Omar G. Villegas's Blog, page 2

January 4, 2018

Complicidades: Jesús Arellano Torres, melómano pop

Esta es una serie de aproximaciones en tres tiempos a la obra (artística, literaria, periodística, audiovisual, sonora) de creadores que acepten un encuentro conmigo en este espacio titulado Complicidades. La dinámica es esta: los invito a enviarme una pieza o un texto en formato digital acompañado de un párrafo en el que resuman título y contexto en que se creó. Yo le escribo un Proemio al que seguirá la Voz del creador y la Obra en sí. Sea esta una conversación emocionante, emotiva y fructífera que a su vez sea abrazo


PROEMIO


No recuerdo cuándo comencé a seguir en Twitter a Jesús Arellano Torres (Acapulco, 1984). Lo que sí tengo claro es que tuit a tuit se fue volviendo mi fuente para estar al tanto de la escena musical pop en inglés. Jesús no es periodista ni crítico “formal”. Es ingeniero en Sistemas y trabaja en el Ayuntamiento de Acapulco, donde vive aunque al menor pretexto se escapa a la Ciudad de México para asistir a conciertos o sumergirse en la vida capitalina (cosmopolita y posona, diversa y seductora). Sin embargo, ha sido uno de los ejemplos más claros y asequibles para mí de lo que es abrazar una pasión hasta las últimas consecuencias. Según veo en sus redes sociales, porque no lo conozco en persona, Jesús invierte la mayoría de su dinero, tiempo y esfuerzos en discos, posters, conciertos, viajes melómanos. Eso lo ha convertido en un experto a cabalidad, tanto o más que cualquier “profesional” en los medios que, en su mayoría, carece de esa pasión sepultada por la rutina. Jesús lee y relee sobre música todo el tiempo. Se nota en su conocimiento del medio y en la manera en que reseña, muy al estilo de publicaciones como Billboard, Pitchfork o Rolling Stone. Las emula incluso en algunas muletillas y palabras que se reiteran (“corte” en vez de canción o sencillo, “sin duda” como resalte de algo extraordinario, anglicismos a más no poder). Jesús comparte con esa misma intensidad y avidez sus descubrimientos musicales y sus comentarios editorializados en redes sociales, donde trata de darles un tono entre irónico y divertido para lo que usa memes y gifs que me han arrancado varias carcajadas. Descubrí que Jesús estudió en la misma secundaria que yo cuando viví una temporada en Acapulco en los 90s: la Técnica 1. Conozco sus contextos y dinámicas que fueron míos durante años. Es por ello que le reconozco que, pese a la deficiente educación pública y privada en Guerrero, él tenga un dominio pleno del inglés y una redacción en español tan solvente. Eso es un mérito suyo, como de cualquier alumno que ahí logra sobresalir con ayuda de algún profesor. También, aunque hoy es más fácil tener acceso a discos, publicaciones o libros en Acapulco, no deja de ser una plaza particularmente desértica en su oferta cultural y de entretemiento especializado. Ya en un sentido más personal Jesús me recuerda a mí hace algunos años y con esto espero no vulnerarlo de ninguna manera, pero es parte de esa empatía que tengo con él. Un chico algo inseguro pese a su gran conocimiento, colaborativo y generoso al punto de que pueden aprovecharse de él, abierto a conocer gente a como dé lugar en un mundo en que cada vez estamos menos dispuestos a abrir nuestros entornos a nuevas personas. Un autoproclamado “forever alone” que deambula solitario apegado a sus pasiones, la música pop en inglés y los cafés de Starbucks, y cazando la oportunidad de ser parte de algún grupo o entorno semejante a los que pululan en redes sociales donde presumen una aparente vida social y cultural activísima. Pero viviendo en Acapulco ello resulta complicado, mas lo intenta con ese fervor con que escucha música. Ya lo he visto publicado en Milenio y no dudo que llegue a dedicarse y vivir de esa pasión por el pop donde, como él mismo demuestra, se pueden encontrar reflejos de la vida interior y que no necesariamente son tan superficiales como se cree. No sólo un adolescente puede perfilar su mundo y sus emociones mediante el pop, que llega a ser complejo e innovador. Yo, por ejemplo, tengo entre mis alusiones el pop de los 80.


LA VOZ DE JESÚS


Nací un 02 de enero por ahí de 1984 en alguna parte de Acapulco. Desde mi infancia siempre he tenido presente la música en inglés, desde que mis hermanas escuchaban la ahora extinta estación de radio Stereo Rey donde siempre ponían música de los 60s, 70s y 80s –todavía alcancé a escucharla en los 90s-, además de ver en VHS los videos que estaban de moda –de ahí fue que conocí y me enamoré de Madonna-. En la secundaria tuve un profesor que nos ponía de tarea escuchar una canción en inglés y traducirla en español, cosa que incrementó mi interés en ese género musical. Desde hace años llevo un blog personal de música llamado “Play Select” en donde además de postear la música de actualidad en inglés, también posteo mis reseñas de discos y de conciertos a los que he asistido, además de alguna que otra editorial sobre algún artista.


LA OBRA


2017 in Music: Top 10 Best Albums


Por Jesús Arellano Torres



Taylor Swift. reputation

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Pasaron tres años desde que Taylor Swift se alejara por completo de las raíces country de sus primeros discos para abrazar los sonidos electro-pop e indie-folk con su multipremiado y multiaclamado álbum multiplatino “1989”. Sin embargo, tras el meteórico éxito, una montaña rusa de altibajos llegó con el paso de los meses “post-1989”: su muy publicitado término amoroso con Calvin Harris que culminó con un par de dimes y diretes -la manzana de la discordia fueron los créditos de composición de aquel “This Is What You Came For”-, y qué decir de sus constantes “chismes de lavadero” con Kanye West y Kim Kardashian y su todavía enemistad con Katy Perry, aunque afortunadamente la vida amorosa le ha vuelto a sonreír con el actor británico Joe Alwyn. Sin duda alguna todos estos factores han sido clave de inspiración para “reputation”, su sexto álbum de estudio (!) producido por la misma Taylor junto a Jack Antonoff, Max Martin, Shellback y Ali Payami, con quienes ya había trabajado previamente para “1989”. “Look What You Made Me Do”, el primer sencillo, sorprendió a propios, extraños y hasta críticos por su mordaz sonido y letras, dirigiéndose sin pudor alguno hacia sus detractores y un par de conocidos enemigos (Perry, Kim y Kanye y de paso hasta a su ex Harris); “End Game”, su única colaboración del disco, cuenta con la participación del rapero Future y de su amigo Ed Sheeran, en un corte que al final terminas enganchado por su pegadizo coro, mientras que los sonidos experimentales de temas como “I Did Something Bad” o “Getaway Car” demuestran una vez más que el mayor punto fuerte de Taylor es en la composición, mostrando que a pesar de la fama y el éxito, es una chica que se muestra insegura ante la oportunidad de encontrar un nuevo amor.



Sam Smith. The Thrill Of It All

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¿Qué tanta es la presión de un segundo álbum de estudio para un artista como Sam Smith, quien consiguió uno de los discos debuts más exitosos al más puro estilo de Adele como lo fue “In The Lonely Hour” (2014)? Considerando que también personalmente no estaba pasando por un buen momento -entre rompimientos amorosos y un desliz bastante publicitado que terminó por mandarlo a tomarse un año sabático de sus redes sociales-; todo ello fue la punta de lanza para el “resurgimiento” de Smith, quien nos presenta “The Thrill Of It All” bajo el sello de Capitol Records y con la producción de Steve Fitzmaurice, su inseparable Jimmy Napes y, por si fuera poco, los productores de Hip-Hop y R&B Star Gate y Timbaland. “Thrill” abre con el primer single, “Too Good At Goodbyes”, ese sofisticado corte de tintes soul lleno de melancolía, uno de los tantos temas personales de este material, en donde Smith “celebra” ser un “Forever Alone” con todo y maestría incluida. “Say It First” con su modesto synthpop muestra a Sam en modo vulnerable pidiéndole a su pareja que se muestra tal como es y ansía saber si lo aceptará con todo y sus defectos (“I’m never gonna heal my past“, se lamenta en el precoro), mientras que “One Last Song” suena fuertemente influenciada por la desaparecida Amy Winehouse, en gran parte porque cuenta con The Dap-Kings Horns como colaboradores en este corte do-woop en donde Smith le dedica una última canción a su ex pareja sentimental mientras se alista para esperar de nueva cuenta un nuevo amor, y tal pareciera que el espíritu de Winehouse se le poseyó porque “Midnight Train” es una canción que pareciera haber sido escrita e interpretada por la autora de “Back to Black” con todo y esos “Bah-bah, doo” tan pegadizos desde su primera escuchada. “Burning” es otro de los cortes acústicos más destacables, donde Smith se reconcilia consigo mismo tras un terrible rompimiento amoroso, pero sin duda uno de los temas que dará mucho de qué hablar es “HIM”, donde Smith interpreta a un chico que “sale del clóset” ante su padre y ante Dios, en un corte góspel de lo más impactante, mezclando la temática de la religión de una manera que también pareciera haber sido poseído por el desaparecido George Michael -insisto que él hubiera sido el mejor en rendirle un tributo musical-. En “Baby, You Make Me Crazy” se lamenta por un desamor con todo y momentos “drama queen” por lo que al final terminará por ahogar sus penas en alcohol y bailando sus canciones favoritas, mientras que la única colaboración musical la encontramos en “No Peace”, un PEDAZO de canción en toda la extensión de la palabra que cuenta con la presencia de YEBBA -seguramente escucharemos este nombre muy seguido después de que este tema se lance de manera justa como potente single-, un baladón de tintes pop noventeros y que líricamente llega directo en el cora (“Will you show me the piece of my heart I’ve been missing? / Won’t you give me the part of my self that I can’t give back?“). Y tal parece ser que a lo largo del disco las “posesiones” continúan, ya que “Palace” bien podría ser el “Someone Like You” de Adele en versión Sam Smith, mientras que para cerrar la edición estándar del disco, un corte como “Pray” en donde el cantante reflexiona ante los problemas que rodean a nuestro mundo actualmente -que ni pareciera haber sido producido por Timbaland-. Curiosamente el corte que le da nombre al disco termina siendo relegado como bonustrack en la edición deluxe, pero no por ello signifique que las canciones de dicha edición sean malas: “Nothing Left For You” es otro corte góspel de amargo desamor, mientras que “Scars” es quizás su corte más íntimo de toda su carrera, una melodía dedicada a su madre y a su padre quienes están separados desde hace más de un lustro, y a pesar de que fue un momento bastante doloroso tanto para sus padres como sus hermanos, el tiempo ha curado las heridas. “The Thrill Of It All” rompe aquella “maldición del segundo material discográfico” que la mayoría de los artistas no logran superar, mostrándose más maduro que nunca muy a pesar de su apenas cuarto de siglo de vida, manteniéndose fiel a su estilo blue-eyedsoul y con una manera de componer melodías mucho más pulida, mostrándose tal como es, entregándose en cuerpo y alma en una producción coherente de principio a fin.



