Andrés Accorsi's Blog, page 191
May 12, 2013
12/ 05: TO TERRA... Vol.1

To Terra... se publicó en Japón como Tera he..., entre 1977 y 1980. Es una obra considerada seminal en el manga de ciencia-ficción, nacida de la imaginación de Keiko Takemiya, una autora muy famosa, principalmente por haber sido la pionera absoluta del género yaoi (mangas románticos en los que ambos protagonistas son varones) con su Kaze to Ki No Uta (La Balada del Viento y los Arboles), publicada entre 1976 y 1984.
Como resulta obvio al mirar las fechas, To Terra... fue realizada en simultáneo con el manga más conocido de la autora. Y tiene algún tenue atisbo de historia de amor entre varones, en la segunda mitad de este primer tomo. Hay una onda rara entre Keith Anyan y Seki Ray Shiroe, pero apenas insinuada, no manifiesta. Estos dos personajes junto a Jomy Marcus Shin son los protagonistas más fuertes que tiene hasta ahora esta ambiciosa saga.
Qué flashero debe haber sido leer esto a los 14 ó 15 años. To Terra... es una mezcla muy osada entre The Matrix, X-Men y la saga de la Fundación de Isaac Asimov, con unos conceptos alucinantes y con protagonistas que tienen 14 ó 15 años, o tienen un poco más, pero parecen pendejos. Sin duda, lo más grosso son las ideas, las premisas sobre las cuales Takemiya construye este universo futurista y este relato de manipulación, persecución y promesas que –uno sospecha- jamás se van a cumplir. Y lo menos ganchero es el ritmo del relato, sumamente descomprimido, al punto de “perder tiempo” en escenas que no aportan nada, ni a la caracterización ni al desarrollo del argumento. Las escenas no están mal construídas, pero te das cuenta de que están ahí para subrayar cosas que la autora ya nos explicó, o cosas que –en el big scope de la saga- son sumamente irrelevantes.
El dibujo tiene un sólo problema: los varones se ven todos como nenes muy afeminados. Esto no lo inventó Takemiya, es una constante en casi todas las autoras japonesas, desde tiempos inmemoriales. Si eso no te jode, To Terra... te va a parecer visualmente maravillosa. Me imagino este guión dibujado por Yukinobu Hoshino y me gusta más, claro, pero Hoshino es unos años menor y no se jugaría tanto en las secuencias en las que las emociones de los personajes explotan y rompen la frialdad típica de la ci-fi futurista, de naves que recorren billones de años luz y computadoras que lo controlan todo. Takemiya, en cambio, le pone todo a esas escenas, y recurre a un montón de trucos expresionistas impactantes para que su dibujo refleje sensaciones, emociones y trastornos psicológicos jodidos del modo más eficaz que te puedas imaginar.
Sin demasiada violencia, sin sexo, sin irse muy al carajo, este primer tramo de To Terra... te mete de lleno en una historia compleja, muy bien elaborada, que avanza un poco lento, pero que se apoya en conceptos demasiado interesantes como para tirarlos a la marchanta y no indagar a fondo en lo que implican para la vida de estos muchachos. Ah, y tras casi 350 páginas, uno no tiene ni la más puta idea de quiénes son los buenos y quiénes los malos. Prometo entrarle pronto al Vol.2, a ver si me entero.
Published on May 12, 2013 16:32
May 11, 2013
11/ 05: HOWARD THE DUCK

Gerber respondió con una obra maestra: maligna y delirante, la mini de 2002 no deja títere con cabeza. Arranca con una deconstrucción impiadosa del fenómeno de las boys bands, sigue con una perversa parodia a Witchblade, destripa a los personajes más importantes de Vertigo (se mete hasta con Nevada, creada por el propio Gerber), reversiona el primer arco de Preacher pero cambiando a Oprah Winfrey (a la que hace mierda) por Jesse Custer y a Sigmund Freud por el Saint of Killers, y remata la saga en el mejor episodio, el sexto y último, en el que nos ofrece un extenso soliloquio a cargo de Dios, que responde a todas las preguntas de Howard de un modo que sólo se le puede ocurrir a un genio.
En el medio hay mínimas peripecias, la infaltable lucha contra el Dr. Bong, bizarras transformaciones de Howard (que se pasa media saga convertido en ratón, quizás para salpicar al otro ícono de Disney) y pequeños amagues de encontrarle a la saga un rumbo más aventurero. Son amagues, nomás. A Gerber no le interesa meter a Howard y Beverly en una epopeya, sino usarlos para hablar de lo que él tiene ganas y repartir palos para donde se le canta. Y reparte con tanta mala leche y tanto humor, que se gana enseguida la complicidad de los lectores. Incluso cuando gasta a John Constantine o a Spider Jerusalem (ídolos indiscutibles por los que me cago a trompadas con quien sea), Gerber te arranca una risa cómplice. De todos modos, lo grosso, lo definitivo, lo que deja chiquito a todo lo demás, lo que trasciende la sátira, la joda y el mero entretenimiento es el episodio final: Si en toda su carrera Gerber hubiese escrito sólo las 18 páginas con las que cierra esta saga, también debería ser considerado un monstruo, un autor fundamental. Posta, creo que el día que encuentre un comic de Marvel con 18 páginas mejor escritas que estas, largo la historieta y me pongo a estudiar oboe o abro una remisería en Rafael Calzada.
