Andrés Accorsi's Blog, page 215
August 29, 2012
29/ 08: RESIDUOS

Acá me encuentro con un Bustos mucho mejor que aquel que yo recordaba, una cruza extraña y muy efectiva entre David Rubín, Manel Fontdevila y Germán García, a quien reemplazó en algunos episodios (no precisamente los mejores) de Tess Tinieblas, una serie que a mí me encantaba. El trabajo de Bustos en este álbum es deslumbrante, tanto cuando tiene espacio para lucirse con viñetas grandes como cuando tiene que meter 10 ó 12 viñetas microscópicas en cada página. Además de muy funcional al relato, el dibujo es plástico, desbordante de agilidad, de dinamismo y de una gran expresividad, potenciada por el hecho de que el propoio Bustos colorea la historieta. Aunque no te interese la historia, re-da para tener esto sólo por los dibujos.
Y la historia es MUY ganchera: el protagonista es Mirko, un agente secreto de la Tierra que está infiltrado en otro planeta, bajo la apariencia de un nativo logipukiano y con la identidad de falsa de “Pum”. Pum parece ser un simple recolector de residuos y chatarra espacial, pero en realidad es parte de una siniestra conjura de los terrícolas para invadir y sojuzgar a los habitantes de Logipuk. Para cuando este plan se pone en marcha, Mirko (o sea, Pum) ya se encariñó con el planeta, ya tiene novia, amigos... no va a ser tan fácil clavarle la puñalada trapera a esta civilización (irónicamente muy similar a la nuestra) a la que ya está perfectamente integrado.
Muñoz y Trashorras no pierden demasiado tiempo para explicar este planteo, sino que rápidamente ponen en marcha la aventura, que para antes de la mitad del tomo cobra un ritmo vertiginoso, que no decaerá hasta el final. Esto es palo y palo, a pura acción, y mucha diversión. Por momentos me hizo acordar a Planet, la bizarra epopeya de ciencia-ficción del novelista argento Sergio Bizzio (genio y figura), por la naturalidad con que los autores nos presentan la vida cotidiana en este nuevo planeta. La “alienidad” de los logipukianos está des-enfatizada y se manifiesta casi exclusivamente en su aspecto (piel verde y escamosa, boca grande al estilo de los sapos).
La aventura combinada con un dilema moral jodido siempre garpa. La ciencia-ficción enfocada desde una mirada medio irónica, también. Y si encima le metemos unos cuantos diálogos excelentes, el resultado va a dar muy, muy positivo. Residuos no te cambia la vida ni mucho menos, pero garantiza un muy buen momento, un rato en el que te vas a ver envuelto en una trama muy atrapante, con buenos personajes, mucha intensidad, un cierto subtexto que te va a dejar pensando y unos dibujos que combinan potencia, sutileza y hasta una cierta comicidad. No es poco, para nada.
Published on August 29, 2012 15:43
August 28, 2012
28/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.2

Esto que podría parecer un embole no lo es, primero porque están esas escenitas de machaca (medio forzadas, pero bue), segundo porque –como ya dije- es un TPB corto, y tercero porque el maestro Jonathan Hickman le pone mucha onda a los diálogos para que no nos aburramos. Además, ya que está, da cátedra de erudición geek, porque ninguna de estas razas están improvisadas ni sacadas de la galera: son todas civilizaciones de las que el fan hardcore de Marvel ya había tenido noticias, ya sea a través de Fantastic Four, o de otras series. Hickman investigó y –como los FF- salió a explorar. Y se ve que recorrió bastante el Universo Marvel y sobre todo que se calentó en encontrar buenas explicaciones y buenas vueltas de tuerca que hagan que el regreso de razas tan... pintorescas como los Kymellianos nos produzca algo más que risa o comentarios al estilo de “Nah, me estás jodiendo...”.
Así como en el TPB anterior era demasiado obvio que Reed acaparaba para sí todo el protagonismo, esta vez no está pintado al óleo, pero no hay ningún tramo en el que eclipse a sus compañeros. El protagonismo está mucho mejor repartido y si alguno se morfa una porción un cachito más grande, es Johnny. Los que sí quedaron relegados (espero que no por mucho tiempo) son Valeria y Franklin, los hijitos de los Richards.
Por el lado del dibujo, hay buenas noticias. Primero, dibuja TODO el más que correcto Dale Eaglesham y no hay que soportar a aquel fiambre a medio resucitar que lo suplió en algunos episodios del Vol.1. Por otro lado, Eaglesham dibuja mejor que en el Vol.1. Está más suelto, más osado, más acoplado a la onda del guión, esa onda de “acá todo es más grosso, más incomensurable, más definitivo y más asombroso de lo que te imaginabas”. Pareciera que el dibujante se dejó maravillar por los guiones y decidió, para no ser menos, maravillarnos a los lectores. Guarda, le sigue faltando un poco de onda. Los cuerpos me siguen recordando a Jerry Ordway y las caras (ahora dibujadas en un estilo un toque más sintético) a Steve Rude. Pero con menos onda que estos dos maestros, bastante menos onda. Y me sigue dibujando a Reed con lomo, cuello y músculos de jugador de rugby, la puta que lo parió.
