Nieves Hidalgo's Blog: Reseña. Rivales de día, amantes de noche, page 50
February 11, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 20

Nick apretó los dientes. Los comentarios que escuchaba no confirmaban ni de lejos las sospechas de la reina Isabel, pero sí le hacían pensar que podía haber algo turbio en la singladura del barco en el que ahora prestaba sus obligados servicios.
Levantó con una tobita el ala del sombrero para pedir otra copa y se encontró con la mirada violeta de una muchacha que, acodada en la barra, parecía muy interesada en él. Era bonita, aunque hubiera sido más debidamente aseada. Lucía un vestido rojo, tan escotado que dejaba poco a la imaginación de los hombres, y llevaba el cabello, castaño claro, recogido cobre la coronilla. Ella le sonrió y Nick respondió con una inclinación de cabeza.
Como si el saludo hubiese significado una invitación, la muchacha abandonó su posición y caminó hacia él con un contoneo exagerado que levantó silbidos y algún que otro comentario soez entre los parroquianos. Un fulano intentó agarrarla del brazo, pero la muchacha le empujó y el pobre diablo retrocedió dando tumbos hasta chocar con la barra de la taberna. Cuando llegó hasta Nick, apoyó las palmas de las manos en la mesa y se inclinó deliberadamente, conocedora del espléndido panorama que mostraba.
-¿Estás solo?
Tenía una voz melosa e insinuante. Y de cerca era más bonita. Pero ni con esas tenía ganas Nicholas de liarse con ella. Tampoco le dio tiempo a responder porque un brazo musculoso atrapó el talle de la muchacha, haciéndola a un lado.
-No he terminado contigo, Dulce –le dijo, con los ojos clavados en Nick.
El conde de Leyssen ni se movió, solo apretó el vaso con más fuerza. ¡De nuevo aquel desgraciado de Roylan buscando camorra!
-¡Oh, vamos! Déjame en paz, Donald. Tu hora se ha terminado.
-Pues ahora vas a dedicarme todo tu tiempo, mientras estemos en tierra.
Como si le estuviera retando a oponerse, Roylan mantuvo a la joven pegada a su costado y comenzó a sobar uno de sus pechos. Ella quiso zafarse, pero le resultaba imposible batallar con la fuerza masculina.
Los ojos de Nick se convirtieron en dos trozos de hielo. La muchacha podía ser una furcia, pero su negativa era clara y él, como caballero inglés, no podía permitir un ultraje a una mujer. Roylan quería pelea y él estaba dispuesto a dársela de una vez por todas. No es que deseara enfrentarse a aquel imbécil, pero tampoco pensaba pasarse su estancia en el barco tratando de darle esquinazo.
-La señorita quiere que la deje tranquila, Roylan.
Los labios de Donald se estiraron en una sonrisa satisfecha. Había conseguido lo que quería. Desde que le subieran al barco inconsciente, le había caído mal aquel mamarracho que se movía como un jodido aristócrata. Empujó a la chica a un lado y retrocedió un paso.
-¿Quieres quedarte con ella?
Nick chascó la lengua.
-No quiero quedarme con nadie, pero si ella dice “no”, es que “no”. Me enseñaron desde pequeñito que a las mujeres se les debe respeto. ¿No te enseñaron a ti lo mismo, idiota?
El insulto levantó alguna risita divertida y a Roylan se le agrió el gesto. De una patada, quito de en medio la mesa. Nick se puso inmediatamente en pie.
En el local se hizo el silencio. Eran el centro de atención, volvía a repetirse lo que ocurriese a bordo del barco. Sin embargo, en esa ocasión las cosas no iban a terminar con un simple puñetazo: Roylan había sacado su daga e instaba a Nick a acercársele. Nadie dudó que tenía intención de matar al que vestía de negro.
El conde de Leyssen guardó las distancias sin dejar de observarlo. Roylan era peligroso. No porque fuese un brabucón, sino porque era uno de esos hombres a los que no les importaba vivir o morir. Y esos eran los peores.
-Vamos, valiente –insistió el corsario-. Ahora no puedes escudarte tras los pantalones del capitán. Vas a recibir lo que te mereces.
Los parroquianos les habían hecho espacio y esperaban el inicio de la confrontación. Olían a sangre.
Donald atacó por sorpresa, lanzándose hacia Nick antes de que él se armara con su cuchillo. En la taberna se escuchó una mezcla de júbilo y protesta a partes iguales. Todos se relamían ya ante una buena pelea.
Pero Nick no estaba dispuesto a alargar aquella locura más de lo necesario. Paró la acometida de Roylan interponiendo su antebrazo y, seguidamente, descargó un terrorífico puñetazo en el costado de su enemigo que aulló. Sin darle tiempo a recuperarse, le golpeó en la mandíbula. Para cuando Roylan quiso fijar la visión, Nick ya tenía su puñal en la mano.
-Voy a sacarte las tripas –amenazó Donald.
