Andrés Accorsi's Blog, page 108

September 29, 2015

29/09: ADOLF Vol.5

Después de tantas vueltas, tantas peripecias, tantas muertes y tantos desencuentros, la saga ochentosa de Osamu Tezuka llega a su fin. Predeciblemente, el tema de los documentos que prueban que Adolf Hitler tenía sangre judía se va a resolver cuando el führer ya esté muerto. Eso era obvio desde… la mitad del tomo anterior. La resolución está buena, tiene dramatismo, fuerza… pero llega tarde y nadie esperaba otra cosa. De hecho, me encantó la forma en que Tezuka narra con lujo de detalles los últimos días en la vida de Hitler. No son tantas páginas, pero están muy bien investigadas y muy bien puestas en el contexto de la historieta.
El final del líder de los nazis ya lo conocíamos. ¿Y los otros tres personajes importantes? Tezuka mueve los hilos para volver a enredar, sin forzar el verosímil, al ex-periodista Sohei Toge, a Adolf Kamil y a Adolf Kaufmann, quien se convierte en el hilo conductor, en el personaje claramente central de este último tramo de la obra. Hasta acá, Kaufmann había sido el personaje de los conflictos internos, de los dilemas morales jodidos: lo vimos dejar a pesar suyo su Japón natal para viajar a Berlín, enrolarse en la Juventud Hitleriana, asimilar la ideología nazi, matar judíos primero con mucho recelo, ayudar a fugarse a una chica judía de la que se enamoró, codearse primero y traicionarse después con jerarcas muy grossos, muy cercanos al führer, y finalmente emprender el regreso a Japón. Y sin embargo no sabíamos si ponerle el rótulo de villano, por lo complejo y contradictorio del personaje. Las primeras 100 páginas de este tomo se encargan de sacarnos todas las dudas: ahí lo vemos a Kaufmann torturar, violar y matar sin el menor resquemor.
Si bien tendrá más adelante su final feliz, en este tomo Toge vuelve a la vida de sobresaltos, a soportar piñas, patadas, explosiones, torturas y pérdidas de seres queridos. Sin embargo, bancará los trapos hasta el final y sin dudas será EL héroe de esta historia. El rol de Adolf Kamil pareciera ser erigirse en contrafigura de Adolf Kaufmann, y el contrapunto entre ellos funciona muy bien… un ratito. Enseguida se hace obvio que la dimensión, la carnadura, el relieve de Kaufmann supera ampliamente al de su amigo de la infancia.
Como todos sabemos, la Segunda Guerra Mundial termina en 1945, con la aventura imperial de Hitler hecha añicos y dos ciudades japonesas atomizadas. Pero a Tezuka le quedan no uno, sino dos ases bajo la manga: un epílogo de apenas 7 páginas ambientado en Israel en 1983 (año en que se empezó a publicar Adolf), y antes de eso, una secuencia electrizante de 37 páginas, ambientada en 1973, donde las fuerzas arnadas de Israel combaten contra la Organización para la Liberación de Palestina. Adolf Kamil está de un lado, Adolf Kaufmann del otro, y en un giro asombroso y tremendamente efectivo, esta vez ¡los judíos son los malos!, los que asesinan a mujeres y niños sin la menor piedad. Eso mismo que graficó Howard Chaykin en la polémica “La Sonrisa de Hitler” allá por 1989 (ver reseña del 07/08/14), Tezuka ya lo planteaba cuatro años antes, con una crudeza devastadora.
Al final, lo que nos quiere decir el Dios del Manga en todas estas páginas es que matar gente por cuestiones de raza, de religión o de nacionalidad, es una animalada cósmica. Corta la bocha. No importa si son judíos, arios, ponjas, árabes o yankis. En algún punto, todos se envuelven en alguna bandera para mandarse cagadas y eso es lo que Tezuka busca de algún modo denunciar y repudiar.
No me queda espacio para hablar del dibujo, pero ya hablamos bastante en las reseñas anteriores. Subrayo una boludez, nomás: el autor del prólogo de este tomo (el historiador, guionista y traductor Gerard Jones) también sospecha que para cuando realizó esta obra Tezuka ya había leído bastante a Will Eisner y absorbido algo de la influencia del maestro. Yo deslicé esa apreciación en reseñas anteriores a riesgo de estar fruteando, pero ahora creo que la emboqué… o que los fruteros somos unos cuantos.
Alguien tiene que hacer urgente una segunda versión de Adolf mucho más sintética, menos laberíntica y más directa, en la que el mensaje de Tezuka pegue más fuerte y no se diluya tanto en conflictos accesorios, subtramas y pseudo-misterios varios. Mientras tanto, esta obra va a quedar en la historia como el último gekiga del Dios del Manga, difícil de superar en materia de dibujo, pero lejos de los excelentes guiones que nos regaló en los ´70, en mangas más breves que impactaban más.
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Published on September 29, 2015 14:21

