Omar G. Villegas's Blog, page 6

April 30, 2017

Infancia y memoria a propósito del Día del Niño

No suelo ser uno de esos nostálgicos o apologistas de la infancia. Para mí es una etapa olvidada casi en su totalidad, y tampoco me interesa recuperarla. No por alguna razón traumática. Simplemente porque ya pasó y estoy convencido que la mejor etapa de una persona es la actual. No hay momento más esplendoroso que en el que estás. En el que palpitas. Además no tengo una memoria privilegiada. Recuerdo algunas escenas o sensaciones de mi infancia, pero son fragmentos inconexos cuyo único hilo conductor soy yo. No obstante me entusiasma ver a los niños. Ser testigo de su vitalidad y su capacidad de asombro. De su curiosidad inagotable y de cómo es posible vivir sin (tantos) prejuicios ni preceptos. Y me gusta pensar que muchos de esos niños serán versiones más refulgentes de los adultos de hoy.


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Published on April 30, 2017 10:52

April 29, 2017

Estrenando página

El blog “Memorias consustanciales” está dando paso a la página “Omar G. Villegas” donde subiré de una manera más constante contenido que ya no sólo será escrito sino también audiovisual. Aquí subiré los breves videocomentarios de “En tres palabras” e imágenes mías o de compañeros artistas o fotógrafos. Este es sólo el inicio de esta transformación que sigue en marcha.


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Published on April 29, 2017 16:30

March 24, 2017

La ira es irrefrenable 

La ira es una emoción irrefrenable. Acumulativa. Explosiva. Hay molestias que se esconden en la memoria como minas listas para explotar. 


Hay personas que solo nos provocan ira. A las que sólo relacionamos con esa sensación desagradable, cáustica, abrasadora de un enojo in crescendo. Las razones de ese vínculo pueden ser muchas y variadas. La mera antipatía o actos excecrables, agresivos, discriminatorios u ofensivos contra uno. Burlas o abusos de poder. Necedades. Tarugadas. 


El asunto es que con los años y tras varios libros de filosofía del bienestar y psicología positiva leídos he descubierto que la ira es inherente a las personas. A mí. Que es imposible desterrarla. Que con los años se vuelve más virulenta. Que el único atenuante es darle la espalda, maniatar las manos, cerrar la boca y dejar que nos golpee todo el tiempo que se le dé su chingada gana. Hasta que se canse. El gran y miserable triunfo es que el único malherido sea uno mismo. Y si nadie se da cuenta tu triunfo será rotundo. Yo trato de tener éxito todos los días. 


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Published on March 24, 2017 19:43

March 21, 2017

March 7, 2017

Soslayar la memoria

Soy de los que evitan guardar recuerdos. Los que permanecen es porque se aferran a mi memoria por razones azarosas más que premeditadas. O porque esas experiencias tuvieron un impacto descomunal. Pero con el tiempo su efecto se va atenuando y no me interesa atizarlo. Acaso una que otra vez lo he hecho pero, eventualmente, el ejercicio será contrario. Hago todo lo posible por desecharlas. Olvidar. Mis remembranzas, más que hechos específicos, son sensaciones, emociones, estados de ánimo. Sobre todo estos últimos. Y calan más los angustiosos, melancólicos, tristes que los contrarios. Así que mirar atrás no es de mis actos favoritos. Por eso me intrigan quienes tienen una “memoria fotográfica”, quienes viven recreando instantes, quienes se empeñan en no olvidar. Me pregunto si eso los hará felices.


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Published on March 07, 2017 15:31

January 26, 2017

Más que en consumidores antigringos convirtámonos en consumidores inteligentes

El consumo de productos locales está cobrando relevancia en una coyuntura complicada, pero quizá no habría podido sugir en otra sino esta. Cada vez se suman más voces al llamado a dejar de consumir productos de Estados Unidos y ponderar los mexicanos, particularmente, los locales. Más que apostar por unos productos sobre otros per se yo apoyo la invitación a convertirnos en consumidores más conscientes, reflexivos, informados. Sin embargo, me parece una discursión necesaria, interesante y que puede ser muy productiva si dejamos de lado las burlas, ofensas y críticas ácidas, destructivas, al respecto.