Lana Del Rey. Lust For Life

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Con eso de que a Elizabeth Woolridge Grant casi ni se le da eso de que se le filtren infinidad de demos, temas a medio terminar e inclusive su disco previo a su lanzamiento oficial, para su quinto material discográfico “Lust For Life” no podría haber sido la excepción. Producido una vez más por Rick Nowels, Del Rey también se deja producir por grandes nombres del pop por vez primera, como lo son Max Martin o Benny Blanco, algo bastante inusual para una artista “indie folk” a más no poder. El álbum inicia con el primer corte promocional, ese “Love” tan nostálgico por el amor en los tiempos retro, lo cual abarca buena parte de este disco. Y qué decir de esa fantasticidad de track que le da nombre a este material, esa colaboración con su íntimo amigo The Weeknd y que melcocha aparte podría interpretarse como una crónica de un famoso suicidio hollywoodense de la década de los 30s si se presta bastante atención; “13 Beaches” bien podría ser una continuación de aquel “High By The Beach” de su antecesor material, en donde Lana yuxtapone su pesar por el desamor con el acoso de los paparazzis -eso de crear metáforas se le da bastante bien-. “Cherry” se da a entender como un lamento por una “bitch” que le ha dado baje con el novio -su pronunciación de dicha palabra y “fuck” son priceless-, mientras que a medio disco nos encontramos con una Lana adentrándose más a terrenos hip hoperos -ya lo había hecho previamente, aunque no en completo como ahora-, como es el caso de “Summer Bummer”, colaboración con Playboi Carti y A$AP Rocky. Para quienes extrañaban la era “Born To Die” desde sus últimas producciones, Lana los complace con cortes como “White Mustang” donde las influencias de sus inicios se hacen presentes al igual que en “Groupie Love”, su otrora colaboración con A$AP Rocky en donde el amor entre artista y fan se hace presente de la manera más bizarra… Y si pensaban que Lana se quedaría callada en cuanto a sus ex amores se refiere, llega un “In MyFeelings” en donde la artista se convierte en la diosa del “throwing shade” con este corte dedicado a G-Eazy (¿en qué momento salió con él?), dejándonos más líricas para la posteridad (“I’m crying while I’m cummin”). La segunda parte del disco se torna más que interesante debido a sus tintes políticos, como lo muestra en “Coachella – Woodstock In My Mind” en donde Lana analiza los problemas que se viven en el mundo, aportando su granito de arena para brindar paz mundial al más puro estilo Miss Universo, mientras que en “God Bless America – And All The Beautiful Women In It” es un corte optimista que es el estandarte feminista ante la era Trump, con todo y coros con ciertas reminiscencias al “Paper Planes” de M.I.A., mientras que en “When The World Was At War We Kept Dancing” muestra una América al borde de la Apocalipsis, en donde la única redención es seguir bailando. Por supuesto uno de los tantos momentos cumbres viene de la mano de la legendaria Stevie Nicks, quien colabora de manera angelical en la brillante “Beautiful People Beautiful Problems”, en la cual ambas artistas brindan una increíble armonía vocal que sin duda destaca de entre todas las colaboraciones que ha hecho Del Rey en mucho tiempo -mención honorífica también a su colaboración con Sean Lennon, “Tomorrow Never Came”-. Para cerrar con broche de oro, un penúltimo track tan hermoso como “Change”, un corte a piano en donde Lana se siente preparada para lo que se viene, tanto profesional como personalmente hablando, y al final, un manifesto personal como “Get Free”, una respuesta más optimista a aquel “Ride” de la era “BornTo Die – Paradise Edition”, en donde Lana se muestra más alegre que nunca y lista para lo que se avecine, tanto lo bueno como lo malo. Increíblemente “Lust For Life”, que ya es su quinta producción discográfica, finalmente muestra una coherencia de principio a fin, mostrando a una Lana Del Rey en plenitud, disfrutando de su vida, pero también dando su punto de vista de lo que se está viviendo en la actualidad, en un mundo lleno de incertidumbre y violencia, Lana brinda su aporte sonoro para un futuro algo prometedor. Dicen que la esperanza muere al último. Puntos extras porque al fin sale sonriendo en la portada de un álbum.



Demi Lovato. Tell Me You Love Me

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Demetria -o Demi, pa’ los cuates- había prometido desde principios de este año que tendríamos nuevo material discográfico suyo ya que se encontraba en el estudio de grabación y componiendo melodías, hasta que por fin ha dado a conocer su ya sexto álbum titulado “Tell Me You Love Me”, que honestamente no entusiasma para escuchar este material, y que en español podría ser el título y hasta la portada de un disco de Marisela… Con todo un ejército de productores no tan conocidos que va desde Oak Felder hasta John Hill y Jonas Jeberg, “TMYLM” da inicio con “Sorry Not Sorry”, el primer sencillo promocional en el que Lovato sin tapujo alguno arremete en contra de sus detractores y haters -que casi ni le sobran-, aunque honestamente no es una buena carta de presentación de este material; el tema que le da nombre al disco es un baladón de tipo “llena-estadios” en donde la artista se desvive por su media naranja a pesar de que su relación está en declive, con un punto lírico bastante clave: “What’s my hand without your heart to hold?  /  I don’t know what I’m living for  /  If I’m living without you“. “Sexy Dirty Love” es un tema dance digno de los Jamiroquai de mediados de los 90s en donde Demi saca su lado más sexoso descubriendo un nuevo amor, mientras que “You Don’t Do It For Me Anymore” podría interpretarse por un lado como un enorme baladón de desamor, a la par que puede interpretarse como una despedida de la artista a su yo del pasado a su abuso del alcohol y las drogas, denotando una vez más ese potente rango vocal que posee. “Daddy Issues” es otro de los cortes destacables, una mezcla de sintetizadores ochenteros en donde el beat recae en los coros, y con una Demetria obsesiva en una relación con un “hombre prohibido”, y que cuenta con un par de aciertos líricos (“Lucky for you, I got all these daddy issues […] Forget all the therapy that I’ve been through“), pero sin duda uno de los cortes que dará mucho de qué hablar es “Ruin The Friendship”, el cual indirectamente parece ir con dedicatoria a su amigo de mucho tiempo, Nick Jonas, con un sonido R&B semi-porn setentero en donde deja entrever que quiere que ella y Jonas sean amigos con derechos -si no es que ya se juguetearon el chicloso en algún momento-, y las indirectas bien directas continúan en “Only Forever”, en donde ella prácticamente le ruega “al que le está dedicando la canción” -guiño, Nick Jonas, guiño- que ya la saque de la Friendzone (¿será acaso que todo el disco va con dedicatoria y de ahí del título?). La única colaboración musical del disco -al menos en la edición estándar- es cargo nada menos que de Lil Wayne, esto en el tema “Lonely”, en donde líricamente pareciera ir dirigida a su expareja sentimental, el actor Wilmer Valderrama, y cuyo verso de Wayne es el que se lleva la canción de barrida entera. Ya en la última parte nos encontramos el lado más erótico de Lovato, con un “Concentrate” en su estado más “horny” en donde se dejaría someter por su media naranja para que le haga “lo que quiera” (¡!), y para cerrar la edición estándar, un “Hitchhiker” que es una balada en slowmotion en donde Lovato espera paciente a que llegue ese nuevo amor aunque tarde el tiempo que sea necesario. Afortunadamente para le edición deluxe se ha reservado sus colaboraciones con Cheat Codes (“No Promises”, aunque en versión acústica en lugar de la original), y Jax Jones (“Instruction”). Para sorpresa de propios y extraños, “Tell Me You Love Me” es, en efecto, el mejor material discográfico de Demi Lovato, mostrando una enorme madurez que ya nos había dejado entrever en su anterior álbum “Confident” (2015), y que en este disco lo muestra en total plenitud, abriéndose líricamente más que nunca, y dejando entrever que está lista para que esa amistad de largo plazo termine de convertirse en un romance, porque no sólo Beyoncé sabe contar una historia en un disco de principio a fin.