Nick no dudó que lo haría si le daba la menor oportunidad. Sabía que no podía arriesgarse porque, aunque su herida cicatrizaba bien, no estaba en plenas facultades. Si se enfrentaban cuerpo a cuerpo estaba perdido. Estaba en juego su vida, así que no se anduvo con contemplaciones. Con las piernas abiertas esperó el ataque de su oponente, se ladeó con agilidad dejándole pasar de largo y después su cuchillo buscó los riñones de Roylan.
Su enemigo, herido de muerte, consiguió volverse y fijar sus ojos en él. Se tambaleó en medio del círculo que formaban los concurrentes y de las comisuras de sus labios escapó un hilillo de sangre.
-Hijo de puta… -pudo decir antes de desplomarse.
Durante unos segundos, en el local no se escuchó nada. Algunos miraron con respeto a Nick. Eran muchos los que conocían cómo se las gastaba Roylan, pero el joven había conseguido salir airoso de una lucha a muerte que apenas había durado dos minutos. Luego, estalló la bulla traducida en felicitaciones y palmadas en la espalda al ganador.
Nick se abrió paso entre el personal, limpió su arma en un trapo que había sobre el mostrador, volvió a meterlo en la cinturilla del pantalón y caminó hacia la salida sin hacer caso a las invitaciones que recibía. Al llegar a la puerta se quedó parado. Potter, recostado en el marco, con los brazos cruzados sobre el pecho, le miraba fijamente.
-Se lo estaba buscando hace tiempo –le escuchó que decía.
-Yo no quería esta pelea, señor Potter.
-Yo, sí.
Maldiciendo entre dientes, le hizo a un lado y enfiló la calle en dirección a la posada donde tenía alquilada la habitación.
Capítulo 21
[image error]
Published on February 11, 2013 15:01
February 9, 2013
Be my Valentine

El almendro de las flores rosadas se me ocurrió revisando algunas fotografías tomadas cuando visité Roma.
El día de San Valentín, un colgante, San Pietro in Vincoli y una antigua leyenda, hicieron el resto.
«Coral no cree en leyendas. Sin embargo, no puede apartar los ojos de ese misterioso colgante que su madre le entregó en su décimo octavo cumpleaños, un 14 de Febrero. Un legado que ha pasado de madres a hijas durante varias generaciones y que podría cambiar su vida.
En un viaje a Roma planeado por su mejor amiga, Coral descubrirá que el tiempo no existe cuando dos corazones se aman.»
Espero que os guste.
Estos son los títulos de los relatos y las escritoras que participamos en esta antología:
'Una dosis extra de amor' de Marisa Grey
'Cuando sale el sol' de Ariadna McCallen
'Amarte duele' de Miranda Kellaway.
'El almendro de las flores rosadas' de Nieves Hidalgo
'El amor en tiempos del Facebook' de Pilar Cabero
'Los viejos ritos' de Ava Campbell
'Esperando una oportunidad' de Rowyn Oliver
'Directo al corazón' de Dana Jordan
'Eres mi destino' de Ana Iturgáiz
'Amor enmascarado' de Ruth M. Lerga
'Baila conmigo' de Anna Casanovas
'Nada más puede pasar' de Aileen Diolch
La portada es obra de Rosa Gámez, conocida para muchos como Noabel, y la creadora de muchas de las fantásticas portadas de las novelas online de El Rincón de la Novela Romántica.
Estará disponible en todas las plataformas a partir del 14 de Febrero 2013 y su precio será de 5,49€
[image error]
Published on February 09, 2013 12:47
February 8, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 19

Según le dijo Potter, permanecerían en la isla al menos una semana, así que Nick buscó una habitación en una posada cercana llamada El laberinto. Era la más cara, pero al menos podía disfrutar de sábanas limpias y cierta privacidad. Necesitaba pensar detenidamente en su siguiente paso. Lo primero era escribir una carta a Simmons, el hombre al que había dejado en Tortuga y su único contacto. Esperaba poderle hacer llegar la misiva sin contratiempos, sobornando al marinero de algún barco que partiese hacia allí.
Hacía calor.
Abajo, en la calle a la que daba su habitación, se escuchaban risas de ebrios.
Se frotó las sienes y volvió a enumerar las pocas pistas que tenía para llevar a cabo su misión, maldiciendo la poca o nula información que había podido sacar a los marineros del Melody Sea. O todos mentían como bellacos, o nunca habían abordado un barco que luciera bandera inglesa. ¿Dónde le dejaba eso? ¿Y si, en realidad, no era la bravía Jenny Cook la causante de los ataques? En ese caso, ¿quién se hacía pasar por el capitán Cook? ¿Era posible que el padre de la muchacha no hubiese muerto, como se decía? ¿Podría pensarse que seguía actuando por su cuenta?
Suspiró desalentado y, sin darse cuenta, se pasó la mano por la herida del pecho. Aún escocía, pero había cicatrizado bien gracias a haber mantenido el brazo inmóvil, evitando hacer movimientos bruscos. Recordando la batalla en la que se había jugado la vida, maldijo haberse dejado embaucar por su reina. Su labor solo podía acabar de una forma: mal. Porque si conseguía demostrar que Jenny era la que asaltaba los barcos de la Corona, tendría que arrestarla; si era inocente, debería marcharse, alejarse de ella. Y si la primera opción le causaba malestar, la segunda le hería en lo más profundo porque se había acostumbrado a buscar su rostro cada día, a disfrutar con sus sonrisas.
