Andrés Accorsi's Blog, page 184

July 21, 2013

21/ 07: THOR: SPIRAL

Ah, bueno. Esto es impresionante. Dan Jurgens se vuelve a superar a sí mismo, pero demasiado. Se pinta la jeta a sí mismo, convierte a todas las proezas del tomo anterior en boludeces intrascendentes. Si cerré el tomo anterior asombrado por los huevos del guionista, esta vez tengo que decirte que lo de Jurgens no son huevos, sino planetas ovalados. No hay límites que el autor no esté dispuesto a cruzar en su indagación acerca de la faceta divina de Thor, su vertiente de deidad viviente, palpable, su efecto en los mortales, en la repartija del poder, en la concepción de la fe y la religión.
El TPB abre con un episodio muy descolgado, más raro que bueno (aunque no malo) a cargo de Christopher Priest y Trent Kaniuga, más basado en el mito de Thor que en el propio pelilargo, que ni aparece. Y después volvemos a la extensa saga de Dan Jurgens, esa que arrancó con la muerte de Odín y fue cobrando un rumbo cada vez más extremo, más jugado, más hipnótico. En este tramo se hace más manifiesto lo que veíamos en el anterior: casi no hay machaca, porque Thor no tiene contra quién pelear. Las escenas más violentas las protagonizan los propios humanos, divididos entre los que reconocen a Thor como legítimo dios y los que se aferran a las religiones clásicas y consideran herejes a los “thoristas”. Acá hay dilemas morales maravillosos, escenas y diálogos magníficos (el contrapunto entre Thor y el cura católico en el n°64 no tiene desperdicio, es de los mejores que leí alguna vez en un comic) y cuando se ve la mano negra que manipula a las facciones en pugna, todo cierra y se hace aún más atractivo. Sobre el final, hay un arrebato de machaca, un “todos contra Thor”, que termina mal para todos menos para Thor. Ahí se cruzan varios rubicones y queda claro que la cosa va a cambiar a partir del próximo tomo y se va a poner bastante más dark.
En cuanto a los secundarios, Jurgens manda al banco de suplentes a Thialfi y Balder (que tuvieron bastante protagonismo en el tomo anterior), le da consistencia de a poco al rol de Zarko (un viejo villano de la época de Stan y Jack), vuelve a acordarse de Tharene (que en el tomo anterior ni figuraba) y le pega un sacudón importante a Jake Olson, el personaje que él mismo creó en el n°1 de esta serie. Esto que pasa con Jake es tan impactante, que seguro tendrá graves consecuencias a futuro. Y en los distintos episodios, el guión se centra bastante en personajes humanos, comunes y corrientes, a medida que explora este difícil proceso de adaptación de la gente normal a la presencia muy tangible del Señor de Asgard y sus huestes de guerreros. Ahí también hay hallazgos por parte de Jurgens, que escribe personajes muy reales, afectados de modo muy creíble por este tsunami de elementos fantásticos entre los cuales el hecho de que Asgard flote sobre Manhattan es casi una nimiedad.
¿Por qué esto no es un clásico de clásicos, venerado por generaciones enteras de viñetófilos? Porque el pobre Jurgens tuvo mala suerte con los dibujantes. En este tramo le tocaron dibujantes no sólo mediocres, sino además inconsistentes, incapaces de dibujar varios episodios consecutivos. Después de ese laburito raro de Kaniuga (con onda grafitti urbano), hay un episodio más del muerto de Joe Bennett, a quien ya sufrimos en el tomo anterior. Con tres de los nueve episodios a su cargo, los dibujantes con más presencia son Ben y Ray Lai, una dupla de crotos sin imaginación que en los primeros planos tratan sin éxito de imitar a Travis Charest. Y hablando de imitadores, tenemos dos numeritos a cargo de Paco Medina, que clona milimétricamente el estilo de Humberto Ramos, con tristes resultados, porque no tiene ni un décimo del talento del ídolo mexicano. En la superficie, lo de Medina se ve lindo. Pero no profundices en composición, narrativa o manejo del lenguaje facial y corporal, porque se hunde en cuestión se segundos. La cosa levanta bastante con un capítulo que cae en manos del siempre solvente Tom Mandrake, con excelentes trucos narrativos y una perfecta integración de la referencia fotográfica. Después tenemos un numerito a cargo de nuestro Max Fiumara, en el que probablemente sea su primer trabajo para una editorial de EEUU, y donde se ven limitaciones y falencias que hoy no vemos ni de casualidad en las historietas de este joven maestro. No es una garcha, pero comparado con lo que hace Max hoy en día, es un poquito precario. Para el postre, una historia corta, también muy rara, escrita por el ignoto Marlan Harris y dibujada por el astro japonés Kia Asamiya... en un estilo irreconocible, a años luz de sus mangas más conocidos y totalmente jugado a la splash page, sin la menor intención narrativa.
Imaginate si para esta etapa de Thor se hubiesen quedado Andy Kubert o Stuart Immonen... Hoy –que hace frío- estaríamos por tirar al fueguito de la estufa los números de Walt Simonson, y aquella hermosa saguita de Warren Ellis y Mike Deodato ya sería un bollito de ceniza, negro y retorcido como el corazón de Loki. Vuelvo pronto a la carga con un nuevo TPB de Jurgens, porque este me dejó cebadísimo!
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Published on July 21, 2013 14:13

