Andrés Accorsi's Blog, page 187
June 22, 2013
22/ 06: DAGO: SAQUEO DE ROMA Vol.2

Me voy derecho al guión de Robin Wood, repleto de referencias históricas reales, hábilmente manipuladas para agregar a un personaje que no aparece en las crónicas oficiales: Dago no estuvo en el verdadero saqueo de Roma, y sin embargo mucho de lo que le pasa a los personajes que sí son parte de ese episodio histórico (el Papa Clemente, el Condestable de Borbón, Benvenuto Cellini, Antonia Medina, etc.) está motorizado por las acciones de este intrépido justiciero. ¿Cómo hacés para que las decisiones y las hazañas de Dago tengan peso en un contexto histórico ya determinado, al que no podés alterar sin convertir a esta saga en una ucronía y sacarla del género que estás explorando? La respuesta es sorprendente, y Wood la encuentra página a página, en un atractivo paseo sobre una cornisa muy finita.
Este es el Wood moderno, el que narra todo en base a la acción y los diálogos y se abstiene de meter esos potentes masacotes de texto que definieron su estilo en los ´60 y ´70. O sea que nos perdemos uno de sus rasgos más destacables, que es el lirismo de su prosa, su peculiar talento para la descripción de lugares y sensaciones no visuales, y a cambio ganamos un relato mucho más dinámico, en el que textos y dibujos se ensamblan de modo mucho más armónico, sin que uno aparezca groseramente sometido al otro. Y la otra ventaja de narrar casi sin bloques de texto: hacen falta más viñetas para contar lo mismo, y eso repercute en historietas más descomprimidas, en las que son impensables esas páginas con 14 ó 15 viñetas microscópicas de las que veíamos en los primeros trabajos del guionista.
En cuanto a lo negativo, dos cosas. Primero, lo que subrayaba la vez pasada: el Dago guacho-pija, que se las sabe todas, no duda nunca y acierta siempre. Un cúmulo de perfección física y moral imposible de quebrantar que a mí, personalmente, me llena muy rápido los huevos. Segundo, en el tomo anterior Dago reunió, en pocas páginas, a un nutrido y atractivo elenco de personajes secundarios. En este tomo, para mostrarnos que el héroe la está pasando mal en su lucha contra un enemigo mucho más poderoso que él, esos mismos secundarios caen como moscas, algunos sin haber tenido muchas chances de lucirse, o de desplegar su potencial. Para el final del tomo, a Dago le quedan... cuatro aliados, de los cuales tres están ocultos fuera de las murallas de Roma.
Me parece lógico que Wood mate a los personajes históricos que efectivamente murieron durante el saqueo a Roma, pero no es el caso: de los personajes “verídicos”, el único que muere en este tomo es uno que peleaba del lado de la horda imperial. El resto, son los mismos que el propio guionista se esforzó por crear entre el tomo anterior y este. Si leíste bastante Dago, ya sabés que generalmente sus amigos y las minas que pegan onda con él, son boleta. Y eso es algo que nunca me cerró, que me parece un error estratégico grave, sobre todo al tratarse de una serie abierta, de duración indefinida.
Me falta el final de la saga, nomás, un tomo que –me parece- trae un par de episodios que no estaban en la edición italiana que yo había leído hace varios años. Veremos cómo termina esta epopeya violenta regada de ambición, descontrol, odio religioso y atrocidades escabrosas. Sabemos que Dago se va a ir de ahí entero y sin mayores consecuencias. Y si conocés la historia, sabés qué va a pasar con el Papa y demás. Aún así –creeme- hay margen para que Robin Wood nos sorprenda con un par de giros argumentales y para que Carlos Gómez nos deleite, una vez más, con sus majestuosos dibujos, en hermoso blanco y negro y con un lindo rotulado digital, dos cosas que los lectores clásicos de Dago (acostumbrados a las masacres cromáticas y tipográficas de Columba) viven como una grata novedad.
Published on June 22, 2013 16:59
June 21, 2013
21/ 06: STRANGE SCIENCE FANTASY

En 2011, IDW le publicó uno de sus trabajos más extraños y atractivos, que es el que hoy nos ocupa. A lo largo de los cinco primeros relatos de Strange Science Fantasy y casi hasta el final del sexto y último, se imponen estas características: historietas autoconclusivas, sin relación entre sí, sin personajes recurrentes, narradas sin diálogos, con franjas de texto rotulado a mano entre las viñetas, que son siempre tres y siempre en formato apaisado, excepto en alguna splash page. Con este esquema, Morse pela historias muy bizarras, con conceptos estrambóticos (el Shogunauta, un detective con cabeza de proyector de cine, un soldado curtidísimo que se hace gigante para luchar contra una raza entera de alienígenas, un boxeador mutado que adquiere el poder de cambiar de forma...), claramente orientados hacia la acción, aunque no todas las aventuras se resuelvan por la vía de la machaca.
