Omar G. Villegas's Blog, page 11
March 20, 2015
Sólo me he enamorado una vez
Tengo 35 y sólo me he enamorado una vez. Fue hace poco (considerando que algo más de un año pasa vertiginoso). Su nombre tiene una vocal de inicio y una arroba en Twitter e Instagram, pero esas sólo las conozco yo. Nadie más. Y pienso mantenerlas en secreto hasta final de mis días. Así como algunos recuerdos, como su gesto al dormir o al tener un orgasmo

S��lo me he enamorado una vez
Tengo 35 y s��lo me he enamorado una vez. Fue hace poco (considerando que algo m��s de un a��o es un suspiro). Su nombre tiene una vocal de inicio y una arroba en Twitter e Instagram, pero esas s��lo las conozco yo. Nadie m��s. Y pienso mantenerlas en secreto hasta final de mis d��as. As�� como algunos recuerdos, como su gesto al dormir o al tener un orgasmo

March 19, 2015
La otra cara del melodrama
Se estren�� la obra ���La tercera vida de Victoria��� en el Teatro La Capilla. El autor es el joven dramaturgo y actor Kerim Mart��nez (1979), quien en el programa de mano explica claramente sus motivaciones con este montaje que tambi��n dirige.
Kerim considera que los mexicanos somos sumamente melodram��ticos, en gran parte debido a la televisi��n que, al contarnos ���una misma historia��� v��a las telenovelas, claro, ���nos ha convertido en personajes simples, atentos ��nicamente a la emoci��n desmedida y rara vez al pensamiento o la toma de decisiones���.
Es por eso que ��l retom�� este g��nero plagado de personajes impactados por cat��strofes, desamores y eventos desafortunados para darle un giro de tuerca. Darle una intenci��n diferente a aquella desbordada de villanas gritonas, hero��nas estoicas y galanes en corceles con una muy lenta capacidad de reacci��n.
En ���La tercera vida de Victoria��� se presenta una historia, digamos, protot��pica del melodrama a la mexicana: una madre (siempre una madre) conflictuada con el pasado y en busca del amor, una villana que trata de quit��rselo, hijos ileg��timos nacidos en el silencio, rencores hacia el padre, galanes totalmente v��ctimas de las circunstancias, algo de pasi��n y muchos silencios inc��modos, tensiones y secretos.
Sin embargo, la presentaci��n es distinta. Aqu�� no se ven gesticulaciones exageradas, gritos desesperados, llantos incontrolables. Kerim, seg��n nos platicaba al final de la funci��n a un grupo de amigos, cuid�� y exigi�� la contenci��n. El no desbordarse pero sin, por ello, dejar de lado las situaciones melodram��ticas. El resultado es muy afortunado.
La m��sica en vivo, la brevedad (dura alrededor de una hora con 20 minutos sin intermedio), las acotaciones dichas en vivo por los actores, una escenograf��a sustentada en pocos elementos que, m��s que explicitar, sugieren, hacen de esta obra entretenida y un ramillete de matices y m��scaras que le dan una profundidad superior a muchas de las telenovelas actuales.
Menci��n aparte merecen los di��logos que tienen un ingenio tan chispeante como las luces de ne��n. No me cabe duda que Kerim es afecto a la ���cultura popular��� y se nota es esas conversaciones tan frescas y melodram��ticas de la obra, mas no por ello faltas de iron��a e inteligencia. Otro punto a favor de una obra muy disfrutable que escapa de la grandilocuencia acartonada o de las sentencias aplastantes.
(Texto para El D��a, marzo de 2015. Foto tomada de la cuenta de Twitter de Kerim Mart��nez)
���La tercera vida de Victoria��� se presenta los viernes a las 20:30 horas en el Teatro La Capilla hasta el 24 de abril.