Para dibujar esta joya de la transgresión y la desmesura, Gerber contó con el siempre excelente Phil Winslade, quien lo había acompañado en Nevada, ahora con el plus de que el propio Winslade entinta sus lápices. Hay un episodio en el que lo reemplaza Glenn Fabry, que para mi gusto no es tan bueno (haciendo historieta, como portadista es un crack) pero se nota poco. El trabajo de Winslade es magistral de punta a punta y explota cuando cobran más peso en la trama los personajes supraterrenales (ángeles, demonios, dioses, etc.). En los dos últimos episodios están las secuencias más inspiradas, más impactantes de un tomo que a nivel visual es realmente glorioso.
Allá por Septiembre de 2010, yo hablaba maravillas de la mini de Howard the Duck escrita por Ty Templeton. Nada, está muy bien. Pero al lado de la de Gerber es muy menor. Y no sólo porque no tiene sexo ni puteadas. Acá el creador del pato de Cleveland se despedía de su personaje de un modo tan sublime, tan zarpado y tan increíble, que casi ni daba para seguirlo. Nunca leí Hard Time, el siguiente trabajo de Gerber y quizás el último realmente importante antes de su muerte, ocurrida en 2008. Cebado como me dejó este libro, no te sorprendas si capturo y reseño Hard Time en las próximas semanas...
Published on May 11, 2013 15:45
May 10, 2013
10/ 05: LA SANGRE DE LAS VALKIRIAS

La Sangre de las Valkirias, como su nombre lo sugiere, es una de vikingos y sí, tal como sospechás, se podría haber publicado tranquilamente en la revista Northlanders, en la que el maestro Brian Wood revitalizó este atractivo género. Habría que estirarla muy poquito, apenas un pijésimo, y La Sangre... podría ser un arquito de tres episodios de esa inolvidable serie de Vertigo. La trama combina la habitual violencia de estas sagas de sanguinarios guerreros con un misterio muy bien orquestado, sutiles toques de humor (bastante zarpado) y algo de erotismo. La historia arranca cuando el poderoso Harek, cacique de una tribu de implacables vikingos, se decide exterminar a todo el pueblo gobernado por Regner, sólo porque este abrazó la religión cristiana y renunció a Odin, Thor y los demás muchachos de los comics de Marvel. A la hora de llevarse algún souvenir de la aldea devastada por sus guerreros, a Harek se le ocurre llevarse a Dalla, la hija de Regner, y tomarla por esposa, obviamente sin consultarlo con la chica. El trofeo que trajo Harek llamará poderosamente la atención de sus tres hijos varones, mientras su hija mujer será quien mejor se entienda con la joven cautiva.
Ya te imaginás cómo sigue la historia, no? Tres muchachones, un padre ya veterano, una chica que les calienta la pava a los cuatro, una cultura acostumbrada a dirimir cualquier litigio, hasta el más pelotudo, por la vía de los duelos a hachazo limpio... En pocas páginas y con poco texto, Santos urde un intrincado laberinto de lujuria, violencia, poder y muerte, sin buenos ni malos (lo más parecido a un bueno muere en la página 4) y sin ninguna chance de un final feliz. De todos modos, aunque antes de la mitad de la novela intuís que va a terminar todo para el orto, jamás te imaginás cómo va a llegar ese final trágico: ni por la magnitud que cobra, ni por el último giro, el moñito de la anteúltima página, que es tan impredecible como brillante.
No nombré al dibujante, al elegido por Víctor Santos para acompañarlo en esta aventura: se trata de Pere Pérez, un dibujante catalán que hizo varios laburitos menores para DC y ahora está a full en Valiant. Lo que puede verse en este trabajo (de 2009) está bastante en sintonía con lo que publicaba Vertigo en Northlanders: Pérez muestra un estilo bastante crudo, visceral, sin virtuosismos ni pretensiones de elegancia. El trazo es fuerte, vigoroso, casi cabeza, con una línea en la que parece verse el lápiz desnudo, grueso, sin entintar, sin peinar ni bañar para la foto. La narrativa también subraya la potencia y la salvajada de lo que nos muestra la historia, y el color (de Joan Fuster) acompaña perfectamente al dibujo. Buen trabajo de Pérez, tranquilamente al nivel de lo que se ve en cualquier comic de Avatar, que es el sello donde más proliferan los dibujantes salvajes y viscerales.
Si te enganchaste con los vikingos por culpa de Northlanders, esto te va a cebar mal. Si te sumaste a la religión de los que veneramos a Víctor Santos y nos compramos cualquier cosa que lleve su firma, te va a encantar descubrirlo muy afianzado en la faceta de “guionista que escribe para otros”. Y si simplemente buscás una aventura intensa y jodida, con buenas dosis de sangre, tripas y violencia, algo de sexo, runflas malignas, muchas atrocidades y una lograda reconstrucción histórica, La Sangre de las Valkirias seguro te va a sacudir. Son sólo 52 páginas, pero muy impactantes y muy difíciles de olvidar. Háganle un lugarcito a Santos en el Valhalla de la historieta. Lo de este muchacho ya es digno de los dioses más pulenta de todos los tiempos.