Esto es la imaginación al poder, son ideas delirantes, de alto impacto, apoyadas por textos que –en un juego estilístico que remite a los comics de los ´50 y ´60- subraya lo extraño, lo único e irrepetible de lo que está sucediendo en las viñetas. Strange Science Fantasy quiere ser una mezcla entre parodia y homenaje a los comics “raros” de la época que va entre la Golden y la Silver Age, y por momentos recupera perfectamente ese peculiar sabor de los comics de monstruos de Jack Kirby, de invasores alienígenas de Steve Ditko, o de freaks con onda de Jack Cole. Hasta que llegan las últimas páginas del sexto episodio, y ahí Morse pega un giro genial e impredecible que alejan a estas historias del mero pastiche y las reformula para convertirlas en algo mucho más grosso, más cerca de Borges que de Kirby. Estas últimas páginas rompen la grilla de las tres viñetas widescreen, incorporan los diálogos y proponen una lectura de todo lo visto hasta el momento mucho más interesante.
Aunque eso no sucediera y el sexto episodio fuera uno más, Strange Science Fantasy iría al pilón de los excelentes libros editados en 2011 por los prodigios que despliega Morse en la faz gráfica. El dibujo parece hecho a mano alzada, directamente en tinta, con trazos gruesos, bien expresivos, al estilo del Jeff Lemire más salvaje, con un gran criterio para meter manchas negras. La estética, entre retro y caricaturesca, con poses (aunque no composiciones de viñetas ni de páginas) que remiten a Kirby, tiene algo de los trabajos más zarpados de Fernando Calvi de los ´90, o de los trabajos más recientes de Kyle Baker, pero todo más visceral, más jugado, más extremo. Hasta el rotulado se va al carajo. La magia que hace Morse con el pincel y la tinta se complementa con un laburo sublime en el color, que tiene muchísimo protagonismo. Entre texturas de revista vieja, Morse detona un arsenal de efectos logrados con técnicas digitales, que le suman muchísima fuerza a los dibujos y a los climas, a la vez que terminan de dotar a Strange Science Fantasy de una impronta visual absolutamente original, propia, nunca antes vista, a pesar de las influencias a las que Morse intenta homenajear. Esto es una aplanadora, de asombrosa potencia gráfica y hasta con un cierto lirismo freak, totalmente infrecuente en el comic de aventuras de género.
Además de un amplio background como animador, Morse tiene muchas novelas gráficas y muchos unitarios publicados, a veces en clave humorística, a veces más por el lado de la introspección o el vuelo poético, y casi siempre con guiños a los clichés de la historieta clásica, de género, algo que evidentemente apasiona al autor al punto de manejarlo de taquito. Virtuoso del dibujo y demoledor a la hora de la narrativa, Scott Morse es –sin dudas- un autor al que vale la pena seguir de cerca. Y este es un gran libro para iniciarse en este periplo, porque acá sobran ideas espectaculares, dibujos de la hiper-concha de Dios y -sobre todo- onda. Ah, y al final hay unas paginitas dibujadas por Paul Pope, un ídolo al que conoceremos muy pronto en Crack Bang Boom!
Published on June 21, 2013 15:03
June 20, 2013
20/ 06: BAKUMAN Vol.2

El ritmo del relato también es radicalmente distinto: en un tomo promedio de Death Note pasaba bastante poco, y en cada tomo de Bakuman pasan miles de cosas. No tenemos transitadas ni 400 páginas y Takashi y Mashiro –con sólo 14 años- ya tienen una historieta publicada en una revista grossa de Shueisha. La historia ya está perfectamente definida, encaminada... tanto que no se me ocurre cómo carajo hacerla durar 18 tomos... pero bueno, ya veremos con qué me sorprenden los autores. Por ahora me sorprende la velocidad con la que avanzan, sin colgarse en boludeces que no aportan nada a la trama.
En una de esas, no es muy verosímil lo que está pasando. No sé, realmente, si en Japón hay chicos de 14 ó 15 años que publican mangas en las revistas de las editoriales más importantes. Por ahí es un delirio de Ohba, que no tiene sustento en la realidad. Tampoco me calienta demasiado, porque a los efectos de mostrarnos los primeros pasos de Takashi y Mashiro en el mundo del manga profesional, los autores despliegan un montón de información intramuros. Gracias a Bakuman, podemos ver de modo diáfano las maniobras, las políticas, los procedimientos, hasta las estrategias de los tipos que rara vez se hacen conocidos, que son los que arman esas antologías, los que deciden qué autores publican, cuáles hacen unitarios, cuáles acceden a serializar sagas más extensas... Todo eso acá está centrado en Akira Hattori, un personaje que en este tomo cobra una magnitud casi protagónica, un grosso absoluto.
Hay dos personajes más a los que Ohba y Obata desarrollan bastante: la noviecita de Takashi, la kilombera pero copada Miyoshi, y el joven prodigio del manga, el excéntrico y prolífico Eiji Niizuma, que sin conocer siquiera a los protagonistas, ocupa algo así como el rol del villano. Sin dudas es un personaje del que el lector quiere ver más, porque está muy bien presentado, en pocas pero muy atractivas secuencias. Por suerte, en este tomo hay menos Azuki, la chica de la que está enamorada Mashiro, una auténtica pelotuda. Cuanto menos Azuki, mejor. Y también esta vez hay menos flashbacks a la vida de Nobuhiro, el tío de Mashiro que quiso ser un mangaka famoso y nunca logró jugar en Primera. No me quejo, eh? Así como está, el elenco está muy interesante.
