Andrés Accorsi's Blog, page 210
October 27, 2012
27/ 10: LA SAGA DE NUEVA YORK (parte 2)

Mi único antecedente en este sentido era San Diego, donde me acredité como profesional en mi primera visita (1991) y nunca más me hizo falta realizar ningún tramite para que me otorgaran el pase de “PRO”. En aquel momento el trámite era sencillo, se hacía por fax y los requisitos eran mínimos. En la NYCC, 20 años más tarde, el trámite se sigue haciendo por fax, pero es bastante más complejo. El Javits Center, sede de la convención, tiene una capacidad limitada y los muchachos que organizan aclaran desde el vamos que su prioridad son los fans, no la prensa. Y para que ningún falso periodista “le robe” su lugar en el predio a un fan (que además son los que ponen la tarasca), para darte el pase de PRESS te vuelven loco. Yo tuve que llenar un formulario de cinco páginas, completarlo con datos como cuánta gente escucha mi podcast, lee mi blog o visita mi sitio web, qué clase de cobertura pensaba darle al evento, mi tarjeta profesional (no tengo, truché una para mandarles por fax a estos rompebolas), copias de artículos míos en los que figure mi nombre, obviamente vinculados al tema, etc. Ya que estaba, les metí las portadas de los dos libros de este blog, en los que mi nombre aparece grandote.
En total fueron hojas y hojas de fax, con todos los comprobantes habidos y por haber de que uno se dedica a esto de verdad. Faltó que me pidieran el certificado de vacunación de los perros que no tengo. Tardé varias semanas en reunir toda esa data y mandarla, pero en muchos menos días de los previstos me llegó por mail la confirmación de que mi solicitud había sido aprobada y que tal día a tal hora podía pasar a retirar mi credencial de PRESS por tal mostrador del Javits Center. Ahora sí, medio cerquita de las fechas del evento (ese mail me llegó el 30 de Agosto y la Con arrancaba el 11 de Octubre), ya estaba todo listo.
Finalmente llegó el día de viajar a Nueva York, apenas unas horas después de desarmado el stand en Tecnópolis, totalmente filtrado a causa de varios días de laburar mucho y dormir poco. Nunca en mi vida viajé con la valija tan vacía: tres remeras, tres calzones, tres pares de medias, las ojotas, el pijama y un sweater. Y en la mochila, un par de libritos para leer en los aeropuertos. El avión de LAN aterrizó en el aeropuerto Kennedy el miércoles 10 a las 7:30 de la matina y entre las colas para migraciones, la espera del equipaje y el viaje en tren y subte del JFK al departamento, llegué al mismo cerca de las 11:30. Ya nos habían avisado que nos lo iban a entregar a las 14, así que tenía varias horas para perder. Logré infiltrarme en el edificio, dejé la valija semi-vacía al lado de la puerta de mi depto y –más livianito- me fui a pasear por el barrio, a hacer huevo hasta las 14. Los uruguayos llegaban entre las 11 y las 12 de la noche, así que a mí me tocaba la responsabilidad de pagarle al manager la tasa de limpieza y el depósito y recibir las llaves y todas las instrucciones pertinentes.
En los papeles, el depto estaba en el Upper West Side, cerca de Morningside Heights y la Universidad de Columbia. Y sí, es cierto, la universidad estaba a unas cinco o seis cuadras. Pero a una cuadra y media estaba... el corazón de Harlem! Upper West Side, la pindonga. Estábamos en el auténtico Harlem, cuna de los Globetrotters, de Louis Armstrong, Duke Ellington, Billie Holiday, Fats Waller, Sammy Davis Jr. y Alicia Keys, entre miles de célebres afroamericanos. De hecho, estábamos a escasas tres cuadras del legendario teatro Apollo, por donde pasaron todos los músicos y stand-up comedians negros a los que vale la pena escuchar.
O sea que al ritmo del hip-hop y rodeado de chicos con capuchita que le sacaban chispas al aro de basket de la plaza, recorrí el barrio, caminé también para el lado de Morningside (hacia el Oeste, donde se termina la islita), me encontré con el manager, me habilitó el depto, entré la valija (a la que obviamente nadie había tocado), me bañé, dormí un rato, seguí caminando la zona, comí livianito y en un punto me di cuenta de algo: el portero eléctrico no funcionaba. ¿Cómo carajo me iba a enterar yo que habían llegado los uruguayos, si el portero eléctrico no funcionaba? Telepatía no tengo, celular tampoco, computadora tampoco... ¿Y ahora? Retomamos pronto.
