Andrés Accorsi's Blog, page 207

December 1, 2012

01/ 12: LOS MAS VENDIDOS DE NOVIEMBRE

A pesar de haber estado apenas uno de los tres findes de Noviembre en Buenos Aires (y eso muchas veces implica también viernes y/o lunes), este mes la Distri laburó un montón y tuvimos ventas... no maravillosas, pero sí muy buenas, bastante por encima de la tristeza de Octubre.
Ayudó, por supuesto, que las editoriales se pusieran las pilas y sacaran unas cuantas novedades. Veamos qué fue lo que más vendió:

1) Cieloalto (Agua Negra)
2) Dora Vol.2 (Común)
3) Términus Vol.1 (Términus)
4) Macanudo Vol.9 (Común)
5) Viñetas Sueltas (Agua Negra)
6) Merci (De la Flor)
7) Ordinario (Llanto de Mudo)
8) Shankar (Loco Rabia/ Belerofonte)
9) Paranoia Normal (Llanto de Mudo)
10) La Baba (Llanto de Mudo)

Tal como yo suponía, a Cieloalto (incluso con esa tapa amarga y pecho frío) le sobraba potencial para ser best-seller y este mes, con más días de rodaje, lo concretó con un primer puesto, muy peleado, pero primer puesto al fin. Otra novedad de Agua Negra, el catálogo del Festival Viñetas Sueltas, también obtuvo excelentes cifras. Atenti a esta editorial, amigo viñetófilo, que está marcando rumbos muy interesantes.
Común, que el mes pasado se quedó con el primer puesto, esta vez logró el segundo, con un lanzamiento esperadísimo como era el Vol.2 de Dora (de Ignacio Minaverry), más el cuarto, con un hitazo insumergible como es el más reciente tomo de Macanudo, que ya tiene segunda edición.
Hablando de segunda edición, Llanto de Mudo reeditó Ordinario, el librazo de Gustavo Sala, y rápidamente se subió (una vez más) a la lista de los más vendidos. También lanzó tres títulos nuevos, de los cuales sólo uno (Paranoia Normal, del increíble Pedro Mancini) se coló en el ranking. Y La Baba sigue ahí, aguantando a fuerza de humor zarpado y excelentes dibujos.
De la Flor figura con un sólo libro (Merci en el sexto puesto), pero ya se relame pensando en la pole position que va a ostentar en Diciembre, porque estamos a poquitas horas del lanzamiento del Vol.20 de Gaturro. Loco Rabia también aguanta con su hit de 2012 (Shankar, de Alcatena y Mazzitelli) y también promete linda merca para Diciembre.
Y la revelación, el batacazo, lo dio Términus, la nueva antología gestada en Rosario por un grupo de jóvenes historietistas. Lo digo hoy, antes que nadie: guarda con Términus. Que nadie se sorprenda si con esta publicación pasa lo mismo que pasó con La Murciélaga. Le vaticino un 2013 de inmenso crecimiento, a lo largo y a lo ancho de todo el país.
No me queda tiempo para repasar los títulos que –supuestamente- salen el mes que viene, pero seguro hay papa fina. Feliz mes 36 del blog para todos!
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Published on December 01, 2012 16:14