Una salvedad antes de meternos con el dibujo. Guarda, no creas en ningún momento que Bakuman es un manga “de no pensar”. Para nada. Todo el tiempo se nos invita a pensar en un tema fundamental, que se resume en la pregunta ¿Por qué algunos mangas tienen éxito y otros no?. Los chicos protagonistas quieren pegar un hitazo, ¿qué tienen que hacer para lograrlo? ¿Lo que a ellos les apasiona, o lo que exige una masa anónima de lectores a la que no tienen el gusto de conocer? ¿Se puede pegar un hitazo sin bajarse los lienzos? Ohba y Obata, que superaron con creces esa prueba con Death Note, dirán –obviamente- que sí, que se le puede vender un manga distinto a las hordas que idolatran a Naruto y demás shonens pochocleros. Pero eso no le garantiza la misma suerte a Takashi y Mashiro, ¿o si?. Veremos cómo se resuelve esa incógnita, que es la que a mí más me interesó en este tomo.
Y me quedan poquitas líneas para hablar del dibujo de Obata, que acá también agarra un camino distinto al que transitara en su magnum opus. Olvidate del realismo fotográfico. Acá eso existe sólo en los fondos. A la hora de dibujar a los personajes, Obata se zarpa mucho más, mete expresiones faciales mucho más exageradas y caricaturescas (sobre todo en las escenas con Miyoshi), deforma todo mucho más, juega más con la puesta en página, con las angulaciones de las viñetas... Todo se ve más suelto, más vivo, más fresco. Una gloria.
Por suerte, después de otro paréntesis larguísimo, Ivrea ya editó el Vol.3. Me faltan décadas para leerlo, pero por lo menos me quedo tranquilo, porque tengo 200 páginas más de este manga adictivo y entrañable, con el que aprendo cosas que no sabía sobre una industria apasionante, y además me cago de risa.
Published on June 20, 2013 15:39
June 19, 2013
19/ 06: JONAH HEX: LUCK RUNS OUT

Aprovecho que se pueden leer en cualquier orden para empezar por el segundo, dibujado como la San Puta por el imparable italiano Giuseppe Camuncoli. Es una historia tan cruel, tan perversa y truculenta, que casi se va del western para enrolarse en el género del terror. Ni los guionistas ni el dibujante dan tregua, son 22 páginas tremendas, con una tensión asfixiante, en la que cada tres cuadritos decís “No! No podés! Pará un poco, animal!”. Una maravilla, sólo para lectores con mucho aguante.
La tercera ilustra perfectamente la compleja ética de Jonah Hex, su particular manera de entender “los códigos” del cazarrecompensas. Es otra historia redondísima, con más de un giro impredecible y un final perfecto. Por si le faltara algo, el maestro Jordi Bernet la realza con sus dibujos, siempre más caricaturescos que los del dibujante yanki promedio, aunque sin sacrificar filo ni sordidez.
La cuarta es bastante asquerosa, no sólo porque el dibujo de John Higgins no está a la altura, sino porque el argumento es macabro al pedo. Acá vemos a Jonah irse al carajo, humillar y torturar a un tipo que –equivocado y todo- sólo buscaba venganza. Y Jonah ha cometido auténticas atrocidades con tal de obtener venganza, con lo cual no se entiende bien por qué se le planta con tanta furia a este desgraciado. Y así como digo que el dibujo de Higgins no me gusta, es menester subrayar que la secuencia muda de las seis primeras páginas es una cátedra de narrativa, una parada dificilísima de la que el inglés salió más que airoso.
En la siguiente historia tenemos una vez más al español Rafa Garrés, habitual colaborador de esta serie, con su estilo raro, complejo para la lectura. Garrés combina un color clásico, muy logrado, elegante y de alto impacto, con un estilo de dibujo medio enroscado, una versión de Giraud o Hernández Palacios mezclados con esteroides y LSD. El resultado es hermoso a la vista, aunque complicado a la hora de seguir con fluidez el relato. Por suerte el guión no es de los mejores, se queda bastante en la machaca sanguinolienta.
El tomo cierra con una historia excelente, que arranca en tragedia y termina en una comedia fascinante, una vez más apoyada en la versatilidad y la expresividad del dibujo de Bernet. La tragedia de las primeras páginas tienen que ver con la historia del propio Hex, con el canon establecido por Gray y Palmiotti a lo largo de su años al frente del personaje. Un flashback nos resume la relación entre Hex y Mei Ling, el nacimiento de su hijo Jason y la huida de la mujer y el bebito, que sume al caracortada en una profunda depresión, regada con hectolitros de alcohol. Incluso destruído por la pena y el escabio, Hex acabará con la banda de Lucky Dave en una historia magníficamente resuelta.
