Andrés Accorsi's Blog, page 185
July 11, 2013
11/ 07: KOMA

Aclaremos que esta genialidad la hizo Humanoids (la filial yanki de Les Humanoides Associés), especialista en ahuyentar lectores con sus hardcovers finitos, carísimos e innecesariamente lujosos. Esta vez, no sé por qué, pero a los fans de los maestros suizos Pierre Wazem y Frederik Peeters nos regalaron una edición PERFECTA de una obra muy, muy notable.
Hasta la mitad del cuarto tomo, el guión de Wazem es demoledor. Tiene misterio, conspiraciones, aventura, diálogos brillantes, presenta un mundo raro, cautivante, lleno de posibilidades, explora conceptos loquísimos con mucha coherencia y nos deleita con el desarrollo de un elenco de personajes entrañables, encabezado por la fascinante Addidas, la borreguita pasada de rosca, mucho más inteligente que una nena normal, pero que sufre extraños desmayos. Durante muchas páginas, Wazem (a quien nos cruzamos un lejano 07/07/10 con su hermosa Como un Río) encauza perfectamente los misterios, los dota de sustancia, de dilemas morales, los puebla de héroes y villanos creíbles (a pesar del tono claramente fantástico de la historia). Y para la segunda mitad del Vol.4, la trama empieza a virar hacia un terreno más cercano al de Lewis Carroll que al de Terry Gilliam, que era por donde –más o menos- transitaban las primeras 160 páginas.
A lo largo del quinto tomo pasan cosas grossas y varios de los plots siguen avanzando hacia un final tan zarpado como todo lo que sucedió hasta ese momento. Y en el tomo final, la cosa ya cobró dimensiones tan colosales que, varias páginas antes del final, uno ya sospecha que Wazem no va a llegar a cerrar satisfactoriamente todas las puntas que abrió. Para mi sorpresa lo logra, pero antes tiene que simplificar mucho el conflicto y acotarlo a una lucha entre la imaginación y la resignación, en la que una de las puntas más interesantes (la de la conspiración) no tiene cabida y termina desactivada con más pena que gloria. No termina mal, no es un final choto ni abrupto. Simplemente no está a la altura de una obra increíblemente bien escrita, repleta de situaciones impactantes, locaciones alucinantes y personajes recontra-atractivos.
El dibujo de Peeters no baja nunca. Al contrario, es cada vez mejor. Mucho mejor que en Píldoras Azules, donde ya había alcanzado un nivel excelente. Esto está tan bien dibujado que me gustaría leer TODAS las historietas que leí en mi vida, redibujadas por Peeters en este estilo. Con una narrativa cristalina, una puesta en página muy tranqui, muy tradicional, y un trabajo formidable de la colorista Albertine Ralenti, los dibujos de Peeters alcanzan la perfección absoluta. Acá no hay fotos, no hay computadora, no hay nada. Sólo un virtuoso de la historieta que deja todo en cada página y la rompe en todos los aspectos del relato gráfico. No quiero destacar a ninguno por encima del resto porque –de verdad- no hay NADA que baje de los 10 puntos.
Si bien le falta esa vueltita al final para elevarla a la categoría de Historieta Perfecta, Koma tiene ritmo, derrocha ideas que nunca antes se habían visto en ningún otro comic, transmite muchísimas emociones distintas (desde la ternura de una peli de Pixar a la mala leche de un Warren Ellis o los delirios meta-comiqueros de un Grant Morrison), te engancha de principio a fin y tiene unos dibujos demasiado buenos para ser reales. Pierre Wazem y Frederik Peeters nos obsequiaron una clase magistral y dejaron clarísimo por qué son dos de los nombres fundamentales que Suiza le dio al comic europeo en este siglo. Tengo más material de Peeters sin leer, así que lo revisitaremos en los próximos meses.
Published on July 11, 2013 13:34
July 10, 2013
10/ 07: THOR: GODS ON EARTH

En esta saga, Thor se hace cargo de que es un dios, con un poder muy por encima del de los mortales, y decide usar ese poder para mejorar a la Humanidad. Los asgardianos se dedican a combatir el crimen, a curar a los enfermos, a llevar lluvias donde hay sequías, a crear cultivos donde hay desiertos, a proteger los recursos naturales del planeta con nuevas fuentes de energía y –acá es donde la cosa se pone espesa- a rajar de los cargos gubernamentales a déspotas y corruptos. ¿Sos rey, dictador o presidente y violás los derechos humanos o ponés bajo amenaza la vida de tu propio pueblo? Viene Thor y te mete una patada en el orto. Lógicamente, muchos aplauden las proezas del Señor de Asgard y otros desconfían, un poco porque la limosna es grande y un poco porque se hace obvio que este rubio grandote no le va a pedir permiso a nadie para hacer absolutamente nada que a él le parezca correcto. El famoso “¿quién vigila a los que nos vigilan?”.