February 24, 2015
Dios y la ciencia. ��La conciliaci��n?
Comenc�� a revisar con entusiasmo ���Por qu�� la ciencia no refuta a Dios��� (Taurus, 2014) del divulgador de la ciencia y matem��tico Amir D. Aczel. Me atra��a inmensamente la premisa de reconciliar (al menos intentarlo) a la ciencia con la religi��n. Dicho de otro modo, a los cient��ficos ateos con la pr��ctica de la fe.
Sin embargo, el libro m��s que conciliatorio es confrontativo. Obviamente cuestionar no tiene una carga negativa necesariamente. Y el texto, tanto en tono como en forma, se dedica a aportar datos que sugieren que ���la ciencia a��n no proporciona evidencias definitivas que invaliden la existencia de Dios���.
Aczel se lanza en una cruzada contra ���los nuevos ateos���, es decir cient��ficos como Richard Dawkins, Lawrence Krauss y Christopher Hitchens, quienes han escrito encendidos ensayos que niegan que Dios exista y que critican a la religi��n sustent��ndose en teor��as como la de la evoluci��n para explicar la Vida.
Creo que ya estamos en un periodo de la historia en el que somos capaces de reconocer que existen vasos comunicantes entre ambos terrenos, pero siguen siendo confusos y los puentes muy inestables. Y caer en cualquier extremo, sobre todo en el de la religi��n, sigue llevando a tragedias. Muertes y agresiones.
Es interesante que un cient��fico ponga sobre la mesa los l��mites de la ciencia y el conocimiento humano y los prejuicios que existen entre algunos integrantes de su gremio hacia la fe. Es necesario, incluso, porque vislumbrar l��mites capacita para sobrepasarlos y porque, tambi��n hay que decirlo, quienes se dedican a ciencias naturales y exactas en ocasiones desarrollan una prepotencia contra los creyentes.
Pero el tono de Aczel es similar al de los ateos que descalifica. Eso le resta al texto la capacidad de propiciar la comprensi��n mutua. Recurri�� a los mismos rasgos del discurso que quiere desestructurar. Aunque todos los datos de arqueolog��a b��blica, historia o su listado de descubrimientos cient��ficos en un contexto religioso son sumamente interesantes, de pronto parece que los acomoda para validar sus argumentos. Es cuesti��n de leer con cuidado.
Sin embargo, el autor de ���El ��ltimo teorema de Fermat��� propone una perspectiva interesante, aunque no perdamos el escepticismo. Si bien hay fen��menos que a��n salen de nuestra comprensi��n, tampoco podemos olvidar que la religi��n, sobre todo en los mil a��os de la Edad Media, se convirti�� en un lastre para el desarrollo del conocimiento cient��fico y que la Iglesia, en medio de una suerte de dictadura moral, cometi�� actos de barbarie contra ciudadanos y contra la innovaci��n cient��fica. Por supuesto que no se puede denostar sin m��s a un periodo tan completo y enorme. Hay matices. Pero tampoco se puede negar lo anterior.
La ciencia tuvo que ser contestataria para romper con la hegemon��a de la Iglesia. No hab��a de otra. As�� se mantuvo, as�� progres��. Y ahora que, pese a lagunas y encrucijadas pendientes, el laicismo tiene un sitio visible en las sociedades contempor��neas, se le puede mirar desde ��ngulos novedosos no con afanes destructores, ojo, sino para fortalecerlo mediante el enriquecimiento que le podr��a dar una comunicaci��n con terrenos como la religi��n.
En eso podr��a ayudar el libro de Aczel o en eso apoya otro libro, ese s�� m��s conciliatorio, como ���El bonobo y los diez mandamientos��� (Tusquets), de Frans de Waal, quien sin pisotear creencias religiosas expone con estudios cient��ficos que hay comportamientos y emociones como la empat��a o la solidaridad que no son exclusivas de los humanos y explica su desarrollo y funcionamiento.
Como dice Waal, la religi��n es m��s antigua que la ciencia en la acepci��n conocida. No se puede querer derribar la tradici��n s��lo desde����ndola. Mejor enriquecerla con conocimiento. Igual a la ciencia. Esa retroalimentaci��n no ha sido ni ser�� tan f��cil, pero vale la pena el esfuerzo.
(Texto para El D��a, febrero 2015)

Norberto Bobbio. Revisiones
En tiempos de reflexi��n transversal, de avistamientos panor��micos, de mezcolanza ideol��gica, de libertinaje conceptual, que en ning��n sentido condeno sino que incluso aplico, cae bien algo de claridad y contraste. Sobre todo si se habla de teor��a pol��tica, un campo que en el discurso es uno y, otro muy diferente, en el ejercicio.
Digo esto por la reedici��n de ���Derecha e izquierda��� del pensador italiano Norberto Bobbio (1909-2004). Taurus rescat�� este best seller a prop��sito de su 60 aniversario. Una fortuna que lo haya hecho. Especialmente porque la edici��n es complet��sima y contribuye a comprenderlo a cabalidad.
Se incluy�� un estudio introductorio y las introducciones del propio autor a las ediciones italianas, la primera de 1995 y a la de 1999. As�� como ensayos de ��ndole hist��rica, notas y un ��ndice onom��stico. Todo el arsenal necesario para desplegarlo.
En su momento, el autor de ���Pol��tica y cultura��� y ���Teor��a general del derecho��� fue criticado por esta publicaci��n. Se le acusaba de superficial por la brevedad del texto (que yo aplaudo) o incluso por anacr��nico en el sentido de que retom�� una dicotom��a aparentemente desfasada o ya resulta. No era ni a 20 a��os de distancia es as��.
Retomar el libro de Bobbio es deseable, en primera instancia, para tener claro de lo que se habla en estos tiempos de nebulosidad cr��tica en que las definiciones se han echado al mismo taz��n y se utilizan sin demasiada distinci��n.
Bobbio nos gu��a con una accesibilidad espl��ndida por la teor��a pol��tica y nos ayuda a situarnos y comprender nuestros sistemas pol��ticos, no s��lo a los especialistas sino tambi��n a nosotros los ciudadanos que, eso s��, debemos de asumir la obligaci��n de informarnos y formarnos para opinar pero, m��s que nada, entender y no permitir que nos mareen con discursos enga��osos, advenedizos o tontos. Anacr��nicos.
(Texto para El D��a, febrero de 2015)

