Andrés Accorsi's Blog, page 190
May 24, 2013
24/ 05: RELOAD/ MEK

La primera, Reload, tiene una onda hollywoodesca, de peli de acción con explosiones, tiros y conspiraciones enquistadas en lo más alto del poder político. De hecho, este podría haber sido un gran segundo arco argumental para Jack Cross, aquella serie que Ellis empezó en DC y dejó prematuramente trunca (la vimos el 16/01/11). Acá tiene un poco menos de peso la paranoia post-11 de Septiembre y más peso la machaca pura y dura. El desarrollo de personajes es el que corresponde a una historieta pensada para durar 65 páginas, ni más ni menos. Hay un plot lineal, que avanza a muy buen ritmo, con muy buenos diálogos, y al que atraviesa un subtexto interesante, que lo aleja (de modo no demasiado evidente) de la mera estridencia pochoclera tan frecuente en este tipo de historias.
Al frente de la faz gráfica lo tenemos al maestro Paul Gulacy, en un nivel muy parecido al que nos mostró en S.C.I. Spy (el 30/03/11), es decir, con algunas cositas menores que hacen ruido (esos ojos demasiado grandes) dentro de un contexto de gran solvencia, casi como aquel Gulacy imbatible de los ´70 y ´80. La acción está muy bien mostrada, hay hallazgos notables en la planificación de las páginas, escenas de alto impacto visual y un laburo a destajo en los fondos, que son impresionantes.
La otra historieta, MEK, va más para el lado de Transmetropolitan. Transcurre en una ciudad del futuro en la que la gente normal se implanta partes mecánicas para joder, primero con fines medicinales, después porque se puso de moda y queda bien, y ahora porque con implantes mecánicos es más fácil matar a otra gente. La trama propiamente dicha arranca cerca del final, cuando ya está establecido algo así como un conflicto y un curso de acción para Sarissa Leon, la protagonista. Los dos primeros tercios de la saguita casi no tienen conflicto: son más bien descriptivos, y nos muestran por un lado lo que se encuentra Sarissa cuando vuelve a su ciudad después de muchos años y por el el otro, varios flashbacks a los años en los que los implantes (los MEK) eran una novedad, un manifiesto vanguardista por parte de unos pibes rebeldes e idealistas. Por suerte todo esto está contado de modo muy atractivo y no se hace denso en ningún momento. La acción llega cuando tiene que llegar y (como en Transmetropolitan) no es lo más importante.
Menos mal, porque MEK tiene como dibujante al modestísimo Steve Rolston (el de Queen & Country) al que todo le cuesta un huevo, y la acción le cuesta los dos. Lo único que puedo decir a favor de Rolston es que el tipo imagina el 100% de lo que pone en la página, nada parece copiado ni de fotos ni de otros comics. En todo lo demás, lo superan holgadamente todos los otros dibujantes con los que colaboró Ellis en esta época, ninguno de los cuales exhibe las limitaciones que se ven en este trabajo de Rolston. Esta es la primera vez que veo un comic suyo a color y no, lo que hace David Baron con su paleta tampoco alcanza para que me guste el dibujo, ni para que me crea a los personajes, ni para que me seduzcan los climas ni mucho menos para que me ceben las escenas de acción tal como las plantea Rolston.
En síntesis, Reload está muy bien y a MEK le sobran ideas para convertirse no sé si en serie regular, pero sí en una obra más extensa. En lo posible con otro dibujante. En ambas obras Ellis demuestra su capacidad para crear buenas historias por afuera de los géneros más transitados (por lo menos en la historieta actual) y además su versatilidad para pasar de historias más introspectivas a otras más kilomberas, siempre con buen desarrollo de personajes y con algo novedoso para decir. Ninguna de estas dos saguitas te cambia la vida, pero pasar un rato están muy bien, mil veces mejor que Red, aquel chamuyo vendehumo que parecía un unitario de 14 páginas de la Skorpio en esteroides, y que tuvo mucho más éxito y hasta una peli con Bruce Willis. Si sos fan de Warren Ellis (o de Paul Gulacy), ni lo dudes: adentro, de una.
Published on May 24, 2013 10:45
May 23, 2013
23/ 05: TEATRO EN VIÑETAS

Mi respuesta a por qué esto suena extraño es la siguiente: se supone que las puestas teatrales están sumamente condicionadas por cuestiones presupuestarias. Miles de cosas que se pueden hacer con el presupuesto de una película, en teatro NO se pueden hacer, porque sale carísimo. La puesta teatral promedio se concentra en pocos decorados, en espacios más bien reducidos, dentro de los cuales los personajes tienen poco margen para desplazarse. Todo lo que uno ve en escena tiene que ser fácil de desmontar y trasladar, porque se supone que una misma puesta se monta en teatros de varias ciudades, y así. La historieta, en ese sentido, es todo lo contrario. Acá el presupuesto es un lápiz y una hoja de papel (o una tablet, ponele). Si tenés eso, podés hacer lo que quieras, te podés ir al carajo y más allá en tus ambiciones narrativas y estéticas, sin que nadie te diga “No, eso sacalo, que no alcanza la guita”. O sea que traer a la historieta obras que fueron concebidas con la premisa de “mostrar lo que se pueda sin gastar un fangote de guita” es, en alguna medida, desaprovechar las posibilidades de este medio.