Con esta consigna, Jurgens va a llevar adelante un arco argumental casi sin machaca, en el que el conflicto es filosófico. Thor está haciendo lo que todos los poderosos deberían hacer, pero no hacen. ¿Por qué? ¿Cuáles son los riesgos de intervenir tanto y tan a fondo en asuntos terrenales? ¿A quiénes les conviene y a quiénes no que el Señor de Asgard cace la manija y decida, según su criterio, qué cambios son urgentes en la forma en que se comportan los mortales? ¿Cuáles son los límites? La cosa se pone más y más compleja, la tensión crece más y más, y ya cuando ves a Loki conforme y orgulloso con el accionar de su hermanastro, empezás a sospechar que esto se puede llegar a ir al carajo, mal.
El voluminoso TPB cierra con un arquito de tres episodios, de los cuales uno salió en la revista de Thor (escrito por Jurgens), uno en la de Iron Man (escrito por Mike Grell) y uno en la de Avengers (escrito por Geoff Johns). Acá la tensión llega al límite. Thor se manda a imponer justicia a un conflictivo paisito balcánico y rápidamente empiezan a operar otros dos jugadores, muy interesados en el equilibrio de poderes de la región: un afiladísimo Dr. Doom y los muchachos del Pentágono, los milicos yankis, cuya intervención motivará también la de los milicos rusos, y así. Acá Iron Man cumple el mismo rol patético que cumpliera Superman en el Dark Knight Returns de Frank Miller, mientras que el Capitán América representará el balance, la cordura, la integridad y la longevidad del vínculo que une a estos tres pilares de los Avengers. Y pierde el Capi. Los vínculos se hacen crosta y Thor, cada vez más convencido de que su cruzada es por el bien de todos, abandona a sus ex-camaradas, en un final emotivo y polémico, que anticipa (por no decir “hace innecesario”) mucho de lo que años más tarde sucedería en Civil War.
A nivel visual, este arquito final nos trae 66 páginas de un Alan Davis deslumbrante, que deja la vida en cada secuencia, perfectamente complementado con los colores de Dave Kemp. Cátedra del as británico. Los siete episodios restantes nos tratan un poquito peor: dibuja bastante el muerto de Joe Bennett, sin onda ni imaginación; hay dos episodios de Tom Raney (le tocó uno en el que sólo hay gente hablando, pobre pibe, y otro muy lindo, con un gran rol para Spider-Man); uno dibujado por el propio Jurgens (que con las tintas de Tom Palmer parece un dibujante setentoso, un clon medio torpe de Neal Adams), y un episodio en el que varios dibujantes grossos aportan ilustraciones de una o dos páginas. Ahí están Carlos Pacheco, Mike Kaluta, Bill Sienkiewicz y Dave Johnson, entre otros capos, pero son casi pin-ups, así que guardá el babero.
Más allá de los altibajos del dibujo, esta serie está en un momento increíble. Tomo a tomo, Dan Jurgens hace gala de unos huevos gigantescos para abordar temas que el género superheroico rara vez aborda y lo hace con mucha categoría, con miles de recursos para enganchar al lector con la trama aunque casi no haya acción. Prometo volver pronto, porque ya tengo los brolis que me faltaban para completarla.
Published on July 10, 2013 18:20
July 9, 2013
09/ 07: A1 Vol.2

Arranco por la tapa de Mr.Monster. Ahí me espera una historieta de este personaje creado por Michael T. Gilbert, con un argumento medio boludo, pero dibujado como los dioses, lleno de homenajes a Will Eisner. Una pena el traspaso a blanco, negro y grises, porque visualmente esto era una joya. Le sigue Bricktop, una historieta muy ganchera, escrita y dibujada por Glenn Fabry, que es el primer capítulo de una serie. Ojalá continúe en los otros tomitos que tengo, porque pinta muy bien. Jeepster es un unitario exquisito escrito y dibujado por Philip Bond, perfectamente planteado y resuelto en seis páginas sin el menor desperdicio. El siempre oscuro Al Davison se pasa de vanguardista, así que me voy a la siguiente historia, una joyita de cinco páginas mudas, a cargo del maestro Barry Windsor Smith. Una belleza dibujada en un estilo casi minimalista, cercano al de Moebius.
Otra que sufre el paso a blanco, negro y grises (y que nunca vi a color) es Kyrn, una breve pero intensa historia de un bárbaro onda Conan, escrita por el ignoto Paul Behrer y dibujada con las mega-pilas por el increíble Simon Bisley. Le sigue una historia muy tensa y perturbadora, dibujada por el nunca bien ponderado Shawn McManus y escrita por su hermano Kevin junto a Steve Moore, el hermano de Alan. Papita fina y aterradora. Warren Pleece también trabaja con un guión de su hermano Gary, en una especie de sátira autobiográfica de dos páginas, bastante lograda.
Y este lado de la antología cierra con una historieta muy bizarra (pero demasiado bien dibujada) de Ted McKeever y una de Eddie Campbell, protagonizada por Bacchus, su personaje más conocido. Nunca me terminó de convencer Campbell, pero esto está bastante bien.
Arranco ahora por la tapa de Bill Sienkiewicz (orgía) y ahí me espera la mejor historieta del tomo: una slice of life dramática, escrita por Peter Milligan y dibujada por David Lloyd, ambos en un nivel altísimo. Una verdadera maravilla. Bond regresa en equipo con su amigo Jamie Hewlett para una historieta cómica que satiriza a los fans salames de las bandas de rock. Y un puñado de los mejores dibujantes del universo ofrecen sus versiones de Mr. X, el icónico personaje de Dean Motter.
