Andrés Accorsi's Blog, page 195

March 31, 2013

31/ 03: GREYSHIRT: INDIGO SUNSET

Allá por 2002, a Rick Veitch se le ocurrió meterse más a fondo en el mundo de Grayshirt, el personaje que co-creó junto a Alan Moore para la notable antología Tomorrow´s Stories. En aquella revista, Grayshirt protagonizaba breves historias de 8 páginas, muchas de ellas brillantes, en las que el Mago de Northampton y Veitch pelaban jueguitos narrativos imposibles en una especie de virulento upgrade de lo que solía hacer Will Eisner a principios de los ´40 en las historietas de 7 páginas de The Spirit. Y lógicamente, no había mucho espacio para narrar cosas más complicadas, ni para meterse a fondo en la psiquis del personaje y mucho menos en el entramado socio-político de Indigo, la ciudad donde transcurrían las historias.
Todo eso se revierte en este proyecto capitaneado por Veitch. Indigo Sunset se compone de 12 historietas y un montón de textos que imitan al diario de la ciudad y que nos brindan muchísima información sobre los personajes, incluso sobre personajes que aparecieron un par de viñetas en algún episodio de los publicados en Tomorrow´s Stories. Y la página de los chistes, en la que Veitch satiriza el mundo de las strips y los cartoons de los diarios yankis con inequívoca mala leche. Las historietas se dividen en dos grupos: Seis de ellas narran el pasado de Grayshirt, desde su niñez hasta que se consolida como EL justiciero de Indigo. Enseguida nos metemos con esta saga disfrazada de seis historias cortas. Por el otro lado, hay otras seis historietas realmente autoconclusivas, una escrita y dibujada por Veitch, una escrita por el maestro Dave Gibbons y dibujada por Veitch y las otras cuatro, escritas por Veitch y dibujadas por cuatro invitados de lujo: Russ Heath, John Severin, David Lloyd y Frank Cho. La única que realmente tiene mucho peso en la trama principal (la de las historias íntegramente realizadas por Veitch) es la que dibuja Heath, que además es la mejor. El resto no es “pa´dispriciar”, aunque la que dibuja Cho tiene un guión realmente flojito.
En la otra mitad del libro, donde no hay próceres invitados sino un sólo autor dispuesto a dejar la vida en una obra potente y personal, nos encontramos con estas seis historias del pasado que componen un relato magnífico. Acá no sólo Veitch explica a Grayshirt desde su origen, sino que cuenta una historia compleja y cautivante acerca de su familia, sus amigos, sus minas y esa extraña criatura que habita los subsuelos de Indigo. Mafiosos e intelectuales, alienígenas e historietistas, chantas de las Bellas Artes y cantantes de cabarulo, todo tiene que ver con todo y todo se interrelaciona, se entrelaza, se contagia con el clima intoxicante que Veitch le da a esta ciudad. Como si esto fuera poco, cada “episodio” de entre 13 y 18 páginas tiene su final, fuerte, impactante, o sea que se la re-banca leído por sí solo. Y cuando los leés todos juntos, mechados con las páginas de los diarios y con cositas de las otras historietas que aportan data y detalles al contexto, se te arma un combo increíble, tu mente termina por mudarse a una ciudad que late con una fuerza que nunca viste en ninguna otra historieta.
Como en las historietas que hacía en Tomorrow´s Stories con el Mago, acá también Veitch se juega a orquestar truquitos narrativos arriesgados, pero menos. La gran mayoría de las secuencias se desarrollan en grillas clásicas, un poco para reproducir la mecánica de los comics de gangsters de los años ´40 y ´50. El foco del autor está más puesto en la trama, en el desarrollo de los personajes y en matarse para darle vuelo poético a cada bloque de texto, cosa que llega a su pico en la historia corta que dibuja David Lloyd. El dibujo de Veitch es áspero, por momentos oscuro, por momentos medio grotesco, más pensado para incomodar que para agradar al lector. Al lado de lo que hizo esta bestia en comics como The One, Bratpack o sus historias cortas para Epic, esto es terriblemente careta, obscenamente comercial y bajalienzos. Y aún así tiene un filo provocador, fruto de los permanentes homenajes a Eisner, a la EC, a Jack Kirby, a los comics de crímenes pre-Comics Code, a Steve Ditko, a Chester Gould y hasta a José Muñoz.
Si te habías cebado con Grayshirt cuando aparecía en Tomorrow´s Stories, con este libro te vas a desintegrar de la emoción. Si sos fan de Rick Veitch, ni hablar, lo vas a terminar en la guardia de algún hospital. Y si no conocías ni al autor ni al personaje, no lo dudes: en Indigo Sunset te espera un cataclismo de genialidades, creadas por un autor fundamental de los últimos 30 años (cómplice en muchas trapisondas del mismísimo Alan Moore) y secundado por varios monstruos sagrados, de esos a los que siempre da gusto encontrarse donde sea. Gloria a Grayshirt, carajo, mierda.
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Published on March 31, 2013 18:36