Published on May 10, 2013 14:37
May 9, 2013
09/ 05: CIELOALTO

La ciudad de Cieloalto funciona como la historieta: para que el tiempo pase, hay que desplazarse en el espacio. En el barrio en que nacés, vas a ser siempre un nenito. En el de al lado, vas a ser siempre un pibe. En otro, siempre un muchacho, y así, hasta llegar a barrios en los que estás muerto, a los que no te conviene entrar. Es una idea loquísima, a la que Agrimbau le saca un jugo alucinante: Javier Dosaires, el protagonista, va a la escuela en un barrio donde tiene veintipico y se ve ridículo con el guardapolvo blanco. Se levanta a una mina a la que le gusta que le den masa en un galpón... de un barrio donde Javier tiene como 60 años y a duras penas se le para. Juega al futbol en una cancha donde, cuando defiende, tiene 7 años, y cuando ataca, 17.
Guarda: así contado parece gracioso, pero Cieloalto es un relato trágico, de gran contenido dramático. La vida de Javier no es una comedia ochentosa de Michael J. Fox, ni mucho menos. A lo largo de estas 80 páginas lo veremos presenciar todo tipo de injusticias, soportar pérdidas irreparables, sufrir por amor, traicionar sus propios códigos éticos y finalmente, tener la desgracia de sobrevivir a una tragedía de proporciones colosales para ser testigo de la muerte y la destrucción más horrendas. Poco antes de la mitad de la obra, Cieloalto se empieza a convertir lentamente en el escenario de una guerra civil cruenta, sin cuartel, entre los “permanentes” (los que tienen el poder de conservar siempre la misma edad mientras no cambien de barrio) y los “viajantes”, que son como nosotros, es decir, no cambian de edad según los desplazamientos espaciales, sino a medida que pasa el tiempo.
No quiero contar mucho más de la trama, porque si no la leíste quiero que te sorprendas como me sorprendí yo con los giros impredecibles que le pega Agrimbau a la historia de Javier y de esta bizarra ciudad. Simplemente quiero dejar sentado que por ahí el final no es todo lo grosso que uno esperaba, pero es coherente y sobre todo no es traído de los pelos. Para la página 33, el guionista ya tira puntas de cómo va a terminar todo en la última secuencia.
El dibujo de Pietro es excelente, sumamente expresivo, con una gran atención por los detalles y con menos viñetas por página que en Fergus, su otra obra en conjunto con Agrimbau. El dibujante tiene la imperiosa necesidad de dotar a los personajes de rasgos muy claros, muy marcados, que le permitan al lector identificarlos en 7 u 8 etapas distintas de sus vidas. No es fácil hacer esto sin caer en el grotesco, en la caricatura de brocha gruesa, pero Pietro lo logra con creces. Si leíste Cieloalto en la Fierro, seguramente recordás que había pocos fondos y que el color era un empaste tirando a horripilante. Olvidate: para esta edición, Pietro agregó bochas de fondos y acá el color se ve maravilloso, repleto de matices y sutilezas, dentro de una paleta más tranqui, menos estridente que la que vimos en Fergus. Otro laburo formidable de este talentoso dibujante argentino, merecedor de infinita más chapa de la que tiene hoy entre los fans.
No te dejes amedrentar por esa portada amarga y pecho frío: Cieloalto es una historia arriesgada, intensa, atrapante, basada en una idea demasiado zarpada para ser real y adornada con buenos diálogos, hermosos bloques de texto, situaciones muy variadas (de la comedia al drama, del erotismo light a la crónica de una masacre hardcore) y unos dibujos de primer nivel. Cieloalto, la ciudad que funciona como la historieta, le hace alto honor al arte que más nos gusta. No dejes de visitarla.
Published on May 09, 2013 18:07
May 8, 2013
08/ 05: POWERS Vol.3

Por desgracia, lo que pasa en este tomo es UN DESASTRE, una garcha, una tomadura de pelo. El libro arranca con un arco de tres episodios que se podría haber contado en uno, y que encima... no se resuelve! En el medio de la investifación, cuando Deena y Christian parecen haber encontrado a la testigo clave, la historia se interrumpe y queda ahí, trunca. Me salteo una historia a la que le quiero dedicar un próximo párrafo y llego a las 13 páginas de la historia titulada The Shark, una anécdota sumamente nimia e intrascendente, aunque hábilmente estirada por Brian Michael Bendis con los diálogos. Después, un montón de páginas que no son historietas, sino largos textos que fingen ser la transcripción de un juicio oral, intercalados con ilustraciones en blanco y negro de Michael Avon Oeming. Un juicio oral es aburrido incluso si te lo cuentan en forma de historieta... imaginate una transcripción en formato “solo texto”. A dormir al tercer párrafo.