Imaginate que si después del tomo anterior, en el que pasaban bastantes cosas, me aguanté poco y nada antes de agarrar este, ahora, que me fumé casi 90 páginas de prólogo a una saga supuestamente hiper- cataclísmica, voy a aguantar como mucho un par de días para cazar el Vol.3 y comprobar qué tanto de lo que me vendió Hickman era posta y qué tanto era humo. Después te cuento qué onda...
Published on August 28, 2012 16:12
August 27, 2012
27/ 08: SETON Vol.3

Y la otra innovación es que esta vez Seton se obsesiona con un animal que tiene pocas chances de hacerlo boleta. El lobo zarpado del Vol.1 y la lince famélica del Vol.2 eran, claramente, depredadores. Un paso en falso y Seton en vez de aparecer en un manga, aparecía en el menú. Acá, en cambio, nuestro naturalista favorito se ceba mal con un ciervo. Prodigioso, enorme, majestuoso y –por supuesto- esquivo. Ernest no va a parar hasta quedar frente a frente con el cornudo y nunca dudás de que lo va a lograr. Con lo cual toooodas esas páginas en las que el pibe sigue el rastro del ciervo, pisada a pisada, sin rendirse nunca a pesar del frío y los peligros de pernoctar a la intemperie, a veces solo, a veces con otros cazadores, a veces incluso agarrando con la mano la caca del animal para ver si todavía está caliente (bleuuurrrghhh), tooodo eso es como un jugueteo previo a un coito que sabés inevitable desde el vamos. Un poquito de jugueteo previo está buenísimo, pero Imaizumi se zarpa al meter centenares de páginas de chico-busca-ciervo.
O sea que es un manga que se va desinflando, que gradualmente pierde el interés, porque no sólo sabés que Seton va a encontrar al portentoso Sandhill Stag (que así se llama el ciervo). También sabés lo que va a pasar cuando lo encuentre. Te queda una chance de no adivinar el final cientos de páginas antes: no haber leído los tomos anteriores. Ahí, en una de esas, el climax de la historia te puede llegar a resultar menos obvio. Pero si seguís la serie en el orden en que se editan los tomos, cagaste, esto es más predecible que un partido Barcelona-Desamparados de San Juan.
Y de nuevo, por ahí me agarró atravesado a mí, pero ya me hinchó un poquito las bolas la prosa de Imaizumi, tan cargada de comentarios emo, con tanto hincapié en los sentimientos de este pibe al que -en vez de la joda y las minas- lo excitan las huellas y las heces de los animales. Las situaciones se repiten mucho y –coherente, pero lamentablemente- los textos en off de Imaizumi también. Pasa lo mismo que hace 25 páginas, Seton siente lo mismo, el texto nos cuenta lo mismo. Por momentos, sentís que estás atrapado en un loop, en un eterno Día de la Marmota. ¿Otra vez el pibe encuentra el rastro del ciervo en la nieve? ¿Cuántas veces más se le va a escapar?
Por suerte todo esto está dibujado por el glorioso Jiro Taniguchi, fan incondicional de las historias basadas en la contemplación de la naturaleza y sus maravillas. Mientras yo me aburría, seguro que Taniguchi la pasaba bomba. Bah, no sé, por ahí se aburrió de dibujar a Seton mirando huellas de animales en la nieve... Y si las escenas del naturalista en Londres le interesaban menos, la verdad es que no se notó para nada, porque están dibujadas a un nivel superlativo. Obviamente con mucha referencia fotográfica, pero perfectamente integrada al estilo del grande entre los grandes.
Si te bancás una historia contada a un ritmo muy, muy lento y que avanza hacia el final más obvio que te puedas imaginar, el premio son más de 280 páginas dibujadas como los dioses por un Taniguchi a esta altura insuperable. No es poco. Ah, en Japón, Italia y Francia hay editado un cuarto tomo de Seton, esta vez centrado en un prodigioso, enorme, majestuoso y –por supuesto- esquivo... oso. Si lo veo a un precio razonable, no lo dudo, pero por ahora, hasta acá llegamos con esta serie cuyos dos primeros tomos me convencieron mucho más que este.