November 30, 2012

30/ 11: TARZAN Vol.16

Retrocede dos casilleros... Después de un tomo bastante interesante, vuelven la chatura y el más de lo mismo.
Una vez que Tarzan se repone de la fiebre que casi lo manda al descenso, se dedica lo de siempre: descubrir civilizaciones perdidas. Acá encuentra dos: en una, hay una reina (obviamente blanca) que se lo quiere quedar de mascota sexual. En la otra, un dictador mala onda que arroja a Tarzan a una arena donde deberá pelear por su vida con bestias cuadrúpedas y bípedas. Estas dos cosas ya pasaron no menos de cinco veces en los tomos que llevo leídos y la verdad, me tienen los huevos al plato.
Como “novedad” tenemos que una de las dos civilizaciones perdidas está muy lejos de Africa, más para el lado de la Polinesia. Para llegar hasta allá, Tarzan viaja durante días y días en un submarino, al que unos tipos (y una minita) lo suben engañado. Igual, el capo de la monada va terminar por hacerse amigo de sus captores para luchar todos juntos contra tipos mucho más jodidos que ellos. En el próximo tomo me voy a enterar cómo hace Tarzan para volver a Africa... si es que los guionistas se acuerdan de que Tarzan NO está en Africa, porque en esta ciudad oculta ya aparecieron negros grandotes, tigres y selva.
Como siempre, Tarzan da cátedra de idiomas. Seguimos sumando especies animales, nuevas civilizaciones en nuevos continentes y el hombre mono se las sigue ingeniando para entender a todos y que todos lo entiendan. Un fenómeno. Lástima que un tipo tan dotado para las relaciones públicas recurra tantas veces a matar a sangre fría a sus interlocutores... Acá, Tarzan estrangula, apuñala o atraviesa a flechazos a gente de todas las razas, tigres, panteras, leones, cocodrilos y hasta un pulpo. Lo más heavy es que nadie se escandaliza.
Así, sin sorpresas y sin nada mínimamente interesante para destacar, transcurren otras 52 planchas dominicales de esta historieta que, pese a que me parece un embole, no puedo dejar de leer. ¿Me volví loco, me lobotomizaron, me afilié al club de fans de Ricardo Montaner? No, sigo cada vez más cebado con los dibujos de Burne Hogarth, que además no paran de mejorar. El maestro máximo del dibujo académico-realista ya está claramente en su mejor nivel y le prende fuego a cada viñeta de cada plancha. Cuando estalla la acción, Hogarth se deja poseer por un espíritu salvaje y su dibujo gana en plasticidad y belleza. La lucha de Tarzan contra el tigre llamado “Muerte a Rayas” es dinamita pura, un ballet descontrolado y a la vez armonioso, casi sensual. Además es el combate físico en el que Hogarth se anima a mostrar sangre en cantidades más o menos realistas. Esas dos páginas garpan todo el libro, de una.
Y hay mucho más. Esto está lleno de imágenes impactantes, majestuosas, en las que cuerpos y decorados levantan tanto vuelo y se enfiestan en una orgía tan zarpada, que poco importa la mediocridad de los argumentos. Ya me faltan sólo dos tomos para terminar el Tarzan de Hogarth (en lo que a planchas para los diarios se refiere) y prometo entrarles en Diciembre, así ya nos lo sacamos de encima para el 2013. Si los guiones siguen así, no va a ser fácil, pero –como siempre digo- Hogarth merece este esfuerzo y muchos más.
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Published on November 30, 2012 14:59

November 29, 2012

29/ 11: EL MUNDO DE EDENA: LOS REPARADORES

Los ladris de Norma editaron este libro como el “Vol.6” de El Mundo de Edena, pero no les creas nada. Dicha saga termina en el Vol.5 (Sra) y ya fue. Este tomo lo que hace es rejuntar varias historietas que interesectan (algunas muy con lo justo) con ese fantástico universo creado en los ´80 por Moebius. Veamos qué es lo que se reunió en este “hors série”, que es como le dicen los franceses a estos álbumes de historias cortas, accesorias a las sagas centrales:
La historieta que da título al libro es una muy corta, de ocho páginas, que data de 1996. Es un relato mudo, en el que Stel y Atan acuden a “reparar” o a auxiliar al mismísimo Moebius, que se dibuja a sí mismo como en los ´60, pero aparece en la casa que habitó en los ´90. El guión es mínimo y los dibujos son de un nivel apabullante. Colores y texturas, luces y sombras, toda la magia visual del Genio Eterno explota en estas ocho paginitas repletas de composiciones fastuosas y asombrosas.
La siguiente es Ver Nápoles, una historieta de 1987, aún más corta que la anterior, de sólo cuatro páginas, y la única que tiene diálogos. No tiene un choto que ver con la saga de Edena, excepto por el detalle de que acá aparece por primera vez un “Nariz Larga”, o “Pif Paf”, esos seres que tendrán mucho peso en la saga, con esas máscaras atravesadas por una especie de cilindro. El argumento no reviste mayor interés y el dibujo, si bien no tiene ni a palos la calidad (ni la dedicación por parte del autor) que vimos en Los Reparadores, sigue siendo de muy bueno para arriba.
De alguna manera, a Moebius le quedó picando el tema de Nápoles, y en 2000 realizó una nueva historia corta, ahora titulada “Morir y ver Nápoles”. Son 27 viñetas de idéntico tamaño y sin textos, que nos cuentan cómo el Mayor Grubert (otro personaje emblemático del Genio Eterno) emprende un viaje a Nápoles durante el cual es capturado, encerrado en un ataúd, lanzado a un volcán que hace erupción y lo propulsa hacia el mar, que lo lleva precisamente a las playas de dicha ciudad italiana. ¿Cómo engancha esto con Edena? Simple: los que lo capturan, encierran y arrojan al vacío son tres Pif Paf. Acá vemos al Moebius más minimalista, más frío y encima sin ganas de jugar con la narrativa. Hay imágenes hermosas, como siempre, pero nada para decir “oooooh!”.
Y guardo para el final una historieta de 1990 que Moebius realizó para un especial de Dark Horse (Concrete Celebrates Earth Day). En su momento se publicó en papel choto, con unos colores chatos, opacos. Publicadas en álbum y recoloreadas por el maestro, las 23 páginas de The Still Planet (acá traducida con dudoso criterio como “El Planeta Todavía”) rankean con comodidad entre las obras mejor dibujadas de toda la carrera de Moebius. La trama es casi anecdótica: Stel y Atán exploran un planeta que parece estático (“still”), petrificado, atávico, hacen unos ajustes en un artefacto y pronto empiezan a ver manifestaciones vitales cada vez más intensas. A pesar de ser muda, The Still Planet le canta a la vida, al caos, a lo impredecible. Las imágenes fluyen a lo largo y a lo ancho de unas páginas magistralmente planificadas, dibujadas por Moebius apenitas por debajo de las maravillas de Los Reparadores. Esto es como la cumbre de la producción ochentosa del Genio Eterno: una historieta que combina experimentación y tradición, poesía y epopeya, aventura y bajada de línea, todo dibujado y coloreado a mano, en la era pre-photoshop, por un Moebius inspiradísimo.
Lógicamente, el principal problema que tiene este álbum es que se lee demasiado rápido. Es el costo a pagar cuando un autor se entusiasma con la onda de narrar sin palabras. El otro problema, el de los guiones medio blanditos, muy virados al lirismo o a la fumanchereada críptica, la verdad que no me parece para nada grave, porque en ese terreno Moebius se desenvuelve con inmensa cancha y porque en definitiva, esas licencias son las que le permiten al grosso entre los grossos volar a full con el dibujo, que acá es la estrella definitiva. Una estrella única, inalcanzable, que brilla con un fulgor de imponente majestad y deja a su paso una estela de belleza y magia en estado puro.
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Published on November 29, 2012 17:50

