Andrés Accorsi's Blog, page 177

October 9, 2013

09/ 10: VIDAS A CONTRALUZ

Como saben los que siguen hace mucho este blog, la historieta española es fundamental para mi dieta de Comiquero Omnívoro con Gusto Amplio (o COGA). Y hacía más de un mes que no leía nada originado en la península ibérica! Así que hoy me devoré este libro... que se lee muy rápido.
Se trata de una antología de historias cortas, originalmente publicadas en dos comic-books allá por 2002-03, agrupadas por compartir una temática básicamente realista y por ser todas obras creadas en conjunto por el guionista Raule y el dibujante Roger Ibáñez, que firma simplemente Roger. Lo único que no me cerró es eso: que se lee muy rápido. No hay que ser un genio para darse cuenta que una página de comic-book, impresa en un álbum grandote de formato europeo y con tapa dura, pasa automáticamente a tener gusto a poco. En estos libros grandotes y a todo culo, uno está acostumbrado a encontrarse páginas con muchas más viñetas, con más material para leer. Acá hay algunas páginas que llegan a las 9 viñetas, pero son pocas, y ninguna arrima a las 10. Hay muchas más páginas de 3 y 4 viñetas que de 8 y 9. O sea que se hace bastante evidente que se trata de un material pensado para otro formato y uno se pregunta cuál era la necesidad de optar por este.
La calidad de las historietas (que es lo que importa, en definitiva) me dejó bastante satisfecho, sobre todo si pensamos que no conocía a los autores y me compré este libro a modo de timba, de “ver qué onda”. El primer tramo está compuesto por cuatro historias cortas que comparten un mismo planteo: la muerte que le pone fin a una historia de amor. La única floja es la segunda, que no me terminó de atrapar. Las otras tres son muy buenas, a pesar de que la primera y la tercera comparten un mismo recurso narrativo muy ingenioso por parte del guionista. Si tengo que elegir una, me quedo con la cuarta.
El resto del libro ofrece historias mucho más inconexas entre sí, mechadas con poemas ilustrados. La primera, Intimos Desconocidos, es brillante, quizás la mejor de todo el tomo. La segunda es muy breve, apenas dos páginas y el esbozo de una idea. La tercera está muy bien, es una breve historia de memoria, verdad y justicia. La cuarta se juega demasiado al remate y se hace muy corta, tres paginitas que no llegan a plantear con fuerza el conflicto.
Le sigue una de dos páginas (ambas de nueve viñetas) en las que Raule, en vez de contar una historia, nos invita a reflexionar sobre un tema que nos afecta a todos como sociedad. El Danubio Azul nos propone cinco páginas muy logradas, con un muy buen manejo del tempo narrativo, que desemboca en un final muy impactante, dentro del tono de perfil bajo e intimista que comparten todas las historias de Vidas a Contraluz. La anteúltima tiene sólo dos páginas y sobran para plantear una situación y resolverla, siempre desde los diálogos. Es un comic que podría disfrutarse perfectamente sin los dibujos de Roger. Y cerramos con otra historia muy breve (3 páginas) y muy buena, muy bien pensada para meternos rápidamente en la piel de la protagonista y conmovernos.
En casi todas las historias me encontré con un Roger muy influenciado por Adam Hughes, pero a la vez más estilizado, menos realista, como mezclado con Eric Canete, ponele. Eso en la anatomía y en las caras. En la composición de la viñeta, en el ritmo narrativo y en el uso de las masas negras, no tiene nada que ver con ningún dibujante yanki. En estos aspectos se lo ve más europeo, por momentos con la intensidad expresiva de un José Muñoz. Y cuando abandona el realismo y juega a la estética más funny, más caricaturesca, aparece un dibujante exquisito, muy personal, con cositas de Alberto Breccia, de Dante Ginevra, de Iron, aunque sin perder nunca la sobriedad, el cuidado microscópico por los detalles. Y por si faltara algo, el color está muy bien, potencia mucho al dibujo y a los climas que propone el guión, como para redondear una faceta gráfica impecable, aunque no 100% original.
Recomiendo este libro, de una, y me pongo a buscar más obras (en lo posible igual de profundas pero menos melancólicas) de estos dos autores españoles que –dicen por ahí- hace ya varios años que se volcaron al mercado francés. Au revoir!
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Published on October 09, 2013 13:19

