Nieves Hidalgo's Blog: Reseña. Rivales de día, amantes de noche, page 51
January 28, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 11

La noticia de que se dirigían a New Providence fue, en efecto, acogida con algarabía por la tripulación. No era más que un nido de piratas donde el juego, el ron y las mujeres se disputaban por igual, donde las peleas estaban a la orden del día. Había estado en posesión española tras el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristobal Colón, pero los españoles no mostraron interés en aquel pedazo de tierra, descuidando completamente su desarrollo.
Nick acabó con el trabajo encomendado y echó los hombros hacia atrás para relajar la tensión de sus músculos doloridos. Libre ya de faena, buscó acomodo en un rincón de la cubierta e intentó dormitar.
-¿Aburrido?
El conde de Leyssen abrió un ojo, miró a Potter y volvió a cerrarlo.
-Un poco. No se puede decir que haya mucha actividad en este barco.
-Ya encontraremos un pescadito al que quitar las escamas.
-Eso espero. Lo cierto es que no me importaría que la presa fuera un barco español, francés o inglés.
Potter guardó silencio, observándolo con una ceja arqueada. Nombrar a barcos ingleses lo puso en guardia y esperó a que el joven continuara hablando.
Nick no esperaba recibir más respuesta de Potter a sus insinuaciones que la obtenida del resto de la tripulación. Todos a quienes había interrogado solapadamente decían lo mismo: atacaban galeones españoles. Ni una palabra de haberse enfrentado a un barco de bandera inglesa. Si todos callaban y no se daban de frente con una nave de su Graciosa Majestad, iba a resultarle complicado probar lo que su soberana deseaba. Viendo que el otro guardaba silencio preguntó:
-Oiga, señor Potter, ¿hay algo para leer en este maldito barco?
-¿Libros?
-¡Vaya! –escuchó otra voz burlona- ¿Qué es lo que tenemos aquí? Hemos metido en el barco un mojigato sabihondo.
Roylan de nuevo.
Nick le regaló una mirada cargada de desprecio haciendo caso omiso de su pregunta y su presencia.
-Agradecería cualquier cosa, señor Potter.
-Si no tienes suficiente trabajo, escoria, yo te daré más –volvió a intervenir Donald-. Levanta el trasero de ahí, tengo un par de cosas para que te entretengas.
Russell ni se movió, pero repuso:
-Estoy en mi tiempo de descanso. Y mi tiempo, es mío.
Con un gesto rápido Roylan sacó la daga que portaba en la faja poniéndosela en el cuello.
-Tu tiempo es mío –gruñó entre dientes-. Levántate.
-Es suficiente –le advirtió Potter.
-¡Arriba he dicho!
-¿Está buscando pelea, Donald? –preguntó Nick con sangre fría.
-No estaría mal.
-Entonces aparta el cuchillo y veamos qué eres capaz de hacer.
Potter había visto demasiadas cosas en su vida, asistido a muchas peleas y estaba acostumbrado a las baladronadas de los corsarios, pero al fijarse en el brillo metálico de los ojos grises de Russell le recorrió un escalofrío por la espalda. Anunciaban peligro. Pero Roylan se había pasado de la raya, llevaba atosigándolo desde que llegase al Melody Sea y no sería él quien intercediese para evitar una pelea en la que, estaba casi seguro, Donald recibiría una lección de humildad. Y si la suerte acompañaba, incluso podría encontrarse con un puñal en las tripas, lo que se tenía merecido.
Roylan, viendo su objetivo cumplido, dio unos pasos hacia atrás sin soltar el arma, observando de reojo cómo los hombres comenzaban a formar un círculo entorno a ambos, deseosos sin duda de diversión.
-Demuéstrame lo valiente que eres, Russell. Lo estoy deseando.
Nick se incorporó lentamente sin perderlo de vista. Clavó su mirada en los dedos engarfiados que sujetaban el arma blanca.
-¿No sería mejor usar los puños? Lamentaría mucho que se hiriese –se burló.
-¡Dad un arma a este desgraciado! –bramó el otro.
Una daga voló desde alguna parte y Nick la atrapó en el aire. Comenzaron a girar en círculos, observándose, estudiándose mientras algunas voces se elevaban animando a uno u otro y empezaban a correr las apuestas.
Potter se hizo a un lado, atento a la reacción del más joven en cuyos labios apareció una sonrisa ladeada y sardónica.
Roylan fue el primero en atacar con el arma por delante.
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Published on January 28, 2013 15:01
January 26, 2013
Hay personas que son como las pilas Duracell

Ana, además de leer cada una de mis novelas, no cesa de enviarme regalos maravillosos hechos por ella misma, y cartas emocionantes.
Os dejo las fotos de los últimos -dos colgantes con pendientes, maravillosos, y dos bufantas de tercipelo- para que veáis la artista que tenemos en Fuerteventura.
Ana, ya no te digo nada. Darte las gracias por tus constantes muestras de cariño, me sabe a poco.
¡Te quiero, niña!
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Published on January 26, 2013 07:13
January 25, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 10

Durante los días siguientes, Nick procuró no cruzarse con Donald Roylan, cosa harto difícil en una nave donde los hombres trabajaban codo con codo.
