Andrés Accorsi's Blog, page 166

January 31, 2014

31/ 01: EL CAZADOR CAZADO

Uno, que es fan de Moebius hace 30 años, ya está bastante acostumbrado a que varias de las historietas que él mismo escribía fueran fumanchereadas sin pies ni cabeza, en las que en vez de guiones había tenues (y frutihortícolas) excusas para que el ídolo dibujara lo que se le cantara la chota. De hecho, esta es una aventura del Major Grubert (“Mayor Gruber”, en la traducción de Norma), quizás el personaje con más sustancia de todos los que desfilan por El Garaje Hermético, la famosa epopeya que Moebius improvisó durante años SIN GUIÓN, sin tener la más puta idea de cómo o cuando iba a terminar. La sola presencia de Grubert (y de la frase “El Garaje Hermético” en la tapa del álbum) ya te predispone a leer a Moebius en su faceta más limada, la del narrador que narra sin saber muy bien qué, sin calentarse en lo más mínimo por estructurar el relato de alguna manera más o menos coherente.
El Cazador Cazado hace gala de esa sub-especie de no-guión: el guión fruteado, improvisado, sin más intención que la de hilvanar de algún modo las imágenes que brotan de la pluma del autor. O incluso que brotaron hace años, porque la mayoría de estas 52 páginas están fechadas entre 2006 y 2008, pero en el medio hay varias muy anteriores, de 1998 y hasta de 1996. Por ahí es una joda de Moebius, que frutea hasta en las fechas que le pone a las páginas, y por ahí son páginas rescatadas del pilón del descarte, o de proyectos inconclusos, a las que el Genio Eterno recicló y logró integrar (a veces medio a presión) a esta novela gráfica. Lo cierto es que en las primeras... 10 páginas, hay un amague de que puede llegar a pasar algo, hay un esbozo de un posible conflicto, que obliga al Mayor a cambiar su status quo y ponerse en movimiento. El tema es hacia dónde.
En las 40 páginas siguientes, el protagonista recorre mundos oníricos en los que no pasa absolutamente nada. Contempla edificios, criaturas, cuadros, objetos que flotan, y recién sobre el final hay una breve escena de acción y se incorpora a la trama un personaje que –en una de esas- estaba pensado para ser importante en el desarrollo. Nunca lo sabremos, claro, porque la historia termina con un “fin del episodio”, un modo muy choto de enterarnos de que este era el Vol.1 de una saga que, tras la muerte de Moebius en 2012, quedó inconclusa. Si estaba esa remota chance de que la segunda entrega de la saga encauzara un poco el argumento o definiera mejor los conflictos, el lamentable fallecimiento del autor nos la terminó de negar.
¿Con qué se rema tanto bajón, tanta caída libre hacia el abismo de la intrascendencia y la oquedad? Como siempre, con el dibujo. Bah, “como siempre”, las pelotas. Realmente hay pocas obras en la vasta carrera de Moebius dibujadas a este nivel. En las páginas donde la historia mínimamente avanza, la narrativa está perfectamente cuidada, tan cristalina como en sus trabajos más “careta” (Blueberry, etc.) aunque con menos cuadros por página (nunca más de seis). Y cuando el dibujo no tiene ninguna intención de narrar nada, cuando nos invita a colgarnos simplemente con la belleza de la línea, la complejidad de las composiciones, el manejo inusual e insuperable de los espacios, el festival de las rayitas y las texturitas microscópicas... ahí se va todo al carajo y más allá.
Ahí explota el otro Moebius, el que cambia la natación por los saltos ornamentales. El dibujo del ídolo ya no quiere llegar a algún lado, quiere sorprender con el firulete, con el detalle, con los desbordes de su imaginación a los que acompaña el virtuosismo de su trazo. Vos sabés que cuando Moebius se jugaba las fichas a su imaginación, a esa imaginería extraña que poblaba su mente (en la que se mezclaban el grabado oriental con el barroquismo art nouveau de Winsor McCay, el surrealismo de Dalí con la línea clara de Hergé), el Genio Eterno te armaba el mazo con 40 anchos de espada. Y visualmente el Cazador Cazado es eso: una sucesión de imágenes demasiado perfectas, que derrochan sugestión, misterio, magia y poesía.
Si no te jode comprar un comic cuyo guión no va a ningún lado y no te deja nada, no dudes en cazar al Cazador Cazado. En sus páginas te espera un Moebius auténtico, libre, dispuesto a detonarte los sentidos con algunos de los mejores dibujos de su vida. La edición española, gloriosa de verdad.
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Published on January 31, 2014 15:26