October 8, 2013

08/ 10: THE BEST OF THE THREE STOOGES Vol.2

A pesar de lo poco que encontré para rescatar del Vol.1 y a pedido de mi amigo Diego Jourdan (el autor de la portada) me clavé otras 180 páginas de comics de los Tres Chiflados. Si no leíste la reseña del Vol.1 (salió el 13 de Enero de este año) te recomiendo leerla antes de seguir.
¿Ya está? Bien. Pasada la sorpresa, pasada la fascinación que me produjo enterarme de cómo le cambió la vida a Norman Maurer por haber dibujado historietas de los Tres Chiflados para la editorial St. John, me metí más a fondo en las historias y descubrí dos cosas. Primero que a Maurer le interesaba más su propio personaje, Benedict Bogus, que los propios Moe, Larry y Shemp. Segundo, que este tipo era muy bueno para el momento y el lugar en el que le tocó insertarse en la industria. Yo lo traté de segundón o tercerón, pero me retracto y lo asciendo varios escalones, porque descubrí (en estas planchas mal impresas, con los colores todos fuera de registro) que Maurer sabía hacer muy bien muchas cosas que no todos los buenos artistas de su época sabían hacer.
En el tomo anterior, Maurer aportaba también unas breves aventuras infantiles, de un personaje llamado Li´l Stooge, que no tenían nada que ver con los tres torpes comediantes. Esta vez, en cambio, hay dos historias extensas, realizadas en los ´70, en los que los protagonistas son los Little Stooges, hijos adolescentes de Moe, Larry y Curly Joe, que viven aventuras más “serias”, con misterios, crímenes y una onda más cercana a la de Scooby-Doo. El trazo de Maurer se ve muy suelto, muy dinámico, como si el veterano dibujante se hubiese esforzado por aggionarse. Acá también aparecen Benedict Bogus y su hijo adolescente, y también los guiones caen fácilmente en la pavada y la intrascendencia. Pero hay una onda un poquito más innovadora, se nota que Maurer está buscando a un público nuevo, sin especular con que los fans de los Stooges le van a comprar cualquier porquería en la que aparezcan sus ídolos.
Si le ponés onda, el tramo de Maurer es soportable. Pero entre las historietas de los ´50 y las de los ´70, te tenés que fumar 80 páginas de material de 1960-61, realmente espantoso. Esta vez hay una sóla historieta del mediocre Pete Alvarado. Pero guardá los pitos, la matraca y el papel picado: el que lo reemplaza es Joe Messerli, un tipo con un currículum apabullante (metió mano en decenas de comics infantiles importantes)... que acá imita el estilo de Alvarado y lo hace lo suficientemente mal como para que los dibujos sean aún más chotos y faltos de imaginación que los de Pete. Por momentos me hizo acordar a las peores historietas de Carlitos Balá, esas que editaba en los ´70 el mítico Jorge Toro.
Las historias de Messerli (protagonizadas por Moe, Larry y el insufrible Curly Joe) no tienen la gracia de las de Maurer, ni ninguna otra. Es material claramente hecho por kilo, para facturar, sin ninguna ambición artística ni ningún cuidado por nada. La editorial Dell suponía que la foto de los Chiflados en la portada alcanzaba para vender la revista, y supongo que el truco habrá funcionado un tiempo. Lo que venía abajo de esas portadas, hoy, más de 50 años después, no se puede leer, no se sostiene ni cuatro viñetas.
Si sos fan de los Tres Chiflados, mirá los mediometrajes en blanco y negro hasta que te den náuseas, hasta que termines por autoinfligirte los tormentos que Moe les infligía a sus compañeros. Pero no seas tan malo con vos mismo como para cebarte con las historietas de los Chiflados, porque cuando llegues a las de Pete Alvarado y Joe Messerli vas a quedar al borde de la muerte cerebral. Estás advertido.
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Published on October 08, 2013 16:29

October 7, 2013

07/ 10: HEREDIA DETECTIVE

Hoy no es un buen día para ser Ramón Díaz, pero por suerte me toca hablar de Ramón Díaz Eterovic, un escritor chileno cuyo principal personaje, el detective Heredia, fue llevado a la historieta en 2011 por un All-Star Squadron de historietistas del país vecino.
El libro tiene su costado ladri: de las 128 páginas que ofrece, sólo 76 son de historieta. El resto se diluye en prólogos, epílogos, pin-ups, carátulas innecesarias y demás cosas que al fan de la historieta le interesan poco y nada. Y el otro punto no delictivo, pero sí lamentable: el alucinante Olivier Balez, el virtuoso, el distinto, dibuja sólo la portada.
Vamos a esas 76 páginas de historieta, que están hilvanadas por una secuencia de enlace en la que Heredia dialoga con su creador, Díaz Eterovic, con muy buenos dibujos de Gonzalo Martínez (Road Story). En estos diálogos, el escriba y el detective rememoran casos del pasado, y así dan pie a la versión en historieta de estos relatos, que ya existían como cuentos o novelas en la bibliografía de Díaz Eterovic.
Carlos Reyes y Abel Elizondo se hacen cargo de la primera adaptación y toman una muy buena historia de misterio, tensa e impredecible. Tiene un problema típico de las historietas de detectives: sobre el final, el protagonista explica cómo resolvió el enigma mediante un extenso soliloquio que frena (y muchas veces hunde) el ritmo del relato. Reyes cae en esa trampa y el dibujo de Elizondo (no precisamente el más destacado de los dibujantes de la antología) no tiene los recursos para remar ese bajón. Pero la historia, en general, está muy bien.
Cristian Petit-Laurent encara otro caso de Heredia junto a Demetrio Babul. Es otra historia ganchera, con el plus de que está resuelta desde lo visual. Hay diálogos, de hecho abundan, pero la explicación de cómo se resuelve el misterio está dada desde la acción, no desde la parla. Babul es otro dibujante correcto, con bastante onda y bastante identidad gráfica, del que me gustaría ver más trabajos.
Carlos Reyes vuelve a la carga con un tercer caso de Heredia, esta vez una investigación claramente menor, con mucha menos tensión dramática que la primera y sin la mala leche ácida (y en un punto festiva) de la segunda. La historieta está muy bien narrada, a pesar de que el tema me despertó poco interés. Y los dibujos de Rodrigo Elgueta no están mal, aunque les falta un poquito de dinamismo, de plasticidad. Estamos ante un muy buen dibujante de trazo realista, al que le vendría bien soltarse un poco más.
El cuarto y último caso es el mejor, lejos. Acá Reyes forma equipo con Italo Ahumada, el prodigioso dibujante al que vimos en los libros de Mortis, para una historieta de notable solidez, a la que no le puedo señalar ni una sóla falencia. La trama es atrapante, el ritmo es sostenido, los diálogos están buenísimos, y el dibujo de Ahumada está a un nivel altísimo, siempre dentro de esa línea de realismo muy sobrio y a la vez con mucho margen para la expresividad y la onda. Puesto a criticarle algo, se le nota el trabajo con fotos en los fondos, mucho más que en las historietas de Mortis.
Para cerrar el bloque de historietas, Reyes escribe tres paginitas a modo de epílogo, que las dibuja Félix Vega, un dibujante chileno muy conocido en Europa. Es una secuencia menor, apenas un diálogo entre el protagonista y su gato Simenon (con quien tiene interesantes conversaciones), que sirven para definir un poco más a los personajes. Lo de Vega es un poquito frío, pero está bien. Lo banco porque apela a un ingenioso truco (digno de Brian Michael Bendis) para dibujar una sóla vez el fondo y usarlo en casi todas las viñetas.
Y no hay más. Estaría bueno un segundo tomo de historietas de Heredia, ya que tengo entendido que Díaz Eterovic escribió ya 15 libros del detective de Santiago de Chile. Acá hay una buena colección de relatos policiales, ricos, sustanciosos, bien adaptados a la historieta y en algunos casos visualizados por excelentes dibujantes. Buen material.
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Published on October 07, 2013 16:10

