Andrés Accorsi's Blog, page 196
March 20, 2013
20/ 03: JSA Vol.10

Este tomo es muy zarpado, no da un minuto de paz. Arranca con una saga de cinco episodios y ni bien termina ese arco, empalma con uno de tres. Sin unitarios, sin un momento tranqui para que los personajes bajen un par de cambios. De hecho, el epílogo, o la exploración de algunas de las consecuencias de lo que pasa al final de Black Vengeance (el segundo arco incluído en este tomo), está en el Vol.11, el cual leí hace mucho, antes de empezar con el blog.
La primera saga es otra de viajes en el tiempo: esta vez, la JSA de 2005 viaja a 1951 para lograr que la JSA de aquella época, recientemente desbandada tras confrontar con el Senado de los EEUU, se reúna para impedir que Per Degaton mate al presidente y tome el poder. La verdad es que el planteo no daba para cinco episodios, sobre todo porque Degaton es un loser consumado y sabemos de antemano que va a fracasar. Lo interesante es que a Geoff Johns no le calienta demasiado el conflicto, sabe que la lucha con el villano se va a liquidar rapidito, en 10 páginas del último episodio. El guionista arma la saga en torno a los diálogos, a la relación que se entabla entre estos héroes del presente y los héroes de la Golden Age, que para 1951 ya eran tipos cansados, baqueteados, con problemas que iban más allá de “el Gobierno me exige que revele mi identidad y yo no quiero”. Por supuesto, en todos esos team-ups entre los miembros de 2005 y 1951 hay algo de acción, como para engañar a los que buscan sólo eso, aunque lo más rico, lo más jugoso sea todo lo otro, todo el desarrollo de personajes, que es algo que en esta época Johns cuidaba muchísimo.
De a poco, con el correr de los números, te empieza a caer la ficha de que para Johns el verdadero protagonista de esta serie es Albert Rothstein, alias Atom Smasher, el personaje al que –desde que mi clon se sube a la serie- le pasan las cosas más heavies y más impactantes. El segundo tramo del libro, el arco titulado Black Vengeance, tiene apariciones del Spectre, Eclipso (ahora encarnado en Jean Loring), el brujo Shazam, Mordru y mucho protagonismo para Black Adam, otro personaje al que Johns desarrolló muchísimo. Aún así, todo gira en torno a Atom Smasher. Qué hace, qué piensa, a quién le es más leal, qué ideología compró. Eclipso y el Spectre (acá en un rol casi de villano) son la excusa para llevar la acción al país que gobierna Black Adam, y ante esa situación límite, ver qué camiseta se pone Al Rothstein. El final es abrupto, imprevisible y un poco desolador, aunque coherente con lo espeso de los dilemas morales que pone de manifiesto la trama.
En materia de dibujantes, esto es un verdadero sacerdocio. Excepto un par de tramos de Black Vengeance, que se reparten entre el casi digno Leonard Kirk y el correctísimo Stephen Sadowski, el grueso del tomo cayó en las garras de Don Kramer, un dibujante decididamente malo y que además mejora poco con el correr de los muchos episodios que le encomiendan. El entintador Keith Champagne (que en el Vol.11 le dará una mano a Johns en los guiones) trata de remar contra el dibujo de Kramer, pero necesitábamos un necromante, no un entintador. A favor de Kramer, debemos decir que no tiene ningún problema en la narrativa, que organiza bien esas viñetas en las que aparecen 145.000 superhéroes y que muy rara vez te va a mezquinar un fondo. Pero claro, ves las portadas de Dave Gibbons o de Alex Rosss, las comparás con los dibujos de adentro, y te querés detonar el ojete con el báculo de Stargirl.
Si todavía no arrancaste con esta serie, te cuento que este es un gran punto para terminarla. Este TPB llega hasta el número 75 y la serie cierra en el 87, pero de los 12 que faltan, seis están demasiado enroscados, demasiado contaminados con tie-ins y crossovers de Countdown, The OMAC Project, Day of Vengeance, Villains United y demás boludeces vinculadas a la penosa Infinite Crisis. Y los otros seis son una fumanchereada atrás de otra, escritas por Paul Levitz y difíciles de digerir a pesar de los dibujantes grossos que lo acompañan. Yo que soy un guapo, un duro, un recio de verdad, aguanté hasta el Vol.11, un poco para hacerle el aguante a Geoff, que tanta garra le puso a la JSA. Pero puesto a recomendar, si bien al final del Vol.10 no cierra todo, no me da para recomendar más allá de este tomo.
Published on March 20, 2013 09:30
March 19, 2013
19/ 03: INCOGNITO (VICTIMAS PERFECTAS)

Incógnito (Víctimas Perfectas) es una historia meticulosamente diseñada para poner nervioso al lector. Todo funciona como un gigantesco in crescendo, cada vez más tenso, hacia una escena –absolutamente inevitable- que llega a su cénit cuando faltan 10 páginas para que se termine la novela. Ahí me pasó algo raro, no por lo bizarro, sino por lo infrecuente: tuve que cerrar el libro, tomar aire, pensar un poquito en lo que había leído hasta ese punto, evaluar qué cursos de acción me resultarían viables y cuáles desnaturalizarían o traicionarían a lo que Mardon había construído hasta ese punto. No sólo la resolución de esa escena me sorprendió (y me pareció, además, lo mejor del libro), sino que el autor se guardaba una vuelta de tuerca más, un último giro impredecible para la trama, que llega cuatro páginas antes del final y vuelve a cambiar todo.