Y dejé para el final a la primera, porque no sólo es canónica, sino que es crepuscular. El protagonista es un Hex ya veterano (cincuentaimuchos o sesentaipocos), que se encuentra cara a caripela horrenda con su hijo Jason, ya un adulto. Las primeras 14 páginas son chamuyo, no aportan nada. Pero las últimas 8 son emoción en estado puro, una sóla escena vibrante, de gran intensidad, en la que Gray y Palmiotti dejan la vida. Lamentablemente, el dibujante elegido es un Russ Heath ya muy viejito, al que le cuesta un huevo darle onda a lo que dibuja. Se nota el esfuerzo, la lucha de Heath para que las cosas que imagina en su cabeza aparezcan plasmadas en el papel, pero el fracaso es tan evidente como descorazonador. Una lástima enorme, por la calidad del guión y por la infinita chapa que los fans más veteranos le reconocemos a este maestro de intachable trayectoria, que en sus últimos años agarró trabajos en los que le fue imposible brindarse al máximo. Esta historia, con un dibujante más afilado, era un clásico instantáneo.
Una vez más, el balance del tomo da positivo. Me queda sin leer un TP más de la serie anterior y después sí, arranco con All-Star Western. Aguante Jonah Hex.
Published on June 19, 2013 15:54
June 18, 2013
18/ 06: EL CUADERNO ROJO

El Cuaderno Rojo se parece poquísimo a los trabajos que hizo Kristiansen para las editoriales yankis. Sólo en su número de Solo (valga la redundancia) hay historietas con estos climas, este ritmo y esta narrativa. Una de las historietas de aquel Solo (la que se titula Love Story) tiene tanto en común con El Cuaderno Rojo que –con mínimas modificaciones- hasta podría ser un capítulo de este libro. Por suerte, la que hoy nos ocupa no es una historia de amor. O sí, pero de amor al arte. Kristiansen nos presenta a William Ackroyd, un escritor viudo, que se pone a investigar la vida de William Miller, un poeta inglés de principios del Siglo XX. Sin embargo, termina por interesarse más por un amigo (y cuñado) del poeta, el enigmático Philip Marnham, un muchacho con talento para las artes plásticas que en 1910 se va a probar suerte a París. Ackroyd (y Kristiansen) reconstruyen la trágica vida de Marnham a través de cartas, dibujos, pinturas y sobre todo de diarios íntimos en los que el artista documentaba su vida cotidiana.
El ritmo de la obra es sumamente parsimonioso, avanza con la lentitud con la que avanzaban las cosas hace 100 años, y está muy contaminado de melancolía. El pobre Marnham no la pasa bien en París y la cosa definitivamente empeora cuando se le ocurre enrolarse en el ejército para pelear contra los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Los tramos en los que el protagonismo recae en Acrkoyd también tienen ese tono crepuscular, triste, esa cosa tanguera del “todo tiempo pasado fue mejor”. Eso es lo único que tengo para criticarle a Kristiansen, la falta de onda, de alegría, de una rendijita por la que filtrar aunque sea cinco centavos de esperanza. No esperaba un canto a la vida, repleto de optimismo y felicidad, pero tampoco un clima tan bajonero, sostenido durante tantas páginas. Incluso el epílogo, sumamente depresivo, podría no estar, como para que la historia no terminara tan para el orto.
El resto es una maravilla. Los bloques de textos son brillantes (y eso que Kristiansen suele trabajar con guionistas), los saltos de una época a la otra están muy bien planificados, todo tiene un vuelo poético muy alto, muy borgeano. Por momentos, uno sufre en carne propia las desgracias que narra el desdichado Marnham, cagado de frío en una trinchera espantosa, superpoblada de ratas y cadáveres en descomposición. De a poco, el autor nos da la información que necesitamos para completar el cuadro, para deducir por qué Philip abandona su carrera como pintor para sumergirse en el infierno de la guerra, todo de modo bien dosificado y coherente, aunque no predecible.
Como sucede a menudo, nada de lo dicho anteriormente importa, porque el atractivo principal de esta obra es, sin dudas, el dibujo de Teddy Kristiansen. Y cuando dibuja el Gran Danés, el guión puede ser la última de las giladas, que igual la hinchada va a delirar. Si sos fan de Teddy, esto te masacra. Nunca viste en este tamaño grandote páginas del ídolo a color directo y con tan pocos cuadros (nunca más de seis, muchas veces tres o dos). Acá se luce como nunca el trazo de Kristiansen, su línea tipo Egon Schiele, su personalísimo tratamiento del color (un poquito más cerca de Edvard Munch o Van Gogh), esa impronta rara, etérea, que se ve en los paisajes (hay muchos, algunos muy desoladores), su habilidad para la síntesis... Todo eso en viñetas grandes, muchas de ellas compuestas como si fueran a exponerse por sí solas en un museo, en las que se aprecian con claridad las texturas, los detalles, las sutilezas de este genio del dibujo. La narrativa tenía todo para fracasar (pocas viñetas muy laburadas, muchos bloques de texto de gran vuelo poético, etc.) y sin embargo funciona. Repito: le falta un poco de ritmo, pero aún así hay secuencias de gran intensidad, que subrayan con categoría las emociones que Kristiansen le hace vivir a Philip en el pasado y a Acrkoyd en el presente.