October 6, 2013

06/ 10: CREER O REVENTAR

Después de varios años de militancia en el under, los chicos de El Hotel de las Ideas (un colectivo integrado básicamente por guionistas formados en los talleres de Diego Agrimbau) ascendieron a Primera con una antología de historietas que giran en torno al tema de la suerte. El libro ofrece ocho relatos breves y nos permite ver a algunos miembros del Hotel en más de una faceta, porque los que saben dibujar también dibujan, y no siempre las historietas que ellos mismos escriben. Veamos cómo les fue.
Arrancamos con Diego Rey, autor integral de una historieta de 11 páginas. El dibujo me gustó mucho, me encantaron los grisados, las texturas, la estilización. Los diálogos también están muy bien, suenan creíbles, demuestran ingenio. Lo que no me cerró es el argumento que a) está estiradísimo y podría haberse contado en la mitas de las páginas, y b) termina de un modo totalmente fumado, pateando al carajo el verosímil construído lenta y laboriosamente por Rey en las primeras páginas.
Javier Hildebrandt, miembro hace ya 10 años del staff de Comiqueando, suma al dibujante Santiago Miret (de quien ya vimos una novela gráfica el 24/09/12) para una de las mejores historias del tomo. Es un relato heavy, ambientado en los oscuros años ´70, en un pueblito pobre de nuestro país. Hay muy buenas caracterizaciones, una excelente dosificación de la información (pensada para regular la tensión que nos hace sentir) y un gran final. El dibujo de Miret, impecable, una especie de Horacio Altuna con manchas negras más zarpadas, más cercanas a las de José Muñoz.
La de Santiago Sánchez Kutika no la entendí. Quizás debería releerla, pero como el dibujo de Teleniño no me gustó para nada, prefiero no hacerlo. Una pena, capaz que me estoy perdiendo algo grosso.
Juan Damián Correa se manda una historia demasiado compleja para rematarla en 11 páginas. Mete un protagonista muy carismático, se esfuerza por contarnos muchas cosas sobre él, pone carne al fuego como para un álbum de 46 páginas... pero claro, tiene que liquidar todo en 11 y mucho de lo que pintaba interesante queda a medio camino. Dibuja otra integrante del Hotel, Erica Villar, en un estilo cercano al de Dante Ginevra, bien, con una muy buena puesta en página y un gran trabajo a la hora de aplicar los grises.
Daniel Perrotta escribe la historieta más extensa (16 páginas), que no tiene un carajo que ver con la suerte, pero está muy buena. Es una historieta oscura, muy tensa, casi asfixiante, un tanto perturbadora, acerca de la negación del arte. Hay personajes atractivos, situaciones muy originales que no recuerdo haber visto en ningún otro comic, y muy buenos dibujos de un Emmanuel Enríquez oscuro y sofisticado, 100% a tono con la historia de Perrotta. Muy notable.
Emiliano Maitía no tiene idea de dibujo, y aún así se tiró a dibujar su historieta. Y lo hizo bien, porque maneja a la perfección el lenguaje y las convenciones de la narración gráfica. A tal punto que no me imagino a Maitía escribiendo este guión en formato tradicional, ni entregándoselo a ningún dibujante. Esto funciona así, no hay otra. Y funciona bien, es un muy lindo experimento de historieta sin textos, un trip conceptual que, sin un dibujante virtuoso ni mucho menos, llega a buen puerto.
Vuelvo con Villar y Perrotta, pero ahora Erica escribe y Daniel dibuja. El resultado es una historieta breve, linda, atractiva, atípica, ganchera, a la que acompaña un dibujo que podría ser un poquito más sólido, pero al que no le faltan méritos, sobre todo en la narrativa y en el equilibrio entre blancos, negros y grises, que está muy logrado.
El libro cierra con una de Guillermo Lauriente, que también salió a buscar un dibujante grosso por afuera del Hotel, y se encontró con el talentoso Leo Sandler. La magia que hace Sandler en estas 11 páginas eclipsa un poco a la labor de Lauriente, que no está mal, aunque nos remite de forma muy directa a las películas de Toy Story. Ojalá esta misma dupla reincida en futuros trabajos, porque se nota mucho la excelente química entre ambos autores.
Y no hay más. Gracias a la buena repercusión de este libro, el Hotel ya editó dos novelas gráficas, cada una a cargo de un único equipo creativo, y yo las leeré –creo- el año que viene. Mientras tanto, a tomar nota de los nombres de esta camada de nuevos autores que ya demostraron que aprendieron –y mucho- del maestro Agrimbau.
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Published on October 06, 2013 16:04