September 28, 2015

28/09: TE DE NUEZ

Le entré a este libro con las expectativas muy altas, en parte por comentarios de amigos, en parte porque me había gustado mucho Dingo Romero, como consta en la reseña del 10 de Septiembre. Y la verdad que no me lo inflaron para nada. Este trabajo del inmenso Lucas Nine me pareció mucho mejor que cuando había leído estas (u otras, no recuerdo) aventuras de Timoteo y Mamelón en la Fierro… y eso que en aquel momento me habían gustado mucho.
Tiene que ver el tema del tamaño (enorme, como los álbumes europeos más grandes que tengo), la calidad de la edición, la forma en que se reproduce el color… Ya me voy a meter con ese tema, pero primero quiero hablar un poco de las historias. Las ideas motrices de las aventuras son, básicamente, caprichos. O delirios. O a veces es el propio “héroe” el que genera los conflictos. Son tramas a simple vista absurdas, que a veces tardan un poco en arrancar, como en la de la fiestita de los Arana Copetín, que tiene un final magnífico, pero que en las primeras tres o cuatro páginas da vueltas sin encontrar un rumbo. En algunos casos, sin embargo, estos festivales del disparate esconden construcciones perfectas: la del strip tease de Manuelita, o la del Asesinato en el Expreso de la Alegría, son ejemplos de historias redondas, con sustancia, con giros locos pero a la vez absolutamente coherentes.
La gracia de Té de Nuez está en los contrastes, me parece. En la idea de que un nenito protagonice historias que casi siempre derrapan hacia la violencia o la sordidez, donde todo empieza con juegos pueriles, meras travesuras, hasta que a la corta o a la larga aparecen puteadas, chistes soeces, burdeles, armas de fuego, nenas manoseadas y mujeres violadas. Lucas le saca mucho jugo a esa “bipolaridad” y la convierte en un elemento humorístico sumamente disfrutable.
Además juega con la ucronía: las historias parecen estar ambientadas en una Buenos Aires de 100 años atrás, pero en las historias aparecen menciones a cosas que en 1915 no existían, como la tele, el peronismo, la Pantera Rosa, las canciones de Duran Duran, The Doors, Pipo Pescador y Margarito Tereré. Andá a saber cuántas de esas referencias pescaron los franceses (que tuvieron libro de Té de Nuez mucho antes que nosotros). También en los diálogos aparecen giros, palabras y hasta refranes muy de la Buenos Aires atildada de principios del siglo pasado, como para que impacte más la irrupción de ciertos términos actuales, que Nine mete en boca de chicos vestidos como Buster Brown.
Y por encima de todo esto pasa un tren (una aplanadora, en realidad) que es el dibujo. Lucas parece meter personajes de Lionel Feininger sobre decorados de Winsor McCay. Parte del juego parece ser ese: subvertir la estética de los pioneros del comic americano, al agregarle primeros planos, planos medios y demás recursos que aquellos primeros virtuosos no manejaban. En las secuencias en las que Nine trabaja con cuadros en los que los personajes se ven de cuerpo entero (la escena de la obra de teatro, la de la calesita, o la de Timoteo andando en triciclo por el patio de la abuela), esto se nota más. A esto hay que sumarle el maravilloso tratamiento de las texturas en los fondos y todas las referencias a las artes plásticas, especialmente a Toulouse Lautrec, cuyos cabarulos y burdeles vuelven a latir de la mano de Nine. Y por supuesto el estilo propio de Lucas, esa fluidez en el trazo, ese desparpajo en la línea que acentúa tanto las expresiones de las caras como la dinámica de los movimientos, muchas veces tan extremos como en los cartoons más zarpados de Bugs Bunny o Tom & Jerry.
Me divertí muchísimo con Té de Nuez, la verdad que me encantó. Le desconfiaba al formato, de entrada me pareció ostentoso y lujoso al pedo. Ahora creo que está bien, que este trabajo era para publicarse así. Lo cual a la vez es medio choto, porque el precio deja afuera a muchos posibles interesados. Alguno dirá “para leer historietas por dos mangos, en formato popular e impreso así nomás está la Fierro”. Y un poco es así, pero Té de Nuez no es una obra para imprimir así nomás, con los colores empastados y demás vicios de la Fierro. Y la de Borges Inspector de Aves tampoco, así que ojalá algún editor tome nota y la saque pronto en libro…
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Published on September 28, 2015 18:56