January 30, 2014

30/ 01: LA AUTOPSIA Vol.1

Entre los muchísimos comentarios que surgieron a raíz de la reseña de la Liga del Mal, se mencionó varias veces al editor y guionista Damián Connelly, y ahora me toca mencionarlo varias veces a mí, en la reseña de esta antología compuesta por tres historietas suyas.
La Autopsia nuclea a tres relatos que comparten ambientación (la ciudad de Winchester, a la que ya visitamos el 09/03/13, en la reseña de Días Negros) y un tema que las engloba: el canibalismo. La primera historieta es la más extensa (28 páginas) y después hay una de 9 y una de 8. Vamos de atrás para adelante.
La última y más breve historieta de gente que morfa gente tiene un guión muy clásico, muy “de manual”. Demasiado fiel a las consignas del género de los muertos que resucitan, Niara y Menelik tiene momentos lindos, pero uno siempre sabe lo que va a suceder. Dibuja un muy inspirado Gerardo Baró (a quien también vimos en el libro de la Liga del Mal) que, incluso sin color, da cátedra.
Algo similar sucede con La Furia, la historia de 9 páginas. De nuevo, Connelly se aferra a las convenciones del género, ya muy transitadas, y le queda poco margen para darle al guión visos más originales o más sorprendentes. Acá hay más cheap thrills que en Niara y Menelik, más escenas pensadas para shockear al lector, y si lo logra es principalmente porque el dibujante (Daniel Sguiglia) enseguida identifica a estos momentos clave y pone ahí toda la carne al asador. En promedio, el dibujo no descolla, es más bien adocenado. Pero hay un par de viñetas muy, muy notables, en las que se agradece el esfuerzo extra por parte del dibujante.
Claramente, Connelly se gastó toda la munición gruesa en la historia más extensa. Severina abreva en los tópicos del terror caníbal, pero además tiene un clima único, cautivante, que no se parece a ninguna otra obra del género. Acá, las atrocidades de esta mujer antropófaga son un elemento más en una compleja trama de amor, perversión y sumisión. Esta es una historieta espesa, asfixiante, marcada por la fatalidad, donde cada silencio tiene mucho peso. Por ahí los diálogos se pasan un poquito de rimbombantes a tal punto que no suenan naturales al oído, pero el trabajo que hace Connelly con Severina, Alicia y Daniel es realmente excelente y los momentos en los que elige mostrar sus cartas y correr los velos no pueden estar mejor elegidos.
El dibujo está a cargo de Carina Altonaga, quien se mueve con mucha solvencia en el estilo académico-realista. Altonaga se apoya mucho en la referencia fotográfica, pero no tiene ningún problema a la hora de integrarla a su grafismo. Creo que su principal logro (porque dibujar bien la anatomía y las caras no es un logro, es lo que cualquier dibujante profesional debería poder hacer) es su equilibrio sutil y perfecto entre masas negras y espacios blancos, que revelan un cuidadoso estudio y una sólida comprensión de la técnica del claroscuro. Y quizás el punto flojo de Altonaga, lo que le queda por explorar, incorporar y mejorar, es la elección de los ángulos, un item en el que acá no se juega para nada, sobre todo en la primera mitad del relato.
Como balance final, recomiendo leer este primer tomito de La Autopsia para estremecernos con la macabra belleza de Severina y disfrutar de los dibujazos de Baró en Niara y Menelik. Y a esperar, a ver con qué otro género se mete Damián Connelly en su próxima incursión por los pagos de Winchester...
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Published on January 30, 2014 12:26

January 29, 2014

29/ 01: FANTASTIC FOUR Vol.4

Cuando cerraba la reseña del tercer tomo de esta serie, allá por el 11/09/12, decía “el año que viene, cuando lea el Vol.4...”. Y no, pasó todo el 2013 sin leer Fantastic Four de Jonathan Hickman. Ahora prometo ponerme al día rápido, para empezar en unos meses con lo de Matt Fraction.
Lo primero que hay que destacar es que no me tuve que fumar al nefasto Neil Edwards. Este tomo está casi todo dibujado por Steve Epting, bastante por debajo de lo que demostró en Captain America o The Marvels Project, pero aún así muy por encima de lo que habíamos visto en todos esos episodios estropeados por el muerto de Edwards. Hay páginas muy desparejas, donde se lo ve a Epting apurado, o sin ganas, o asistido por simios a medio amaestrar. Y páginas realmente impactantes, donde se lo ve transpirar la camiseta como si le fuera la vida en cada imagen. El epílogo lo dibuja Nick Dragotta (co-equiper de Hickman en uno de sus proyectos para Image), en un estilo raro, mitad Epting y mitad Jack Kirby. No es un laburo descollante, pero sí interesante, porque está todo narrado sin textos, en secuencias mudas muy bien planificadas, en las que guión y dibujo están sumamente compenetrados. Y hay un epílogo del epílogo, una historia cortita, de apenas ocho páginas, a cargo de un correcto Mark Brooks, mucho más emparentado con la estética noventosa de WildStorm y Top Cow.
Y lo segundo para destacar es que, por fin, en estos seis episodios pasan muchas cosas. Se acabó el chamuyo, se acabó el franeleo previo y acá Hickman le cambia el ritmo a la serie. De hecho, nos narra tres aventuras grossas en paralelo. Por un lado, Reed, el Silver Surfer y Galactus tienen un tema jodido para resolver en un planeta llamado Nu-World. Como siempre que un buen guionista involucra a Galactus en una saga, se pone en juego un dilema moral complejo, un desafío que va más allá de los rayitos y la machaca cósmica. Sue, mientras tanto, se implica demasiado en su misión subacuática, en la que debe mediar entre los atlanteanos que responden a Namor y una tribu ancestral, que habitara las profundidades oceánicas mucho antes que el príncipe anfibio eternamente enamorado de la Mujer Invisible. Tanto se implica Sue que ahora es la única garantía, la única capaz de evitar una guerra o un genocidio. Y en el edificio Baxter tenemos a Ben convertido nuevamente en humano sin poderes, a Johnny y a los chicos de la FF, que tendrán que hacerle el aguante nada menos que a una invasión de la Zona Negativa, impulsada desde las sombras por Annihilus. Esto va a terminar muy mal, con la aparente muerte de Human Torch, que por supuesto regresará luego de un año, en el Vol.5 (en el medio entre el Vol.4 y el Vol.5 van un par de tomos de FF que no tengo; mala leche).
Lo más raro de todo el tomo es el primer episodio, que casi no conecta con el resto de la saga. Acá vemos al Surfer descubrir algo que sucedió con Galactus en la etapa anterior (la de Mark Millar) y a Valeria Richards hacer gala de su super-inteligencia en secuencias gloriosas en las que interactúa con el Dr. Doom, seguramente para activar un sub-plot que crecerá en los tomos posteriores y que tiene que ver con Kristoff. Me encanta ver a Valeria pelar poderes y lo mismo va para Franklin, que acá se luce en la resistencia contra los invasores de la Zona Negativa.
Los diálogos son magníficos en todo el tomo (salvo en el epílogo mudo, obvio), pero claro, al haber taaantas secuencias con Galactus y el Surfer, y taaantas secuencias con los dignatarios de las distintas civilizaciones subacuáticas, se impone una onda ceremoniosa, solemne, un poco fría para mi gusto. Por suerte están Ben, Johnny y los chicos en las secuencias en el edificio Baxter, para ponerle onda y humanidad a la muy lograda caracterización que propone Hickman para todos los integrantes de este vasto elenco. De todos modos, la frialdad se convierte en emoción a flor de piel en el epílogo mudo, en el que Ben, Sue, Reed, Franklin y un montón de superhéroes más despiden al compañero caído en combate. Y la historia final, la más cortita, con Spider-Man y Franklin, es tan emotiva y pega tan fuerte que es casi un golpe bajo.
Un año, nomás, se bancó Hickman un cuarteto en el que... otro héroe (no lo nombro, por las dudas) ocupó el lugar de Johnny. No es mucho, pero bueno, se venía el n°600 de Fantastic Four y había que festejarlo con el equipo titular. Cuando lea el Vol.5 me voy a enterar qué tan fundamental era leer los TPBs de FF que no tengo y que me compraré el día que los vea muy baratos. Aguante Hickman, que no deja de sembrar a futuro semillas de historias MUY atractivas.
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Published on January 29, 2014 17:18