Dua Lipa. Dua Lipa

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La carrera artística de Dua Lipa (22 de Agosto de 1995; Londres, Inglaterra) comenzó desde que tenía 14 años, cuando grababa cóvers de canciones de Christina Aguilera y Nelly Furtado en YouTube hasta que fue descubierta y firmó un contrato discográfico con Warner Bros. Records. Tras unos cuantos atrasos en su fecha de lanzamiento (primero estaba programado para el último trimestre del 2016, después para los primeros meses de este año y finalmente la tercera ha sido la vencida), nos presenta su álbum debut titulado simplemente “Dua Lipa”, el cual ha contado con un ejército de productores y compositores liderado por Ian Kirkpatrick, Jon Levine, Greg Wells y MNEK. El álbum inicia con el tema “Genesis”, corte que líricamente hace algunas referencias a ciertos pasajes de la Biblia al igual que una parte de este álbum a manera de narrativa -éste corte tiene cierta continuación con “Garden”-, y si bien este es su primer material discográfico, bien pareciera que Dua Lipa ha estado desde hace unos cuantos años, como lo muestra en cortes tan potentes -que ya han sido singles, por cierto- como el más reciente “Lost In Your Light”, un exquisito corte energético de tintes R&B en el que Lipa y Miguel congenian bastante bien (curiosamente es la única colaboración del álbum), seguida de ese pelotazo llamado “Hotter Than Hell”, canción que definiría el rumbo sonoro de este material y que sin duda es uno de sus cortes más destacables por su seductor estilo. Y qué decir de ese medio baladón “Be The One” en donde Lipa trata de convencer a su media naranja de que la perdone a pesar de sus defectos, mientras que “IDGAF” bien podría haber sido un descarte de Kelly Clarkson circa “Since U Been Gone”. Entre la diversidad de estilos musicales también encontramos baladas estilo “90s’ BritneySpears” (“Thinking ‘BoutYou”), empoderamiento femenino y superación de un amor terminado (“New Rules” con todo e instructivo anexo), e inclusive Chris Martin de Coldplay aporta lo suyo en la composición y en los coros en el tema que cierra la edición estándar del disco, una balada cursi de nombre “Homesick” en donde Lipa indaga en encontrarle significado a una relación amorosa. La larga espera valió la pena, ya que “Dua Lipa” es un sólido debut de una cantante en ciernes que cuyo futuro en la escena musical pinta de lo más prometedor. Como introducción cuenta con un buen repertorio de hits, sonando más a un “greatest hits” que a un álbum completo -algo tan de moda últimamente-. Curiosamente, sus colaboraciones con Sean Paul y Martin Garrix brillan por su ausencia por alguna razón. Ahora esperemos que no pasen más años para su próximo material.



Nelly Furtado. The Ride

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Han pasado ya 11 años de aquel mítica producción discográfica llamada “Loose”, sin duda el material más exitoso en toda la carrera artística de Nelly Furtado, esa canadiense que irrumpiera en los primeros años del 2000 con su debut “Whoa, Nelly!” y fuera “amadrinada” por Missy Elliott. Y en efecto, han pasado 11 años de que Furtado no volvió a repetir el éxito mundial, con producciones cuyas ventas han ido descendiendo drásticamente. Si bien todo ello pudiera haber dado cabida a un retiro musical para quedarse prácticamente en el olvido, Nelly ha continuado reinventándose a sí misma, sin importar ya la fama o la popularidad, siendo siempre fiel a sí misma, y en este año ha decidido “empezar desde cero” y nos presenta su sexto álbum de estudio titulado “The Ride”, el primero bajo su propio sello discográfico, Nelstar Records, y bajo la producción de John Congleton. “The Ride” da inicio con “Cold Hard Truth”, un exquisito corte synth-pop de tintes ochenteros que sorprende desde su primera escuchada; en “Flatline” Furtado compara líricamente el sufrir por un desamor a perder los signos vitales y la necesidad de “ser resucitado”, mientras que “Carnival Games” bien podría interpretarse como un corte en donde la cantante expresa sus años mozos y el precio de la fama usando juegos de parques de atracciones como metáfora. “Sticks And Stones” deja ver su lado más hipsterioso al más puro estilo MGMT bajo una melodía donde Nelly se siente herida por las palabras que los demás dicen hacia ella, mientras que en “Magic”, otro de los cortes movidones del disco, la cantante se lamenta por un viejo amor al cual acude cuando anda “pasada de copas”… “Pipe Dreams”, el primer corte promocional, habla acerca de dejar a un lado las superficialidades y mostrar “el verdadero yo” en una melodía con ciertas similitudes al “All That” de Carly Rae Jepsen, mientras que “Tap Dancing” a pesar de su título un tanto fantasioso, termina siendo un track un tanto depresivo, ya que en él Furtado se muestra feliz pero tras bambalinas oculta su verdadera tristeza. Para cerrar con broche de oro, una balada del calibre de “Phoenix” en donde precisamente Furtado habla de “renacer de las cenizas” siendo toda una metáfora de lo que ha pasado en su trayectoria musical. “The Ride” muestra a una artista en ciernes, que ha alcanzado una madurez tanto musical como personal, que no se ha conformado con seguir las tendencias musicales, o repetir su sonido que la catapulsó con “Loose”. Reinventarse o morir nunca había sido tan literal como en el caso de Nelly Furtado, quien la fama no le importa en absoluto, siempre y cuando su música siga expresando su forma de ser.



SZA. Ctrl

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Solána Imani Rowe comenzó a llamar la atención de propios y extraños en 2014 con su EP titulado “Z”, lo que la llevó a componer canciones para otros artistas R&B, hasta que finalmente en este 2017 ha dado el salto al estrellato con su aclamado álbum debut titulado “Ctrl”, en gran parte por su honestidad lírica y su sonido tan orgánico y puro, mostrando las vulnerabilidades e inseguridades de una chica de 27 años, con cortes tan sinceros como aquel “Drew Barrymore” o “Supermodel” en donde confiesa que al descubrir la infidelidad de su pareja decidió vengarse participando en una orgía con uno de sus mejores amigos (¿!). Sin duda alguna el futuro artístico de SZA apenas va floreciendo, y mientras mantenga su honestidad lírica y musical, tendremos más buena música de ella para rato.



Tove Lo. BLUE LIPS (Lady Wood Phase II)

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Ebba Tove Elsa Nilsson, mejor conocida artísticamente como Tove Lo, había anunciado con anticipación desde el lanzamiento de su aclamado segundo álbum de estudio “Lady Wood” (2016) que tendríamos una segunda parte para este 2017, y como no hay plazo que no se venza, finalmente nos presenta la segunda fase de este proyecto, denominado “BLUE LIPS”, cuyo título hace referencia a la opresión a los órganos sexuales femeninos por falta de actividad sexual -en el caso de los hombres se conoce en inglés como “blueballs“, complementándose con uno de los portadones del año. Para este material, Tove ha contado nuevamente con la producción de TheStruts, Alex Hope y AliPayami, entre otros. Al igual que en su producción antecesora, “BLUE LIPS” se divide en dos capítulos: “LIGHT BEAMS” y “PITCH BLACK”; en el primero se repite la frase “Mother fucking queen of the discotheque” para abrirse paso a “disco tits”, uno de los mejores títulos en el pop de los últimos tiempos, que con su toque disco nos muestra a la sueca en el rol más sexosovalemadrista en donde el líbido se encuentra hasta el tope (“I’m fully charged, nipples are hard“), mientras que en “She Don’t Know But SheKnows” -estilizada como “she don’t know but she knows”- ella es la amante en una relación amorosa, a sabiendas de que “la otra” tiene sus sospechas de infidelidad (algo así como el “Call Your Girlfriend versión 2.0” de Robyn); “Shivering Gold” es una oda al cunnilingus y al orgasmo femenino, mientras que en “Don’t Ask Don’t Tell” se sincera con su media naranja y no le importa los errores que ambos hayan cometido en el pasado, siempre y cuando mantengan su amor vigente. Entre los tantos cortes destacables que encontramos, sin duda “Stranger” es el que más resalta, no sólo por su desgarradora lírica en donde Lo está buscando a alguien que llene ese vacío de su existencia emocional, bajo sonidos influenciados por Daft Punk -esa magistral guitarra eléctrica-, en una voz que se escucha desquebrajarse hasta la parte final haciéndose un nudo en la garganta, y cerrando la primera parte con ese “bitches” que habíamos escuchado previamente en ese polémico final postcréditos durante el cortometraje de “Fairy Dust”. En la segunda parte, “PITCH BLACK”, encontramos “Romantics”, la única colaboración del disco que cuenta con la participación de Daye Jack y con ciertas influencias al estilo sonoro de “Needed Me” de Rihanna, mientras que en “cycles” confiesa que ha caído en un círculo -vicioso, amoroso, de desamor, de la búsqueda de estabilidad emocional, se puede interpretar de múltiples formas-. “Struggle” lidia con sus propias inseguridades y problemas emocionales. Los momentos más personales de su vida los encontramos en la última parte: “9th of october” es el corte más personal de su carrera: una fecha cuyo significado trata del día en el que Tove terminó su relación amorosa que fue la pieza principal de inspiración para “Lady Wood”, por lo que seguramente será el tema que más le cueste interpretar en directo, mientras que en “Bad Days” se lamenta no poder pasar página tras su rompimiento amoroso, y para cerrar un “Hey You Got Drugs?”, donde la sueca se luce vocalmente como nunca antes lo había hecho en un corte tan desgarrador para cerrar esta era. “BLUE LIPS (Lady Wood Phase II)” cierra de manera magistral uno de los proyectos más ambiciosos de la corta carrera de Tove Lo, cuyos dotes como compositora brillan con luz propia una vez más, desnudándose en cuerpo y alma y entregándose en su totalidad a la música, mostrando sus vulnerabilidades e inestabilidades emocionales al por mayor, y dejando muy en claro el por qué ha sido apodada “The Saddest Girl in Sweden” (“La Chica Más Triste de Suecia”).



