Andrés Accorsi's Blog, page 178
September 30, 2013
30/ 09: MORTIS Vol.2

Digo “especie de novela gráfica”, porque si bien esa palabrita aparece destacada en la portada (supongo que para avisarle a los incautos que no se trata de una antología), Ferrada y Ahumada recurren a un truco que para mi gusto sabe a hiel y huele a trampa, como decía la canción de... no sé quién cantaba esa garcha. De las 128 páginas que ofrece el libro, sólo 72 son de historieta. Ahumada dibuja tres historias de 24 páginas y entre ellas tenemos prólogos, índices, carátulas, chamuyos varios y hasta artículos (al estilo Watchmen, pero más extensos) que aportan datos acerca de lo que está sucediendo en las historietas, anotaciones de algún personaje, datos duros acerca de algunos de los conceptos pseudo-místicos y pseudo-científicos sobre los que se sostiene la trama, etc. Si leíste el primer tomo, o si estás muy enganchado con la historia o con los dibujos de Ahumada, podés saltear todas esas páginas de relleno frutihortícola y concentrarte en la narrativa posta, la que tiene textos Y dibujos. Por supuesto, el libro se te va a hacer corto, porque sólo vas a leer 72 páginas. A eso me refería con que el truquito huele a trampa.
Vamos a los realmente interesante, que son esas tres historietas de 24 páginas. La primera está muy estirada, se podría haber resumido en ocho o a lo sumo 10 páginas. Ferrada le mete mucho protocolo, da muchas vueltas y si la historia no naufraga es porque, cuando llega la acción, pega fuerte y pasan cosas que uno esperaba que pasaran ya desde el tomo anterior.
La segunda, en cambio, están tan buena, es tan retorcidamente genial, que 24 páginas parecen pocas. Ahí se ve a un guionista magistral, dueño de un ingenio maligno, de un control molecular de los climas y de un in crescendo muy perverso, muy sofisticado. La trama gira en torno a Matías Ríos, un médico traumado pero honesto, que eventualmente se va a corromper para convertirse en un títere, un receptáculo de la maldad quinatesencial de Mortis. Pero Ríos no es el único personaje bien delineado. Toda la situación, todas las escenas, todos los diálogos nos invitan a disfrutar de una pequeña obra maestra, un drama electrizante protagonizado por un elenco complejo y cautivante.
Y la tercera historia es la que mejor se encauza en el género del terror clásico, con un brochecito medio predecible pero muy lindo, muy fino. Ahí pasa todo lo que inevitablemente tiene que pasar y abre muy lindas posibilidades para el tercer tomo.
Al nivel de los mejores logros de Ferrada y sostenido a lo largo de las 72 páginas, está el dibujo de Italo Ahumada, un dibujante realmente excelente, al que me encantaría ver en un trabajo donde no esté tan preso de las cuatro tiras por página, con no menos de ocho viñetas. Ahumada tiene muchos hallazgos, es un gran exponente del dibujo realista, pero que además incorpora un montón de las técnicas expresionistas de Alberto Breccia. Por momentos parece un Breccia careta, un Breccia domesticado, en un sugestivo maridaje con algunos dibujantes finolis del mainstream yanki (un Lee Bermejo, ponele) y con el maestro Gene Colan. Ahumada también aguanta los trapos a la hora de narrar sin textos, en algunas secuencias (siempre llenas de viñetas) que Ferrada le habilita para su lucimiento. No sé quiénes se harán cargo de dibujar el tercer tomo, pero se van a tener que esforzar mucho para que uno deje de pensar a las versiones de Ahumada como las definitivas para los personajes centrales de la saga de Mortis.
El balance del libro da bastante positivo, con momentos realmente brillantes en la segunda historia y con un dibujante decididamente sólido, en un nivel altísimo. Veremos qué pasa con el tercer (y hasta ahora último) tomo de este clásico contemporáneo de la historieta chilena.
Published on September 30, 2013 18:56
September 29, 2013
29/09: KAMEN Vol.1

Esta vez me falló el olfato: cuando vi anunciado este tomo, me olió a papa fina oculta, a joyita que a la gran mayoría se le iba a escapar pero que casi seguro iba a estar alucinante. Nada más lejos de la realidad. Y en parte, caí también porque me engañaron. En ningún lado se aclaraba que este era el primer tomo de la serie y que el final no era un final, sino una artera puñalada en forma de “continuará”. De haber tenido ese dato, las posibilidades de comprar Kamen hubiesen bajado seriamente.