¿De qué va la historia, con qué elementos construye Mardon este misterio hipnótico y perturbador? Con una mina que está muy buena y manipula sutilmente a un tipo medio loser con fines... extraños. A su vez, esta mina es manipulada, presionada, chantajeada por un hombre que también tiene su propia agenda y sus propias perversiones. Todo se vive de modo muy real, ambientado en el presente, en una gran ciudad como cualquier otra. De a poco, el clima costumbrista, el slice of life de este tipo de treinta y pico medio borrachín y bastante pusilánime, se empieza a enrarecer. Un accidente, el hospital, la fisioterapeuta que queda a cargo de su rehabilitación... todo se hace cada vez más turbio, más espeso, más encaminado hacia la tragedia y la fatalidad. Y es un camino que no se puede torcer, porque en el medio hay intereses espurios, mentiras, traiciones y una pasión que de a poco desborda al errático Jean-Pierre hasta convertirlo en una marioneta, un peón en un juego de ajedrez sumamente retorcido, del cual no quiero contar nada más para no spoilear.
Con excelentes diálogos y unos personajes a los que uno casi siente respirar, Incógnito avanza a un ritmo muy ajustado, a través de muchas páginas de 11 viñetas y alguna que otra de 12, que Mardon usa para subrayar lo chiquito, lo claustrofóbico de la historia en la que nos sumerge. La página con menos viñetas tiene 7, pero Mardon no espera hasta ese momento para dejar volar su virtuosismo. El francés se zarpa en el dibujo de la primera viñeta hasta la última. Su estilo va para el lado de Blutch y Christophe Blain, aunque con rostros más reales. Mardon se destaca en el manejo de los climas, en esos cross-hatchings recontra pasados de rosca, en la narrativa (con secuencias mudas y oníricas realmente brillantes), en el lenguaje gestual y corporal de sus personajes (todos excelentes actores) y en el color, que acompaña con sobriedad al dibujo y al guión.
Como entró al mundo del comic cuando ya no existían las antologías (y nunca dibujó ninguna serie famosa), es probable que Mardon tenga poquísimos fans en nuestro país. Sin embargo, La Cúpula lleva editadas varias obras suyas, con lo cual supongo que, aunque más no sea en España, debe tener un grupúsculo de fieles seguidores. Con este thriller psicológico jodido y adictivo, Mardon me sumó definitivamente a la horda (grande o chica, me importa muy poco) que lo sigue a todas partes y lo alienta hasta el final. Si te gusta la historieta adulta, jugada y profunda, convertite vos también en una víctima perfecta de este excelente artista francés.
Published on March 19, 2013 18:27
March 18, 2013
18/ 03: LA BABA

Primero, qué grosso que una editorial de Córdoba se juegue a reeditar en un lindo formato historietas y chistes creados para un fanzine de Mar del Plata. Eso habla del compromiso de Llanto de Mudo con la historieta arriesgada y novedosa de todo el país y la verdad que es una actitud sumamente loable.
La Baba cobra un peaje un poquito heavy: para disfrutarla, tenés que ser un hijo de mil putas que se ríe con chistes de discapacitados, abortos, violaciones, canibalismo, escatología y guarangadas de alto nivel de zarpe. Como a mí esas cosas me causan mucha gracia y creo en el humor sin barreras, me reí mucho, de punta a punta del librito. Me cagué de risa con chistes que involucran a Batman, al odontólogo Barreda, al papa Benedicto XVI, a King Kong, a los personajes de Macanudo y hasta con esa caricatura maligna de Alcides con VIH, convertido el Alsida.
En general, cuando hay un humor tan directo, tan efectivo, tan in your face, los dibujos no importan demasiado. Están de invitados capos como Gustavo Sala, Ariel López V., El Bruno y Scuzzo, pero podrían no estar y aún así recordaríamos a La Baba como un gran compilado de humor jodido. Y al toque cambio de discurso, al mejor estilo UCR, y digo que más sorpresa y más admiración que los chistes crueles y despiadados, me causaron los dibujos de Industrias Lamonicana, a quien ya habíamos visto en otra antología. ¿Qué hace ese monstruo publicando en un fanzine? ¿Estamos todos locos? Ese pibe tiene que estar, como mínimo, en la MAD yanki. No hay muchos dibujantes tan dotados para el humor y la caricatura y que además sepan manejar la narrativa como este marplatense. Y el otro dibujante muy notable y con méritos de sobra para alcanzar una repercusión mucho mayor es Diego Simone, muy grosso y muy versátil. El resto no brilla desde el dibujo pero sí desde las ideas y la forma de plasmarlas en esos chistes filosos y esas tiras desopilantes, siempre al límite del “nah, te fuiste a la mierda...”