Lo que le sigue es aún más ladri: 20 páginas en blanco y negro que fingen ser un librito para que los chicos coloreen, dibujen y resuelvan acertijos, laberintos y boludeces varias. De verdad! Los dibujos de Oeming mínimamente la reman, pero es un choreo a mano armada, mal. De ahí nos vamos a Mall Outing, la primera historieta que hicieron juntos Bendis y Oeming, para un especial de Jinx. Son cuatro paginitas, nomás, muy bien dibujadas y con un guión totalmente predecible y efectista, sin más intención que la de impactar a como dé lugar. Y para el final, bocetos de Oeming, portadas y una muy buena entrevista a Bendis, realizada por Alex Hamby.
Y me queda para rescatar Ride Along, la historieta de 25 páginas en las que Christian Walker comparte el protagonismo con... Warren Ellis! El eximio guionista del mundo real se mete en una ficción y durante las primeras 10 páginas la rompe con unos diálogos brillantes, en los que baja línea a ocho manos acerca de la industria del comic yanki, su desmesurada dependencia de los superhéroes y demás tópicos espinosos en los que coincido 100% con Ellis (y sospecho que Bendis también, aunque no le convenga blanquearlo). Pero claro, en las 15 páginas restantes se supone que tiene que pasar algo y ahí, como el resto del tomo, Ride Along se sumerge de a poquito en el pantano de la intrascendencia, sin la más remota chance de que uno se enganche con lo que le está por suceder a los personajes.
¿Por qué uno no pide demasiadas veces que esto se termine rápido? Primero, por lo ya mencionado: la habilidad de Bendis para pilotear con buenos diálogos estas historias más estiradas y con menos fundamento que las cautelares que benefician a Clarín y La Nación. Y segundo, la muy buena labor de Oeming al frente de la faz gráfica, con un estilo lindo, suelto, sin estridencias ni virtuosismos, muy jugado a la narrativa, a controlar obsesivamente los tiempos del relato mediante jueguitos con los tamaños de las viñetas, la reiteración de fondos y personajes, etc. Por supuesto, Oeming se luce mucho en esos dibujos que hacen las veces de fotos en ese episodio que quiere parecerse a una revista, y en esas ilustraciones en blanco y negro que fingen ser retratos de los implicados en el juicio oral. Liberado de los abundantes diálogos que mete Bendis y de la grilla de 146.000 viñetas por página, el dibujante aprovecha para pelar, para zarparse, para divertirse. Y está muy bien si no fuera porque uno pretendía leer buenas historietas, no mirar buenos dibujos.
Menos mal que tengo ya comprado el Vol.4 y menos mal que tengo mucha fe, casi la certeza de que esto va a repuntar. Si no, te juro que colgaba la serie acá y a la mierda Powers.
Published on May 08, 2013 15:50
May 7, 2013
07/ 05: BY THE NUMBERS

Lo mejor que tiene la serie es que se nota mucho que Rullier y Stanislas no crean a Victor como el enésimo clon de Tintin, el muchacho aventurero que hoy anda por Vietnam, mañana por el Congo y pasado por el Amazonas. La línea clara, la estructura del primer álbum, hasta las portadas parecen sugerir que se trata de un personaje más en esa ilustre tradición franco-belga, pero cuando lo leés, rápidamente te cae la ficha de que es al revés: a Rullier lo obsesionaba el tema de Indochina, de los franceses metidos en ese hervidero que en los ´50 sería Vietnam, y simplemente buscó un personaje al que insertar en ese contexto, tan rico como poco explorado por la historieta francófona. Como el principal atractivo que tenía Indochina para los franceses de fines de los ´40 era la guita fácil que podía obtenerse mediante un no tan sofisticado curro legal, el guionista se decide por un asistente de contaduría, al que con el correr de las páginas veremos evolucionar, crecer muchísimo y convertirse en mucho más que ese pibe tímido preocupado por los balances y los movimientos de caja.
El primer álbum, Trafic en Indochine, arranca bárbaro y se cae un poquito al final: la resolución es un tanto simplista y no se explica por qué Victor se olvida por completo de su vida anterior, de la encantadora novia que dejó en París, y se zambulle de cabeza en esta remota y extraña sociedad en la que tendrá que codearse con malvivientes de toda índole para salvar el pellejo. El segundo, La Route de Cao Bang, es muchísimo más redondo, más potente, más relevante. Con el elenco ficticio ya presentado, Rullier se juega a meter mucho más a la realidad, a los verdaderos hechos históricos que sacudieron a esa región en 1950, cuando todavía se llamaba Indochina Francesa y estaba en medio de una guerra que sería barrida abajo de la alfombra simplemente porque luego vendrían guerras más terribles (la de Argelia para Francia y la de Vietnam para los locales). O sea que, además de atraparte con las peripecias que vive Victor, su fatídica historia de amor, los tremendos kilombos en los que se mete por rosquear con gente muy pesada y demás, Rullier y Stanislas nos hacen vivir situaciones históricas reales, perfectamente documentadas y perfectamente integradas a la saga ficticia en la que nos sumergieron desde la primera página.
