es muy accesible, muy fluída, ayudada por el hecho de que no hay páginas de más de cinco cuadros. Kristiansen acierta también cuando, en las escenas en las que Ted “dialoga” con Einstein, hace desaparecer los bordes de las viñetas. El color también es austero y se basa en una paleta intencionalmente limitada, con engamados que dominan las distintas secuencias. El más logrado es uno en el que predomina el turquesa oscuro, en la escena en la que Ted y Francis pasean por el parque a la noche, donde Kristiansen pela unos trucos cromáticos dignos de Miguelanxo Prado en Trazo de Tiza.
Otra obra rara, sin piñas, ni persecuciones, ni garches, donde dos maestros muy cancheros en lo suyo nos meten en una trama muy real, en la que los diálogos y los silencios acentúan un dramatismo que los dibujos casi se esfuerzan por desenfatizar. Genius no es “un antes y un después” de nada y es probable que Seagle y Kristiansen pelen obras mejores que esta en un futuro cercano. Aún así, es papa muy fina, distinta, impredecible, sumamente recomendable.
Published on February 23, 2014 11:18
February 22, 2014
22/ 02: UN BUEN HOMBRE

Con esa idea, y con buenos dibujantes, el novelista y a veces guionista Javier Cosnava redondeó un libro que quiere ser profundo pero termina por ser un embole. Hay un hallazgo que me encanta: nunca vemos a los nazis en combate, ni torturando gente en el campo de concentración, y no aparece nunca Adolf Hitler (fuera de la hermosa portada de Daniel Acuña). Esto es algo así como “nazis de entrecasa”, algo que me parece que en el comic se exploró poco. Cosnava investigo, viajó, hizo entrevistas y recogió testimonios orales y fotográficos de ancianos que fueron jóvenes en 1945 y vivieron en Ciudad Jardín, y nutrió a sus historias con toda esa información.
Pero se zarpa, y ahí es donde el libro derrapa: las historietas tienen MUCHO texto, los personajes no paran de hablar un minuto y los globos y bloques de texto se convierten en la fuerza hegemónica. Me parece que el problema pasa por la cantidad de páginas asignadas a las historietas. Hay varias de cuatro o seis páginas, que se proponen contar cosas que daban para 8 ó 12. Entonces están llenas de viñetas muy chicas y tienen texto por todos lados. Alguien debió haberle explicado a Cosnava que en 43 páginas de historieta no se puede contar seis historias, desarrollar una trama para cada una y además una trama mayor, que englobe a las seis. Entre las historietas y una vez que estas se terminan, hay bastantes textos más, donde Cosnava mete... más información! Y la obra en su conjunto termina por ser una cátedra, más que una historieta. Un testimonio de cómo este autor se obsesionó mal con el tema, se pasó de rosca y quiso meter TODO en una obra relativamente breve.
El efecto más lamentable de estos excesos por parte de Cosnava tienen que ver con que desaprovecha a los dibujantes. Tiene un elenco con varios jugadores muy talentosos, pero la estructura de las historias, la escasa cantidad de páginas y la hiperabundancia de textos hacen que estos no se luzcan para nada. Veamos uno por uno...
Toni Carbos la pagó barata: su historieta está repleta de texto, pero es el único que tiene 11 páginas para desarrollarla. Así es como el ritmo del relato es lento, ceremonioso, pero igual se luce a full su estética fuerte, muy expresiva, muy gráfica. Juan Bernardo Muñoz es un dibujante realista correcto, al que todavía le falta un poquito de cocción, y su trabajo no tiene la onda suficiente para contarrestar el sopor que producen los infintos diálogos que mete el guionista.
Javier Fernández está en ese mismo nivel, el de los dibujantes correctos a los que les falta un poquito de onda, y la historia que le tocó tiene un poco menos de texto, pero la tiene que contar en apenas cuatro páginas, así que también se ve apretadísima. Alfonso Zapico, en cambio, es una bestia, un autor con un estilo muy propio, muy sólido, con muchos años de laburo para Francia y premios importantísimos en su haber. Al pobre pibe le encajaron una historieta repleta de diálogos, que tiene que comprimir en cuatro páginas, entre ellas una con 15 viñetas. Lo cagaron mal.
