Nieves Hidalgo's Blog: Reseña. Rivales de día, amantes de noche, page 48
March 11, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 40

CUARENTA
En la cubierta del barco inglés, el capitán William White se desgañitaba tratando de que sus hombres fuesen más rápidos en cargar y disparar.
Gobernaba un navío recio, capaz de atravesar una tormenta en pleno océano sin incomodar demasiado al pasaje, pero no estaba suficientemente armado. Si por él hubiera sido, hacía tiempo que se habrían efectuado cambios para proveerlo de más cañones, aunque ello significase navegar más lentos y contar con menos espacio. Ahora, lamentaba no haber insistido en ello. Porque aunque él se tenía por un buen capitán, con experiencia en el tipo de problemas en el que se encontraban metidos, y confiaba ciegamente en los hombres a su cargo, leales y valientes donde los hubiese, también era cierto que defender una nave con la poca artillería de la que disponía, ante un enemigo que ya preparaba los ganchos de abordaje, iba a resultar una heroicidad.
Sin embargo, daría la última gota de su sangre, como lo haría sin duda el resto de su tripulación, para defender la vida de las mujeres que llevaban a bordo.
Volvió a observar a sus rivales y, esa vez, pudo distinguir perfectamente al sujeto que capitaneaba el barco pirata: alto y fuerte, de cabellera oscura ondeando al viento, mostraba la imagen de un individuo capaz de todo.
-¡Cargad! –gritó fuera de sí, cuando una nueva andanada casi los alcanzó-. ¡Cargad!
En la cubierta inferior, en el camarote ocupado por Isabel I, las dos jóvenes muchachas que la acompañaban, sollozaban aterradas escuchando el rugir de las gargantas de los marineros y el estruendo de los cañones. Lo que habían emprendido como un viaje de placer, se había convertido en una batalla cruenta en la que podían perder la vida.
La reina, por el contrario, simulaba mantener la calma. Nadie, viéndola tan erguida, hubiera pensado que se encontraba tan asustada o más que sus damas de compañía, a las que intentaba calmar sin éxito.
Pero es que ella no se podía permitir flaquear en un momento así. Nobleza, obliga, se dijo siempre. Y ella era ni más ni menos que la reina de Inglaterra. Ningún sucio pirata haría que perdiese los papeles.
A pesar de no ser habitual en ella las muestras de cariño, permitió que las dos muchachas se cobijaran a sus pies, les acarició mecánicamente la cabeza y fijó su mirada en la puerta del camarote. Sabía que afuera, dos hombres montaban guardia, pero era consciente también de que de poco o nada serviría su lealtad si los indeseables que atacaban terminaban por abordar la nave. Si se habían atrevido a dispararles exhibiendo la insignia real, nadie podía asegurar que no pasarían a toda la tripulación a cuchillo.
Controló a duras penas un espasmo de horror al escuchar los gritos de muerte que se iban extendiendo por cubierta.
No temía por ella. Nadie se atrevería a ponerle un dedo encima, aunque Inglaterra hubiera de pagar después un descomunal rescate por su persona. Temía por la tripulación, por el capitán White que tan bien la había servido siempre y, sobre todo, por sus dos jóvenes pupilas, lamentando ahora haberlas llevado consigo. Eran demasiado bonitas para que los degenerados que les atacaban obviaran sus encantos.
Una explosión hizo añicos el cristal del ojo de buey del camarote, obligándolas a las tres a respingar. Las muchachas gritaron, se apretaron más contra las piernas de su soberana y rezaron en voz alta.
Isabel cerró los ojos y rezó también en silencio por los que morirían en la confrontación. Y por Inglaterra, si una andanada enemiga acababa con su vida.
[image error]
Published on March 11, 2013 16:01
March 8, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 39

TREINTA Y NUEVE
Jenny estaba deseosa de algo de acción. Después de bajar a ver a Nick, había permanecido casi todo el día en su camarote, sin ánimo para ver a nadie. Pero ya estaba bien de lamerse las heridas, no podía permanecer ociosa más tiempo. Tenía un barco que gobernar y no podía comportarse como una damisela inconsolable.
El destino iba a proporcionarle más acción de la que deseaba. Apenas pisar la cubierta escuchó la voz de uno de sus hombres:
-¡Barco a babor!
