Capitán Jenny - Capítulo 8

Durante sus primeros días a bordo del Melody Sea, Nicholas Russell tomó buena nota de todo. No le costó demasiado esfuerzo acercarse a los componentes de la tripulación y la camaradería se fue estrechando porque siempre parecía dispuesto a echar una mano. Por fortuna, solamente los dos primeros días se le encargó adecentar la cubierta y lo hizo sin rechistar poniendo todo su empeño en la tarea. Pero pronto demostró su habilidad para reparar cosas, para manejar los enseres y, sobre todo, para dirigir a sus compañeros hacia donde deseaba dejándoles creer que eran ellos quienes tomaban decisiones.
Potter no dejaba de observarle. Estaba seguro de que Russell se había dejado ganar por Jenny. Él sabía de la destreza de la muchacha en la pelea, no en vano había sido él mismo quien la entrenó, enseñándole cuanto truco conocía para mantenerse viva, pero no era idiota. Lo que no alcanzaba a comprender era la causa por la que Russell había llevado a cabo la artimaña. ¿Tal vez por no enfrentarse a una tripulación enfervorecida con su joven capitana? ¿O era otro el motivo? Nick era un sujeto peligroso, lo presentía. Se veía que estaba acostumbrado a moverse en una nave. Sobre todo, se veía que estaba acostumbrado a mandar. No dejaba de preguntarse a qué se dedicaba antes de atraparle y obligarle a formar parte de la tripulación.
Russell parecía sentirse cómodo, conversaba con todos y había conseguido que Gregory, el grumete, hiciera de él una especie de ídolo al que pedía opinión a cada momento, asimilando sus comentarios e instrucciones, ya fuese sobre el modo de hace un nudo marinero o la forma más diestra de utilizar un cuchillo. Pero el conde no se engañaba, percibía a cada instante la mirada observadora del segundo de a bordo sobre él y andaba con pies de plomo.
Había, sin embargo, un sujeto que preocupaba a Nick mucho más que Potter: Donald Roylan. Al parecer, llevaba en el Melody Sea varios años. Era popular entre la tripulación, aunque no debido a su buen carácter puesto que varios marineros habían tenido sus más y sus menos con él. No le agradaba en absoluto, por más que la capitana hiciera la vista gorda cuando se sobrepasaba porque, según decían, le debía un favor. Orgulloso y áspero con los hombres que tenía a su cargo, buscaba siempre una ocasión para hacerle a él centro de sus burlas.
Aquella mañana, Roylan parecía inusualmente irritable y Nick supo que habría problemas. Estaba atando unos cabos cuando escuchó el berrido del otro.
-¡Russell! Trae dos cubos de agua y limpia esa parte de la cubierta, apesta a cerdo.
Nick no rechistó. De buena gana le hubiera plantado el puño en la cara, pero obedeció y fue a buscar el agua.
En el castillo de proa, a Potter no se le escapó la escena. Frunció el ceño observando a Roylan apoyar la mano en el mango del cuchillo que llevaba al costado mientras seguía con la mirada al joven. Se acodó en la baranda y esperó. Nick regresó al poco con dos cubos que dejó en cubierta y Roylan no perdió tiempo en patearlos, sin disimular que buscaba humillarlo.
-Una lástima –dijo en voz alta, soltando después una carcajada-. Tendrás que traer otros.
La fechoría llamó de inmediato la atención de parte de los hombres que, olvidando sus quehaceres, se aprestaron a ser testigos de un rato de entretenimiento, ansiando internamente que el nuevo tripulante le bajase los humos a Donald.
Nick suspiró y colgó los pulgares en la cinturilla del pantalón, única prenda que llevaba. Se había acostumbrado a deambular por el barco sin otra ropa y durante aquellos días, su piel había tomado un tono dorado que hacía destacar sus músculos.
-¿Por qué no los trae usted, Roylan?
Al otro, la descarada contestación le hizo tensarse. Un rictus de ira asomo a sus labios escuchando la risa de algunos hombres a su espalda.
-Cumple la orden si no quieres acabar atado al palo mayor sintiendo la caricia del látigo. Nick apretó los dientes. Sabía que se estaba jugando casualmente, eso, una paliza que dejaría marcada su espalda por el cuero, pero se había cansado de ser el centro de las humillaciones de Royland. Deseaba más que nada en el mundo arreglar la cara a aquel desgraciado que, aupándose en su condición y su rango, no escatimaba la ocasión de sojuzgar a los que podía, sobre todo el jovencísimo Gregory al que golpeaba con sus puños por cualquier motivo. Sí, lo deseaba más que nada, pero no estaba loco y el galanteo de un látigo de siete colas en su cuerpo no le hacía la menor gracia, nada conseguiría dejándose despellejar. Inspiró para calmar su rabia, apresurándose a cumplir la orden.
[image error]
Published on January 23, 2013 15:01
No comments have been added yet.
Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
https://florecilladecereza.blogspot.c...
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
- Nieves Hidalgo's profile
- 341 followers