Lo cierto es que este es un manga del ignoto Gunya Mihara, publicado en EEUU por Gen, un sello que se jacta de editar manga alternativo, raro, que no es el que se ve habitualmente. Mi olfato (baqueteado y todo) me dice que esta gente compra por monedas material medio under, de los dojinshi (algo así como los fanzines japoneses), y lo edita en EEUU, a ver si de casualidad emboca un hitazo. El formato es medio raro, con amplias franjas blancas arriba y debajo de las planchas de Mihara y la impresión es tirando a chota, lo cual me hace sospechar que no se trabajó con materiales de reproducción idóneos.
Y todo eso importaría poco si la historieta en sí fuera realmente buena, cosa que no sucedió. Con la excusa de que esto es apenas el primer tomo de una serie de no sabemos cuántos, Mihura no explica nada. No sabemos quién es el protagonista, ni cómo obtuvo esa máscara que le habla y lo aconseja, ni si sus increíbles habilidades vienen de él, de la máscara, o de algún otro lado. Hay por lo menos tres personajes más que le disputan el protagonismo a Kamen (“kamen” en japonés significa “máscara”), y el único que está bien desarrollado y explicado es Simba, la minita, señora de la fortaleza en la que transcurre casi toda la historia. El resto del elenco está desdibujado, perdido en un contexto político y bélico que se empieza a entender cuando ya tenés muchas páginas leídas. Tampoco ayuda que Mihara le dedique muchísimas páginas a las peleas, que no son tantas, pero ocupan mucho lugar dentro del tomo, a tal punto que se hacen aburridas.
¿Qué hay para rescatar? La complejidad de la trama, para el que se banque la saga entera, probablemente juegue a favor. Y en cuanto al dibujo, los primeros planos son realmente excelentes. Mihara tiene algunos tropiezos menores en la anatomía, es vago (o le falta inventiva) a la hora de elegir los enfoques, y mezquina demasiado los fondos (casi se lo agradezco, porque cuando los dibuja, le salen chatos, sin la menor onda). Pero la rompe en las caras, que le salen en un estilo similar al de Kentaro Miura, pero menos barroco, menos sobrecargado, por ahí más cerca de Takehiko Inoue, o de los mejores trabajos de Pat Lee, aquel canadiense que amagó con revolucionar al mainstream yanki con su estilo mega-estilizado para el lado del manga.
O sea que no hay mucho para rescatar, incluso poniéndole onda. Aprovecho que estoy parando en un hotel para “olvidarme” prolijamente este tomo, porque no me da ni para cargarlo de nuevo hasta Buenos Aires. Lo cual no quita que, el día de mañana, si una editorial más seria ofrece un manga de Gunya Mihara autoconclusivo, mejor dibujado, y que tienda menos a la machaca por la machaca misma, no lo vaya a hojear a ver qué onda.
Published on September 29, 2013 06:16
September 28, 2013
28/ 09: HOY NO HAY NADA

Para Octubre todavía no tengo viajes confirmados, pero por ahí pinta un Imaginario en Santiago del Estero y me voy para allá. Veremos.
Para Noviembre, tengo dos viajes: del 9 al 19 voy a estar en Lima, un poquito de vacaciones y un poquito participando (por tercer año consecutivo) de Lima Comics. Seguramente habrá reseñas todos los días menos los de la convención (el 16 y el 17, creo). Y también en Noviembre me voy a la San Luis Comic Con, al igual que el año pasado, esta vez del 23 al 25.
En Diciembre me toca volver a Mendoza, a una nueva edición (la cuarta ya) de Unicomix, que va a ser el finde del 14 y el 15, y lo más probable es que el finde siguiente esté en Montevideo, no sé si con alguna actividad pública, o simplemente visitando a mis amigos y al querido país vecino al que este año todavía no fui.
Para cumplir con esta agenda, me pierdo varias cosas que van a suceder en Buenos Aires (la próxima edición de Dibujados, por ejemplo), pero bueno, no me puedo quejar. La ruta me llama y yo, que soy un adicto a los viajes y a los eventos de historieta, no me resisto en lo más mínimo al llamado.
Más adelante, algún día que no llegue a leer algo o a postear la reseña, cuento un cachito más acerca de estos eventos: dónde se hacen, qué invitados van a estar, etc. Ahora corto, porque me tengo que ir a Retiro a tomar el bondi.
Gracias por el aguante y hasta mañana!
Published on September 28, 2013 11:27
September 27, 2013
27/ 09: iZOMBIE Vol.4

Este último tomo es larguísimo, trae 10 episodios de los 28 que duró iZombie, y casi no tiene desperdicio. Digo “casi” porque hay un unitario centrado en el pasado de la agente Kennedy (la jefa de los Dead Presidents) que en otro contexto hubiese estado bueno, pero puesto ahí, en la antesala del último arco argumental, pierde un poquito de sentido. Y lo dibuja Jim Rugg, habitué de muchas antologías reseñadas en el blog, que a pesar de ser bueno, empalidece frente a los otros dos dibujantes que participan de este tomo, a los que voy a nombrar después.