También tenemos un episodio de The Bojeffries Saga, una de las creaciones más raras de Alan Moore, con muy buenos dibujos de Steve Parkhouse y un guión... medio indescifrable. Phil Elliott pela una historia muy interesante, dibujada en un estilo muy francés, muy de línea clara, con fuertes claroscuros.
Me salteo una muy chota y voy con las dos últimas. Elephants Graveyard tiene sólo tres páginas que le alcanzan a Raymond Ward sólo para tirar un par de ideas atractivas, que no llega a desarrollar. Dibuja un primerizo Dale Eaglesham, que ya se la bancaba muy decorosamente. Y cierro con otra joyita breve: cuatro páginas escritas por otro guionista ignoto (Graham Marks), que mezclan con talento y destreza la locura de Vincent Van Gogh con las atrocidades de Jack el Destripador. Dibuja el glorioso John Bolton, en una línea que rinde tributo al máximo pintor del expresionismo. Muy grosso.
Si te gustan las antologías, seguro oíste hablar de A1. Por ahí porque en las últimas décadas, los editores intentaron relanzarla varias veces. Sin embargo, nunca les fue bien porque nunca se pudo igualar el nivel de estos seis tomitos. Acá hay una magia difícil de repetir. Vuelvo pronto a entrarle a los otros dos tomos que logré recuperar.
Published on July 09, 2013 14:06
July 8, 2013
08/ 07: ENEMIGO

Lo mejor que tiene este manga es la narrativa. Taniguchi le pone garra, ritmo, logra un acierto atrás de otro en un registro (el del comic de acción y aventuras) que claramente no es el que más le interesa. Ojo, sin innovar desde lo formal: no creas que acá vas a ver las fascinantes piruetas narrativas que le vimos hacer en Hotel Harbour View (otro clásico ochentoso del maestro, bien de género) porque no vas a ver nada ni remotamente parecido. Esto es mainstream, bien lineal, bien cabeza. Una locomotora que avanza a gran velocidad por una senda que jamás se ramifica. Ni siquiera la veremos detenerse: la historieta termina un cuadrito después de que el bueno mata al malo. Hay un par de esos momentos pachorros, de contemplación de la naturaleza, que tanto le gustan a Taniguchi, pero lo que predomina es la sensación de “palo y palo” tan clásica de las películas de acción yankis de los ´80.
De hecho, si no fuera porque el tipo al que tiene que rescatar Kenichi es su propio hermano, esta podría ser tranquilamente una misión de Rambo: jungla centroamericana, guerrilleros armados hasta la chota, comandos pulentosos entrenados por los yankis para combatir en Vietnam, una mini-intriga político-empresarial para darle un trasfondo creíble a la epopeya, y ya está. O también podría ser una misión de Golgo 13, porque Kenichi además de matar gente a lo pavote, se comporta como el clásico macho recio, frío e implacable, del que se enamoran las minas y al que hasta sus rivales admiran por su chapa y su eficacia. Como en Golgo 13, el guión no tiene subtextos ni sorpresas: los malos son los malos, los buenos son los buenos y al traidor lo ves venir a 15 kilómetros. Nada se da vuelta ni se resignifica a último momento, todo está todo el tiempo bajo el control de un personaje monolítico, al que ningún sacudón logra desestabilizar. Es gekiga clásico, sí. Pero también es un embole. Por suerte el guión no se lo podemos endilgar a nuestro Jiro favorito, sino a M.A.T., sigla que reúne a tres guionistas que eligieron (con buen tino) el anonimato y cuyas identidades se desconocen aún hoy, casi 30 años después de la aparición de Enemigo.
El dibujo es bien típico de este período de Taniguchi: oscuro, realista al mango, con más detalles que en su período posterior (esto es apenas un año anterior a La Epoca de Botchan, pero parece hecho un siglo antes), con la influencia marcadísima de Vittorio Giardino y Attilio Micheluzzi, que en aquel entonces trabajaban en historietas policiales también muy realistas y muy jugadas al claroscuro. Lo menos europeo que tiene Enemigo es el manejo (sublime) de las tramas mecánicas y las líneas cinéticas. Fuera de eso, esto es comic europeo, caprichosamente protagonizado por un japonés (que bien podría haber sido yanki, francés o argentino). Como siempre, Taniguchi mete mucha referencia fotográfica, aunque acá todavía no está tan bien integrada a su grafismo como en sus trabajos posteriores. Y donde sí está cancherísimo es en el uso del color: ya sea en unas poquitas páginas del manga o en las ilustraciones que complementan a esta edición, el ídolo te masacra con una paleta bien francesa, tipo François Schuiten, repleta de magia, sutileza y magníficos trucos de iluminación.