January 28, 2014

28/ 01: LA MAZMORRA-AMANECER Vol. -83

Desde el 31/10/11 que tenía abandonada a esta serie, pero claro, yo creía que ya tenía todo, menos los tomos de Monstres que no se publicaron ni en castellano ni en inglés. Pero me encontré con este álbum, el último del Amanecer, que salió en España cuando yo ya me había pasado a la edición yanki, y que los yankis obviamente nunca editaron.
Sin el Menor Ruido es una aventura importante, en la que pasan muchas cosas, lo suficientemente definitivas como para que no le quede grande la pilcha de “el último álbum del Amanecer”, algo que los autores no pensaron a la hora de escribirlo, porque creían que iban a seguir produciendo nuevas entregas. Claramente las cosas no salieron como las planearon Joann Sfar y Lewis Trondheim allá por 1999 y La Mazmorra (Le Donjon, en francés) se termina ahora, en un par de meses, con dos álbumes del Crepúsculo, pensados para darle un final definitivo a la ambiciosa epopeya. Así es como, lo que no resuelve acá, no se resolverá nunca.
El argumento de este tomo es complejo y muy atrapante. Por un lado, seguimos al Profesor Cormor, que tiene un plan para reconstruir la ciudad de Antípolis y sólo necesita quién lo financie. Tendrá que rosquear con la oligarquía, las familias de rancia alcurnia de Antípolis, que por supuesto priorizarán sus mezquinos intereses por sobre los de la ciudad. En paralelo, Sfar y Trondheim nos cuentan una aventura menor, protagonizada por Alexandra y por Araku, el noble caballero de Cavallére y padre de Jacinto, quien ya veterano, vuelve a cabalgar en busca de sus viejos compañeros de armas. La aventura deja de ser menor cuando este plot se mezcla con el de los teje-manejes de las familias más potentadas de Antípolis y una conjura siniestra termina con la vida de... no te lo voy a contar.
Si bien al álbum no le faltan chistes y momentos desopilantes (aportados en su mayoría por el desquiciado caballero Miguel), el tono general es bastante serio, bastante sombrío, y toda la segunda mitad es decididamente heavy. Esto no es raro, ya lo veníamos viendo en muchos tomos de La Mazmorra y especialmente en los del Amanecer. De todos modos llama la atención tanta desolación, tanta muerte, tanta traición, tanto clima de “se pudrió todo”, enchastrado de asesinatos, violaciones y torturas. Jacinto, el protagonista excluyente del Amanecer, aparece cuando faltan seis páginas para el final y le pone el broche de oro a este festival de la muerte y la desesperanza en las dos últimas páginas, cuando asume la identidad de El Camisón y desata una venganza expeditiva e implacable contra los asesinos de... el personaje importante que muere en esta historia. Es una secuencia muda, perfectamente orquestada, de enorme impacto y con interesantísimas consecuencias... que nunca exploraremos.
Por el lado del dibujo, este tomo marca el debut y la despedida de Cristophe Gaultier, quien venía para convertirse en el “dibujante titular” del Amanecer y terminó por dibujar apenas 46 páginas. Pero qué 46 páginas! Sin desviarse demasiado de la línea de Sfar y de Christophe Blain (los anteriores dibujantes de El Amanecer), Gaultier pela un grafismo con muchísima personalidad. En sus mejores momentos, Gaultier parece un Floyd Gottfredson esperpéntico, en descomposición. Brillante en las secuencias oscuras, ominosas o bajoneras, el dibujante pilotea las más divertidas o las más diurnas a fuerza de un excelente manejo del lenguaje corporal de los personajes. Igual lo más llamativo es su dominio de las texturas: rayitas, rayitas y más rayitas, manchas, puntitos, cross-hatchings... todo le sirve a Gaultier para “ensuciar” el dibujo y a la vez para darle más énfasis a los climas bastante sórdidos por los que transita Sin el Menor Ruido. Quiero ver otros trabajos de este virtuoso del plumín.
Con La Mazmorra al borde de la despedida, quiero más que nunca los tomos que nunca conseguí, pero está jodido encontrarlos. Se vienen unas semanas con mucho comic francés, así que seguramente nos reencontraremos pronto con Joann Sfar y Lewis Trondheim para reseñar otros trabajos de estos dos monstruos fundamentales de la historieta francófona actual.
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Published on January 28, 2014 13:03