October 5, 2013

05/ 10: DAREDEVIL Vol.2

Venía mal acostumbrado a los TPBs de muchos episodios, parece, porque este me dejó con ese gusto a poco que tenían las revistitas de 22 páginas en la época en la que uno leía comic yanki en ese formato. Desde Febrero que no leía Daredevil; ahora fui por este tomo y me encontré con apenas 125 páginas de historieta. Que me gustaron mucho, debo aclarar, pero el “che, qué cortito se me hizo” le ganó al “che, qué bien la pasé mientras lo leía”.
Este tomo arranca con el famoso número 7, ese del que tanto se habló y tantos aplausos recibió. Está buenísimo. No tengo dudas de que Mark Waid dejó el alma en cada viñeta, en cada diálogo y cada bloque de texto, y el trabajo de Paolo Rivera en el dibujo, si bien no es muy original, es más que competente. Aún así, tengo malas noticias: para cualquiera que haya leído los unitarios que metía Ann Nocenti en esta serie en la segunda mitad de los ´80, esta es una historia... no del montón, pero ni en pedo para poner en el podio de las mejores. Y si no leíste la etapa de Nocenti, esto te va a parecer realmente formidable, no lo dudes.
Después tenemos la saguita con Black Cat, que nos lleva a un crossover con Spider-Man (antes de que fuera Superior), todo escrito por Waid. Acá el guionista pela varios hallazgos, de los cuales rescato tres: la forma magistral en la que retoma el principal plot del tomo anterior, la onda que le da a Black Cat (personaje que nunca me había interesado en lo más mínimo) y la precisión quirúrgica para que la historia no se estire ni una viñeta más de lo que se tenía que estirar. Spider-Man está medio de adorno, le sirve a Waid para tender el puente entre Daredevil y Black Cat, y una vez que define la química entre estos últimos, se saca de encima al arácnido con elegancia.
La historia con Black Cat no se estira, en parte porque no se puede estirar. Naturalmente, nuestra atención pasa a focalizarse en otra amenaza mucho más inminente, que es la de Mole Man. La trama que enfrenta a DD con el antiguo enemigo de los Fantastic Four me hizo acordar a un buen episodio de Batman: The Animated Series, lo cual es un gigantesco elogio. Pero no es de esos arcos fundamentales, que redefinen el rumbo de una serie mensual. Es uno de esos combates que uno quería ver hacía años, porque era casi increíble que el héroe ciego y el villano casi ciego nunca se hubiesen enfrentado. Este conflicto también está bien resuelto, en la cantidad de páginas justas y –como aquel combate del Vol.1- de nuevo vemos a Daredevil exigido al 100% de sus asombrosas capacidades.
Cierra un unitario increíble, lógica y magnífica secuela a aquel trepidante n°6 con el que cerraba el tomo anterior. Acá, además de mostrarnos una pelea menor contra un villano de la C, Waid nos muestra su plan maestro, traza el curso que va a seguir la serie a futuro, o por lo menos hasta resolver el plot más interesante, el que atraviesa todos los arquitos argumentales que vimos hasta ahora, que es el del Omega Drive. Las últimas cuatro páginas de ese episodio son una CATEDRA de guión, de esas que te dejan aplaudiendo de pie.
Y por más flaquitos que vengan los TPBs de Marvel, resulta inevitable tener que hablar siempre de no menos de tres dibujantes. Parece casi imposible que un sólo tipo dibuje seis comic-books seguidos y eso es una epidemia jodida, que no creo que tenga cura. El que más dibuja es Paolo Rivera, a mi juicio un poquito inflado. Es un dibujante correcto, no mucho más, al que se le nota el amor por David Mazzucchelli y Lee Weeks, dos dibujantes que hicieron cosas gloriosas en esta serie. Y lo ayuda MUCHO el color de Javier Rodríguez, un historietista del carajo, del que vimos varios trabajos acá en el blog.
Para reemplazar a Rivera cuando no entrega tenemos primero a Kano, en un estilo muy distinto al que pelaba en sus épocas en los títulos de Superman, ahora más cerca de Marcos Martín. Y más tarde a Khoi Pham, un dibujante bastante precario, al que se le notan demasiado los afanos a Lee Weeks. El capítulo de Amazing Spider-Man lo dibuja Emma Ríos, una española a la que nos cruzamos hace mucho en alguna antología, ahora más suelta, con un estilo menos frío, más personal, una especie de Giuseppe Camuncoli entintado por Paul Pope en crack. Bien, copado.
El Daredevil de Mark Waid no es –hasta ahora- la gema insuperable que algunos nos quieren vender. Pero no hay dudas de que es un excelente comic, muy bien escrito, repleto de ideas innovadoras, respetuoso de la tradición y a la vez rupturista, al nivel de lo mejor que está publicando Marvel entre sus títulos mensuales. Le tengo fe ciega al Vol.3.
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Published on October 05, 2013 17:39