Larguísimo y todo, el último recopilatorio se hace llevadero por lo que decía antes: pasan miles de cosas, porque Roberson necesita cerrar miles de puntas que tenía abiertas. El final es grandilocuente, apocalíptico, a una escala inmensa y si bien no te voy a contar cómo termina, tengo que destacar, por un lado, los huevos del guionista para pegarle un último (y genial) giro a Gwen, y por el otro, la sabia decisión de terminar con la farsa de que todo este festival de los freaks y las criaturas sobrenaturales no trasciende nunca fuera de Eugene, Oregon. Lo que pasa al final es tan heavy, que el mundo entero se entera de lo que vivieron nuestros héroes (y villanos) en este pueblito y de pronto es imposible no blanquear la existencia de zombies, fantasmas, vampiros, criaturas tipo Frankenstein y demás fauna crepuscular con la que Roberson pobló (con muchísima onda) las páginas de iZombie.
Decía antes que el guionista logra, en estos 10 episodios finales, cerrar todos los plots pergeñados en los tomos anteriores. ¿Y los cierra a todos igual de bien? No, ¿para qué te voy a mentir? En el maremagnum vertiginoso del apocalipsis que se viene, hay algunas líneas argumentales a las que Roberson no les da toda la bola que uno quisiera, personajes que no se disuelven entre los decorados, pero que no terminan de desarrollarse ni de aportarle a la trama general todo lo que uno suponía que podrían aportar. Gavin, Spot, Dixie, el abuelo de Spot y la bandita de las chicas vampiro, por ejemplo, pintaban para mucho más, y seguramente, si la serie hubiese continuado, habrían tenido más protagonismo en los futuros arcos argumentales. No pudo ser.
De todos modos, iZombie pasa a la historia como una serie realmente exquisita, no sólo porque el final está bueno, o porque Roberson logró entretenernos con una sólida interacción entre los personajes, sin bajarse nunca del tono de comedia ni siquiera cuando el mundo estuvo a punto de ser fagocitado por una criatura lovecraftiana. Por sobre todo eso, estuvo y estará siempre el dibujo del inmenso Michael Allred, prócer absoluto del Noveno Arte, que acá vuelve a dejar la vida en cada viñeta. Michael y Laura, su esposa y colorista, imponen su personalísima impronta y se salen con la suya: iZombie va a ser recordado siempre como uno de los grandes trabajos de Allred, más allá de que el guión no fuera suyo. El creador de Madman derrocha magia en cada viñeta, en cada detalle, y le saca un jugo alucinante (y finamente irónico) a la contradicción entre personajes jóvenes, cool y atractivos y su condición de zombies, vampiros, fantasmas o monstruos. Además del unitario que dibuja Rugg, hay un episodio de la saga central que Allred le habilita a un suplente de lujo, J. Bone, un gran dibujante muy en la línea de Bruce Timm y el Darwyn Cooke más zarpado, más pochoclero.
Y nada más. Ojalá esta serie hubiera seguido muchos números más, porque estaba buenísima. Y ojalá cuando empiece a leer FF me lo encuentre a Allred tan compenetrado con los guiones de Matt Fraction como lo vi acá con los de Chris Roberson. Gracias por la magia.
Published on September 27, 2013 16:24
September 26, 2013
26/ 09: ROAD STORY

Martínez acumula varios logros a lo largo de estas casi 120 páginas, de los cuales uno se destaca por sobre los demás: si no sabés que originalmente esto era un cuento, no tenés forma de darte cuenta. La historieta se lee como historieta, como un guión escrito desde el vamos con la intención de ser leído en forma de relato secuencial, con textos, dibujos y la interacción entre ambos. Olvidate de los masacotes de texto, olvidate de las escenas imposibles de graficar. No sé cómo estaba plasmado el cuento de Fuguet en su versión original, pero lo que nos muestra Martínez es un comic sin fisuras, con ritmo de comic, con una narrativa ágil, con las secuencias perfectamente orquestadas y con el espacio suficiente para que los dibujos (no sólo las palabras) nos cuenten cosas importantísimas que suceden en la trama.