Se puso la chaqueta, se hizo con el sable y una pistola que se colocó en la cinturilla del pantalón, se caló un sombrero que había adquirido apenas tomar tierra y bajó al salón. Consiguió papel, pluma y tinta. Luego, en compañía de una botella de ron, comenzó a redactar su informe.
Una vez acabada la carta se la guardó en la chaqueta y salió a buscar diversión. Se dejó arrastrar por la riada de gente que iba y venía y acabó a las puertas de una taberna cuyo roñoso cartel anunciaba: El Monstruo marino.
Nada más entrar, le entraron deseos de largarse. El sitio estaba sucio, tanto o más que su dueña, una mujer de orondas formas y voz fuerte, con tanta mugre encima que le hizo pensar si los parroquianos eran ciegos o carecían del sentido del olfato. Pero sin duda era el mejor tugurio en el que poder encontrar a un sujeto al que encomendar la entrega de su misiva.
Se sentó en una mesa, pidió de beber y se fijó en la bulliciosa clientela que le rodeaba. En eso estaba cuando, una conversación, a su lado, llamó su atención.
-Ingleses, españoles, franceses o turcos –decía un sujeto entre risas-. Cualquier barco es bueno si lleva las bodegas repletas.
Nick miró con disimulo identificó de inmediato a uno de los que componían la tripulación del Melody Sea. Era uno de los habituales seguidores de Donald Roylan, un tipejo malencarado y delgado como un junco. Le vio beberse la pinta de cerveza de un solo trago, dejando resbalar el líquido por la espesa barba que le cubría el rostro.
Andar en compañía de sujetos como aquel, le fastidiaba, pero no le quedaba otro remedio si quería acabar lo que le habían encomendado. El tufillo nauseabundo de la bazofia que sirvieron en la mesa de al lado le hizo tragar saliva. ¡Cómo echaba de menos la comida de su cocinera! ¿Quién le había mandado meterse en aquel jaleo? Ahora podía encontrarse cómodamente sentado en el jardín de su mansión, Grovers Hill, a las afueras de Londres. Añoró su casa y a Justin Summers, su ayuda de cámara.
Summers había entrado a su servicio dos semanas después de heredar el título de conde de Leyssen. Le había sido impuesto por su tío, el marqués de Wellton. La herencia del condado implicaba tener a su servicio a un ayuda de cámara. En un principio no hicieron buenas migas, a Nick le gustaba moverse libremente, pero con el tiempo Justin le demostró ser imprescindible: lo mismo le preparaba la ropa adecuada, que le sacaba de un problema en el que podían romperle la crisma, como si lo uno y lo otro formara parte de sus funciones cotidianas. Si Summers pudiese verle ahora, vestido completamente de negro, con un sombrero adornado con dos plumas rojas, un fajín a la cintura, sable a la cadera y una pistola, hubiera sufrido un ataque al corazón.
Se olvidó de él y se centró en escuchar la conversación que se desarrollaba a su lado, porque los que hablaban bajaron el tono de voz.
-Los barcos de su Graciosa Majestad no están libres de un abordaje –comentaba uno de los contertulios-. A mí solo me interesa la bolsa que me corresponda y lo que pueda comprar con ella.
-Ron y mujeres. Por ese orden, compadre -dijo otro.
-Cierto, muy cierto –admitió el marinero del Melody Sea, trabándosele la lengua por el alcohol-. Estoy de acuerdo contigo. ¡A la salud de los capitanes que no respetan las banderas!
-¡A su salud! –corearon sus acompañantes.
[image error]
Published on February 08, 2013 15:01
February 7, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 18

Nick era un hombre que atraía a las mujeres. Su porte y su rostro le habían ayudado, desde muy joven, a que le resultara fácil acercarse al sexo opuesto. Y no fue distinto cuando desembarcaron, máxime cuando las mujeres que se ganaban la vida alternando con los marineros, adivinaron que los del Melody Sea llegaban con los bolsillos cargados de monedas.
Apenas entró en el local elegido para refrescar la garganta, una muchacha joven, de cabello pajizo y ojos claros, se le echó prácticamente encima colgándose de su cuello, y lo besó en la boca.
-Hola,cariño –susurró-. Me llamo Fanny.
-Pues, hola Fanny.
-Tienes una sonrisa preciosa.
-Y tú unos ojos increíbles –continuó Nick con el juego.
La chica se fijó en el pañuelo que le sujetaba el brazo herido.
-Espero que no sea impedimento para que pasemos un buen rato.
-Está casi curado –la enlazó por el talle y se dirigieron a una mesa vacía-. ¿Una copa?
-Querría otra cosa, marinero.
-Todo a su tiempo, pequeña. Necesito beber algo –ella se acomodó sobre sus rodillas en lugar de ocupar otra banqueta, haciéndole sonreír.
-¿Voy muy deprisa, cariño?
-Me gusta tomarme mi tiempo.