September 27, 2015

27/09: VELVET Vol.1

Ed Brubaker y Steve Epting, la dupla a cargo del más atractivo de los muchos relanzamientos que tuvo Captain America en las últimas dos décadas, se vuelve a reunir para una historia ambientada en el fascinante submundo del recontra-espionaje. No es una movida que nos descoloque: si alguna marca potente dejó esta dupla en los comics del Capi América fue precisamente la de sumergir a los clásicos superhéroes en tramas que tenían más que ver con el espionaje que con las clásicas luchas entre buenos y malos. Y claro, acá, donde todo está creado y controlado por ellos, gozan de una libertad que en Marvel no les iban a dar nunca.
Esta es la historia de Velvet Templeton, una chica de… casi 40 años diría yo, que hace mucho tiempo trabaja como secretaria del capo máximo de una agencia de espionaje hiper-secreta. Estamos en Londres, a principios de los ´70, y alguien liquida a sangre fría al más grosso de los agentes de esta organización, al James Bond de este universo ficticio. ¿Y de quién sospechan todos? ¿A quién parecen incriminar las pocas pistas que aparecen? A Velvet. Y ahí viene el volantazo más atractivo de este primer tomo: Brubaker nos revela que, a pesar de sus muchos años laburando atrás de un escritorio, Velvet fue entrenada en su adolescencia para ser una mega-espía, la número uno, una especie de Batman/ Nick Fury con cuerpo de señorita y ovarios de titanio.
Obviamente la cacería de la secretaria que pasó a la clandestinidad se va a poner espesa y Velvet va a tener que recurrir a sombríos personajes de su pasado para escapar de los agentes que responden a su ex-jefe, y sobre todo para blanquear su nombre y demostrar que no fue ella quien liquidó a X-14, el finado émulo de James Bond. La aventura rápidamente va a imponer su ritmo, con machaca y persecuciones de alto octanaje, pero sin romper nunca el verosímil. Lo más realista, donde más se nota la investigación por parte de Brubaker es en la tecnología: armas, autos, chiches de los espías… todo está anclado en la realidad de los ´70 y no se mueve de ahí. Y después el detalle ya casi humorístico de que todos los personajes fumen. Esa boludez que tanta gracia le causaba a los que miraban Mad Men (jamás la vi, así que no sé si estaba buena) acá también está y llama mucho la atención. Supongo que lo que se busca es subrayar el contrapunto con los comics actuales donde, incluso en las historias de corte realista, apuntadas al público adulto, prácticamente no hay personajes que fuman.
El dibujo de Steve Epting está muy bien, al nivel de sus mejores episodios en Captain America. Muy pendiente de la referencia fotográfica, pero sin convertirse en un Juan Carlos Flicker del montón, Epting enfatiza desde el dibujo esa sensación de realismo, y de que todo lo que sucede está minuciosamente investigado. La influencia más clara en este trabajo de Epting es la del maestro Paul Gulacy, sobre todo en sus historias para Warren de la segunda mitad de los ´70. Y la impronta es siempre muy clásica, muy académica, sin ser acartonada. Incluso en la puesta en página, Epting la juega conservadora. No tanto como la mayoría de los comics de 1973, pero ahí, al límite.
Velvet arrancó muy interesante, muy sólida, con todo para convertirse en una nueva adicción. Espero que Brubaker y Epting no la estiren al pedo y que sigan priorizando la intriga (la Guerra Fría les da un marco excelente para ahondar en eso) por sobre la espectacularidad, que también está y es bienvenida.

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Published on September 27, 2015 17:33

September 26, 2015

26/09: HOY NO HAY NADA

Estoy por terminar un libro que me tiene muy enganchado, pero no llego a escribir la reseña antes de las 12 de la noche.
Mañana sí, va a estar seguro.
Esta que arranca ahora es mi última semana en Buenos Aires antes del viaje a Nueva York, y pinta muy intensa en materia de compromisos laborales y sociales. Así que no hay muchas garantías de que pueda subir reseñas todos los días. Lo vamos a intentar, obvio.
La buena noticia es que me compré una tablet y me la entregan antes de viajar, así que voy a tener acceso a internet muy fluído en aeropuertos, hoteles y hasta en el propio predio de la NY Comic Con, como para escribir y postear boludeces. Capaz sin retocar las imágenes, porque no creo que la tablet banque un photoshop, pero con la posibilidad de sacar fotos, acceder a redes y esas cosas. Para los días en que no me pueda mover de la cama después de la operación, también me va a venir joya.
Por supuesto mis amigos ya me están preguntando si voy a usar la tablet para leer comics en soporte digital. La respuesta, por ahora, es no. Sigo apostando al papel, sigo siendo talibán de los libros. No tengo la más puta idea de dónde ponerlos: ya sobrepasé ampliamente la capacidad de mis bibliotecas y no se me ocurre dónde armar nuevas. Pero igual, vamos los libros. Espero traerme otros 50 kilos de broli de Nueva York… y después vemos dónde carajo los meto.
Gracias por el aguante y la seguimos mañana, con la reseña de un comic que –repito- me tiene muy cebado.
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Published on September 26, 2015 19:24