Esta elucubración mía no detuvo a Alejandro Farías, el guionista que se lanzó a adaptar estas dos piezas teatrales. La primera, Venecia, me sorprendió por partida doble, porque nunca había visto la puesta teatral. Realmente cuesta creer que esto no se haya pensado desde el vamos para ser una historieta. Okey, las 20 primeras páginas suceden en dos ambientes pequeños dentro de una misma casa (un prostíbulo de mala muerte de Santiago del Estero). Pero las otras 30... están repletas de escenas muy historietísticas, que por supuesto Farías, y especialmente Carlos Aón, el dibujante, aprovechan a pleno. No sé cómo se resolverá en la puesta teatral la dicotomía entre lo que la Gringa cree ver y lo que realmente está sucediendo. No sé qué verá el espectador. El lector del comic ve las dos cosas: realidad y ficción, en un contrapunto grotesco, hilarante y plasmado con muchísimo ingenio por los autores de la historieta. El argumento de la obra me pareció una gansada atómica, un chiste largo y sin mucha gracia (a menos que pongas a actores superdotados para la comedia). La historieta, en cambio, al poder mostrar desde el dibujo de Aón las dos visiones de la anécdota, se enriquece muchísimo y resulta muy divertida.
Yepeto me sorprendió un poco menos. Nunca la vi en teatro, pero sí vi la versión fílmica de Eduardo Calcagno de fines de los ´90, que me pareció buenísima. De hecho me acordaba algunos diálogos de memoria. Y la verdad es que los diálogos son tan, pero tan buenos, cada vez que habla el Profesor dice cosas tan, pero tan brillantes, que todo lo demás empalidece en la comparación. Farías tuvo el acierto de conservar en su versión los mejores diálogos de la obra. El tema es que, junto a semejante genialidad, no se luce ni su trabajo como adaptador, ni el de Hurón, el dibujante. Y mirá que Hurón se deja la vida en cada viñeta, eh? Hay unos fondos increíbles, unos grises hermosísimos, aplicados con inmejorable criterio, unos personajes recontra-expresivos, mucho movimiento de cámara para que no te aburras en las extensas escenas en las que sólo hay gente hablando, unas páginas laburadísimas, con muchas viñetas chiquitas, pefectamente compuestas y bien equilibradas... Realmente el trabajo de Hurón, el despliegue, el esfuerzo que hace por lucirse es más que encomiable. Y sin embargo, cuando cerrás el libro, lo que te queda son (de nuevo) los diálogos.
El resultado global es muy, muy satisfactorio. Incluso para mí, que siempre que puedo digo (a contramano de 2500 años de cultura occidental) que el teatro no me interesa, que no me parece viable como soporte para la ficción. Las ideas de Accame y Cossa, transplantadas por Alejandro Farías a este otro soporte, me convencieron mucho más por varios motivos, principalmente porque no sé si hay actores que tengan la onda y la expresividad que Hurón y Aón supieron darles a estos personajes. Este es un gran libro para regalarle a gente que habitualmente no lee historietas: acá van a descubrir una nueva y muy lograda vuelta de tuerca a textos que quizás conozcan, y a deleitarse con la labor de dos excelentes dibujantes a los que desde esta humilde butaca ovacionamos de pie.
Published on May 23, 2013 18:31
May 22, 2013
22/ 05: AVENGERS Vol.2

Pero no nos apresuremos: antes de que se inicie el arco que da nombre al tomo (Red Zone), tenemos un unitario muy tenso, muy jugoso, centrado en Falcon (que levanta mucha chapa) y Henry Peter Gyrich, el eterno rosquero, siempre en la fina cornisa entre la lealtad y la traición hacia los Avengers. Está dibujado por un temprano Ivan Reis, al que le faltaba soltarse más en las expresiones faciales, pero ya deslumbraba con su impactante manejo de la anatomía, su sentido dramático en la composición y los infinitos trucos para dibujar pocos fondos sin que esto haga demasiado ruido.
Ahora sí, vamos a la saga central, que está bastante estirada, pero se la banca muchísimo. Johns aprovecha a la perfección el clima de paranoia post-11 de Septiembre y mantiene muy bien oculto el secreto del villano encubierto, al que yo no me vi venir hasta que ya fue muy obvio. Por supuesto, no lo voy a nombrar para no cagarle la sorpresa al que todavía no leyó este material, que estuvo largos años descatalogado y ahora se vuelve a editar. Red Zone es un arco raro, porque el peligro es muy grosso, muy palpable y realmente letal. Los Avengers tienen que parar a una nube tóxica que mata a quienes la respiran y a la vez averiguar quién y por qué creó semejante aberración, y quién la dejó escapar de donde estaba guardada. El tema es que, mientras se resuelve este misterio... no hay contra quién pelear! Así es como en tres de los seis episodios de Red Zone... no vuela una sóla trompada! Ni un rayo de Iron Man, ni nada. Los héroes usan sus poderes, pero para tratar de contener a la nube y alejarla de la gente, que busca refugio desesperadamente.