El Cuaderno Rojo es anti-pochoclo desde que empieza hasta mucho después de que termina. Es una historia de misterio, es cierto, a la que el Gran Danés atraviesa con el tema del amor al arte, la curiosidad de un escritor que siente que su tiempo se termina, y -sobre todo- con un crudo retrato de los horrores de la guerra. El resultado es una obra triste, que te deja con una profunda desazón, en grosero contrapunto con el infinito placer estético que provocan los textos y las imágenes que te obsequia un Teddy Kristiansen inspiradísimo. Belleza bajonera, pero belleza al fin.
Published on June 18, 2013 14:57
June 17, 2013
17/ 06: THE BIG BOOK OF LOSERS

Como siempre sucede en los Big Books, los textos van al frente y son los que llevan adelante los relatos. Los dibujos ilustran (muchas veces en son de joda) algo de lo que se menciona en los bloques de texto, y los diálogos son adornos, chistes o boludeces ingeniosas. Esto, sumado a la gran cantidad de viñetas que tenemos en cada página (con la grilla watchmenesca de 9 cuadros como formato “hegemónico”) hace que los dibujantes casi no tengan chances de narrar. Lo suyo se limita a sumarle ilustraciones a los textos de los guionistas. Aún así, hay varios nombres que sacan chapa y brillo en esta dura parada. Veamos.
Bryan Talbot aprovecha para jugar con un estilo más funny y visceral, que le queda bárbaro. Tayyar Ozkan y Frank Quitely la rompen los dos con el mismo recurso: una línea finita, preciosista y de gran expresividad. El veterano Gary Morrow descolla al meter grises con tramas mecánicas. Además de lucirse con la portada, Glenn Barr descontrola en dos páginas magníficas, en las que ilustra la tremenda muerte de James Garfield. Jason Lutes, un virtuoso dueño de un trazo habitualmente adusto, casi pecho frío, acá deja la vida en cuatro páginas desopilantes. Al maestro Peter Kuper le alcanzan dos páginas para dejarnos una de las historietas mejor dibujadas del tomo. Otro que acumula infinitos logros en sólo dos páginas es Ty Templeton, que cuenta (como los dioses) los fracasos de Rudolf Hess. Y como en el Big Book que leí el año pasado, de nuevo sube al podio Joe Sacco, esta vez con sólo tres páginas, pero de un nivel devastador.
Otros dibujantes que aprovechan el clima jocoso del libro para experimentar con la línea y el estilo son Val Semeiks y Randy DuBurke. Ninguno llega al nivel de Talbot, pero los dos pelan muy lindas viñetas. Por el mismo lado va la búsqueda de Paul Gulacy y este sí, logra unos resultados maravillosos. Quisiera ver más trabajos del maestro en ese estilo más funny. Joe Staton, en cambio, prueba lo contrario y le va mal: se juega a una estética mucho más dark, con sombras muy fuertes, y su dibujo no se luce ni a palos como en sus trabajos más limpitos. La sorpresa más interesante fue Karen Platt, a la que no conocía, que me impactó con un claroscuro alucinante, muy europeo. Y me queda por ovacionar a un puñado de monstruos, casi todos con varios Big Books a sus espaldas, que sin moverse de sus estilos de siempre, aportan calidad y solvencia a la faz gráfica de las historias que les tocó ilustrar. Mirá qué nombres: Sergio Aragonés, Hunt Emerson, Roger Langridge, Rick Geary, Rick Parker, cinco páginas de un Ralph Reese inspiradísimo, prolijito, a años luz de las guarradas que hacía en los ´70, Richard Piers Rayner y el maestro español Carlos Ezquerra, al que le toca una historieta de cuatro páginas (la del fallido raid del FBI en Little Bohemia) donde tiene la posibilidad de contar la historia con los dibujos, y obviamente no la desaprovecha.
El balance general del libro da muy positivo. Me enteré de un montón de datos que desconocía, me divertí con la vida y los fracasos de varios perdedores entrañables, disfruté al ver estrellarse contra el fondo del precipicio a varios garcas que se lo re-merecían y me deleité con los dibujos de unos cuantos historietistas de primera línea, de esos que me ceban como para querer tener TODO lo que hicieron. Tal vez por eso, por las breves participaciones de 10 ó 15 ídolos de siempre, no descarto comprarme los Big Books que me faltan el día que los vea baratos. Por ahora, me bajo acá de esta hermosa colección con la que DC supo darle diversidad, alegría y onda al comic de los ´90.