Si alguna vez te preguntaste qué fue del under marplatense una vez que Gustavo Sala despegó y se convirtió en ídolo en todos los países de habla hispana, La Baba ofrece muchas respuestas, muy cómicas y muy hijas de puta. Desde acá la ovación para Julián Mono, creador y coordinador de este fanzine ascendido a librito que se lee muy rápido pero te deja muy satisfecho.
Published on March 18, 2013 17:36
March 17, 2013
17/ 03: SUPERMAN: KRYPTONITE

Esta vez la consigna era contar una historia del pasado de Superman, nada menos que su primer encuentro con la kryptonita y su primer contacto posta con la historia, la cultura y el trágico fin del planeta Krypton.
Cooke aclara desde el prólogo que va a hacer trampa a la hora de ceñirse a la continuidad, y efectivamente, la manosea más que a una borracha que está buena, en los reservados de un boliche, un sábado a las 5 AM. Si hojeás la historieta, así, superficialmente, vas a ver al Lex Luthor y a la Lois Lane de la continuidad de Man of Steel, en versiones muy fieles a las desarrolladas por John Byrne y Marv Wolfman. De hecho, hasta nos explican cómo obtiene Luthor la kryptonita para su famoso anillo. Hasta ahí, todo joya. Esto encajaría perfecto entre mediados y fines del primer mes de Superman como residente de Metropolis. Hasta que ves el Krypton que dibuja Tim Sale y a Jor-El con la vinchita y se va todo a la mierda. Ah, no! Perdón! Ya se había ido todo a la mierda al final del cuarto episodio, cuando aparece un robot de Clark Kent que interactúa con Superman y Jimmy Olsen, que se come el engaña-pichanga sin sospechar para nada que ahí había gato (o androide) encerrado! Ese truco berreta, oprobioso y digno de la época de Mort Weisinger no se podría haber hecho nunca en la etapa de Byrne y Wolfman, y sin duda es el punto más flojo de esta saga.
El resto del guión es entre muy bueno y excelente. Cooke entiende perfectamente a los personajes: nos brinda un Superman humano, creíble, vulnerable; una Lois sensual y astuta, un Luthor inescrupuloso e implacable, unos Ma y Pa Kent tiernos y queribles y un Jimmy Olsen con mucha, mucha chapa. El misterio de Tony Gallo, que anima buena parte de la trama, se resuelve de un modo totalmente inesperado: uno cree durante casi toda la obra que el recurso de Cooke de dejarle narrar parte de la historia en primera persona a un cacho de kryptonita es un giro retórico, una prosopopeya arriesgada pero efectiva. Sobre el final, el guionista ofrece un volantazo, una revelación impactante y una resolución insólita (y a la vez emotiva), de esas que cuando el que las firma es Alan Moore, nos quedamos boquiabiertos, atónitos, estupefactos y hablando maravillas durante años. Esta es la primera historia extensa que Cooke escribió para que la dibujara alguien que no fuera él mismo y la verdad es que demostró que no sólo es un crack como dibujante.
Y sí, uno se imagina Kryptonite dibujada por el propio Cooke y se derrite de la emoción. Sin embargo, el trabajo de Tim Sale es magnífico, con dos cosas que quiero destacar. La primera es obvia, y es lo bien que se complementa el trazo del dibujante con los colores del maestro Dave Stewart, el mago del photoshop al que tantas historietas vimos jerarquizar con su paleta. Acá el combo Sale-Stewart se ve afiladísimo en toda la obra, y estalla con sublime majestad en los flashbacks, en esos fragmentos virados a los colores opacos y combinados con el verde fluo de la kryptonita. En segundo lugar, en esta saga Sale se cura de su vicio más espantoso, ese que figura de modo omnipresente, conspicuo y molesto en las historietas que comparte con Jeph Loeb: la doble página con una sóla viñeta, esa especie de poster en la que aparecen una o dos figuras a tamaño gigante y algo parecido a un fondo para rellenar, a veces con bastante texto y a veces sin siquiera esa excusa. Esta vez hay que fumarse una sóla de esas doble splash, en el primer episodio, la primera vez que vemos a Superman en acción. Y en todo el resto de la saga, Sale aparece más contenido, ajustado a grillas más tranquis en las que no puede renunciar nunca a la narrativa para derrapar en el super poster. Pero la verdad que se lo ve muy cómodo tanto en las escenas intimistas como cuando explotan la machaca y la grandilocuencia. La escena de Superman casi ahogado en un río de lava, tratando de emerger de las profundidades de un volcán, es tan memorable como esos primeros planos de Lois, seductora y cautivante como pocas veces, o esas secuencias del crepúsculo en la granja de los Kent.
Si sos fan de Superman, no tengo dudas de que esta saga te va a emocionar. Si sos fan de Cooke o de Sale, también, vas a flashear. Y si no sos fan de ninguno de los tres, no sé si te recomiendo Kryptonite. Lo más probable es que no. Pero la pregunta es, ¿queda algún fan del comic que no sea fan de Darwyn Cooke?