November 28, 2012

28/ 11: SHOWCASE PRESENTS THE SPECTRE

Otro viaje largo, otro masacote de más de 600 páginas que sucumbe bajo mis retinas. Este libro repasa varias etapas muy distintas en la trayectoria editorial del Spectre, que trataré de sintetizar.
1) Tres números de Showcase de 1966, escritos por Gardner Fox y dibujados por Murphy Anderson. Acá Fox nos lleva a la ciudad ficticia de Gateway (creo que es la misma que John Byrne retoma en su etapa al frente de Wonder Woman) y se esfuerza por repartir equitativamente el protagonismo entre el policía Jim Corrigan (intachable y atildado) y el hiper-poderoso Spectre. Bueno, le sale bastante mal. Las escenas de Corrigan no revisten el más mínimo interés al lado de las de su alter ego. Y hay otra falla: las excusas inverosímiles con las que cualquier chorro de cuarta adquiere poderes comparables a los del Spectre para hacerle el aguante unas cuantas páginas. También hay mega-hechiceros y demonios pulentosos, como para que el carapálida tenga con quién entretenerse en sus combates cósmicos y pluridimensionales.
2) De ahí sale una serie regular en la que Fox y Anderson comparten un sólo número, bastante lindo. Al toque se va el dibujante y lo reemplaza Neal Adams, que se quedará cuatro números y escribirá dos de ellos, también con villanos re-power y hampones de la B “enchulados” para bancarse al héroe. El dibujo de Adams está totalmente on fire, repleto de riesgos y hallazgos. Los guiones giran hacia el Spectre, en detrimento de Corrigan, que pasa a tener la misma (poca) chapa que Bruce Wayne en los comics de Batman de esa época.
3) Para el n°6 Fox vuelve a escribir un par de números, ahora dibujados por Jerry Grandinetti, un dibujante que intenta (con limitado éxito) rescatar la estética tenebrosa de los comics de la EC. Y los últimos tres números van muy para ese lado, el de las historias de misterio de DC, esas llenas de fantasmas y moralejas. De hecho, hasta hay un número en formato de antología, que incluye una historia corta magníficamente dibujada por Berni Wrightson. En esta etapa, Corrigan directamente ni figura.
4) Después viene todo el tramo del Spectre en Adventure Comics, la llamada Wrath of the Spectre, con el equipo integrado por Michael Fleisher y Jim Aparo. Esto es raro: transcurre en un universo donde la gente común sabe que Clark Kent es Superman, no estamos en Gateway sino en Nueva York, Corrigan ahora es un cana pesado al estilo Harry el Sucio y –lo más lindo- no hay más villanos ni amenazas sobrenaturales: ahora el Spectre se dedica a cazar y masacrar a meros ladrones, secuestradores y terroristas. Y los hace mierrrda, eh? Sin piedad para los pecadores. Hay un interés romántico para Corrigan, unos dibujos de la San Puta, y un enfoque muy arriesgado (por lo menos para los ´70) que se desactiva cuando se enciende la polémica.
5) Hay tres historias cortitas, que fueron back-ups de la revista Ghosts, en las que el Spectre comparte protagonismo con el Dr. Thirteen, como lo hiciera años atrás el Phantom Stranger. Esto está muy bien escrito por Paul Kuppeberg, pero los dibujos son abominables.
6) Y me quedan varios team-ups: uno con Flash (el guión, una fumanchereada ilógica por donde se la mire, con majestuosos dibujos de Carmine Infantino), uno con Superman (interesante, a cargo de Len Wein y Jim Starlin) y cuatro con Batman, de los cuales el único bueno es el de la Brave & the Bold n°116. Paradójicamente, uno de los team-ups con Batman se lo dejan escribir a Fleischer y el tipo mete (por primera vez en muchísimos años) una amenaza sobrenatural para enfrentar al Spectre.
¿Se puede recomendar este broli sin arriesgarse a un castigo divino? Sí, por la chapa del personaje y porque el desempeño de los dibujantes (con tanto y tan buen Aparo, bastante Adams, lindos momentos de Anderson y esa perlita de Wrightson) nivela mucho para arriba. Con los guiones, no hay cómo remarla: hagan lo que hagan estos muchachos, al lado de lo que hará John Ostrander a partir de 1992, quedarán siempre como una manga de verduleros de improbable redención.
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Published on November 28, 2012 17:28