Published on June 17, 2013 18:09
June 16, 2013
16/ 06: POWERS Vol.4

La redención para este arco argumental viene por dos lugares distintos. Primero: estirada y todo, hay una trama fuerte y se resuelve de modo sorprendente. El trágico fin del grupo conocido como FG-3 está muy bien orquestado, abre puntas muy interesantes y plantea un dilema (vinculado a los seres con superpoderes) que dificilmente puedan plantear los autores que abordan el género superheroico desde un ángulo más careta, o más tradicional. Y segundo (y principal): todo lo que pasa afecta MUCHO a uno de los protagonistas. Sin dudas, lo mejor del tomo llega en el epílogo, cuando Bendis nos revela (en siete páginas brillantes) cómo afectaron a Christian Walker las cosas que pasaron y las decisiones que lo vimos tomar. Pobre Deena Pilgrim, está prácticamente de adorno durante toda la saga. Apenas si logra mechar un par de sus frases ingeniosas y habitualmente muy guarangas. Esta vez, Bendis se las ingenia para que toda esta bola de misterio, violencia y muerte le detone en la cara a Walker, el ex-supehéroe convertido en cana, y habrá que ver cómo se da vuelta la torta para que la serie recupere su status quo, porque el sacudón que recibe Christian tiene pasta de definitivo. Lo cierto es que, si imaginamos una versión resumida, sin toda esa perorata al pedo que no va a ningún lado, tenemos un excelente arco argumental, jugado, original, y muy importante en el desarrollo de la serie.
El dibujo de Oeming... está un poquito más raro, más desparejo. Tiene viñetas colosales y otras en las que se lo ve muy deforme, muy grotesco. Acá estrena colorista nuevo (Peter Pentazis), y se encuentra con toda una serie de efectos de iluminación, brillitos y texturas que antes no estaban y que le cambian bastante la impronta visual a la serie. La narrativa también tiene sus problemas, sobre todo en esas páginas dobles llenas de viñetas, en la que no está muy claro cuándo hay que bajar la vista para pasar a la segunda tira de cuadros. Como siempre, Oeming repite dibujos a lo pavote y no mezquina esfuerzos a la hora de dibujar fondos. Esta vez, no sé por qué, lo toleré más de lo que lo disfruté. Por ahí al ser una historia tan dark y tan truculenta, se achicó el margen para jugar con la estética cartoon que Oeming heredó de los creadores de Batman: The Animated Series. Lo cierto es que, si bien hay dibujos excelentes, el conjunto no me terminó de cerrar.
Al final, no sé si seguir adelante con Powers o si colgarla acá. Si la cuelgo, me quedo con un final triste, amargo, como el que tuvo ayer la novela de IndeBendiente. Y con un personaje (Deena) apenas explorado, al que nunca vi rozar siquiera su verdadero potencial. Veremos qué onda. Supongo que si veo baratos los TPBs que me faltan no me voy a resistir. Y si no, mala leche: si en cuatro tomos Bendis y Oeming no lograron sumarme a los fans incondicionales de la serie, por algo será. O como decían los fachos en los ´70, “algo habrán hecho”...
Published on June 16, 2013 11:58
June 15, 2013
15/ 06: DAGO: SAQUEO DE ROMA Vol.1

El guión de Robin Wood no es malo, para nada. El ídolo hace los deberes, se documenta a full, se mete (y nos mete) de lleno en el período histórico que eligió para su infinita epopeya y sobre todo le pone emociones humanas a algo que de otro modo tendría la solemnidad y la distancia de un documento histórico, de un papiro, de algo antiguo, anquilosado y ajeno. Contados desde el llano, desde abajo del caballo, entre la mugre y la miseria (material y humana), los sucesos que Wood le hace presenciar a Dago cobran una dimensión más próxima, más vívida, y hasta te dan ganas de saber más sobre esas épocas oscuras (el siglo XVI), regidas por papas, monarcas y “nobles”, uno más ambicioso y rosquero que el otro. Lo que para mi gusto tira mucho paar abajo a estas historias es el propio Dago. Cuando era un esclavo miserable, cuando se hacía de abajo y cada empate le costaba un Potosí, Dago me caía bárbaro. Este Dago canchero, ganador e infalible me llena las bolas muy rápido. El tipo es perfecto: es el más duro, el más pillo, el más fuerte, el más hábil, el más piadoso, el más íntegro... Too much. Ya parece una especie de Batman que no tiene problemas a la hora de matar y que la pone de vez en cuando.
Y cuando el personaje es tan imbatible, y estás tan seguro de que va a salir entero de cualquier kilombo en el que se meta sin importar su magnitud, empezás a darle bola a los secundarios. Por suerte, en esta saga, Wood rodea a Dago de secundarios interesantes (todos sacados de los libros de historia) y –lo que más me cerró- ya van más de 120 páginas con el mismo villano, que todavía no es boleta. Enfeldt no es un villano al que le sobren los matices, pero el sólo hecho de que Dago no lo haya pasado a valores después de 120 páginas lo destaca mucho dentro del contexto de esta serie, en la que los que osan enfrentar al veneciano se compran el pasaje al Infierno en una sóla cuota y en el vuelo directo, que no hace escala en ningún lado.