Y en los episodios en los que sí hay machaca, el Capi, Falcon y Iron Man cobrarán de lo lindo y Black Panther demostrará su infinita grossitud al ganarle al villano a puño limpio, con la jerarquía de los grandes y una manito de los pájaros amigos de Falcon. Por el lado de la ayuda a los damnificados por la nube, Scarlet Witch se lucirá con su ya imposible nivel de poder y Warbird con su habilidad táctica, que le valdrá los elogios del por entonces presidente de los EEUU, el borracho-genocida-retrasado mental George W. Bush, que acá no hace de villano, pero sí de boludo que llega tarde a todo. Y de mentiroso, porque promete eliminar los armamentos químicos, cosa que nunca hizo. Bah, por ahí en el Universo Marvel sí lo hizo... El resto de los personajes (Vision, Ant-Man y Jack of Hearts) están completamente pintados al óleo, y Wasp, que ocupa el primer plano en la majestuosa portada de J.G. Jones, adentro no aparece ni en una sóla viñeta.
Salvo ese unitario de Ivan Reis, todo el resto está dibujado por el francés Olivier Coipel, que venía de romperla en la Legión. Acá da varios pasos para atrás: su estilo –personal y muy atractivo- se ve poco, como si Coipel quisiera ocultar su identidad gráfica, para parecerse mucho a Jim Lee y Travis Charest, dos dibujantes muy inferiores al francés. Tampoco logra algo que le salía muy bien en Legion, que era darle rasgos faciales distintos a TODOS los personajes. Acá, excepto la Visión, todos los varones tienen la misma cara y los diferenciás por las máscaras o el color de la piel. Las heroínas también, parecen todas hermanas gemelas. Lo demás está muy bien: no hay tropiezos en la narrativa, las páginas de muchas viñetas están muy bien armadas, hay buenas coreografías para las escenas de acción, los fondos están copiados de las fotos (no son fotos retocadas) y cuando no están, se nota poco. Igual esto alcanzó para que Coipel se hiciera ídolo indiscutido en Marvel y no laburara nunca más para ninguna otra editorial.
Me queda sin leer el final de la etapa de Geoff Johns en Avengers, un tercer tomo (que me saluda desde la repisa) en la que mi clon promete explorar la extraña transformación que sufre She-Hulk en este tomo. Veremos cómo remata su paso por esta serie, que para mí es muy importante porque, de ahí en más, todo lo que leí de los Avengers me pareció chotísimo. Ahora estoy tentado de retomar con Jonathan Hickman, pero hasta hace unos meses, para mí Avengers terminaba con el último número de Johns. Que por ahí es una gloria y por ahí me decepciona. No sé, porque nunca lo leí...
Published on May 22, 2013 16:43
May 21, 2013
21/ 05: MARK-of-the-DOG

En estas 55 páginas, Cadelo narra lo siguiente: un asesino muy turro, miembro de una raza medio extraña en la que todos son hermafroditas, da luz a un hijo. Para que no sea un hijo de puta como él, le arranca el corazón y le implanta otro, robado a una gorda que dirigía una institución de beneficencia. El pibe crece con el corazón de la gorda y es bueno y compasivo, hasta que en un momento se ve forzado a confrontar con su padre y lo mata. Perseguido por este crimen, lo empiezan a culpar también de otros que no cometió. Finalmente encuentra a quien le hizo esa cama: es su hermana, nacida del vientre de su madre y concebida en el mismo garche en el que fue concebido él, porque en esta raza de hermafroditas tanto el macho como la hembra quedan embarazados. Lucha “final” contra la hermana y fin.
No hace falta que te diga que es un argumento EXCELENTE, repleto de puntas originales, con potencial para generar increíbles momentos de tensión, de dramatismo, de dilemas morales estremecedores... Bueno, olvidate. Cadelo opta por contar todo esto de un modo pachorro, esquivo, sutil, elegante... pecho frío, bah. El tremendo potencial dramático del argumento está mayoritariamente desaprovechado por un guión que se cuelga en boludeces, en sueños, en flashbacks que no aportan nada, en escenas que se estiran innecesariamente... Es evidente que el público detectó la pasta de hitazo en esta obra, porque vendió bien y generó las secuelas ya enumeradas. Pero posta, hay que hacer un esfuerzo para engancharse, porque el guión diluye, esconde, des-enfatiza la polenta de las ideas que se le ocurrieron al autor para llevar adelante la trama.
Toda la intensidad que le falta al guión de Vogliadecane, le sobra al dibujo. A nivel visual, esto es pornografía pura. Imaginate una cruza muy limada entre Moebius y Liberatore, con composiciones que recuerdan a Mattotti o al Igort de los ´80. Sin deslumbrar, Cadelo se la re-banca a la hora de la narrativa, y se guarda todo el arsenal para detonarlo en el dibujo y el color. Acá vas a ver maravillas inimaginables, bellas y sofisticadas hasta cuando estalla la machaca más “in your face”. Cadelo tiene la osadía de que, cuando opta por vistas panorámicas de la ciudad de París, mete fotos de una, sin retocar. Cuando enfoca edificios puntuales, o interiores, dibuja todo y lo dibuja demasiado bien. Para las tomas panorámicas, foto, frente-march. Los climas son alucinantes incluso en las escenas intrascendentes y el lenguaje facial y corporal de los personajes está logradísimo. Un laburo monumental del italiano, muy por encima de lo que yo recordaba de la Metal Hurlant, e incluso de los laburos posteriores que le publicaban en El Víbora (y que casi siempre eran más zarpados a nivel sexo).