Published on August 27, 2012 15:47
August 26, 2012
26/ 08: GRANDES HUMORISTAS PARAGUAYOS Vol.5

La primera mitad de este libro está compuesta por chistes de una sóla viñeta, sin narrativa. Algunos están basados en situaciones coyunturales muy puntuales, obviamente de la realidad paraguaya pero, en general, se pueden entender y disfrutar en cualquier país que haya padecido la nefasta combinación entre gente pobre y dirigentes millonarios. La corrupción y las injusticias que denuncia Goiriz en sus chistes no son propiedad exclusiva del país hermano, lamentablemente, aunque a la hora de leer humor, eso sume. Por supuesto también hay chistes que no tienen que ver con la vida socio-política de Paraguay y ahí también Goiriz se las ingenia para sacarnos una sonrisa.
La segunda mitad del tomo es mucho más interesante, porque está compuesta básicamente por historietas, centradas en dos personajes. El primero es Jopo, un personaje muy universal, muy libre, casi surrealista, que arranca como protagonista de historietas de varias páginas (3 a 6), que parecen apuntadas al público infantil. Después las historias se estandarizan en una sóla página y el personaje empieza a bajar línea acerca de los medios de comunicación, la publicidad y el sistema capitalista. ¿Qué pasa ahí? Finalmente, Jopo se convierte en protagonista de una tira y en cada una Goiriz nos ofrece un chiste autoconclusivo. Y acá ya se va al otro extremo: TODOS esos chistes (supongo que realizados para un diario) se refieren a noticias, sucesos o situaciones de la realidad política, económica o social de Paraguay, y más precisamente de la ciudad de Asunción. Rarísimo periplo el de este personaje cuyo universo (atractivo y poblado de secundarios con mucho carisma) terminó subsumido al de las noticias del día.
Las cuatro páginas finales están dedicadas a otra tira, que claramente duró mucho menos: Juan Tinto, un personaje unidimensional (al estilo de Fallutelli, Cicuta, Ramona y un largo etcétera), pero muy gracioso y efectivo. Como su apellido lo sugiere, Juan Tinto le entra sin asco al vino y en las tiras lo vemos hacer las típicas boludeces que hacen todos los borrachos, aunque con mucho más ingenio y simpatía. A pesar de ser poquitas tiras, creo que esto es lo que más disfruté de todo el libro (y eso que no me gusta el vino), en parte porque el dibujo de Goiriz está muy afilado, muy sólido, con un gran equilibrio entre los espacios blancos (su especialidad es hacer humor con muuuucho espacio blanco) y las masas negras. Hay muchos aciertos en el dibujo, tanto en los chistes como en las distintas etapas por las que pasa Jopo, siempre dentro de un enfoque clásico. No le pidas a Goiriz que innove, ni que se zarpe. Como en sus historietas de aventuras, el paraguayo transita una línea de sobriedad y corrección, con imaginación, con ideas, pero sin asumir demasiados riesgos ni coquetear con los extremos.
No puedo ir mucho más allá, porque no me quiero poner a contar los chistes. La liquido con el reconocimiento a un autor al que por primera vez me encuentro dibujando sin narrar (yo sólo había leído sus historietas de aventuras) y al que le descubrí con mucho gusto esa otra faceta, la de los chistes, páginas y tiras cómicas, todas muy bien dibujadas y con un gran manejo del timing para el humor. Me quedo pensando si Goiriz se sentirá más a gusto rodeado de héroes y villanos en eternos combates entre el Bien y el Mal, o en estos universos minimalistas, ensimismados, poblados por criaturas que sólo existen en su imaginación y que no aspiran al menor grado de realismo, aunque muchas veces basen sus chistes en problemas reales...
Published on August 26, 2012 16:50
August 25, 2012
25/ 08: SWEET TOOTH Vol.4

Esto es una maravilla. No sé cuánto de todo lo que pasa en estos ocho episodios será realmente decisivo en el contexto global de la serie, cuyo final no está tan lejos. Por ahí, en el balance global, resulta que tooodo esto le sirvió a Jeff Lemire apenas para introducir un concepto, para sumar al elenco a un personaje o sacarse de encima a otros. Ni idea. Lo cierto es que, como Sweet Tooth tiene estructura de road movie, lo atractivo es que cada vez que los personajes detienen su marcha vivan alguna peripecia grossa o descubran algo vinculado a eso que salieron a buscar a la ruta.
En ese sentido, este tomo es ejemplar. Si bien el foco principal sigue puesto en Gus, el protagonismo es más coral que nunca y Lemire lo reparte con maestría entre siete u ocho personajes todos perfectamente trabajados, todos con espacio para tener SU momento, una secuencia que los defina y , sobre todo, que los haga avanzar. Acá hay tantas de esas, que en el próximo tomo cuando –sospecho yo- Lemire nos cuente hasta dónde piensa achicar el elenco protagónico, no vamos a lamentar ninguna partida, porque todos los personajes nos mostraron prácticamente todo su potencial.