March 30, 2013

30/ 03: LAS AVENTURAS DE GUALTER EL CONEJO

El paseo por la historieta latinoamericana reciente no podía dejar afuera a Uruguay, donde el año pasado se editó esta extraña gema del Noveno Arte, una vez más a través de los fondos concursables del Ministerio de Educación y Cultura.
Las Aventuras de Guálter el Conejo nos invita a jugar de la mano de Agustín Cafferata Espina, un dibujante de estilo aparentemente simple, correcto, sin mayor impacto... hasta que te metés en la historia. No hace falta recorrer ni siquiera un décimo de las más de 220 páginas de este libro para caer bajo el influjo de un autor de asombroso talento para la narrativa, capaz de desplegar un arsenal de recursos que parece infinito, para mantenernos siempre azorados, con los ojos muy abiertos, en una especie de montaña rusa de sacudones impredecibles y momentos únicos, de esos que no recordás haber vivido durante la lectura de ninguna otra historieta. Hay varias escenas intencionalmente minimalistas, pensadas para que el autor casi no se tenga que calentar por el dibujo; pero cuando la próxima sorpresa, el próximo experimento limado, pasa por algún firulete visual arriesgado, el trazo de Cafferata explota, se eleva para alcanzar niveles de verdadero mago del pincel y la tinta china. El resultado es una fiesta para los ojos, repleta de hallazgos, piruetas y proezas absolutamente impredecibles, que ponen a este historietista uruguayo MUY a la vanguardia en lo que se refiere a puesta en página, a armado de las secuencias, al manoseo bien entendido de la propia gramática del comic.
Como te imaginarás, con tanta acrobacia narrativa es lógico que ese sea el foco de la obra y no el guión en sí. Cafferata escribe al estilo “stream of consciousness” (perdón, no sé si hay una expresión castellana para esto), es decir, va fruteando, sin una dirección muy clara. Así como están perfectamente planificadas las secuencias, se nota que el autor no planificó la obra en su totalidad. Jamás le importó saber cuántas páginas necesitaba para resolver cada una de las puntas argumentales que abre, y de hecho no llega a resolver casi nada. En total hay cuatro líneas: la de Guálter (que paradójicamente no es la principal), la de Güilliam y Raúl, la de Algus y el Vendedor, y la de Rafinha y los terroristas, que es la que más se asemeja a una narración clásica de aventuras. El resto acumula extrañas peripecias en busca de cosas que nunca encuentran, que se hacen entretenidas por los malabares que hace Cafferata con la narrativa, y por los diálogos, que son muy reales y muy graciosos. En ningún momento hay siquiera un amague de que estas líneas vayan a confluir, sino que cada una avanza por su propio cauce, unas más aventureras, otras más metafísicas, otras más humorísticas, y así. Como si esto fuera poco, hay escenas que transcurren “por afuera del libro”, un bizarro meta-comic en el que Octavio, el supuesto guionista de la historieta, da explicaciones, resume lo ya sucedido, o interactúa con otras criaturas que tienen a su cargo la presentación de las dos partes en las que se divide la obra. Todo esto, por supuesto, en clave de joda.
Finalmente y después de más de 220 páginas de saltos al vacío (empezando por el formato del libro), me quedé con ganas de otras 220 páginas de Guálter y los otros bichos que protagonizan este trip. Incluso sin cerrar las puntas argumentales, sin darle demasiada bola al desarrollo de los personajes, Cafferata me convirtió en fan de este mundo ensimismado, incoherente, digno de Lewis Carroll en ácido, en el que puede pasar cualquier cosa y –lo más lindo- de cualquier manera. Si te bancás esta aproximación totalmente atípica al relato de aventuras, o si querés ver a un monstruo descontrolado derribar pre-conceptos acerca de cómo se plantea una novela gráfica y asumir todo tipo de riesgos en materia de narrativa, Las Aventuras de Guálter el Conejo van a pasar a formar parte de tu religión. ¿Viste cuando yo digo “esto es más raro que bueno”? Esto es MUCHO más raro que bueno. Pero a la vez es BUENISIMO.
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Published on March 30, 2013 16:32

March 29, 2013

29/ 03: MALINKY ROBOT

Trip bizarro a Singapur, a encontrarnos con Sonny Liew, este eximio dibujante malayo, al que un día se le ocurrió ir a estudiar Diseño Gráfico a Rhode Island. Ahí conoció al maestro Chris Claremont, que le dijo “pibe, dedicate a la historieta que la vas a romper”, y el resto es historia. Ese tiempito en EEUU le alcanzó a Liew no sólo para armar una buena red de contactos que le proveen laburo, sino además para empaparse de un montón de influencias y lecturas a las que le habría costado muchísimo encontrar tanto en su Malasia natal como en Singapur, que es donde está radicado en la actualidad.
Sonny Liew es un distinto, un raro, un inclasificable. Se le nota que leyó mucho manga, sobre todo a Taito Matsumoto (Malinky Robot es un comic prácticamente hermano de Tekkon Kinkreet) y a Katsuhiro Otomo. Y sin embargo, su estética no es similar a la de ningún mangaka. En parte porque trabaja con una paleta de colores pasteles, aplicados con gran sutileza, casi en la línea de los dibujantes pictóricos. Por debajo de ese color finoli, se ve una línea libre, elegante, vibrante, que recuerda a Bill Plympton. Y por detrás de todo eso, una narrativa que va y viene entre yankis y europeos. Y más raro que todo ese cóctel es lo que hace Liew con los climas, de enorme peso en las historietas de este libro, y que nos remiten a antecedentes tan disímiles como las limaduras setentosas de la Metal Hurlant o clásicos pre-1940 como Gasoline Alley.
En este contexto de melancolía freak trasladada a un futuro no muy lejano, se mueven Atari y Oliver, dos chicos de la calle mucho menos violentos que los de Tekkon Kinkreet, fanáticos de los robots gigantes. Lo que protagonizan no son exactamente aventuras. De hecho lo único que no me cerró de Malinky Robot es que no hay conflictos fuertes, sino meras anécdotas, devenires sin mayor trascendencia. Seguramente a Liew le interesan más los climas que arma y los personajes que inventa que las historias que tiene para contar, lo cual no está necesariamente mal, aunque a mí me diviertan más las historias. En este contexto de extrañeza, de exploración de un material absolutamente atípico, lo más extraño son esas páginas del medio del tomo, en las que Liew satiriza primero a los comics indies o underground, después a las tiras cómicas y chistes de los diarios, y por último a los comic-books de temática heroica. En los tres casos adapta su estilo al de las historietas que intenta parodiar y sorprende por su agudeza y por su gran capacidad de mímesis.
No quiero dar más precisiones acerca de las tramas, ni del mundo en el que viven Atari y Oliver. Que alcance con subrayar que no se parecen a casi nada que hayas leído antes. Y me quedo con lo que más me gustó, que es el dibujo, la puesta en página y –por sobre todo- el color. Las otras obras de Liew que había leído eran en blanco y negro, o tenían un típico colorista de comic yanki. Acá descubrí lo que sabe hacer esta bestia con el color y me morí, me encontré con genialidades dignas de ese puñado de historietistas a los que les resulta fácil pintar como ilustradores de la San Puta, tipo Juan Bobillo, Arthur Suydam, Tony Sandoval... no son tantos. Si te gusta el dibujo, vas a flashear mal con cada página de Malinky Robot, incluyendo los bocetos de Liew que ofrece el libro, y los pin-ups de grandes invitados, entre ellos el ya mencionado Sandoval, Mike Allred, Roger Langridge... un lujo.
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Published on March 29, 2013 18:13