July 20, 2013

20/ 07: HISTORIAS DE BOSQUENEGRO

Hoy. sintético, porque si no no llego.
Este segundo tomo de Bosquenegro nos muestra a Fernando Calvi otra vez inmerso en su mundo de criaturas fantásticas, a las que mueve con maestría por historias cortitas, simples, ideales para los más chicos.
La historia más larga tiene 24 páginas y está escrita de tal modo que hay un mini-remate al final de cada página. Detrás de su aparente simplicidad, la historieta tiene una estructura dramática clásica perfectamente respetada y sortea con creces la dificultad de resolver el conflicto sin recurrir a la violencia.
La historieta que a mí más me gustó es Merienda Accidentada, de cinco páginas, un relato decididamente humorístico, pero con las vueltas de tuerca suficientes para no ser un chiste largo que desemboca en (y le juega todas las fichas a) un remate gracioso.
Las últimas siete páginas del libro exploran un nuevo formato: historietas muy breves, de apenas media página, con bastantes viñetas, a veces con bastante texto, y acá sí, con la conisgna de desarrollar un breve argumento humorístico y rematarlo en la última viñeta.
En este formato, el de muchas viñetas chiquitas, casi abigarradas, es donde más me impactó el dibujo de Calvi, que es sin dudas el atractivo principal que le ofrece este librito a los lectores adultos. Ahí se ven más claros los planteos estéticos del autor, que me remitieron al A.L.I.E.E.E.N. de Lewis Trondheim, mezclado con las obras más sofisticadas de Miguel Calatayud. En las historias largas, las de viñetas grandes, se ve más Trondheim, mientras que en las últimas, las de las viñetas chiquitas, se ve más Calatayud, especialmente en la que cierra el tomo, que además es la mejor de esta última tanda. Visualmente, esto es un deleite irresistible. Los juegos que propone Calvi con las formas y los colores no sólo ceban infinitamente a los más chicos, sino que sorprenden a los más grandes, porque obligan al cordobés a plantearse una composición de las viñetas y una relación entre figuras y fondos muy, muy complejas, en la que se nota un laburo colosal para que todo se acople de manera armónica y funcional al relato.
Gran trabajo de este narrador virtuoso y versátil, que a veces se pasa de críptico en sus trabajos para los más grandes y que a la hora de crear historietas para chicos peló la magia que nos cautiva a todos: la de las historias chiquitas, muy controladas en cuanto a la extensión y a las pretensiones, y muy descontroladas a la hora de la imaginación y del despliegue de talento gráfico en cada página. Un librito ideal para comprar, leer en 15 minutos y regalar a un niño o niña con quien quedaremos como un duque, y a quien –en una de esas- ayudaremos a cebarse con la historieta sin tirarlo a esa picadora de carne tipo The Wall, pero con cara de gatito cachetón.
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Published on July 20, 2013 19:45

July 19, 2013

19/ 07: PLASTIC MAN ARCHIVES Vol.3

Otra vez me animé a leer historieta yanki pre-1960, pero esta vez no me hizo falta juntar coraje, porque ya había leído los Vol.1, 2 y 4 de esta lujosa colección editada por DC. El nunca bien ponderado maestro Jack Cole creó a Plastic Man en pleno boom de los superhéroes, cuando estos brotaban como hongos, vendían fantastillones de ejemplares y se parecían demasiado entre sí, y sin embargo se las ingenió para que -70 años más tarde- esto se lea como historieta de autor. En 1944, seguramente los pibes lo leían como una marcianada, como un comic totalmente atípico e inclasificable, porque realmente Plastic Man no se parecía a nada. Y lo bien que hacía.
Plas vivía en una ciudad imaginaria (Capital City), pero trabajaba para una organización muy real, el FBI. Se enfrentaba a criminales peligrosos, sin abandonar nunca el clima festivo, de joda, más en joda todavía que el Spirit de Will Eisner. Para esto, Cole tenía un ancho de espadas: Woozy Winks, un personaje de enorme potencial cómico, que en varias historias opaca incluso al protagonista. Plas es, en principio, un criminal reformado, pero para este tomo ya nadie se acuerda de eso. No se repasa nunca el origen, no hay flashbacks a aventuras anteriores, ni villanos recurrentes, ni menciones a ningún otro héroes de los que en este entonces publicaba la Quality. En una palabra: no hay continuidad. Las historias de este tomo (13 en total) pueden barajarse y leerse en cualquier orden (por eso me animé a leer el Vol.4 once años antes de conseguir este), como las aventuras de Lucky Luke.
En la estructura, las historias de Plastic Man no son tan distintas de las de otros justicieros de la Golden Age. Lo que es totalmente atípico es el desarrollo, plagado de villanos estrambóticos (aunque sin poderes), juegos de palabras muy graciosos en los diálogos y sobre todo de toneladas de slapstick, es decir, humor físico, de brocha gruesa, ese en el que los personajes constantemente se tropiezan, se chocan contra paredes y se les caen pianos en la cabeza. Y hay un segundo elemento, muy bizarro paar los comics de superhéroes de hoy e inaudito hace 70 años, que también emparenta a estas historietas con los violentos y gloriosos dibujos animados de Bugs Bunny, Daffy Duck y compañía: Plastic Man se disfraza mucho de mina! Mucho! Cada vez que necesita desorientar a sus enemigos, cambia sus facciones por las de una chica sexy, con tetas y culo prominentes, y rápidamente los rodea con sus brazos elásticos. No lo vemos pegarles chupones como los que le pegaba Bugs Bunny a Elmer Fudd, pero casi.
Entre estas 13 historias, no sé si hay alguna joya de esas que decís “Esta es la mejor historieta de Plastic Man de todos los tiempos”, pero casi todas son muy divertidas. Y hay una que tiene una idea tan brillante que le hubiese encantado escribirla a Borges: The Gay Nineties Nightmare, la de la ciudad que desapareció de los mapas en 1890 porque el tipo que fue a hacer el censo perdió los papeles. El argumento es la enésima batalla de Plas contra una banda de chorros, pero la idea, el disparador, es una genialidad.
El dibujo de Cole sufre, por supuesto, por el hecho de tener que meter ocho viñetas en casi todas las páginas. El trazo del ídolo, por lo menos en esta época, no deja ver un virtuosismo como para arrancarse las mechas. Está lejos de Eisner (a quien asistió tanto en las tiras diarias como en las aventuras semanales del Spirit) y a años luz de lo que 10 años más tarde pelarían Bill Elder, Wally Wood o Jack Davis en las páginas de MAD. Donde realmente se luce Cole es en la narrativa (impecable, dinámica e hipnótica incluso en las páginas donde se zarpa con los diálogos) y en la composición de las viñetas, donde prueba muchas cosas que nunca se habían visto en el comic y le salen todas demasiado bien.
Extraña cruza entre comedia salvaje y aventura policial, Plastic Man es la única historieta de superhéroes de los ´40 que me atrapó. No sé si como para seguir comprando Archives (las reediciones siguen hasta el Vol.8), pero sí como para estudiarla como una obra de vanguardia, en la que Jack Cole se concentró en darle onda a su mundo sin “mirarle la hoja al compañero”, y se convirtió –supongo que sin querer- en precursor en esto que es hacer comic de autor dentro del mainstream. Ahora quiero los libros de Plas de Kyle Baker, que nunca los conseguí.
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Published on July 19, 2013 12:40