Jenny se volcó sobre la baranda tratando de distinguir la nave. Solo se veía un puntito en el horizonte. Hizo bocina con las manos para ordenar:
-¡Cuando distingas la bandera, informa, Suker! ¡Señor Potter! –Alex ya se dirigía hacia ella a buen paso-. Prepara todo. No nos vendría mal volver a llenar las arcas antes de pisar tierras americanas.
-Ya creí que no volveríamos a verte en cubierta. Me alegra tenerte de nuevo en plena forma.
-¡Dos barcos! –gritó el otro desde la cofa.
-Sin la ayuda de El Gazzelle, es una locura enfrentarse a dos navíos –dijo Potter.
A Jenny se le escapó una palabrota. Su segundo de a bordo estaba en lo cierto. Si se trataban de barcos enemigos, se encontrarían en inferioridad de condiciones. El día anterior, les habían hecho señas desde El Gazzelle: habían sufrido una vía de agua. Los desperfectos no revestían peligro, pero quedaron rezagados. Se encontrarían en Las Azores.
-Si son naves contrarias, es posible que no vayan muy armados.
-Y puede que sí.
-¡¡Bandera inglesa!! –volvió a gritar Sucker.
Potter no disimuló su tranquilidad.
-Está todo dicho, capitán. Son de los nuestros.
-Lástima. Necesitaba un poco de ejercicio.
-Te propongo una partida de naipes a cambio –se rio él.
-Preferiría que entrenásemos con el sable. Deja la partida para cuando lleguemos a las islas.
-Aquí te espero, entonces.
Pero antes de que Jenny pudiera dar siquiera un paso hacia su camarote, volvieron a escuchar la voz del vigía:
-¡Capitán, debería echar un vistazo!
-¿Qué diablos…?
-El catalejo –pidió ella. Enfocó hacia la distancia, se mantuvo durante un largo minuto vigilando y después se irguió. Uno de los barcos lucía la enseña real inglesa y estaba siendo atacado por otro en cuyo palo mayor, en ese instante, se arriaban los colores de la Corona para izar la bandera de la calavera-. Zafarrancho de combate, señor Potter. Todos a sus puestos.
Desde su prisión, Nick no fue ajeno a lo que sucedía. Había escuchado el vozarrón del vigía advirtiendo de la presencia de un barco. También que la nave llevaba bandera inglesa. Las órdenes de Potter le llegaron amortiguadas por el trajín que se organizó en cubierta, pero lo suficientemente claras como para saber que iban a entrar en combate, y se le heló la sangre en las venas. Así que estaba equivocado y el Melody Sea se preparaba para atacar a un barco inglés. Tiró con rabia de las cadenas, aunque su intento de soltarse resultó, una vez más, vano.
Segundos después Potter se personaba en su encierro y, sin darle tiempo al asombró, maniobró con una llave en los grilletes para dejarlo libre.
-Si el barco se va a pique, no me gustaría tener en mi conciencia haberte dejado sin posibilidad de escape, pero te quedas encerrado aquí –le dijo Alex por toda explicación.
-¿Qué se proponen hacer? –preguntó masajeándose las muñecas y dispuesto a pasar por encima del otro con tal de impedir el ataque, aunque le costase la vida-. He oído que son ingleses.
-Uno sí. El segundo barco acaba de izar bandera pirata. Y el que está siendo atacado lleva el estandarte real.
Nick se quedó de una pieza. ¿El barco de la reina Isabel? ¿Significaba que la soberana había decidido aceptar, por fin, reunirse con el rey de España en Las Azores? La petición del embajador español había llegado a Londres hacía meses, pero Isabel parecía remisa a someterse a un cara a cara para limar asperezas entre los dos países. Pidió al cielo que aquel barco fuese un enviado y no la propia reina. Reaccionó antes de que Potter volviera a dejarlo a solas.
-¡Déjeme ayudar!
-Sigues siendo un prisionero. Agradece que no te deje morir como una rata si las cosas salen mal.
-¡Por todos los santos, hombre! –se enfureció, llegando hasta él-. Acaba de decirme que uno de nuestros navíos está siendo atacado. ¿Preferiría usted morir aquí, o en cubierta, defendiendo a nuestros compatriotas?
Potter se lo pensó un momento. En la cubierta, los hombres tomaban posiciones y la voz de Jenny, dando órdenes, exhortaba a todos a estar preparados. No dijo nada, pero subió al exterior dejando la escotilla abierta y Nick se apresuró a ir tras él.
Hubo de cubrirse los ojos por unos instantes cuando la luz del sol lo cegó. Y casi al segundo, escuchó a Jenny que preguntaba:
-¿Qué significa esto, señor Potter?