January 27, 2014

27/ 01: LAS HISTORIETAS DE CRIST

La verdad es que cuando uno piensa en Crist, no piensa precisamente en su producción como historietista, sino en su impresionante carrera como autor de “panel gags”, de chistes de una sóla viñeta. Sin embargo, el cordobés se esfuerza por dejarnos bien en claro que si llegó a donde llegó es porque el punto de partida fue la historieta, o en realidad su amor por las historietas de Milton Caniff, Frank Robbins y Hugo Pratt. De hecho, dos de las 14 historietas cortas que componen este libro se tratan de eso, del homenaje que Crist les hace a esos tres próceres del Noveno Arte, e incluso una indagación bastante a fondo acerca de qué elementos estilísticos de cada uno de ellos le llamaron la atención y resultaron definitivos para su formación como artista del pincel y la tinta china.
Por supuesto, las historietas de Crist rompen brutalmente con las rígidas consignas de los maestros del pasado. Más allá de que su manejo de ciertos implementos lo emparente con ellos, queda claro muy rápido que Crist está dispuesto a ir con su dibujo a donde Caniff, Robbins y Pratt no fueron jamás. Acá, además de un notable laburo de pincel y un magnífico manejo del claroscuro, hay aguadas, raspados, esfumados, texturas logradas de las formas más extrañas, mucho dibujo a plumín y hasta pedacitos de fotos o de otras historietas, recortados y pegados, integrados de alguna manera al grafismo del autor. A esto hay que sumarle un rotulado muy personal, por momentos bastante extremo, cercano al de Luis Scafati, y vamos a quedar frente a historietas que guardan pocas similitudes con las clásicas aventuras de los referentes a los que cita y homenajea Crist.
Tenemos, entonces, una faz gráfica repleta de libertad, de riesgo, de rupturas y búsquedas alucinantes, marcadas por una impronta autoral fuerte, tremendamente original y tan moderna que cuesta diferenciar a las historietas de los ´70 de las del 2007, que son las más recientes. ¿Y qué onda los guiones? Veamos.
Hay tres historietas en las que Crist no inventa las historias sino que trabaja sobre letras de canciones conocidas y las acompaña con imágenes, a veces bastante secuenciales (Pedro Navaja, La Gayola) y a veces cero secuenciales (Algo Personal). En las dos primeras hay ingenio y desafíos interesantes. En la tercera hay... buenos dibujos. No llega a calificar como historieta, casi.
La que más me gustó fue Love Story (paradójicamente, una de las que estaba inédita hasta la aparición de este libro), donde el dibujo resigna un cierto virtuosismo para dedicarse a apuntalar un guión muy ganchero. Las Manos de Cristóbal Reinoso se basa en un ejercicio de virtuosismo gráfico pero tiene la intención, a partir de ahí, contar algo divertido. Sigmund Marlowe es un festival de técnicas pictóricas, con un argumento original, interesante, y una narrativa rarísima, pero cuidada.
El Otro es otra de las que equilibran un dibujo vanguardista e hipnótico con un relato atrapante, que por ahí no termina tan arriba como empieza, pero igual está muy bien. Guns and Ammo, con sólo dos páginas, es otra de las historietas fundamentales, de las joyas que ofrece el recopilatorio. Y la otra impredecible y maravillosa es Hermanos, que es la que tiene un planteo narrativo más ajustado, más difícil de dibujar y a la vez más reader-friendly. Acá Crist se luce en todas las áreas y combina excelentes dibujos con ángulos variados, diálogos perfectos y un final muy gracioso.
Y nos quedan Seis Marías (un intento de mezclar comedia con realismo mágico, con dibujos impresionantes y un guión medio flojo), las dos que repasan y homenajean a las influencias de Crist, y la última, Un Cuento, en la que el dibujo es apenas un adorno, un acompañamiento para “vestir” de algún modo una idea más literaria que historietística, que aún así está muy bien.
El balance del libro es realmente positivo y además importante, porque nos muestra la faceta menos conocida de uno de los grandes nombres de nuestro humor gráfico. La edición de la Duendes es correcta, sin fallas notorias, más allá de la falta de onda e imaginación para dotar de un diseño atractivo a las páginas de texto (prólogo, biografía del autor, entrevista, índice). Esto desentona ostensiblemente con un libro que, en 65 de sus 80 páginas, te detona las retinas con un despliegue gráfico de altísimo vuelo. Si obviamos ese detalle, Las Historietas de Crist es un título sumamente recomendable, muy merecedor de la excelente repercusión que tuvo en los meses que lleva editado.
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Published on January 27, 2014 13:21