September 25, 2015

25/09: PANCHO EL PIT BULL

Otro recopilatorio de una tira cómica, esta vez escrita por el yanki Neal Wooten (a quien nunca había oído nombrar) y dibujada por el uruguayo Nicolás Peruzzo, que ya tuvo varios libros reseñados acá en el blog.
Pancho el Pit Bull es una tira clásica, de humor costumbrista, tranqui, muy apta para todo público, muy controlada en materia de escatología y para nada comprometida en áreas como la sátira política o social. “Humor blanco” se le decía a esto cuando en Argentina había muchas tiras de este estilo. El gran problema que tiene esta tira es que se parece demasiado a Garfield: las especialidades de Pancho son las mismas que las del gato creado por Jim Davis: morfar, dormir y poner a su dueño (un pibe joven y soltero) en el rol del loser.
Obviamente los chistes no son los mismos, e incluso hay unos cuantos muy buenos, pero la onda en general de la tira se despega poco de muchas otras. En busca de recursos humorísticos, Wooten incorpora gradualmente personajes secundarios, y en un momento ensaya una solución que –para mi gusto- es trampa: diálogos entre Tato y su mascota en los que humano y perro parecen entenderse a pesar de que este último no habla. Al principio la gracia de muchos chistes pasa por esa desconexión entre lo que uno verbaliza y el otro interpreta. Para la segunda mitad, ya humano y perro parecen dialogar en la misma sintonía y, si bien de ahí salen juegos verbales graciosos, es algo que no me termina de cerrar.
Lo otro que pasa en la tira luego de las primeras semanas es que Peruzzo adopta una grilla de tres viñetas por tira y ya no se mueve de ahí. Al principio había tiras de uno y dos cuadros, pero pronto las variantes se reducen a una sola: tres viñetas por tira. Por suerte el dibujante se acomoda muy bien a esa grilla, organiza muy bien la cantidad de elementos que tiene que mostrar en cada cuadro (personajes, fondos y globos) y el dibujo se ve muy bien. Una vez más, Peruzzo acierta al agregarle al dibujo varias texturas en la etapa del coloreado. Esto, con colores planos, quizás se vería más simple, más atractivo para los más chicos (como en la portada), pero esas texturas que incorpora el uruguayo le dan a la tira una impronta más personal, que queda muy bien.
Y ya en el terreno de la suposición, intuyo la mano de Peruzzo a la hora de traducir los diálogos al rioplatense. Esta versión de la tira está llena de las expresiones que los porteños usamos todos los días, y si no nos dicen que los guiones originales los escribió un yanki, no tendríamos forma de imaginarlo. Obviamente en una tira costumbrista es fundamental que los personajes y los lectores sintonicen la misma frecuencia a la hora de los diálogos y eso está muy logrado. Hay un sólo “uruguayismo”: a las zapatillas les dicen “championes”. Pero es una sóla tira y todo el resto suena MUY gracioso al oído porteño.
Por ahora, Pancho el Pit Bull se editó en Uruguay y no se distribuyó fuera del país vecino. Pero si eventualmente lo ves, dale una oportunidad y compartilo con lectores adolescentes o con chicos de 10-12 años. Me da la sensación de que se van a copar.
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Published on September 25, 2015 17:42