Esta primera aventura de Vogliadecane no es una joya sólo porque el guión saboteó al argumento. Fuera de eso, le sobran méritos para obtener el éxito que obtuvo y para quedar entre las obras más destacadas de Silvio Cadelo, este autor extraño, para pocos, pero de indiscutible talento, sobre todo a la hora de dibujar. Ah, y aflojo un cachito con el comic europeo, que me tengo que poner al día con toneladas de material yanki, y un par de libritos de autores británicos.
Published on May 21, 2013 13:11
May 20, 2013
20/ 05: THE INVISIBLES Vol.7

Tengo un problemita con The Invisibles, y es que está muy, pero muy estirado. La saga completa, la que hoy ocupa siete TPBs y más de 1200 páginas, se podría resumir en los cuatro episodios de Satanstorm (el primero de los tres arcos que recopila este TPB) y los tres episodios de The Invisible Kingdom (el tercer arco de este TPB). Con eso, entendés todo: los buenos, los malos, el conflicto, la resolución, TODO. La gracia, en todo caso, es comprobar cómo Grant Morrison siembra en los arcos anteriores los plots que va a terminar de hilvanar y redondear en estos dos arcos, y –lo más divertido- con qué cosas estira.
A lo largo de toda la serie (y de modo muy palpable en Karmageddon, el segundo de los tres arcos de este TPB, en el que las líneas argumentales prácticamente no avanzan), Morrison la pasa bomba (e intenta que a nosotros nos suceda lo mismo) mezclando y batiendo un cóctel explosivo de referencias a todas las cosas que a él le gustan: aventura de tiros y machaca, ciencia-ficción, sexo, teorías conspirativas bizarras, drogas, películas, ropa de moda, filosofías orientales, bandas de rock, rituales de religiones raras, profecías improbables, su propia vida, incluso... Y lo mejor es que para lanzar estos conjuros no se disfraza de monje, ni mucho menos de mago (es famosa su pica con Alan Moore, el Mago de Northampton). En todo momento Morrison se esfuerza para pasarse la solemnidad por el orto, para que esto, que más de un trastornado abraza y atesora como si fuera la Biblia moderna, la posta, la verdad revelada en forma de historieta, sea algo cool, moderno, repleto de onda.
Si además de contar una historia grossa de conspiraciones, una lucha definitiva entre la Represión y la Imaginación, querés mechar referencias a todo eso que enumeré y a muchas cosas más, ahí sí, necesitás que la serie tenga muchos episodios. Y que varios de ellos estén atiborrados de diálogos y bloques de texto, que narren siempre no menos de tres secuencias en paralelo y demás proezas de esas que –si te salen bien- te suben al podio de los guionistas realmente importantes para el medio. A Morrison le pasó eso: sin vender fortunas ni mucho menos, The Invisibles lo llevó a recorrer el tramo final de la consagración, el que había iniciado con Animal Man y Doom Patrol, y lo dejó ahí arriba, canonizado por miles de lectores que vieron en esta serie a una obra trascendental, definitiva y además definitoria de lo que sería la historieta en el Siglo XXI.
Repasemos un poquito lo que ofrece este TPB en materia de dibujantes: el primer arco está dibujado por un Philip Bond prendido fuego, apuntalado en un par de episodios por los lápices del menos inspirado (pero no choto) Warren Pleece. El segundo arco arma un combo muy raro: lápices de un dibujante muy dark como Sean Phillips y tintas de un dibujante con talento para la oonda funny como Jay Stephens. El resultado es desconcertante, no se parece a los otros trabajos de ninguno de los dos y aún así está bueno. Después vienen tres episodios caóticos, con las páginas repartidas entre 14 dibujantes (entre ellos Morrison, que se dibuja una linda paginita final) y en el epílogo tenemos 22 páginas del siempre alucinante Frank Quitely, acá un poquito más contenido, incluso algo opacado por las tintas de John Stokes. En general, el nivel es muy bueno, a años luz de aquel primer TPB que te dañaba los ojos con páginas y páginas de un Steve Yeowell lamentable.
Ya se escribió mucho sobre The Invisibles; de hecho hay dos libros sobre la serie, que explican y decodifican una por una TODAS las referencias que Morrison desparrama en cada arco, en cada unitario, en cada diálogo y en cada bloque de texto, con entrevistas a los dibujantes, los coordinadores, los portadistas y los dealers que le traían las drogas a Grant. Para mí lo más lindo, lo que más me gusta rescatar de esta saga, es su impronta vanguardista, su espíritu de libertad, de un autor muy zarpado, con ideas muy locas, y la polenta, la convición y la posibilidad de llevar esas ideas a las páginas del comic con ínfimas concesiones, casi como se le cantaron las pelotas. Por cosas como esta, Vertigo gozó durante 20 años de una chapa infinita. Y por cosas como esta, hay fans que veneran a Grant Morrison como a un dios y le perdonan verduleadas como las que hizo en Flash y la JLA.