October 4, 2013

04/ 10: PATO LLIRO

Tal como sucedió en España a fines de los ´70, en Chile apareció a principios de los ´90 (en coincidencia para nada casual con el fin de la dictadura militar) una historieta testimonial, una crónica de su tiempo que, sin descuidar el humor, se metía por primera vez con los marginales, los excluídos del sistema, los pibes expuestos (por obra y gracia de su propia falta de recursos económicos) a la droga, la violencia y la delicuencia. En España fue Makoki y en Chile fue Pato Lliro, la creación del aún vigente Christiano.
Si bien en aquella época Christiano no era ni por casualidad el virtuoso del dibujo que es hoy (ya más alejado de la historieta y consolidado en el humor gráfico de temática política), tenía una inmensa ventaja por sobre otros jóvenes autores que incursionaban en los comics de marginetas: provenía de un barrio muy humilde y conocía de primera mano el ecosistema áspero y lleno de carencias en el que se movían estos pibes chorros de papel y tinta. Sus historietas rápidamente se despegaron del pelotón porque no eran pose, sino testimonio genuino.
Pato Lliro nos sumerge rápidamente en este submundo de jóvenes a la deriva, que salen a chorear para pagarse la birra y el faso, en aventuras donde la violencia está muy caricaturizada y poco dramatizada. Hay futbol, rock, algún garche, algún flashback melancólico a la infancia en la que no tener un mango dolía un poco menos, y muchas referencias (menos obvias que en los trabajos actuales de Christiano) a la injusticia social imperante en el país vecino, con o sin milicos genocidas en el poder. Felizmente, el autor elige contarnos las desventuras de Pato y el Peláo de modo sumamente hilarante, con situaciones de comedia, humor verbal, slapstick, y hasta con una cierta ternura. Si no, estas 130 páginas se harían insostenibles.
El libro recopila material realizado a lo largo de unos ocho años (1991-1999), lo cual nos permite apreciar la evolución de Christiano como dibujante. Arranca muy de atrás, con un dibujo sucio, muy crudo, aunque ya se le nota el buen timing para la comedia. Y con el correr de las páginas, encuentra soluciones en el claroscuro, abandona detalles y texturas en favor del blanco y negro puro, acompañado por un trazo más redondito, más plástico. Cerca del final ya se parece mucho al estilo más limpito de Marcos Vergara, el que usa en sus historietas apuntadas al público infantil. También mejoran ostensiblemente la narrativa, el rotulado y el equilibrio entre el texto y la imagen.
Por supuesto que, leído fuera de contexto (es decir, en otro país y 20 años tarde), Pato Lliro no tiene chances de pegarte con fuerza. Vas a perder horas de tu vida descifrando el slang de los chicos de los barrios pobres de Santiago, para encontrarte con algunos diálogos muy graciosos y otros no tanto. Si estás en cero, si nunca en la vida leíste historieta chilena de la transición democrática, no empieces por acá, porque esto es sólo para entendidos, para gente que la vivió. Hoy, este material pierde por goleada contra los trabajos actuales de Christiano (en el periódico satírico La Momia Roja, una especie de Barcelona chilena) e incluso contra los comics reventados y marginales que hacían Miguel Gallardo y Juan Mediavilla en la España de 1979-82. Ahora, si sos fan de Christiano y querés conocer sus primeros trabajos, o si descubriste a la historieta chilena actual y querés rastrear hacia atrás algunos antecedentes importantes sin caer en Condorito, no dudes en entrarle a Pato Lliro. Acá hay una reconstrucción muy aguda, muy honesta y muy divertida de un momento histórico y de un ámbito socio-económico de los que el Noveno Arte no encara con demasiada frecuencia. Leído así, esto garpa de verdad. O garpa harto, como dirían en Chile.
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Published on October 04, 2013 18:56