La falta de otra actividad que no fueran los quehaceres diarios comenzaba a aburrirle. Echaba de menos sus cabalgadas al amanecer, las reuniones con los amigos y, sobre todo, los momentos al anochecer que solía dedicar a la lectura. Siempre había estado con algún libro entre las manos y, aunque trabajaba hasta caer rendido en su hamaca, las interminables horas de navegación sin más misión que procurar burlar a Roylan empezaban a pasarle factura. Si al menos avistasen algún navío español… Aprovechó un momento de descanso para instruir al grumete sobre ciudades que el muchacho desconocía.
Desde lejos, Jenny no le perdía de vista. El nuevo y obligado marinero del Melody Sea acaparaba muchos momentos de su atención y, aunque trataba de disimularlo, una y otra vez sus ojos escrutaban la cubierta de la nave intentando localizarlo y se encontraba, a su pesar, admirando la sinfonía de poder de sus músculos cuando cargaba un bulto, la elegancia de su caminar, las sonrisas que dedicaba al grumete. Russell ejercía sobre ella una atracción que le molestaba y la distraía muchas veces de sus obligaciones. Quería echarlo de su cabeza y, a la vez, saberlo todo de él.
-Si no encontramos una presa pronto, tendremos que regresar a Tortuga.
Ella se volvió, acodándose en la baranda y sonriendo a Alex Potter.
-La encontraremos.
-Los hombres están inquietos.
-Pues que se tranquilicen –le dio la espalda y volvió a buscar la figura de Nick.
Al viejo lobo de mar no le pasó desapercibido su interés y arrugó el ceño.
-Es atractivo –comentó como de pasada.
Jenny sintió que el sofoco coloreaba sus mejillas, como una muchachita pillada en una acción indecorosa.
-¿Quién?
-No soy ciego. Ni idiota.
-Te refieres a Russell –dijo, tuteándole, como cada vez que estaban a solas.
-¿A quién, sino? Disimulas mal tu interés por él.
-Me impresionó, es cierto –admitió de mala gana-. Pero es solamente un hombre más, Alex.
-Indudablemente no tiene tres piernas ni cuernos.
A ella se le escapó una carcajada ante su sarcasmo y su gesto agriado.
-Tampoco yo soy ciega, amigo mío.
-No te acerques a él, sigo sin saber a qué juega.
-¿Qué quieres decir?
-Hace muchas preguntas. Demasiadas. Dónde hemos estado, con qué tipo de barcos nos hemos enfrentado –los ojos de la muchacha se convirtieron en dos rendijas y perdió la sonrisa-. No me gusta la gente tan curiosa, sobre todo si su curiosidad se centra en nosotros.
-¿Temes algo?
-Maldito sea si lo sé, solo te digo lo que pienso.
Jenny dirigió de nuevo su atención hacia Russell. En ese momento, él se reía de algo que acababa de decirle el jovencísimo Gregory.
-Parece que se lleva bien con la tripulación.
-Excepto con Roylan.
-Ya me he dado cuenta.
-Claro que ese cabrón no se lleva bien con nadie. Deberías pensarte dejarlo en el próximo puerto.
-No insistas en ese tema, por favor. Donald salvó una vez la vida de mi padre y…
-… y tú debes tenerlo siempre bajo tus pantalones, ya lo has dicho infinidad de veces –cortó Potter de mal humor-. No me agrada, muchacha, y me sentiría más seguro si abandonara de una vez por todas el Melody Sea.
-Tú puedes controlarlo.
-No del todo. Tú le has dado mando y, por tanto, cuando decide dar un escarmiento a alguno de los hombres no puedo desautorizarlo, sería tanto como dar pie a un motín.
-Los castigos han sido siempre justos.
-Espero que la cosa siga así, aunque me parece que Russell está pendiente de un hilo.
-Vigila a Roylan, me desagradaría que acabara con un cuchillo entre las costillas y veo a Russell muy capaz de matarlo en limpia pelea.
-Bien –suspiró masajeándose la nuca.
-¿Qué te parece si ponemos rumbo a New Providence?
La insinuación alegró el mal talante de Potter. Se alejó para dar las instrucciones precisas.
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Published on January 25, 2013 15:12
January 24, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 9

Después de la cena algunos de los hombres se acomodaron en sus literas, agotados tras el duro trabajo. Pero Nick no podía dormir. Le reconcomía haber tenido que claudicar ante Roylan y su humor se agrió del todo al descubrir a Jenny en el castillo de proa. Seguía vistiendo al modo masculino, pero su cabello suelto la hacía destacar como un faro en la oscuridad y él se quedó mirándola, preguntándose si realmente estaba ante el corsario que traicionaba a Isabel. Dio un respingo cuando alguien le puso una garrafa de ron ante las narices. La aceptó y bebió largamente, le importaba un bledo emborracharse, haberse metido en aquella aventura lo mantenía tenso como una cuerda de violín.
-Ten cuidado con Roylan –escuchó la voz de Potter a su lado-, es un tipo peligroso.
-También yo puedo serlo.