Del dibujo de Carlitos Gómez ya hablé maravillas cada vez que me tocó reseñar un libro de Dago (y ya van unos cuantos). A este trabajo le corresponden todos los halagos, porque pertenece a la etapa ya madura del cordobés, en la que ya brilla en todo su esplendor, asentadísimo en su estilo dinámico, elegante, de gran realismo y a la vez con mucho margen para dotar a sus personajes de onda y expresividad. Ansío con locura esos álbumes de Gómez para el mercado francés, porque lo quiero ver narrar más de lejos, con menos primeros planos, que acá abundan en demasía. Me encanta la forma en que Gómez dibuja las caras, pero quiero ver más paisajes, más fondos, más personajes de cuerpo entero... y sé que en Dago eso no lo voy a ver nunca, por la cantidad de páginas que entregaba Gómez por mes a la editorial italiana que le encargaba este trabajo. Y por supuesto, esta edición ofrece la invaluable posibilidad de disfrutar de los dibujos de este monstruo en blanco y negro y acompañados de buenas tipografías, algo con lo que ni soñábamos en la época en la que leíamos a Dago en las revistas de Columba.
Yo ya sé para dónde va esta saga porque –repito- la leí hace varios años. También por eso, la expectativa para los próximos tomos es alta. Ojalá en esta segunda lectura se mantenga intacta la magia de la primera vez. Si todo sale mal y la historia no logra volver a atraparme, por lo menos me queda la alegría de ver a Gómez dibujando a un nivel altísimo. Felicitaciones a Comic.ar que se decidió a editar este material en nuestro idioma y abrazo académico para los hinchas de Independiente, que hoy vivieron en carne propia lo que vivimos nosotros hace casi 30 años. A Ber cuándo BuelBen ;)
Published on June 15, 2013 18:09
June 14, 2013
14/ 06: BEOWULF

Beowulf es un antiquísimo poema épico de autor anónimo (escrito en algún momento entre los siglos VIII y XI), quizás el más antiguo de los textos escritos en lengua anglosajona que hayan llegado hasta nuestros días. Sobre este texto trabajó Jerry Bingham (por entonces un dibujante menor, con cierta presencia en el mainstream de Marvel y algún laburito más fino publicado en Heavy Metal) para dar a luz a una historieta de 46 páginas, bastante ambiciosa para los parámetros de 1984. Beowulf resultaba irresistible para ser adaptada al comic por un motivo fundamental: es una historia violenta, sangrienta, de machaca entre monstruos y chabones musculosos, en la que nadie se escandalizaría si apareciera Conan repartiendo hachazos o espadazos. La fantasía épica en su vertiente de “espada y brujería” había demostrado su afinidad con el público del mainstream yanki ya desde pincipios de los ´70, y un formato más lujoso y sin censura podría ser un gran vehículo para impactar a los lectores que se abrazaban a ese género.
Y ahí fue Bingham, con un trabajo fino, atractivo, basado en un gran criterio a la hora de planificar las páginas, con un estilo que combina a Barry Windsor-Smith (referencia ineludible cuando hay bárbaros y monstruos de por medio) con Harold Foster, aunque la línea no trata de acercarse a la del gran dibujante de Prince Valiant. Su parentesco con Foster viene más bien por el lado de la elegancia y la sobriedad, por la incorporación del texto (que no aparece en forma de globos de diálogo), y en la composición de las páginas, sobre todo en las secuencias tranqui. Cuando estalla la machaca, el dibujo se va mucho más para el lado de Smith, con ese plumín finito abocado a describir texturas imposibles en piedras, metales y escamas de dragón.
Claro, hay que aclarar que Bingham (a quien muchos ubicarán por su Batman: Son of the Demon) no es tan buen dibujante como Smith o Foster. Es un dibujante correcto dentro del estilo clásico, con muy buena base de anatomía, mucho huevo para los fondos, narrativa linda, dinámica, con búsquedas interesantes, pero no es un genio. Tiene un problema fundamental: las caras. TODOS sus personajes tienen la misma cara, son todo hermanos gemelos, o clones. El único personaje que se distingue de inmediato es el Rey Hrothgar porque, al ser viejo, tiene el cabello y la barba grises. Si no, también sería idéntico a Beowulf y a todos los demás guerreros que lo secundan. Le pegué una repasadita veloz a Son of the Demon, y ahí esta falencia se nota bastante menos, por suerte.
Y el argumento... bueno, es el mismo del poema clásico. Acá todavía no existía esa vuelta de tuerca brillante que incorporó el largometraje animado de 2007 y que levanta enormemente a la historia. Aquel guión (en el que metió mucha mano Neil Gaiman) le da a la saga de Beowulf la cohesión que la original no tenía, y que tampoco tiene la adapatción de Bingham, que se lee como una sucesión de peleas contra bichos jodidos sin mucho más sustento que el de los “cheap thrills”. De todos modos, es loable la labor de la adaptación. Yo me acuerdo que en la secundaria, cuando estudiábamos Literatura Inglesa, la profe intentó hacerme leer Beowulf (en una edición que traía dos versiones del poema, una en inglés antiguo y una en inglés moderno) y yo me aburrí como un infeliz. La versión de Bingham no aburre en lo más mínimo, y eso que por un lado respeta muchísimo los textos originales, y por el otro lucha contra la restricción de tener que meter toda esa epopeya en sólo 46 páginas de historieta.