Esta última no es nada del otro mundo. No creas que pasan cosas alucinantes, impactantes, o demasiado originales. Se trata de una historia muy realista, muy introspectiva, apoyada sobre todo en una excelente construcción de personajes. Rápidamente uno se identifica con Simón, y la historia no hace más que meternos más y más en la psiquis de este limado que un día estafó a la empresa de su familia y se fue a recorrer las rutas del sur de los EEUU, sin más motivaciones que estar solo y al pedo. Es una historia que bien podría haber escrito Adrian Tomine, para que te des una idea. De hecho, como los comics de Tomine, termina cuando menos te lo esperás, justo después de que sucede un hecho importante, con mucho potencial para hacer crecer la trama o dispararla en una nueva dirección. El final es anticlimático, abierto, raro, pero no se le puede pasar la factura a Martínez porque –sospecho- está tomado del cuento de Fuguet.
Lo que sí es responsabilidad de Martínez es el estilo gráfico elegido para la historia. La lógica indicaba agarrar para el lado de Tomine, o de Daniel Clowes, o de algún otro autor de historias intimistas con un twist perturbador, de esos que cuidan muchísimo los detalles en la ambientación, la ropa, los peinados, el lenguaje gestual, etc. Martínez deja la vida en la ambientación, la ropa, los peinados, los autos... pero no tiene ni por casualidad el dominio del lenguaje gestual de un Tomine, en parte porque opta por un grafismo que va para un lado muy distinto del que sugiere el “guión”. En las caras de los personajes, Martínez parece un clon diluído de Chris Sprouse, en esa línea cool y limpita tan típica del mainstream yanki de los ´90, una especie de Jeff Moy, el que dibujaba Legionnaires, ¿te acordás? Dentro de esa línea, lo de Martínez es correcto, no confunde el grafismo de estos dibujantes con la estridencia narrativa que uno asocia a los comics de superhéroes. Pero le falta originalidad, se echa de menos una voz más propia, una impronta más personal.
Road Story es una muy buena historia, atípica, por momentos muy atrapante, con un protagonista muy bien trabajado y con un final que uno no se espera. No es imprescindible ni maravillosa, pero sirvió para abrir nuevas puertas en el mercado chileno y nos sirve a nosotros sobre todo para descubrir la inmensa gama de recursos narrativos que maneja Gonzalo Martínez, un autor casi desconocido en nuestro país (aunque su más reciente trabajo tuvo edición local) al que vamos a volver a visitar acá en el blog.
Published on September 26, 2013 15:51
September 25, 2013
25/ 09: CRONICAS DEL LEJANO OESTE

La primera historia es la más extensa. Son 22 páginas, que Farías emplea para presentar un poco al mundo donde se sitúa la antología y, ya en la segunda mitad, contar una historia clásica, al ritmo de una aventura violenta y vibrante. Hasta ahí, bien. Los problemas llegan de la mano del dibujo. Esta era una historieta para ser publicada a color. Los grises (aplicados por Rodolfo Paz) le restan claridad al dibujo de Segundo Moyano y le agregan confusión a una narrativa que, cuando estalla la machaca, se hace sumamente confusa. Aún con tropiezos en la narrativa, el dibujo de Moyano es atractivo y sólido. No puede decirse lo mismo del de Jorge Endizzi, quien se hace cargo de los flashbacks. El resultado general es desparejo, deslucido, una oportunidad desaprovechada.
La segunda historia tiene 20 páginas, apenas dos menos que la primera, y está bien planteada, pero muy estirada. Con 8 páginas menos, pegaría mucho más. El dibujo le pertenece a Daniel Mendoza (que estuvo también en Crónicas del Hombre Frío) y está bien, es un dibujante correcto, solvente, sin mayores dificultades y sin genialidades ni hallazgos asombrosos para destacar.
La tercera historia probablemente sea la que más me gustó. Le sobran un par de páginas (tiene 12), pero es un guión muy potente, que propone un in crescendo en la tensión muy, muy notable. Lo dibuja Fabián Mezquita, también de modo muy prolijo, muy correcto, con un hermoso homenaje al maestro Juan Zanotto y una narrativa impecable.
La cuarta es una de las más flojas. Sus seis páginas apenas esbozan una anécdota muy menor, protagonizada por un personaje que, con más espacio para desarrollarse, podría ser muy interesante. El dibujo es de Darío Brabo, al que le falta mucho para jugar en Primera. El estilo es poco original, la anatomía tiene errores, la narrativa es pobre... Poco para rescatar en esta historia, lamentablemente.
La siguiente también está un poco estirada: Farías emplea 12 páginas para narrar algo que se podría haber narrado tranquilamente en ocho. Es una linda historia, tensa, con un muy buen giro en el final, con un cierto olorcito a esas historias de pactos satánicos con letra chiquita de las antologías de misterio setentosas de DC. Y sin pactos satánicos! El dibujo corrió por cuenta del notable Adrián Montini, en un estilo raro, más sucio que en sus trabajos habituales, y también se desluce un poco al tener toda esa gama de grises en lugar de color. Pero como está muy bien dibujada, se sufre poco.