July 18, 2013

18/ 07: DRACULA

Otra vez me toca leer una biografía, esta vez de un muchacho al que le pasaron cosas un poquito más heavies que a John Coltrane. Me refiero a Vlad Tepes, o Vlad Dracul, o simplemente Drácula, que es como lo conoció el mundo gracias a su rol protagónico en la mitología vampírica, cortesía del escritor Bram Stoker. Además del Drácula vampiro (el Drácula “mediático”, digamos) hubo un Drácula real, que no era de Transilvania sino de Valaquia y que vivió en la segunda mitad del Siglo XV. Robin Wood y Alberto Salinas, la dupla que pasó a la historia por haber creado a Dago, nos invitaron allá por los primeros años ´90, a descubrir la vida del Drácula histórico, en una novela gráfica realizada a lo largo de cinco años (lo cual, para 120 páginas, es una infinidad) y que recién en 2012 se publicó completa en nuestro idioma.
Acá empieza a despuntar el Robin Wood moderno, el que se zarpa mucho menos con la cantidad de texto que mete en cada página. Las primeras páginas de Drácula (de 1990) están bastante cargadas de extensos diálogos y voluminosos bloques de texto, y las últimas (de 1995) ya no, ya se leen de otra manera. Lo bueno es que, cuando abundan y cuando escasean, los textos de Wood tienen un nivel altísimo, con muchas frases memorables. El argumento en sí es lineal, es la vida de este zarpado dispuesto a todo por el poder, cegado por la ambición, y a la vez dueño de una dignidad y un coraje que lo hicieron amado por su gente y temido por los imperios más poderosos de su época. El guión pega varios saltos, omite meses y hasta años enteros en la vida de Drácula, pero cuando elige un momento para desarrollar, lo hace con criterio. Con el correr de las páginas, Drácula adopta carnadura humana, complejidad y hasta buenos personajes secundarios.
El tono del relato es crudo, descarnado y hace un hincapié escabroso en la violencia, la crueldad y la desmesura de este genocida al que Wood pinta más como una bestia infernal que como un ser humano. Por momentos, vemos a Drácula desplegar una conducta tan extrema, tan abominable, que hay que juntar huevos para seguir adelante con la lectura. Pero fijate vos que, a pesar de las runflas espurias, las torturas, los asesinatos, las violaciones, las traiciones, las mutilaciones y las masacres que le vemos cometer a Drácula, Robin logra que siempre hinchemos por él. Sí, es un hijo, nieto y bisnieto de putas sin el menor escrúpulo. Y aún así uno quiere verlo ganar. Mitad porque se enfrenta a otros hijos de puta tan ambiciosos como él, mitad porque es un hijo de puta que va de frente, al que impulsan su orgullo y su amor por su patria. Una especie de Dr.Doom más realista, vendría a ser...
Y ya que metí esa referencia a Marvel, me acuerdo que cuando leí Tomb of Dracula, de los maestros Marv Wolfman y Gene Colan, también me sorprendí a mí mismo hinchando por el capo del vampiraje. Que no combatía contra emperadores codiciosos, sino contra un puñado de humanos a los que Wolfman se esforzaba por mostrarnos como “héroes”... y que no empalaba gente, entre otras cosas. O sea que, de alguna manera, Drácula ejerce esa fascinación: uno sabe que es un sorete, pero lo quiere ver ganar. Loco, no?
Párrafo para hablar maravillas del dibujo de Alberto Salinas, maestro de maestros, clásico de clásicos. Lo mejor, lo que más me gustó, es la reconstrucción de la época, impecable en todos los aspectos, y la línea, el trazo sobrio, muy elaborado, con un pincel y un plumín que no descuidan ni el más mínimo detalle. Y las escenas de batallas, en las que Salinas dibuja a 500 soldados a caballo contra otros 500 soldados a caballo como si fuera una boludez, como si el dibujante promedio no quedara al borde del ACV cuando lee un guión que dice “dos soldados a caballo”. Lo que menos me gustó es que, alrededor de la página 50, Salinas cambia la forma de encarar la página y prácticamente erradica la grilla de seis cuadros para plantarse casi siempre en cuatro cuadros más grandes. Sin embargo, las páginas de menos viñetas no tienen más laburo en cada viñeta. Simplemente vemos al maestro dibujar un poco menos. Sobre el final, se ve que la querían terminar rápido y reaparecen las páginas de seis viñetas (más alguna de siete) dibujadas como la hiper-concha de Dios. Hay algún palo menor en la narrativa, alguna secuencia en la que no queda claro cuál es el siguiente cuadro que toca leer, pero en general está todo muy bien resuelto.
Yo había leído Drácula muchos años atrás, en italiano y a color. Creo que era color directo, aplicado por el propio Salinas, no me acuerdo bien. Esto, así, en blanco y negro, me gustó más. El guión también, me gustó más que la primera vez que lo leí. Si sos fan de Alberto Salinas o de Robin Wood, o si te interesa la figura del Drácula real, hincale los colmillos a esta obra que, sin ser la Octava Maravilla del Mundo, se disfruta a full.
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Published on July 18, 2013 12:38