September 24, 2015

24/09: LUCHA PELUCHE Vol.3

Uh, complicado… Releo las reseñas de los dos primeros tomos (14/05/10 y 05/07/14) y la verdad es que hay poco para agregar. Por supuesto lo que se suma es más alegría, porque es un placer ver nuevas tiras de Lucha Peluche recopiladas en libro. Y después, lo de siempre: la magia del Niño Rodríguez para pelar cada tanto algún personaje nuevo (Pepe Blog, Remo el 10 Emo), que aporte frescura, sorpresa y nuevas variantes a una tira a la que realmente no le falta nada.
Ya hablé mucho y muy bien de Lucha Peluche en las reseñas anteriores, y esta vez no me queda otra que repetirme. De nuevo me encontré con tiras que me arrancaron carcajadas, con ideas brillantes, con chistes vinculados a la coyuntura de 2009 que aún hoy impactan por lo zarpados o lo absurdos… Sin dudas estamos ante una tira que soportó de modo impoluto el paso del tiempo. ¿La mejor tira argentina del Siglo XXI? Sigo convencido de que sí, de que ninguna otra la supera, y eso que en estos 15 años hemos tenido muchas muy buenas.
Sobre el final del tomito aparecen las dos ideas que más fuerte me pegaron: Rocamora, el mega-magnate de las empresas, ícono del capitalismo salvaje, sacrifica obreros en un altar consagrado al dinero. Y Dios trata de resetear el Universo porque se colgó el sistema y el Diablo mete la cola para complicarle la tarea. Veníamos de muchas tiras espectaculares, eh? Pero esas páginas donde el Niño aborda estos temas fueron –lejos- mis favoritas.
Bloggers, modelos, virtuosos del balompié con un témpano en el pecho, villas, elecciones, gripe porcina, grafittis, capitalismo salvaje, operaciones mediáticas, roscas entre gobiernos y empresas, astronautas, paco, soja transgénica, campañas políticas, plaga de mosquitos, cámaras de seguridad… El Niño demuestra una vez más que no hay límites, que no hay temas con los que no se jode, a veces desde el humor frontal, a garrotazo limpio, a veces desde un humor más sutil, y a veces sin la menor intención de sacarnos una sonrisa, sino más bien de invitarnos a reflexionar.
Todavía queda material aparecido en el efímero diario Crítica como para un tomito más de Lucha Peluche, así que sobran los motivos para bancar la colección, para comprar los tres tomos que ya salieron, atesorarlos y recomendarlos a full. Acá no hay relleno, no hay chamuyo, no hay ni siquiera la intención de quedar bien con nadie. Lucha Peluche reparte duro y parejo, y si no es más tremenda, es por lo lindo que se ve el dibujo, por el esfuerzo estético (infrecuente en las tiras diarias) que el Niño le puso al color, a las tipografías, al diseño de los fondos… Esto dibujado en un estilo más crudo, más desangelado (pienso, por ejemplo, en el estilo de Esteban Podetti en sus tiras de Barcelona), sería imposible de digerir, por el nivel de mala leche que tienen muchas de las tiras.
En fin, no te cebo más. El diario donde salía Lucha Peluche todos los días se fue a la B hace más de cinco años. Sin embargo, la historieta da revancha y De la Flor te ofrece la oportunidad única de descubrir ahora esta tira y cebarte con ella como si fuera la hiper-novedad. Si hace mucho que no consumís tiras de autores argentinos, y creés que todo es Gaturro, Macanudo o clones nostalgiosos de Quino y Caloi, te cuento que no, que en este siglo este país dio muchas tiras originales y excelentes. De todas esas, la que a mí más me gusta es Lucha Peluche. Ya fue todo.

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Published on September 24, 2015 16:22