Latinoam��rica negra
El joven escritor brasile��o Daniel Galera (1979) emprendi�� un proyecto literario muy sabroso. Convoc�� a 13 escritores de 10 nacionalidades distintas a escribir una historia de suspense ambientada en sus pa��ses. Esto origin�� la antolog��a ���Latinoam��rica criminal. Trece relatos seleccionados por Daniel Galera para la revista McSweeney’s���.
El objetivo del antologador es mostrar la riqueza de la literatura latinoamericana contempor��nea que, seg��n parece, a 50 a��os de distancia a��n no ha logrado sacudirse al Boom que se volvi�� un peso, un estigma para los escritores de la regi��n. Y eso que ya ha habido generaciones de ruptura como los del Crack en M��xico.
Bien, pues aqu�� Daniel se acerca a la literatura negra, un g��nero que ha cobrado protagonismo, sobre todo entre los lectores gracias a la literatura n��rdica donde se ha ejercido con enorme fortuna. Entre los elegidos est��n nombres conocidos y, en ese sentido, nada sorpresivos como el peruano Santiago Rocangliolo o el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. Adem��s hay autores en despegue.
En particular aplaudo que, por las razones que sean, Galera haya incluido a tres autores brasile��os intensificando as�� los puentes entre estos universos de letras tan cercanos pero, parece, tambi��n desvinculados. Especialmente en un libro como este con textos divertidos, sorpresivos o espeluznantes.
(Texto para El D��a, febrero de 2015)

January 27, 2015
Una noche me met�� bajo las s��banas y te quise despertar con la boca
Iba en el bus y junto a m�� se sent�� un morenazo alto y fornido. Llevaba un bote lleno de herramientas. Apenas cab��a en el asiento con todo y carga. En esa incomodidad cay�� dormido en el tibio transcurrir de la tarde soleada. Yo tambi��n luchaba contra el sopor cuando, al sentirlo a un lado, me acorde de ti. De aquella noche en que dorm��a recargado en tu pecho cuando el sue��o se me escap��. Esa vez sonre��. T�� descansabas profundamente. Dud�� unos instantes previo a deslizar mi mano hacia tu sexo. Suavemente juguete�� con ��l y espabil����rotundo. T�� parec��as atrapado entre lo on��rico y unas ansias que te llamaban. Entonces me met�� bajo las s��banas y te quise despertar con la boca. T�� me atrapaste entre tus brazos, fort��simo, y as�� me llevaste contigo junto a Morfeo.