-Necesitamos un sable como el suyo –repuso a la vez que le lanzaba a Russell uno.
Ella soltó una imprecación, pero se desentendió de ellos para seguir dando instrucciones mientras Alex impulsaba a algunos hombres para acelerar la preparación de la munición de los cañones. El Melody Sea bullía de actividad.
Nick se hizo con un catalejo y estudió las naves a las que se acercaban a toda vela, orientando el instrumento hacia el más cercano. El nombre del barco le confirmó lo que tanto temía: era el que utilizaba Isabel.
-¡Condenación! –barbotó. Fue en pos de Jenny y tomándola por un brazo la hizo prestarle atención – Capitán, la reina Isabel va en ese barco.
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé. Pido permiso para ocupar mi antiguo puesto.
[image error]
Published on March 08, 2013 15:01
March 7, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 38

TREINTA Y OCHO
Nick pensó que se volvería loco.
Potter bajaba un par de veces al día a la bodega, siempre en compañía de otro hombre. Le quitaban los grilletes, le acompañaban a cubierta para que pudiese llevar a cabo sus funciones vitales y regresaban a la panza del barco. Sin quitarle ojo de encima, esperaban a que comiese su ración y luego volvían a encadenarlo.
Cada vez que la puerta de la escotilla se cerraba, dejándole sumido en la penumbra, Nick volvía a sentir una opresión que le impedía respirar con normalidad. Pero se sobreponía. Controlaba sus emociones pensando en otras cosas o durmiendo.
Había algo, sin embargo, que le era imposible dominar: el recuerdo de Jenny. Una y otra vez, sus pensamientos iban hacia ella. Rememoraba sus ojos, su risa, su largo cabello… La veía sonriendo sobre la cubierta del Melody Sea. ¿Cómo era posible que ella le odiase ahora, después de todo lo que había pasado entre ambos?
La luz que entró al abrirse la trampilla le obligó a parpadear. Descubrió las botas negras que enfundaban unas piernas largas. Habían cambiado de carcelero, pensó. Pero no. No era otro carcelero, sino su némesis en persona. Trabajosamente, se puso en pie.
La vio más hermosa que nunca. Hambriento de ella, se deleitó observando su magnífica cabellera, suelta ahora a la espalda, y su rostro de ángel. La necesitaba más que al agua que Potter le proporcionaba dos veces al día, pero cuando ella se acercó, estiró su mano y la pasó por su pecho, hizo un brusco movimiento para quitársela de encima. Desearla aún no mermaba la furia que lo invadía por encontrarse encerrado y con su cabeza a un paso de la picota.
-¿Qué buscas aquí abajo, Jenny? ¿Ver tu obra? –le preguntó con desdén.
Ella se echó a reír, pero no volvió a tocarlo.
-Tienes buen aspecto. Parece que Alex te trata demasiado bien para ser un prisionero.
-¿A qué has venido?
-Bueno… he estado pensando.
-¡Alabado sea Dios! –se echó a reír él, pero sin pizca de humor- Y dime, ¿has cambiado de opinión y vas a liberarme?
Jenny se paseó por el lugar, como si estuviera muy interesada en los barriles de agua potable o los sacos de harina y galletas. Sin volverse a mirarlo, inquirió:
-¿Debería hacerlo?
-No tengo nada que reprocharme. ¡Y no has podido demostrar que te haya traicionado! –se desesperó Nick.
-Tampoco tú, que seas inocente de la acusación.
-Jenny… Si estás enojada por lo de lady Miriam…
Ella se volvió con la furia reflejada en sus pupilas verdes. Acortó la distancia que les separaba y se quedo tan pegada a él que Nick pudo aspirar el suave olor a jabón que la envolvía.
-Ni me la nombres, Russell. No me creo que esa mujer sea una simple conocida. Pero sí que te has burlado de mí todo este tiempo. ¿Te divertía seducir a tu capitán?
-Te juro que…
-No me fio de ti –le cortó-. Y sin embargo –alzó la mano para pasarla por el mentón-, maldito seas, no puedo olvidar.
Alzándose de puntillas, rodeó con su brazo el cuello de Nick y lo besó. Él, reaccionó apoderándose de su boca como un sediento, intentó retenerla, pero las cadenas no se lo permitieron y sus brazos quedaron dolorosamente apartados de ella. Con un gemido de desesperación, permitió que Jenny abandonara sus labios para ir besándolo en la barbilla y en el cuello. Retuvo el aire en sus pulmones cuando las manos de la muchacha acariciaron temblorosas su pecho, bajaron a la cintura y allí se quedaron, trazando círculos enloquecedores sobre la camisa pero quemándole la piel.