November 27, 2012

27/ 11: LA SAGA DE NUEVA YORK (parte 11)

Yo quería armar un poquito de suspenso, pero vino uno y me lo cagó. Al final, después de recorrer varias comique-
rías, el lugar donde más comics compré fue en The Strand, la mega-librería que –casualmente- está en la esquina del Forbidden Planet. The Strand es un paraíso terrenal para cualquiera al que le gusten los libros. Ya de movida, en la vereda, sin entrar al local, hay exhibidores con ofertas disparatadas: libros desde 50 centavos. Y hay comics, eh? Una vez que entrás, te esperan varios pisos repletos de libros. Metros y metros cuadrados de libros. Los techos son altísimos y para ver los libros de las estanterías más altas te tenés que trepar a una escalera. Hay un piso todo dedicado a libros antiguos, raros y descatalogados, esos ancestrales tomos con tapas de madera y broches de metal que uno asocia con la Edad Media. Y hay miles y miles! Ese lugar es como una alucinación. Faltaba Borges pasándole un plumerito a un ejemplar del Necronomicón, nomás.
Los comics están en el primer piso y hay una diversidad enorme: material de todas las editoriales, un sector de historieta infantil, un amplio sector de ofertas… la fuckin´ gloria. Me agarré un changuito de supermercado y lo llené con merca que nunca pensé que iba a encontrar (libros descatalogadísimos de varias décadas distintas), a precios ridículos. Para que te des una idea, por ese changuito a full pagué u$ 105, con impuestos y todo. La próxima vez, arranco de una en The Strand.
Leaving New York´s never easy, decía el tema de R.E.M., pero mis amigos uruguayos igual se fueron lo más panchos el viernes 19 y yo otra vez me quedé solo en el depto de Harlem (ya era el Angel of Harlem del tema de U2, hablando de hitazos), de nuevo con la responsabilidad de entregarle llaves, frazadas y demás al manager, que a cambio me iba a devolver la guita del depósito. Todo eso sucedió en la mañana del sábado, y a la tarde enfilé (munido de morfi, para que no me vejaran con sus precios delirantes) hacia el aeropuerto John F. Kennedy. La aerolínea me habilitaba dos valijas de 23 kilos. Yo me compré en el supermercado más croto de Harlem la valija más crota que encontré (u$ 30) y llené hasta la mitad la mía, que se banca todo. Con eso y la mochila vacía, llegué al mostrador de la aerolínea antes de que abriera. Me mandé de keruza y pesé mis valijas. La crota pesaba 23,800. Perfecto. La otra estaba más excedida de peso que yo. Le saqué seis kilos, me los mandé a la mochila y quedó también con 23,800. La espalda se me partió en 26 pedazos, pero no pagué un mango de exceso de equipaje.
Ya en Buenos Aires, el avión llegó con demora. Era la una de la tarde del domingo 21, día de la Madre. Encima se superpuso con un vuelo que venía de San Pablo, hasta la chota de gente. Y se anunció como procedente de Santiago de Chile (donde hicimos escala), no de Nueva York. O sea que lo que menos les interesaba a los aduaneros era revisarnos las valijas. Los muchachos se querían ir a morfar con la vieja y apenas si nos pasaron las valijas por las máquinas de rayos para asegurarse de que no trajéramos misiles termonucleares desarmados o prostitutas tailandesas menores de edad. Así es como entré al país 50 kilos de libros, algo de ropa y algunos discos sin pagar un centavo más de lo que me cobraron en los distintos comercios.
Final feliz para esta saga en la que la pasé bárbaro junto a gente de primera, conocí más gente copada, me reencontré con viejos amigos a los que no veía hacía décadas, recorrí Manhattan hasta que los pies me quedaron como dos empanadas (y no precisamente de La Paceña), compré muchos comics que siempre quise conseguir y hasta me quedaron algunas horas para descansar. Encima gasté menos guita de la que suponía que iba a gastar. No se puede pedir mucho más realmente…
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Published on November 27, 2012 08:01