Published on October 27, 2012 14:06
October 26, 2012
26/ 10: TARZAN Vol.15

La vez pasada se nos cortó el tomo cuado recién arrancaba la saga de los tártaros, esa en la que –por primera vez- había personajes femeninos atractivos, capaces de mover los hilos de la trama. Bueno, hete aquí que el maestro Burne Hogarth... no termina esa saga! Hace 12 páginas más y se va a probar suerte con un Drago, un personaje de su propia creación. Para reemplazarlo llega Rubimor, pseudónimo detrás del cual se esconde el portorriqueño Rubén Moreira, conocido por los muy eruditos de DC por haber co-creado a Roy Raymond y Rip Hunter, además de participar bastante en las antologías de misterio.
Rubimor, un dibujante correcto, a años luz de Hogarth, apenas un poco mejor que los pibes de 18 años que daban pena en los comic-books de Marvel y DC de mediados de los ´40, se va a quedar al frente de las planchas dominicales de Tarzan 88 semanas. Va a terminar la saga de los tártaros y a iniciar otras, que esta edición no incluye para centrarse en las aventuras en las que mete mano Hogarth. O sea que hay un salto en la narración y es bastante brusco, porque cuando se inicia la saga que marcará el regreso de Hogarth, Tarzan está casado con Jane y vive en una granja, con capataces y peones. Incluso cuando tiene que viajar, se viste con un impecable traje blanco! Pero pará, que falta lo mejor. Cuando Rubimor lleva seis páginas de esta nueva saga (llamémosla “El Lago de Sangre”) se anima a lo imposible: cambia el esquema de cuatro tiras de viñetas por uno de TRES tiras! O sea que dibuja, como máximo, nueve viñetas por página en vez de 16! Acá mejora mucho el dibujo, pero claro, como pasan menos cosas por página, se ve más forzado el cliffhanger con el que terminaba cada entrega.
Y la página 18 de esta saga, del 10 de Agosto de 1947, marca el regreso triunfal de Burne Hogarth, a quien le había ido bastante mal con Drago. Hogarth vuelve cambiado, más extremo, más expresionista, más cebado con dibujar acción y machaca grandilocuente. La nueva grilla de menos cuadros le permite jugar mucho más con el dibujo y cada vez que la rompe para darle más espacio a alguna viñeta, su anatomía y sus fondos explotan en una orgía visual apabullante. Ahora sí, el dibujo de Hogarth brilla en todo su esplendor y –salvo algunos rostros femeninos- todo se ve demasiado perfecto para ser real.
Además, tanto en el tramo inicial (el de los tártaros) como en el epílogo de la saga del Lago de Sangre, Hogarth hace que pase algo que nunca había pasado antes: exhausto y malherido, Tarzan cae, se va a la lona, tira la toalla, no tiene más fuerza para pelear, ni siquiera para mantenerse erguido. Al principio lo salvan otros tártaros. Al final, el monito Nikima pide auxilio a todos los animales de la jungla y ya veremos en el tomo siguiente quién logra rescatar al Rey de la Selva de una situación límite, que por primera vez parece revestir real gravedad. Por supuesto, aplaudo la aparición de este Tarzan más vulnerable, porque eso lo humaniza, lo hace más creíble. El guacho pistola que se banca todo las 24 horas de los 365 días del año ya me tenía bastante podrido.
Tarde pero seguro, explotó Tarzan. Y ahora sí, si los guiones empeoran aún más, me importa un carajo. Primero porque me faltan sólo tres tomos para llegar al final. Y segundo porque sobre el final de este tomo, el dibujo de Burne Hogarth alcanzó ese nivel imposible, ascendió al Olimpo, no dejó promesas ni amenazas sin cumplir. Si el precio para acceder a este festival del dibujo académico-realista es fumarse guiones excecrables, de los que no se puede rescatar ni los signos de puntuación, yo por este Hogarth me los fumo, sin dudarlo.
Published on October 26, 2012 14:11
October 25, 2012
25/ 10: DENGUE

Dengue no se parece en nada a las otras historietas de Rodolfo Santullo y Bergara que leímos antes. Al igual que El Graf Spee y Acto de Guerra está ambientada en Montevideo, y hasta ahí llegan las similitudes. Si Acto... pretendía funcionar como testimonio y El Graf Spee jugaba a rodear de un cierto contexto aventurero un célebre hecho histórico, Dengue opta por el camino opuesto: el de irse a la mierda, el de usar a la ciudad real como marco para una aventura totalmente sacada, osada, grandilocuente y entregada sin condiciones a los brazos de lo fantástico, de la imaginación sin límites. Algo así como lo que hizo Oesterheld con El Eternauta.