Jenny se separó de él con la respiración agitada, renegando mentalmente por no ser capaz de mantenerse distante. Deseaba creerle, liberarle de los grilletes y volver a sentirse mujer a su lado, pero no se lo podía permitir. Si se dejaba arrastrar por la pasión, podría poner en peligro a todos. Mordiéndose los labios para acallar el sollozo que le subía a la garganta, retrocedió. Luego, corrió hacia la escalerilla.
-¡¡Jenny!!
La trampilla se cerró con estruendo y Nick maldijo a voz en cuello, golpeó su cabeza repetidamente contra el mamparo en un arrebato de cólera y acabó por dejarse resbalar hasta el suelo.
[image error]
Published on March 07, 2013 15:01
March 6, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 37

TREINTA Y SIETE
-¿Quién era el sujeto con el que te entrevistaste en esa taberna? –preguntó Alex.
Nick se quedó helado. No solo le habían visto en Grovers Hill sino que lo habían seguido hasta la taberna.
-Se llama Peter.
-Perfecto. Y ahora, explícanos sobre esa… misión secreta.
-En cuanto sepa a qué se refiere -Potter mostró una sonrisa helada, sacó la daga y la puso sobre la mesa. Al conde de Leyssen no le hizo falta más para comprender-. Está bien. Pero no es nada que les afecte. Se trata de un asunto particular.
-¿Qué asunto?
-Fui a Tortuga siguiendo la pista de un hombre llamado Gen Malcom. Hay una dama que está dispuesta a casarse con él, pero su padre cree que es un indeseable que solo busca su fortuna. Quiere probar a la muchacha que ese sujeto es un embaucador, pendenciero, mujeriego y…
-¿A qué me suena eso? –ironizó Jenny.
-No conseguí mi objetivo –continuó él sin hacer caso a la puya-. No estaba en Tortuga.
-Y decidiste enrolarte en el MelodY Sea.
-Si no me falla la memoria, capitán, no embarqué voluntariamente.
-No sé si creerlo.
-Puede creer lo que se le antoje, pero es la verdad.
-¿Por qué salió el nombre de Cook en la conversación?
-Salió el tema del capitán y le dije que eras una mujer. Es todo.
-También le dijiste que estabas harto de hacer de espía.
-No mentía. Cuando acepté esta misión no esperaba la larga lista de acontecimientos en los que me he visto involucrado. Y lo único que pude sacar en claro espiando los pasos de ese tal Malcom fue que ha negociado con esclavos. Aunque para mí, esa mala práctica es deleznable, sigue siendo admitida en algunos círculos. Incluso el padre de esa muchacha, para el que hacía el trabajo, tiene algún dinero invertido en barcos negreros.
Potter asintió. La versión que les estaba contando Nick coincidía con la conversación escuchada por su marinero, y con lo que él le dijese a Jenny sobre necesitar dos días libres. El condenado Pitman había abandonado la taberna sin quedarse a saber más. Tal vez se habían confundido. Tal vez unas simples palabras, mal entendidas, les habían llevado a desconfiar de Russell. No pondría la mano en el fuego por él, pero no era tan necio como para condenar a un excelente marinero. Se levantó, llegó hasta la puerta y gritó:
-¡Jenkins! -casi al momento se personó un individuo alto y delgado, que tapaba la cuenca vacía de su ojo derecho con un parche oscuro-. El señor Russell regresa a la bodega.
-Potter, esto es una locura.
-Y Jenkins… -intervino Jenny en un tono que produjo una contracción en el estómago de él- Lo quiero encadenado.
Nick apretó los dientes para evitar soltar la maldición que le subía a la boca. Volver a las bodegas no le hacía la menor gracia; soportar de nuevo los grilletes, mucho menos. No estaba seguro de haber convencido a aquellos dos con su relato, pero al menos no habían mandado que lo colgasen.
[image error]
Published on March 06, 2013 15:01
March 5, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 36

TREINTA Y SEIS
Le habían proporcionado un par de cubos de agua para adecentarse y ropa limpia. Ya era algo. Se aseó lo mejor que pudo, se afeitó y se cambió de ropa, aunque cada movimiento resultó un suplicio. Al acabar, se sentía un poco más animado. Nick no se engañaba respecto a su suerte, las cosas se habían puesto muy feas. Y que le hubiesen dicho que Jenny había ordenado que lo llevaran a su camarote, no le tranquilizaba el absoluto.