January 26, 2014

26/ 01: MUDMAN Vol.1

Otra serie interesante que lanzó Image en 2012, como parte de los festejos de sus primeros 20 años, fue este comic de superhéroes casi tradicional, creado por el maestro británico Paul Grist. Mudman tiene un sólo problema: salieron sólo siete episodios y se cortó ahí, hace muchos meses. Grist promete que este año la va a retomar y yo le creo, pero mientras tanto, sólo existen los cinco episodios recopilados en este TPB y dos más, que saldrán en libro o bien a fines de este año o a principios de 2015, cuando la publicación en revistitas haya avanzado por lo menos hasta el n°10.
Si obviamos ese detalle, el resto es todo ganancia. Mudman tiene la magia del comic de superhéroes “de antes” y a la vez se ve y se lee como una historieta absolutamente moderna, actual. Grist elige con gran criterio darle los superpoderes basados en el barro a un pibe de 15 años, que va a la secundaria en un pueblito costero de Inglaterra en el que nunca hubo héroes y prácticamente no hay delitos. Owen Craig tendrá que descifrar qué le pasó a su cuerpo y cómo funcionan sus poderes mientras trata de zafar de los profesores, de que no lo surtan los bullies del colegio y de que le preste algo de atención Summer, la chica nueva del curso, responsable de su primera revolución hormonal.
Todo lo que recontra-garpó cuando Stan Lee y Steve Ditko nos contaron una historia muy parecida, pero con un pibe de Queens que recibía extraños poderes arácnidos, recontra-garpa acá, 50 años después. Con un agregado muy atractivo: una fina pátina de ironía. Owen y su amigo Newt leyeron muchos comics y al toque se dan cuenta de a quién le toca el rol de Flash Thompson, a quién el de Jimmy Olsen, y así. Para que Spider-Man estuviera cerca del peligro y la acción, a Stan Lee se le ocurrió que Peter Parker fuera fotógrafo de un diario. A Grist se le ocurrió algo mejor, más creíble: Owen es el hijo del comisario de este pueblito en el que la cana es una institución casi unipersonal.
En estos primeros cinco episodios, el autor nos presenta a los protagonistas, establece la dinámica entre ellos, nos muestra cómo Owen se convierte en Mudman y pone en marcha un subplot muy interesante, que por supuesto tiene que ver con los poderes que recibió nuestro héroe. En el medio hay un par villanos de segunda, un villano con potencial para jugar en primera, una vieja medio loca que seguramente será importante en algún futuro giro argumental y un posible mentor para Owen, que se ofrece a guiarlo en el uso de sus poderes. No es poco para menos de 140 páginas, en las que además tenemos un montón de situaciones más cercanas a la comedia, que son las que Grist ambienta en el colegio secundario del remoto pueblito de Burnbridge on the Sea. En estas secuencias, el autor se luce con un humor muy fresco, muy afilado, muy en sintonía con las boludeces que hacen y dicen hoy por hoy los chicos de 15 años.
Como pasa a menudo, nada de esto resulta relevante y todo queda en un lejano segundo plano cuando se agrega el dato de que tooodas estas páginas están dibujadas por el propio Paul Grist. Estamos hablando de uno de los artistas más atractivos, originales e influyentes de la historia del comic británico, una bestia del pincel, con un grafismo perfectamente reconocible y un sentido de la narrativa a prueba de balas. Tratá de explicar a Gabriel Bá, por poner un ejemplo, sin Paul Grist. No se puede, no hay forma. Grist, con más de 25 años de carrera a sus espaldas, se las ingenia para seguir sorprendiendo. Su manejo de los espacios en la viñeta y en la página es espectacular, el dinamismo, la agilidad que le imprime a sus personajes, los momentos que elige para desembarazarse de los fondos o incluso de los bordes de las viñetas, la expresividad que le da a los cuerpos y los rostros, hasta esa tipografía, en algún modo tributaria de la de Alex Toth, suma un montón. Y sin dudas hay que destacar el laburo del colorista, Bill Crabtree, que se complementa a la perfección con el dibujo del ídolo, muy pensado para funcionar como un relojito en blanco y negro.
Olvidate del grim´n gritty, olvidate de la estridencia, de los nabos que sobredibujan y llenan todo de rayitas, de los personajes de hace 75 años que van por el trigésimo séptimo reboot, olvidate de todo. Mudman es un comic de superhéroes, con machaca, poderes limados, buenos y malos, secretos planteados para develarse a largo plazo, pero sobre todo es un comic divertido, pensado para entretener, para que si tenés 15 años te identifiques con un protagonista copadísimo, y si no, la pases bien con una historia fluída, amena, que no se enrosca al pedo, que no se toma a sí misma demasiado en serio, y que además está dibujada como la hiper-concha de Dios por un Paul Grist prendido fuego. Ojalá se reactive YA la publicación, así sale pronto el Vol.2.
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Published on January 26, 2014 14:19

January 25, 2014

25/ 01: ¡FLIPADOS!