-No lo dudo. Pero si le cabreas, ni siquiera yo podré evitar un castigo, y te aseguro que no es agradable ver a un hombre con la espalda destrozada por el látigo.
-Gracias por el consejo.
Permanecieron en silencio un buen rato, cada uno inmerso en sus propios pensamientos, la mirada perdida en la negrura del océano que los rodeaba, escuchando el crujido de la madera de la nave en su incansable vaivén.
-¿De dónde eres, Russell?
-Se podría decir que soy ciudadano del mundo, pero nací en Londres.
-¿Qué hacías en Tortuga?
-¿Qué es esto? ¿Un maldito interrogatorio? Porque no me pareció que le importara de dónde vengo ni a dónde voy cuando me sacudieron y raptaron para enrolarme por la fuerza en su tripulación.
-Que no se te alteren las plumas, pollo –se echó a reír el segundo de a bordo-. Es simple curiosidad, no me gustaría tener un escorpión bajo mi trasero, muchacho.
-Buscaba trabajo. Llegué a la isla por casualidad y me dijeron que podía conseguir alistarme en un barco… aunque nunca pensé hacerlo con la cabeza abierta.
-Tú te lo buscaste.
-Es cierto –admitió Nick con una sonrisa ladeada-. Fui un poco necio.
-Fuiste un poco engreído, aunque debo reconocer que pegas duro y sabes manejar el sable.
-Cuestión de práctica.
Nick alzó la mirada y volvió a clavarla en la esbelta figura de la muchacha. Potter siguió la línea invisible desde los ojos grises a la balaustrada en la que Jenny estaba recostada.
-Olvídalo. No está disponible.
-¿No es ella quien debe decidir eso, señor Potter?
-Lo decido yo y basta. No te acerques demasiado, muchacho, o quien acabará por despellejarte la espalda seré yo mismo.
Como si la clara amenaza no hubiera supuesto más que un buenas noches, se hizo con la garrafa de ron y se alejó hacia la escalerilla que bajaba a los camarotes. Segundos después, la propia Jenny Cook abandonó su posición. Nick tardó un buen rato en dejar de mirar el lugar en el que ella había estado, y cuando por fin bajó a su litera no pudo conciliar el sueño evocando unos ojos jade y un cabello negro que enmarcaban el rostro más hermoso que nunca viese.
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Published on January 24, 2013 15:02
January 23, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 8

Durante sus primeros días a bordo del Melody Sea, Nicholas Russell tomó buena nota de todo. No le costó demasiado esfuerzo acercarse a los componentes de la tripulación y la camaradería se fue estrechando porque siempre parecía dispuesto a echar una mano. Por fortuna, solamente los dos primeros días se le encargó adecentar la cubierta y lo hizo sin rechistar poniendo todo su empeño en la tarea. Pero pronto demostró su habilidad para reparar cosas, para manejar los enseres y, sobre todo, para dirigir a sus compañeros hacia donde deseaba dejándoles creer que eran ellos quienes tomaban decisiones.
Potter no dejaba de observarle. Estaba seguro de que Russell se había dejado ganar por Jenny. Él sabía de la destreza de la muchacha en la pelea, no en vano había sido él mismo quien la entrenó, enseñándole cuanto truco conocía para mantenerse viva, pero no era idiota. Lo que no alcanzaba a comprender era la causa por la que Russell había llevado a cabo la artimaña. ¿Tal vez por no enfrentarse a una tripulación enfervorecida con su joven capitana? ¿O era otro el motivo? Nick era un sujeto peligroso, lo presentía. Se veía que estaba acostumbrado a moverse en una nave. Sobre todo, se veía que estaba acostumbrado a mandar. No dejaba de preguntarse a qué se dedicaba antes de atraparle y obligarle a formar parte de la tripulación.
Russell parecía sentirse cómodo, conversaba con todos y había conseguido que Gregory, el grumete, hiciera de él una especie de ídolo al que pedía opinión a cada momento, asimilando sus comentarios e instrucciones, ya fuese sobre el modo de hace un nudo marinero o la forma más diestra de utilizar un cuchillo. Pero el conde no se engañaba, percibía a cada instante la mirada observadora del segundo de a bordo sobre él y andaba con pies de plomo.
Había, sin embargo, un sujeto que preocupaba a Nick mucho más que Potter: Donald Roylan. Al parecer, llevaba en el Melody Sea varios años. Era popular entre la tripulación, aunque no debido a su buen carácter puesto que varios marineros habían tenido sus más y sus menos con él. No le agradaba en absoluto, por más que la capitana hiciera la vista gorda cuando se sobrepasaba porque, según decían, le debía un favor. Orgulloso y áspero con los hombres que tenía a su cargo, buscaba siempre una ocasión para hacerle a él centro de sus burlas.
Aquella mañana, Roylan parecía inusualmente irritable y Nick supo que habría problemas. Estaba atando unos cabos cuando escuchó el berrido del otro.
-¡Russell! Trae dos cubos de agua y limpia esa parte de la cubierta, apesta a cerdo.
Nick no rechistó. De buena gana le hubiera plantado el puño en la cara, pero obedeció y fue a buscar el agua.