Published on May 20, 2013 14:53
May 19, 2013
19/ 05: TIBURCIO Vol.1

Cuesta acostumbrarse al hecho de que tenemos una tira de Tiburcio cada dos páginas. Las tiras están reproducidas en un tamaño mayor que el de la publicación en Viva, y cada una ocupa dos páginas. En las primeras tiras, esto hace un poco de ruido, porque Greco rara vez dibuja más de cuatro viñetas, lo cual nos deja con sólo dos viñetas por página. A medida que avanza la tira, se hacen más frecuentes las seis viñetas y ahí sí, cada página del librito ofrece un poco más. En total tenemos 42 breves historietas de Tiburcio, más el poema del Gaucho Zombie, que consta de seis hermosas ilustraciones.
Lo bueno de publicar una tira cada dos páginas es que el dibujo de Greco se ve maravillosamente bien y se disfruta en toda su dimensión. El estilo que desarrolla acá el crack de Banfield no se parece en nada al de sus trabajos anteriores: esto es una especie de García Ferré del Siglo XXI,con una estética simple, muy jugada a la caricatura, personajes muy expresivos, fondos muy trabajados, color digital muy logrado (en el cuento del Gaucho Zombie es probable que el color sea analógico), variedad de enfoques, variedad en los tamaños y formas de las viñetas... y todo dibujado con una cancha tremenda, como si Greco hubiese incursionado en ese estilo 25 ó 30 años ininterrumpidos.
Alejo Valdearena también sorprende en su primera incursión por el género infantil, y en el formato de tira, que lo obliga a plantear y rematar situaciones en espacios muy acotados. Las mini-historias de Tiburcio y su sapo Batracio tienen ingenio, chispa, la cuota justa de ternura, y hasta cierta pizca de mala leche, de mirada poco piadosa hacia algunas convenciones sociales que el guionista de 4 Segundos no filtra (y lo bien que hace).. Tal vez porque la tira no sale en una revista infantil, el mundo en el que se mueve Tiburcio es mucho más real (y complejo) que el que vemos en las típicas historietas de Genios o Billiken, lo cual es un punto a favor, porque le permite a la Alejo jugar a menudo su ancho de espadas, que es el humor basado en la comedia costumbrista, con diálogos filosos, mordaces y que suenan muy reales, incluso dichos por chicos de 8 ó 9 años.
Nunca había leído las tiras de Tiburcio en la revista Viva (publicación excecrable, pensada para viejas culonas, con mucho tiempo al pedo, escaso gusto en materia de diseño y con el cerebro carcomido por las mentiras de Clarín) o sea que para mí este libro fue pura sorpresa. Y puro deleite, porque me encontré con una tira muy divertida, con un humor amplio, que funciona en varios niveles, con rasgos muy originales dentro de un género hecho hasta el hartazgo y con un dibujo increíble, muy por encima de la media. Uno podría pensar que Greco y Valdearena se guardarían sus mejores esfuerzos para trabajos que tengan más que ver con sus pasiones (que supongo que no pasan por hacer una tira infantil para Viva), y sin embargo acá tenemos a dos grossos de la historieta argentina actual decididos a no retacear ni lo más mínimo de su indiscutible (e infrecuente) talento. Me encanuto este librito en mi biblioteca y salgo a buscar otro ejemplar para regalárselo a mi sobrino, que en unos días cumple 7 años y –por supuesto- ya es comiquero a full. Ojalá salga pronto el Vol.2!
Published on May 19, 2013 16:22
May 18, 2013
18/ 05: ZERO GIRL: FULL CIRCLE

Esta vez, el tema de “lo circular es lo bueno y lo cuadrado lo malo” tiene un poco menos de peso en la trama que en la saguita original. Es una idea tan retorcidamente buena, que obviamente había que sacarle más jugo, y Kieth la vuelve a explorar, ahora mezclada con todo lo que pasa por la mente de Nikki, que es mucho y muy rico para jugar a este juego delirante. Con menos de 4 años, Nikki perdió a su mamá. Sin embargo, en su mente, su mamá está viva y tiene cabeza cuadrada, es decir, la convierte en la villana de la serie. Porque Nikki tiene poderes parecidos a los de Amy, sólo que menos desarrollados. No la veremos lanzar agua de los dedos, pero sí controlar mentalmente a los demás para que hagan su voluntad. Y además tiene un conflicto con su identidad sexual: siente que le gustan las chicas, pero odia el término “lesbiana” y prefiere sufrir a asumirse como homosexual. De nuevo, la palabra clave es “retorcido”: Nikki se calentará con Amy y tratará de convertirse en su novia, mientras que esta lo que quiere es una segunda oportunidad con Tim, que ahora no sólo está solo, sino que dejó de ser un pendejo infeliz para convertirse en un hombre maduro... e igual de infeliz.