-Bebamos, entonces –aceptó ella con un mohín. Se levantó y fue ella misma a buscar dos vasos y una botella de ron que dejó sobre la mesa para, de nuevo, acomodarse sobre las rodillas de Russell.
La mayoría de los marineros ya se había buscado compañía femenina, que allí sobraba. Incluso Potter estaba junto a una mujer de generosas formas. En la taberna reinaba un bullicio ensordecedor que iba en aumento. A Nick nunca le habían agradado ese tipo de lugares, hubiera preferido algo más tranquilo, pero dudaba que en toda la isla existiese un lugar semejante. Además, después de días de navegación, necesitaba un buen trago y compañía femenina. Y la chiquilla que no cesaba de acariciarle el pecho, metiendo la mano bajo su camisa, era bonita y olía a limpio.
A pesar de todo, buscó a su capitán entre los parroquianos. Vio que Jenny estaba al extremo de la barra, apoyada en los codos y bebiendo con gesto distraído, como un marinero más. Movió la cabeza admirado: ella no dejaba de sorprenderlo.
Justo en ese momento, un fulano se acercó a la joven y le palmeó el trasero.
Ncik se incorporó haciendo casi que la chica que lo acompañaba cayese al suelo. Poco más pudo hacer antes de ver cómo respondía su capitana al individuo. Jenny dejó el vaso sobre el mostrador, se volvió y miró de frente al sujeto que le sonreía con aire de autosuficiencia y los puños apoyados en la cintura. Y le devolvió la sonrisa… para acto seguido lanzar el puño. El golpe le alcanzó en la nariz. El tipo dejó escapar un gruñido mientras de su apéndice nasal escapaba la sangre, retrocedió, chocó contra una mesa en la que estaban sentados tres hombres, volcándola, y acabó despatarrado en el suelo. Unas manos le pusieron de pie para recibir de inmediato otro puñetazo por parte de uno de los individuos a los que había molestado. En medio de las carcajadas generales, el pobre desgraciado fue sacado del local a base de patadas y empujones.
Cuando Nick buscó la mirada de Jenny, ella no disimulaba su regocijo por lo que acababa de pasar, pero a él se le atascó una palabrota. Estaba claro que mientras que estuviese bajo el mando de aquella mujer, debería olvidarse de su forma de actuar. Ella demostraba estar en su salsa y él parecía un pobre idiota, preocupado en todo momento. Jenny Cook estaba acostumbrada a tratar con la escoria que pululaba por los puertos, acababa de demostrárselo.
Se olvidó de su capitán y se dedicó a atender a la muchacha que tenía a su lado.
[image error]
Published on February 07, 2013 15:01
February 6, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 17

Su lugar de destino les recibió con los brazos abiertos.
Era, posiblemente, el puerto más bullicioso de todo el Caribe. En sus muelles fondeaban barcos holandeses, ingleses y franceses.
Nicholas observó el lugar acodado en la baranda de estribor mientras el Melody Sea se aprestaba a posicionarse en el muelle. Inspiró el olor a salitre y suspiró. Aún llevaba el brazo en cabestrillo, pero había recuperado las fuerzas y se encontraba con ganas de bajar a tierra. Estaba aburrido por la inactividad, aunque Potter había sido un estupendo compañero mientras se restablecía, charlando con él cuando se lo permitían sus obligaciones. También el pequeño Gregory le había ayudado procurándole un par de libros que consiguieron hacer sus días de reclusión más llevaderos.
-¿Deseando bajar?
Se volvió al reconocer la voz y se quedó mirando a Jenny. Ella iba vestida como solía hacerlo siempre: pantalones, blusa abullonada y chaleco. El sable, colgando de su cadera. Le costaba acostumbrarse a verla de aquella guisa, deambulando de un lado al otro de la nave mientras daba órdenes. La imaginó –por milésima vez desde que la conociese- con ropas de mujer. La muchacha tenía encantos más que suficientes como para atrapar la mirada de cualquier hombre. Era preciosa. Si solo se quitase aquella ropa y se arreglara un poco…
-Llevó demasiado tiempo inactivo –contestó.
A ella no se le pasó por alto la descarada inspección de la que acababa de ser objeto por parte de Nick. Le divertía ver su gesto de irritación cada vez que la miraba. Se recostó a su lado y, por un momento, sus ojos verdes vigilaron cada movimiento del muelle.
-Aún no le he dado las gracias, Russell.
-No hay que darlas. No me siento muy orgulloso de lo que hice.
-Me salvó la vida.
-En lugar de ponerme en el camino de la bala, debería haberla colocado sobre mis rodillas y darle una zurra.
Jenny se irguió, con una respuesta en la punta de la lengua, pero se relajo un segundo después. Él era terco como una mula, no se guardaba nunca lo que pensaba y no era cuestión de estar continuamente lidiando en una batalla dialéctica que a nada les conducía.
-Imaginaré que aún tiene fiebre, marinero.
-No la tengo.
-Pues lo imaginaré de todos modos.
-Como guste. No me encuentro capaz de discutir con una niña malcriada que se toma las atribuciones de un capitán.