Y además de páginas y páginas de cabecitas que hablan, también hay mucha acción, bien dosificada y de una intensidad poco frecuente en los comics de Vertigo. Lemire no les da respiro a sus personajes, no nos deja olvidarnos ni por un minuto que Gus y sus amigos están en constante peligro. Los estallidos de la acción no siempre hacen avanzar la historia. A veces simplemente enrarecen aún más ese clima que ya de por sí es muy tenso porque casi todos los personajes sospechan que algún otro es un traidor que se los está por empomar a todos. Por supuesto, Lemire calza esos estallidos de acción en los momentos justos para generar intriga entre un episodio y otro, y así torturar despiadadamente a los pobres giles que leen Sweet Tooth de a 20 paginitas por mes.
Del dibujo del ídolo canadiense ya hablamos bastante en las reseñas previas y no hay mucho para agregar. Sí quiero destacar dos cosas: el episodio en el que Lemire se toma unas mini-vacaciones y reparte 14 páginas entre tres amigos suyos. Ahí vemos brillar al gran Matt Kindt (hoy guionista de Frankenstein), que sobresale entre los invitados con una secuencia exquisita centrada en el pasado de Wendy. Y lo otro, los episodios en el que el que se toma vacaciones es el colorista José Villarrubia, el poeta del photoshop, y el propio Lemire colorea un montón de páginas (las del delirio de Gus, al borde de la muerte) con un manejo impresionante de las acuarelas, a las que le saca un jugo expresivo de gran belleza plástica. Quiero una novela gráfica de Lemire toda coloreada por él en este estilo. Ya.
Lo único que se puede decir en contra de este tomo, no es necesariamente un problema de la historieta. Se lee muy rápido, es cierto, pero porque Lemire sabe contar con las imágenes. Y como estas son las que nos cuentan muchísimas cosas, los textos aparecen casi cuando no queda más remedio, en cantidades mucho menores a las del comic promedio de Vertigo. El autor nos propone leer cada dibujo, cada rostro, cada clima, cada silencio. Si hacemos eso, cada tomo de Sweet Tooth nos lleva horas y horas de lectura. Si nos quedamos con los diálogos, ahí sí, este masacote de más de 160 páginas se nos escurre entre las manos (o entre los ojos) a una velocidad asombrosa. Aunque sin dejar gusto a poco, en absoluto, porque –más allá de qué tan rápido nos bajemos los brolis- esto es grosso de verdad.
Published on August 25, 2012 15:52
August 24, 2012
24/ 08: EL JUICIO A COLUMBA

¿Qué onda Columba? ¿Qué se puede reivindicar y qué requiere un categórico Nunca Más de todo lo que hizo la famosa editorial entre 1928 y 2001?
Para mí, es fundamental empezar diciendo que Editorial Columba fue una empresa que durante décadas apostó a la historieta adocenada (o “por kilo”, como me gusta decirle a mí), reiterativa, maniquea, obvia. Columba condicionó y censuró a sus guionistas, le robó los originales a los dibujantes, los obligó a copiar a los autores más exitosos, y premió a los más prolficos por sobre los más talentosos. Alineada ideológicamente con cuanta dictadura militar padeció el país durante el Siglo XX, Columba fue una gigantesca picadora de carne, que jugó fuerte para imponer un concepto de historieta de aventuras que hoy, felizmente, está extinto, pero que dejó a cientos de miles de lectores convencidos de que esas fórmulas retrógradas (gastadas varios lustros antes de que la editorial desapareciera) eran las únicas viables.
Pero claro, dicho todo esto, también hay que reconocer que a pesar de todas estas limitaciones, en las revistas de Columba aparecieron artistas que lograron expresarse, desarrollar una voz propia, y aprovechar la masividad de las publicaciones para convertirse en íconos de la cultura popular. Por supuesto ninguno puede aspirar al impacto que logró –a partir de su debut, en 1967- el maestro Robin Wood, pero puestos a enumerar, seguro me van a quedar afuera varios autores, sobre todo los anteriores a 1967. Aún así, hay que destacar la labor de tipos como Lucho Olivera, Carlos Casalla, Alberto Salinas, Carlos Vogt, Cacho Mandrafina, Lito Fernández, el propio Solano López, Ricardo Villagrán, Ernesto García Seijas, José Luis García López, Enrique Breccia, Rubén Marchionne, otros guionistas como Ray Collins, Ricardo Ferrari o el mismísimo Oesterheld... son unos cuantos, y eso sin salir de los que me gustan a mí. También habrá gente a la que le gusten los que a mí me resultan irredimibles (Armando Fernández, Rezzónico, Furlino, los hermanos de Ricardo Villagrán y un infinito etcétera).
Cuando la picadora de carne funcionó en su máximo esplendor (1970-82), hizo falta sumar carne y Columba se convirtió durante esos años en un promisorio semillero de nuevos dibujantes que empezaron de muy pibes, con cero experiencia, y se curtieron en ese laburo ingrato e impersonal hasta convertirse en monstruos legendarios, en nombres clave de la historieta argentina (y a veces mundial). Así surgieron animalitos como Jorge Zaffino, Eduardo Risso, Rubén Meriggi, Walther Taborda, Carlitos Gómez y varios más a los que Columba virtualmente les pagó por aprender y años más tarde dejaron huellas importantes en este camino y esta profesión.