Una vez más, tenemos una historieta de Kieth en la que lo más importante es lo que sólo existe en la psiquis de los personajes, otra exploración a fondo de los enrevesados laberintos mentales creados por el dolor, el abandono y la desesperación. Hay acción, hay giros inesperados y momentos impactantes, también diálogos increíbles y
secuencias intimistas conmovedoras... de las cuales unas cuantas suceden sólo en la mente de alguno de los protagonistas. Por supuesto los tres están perfectamente trabajados, son personajes de una humanidad palpable, indiscutible, que realmente trasciende las dos dimensiones de la página impresa. Y hay poquitos personajes secundarios, entre los que se destaca ampliamente Rat, la chica retraída, con menos glamour que el Tolo Gallego, pero con el coraje (que Nikki no tiene) para blanquear que es torta, y hacerse cargo.
La aventura propiamente dicha arranca tarde, cuando van 8 páginas del tercer episodio, y termina temprano, en la cuarta página del quinto y último. Y está perfecto. Kieth maneja los tiempos con jerarquía y prioriza (como siempre) lo que hace únicos a sus relatos, en este caso, el juego perverso y totalmente impredecible entre esta chica manipuladora y negadora, su padre, y Amy, la ex-freak, hoy mujer atractiva y triunfadora. Un juego que va a tener un desenlace impredecible (y brillante), donde unos se reivindicarán y otros se hundirán en el pantano de sus propias cagadas.
Una vez más, Kieth nos detonará las retinas con su asombroso arsenal de recursos gráficos y narrativos. Se trata de un autor absolutamente único, con una identidad gráfica tan consolidada, que lo reconocés con sólo ver la forma de las viñetas. Sacale los dibujos: la puesta en página ya te botonea que es un trabajo de Kieth. Pero no, mejor dejale los dibujos, que son majestuosos. En ese péndulo drogadísimo entre los garabatos y los personajes definidos con palotes de nene de tercer grado a las viñetas hiper-realistas, sobrecargadas de detalles inverosímiles e iluminadas con unos crosshatchings asesinos, Kieth establece el tono esquizofrénico de la obra y logra, tanto en los extremos como en el recorrido de una punta a la otra, imágenes de una belleza y una fuerza expresiva descomunales. No quisiera ser el colorista Alex Sinclair: colorear los dibujos de Kieth debe ser un delirio cósmico y no hay guita que te puedan pagar que compense las infinitas horas que este pobre pibe debe haber pasado frente a esas páginas, tratando de descifrar qué escenas son flashbacks, cuáles son sueños y cuáles fantasías imaginarias, para darle a cada una su propia tonalidad cromática. Ves las portadas, realizadas por Kieth a color directo, y decís “nah, chupame un huevo, esto sólo lo puede hacer un demente pasado de rosca”.
Y bueno, le sigo haciendo el aguante a demente pasado de rosca. Creo que, menos las saguitas de Lobo, voy a terminar comprando todo lo que dibuje Sam Kieth. ¿Recomiendo Full Circle? Sí, si leíste la primera Zero Girl y/o sos fan de este monstruo, te va a volar la cabeza. Si no, arrancá por el principio.
Published on May 18, 2013 17:02
May 17, 2013
17/ 05: HEARTS OF SAND

El género es raro. Es una aventura cuasi-clásica, a la que Paringaux y Loustal se esfuerzan por des-enfatizar. Los bloques de texto y los dibujos nos transmiten belleza, elegancia, sofisticación, romance, poesía de alto vuelo... y sin embargo a la trama la impulsan la lujuria y la violencia más vulgares. Hay muchísimos tiros, cuchillazos, piñas, garches, violaciones y un primer plano memorable de la heroína pegándose un saque de merca. Esto, que podría estar contado como una peli de Indiana Jones para adultos, está contado como una de Wim Wenders. Y ahí, me parece, está el verdadero hallazgo de Coeurs de Sable.
El relato está bastante descomprimido, mucho más que en otras novelas gráficas europeas de los ´80, aunque no mucho más que en las otras obras de Loustal, que evidentemente se siente cómodo con ese ritmo más pachorro, más contemplativo. No creas que Paringaux utiliza ese “tiempo extra” para ir a fondo en el desarrollo de los personajes. La elección de narrar todo desde los bloques de texto, es decir, de prescindir de las “voces” de los personajes, cuyos diálogos casi no vemos más allá de alguna cita entrecomillada, hace que tengamos pocas pistas acerca de los rasgos más profundos de la personalidad de cada uno, e incluso en buena medida de sus motivaciones. Con el correr de las páginas más o menos te cae la ficha de qué se proponía cada uno y por qué, pero Paringaux no lo explicita, no lo hace para nada obvio.
Y aún así, con esa limitación, con esa marcada toma de distancia entre el lector y lo que le pasa a los personajes, con esa brecha entre lo que sucede en la trama y lo que nos muestra el guión, Coeurs de Sable es una historieta que logró atraparme. Por el misterio, por lo original de varias situaciones, por sus personajes medio enigmáticos y medio perversos, por el propio impacto de lo que les toca vivir a Baby, Robert y Eva, y por el final, donde se descorren algunos velos y las piezas terminan de encajar, especialmente para Robert, que durante casi toda la obra es el héroe, pero además el boludo, el personaje que va a contramano de la trama y se pega los palos más jodidos.