Kesha. Rainbow

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Kesha Rose Sebert saltó a la fama en 2010 con su álbum debut “Animal” apoderándose de las listas de popularidad mundiales en parte gracias a lo pegajoso de sus temas, bajo la producción y tutela musical de Dr. Luke. Lo que nadie sabía era que detrás de la maquinaria de hits se encontraba un lado turbio lleno de acosos y abusos tanto físicos como sexuales de su productor hacia ella llevando un pleito legal desde 2013 y sin todavía llegar a algún acuerdo entre ambas partes, lo cual hizo que la cantante tuviera que guardar un silencio musical debido a dicho proceso -ella todavía estaba bajo contrato discográfico con el sello de Dr. Luke-, y a pesar de que el asunto legal continúa pendiendo de un hilo, este año finalmente ha sido crucial para Kesha, quien por fin presenta un nuevo álbum de estudio, el tercero de su carrera, titulado acertadamente “Rainbow”, con uno de LOS portadones del año. Compuesto por 14 temas, todos co-escritos por ella misma y con un ejército de productores comandado por su madre, Pebe Sebert, además de Ben Folds, Ryan Lewis y Rick Nowels, entre otros. El álbum da inicio con el tema “Bastards”, un himno a aquellos incomprendidos y a quienes han sufrido bullying en su vida, con un corte orquestal que aparece de repente a media canción, dándole un toque glorioso a la melodía. “Let ‘EmTalk”, la primera de sus dos colaboraciones incluidas con Eagles of Death Metal, junto con “Boogie Feet”, brinda ciertas reminiscencias al sonido de su primer disco, con un corte de lo más “valemadrista” dirigido a sus detractores (“I’ve decided all the haters everywhere can suck my dick“, esa es la Kesha que tanto extrañábamos); “Woman”, todo un himno al empoderamiento femenino e inspirado en aquel “Pussy grabbing” de Trump, y cuya grabación a primera toma es de lo más excelsa -más cuando en la segunda estrofa Kesha no aguanta más la risa, que se agradece se haya quedado al final-, mientras que “Hymn” es, como lo indica, un himno para los incomprendidos como ella y para los que luchan por las buenas causas, mostrándose tan sincera como lo ha sido en estos últimos años (“I know that I’m perfect, even though I’m fucked up“). Pero el corte a destacar es “Praying”, su primer canción inédita en 5 años y dedicada a Dr. Luke, sin tener que mencionarlo (“Somesay, in life, you’re gonna get what you give / But some things only God can forgive“) siendo el corte más personal de toda su carrera y trayendo de vuelta una voz más potente que nunca -inevitable derramar lágrimas con esta canción-. “Learn To Let Go” es un corte más optimista que su antecesor, en donde Kesha deja ir las cosas negativas que la han rodeado en este último tiempo con un sonido medio “Avril Lavignezco“, aunque dejando algo muy en claro: “The past can’t haunt me if I don’t let it“. Justin Tranter, aunque ahora sin Julia Michaels, aporta lo suyo en la lírica en algunos de los cortes del disco, como es el caso de “Finding You”, en donde Kesha habla de encontrar a ese “soulmate” para toda la vida, y que a pesar de que nada es eterno, hará lo imposible por volverlo a encontrar en su próxima vida. Otro de los cortes optimistas es el que le da nombre al disco, uno de los primeros temas que compuso Kesha durante su rehabilitación tras sus desórdenes alimenticios durante su época de abusos y que muestra un rayo de esperanza ante los tiempos difíciles. “Hunt You Down” es uno de los momentos más divertidos del disco, con un exquisito sonido Country que tan bien se le da a Kesha -su madre era cantante Country de hecho-, cuya lírica es tan irreverente como la misma artista, en donde le advierte a su media naranja que piense dos veces antes de meter la pata con ella. En la última parte encontramos un cóver a un tema de Dolly Parton, “Old Flames (Can’t Hold A Candle To You)”, y que cuenta con la colaboración de la mismísima Parton, y que fue coescrita por la madre de Kesha, mientras que “Godzilla” es una divertida metáfora a su amor que lo compara con la mítica criatura japonesa, y culmina con un “Spaceship” de influencias Country, inspirado en un “evento paranormal” vivido por la propia Kesha (afirma que tuvo un avistamiento de unos OVNIS, lo que inspiró esta canción así como la portada del álbum), y cuyo outro es digno de un corte de The Beatles, con todo y un monólogo que más de uno quisiéramos que fuese tocado en nuestro funeral. “Rainbow” marca el regreso triunfal de Kesha a la escena musical, mostrando un rango vocal que nunca conocíamos de ella, una fortaleza de mente, cuerpo y espíritu ante todas las adversidades que ha vivido en estos últimos años, siendo un ejemplo de vida y brindándonos su disco más coherente y personal de su carrera.



Lorde. Melodrama

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Ella Marija Lani Yelich-O’Connor sorprendió a propios y extraños en el verano del 2013 con su aclamado álbum debut “Pure Heroine”, ya que con apenas 17 años de edad líricamente pareciera ser una artista consagrada con una longeva trayectoria artística, así como por su presencia y sonido emo-hipster-darks que rompía con todos los estereotipos de la típica cantante femenina pubertera, convirtiéndose en una nueva ídola de los millennials que se sentían identificados por su honestidad lírica: una adolescente rebelde que se sentía insegura pero a la vez preparada para cualquier adversidad. Cuatro años después, el panorama ha dado un giro de 360° para Lorde: recién cumplidos los 20 años, adentrándose en una etapa de madurez tanto musical como personal, superando obstáculos que cualquier adolescente en su etapa preadulta comienza a experimentar, esto aunado a un rompimiento amoroso de una relación que parecía estable, todo ello ha sido fuente de inspiración para “Melodrama”, su muy anticipado segundo álbum de estudio, para el cual ha contado con la composición con su inseparable amigo Jack Antonoff, siendo el hogar de él el sitio perfecto para la creación de este disco, además de contar con la ayuda de Flume y Joel Little (el mismo con el que produjo “Pure Heroine”), entre otros. Lorde no podía haber iniciado de mejor manera la apertura del álbum que con el primer single promocional, ese “Green Light” tan magistral de principio a fin desde su primera escuchada, una bocanada de aire fresco que nos da la bienvenida a esta neozelandesa en su nueva etapa, y que a la vez se muestra temerosa pero segura de sí misma tras su primera y enorme ruptura sentimental. “Sober” es el exacto giro de tuerca que la música pop tropicalizada le ha urgido desde hace meses, con un inesperado vuelco a media canción y en donde Lorde es “la reina del fin de semana”, entre diversión mezclado con un poco de intimidad con esa media naranja, mientras que “Homemade Dynamite” cuenta con la ayuda de la brillante Tove Lo en la composición -la sueca es la puta amo, con todo respeto- y cuyo parrandeo en su letra es digno de una Paris Hilton encocada. Uno de los tantos cortes más interesantes dentro de este material lo encontramos en temas como “The Louvre”, que a pesar de que su título podría ser una oda a ese conocido museo parisino, líricamente evoca los buenos tiempos vividos con una expareja sentimental, bajo un hipnótico -y curioso- coro bajo la producción de Flume. Y qué decir de ese preciosísimo “Liability”, el corte más personal de su carrera, un tema a base de piano acústico en donde Lorde se confiesa vulnerable tras su ruptura sentimental, pero que a final de cuentas sabe que cuenta con ella misma para superarlo. Para la mitad del trayecto nos encontramos con un interesante crossover que ocurre en “Hard Feelings/Loveless”: la primera retrata el sentimiento de ese oleaje de emociones experimentadas tras una ruptura amorosa -elemento primordial del disco-, mientras que la segunda explora su punto de vista acerca de la generación a la que pertenece. Y si en “Sober” todo era risa y diversión, para su segunda parte, “Sober II (Melodrama)” el asunto se torna de lo más contrastante, oscuro y un tanto deprimente, mostrando la contraparte de la postfiesta de la primera parte -la cruda realidad, como quien dice-. Otro de los momentos cumbres se vive en “Writer In The Dark”, otro corte acústico y sincero en donde Lorde se desnuda lírica y vocalmente hablando, lamentándose por el término de su romance, aunque sin perder la esperanza de que algún día logrará superar por completo a su ex; “Supercut” retoma en donde “Green Light” se quedó: otro esperanzador corte de vibras electrónicas, con un corte inesperado a media canción para después volver a repuntar y que muestra la euforia de la joven en este arrasador trayecto lírico-musical; mismo caso sucede con “Liability” que cuenta con su respectivo reprise como penúltimo track, y para cerrar con broche de oro, ese “Perfect Places” que se lamenta la pérdida de nuestros héroes -haciendo referencia a la partida de leyendas como David Bowie o Prince-, y preguntándose simple y sencillamente “What the fuck are perfect places anyway?” Si bien las expectativas acerca de que si su segundo álbum de estudio lograría superar el éxito conseguido con su debut, Lorde lo ha conseguido con creces y por mérito propio: “Melodrama” es una montaña rusa de emociones de principio a fin, un caleidoscopio personal que va desde el alejamiento de la adolescencia para acercarse a la adultez, la nostalgia del desamor y la esperanza de reencontrarse con uno mismo, todo ello en voz de una de las artistas más prodigiosas que hemos tenido el privilegio de ver crecer en esta generación tan desgastada, que brilla con luz propia y que nos muestra que, al paso que va, no faltará mucho para que llegue a su momento cúspide, tanto profesional como personal, si no es que ya lo ha logrado.