La que dibuja Gabriel Keppl no la pude leer, porque la faz gráfica me lo impidió. Pareciera que el dibujante se esforzara por hacer incomprensible la historia, por quitarle todo atractivo. Conmigo lo logró. No tengo idea de qué se trata el guión y no me interesa averiguarlo. Le sigue la de Javier Solar, siete páginas sin textos ni diálogos. Está bien: es redonda, dura lo que tiene que durar, y Solar no afana a Carlos Meglia ni a Humberto Ramos, lo cual es digno de ser destacado.
La que dibuja Jok no es una historia muy original, pero está contada de modo muy ingenioso. Los textos te van llevando muy bien, te van metiendo a fondo en la trama, y el dibujo es excelente, repleto de detalles, con los enfoques muy bien elegidos, los climas muy bien sugeridos y la narrativa perfectamente planificada para que lo que sucede en la historia pegue fuerte.
Y cerramos con las seis paginitas que dibuja Diego Aballay, otro artista muy prolijo y muy correcto. Acá también, Farías le pone todas las fichas al giro impredecible del final y logra un remate impactante, de nuevo emparentado con las historias de las antologías de misterio de DC.
No estamos ante un libro imprescindible (como lo fueran La Fábrica o Mi Buenos Aires Querido), ni ante una antología fallida, sin ningún atractivo para el que quiera pasar un buen rato. Crónicas del Lejano Oeste clava en el medio, con algunos relatos muy buenos, otros medio flojos, y dibujantes de calidad muy disímil, con grossos y crotos conviviendo en un bizarro cambalache viñetil. Habrá más material de Alejandro Farías en las próximas semanas, acá en el blog.
Published on September 25, 2013 18:28
September 24, 2013
24/ 09: MESSAGES IN A BOTTLE

Aún con todo en contra, Krigstein se la bancó unos 13 años (con algunas interrupciones) y sobre todo a partir de 1950, logró imponer un sello personal, en el que su talento se veía tan claramente que la mediocridad de los guiones no lo lograba eclipsar. Y cuando en la EC le dieron buenos guiones, el tipo creó clásicos memorables, gloriosos aún hoy, como la inolvidable Master Race, y otras joyas de las que se habla poco, porque son difíciles de encontrar. Por suerte este libro cubre esa injusticia ampliamente, con muchos bonus tracks maravillosos, entre ellos la posibilidad de tener mucho material de los ´50 recoloreado ahora por la maestra Marie Severin.
A lo largo de casi 250 páginas de historieta, este tomo nos invita a recorrer toda la carrera de Krigstein, desde que empezó como un clon choto de Jack Kirby (del Kirby de los ´40, que a mi no me gusta) hasta que se convirtió en un verdadero prócer de las viñetas. En el medio lo vemos experimentar con un montón de técnicas y estéticas distintas: lo vemos cebarse con las manchas onda Roy Crane y Milton Caniff, con el realismo elegante de Alex Raymond, con el arte oriental, con la línea clara (sin manchas ni sombras, sólo contornos y color), con las tramas mecánicas, con un estilo muy elaborado, mezcla de Joe Kubert y Alex Toth, y sobre todo lo vemos experimentar a lo bestia con la técnica narrativa de descomponer la imagen en múltiples viñetas, para mostrar muchas más facetas de la acción y manejar con otro pulso el timing del relato. Esto llega al paroxismo en una historieta de cuatro páginas... con más de 75 viñetas! Y nos remite a una eterna frustración de Krigstein, que fue la de tener que remar siempre contra historias muy cortas, en las que no tenía espacio para desplegar todos sus recursos artísticos, que eran muchos.
La otra frustración de Krigstein eran los guiones, habitualmente anodinos, intrascendentes, predecibles... nada de lo que no se quejaran otros grandes dibujantes de los ´50. Y la verdad es que acá muchas veces hay que fumarse guiones bastante pavotes para disfrutar del arte del maestro. Por suerte están esos clásicos de la EC, donde tenemos una historia sobre el holocausto, una en la que el protagonista es gay, varias en las que se imponen los climas densos, sombríos, ominosos... El resto, todo muy dentro de los cánones muy gastados de casas embrujadas, soldados valientes que luchan contra enemigos de pésima puntería, avechuchos que se pasan de listos y terminan muy mal... lo de siempre.