Published on March 17, 2013 13:47
March 16, 2013
16/ 03: ETNICA Vol.3

Hay mucho material argentino. Está la ya clásica El Mago Fulano (de Trillo, Maicas y Lucas Varela), hay dos aventuritas muy cortas de Cazador que hicieran Lucas y Ramírez para sendos comic-books editados por Deux hace unos años, una breve historieta de Alejandro Aguado que bien podría haber formado parte de sus Episodios Patagónicos, tres páginas de El Toto (otro frecuente colaborador de La Duendes) que levantan muchísimo gracias a la posibilidad de trabajar a color, y cuatro páginas de Orquídeo Maidana, de José Massaroli, también con el atractivo extra del color, aunque se nota bastante que la historieta es apenas un fragmento de una serie más larga, realizada por el autor en 1996. Y para mi sorpresa, apareció un autor argentino al que yo desconocía. Se llama Guillermo Fabián, viene del colectivo tucumano Dibutopía (capitaneado por el maestro César Carrizo) y su historieta, centrada en el mítico Ekeko, fue una muy grata sorpresa.
Hay un argentino más, el guionista Pablo Barbieri (a quien ya vimos en alguna antología de La Duendes), esta vez en equipo con Diego Rondón Almuelle, un dibujante peruano con talento para el color digital, al que todavía le falta un poquito de anatomía y sobre todo de narrativa.
Esta entrega de Etnica tiene una importante presencia de autores mexicanos. Ya desde la portada, tenemos una hermosa ilustración de Francisco Herrera y Leonardo Olea. Adentro, hay una historieta muy cortita pero muy buena de Egdar Clement (gran artista e íntimo amigo de Humberto Ramos), una bastante atractiva de Hugo Arámburo (a quien vimos la vez pasada en Comikaze) y una con guión de Bernardo Fernández (ese cuyo aporte a Comikaze me había encantado), pero que no la dibuja él mismo, sino Ricardo “Micro” García. Es una historieta más de bajada de línea que otra cosa (habla sobre discriminación y violencia en el ámbito universitario, o en el CBC, no se entiende mucho si uno no es mexicano), con un dibujo limpito, muy lindo, super profesional.
Como en los números anteriores, Paraguay está representado por el maestro Roberto Goiriz (que acá aporta una breve historieta que ya vimos en su libro de la colección Grandes Humoristas Paraguayos) y Venezuela, al jugar de local, cuenta con dos colaboraciones de Edixon Rodríguez, fundador de Etnica, y una de Yilly Arana, un autor que dibuja bien, narra mejor y al que le falta por un lado un guionista y por el otro zarparse un poquito más en la búsqueda de un grafismo más personal. También participa el venezolano Ramón Siverio, con una historieta que intenta transmitir un mensaje fuerte, de mucho compromiso, pero se tropieza con varios problemas en la narrativa y un traspaso de color a blanco, negro y grises que le resta lucimiento a un dibujo que ya de por sí era bastante limitado.
No sé si este número me gustó más que el anterior. Capaz que no. Pero se nota que de a poco Etnica se va afianzando, ya no hay material desastroso de ese que te hace decir “¿Cómo pueden publicar esto al lado de trabajos de maestros como Trillo, Goiriz o Massaroli?”. Me gustaría que en todos los números hubiesen colaboraciones de autores uruguayos, colombianos, chilenos, brazucas, bolivianos... para que se repitan un poquito menos los países, y para leer más material que no conozco, porque en general, los autores argentinos aportan trabajos que uno ya leyó. Aún así, me imagino el kilombo que debe ser coordinar un proyecto de esta envergadura y digo “Nah, no jodamos. Así está muy bien. Ya habrá más variedad en la próxima entrega”. Etnica todavía tiene margen para mejorar, aunque está clarísimo que hoy no hay ningún proyecto que se le acerque ni que le haga la más mínima sombra en materia de difusión de la historieta latinoamericana. Si te interesa el tema, sabés que acá hay una publicación que lo toma, lo trabaja y lo muestra con una dedicación y un esfuerzo enormes. Aguante.
Published on March 16, 2013 17:00
March 15, 2013
15/ 03: LA HISTORIETA DE LA DEMOCRACIA

Este libro, que creo que es el último que se editó con Viuti vivo, recopila mayoritariamente tiras de Teodoro & Cia, la historieta que publicaba desde 1980 en la contratapa del Clarín. Llamativamente, las primeras tiras no son de 1980, sino que arrancan en la segunda quincena de Diciembre de 1983, es decir, en los albores mismos de la presidencia de Raúl Alfonsín. Ya desde el título, el libro está pensado como un rescate de las tiras de Teodoro & Cia que funcionaron como crónica de esos años, y así veremos a los personajes de Viuti opinar sobre todos los temas importantes que conmovieron a la opinión pública hasta llegar a fines de 1987. Y acá es donde este libro divide aguas y se vuelve plausible de lecturas que nada tienen que ver con la jerarquía de Viuti como humorista o como dibujante.