Me he topado con muchos comentarios del tipo: apoyas el consumo local desde tu IPhone o tu computadora con software Microsoft.Ese es precisamente el punto. Primero notar, por si acaso no nos habíamos dado cuenta, la penetración de productos estadounidenses. Ser conscientes de ello. Segundo, que el llamado a no consumir productos de Estados Unidos no es en sí una solución, aunque en estos tiempos tampoco estaría de más demostrar la relevancia del mercado mexicano y de nuestra influencia como consumidores. Tercero, como comentaba, más bien hay que apostar a convertirnos en consumidores proactivos e inteligentes. Dejar de comprar como zombis y comparar, atender detalles y calidades, exigir, sí ponderar lo local en su justa medida y estimulando la calidad y crecimiento del mercado interno en México.


Porque aquí yo pondría otro asunto sobre la mesa: “lo local” tiene muchos vicios a contrarrestar o erradicar comenzando por, a mi parecer, el nefasto hábito del regateo y del síndrome del mexicano abusado que no es otra cosa que aprovecharse de quien se deje, no esté a las vivas o de quien se pueda dándole más caro dependiendo de cómo se le ve o vendiendo kilos de menos o artículos de mala calidad. Eso tiene que acabar.


Se destaca el caso de Alemania como modelo de consumo local. Cuando visité Berlín hace unos años lo que más me llamó la atención en cuanto a cotidianidad fue precisamente eso: cuando entré a un supermercado fue evidente que el precio de los productos hechos en Alemania era mucho menor y, al probarlos, que eran de una calidad destacabilísima. ¡A eso hay que apostar!


Consumir local es motivar del desarrollo de nuestros barrios, pero ese mercado local también debe ofrecer opciones, calidad y buen servicio. El tianguis o el mercado sucios y caóticos calzan, quizá, como “mexican curious”, pero no tendrían que estar así. Y también faltaría atender paralelamente complicadísimos asuntos legales, hacendarios, de legalidad, comercio justo, condiciones de trabajo, salarios justos. En fin. Se trata de un asunto, como todos, complejo e interconectado.


Pero mi apuesta inmediata es que, ojalá, este contexto nos convierta más que en consumidores antigringos (que insisto, en estos tiempos una lección a los exportadores del vecino del norte no estaría de más) en cosumidores inteligentes. Y sí, posteo desde mi computadora o IPhone gringo porque es una elección de compra. Porque no todo es blanco y negro. Porque este asunto del consumo local se trata de evaluar opciones y, entre ellas, que se vuelva hábito apoyar el mercado local. De calidad. Incentivar el desarrollo del barrio y eso no excluye tener un teléfono gringo, ver una película gringa o adquirir un producto o servicio gringo. Incluso visitar el tan querido Disneyland.


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Published on January 26, 2017 09:50

December 2, 2016

Los villanos más aborrecibles

Sucede que con los años he aprendido que los peores monstruos, los villanos más asquerosos, los más aborrecibles no son los que hacen el trabajo sucio. Ellos permanecen indemnes, alejados, entre lujos, emitiendo una carcajada pérfida, calmos, dando órdenes oscuras como si le escribieran a los Reyes Magos, viviendo una vida perfecta. Desgraciados son los que hacen su trabajo sucio. Los que reciben el odio y los insultos. Los que tienen ese trabajo por necesidad, resignación, avaricia y tal vez un poco de vileza. Pero estos son semejantes a aquellos contra los que arremeten. Surgieron de los mismos barrios. Sus madres quizá se conocen. Es más, posiblemente jugaron juntos de niños. Pasa entonces que la gente se destroza entre sí sin rozar siquiera a los grandes villanos. Por eso los héroes verdaderos evitan asesinar al villano de poca monta y van por el gran demonio. Por eso hay pocos héroes. Porque esa empresa es titánica y en absoluto cómoda. Yo no soy un héroe, pero he aprendido a diferenciar de malos a malos, y a tener piedad (o al menos dedicar un poco de comprensión) a mis semejantes que deciden hacer el trabajo sucio. Claro. Siempre y cuando no se pasen de cabrones.