Javier Navarro Barreno es otro dibujante realista correcto, que se fuma páginas de 11 cuadros con diálogos infinitos. Nuestro compatriota Fernando Baldó (dibujante de Los Canillitas) tiene sólo cuatro páginas, también hasta la chota de texto, con extensos soliloquios. Y las últimas ocho páginas le exigen proezas inimaginables a Rubén del Rincón, excelente dibujante, suelto, plástico, dinámico, muy expresivo... y víctima de otra historieta con miles de cuadritos diminutos llenos de texto.
Nada, esto daba para desarrollarse de otra manera, en muchas más páginas. Así, terminó por naufragar en el océano del embole.
Published on February 22, 2014 13:39
February 21, 2014
21/ 02: THOR: THE MIGHTY AVENGER

Lo que más me sorprendió de este libro, sin embargo, son las fechas en las que se publicaron originalmente estas historietas. Varias de ellas salieron en 2010, es decir, bastante antes que la primera película de Thor. Sin embargo, el guionista (nada menos que el prócer neozelandés Roger Langridge, un fetiche de este blog) ya juega con varios elementos de los que –creía yo- se habían inventado para la peli. Langridge des-bizarrea el origen de Thor, desconoce olímpicamente a Don Blake, le da onda, chapa y personalidad a Jane Foster (la cambia tanto que se podría haber llamado de cualquier otra manera) y explota esa veta tan atractiva que es mostrar a Thor como un tipo medio alienígena, al que le cuesta bastante adaptarse a los EEUU del presente, porque viene de una cultura radicalmente distinta. Y no puedo creer que a Langridge se le haya ocurrido hacer negro a Heimdall. Eso seguro se lo impuso algún capanga de Marvel que ya sabía que en la peli el personaje iba a estar a cargo de un actor afroamericano.
Hasta ahí llegan las coincidencias con la versión fílmica de Thor, porque Langridge le reserva a Loki un rol MUY chiquito y –lo más loco- nunca llega a mostrarnos a Asgard. La meta de Thor es volver al Reino Eterno, pero en estos nueve episodios no lo logra. Ni siquiera confronta con alguno de los villanos asgardianos, o con los gigantes de hielo, y a Sif (que aparece en la ilustración de la portada) ni siquiera la nombran. Supongo que el guionista se guardaba a los villanos asgardianos (y a Odin) para más adelante, un más adelante que nunca llegó, porque la revista vendió poco y duró menos. Lo cierto es que en estos episodios el neozelandés rompe la tradición de los comics de Thor, esa que impone buscar un equilibrio entre cosas que suceden en la Tierra y cosas que suceden en Asgard. Acá todo pasa por la Tierra, por la relación entre Thor y Jane y por los encuentros de Thor con algún que otro villano y unos cuantos superhéroes de nuestra dimensión. El Dios del Trueno pareciera llegar “con todo ya empezado”, porque Langridge nos muestra a los otros héroes (Giant Man y Wasp, Captain Britain, Namor, Iron Man) como más asentados en lo suyo, más curtidos en comparación con este extranjero en tierra extraña que va por ahí, medio a los tumbos, dándose cuenta sobre la marcha de cómo viene la mano. Por supuesto, el coraje y la nobleza de Thor lo harán ganarse rápidamente la confianza y la amistad de estos paladines.
Como suele suceder en el mainstream superheroico, varias de las peleas que nos muestran Langridge y Samnee están al pedo, porque claramente les interesa más mostrarnos otra faceta del personaje. Sin embargo, estas no eclipsan a los momentos más intimistas, a la “comedia romántica” entre Thor y Jane, que está finamente elaborada y sostenida por excelentes diálogos, silencios, miradas y seguramente algún encuentro sexual de alto voltaje, que no está, pero que uno se puede imaginar dónde se produce sin mayor dificultad. Si te gusta Thor, dale una chance a esta versión medio descolgada de su “year one”. Y si sos fan de Samnee o de Langridge, aprovechá para disfrutarlos en una serie muy linda, muy ganchera, muy reader-friendly, en la que los dos pusieron mucho huevo y mucho talento. Habrá más trabajos de ambos muy pronto, acá en el blog.
Published on February 21, 2014 07:59
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