March 28, 2013

28/ 03: CIEN VOLANDO

En mi intento de ponerme al día con el material que se editó en Argentina durante 2012, me encuentro una vez más con un libro de Llanto de Mudo, un sello que el año pasado no paró un minuto y lanzó toneladas de material. Esta vez se trata de una novela gráfica a cargo de Berliac, en la que el autor de Rachas y 5 para el Escolaso vuelve a escribir sus propios guiones.
Cien Volando nos muestra cómo Berliac, sin abandonar la temática de crímenes que suele abordar en sus otras obras, se juega también a coquetear con el realismo mágico. No quiero explicar mucho el argumento, porque además Berliac lo plantea en términos bastante ambiguos. Traducción: no quiero boquear al pedo porque tengo miedo de no haber entendido una chota. La onda es así, medio rara, medio onírica, medio película de David Lynch. Hay una trama romántica y el resto del libro está compuesto de breves historias (en realidad, fragmentos de historias) que le toca presenciar a Yolanda durante ese instante de duración indefinida, en el que su mente y sus sentidos viajan simultáneamente (dijo Jorge Corona) en un montón de pájaros.
Cada una de estas pequeñas historias involucran algún hecho delictivo, o por lo menos algo zarpado: una muerte misteriosa, una traición miserable, una pelea absurda que termina con una pérdida irreparable... momentos cruciales en las vidas bastante grises de personas a las que Berliac define con mucha precisión en muy pocas viñetas. Pero repito: no quiero extenderme en el argumento, porque me parece mucho más productivo que cada lector se acerque a la obra lo más virgen posible y decodifique a su propio modo los significados (en plural, porque estoy seguro que hay más de uno) que Berliac le asignó a esta concatenación de sucesos intrigantes.
Vamos con el dibujo, que no ofrece mayores sorpresas respecto de Devil Got My Woman, la obra anterior de Berliac que reseñamos en el blog. En la columna de lo que a mí no me gusta, lo mismo que la vez pasada: el tamaño de las letras, inmensas, casi decididas a disputarle el protagonismo al dibujo; y el tema de no dejar espacios blancos entre las viñetas (las zanjas, o calles), lo que le da a la página una sensación de estar apretada, comprimida, y hasta a veces entorpece un poquito el fluir de la lectura. El resto me gusta mucho. Me encanta esa especie de “realismo deforme”, en el que las proporciones anatómicas están perfectamente respetadas pero los rostros aparecen como borrosos, como incompletos, casi sin rasgos, por ahí con una mancha gris para sugerir algún volumen. Creo que hay pocos dibujantes de estilo realista que laburen tan bien como Berliac el tema de la referencia fotográfica. Me hice fan a muerte de ese tratamiento originalísimo de esos fondos y esos paisajes que Berliac obviamente toma de fotos, pero hace propios con el trazo y la mancha. Como en las otras obras de este autor, se disfruta también el logradísimo equilibrio entre blancos y negros, y esa aparición esporádica, subrepticia y sugestiva de los grises.
Cien Volando no es una historieta fácil, ni obvia, ni típica. Es un tapiz complejo, armado con trozos de historias, sensaciones, diálogos y silencios, en el que lo ambiguo juega un rol fundamental. Si estas pequeñas historias te atrapan, si el viaje mágico y misterioso de Yolanda te intriga, si alguno de esos textos te pega fuerte y si el dibujo te resulta atractivo, seguro vas a atesorar este libro y a recomendárselo hasta a tu gato. Como su nombre lo indica, este es un libro con vuelo que, a pesar de esos momentos medio crípticos, me cerró bastante. Berliac sigue sin pelar ESA obra definitiva, ESE clásico instantáneo que nos cierre el orto a todos y nos deje sin chances de discutirle nada. Pero está bien, porque eso le permite repartir los aciertos generosa y equilbradamente entre muchas obras muy distintas, que siempre ofrecen cosas nuevas sin eclipsar a las anteriores y –por lo menos para mí- resultan más que satisfactorias.
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Published on March 28, 2013 18:21