Blog de Jesús Arellano: play-select.blogspot.mx


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Published on January 04, 2018 13:36

January 3, 2018

Complicidades: Víctor Manuel Chima Ortiz, fotógrafo

Esta es una serie de aproximaciones en tres tiempos a la obra (artística, literaria, periodística, audiovisual, sonora) de creadores que acepten un encuentro conmigo en este espacio titulado Complicidades. La dinámica es esta: los invito a enviarme una pieza o un texto en formato digital acompañado de un párrafo en el que resuman título y contexto en que se creó. Yo le escribo un Proemio al que seguirá la Voz del creador y la Obra en sí. Sea esta una conversación emocionante, emotiva y fructífera que a su vez sea abrazo


PROEMIO


Instagram es mi red social favorita porque, aun entre la saturación de imposturas y la infinita reiteración de lugares comunes, es viable el hallazgo de sensibilidades. Fue ahí donde me encontré con las fotografías de Víctor Manuel Chima Ortiz (Catemaco, Veracruz, 1988). Paulatinamente la obra del Chima, como siempre lo he identificado en Twitter, me fue seduciendo, imparable, por varias razones y la que más aprecio es su curiosidad por el otro, al que mira y capta con empatía pero sin conmiseración ni teatralidad. En sus fotos siempre hay personas, salvo excepciones. Y no es accidental, creo, sino todo lo contrario. Las personas le dan un sentido a lo que vemos porque las fotos de Chima son pequeños relatos. Fragmentos de historias. Nos sugieren o cuentan anécotas y contextos. Uno de los temas nodales de la obra de Chima es la urbe y es en estas fotos en las que más valoro la sincera integración del otro porque dota de humanidad a un sitio que puede ser tan desalmado como la Ciudad de México. Vemos rostros e individuos, no multitudes ni arquetipos. Vemos a papás con sus nenes de la mano, a amigos, a hombres y mujeres en entornos dramáticos, amables o alegres. Humanos. Pocas son las fotos de mera arquitectura, objetos o paisajes. Distantes. Indiferentes. Inmutables. Chima también tiene algunos coqueteos con el erotismo a través de autorretratos y retratos de otros muchachos. Y en ellos disfruto mucho su sensualidad, por supuesto, pero también su honestidad. ¡Vaya palabra tan manoseada! Pero aquí es muy idónea. ¿Por qué honestos? Porque no son selfies súper estudiadas y repetitivas. No se percibe la mera y vacua aspiración de lucir bien. Chima se muestra y muestra al otro tal cual es. Sus composiciones sí buscan detonar el deseo, por eso las gozo, mas no desde la aprehensión del dogma erótico establecido por las revistas de moda, la publicidad, la cultura del gym y el soft porn. Es más, Chima aparece con gestos adustos o incluso con armas u objetos violentos y amenazantes. Rechaza directamente la inocuidad del erotismo instagramero que, precisamente por ello, carece de la sensibilidad que sí contienen las fotos de Chima que, por su obra y sin conocerlo personalmente, lo percibo como un chico algo tímido pero de una curiosidad ingente. Un muchacho que juguetea irreverente con la cámara pero no con aquellos a los que capta con esa empatía que aquí queda de manifiesto con la imagen y con el texto que me envió: algo tan humano como un pescador y la historia de un niño que le teme al agua y admira a aquellos hombres, heróicos para él, que desafían las corrientes sobre endebles embarcaciones.


LA VOZ DE VÍCTOR MANUEL


Catemaco es la ciudad –o con cariño, el pueblo- en donde viví mis primeros 18 años. Aunque nací en San Andrés Tuxtla, ciudad vecina, me gusta pensar que mi vida en realidad comenzó en Catemaco. Ciudad conocida por ser la “Tierra de brujos”, también es un destino turístico por su impresionante vegetación y por estar a orillas del lago del mismo nombre. Siempre me llamó la atención tal cuerpo de agua. Le temía, le admiraba, le soñaba. Cuando era adolescente solía pasearme por sus orillas y sentarme sobre la  arena para ver a los pescadores trabajar, por las tardes, al anochecer, algunas veces al amanecer. Los observaba cuando preparaban las lanchas y los remos, con cubetas vacías y listas para recibir las mojarras, los topotes… lanzar las redes al agua. Nunca aprendí a nadar, por eso los pensaba como grandes hombres: sin miedo de caer al agua, guardando el equilibrio, con fuerza para lanzar y jalar las redes, llenas de pescados. Hace ya 10 años que vivo en la Ciudad de México, pero en cada oportunidad que tengo de volver, camino por el Malecón y nuevamente los observo. Y tomo fotografías, y regreso entonces a aquellas tardes soleadas, en las que imaginaba ser como ellos, intercesor entre el lago que da vida, y los habitantes del pueblo, mi pueblo.


LA OBRA


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Instagram de Chima: https://www.instagram.com/soyelchima/


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Published on January 03, 2018 13:55

October 12, 2017

¿Qué pasó con mi proceso de adopción de un niño en el DIF?

En 2014 inicié el proceso de adopción de un pequeñito en el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia en la Ciudad de México. Poco antes de arrancar esa travesía, que anticipaba larga y azarosa, se lo comuniqué a mis padres que apoyaron mi decisión. Poco después, una vez encaminado en un taller obligatorio para los candidatos a padres adoptivos, comencé a compartirlo en mi entorno cercano: mis amigos, mi trabajo, otros familiares. Eventualmente terminé difundiéndolo abiertamente en redes sociales. Sobre todo por la recomendación dentro del taller de asumir sin recelo o dudas algo tan relevante que muchas veces se lleva en secreto. La idea era abrazar y sentirme orgulloso del paso que estaba dando.


Desde que hice mi solicitud y entregué la primera tanda de documentos esperé meses para tomar el taller que duró unas semanas en las que no podía faltar ni retrasarme porque perdía el derecho a continuar en el proceso. Era por las tardes. Me iba corriendo al salir del trabajo. Incluso me ausenté o interrumpí eventos laborales importantes. Al terminar el curso, cuando ya había transcurrido más de un año, comenzó la etapa de reunión de un mar de requisitos. Solo tenía un mes para recopilarlos y a esa tarea me dediqué a conciencia. Para entonces ya había empezado a acondicionar la recámara de mi futuro hijo: compré una cama individual, desocupé espacios en el entonces cuarto de visitas y ahora de entretenimiento, habilité muebles y objetos para un pequeñito de alrededor de ocho años. En el DIF se da a elegir el sexo y un rango de edad del niño que se desea adoptar. No obstante la institución informa en qué edades hay chiquitos listos para integrarse a una familia. Fue así que me dijeron que cuando yo estaba solicitando la adopción nada más había niños de ocho años en adelante. Si bien desde un principio no consideraba un bebé por mi condición de soltero y con un trabajo muy demandante, sí tenía en mente un pequeñito de unos cuatro a seis años. Sin embargo no era una condicionante insalvable y acepté.


Fue entonces que mi intención de ser papá se truncó. Di por hecho que el lapso para recopilar y entregar mi carpeta se cumplía a finales del mes en curso. Mayo de 2015 aunque no estoy seguro. No era así. La marcha contrarreloj empezó a contar desde el instante en que concluyó el taller los últimos días de abril de ese año. Me tardé en tener las cartas de recomendación que me llegaron los últimos días de mayo. Cuando llamé para hacer cita para entregar mi documentación me comunicaron que el plazo, por cuestión de un día, horas, se había terminado y que tenía que volver a empezar. Desconcertado pregunté si no había alguna alternativa. Que se trataba de una confusión mía y que el plazo, en todo caso, acababa de culminar. Me dijeron que no. Que la exigencia era máxima y que no había lugar a excepciones. No tengo quejas del trato que me dieron en el DIF, donde vi al menos en apariencia un respeto a la diversidad y seriedad en el proceso. Vi a parejas del mismo sexo. A varias personas solteras como yo. Nunca me trataron con suspicacia por ser un hombre solo tratando de adoptar un niño. Pero sí creo que a veces se puede confundir exigencia con burocracia.


Alrededor de año y medio de espera, trámites, cursos y recopilación de tantos documentos probatorios, fotos y cartas se había perdido. Aunque me sentí desconcertado y frustrado, no me deprimí ni me embargó la tristeza. Eso me hizo confirmar que estaba preparado para ser papá y me explico. Ser papá es una idea que siempre he tenido en mente. Adoptar fue la decisión que tomé después de sopesar varias alternativas. En mi caso no era importante que mi hijo fuera de mi sangre. Para mí el vínculo paternal realmente se forja en la convivencia. Opté por adoptar no porque me sintiera solo, porque necesitara tener algún lazo afectivo sólido dado que no había logrado tener una relación de pareja hasta ese entonces, porque quisiera hacer una caridad, porque pretendiera salvar y ayudar a la humanidad a través de una personita a la que podría darle alternativas a las que no había accedido, por sentirme bien conmigo mismo. Por el contrario. En ese momento de mi vida me sentía pleno, estable, seguro, alegre aun cuando 2015 fue un año laboralmente difícil. Estar solo era un gozo. En este contexto es cuando uno puede ser capaz de velar y querer incondicionalmente a alguien más. Tampoco me había hecho idea alguna de cómo podría ser mi hijo. Evité conscientemente y no caí en la tentación de verter expectativas o ilusiones en el pequeñito. Sabía que, como todos nosotros, tendría una historia. Experiencias duras, una personalidad definida que quizá nada tendría que ver conmigo ni mucho menos con lo que podría imaginar, desacuerdos, un camino propio que eventualmente lo llevaría a alejarse de mí.