October 3, 2013

03/ 10: PAQUIDERMO

Vuelvo con el maestro suizo Frederik Peeters, para encontrarme con una obra que no se parece en lo más mínimo a ninguna de las que ya vimos acá en el blog (clikeá en la etiqueta del autor para ver a cuáles me refiero). A lo largo de casi 80 páginas, Peeters nos propone un recorrido sinuoso, para adelante, para atrás y para los costados. La lógica argumental no es lineal ni obvia. Por momentos, Paquidermo parece replicar la lógica de los sueños, pero si le prestás atención enseguida descubrís que todo es menos caprichoso de lo que parece. En todo caso, más que a un sueño me hizo acordar a una de las pelis complicadas de David Lynch (una Lost Highway, ponele), aunque mucho más entretenida, más dinámica y estéticamente más linda.
Básicamente, la trama gira en torno a Clarice, una mujer que trata de encontrar a su marido, quien sufrió un accidente y se encuentra hospitalizado. Con el correr de las páginas, adelante, atrás y a los costados de este hilo conductor, Peeters mete una trama de espionaje típica de los inicios de la Guerra Fría (la historia transcurre en 1951) y empieza a acumular elementos bizarros: un elefante tumbado en medio de una ruta, un enigmático personaje el que sólo vemos un extraño apéndice nasal, criaturas fetales que provienen de los sueños de Clarice, una versión de la propia protagonista pero anciana, o en realidad ya muerta... Peeters utiliza todo esto para “embarrar la cancha”, para sorprendernos, para desorientarnos y para dibujar cosas que evidentemente le gustan, porque el nivel gráfico que pela el suizo en esta obra es sencillamente descomunal.
La trama de espionaje está muy bien llevada de la mano del Doctor Barrymore (un personaje de arrollador carisma) y los elementos bizarros a veces se pasan un poquito de rosca y uno ya no entiende mucho qué es realidad, qué es delirio y qué de lo que pasa son manifestaciones del inconciente de Clarice. En esas secuencias, lo ideal es relajarse y dejarse llevar. Peeters va a encontrar la forma de hilar estas escenas desconcertantes de tal modo que van a tener bastante sentido sobre el final del libro. En todo caso, podemos tomarlas como un viaje muy intenso por las ilusiones, los miedos y las frustraciones de la protagonista. Lo cierto es que TODO lo que pasa, tanto las escenas más oníricas como la trama de espionaje como todo lo que Peeters nos va revelando acerca de la relación entre Clarice y su marido, termina por afectar a la protagonista, por cambiar su rumbo, por llevarla hacia un final que no te esperás pero que es totalmente coherente.
O sea que, si no te aterra el tema de que pasen cosas medio delirantes, Paquidermo es un trip totalmente irresistible, narrado como los dioses por un autor que tiene todo demasiado claro. Un mecanismo de relojería (lógico, porque Peeters es suizo) ensamblado de un modo atípico, inquietante, en un punto perturbador, pero que sin dudas funciona a la perfección.
Y eso, claro, sin hablar del dibujo, que es PERFECTO. Peeters adopta un registro más realista que en sus otros trabajos y por supuesto se anima a romper con el cánon académico cuando la trama así lo requiere. Así se cuelan escenas recontra-expresionistas, personajes más caricaturescos, iluminacioines imposibles, fondos que mutan o desaparecen... todo en función del relato. Peeters cuida los climas, los detalles, controla perfectamente su línea, para que a veces parezca un rotring quirúrgico y otras una carbonilla aplicada al voleo, mete unas texturas preciosas y juega con la puesta en página sin hacerle asco a nada: ni a la grilla de 12 viñetas microscópicas, ni al estallido de tres viñetas inmensas. Es muy probable que esta sea la obra del suizo que más me gustó a nivel visual, la más difícil de dibujar y en la que más abunda la magia gráfica de Frederik Peeters.
Esto está editado en España por Astiberri, a todo culo, en un álbum que –si lo ves en Argentina- debe costar un huevo, la mitad del otro y el 62% de la poronga. Yo por suerte lo rescaté de una mesa de saldos de una comiquería de Chile, que lo vendía baratísimo porque está un toquecito deteriorado: si lo mirás con atención, se nota que uno de los extremos en un momento se mojó mal. Pero ya fue, no daba para dejarlo ahí, y menos a ese precio. Habrá más Frederik Peeters acá en el blog, probablemente este mismo mes.
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Published on October 03, 2013 14:02