A partir de 1989 (fecha clave, porque es la primera vez que la otrora próspera editorial entra en cesación de pagos) la calidad de las historietas, que ya venía en baja, derrapa hacia un abismo sin fondo. Y Columba debe salir al rescate de las historietas que muchas de sus luminarias realizaban directamente para el mercado italiano, donde eran conocidos por sus trabajos tanto para estas revistas como para las de Record, y donde –a partir de la crisis que devastó a nuestro país a fines de los ´80- los artistas se sentían económicamente más seguros. En esa movida, Columba tuvo que hacer concesiones: estas historietas hechas para Italia eran bastante distintas a las clásicas. Tenían menos texto, cada tanto algún desnudo y se metían en temas de los que la conducción (reaccionaria al mango) de la editorial no quería que se tocaran en sus revistas. Los desnudos eran fáciles de censurar, el resto no tanto. La ítalo-dependencia llegó a su punto máximo en 1994, cuando los editores italianos le dicen a Robin Wood que no escriba más a Nippur (lejos el personaje más exitoso de Columba) y se concentre en Dago, Amanda y Martin Hel. Por supuesto, Columba respondió con infinitas reediciones de los episodios viejos, y los fans respondieron comprando menos revistas.
Esos primeros años ´90 (92 al 95-96) fueron turbulentos, con varios cambios brutales en la cúpula de la editorial y en los cargos intermedios. Después de esas experiencias (patéticos manotazos de ahogado), sólo faltaba la agonía, la peor época, en la que las revistas se llenaron de reediciones, apenas mechadas con material nuevo de bajísima calidad. Y un día el imperio se desmoronó y con él se murió la producción industrial de historietas en nuestro país.
Columba le dio laburo a muchísimos artistas, buscó como nadie expandir el consumo de historietas al público femenino, cuidó como nadie la llegada de sus publicaciones a todos los putos kioscos del país y en su época de esplendor pagó maravillosamente bien las colaboraciones. Imaginate si además hubiese apostado a la calidad en vez de a la cantidad y hubiese respetado a los autores en vez de convertirlos en engranajes de una maquinaria perversa y retrógrada...
Lindo tema para debatir, no? Escucho otras opiniones.
Published on August 24, 2012 15:07
August 23, 2012
23/ 08: ESTERNO NOTTE

Esterno Notte (o Exterior Noche, como lo tradujo acertadamente la editorial Sins Entido para la edición española) reúne seis historietas realizadas por Gipi entre 2001 y 2003, todas con una técnica de dibujo muy rara, muy innovadora, en base a óleos. Además de las viñetas con su dibujo “de siempre” (que suelen ser aquellas en las que se ven de cerca los personajes), estas seis historias te detonan las retinas con unas viñetas más grandes, a veces del tamaño de la página completa, en la que Gipi dibuja paisajes, no gente, y ahí es donde logra las imágenes más memorables. Los paisajes son etéreos, casi fantasmagóricos, todos engamados en un azul grisáceo, plomizo, ominoso, que opera sobre la referencia fotográfica y la convierte en parte de un lienzo, parte de algo distinto, de enorme belleza plástica. Aunque las historias no tuvieran el más mínimo interés, cualquier estudioso de las técnicas pictóricas aplicadas al comic debería comprarse este libro para tratar de descular la técnica que exhibe Gipi en estas páginas, algo que yo jamás había visto, ni siquiera en zarpados como Bill Sienkiewicz o Ben Templesmith.
La primera historia cuenta la vida de “el Faccia”, un matoncito de la B Metropolitana que existió en la vida real y al que la suerte nunca lo acompañó. Más allá del dibujo (perfecto e impredecible por donde se lo mire), no ofrece mayores sorpresas. Por ahí el uso ingenioso y atrevido de los bloques de texto, pero no mucho más.
La segunda historia tiene que ver con el momento más traumático en la infancia de Gipi (no lo vamos a contar, así cuando lo leas te sorprendés). Con muy buen tino, el autor no recrea esos violentos hechos, sino que describe con frialdad y distancia, con mucho detalle, la vida de este niño durante el día previo a la fatídica noche.
La Facce Nell´Acqua es una historia rara, casi de ambientación post-holocausto, que originalmente se pensó para una película con actores. Está repleta de grandes diálogos y tiene algo raro en la obra de Gipi: mucho protagonismo para un personaje femenino. Al final por ahí le falta una vueltita más de tuerca, pero está muy bien.
La historieta más corta, además es la mejor. Se llama Mácchina Sotto la Pioggia (Auto bajo la lluvia) y en apenas siete páginas plantea y resuelve una situación tensa, que te logra poner nervioso, desarrolla muy bien a un par de personajes y baja una línea muy inteligente que la pone al borde del meta-comic. Una verdadera joya.