November 26, 2012

26/ 11: COCA, RAMON & FERNET

Cuando uno ya creía tener el mapa definitivo, el atlas completo del Universo Bobillo, aparece este animalito y te agrega un continente nuevo, cuya exploración resulta inmensamente placentera.
Dibujada en un estilo que no se parece en nada al que vimos en las otras obras de Juan, esta es una tira 100% cómica, enrolada en ese humor costumbrista con la mira puesta en las relaciones de pareja, y a la vez con margen para descolgarse hacia situaciones y tonalidades distintas e impredecibles. El dibujo es muy raro: a simple vista parece un trazo nervioso, casi descuidado, más fruto de la urgencia que de una búsqueda estética. Cuando lo mirás en detalle, sin embargo, te das cuenta de que ESO es lo que Bobillo buscó desde el principio: una línea chunga, suelta, de lápiz sin entintar y contrastes levantados en el photoshop, a la que manipula de modo magistral para lograr una expresividad y una frescura que se combinan a la perfección con la onda de la tira. El color acompaña sin estridencias, los fondos aparecen solo cuando son imprescindibles y –como en todas las buenas tiras humorísticas- el recurso narrativo que más protagonismo adquiere es el control del tempo narrativo, obviamente puesto al servicio del efecto cómico, algo que Bobillo nunca había hecho antes y que le sale demasiado bien.
No me voy a poner a contar los chistes, porque no da. Básicamente, la tira se alimenta de la convivencia entre Coca, una odontóloga fashion, sensual y bastante manipuladora, y Ramón, un loser con menos glamour que el Tolo Gallego, que se las da de novelista, pero termina laburando de mozo. Y en el medio están Fernet ( la mascota de la pareja, un bicho que no se sabe bien si es perro o gato), un par de amigos de Ramón y no mucho más. Con esos elementos, a Bobillo le alcanza para incursionar con éxito en el terreno de la sitcom con algún toque surrealista .
Lo único que tira un poco para atrás es la forma en la que se eligió reeditar estas tiras, originalmente aparecidas en la revisa Hecho en Bs. As.. Este es un libro de 128 páginas de impecable factura, con excelentes portadas, solapas, buen papel, óptima calidad de impresión, lindo diseño, pero con un problema fundamental: hay una sóla tira por página. En 128 páginas, tenemos 125 tiras. Lo cual no es poco, para nada. Pero uno se acostumbró a los libros de tiras cómicas que traen dos o tres tiras por página y ya una sola deja gusto a poco. Por ahí hubiese estado bueno publicar cada tira un poco más chica y meter dos por página. Lo cual acarrea, a su vez, dos efectos colaterales negativos: en el formato que a mí más me gusta, el dibujo de Bobillo se luciría menos, y además habría que esperar a tener… 200 tiras para reeditarlas en un librito de 100 páginas.
Todo eso es sumamente discutible, me hago cargo. Lo único que sí me queda clarísimo es que con su paso por la tira cómica, Juan Bobillo demostró (una vez más) que su talento va mucho más allá de los géneros y las estéticas. Si sos fan de este capo absoluto con más de 15 años de ilustre trayectoria a sus espaldas, entrale de una a Coca, Ramón & Fernet. Una verdadera delicia.
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Published on November 26, 2012 15:34