Parece mentira, pero con casi 49 meses de blog a cuestas, nunca había reseñado un comic de Max, uno de los autores fundamentales de los últimos 35 años del comic español. Max nació en 1956, en Barcelona, con el nombre de Francesc Capdevilla. Y antes de cumplir 25 años ya era un referente indiscutido de la revolucionaria movida underground, que tuvo como nave insignia a la mítica revista El Víbora. Casi todo el material que integra este tomo recopilatorio se publicó originalmente en El Víbora entre 1980 y 1982, años tremendamente álgidos y fértiles para la historieta española y particularmente intensos para la revista que dirigía el maestro Josep María Berenguer.
¡Flipados! reúne 14 relatos breves de los inicios de Max, casi todos centrados en Gustavo (el primer personaje importante creado por el autor) o su amigovia Lilian. El dibujo de este Max incipiente está muy pegado a la línea chunga, a la estética propuesta principalmente por Miguel Gallardo y Juan Mediavilla, que le debía no poco a clásicos del comic norteamericano como Elzie Segar, Cliff Sterret o Billy DeBeck. Max además agrega el detalle de los ojos sin pupilas, clara herencia de Harold Gray. Rápidamente despunta en las historietas de Max su inapelable talento como dibujante y narrador gráfico, aunque acá hay pocas pistas del grado de elegancia y sofisticación que va a alcanzar su grafismo hacia finales de los ´80, y muchas menos del viraje hacia la síntesis y la abstracción que iniciará el autor en la segunda mitad de los ´90. En sus primeros trabajos, además de alguna ocasional pifia en el armado de las secuencias, Max ya mostraba un trazo sumamente expresivo, que le permitía contar con mucha onda estas historias donde nada es 100% en serio ni 100% en joda, con un gran manejo del claroscuro, de las tramas mecánicas y los cross-hatchings enfermizos. Si bien su estilo va a evolucionar muchísimo, estos primeros “palotes” son muy atractivos a nivel visual.
¿Y qué onda los guiones? La verdad es que el tomo arranca con tres historias muy divertidas: la desaforada El Cuarto Rey Mago, una fábula muy zarpada y sin textos llamada Mujer Violada, y La Secta Maligna un thriller bien de género, con persecuciones, tiros y garches, que termina con un maravilloso homenaje a Antoni Gaudí. Después viene El Golpe, un slice of life menor, con el atractivo de ver a Max bancarse una grilla de 16 viñetas por página y después tres historias sin textos, muy bien dibujadas pero con guiones intrascendentes.
Así llegamos a Las Aventuras del Dr.Zap, la única historieta de 1979 y la única que no salió en El Víbora (salió en una revista que la dejó inconclusa hasta 2006, cuando se editó este libro). Acá vemos a Max más cerca del estilo del Joost Swarte setentoso, y demasiado preocupado por meter toneladas de texto y decenas de viñetas microscópicas en cada página. El guión (un pastiche de género) pierde rápidamente el interés.
Cuando el protagonismo se desplaza hacia Lilian, los guiones mejoran. La Bella y la Bestia es un chiste largo, pero excelente. Carnaval en Montemago va para el lado del realismo mágico, pero con chistes y groserías. La historia más extensa, Las Amigas de Lilian, combina fantasía, terror, erotismo y slice of life con verdadera maestría.
Lilian y las chicas vuelven para protagonizar la breve (y también buenísima) El Concurso de Rock, gran comedia de enredos. Y cierra el libro una historia menor (esta vez con Pep como partenaire de Lilian), Botánica Oculta, otro chiste largo menos gracioso que el anterior y con un dibujo de la hiper-concha de Dios, en el que Max le pinta la cara a Bernie Wrightson jugando de visitante.
Si te gusta la historieta under española de los ´80, esa hipnótica salvajada pasada de sexo, droga y rockanrol, no te pierdas ¡Flipados!. Y si sos fan de Max y lo seguís a todas partes, un libro que te permite descubrir sus primeras historias cortas sin hacer arqueología en revistas de hace más de 30 años virtualmente inconseguibles, te va a resultar una tentación muy jodida de resistir.
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Published on January 25, 2014 12:28