El dibujo de Stanislas (ya lo dije en la reseña del 16/05/12) me recordó instantáneamente al de Pablo Zweig. No al Zweig de los ´90, sino al de ahora. Y claro, la influencia principal es la de Hergé, que está presente en todo, en cada fondo, en cada plano, casi en cada trazo. La puesta en página tiene sutiles toques: Stanislas rompe de vez en cuando la grilla de cuatro tiras para pasarse a una de cinco, con viñetas más chiquitas, y lo hace cuando tiene que mostrar que están pasando muchísimas cosas a gran velocidad. En el color, no hay ni una pincelada que lo aleje del planteo estético del maestro, aunque en el trazo en sí, se pueden observar cositas heredadas de Yves Chaland, uno de los grandes renovadores de la línea clara. Pero son detallitos (los nudillos, por ejemplo). En casi toda la faceta visual de la obra, Stanislas se siente cómodo respetando a rajatabla los preceptos gráficos y narrativos de Hergé y de sus seguidores más fieles, que en aquel entonces todavía eran unos cuantos.
No sé para dónde irá la historia de Victor Levallois en los dos tomos que faltan, que obviamente no se editaron en EEUU. Lo que más me interesó de estos dos primeros es cómo una serie que pintaba para el lado de la aventura exótica terminó por lucirse en el terreno de la aventura histórica. Eso y el notable desarrollo del personaje protagónico, que junta expieriencia y chapa página a página, a medida que se las ve realmente fuleras. Dicen que Rullier y Stanislas crearon estos primeros álbumes cuando eran muy jóvenes y que en las posteriores reediciones metieron muchos retoques para corregir errores. La verdad, en esta versión se ve todo muy, muy bien, sumamente prolijo y profesional. La única forma de no engancharse con esto es que no te guste el comic de aventuras, o que tengas una particular aversión por la línea clara clásica, que es el paradigma desde el que dibuja Stanislas Barthélémy. Si no, estoy seguro de que vas a querer hacerte amigo de Victor y bancarlo en todas.
Published on May 07, 2013 19:07
May 6, 2013
06/ 05: ANYA´S GHOST

Lo único medio choto que tiene Anya´s Ghost es que parece confirmar la existencia del subgénero “novelas gráficas en blanco y negro, aptas para todo público, de ambientación suburbana, protagonizadas por chicas adolescentes pertenecientes a minorías étnicas o con problemas de adaptación a la típica escuela secundaria yanki, narradas en tono de comedia, casi siempre centradas en el slice of life y a veces con elementos fantásticos, dibujadas en estilos semi-funny, con una línea limpita y fácil de llevar a la animación”, subgénero que jugó de local en la efímera línea Minx de DC y que incluso sobrevivió a la desaparición de la misma, como vimos en Diciembre del año pasado con Friends With Boys, de la canadiense Faith Erin Hicks.
Los puntos en común con dicha obra son tantos, que recomiendo enfáticamente releer la reseña, publicada el 07/12/12. Incluso el fantasma, el misterio acerca de la muerte de esa persona que hoy es un alma en pena, los secretos semi-enterrados en el pasado de un pueblito... Si no son obras gemelas es porque el elenco de personajes secundarios tienen menos similitudes y porque en la página 153, Anya´s Ghost pega un giro magistral y totalmente impredecible, que la despega totalmente de cualquier otra historieta parecida. La obra de Brosgol tiene apenas 10 páginas más que la de Hicks, pero parece más extensa porque los personajes hablan bastante menos y pasan menos cosas, es un relato claramente más descomprimido.
El dibujo de Brosgol es perfecto, demasiado bueno para ser real. La rusa/yanki tira sobre la página todo su background en el campo de la animación, gracias al cual sus personajes son sumamente expresivos, plásticos, con movimientos y gestos que parecen reales a pesar de estar dibujados en un estilo semi-funny. La vista fluye con total comodidad por las páginas, las secuencias están armadas con solvencia y con gran atractivo, los fondos están siempre que tienen que estar y el agregado de un tercer color (un gris violáceo al que Brosgol le saca 8.000 tonalidades distintas) suma muchísimo a la hora del equilibrio entre masas negras y espacios blancos y a la hora de los climas, que por momentos se ponen ominosos y heavies, para luego dar paso a nuevas escenas en las que manda la típica comedia light de escuela secundaria.
Y a todo esto, ¿el guión está bueno? Sí, excelente. Los diálogos están afiladísimos, los conflictos son creíbles (incluso el fantasma es creíble), el personaje de Anya está laburadísimo y –lo más interesante- el ritmo es alucinante, no decae nunca, en ningún momento te ofrece la posibilidad de decir “hasta acá llego” y cerrar el libro antes de llegar a la última página. Cuando la cosa se pone espesa, Brosgol se las ingenia para que sientas que está todo realmente mal y se viene la noche posta, y en todo el extenso tramo sin elementos fantásticos, logra que todos los clichés que ya viste en infinitas series, películas y comics de adolescentes yankis que van a la secundaria se sientan frescos, gancheros y sobre todo genuinos. Si algún personaje te resulta medio pavo es, precisamente, porque están en la edad del pavo. Y sin embargo, Brosgol no verduguea en forma desmedida a ninguno, ni siquiera a los que hacen cosas que a todas luces pueden dañar a sus semejantes. La autora no juzga a sus creaciones, las deja ser, hacer y crecer, y eso es un mérito inmenso.