November 23, 2012

23/ 11: IBICUS

Qué pena tener poco tiempo para dedicarle a esta reseña.
Este es el tomo integral de Ibicus, un mega-broli de más de 530 páginas que contiene lo que originalmente se publicó en cuatro tomos, entre 1998 y 2001. Yo había leido sólo el primero, hace varios años y en francés. Cuando vi barato el integral, no lo dudé un segundo: esa era una historia que me interesaba leer hasta el final.
Pascal Rabaté adapta en esta historieta la novela homónima de Alexis Tolstoi, de 1926, en la que –de la mano de Simeón Nevzorof- presenciamos el estallido de la revolución que le cambia la cara al decadente Imperio Ruso en 1917. A Rabaté (y presumo que también a Tolstoi) no le interesa tanto la revolución en sí como las consecuencias que genera en la vida cotidiana de los rusos, tanto los aristócratas como los burgueses, los empleados de los ricos que formaban algo así como una clase media. Simeón viene de ese palo, pero su ambición lo hace aspirar siempre a más: no va a parar hasta hacerse millonario y va a intentar capitalizar las turbulencias socio-políticas a su favor, con desparejos resultados.
Básicamente, de eso se trata Ibicus: Simeón, a fuerza de una pasmosa falta de escrúpulos y una perspicacia muy especial, sobrevivirá a todos los sacudones de esta Rusia convulsionada, a costa de convertir a su vida en una montaña rusa con caídas tremendas a la desgracia y la miseria y acensos meteóricos hacia sitiales de obscenos privilegios. Nada le dura demasiado a Simeón, excepto la convicción de que él está para más, de que su destino es uno de riquezas y prestigio más allá de quién gobierne a su país.
A lo largo de tantas páginas, al protagonista le pasa de todo. Y tan cambiante como la suerte de Simeón son los climas que propone la novela: hay momentos de euforia, momentos sórdidos, escenas teñidas por runflas espúreas, largas secuencias en las que se impone una atmósfera de espionaje, de capa y puñal, otras que derrapan hacia el patetismo más abisal... En todas, Rabaté demuestra un criterio y una sabiduría envidiables a la hora de elegir, de privilegiar los momentos que nos va a mostrar, los tramos de la novela en los que decide hacer hincapié. A la quinta o sexta página, te olvidaste de que esto originalmente era una obra literaria: Rabaté te convence de que Ibicus es, fue y será una historieta y pela un imbatible arsenal de recursos narrativos para que te sumerjas a fondo en la historia y no quieras soltar el libro hasta haber llegado al final.
Hay un sólo “problema”, un sólo item muy discutible: el estilo gráfico (no la narrativa) de Rabaté no es demasiado original. De hecho, es un clon milimétrico del Alberto Breccia de Perramus. Rabaté debe haber estudiado a fondo esas páginas, de alguna manera “le sacó la ficha” a ese estilo del Viejo que combina manchas negras con aguadas más sutiles para lograr varias tonalidades de gris, y hasta logró reproducir el mismo grado de estilización en los personajes. No así en los fondos, a los que Rabaté conserva más cercanos al realismo fotográfico (aunque laburadísimos en esta técnica aprendida de Breccia). También aparecen algunos “mattottismos” (bienvenidos sean), pero básicamente no hay viñetas de Ibicus que no nos remitan al Perramus de Breccia. Esto significa que tenemos por delante más de 500 páginas de una calidad visual majestuosa, porque –no jodamos- lo que hizo Breccia en Perramus fue monumental. Rabaté no se queda atrás a la hora de deleitarnos con imágenes bellísimas, de enorme impacto, de gran plasticidad, gran expresividad, siempre a tono con los climas que sugiere la trama. O sea que, así como le reprocho a Rabaté haber reciclado un estilo que él no inventó, también lo ovaciono por los óptimos resultados obtenidos.
No dejes escapar a Ibicus. Se merece infinitamente todos los premios que se ganó. Posta, es una lectura fundamental, ideal además para compartir con algún fan de la literatura rusa que todavía no se haya subido al viaje de ida del Noveno Arte.

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Published on November 23, 2012 14:19

November 22, 2012

22/ 11: LA SAGA DE NUEVA YORK (parte 10)

Y bueno, se terminó la Convención, pero no el viaje. Me quedaban por delante seis días para res-
pirar un poquito el Manhattan skyline (como decía aquel temazo de A-ha) y la verdad es que los aprovechamos a full.
Fogoneados por la inagotable agenda y base de datos de Nico Peruzzo, recorrimos la ciudad hasta reventarnos las patas. Estuvimos en el edificio que aparecía en Friends, en la calle donde los Led Zeppelin se sacaron la foto de Physical Grafitti, en el majestuoso Central Park (con escala obligada en la placa que recuerda a John Lennon, a escasos 80 metros de donde fue asesinado), en el mega-store de Apple (templo absoluto para los que tenemos a la Mac como única religión), en el negocio de “el nazi de la sopa” (otro personaje de Seinfeld al que yo no conocía), en varias disquerías, en un Toys ´R Us donde había un Superman, un Spider-Man y un tiranosaurio espectaculares (y unos Playmobil para morirse de la emoción), en el Disney Store (ahora con mucha presencia de los personajes de Marvel), caminamos por el puente de Brooklyn, pasamos por el City Hall, obviamente recorrimos de punta a punta el MOMA, fuimos a donde alguna vez funcionó el CBGB (hoy, tristemente convertido en una tienda chetísima de ropa italiana, con remeras de u$ 300 y camisas de u$ 1000), paseamos por Wall Street (que no es el corazón de la Corpo, porque la Corpo no tiene corazón!), Little Italy, el Chinatown, la famosa calle Canal (una especie de Salada bastante crota), cruzamos a Staten Island en el ferry que pasa muy cerquita de la Estatua de la Libertad... Mis amigos uruguayos fueron también al Empire State y al Museo de Historia Natural... en fin, nos movimos tanto que ya rebautizaron a varias estaciones de subte con nuestros nombres.
Y por supuesto, el más cebado (yo) arrastró al resto a las comiquerías. La que menos me gustó fue Forbidden Planet. Es la típica comiquería argentina puesta sobre una avenida. Todo muy lindo, muy cheto, super iluminado, pero demasiado boutique, con poca onda comiquera. Hasta las bolas de muñecos, DVDs, remeras, merchandising, juegos de mesa (!) y hasta disfraces (porque faltaba poquito para Halloween), había muchas novedades y del resto, poco y nada. El sector de ofertas (el único donde los precios se parecían mínimamente a los de la Convención) era bastante triste, con poco material. Yo le tenía un cariño especial al Forbidden, porque fue la primera comiquería que pisé en mi vida, allá por el ´85, cuando estaban en Greenwich Village. Esta vez, cero emoción.
Midtown Comics tiene varios locales, pero fuimos a uno solo, al más céntrico. Tiene dos pisos, de los cuales el primero no se diferencia mucho de lo que habíamos visto en el Forbidden, y el segundo por ahí sí, porque tiene gigantescas bateas de back issues, que ni me calenté en mirar. Los precios, muy por encima de los de la Con, y el sector de ofertas también, bastante pedorro. Mis amigos, que ya pensaban seriamente en internarme en una clínica de rehabilitación, se tranquilizaron al verme salir de DOS comiquerías sin gastar un mango en nada.
El des-
control llegó cuando caímos a una comi-
quería medio escondida, un sótano con pinta de cueva mugrienta, mal ilumi-
nado y con la merca mucho más despelotada: se llamaba St. Mark´s Comics, pero en realidad era el paraíso. Acá había TONELADAS de back issues a excelentes precios, colecciones completas en paquetes, muchísima merca en oferta, magazines de los ´70, graphic novels de los ´80 y un sector inmenso de TPBs con material de TODAS las editoriales (hasta españolas y francesas), incluyendo títulos descatalogados e inconseguibles. No todo estaba regalado, pero había tanta papa fina y tanto material realmente jodido de encontrar, que igual me prendí fuego. Para la próxima vez, ya sé a dónde hay que ir primero.
Y aún así, hubo en lugar donde compré muchos más comics que en St. Mark´s. No era una comiquería. Era... otra cosa. Te lo cuento en el próximo episodio, que casi seguro será el último.
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Published on November 22, 2012 12:47