Esto es sólo para MUY fanáticos. Si amás al Taniguchi parsimonioso, el de las historias urbanas en las que la gente camina por los parques hablando huevadas durante miles de páginas en las que no pasa nada, esto te va a parecer alienígena. Si amás al Taniguchi más extremo, el de los héroes recios que escalan montañas o edificios, o se enfrentan a animales salvajes en paisajes agrestes, por ahí te cierra un poquito más, aunque el dibujo no sea tan genuino, tan respetuoso del estilo que el propio maestro forjó. Y si lo que más te gusta son los guiones, agarrá para otro lado, porque en la jungla de Enemigo acechan la chatura, la violencia innecesaria y el pochoclo en mal estado típicos de las películas mediocres de Chuck Norris, Schwarzenegger y Stallone.
Published on July 08, 2013 14:41
July 7, 2013
07/ 07: SCOUT Vol.1

Scout es una variación muy interesante de Mad Max. Truman nos sitúa en un futuro cercano (tan cercano, que hoy ya es pasado), claramente distópico, en el que EEUU quedó aislado del mundo, con escacez de alimentos y energía y un gobierno corrupto y manipulador, obscenamente alineado con los intereses de las grandes empresas. Por supuesto, el orden se mantiene a punta de riffle y ametralladora, como en todo sistema político que excluye a las mayorías. En ese contexto se mueve Emanuel Santana, alias Scout, hijo de apaches, ex-milico, hoy vagabundo de los caminos al que los espíritus de su ancestros eligen para limpiar a EEUU de estas pestes. Junto a Gahn, su guía espiritual con forma de ardillita que habla, Scout, su moto y sus chumbos recorrerán los polvorientos caminos de Arizona, New Mexico y Texas para impartir justicia y confrontar a los Cuatro Monstruos, entidades malignas de enorme poder, encarnadas en los jerarcas del régimen y sus amigos. Y claro, los ex-compañeros de Santana harán lo posible por detenerlo.
Esto es grim ´n gritty clásico de los ´80. Con mucho texto por página, mucha introspección, diálogos filosos, alguna teta por ahí perdida (para aprovechar que esto se editaba por afuera del radar del Comic Code Authority) y sobre todo con mucha violencia. Scout es un personaje de alto contenido místico, obediente de los rituales de su tribu, pendiente de su espiritualidad y en paz consigo mismo. Pero –mirá qué linda contradicción- está entrenado para ser la perfecta máquina de matar y Truman lo prefiere en ese rol. Con el correr de las páginas, Scout se convierte en una especie de Rambo o Mad Max apache, un maestro en el manejo de todas las armas, con un aguante increíble, una enorme sagacidad para el combate y cero reparos a la hora de volar en mil pedazos a sus oponentes. O sea que hay que venir preparado para una alta dosis de machaca, bastante más cruda y shockeante que la que se veía en los comics de superhéroes de los ´80.
En cuanto al dibujo, Truman es un alumno aventajado de Joe Kubert, miembro de aquella camada mágica en la que también estaban Rick Veitch, John Totleben y Stephen Bissette. Lo único que no aprendió del maestro es la elegancia. Se ve que ese día faltó a clases. A Truman no le interesa la elegancia, lo suyo es áspero, brutal, sucio. No le pidas que dibuje lindas minas, porque no le salen. En todo el libro debe haber... dos caras lindas de mujeres. El trazo de Truman es intrincado, laborioso. Se nota que se rompe el culo para llevar a la página las cosas que ve en su mente, y entre tanto esfuerzo, cada tanto se cuela algún error de anatomía (no en Hawkworld, porque Alcatena se los corregía). El fuerte de este autor es, por un lado, la expresividad de sus personajes, su potencia a la hora de transmitir sensaciones. Y por el otro, su manejo de la narrativa, atractivo, moderno, siempre con el timing justo, sin estridencias innecesarias. Por supuesto, leído hoy, este TPB requeriría como 50 páginas más para descomprimir un poco el relato, tener menos cuadros por página y menos texto por cuadro. Pero en su contexto ochentoso, acá hay una solidez narrativa que ni siquiera en esa época era muy frecuente.
Mención especial para Tom Yeates, dibujante habitualmente frío, con poca personalidad y con más pilas para hacerse el virtuoso con el plumín que para ponerse al servicio del relato. Acá dibuja el epílogo (con guión de Truman, claro) y se juega mucho más que en otros trabajos para ponerle onda y dinamismo a páginas MUY sobrecargadas de texto. Bien por este abonado a casi todas las publicaciones de Eclipse. Y también el aplauso para Dynamite, que logró dotar a esta reedición de un color magnífico, a años luz de las abominaciones que veíamos en los comic-books de los ´80.
Tengo para leer pronto el segundo recopilatorio de Scout, y ya estoy puteando porque no hay más. Voy a tener que completarla en revistitas, porque me enganché mucho con esta saga oscura, intensa, repleta de violencia, pasión y personajes muy bien construídos que –andá a saber por qué- nunca coleccioné en su momento.