Por eso digo que estaba listo para ser papá. Porque las razones que me habían motivado a adoptar a un niño eran, y así lo constaté en el taller para padres, las más adecuadas. O las menos infundadas en todo caso. Así que cuando me dijeron que no podía seguir en el proceso de adopción no se acabó ni se vació mi vida. Ser papá no era mi razón de vivir sino un estado que podría incrementar mi felicidad. Estaba dispuesto a transformar radicalmente mi cotidianidad para comenzar una distinta junto a mi hijo. Hasta consideré tener un perro también aunque no soy tan partidario de tener animales en casa. Eventualmente fui comentando con mis amigos que las dinámicas de las fiestas podrían cambiar y platicaba con mi famlia sobre el hecho de que una personita llegara a nuestra mesa a ser parte de las fiestas. Incluso me había imaginado la dinámica diaria de llevarlo a la escuela, después irme a trabajar y saliendo pasar por él y hacer tarea y un poco de ejercicio juntos. No sucedió.


Desde que se interrumpió mi proceso de adopción decidí repensar el asunto aprovechando que tendría que esperar casi otro año para iniciar una nueva solicitud. Opté por no hacerlo. Por evaluar otras posibilidades. Entonces no tenía una pareja así que por ese lado estaba completamente tranquilo. Seguí con mi vida. Contento. Completo. Más tarde llegó Marcos, mi primer y único novio hasta ahora. Arribó sin esperarlo justo cuando me sentía aún más pleno y no estaba en la ansiosa búsqueda de una relación. Con él he planteado la posibilidad de ser papás y es algo que él no contempla por ahora aunque tampoco lo descarta. Yo, por mi parte, aún quiero ser papá aunque no es un deseo obsesivo, angustiante, forzado. Por el contrario. Estoy listo por si sucede hoy, mañana o nunca. Hay quienes me han preguntado qué ocurrió con mi proceso de adopción y esto fue.


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Published on October 12, 2017 15:56

October 11, 2017

La ciudad esteriliza las ideas

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La ciudad esteriliza las ideas. Cuando estas aparecen te descubres atrapado en un caos irresoluble que las deja cautivas en la cabeza donde se diluyen.


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Published on October 11, 2017 13:29

La Ciudad esteriliza las ideas

La Ciudad esteriliza las ideas. Cuando estas aparecen te descubres atrapado en un caos irresoluble que las deja cautivas en la cabeza donde se diluyen.


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Published on October 11, 2017 13:29

September 26, 2017

El hijo trotamundos de Arthur Conan Doyle

En 2016 llegó a mis manos uno de los regalos más asombrosos que he recibido en la vida: un libro viejo: la edición de 1965 de un título que había buscando durante años en América y Europa sin éxito. Se trata de “Historias de amor y de odio” de Adrian Conan Doyle (1910-1970), el hijo menor del creador de Sherlock Holmes, sir Arthur Conan Doyle (ambos en la foto).


Supe de Adrian hace unos 16 años en una clase de literatura y periodismo en la universidad. La profesora, llamada Lourdes aunque no recuerdo su apellido, nos introdujo con pasión y exigencia a una deliciosa variedad de autores mexicanos y del resto del mundo entre los que se encontraba el británico. Lo hizo a través de un cuento hermoso que se volvió uno de mis favoritos: “El enamorado de los llanos coralinos”, sobre un inmenso cachalote que al final de su vida se encuentra con el amor.


Desde entonces me lancé a la búsqueda de alguna publicación de Adrian. No tuve éxito y, además, no soy muy hábil con eso de comprar por internet. Tuvo que llegar a mi vida un hombre generoso, Marcos, quien hizo llegar a mis manos un ejemplar de “Historias de amor y de odio” publicado por la editorial española Molino en su colección “Biblioteca Oro – Terror”. El libro provenía de la Librería Javier Fernández que compra y vende libros antiguos, viejos y de ocasión. Le faltan pedazos al lomo y las páginas están amarillentas y frágiles. La edición es pulcra y en la portada aparece al centro la imagen de una mujer aterrada. Con un cuidado, pero con una curiosidad ansiosa me sumergí en sus páginas. Quedé encantado.


Además de colaborador de diarios y revistas, Adrian, según se lee en la introducción, fue un viajero y explorador de parajes remotos. “Entusiasta zoólogo, A. Conan Doyle trajo a Europa, fruto de sus exploraciones por el Camerún, los primeros ejemplares vivos de ese raro animal denominado rana peluda. En 1952 trazó el mapa y exploró las ruinas del misterioso palacio de la isla de Songa Manara, escribiendo luego lo que es, probablemente, la primera descripción que se ha publicado de dicho lugar”.


A continuación se especifica que fue un “deportista destacado”: practicó el automovilismo hasta 1938 (año en que se casó), la caza mayor, la pesca y el tiro al blanco. Y todas estas andanzas y experiencias se vierten en sus relatos que, además, incluyen terror, misterio y escenarios que aún ahora, con todo lo que se conoce del mundo y el advenimiento de los abrumadores efectos especiales, no dejan de ser impresionantes y seductores.


Su obra apenas integra unos cinco títulos incluida una biografía de su padre, un volumen de doce relatos inéditos protagonizados por el personaje creado por su papá titulado “The exploits of Sherlock Holmes” y coescrito con John Dickson Carr, así como una obra sobre una expedición al Oceáno Índico llamada “Heavens Has Clawns”. Por supuesto, también “Historias de amor y de odio”.


El volumen integra 10 relatos con escenarios naturales inauditos: selvas sombrías, las profundidades del mar, montañas y peñascos. Aparecen animales improbables como anguilas voraces, nativos y expedicionarios brutales e insaciables. Acontecen asesinatos, rituales, expediciones. Aventuras en el sentido más estimulante de la palabra.


En internet se encuentra alguno que otro relato en español de Adrian, aunque si una invitación se puede hacer a cualquier editorial es reeditar su obra que ha quedado bajo la sombra de su famosísimo padre, pero que tiene todo el potencial para irradiar y deslumbrar a los lectores de este nuevo siglo. Urge redescubrirlo.


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Published on September 26, 2017 13:24

Sobre Cristina Pacheco

En mayo de 2016 junto a mis alumnos de Comunicación de la Universidad Iberoamericana hice un ejercicio que para mí devino remembranza. Cada uno de nosotros debía presentar al grupo a su periodista favorito. Opté por esta fórmula en vez de yo dar un listado de periodistas a los que consideraba referenciales para el aprendizaje de nuestra profesión.


El resultado fue revelador para todos porque salieron nombres inesperados o desconocidos para unos u otros. Desde José Martí hasta la feminista Gloria Steinem, la fashionista Suzy Menkes o el columnista Germán Dehesa. Yo participé en la dinámica y después de reflexionar al respecto opté por presentar a una periodista que en mis años de estudiante era alusión. Lo hice para tratar de estar en sintonía con los jóvenes y, sin darme cuenta al inicio, para revalorar y rescatar la obra de una periodista que, ahora, ya en su madurez profesional, no es tan referida o ha quedado bajo el nombre de su famoso y desaparecido esposo, el poeta José Emilo Pacheco.


Me refiero a Cristina Pacheco, una entrevistadora excepcional que ha logrado ser cauce de las voces más variopintas y significativas del México de los últimos 55 años. Es conocida por darle el micrófono a las personas de a pie, de quienes semana a semana extrae historias que en su mayoría habrían quedado confinadas. Este ejercicio le ha valido reconocimientos como el Nacional de Periodismo en México.


La intención de la clase no sólo era presentar una biografía, sino también exponer las peculiaridades del trabajo del periodista elegido y su contexto. En ese sentido sólo habríamos de decir que Cristina nació en un pueblo del estado de Guanajuato en 1941. Estudió Letras Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México e inició su labor periodística en 1960.


Desde entonces su pluma ha transitado por los extintos diarios El Popular, Novedades o El Sol de México hasta revistas como la emblemática Siempre! o la de la Universidad. Sus crónicas y entrevistas se volvieron indispensables en los periódicos El Día o La Jornada, donde desde 1986 tiene una sección titulada “Mar de historias”, ubicada en la contraportada de la edición dominical y donde relata el trajinar de las personas: sus dramas, batallas, alegrías, miserias, fortalezas.


Otra peculiaridad de Cristina, además su estilo personalísimo de entrevistar que consigue crear una empatía natural, es que se ha convertido en una decana de la televisión mexicana desde la televisión pública. En el Canal Once del Instituto Politécnico Nacional transmite hasta la fecha los programas “Aquí nos tocó vivir”, con 38 años al aire, y “Conversando con Cristina Pacheco”, que suma 20 años de existencia.


Dejé de leer y revisar la obra de Cristina Pacheco con la regularidad con la que lo hacía en la escuela justo cuando me gradué. Entonces comencé a trabajar en redacciones y a mirar otras plumas, que incluían a mis propios colegas tanto de México como de otros países. Aquellos compañeros de batallas no sólo se volvieron maestros sino inspiraciones. Como les comenté a los chicos, las referencias van cambiando y, en la medida que adquirimos experiencia, se van volviendo más eclécticas. Esto es una fortuna.


Por otro lado, una vez que comencé a ejercer el periodismo en las secciones culturales de los diarios Reforma y La Crónica de Hoy, me empecé a topar con Cristina en eventos que cubría. Como reportero empecé a llamarle y a enfrentarme a sus cortantes negativas a hablar o a pasarme a su esposo. La mayoría de las veces se le buscaba para llegar al famoso poeta. Ahora entiendo que eso ha de haber sido chocante. En persona era más arisca de lo que parecía en televisión. Entonces la admiración devino un injusto desinterés.