Dengue es, además, la obra menos dark de la dupla. Al desconectarse de los trágicos episodios reales en los que se basaban sus antecesores, Dengue crea un clima un poco menos opresivo y sobre todo menos solemne. Tiene sus momentos truculentos, hay corrupción, violencia y escenas que te estrujan el corazón con la crueldad de un verdugo del medioevo en un mal día, pero no es una historieta demasiado reflexiva ni mucho menos depresiva. Al final, cuando la terminás, queda la aventura. Una especie de thriller policial en el que “el cana imperfecto pero bueno” se juega la vida una y mil veces para desentrañar una trama muy espesa de corrupción, negocios sucios y muerte y ni siquiera se queda con la minita. ¿Creés haber leído muchos de esos? Te aseguro que ninguno se parece a Dengue, porque en ese contexto ya bastante transitado, Santullo mete un elemento de ciencia-ficción que detona en la página 8 y propulsa a la historieta en una dirección totalmente distinta.
Hay varios aciertos más en el guión, pero me quedo con uno sólo: el primer tramo de Dengue no se lee como una novela gráfica, sino como un mosaico de historias cortas, unidas por un contexto y un personaje (el Sargento Pronzini) en común. De hecho, el segundo episodio, el de los jugadores de futbol, cierra tan perfecto en sí mismo, que publicado por afuera de Dengue también sería una joyita. Después, los hallazgos típicos de Santullo: buena construcción de personajes, excelentes diálogos, hábil manejo de las convenciones de los géneros con los que coquetea y un gran criterio para dosificar la información, para que la historia nunca se empantane entre complejas explicaciones pseudo-científicas, de las cuales acá hay unas cuantas.
Por el lado de la faz gráfica, tengo un problema jodido: No me gustó para nada el color. Vi los originales en blanco y negro en el estudio de Bergara y me gustaron mucho más que la versión publicada. Entiendo por qué se optó por esa paleta y demás, pero no me gusta. Ahora, si hago el esfuerzo de no ver el color (me hago daltónico, como John Byrne y Raúl Fortín) y me concentro en el dibujo en sí, en la línea, las manchas y los espacios “blancos”, me encuentro con un Bergara muy superior al de sus trabajos anteriores. Cada vez que aparecen “el Príncipe” o Kaneda, sentí que estaba leyendo a Katsuhiro Otomo, o a Moebius. Hay primeros planos perfectos, notables planificaciones de página, mucha variedad de ángulos, un gran trabajo en el lenguaje gestual de los personajes, en los cuerpos en movimiento, en la acción (y hay MUCHA acción), los monstruos son realmente horrendos, sin nada que envidiarle a los de Berni Wrightson, y los fondos son muy básicos, muy esquemáticos, pensados para desaparecer a la primera de cambio sin disputarle jamás el protagonsimo a la figura humana. Un salto cualitativo impresionante en la labor de este joven artista (todavía no tiene ni 30 años), lamentablemente un poco opacado por el color.
Aparecida hace menos de seis meses, Dengue ya es la historieta uruguaya más vendida en la historia del país vecino. Y muy merecidamente, porque realmente –y más allá de que uno sea amigo de los autores- es una lectura atrapante, consistente, impactante e inteligente, que se disfruta de principio a fin. Eso sí, después de leerla, doble pasada de Off, Raid a toda hora y espirales hasta en los calzoncillos...
Published on October 25, 2012 14:30
October 24, 2012
24/ 10: LA SAGA DE NUEVA YORK (parte 1)

Este era mi segundo viaje a la Gran Manzana. El anterior había sido en Enero de 1985, cuando yo tenía 16 añitos. Era mi primer viaje sin mis viejos y hacía un frío de la hiper-concha de Dios: 18 grados bajo cero a la mañana, 40 bajo cero a la noche. Era como vivir en el ojete de Mr.Freeze. Estuve varios días vagando por la ciudad, casi siempre solo, con mi melena ochentosa (ver foto), y nunca más allá de la hora en que se hacía de noche (tipo 17:30). Mi viejo había estado en 1980, poco después del colapso, cuando la ciudad era medio “No Man´s Land”, y me había quemado la cabeza con advertencias, con lo cual yo iba bastante cagado en las patas. Fui a un par de museos, descubrí por primera vez las comiquerías (creo que en 1985 en Sudamérica no había ninguna) y no me animé a meterme en el subte porque me ahuyentó la baranda a chivo, vómito y meo de borracho. Subí al Empire State, pasé por las Twin Towers, por el edificio de las Naciones Unidas (en esa época yo todavía soñaba con ser diplomático... sí, justo ;) y no vi la Estatua de la Libertad porque la estaban reparando y estaba toda vallada. Ah! Y me mandé de caradura a las oficinas de DC donde no sólo no me echaron flit, sino que me regalaron muchos comics, entre ellos el n°1 de Crisis on Infinite Earths.