Published on July 07, 2013 11:06
July 6, 2013
06/ 07: LA HISTORIETA SALVAJE

Si te aburren los textos históricos, tranqui. Son sólo 25 páginas sobre más de 200. Y aportan data MUY interesante, de forma amena, sin la aridez de las ponencias académicas. Incluso terminan de despejar las dudas sobre puntos oscuros, como el origen (y los autores) de Viruta y Chicharrón, considerada durante muchos años la primera historieta nacional. El resto son historietas, ordenadas de modo cronológico, desde aquel inaugural Pues Señor... (1907), de Pedro de Rojas, hasta la tira de 1928 de Las Aventuras de Don Gil Contento en la que Dante Quinterno nos mostraba el debut de Curagua Curiguagüigua, el cacique tehuelche que luego se haría famoso con otro nombre. Lo del orden cronológico es un hallazgo, porque podés constatar fácilmente quién metió por primera vez la palabra “continuará”, quién usó por primera vez los globos de diálogo, quién mostró por primera vez un primer plano de un personaje... Los recursos de la narración gráfica moderna no aparecieron de un día para el otro, pero es MUY notorio ver ese tránsito de... la nada a historietas que no se diferencian tanto de las actuales en un lapso de apenas 22 años.
El título hace alusión a la falta de filtro, de control, que tenían las historietas en esta época. No se sabía bien a quién estaban dirigidas, no había segmentación entre historieta infantil o adulta, entre historieta humorística o “seria”... era un viva la pepa en el que estos primeros autores mandaban cualquier fruta. Acá vemos a los protagonistas de las series morir de modos escabrosos, mutilaciones, canibalismo; nenes que salen de noche, escabian y fuman; tipos que cagan a palos a sus esposas; partuzas descontroladas en mansiones de la oligarquía o en los tugurios donde reinaba el tango; secuencias cómicas que se apoyan en el gaste a negros, judíos, indios, pobres o inmigrantes; protagonistas chorros, borrachos, timberos o vagos... faltan el sexo y las drogas, nomás. O están, pero insinuados.
Si leíste esa serie de notas sobre los 100 Hitos de la Historieta Argentina que publicamos el año pasado en la Comiqueando Online (en las que contamos con la colaboración de Gociol y Gutiérrez), por ahí ya te suenan nombres como Manuel Redondo, Arturo Lanteri, Arístides Rechaín, Oscar Soldati, Pedro de Rojas, Raúl Roux o Néstor González Fossat. Y si no vivís en un iglú, seguro te suena Dante Quinterno, al que acá vemos evolucionar de un dibujante del montón a un capo absoluto en apenas tres años. Si no conocés a ninguno, acá te vas a sorprender. Estos tipos, que consumían sólo historieta norteamericana y en poquísimas cantidades, le dibujaron el DNI a la historieta argentina y le dieron lo más importante: la onda, la idiosincracia. Lo hicieron con distintos niveles de talento, porque acá hay genios (yo voy con Quinterno y González Fossat) y también autores que dibujaban mal, o que contaban chistes boludos, o a los que no se les caía ni media idea a la hora de narrar con el dibujo. Pero lo hicieron desde cero, con una desfachatez y una libertad irrepetibles y con la complicidad de un público que entendió al toque de qué se trataba y cómo funcionaba este nuevo lenguaje.
En síntesis, un trip alucinante y recontra clarificador a la Buenos Aires de principios del siglo pasado, de la mano de textos muy bien escritos e investigados, y sobre todo de la mano de los pioneros, de los artistas a los que hoy les debemos el hecho de que –más de 100 años después- exista una cosa extraña, compleja, pero indiscutiblemente gloriosa llamada “Historieta Argentina”. Ovación de pie para Gociol, Gutiérrez y Ediciones De la Flor por esta joya invaluable, que no puede faltar en la biblioteca de ningún fan de nuestro Noveno Arte.
Published on July 06, 2013 15:53
July 5, 2013
05/ 07: RESET

Reset es una obra de bajísimas pretensiones. 88 páginas, una historia lineal, fácil de seguir, enrolada en un género indefinido, con bastante comedia costumbrista, algo de espionaje, un elemento medio de ciencia-ficción, varios chistes muy cómicos y un garche que sucede fuera de cámara. Es obvio que Bagge quiere que te rías varias veces a lo largo de la novela, pero no sé si es una obra humorística. Por ahí no.
El argumento arranca sencillo: Guy Krause es un cómico de stand-up y actor venido a menos, al que toda la industria del entretenimiento le da la espalda por cagadas grossas que se mandó y proyectos que fracasaron. Divorciado y sin un mango, acepta una propuesta para ser sometido a un experimento científico, una especie de terapia psicológica mezclada con realidad virtual, que le permitirá revivir su vida y –aunque sea en su mente- cambiarle el curso para corregir sus errores. Krause es cínico, incrédulo, mal llevado, y por supuesto esto del casquito y la realidad virtual no le causará la menor gracia. Entre una cosa y otra, tardará 30 páginas en entregarse realmente al experimento, cuando le cae la ficha de que no tiene mejores opciones.
Y ahí la historia no va hacia atrás, sino hacia los costados, porque Krause cambia muchas cosas. Interrumpe sus recuerdos, “resetea” su vida y vuelve a arrancar, con volantazos que lo llevan a ser –por lo menos en la realidad virtual- un tipo grosso y exitoso. Y en la página 50, es Bagge el que pega el volantazo: de pronto reaparece en la vida de Guy una minita a la que que le tenía ganas en la secundaria y su presente empieza a cobrar otra dirección. También para este momento, empiezan a verse las manos negras, los verdaderos titiriteros de esta farsa. ¿Quiénes inventaron esta terapia? ¿Con qué fines? ¿Por qué eligieron a Krause como conejito de indias? Sin llegar al thriller y sin descuidar la comedia, Bagge explora esta runfla sombría a través de Angie y Ted, los personajes secundarios con más peso en la trama. Y en las últimas cinco páginas, todo cierra de modo lógico, aunque para nada predecible.