July 17, 2013

17/ 07: A1 Vol.3

Esta vez bajaron un cambio, los muchachos. De las 128 páginas del Vol.2 nos fuimos a 80, sin afectar demasiado a la calidad del material, que es lo que importa. Hay menos diversidad, claro, pero bueno, todo no se puede. Veamos qué se puede rescatar.
Arrancamos con dos historietas que bien podrían haberse publicado en esta misma época (1990) en la revista Dark Horse Presents: primero, un interesante episodio de The American, de Mark Verheiden, con muy buenos dibujos de Dougie Braithwaite. Y después una nueva del Bacchus de Eddie Campbell, que se hace muuuy larga, porque tiene muchísimo texto y le falta fuerza a los conflictos. El dibujo, sorprendentemente bueno.
Vamos con tres paginitas en joda de The Actress and the Bishop, escrita (en rima!) y dibujada como los dioses por el maestro Brian Bolland. Una belleza. Le siguen seis páginas del siempre alucinante Dave McKean (junto a un guionista ignoto), repletas de imágenes espectaculares, pero con dos problemas que la hunden: primero, está clarísimo que era un laburo a color, y pierde mucho en el traspaso a blanco y negro; y segundo, narrativamente no existe, es la nada misma. Es pura paja visual, tan hermosa como intrascendente.
Los hermanos Gary y Warren Pleece se mandan un spaghetti western con sutiles toques de parodia, que también se hace un poquito largo, porque avanza lento. El dibujo de Warren es raro, casi no se ve su estilo habitual. Se parece mucho más al típico comic de Sean Phillips, con algo de Guy Davis y un claroscuro bien extremo. Muy lindo. Tenemos también un nuevo episodio de Bricktop, esa serie que vimos en el tomo anterior, con unos dibujos excelentes de Glenn Fabry. Este es un capítulo lleno de acción y chistes (algunos muy buenos) que no pasan del entretenimiento para adolescentes que la van de rebeldes y contraculturales. Lo salvan la diversión y los dibujos, mejores incluso que la vez pasada.
Otra serie que vuelve es la indescifrable The Bojeffries Saga, esa comedia costumbrista pasada de rosca que escribía Alan Moore y dibujaba con muchísima onda Steve Parkhouse. ¿Y te acordás que en el Vol.2 había una de John Bolton que mezclaba a los crímenes de Jack el Destripador con la locura de Van Gogh? Bueno, esta vez hay una en esa misma línea (también escrita por Graham Marks) en las que se mezclan un asesino siniestro que desfigura a sus víctimas con los cuadros de Pablo Picasso. El arte de Bolton, devastador.
Y me guardé para el final lo mejor de la antología, dos unitarios exquisitos. El primero es uno romántico de Philip Bond, con final triste, dibujos inspiradísimos y unos bloques de texto demasiado bien escritos por tratarse de un dibujante con poca trayectoria como guionista. Y el otro se llama The House of Heart´s Desire y es una joya oculta del hoy tan de moda Grant Morrison. El dibujo es choto, es cierto. Se trata de un tal Dom Regan, del que por suerte no conozco otros trabajos. Pero eso no alcanza para empañar un guión fastuoso, con un montón de ideas y elementos que conectan al universo de Morrison con el de Jorge Luis Borges. Son sólo siete páginas, realmente brillantes, también con muchos bloques de texto trabajados a la perfección. No hace falta ser un morrisonzo, de esos que compran cualquier garcha que lleve la firma del escocés, para babear como un infradotado y decir “lo quiero tener...”.
Me queda un tomito más de A1 para repasar. Prometo entrarle pronto. Y sigo a la búsqueda de los tres que me faltan, aunque el pronóstico indique que tengo menos chances que Gerardo Sofovich en los 100 metros llanos.
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Published on July 17, 2013 14:13