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Published on December 02, 2016 17:50

Para dominar un mar embravecido

Hay veces en las que, simplemente, estás de malas. Que tu cabeza es un huracán. Que la molestia te invade como el agua a una servilleta. Que no sabes por qué estás tan incómodo contigo. Con todo. En ti. O quizá sí. Por decepción. Por frustración. Por hartazgo. Porque estás abrumado por tus propios demonios, por los otros que devienen demonios y se posan en tu hombro. Por aquellos a los que tendiste la mano y se aprovecharon. Por aquellos a los que apoyaste y te olvidaron. Por aquellos a los que amaste y te ningunearon. Por aquellos a los que te entregaste y te desecharon. Luego tomas bríos y arremetes contra ti mismo. Por tonto. Entonces te molestas por caer una y otra vez en las tretas de las personas. Por ser tan inseguro y confiado. Por ser tan endeble. Es más. Te cuelgas cuantos despropósitos sabes o encuentras en el diccionario. Luego tomas aire y recapacitas. Tratas de amar eso que tú eres y de comprender las motivaciones de los demás. Tratas de reacomodarte y reacomodar todo. Y resulta que es una tarea complicadísima. Porque el enojo solo necesita una rendijita para abrirse paso y salir a borbotones. Intentar dominarlo es como querer manipular a un mar embravecido. Aparentemente inviable, pero posible. Como Moisés. Con palabras, moviendo las manos. En ocasiones no se necesita más que decir y hacer. Sólo eso: decir y hacer.


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Published on December 02, 2016 08:55

June 2, 2016

El marranero

Una de las prácticas más comunes de los periodistas y de los escritores es tomar notas. Yo, después de más de 15 años ejerciendo el periodismo, aún siento algo de pudor y desconfianza de denominarme periodista. Con un solo libro publicado no me atrevo a llamarme escritor. Sin embargo, tengo el hábito de tomar notas.


Lo hago donde sea: en un cuaderno que tengo destinado para ello y que casi nunca abro, en servilletas, en el celular, en algún documento de Word o en cualquier pedazo de papel. Esta última opción es a la que más recurro. Es por eso que durante años acumulé papelitos con anotaciones que, así escrito, puede parecer candoroso y hasta literario, pero en el sentido más práctico se convirtieron en un montón de basura.


No hace tantos días los junté todos y comencé a revisarlos. Había frases, unas más ingeniosas que otras. Pero la mayoría debieron haber pasado directamente al cesto de la basura. Todas estaban destinadas a detonar páginas o integrarse a un libro que he estado preparando, sopesando, transformando, postergando desde hace unos cuatro años.


Lo que hice en un frenesí tiré todos los papelitos con anotaciones. Pensé que si ese libro no había surgido no valía la pena conservarlos y que si se habían quedado ahí, olvidados, es porque no había nada que valiera la pena recordar.


Suelo arrasar con mis cosas a menudo. Así me deshice de mi nutrida biblioteca, que se redujo a dos libreros pequeños. De mis discos y películas que ahora caben en una caja. De mi guardarropa, varias veces y la más reciente hace unas semanas, que ya sólo tiene unos cambios de ropa.


Así que ahora estoy sin anotaciones, pero con algunas ideas que, espero, pronto den origen a aquel texto que me cosquillea en las yemas de los dedos pero que nomás no logra germinar. Abrirse paso entre las prisas, el trabajo, los pendientes, ¿la falta de tiempo?


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Published on June 02, 2016 15:21

March 21, 2016

Primavera convulsa

No sé por qué desde hace unos años me volví amante del calor. Me incomoda el frío. Me entristece. Tal vez por ello espero la primavera con urgencia. Sobre todo las primeras semanas de esta estación que en la Ciudad de México suelen ser cálidas y despejadas. Ya después viene la prolongada y tormentosa época de lluvias, que tampoco me gusta porque esta urbe se convierte en un infierno. En un caos inenarrable.