Y ya está: después del combo Friends With Boys + Anya´s Ghost, me bajo del subgénero. Veré cómo hago, pero la próxima vez que First Second ofrezca una novela gráfica de una autora joven, con onda de comedia juvenil y protagonista adolescente, voy a aprovechar que la Naturaleza me dotó generosamente para ese rol y me voy a hacer bien el boludo. Pero claro, después sale algún autor grosso a decir que la nueva obra del subgénero es una obra maestra (como hizo Neil Gaiman con Anya´s Ghost), y uno cae de nuevo en la trampa. Ojo: son historietas hermosas, sumamente disfrutables, más allá de que uno no sea mujer ni adolescente. El tema es que si las autoras se ceban mal con esta onda y no se mueven de ahí, corren el riesgo de quedarse estancadas, de repetir la formulita hasta aburrir, lo cual sería un bajón, porque son minas jóvenes, de indiscutible talento y un techo todavía lejano. Veremos para dónde agarra Vera Brosgol en su próximo trabajo, que ojalá se edite pronto.
Published on May 06, 2013 17:09
May 5, 2013
05/ 05: DORA Vol.2

Noto muchos cambios entre el tomo anterior y este, y no me parece que sean para mejor. Primero, esta vez Dora no viaja por distintos lugares. Toda la acción transcurre en Bobigny, aquel suburbio de París por el que la protagonista había pasado en uno de los tramos del vol.1, casualmente aquel en el que menos cosas sucedían. Segundo, la trama de espionaje, de los nazis en Argentina y demás, se desactiva por completo. Dora sigue adelante con su archivo sobre el Tercer Reich, pero no investiga, no fisgonea, no se involucra en ninguna actividad relacionada con la captura de ningún criminal nazi. Tercero, a mí me parecía inteligente por parte de Minaverry no resolver el enigma de la sexualidad de Dora, mantenerla en el terreno de la ambigüedad. Y se acabó la ambigüedad: acá la protagonista blanquea abiertamente que nunca le gustaron los varones, mientras dedica no pocas viñetas a retozar con Geneviéve, la chica gitana que está de vuelta de todo.
Eliminada la faceta del espionaje, la saga de Dora se convierte en una especie de versión alternativa de las historietas de Jaime Hernandez, donde las chicas no viven en un barrio latino de Los Angeles, sino en un suburbio de clase media-baja de París, y en vez de estar ambientada a principios de los ´80, se va 20 años antes. Posta, los roles de Dora, Odile y Geneviéve por momentos me recordaron muchísimo a los de Maggie, Penny y Hopey, aunque sin el rock´n roll estridente y cabeza que escuchaban las “locas” de Hoppers. Dentro del contexto del slice of life pachorro y suburbano, Minaverry se mueve con mucha soltura. Define muy bien un contexto sociopolítico espeso (la disyuntiva que divide a los franceses respecto de Argelia y los argelinos), explora el tema de la sexualidad alternativa, se mete con la pobreza, con el aborto, con amores no correspondidos... toda esa faceta presente en el vol.1 de ilusiones, sueños, vitalidad y candor sigue viva en las protagonistas del segundo tomo aunque claro, encauzadas hacia otro lado, porque el tema de la cacería de nazis se reactiva muy tibiamente recién en la segunda mitad del libro, cuando Dora conoce a Beatrice Roubini, un personaje todavía menor, cuyo peso en la trama crecerá –sospecho- en un próximo arco argumental.
Lo mejor que tiene este tomo de Dora es el trabajo de caracterización, la forma en la que Minaverry nos invita a conocer, entender y querer a estas tres chicas y la forma en las que las define de modo cristalino, como seres tridimensionales, perfectamente diferenciables. Olvidate del título de la obra: Dora, Odile y Geneviéve se reparten el protagonismo en partes iguales, cada una con sus mambos, sus recuerdos, sus silencios y sus fantasmas. Tan repartido está el protagonismo que Dora es la última del trío principal en sumar personajes secundarios propios, que interactúen sólo con ella. Las tres tienen sus momentos memorables, sus secuencias definitivas, e incluso sus escenas de sexo (Dora y Geneviéve las comparten), plasmadas de modo muy fino, muy elegante, sin ninguna intención de calentar pijas o humedecer conchas.
Cuando pasa poco, cuando el guión nos invita a contemplar, cuando tienen tanto peso las emociones y –por ende- las expresiones faciales, cuando hay un esfuerzo por hacer sutil y delicado lo que habitualmente es más impactante o incluso más grotesco, se luce inevitablemente el dibujo. Y en este rubro sí, me parece que Minaverry supera el alto standard del tomo anterior: lo veo más suelto, más canchero, más seguro de que lo que vamos a ver en la página es exactamente lo que él imaginó en su mente. De nuevo, tenemos un gran trabajo de fondos, de lenguaje facial y corporal, de detalles increíbles en la ambientación, un manejo formidable del claroscuro, con esporádicos y sutiles toques de color o de masas grises incorporadas con la computadora, un timing perfecto para la elaboración de las secuencias, especialmente las mudas, gran variedad de tipografías manuales... Un placer absoluto, un inagotable catálogo de hallazgos desparramados a lo largo de más de 120 páginas de agradabilísima lectura.