November 21, 2012

21/ 11: ALEX

Entre Mail Order Bride y Freeway, me cebé tanto con Mark Kalesniko que empecé a buscar las obras anteriores. Así caí en Alex, que tiene el atractivo extra de tener como protagonista a Alex Kalienka, el mismo de Freeway, que es una especie de alter ego de Kalesniko.
Se supone que Freeway es una continuación de Alex, pero ¿es tan así? Yo diría que no, que son dos historias alternativas. En una (Freeway), Kalienka se casa y se queda en California y en la otra, manda todo a la mierda y se vuelve a su pueblito de Canadá. También está la posibilidad de que, después de lo que sucede en Alex, decida volver a Hollywood a vivir lo que sucede en Freeway, pero lo veo poco factible. En ambos casos (y obviamente también en la vida real de Kalesniko) el pibe al que le encantaba dibujar cumple su sueño de entrar a trabajar en un enorme estudio de animación (que cambia de nombre de un libro a otro, pero claramente es Disney) y se choca con una picadora de carne que lo explota, lo maltrata y finalmente le hace perder el amor por el dibujo.
En el libro que lleva su nombre (escrito y dibujado en 1994 y recopilado recién en 2006), Alex sale de esa experiencia convertido en una especie de energúmeno inaguantable. No labura, no se divierte, no la pone. Canaliza su frustración, sus angustias y sus inseguridades a través del escabio, lo cual lo hace estallar en ampulosos berrinches, con nefastas consecuencias para sus muebles, sus botellas y sus materiales de dibujo. Tanto su paso por el secundario (bastante traumático, porque era un nerd que casi no socializaba) como su experiencia en Los Angeles lo convirtieron en un tipo tenso, nervioso, resentido y cagón. Una basura, bah. El principal problema para disfrutar de Alex (la obra) es Alex (el personaje). Decí que le gusta Depeche Mode. Si no, no tiene UNA a favor.
La historieta se trata básicamente de eso: un tipo que llegó a cumplir un sueño, se dio cuenta de que detrás del sueño había una empresa muy hija de puta que le robó las ilusiones, y se convirtió en un tipo de mierda, un inmaduro crónico, un borracho irascible como el Capitán Haddock, pero sin su carisma. Tan insufrible se hace este personaje, que la novela levanta muchísimo cada vez que aparece algún secundario. Por suerte, Kalesniko trata a estos mejor que a sí mismo. El resto, parece la obra de un tipo superado por sus demonios internos, que busca en la historieta autobiográfica la posibilidad de exorcizarlos.
Por millones de motivos (no sólo porque el Kalienka de Freeway es más creíble y está mejor trabajado), me quedo con el Kalesniko más maduro, el de su obra más reciente. En Alex se ve a un autor con un talento indiscutible, una bestia del dibujo capaz de hacer cualquier cosa, pero le falta esa frialdad en el buen sentido de la palabra; esa sensación de “tranqui, muchachos, tengo todo bajo control”. Al Kalesniko de los ´90 le gana la furia, la urgencia. Se nota mucho cuánto lo afecta todo lo que nos quiere contar. De todos modos se nota también su mano maestra para componer las viñetas, para mostrar la acción, para darle expresión a los rostros, para tirar diálogos brillantes, para meter tramas mecánicas, para darle fuerza e intensidad incluso a escenas pachorras en las que nadie mueve un dedo. Evidentemente, estamos ante un genio de la narrativa gráfica, con méritos más que suficientes como para tener el mismo reconocimiento que otros autores de su generación, tipo Daniel Clowes o Peter Bagge.
Si leés Alex antes que Freeway, no te dejes vencer por este personaje patético y repulsivo. Seguí adelante, que en Freeway te espera un Alex Kalienka más copado. Si ya leíste Freeway (o Mail Order Bride), esto está buenísimo, aunque el argumento tiene bastante menos power que los de esas dos joyas, porque Alex se conforma con regodearse en las miserias de un “joven a la deriva” y las otras no. En ambos casos, preparate para sumergirte en el mundo (por momentos bastante perturbador) de un creador superdotado para el dibujo, que se lanzó con honestidad brutal al terreno de la historieta confesional en una época en la que esta no estaba de moda.
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Published on November 21, 2012 17:59