Entre el ´91 y el 2000 fui varias veces más a EEUU, pero siempre a la Convención de San Diego y –lógicamente- a Los Angeles, que es ahí cerquita y en verano es maravillosa. A Nueva York, nunca más. Pero ¿qué pasó? La San Diego Comic Con, otrora meca del comic, traicionó sus ideales. Durante la última década mutó en un gigante deforme y obsceno, 100% volcado al cine, la tele, los videogames y cualquier forma de entretenimiento más o menos masivo. El comic, bien gracias. En paralelo, fue creciendo la New York Comic Con, con consignas parecidas a las que hicieron indispensable a San Diego en los ´90. O por lo menos eso me contaban los autores amigos que viven allá o viajan con frecuencia (Eduardo Risso, Ariel Olivetti, etc.). Me fui cebando, me fui cebando, y a mediados de 2011 decidí que este año volvería a EEUU, y a explorar esa “nueva” convención, que de paso ofrecía la excusa perfecta para redescubrir Nueva York con ojos de adulto.
El primero que me dijo “Buenísimo, voy con vos!” fue Lucas Varela, con quien habíamos ido a San Diego en el 2000 y a Madrid y Barcelona en el ´99. Pero después le salió un viaje a Francia y allá se quedó, no le dio para emprender otra larga travesía. Entra en escena la Liga Latinoamericana. No me acuerdo en qué evento de 2011 (creo que el Unicomix de Mendoza) me encuentro con mis amigos uruguayos Matías Bergara y Nico Peruzzo (los dos tuvieron obras reseñadas acá en el blog) y me dicen “Uh, qué copado! Nosotros queremos ir! Vamos juntos, así nos sale más barato!”. Y no me acuerdo cómo se suma –por poquito tiempo- Chiqui Vilca, el organizador de Lima Comics. Eramos cuatro: un argentino, dos uruguayos y un peruano. Poco después se bajó Chiqui y se sumó un tercer charrúa, a quien yo conocí recién en Mayo de este año, cuando viajé a Montevideo Comics: Ignacio Alcuri, un famoso blogger, conductor de radio y televisión, stand-up comedian y autor de seis libros de cuentos. Y comiquero a full, no como los autores de comics que suelen ser medio pecho frío a la hora de apasionarse por los autores y los personajes.

Published on October 24, 2012 11:54
October 23, 2012
23/ 10: EX MACHINA Vol.8

Por supuesto, al tener muy fresquita la geografía y los escenarios de Manhattan, la lectura de esta serie (y supongo que también de DMZ) cobra un gustito especial, que es el de reconocer esquinas, edificios, colectivos y hasta gente, que hasta hace un par de días para mí eran tridimensionales y ahora no. Y al haber respirado el clima de la ciudad, tengo que contradecir un cachito a Brian K. Vaughan. En muchos pasajes de esta obra, el guionista subraya (a través de Mitchell Hundred) lo difícil que es ser Jefe de Gobierno de una ciudad como Nueva York. La verdad, me parece que exagera. No digo que sea pan comido, o que cualquier subnormal (incluso perteneciente al PRO) pueda hacerlo. Pero al lado de ciudades como Buenos Aires, San Pablo, Lima o México D.F., me dio la sensación de que Nueva York no es tan complicada de sacar adelante. Si quieren que asuma la intendencia para demostrarlo con los hechos, no tengo problema. Convóquenme y con mucho gusto me fumo cuatro años al frente de los cinco distritos.