En el 95% de las tiras en las que se habla de lo que pasa en el país, los personajes subrayan lo mal que está todo, el desastre económico, las penurias por las que pasan los laburantes para llegar a fin de mes, lo poco que cambió todo desde que se fueron los milicos... Viuti toma partido desde el primer y día se planta claramente enfrente (y un cachito a la izquierda) del gobierno de Alfonsín. Y desde ahí, pega, pega, pega y nunca deja de pegar. O sea que, según cuál sea tu evaluación personal de aquellos años y aquel gobierno, podés responder “Qué fenómeno Viuti, qué huevos!”, “Este tipo era un alienígena que vivía en otro país”, “Era un visionario, un vanguardista que vio lo que en esa época pocos veían”, “Se zarpa y exagera, la cosa no era tan heavy”, o incluso “Era un sicario de Magnetto, operado desde arriba para machacar con el Operativo Desánimo desde la página de los chistes”.
Lo que más me gustó del libro son dos “sagas”, dos secuencias, una de más de 40 tiras y otra de 15, que en realidad son monólogos de González Iturry, un personaje a través del cual Viuti desnuda en primer lugar el entramado de los políticos y sus apariciones públicas: cómo se escriben los discursos, cómo se ensayan hasta los gestos, cómo se rosquea con los programas políticos para convertir a las apariciones televisivas de los candidatos en herramientas proselitistas, etc. Y en segundo lugar, toda la runfla de las encuestas electorales: quién las paga, para qué sirven, cómo y por qué se manipulan para beneficiar a uno u otro candidato, etc. Estos son textos claros, concisos, sin la más mínima ironía. Acá Viuti no baja línea ni a favor ni en contra de ningún partido, simplemente expone verdades en estado puro, desde un lugar para nada ingenuo pero tampoco pasado de cínico. Teodoro aparece sólo en la última viñeta de cada una de estas tiras, para tirar un remate gracioso invariablemente basado en un juego de palabras.
En cuanto al dibujo, acá tenemos a otro alumno avanzado de Copi. El trazo de Viuti es minimalista, despojado, anti-virtuoso, sin detalles, sin laburo en las expresiones de los rostros, a veces con una línea que ni siquiera termina de definir los contornos de los personajes y los objetos. Todo se resuelve en plano general, plano medio y primer plano, y como los personajes son bastante sedentarios y habitan un ámbito de rutina, las poses se repiten como si Viuti en vez de dibujarlas aplicara sellitos. Para lograr los efectos que uno busca con tan pocos recursos, hay que tener un manejo molecular del timing y, por supuesto Viuti lo tenía. Y cuando quería mostrar vuelo y versatilidad, lo hacía en sus páginas de humor mudo para La Nación, de las que este libro reúne apenas un puñadito.
Como yo jamás leí el Clarín, casi no había consumido a Teodoro & Cia. En este libro me encontré con una tira que, si bien me arrancó unas cuantas sonrisas, me sorprendió por su crudeza, por su clima apático, en el que predominan la derrota y el bajón. Si querés redescubrir a la “primavera alfonsinista” en clave de otoño inclemente, triste y crepuscular, no busques más: Viuti ya hizo el experimento y lo podés encontrar, disfrazado de tira cómica, en Teodoro & Cia.
Published on March 15, 2013 17:19
March 14, 2013
14/ 03: GROO: MIGHTIER THAN THE SWORD

Mightier than the Sword es de 2002 y creo que de todas las miniseries editadas por Dark Horse es la que más me gustó. Tiene un sólo punto flojo: Sergio Aragonés y Mark Evanier no le abren el juego a ninguno de los maravillosos personajes que componen el elenco de secundarios de Groo. Está todo jugado al guerrero subnormal, obviamente acompañado por su perro Rufferto, y –acá sí, puntazo a favor- hay un rol importante para Pipil Khan, tal vez el más atractivo de los villanos recurrentes que Groo supo amasar en 30 años de errática trayectoria. El resto, son todos hallazgos por parte de Aragonés y Evanier, todas decisiones acertadas que logran que Mighty than the Sword cumpla los dos objetivos que la dupla se plantea para todas las sagas de Groo de esta etapa: hacernos reir (mucho) y dejarnos pensando en un tema delicado.
Esta vez el tema en cuestión es fascinante y especialmente picante en la Argentina de hoy. Los autores nos invitan a pensar –obviamente en tren de joda- en el desfasaje bestial que se da entre lo que sucede en la realidad y lo que muestran los medios periodísticos. Aragonés y Evanier introducen en este universo pseudo-medieval una imprenta, medio precaria, pero imprenta al fin, que –hábilmente manipulada por el principal villano de la historia- se convertirá en un poderoso instrumento de desinformación y en la principal aliada de este avechucho inescrupuloso, capaz de todo con tal de quedarse con el imperio de Pipil Khan. ¿Qué pasa cuando la información que recibe el pueblo es falsa? ¿Qué pasa cuando el periodismo deja de ser un vehículo de información y se transforma en una gigantesca trampa para manipular boludos? ¿Hasta dónde existe la prensa como expresión de la libertad y cuándo se corrompe para convertirse en una empresa cuyo fin principal es el lucro? Entre muchísimos chistes excelentes y muchísimas escenas desopilantes en las que Groo masacra a ejércitos enteros, Aragonés y Evanier responden todas estas preguntas.