March 27, 2013

27/ 03: THE ADVENTURES OF VENUS

Allá por fines de los ´90, en el paréntesis entre la primera y la segunda etapa de Love & Rockets, al maestro Gilbert “Beto” Hernández se le ocurrió coordinar una antología de historietas aptas para todo público en la que la estrella sería Venus Martínez, la hija pre-adolescente de Petra y- por consiguiente- nieta de Luba y sobrina de Fritz. Las historietas que componen este tomo salieron en esos ocho números de Measles (que así se llamaba la revista) mezcladas con breves historias de Jaime Hernández, Rick Altergott, Peter Bagge, Jim Woodring y Lewis Trondheim, entre otros habituales colaboradores de Fantagraphics. Y como es costumbre en esa editorial, para la reedición en libro Beto agregó una historieta nueva, inédita hasta hace muy poquito. O sea que si hacés guita los numeritos de Measles para comprarte el libro te perdés las historietas de los artistas invitados y si te quedás con las revistas te perdés la historia extra de Venus. Para hacerla más bizarra, la reedición no es en formato comic-book, sino que cada página de este libro (en formato tipo Macanudo de Ediciones de la Flor, con innecesarias tapas duras) equivale a media página de las aparecidas en Measles, ahora publicadas un cachito más grandes.
Disparates editoriales aparte, el libro está bueno para ver a Beto hacer cosas que rara vez hace en sus otras obras, esas llenas de tragedias, sordidez y delirios dignos de David Lynch. Las historias de Venus, además de cortitas, son clarísimas en todos los sentidos. En el de su fácil comprensión (están perfectamente pensadas para nenas de 10 años) y en su grafismo, en el que Beto se controla muchísimo para meter muy pocas masas negras, dosis moderadas de rayitas finitas de pincel, y muchos espacios blancos. Aún así, con menos elementos de los habituales en cada viñeta y con una grilla fija de cuatro cuadros por página, el ídolo se las ingenia para presentar páginas bien equilibradas, composiciones de cuadro hermosas (sobre todo en las viñetas con las que abre cada historieta) y una narrativa sin fisuras, que fluye a la perfección. Sólo la anteúltima historieta, que narra un sueño muy raro de Venus, se pasa un poquito de crípitica y pela imágenes de esas que nos encantan a los que leemos a Beto hace mil años, pero que deben resultarle bastante alienígenas a los lectores ocasionales, sobre todo si son chicos.
El resto, es tranqui, familiar, divertido. A la musculosa Petra y a la tetona Fritz no se las empoma nadie, ningún chico padece enfermedades degenerativas y no hay bajada de línea sobre la explotación de los pobres, la miseria y la injusticia. Los conflictos son chiquitos, pequeñas escenas de celos entre Venus y su amiguita-rival Glinda González, algún coqueteo de ambas con los chicos más lindos de la clase. Lo más intenso, donde aparece un mínimo atisbo de violencia, es un partido de futbol en el que Venus y Glinda juegan para equipos distintos. Y después, todo es mucho más suave, repleto de situaciones de comedia, con secuencias que nos invitan a pasear por los sueños, fantasías y travesuras de una típica nena de 10 años, hasta llegar a un episodio (casi indignante para los fans del Beto Hernández áspero, perverso y malalechístico) en el que Venus aprende que la Navidad tiene un montón de cosas más importantes que la nieve.
O sea que si a vos lo que te gusta de este autor son sus climas más oscuros, ese halo de perversión medio freak, o esa forma cruda y frontal de mostrar el sufrimiento de los que menos tienen, esto no creo que te cause demasiada gracia. Si te hiciste muy adicto a Fritz y Petra, acá las vas a ver en roles que se parecen poco a los que juegan en otros trabajos de Beto. Y si sos incondicional de este genio, lo vas a ver muy enchufado, cebado por la posibilidad de crear una atmósfera distinta, con toques de humor limpito y efectivo, y con un dibujo con poquísimo que envidiarle al de sus mejores obras. Papita rara, fina, y con la que además de divertirte un rato, podés llegar a traer al lado oscuro de la Fuerza a nenes y nenas que no tienen idea de lo infinitamente grosso que es Beto Hernández.
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Published on March 27, 2013 17:30