September 23, 2015

23/09: DAREDEVIL: END OF DAYS

La verdad que me compré este libro por cariño al personaje, y porque en la tapa aparecía el nombre de Bill Sienkiewicz. No tenía mucha idea del argumento, ni grandes expectativas acerca de la historia, que prometía narrar un posible fin de Matt Murdock. Ahora que lo leí, me pongo de pie para felicitar a Brian Michael Bendis y David Mack, los guionistas de la obra, por un excelente trabajo que va mucho más allá del homenaje a Daredevil por sus primeros 50 años de publicación.
La premisa tiene algo de eso, de revisitar momentos emblemáticos en la carrera del Cuernitos a través de personajes (tanto aliados como enemigos) que fueron importantes en las distintas etapas de su vida. Ben Urich se convierte en el hilo conductor de la trama en la que el gran misterio es una palabra (un nombre, en realidad) que llega a pronunciar Daredevil justo antes de morir, al mejor estilo Citizen Kane. De la mano del periodista, Bendis y Mack repasan las andanzas de Matt Murdock que nos narraran Frank Miller, Ann Nocenti, John Romita Jr., Kevin Smith, y por supuesto, ellos mismos. De hecho, el final resulta ser un cierre arriba del cierre para aquella saga del año 2000 en la que Bendis y Mack metieron mano por primera vez en la historia del personaje.
Una investigación a cargo de un periodista acerca de la muerte de un héroe es algo que, de por sí, promete poca machaca. Y está muy bien. Bendis sabe perfectamente cómo mantener el suspenso y la tensión en un comic sin que todo pase por las piñas y las patadas. Para la segunda parte, en cambio, el guión se las rebusca para que haya un poco más de acción, en parte por el rol que asume Punisher (con una caracterización que mezcla aciertos y pifias) y en parte porque los autores meten una sucesión un tanto traída de los pelos de ninjas y villanos de la B Metropolitana. Lo bueno es que todo eso es un complemento y el foco nunca se desvía de la investigación de Urich, que termina con el status quo MUY cambiado y no una, sino dos revelaciones muy grossas acerca del legado de Daredevil.
No quiero spoilear nada acerca de estas revelaciones, ni siquiera cuando este es un final alternativo para Daredevil, una historia pensada para no entrar nunca en continuidad, porque es obvio que mientras genere un billete, el Cuernitos no va a morir. Pero cuando Bendis y Mack me cagaron a sopapos con ese final brillante, redondo, impecable, me vino a la mente la ya famosa frase de mi amigo Fede “el Freak” Velasco, que alguna vez sentenciara: “Daredevil es el más DC de todos los personajes de Marvel”. Parece una paradoja, porque si hay un guionista de Marvel que uno no relaciona ni drogado con DC es Bendis. Y sin embargo, el legado que esta saga plantea para Daredevil tiene el inconfundible aroma de los “legacy heroes” de DC.
Por el lado del dibujo, David Mack aporta algunas splash pages en su característico estilo (muy lindo, maestro, pero a ver cuándo volvés a dibujar historietas) y lo mismo hace Alex Maleev, pero no en su estilo Juan Carlos Flicker, sino más plástico, más lindo. De todos modos, son poquísimas páginas las que no están dibujadas por Klaus Janson y entintadas por Sienkiewicz. El que tiene la misión de interpretar los guiones y darles forma de relato gráfico es Janson, y el encargado de que le dibujo de Janson vibre, emocione y por momentos deslumbre es Sienkiewicz. Además de entintar, Bill mete algunas imágenes de su propia cosecha (en su inconfundible estilo pictórico), pero lo notable es cómo le imprime su sello al dibujo de Janson, sin interferir en el planteo narrativo del otrora entintador de Frank Miller. Tanto pone Sienkiewicz en la tinta que logra que el dibujo de Janson (a veces un poco tosco, o falto de dinamismo) se vea fresco, intenso, moderno y –como siempre- recontra expresivo.
Si sos fan de Daredevil, este libro te va a emocionar y a estremecer de principio a fin. Si además amás al Daredevil de Bendis, acá vas a encontrar el broche de oro ideal (aunque imposible) a aquella inolvidable etapa en la vida del personaje. Y si sos fan de Sienkiewicz, acá lo vas a ver brillar en su faceta de entintador, como ya hiciera en los ´90 en tantos comics de DC. Posta, me encontré con un comic muy por encima de lo que yo esperaba leer, y eso me hizo muy feliz.
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Published on September 23, 2015 19:20

September 22, 2015

22/09: EL ESCORPION Vol.10

Más de dos años esperé para enterarme cómo carajo terminaba esta saga de El Escorpión, en la que Stephen Desberg y Enrico Marini dejaron de lado la impronta original de la serie (aventuras indianajonescas en la época del Renacimiento) para meterse a fondo en la dramática resolución del origen de Armando Catalano. En este último tramo, todo pasa por la conjura, por la intriga palaciega, por las luchas de poder entre las familias más poderosas de Roma, y las armas no son tanto las espadas y los chumbos como los secretos: mal y tarde, saltarán a la luz secretos escabrosos guardados hace décadas y la historia pegará unos volantazos tan alucinantes que la aventura, la machaca y las persecusiones pasarán rápidamente a un tercer plano. Desberg se guardó para la última mano varias cartas jodidas y hasta se dio el lujo de no cerrar del todo TODAS las puntas, en parte porque hay un sutil sembradío de plots para el Vol.11 (que ya salió y deseo con toda mi alma) y en parte porque era virtualmente imposible cerrar en 46 páginas todo lo que estaba pendiente de resolución, incluyendo líneas argumentales acumuladas a lo largo de varios tomos.
Lo cierto es que, en estas 46 páginas, cerramos la trama de la filiación de Armando, su confrontación con su principal enemigo y hasta respondimos la incógnita acerca de su vida sentimental. Para eso, Desberg despliega un montón de recursos narrativos, principalmente flashbacks y muchos cortes, muchas escenas breves, que se suceden unas a otras de modo trepidante, hasta que recién en el último tercio del álbum empiezan a aparecer las secuencias más largas. Al igual que en el tomo anterior, lo único criticable es que Desberg no supo reducir a tiempo el elenco. Lo amplió, lo amplió, y cuando quemaron las papas, tuvo que relegar a un montón de personajes a roles muy chiquitos, o sacarlos de escena con excusas medio prendidas con alfileres. Pero era eso, o extender la saga un álbum más y ya la tensión estaba en un punto demasiado jodido…
No quiero contar nada del argumento porque las revelaciones son muy grossas. Me voy con el dibujo de Marini, que se encuentra frente a un desafío muy zarpado con esto de las mini-secuencias. Tres, cuatro viñetas, y se terminó la escena. Y de nuevo a cambiar de ambientación, de lugares, de épocas y de personajes. Y a las tres viñetas, nos vamos a otra cosa, a los santos pedos, durante más de medio libro. Eso es MUY complicado para cualquier dibujante, pero el suizo hijo de tanos se arremanga y lo resuelve con categoría. El truco es apoyarse en la paleta de colores: cada vez que cambia el engamado, cambia la escena. Y así no te perdés nunca. En una misma página tenés varias viñetas engamadas en gris y marrón (el nacimiento de Armando), en azules (escenas del presente que transcurren de noche a la intemperie), en dorado (también del presente, pero adentro de un palacio), en verde (escenas de la juventud de los Trebaldi)… y así uno se arma las equivalencias entre colores y ambientaciones y no queda pagando cuando la trama salta de un tiempo o de un lugar a otro. Todo lo demás está dibujado de puta madre, como siempre, con esos primeros planos fuertes, esos momentos en los que la acción desborda la grilla de ocho o nueve viñetas por página y ese laburo exquisito en las secuencias mudas. Marini está en un momento increíble y cada página suya es una verdadera cátedra.
Como ya mencioné más arriba, el año pasado salió el Vol.11, donde aparentemente arranca un nuevo arco argumental, y eventualmente lo capturaré para leerlo. El Escorpión sigue estando entre las adicciones realmente jodidas para todos los que queremos leer aventura histórica con mucho rigor documental, pero también con onda, emociones, peleas, runflas, garches, diálogos ingeniosos y personajes capaces de trascender las épocas y los géneros. Banco a esta serie hasta que aplaudan los Playmobil.
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Published on September 22, 2015 19:36