Ahora, a esperar que Minaverry se lance a la publicación de una tercera entrega de Dora (supongo que previa serailización “en fetas” en las páginas de Fierro) y que retome la faceta detectivesca de la serie, que sin duda la enriquecía y le daba mucho más sentido de “esto está yendo hacia algún lado”. No pretendo una de James Bond con minitas, pero sí sacudir un poco la modorra del slice of life y recuperar ese amplio abanico de sensaciones que nos transmitió Minaverry en aquel consagratorio primer tomo.
Published on May 05, 2013 18:46
May 4, 2013
04/ 05: JUDGE DREDD: DREDD vs. DEATH

The First Lunar Olympics y su secuela, War Games, comparten un mismo problema: demasiadas ideas sobre la mesa para historietas que deben resolverse en seis míseras páginas. Wagner desaprovecha conceptos, tira a la marchanta elementos muy interesantes que jamás podrá desarrollar en un espacio tan acotado, y eso es una verdadera pena. The Oxygen Board, con menos pretensiones y una paginita más, es un excelente unitario de ciencia-ficción, en el que el rol de Dredd es mínimo, pero donde se ve una buena idea muy bien ejecutada, con pequeñas pinceladas de caracterización para los “malos” y un final fuerte y sorprendente.
En The Face-Change Crimes, Wagner y Bolland cuentan otra vez con 7 páginas para desarrollar una historia y cumplen sin sobresaltos, a pesar de que la idea no es tan buena como en el unitario anterior. En el siguiente, The Fog, volvemos al principio: un argumento que daba para 24 páginas, comprimido en 6 y con sabor a poco. Le sigue The Forever Crime, también con ideas que daban... no sé si para 24, pero seguro para 12 páginas, muy comprimidas en 6. Y cerramos con Punks Rule!, otra historia que, al resolverse en 6 páginas, simplifica groseramente un argumento interesante y hace que Dredd liquide demasiado rápido a una amenaza que en las primeras páginas parecía mucho más grossa.
Pero vamos con Judge Death, una saga de 1980 a la que Wagner logra extender a... 15 páginas! Son tres episodios, pero de cinco páginas cada uno! Man, estás por presentarnos a un villano fundamental, al enemigo más grosso de Dredd, ¿y le dedicás 15 páginas?!? ¿En 15 páginas tenemos que conocer al villano, tenerle miedo, verlo capaz de ganarle al héroe y además verlo perder, y nos tiene que cerrar? No da ni ahí la cuenta, y menos cuando Wagner introduce en ese mismo arco a la Jueza Anderson, quien también se convertiría en un personaje recurrente en esta serie y hasta en protagonista de sus propias aventuras.
Al año siguiente, Wagner y Bolland deciden reunirse para una secuela, Death Lives!, y suman a un segundo guionista, el querido Alan “la Bruja” Grant. Esta vez, Judge Death no viene solo, sino con otros tres jueces de la dimensión oscura. ¿Dredd y Anderson contra cuatro criaturas monstruosas e hiper-poderosas en sólo 15 páginas? No, esta vez tenemos 30! Y una aventura bastante mejor planteada, con mucho desarrollo para Anderson, con escenas que meten miedo de verdad, y un final en el que –una vez más- Dredd resuelve todo con demasiada facilidad.
De todos modos, esto podría no tener guiones, o estar peor escrito que la más nefasta parodia porno de Sailor Moon, y aun así le sobraría chapa para ser considerado un clásico, simplemente por lo que pela Bolland en el dibujo. Varios años antes de que el maestro Len Wein lo sedujera (y en una de esas, abdujera) para sumarlo a las filas de DC, el dibujante británico ya daba unas cátedras memorables en estas breves y descontroladas historias. A sus anchas en el blanco y negro, la pluma de Bolland derrochaba sabiduría y talento en la creación de climas, en la acción, en las expresiones faciales, en los detalles de ropas, peinados y fondos y en la elección de los ángulos. Ya desde los primeros unitarios vemos planificaciones de página zarpadas y efectivas, y un gran equilibrio entre blancos y negros, respaldado por un muy buen criterio para aplicar las tramas mecánicas. Imposible quejarse porque Bolland dibujaba (de vez en cuando) seis páginas por semana, cuando cada viñeta tiene el laburo que le puso el prócer a cada una de estas.
De las 90 páginas de historieta que ofrece este libro, ponele que haya buenos guiones en la mitad y que el resto te deje con la incómoda sensación de que te están mezquinando algo. Por suerte, Bolland no mezquina absolutamente nada, sino que despilfarra imágenes majestuosas a lo largo de todo el libro: sagas, unitarios y portadas de la 2000 A.D., que se reproducen al fondo del recopilatorio. Si sos fan del maestro, seguro ya te tragaste sapos peores por seguirlo a todas partes. Y si sos fan de Judge Dredd, bueno, ojalá pronto se encuentre la cura para esa enfermedad. Mientras tanto, podés vivir de glorias pasadas (algo entiendo de eso, por ser hincha de Racing) y releer hasta el hartazgo estas cuasi-perlitas de Wagner, Grant y Bolland, que si bien llegarían más alto en otros trabajos, acá pusieron todo.