January 24, 2014

24/ 01: LIGA DEL MAL

Si te gusta el futbol, habrás notado que muchas veces los equipos que ascienden a Primera pasan por la categoría sin pena ni gloria, participan en dos torneos y se vuelven a la B sin dejar mucho más que algún jugador con condiciones que se incorpora a un club más grande. Y otras veces, las menos, un equipo humilde de los recién ascendidos se convierte en “la sensación” del torneo inicial: gana, juega bien, le hace partido a los equipos grandes, no mira la tabla del promedio hasta ya entrado el torneo final... trasciende, en una palabra. De todos los equipos que trataron de hacer pie en Primera durante 2013, claramente “la sensación” fue la Liga del Mal. Por repercusión, por ventas y –ahora que lo leo me cercioro- por calidad. Veamos qué ofrece esta antología de seis historietas a todo color, previamente serializadas en la web.
Arrancamos con Tony Ganem, a quien ya habíamos visto en alguna antología. Dibujo maravilloso (muy en sincro con lo que es hoy la ilustración infantil), un color demasiado perfecto para ser real, narrativa ajustadísima en la que no sobra ni falta nada, un relato tan bien pensado y plasmado en términos visuales que se entiende casi sin leer los textos, buenos textos... Por ahí el argumento en sí es medio básico, más pueril que malalechístico, pero cierra perfecto y no fracasa en su intento por robarnos una sonrisa.
El de Diego Simone me pareció el guión más flojo, más predecible. De todos modos destaco su gran manejo de los climas, del color, la gran solidez narrativa y por supuesto el dibujo, porque en ese rubro Simone (al que también ya vimos en otras antologías) es un monstruo con un potencial absolutamente ilimitado.
Vamos con Gerardo Baró, el dibujante de Fede y Tomate (lo vimos el 23/3/11), acá en un estilo más cool, más frío, más elegante, que igual explota a la hora de la machaca. Baró también la rompe con el color y cuida muchísimo el flujo narrativo de su bizarro homenaje a Godzilla y demás monstruos ponjas. El guión es muy entretenido, con alguna sorpresa cerca del final, con una cierta erudición geek y dos personajes muy atractivos, a los que ojalá retome para nuevas historias.
Otro dibujante al que ya nos cruzamos, Industrias Lamonicana, opta por un color plano, estridente, muy a tono con las viejas historietas de los ´60. Toda su historia (co-escrita con Diego Tripodi) es un pastiche de los viejos justicieros urbanos que daban y cobraban de lo lindo. Su 2 Deaths es una especie de Spirit más heavy, acá obsesionado con resolver un caso que lo supera ampliamente. El dibujo es sólido, muy jugado a los climas oscuros (llueve en casi toda la historia) y con esa pasmosa habilidad de Lamonicana para caricaturizar a personajes de carne y hueso (acá el villano tiene los rasgos del inolvidable gordo Jorge Porcel).
Pablo Tambuscio quizás no tenga el dibujo más vistoso, ni el manejo del color más llamativo o más original. Pero tiene el mejor guión de la antología, lejos, a años luz del que va segundo. Taipei es una historia brillante, una joya, un trabajo que más de un guionista profesional querría haber firmado. Tambuscio cuenta una historia trágica, íntima, chiquita, y elige contarla de un modo no lineal, cruzando pasado y presente de un modo absolutamente hipnótico, que además le sirve para potenciar enormemente el impacto del final. Posta, una delicia.
Y cierra Patricio Plaza, con un dibujo más en la línea de John Kricfalusi, el Polaco Scalerandi, Gastón Souto... bien salvaje, bien expresivo, con un gran dominio del grotesco. El color es alucinante, la narrativa se le empantana apenas un toque en una página muy cargada de bloques de texto, en la que tiene que explicar 800.000 cosas, y el guión, que arranca como una bizarreada satírica, pasada de rosca, sobre el final pega un giro impredecible y levanta muchísimo vuelo. Hasta se le filtran rayitos de ternura y de poesía, entre tanta guarrada. Otra historieta muy notable, redonda y atractiva por donde se la mire.
Sin demasiada trayectoria a sus espaldas, hoy estos seis animalitos del lápiz ocupan un sitio muy interesante en el panorama de la historieta argentina. Son los chicos malos, los que se cagan en la historieta intelectual, experimental, con mensaje. Son los que militan por una historieta de género, accesible, dinámica, vistosa, entretenida, sin pretensiones y a la vez sin fisuras. Por supuesto ya los quiero ver a los seis romperla en sendas novelas gráficas... pero me conformo con que este año saquen otra antología del nivel de esta, como para seguir disfrutándolos aunque sea en historietas de 12 páginas. Aguante el Mal.
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Published on January 24, 2014 14:50