September 21, 2015

21/09: LA LUNA DEL TORO

Ahora que se puso de moda recopilar en libro las obras de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena, no era ilógico suponer que en algún momento iban a aparecer también las obras menores, por lo menos en extensión. La Luna del Toro es mucho más breve que Shankar, que Hexmoor, que Barlovento, que La Estirpe Maralha… es una miniserie, de apenas cinco episodios de 14 páginas, que necesariamente está planteada de modo muy distinto a como encaró la dupla las obras ya mencionadas.
En las obras más extensas de Mazzitelli y Alcatena, solemos ver cómo un héroe sortea un peligro atrás de otro, cómo acumula viajes y peripecias en busca de un amor, una respuesta, una epopeya, una consagración, un sentido para su vida. Cada una de estas peripecias se extiende a lo largo de un episodio, a lo sumo dos, y para el final de la serie ya hay una acumulación notable de aventuras, villanos, locaciones y sobre todo de conceptos Acá, en cambio, hay un único concepto, un único conflicto que se desarrolla a un ritmo mucho más lento, a lo largo de los cinco episodios.
La pica entre Valenco y Berdusco ocupa el centro de la trama, de punta a punta de la obra, y está desarrollado bien a fondo, con una intensidad que te pone muy nervioso, porque nos sabés hasta dónde puede llegar. Como contraparte, me pareció que Mazzitelli desaprovecha un poco el concepto más loco que tiene La Luna del Toro, que es esta raza de toros antropomórficos que alguna vez habitaron la Tierra y ahora, laberintos mediante, vigilan desde la luna. Ya desde la portada me convencí de que estos “miuros” iban a tener un protagonismo mayor, pero en la práctica tienen un rol más bien decorativo, y hasta me animo a decir que están ahí para ponerle un poco de poesía a una historia muy turbia, muy pasada de rosca en materia de muertes y desgracias. Paradojas del destino, porque ves a esos bichos y decís “ah, es una de machaca entre toreros humanos y hombres-toro mega-pulentosos”. Nada más alejado de la realidad.
En definitiva, me parece que ni los toros ni la ambientación ibérica son los principales atractivos de La Luna del Toro. Me quedo mil veces con el desarrollo de personajes, con los climas oscuros y ominosos que predominan en el guión, y con la posibilidad de ver un único conflicto desplegarse con todo su potencial, sin soslayar ninguna de sus aristas y con mucho énfasis en la crueldad y la mala leche que ponen en juego estos dos caballeros de tan noble apariencia.
Al tratarse de una obra breve, para esta edición se tomó la decisión acertada de incorporar como complemento una historieta unitaria, autoconclusiva, que sólo conecta con La Luna del Toro por compartir una ambientación pseudo-española. La Muerte Púrpura es un breve relato de justicia, demencia y lealtad, MUY al estilo Mazzitelli-Alcatena, y además es excelente. De nuevo, la ambientación no es el elemento principal, ni el más interesante, pero la historia es un auténtico deleite.
Del dibujo de Alcatena, a esta altura no hace falta hablar. Creo que lo que más me gustó fueron esos primeros planos de Berdusco en los que tiene rasgos de Vincent Price. Pero obviamente hay magia, pasión y talento gráfico desmesurado en todas las páginas, tanto de la historia principal como de la complementaria.
La Luna del Toro no entra a la lista de las historietas fundamentales de Alcatena y Mazzitelli, pero para pasar un buen rato está perfecta: no te mezquina ni emociones, ni buenos personajes, ni textos profundos ni dibujos gloriosos. Un lindo agregado a la biblioteca que todos nos estamos armando con los libros que les editan cada vez más a menudo a estos dos próceres del Noveno Arte.
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Published on September 21, 2015 18:37