La quinta también tiene apenas siete páginas y una cierta onda autobiográfica. El argumento es blandito. Lo que le interesa a Gipi es bajar línea acerca del peligro que rodea a las carreras ilegales de motos en la ruta que une a su pueblo (él vive en un bosque, en lo alto de una montaña) con la ciudad.
Y la última historia, mucho más larga que las otras (32 páginas dibujadas como la hiper-concha de Dios) le disputa la medalla de oro a Mácchina Sotto la Pioggia. Esta es la única que es 100% ficción, que no está basada ni en la vida de Gipi ni en ninguna historia verídica. Todo transcurre a bordo de un barco petrolero alemán durante la Segunda Guerra Mundial y si bien tiene un tono intimista, pachorro, muy de contemplación, también hay algo así como una aventura, un conflicto con buenos y malos (obviamente los nazis). En las últimas cinco páginas, el guión pega un giro totalmente inesperado (y brillante) como para terminar muy, muy arriba, con un fuerte simbolismo y con un broche de oro para una historieta realmente formidable.
Nunca había leído historias cortas de Gipi y la verdad es que el promedio de estas seis es muy favorable. De todos modos, cuesta evaluar fríamente las historias, porque el dibujo y la narrativa son tan, pero tan espectaculares que producen escalofríos. La próxima vez que lea a Gipi, será una historia mucho más larga, como Garage Band y Apuntes para una Historia de Guerra, que son las que me hicieron fan de este genio italiano. Arrivederci!
Published on August 23, 2012 14:08
August 22, 2012
22/ 08: TARZAN Vol.13

Esta vez hay algo redimible en uno de los guiones! Por primera vez en muuuchos tomos, a un villano se le ocurre un plan realmente ingenioso! Por supuesto va a fracasar, pero ahí, con lo justo y porque Tarzan es muuuuy grosso. Esta vez realmente había chances de que los malos (en este caso, nazis) ganaran de visitante en los infinitos pagos del Rey de la Selva.
Digo “infinitos pagos”, porque si le creemos a esta historieta, Africa es más grande que Asia y Europa juntas, tiene todos los climas, todas las geografías imaginables (llanuras, desiertos, selvas, volcanes, islas, cataratas, acantilados... lo que quieras) y está poblada por cientos de civilizaciones, además de los nativos (aborígenes de raza negra) y los boers (colonos holandeses del Africa meridional). En este tomo aparece una civilización con jeques y odaliscas, turbantes y cimitarras, al mejor estilo árabe, y 20 páginas después, un villano con aspecto español, que organiza corridas de toros. Posta, si no aparecieran cada tanto gorilas y leones, creeríamos que Tarzan va viajando en liana de un continente a otro.
Otra novedad: en las 50 planchas de este tomo (años 1943-44) ninguna mina se enamora de Tarzan! Hay una que le pide que rescate a su padre (prisionero de ese garca con pinta de español) y eso es todo. No le tira onda, no suspira por él, ni se le quiere colgar de la liana. También hay variaciones en las bestias a las que mata el héroe: después de tanto mono, tigre y cocodrilo, acá lo vemos liquidar sin piedad a un jabalí gigante, un toro y un pulpo. Y a unos cuantos seres humanos, no vaya a ser que nos sintamos discriminados.
A pesar de estas pequeñas variaciones en la fórmula de siempre, los guiones siguen siendo chatos, siguen sin tener profundidad, sin aprovechar al mango el dramatismo y el impacto de las situaciones que plantean. Pareciera que el laburo del guionista fuera simplemente responder a la pregunta “¿Y qué pasó después?”, como un maquinista de tren cuyo laburo consiste en tirar carbón en una caldera para que no se detenga la locomotora. No importa nada: ni la construcción de los personajes, ni el verosímil, ni siquiera que las secuencias parezcan hiladas con una mínima lógica, una mínima coherencia. Sólo importa que la locomotora siga adelante, semana tras semana, peripecia tras peripecia, en lo posible con un gancho, un misterio o un peligro en la última viñeta de cada página. Evidentemente, eso alcanzaba para tener cebados a los lectores de hace 70 años.