Published on May 04, 2013 13:51
May 3, 2013
03/ 05: TALK DIRTY

Talk Dirty fue realizada por el alemán Matthias Schultheiss entre 1992 y 1993, justo en el momento en el que el ague de la historieta porno parecía poder salvar de la inanición y el olvido a un montón de grandes autores europeos, que veían con desazón cómo se caía a pedazos el otrora próspero circuito de las antologías de comic para adultos. Ahora los adultos esperaban el álbum y las revistas se llenaban con historietas de escaso atractivo artístico y altísimo voltaje erótico, apuntadas sobre todo a los pajeros y los chicos que, por su corta edad, no tenían acceso (en Europa, donde ese tipo de reglas se respetan) a las revistas con fotos de verdaderas minas en bolas y tipos garchando.
En ese contexto de bastante berretada, Talk Dirty brilla y se destaca gracias a su clima enrarecido, enigmático, al misterio que envuelve a esos dos garches a los que Schultheiss les dedica buena parte del libro. Sí, a pesar de estar centrada en los polvos (¿qué digo “polvos”? Recontrapolvazos!) entre el hombre y la mujer anónimos, Talk Dirty conserva una atmósfera de sensualidad y sofisticación muy marcada, que no le permite derrapar nunca (ni siquiera en la extensa secuencia del trío con Angela) hacia la cosa chabacana, soez, cabeza. De hecho el libro termina (acaba, en este caso) con una secuencia de siete páginas de infrecuente lirismo para una historieta de meta y ponga.
El objetivo principal de toda historieta porno, que es subirle la temperatura al lector, se cumple con creces. La obra tiene 80 páginas y es imposible pasar de la 36 ó la 37 sosteniendo el libro con las dos manos. El in crescendo en la tensión sexual entre los protagonistas llega a su climax en esas páginas, en la secuencia del polvo bajo la lluvia en la parte más alta de la grúa, en ese puerto abandonado y semi-devastado por una guerra de la que no sabemos nada. De hecho, la historieta podría terminar en la página 46, en el epílogo de ese garche, y estaría todo bien. O faltaría la secuencia poética del final, nomás.
De la página 47 a la 73 tenemos otra larguísima escena de sexo, esta vez de a tres, y con un plus de perversión interesante: Angela es travesti y se está por operar para ser 100% mujer. Pero en su función despedida, un conspicuo muñeco repartirá alegrías y dolores por todos los orificios, tanto del varón como de la mujer. O sea que Schultheiss se prodiga en poses y contorsiones muy variadas, en las que todos dan o reciben algo, y donde lo único que no se muestra gráficamente (aunque sí se las nombra todo el tiempo) son las eyaculaciones. Este tramo podría tranquilamente no estar y no cambiaría mucho el concepto acerca de la obra. Pero bueno, como vuelta de tuerca, y en el contexto del género porno, zafa.
Schultheiss se juega una carta brava al manener los textos (diálogos y relato en off) por afuera de las viñetas, como hizo tantas veces Kyle Baker. Por otro lado, rompe en muy pocas páginas una grilla de cuatro o cinco viñetas de igual tamaño, todas de formato horizontal (widescreen). Lo primero, dificulta un toquecito la narrativa, porque te colgás mirando los dibujos (para deducir qué pierna, lengua o verga corresponde a cada personaje) y cuando llegás al texto este se siente un tanto inconexo. Lo segundo enfatiza la sensación de estar viendo una película y suma mucho a la narrativa, al igual que la increíble variedad de ángulos desde los que el autor enfoca estas escenas. Sobre el final del libro, aparecen seis páginas a todo color, y un texto que nos cuenta que originalmente Schultheiss pensaba hacer todo el libro de esta manera. Finalmente se decidió (no se sabe si por voluntad propia, o se lo impuso algún editor) por esta versión en blanco y negro, con unos grises fastuosos y exhuberantes, logrados con un maravilloso trabajo de aguadas. Esas paginitas a color se ven tan, pero tan bien, que si hubiese bancado las 80 páginas con esa técnica, estaríamos hablando de la mejor historieta porno de la historia. En blanco, negro y grises está muy bien, pero a los fans de Schultheiss nos gusta –por sobre todas las cosas- la particular forma de colorear que tiene el alemán.
Por supuesto se me ocurren 1800 historietas mejores que esta para recomendar, pero si seguís la obra de Matthias Schultheiss, o si te habías propuesto encontrar historietas de fuerte impacto erótico que no insulten tu inteligencia y que no chorreen vulgaridad, Talk Dirty es sin dudas un título a tener en cuenta. Está editada en castellano, inglés, francés, alemán... así que a comerla. Digo, a buscarla.
Published on May 03, 2013 14:37
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