October 2, 2013

02/ 10: ZORRO: THE COMPLETE CLASSIC ADVENTURES Vol.1

La única cagada de este libro es que no trae ni una línea de información acerca del material que recopila. Está claro que son las historietas de El Zorro que Alex Toth realizó para la editorial Dell, basadas en la serie de TV de 1957, esa que Canal 13 sigue emitiendo aún hoy en nuestro país. Pero no hay fechas, no hay datos sobre qué historietas salieron en cada edición de la revista del Zorro, nada. Es más, sabemos que son de Toth porque el estilo del maestro es inconfundible. Las historietas son de una época en la que rara vez aparecía la firma de los autores.
El resto, todo ganancia. El formato grande, tipo graphic novel de los ´80, el prólogo de Howard Chaykin y la decisión de republicar el material no a color, sino en blanco, negro y grises, son todos hallazgos. Lo del formato resulta especialmente valioso si alguna vez trataste de leer estas historietas en el librito aquel de la Biblioteca Clarín, en el que el Zorro compartió cartel con el Llanero Solitario. Acá, el arte de Toth brilla con un fulgor que en la edición de Clarín no se ve ni en nuestros sueños más limados. Es un trabajo raro del maestro, primero porque todavía no estaba tan encaminado hacia esa búsqueda de la síntesis que le daría gloriosos frutos en la segunda mitad de los ´60 y los ´70. Segundo, porque es un encargo “careta”, de una editorial sumamente clásica y conservadora, que lo contrataba para adaptar a la historieta una serie de Disney. Era obvio que Toth no se podía ir muy al carajo con su estética del claroscuro extremo, y aún así hay episodios en los que pela unos efectos expresionistas, una síntesis y unas pinceladas de negro dignas del Toth más glorioso (que es el de las antologías de terror o misterio de Warren y DC).
Tan acotado estaba Toth en este trabajo que los personajes debían mantener los rasgos faciales de los actores de la serie, algo que en general le complica mucho la vida a los historietistas. Toth, en cambio, usó la restricción a su favor y –al mejor estilo de lo que haría décadas más tarde Ernesto García Seijas en El Negro Blanco- logró tomar los rostros de personas reales y darles la onda, la plasticidad y la impronta icónica de los personajes creados expresamente para el comic. Rápidamente te olvidás de que estás viendo a las versiones de Toth de Guy Williams, Henry Calvin o Gene Sheldon y te convencés de que esos son (y siempre fueron) Diego de la Vega, el Sargento García y Bernardo.
Las mejores historias del tomo son las más extensas, las que no bajan de las 12 páginas, cuyos guiones se basan fuertemente en los primeros episodios de la serie de TV. Después hay historias de 6 páginas, anécdotas menores, que no me recordaron a ningún episodio de la serie aunque quizás sean resúmenes medio brutales de algún capítulo menor. Ninguna de las historias de 6 páginas me pareció demasiado memorable, aunque Toth deja la vida en todas. Las que adaptan linealmente los capítulos de la serie resuelven con maestría el principal problema de la misma: si los mirás con atención, vas a ver que el Zorro aparece MUY poco. Casi todo el episodio consiste en diálogos medio intrascendentes entre Don Diego y su padre o alguna minita, runflas entre los malos, o escenas en las que el Sargento García (que es tan boludo que no califica para villano) hace alguna idiotez. Y el Zorro aparece un toque, casi cuando no queda más remedio. Acá, sin restricciones de presupuesto y en ese verosímil más permisivo que se desarrolla en las viñetas, Toth “ajusta” el equilibrio y nos da menos Diego y más Zorro.
Más allá de los mecanismos de la adaptación, lo más atractivo de este libro es disfrutar del arte de Alex Toth, de su maestría incomparable para componer las viñetas, su narrativa perfecta, casi siempre ajustada a la clásica grilla yanki de seis viñetas, y su pincel zarpado, capaz de volcar sobre las páginas unas masas negras de engañosa simplicidad y de enorme peso gráfico. Siempre es un placer redescubrir material de un genio de esta jerarquía, incluso de un período algo anterior al de su máximo esplendor. Si sos fan de Toth, lo tenés que tener. Y si sos fan del Zorro, no sólo te espera un trip nostálgico a una serie inolvidable, sino también la posibilidad de descubrir a un maestro inmenso del Noveno Arte poniéndole onda y corazón a las aventuras del enmascarado de Los Angeles.
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Published on October 02, 2013 12:27

October 1, 2013

01/ 10: LOS MAS VENDIDOS DE SEPTIEMBRE

Y sí, un poquito aflojó la venta, fruto de mi decisión de priorizar la organización de Comicópolis por sobre el laburo de la distribución. Pero igual fue un mes de dignísimas ventas. Veamos cuáles fueron los títulos más pedidos por mis clientes.
1) Liga del Mal (Llanto de Mudo)
2) Perramus Vol.1+2 (De la Flor)
3) Shankar Vol.2 (Loco Rabia)
4) Las Historietas de Crist (La Duendes)
5) Contratiempos (Hotel de las Ideas)
6) Segundo Círculo (Llanto de Mudo)
7) ¿Dónde está el Polaco? (Fabio Zurita)
8) El Aneurisma del Chico Punk (Dead Pop)
9) Banda de Dos (Ed. Municipal de Rosario)
10) Las Chicas de Nadie (Dead Pop)

Como se puede observar, una sóla novedad (el Vol.2 de Shankar) entró al ranking. Y eso que salió tarde, después de Comicópolis. Las otras novedades salieron igual o más tarde que Shankar, o no vendieron lo suficiente para entrar a la lista de las más vendidas, donde mandan los lanzamientos de Agosto, esos que por ahí el mes pasado no vendieron todo lo que tenían que vender simplemente porque salieron demasiadas novedades. Por supuesto hay que destacar la performance de Liga del Mal, que se quedó con el primer puesto, y la de Perramus, muy notable si pensamos que es un libro de $ 175. Pero también es llamativo lo de ¿Dónde está el Polaco?, que ocupa un lugar en el ranking por tercer mes consecutivo (algo que no logró el Vol.10 de Macanudo) y se afianza como un posible longseller.
¿Hay chances de que alguna novedad de Septiembre “se despierte” y venda grosso en Octubre? No muchas. Lo más probable es que Shankar se mantenga un mes más entre los tres más vendidos, combatiendo con los lanzamientos de este mes, entre los que hay propuestas muy atractivas de Gustavo Sala, Diego Parés, Oswal, el Niño Rodríguez, reediciones de hits agotados de Liniers y Decur, y libros de dos capos de otras latitudes, editados por primera vez en Argentina: el canadiense Guy Delisle y el catalán Max.
Para este mes no tengo viajes, así que todas mis pilas estarán puestas –una vez más- en abastecer de papa fina a las comiquerías y librerías que habitualmente me compran el material que ofrezco en mi catálogo. Veremos qué sucede.
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Published on October 01, 2013 15:57