January 23, 2014

23/ 01: ALL-STAR SUPERMAN

Hoy me toca algo raro, que es releer una historieta que ya había leído varios años atrás, en otro formato (tuve la edición hardcover en dos tomos, y la hice guita apostando a que saliera todo junto en un sólo softco). Con la perspectiva que dan los años, All-Star Superman me cebó un poco menos que la primera vez que la leí.
Suele decirse que esta obra de Grant Morrison y Frank Quitely es lo mejor que le pasó a Superman en la década pasada. ¿Es posta? Puede ser, pero fijate que la época de Geoff Johns en Action Comics le hace MUCHO el aguante. El combate de Superman contra otros kryptonianos, la saga contra Bizarro, la muerte de Jonathan Kent... esas tres cosas que pasan en ASS pasan también en Action, y Johns las maneja mejor.
Lo mejor que tiene ASS, lo que la eleva muy por encima de los episodios de Johns y de los esfuerzos de un montón de otros autores, es que se trata de una obra fruto de la TOTAL LIBERTAD. Este es un Morrison sin cadenas, al que le dejaron hacer TODO lo que quiso. Más que en la JLA, mucho más que en Batman, casi como en sus comics para Vertigo. Y vos sabés cómo es esto: si a Morrison le das libertad para limar, el tipo lima como pocos y convierte en un comic de interesante para arriba a cualquier garcha en la que lo dejes meter mano. All-Star Superman cumple por ese lado: está lleno de ideas locas, extremas, muy imaginativas, tiene desarrollos bastante jugados para unos cuantos personajes y –lo más impactante- se da el lujo de gambetear el final feliz. Uno, que leyó muchas historias alternativas de Superman, esperaba el final clásico, con el héroe y Lois en pareja y Luthor en cana. Bueno, Morrison agarró para otro lado y le salió muy, muy bien. Sólo por eso, hay que bancar a esta saga.
Después, se puede estar de acuerdo o no con los gustos del autor. Morrison se copa con la Fortaleza de la Soledad, los robots de Superman, el Clark Kent torpe y pusilánime, el Jimmy Olsen aventurero y figuretti, la Lois obsesionada con el secreto de Superman, el Luthor que no es empresario ni político sino villano full-time, el Superman científico, los inagotables sobrevivientes de Krypton, las 140 variaciones de la kryptonita... A mí, como fan del Superman rebooteado en el ´86 por John Byrne, todas esas cosas me parecen pelotudeces típicas de la Silver Age, me irritan, me parece que no se hacen reivindicables ni tolerables por más que las reversione Morrison, Alan Moore (que ya lo hizo en Supreme) o Naoki Urasawa. Igual se le escapan un par de tiros para el lado de la justicia: aparece Cat Grant, hay una referencia a Doomsday y Superman hace uso de su campo bioeléctrico.
Dentro de este contexto de “vale todo” que se puebla gradualmente de elementos medio chotos, o que a mí no me cierran, también hay momentos muy zarpados, muy emotivos, realmente icónicos. El plan de Luthor es malignamente genial, Lois está muy bien escrita, está muy bien aprovechado el truquito de subirle los poderes a Superman a niveles ridículos... Si le sacamos la presión de ser la joya definitiva en las carreras de Superman o de Morrison, ASS se la recontra-banca.
Buena parte del mérito le corresponde, obviamente, al copadísimo Frank Quitely, que laburó dos años para que esto se vea así de lindo, así de potente, así de monumental. El guión de Morrison es tan ambicioso, abarca tanto, vuela tanto, que le permite a su compañero imaginar planetas, culturas, tecnologías, armas, y por supuesto diseñar y resideñar a villanos y personajes clásicos. Y Quitely, por supuesto, no desaprovecha la oportunidad de lucirse y de entrar cómodo, caminando lo más pancho, al panteón de los mejores dibujantes de Superman de todos los tiempos. Con su línea finita y expresiva, con su detallismo sobrehumano en los fondos (las pocas veces que los dibuja) y con una narrativa cristalina, que deja que el texto asuma todos los riesgos que haya que asumir, Quitely dejó su huella en la mitología del Hombre de Acero, y además nos legó su obra más extensa, por lo menos para el mercado estadounidense.
La relectura de All-Star Superman cinco o seis años después, me detonó el bocho mucho menos que la primera vez, pero aún así la disfruté mucho. Si te gustan los superhéroes clásicos reinterpretados en clave moderna, con ciertos guiños posmodernos y ciertas veleidades vanguardistas, el Superman de Morrison y Quitely te va a emocionar a niveles cósmicos. Y si no, también vale pegarle una leída por los conceptos fumancheros que tira el guionista (como siempre, con dos boludeces de las que Morrison apenas esboza sacás jugo para un año de cualquier serie regular) y el trabajo descomunal del dibujante.
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Published on January 23, 2014 15:58

January 22, 2014

22/ 01: GIL PUPILA Vol.4

Hasta yo me comí el amague de que no llegaba, pero llegué. Con una reseña más corta que las habituales, porque mucho de lo que tengo para decir sobre este libro ya lo dije la semana pasada, cuando comentamos el Vol.2.
Esta aventura de Gil Pupila tiene menos margen para la comedia y mucha menos participación para Libélula y Cerecita. Acá el protagonista (Gil Pupila, el detective astuto, un poquito creído, siempre impecable) asume plenamente ese rol y ningún otro personaje, ni secundariio ni villano, intenta siquiera eclipsarlo. La trama policial es espesa, jodida, bastante sórdida por tratarse de una historieta apuntada al público infanto-juvenil. Maurice Tillieux la teje con la paciencia de la araña y con un golpe de impacto (el poder de pegar super-saltos que reciben algunos de los villanos) que no era 100% necesario para que la aventura llegara a buen puerto, pero no está mal.
El misterio está perfectamente desarrollado, la investigación de Gil Pupila es exhaustiva, intensa, vibrante, con mucha acción. La trama pega varios volantazos en momentos en los que no te los ves venir y se termina de resolver de un modo que a mí no me gusta: el capo de los malos, una vez capturado, explica absolutamente todo: sus motivaciones, su plan, las movidas que tuvo que improvisar a partir de la intromisión de Gil Pupila en el caso... todo en un extenso soliloquio que ocupa un grotesco porcentaje de las últimas dos páginas. Ahí el dibujo de Tillieux prácticamente desaparece para darle espacio a los gigantescos globos de diálogo de... el villano (no lo nombremos, que es sorpresa) y quedan unas páginas arduas de leer, con poca onda, que sólo se sostienen por la magnitud de las revelaciones.
El color está un poquito más digno y el dibujo también mejora respecto del tomo anterior, donde Tiliieux ya estaba a un nivel altísimo, sin nada que envidiarle a los mejores autores franco-belgas de esta época de oro. Estamos hablando de 1961, cuando esta historieta (originalmente serializada en el semanario Spirou) se publicó por primera vez en álbum. Hoy más de 50 años después, Gil Jourdan (que así se llama la serie en su país de origen) es un clásico indiscutido, del que –injustamente- se habla bastante poco. De todos modos hay varios álbumes editados en España, algo apareció también en EEUU, y por supuesto en Francia y Bélgica se sigue reeditando la serie completa, todo el tiempo. O sea que nunca es tarde para descubrir al asombroso Maurice Tillieux, quien dejó de dibujar a principios de los ´70 para hacerse guionista full-time y falleció en 1978, a los 56 años, en un accidente automovilístico.
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Published on January 22, 2014 16:18

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Andrés Accorsi
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