No hay moraleja, no hay bajada de línea socio-política, no hay un intento por retratar a una generación, no hay nada. Apenas una aventura lo-fi que transcurre en buena medida en la mente de este personaje complejo, enroscado, al que Bagge no trata ni por un segundo de presentarnos como “el bueno”. Seguramente ahí está el principal acierto del ídolo: en la construcción (y deconstrucción) de Guy Krause, un prócer de la mala leche.
En el dibujo, sin embargo, Bagge parece haber bajado un cambio respecto del expresionismo visceral de sus obras más conocidas. Por supuesto, mantiene su fuerte impronta autoral, los rasgos característicos de su trazo y su impresionante fluidez narrativa. Pero se zarpa un poco menos, se va menos a la mierda en esas secuencias extremas, en las que Buddy Bradley y sus amigos prácticamente estallaban de bronca, mientras que el elenco de Reset las atraviesa de modo más tranqui, más convencional. Incluso un cambio más abajo, Bagge mantiene intacto su dominio de las expresiones faciales y el lenguaje corporal, así como su inigualable timing para la comedia. El regreso al blanco y negro (con grises, aplicados por su esposa Joanne) me dejó con gusto a poco: extrañé mucho esas magníficas páginas a color (casi siempre obra de Eric Reynolds) y ni siquiera me reencontré con el Bagge clásico, el de los ´80 y principios de los ´90, ese que se jugaba la vida en el claroscuro y se limpiaba el orto con el color, porque lo suyo era el under y el under era en blanco y negro. Esto no es ni una cosa ni la otra, y si bien no está mal, me parece que por la onda de la historia, el color habría sumado muchísimo. Ojalá Dark Horse le ponga más presupuesto a los próximos proyectos de Bagge.
Y ojalá HAYA próximos proyectos de Bagge, porque hace ya varios años que el ídolo produce historietas de modo muy irregular y baja siempre una línea de desencanto, de pesimismo frente al mercado, como si estuviera a punto de bajar la persiana. El comic yanki necesita de muchos tipos con el talento de Bagge, así que ojalá esa despedida nunca sea definitiva.
Published on July 05, 2013 16:22
July 4, 2013
04/ 07: RODRIGO

Los protagonistas de la historia son Rodrigo De la Vega y su padre, Don Joaquín, nobles caballeros de Castilla, en eterna lucha contra los moros, más precisamente contra el califato de Granada, que se extendía a lo largo de buena parte del sur de España, allá por el año 1325, que es el que elige Yves H. para ambientar la novela. Hay aliados, enemigos, traidores, vasallos y majestades, y por supuesto hay sangrientos combates bajo el inclemente sol ibérico. Sin embargo, Rodrigo no se queda en la epopeya bélica con toques de intriga palaciega. Al guionista le interesa tocar dos temas más, que desarrolla con maestría y que le agregan muchísima sustancia al relato.
Por un lado, el choque entre las culturas. En Castilla todo es típicamente español, pero cuando los De la Vega llegan a Córdoba, se encuentran con una ciudad fastuosa, en la que conviven las tradiciones arquitectónicas cristiana, judía e islámica. ¿Qué pasa acá? ¿Por qué parece deseable exterminar a una cultura capaz de generar este tipo de expresiones artísticas? El que le mete fichas por ese lado a Rodrigo es el Padre Miguel, un sacerdote católico fascinado por la sabiduría de los moros, y a la sazón un personaje secundario deliciosamente construído por Yves H.
El otro tema que le disputa el protagonismo a la guerra entre los súbditos de Alfonso XI y los ejércitos de Rachid Al-Mu´ayyad es el del verdadero origen de Rodrigo. ¿Serán ciertos los rumores que dicen que su madre es estéril y que su padre se apropió de un bebé encontrado en un campo de batalla? ¿Por qué nadie responde a las preguntas que se hace este joven, destinado a suceder a su padre como señor de Castilla? Finalmente, las respuestas van a llegar y van a impactar, sobre todo por el giro que Yves H. le dará –a la hora de la verdad- a Esteban, el hermano de Don Joaquín a quien vimos como villano durante toda la novela. Tres páginas antes del final, Esteban dejará de ser un estereotipo gastado de noble ambicioso e intrigante y cobrará una tridimensionalidad increíble.