November 20, 2012

20/ 11: LA ISLA NEGRA

Tintín es un fenómeno. Sin visa, sin pasaporte, sin 18 años cumplidos, sin siquiera un apellido, cruza como Pancho por su casa de un país a otro, incluso portando armas de fuego. No tiene ningún drama: habla y entiende todos los idiomas y si la cosa se complica, pela dinero en efectivo de todos los países. Además sabe manejar autos, lanchas, motos y aviones, algo ideal para un adicto a las travesías. Con estos superpoderes, más su astucia, su coraje y un perrito tan superdotado como él, Tintín se va a enfrentar él solito a una banda de falsificadores de billetes y –obviamente- les va a ganar. No va ser fácil: primero va a tener que sobrevivir a varios disparos (por suerte, todos los malos tienen pésima puntería), varios garrotazos, un incendio, un choque a bordo de una casa rodante, la caída de una avioneta y un par de rounds contra un gorila salvaje. Nada que cualquier pibe de 16 años no haga día por medio...
Apoyado en ese mullido colchón de premisas inverosímiles, La Isla Negra es un álbum entretenido, ágil, mucho más sólido que el anterior (La Oreja Rota). La versión original fue realizada entre 1937 y 1938 y era más extensa. Años más tarde, Hergé la redujo a 62 páginas y finalmente (ya en los ´60) la redibujó por completo, con la excusa de corregirle algunos errores detectados por su editor británico. Eso explica que La Isla esté tanto mejor dibujada que La Oreja, cuyo dibujo nos remite más al Hergé antiguo que al moderno. No es que las diferencias entre uno y otro sean abismales, pero se perciben. Y a mí me gusta más cómo dibuja el Hergé moderno, el que vuelve con todo en los años ´50.
Leído con mentalidad de chico de 9 ó 10 años, La Isla Negra debe ser un álbum muy flashero. Hay muchísima acción, a Tintín le pasa de todo, lo capturan y lo cagan a palos veinte veces, hay muchos chistes (Hernández y Fernández se esmeran, pero los más hilarantes los genera Milú) y aún así, todo el tiempo el clima es tenso, dramático, un thriller al límite. Por supuesto, uno no tiene 10 años y por eso se sobresalta y/o indigna con las inconsistencias del guión, con las formas ridículas en las que los buenos zafan de uno y mil peligros jodidísimos y sobre todo con el capricho de Hergé por no explicar cómo carajo Tintín logra hacer todo eso que un pibe común y corriente no puede hacer jamás... por lo menos en el marco de una historieta que –aunque el dibujo nos sugiera otra cosa- tiene altas pretensiones de realismo.
Esa es –me parece- la principal contradicción de Hergé. Vos ves la historieta y se nota cómo hace gala de una documentación increíblemente precisa: los uniformes de los canas y los milicos son exactos, el tren que va de Bruselas a Londres ES el tren que va de Bruselas a Londres, los barcos, los autos, hasta ese precario televisor, todo está perfectamente tomado de la realidad. Ahí, el margen para el chamuyo es cero. ¿Entonces? ¿No te hace ruido que Tintín viaje sin documentos (ni adultos), con un perro, a veces con armas, que hable todos los idiomas y tenga efectivo de todos los países? Ponele que esté re-entrenado para deshacer nudos, destrabar candados, sobrevivir a caídas, esquivar balazos y luchar con y sin armas. Pero ¿y lo otro? ¿Cómo lo explicamos? Ponele que pasa por las aduanas y las fronteras coimeando gendarmes. ¿Y la guita? ¿Quién lo financia? El gobierno de Bélgica, seguro que no. De hecho en un momento, los policías belgas (Hernández y Fernández) lo intentan arrestar. ¿Cómo puede operar con tanta autonomía un pibe solo, sin banca ni “licencia para matar” emitida por nadie? Ahí, maestro, es donde todo el realismo que propone Hergé se cae a pedazos.
Si esto no te calienta, o te parece un detalle menor, acá tenés una muy linda aventura de Tintín, clásica hasta la médula, repleta de peripecias emocionantes y dibujada obscenamente bien. No es poco.
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Published on November 20, 2012 10:26

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Andrés Accorsi
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