Potter bajó a buscarlo, le echó un vistazo y dijo:
-Las manos a la espalda, Russell.
-¿Me cree tan loco como para saltar por la borda?
-Las manos a la espalda –repitió el otro.
Potter ató sus muñecas con fuerza, como si realmente temiese cualquier artimaña por su parte. Luego, lo empujó hacia la escalerilla.
Era de noche. La brisa azotó el rostro de Nick que inhaló con ansia después de haber estado confinado en las tripas de la nave durante horas. Caminó despacio porque aún le flaqueaban las piernas por la debilidad, obviando las miradas de los hombres de guardia y un salivazo que le alcanzó en una bota. No podía culparlos por mostrarse ariscos con él, y tampoco le preocupaba lo más mínimo. Lo que de verdad le tenía en ascuas era tener que enfrentarse a Jenny.
Cuando traspasó la puerta del camarote, sus ojos se quedaron clavados en la figura de ella. Calzones ajustados y un chaleco oscuro, como siempre. De espaldas, como estaba, parecía un muchacho. Pero delataba su condición femenina unas curvas que le hicieron evocar otros momentos y una brillante cabellera atada en una cola de caballo. No pudo reprimir el deseo de volver a tenerla entre sus brazos. Volver a sentir su boca y…
La voz de Jenny le devolvió a la cruda realidad:
-Potter se ha empeñado en que escuche tu versión -Alex se había acomodado en una esquina de la mesa y le miraba fijamente. Ante su silencio, le hizo un gesto con la cabeza, pero Nick era incapaz de hablar-. Te vieron con una mujer.
La acusación le pilló desprevenido. Porque no había nada más peligroso que una mujer despechada. Cuando ella se volvió y fijó en él sus ojos verdes, a Nick le dio un vuelco el corazón. En ese instante supo que si trataba de engañarla, todo estaría perdido.
-Lady Miriam –asintió.
-De modo que tu amante se llama lady Miriam.
-No es mi amante.
-¿Tu puta?
-Tampoco –repuso, irguiéndose.
-Dejémoslo en entretenida. Bien. De momento, hemos sacado en claro que un vulgar aprendiz de corsario se codea con mujeres de clase alta. ¿Qué más?
-Tampoco es mi entretenida, capitán.
-Entonces ¿qué carajo es, Russell?
-Una conocida.
-¡Bah!
Le dio de nuevo la espalda, tiesa como un palo, con los puños apretados. En cualquier momento podía mandar que lo ahorcasen, pero a Nick se le encendió una lucecita de esperanza. Y se arriesgó a jugar la única baza que le quedaba:
-Estás celosa, Jenny.
Ella se giró como un rayo, se le acercó y le cruzó la cara. El golpe, aunque dado con saña, le resultó a Nick casi una caricia comparado con los de Potter.
-No eres más que un sucio bastardo –le insultó.
Alex, que había estado atento a las reacciones de ambos, decidió intervenir antes de que la muchacha se encolerizase más:
-Explícanos eso, Russell.
-¿Qué cosa?
-¿Qué hacías en esa mansión? ¿Qué fuiste a hacer allí? ¿Qué relación te une, realmente, con esa dama?
-¿También quiere saber si visité el escusado, Potter?
Respingó cuando el otro se incorporó con celeridad y en su mano derecha apareció una daga que alojó bajo su mentón.
-Procura no encenderme, Russell –le advirtió.
-Lo siento. Pero es que nunca me he encontrado en una situación tan ridícula -se tranquilizó viendo que Alex regresaba a su sitio y guardaba el arma-. Conozco Grovers Hill desde que era pequeño y fui allí a visitar a un amigo que me debía dinero. La dama en cuestión es la hija del lord a quien le gustan los hombres de vida licenciosa.
-Ya veo.
-Si alguien me descubrió con ella debió ser en el momento en que me estaba proponiendo irme con ella a la cama –miró a Jenny al confesarse para ver cómo reaccionaba y cuando dio un paso hacia él, con los ojos encendidos de furia, apostilló:- Decliné la oferta, por descontado, porque en el Melody Sea me esperaba otra persona. Una suspicaz y recelosa capitana.