Y mirá qué limado: también cuando faltan cinco páginas para el final, nos enteramos de que esto, que a priori era un tomo autoconclusivo, está integrado a la inmensa saga de Las Torres de Bois-Maury, ese extenso serial del cual Hermann escribió y dibujó 10 tomos entre 1984 y 1994. Pero hete aquí que a partir de 1998, Hermann se lanzó a producir cinco álbumes más, ahora titulados simplemente “Bois-Maury”, en los que narra historias autoconclusivas, protagonizadas por distintos descendientes de Aymar, el personaje central de La Torres... A partir de este tomo (de 2001), su hijo se sumó como guionista, con lo cual Rodrigo (a veces considerado el Vol.12 de la saga de Bois-Maury) marca el debut de Yves H. en el universo de ficción creado por su padre. Lo mejor es que este tomo se puede disfrutar perfectamente sin tener la menor idea de lo que sucede en los álbumes anteriores.
Bah, no. En realidad lo mejor son los dibujos de un Hermann brillante, afiladíismo, al nivel de sus mejores obras de este milenio que son las que incorporan (con magníficos resultados) esa técnica de color alucinante, que tanto me deleitara en las otras obras de la dupla que me tocó reseñar. Acá el belga se fuma un puñado de páginas con muchísimo texto y algunas en las que tiene que dibujar 10 cuadros muy chiquitos. Pero por suerte tiene también páginas de cuatro o cinco cuadros, o páginas de siete que acomoda para meter una viñeta gigante y varias chiquitas. Entre una cosa y otra, no faltan oportunidades de que Hermann despliegue todo su arsenal de recursos pictóricos y narrativos, entre los que se destacan su increíble trabajo en los paisajes y decorados, el ritmo en las escenas de acción y los climas que logra en los flashbacks y sobre todo en las secuencias oníricas, que son definitivamente memorables.
No conozco muchas historietas históricas ambientadas en la guerra entre cristianos y moros en España, más allá de aquella gloriosa versión de El Cid realizada por Antonio Hernández Palacios. Así que si sos fan de este género, te recomiendo sin dudas Rodrigo. Si sos fan de Hermann o de la saga de Bois-Maury, ni hablar. Lo tenés que tener YA, porque se trata de uno de los puntos más altos de la epopeya medieval que consagrara mundialmente al cada vez más grosso maestro, fruto de la cautivante alquimia que logra cuando trabaja con su hijo. Papa muy fina.
Published on July 04, 2013 16:13
July 3, 2013
03/ 07: JONAH HEX: COUNTING CORPSES

La primera es una historia dura, áspera, no brillante, pero importante, porque los guionistas la usan para explicar (de modo no muy evidente) que a Hex nunca le falta plata y que si sigue su carrera de cazarrecompensas es porque lo lleva en la sangre. Dibuja el maestro Paul Gulacy en un gran nivel, con la extensas secuencias mudas perfectamente orquestadas que ya son su marca de fábrica.
La segunda es la más extensa: 38 páginas dibujadas por el insuperable Darwyn Cooke. Se me dirá que el dibujo de Cooke es demasiado limpito y alegre para una serie tan sórdida como esta. Y sí, algo de eso hay. Pero el canadiense se la re-banca. Adopta sombreados que nos remiten a los de Russ Heath, algunas expresiones faciales más próximas a las de Bernet y pone toda su destreza narrativa al servicio de un guión tremendo, descorazonador, de irredimible crueldad.
La tercera no es mala, pero sin dudas es menor. La típica historia de traiciones, codicia y lujuria, con el único condimento atractivo de que el tipo decidido a matar por el amor hacia una mina es un cura. El resto, ya lo vimos mil veces. Dibuja el veterano Dick Giordano (no mucho antes de su muerte, con lo cual tal vez este sea su último trabajo publicado), que siempre fue mejor entintador que dibujante. Acá el trabajo del prócer ya evidenciaba muchas limitaciones, a tal punto que, si hacés el esfuerzo de imaginarte estas páginas en blanco y negro, vas a ver que el colorista hizo milagros para que Giordano no quedara al borde del papelón.
La quinta es otra historia trillada, condimentada con mucha mala leche, lo cual la hace llevadera. El dibujo es muy raro: está a cargo de Bill Tucci, el que en los ´90 dibujaba a Shi, una bad girl mal choreada de las minas de Marc Silvestri, esas de gambas larguísimas, capaces de extrañas contorsiones para que en todas las viñetas les viéramos el orto y las tetas. Pero no se parece en nada a eso. Acá Tucci se juega todo al color y ofrece un trazo más etéreo y más orgánico, muy realista en algunas cosas, muy grotesco en otras (la anatomía por momentos es cualquiera) y con un acabado finoli, tipo Gary Gianni o Mike Kaluta. Muy raro.
Y dejé para el final la cuarta y la sexta, en la que Gray y Palmiotti se reencuentran con el ídolo, con el artista que más números dibujó de esta serie, y con el que la dupla de guionistas se sintieron más a gusto: el maestro catalán Jordi Bernet. Las historias con Bernet son las realmente canónicas, las que definen la biografía (ficticia, obvio) de Jonah Hex. Acá se hacen cargo de que tuvo un hijo con una mujer que luego lo dejó, acá reaparecen personajes de aventuras anteriores... acá es donde realmente esto parece una ongoing y no un rejunte de historias descolgadas. Una de las dos historias con Bernet es suspenso puro: páginas y páginas de tensión, cada vez más enroscada, más al límite. Y en la otra, Hex es casi un personaje secundario: todo pasa por un plan brillante de Starman, el asesino serial de sheriffs, para cargarse a varios representantes de la ley, uno más corrupto que el otro. Esta historia sorprende por la gran cantidad de viñetas que dibuja Bernet en cada página. Posta, parece un álbum francés. Por supuesto, el maestro se luce como siempre.