Pedro Lemebel y el vac��o
La madrugada del viernes 23 de enero nos tom�� por asalto la muerte de un personaje tan iconoclasta, comprometido y defensor de causas de minor��as, marginalidades y disidencias que deja un inmenso vac��o en el espectro cultural de Am��rica Latina.
El cronista, activista, artista pl��stico y rompedor de dogmas chileno Pedro Lemebel falleci�� en Santiago a los 62 a��os aquejado por un c��ncer de laringe. Lemebel gan�� el Premio Iberoamericano de Letras Jos�� Donoso 2013 y fue animador del colectivo literario Las Yeguas del Apocalipsis que en los a��os 80 disinti�� en un Chile secuestrado por la feroz dictadura de Augusto Pinochet.
Lemebel fue un escritor de ingenio y talento que surgi�� de un contexto de pobreza y que a base de talento, irreverencia y vitalidad se abri�� camino en la escena cultural a partir de temas tab��, inadvertidos o ���incorrectos��� como la disidencia pol��tica, la homosexualidad y los marginados. Cuestion�� la dictadura, la democracia neoliberal, a una sociedad conservadora. Todo status quo.
A ra��z de su deceso, el autor de la novela ���Tengo miedo torero��� y de los libros de cr��nica ���La esquina de mi coraz��n���, ���Adi��s mariquita linda��� y ���H��blame de amores��� ha sido revisado en su irreverencia, la riqueza de su literatura, su provocadora y contestataria vida, su desparpajo no exento de feroz autocr��tica, su personalidad irrefrenable.
Aqu�� detengo el listado de sus aportaciones a la literatura, sobre todo al g��nero de la cr��nica que domin�� en su brevedad, ritmo y riqueza en el lenguaje, para compartir una reflexi��n que me salt�� a la cabeza luego de que me enter�� de su muerte en redes sociales unos minutos despu��s de que esta ocurri��.
Regreso a la idea del vac��o. Lemebel era un personaje tan cr��tico, tan vivo y coleando, tan imparable que es como si hubiese sido de inicio a fin de sus d��as forever young. En este sentido, sospecho, son los j��venes quienes, aunque ahora no lo noten, m��s lo van a extra��ar porque su ausencia los desampara.
Tal vez me equivoco y me arriesgo a generalizar m��s de lo viable, pero si de algo carecen los j��venes actuales, al menos en el contexto mexicano o en particular el urbano, es de figuras como Lemebel, que no s��lo les muestren caminos sino que les contagien, vaya paradoja, de juventud.
De pronto siento a los j��venes actuales hundidos en una suerte de letargo, de displicencia y confusi��n. De desencanto, angustia e inocuidad. Aquellos valores de lucha, sensibilidad creativa y car��cter aguerrido y a la vez cursi de Lemebel est��n desapareciendo. El descontento, la cr��tica, la acci��n ya no son rotundos sino casi anodinos.
Veo a j��venes alienados por las industrias del entretenimiento en sus estadios m��s superfluos, gozosos de libertades que ya les fueron entregadas en las manos, cuya irreverencia ya fue predibujada por el mainstream. Sobre todo los citadinos, insisto. Muy temprano se deslindan de cualquier causa o la abrazan s��lo en sus momentos menos comprometedores. En el terreno de la comunidad LGTB veo a un sector absolutamente despolitizado, desarticulado, desinteresado y, en esa medida, debilitado y propenso a la cooptaci��n o incluso a la ignominia dentro y fuera de s��.
Lemebel deja un vac��o enorme y son los j��venes quienes eventualmente necesitar��n m��s su ejemplo entre m��s desmoronado (o no) est�� el mundo.
(Texto para El D��a, enero de 2015)

January 23, 2015
Me gustar��a morir un d��a de verano como Pedro Lemebel
A m�� me gustar��a morir un d��a de verano como Pedro Lemebel. De preferencia una tarde soleada y tibia. No bajo un cielo fr��o y gris��ceo. No quiero que quienes vayan a mi funeral est��n cubiertos con abrigos aburridos. Quiero que lleven ropa ligera y alegre. Que su piel est�� h��meda por el sudor. Que gotitas salinas se deslicen por sus espaldas o entre sus pechos y los hagan sonre��r. Que el calor les provoque mirarse con lujuriosa complicidad. No quiero que en mi sepelio lamenten mi muerte sino que celebren su vida. No quiero que lloren por aquellos despojos de median��a y resignaci��n. De contenci��n y aburrimiento. De miedos y reclamos. Quiero que no eviten sus pasiones ni sus amores. Ni sus arranques ni sus anhelos. Ni sus celos ni sus perversiones. Quiero que me miren hecho a��icos y agradezcan que no son ellos los que est��n ah�� tendidos como desperdicios. Quiero irme en verano como Pedro no porque me crea tan vital o digno como ��l, por supuesto que no, sino porque no me gusta el fr��o y porque si as�� sucede al menos una vez, la primera y ��ltima, habr�� cumplido un deseo. Uno.

A m�� me gustar��a morir un d��a de verano como Pedro Lemebel
A m�� me gustar��a morir un d��a de verano como Pedro Lemebel. De preferencia una tarde soleada y tibia. No bajo un cielo fr��o y gris��ceo. No quiero que quienes vayan a mi funeral est��n cubiertos con abrigos aburridos. Quiero que lleven ropa ligera y alegre. Que su piel est�� h��meda por el sudor. Que gotitas salinas se deslicen por sus espaldas o entre sus pechos y los hagan sonre��r. Que el calor les provoque mirarse con lujuriosa complicidad. No quiero que en mi sepelio lamenten mi muerte sino que celebren su vida. No quiero que lloren por aquellos despojos de median��a y resignaci��n. De contenci��n y aburrimiento. De miedos y reclamos. Quiero que no eviten sus pasiones ni amores. Sus arranques y anhelos. Sus celos y perversiones. Quiero que me miren hecho a��icos y agradezcan que no son ellos los que est��n ah�� tendidos como desperdicios. Quiero irme en verano como Pedro no porque me crea tan vital o digno como ��l, por supuesto que no, sino porque no me gusta el fr��o y porque si as�� sucede al menos una vez, la primera y ��ltima, habr�� cumplido un deseo. Uno. Aunque nunca sepa que as�� fue.

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