Pero vamos a este libro, que trae por un lado, una saga en la que el borracho-genocida-retrasado mental George W. Bush le complica la vida a Hundred al elegir a Nueva York como la sede de la convención que ungirá a los candidatos republicanos para la elección de 2004. Se trata de uan decisión medio extraña, porque la ciudad siempre le dio –histórica y merecidamente- la espalda al partido más conservador, retrógrado y filo-fascista de este continente. Pero no olvidemos que Hundred no es ni republicano ni demócrata, y además, al acercarse el fin de su mandato como Jefe de Gobierno, está evaluando la posibilidad de presentarse él también como candidato a Presidente de los EEUU. O sea que hay una linda runfla, un lindo teje-maneje de ambiciones, cálculos y especulaciones.
El problema es... el problema. Como este conflicto “fino” no alcanza para vender historietas, Vaughan tiene que sumar un conflicto grueso, casi grotesco, y es la chica medio chapita a la que los medios llaman “Trouble” (Problema). Años atrás, Trouble fue rescatada de una muerte segura por Great Machine (la ex identidad heroica de Hundred) y ahora ella también anda enmascarada, cometiendo osados actos de vandalismo con el único objetivo de desprestigiar e incomodar a Bush para que no venga a Manhattan a rosquear candidaturas con su séquito de olfas. Esto le da a Vaughan la posibilidad de mechar escenas de acción que, la verdad, no hacían mucha falta. Y de volver una y otra vez a los flashbacks a la época en que Hundred trabajaba de superhéroe, que ya me tienen medio harto. Hay un par de sub-plots que avanzan a buen ritmo, excelentes diálogos y buen desarrollo para varios de los secundarios, lo cual hace que el conjunto resulte satisfactorio a pesar de la machaca innecesaria.
Y lo mejor viene al final: 32 páginas dibujadas por el gran John Paul Leon que transcurren aún más atrás, cuando Hundred todavía no es Great Machine, y exploran el viejo tema del Ku Kux Klan, pero desde otra óptica: Vaughan se centra en el hecho de que estos racistas excecrables actúan enmascarados y eso dispara un exquisito debate sobre las máscaras y las identidades suprimidas que obvia pero muy inteligentemente, salpica para el lado de los superhéroes.
Todo lo que no dibuja Leon está a cargo, como siempre, de Tony Harris, esta vez con viñetas más grandes (pocas páginas ofrecen más de cuatro) y con su ya tradicional combinación de realismo, corrección y frialdad. Si cliqueás en la etiqueta de Ex Machina vas a ver que hace varios TPBs que vengo hinchando por el regreso (a esta altura impostergable) del Harris más dark y más expresionista.
Ni bien consiga los dos tomos que me faltan, me zambullo hacia el final de esta originalísima serie. Aguante Nueva York!
Published on October 23, 2012 15:53
October 22, 2012
22/ 10: PROFESSOR MUNAKATA´S BRITISH MUSEUM ADVENTURE

Hoshino creó al Profesor Munakata en 1994 y –con alguna interrupción- continuó sus aventuras hasta 2010. De ese año es este manga, editado (y esto es notable) por el British Museum, que además es donde transcurre buena parte de la historia. Hoshino viajó a Londres en 2009, se entusiasmó con el museo, se puso a trabajar en una saga del Profesor ambientada en el mismo y pronto el propio museo lo invitó a exponer las páginas de su manga y a editar este majestuoso tomo de 264 páginas (algunas a todo color) en el país que alguna vez fuera la capital de un poderosísimo imperio y ahora es un vil esbirro de los EEUU.
La historia tiene bastante que ver con esto, con el pasado imperial de Inglaterra, que le permitió apoderarse de reliquias de las más diversas culturas, que son las que hoy están expuestas en el prestigioso museo londinense. ¿De quién son esos tesoros? ¿Del museo, de Su Majestad la Reina de Inglaterra, o de los pueblos donde los ingleses los “encontraron”? Hoshino se anima a preguntarse eso y el museo (hay que reconocerle los huevos) se anima a publicar un manga donde esta polémica se convierte en el motor del argumento. A un ritmo lento pero efectivo, Hoshino construye una trama al estilo El Código Da Vinci: el Profesor Munakata se ve envuelto en un thriller muy intenso, por momentos casi grandilocuente, y tendrá que aguzar el ingenio para deducir pistas, decodificar mensajes ancestrales y diseñar un plan para que los villanos no acaben por destruir el patrimonio histórico de Inglaterra ni por chorearse uno de los objetos más valiosos del museo: la piedra Rosetta.