De todos modos, como ya señalé antes, la mano maestra de Kirgstein, su trazo versátil y elegante, su criterio exquisito para componer la viñeta, su talento para la puesta en página, brillan por encima de la chatura de la mayoría de los guiones. El tipo se resistió desde el primer día a pensar a la historieta como algo descartable, como un producto “por kilo” y en estas páginas se ve claramente el laburo extra, la dedicación desmedida, la onda que el artista le ponía a cada trabajo, aunque después se editara para el orto en revistas truchísimas de editoriales crotas. Y eso lo enaltece aún más.
Si nunca escuchaste hablar de este faro vanguardista, no te sientas un ignorante, ni un improvisado que empezó ayer. Bernie Krigstein es un autor definitivamente de culto, con un paso breve por los comics, siempre lejos de los personajes conocidos (y de los otros), del que poca gente leyó muchos trabajos, por lo menos hasta que se editó este libro. Si lo ubicabas por las entrevistas a Frank Miller, que lo nombra siempre porque fue su maestro en la Manhattan´s High School of Art & Design, acá lo vas a ver crecer y acariciar la gloria, a pesar del momento de mierda en que le tocó insertarse en esta industria. Posta, aún hoy hay muchísimo para aprender de este genio oculto del Noveno Arte.
Published on September 24, 2013 12:59
September 23, 2013
23/ 09: LA VIDA EN COMIC...

Arrancamos con casi 50 páginas de Gaspar Pujadas, un dibujante chileno que cuenta su vida acá en Buenos Aires. La verdad, muy flojito. El dibujo tiene mucha búsqueda y poco hallazgo, cuando quiere ser gracioso rara vez lo logra y cuando se pone a reflexionar o a filosofar naufraga en la intrascendencia.
Seguimos con una chica llamada Shan!, que me parece que es la que logra los mejores resultados. Primero, porque plantea todo en el exigente formato de tira, como si publicara en un diario, y se re-banca esa elección. Shan! tiene el timing de los buenos humoristas gráficos, los que saben plantear y rematar en espacios chicos, y además –sin salir de su vida real- logra momentos de verdadera comicidad. Todo sostenido en un estilo muy, muy marcado, que es el chibi, la vertiente humorística en la que incursionan muchas autoras de manga. Shan! maneja de taquito estas convenciones y estas deformaciones y, sin ser genial, ofrece unas cuantas páginas de lectura muy amena, muy dinámica.
El tercer artista en presentarnos su vida en viñetas es Necrotax, un dibujante al que todavía le falta mucho. Su búsqueda va mitad por el lado dark del estilo académico-realista, mitad por el lado de dibujantes más estilizados, tipo Paul Pope , más alguna influencia del manga. Por momentos, sobre todo en las últimas planchas, parece un clon de Salvador Sanz que se quedó a mitad de camino. Las historias cotidianas de Necrotax dejan bastante margen para la imaginación y el delirio, e incluso para flashbacks a otras etapas de su vida, con lo cual no llega nunca a aburrirnos. Cuando se afiance en su estilo gráfico, este autor se puede poner interesante.
En el siguiente tramo me reencuentro con Claudio Rocco, el dibujante de Trolley, aquel comic reseñado a fines del mes pasado, protagonizado por tranvías. Rocco opta de nuevo por un dibujo muy, muy sencillo, en la línea de los humoristas yankis más minimalistas (un Tom Wilson, ponele) o de Fujiko Fujio, la dupla responsable de El Gatito Doraemon. Es un estilo bien definido, donde todo lo que no está desaparece no por impericia, sino por decisión del autor. La embarra un poco en las últimas planchas, cuando mete esos grisados feos, sin criterio, que por ahí hubiesen quedado bien si el libro se publicaba a color. Los chistes... ni fu ni fa. Se agradecen ciertos chispazos de mala leche y el homenaje a El Eternauta, pero no hay demasiadas ideas que uno no haya visto ya mil veces.
Y el tomo cierra con casi 50 páginas de Yako, el dibujante más pretencioso de los cinco. Yako se debe creer que es un capo de las artes plásticas volcado a la historieta. Sobredibuja groseramente, mete 8.000 técnicas de entintado en cada viñeta, por arriba de la tinta mete rayones blancos, texturas, aguadas... una sobredosis de recursos que no logran ocultar que lo más importante (el dibujo) es decididamente precario. Narrativa, ni en pedo. Estas son las páginas con menos manejo de la narrativa de todo el tomo, lo cual es bastante decir. Y las historias son básicamente aburridas, depresivas, grises. Sólo tengo para rescatar el hecho de que Yako es el autor que más se mete con el contexto social que hoy sufren los jóvenes chilenos. En varios pasajes de Yako se ve claramente cómo opera el capitalismo salvaje en el país vecino y cómo deja a la mayoría de sus habitantes sin educación, sin salud, sin derechos laborales, sin esperanzas.