March 26, 2013

26/ 03: THE BOOK OF HUMAN INSECTS

Uh, qué bestia! Llevaba casi dos años sin leer obras del glorioso Osamu Tezuka, el grosso entre los grossos, el único y legítimo Dios del Manga. Debe ser que hacía bastante que no le editaban esas novelas de los ´70 casi sin elementos fantásticos, en las que el maestro coqueteaba con el gekiga. No sé por qué me cebé tanto con esos trabajos, al punto de que ya casi ni me llaman la atención todos los demás.
The Book of Human Insects (serializada en Japón entre 1970 y 1971) se inscribe claramente en la línea de los thrillers adultos de Tezuka. Esta vez el Manga no Kamisama cuenta una historia 100% dramática y realista, sin chistes y sin elementos fantásticos. Y sin ni siquiera un cameo de los personajes de su “elenco estable”. A lo largo de más de 350 páginas, Tezuka nos invita a seguir a Toshiko Tomura, una atractiva joven con un talento impresionante para absorber conocimientos, habilidades y hasta estilos de quienes la rodean. Toshiko será una genial actriz, una galardonada diseñadora gráfica, una prestigiosa escritora, una exitosa fotógrafa y hasta aprenderá todos los trucos de la rosca empresarial a gran escala, mientras los que la rodean se hunden en los pantanos de la envidia y la frustración.
Toshiko Tomura es uno de los personajes más atractivos, más ricos y complejos creados por el Dios del Manga. ¿Quién es en realidad? ¿Cómo hace para “succionar” el talento de sus semejantes? ¿Qué necesita para estar satisfecha? ¿Por qué el éxito, la fama y el dinero no la complacen? La vida de Toshiko es errática, caprichosa, cubierta por varios velos que la trama intentará descorrer, mientras el impredecible devenir de Toshiko se enchastra cada vez con más sangre. Para el segundo cuarto de la novela, lo que empezó como una especie de slice of life medio extraño se convierte en un relato crudo, sórdido, por el que desfilan asesinos a sueldo, terroristas y demás criminales, vinculados de modos muy groseros al poder político y a una runfla sumamente espesa entre mega-empresarios, de esos que tienen en sus manos la economía ya no de países, sino de regiones enteras.
Por ese paisaje cada vez más turbio paseará su cautivante silueta Toshiko Tomura, quien zafará siempre con lo justo de situaciones bravísimas y aprenderá (con esa habilidad casi sobrenatural que la caracteriza) de cada pajero, cada avechucho y cada malviviente con el que se cruza. En el medio habrá amores no correspondidos, tiros, piñas, espionaje de alto nivel, garches con personas de distinto o del mismo sexo, traiciones aberrantes, golpes de estado dentro de empresas poderosísimas, abortos, incendios, explosiones, secuestros, drogas... Tezuka manda a cabecear hasta al arquero con tal de que el ritmo, la intriga y el impacto no decaigan nunca. Y sí, hace una de más: el viejo, gastado y ya descalificador truco de “una chica tan parecida a la protagonista que podría ser su hermana gemela”, algo que creo que ya en 1970 olía a trampa, a manotazo burdo por parte de los guionistas “serios”.
Por el lado del dibujo, al Manga no Kamisama se lo ve en el nivel más alto, el de sus mejores obras. Hay un excelente trabajo en las expresiones faciales, en el lenguaje corporal, los fondos están laburadísimos, los cross-hatchings te hielan la sangre, las escenas en las que experimenta y se vuelve expresionista (cuando no psicodélico) son gloriosas, los ángulos que busca son uno más zarpado que el otro... Por supuesto que es absolutamente inverosímil que Tezuka no haya contado con la ayuda de un ejército de asistentes, porque hay detalles demasiado trabajados, con precisión barroca y dedicación infinita. Donde se nota todo el tiempo la mano inconfundible del maestro es en la narrativa. Acá abundan las planificaciones de página electrizantes, siempre en función de los climas que Tezuka pretende transmitir con cada escena. Las splash pages no son recursos desesperados para llenar páginas, sino que están puestas en los momentos justos, al igual que esas grillas claustrofóbicas de 8 ó 9 viñetas chiquititas, que casi siempre muestran situaciones que sería mejor no mostrar, escenas secretas, clandestinas.
Es muy probable que The Book of Human Insects no entre al Top Five de las mejores obras del Dios del Manga. Sin embargo, es una lectura atrapante de principio a fin, con un elenco magnífico en el que sobresale un personaje de un enorme relieve (que además está buenísima), con una atmósfera de thriller político-financiero-romántico, y con unos dibujos de excelente factura, acompañado de muchos logros en materia de narrativa. Muy, pero muy recomendable.
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Published on March 26, 2013 17:47