Hoy, esto no debe ser fácil de conseguir, pero te la recomiendo si sos fan de Jerry Bingham (alejado hace décadas del Noveno Arte), del Conan de Barry Windsor-Smith, si te comprás cualquier cosa con el loguito de First (conozco a un par de limados), o si sos fan de la serie Classics Illustrated, de la cual esta novela gráfica podría considerarse un número 0, un primer escarceo a ver qué onda. Ah, y si te gusta ese inconfundible olorcito que tenían las novelas gráficas yankis de los ´80, a esta te la vas a llevar a dormir con vos varias noches.
Published on June 14, 2013 15:23
June 13, 2013
13/ 06: RALPH AZHAM Vol.1

Por suerte, una vez que amainó el vendaval de puteadas, me senté a leer el libro, y me encontré con una historieta sencillamente brillante, quizás el mejor guión que le vi firmar al genio Lewis Trondheim. Ralph Azham tiene el ingenio, el humor corrosivo y la sensación de que puede suceder cualquier cosa que tenían los mejores álbumes de La Mazmorra, y además es totalmente original, no es una parodia de nada, no abreva en los tópicos de ningún subgénero clásico, no juega a los guiños cómplices al lector.
La historia está ambientada en una aldea medieval, ubicada en un terreno agreste, rodeada de montañas y de una represa pensada (como los “zancos” sobre los que se elevan las casas) para que la aldea no se inunde cada vez que crece el río. En este entorno, bastante retrógrado y endogámico, se mueven personajes jodidos, entre los que cuesta encontrar algo así como un héroe. El joven Ralph es el protagonista, pero es un auténtico imbécil, un cagón, un ganso con una enorme habilidad para mandarse cagadas. En el medio hay dos tramas muy interesantes: por un lado, la amenaza iniminente de una horda que saquea caminos y poblados, y por el otro, un extraño suceso en la infancia de Ralph, cuando debió presentarse ante el Enviado, quien decidiría si el chico era o no uno de los Elegidos. Trondheim decide develar aquellos sucesos de a poquito, por etapas, y logra un efecto dramático de enorme impacto, un volantazo impredecible y magistral, que nos hace ver desde otra óptica todo lo sucedido hasta el momento, en especial la relación entre Ralph y Bastien, su padre. El final resuelve apenas uno de los conflictos y abre la saga en una dirección muy atractiva. Me dejó cebadísimo, cortando clavos con el orto hasta que salga el Vol.2 (que ni en pedo me compraré en la edición yanki).
El dibujo es glorioso. Trondheim deja la vida en cada viñeta (y cada una de estas paginitas tiene muchas), se mata en los fondos, no le escapa a dibujar multitudes, largas escenas de diálogo, escenas de acción al recontra-palo y –cerca del final- una secuencia muda majestuosa, en la que pasan miles de cosas y todo se entiende y se siente a pleno. Por supuesto, le salen de taquito esas expresiones faciales que tanta comicidad le agregan a la historia. De tanto leer Les Petit Riens (Little Nothings, en la edición de NBM), yo ya me había acostumbrado al Trondheim que se colorea a sí mismo, a acuarelazo limpio, con vuelo, con onda, pero a mano alzada, dedicándole... cinco minutos al color de cada página. Acá, en cambio, me encuentro con Brigitte Findakly, esposa de Trondheim y colorista de los mejores álbumes de Joann Sfar, abocada a convertir a Ralph Azham en uno de los comics visualmente más logrados de la vasta trayectoria del ídolo. Acá, ningún cinco minutos. Findakly trabaja con dos paletas complejísimas (una para el presente y una para los flashbacks), agrega unas texturas sutiles y hermosas (algo que rara vez queda bien en contraste con la línea de Trondheim) y labura con inmejorables resultados los efectos de iluminación, apenas sugeridos en el trazo de su marido.
Ralph Azham está, sin dudas, entre las mejores series que tiene hoy el mercado francés. Es un relato hipnótico, que va para adelante a fuerza de accidentes, mentiras, caprichos, contradicciones y choques entre gente de mierda, incapaz de ponerse un segundo en el lugar del otro. Como pasaba con Lapinot y La Mazmorra, el dibujo parece sugerir que está apuntada a chicos o adolescentes. A medida que la leés, te cae la ficha de que no, de que es una aventura que parece clásica, pero es retorcida, oscura, empapada de cinismo y mala leche. Es así, amigo viñetófilo. Lewis Trondheim lo hizo otra vez. Otra vez logró hacerme adicto a una serie suya y a hacerme sospechar que su último trabajo quizás también sea su mejor trabajo. Gracias por la magia.
Published on June 13, 2013 13:48
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