July 16, 2013

16/ 07: COLTRANE

A veces el olfato falla. Agarré este libro del italiano Paolo Parisi (editado en Argentina por La Pinta) bastante convencido de que iba a leer una joya, o algo así. En los meses que pasaron desde que salió, escuché muchas críticas favorables y además la tapa me parecía extraordinaria. El tema, la biografía de John Coltrane, me resultaba... nada, no sabía qué esperar, porque mi desconocimiento acerca del mundo del jazz es absoluto. Y ahí me sumergí, muy bien predispuesto.
Me encontré con una obra que no me convenció. Compartí la decisión de Parisi de no narrar la vida del saxofonista en forma lineal. Los saltos para adelante y para atrás en el tiempo ayudaron a mantener mi interés hasta el final, a la espera de un pase mágico que le diera al desenlace la onda que no tenía el desarrollo. También me pareció interesante el contexto social en el que vivió el músico. Parece (digo, después de haber leído biografías en comic de Jimi Hendrix, Fats Waller y Bob Marley) que es muy difícil contar la vida de los músicos afroamericanos sin meterse con el contexto social y político, como si todos fueran –antes que artistas- productos de su época. Acá el tema de la discriminación racial está tocado con sutileza, no le disputa el protagonismo a la vida de Coltrane ni se lleva las reflexiones más produndas por parte de Parisi.
Hasta ahí, muy bien. ¿Cuáles son los problemas del guión? Básicamente dos: por un lado, el “feteado” de la vida de Coltrane. La elección por parte de Parisi de qué momentos privilegiar, en qué escenas centrarse. Acá hay algunas muy cortitas, casi fotos, en las que no llega ni siquiera a plantearse un conflicto y mucho menos a desarrollarse. Está muy bien mostrar un toque de la grabación de cada disco, repasar los nombres de los músicos que lo acompañaban, pero Parisi dedica muchas páginas al simple hecho de mostrar a las bandas tocando. Lo cual es alucinante en una película, y bastante aburrido en un comic, donde no existe el sonido. Y en las escenas más centradas en la vida privada de Coltrane, lo que sucede fuera de los escenarios y los estudios de grabación, “pasan más cosas”, aunque los distintos mini-relatos adolescen siempre de lo mismo: no hay conflictos fuertes. O hay, pero Parisi no los enfatiza. El puterío entre los músicos, representantes y empresas discográficas está apenas esbozado. El deterioro de la relación entre Coltrane y su primera esposa recibe apenas un poquito más de atención. Y lo más rico, el elemento de mayor potencial dramático, está totalmente desaprovechado. Me refiero al dato de que Coltrane fue –durante un tiempo- adicto a la heroína y luego se recuperó. ¿Es muy frecuente eso? ¿Hay muchos artistas consagrados que se hayan recuperado de la adicción a la heroína? Me parece que no, y por eso la lucha del saxofonista contra esa adicción tendría que estar plasmada no sé si como una epopeya, pero sí con mucho más énfasis del que le pone Parisi.
El dibujo es correcto, sin virtuosismos ni pifias groseras. Parisi va para el lado de varios autores del indie yanki y por momentos me hizo acordar a los laburos de Adrian Tomine en su etapa under, o a algunas cosas de Chester Brown. La figura humana está un poquito descuidada, pero me da la sensación que es una decisión por parte del autor, no una limitación con la que se encuentra. Los fondos están muy bien, la documentación es acertada (me gustó ver a Harlem hace casi 50 años) y las expresiones faciales, que tienen mucho peso en la trama, sí revelan ciertas carencias en el estilo de Parisi. La puesta en página es clásica, casi siempre con grilla de seis cuadros y transiciones cortas, lo que le da a casi todas las secuencias un ritmo pausado, tranquilo, como para relajarse como te relajás cuando escuchás un disco de jazz. Esperaba un poquito más del dibujo, realmente, sobre todo por la gran calidad de la imagen de la portada. Pero bueno, Parisi tiene apenas 33 años y seguro va a pelar obras mejores, por lo menos en la faz gráfica.
No te pongo a Coltrane entre la lista de los libros imprescindibles y tampoco en la de los excecrables. Supongo que a los fans del saxofonista les parecerá mil veces mejor que a mí, porque realmente se nota que Parisi se compenetró a fondo no sólo con la vida, sino incluso con la obra del músico. Estudió su forma de componer, de interpretar, su forma de relacionarse con los otros íconos del jazz (Miles Davis, Duke Ellington, Thelonius Monk, etc.) con los que le tocó compartir discos y escenarios, su estrategia a la hora de armar sus bandas... Eso seguramente al amante del jazz lo va a cebar muy mal. Yo, como fan del comic, me llevo un poco menos de lo que esperaba. Me jodo por haber arrancado con las expectativas tan arriba...
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Published on July 16, 2013 18:56