March 25, 2013

25/ 03: 1812 - LA BATALLA DE TUCUMAN

Una vez más, los miembros del colectivo tucumano UNHIL (Unión de Historietistas e Ilustradores) se lanzan a la aventura de recrear en forma de historietas los sucesos que conmovieron a nuestro país hace 200 años. En esta ocasión los guionistas y dibujantes se centraron en la batalla de Tucumán, aquel evento decisivo en la guerra contra las tropas realistas que tuvo como protagonista a Manuel Belgrano.
Las historietas son breves y enfocan distintos aspectos de aquella gesta, desde el increíble éxodo jujeño hasta las secuelas del triunfo en Tucumán. Algunas secuencias se centran en la batalla propiamente dicha, otras en el pensamiento y el legado de Belgrano y unas cuantas se concentran en la vida de la gente común, ya sean los pobladores de las distintas ciudades por donde pasa el Ejército del Norte, o los propios gauchos, peones y demás criollos, mestizos y hasta un escocés que se sumaron a las tropas de Belgrano. Muchos de estos combatientes fueron soldados improvisados, gente común sin entrenamiento militar y con armamento muy precario, lo cual –por lógico contraste con la experiencia y el poder de fuego de las fuerzas realistas- le da a la victoria de Tucumán visos épicos, muy bien subrayados por los guiones de estas historietas.
Por supuesto los hay mejores y peores, más didácticos y más “aventureros”, más solemnes y más distendidos. Creo que el que más me gustó fue el de El Escocés del Pedemonte, firmado por Néstor Martin, que además de ser técnicamente correcto me contó de modo ameno y atractivo algo que yo no sabía. La historieta que abre el libro, co-escrita por César Carrizo y Segundo Moyano, también me llegó por la fuerza del guión, si bien se centra en un episodio que yo ya conocía (el éxodo jujeño). Si pensamos que este es un libro editado por la Municipalidad de la ciudad de Tucumán, con la intención (supongo yo) de que los chicos lean este material en las escuelas, los “peros” que se nos puedan ocurrir a los lectores especializados, muy pasados de rosca en el tema comic, se desactivan de inmediato. Obviamente cualquiera de estas historietas es mucho más entretenida y le pega mucho más a un pibe de la secundaria que leer un libro de historia o las cartas que escribió Belgrano en aquella época.
También por el hecho de estar bancado desde un organismo oficial, el libro opta por una visión “limpia” de los hechos, donde por lo menos en el bando de los criollos a nadie se le ocurre hacer trampa ni zarparse en lo más mínimo. Las figuras de Belgrano y sus lugartenientes están exaltadas al filo de la hagiografía y todo el tiempo se resalta el coraje y la valentía de los hombres y mujeres que se jugaron la vida para defender su tierra y ese proyecto de patria que todavía estaba medio en pañales. Aún simplificadas a un conflicto de Buenos vs. Malos, la batalla de Tucumán, sus causas y consecuencias dan un jugo bastante interesante, bien plasmado por los artistas de la UNHIL.
En cuanto a los dibujos, sin dudas el lápiz más notable es el del ya mencionado Segundo Moyano, un dibujante de trazo ágil, suelto, muy moderno, a años luz de las típicas ilustraciones históricas que nos ofrecía la revista Billiken. Me gustaron también Leo Miranda (al que le tocó remar uno de los guiones más áridos), Rodolfo Paz (un clásico sin estridencias, muy sólido en las expresiones faciales), Juan Aníbal de La Madrid (bestia del claroscuro que me hizo acordar a los mejores trabajos del español Sento) y un dibujante muy raro llamado Alejandro Nicolau al que le dieron sólo dos páginas y del que quiero ver más trabajos. También hay un muy buen nivel en muchas de las ilustraciones que acompañan los textos históricos que aparecen entre las historietas.
Libros como este le hacen mucho bien a la historieta argentina primero porque están bien hechos, con un buen laburo de investigación, un equipo de autores mayoritariamente idóneos, etc.. Y después porque ayudan a lograr algo que debería ser prioridad de todos, que es meter la historieta en las escuelas. Contaminar desde chicos a los pibes con el relato secuencial, mostrarles que se puede usar para contar todo tipo de historias, incluso las que tienen que ver con cosas (a priori) tan embolantes como las fechas patrias, los próceres y todo ese chamuyo de tipos viejos que no jugaban a la Play ni se mensajeaban con sus Blackberrys. Para eso hay que sintonizar una onda más o menos parecida a la que les gusta sintonizar a los docentes y en eso César Carrizo (faro ideológico de la UNHIL) es referente no sólo a nivel de Tucumán sino de toda Latinoamérica. Así como la batalla de Tucumán fue puntapié inicial para la independencia argentina, este libro puede ser un paso importantísimo para darle más visibilidad a nuestra historieta en un ámbito (el escolar) que aún hoy le es bastante hostil. Resistiremos.
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Published on March 25, 2013 18:18