El balance del libro no me dio positivo, en absoluto, y por si faltara algo está muy mal encuadernado y es casi imposible leerlo sin quedarte con hojitas sueltas en la mano. Dejémonos de chorear un par de años con la autobiografía, o pongamos huevos tamaño tiranosaurio para contar historias reales, pero con onda, emoción y talento genuinos.
Published on September 23, 2013 18:55
September 17, 2013
17/ 09: ES HORA DE HACER HISTORIA

Del 19 al 22 se viene la primera edición de Comicópolis, y va a pasar a la historia. No lo presiento, no lo intuyo. Lo sé. Me siento a escribir esto cuando faltan un poco más de 48 horas para abrir el evento y ya no tengo la menor duda. Ya no me importa si nos ayuda el clima, si salen muchas notas en los medios... No me importa nada, porque siento una sensación que -por suerte- ya me tocó sentir otras veces, y es la de estar embarcado en un proyecto bisagra, destinado a marcar un antes y un después en la historia de la historieta argentina y su entorno.
Comicópolis no es el primer evento a gran escala que aparece en el fascinante mundo del comic, el humor gráfico y aledaños. Argentina, coherentemente con su inmensa tradición en materia de historietas, tiene también una tradición en materia de eventos “de alta gama” que se remonta a fines de los ´60 cuando brillara en el Instituto Di Tella una Bienal de real jerarquía internacional, que no logró sostenerse en el tiempo. En los ´70 la posta la tomó la Bienal de Córdoba, entre los ´70 y principios de los ´80 el Encuentro del Humor y la Historieta en Lobos, sobre fines de los ´80 y principios de los ´90 el Salón del Humor y la Historieta de Santa Fe, y entre 1996 y 2000 -con una matriz cultural y de consumo, un público y un enfoque totalmente distintos- fue el turno de Fantabaires, aquel recordado intento por trasladar a nuestro país el formato de las convenciones masivas de EEUU, imitado hasta hoy en casi todo el mundo.
En esa oportunidad me tocó estar en la organización desde el principio, desde que todo parecía un sueño o un delirio, hasta que el evento se materializó y se convirtió (por lo menos durante unos años) en un éxito resonante, que hoy sobrevive en el terreno de los mitos y leyendas del “palo comiquero” local e incluso entre los fans de los países vecinos. Desde que me desvinculé de la organización de Fantabaires (luego de la edición del ´99) hasta hoy, pasaron miles de cosas. Cambió mi vida, cambió el país, cambió el mundo, para muchos cambió la forma de relacionarnos con la historieta, y por supuesto la forma de pensar un evento de este tipo. Mil veces me colgué a imaginar qué cosas de las que hicimos en los ´90 no haría hoy en un hipotético evento a gran escala, qué agregaría, dónde pondría el énfasis, qué eliminaría... Invariablemente las ideas me llevaban hacia donde estamos hoy, hacia un evento muy parecido a lo que es hoy Comicópolis.
Es muy loco que la vida me haya dado esta segunda oportunidad, la posibilidad de ver surgir desde cero, de ayudar a moldear desde el origen a un nuevo evento con todo para imponer un nuevo paradigma en la escena local. Pero me tocó y estoy inmensamente agradecido. Porque sucedió y porque sucedió de un modo inmejorable, en un clima de trabajo realmente maravilloso, en compañía de gente de una idoneidad a prueba de balas, comprometida a pleno con la propuesta, decidida a no dejar esfuerzos sin hacer a la hora de que lo que nosotros soñamos se pudiera plasmar en la realidad. Los que me conocen saben que soy un apasionado de la historieta y que me encanta trabajar en proyectos como este, aunque todo esté en contra, aunque haya que remar en el océano de polenta para alcanzar no mucho más que un empate. Esta vez, trabajamos muchísimo, pero nunca sentí que teníamos todo en contra, o que el océano de polenta nos estaba por tragar. Por el contrario, sentí el apoyo, la contención, y sobre todo la convicción de que el barquito iba a llegar a buen puerto. Y es todo mérito de una tripulación fabulosa, que me enorgullezco de haber integrado.