En el castillo de proa, a Potter no se le escapó la escena. Frunció el ceño observando a Roylan apoyar la mano en el mango del cuchillo que llevaba al costado mientras seguía con la mirada al joven. Se acodó en la baranda y esperó. Nick regresó al poco con dos cubos que dejó en cubierta y Roylan no perdió tiempo en patearlos, sin disimular que buscaba humillarlo.
-Una lástima –dijo en voz alta, soltando después una carcajada-. Tendrás que traer otros.
La fechoría llamó de inmediato la atención de parte de los hombres que, olvidando sus quehaceres, se aprestaron a ser testigos de un rato de entretenimiento, ansiando internamente que el nuevo tripulante le bajase los humos a Donald.
Nick suspiró y colgó los pulgares en la cinturilla del pantalón, única prenda que llevaba. Se había acostumbrado a deambular por el barco sin otra ropa y durante aquellos días, su piel había tomado un tono dorado que hacía destacar sus músculos.
-¿Por qué no los trae usted, Roylan?
Al otro, la descarada contestación le hizo tensarse. Un rictus de ira asomo a sus labios escuchando la risa de algunos hombres a su espalda.
-Cumple la orden si no quieres acabar atado al palo mayor sintiendo la caricia del látigo. Nick apretó los dientes. Sabía que se estaba jugando casualmente, eso, una paliza que dejaría marcada su espalda por el cuero, pero se había cansado de ser el centro de las humillaciones de Royland. Deseaba más que nada en el mundo arreglar la cara a aquel desgraciado que, aupándose en su condición y su rango, no escatimaba la ocasión de sojuzgar a los que podía, sobre todo el jovencísimo Gregory al que golpeaba con sus puños por cualquier motivo. Sí, lo deseaba más que nada, pero no estaba loco y el galanteo de un látigo de siete colas en su cuerpo no le hacía la menor gracia, nada conseguiría dejándose despellejar. Inspiró para calmar su rabia, apresurándose a cumplir la orden.
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Published on January 23, 2013 15:01
January 22, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 7

A Nick no se le escapó el tiempo del verbo empleado por ella. Era. Entonces, ¿había muerto? Se tironeó del lóbulo de la oreja sin poder acabar de creer que aquella muchacha fuese su hija, mucho menos que hubiese tomado el mando de un barco corsario.
-No me gusta que me tomen por tonto –dijo-. ¿Queréis hacerme creer que una criatura como vos capitanea a este grupo de filibusteros?
-Una criatura que puede ordenar que os cuelguen del palo mayor -repuso ella con gesto serio.
-Con todos mis respetos, señora, se me hace difícil estar a las órdenes de una muchacha.
Jenny soltó la risa. Estaba acostumbrada a que los hombres viesen en ella a una joven frágil, pero había bajado los humos a unos cuantos.
-Así que es eso. Os sentiríais humillado acatando los mandatos de una mujer. ¿Acaso Inglaterra no está gobernada por una?
-¿Intentáis compararos son su Graciosa Majestad?
-Ni por asomo, señor Russell. Tengo entendido que es bastante seca. Pero os propongo un trato: una pelea.
-¡Por favor, señora…!
-A cuchillo o sable, lo que prefiráis.
-¿Estáis de broma?
-Si ganáis, os dejaremos en el primer puerto en el que atraquemos. Si gano yo, serviréis en el Melody Sea durante dos años.
Nick lo pensó con detenimiento. No tenía salida, aunque pelear con una jovencita no había entrado en sus planes. Si les contaba aquello a sus amistades sería rechufla durante meses. De todos modos, bajarle los humos a la muchacha se le antojaba divertido, no dudaba en que los corsarios la veían como a una hija y la habían consentido demasiado. Ponerle los pies en tierra no estaba de más.
-De acuerdo –dijo, La tripulación estalló en un rugido ensordecedor-. Si preferís el cuchillo… imagino que os será más fácil manejarlo.
-A sable –repuso ella-. Me agrada más su contacto.
-Sea como queréis.
Nick estiró el brazo hacia Potter y el segundo de a bordo le cedió su arma con cierta reticencia. Hizo un par de fintas en el aire para probarla y luego tomó posición.
-Cuando queráis, milady.
Sin darle tiempo, Jenny atacó pillándole por sorpresa. Nick paro el golpe a duras penas, retrocediendo asombrado. Volvió a tomar posición y clavó los ojos en su oponente. No, la muchacha no bromeaba, sabía lo que estaba haciendo al retarle, se movía como un felino y manejaba el sable con destreza.
Cruzaron algunos golpes que solo intentaban conocer la habilidad del contrario. Nick no tardó en darse cuenta de lo complicado que le iba resultar quitarse de encima a aquella arpía. Jenny, por su parte, comprobó que su rival era un espadachín inmejorable. Pero ella tenía intención de ganar aquella pelea, aunque fuese utilizando triquiñuelas femeninas. Atacó en aspa, consiguiendo alcanzar en el pecho a su oponente y haciendo rugir a la tripulación. Era un ligero rasguño, pero demostraba su capacidad para defenderse. Apoyó la punta de sable en el suelo y preguntó:
-¿Es suficiente para vos, señor Russell?