March 24, 2013

24/ 03: CAPTAIN AMERICA: NO ESCAPE

Si seguís hace un tiempo este blog, tal vez recuerdes que cuando terminé de leer Two Americas, decidí bajarme de esta serie, a la que venía bancando desde el primer TPB. Pero la carne es débil y los dos tomos siguientes me tiraron onda desde una mesa de ofertas de la NYCC, así que incentivado por los precios ridículamente bajos, dije “adentro”.
No Escape está muy estirado. Es todo una larguísima previa a lo que va a pasar en el TPB siguiente. Está claro que alguien en Marvel, quizás el propio Ed Brubaker (guionista de la serie desde sus inicios), no se sentía cómodo con este status quo en el que co-existían dos Capitanes América, y lo que hace esta saga es poner en marcha un cambio en ese status quo. Básicamente, lo que sucede en No Escape es que el secreto de Bucky se hace público: ahora el mundo entero sabe que este nuevo Captain America en realidad es el pibe que fuera compañerito del Capi durante la Segunda Guerra Mundial, y lo más heavy: que durante años fue un temible operario del recontra-espionaje al servicio de la Unión Soviética, responsable de indecibles masacres y crímenes de lesa humanidad durante la Guerra Fría. Ese secreto, que le carcomía las entrañas a Bucky, ahora explota en los medios y el ex-Winter Soldier tendrá que tomar una decisión crucial... obviamente en el próximo TPB.
En este, la revelación de la identidad del nuevo Capi está adornada con muchísimas escenas de violencia innecesaria. A Brubaker se le ocurre que es más dramático, o más efectista, que Bucky sepa quién le cagó la vida y que durante muuuchas páginas confronte con este personaje. Que no es otro que el Barón Zemo, hijo de aquel nazi hijo de puta que un día de 1941 se volvió a su casa con la chapa de haber matado a Bucky y haber mandado al freezer (casi literalmente) al Capitán. El Capi fue descongelado hace mil años por los Avengers y ahora, al descubrir que Bucky tampoco murió, el Zemo Junior (el de los Thunderbolts, ese que alguna vez coqueteó con hacerse bueno) se pone como meta destruir al ex-sidekick. ¿Por qué? Ahí es donde falla el guión. La motivación del villano no está bien explicada, parece que la gracia era ver a Bucky combatir con alguien durante varios números mientras el mundo se entera de su pasado como sicario de los sucios comunistas.
Como siempre, Brubaker zafa con los diálogos. Steve Rogers, Falcon, Black Widow, el propio Bucky y hasta los villanos tienen secuencias tranqui, sin machaca ni estridencia, en la que los diálogos cobran mucha importancia y ahí sí, el guionista no falla jamás un disparo. Para esta altura de la serie, Brubaker ya tenía un conocimiento detalladísimo de todos estos personajes y ya los vemos actuar como seres humanos de verdad, más allá de los poderes, los trajecitos ajustados y la propensión a revolear patadas.
Lo que hace Butch Guice en el dibujo es muy loco. En algunas secuencias, es el Guice al que recuerdan los seguidores de esta serie, ese de estilo oscuro, realista, bastante cerca de lo que hacía Steve Epting. Pero en este arco, Guice se zarpa y empieza a meter homenajes a otros dibujantes que pasaron por las aventuras del Captain America. Tiene un par de páginas definitivamente inspiradas por Jim Steranko, secuencias que recuerdan a Gene Colan y unas cuantas páginas (especialmente las de combate contra villanos) muy en la línea de Sal Buscema. Para que la cosa se vea más caótica y más esquizofrénica, Guice sufre a tres o cuatro entintadores distintos, de los cuales algunos entenderán el truquito de los homenajes y otros no. Por supuesto, más allá de los cambios de estilo, seguirán llamándonos la atención el buen manejo de la figura humana en movimiento (el fuerte de Guice) y la proliferación de fotos mínimamente retocadas en los fondos. Eso no cambia nunca, y produce un “efecto máscara” muy loco, sobre todo en las escenas en las que Guice homenajea a Sal Buscema y dibuja de modo simple, poco realista y casi tosco, como lo hacía el hermano menor de John. Ves esos fondos mega-reales mezclados con esos dibujos granguiñolescos y decís “acá hay alguien fumando cosas raras”. Yo ya compré al Guice más dark y más realista, así que las secuencias que más disfruté fueron esas.
¿Para qué sirvió todo este tomo? Para que Bucky acepte (aunque sea por las malas) que se tiene que hacer cargo de su pasado, de todas las atrocidades que se mandó mientras estuvo controlado por los rusos. Si no, no hay redención posible. O sea que, a su manera, este es un comic de Memoria, Verdad y Justicia, ideal para un día como hoy. Me queda un TPB más del Capi, al que prometo entrarle pronto.
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Published on March 24, 2013 09:38

March 23, 2013

23/ 03: GEFANGENE (SEM SAÍDA)

Retomo la recorrida por la historieta latinoamericana reciente y caigo de nuevo a Brasil, para encontrarme con una obra y un autor a los que desconocía por completo. Koostella es un dibujante nacido en el Coloso de Sudamérica, radicado hace unos cuantos años en Alemania. El mismo nos cuenta que, desde que vive en ese país, casi toda su obra prescinde de los textos, en un intento por sortear la barrera idiomática con la que Koostella se enfrenta todos los días. Gefangene reúne 31 historias cortas (algunas de una sóla página), todas sin diálogos, sin bloques de texto y sin onomatopeyas.
A la dificultad de narrar sin textos, Koostella se suma dos más, como para terminar de darle visos heroicos a la concreción de este libro. Por un lado, las 31 historietas comparten una única grilla, la de 9 viñetas (la Gran Watchmen) y nunca jamás se mueven de ese esquema. Por el otro, todas estas pantomimas giran en torno a la cárcel, son todas historias que transcurren dentro de presidios, o que culminan cuando alguien es metido en cana. A partir de esa consigna, el autor pela secuencias a veces cómicas, a veces trágicas, casi siempre de una sordidez desgarradora. Algunas historias tienen que ver con la fantasía de los presos, los delirios con los que ocupan todas esas horas sin nada que hacer y sin poder moverse de una celda. Pero la mayoría es bastante más heavy y se regodea en la violencia, las torturas y la sangre, sin mezquinar escenas de mutilaciones, asesinatos y violaciones.
¿Da para reirse de cosas así? No sé, pero un par de sonrisas me arrancó. De todos modos, me parece que la intención de Koostella no es buscar la risa del lector, sino más bien impactarnos o incluso asfixiarnos con ese clima de injusticia y marginalidad, potenciado por el elemento del silencio, omipresente e inalterable. Algunas de las historias cuentan un poquito de slice of life de los presos, otras se juegan claramente a denunciar los abusos a los que estos son sometidos, otras bajan línea acerca de lo demencial que resultan la pena de muerte y otras formas extremas de castigo, y otras sí, son baños de sangre tan groseros y tan zarpados que obviamente tienen un efecto cómico. O sea que el humor está, como un recurso más, no como protagonista, sino como lugar al que se llega luego de recorrer estos claustrofóbicos laberintos de paranoia, ironía y desesperación.
Las historietas de Gefangene pueden ser erróneamente catalogadas como humorísticas porque el dibujo de Koostella va para ese lado. No es realista, no es anatómicamente correcto, sólo ofrece pistas acerca de la iluminación de las escenas a través del color, no de la línea, que es clara y plana, los personajes se deshacen en gestos ampulosos, muy rara vez les dibuja rasgos faciales... Visualmente esto es una mezcla entre Viuti y Johnny Ryan, con la síntesis del primero y la vulgaridad, la salvajada del segundo. Y si el dibujo no parece precario ni tosco, es porque Koostella la rompe a la hora de agregar el color, también plano y sin efectos ni texturas, pero muy criterioso y muy efectivo.
Sin un dibujante virtuoso, sin romper nunca la grilla de nueve cuadros y sin una sóla palabra, las historietas de Gefangene lograron conmoverme, atraparme, indignarme o hacerme sonreir. Son, sin duda, una demostración del poder de las ideas, porque son las ideas puras y duras las que sostienen a los relatos. Obviamente no me llegaron por igual las 31 historietas, aunque sí me cebé con las suficientes como para recomendar a full el libro (que en Argentina no está editado ni se consigue, aclaro antes de que alguno pregunte) y como para poner a Koostella en la lista de los autores novedosos, ingeniosos y asombrosos a los que conviene seguir de cerca.
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Published on March 23, 2013 17:41