En apenas 96 páginas, tenemos desarrollada toda esta afiladísima bajada de línea acerca del rol del periodismo, y además una aventura compleja, con cuatro villanos, un final sorprendente, muchas peripecias delirantes, escenas que se centran en la intriga palaciega, en la vida de la gente común bajo el régimen de de Pipil Khan, y los clásicos enredos y malos entendidos que siempre terminan con desastres a gran escala obviamente desencadenados por Groo. Acá el argumento saca provecho de dos elementos tomados del pilón de los back issues: por un lado, el hecho de que Pipil Khan, acérrimo enemigo de Groo, nunca se haya visto cara a cara con nuestro mentecato favorito. Y por el otro, aquel episodio fundacional (creo que el 100 de la etapa en Epic), en el que el anciano Abecedario le enseña a leer a Groo, resulta importantísimo para que avance una trama en la que el texto impreso cobra una especial relevancia.
Y mientras comparte todas estas genialidades con Mark Evanier, el maestro Aragonés se arremanga y la rompe él solito a la hora de dibujar páginas y páginas repletas de detallitos microscópicos, en ese estilo que lo caracteriza hace décadas y que lo puso allá arriba, entre los referentes fundamentales de la historieta humorística a nivel mundial. Por supuesto lo ayuda el incombustible Tom Luth, el tipo que con enorme criterio y paciencia santa colorea viñeta tras viñeta para realzar y hasta en un punto organizar la “verborragia gráfica” de un Aragonés ya setentón que parece no cansarse nunca de dibujar. El resultado no deja de asombrarnos ni siquiera a los que seguimos a Groo casi desde el principio.
Sí, extraño con nostalgia los gloriosos tiempos en los que todos los meses salía un comic nuevo de Groo. Ahora cada saga nueva es un “Ohhh! Sale una nueva mini de Groo!”, esa sensación de suceso único e irrepetible que en los ´80 y ´90 se produjo, por ejemplo, cuando además de bancar una serie mensual durante más de 10 años, Aragonés y Evanier se mandaron dos novelas gráficas del mega-carajo. Pero no está mal, esto de esperar un año (o a veces más) para leer una nueva saga que nunca llega a las 100 páginas. Es una forma de subrayar que Groo no es un comic más, no es un producto del montón, salido de la máquina de hacer chorizos. Es una historieta única, guiada de principio a fin por una dupla creativa que sobrevive a las décadas, a las modas y a las editoriales. Un clásico contemporáneo con todas las letras, una joya que –por suerte- sigue vigente para los que la bancamos hace mil años y accesible para todos los que se quieran sumar. Hoy, mañana, cuando pinte. Por siempre Groo.
Published on March 14, 2013 18:24
March 13, 2013
13/ 03: BANDO DE DOIS

Bando de Dois es una historieta atípica para el mercado del Coloso de Sudamérica porque, fuera de los trabajos que realiza una creciente legión de dibujantes para las grandes editoriales de EEUU, casi no hay obras que se metan con la temática aventurera. Los autores brazucas que publican sólo en su país suelen ir mucho más para el lado del humor, la sátira, el slice of life, las adaptaciones de clásicos de la literatura o la fumanchereada under, pensada para ser decodificada por el autor y –a lo simo- cuatro amigos suyos. Sin embargo, con muchísimo más talento que pretensiones, Danilo Beyruth se despachó con estas 92 páginas que reconcilian a la historieta brasilera con lo mejor del comic de aventuras, en una magnífica traslación de las convenciones del western (por ahí del spaghetti western) a la época de los cangaçeiros, aquellos temibles bandoleros que asolaron vastos territorios del noreste de Brasil entre los siglos XIX y XX.
La historia que propone Beyruth es simple, concisa, fácil de resumir. En todo caso, la complejidad, los pliegues, los matices, están en los personajes centrales. Los protagonistas de Bando de Dois, Tinhoso y Cavêra, no son héroes ni mucho menos. Son bandidos, asesinos, sin el menor resquemor a la hora de cometer delitos escabrosos. Y son, además, sobrevivientes. Toda su banda fue exterminada por la milicia a la órdenes del Teniente Honôrio y ahora su misión es evitar que este milico exhiba públicamente las cabezas cortadas de sus compañeros a modo de festejo, de constatación de su triunfo sobre los cangaçeiros. Los bandoleros, entonces, buscarán escupirle el asado al Teniente y preservar –de algún modo- la dignidad de sus camaradas muertos y decapitados. Son sólo dos contra toda una cuadrilla de hombres armados, pero como está en juego el honor de la banda, no les importa un carajo.
Con este elenco (integrado sólo por personajes masculinos) y este conflicto, que va in crescendo hasta resolverse en una encrucijada a todo o nada en el pueblito de Nova Nazaré, Beyruth nos sumerge en un territorio agreste y una historia... también, bastante agreste, enchastrada de violencia y grim ´n gritty. La narrativa está perfectamente pensada para manipular nuestras sensaciones y hacernos sentir el calor, el cansancio, todas y casa una de las cosas que les toca vivir (y hasta alucinar) a Tinhoso y Cavêra. Para eso, Beyruth pela desde splash pages dobles hasta páginas de 8 y 9 cuadros, secuencias mudas alucinantes, páginas enteras de “widescreen” (viñetas horizontales), una devastadora variedad de enfoques y unas angulaciones zarpadísimas.
