Capitán Jenny - Capítulo 7

SIETE



A Nick no se le escapó el tiempo del verbo empleado por ella. Era. Entonces, ¿había muerto? Se tironeó del lóbulo de la oreja sin poder acabar de creer que aquella muchacha fuese su hija, mucho menos que hubiese tomado el mando de un barco corsario.

-No me gusta que me tomen por tonto –dijo-. ¿Queréis hacerme creer que una criatura como vos capitanea a este grupo de filibusteros?

-Una criatura que puede ordenar que os cuelguen del palo mayor -repuso ella con gesto serio.

-Con todos mis respetos, señora, se me hace difícil estar a las órdenes de una muchacha.

Jenny soltó la risa. Estaba acostumbrada a que los hombres viesen en ella a una joven frágil, pero había bajado los humos a unos cuantos.

-Así que es eso. Os sentiríais humillado acatando los mandatos de una mujer. ¿Acaso Inglaterra no está gobernada por una?

-¿Intentáis compararos son su Graciosa Majestad?

-Ni por asomo, señor Russell. Tengo entendido que es bastante seca. Pero os propongo un trato: una pelea.

-¡Por favor, señora…!

-A cuchillo o sable, lo que prefiráis.

-¿Estáis de broma?

-Si ganáis, os dejaremos en el primer puerto en el que atraquemos. Si gano yo, serviréis en el Melody Sea durante dos años.

Nick lo pensó con detenimiento. No tenía salida, aunque pelear con una jovencita no había entrado en sus planes. Si les contaba aquello a sus amistades sería rechufla durante meses. De todos modos, bajarle los humos a la muchacha se le antojaba divertido, no dudaba en que los corsarios la veían como a una hija y la habían consentido demasiado. Ponerle los pies en tierra no estaba de más.

-De acuerdo –dijo, La tripulación estalló en un rugido ensordecedor-. Si preferís el cuchillo… imagino que os será más fácil manejarlo.

-A sable –repuso ella-. Me agrada más su contacto.

-Sea como queréis.

Nick estiró el brazo hacia Potter y el segundo de a bordo le cedió su arma con cierta reticencia. Hizo un par de fintas en el aire para probarla y luego tomó posición.

-Cuando queráis, milady.

Sin darle tiempo, Jenny atacó pillándole por sorpresa. Nick paro el golpe a duras penas, retrocediendo asombrado. Volvió a tomar posición y clavó los ojos en su oponente. No, la muchacha no bromeaba, sabía lo que estaba haciendo al retarle, se movía como un felino y manejaba el sable con destreza.

Cruzaron algunos golpes que solo intentaban conocer la habilidad del contrario. Nick no tardó en darse cuenta de lo complicado que le iba resultar quitarse de encima a aquella arpía. Jenny, por su parte, comprobó que su rival era un espadachín inmejorable. Pero ella tenía intención de ganar aquella pelea, aunque fuese utilizando triquiñuelas femeninas. Atacó en aspa, consiguiendo alcanzar en el pecho a su oponente y haciendo rugir a la tripulación. Era un ligero rasguño, pero demostraba su capacidad para defenderse. Apoyó la punta de sable en el suelo y preguntó:

-¿Es suficiente para vos, señor Russell?

Nick echó un rápido vistazo al corte. Escocía, pero no revestía importancia. Por él, la pelea hubiera acabado ahí, no le hacía gracia cruzar armas con una chiquilla, pero el rictus de auto suficiencia que anidaba en ese rostro perfecto le irritó.

-Volved a alcanzarme, señora, y os juro que os llamaré capitán.

Jenny dejó escapar una carcajada. El tipo era terco, pero le agradaba. Sin embargo, debía acabar con la contienda pronto, porque reconocía haberse distraído un par de veces mirando sus ojos grises. Atacó con más ímpetu, pero él paraba cada golpe, perdía terreno y volvía a recuperarlo mientras les rodeaban los gritos de los marineros alentando a su capitán.

Nick sabía que podía ganar. Por muy diestra que ella fuera, acabaría cansándose. Sin embargo, le resultaba difícil creer que saliera ileso si la humillaba delante de sus hombres, así que no le quedaba otra solución que bajar la guardia. Ya había decidido simular que perdía el sable en uno de los mandobles, pero no esperaba la treta utilizada por ella al segundo siguiente. Cruzaron las armas, tan cerca el uno del otro que respiraban el mismo aire, clavadas las pupilas de Nick en la de la joven. Justo entonces, Jenny movió su pierna derecha barriéndole y haciéndole caer en cubierta. Un segundo después la punta de su sable se apoyaba en su garganta. Decenas de gargantas rugieron y algunas manos palmearon la espalda de la capitana corsaria mientras Nick, vencido, se recuperaba del asombro.

En cumplimiento al pacto, la punta del sable femenino procuró un nuevo corte en el pecho del conde. Después, ella enfundó el arma a su costado y ofreció su mano. Nick la aceptó para incorporarse escuchando a su alrededor las risas burlonas de la tripulación. Por un momento se quedaron mirándose a los ojos. Ella esperaba su completa sumisión, él la estudiaba sin recato. Los marineros guardaron un momentáneo silencio, pendientes de la reacción de ambos. Por fin, Nick se echó a reír, se llevó dos dedos a la sien en una salutación militar y preguntó:

-¿De veras tendré que limpiar la cubierta… capitán?






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Published on January 22, 2013 15:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

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