Pero ahora que me reencontré con ella creo que en esa injusticia no sólo caí yo sino el gremio. Les mostré a los muchachos un fragmento de la entrevista de Cristina a Laura León en “Conversando” y los caché divertidos y asombrados ante un personaje que puede resultar tan entrañable como La Tesorito. Luego vimos unos minutos de la emisión de “Aquí nos tocó vivir” que grabó días después del Terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México y que dedicó a las costureras. Los jóvenes estaban atentos.


Finalmente les leí párrafos de la entrevista al muralista Máximo Pacheco incluida en su libro “La luz de México”. Yo la mantengo en la memoria desde la primera vez que la leí en la universidad hace unos 17 años. Aún resuena la voz triste de un hombre caído en la miseria, cuya obra fue arrasada, que murió incapaz de superar un desamor de infancia que lo arrojó a la soledad. Los chavos, en su mayoría, estaban impresionados. La obra de Cristina aún tiene ese poder de cautivar.


Cuando iba a la universidad solía comprar con regularidad La Jornada. Particularmente los domingos para leer su “Mar de historias”. Ese hábito sí lo he dejado también en parte porque el diario ha perdido mucho de ese brillo que tenía en mi época de estudiante a finales del siglo XX. Además, sus entrevistas me parecen mucho más vigorosas que sus relatos, recogidos en títulos como “Sopita de fideo” o “Cuatro de azotea”.


Es inspirador, asimismo, ver a Cristina aún volcada en su trabajo, animosa, aun cuando ya ha pasado más de medio siglo de labor. Cualquier periodista sabe y dirá que este oficio resulta tan extenuante como enriquecedor. Así que hacerlo durante tanto tiempo con pasión y destreza es admirable.


Sólo queda dejar la invitación para regresar a una obra periodística que quedará como uno de los registros más completos y encantadores de la vida mexicana de la segunda mitad del siglo XX y de principios del siglo XXI. Uno que abarca desde la vida cotidiana en su sentido más cabal y respetuoso hasta el mundo de las estrellas, los personajes sobresalientes, las figuras de culto en deportes, cultura, espectáculos, política, economía, sociedad, academia. México se podrá entender en un futuro gracias al trabajo de Cristina Pacheco.


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Published on September 26, 2017 13:22

September 3, 2017

Periodismo y soft news

Cuando surgió la posibilidad de dedicar una materia en la universidad a las soft news me entusiasmé muchísimo. Me animaba la oportunidad de que esta área del periodismo, tan desdeñada o subestimada en la industria informativa, finalmente tuviera su lugar en la academia junto a las hard news, la teoría de información, el conocimiento.


Cientos de periodistas hemos dedicado por completo o parcialmente nuestras carreras a este amplio paraje del periodismo con una inevitable sensación de no ser tomados en demasiado en serio solo por las fuentes de información que atendemos, por las historias que contamos y por cómo lo hacemos, muchas veces desenfadadamente pero no por ello sin datos, fuentes, técnica, rigor.


Claro. Hay las excepciones que se vuelven el pretexto perfecto para justificar el canon del “gran periodismo” que fundamentalmente incluye a las secciones duras. Y hoy en día, sobre todo, al periodismo de corte social. Quizá pocos se atreverían a equiparar a Pati Chapoy con Elena Poniatowska o Carmen Aristegui aunque igual es una fantástica entrevistadora, por ejemplo.


En los años que llevo dedicándome a las soft news como editor de suplementos de entretenimiento, guionista de programas de espectáculos, reportero de cultura, colaborador de revistas de sociales o columnista en magazines electrónicos siempre he comprobado que en estas trincheras se requiere el mismo profesionalismo que en las secciones duras.


Hay una exigencia máxima, el agobio de la premura incesante, mares de información, historias que clarificar y revelar, guardias de horas en pos de una noticia, jornadas kilométricas para encontrar una voz, un dato, una confirmación; encuentros y desencuentros con fuentes, lecturas, observación, ejercicios narrativos, sed de exclusivas, agudeza, frustración, desconsuelo, satisfacción, agresiones. Sí, en estas fuentes también se insulta y golpea a reporteros.


Pero eso queda sepultado bajo una imagen de banalidad que muchas veces es un mero espejismo. Una distorsión. Sobre todo tras la llegada de internet y la abundancia de espacios amateur que toman el periodismo de soft news no con desparpajo, sino a la ligera. Sin conocimiento. Aunado a los vicios, sí, que perviven en estas secciones (como en todas). Vicios que, por otro lado, perviven y se acentúan justamente por la falta de reflexión y conocimiento especializado al interior de aquellas y desde la academia y hasta el público interesado.


Cuando era reportero de cultura constantemente me decían otros colegas de las secciones de Nacional, Ciudad o Estado de México que nosotros nos la pasábamos súper bien en la tertulia o leyendo libros o visitando museos. Ello a pesar de que nos topábamos en las madrugadas en la redacción escribiendo tras largas jornadas de trabajo o casi chocábamos en las apresuradas llegadas con la información del día.


Por eso me animaba no solo develar ese mundo a los jóvenes periodistas sino también tratar de contagiarles la pasión por contar esas historias que en su aparente simplicidad entrañan lo humano: la música, el baile, la pasiones arrebatadas, los sabores y olores de la comida, los viajes, los engaños y desencuentros de una pareja, la amistad, el nacimiento de un hijo o la pérdida de un padre, los triunfos y fracasos, las ideas y la creatividad, la rebeldía y la sugerencia. El pensamiento. Todo ello en lo que nos identificamos con las celebridades, los deportistas, los intelectuales cuyas figuras públicas nos hacen vibrar, nos generan curiosidad o son un referente. Pero también ir más allá de la apariencia y descubrir sus claroscursos, así como hallar esas otras historias inadvertidas que palpitan tras bambalinas o en torno a esos personajes. ¿Alguna vez se habrían imaginado que Juan Gabriel tenía hijos biológicos a los que misteriosamente mantuvo en secreto hasta su muerte?


Sin embargo, cuando comenzó el curso me topé con una realidad apabullante: las soft news son un campo de estudio prácticamente desértico. No se ha reflexionado mucho, al menos en el periodismo en español, sobre este quehacer informativo tan popular. Y eso que los medios se sustentan económicamente en estas secciones, sobre todo si incluimos deportes, que además suelen ser las más leídas o vistas. Quizá el periodismo cultural es el que tiene uno que otro asomo teórico e histórico más articulado.


Esto nos ha ido planteando un desafío mayúsculo y el camino más obvio parecía seguir el canon, aquel mismo que, sin embargo, mira a las soft news como adornos para atraer lectores o audiencia pero que no las toma demasiado. ¿O acaso vemos a diario en las portadas del periódico una nota cultural o de espectáculos más allá de un llamado o una fotonota?


Fue así que caí en la cuenta de la necesidad de comenzar a plantear un marco de ideas que respondieran a las particularidades de las soft news comenzando con la problematización de los géneros periodísticos. Por supuesto que el ejercicio de las soft news se sustenta en la técnica que todos los periodistas aprendemos en la escuela. La ortografía y sintaxis, la jerarquización, la diversidad de fuentes, los datos duros, las descripciones e interpretaciones, la confirmación, la búsqueda de las voces primarias y de testigos. En fin. Se ejerce la nota dura y el reportaje de largo aliento, pero sobre todo hay dos géneros que son nuestro día a día, nuestros desafiantes aliados: la crónica y la entrevista.


La crónica y la entrevista según una definición contemporánea que incluyen sus rasgos informativos y narrativos clásicos como las citas textuales, los datos duros, los contextos y descripciones, pero también la interpretación de hechos, el humor, la crítica, la emotividad. Ello sin perder de vista el objetivo principal de todo texto periodístico que es informar. Solo que nosotros también entretenemos, contamos historias que no siempre son dramáticas o impactantes, muchas de ellas tienen final feliz.


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Published on September 03, 2017 12:49

Periodismo en soft news

Cuando surgió la posibilidad de dedicar una materia en la universidad a las soft news me entusiasmé muchísimo. Me animaba la oportunidad de que esta área del periodismo, tan desdeñada o subestimada en la industria informativa, finalmente tuviera su lugar en la academia junto a las hard news, la teoría de información, el conocimiento.


Cientos de periodistas hemos dedicado por completo o parcialmente nuestras carreras a este amplio paraje del periodismo con una inevitable sensación de no ser tomados en demasiado en serio solo por las fuentes de información que atendemos, por las historias que contamos y por cómo lo hacemos, muchas veces desenfadadamente pero no por ello sin datos, fuentes, técnica, rigor.


Claro. Hay las excepciones que se vuelven el pretexto perfecto para justificar el canon del “gran periodismo” que fundamentalmente incluye a las secciones duras. Y hoy en día, sobre todo, al periodismo de corte social. Quizá pocos se atreverían a equiparar a Pati Chapoy con Elena Poniatowska o Carmen Aristegui aunque igual es una fantástica entrevistadora, por ejemplo.


En los años que llevo dedicándome a las soft news como editor de suplementos de entretenimiento, guionista de programas de espectáculos, reportero de cultura, colaborador de revistas de sociales o columnista en magazines electrónicos siempre he comprobado que en estas trincheras se requiere el mismo profesionalismo que en las secciones duras.