Vuelvo al principio, a la certeza. Al dato duro que dice que en Argentina nunca tuvimos un evento así, con este perfil, con esta magnitud, con esta cantidad (y calidad) de invitados, con esta cantidad de muestras, con esta diversidad y jerarquía en la oferta de charlas, talleres y actividades para los más chicos, con esta puerta que se abre con la visita de seis representantes de las editoriales líderes de cuatro países. Y de ahí me voy a la satisfacción, a la alegría de volver a sentirme parte de un momento histórico, de un quiebre para mejor. Y de nuevo a la gratitud, por haber podido jugar de local en un lugar tan maravilloso como Tecnópolis, un orgullo nacional, la Disneylandia de los nerds. Y a la ilusión y a los sueños, porque este Comicópolis es sólo el primer Comicópolis y pronto habrá que empezar a imaginar el segundo.
Quisimos crear un evento que reflejara (y en lo posible potenciara) el gran momento por el que pasan la historieta argentina, latinoamericana y mundial. Y a horas de la inauguración, le siento el gustito a éxito, oigo el ruido de una bola gigante que se echó a rodar y no va a ser fácil de parar, huelo el perfume que se pone la historia cuando nos invita a bailar con ella, estrecho con firmeza la mano de los amigos con los que llegamos hasta acá. La vista no se suma a este jueguito. La vista me la guardo para seguir leyendo historietas.
Toda la data del evento está en Facebook, Twitter y http://tecnopolis.ar/2013/comicopolis
Published on September 17, 2013 19:19
September 16, 2013
16/ 09: EL PEQUEÑO SPIROU Vol.5

El tomo abre con una historieta de seis páginas y cuando esta termina, arranca una sucesión de historietas de una sóla página, sin continuidad, pensadas para leerse en cualquier orden, estructuradas en forma de chiste, con un desarrollo mínimo, pensado para desembocar en el gag final. Algo muy, pero muy parecido a lo que ya vimos en los álbumes de Titeuf, del maestro suizo Zep. De hecho, si hay algo choto en El Pequeño Spirou es que se superpone DEMASIADO con Titeuf, son historietas casi gemelas. Las dos giran en torno a un pendejo kilombero de la escuela primaria, que protagoniza las clásicas travesuras de los chicos (algunas realmente macabras) y empieza de a poco a entender qué le pasa a los varones en presencia de las mujeres. Janry no dibuja pitos, pero sí mucha ropa interior: calzoncillos, bombachas, corpiños, baby dolls, bikinis microscópicas, mucha gente en bolas mínimamente cubierta con... algo... Y unas minas espectaculares, mucho más sensuales que las de Zep.
El dibujo de Janry es perfecto, es la lógica continuación de la línea del genial André Franquin. Mantiene perfectamente ese dinamismo, esa expresividad, esa sensación de descontrol, a tal punto que a nadie le sorprendería si de pronto apareciera Gaston Lagaffe, tropezándose con algo. El personaje más “franquinesco” es el Sr. Colilla (Mégot, en francés), el profe de gimnasia chanta, vago, pajero, alcohólico y fumador empedernido, a veces víctima y a veces victimario de Spirou y sus amigos. Pero toda la tira respira ese clima irrestistible de los chistes de Gaston Lagaffe, que es donde late el Franquin quintaesencial.
Las breves historietas de El Pequeño Spirou están muy bien escritas, con un gran timing para la comedia por parte de Tome, mucho ingenio para no repetir situaciones, muchos recursos humorísticos, y la (a mi gusto sabia) decisión de habilitarle bastante protagonismo a los adultos, especialmente al Sr. Colilla. Lo más bizarro es que los padres y el abuelo de Spirou (que aparecen poquito) también usan el gorrito rojo típico del botones creado hace 75 por Rob-Vel. La traducción castellana funciona muy bien, pero se pierde un chiste muy bueno: la profe de matemáticas es una bomba atómica, llamada (en francés) Claudia Chiffre, que es un juego de palabras con “chiffre” (cifra) y Claudia Schiffer, la inolvidable supermodelo de los ´90. En castellano, la profe se llama simplemente Cifra, un nombre que no remite a ninguna bestia alemana.
No me voy a poner a contar los chistes, así que la reseña va a quedar corta. Sólo quiero subrayar que Tome y Janry fueron lo mejor que le pasó a Spirou después de Franquin. En esta serie demostraron que, además de crear las aventuras más heavies, más dramáticas y más complejas del Spirou adulto, esas que nos hicieron vibrar y saltar más de una vez de la silla, también se la re-bancan a la hora de sacarnos una sonrisa, ya sea por el lado del slapstick, de la ternura o de la picardía. La dupla ya lleva realizados 16 álbumes de El Pequeño Spirou y obviamente no da para comprarse todos, porque debe ser un embole leer taaaantas páginas de lo mismo (sobre todo si además leés a Titeuf). Pero uno de estos libritos por año, me clavo con gusto. Por suerte en España están bien editados por Kraken.
Published on September 16, 2013 15:04
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