March 22, 2013

22/ 03: THE LAST BATTLE

Hoy tenemos un combo raro, creo que inédito en la historia del blog: guionista italiano con dibujante yanki. El guionista es Tito Faraci, un exitoso autor de historietas, con toneladas de historias de Disney, Diabolik, Dylan Dog y Tex a sus espaldas a quien –cuando Panini controlaba desde Italia los derechos internacionales de Marvel- le habilitaron la infrecuente oportunidad de escribir dos novelas gráficas con los héroes creados por Stan Lee, sin supervisión de la Marvel posta, la de Nueva York. El dibujante es un maestro del dibujo académico-realista, con fructíferos coqueteos con la ilustración, con poca producción pero mucha chapa en el mainstream yanki: nada menos que Dan Brereton. En 2005, la Disney italiana (la editorial líder en ventas en la península donde nacieron 7 de mis 8 bisabuelos) los juntó para este proyecto, que después se editó en Francia, en España, y recién a fines de 2011 en EEUU, a través de Image.
Si leiste bastante Astérix, seguro conocés la historia: Julio César se lanza a conquistar la Galia y finalmente lo logra, al vencer a las hordas del poderoso caudillo Vercingetorix en la batalla de Alesia, 52 años antes de Cristo. Esta novela gráfica termina justo antes de que las legiones del César emprendan su marcha hacia Alesia, es la previa a ese partido que –creo- nunca se contó en forma de historieta. Faraci decide no mostrarnos la batalla, sino concentrarse en una epopeya menor, más chiquita, que sucede en el backstage de la que aparece en los libros de historia. Un pequeño grupo de avanzada liderado por Caius Rodius tiene la misión de infiltrarse entre los campamentos de los bárbaros para debilitar sus fuerzas y sobre todo para neutralizar a un caudillo capaz de liderar a las hordas galas en auxilio del sitiado Vercingetorix. Se trata de Cammius, un muchacho bárbaro adoptado y entrenado por el propio Caius Rodius, quien traicionó su juramento de lealtad a Roma para convertirse en un auténtico peligro para el César.
La trama, entonces, está armada en torno a dos ejes. Por un lado, el dilema moral de Rodius: para él, cumplir la misión que le encomienda el César significa confrontar con Cammius, a quien crió como si fuera su propio hijo. Por el otro, la runfla política: Rodius banca a full a la República, mientras que al César (que todavía no es emperador) ese sistema ya no le cierra demasiado, ya está maquinando algo más grande. Con esos dos conflictos centrales, a Faraci le sobra para embarrar la cancha, para plagar a la misión de Rodius y los suyos de dudas, de incertidumbres y –por supuesto- de traiciones. Creo que lo mejor que tiene el guión es el tratamiento del personaje de Rodius y el hecho de que, si bien es obra de un italiano, los romanos no son idealizados, sino más bien cuestionados en muchísimos aspectos. Y lo más flojo deben ser esas escenitas de acción menores, sin peso real en la trama, que sospecho que Faraci debe haber metido medio a presión, para que no se aburran los lectores más acostumbrados al peplum, o para que la compre algún gil creyendo que es una de machaca entre muchachones musculosos.
Por el lado del dibujo, Brereton superó con honores el desafío de encarar, por primera vez en su carrera, una obra sin elementos fantásticos, y con una ambientación histórica específica, que requería documentarse a full para reproducir armas, fortalezas, vestuario y un montón de detalles más, de dos culturas antiguas a falta de una. La narrativa está más cuidada que nunca, el gore está en su medida justa, y por ahí lo que menos me cerró son esos ojos, enormes, casi desproporcionados, que le hace a todos los personajes masculinos. Como siempre, Brereton saca la diferencia más brutal a la hora del color, cuando le toca trabajar con su paleta mágica la iluminación de las secuencias, o esas tomas panorámicas de paisajes que se podrían enmarcar y exhibir en cualquier museo. Un gran trabajo del creador de los Nocturnals, al que se ve muy compenetrado con el relato, sin renunciar a su estética pictórica, y muy cómodo con el hecho de que el guión de Faraci le exige bastante menos machaca que los típicos guiones que dibujó para EEUU.
No te pongo a The Last Battle entre los comics fundamentales o de lectura imprescindible, pero si te gusta la buena historieta histórica, enchastrada de roscas espurias y dilemas éticos jodidos, seguro la vas a disfrutar. Y además dibuja Brereton, lo cual es garantía de felicidad para tus retinas...
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Published on March 22, 2013 15:20

Andrés Accorsi's Blog

Andrés Accorsi
Andrés Accorsi isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
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