En realidad, tanto la descompresión del relato, como la onda sofisticada de los textos, como la elección de no meter globos de diálogo, responden a lo mismo: a apuntalar por todos los medios el dibujo de Loustal. Porque claro, estamos ante un dibujante tan especial, tan único, tan genial, que la novela podría no tener guión y muchos la compraríamos igual, porque la dibuja Loustal. Maestro absoluto del color y la composición, Loustal coquetea con las artes plásticas un poquito menos que Lorenzo Mattotti. Sus viñetas (como las del italiano) podrían enmarcarse de a una y exponerse como cuadros en cualquier museo. Sin embargo, Loustal cuida mucho la narrativa, no se conforma con poner una imagen alucinante al lado de la otra. No te digo que se podría entender el 100% de la novela sin leer los textos, porque hay un extenso tramo en el que Paringaux narra tres secuencias en paralelo, cortando las escenas de a una página, y eso requiere sí o sí el apoyo de los textos para no marearnos. La línea del prócer frances, por su parte, tiene una mezcla subyugante entre la elegancia y la freakeada. Hay detallitos, cositas que desentonan, que parecen virar hacia algo más raro, más grotesco, más visceral, y esa especie de “contradicción interna” enriquece mucho la lectura, hace que le prestemos MUCHA atención al dibujo. Un dibujo que alcanza su punto más alto cuando Loustal establece el clima de cada escena con esas tomas panorámicas casi siempre en formato “widescreen”, imposibles de olvidar por su magistral laburo en la perspectiva, los detalles y las atmósferas, que impregnan a todas las viñetas posteriores.
No sé si Coeurs de Sable es una historieta para que disfrute cualquier tipo de lector. Obviamente, si te gusta el dibujo, vas a flashear con la magia que pela Loustal. Pero el guión puede resultar medio piantavotos, por esa decisión medio extrema de des-enfatizar la machaca y tomar distancia de lo que les sucede a los personajes que –repito- viven una aventura fuerte, de gran intensidad y muy ganchera, a pesar de que Loustal y Paringaux nos intenten convencer de lo contrario. Ahora, si sos fan del comic europeo de los ´80, sabés que esto es paponga de primer nivel y que vale la pena esforzarse para conseguirlo, en la edición que sea.
Published on May 17, 2013 18:46
May 16, 2013
16/ 05: MANHUNTER Vol.2

Este segundo tomo levanta todavía más la osada apuesta del Vol.1 (lo vimos el 25/03/11), con dos arcos argumentales perfectamente enganchados entre sí. En el primer tramo de este voluminoso TPB, todo gira en torno al juicio a Carl Sands, el Shadow Thief, responsable de la muerte de Firestorm (en la sobrevalorada Identity Crisis), a quien Kate Spencer, en su rol de fiscal, tratará de meter en cana el mayor tiempo posible. Al resto de los villanos les conviene un Shadow Thief muerto y así es como Manhunter deberá proteger al asesino, hasta que sus poderes peguen un extraño giro y ahora los villanos lo prefieran libre. Ahí Kate tendrá que pelear para que Sands no se le escape de las manos.
Por atrás de esta saga, el guionista Marc Andreyko hace evolucionar con maestría un segundo plot, el del misterioso asesino de Manhunters, que se carga de a uno a los tipos que adoptaron en el pasado la identidad que hoy ostenta Kate. A la mitad de uno de los episodios, el plot de los Manhunters muertos le robará el protagonismo al del Shadow Thief y el tomo, que venía potente, se tornará definitivamente imprescindible. Lo que hace Andreyko en este tramo final es sencillamente dar cátedra de cómo se escribe un comic ambientado en un universo heroico con mil años de continuidad a sus espaldas, sin renunciar a la identidad propia de tu personaje, ni de tu forma de escribir, y sin arrugar, sin miedo a pegar volantazos zarpados, que ni los lectores más curtidos se pueden llegar a imaginar.
Claro, no le dieron a Superman, le dieron a Manhunter. Ahí es más fácil hacerte el loco y pegar giros impactantes, porque no están en juego los intereses de muchos garcas de saco y corbata que tienen guita puesta en las licencias. De todos modos, Andreyko arriesga todo el tiempo, no sólo en la forma de trazar las líneas argumentales, sino también en el desarrollo de los personajes. No sólo Kate, sino todo el elenco de la serie. Todos tienen momentos excelentes, grandes diálogos, situaciones que los definen a la perfección. Incluso los villanos (todos conocidos por los lectores de larga data del DCU) exhiben una profundidad poco frecuente en las historietas de super-tipos que se machacan entre sí. El último episodio, en el que la trama principal decae un toque (porque hay que hacerse cargo del Countdown to Infinite Crisis y luchar con un OMAC), Andreyko se reserva las seis páginas finales para bajar un cambio, atar cabos sueltos y pasar en limpio lo que sucedió a lo largo de todo el tomo. Y lo hace tan bien, con secuencias tan logradas, que la serie podría terminar ahí y nadie se quejaría. Bueno, sí, los que leímos los tres tomos siguientes, que son buenísimos.