July 15, 2013

15/ 07: SCOUT Vol.2

Segundo y último tomo en este intento por parte de Dynamite de recuperar un cuasi-clásico ochentoso de Timothy Truman. Intento en el que le debe haber ido tirando a mal, porque las reediciones se cortan acá y la serie original siguió bastantes números más.
En este tomo, Truman nos escamotea un elemento que estaba bueno en el anterior: el misticismo de los aborígenes nortreamericanos. En el primer episodio hay un poquito de eso, pero justo ahí Scout se despide de Gahn, y donde antes había bestias místicas ancestrales ahora habrá... robots israelíes con diseño de mechas japoneses. Truman abordará el tema de la religión y le dará mucho protagonismo con el correr de las páginas, pero no será la religión de los apaches, sino la de un pibe que está medio tocado y combina el cristianismo con las novelas de El Señor de los Anillos.
El profeta, a quien una facción del gobierno de los EEUU quiere hacer pasar por líder terrorista, no es otro que Doody, un personaje menor del tomo anterior, que acá está muy cambiado, incluso físicamente. Truman no se calienta siquiera en dibujarlo parecido. La aventura se articula (con perdón de la palabra) en torno a esta dicotomía: Doody empuja a sus seguidores por el desierto yanki hacia una base militar en la que todavía quedan algunos misiles activados, guiado por visiones extrañas e inspirado por el viaje de Frodo hacia el Monte del Destino. El artero vicepresidente de los EEUU, en cambio, afirma que se trata de una célula armada que intenta apoderarse del arsenal nuclear para poner en jaque al país. El miedo crece, las tropas se movilizan y al final resultará que Doody es algo más que un salame con visiones proféticas.
A todo esto, ¿de qué juega Scout? Eso es lo más flojo de la saga central. Al principio, Emanuel Santana traba amistad con un ganadero copado y lo ayuda a defender sus tierras. Pero después, ¿para qué acepta sumarse al caos que se desata en la base militar? ¿Qué hace un criminal buscado por la policía de todos los estados en una misión especial encargada por la presidenta de la nación? No se termina de explicar. Lo bueno es que la presencia de Scout en el desenlace de la saga de Doody sirve para que finalmente lo capturen los milicos y da pie a los dos últimos episodios del tomo, que son los mejores.
Acá, Santana está internado en el pabellón psiquiátrico de un hospital para veteranos de guerra, debilitado por sus heridas y empastillado hasta las uñas. Truman aprovechará el primero de los episodios de Scout en el hospital/ manicomio para bajar línea acerca de cómo EEUU trata a sus ex-combatientes, y en el segundo estallará una machaca sumamente salvaje, con dos objetivos: presentar a un nuevo personaje (a quien no veré desarrollarse a menos que consiga las revistitas de los ´80) y sacar a Santana de su cautiverio. Las primeras 16 páginas de ese último capítulo tienen un nivel de violencia muy, muy difícil de digerir.
El dibujo de Truman mantiene el nivel del tomo anterior, siempre muy vibrante, con muy buenos truquitos de narrativa y una gran labor de Sam Parsons en el coloreado. Hay una historia muy breve dibujada por Ben Dunn (pionero del manga en los EEUU) bastante intrascendente, y además hay 19 páginas a cargo de dos compañeros de curso de Truman, que egresaron junto con él de la escuela de Joe Kubert: los gloriosos Rick Veitch y Stephen Bissette, que se van al carajo a la hora de graficar el capítulo en que Scout está en el hospital drogado y hecho mierda. Si recordás sus trabajos en Swamp Thing, o en la antología Taboo, sabés que a los muchachos les gusta el terror, bien podrido y visceral, y acá se zarpan para ese lado, en unas páginas memorables en las que se ve la clásica anatomía del maestro Kubert mezclada por una puesta en página rarísima y un entintado bien dark, bien sórdido, todo eso en los espacios que dejan los textos de Truman que –lamentablemente- son muy, muy abundantes. El propio Truman dibuja el último episodio (el de la tremenda machaca con Monday) con la novedad de que acá no aparece con el color de Parsons retocado por los efectos digitales de Mike Kelleher, sino que este último colorea toda la historieta con su paleta photoshopera. Y la verdad que le suma puntos a Parsons porque esto, de 2008, está bueno, pero no tanto mejor que lo que hizo el colorista original en 1986, cuando la tecnología que hoy usa Kelleher no se podía ni soñar.
Futuro distópico, ciencia-ficción, medio ambiente, runfla política, religión, combates militares con hardware y robots gigantes, machaca a puño limpio y algún garchecito apenas sugerido (pero lésbico!) sirven de marco para las violentas aventuras de Emanuel Santana, a las que estuvo bueno descubrir, aunque sea con más de 25 años de demora. Habrá más Tim Truman antes de fin de año.
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Published on July 15, 2013 18:12