-Oiga, Russell –se le enfrentó-. Mi padre me crió en este barco y formo parte de él. No soy una muchachita criada en una aldea y rodeada de gallinas. Me he ganado el puesto de capitán y, mal que os pese, voy a seguir siéndolo, ya es hora de que vayáis haciéndoos a la idea. No voy a consentiros que…
-De acuerdo, de acuerdo –cortó Nick la perorata-. Olvidad lo que he dicho. Es solo que no estoy acostumbrado a que una dama exponga su vida luchando como un marimacho.
-¡No soy ninguna dama!
-Eso está a la vista –les interrumpió una voz que les hizo volverse. Potter los miraba con un gesto divertido.
-Pues házselo entender a este patán, Alex –gruñó ella, haciendo un lado a su amigo y alejándose con paso decidido.
Nick recreó su mirada en el movimiento de sus caderas. Era una provocación aunque ella no se diese cuenta. Chascó la lengua, miró a Potter y dijo:
-Tiene un genio de mil diablos.
-Lo sabrás bien si continúas irritándola. Yo que tú, tendría más cuidado.
Capítulo 18
[image error]
Published on February 06, 2013 15:01
February 5, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 16

DIECISEIS
Le ardía el pecho.
Intentó abrir los ojos, pero los párpados le pesaban y era incapaz de moverse. Volvió a sumirse en la oscuridad…
Tiempo después, su mirada pudo enfocar el rostro de Potter. Se quiso incorporar, pero una manaza le regresó al catre.
-Quédate quito, muchacho. Aún no te hemos sacado la bala.
¿Bala?, se preguntó Nick en medio de la bruma que amenazaba con engullirlo de nuevo. Entonces recordó lo que había pasado. Recordó a Jenny Cook peleando como una diablesa sobre la cubierta del galeón español, el brazo armado de un enemigo y su maniobra enloquecida para salvarla. Su locura le había costado acabar donde estaba. Suspiró, soltó un quejido por la nueva punzada que lo atacó y maldijo entre dientes:
-Jodida chiquilla.
Fijó la mirada en el techo. Tuvo un escalofrío y volvió a desvanecerse.
Cuando volvió a recuperar el conocimiento, alguien aplicaba un paño mojado en su frente, procurándole alivio. Sentía la garganta seca. Como si hubieran adivinado su necesidad, un brazo fuerte le ayudó a incorporarse y le acercó un vaso de agua. Bebió con ansiedad un par de sorbos y quedó recostado de nuevo.
A Nick no le pasó desapercibido el gesto de preocupación del segundo de a bordo. Debía estar peor de lo que ya se sentía.
-Tranquilo, señor Potter, soy duro de pelar –dijo con esfuerzo.
-¿Cómo te encuentras?
-Hecho un asco.
-Da gracias al Cielo. Ahora podrías ser pasto de los peces.
Nick asintió. Estaba cansado, pero el dolor del pecho había mermado.
-¿Cuándo podré levantarme?
-Aún no, aunque lo estoy deseando. Estás ocupando mi jergón –el conde enarcó las cejas con asombro. No era normal que un simple marinero ocupase el camarote de un oficial, por muy herido que estuviese-. Es lo menos que podía hacer por ti, después de salvarle la vida a ella.
-Me alegro de haberlo hecho.
-Y yo te lo agradezco. Lo cierto es que no debí dejarla saltar a ese galeón.
-¿Ganamos la pelea?
-Puedes jurarlo. El Buena Esperanza siguió rumbo con las bodegas vacías. Conseguimos un estupendo botín, del que te corresponde un buen pellizco.
-Magnífica noticia –dijo, cerrando los ojos de nuevo.
Potter le observó con menor preocupación. Estaba pálido, pero habían extraído la bala y el peligro había pasado. Era un joven con fortaleza y no tardaría en estar de nuevo en pie. Lo cubrió con las mantas y salió del camarote.
[image error]
Published on February 05, 2013 15:01
February 4, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 15

Con el corazón en la garganta, corrió hacia ella. Se jugase acabar en el potro de tortura o no, debía impedir que ella tomara parte en la refriega. No estaba acostumbrado a ciertas cosas y una de ellas era permitir a una mujer, por muy capitana de las narices que quisiera ser, arriesgar en una contienda tan peligrosa. Su tripulación podía admitir, y hasta encontrar divertidas, ese tipo de acciones, pero no él.
Sin embargo, no pudo llegar a tiempo. Jenny surcaba ya el aire. La vio balancearse sobre la baranda de la nave rival, soltar la cuerda y aterrizar en cubierta flexionando las piernas, con una maestría que lo dejó perplejo. Apenas se irguió, Jenny elevó el brazo armado con el sable parando el ataque de un contrario. Nick no se lo pensó dos veces, buscó una cuerda y abordó el Buena Esperanza. Inmerso ya en la barahúnda de cuerpos que peleaban, buscó nerviosamente a la muchacha. Se quitó de encima sin miramientos a un par de españoles librándose por los pelos de un sablazo cuando resbaló sobre la empapada cubierta. La nave española era un revoltijo de hombres que luchaban enconadamente, los sables refulgían con la luz de los relámpagos, los gritos y ayes de dolor, unidos a los disparos, apagaban el ruido de los truenos, algunos hombres se escurrían en charcos de sangre y agua, otros caían al mar heridos de muerte o ya cadáveres…
Descuidando su propia integridad, Nick insistía en encontrar a Jenny entre aquella confusión de cuerpos chorreantes y ensangrentados. El filo de un sable le alcanzó en un muslo. Y él repelió el ataque con un golpe directo a la yugular de su enemigo, que quedó hecho un guiñapo sobre cubierta.