Por el lado del dibujo, el guionista se tiene que comer el garrón de tener cuatro dibujantes distintos en sólo 9 episodios. Uno de ellos, el español Diego Olmos, es realmente choto, pero por suerte dibuja poquitas páginas. Brad Walker, sin ser un desastre, desentona bastante con la estética realista de la serie, pero se luce en un par de composiciones muy grossas en las páginas en las que Cameron Chase y Dylan Battles repasan la historia de los Manhunters anteriores. La mayoría del tomo está repartido entre el muy correcto Jesús Sáiz y Javier Pina. Hay que esforzarse un poquito para darse cuenta cuándo dibuja Sáiz y cuándo Pina, porque los estilos se parecen bastante. Pina es un poco más pecho frío, está más conciente de sus limitaciones y se esfuerza más por pasar desapercibido; lo cual no lo hace un mal dibujante, simplemente le falta un poco de soltura, de onda. En general, el dibujo cumple sin descollar a lo largo de las casi 220 páginas de historieta que ofrece el TPB.
Para descollar está Andreyko, un guionista realmente interesante, con la onda del James Robinson de la mejor época, al que realmente se extraña en un mainstream de DC que últimamente no da pie con bola. Por suerte la magia de este ex-esbirro de Brian Michael Bendis vive y late en los cinco TPBs de Manhunter, una extraña obra maestra, a la que pocos le dieron bola mientras se publicaba todos los meses. Capturala, que la rompe.
Published on May 16, 2013 18:05
May 15, 2013
15/ 05: TERMINUS Vol.1

La primera historieta, la de Juan Pablo Vaccaro, me perdió rápido. Para la tercera o cuarta viñeta, me tropecé con una narrativa confusa y me desconecté de la historia. Parece interesante y el dibujo es espectacular, pero no sé, no la entendí... La segunda historia ofrece todo lo contrario: cero estridencia en la puesta en página, un dibujo tranqui, sin ningún intento de virtuosismo, y un guión cristalino, sostenido por una narrativa correcta y un final redondísimo e impredecible. Esa es la senda: estas cinco páginas, con un dibujante un cachito más afianzado, eran una historieta de la San Puta.
De acá en más, la antología ya no decae: El maestro Dante Ginevra ofrece tres paginitas de una historia breve, pero muy linda, divertida, ingeniosa y obscenamente bien dibujada. Le sigue Germán Curti, un dibujante de estilo MUY atractivo, una mezcla entre Oswal (de quien fue alumno), el Viejo Breccia y Walther Taborda, que pone su talento al servicio de una historia chiquita, menor, pero de indiscutible solidez.
Ariel Grichener (guión) y Juan Manuel Frigeri (dibujo) ofrecen el primer episodio de una historieta que –lamentablemente- termina en “continuará”. Ahí se violó una de las leyes de este tipo de publicaciones: no vale meter historietas que continúan. Esta pinta interesante, a pesar de la impronta pochoclera de este primer fragmento, que parece la presentación de esos videogames muy violentos en los que machacás gente a lo guanaco. Hay otra historia con “continuará”, pero que por suerte termina en el Vol.2, que ya salió: es una de misterio escrita y dibujada por Maximiliano Bartomucci, una especie de Juan Ferreyra al que se lo ve muy bien en las expresiones faciales y en la reconstrucción histórica de los inicios del siglo pasado. Veremos cómo termina.
Individuo H, de Grichener y Germán Peralta, también está pensada como serie, pero este primer episodio tiene un final. Hasta ahora, Grichener no nos mostró mucho más que una escena de acción, así que habrá que ver qué onda. El trabajo de Peralta, fuertemente influenciado por el del maestro Eduardo Risso, es uno de los más impactantes y memorables de la antología. Y cierro con la historieta más extensa, Euriale, escrita y dibujada por Bruno Chiroleu. El guión revisita con bastante buen tino el eterno mito de la gorgona y el dibujo es muy bueno, elegante, sutil, con unas tramas mecánicas brillantemente aplicadas y una narrativa muy cuidada, con riesgos bien asumidos.
También hay algunos chistes (me gustaron los de Martín Almeida) y varias ilustraciones, todas de gran nivel. ¿Cosas para mejorar? Sin dudas eliminar las historietas con “continuará”, más allá de que algunas resulten promisorias. Y no estaría mal agrupar todas las páginas de publicidad al final de la revista, en lugar de intercalarlas entre las historietas. La portada (también de Bartomucci, quien oficia como editor) es atractiva, el formato es muy lindo, la impresión es muy buena (y banca trabajos con negros plenos que no se arratonan y muchas tonalidades de grises que no se empastan) y la consigna (historietas cortas, enroladas en los géneros clásicos) está muy piola. Ahora que la leí, me llama mucho menos la atención el gran éxito que está teniendo Términus entre los fans de la historieta argentina. Merecido reconocimiento a esta nueva trova rosarina que todavía está lejos del techo, pero que arrancó con un primer número fuerte, con mucho material al que se le nota la calidad profesional y –lo más importante- la pasión por contar buenas historias.
Published on May 15, 2013 15:41
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