Hay una exigencia máxima, el agobio de la premura incesante, mares de información, historias que clarificar y revelar, guardias de horas en pos de una noticia, jornadas kilométricas para encontrar una voz, un dato, una confirmación; encuentros y desencuentros con fuentes, lecturas, observación, ejercicios narrativos, sed de exclusivas, agudeza, frustración, desconsuelo, satisfacción, agresiones. Sí, en estas fuentes también se insulta y golpea a reporteros.


Pero eso queda sepultado bajo una imagen de banalidad que muchas veces es un mero espejismo. Una distorsión. Sobre todo tras la llegada de internet y la abundancia de espacios amateur que toman el periodismo de soft news no con desparpajo, sino a la ligera. Sin conocimiento. Aunado a los vicios, sí, que perviven en estas secciones (como en todas). Vicios que, por otro lado, perviven y se acentúan justamente por la falta de reflexión y conocimiento especializado al interior de aquellas y desde la academia y hasta el público interesado.


Cuando era reportero de cultura constantemente me decían otros colegas de las secciones de Nacional, Ciudad o Estado de México que nosotros nos la pasábamos súper bien en la tertulia o leyendo libros o visitando museos. Ello a pesar de que nos topábamos en las madrugadas en la redacción escribiendo tras largas jornadas de trabajo o casi chocábamos en las apresuradas llegadas con la información del día.


Por eso me animaba no solo develar ese mundo a los jóvenes periodistas sino también tratar de contagiarles la pasión por contar esas historias que en su aparente simplicidad entrañan lo humano: la música, el baile, la pasiones arrebatadas, los sabores y olores de la comida, los viajes, los engaños y desencuentros de una pareja, la amistad, el nacimiento de un hijo o la pérdida de un padre, los triunfos y fracasos, las ideas y la creatividad, la rebeldía y la sugerencia. El pensamiento. Todo ello en lo que nos identificamos con las celebridades, los deportistas, los intelectuales cuyas figuras públicas nos hacen vibrar, nos generan curiosidad o son un referente. Pero también ir más allá de la apariencia y descubrir sus claroscursos, así como hallar esas otras historias inadvertidas que palpitan tras bambalinas o en torno a esos personajes. ¿Alguna vez se habrían imaginado que Juan Gabriel tenía hijos biológicos a los que misteriosamente mantuvo en secreto hasta su muerte?


Sin embargo, cuando comenzó el curso me topé con una realidad apabullante: las soft news son un campo de estudio prácticamente desértico. No se ha reflexionado mucho, al menos en el periodismo en español, sobre este quehacer informativo tan popular. Y eso que los medios se sustentan económicamente en estas secciones, sobre todo si incluimos deportes, que además suelen ser las más leídas o vistas. Quizá el periodismo cultural es el que tiene uno que otro asomo teórico e histórico más articulado.


Esto nos ha ido planteando un desafío mayúsculo y el camino más obvio parecía seguir el canon, aquel mismo que, sin embargo, mira a las soft news como adornos para atraer lectores o audiencia pero que no las toma demasiado. ¿O acaso vemos a diario en las portadas del periódico una nota cultural o de espectáculos más allá de un llamado o una fotonota?


Fue así que caí en la cuenta de la necesidad de comenzar a plantear un marco de ideas que respondieran a las particularidades de las soft news comenzando con la problematización de los géneros periodísticos. Por supuesto que el ejercicio de las soft news se sustenta en la técnica que todos los periodistas aprendemos en la escuela. La ortografía y sintaxis, la jerarquización, la diversidad de fuentes, los datos duros, las descripciones e interpretaciones, la confirmación, la búsqueda de las voces primarias y de testigos. En fin. Se ejerce la nota dura y el reportaje de largo aliento, pero sobre todo hay dos géneros que son nuestro día a día, nuestros desafiantes aliados: la crónica y la entrevista.


La crónica y la entrevista según una definición contemporánea que incluyen sus rasgos informativos y narrativos clásicos como las citas textuales, los datos duros, los contextos y descripciones, pero también la interpretación de hechos, el humor, la crítica, la emotividad. Ello sin perder de vista el objetivo principal de todo texto periodístico que es informar. Solo que nosotros también entretenemos, contamos historias que no siempre son dramáticas o impactantes, muchas de ellas tienen final feliz.


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Published on September 03, 2017 12:49

August 23, 2017

No soy escritor

No soy escritor porque no siento esa urgencia de escribir pese a todo. Pese a mí mismo. La escritura para mí es un acto de fugaz inspiración más que de disciplina y comprendo que sin esta nadie puede reconocerse como autor. Dependientes de las musas nos convertimos solo en generadores de ocurrencias y nuestro manejo de las palabras es deficiente, sin técnica, pues para dominar un oficio, un arte, se requiere del ejercicio constante del mismo no sólo motivados por una pulsión etérea sino por la acción rotunda de encontrarse cara a cara con la hoja en blanco para transformarla. Retarla. Para convertirla en el contendor de imágenes y sugerencias. De comunicación. Yo no tengo la constancia de escribir como quienes se toman a la palabra con la dedicación que amerita. Me gusta acariciar las letras con las yemas de los dedos y muchas veces estas no se transforman en palabras escritas. Se quedan ahí. Flotando, perdidas, invisibles junto a esporas y microorganismos. No se convierten en monumentos como aquellos extraordinarios volúmenes de novelas, poesía, ensayo, cuento, teatro que admiro. Es más, ni siquiera tengo claro qué escribo cuando escribo. Solamente dejo que algunas ideas, recicladas y viciadas, emerjan. La suerte que tengo es que encuentran cauce en páginas de periódicos o en sitios de internet. Pero hasta ahí. No negaré, sin embargo, que mi cotidiana relación con la palabra me genera la angustia de querer crear algo más trascendente que algún artículo periodístico, un comentario en un blog o algún texto breve. Me refiero a alguna novela, a algún volumen de cuentos o quizá poesía. Me emociona tanto leer poesía. Soy un lector recurrente e incansable. Quizá por ello estoy incapacitado para entrar en sus bellísimos terrenos. Menos sin la disciplina ni pericia de un escritor que vive y sobrevive para la palabra. Para mí, un periodista de maquila, el lenguaje se ha convertido más en una vía de sobreviviencia más que de creación. Esto en el mejor de los casos porque me he convertido en el canal que otros usan para llevar a cabo sus ideas y ambiciones, su generación de riqueza y prestigio. Mis palabras a su servicio. Yo suelo estar en el anonimato. Y me gusta. Al menos eso creo. Quizá ya no sé estar en otro sitio que no sea la invisibilidad. Y en esa invisibilidad me refugio para no enfrentarme a la palabra. Para siempre postergar mi encuentro con la creación literaria. Algo que un escritor genuino no haría. Él escribiría bajo cualquier circunstancia. Yo siempre busco los momentos ideales. Aquellos que no existen y, por lo tanto, nunca llegan. Entonces mi escritura más que una serie de encuentros con la página en blanco es una fuga constante. Una postergación infinita. De esta manera no se puede ser un escritor porque uno no escribe nada.


 


No soy escritor porque no asumo la literatura como un territorio por conquistar sino como una derrota. Llego a la página en blanco sobrepasado por mi inexperiencia, por mi credulidad, por el miedo paralizante. No de la hoja en blanco que se puede llenar con cualquier consecución de palabras. Ese oficio lo he ejercido en el periodismo por más de 17 años. Si no por el terror a la certeza de que uno no es escritor y que todo lo que haga será labrar un camino hacia la nada. Hacia la inactividad.


 


No soy escritor porque no tengo un dominio de mis emociones ni una claridad en mis pensamientos. Soy de una inteligencia modesta que sólo alcanza para almacenar clichés que reproduzco una y otra vez en textos reiterativos y con una miseria verbal vergonzosa. Me aferro a ideas simples. Planas. Y las reuso constantemente cuando no es que me apropio de otras sin siquiera tomarme la molestia de ahondar en sus motivaciones, en sus alcances. La mayoría de las veces las aplico mal y termino diciendo disparates y absurdos que seguramente provocan risas en algún lector incauto que cayó en ellas por razones incomprensibles.


 


No soy escritor porque no tengo vicios sino sólo excesos. No me entrego a alguna anomalía en pos de la creación. Vivo contenido hasta que cedo un poco y entonces pruebo la desmesura con resultados patéticos. No surgen historias inolvidables. No ahondo en los cimientos pantanosos de la condición humana. No me destrozo para de ahí, en las ruinas, hurgar en preguntas trascendentales o plantear alguna respuesta clara. La única consecuencia son resacas. Crudas existenciales por haber cometido pendejadas. Por haber ridiculizado a mis amigos o a mi entorno. Por haberme convertido en una marioneta de una casualidad burlona que me convierte en blanco de la ignominia, del desprecio, del asco, de la burla. De ahí podría sacar claves para mirarme. Para mirar. Pero no ocurre eso. Termino convirtiéndome en un lamento detestable.


 


No soy escritor porque la pulsión de la escritura siempre es secundaria. Es sepultada por cualquier nimiedad. Simplemente salir a la calle para caminar con la seguridad de que a los cinco minutos me hartaré del gentío. Leeré apresuradamente y sin retención el periódico o compraré algún libro que pasará a la pila de pendientes que nunca se acabarán.


 


No soy escritor porque un solo párrafo, desmembrado y amorfo, es una conquista rotunda que alcanza para saciar las ansias de escritura una semana o más hasta que otras líneas igualmente inconexas y absurdas vengan a librarme de cargos de conciencia. Si el resultado fuera algún texto con una lógica o una mínima capacidad expresiva me sentiría realmente un escritor. Pero no es así. De hecho las palabras que escribo sólo se suman a un torrente de frases sin sentido. Tontas.


 


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Published on August 23, 2017 16:32

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Omar G. Villegas
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