Por fin pudo ver a su capitán. Jenny peleaba en el castillo de popa. De no ser por el cabello, podía haber pasado por un muchacho: delgada y flexible como un junco, hábil, muy hábil. Sus golpes eran certeros, fuertes, cargados de experiencia. Aún así, a Nick se le atascó el aire en la garganta porque ella era solo una chiquilla y el enemigo al que se enfrentaba un hombre corpulento.
Repartiendo mandobles a diestro y siniestro, se abrió paso entre los combatientes como buenamente pudo hasta alcanzar la escalera que ascendía al castillo de popa. Cuando llegó hasta ella, Jenny había acabado ya con su oponente y buscaba otro.
-¡Estáis loca de atar! –le gritó
-Procurad guardar vuestro trasero, Russell, y dejad que yo me encargue del mío.
No hubo tiempo para reproches porque dos españoles se les echaron encima. Pelearon codo con codo: él determinado a sacarla de allí y regresarla al Melody Sea, ella disfrutando de la pelea, alejándose de él en pos de otro enemigo.
Un relámpago iluminó la cubierta y Nick pudo distinguir al individuo que apuntaba con una pistola a la muchacha. Sesgó la vida de su rival y se lanzó hacia ella con el tiempo justo de arrastrarla al suelo, atravesándose en la trayectoria de la bala. Sintió un ligero golpecito en el pecho, pero la rabia le dio fuerzas para lanzar su sable, alcanzando al otro. Cuando se volvió, preocupado por Jenny, ella ya la emprendía con otro español.
Dio un paso hacia ella. Solo uno. El dolor en el pecho se le hizo insoportable y sintió que las piernas le fallaban.
Mientras caía, creyó escuchar que varias gargantas gritaban “victoria”. Sin poder remediarlo, se estrelló contra el suelo. Los ruidos se fueron disipando al igual que las imágenes. Le pareció escuchar que una voz le llamaba por su nombre antes de perder la consciencia.
Capítulo 16
[image error]
Published on February 04, 2013 15:01
January 31, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 14

En ese momento, el Buena Esperanza ejecutó un viraje y enfiló directamente hacia ellos cubriendo sus costados de un posible ataque, dando a entender que preferían la lucha cuerpo a cuerpo. Sus velas cuadradas en el trinquete y el palo mayor y las latinas en el palo de mesana destacaban en la semioscuridad como faros que azuzaron a la tripulación del Melody Sea, cuyos gritos se elevaron ensordeciéndolo.
Nick vio que Jenny corría hacia el castillo de proa sin dejar de pasar órdenes a sus hombres. No le cupo dudo que estaba en su salsa. Otra mujer estaría en esos momentos rezando en su camarote por salir viva de la batalla que se acercaba, pero no Jenny Cook, ella incitaba a sus hombres, les animaba gritando que estaban a punto de conseguir un buen botín. Y no se equivocaba en absoluto, los galeones españoles solían ir repletos de mercancías valiosas: herramientas, armas, municiones, tejidos, especias… Plata y oro. Un bocado exquisito para los corsarios ingleses y para la Corona, que se llevaría un buen pellizco.
Nick se enjuagó el agua que le caía sobre rostro y cabello, pendiente de cada uno de los movimientos de la muchacha. Hacía tiempo que no entraba en combate, pero por sus venas corría ya desaforada la sangre y comenzaba a encontrarse tan eufórico como el resto de la tripulación. Por otro lado, tenía una deuda con los galeones del rey español después de que hundiesen uno de sus navíos. Una deuda con el capitán Agustín de Arévalo y el Buena Esperanza. Era el momento de resarcirse.
La nave española seguía su curso enfilando hacia ellos, con el mascarón de proa a modo de ariete infernal y el conde de Leyssen comenzó a impacientarse. El capitán no daba orden de virar y, de seguir así, el Buena Esperanza podría partirlos por la mitad. ¿A qué demonios estaba esperando?
Como si hubiese escuchado sus pensamientos, se escuchó la voz de la muchacha:
-¡Todo a babor, señor Potter!
-¡Todo a babor! –repitió el segundo de a bordo.
El Melody Sea ejecutó una maniobra rápida y Nick soltó el aire retenido, ligeramente más tranquilo. El barco enemigo, pillado por sorpresa, no fue capaz de modificar su trayectoria y se encontró con la galeaza corsaria pegada a su costado. Desde su posición, Nick casi pudo distinguir los rostros de sus rivales, sus relucientes armaduras, sus espadas desenvainadas y sus armas de fuego.