Munakata es intelecto puro. No es simpático, no es seductor, no hace chistes y suda la gota gorda cada vez que tiene que correr unos metros o deslizarse por algún pasadizo secreto. Entre él y su compañera en esta aventura, la atractiva Chris Caryatid, tiran muchísima data sobre el British Museum, su historia, sus piezas más representativas y muchísimas cosas más que tienen que ver con las culturas antiguas, su legado, etc. ¿Un manga que da cátedra de historia y arte de la Antigüedad? ¿No será un embole? Para nada, por el contrario, la historia jamás se empantana ni amaga con aburrir. Hoshino dosifica perfectamente las revelaciones grossas y la acción para que cada cosa calce justo en un conjunto realmente muy bien logrado, muy bien equilibrado.
Por el lado del dibujo, el sensei me volvió a detonar las retinas como el primer día. A su habitual jerarquía para dibujar caras, cuerpos y fondos, se suma ahora una cantidad enorme de aciertos a la hora de ponerle color (con la compu, supongo) a 18 páginas sencillamente inolvidables. Por supuesto, tanto los monumentos históricos de Londres como las reliquias más famosas del museo están basados en fotos, cuidadosamente retocadas por Hoshino para que se integren armoniosamente a su estilo gráfico. Las tramas mecánicas están perfectas, la puesta en página ofrece viñetas mayoritariamente grandes (en las que el dibujo se luce muchísimo) y lo único que no tiene demasiada onda es la tipografía que se eligió para la edición británica.
Obviamente, me quedé con ganas de que alguien edite en Occidente las otras aventuras del Profesor Munakata. Vamos, muchachos, que esto es papa muy fina!
Published on October 22, 2012 17:37
October 21, 2012
21/ 10: RIP IN TIME

Por supuesto que si sabés de antemano que tu guión lo va a dibujar Corben, existe la tentación de tirarse a chanta. Felizmente, Bruce Jones prefirió arremangarse y cumplir con las consignas. La trama es lineal, simple, va para adelante como una locomotora y –lo más importante- los personajes están muy bien trabajados, evolucionan mucho con el correr de las páginas y no se parecen en nada a los de las otras obras de Corben. Guarda, tampoco es el guión de Watchmen. La forma en que los cuatro protagonistas se topan con “la máquina del tiempo” es un poquito caprichosa y la decisión de hacer mierda en la anteúltima página a uno de los personajes mejor elaborados en las 100 anteriores tiene demasiado que ver con el hecho de que se terminaba el espacio. Si la novela seguía hasta la página 120, estoy seguro de que el final de la Coronel era otro.
Subrayo, ya que estoy, el tema de que Rip in Time se lee como una novela. Originalmente fueron cinco comic-books y recién en 1990 se editó el recopilatorio. Pero lo leés en ese formato y realmente cuesta un huevo identificar las escenas en las que terminaba cada una de las cuatro primeras entregas. Jones pensó esta historia para ser disfrutada así, de un saque, y no me quiero imaginar lo que debe haber sufrido el pobre gil al que, cada veintipico de páginas, se le terminaba la dosis y tenía que esperar (vaya uno a saber cuánto) para saber cómo seguía la historia.
Dentro de ese lineamiento de “una obra menos hermética, de llegada más amplia” lamentablemente estaba la cláusula de “Cero desnudos”, lo cual por un lado fuerza a Jones a plantear los garches de modo “sugerido” y a Corben a abstenerse de dibujar gente en bolas, que es algo que hace mejor que nadie. Me da un poquito de bronca porque estas restricciones no se aplican a la violencia. Acá vemos gente atravesada por balazos, flechazos o morfada por un tiranosaurio como si fuera un alfajor Cachafaz. Pero eso sí, ni medio pezón.
Incluso sin dibujar tetas ni pijas, Corben da cátedra. Se banca páginas con muchísimas viñetas, algunas de ellas repletas de diálogo, se banca un elenco de siete personajes centrales, todos con sus rasgos muy diferenciados, y con todo eso arma unas secuencias de increíble power visual, a su vez hilvanadas por una narrativa con muchos desafíos y con muchísimos hallazgos. Todo esto en blanco y negro! Corben, el tipo que revolucionó la forma en que se coloreaban las historietas en los ´70, vuelve al blanco y negro de sus orígenes underground, ahora apuntalado por un laburo prodigioso en el manejo de las tramas mecánicas, a las que le saca tanto volumen y les da tanto protagonismo como al color en Den o Mutant World.