O no. Por ahí en aquella época los lectores de Tarzan hacían lo mismo que yo: se fumaban guiones pedorros, repetitivos y con más agujeros que ventana de bosnio, simplemente porque flasheaban con los majestuosos dibujos de Burne Hogarth, uno de los capos máximos del estilo académico-realista, considerado el Miguel Angel de la historieta. Yo tengo muchos prejuicios hacia la historieta de aventuras pre-1955-60, pero la verdad es que Hogarth me emociona, me hipnotiza, logra que me meta los prejuicios en el orto. Me emociona verlo luchar contra la grilla de 12 viñetas, contra la cero onda de los textos, tan anodinos que ni siquiera están contenidos dentro de un bloquecito. El maestro no se conformaba con dibujar algo anatomicamente correcto: sus cuerpos en movimiento son belleza en estado salvaje, llenos de plasticidad. Sus paisajes, palacios y junglas laten, viven, son mucho más que hermosas escenografías. Por ahí no hay mucha variedad de climas, ni de expresiones faciales (tanto Tarzan como los malos tienen su repertorio de caras y los repiten ad infinitum), pero no sé si en 1943 se valoraban tanto los climas y las expresiones faciales. Me consta que Will Eisner ponía muchísimo de eso en The Spirit, pero el resto... no sé, por ahí todavía no había descubierto que esos recursos expresivos garpaban muchísimo a la hora de enganchar al lector en el relato.
En fin... estoy un tomo más cerca de terminar el Tarzan de Hogarth y eso, por ahora, es una buena noticia. Veremos con qué me encuentro cuando me decida a entrarle al próximo.
Published on August 22, 2012 10:18
August 21, 2012
21/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.1

Este primer tomo abarca un arquito de tres episodios y dos números unitarios, uno de los cuales abre puntas para una saga futura. El arco inicial tiene como protagonista excluyente a Reed Richards, al que Hickman demuestra conocer en profundidad. De entrada, pintan conceptos ambiciosos y las dimensiones de la aventura se vuelven colosales. No quiero contar detalles para que te sorprendas como me sorprendí yo, pero claramente la consigna de Hickman es ampliar aún más las fronteras de esta serie, que en sus mejores épocas se caracterizó por funcionar como una exploración del infinito universo ficticio en el que está entroncada. Y ahí va Reed, a ver y vivir cosas que jamás imaginó, ni siquiera en todos estos años de fantásticas peripecias junto a su mujer, su cuñado y su amigos. El cierre de la saguita es perfecto y lo único que se le puede criticar es la casi nula participación de los otros integrantes del cuarteto. Aún así, los mejores diálogos del arco son los que Reed tiene con Sue.
El unitario que sigue amaga con darle el protagonismo a Ben y Johnny, pero no. Terminan por robarse los roles centrales Franklin y Val, los hijos de Reed y Sue, a los que Hickman se propone darles muchísima onda y hasta potencial para protagonizar sus propias aventuras (cosa que sucederá en FF, una especie de spin-off de esta serie). Y el unitario final, además de tirar pistas y profecías para una saga que veremos más adelante, se centra en una reunión familiar para festejar el cumpleaños de Franklin. Este guacho de Franklin me da una bronca... no sólo tiene los padres más copados del universo, los mejores tíos y los mejores juguetes. Encima nació en 1968, igual que yo, y nunca pasó de los 9 ó 10 años... En la viñeta final del tomo, lo vemos volver a sus andadas y crear (como lo hiciera en Heroes Reborn) un nuevo universo. Veremos en qué deriva eso.
En este último unitario, el protagonismo está mucho mejor repartido, aunque de nuevo los chicos Richards brillan más que el resto. Y está lleno de diálogos excelentes. O sea que la Era Hickman arranca de modo más que promisorio, con poco para debatir y con otro hallazgo: poco que explicar. Evidentemente, la etapa de Mark Millar (que no leí) dejó a los personajes en el casillero de Salida, perfectamente reconocibles, con cero modificaciones extrañas en sus poderes, apariencias o relaciones. O sea que Hickman dedica... cero viñetas a mostrarnos quiénes son estos tipos y por qué hacen lo que hacen. Se supone que uno ya lo sabe de antemano. Y está bien.
En cuanto a los dibujantes... ma-mita! Torturas inmisericordes para Neil Edwards, el verdulero impresentable que dibuja los dos episodios unitarios. No dibuja TODO mal, pero las caras las dibuja catastróficamente mal y tiene pifias en la anatomía cada vez que a un personaje se lo enfoca desde abajo. ¿No había nadie mejor para poner de suplente en esta serie? Me cuesta creerlo. El titular es Dale Eaglesham, un dibujante muy correcto, de estética muy clásica (una especie de Jerry Ordway con menos onda), al que le había ido bastante bien en su paso por varias series de DC (me acuerdo de haberlo visto en Green Lantern, Villains United y Justice Society of America). Acá está bien, cumple decorosamente, aunque sin brillar.
Por supuesto, tengo algo para cuestionarle: ¿por qué carajo dibuja a Reed musculoso y con un cuello del grosor de un árbol? Master, Reed no necesita hacer fierros! Es elástico! Desplaza su masa hacia donde más la necesita! Y la forma más... icónica de mostrarnos que un personaje de historietas es elástico, es dibujarlo con el cuello finito, eternamente estirado. No lo digo yo: lo inventó Jack Cole en los ´40 y desde entonces es un recurso utilizado con buenos resultados por decenas de dibujantes. Pero no. Ahora el amigo Eaglesham nos quiere convencer de que Reed tiene el lomo del Capitán América, una distancia entre un hombro y otro que se podría recorrer en bondi y un cogote parecido al que tenía Ben antes de convertirse en The Thing, cuando era un jugador pulentoso de futbol americano. Te lo digo sencillito: chupame la pija.