El encontronazo fue inevitable y algunos hombres fueron lanzados al suelo. Antes incluso de escucharse la orden, los que navegaban en el Melody Sea ya estaban preparados:
-¡Al abordaje!
Al bramido de las gargantas inglesas se unió el de las españolas. Se lanzaron garfios y, colgados como simios de las sogas, los corsarios saltaron a la nave española, sable en mano o cuchillo entre los dientes, mientras desde el Melody Sea regalaban una andanada de disparos.
El conde de Leyssen echó un rápido vistazo hacia el lugar que ocupaba Jenny. Se le heló la sangre viéndola sujeta a una de las cuerdas de abordaje, dispuesta a saltar junto con sus hombres hacia la nave contraria.
-¡Por Cristo!
[image error]
Published on January 31, 2013 15:01
January 30, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 13

Dos días más tarde, mientras Nick renegaba su desgracia, con el cuerpo dolorido por la ardua tarea encomendada, el vigía avistó una nave. Casi al momento, como si la presencia del otro barco presagiase un peligro inminente, descargó la tormenta que les amenazaba desde el día anterior. El cielo se cerró sobre ellos, negras nubes cubrieron todo y una lluvia torrencial arrasó la cubierta. Poco importaban los elementos a la tripulación del Melody Sea: tenían un barco a la vista.
Chorreando agua, Nick acortó la distancia que le separaba de un Potter que observaba la otra nave a través de su catalejo.
-¿Qué bandera? –le preguntó a voz en cuello para hacerse oír en medio del temporal.
-Española –contestó Alex para gritar de inmediato:- ¡Todos a sus puestos de combate! Y tú, avisa al capitán.
Como uno solo, los tripulantes de la galeaza se movieron de inmediato preparando sus armas o haciéndose cargo de los cañones. Nick echó una mirada a la otra nave.
-¿No sería mejor que ella permaneciese en su camarote?
Potter arqueó sus pobladas cejas y rió entre dientes. Así que el mozo se preocupaba por la seguridad de la joven.
-Busca al capitán –repitió-. ¡Ahora!
Sin argumentos para oponerse, Nick atravesó la cubierta, haciendo verdaderas cabriolas para mantenerse firme bajo los embites del temporal que los balanceaba como una cáscara de nuez. Agarrándose como pudo a la baranda, consiguió llegar a las escalerillas que ascendían hacia el camarote. Un bandazo lo lanzó a un lado haciendo que jurase al golpearse en el hombro. Soltó una palabra muy fea y se irguió dispuesto a llamar a la puerta. No hubo lugar. Antes de poder hacerlo ésta se abrió y asomó Jenny Cook vestida como un corsario, de oscuro, con el brillante cabello negro recogido en una cola de caballo que cubría un pañuelo amarillo anudado bajo su oreja izquierda.
-¿Qué tipo de barco? –preguntó enfundándose el sable a la cadera.
-Galeón –contestó Nick, sin poder reprimir un escalofrío viéndola lista para la pelea. ¡Por todos los santos del cielo, aquella mujer estaba loca!
Siguió los pasos acelerados de ella hasta cubierta, asombrándose del modo firme en que se movía, de su determinación, y distrayéndose cuando sus ojos quedaron prendados en un trasero que le hizo parpadear y tropezar. Jenny le echó un rápido vistazo por encima del hombro para continuar su camino saltando sobre rollos de cuerda y barriles como una gacela.
En cubierta, la actividad se volvió frenética, como si su presencia hubiese insuflado nuevos bríos a todos los hombres. Eran como una jauría de perros hambrientos, deseosos de pelea. Y Jenny Cook parecía tan ávida o más que sus seguidores.
-Debería estar abajo –le dijo, atreviéndose a tomarla del brazo.
Jenny clavó sus ojos en aquellos dedos largos y fuertes que la retenían y él la soltó.
-Me parece que va a pasarse la travesía sacando brillo a los palos –fue todo cuanto dijo, alejándose.
Nick volvió a maldecir haberse encontrado con una mujer más terca que una mula. Corrió hacia las bodegas, tomó un sable y regresó de inmediato a cubierta para situarse tan cerca de Jenny como le fue posible. Él conocía bien a los españoles. Les sabía fieros en la batalla, era un pueblo que no se amedrentaba ante el peligro y los galeones de Felipe II estaban bien armados, tenían que estarlo para defenderse de los constantes ataques de piratas ingleses, franceses y holandeses que, una y otra vez, intentaban mermar sus cargas.
Sin pedir permiso, arrebató el catalejo a Potter para observar a la nave española. Cada vez estaba más cerca, en unos minutos ambos barcos se encontrarían a tiro de abordaje y los españoles no parecían propensos a emprender la huída. Enfocó hacia la insignia y juró entre dientes un segundo antes de que Potter volviese a hacerse con el catalejo.
-Es el Buena Esperanza.
-¿Y? –quiso saber Jenny.
-Conozco ese barco, capitán.
Un trueno desgarrador ahogó el sonido de su voz.
-¿Qué dice?
-¡Que conozco ese barco! Lo capitanea Agustín de Arévalo –ella entrecerró los ojos con gesto de sospecha-. Tuve un enfrentamiento con él hará dos años, en Azores.