El dibujo es impresionante: una mezcla perfecta entre Will Eisner y el Pasqual Ferry de la mejor época, de cuando hacía sus propias historias para el mercado español. Las escenas de acción van un poquito más para el lado de los dibujantes clásicos del mainstream yanki (alguna pizca de John Buscema, ponele) y el trabajo con las tramas mecánicas es soberbio, hay poquísimos dibujantes que pueden hacer lo que hace Beyruth con las tramas mecánicas. También hay que destacar la reconstrucción gráfica de estos de tiempos violentos y (no tan) remotos, plasmada en infinidad de detalles cuidadísimos en vestimentas, armas, arquitectura y vehículos. Acá hay tanto Siglo XIX, tanto desierto, tanto plomo y tanto protagonista jodido, que quiero ver YA una historieta de Jonah Hex dibujada por esta bestia.
Desde que este libro se editó en 2010, no paró de cosechar excelentes críticas y premios prestigiosos. O sea que no lo compré a ciegas, ni aguzando el olfato. Sabía –por comentarios de amigos y colegas- que se trataba de un material posta-posta. Lo que no me imaginaba es que fuera TAN bueno. Espero ansioso nuevas obras de Danilo Beyruth, y ojalá se concrete la edición argenta de Bando de Dois, así mucha más gente puede disfrutar de este canto (visceral y desafinado) a la dignidad de los forajidos, a la valentía de estas fieras indomables. A la hora de los corchazos, si el que lidera la banda es Beyruth, somos mucho más que dois.
Published on March 13, 2013 17:46
March 12, 2013
12/ 03: VITAMINA POTENCIA

Y juro solemnemente que Federico Reggiani NO estaba ahí, y que jamás comenté con él (a quien en el ´97 conocía sólo por carta, creo) esta experiencia. ¿Cómo hizo el guionista platense para entender a la perfección qué pasaba con los luchadores cuando se bajaban del ring, cuando se hacía más espaciado el aplauso, cuando las luces de la fama los dejaban de encandilar? No tengo idea. Vitamina Potencia trata exactamente de eso. Astutamente, Reggiani cambia el sedentarismo de un backstage por la emoción (tranqui, lo-fi, pero emoción al fin) de la ruta, para hablar de lo mismo: de la vida de los luchadores de catch en los tiempos en los que a nadie parece interesarle los épicos combates entre los colosos del cuadrilátero. Las aventuras de Milton Kovadonga y el Lagartija Gómez, ambientadas en un 1994 en el que el furor de Vitamina Potencia es apenas un tenue recuerdo, son tan humanas, tan divertidas y tan impredecibles como las mejores anécdotas que narraban los veteranos Titanes en aquel vestuario de Ferro.
Reggiani acierta también al acotar el elenco: esta misma historia, con seis o siete protagonistas en vez de dos, se empantanaba rápido. Al trabajar sobre dos protagonistas, puede darle a cada uno de ellos una carnadura mucho más power, más creíble, y además darle más aire a las peripecias, acumular más secuencias en las que “no pasa nada”, a las que el titán de Tolosa les saca un jugo inmenso. Por momentos, el tema del catch pasa a un segundo plano y Reggiani se dedica a contar breves historias de la vida cotidiana en los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, en las que Kovadonga y Gómez apenas cumplen roles secundarios. Son historias chiquitas, pero que, a fuerza de excelentes diálogos y situaciones originales, no pierden en lo más mínimo el interés. Y por si faltara algo, mecha secuencias del pasado, flashbacks a la época en la que Vitamina Potencia era un éxito arrollador, con millones de fans en toda Latinoamérica. Con humor, sensibilidad y un afiladísimo sentido de la observación, Reggiani logra que, a lo largo de casi 100 páginas, estos dos cincuentones baqueteados vuelvan a brillar como auténticos campeones en historias que te hacen la Doble Nelson y no te sueltan hasta que no llega el final.
Como en tantos otros combates, a Reggiani lo acompañan los dibujos de Angel Mosquito, uno de los pocos tipos que eran tan buenos cuando empezaron en el under, que cuanto menos evolucionan más me gustan. La estética de Mosquito es inmediatamente reconocible e increíblemente idónea para retratar la berretada, el medio pelo, el “lo atamo´con alambre”. A su impecable manejo del blanco y negro, suma (a partir del segundo tercio de la obra) un trabajo notable con las tramas mecánicas, que le suman profundidad al dibujo y le permiten aflojar un poquito con las rayitas finitas del plumín, que en el primer episodio casi se morfan a las figuras. Mosquito le da muchísima bola a los fondos, no deja afuera ningún detalle de esos que contribuyen a situarnos ya sea en los ´70 o en los ´90, y acá dibuja con mucha solvencia algo que no abunda en sus otros trabajos: los cuerpos en movimiento, los combates físicos. Y como siempre, se luce en las expresiones faciales que son, definitivamente, su punto más fuerte.