Nick echó un rápido vistazo al corte. Escocía, pero no revestía importancia. Por él, la pelea hubiera acabado ahí, no le hacía gracia cruzar armas con una chiquilla, pero el rictus de auto suficiencia que anidaba en ese rostro perfecto le irritó.
-Volved a alcanzarme, señora, y os juro que os llamaré capitán.
Jenny dejó escapar una carcajada. El tipo era terco, pero le agradaba. Sin embargo, debía acabar con la contienda pronto, porque reconocía haberse distraído un par de veces mirando sus ojos grises. Atacó con más ímpetu, pero él paraba cada golpe, perdía terreno y volvía a recuperarlo mientras les rodeaban los gritos de los marineros alentando a su capitán.
Nick sabía que podía ganar. Por muy diestra que ella fuera, acabaría cansándose. Sin embargo, le resultaba difícil creer que saliera ileso si la humillaba delante de sus hombres, así que no le quedaba otra solución que bajar la guardia. Ya había decidido simular que perdía el sable en uno de los mandobles, pero no esperaba la treta utilizada por ella al segundo siguiente. Cruzaron las armas, tan cerca el uno del otro que respiraban el mismo aire, clavadas las pupilas de Nick en la de la joven. Justo entonces, Jenny movió su pierna derecha barriéndole y haciéndole caer en cubierta. Un segundo después la punta de su sable se apoyaba en su garganta. Decenas de gargantas rugieron y algunas manos palmearon la espalda de la capitana corsaria mientras Nick, vencido, se recuperaba del asombro.
En cumplimiento al pacto, la punta del sable femenino procuró un nuevo corte en el pecho del conde. Después, ella enfundó el arma a su costado y ofreció su mano. Nick la aceptó para incorporarse escuchando a su alrededor las risas burlonas de la tripulación. Por un momento se quedaron mirándose a los ojos. Ella esperaba su completa sumisión, él la estudiaba sin recato. Los marineros guardaron un momentáneo silencio, pendientes de la reacción de ambos. Por fin, Nick se echó a reír, se llevó dos dedos a la sien en una salutación militar y preguntó:
-¿De veras tendré que limpiar la cubierta… capitán?
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Published on January 22, 2013 15:01
January 21, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 6

Cuando Nick despertó, le atacaron las náuseas y un dolor de cabeza insoportable. Debía tener un buen chichón. Permaneció quieto hasta que se le pasó el malestar, sintiendo el suave balanceo del barco. Debían estar ya en alta mar. Consiguió reptar hasta buscar acomodo en el mamparo, a la espera de lo que la suerte le deparase. Había conseguido su objetivo, pero no estaba seguro de si sería admitido en la tripulación o acabaría colgado del palo mayor.
Minutos después se abrió la escotilla y el ruido de pisadas le puso en alerta. Ante él se paró un sujeto alto y delgado de rostro cadavérico marcado con una cicatriz, al que acompañaba un muchacho muy joven que parecía estar algo asustado.
-Vaya, el palomo ya está despierto.
Cortaron las ligaduras de los tobillos, le pusieron en pie y fue empujado hacia la escalerilla. Subió a trompicones. En la cubierta, los marineros se afanaban en sus quehaceres y no le prestaron demasiada atención. Por el contrario, él sí observó el barco, haciéndose una idea del lugar al que había ido a parar. El que le cortase las ligaduras lo empujó para que siguiera caminando y Nick se revolvió, pero poco podía hacer con las manos atadas.
-Sigue con lo tuyo, Jack, ya me encargo de él –escuchó decir a su espalda a la vez que alguien cortaba las cuerdas que apresaban sus muñecas.
El gigante con el que había peleado en el puerto se guardó el cuchillo sin dejar de observar el gesto fastidiado del prisionero.
-¿A quién debo el golpe en la cabeza? –preguntó Nick, masajeándose la piel lacerada-. Más que nada, por devolverle el favor.
Potter dejó escapar una sonora carcajada.
-Se lo debes a tu estupidez, muchacho. Espero que sea el único golpe que te ganes a bordo, aunque no se por qué, me da en la nariz que eres de los que busca camorra.
-Si me buscan, me encuentran.
-Procura contenerte mientras estés en el Melody Sea. Aquí no gustan los gallitos.
-Así que estoy a bordo de un barco pirata.
-Corsario –rectificó Potter.
-Al que me han enrolado por la fuerza.
-Así es.
-Bien. Y ¿qué se supone que voy a hacer aquí?
-¿Qué te parece ser el fregona de cubierta?
Nick entrecerró los ojos. A esas alturas, muchos de los marineros estaban pendientes de la conversación y empezaron a rodearlos.
-¿Qué tal de capitán? –propuso con todo descaro.
Un coro de carcajadas estalló a su alrededor. Y una voz suave, envolvente y femenina, dio respuesta a su arrogancia:
-Esta nave ya tiene capitán, marinero.