-Id a vuestro puesto.
-Y vos a vuestro camarote –insistió él.
-Soy el capitán, ¿recordáis?
-Aún así…
Jenny obvió sus protestas afianzando las manos en la baranda. Nick se alejó, nada podía hacer para que ella cambiara de opinión, así que ocupó su puesto sin perderla de vista. Ya sabía que la muchacha se defendía bien con un sable en la mano, pero seguía dudando de que fuera capaz de enfrentarse abiertamente a la tripulación española, por tanto estaría al quite cuando lo necesitase.
[image error]
Published on January 30, 2013 15:01
January 29, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 12

DOCE
Nick ladeó el cuerpo haciéndose a un lado con agilidad, lo dejó pasar como un animal enfurecido y aplicó la punta de su bota en las nalgas, con lo que su superior acabó estrellándose contra la barandilla propiciando una risotada general. Sin perder la sonrisa y guiñando un ojo al asustado Gregory, esperó pacientemente a que su contrincante liberase la punta de su cuchillo del mademarem en el que había quedado clavado. Cuando Roylan, de nuevo armado, se volvió para enfrentarle, elevó la voz diciendo:
-Espléndido principio, señor.
Las carcajadas cubrireron la cubierta.
-Hijo de puta… Voy a partirte en dos.
Roylan arremetió con más furia en esa ocasión, pero Nick paró el golpe interponiendo el antebrazo al suyo, empujándolo luego con fuerza. A consecuencia de eso, Donald se estrelló una vez contra la baranda para caer despatarrado. Sus ojos se convirtieron en dos pozos de fuego, la saliva se le escurrió por un lado de la boca y blasfemó a voz en grito. Se levantó, lanzándose enconadamente hacia Nick, que lo esperaba con las piernas abiertas y deseoso de acabar cuanto antes.
-¡¡Basta!!
La orden paralizó la pelea y los hombres fueron abriendo el círculo para dejar el paso franco a su capitán que se paró frente a los dos contrincantes. Cuando sus pupilas, frías como dos témpanos de hielo, se enfrentaron a Nick, éste bajó su arma. Luego, ella miró a Roylan, que mantenía aún el cuchillo alzado.
-No voy a permitir que dos de mis hombres se maten en cubierta por puro entretenimiento –dijo alto y claro-. Suelten esos cuchillos.
Russell así lo hizo. No en cambio su rival, Donald estaba demasiado enfurecido por la burla sufrida y vio la ocasión de acabar con el joven. Alzó el brazo con intenciones de asestar una puñalada fatal… y se encontró con un trallazo en la mandíbula que le hizo poner los ojos en blanco y caer como un fardo al suelo aumentando el jolgorio de la tripulación.
Jenny se volvió como una flecha hacia él.
-¡Dije basta, Russell!
-Me atacó, capitán.
-Tengo dos ojos.
-Maravillosos, por cierto.
Ella abrió la boca para reprenderlo, pero se quedó sin argumentos. La desfachatez de él la superaba. ¡Demonio de hombre! Ella no era una dama, sino el capitán de un barco corsario, estaba lejos de sentirse halagada por un requiebro. ¿O no? Dándose cuenta de que todos estaban pendientes de su reacción apretó los puños, abrió las piernas y elevó el mentón. Sus ojos verdes relampaguearon al clavarlos en Nick.
-Si os sobra energía, yo encontraré en qué emplearla.
-Sí, señora.
-¡Sí, capitán!
-Como gustéis, capitán.
-Pensé que se os había olvidado ese punto, señor Russell –se volvió hacia la tripulación-. Y vosotros ¿qué miráis? ¡Todos a vuestros puestos! –observó cómo se dispersaban, enojada por haber sido cazada con la guardia baja y no haber sabido dar una respuesta adecuada a Nick. Al volverse, se encontró con él a su lado-. ¿Qué esperáis?
-Vuestras órdenes, capitán.
Ella se quedó pensativa un momento. Luego dijo:
-Sacad brillo a los palos.
-¿Qué?
Jenny hubo de hacer un esfuerzo para permanecer seria y no echarse a reír ante su cara de asombro. Era una tarea estúpida, pero la primera que se le había ocurrido para salir del trance y alejarlo de ella.
-Los palos. Sabéis lo que son, ¿no es verdad?
-¿A… a todos? –gimió Nick.
-No deje ni uno solo, Russell –le contestó, dándole de inmediato la espalda y mordiéndose los labios para acallar la carcajada que pugnaba por escapársele.
Nick siguió su caminar totalmente aturdido ante una orden tan extravagante y disparatada. Cruzó una mirada con Potter que no disimulaba su diversión.
-¿Habla ella en serio?
-Completamente, muchacho.
-¡Mierda!
El segundo de a bordo sí que dio rienda suelta a la hilaridad. Limpiándose las lágrimas de risa ordenó a dos de los hombres que bajaran al aún desvanecido Roylan a las bodegas.
[image error]
Published on January 29, 2013 15:01
Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
https://florecilladecereza.blogspot.c...
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
- Nieves Hidalgo's profile
- 341 followers