July 14, 2013

14/ 07: ALGO IMPOSIBLE

Sin saberlo con certeza, estoy bastante seguro de que algún día alguien lo agarró a Peter Bagge y le dijo “flaco, si te ponés un poquito más las pilas y te rompés un poquito más el culo, vas a poder vivir de dibujar historietas”. Ernán Cirianni es el Peter Bagge de una realidad paralela en la que nunca existió esa conversación. Ernán y Bagge no son de la misma generación, ni nacieron del mismo lado del mundo, pero comparten la mirada aguda sobre la sociedad en la que viven, la facilidad para plasmar diálogos MUY reales en sus viñetas, y sobre todo la furia, la mecha encendida para que –cuando el lector menos se lo espera- detonen esas expresiones de cuerpos y rostros totalmente sacados, totalmente volcados a la emoción más exacerbada.
Pero claro, a Ernán le chupa un huevo dibujar bien. Se apoya todo el tiempo en su trazo nervioso, urgente, una especie de cable pelado debajo del cual se nota la ausencia de boceto, de planificación. Y le queda bien. Hay que no entender un carajo para cerrarle las puertas a Cirianni porque dibuja así nomás, con un grafismo que es más caligrafía que dibujo. Lo más interesante es que el dibujo es grotesco y despojado, mientras que los temas que tocan los personajes (dos varones de casi 40, anónimos ambos) son profundos, complejos y van todo lo a fondo que se puede ir en una historieta cuyo principal objetivo es divertir. Los textos son amenos, gancheros, repletos de ideas ricas para pensar, debatir o simplemente cagarse de risa.
Pero claro, ahí aparece un problema que me parece un poquito más insalvable: Ernán rotula con el mismo descuido con el que dibuja. Así es como los diálogos no sólo sufren esa caligrafía temblorosa y desprolija, sino que además tienen tachaduras, faltas de ortografía y signos de puntuación que brillan por su ausencia. Por supuesto, un rotulado digital prolijito y careta no le quedaría nada bien a una historieta como Algo Imposible. Pero tiene que haber un punto medio, algo que refleje la sensibilidad de Ernán como autor y a la vez invite al lector a quedarse, no a tirar el librito a la mierda al grito de “Me empomaron, pagué $ 35 un fanzine de mierda”. No sé si el autor es consciente de la cantidad de gente que “le hace patito” a sus obras por el tema del rotulado.
El resto está buenísimo, es un comic en el que durante 47 páginas sólo hay tipos hablando Y es algo difícil de hacer, no sólo porque se te tiene que ocurrir, sino porque además tenés que remar mucho para mantener la atención del lector durante todas esas páginas de tipos sentados frente a una taza de café. De alguna manera, Algo Imposible no sólo se hace llevadero, sino adictivo. No querés que se termine, querés que siga la charla, en el bar o por teléfono, no importa. Enorme mérito de un loco de mierda, un kamikaze, un tipo al que nada le gusta más que armar su ranchito por afuera del cánon y hacer la suya, para divertirse él y que se diviertan sus amigos. Ernán Cirianni no se quiere romper el culo para vivir de dibujar historietas. Prefiere limar en su mundo, pasarla bien, hacer lo que se le cante la chota. Si no te gusta su onda, su estética o los temas que toca, todo bien, seguro habrá miles de autores que se esfuerzan día a día para que a vos y a miles más les guste lo que hacen. El esfuerzo de Ernán está puesto en otro lado y -en libros como este- da frutos riquísimos.

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Published on July 14, 2013 14:03

July 13, 2013

13/ 07: PARKER: THE HUNTER

Parker no existe, es un personaje de ficción creado por Richard Stark. Richard Stark no existe, es un pseudónimo del escritor Donald Westlake (1933-2008), cuyas obras más famosas está adaptando al comic Darwyn Cooke. Y no, Darwyn Cooke tampoco existe. O no debería existir, porque el hecho de que haya un tipo capaz de narrar historietas a este nivel es muy injusto para todos los demás. Cooke está fuera de la media y fuera de la realidad. Ya lo tenía claro desde hace años, pero este trabajo de 2009 (que los garcas de IDW se tomaron tres años para reeditar en softcover) me lo termina de explicitar del modo más contundente que te puedas imaginar.
Lo que hace Cooke a la hora de convertir en historieta a Parker: The Hunter no tiene nombre. Es algo que está más allá de las palabras. Desligado de la responsabilidad de construir y desarrollar una trama, el genio canadiense se aboca a la tarea de darle a las palabras de Richard Stark una dimensión gráfica que las potencie, que las haga llegar a donde por sí sólas no llegaban, que les agregue impacto y belleza. No están todas las palabras de la novela, claro. Pero hay muchas, se trata de una obra con más texto que el comic norteamericano promedio. Y a las palabras que sacó, Cooke las reemplazó con imágenes perfectas, de devastadora elocuencia.
El dibujo es majestuoso: una mezcla zarpada entre Alex Toth y Bruce Timm. En la composición de las viñetas y en los truquitos de narrativa despunta también Will Eisner. Y la puesta en página es 100% Cooke, al igual que el recurso, aprovechado al mango, de incorporar esas tonalidades de turquesa para realzar la iluminación (expresionista al mango) lograda con el claroscuro. Ah! Y el rotulado, que no sé si es manual o digital, imita la peculiar caligrafía de Toth, como para sumar un lujo más.
La solidez del argumento es ejemplar. Stark/ Westlake concibió un thriller intenso, violento, que te hipnotiza, te aplasta y te deja pidiendo a gritos más Parker. No quiero meterme mucho con la historia, primero para no spoilear, segundo porque prefiero concentrarme en los aportes de Cooke y tercero porque tengo poquito tiempo. La verdad que los aportes de Cooke son miles. Las secuencias mudas, poco frecuentes en las adaptaciones literarias, son unas cuantas y todas funcionan a la perfección. La reconstrucción de la época (EEUU, 1962) está muy bien lograda, con una integración armónica y convincente de la referencia fotográfica, que se acopla sin estridencias al personalísimo grafismo del canadiense. Las expresiones faciales, tanto del recio Parker como de los secundarios, los villanos y las hermosas mujeres que lo rodean, son otro punto altísimo. Ojalá todas las adaptaciones de obras literarias fueran la mitad de buenas que esta.
No sé si voy a aguantar a que IDW lance en softcover las otras dos novelas de Parker que adaptó Cooke. Esta me dejó demasiado cebado. Es un trabajo demasiado bueno, una historieta perfecta que recupera la impronta de los clásicos y la moderniza, que toma recursos del comic europeo y los norteamericaniza... una bestialidad, una orgía para cualquier fan del Noveno Arte. No creo que necesitara mi perdón, pero lo perdono a Darwyn Cooke por haber hecho Before Watchmen. Con esta calidad, puede hacer Before Youngblood que también se lo voy a comprar.