El invierno de finales de 2015 y principios de 2016 ha sido gélido. Así que anhelaba la llegada de la primavera. Pero este primer día es frío y, por supuesto, me siento profundamente decepcionado. Irritado. En especial porque los fríos me han tenido tres semanas con las vías respiratorias lastimadas. Con tos. Con el cuerpo invadido por una sensación de enfermedad que me ha tenido enojado.


Aunque acabo de descubrir algo perturbador. La primavera suele venir con una crisis existencial profunda. Con cuestionamientos sobre lo que he hecho de mi vida. Así ha ocurrido, sin que lo haya notado, en años anteriores. Me siento disgustado con todo. Pero en vez de señalar hacia afuera hago un ejercicio de introspección. Si todo te molesta es muy probable que el origen no sean todos los demás sino tú mismo.


Hoy en particular me siento enfurecido con todo. No sé si es a causa del frío, el convulso arribo de la primavera que ya descubrí que me pone mal o simplemente que he perdido la razón y la capacidad de valorar las maravillas que tengo. Quizá es todo. Tal vez sí erré el camino y me encuentro en un sitio donde no quiero estar. Posiblemente sea que llegué a un punto de mi vida en el que necesito elegir una nueva ruta. Esta podría ser continuación de la que he recorrido hasta ahora o en otro sentido.


A mis 36 años he logrado la mayoría de propósitos que me planteé en mi niñez y mi juventud. Pero no me siento ni feliz y pleno. Por el contrario. Me da la impresión que sacrifiqué lo relevante por lo urgente. Sustituí mis propios deseos por el de los otros. He ejercido una rebeldía absurda porque esta ha sido contra mí mismo. Contra mis propios anhelos.


Hoy, que tengo todo lo que pensé que me haría feliz, que ha llegado la primavera, que se avecina el calorcito, me siento descompuesto. Hecho trizas. Con el pecho lleno de un grito ahogado. Con una confusión inmensa. Con una molestia tal que me incita a desea esfumarme y reaparecer, solo, en una playa bellísima y solitaria. Amo la playa. Este gusto vino acompañando a mi afección por el calor. De hecho antes le huía. Me sentía fuera de mí en la cálida humedad de algunos sitios junto al mar. Ahora no.


El mar se ha convertido en un refugio al que acudo para sanar. Aunque no voy con la regularidad que quisiera. Mi vida tal como ahora está estructurada me arrojó a una monotonía tal que se ha vuelto generadora de estrés e insatisfacción constantes. Pero también me pregunto si será cierto que el mar me aporta tranquilidad. El año pasado que por estas fechas huí hacia él en busca de tranquilidad hallé lo contrario. El mar estaba embravecido y la gente con que me topé fue agresiva. Volví desconcertado y a ello siguió una serie de eventos desastrosos que volvieron al 2015 el peor año de mi vida.


Tal vez sólo se trató del año en que mi peor yo se liberó y se volcó contra mí mismo. Tal vez fue el año en que mi conciencia despertó y se dio cuenta de que estaba completamente perdido. Quizá fue el azar orillándome a hacerme preguntas indispensables para saber si estoy andando en la dirección correcta. Hoy me he preguntado ¿dónde torcí el rabo? ¿Por qué me amargué así? ¿En qué momento se me fue  mi vida de las manos? ¿Cuándo me perdí a mí mismo?


¿Serán estas las preguntas indicadas?


Por lo pronto espero que el frío de inicio de primavera pase pronto y que el calor venga tibio y plácido. Que me llene de certidumbre y confort. Que me esclarezca las dudas. Que me embargue del equilibrio necesario para avistar la ruta a seguir sin cargas ni rencores ni angustia. Libre. Porque en estos momentos me siento fuera de mí. Desquiciado. Asquerosamente molesto con todo. Conmigo.


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Published on March 21, 2016 12:53

Omar G. Villegas's Blog

Omar G. Villegas
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