A nivel visual, lo único infumable es que –como en todas las publicaciones de Fantagor- los textos están escritos con una tipografía mecánica chata, aburrida, ya anticuada para 1986. Una columbeada que jode y mucho, porque –como decíamos- hay páginas con ingentes cantidades de texto y cuando ves esas letras sin onda, en globos gigantescos, y encima tapando los dibujazos de Corben, te dan ganas de cazar el chumbo y descargárselo en la cabeza a alguien. El resto, todo impecable.
En el contexto del comic yanki de 1986, es muy probable que Rip in Time pase un poco desapercibida. Y al tener tan pocas pretensiones, no es demasiado ilógico que eso suceda. Sin embargo, no es una obra que convenga ignorar, ni soslayar, ni mucho menos barrer abajo de la alfombra. Sobre todo si sos fan de de las buenas aventuras en las que pasa de todo y te enganchan de principio a fin a fuerza de ritmo, acción, algo de comedia, algo de romance, conflictos fuertes, ideas impactantes y personajes bien construídos. O si sos fan de Richard Corben, en cuyo caso seguro ya la tenés entre tu lista de imprescindibles.
Published on October 21, 2012 20:25
October 18, 2012
18/ 10: WOLVERINE/ HULK

Y con todo eso que podría jugarle en contra, a mí esta saguita me gustó. ¿Por qué? Porque no me sale encarar con mala leche una obra de Sam Kieth. Soy fan de este enfermo de mierda y no lo puedo evitar. Y le reconozco lo más importante: la coherencia, la fidelidad a un estilo. Este es un comic de Hulk y Wolverine, es cierto. Pero sobre todo es un comic de Kieth, con todos los yeites clásicos de las otras obras de este autor. Las virtudes y, obviamente, los defectos.
Es verdad, pasa poco y casi nada de lo que pasa hace avanzar esta trama extraña, caprichosa y cuya resolución empezás a olfatear unas 25 páginas antes de que llegue. La machaca ocupa unas cuantas páginas y no aporta absolutamente nada al desarrollo argumental. Por el otro lado, hay diálogos exquisitos, mucha onda puesta en e personaje que durante muchas páginas funciona como hilo conductor de la trama (no me quiero extender en eso para no spoilear) y a la hora de definir a Hulk, Kieth opta por el Hulk bien cabeza, bien pavote, casi un tierno, en logrado contrapunto con un Logan siempre al filo de la salvajada.
Y por supuesto, mucho más inexplicable que cualquier fumanchereada del guión, es el dibujo de este monstruo fuera de control. Kieth encuentra los pretextos para dibujar pocos o ningún fondo y descontrola virulentamente en todo lo demás: anatomía pasada de rosca, expresiones faciales impresionantes, un color directo que lo muestra solvente y sorprendente en el manejo de innumerables técnicas y una narrativa coherente, a pesar de los múltiples estallidos que la machaca entre Wolverine y Hulk causa en la puesta en página. Realmente hay más páginas perfectas de las que me atrevo a revisitar. Visualmente, esto es una orgía, una especie de Frank Frazetta pasado de alucinógenos y con varios episodios de Ren & Stimpy clavados en las retinas.
Si no te resulta insostenible un comic en el que Hulk y Wolverine intercambian trompadas y rasguñones, tenés que leer esto para vibrar al ritmo de las bizarras maravillas que las plumas y los pinceles de Sam Kieth pelaron en esta historieta.
Published on October 18, 2012 16:52
October 17, 2012
17/ 10: EL PERFUME DEL INVISIBLE

El resto no está tan mal, sobre todo si pensamos que se trata de una obra claramente enrolada en el género erótico, un comic pensado para ser leído con una sola mano por un lector cuyo nivel de exigencia baja a medida que la carpa sube. En ese sentido, El Perfume... no defrauda para nada. Si lo que buscás es una historieta que te haga zumbar la entrepierna, Manara no te va a dejar de garpe, en lo más mínimo. Dentro de ese argumento livianito conviven varias excusas ingeniosas para que Miel, Beatriz o cualquier otra minita que entre en escena termine abierta de gambas recibiendo invisibles duraznazos por parte del profesor con olor a caramelo de leche.
Me gusta mucho una idea que no es mía: El principal hallazgo de Manara en esta obra y en El Clic! es que sus hembras (sensuales hasta el punto de prenderle fuego a la página... o pájina, no estoy seguro) están constantemente luciendo sus orificios abiertos y gozando como perras, pero las pijas jamás se ven. Ahí donde debería ir la pija, lo único que hay son los genitales de las minas, actuado como si la pija estuviera ahí. Pero no está. Por ende, el que finalmente las penetra, el que consuma la chanchada, es el ojo del lector. Y ese es un truco demasiado bueno como para no ovacionar al maestro italiano. Lo podemos verduguear por repetirlo cinco o seis veces, eso sí...