En fin... tengo un par de tomos posteriores ahí, pidiendo pista, así que prometo volver a visitar muy pronto a los Fantastic Four de Hickman, hasta ahora una lectura muy, muy interesante.
Published on August 21, 2012 15:24
August 20, 2012
20/ 08: ASTERIX Y LO NUNCA VISTO

Muchas de las historietas son chistes largos, chistes de dos, tres o cuatro páginas. El argumento no llega a ser tal cosa, se queda en el planteo de un chiste (“entra un gaucho a la farmacia”, diría el maestro Dolina). Ojo, un par de estos chistes son realmente efectivos y graciosos. El que abre el libro, Vuelta al Cole Gala, tiene un timing de comedia exquisito, al nivel de las grandes obras de Goscinny. Latinomanía tiene una sóla página y jamás pretende ser otra cosa más que un chiste, y es un GRAN chiste, con un remate impredecible y brillante. El Nacimiento de una Idea, la historieta que cierra el tomo, también tiene una sóla página y una única intención: arrancarnos una sonrisa. Y obviamente lo logra.
En cambio, cuando Goscinny o Uderzo (que escribe apenas tres de las historietas) buscan por el lado de la aventura, caen invariablemente en la pavada. La de Uderzo de Lutecia Olímpica es una gansada cósmica, en la que no cierran ni el planteo, ni el desarrollo ni la resolución. La Mascota, escrita por Goscinny, también peca de una excesiva sencillez, de reducir una aventura de Astérix y Obélix a su mínima expresión, tan mínima que apenas tiene sentido. Quizás el intento menos fallido sea Quiriquix el Gallo Galo, también escrita por Uderzo, que si bien en todo momento es predecible, se aleja de las convenciones de la serie lo suficiente como para hacernos creer que estamos leyendo algo distinto, no la versión para subnormales de lo que ya conocíamos.
La otra historia escrita por Uderzo es la que narra el nacimiento de Astérix y Obélix, realizada en 1994 en ocasión del 35° del debut de la serie en las páginas de Pilote. No es exactamente chota, pero la idea tenía muchísimo más potencial que el que se ve plasmado en estas cuatro páginas. Lo que más me interesó debe haber sido ese trailer de tres páginas que realizaron Goscinny y Uderzo para la revista National Geographic, cuando intentaron (sin éxito) lanzar a Astérix como una tira para los diarios yankis. Ahí está la esencia de la serie muy bien destilada, sin la necesidad de narrar una aventura (que en tres páginas habría sido una boludez tan simple como insulsa) y sin quedarse en el chiste que avanza hacia un remate.
Dicho todo esto, lo que hace que todo el libro pase de soportable a disfrutable es el dibujo de Uderzo. Como guionista, el ítalo-francés demostró ser un queso absoluto, pero a la hora de dibujar pela una genialidad atrás de otra. Estas historietas van de mediados de los ´60 a mediados de los ´90, un período en el que el dibujo de Uderzo muta bastante, no se queda siempre en el molde. A mí me gusta siempre, no me defrauda nunca. Por ahí en los últimos álbumes que dibujó (que no me animé a leer porque las críticas fueron lapidarias) se notaba demasiado la mano de los asistentes. En estas historias hay algunas joyitas en las que el dibujo llega a un nivel inmejorable (Año Nuevo, Beso Nuevo, de 1967) y otras en las que simplemente está muy bien. Por supuesto, si sos fan de Uderzo te vas a caer de culo al verlo experimentar con distintos estilos en las graciosísimas viñetas de 1969 tituladas “Astérix Como Jamás lo Habéis Visto”. Grosso es poco...
Y bueno, estoy seguro de que hay más historias cortas de Astérix. No sé cuántas, pero seguro hay más. En una de esas están en el libro llamado “El Aniversario de Astérix y Obélix”, que salió en esta misma colección (la que lanzó Salvat en los kioscos argentos en año pasado). Y por ahí no, realmente no tengo la más puta idea de qué trae ese libro. Si alguno lo tiene, please comente, a ver si vale la pena salirlo a buscar. Mientras tanto, sólo queda rezarle a Tutatis para que los nuevos autores que se hicieron cargo de Astérix (Jean-Yves Ferri y Thierry Mébarki) logren un relanzamiento de la serie que recupere aunque sea algo de la magia que se desvaneció en 1977 (35 años ya, qué lo parió) cuando falleció el irremplazable René Goscinny. Este clásico de clásicos se lo recontra-merece.
Published on August 20, 2012 17:02
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