September 30, 2013

30/ 09: MORTIS Vol.2

Segundo tomo de este revival moderno del Dr. Mortis, esta vez a cargo de sólo dos autores, contra los más de 15 que participaron del primer tomo. Del multitudinario elenco inicial sólo quedaron uno de los cerebros de la movida, el guionista y editor Miguel Ferrada, y un dibujante, Italo Ahumada, a quien viéramos romperla en el tomo anterior. Un par de dibujantes más aportan algunas ilustraciones, pero básicamente esto es Ferrada y Ahumada al frente de una especie de novela gráfica.
Digo “especie de novela gráfica”, porque si bien esa palabrita aparece destacada en la portada (supongo que para avisarle a los incautos que no se trata de una antología), Ferrada y Ahumada recurren a un truco que para mi gusto sabe a hiel y huele a trampa, como decía la canción de... no sé quién cantaba esa garcha. De las 128 páginas que ofrece el libro, sólo 72 son de historieta. Ahumada dibuja tres historias de 24 páginas y entre ellas tenemos prólogos, índices, carátulas, chamuyos varios y hasta artículos (al estilo Watchmen, pero más extensos) que aportan datos acerca de lo que está sucediendo en las historietas, anotaciones de algún personaje, datos duros acerca de algunos de los conceptos pseudo-místicos y pseudo-científicos sobre los que se sostiene la trama, etc. Si leíste el primer tomo, o si estás muy enganchado con la historia o con los dibujos de Ahumada, podés saltear todas esas páginas de relleno frutihortícola y concentrarte en la narrativa posta, la que tiene textos Y dibujos. Por supuesto, el libro se te va a hacer corto, porque sólo vas a leer 72 páginas. A eso me refería con que el truquito huele a trampa.
Vamos a los realmente interesante, que son esas tres historietas de 24 páginas. La primera está muy estirada, se podría haber resumido en ocho o a lo sumo 10 páginas. Ferrada le mete mucho protocolo, da muchas vueltas y si la historia no naufraga es porque, cuando llega la acción, pega fuerte y pasan cosas que uno esperaba que pasaran ya desde el tomo anterior.
La segunda, en cambio, están tan buena, es tan retorcidamente genial, que 24 páginas parecen pocas. Ahí se ve a un guionista magistral, dueño de un ingenio maligno, de un control molecular de los climas y de un in crescendo muy perverso, muy sofisticado. La trama gira en torno a Matías Ríos, un médico traumado pero honesto, que eventualmente se va a corromper para convertirse en un títere, un receptáculo de la maldad quinatesencial de Mortis. Pero Ríos no es el único personaje bien delineado. Toda la situación, todas las escenas, todos los diálogos nos invitan a disfrutar de una pequeña obra maestra, un drama electrizante protagonizado por un elenco complejo y cautivante.
Y la tercera historia es la que mejor se encauza en el género del terror clásico, con un brochecito medio predecible pero muy lindo, muy fino. Ahí pasa todo lo que inevitablemente tiene que pasar y abre muy lindas posibilidades para el tercer tomo.
Al nivel de los mejores logros de Ferrada y sostenido a lo largo de las 72 páginas, está el dibujo de Italo Ahumada, un dibujante realmente excelente, al que me encantaría ver en un trabajo donde no esté tan preso de las cuatro tiras por página, con no menos de ocho viñetas. Ahumada tiene muchos hallazgos, es un gran exponente del dibujo realista, pero que además incorpora un montón de las técnicas expresionistas de Alberto Breccia. Por momentos parece un Breccia careta, un Breccia domesticado, en un sugestivo maridaje con algunos dibujantes finolis del mainstream yanki (un Lee Bermejo, ponele) y con el maestro Gene Colan. Ahumada también aguanta los trapos a la hora de narrar sin textos, en algunas secuencias (siempre llenas de viñetas) que Ferrada le habilita para su lucimiento. No sé quiénes se harán cargo de dibujar el tercer tomo, pero se van a tener que esforzar mucho para que uno deje de pensar a las versiones de Ahumada como las definitivas para los personajes centrales de la saga de Mortis.
El balance del libro da bastante positivo, con momentos realmente brillantes en la segunda historia y con un dibujante decididamente sólido, en un nivel altísimo. Veremos qué pasa con el tercer (y hasta ahora último) tomo de este clásico contemporáneo de la historieta chilena.
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Published on September 30, 2013 18:56

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Andrés Accorsi
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