Otro dato interesante es que para esta edición argentina (la primera a color, porque en los '80 La Urraca lo había editado en blanco y negro) se realizó una traducción repleta de giros muy porteños. El más notable debe ser "No me puedo pasar el resto de mi vida en cuatro sólo porque descubriste la concha". Pero hay varios. Y también hay un problema, tal vez menor, que es el tema del caramelo cuyo olor tiene el profesor cuando se cubre con la pomada que lo hace invisible. En esta traducción, todo el tiempo se habla del "olor a caramelo" y Miel llama "Caramelo" al cada vez más alzado hombre invisible. Lo cierto es que no se trata de cualquier caramelo, sino del Butterscotch, que es lo que nosotros conocemos como "caramelo de leche", ese cubito tipo caldo Knorr, pero marrón y con una asombrosa habilidad para quedarse pegado en tus dientes y hacértelos mierda. Eso no se aclara nunca en la edición argentina.
Finalmente, el color está bastante bien y no opaca para nada el excelente trabajo de Manara en la faz gráfica. Un trabajo realmente consagratorio, sustentado por una narrativa fluída, un gran manejo del lenguaje gestual y facial, muchísima atención a los detalles en vestimentas, decorados, peinados y por supuesto, un virtuosismo fuera de control a la hora de plasmar la anatomía femenina con elegancia, pero también con toda la intención de levantar temperatura en el lector, hasta convertirle los ratones en comadrejas.
Este libro fue co-editado por Deux y el sello VV (que debutaba con este lanzamiento) y si bien en este tomo prometían dos álbumes más para esta colección dedicada a Manara, esto por ahora no se concretó. Vos sabrás si creer o no. Mientras tanto, está muy bien que haya ediciones de Manara en Argentina, accesibles, en un formato ni lujoso ni muy croto y en el caso puntual de El Perfume... con un guión casi aceptable y unos dibujos devastadores, de esos que ya ni el propio Manara logra conjurar en sus obras más recientes.
Published on October 17, 2012 12:37
October 16, 2012
16/ 10: EL PREVIEWS DE DICIEMBRE

De Marvel no encontré un puto título como la gente, así que vamos a Dark Horse, donde la pulenta es Emerald & Other Stories, un gran recopilatorio de historias cortas del maestro Hiroaki Samura. Son 224 páginas a u$ 12.99 y no me resisto en lo más mínimo.
IDW anuncia el primer TPB de las nuevas aventuras de Popeye, esas que escribe el glorioso Roger Langridge y dibujan varios tercerones cuyos nombres no recuerdo. Suena interesante, pero me quieren cobrar u$ 17.99 por míseras 104 páginas, o sea que ni loco.
Por el lado de Image, un título fundamental, el Vol.2 de Fatale, de Ed Brubaker y Sean Phillips. Son 136 páginas a u$ 14.99, con una calidad que ni tiene sentido discutir. El otro que me interesó me ceba un poco menos, y entra al pedido sólo porque este mes hay poca merca imprescindible. Se trata del Vol.2 de Body Bags, una serie que Jason Pearson publicó en Dark Horse en los ´90 y ahora reaparece con nuevas aventuras. Le timbeo u$ 12.99 a ver con qué me llenan esas 112 páginas.
Vertigo: cri-cri... cri-cri... Ni medio TPB atractivo. Así que me queda DC, donde tenemos por un lado el Vol.2 de Animal Man, que entra de una, sin haber leído el Vol.1, así, de guapo. Son Jeff Lemire, Travel Foreman y Steve Pugh, se les puede tener fe. Así que ahí van los u$ 16.99 que valen estas 176 paginolas.
Y sin salir de DC, dos softcovers muy esperados, de material que tiene excelentes críticas pero que en hardco no me quise comprar: Batwoman Vol.1 (de J.H. Williams y Amy Reeder) y Wonder Woman Vol.1 (de Brian Azzarello y Cliff Chiang). Los dos valen u$ 14.99, aunque el de WW tiene 160 páginas y el de Batwoman 144.
Y no hay más. Posta, revisé bien. Se viene un mes de poco gasto en comic yanki, lo cul me viene bárbaro para terminar de pagar en pocos meses el desconche que estoy haciendo acá en Nueva York.
Published on October 16, 2012 14:36
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