Nick se giró despacio para encontrarse cara a cara con una muchacha joven vestida como un verdadero lobo de mar. Pantalones ajustados, camisa abullonada anudada en el estómago, botas de alta caña hasta por encima de las rodillas, sable al costado… Llevaba el cabello largo, rizado y oscuro sujeto con un pañuelo rojo anudado bajo la oreja izquierda, haciendo destacar más el tostado de su rostro perfecto, sus enormes ojos del color del jade, su boca plena. Era una belleza que lo dejó sin aliento.
Jenny Cook afianzó los pies sobre la cubierta, cruzó los brazos y observó con interés al nuevo componente de su tripulación.
-Estoy de acuerdo con usted, señor Potter –dijo con los ojos fijos en Nick-. De momento, que empiece fregando la cubierta.
-Solicitó hablar con su capitán. Tengo conocimientos de marina y sería un desperdicio ocuparme en trabajos de esa índole, señora.
-¿Cuál es vuestro nombre, marinero?
-Russell. Las damas y los amigos me llaman Nick.
A ella se le escapó una sonrisa. Le había parecido guapo cuando le vio peleando con Potter en el puerto, pero ahora, teniéndole frente a ella, se daba cuenta que tenía un atractivo especial. Era bastante alto, bien proporcionado, con un rostro que seguramente conquistaría a muchas mujeres y unos ojos grises que parecían observarlo todo.
-Yo os llamaré Russell. Bien, os escucho.
-¿Perdón?
-Queríais hablar con el capitán, ¿no es eso? Yo soy el capitán.
Nick abrió la boca pero volvió a cerrarla. ¿Se estaba burlando de él aquella muchacha? Incluso vestida como un corsario y portando un sable a la cadera se adivinaba que era muy joven. Con seguridad sería la amante del auténtico capitán.
-Como broma, señora, no está mal –respondió.
Potter le golpeó amistosamente en un hombro y dijo:
-Ella está diciendo la verdad, muchacho. Estás frente al capitán Cook.
-Tenía entendido que es un hombre.
-Era mi padre.
Capítulo 7
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Published on January 21, 2013 15:01
January 18, 2013
Capítán Jenny - Cap.5

Al amanecer, Nick se encontraba junto a la nave del capitán Cook sin perder detalle. Había una actividad casi frenética mientras la tripulación terminaba de cargar los bultos. Azúcar, galletas, harina, barriles de agua potable, carne en salazón, algunas verduras. Y ron. El ron no podía faltar. Recostado en un muro, el conde de Leyssen aguardó hasta ver su oportunidad. Un tipo alto y malencarado que lucía un aro de oro en una oreja, discutía con otro que respondía con gestos de nerviosismo. Se acercó lo suficiente para saber que el grandullón se interesaba por “el guapo”.
-Le juro que lo he buscado por todos lados, señor Potter, pero no hay rastro de ese cabrón.
-Necesitamos un sustituto entonces, que Jerry se pudra en los infiernos. Tiene media hora para conseguirlo. Andando.
Era el momento. El tal Potter parecía tener prisa y él sabía que el modo de conseguir tripulación, cuando el tiempo apremiaba, era el método de cachabazo y al cesto al primer idiota que se cruzase. Bien, pues él iba a ponerse justo en el camino. Pasó a su lado chocando deliberadamente. La fortaleza del cuerpo de Potter le hizo trastabillar y, sin asomo de prudencia a una complexión más poderosa que la suya se volvió con cara de pocos amigos.
-¡Mira por dónde vas, idiota!
Potter arqueó las cejas al escuchar el insulto. El mamarracho que acababa de topar contra él era alto, atlético, de hombros anchos. Joven. Y al parecer, lo suficientemente imbécil o temerario como para enfrentársele abiertamente. Cruzó una rápida mirada con su compañero. Un segundo después lanzaba el puño. Pero Nick no era un hombre al que se pudiera sorprender fácilmente, era ágil y estaba acostumbrado a entrenarse, cuando podía, amén de no desestimar nunca una buena pelea. Se ladeó para evitar un impacto que le habría dejado fuera de combate y elevó la pierna alcanzando a Potter en un costado y desestabilizándole. El corsario se quedó momentáneamente sin respiración y él aprovechó para atizarle un golpe en pleno mentón. Ante el asombro del que les observaba, Potter cayó despatarrado.
Desde el castillo de proa, unos ojos jade siguieron el incidente con interés. Era la primera vez que Jenny veía vapuleado a su segundo de a bordo, así que se acodó en la barandilla con una sonrisa de anticipación, sin intención alguna de perderse la confrontación.
El pelirrojo se incorporó como un toro enfurecido limpiándose el hilillo de sangre que le manaba del labio partido, arremetiendo contra el fantoche que se había atrevido a sobarle la cara.
Nick lo esperó con las piernas abiertas y los puños preparados. Juró entre dientes cuando volvió a alcanzar el rostro de Potter, roca pura, porque el calambre le llegó hasta el hombro, pero consiguió hacer recular a su oponente que acabó estrellándose contra una pila de cuerdas. Sabía lo que se estaba jugando y necesitaba un último acto.
-Vamos, grandullón –incitó a su rival con los puños descansando en su cintura-. ¿Eso es todo lo que sabes hacer?