Cuchillazos, tiros, mutilaciones, torturas, violaciones, robos y muertes de bebés, incendios de casas con gente adentro, decenas de cadáveres podridos en fosas comunes... Si todas esas cosas no te hacen salir corriendo a lanzar, y si te bancás que el protagonista zafe siempre de los peligros más extremos casi sin despeinarse, esta serie de Jonah Hex te va a hacer pasar grandes momentos. Esto es grim´n gritty de alto impacto y adornado por la magia de talentos como Bernet, Gulacy y Cooke, que –si leés mainstream yanki lo sabés- no aparecen todos los días en todas las revistas, ni mucho menos.
Published on July 03, 2013 18:24
July 2, 2013
02/ 07: THE BEST AMERICAN COMICS 2012

La portada de Gary Panter no puede ser peor y me reafirma la idea de que sólo los amigos de Panter lo consideran buen dibujante. Posta, el dibujo te pide a gritos que no compres el libro. La historieta de Panter que aparece dentro del tomo no es infumable, pero tampoco está buena.
También tenemos un fragmento de X´Ed Out (la genial novela grafica de Charles Burns, ya comentada en el blog hace mil años) y uno de una hermosa historieta de Jaime Hernández que se está serializando en los nuevos tomos de Love & Rockets. Otro consagrado que aporta un cachito de una obra más ambiciosa es Jim Woodring, con una secuencia alucinante de Congress of the Animals, protagonizada por Frank y dibujada a un nivel superlativo. Quiero YA ese libro. Otro ícono del palo indie, Chester Brown, manda un capítulo de Paying for It, su libro sobre el sexo con prostitutas, con un guión tremendamente ganchero y un dibujo muy frío, muy distante, hecho casi sin ganas. Me la bajó un poquito, yo creía que era un libro que merecía ser comprado. Hoy si lo compro, será sólo por el guión. Y me quedan tres próceres: Adrian Tomine, del cual se publica la historieta que hizo para regalarle a los amigos que asistieron a su casamiento; Chris Ware, con una historieta muy cortita que hizo para el new Yorker; y el maestro Sergio Aragonés, con dos breves pantomimas en la sección de historieta infantil.
Porque este año, Mouly propuso un sector de historieta infantil... y se lo aceptaron! Así que al fondo del libro hay 36 páginas (mezcla de unitarios y cachitos de novelas gráficas) apuntadas a los más chicos, en las que brilla Aragonés junto a autores a los que jamás había oído nombrar. Algunos dibujan bien, algunos narran bien, otros tienen un grafismo muy atractivo, pero al lado del creador de Groo, son todos una manga de crotos. Me quedo con Michael J. Buckley, el que me pareció más interesante.
¿Qué más tenemos? Varias páginas humorísticas de Jonathan Bennett (al dibujo le falta bastante, pero es ingenioso); un emotivo y atractivo tratado sobre la ausencia a cargo del siempre inspirado Jordan Crane; un extraño pero sólido Dakota McFadzean; un cacho de una obra de Sammy Harkman que padece un dibujo un poco tosco y demasiadas viñetas por página, pero que deja traslucir la intención de ser una buena historieta; un lindísimo trabajo (raro y perturbador) de Anders Nilsen; una tal Nora Krug, que pela un grafismo similar al de Miguel Calatayud y una historieta que definitivamente requería más páginas para no quedar tan sobrecargada; y un grosso al que no conocía: Scott Chantler, excelente dibujante y narrador del que quiero YA otras historietas.
Y después varios vendehumo, como Jesse Jacobs (un clon correcto de Brian Chippendale, que dibuja bien pero narra para el orto), David Collier (con una historia bien planteada pero mal desarrollada y peor dibujada), David Sandlin (intragable por donde se lo mire), Christoph Niemann (si eso es una historieta, empiezo a escribir un blog sobre decoración artesanal de tortas), Renée French (con lindos dibujos que no cuentan nada), Joyce Farmer (una señora que tiene 80.000 años y dibuja muy mal), Leanne Shapton (otra que no entendió que esto era una antología de historietas), o la insulsa Sarah Glidden (que quiere ser Joe Sacco y no tiene con qué).
Los Best American Comics siguen fieles a su consigna central: mostrarnos material inusual, por afuera de lo que se publica en los principales diarios y en las grandes editoriales de comics. A veces lo inusual coincide con lo bueno y a veces no. Pero poco importa si la que decide quién publica y quién no es Françoise Mouly: la mina tiene tanta chapa, que sin ningún esfuerzo logrará que un montón de boludos salgan a comprar las historietas de un puñado de autores de mediocres para abajo, sólo porque ella los incluyó en esta antología. La edición que sale este año la coordina Jeff Smith, con cuyo criterio –sospecho- coincidiré bastante más. Mientras tanto, a anotar algunos nombres de autores que no conocía y que, definitivamente, valen la pena.
Published on July 02, 2013 13:04
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