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Published on July 13, 2013 15:58

July 12, 2013

12/ 07: ¡BAIROLETTO! Y OTRAS HISTORIAS

Juan Dalfiume nació en Italia (donde lo bautizaron “Gianni”), pero vive desde muy chiquito en Argentina, así que lo consideramos uno de los nuestros. Dalfiume es conocido sobre todo por su trabajo para Columba donde, durante la época del máximo auge de la editorial, dibujó toneladas de páginas, tanto de Jackaroe (su popular western, creado por Robin Wood y continuado por Ray Collins) como de otros personajes. Claro, eran los años de “la máquina de hacer chorizos” y muchas de las historietas firmadas por Dalfiume para Columba no reflejan ni por asomo las cualidades artísticas del dibujante. Por suerte, a principios de los ´80 Dalfiume transitó la senda de la redención en las revistas de Ediciones de La Urraca y felizmente La Duendes recopiló algo de ese material, junto a historietas de esa misma época, que hasta ahora estaban inéditas.
La historia que le da título al libro es la única que salió en Fierro y la única en la que Dalfiume colabora con un guionista (Otto Carlos Miller). También es muy floja. Basada en la biografía del bandido rural Juan Bautista Bairoletto, la historieta tiene una sóla secuencia bien resuelta en 14 páginas (la del velatorio del padre del protagonista). Muy poco. El resto explicita demasiado, pega saltos muy brutales... defrauda, en una palabra. El dibujo de Dalfiume, realizado con aguadas es magnífico... si lo leés en la Fierro. Acá está mal reproducido, como si se hubiese trabajado no en base a los originales del autor, sino en base a archivos digitales de baja resolución. Una lástima.
De las inéditas, De Caza sorprende por su crudeza. Es un relato breve, con poco texto pero mucho clima, con un in crescendo manejado con mucho criterio. Y el dibujo está muy suelto, muy expresivo, muy bien. La Suerte del Inglés es casi un chiste largo, totalmente jugado a un remate que llega en la última viñeta y que puede o no causar gracia. Por suerte tiene unos dibujos muy logrados. Dos Ciegos y un Sordo es otra historia de notable mala leche, un slice of life que arranca para comedia y termina en tragedia. De nuevo, está todo muy jugado al giro de la última viñeta y esta vez el dibujo no está tan cuidado: hay planos my repetidos y menos énfasis en los climas. Y cierro con La Estrella, de apenas tres páginas, en las que Dalfiume le pega una vuelta de tuerca ingeniosa al mito de los Reyes Magos. El dibujo es correcto, cumple sin descollar.
Y me quedan cinco historietas publicadas originalmente en la mítica SuperHum®. Al Pie de la Letra es otra comedia salpicada de mala leche, con un remate shockeante al final y un dibujo al que se le nota demasiado la velocidad a la que fue hecho. Daba para elaborarlo más. Le sigue Cara de Chancho, donde el dibujo está mucho más laburado, la composición de cada viñeta está más cuidada y el equilibrio entre blancos y negros está más logrado. Lástima el guión, que arranca con un planteo interesante, de ciencia-ficción, y termina por derrapar en una especie de chiste medio boludo. El Amo del Mundo es una extensa secuencia muda, cuyo final no se termina de entender, pero que tiene a Dalfiume dando cátedra de narrativa y de manejo de las texturas (no sólo con aguadas). Esto se desluce un poquito en la edición de La Duendes, pero igual se nota que hay un laburo sutil y brillante por parte del autor. La mala leche y la crueldad se imponen de nuevo en Hermano Blanco, otra historieta tremendamente heavy, con un remate desolador y excelentes dibujos.
Para el final, la mejor historieta del tomo: una versión de No Vale Nada la Vida... más extensa que la que se vio en SuperHum®. 22 páginas, dibujos laburadísimos, muchísima atención por los detalles y la documentación, acción, violencia, buenos diálogos, hermosas secuencias mudas y una revelación impactante en la última viñeta. Un lujo.
Quedan sin recuperar las historietas que Dalfiume realizó para SuperHum® en equipo con Carlos Trillo o Guillermo Saccomanno. Ahí se ve el mismo nivel de dibujo que en las mejores historias de este tomo, y además hay ideas muy interesantes en los guiones. De todos modos, estas setenta y pico de páginas recopiladas hoy por La Duendes sirven para constatar que, además de su producción “por kilo” para Columba, Dalfiume tenía otras cosas para contar y el talento para contarlas de modo más que atractivo. Hoy, al maestro se lo nombra poco en el mundillo de la historieta argentina. Tan poco, que varias generaciones no saben que sigue trabajando, básicamente para Italia. Por ahí, gracias a este libro, algunos empiezan a descubrir la faceta más “autoral” de Dalfiume y a reivindicarlo como el gran historietista que es.
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Published on July 12, 2013 12:49

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Andrés Accorsi
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