Alex Potter se pasó la mano por la barbilla para comprobar su tenía la mandíbula en su lugar. ¡Condenado demonio de ojos grises! Pegaba como una mula. Se rehízo con premura lanzándose contra el joven que, haciéndose a un lado, volvió a alcanzarlo en la espalda con los puños cerrados.
Nick iba a atacar de nuevo, ahora tenía a su enemigo en una posición inmejorable. Pero justo entonces lo golpearon en la cabeza, estallaron en su cerebro miriadas de estrellas, se le nubló la vista y cayó inconsciente.
Frotándose el costado, Potter agradeció la oportuna intervención del marinero que ya guardaba la porra con la que había tumbado al intruso.
-Buen golpe.
-¿El que le he dado yo a él, o el que el mozo le ha arreado a usted? –se burló el otro.
Potter dejó escapar una risotada aunque de inmediato maldijo por lo bajo cuando el labio le lanzó un pinchazo.
-Jodido muchacho –dijo. Luego se agachó, tomó a Nick de las axilas, se lo cargó al hombro y caminó hacia la pasarela-. Ya tenemos suplente para el puesto de Jerry. Y a este mozo le quitaré los humos de príncipe en un par de días.
Una hora después el Melody Sea levaban anclas y Nick Russell, conde de Leyssen, partía en él, acomodado en las bodegas, atado de pies y manos como un fardo más.
En el mismo instante, un sujeto vestido de oscuro que no había perdido detalle de lo acontecido, comenzaba a escribir una carta cuya destinataria era Isabel I Tudor.
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Published on January 18, 2013 15:01
January 17, 2013
Capítán Jenny - Cap.4

Leyssen llegó a la isla caribeña tras un viaje azaroso durante el cual estuvieron a punto de naufragar por culpa de una tempestad. Se instaló en una posada no demasiado limpia al norte de la isla, de apenas 24 kilómetros de longitud, y se enteró de que el Melody Sea, que en efecto fondeaba allí de vez en cuando, acababa de partir hacía una semana.
Maldiciendo su mala fortuna ocupó el tiempo en recabar toda la información posible acerca de la tripulación y su capitán. Le costó trabajo porque los confidentes no eran muy explícitos, parecían remisos a soltar la lengua. Lo que sí supo a ciencia cierta era que nadie había visto al capitán Cook desde hacía tres años. Por lo que pudo sacar en claro, el corsario no había vuelto a pisar la isla, quedándose siempre en la nave mientras su tripulación se tomaba un descanso y hacían acopio de provisiones. Unos decían que seguramente estaba enfermo, otros que le aburrían las rameras de la isla; terceros apoyaban la teoría de que había muerto y Potters, su segundo de a bordo y hombre de confianza, era quien dirigía la galeaza manteniendo el nombre de su antiguo capitán.
Nicholas no perdió el tiempo en su obligada espera. Poco después de su llegada aceptó la compañía de la dueña de un tugurio, una mujer que le sacaba unos cuantos años pero hermosa aún y, sobre todo, complaciente, que se encaprichó de él. Lo que era más importante, una mujer con amistades que podían facilitarle su trabajo mientras aguardaba la llegada de su presa a puerto. Nicholas siempre veía el lado bueno de las cosas, así que era mejor una espera en compañía agradable. Se acostumbraron a verle del brazo de la dama ataviado con pantalones ajustados, camisas abullonadas y sable a la cadera, al más puro estilo de los sujetos que deambulaban por la isla, sin abandonar nunca la pistola que portaba en el cinto. Empezó a conocérsele como al amante de Ursula, la dueña del Loro Verde.
Dos semanas después, comenzaba a aburrirse e impacientarse, con el único entretenimiento de enviar mensajes regulares al marqués de Lington, su tío, que los hacía llegar a la reina Isabel.
Aquella mañana se despertó más tarde de lo que era habitual en él, agotado por las atenciones de Ursula. Echó un vistazo a la mujer, aún dormida, y sonrió. Nunca había encontrado a una fiera semejante en el cama, iba a echarla de menos cuando partiese de la isla. Se tiró del lecho, se lavó y se afeitó. Ataviado con pantalones y camisa negra, colgó el sable al costado y tomó la pistola.
-¿A dónde vas? –le preguntó una voz soñolienta.
Se inclinó sobre Ursula y la besó ligeramente en los labios.
-Vuelvo pronto, preciosa, solo voy a estirar las piernas.
Ella elevó sus brazos, rodeó su cuello y lo atrajo hacia sí para estampar un beso ardiente en su boca.
-No tardes.
Nick supo que por fin le sonreía la fortuna al enterarse de la llegada de dos barcos: el Tormenta, capitaneado por José Montenegro, un renegado aristócrata venezolano dedicado a la piratería y el Melody Sea. De inmediato se dirigió hacia el segundo. Era una nave elegante. Le calculó 9 metros de manga y unos 3 y medio de calado. Tres palos: mesana, trinquete y mayor. Cuidado como una mujer, estaba custodiado por tres individuos de mala catadura.
-Bien –dijo para sí mismo-, ahora empieza la verdadera diversión.