La lectura de Vitamina Potencia en libro es una experiencia alucinante, lo disfruté mucho más que cuando la seguía capítulo a capítulo en la Fierro. Se nota más la riqueza de los protagonistas, el desarrollo de los secundarios, la variedad de recursos que despliegan Reggiani y Mosquito para sorprendernos... La verdad, un librazo. Y lo más lindo está al final, en la última viñeta de la última historieta, donde dice “Fin del Libro 1”, lo cual deja la puerta abierta para que Kovadonga, el Lagartija, Lucía y el resto regresen con nuevas aventuras, para beneplácito de la hinchada. Si nunca vuelve Vitamina Potencia, o si este libro no vende fortunas, estaremos ante una injusticia más terrible que cuando William Boo hacía tonga para que ganaran los malos.
Published on March 12, 2013 13:47
March 11, 2013
11/ 03: X-MEN VIGNETTES Vol.1

Este es el Claremont definitivo, el imbatible, el tipo capaz de crear las más ambiciosas epopeyas cósmicas, y además breves pero intensas no-aventuras del género slice of life. El tipo que le dio a los superhéroes una humanidad y una tridimensionalidad que nunca antes habían tenido, el que respetó como nadie la consigna de armar las sagas DESDE los personajes y no crear amenazas frutihortícolas, descolgadas de la palmera, para mandarlas a pelear contra los héroes, simplemente porque estos están aburridos y justo ese día no hubo maremotos, terremotos, ni erupciones volcánicas. La Gran Claremont es la de meterse a full en la mente de estas criaturas de papel y tinta y tratar de mostrarnos, sin salir de la historieta, la ficción y la aventura, un mapa de la psiquis de cada uno de ellos. Como el personaje de los X-Men que lee mentes es Jean Grey, no sorprende a nadie que las más notables de estas historias cortas sean las que tienen como protagonista a la pelirroja: en la primera, Claremont arma la amistad entre Jean y Storm (y se mete en la psiquis de Ororo para explicar su claustrofobia). La segunda (y para mi gusto la mejor) narra la previa de un encuentro romántico entre Jean y Scott Summers en 12 páginas sin textos, absolutamente memorables. La tercera desentraña la transformación de Marvel Girl en Phoenix, esa que sucede a bordo de una nave tripulada por la colo, en una secuencia que expande (y legitima) las explicaciones que nos dieran otros guionistas de por qué y cómo sobrevivió Jean, en la previa al lanzamiento de X-Factor. Y la cuarta gira en torno a la relación con Misty Knight, con Jean ya transformada y todavía medio virgen en el manejo de los inmensos poderes del Phoenix.
Además de esas cuatro joyitas, hay un par de esos unitarios medio bajoneros tan típicos del Claremont de los ´80, esos en los que el guionista baja línea con historias profundas, melancólicas, con avalanchas de bloques de texto tan poéticos como verborrágicos. Tres de esos me gustaron mucho: el de Colossus y la bailarina, el de Nightcrawler y el pibe que tiene cáncer y el flashback al pasado de Magneto, con ese broche de oro que nos lo muestra (una vez más) tanteando a ver qué onda el camino de la redención. El resto, sin aportar demasiado, no está mal. Creo que la única historia floja es la de Wolverine y Sabretooth.
Los 13 episodios están dibujados por el maestro John Bolton en su estilo realista, bien concentrado en los climas, con momentos de asombroso virtuosismo, aunque a veces opacado por la labor de los coloristas. Por ahí no están todos los fondos que uno hubiese querido ver, pero el laburo en cuerpos y rostros es tan sólido, que está todo bien. La historieta mejor dibujada es la del Hellfire Club, que nos narra cómo Sebastian Shaw da un golpe de estado y toma las riendas de la sombría organización. En la reseña del Vol.2 yo decía que se notaba que a Bolton no le interesaban demasiado las escenas de acción, ya que ponía más pilas en las otras, las de clave tranqui e intimista. Acá el maestro me cerró bien el orto: este episodio, el del Hellfire Club, es el más violento del tomo, el más jugado a la machaca, y el que ofrece mayor lucimiento por parte del británico. Por supuesto, en la historieta 100% muda, Bolton aprovecha que no tiene que compartir protagonismo con los abundantes textos de Claremont y deja la vida en cada viñeta. Ahí también hay muchas secuencias de altísimo vuelo, en las que el dibujante da cátedra.
Y lo más lindo: además de estar muy bien por sí mismas, estas breves historietas están pensadas para complementar a los 13 primeros episodios de los X-Men escritos por Chris Claremont, es decir, a comics inolvidables, que le trajeron aire nuevo al género de los superhéroes allá por mediados de los ´70, cuando el mainstream olía peor que el túnel que conecta las estaciones Callao y Tribunales de la línea D. Por si faltara algo, mientras aquellas gemas setentosas exponían las (no tantas) limitaciones de Dave Cockrum, acá el dibujo está en manos de un John Bolton inspiradísimo, 100% compenetrado con el giro que Claremont se propone darle a las historias. Estas “vignettes” (que alguna vez fueron los back-ups de la revista Classic X-Men) me recordaron por qué estaba buenísimo ser fan de los mutantes a mediados de los ´80. Y por segunda vez (porque ya las había leído, hace más de 25 años) me hicieron feliz.
Published on March 11, 2013 11:21
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