September 16, 2015

16/09: BLACK SCIENCE Vol.1

Hacía muchos, muchísimos años que no leía historietas de Rick Remender. Me acuerdo que leí esa etapa de Punisher War Journal que dibujaba Ariel Olivetti, y era el famoso combo “un episodio bueno, dos más o menos y uno choto”. Y cuando se fue Ariel, se hizo virtualmente ilegible. Sumémosle a esto la típica desconfianza que me generan los guionistas que escriben chotocientas revistas por mes y así fue cómo no me acerqué ni siquiera a series muy recomendadas por mis amigos como Uncanny X-Force o Uncanny Avengers.
Pero bueno, no sé bien por qué me animé con Black Science. La verdad es que no me arrepiento en lo más mínimo. Se trata de un comic con una premisa muy loca y muchos hallazgos en el desarrollo, en la construcción de los personajes y en los diálogos. Remender elige contar la historia con saltos para adelante y para atrás, o sea que hay que prestarle mucha atención. Además los protagonistas viajan por dimensiones paralelas en las que cada tanto se encuentran con versiones “variants” de ellos mismos, o sea que estamos hablando de un nivel de complejidad que va mucho más allá de la lucha entre buenos y malos.
Y quizás lo mejor que tiene Black Science sea eso, que no están delimitados los roles de buenos y malos. Los protagonistas son, en general, bastante ambiguos, capaces de actos que parecen heroicos y también de actos hipócritas, arteros o motivados por intereses poco altruistas. El personaje más importante (por ahora) es Grant McKay, un tipo básicamente bueno, inteligente y creativo, pero muy soberbio, muy cabezadura y muy garca a la hora de meterle los cuernos a su esposa con una compañera de equipo. Una especie de Reed Richards más real, más enchastrado de defectos. Y villanos… por ahora no está tan claro quiénes son los villanos. Hay personajes menos escrupulosos que McKay, sin dudas, pero de ahí a calzarles el rótulo de “malos”… esta historieta es muy poco obvia en ese sentido.
Las aventuras de Grant McKay y su equipo a través de las distintas dimensiones tienen muchísimo ritmo, giros impredecibles y la sensación de que nadie está del todo a salvo. La premisa de la serie le da a Remender infinitas posibilidades de crear situaciones extremas, peligros extraños y demás momentos de alto impacto y el guionista los aprovecha a full. Y como además los personajes tienen un background fuerte, de los que conviene revelar de a poco, no creo que la serie pierda impulso ni sorpresa con el correr de los episodios.
El dibujo de Matteo Scalera está muy bien, pero tiene un problema. En el primer episodio, el colorista Dean White deja LA VIDA y lo colorea como si fuera una novela gráfica de los ´80, o una serie de ciencia-ficción y fantasía de las que leíamos en Zona 84, Epic o Metal Hurlant. Con un despliegue de recursos increíble, con una paleta llena de efectos ochentosos y coqueteos con lo más selecto de la ilustración fantástica, White convierte las páginas de Scalera en una orgía visual que trasciende la imaginación. Y a partir del segundo episodio, baja varios cambios y colorea a Black Science como lo que es: un serie regular en formato comic-book. Obvio que está bueno, pero al lado de esas primeras páginas, todo es de la B. De hecho Scalera parece un Sean Murphy de la B, con algunas cositas de Rafael Albuquerque. Y es buenísimo, eh? Pero mucho del impacto y de la originalidad con la que Scalera te enamora en el primer episodio tiene más que ver con la magia cromática de Dean White que con los méritos artísticos de este joven italiano oriundo de Parma.
Black Science es una especie de versión oscura y malalechística de los Fantastic Four, que no se lee como un comic de superhéroes, sino como uno de ciencia-ficción ido al carajo. Con un enorme desempeño de Rick Remender y un equipo artístico en el que Dean White realza hasta el infinito el buen trabajo de Matteo Scalera, esta serie tiene todo para convertirse en adicción. Quiero ya el Vol.2.
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Published on September 16, 2015 19:01

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Andrés Accorsi
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