Recorrió el puerto, atestado de marineros y mujeres que intentaban ganarse los favores de los recién llegados, de vendedores y pedigüeños, de muchachuelos de narices sucias y rostros más sucios aún pugnando por ganarse unas monedas –o robarlas-. Entró en cada taberna hasta dar con el tipo adecuado para poner en práctica su plan. Un fulano de baja estatura y fuerte constitución que se hacía llamar Jerry “el guapo”, aunque de guapo tenía bien poco. Lo invitó a beber, sonsacándole lo suficiente para saber que el Melody Sea no atracaría más que unas horas. Según le dijo, en cuanto repusieran provisiones y disfrutasen de unas horas de compañía femenina, partirían.
Dejó al tipejo a punto de caerse de la borrachera y volvió a las calles donde la mezcolanza de olores le hizo arrugar la nariz. Apestaba a especias, a tabaco, a ron y a pescado, a orines y a desperdicios, a veces humanos. Nada parecía importar a los habitantes. Tortuga era un lugar en el que todo tenía cabida, donde igual atracaban barcos de bandera inglesa, francesa u holandesa, en un acuerdo tácito entre caballeros piratas. Un asentamiento neutral al que cualquiera podía ir. Entre tanto marinero, era fácil encontrar lo que estaba buscando y no tardó en dar con ello: dos sujetos patibularios con los que llevó a cabo un acuerdo en un infecto callejón apartado del ruido tras poner en sus manos una bolsa de monedas.
-Lo haréis cuando salga de la taberna –les dijo. Los otros asintieron sin rechistar, era un modo inmejorable de ganar dinero por un trabajo rápido y sencillo.
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Published on January 17, 2013 15:00
January 16, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 3

TRES
-Estoy a vuestro servicio.
-¿Habéis oído hablar de un barco llamado Melody Sea? –él negó-. Es una galeaza armada con veinte cañones a las órdenes de un tal capitán Cook, un corsario con patente de Inglaterra.
-¿Qué pasa con él?
-Está atacando barcos ingleses.
-Pero si está bajo la protección de la Corona…
-Lo está. ¡Por todos los infierno que lo está! –se enojó ella-. Sin embargo, ataca mis barcos, los despoja de su cargamento y se da a la fuga.
-¿Habéis ordenado su captura?
-Para eso os he hecho venir a vos. Quiero que salgáis en su busca, que atrapéis a ese condenado capitán y me lo traigáis cubierto de cadenas.
-Tomaré mi barco más veloz y…
-No, no, no. Nada de eso. Sé que podíais haceros a la mar en pocos días, tenéis cuatro barcos bien equipados, pero no deseo una confrontación abierta donde vos o él podríais perder la vida.
-No sé si os comprendo, Majestad.
-Quiero un escarmiento ejemplar. Y un hombre solo, a veces, es capaz de conseguir lo que no puede un regimiento completo.
Los ojos grises de Russell se achicaron ligeramente, convirtiéndose en dos trozos de hielo.
-¿Pretendéis que vaya solo a la caza de ese sujeto?
-Exactamente. Mis informes son que para en Tortuga. Saldréis de Inglaterra en un barco mercante y buscaréis el modo de entrar en la tripulación de Cook.
Nicholas no podía creer lo que estaba oyendo. Se levantó, paseó por la sala con las manos cruzadas a la espalda y la cabeza gacha bajo la atenta mirada de Isabel. Al cabo de un momento se volvió hacia ella y espetó.
-Imagino que me daréis una explicación a tan absurda petición, Majestad.
A otro, la frase le habría costado acabar en la Torre, pero la reina gozaba con los arrestos de su consejero lo suficiente como para pasar por alto su osadía.
-El Melody Sea proporciona buenas ganancias a la Corona. Hasta ahora, la mayoría procedentes de los galeones de Felipe, que bien merecido lo tiene. Y voy a seros franca, tengo mis dudas sobre la culpabilidad de Cook, por eso, antes de que sea juzgado y lo colguemos, deseo que confirméis las acusaciones que recaen sobre él, no es cuestión de perder unos beneficios que nos son imprescindibles por meras sospechas.
-Entonces, no le habéis declarado culpable aún.
-Lo será mientras no se demuestre lo contrario. Si ese desgraciado está entregándome su tributo pero se resarce atacando mis barcos, juro que le cortaré la cabeza.
-Entiendo. ¿Cuándo queréis que parta hacia Tortuga, Majestad?
-Ayer, conde –repuso Isabel.
A la vez que se estaba llevando a cabo la entrevista, una galeaza de 230 toneladas robada a los españoles que lucía en su costado el nombre de Melody Sea, atacaba un navío con bandera inglesa. Los hombres que abordaron la nave vitorearon a otro que se quedó sobre la cubierta del barco corsario sin intervenir directamente. Un sujeto alto, fornido, de espesa cabellera oscura.
No hubo bajas en el barco inglés, pero cuando la nave echó ancla en el puerto de Londres, todos contaron a quien quisiera oírles que había sido el capitán Cook, y no otro, el que les atacase. La noticia sobre la nueva incursión del Melody Sea llegó a manos de Nicholas Russell horas antes de partir con destino a Tortuga.
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Published on January 16, 2013 15:01
Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
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