-Una insinuación más, Russell –dijo ella entre dientes-, y acabará el interrogatorio.
Oído, pensó Nick. Trataría de no abusar de su momentánea buena suerte.
[image error]
Published on March 05, 2013 15:01
March 4, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 35

TREINTA Y CINCO
Pitman se retorció las manos a la espalda bajo la atenta mirada de Potter y de su capitana. No comprendía el motivo por el que volvían a interrogarlo, cuando había contado todo lo que sabía.
-Les dije todo lo que sé.
-Vuelve a explicarlo, Pit –pidió Potter.
Carraspeó el aludido y cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro. Empezaba a sentirse nervioso, pero no tenía nada que ocultar, así que dijo:
-Vi a Russel con una mujer. Una dama –aclaró-. En los jardines de la mansión donde trabaja mi tío. Y la estaba besando. Sabiendo que él y… usted, capitán, eran…
-Continúa –exigió ella.
-Bueno, no me pareció normal. Por eso seguí sus pasos hasta esa taberna. Allí se entrevistó con otro sujeto de mala catadura y les escuché hablar. Dijeron algo sobre una misión secreta, sobre que no podía desenmascararse. Russell le confesó al otro tipo que el capitán Cook era una mujer.
-¿Quieres decirme, Alex –interrumpió Jenny-, para qué sirve todo esto?
-Estoy contrastando los hechos.
-¡Estás…! –se atragantó ella, levantándose y palmeando la mesa con fuerza- ¡Condenado seas! ¿Desde cuándo te has convertido en abogado?
Potter la miró con dureza. Desde que era una mocosa, la había cuidado, había hecho de padre tras la muerte de Adrian Cook, la había enseñado casi todo lo que sabía y hasta, en ocasiones, le había propinado algún cachete. También fue el primero en aceptarla como capitán. Iría de cabeza al infierno por ella, pero no la dejaría cometer un error si Russell tenía razón y no era un traidor.
-Siéntese, capitán –dijo con voz dura.
A Jenny se le abrieron los ojos como platos. ¿Le estaba dando una orden? Echó un vistazo al marinero que, incómodo, no se atrevía a levantar la vista del suelo. Se sentó de golpe y ladró:
-¡Sigue de una maldita vez, Pitman, y acabemos!
El aludido dio un bote y la miró. Cuando la capitana se irritaba nunca acarreaba buenas consecuencias. Tragó saliva y consiguió decir:
-Les he contado todo lo que sé.
-¡Lárgate!
A Pit no le hizo falta que se lo repitieran y salió a escape del camarote dejando la puerta abierta. Jenny se levantó, llegó hasta ella y la cerró de una rabiosa patada para volverse hacia Potter hecha un basilisco.
-¡Que sea la última vez que…!
-Calla y siéntate, Jenny.
Ella se tragó las ganas de lanzar una sarta de improperios. Cuando Alex se ponía en plan intransigente, siempre llevaba las de perder, por mucho que ella ostentase el grado de capitán. Retiró una silla de otra patada y tomó asiento.
-Habla.
-Creo que al que deberías dejar hablar es a Russell.
Lo miró con el pasmo reflejado en el rostro.
-¿Has perdido el juicio?
-Puede que le hayamos juzgado precipitadamente.
-¡Por la memoria de mi padre, Alex! –se enfureció de veras la muchacha-. Ya has oído a Pitman. ¡Estaba besando a esa mujer! Tenemos a una repugnante rata en nuestro barco y abogas por ella.
-Estaba besando a esa mujer, sí –remachó Potter, viendo que ella se ponía verde de rabia-. Y es por eso por lo que no quieres ver más allá de tus narices. Recuerda que a Russell lo metimos a la fuerza en este barco.
-Con seguridad él fraguó todo –le rebatió-. Buscar un enfrentamiento contigo, cuando había desaparecido uno de nuestros hombres, era un buen método. ¿Te has preguntado qué le pasó a nuestro marinero? ¿Por qué desapareció tan oportunamente?
-Admito que pudo tratarse de una jugada. Sin duda buscaba formar parte de la tripulación.
-¡Lo que yo digo!
-Pero si realmente buscaba tu caída, fuera por la causa que fuese, ¿por qué arriesgó su vida, salvándote? ¿Puedes contestar a eso?
Jenny bufó como un gato escaldado. No, claro que no podía contestar a Alex. Le carcomía haber mandado que le sacaran una confesión a golpes cuando le debía su vida. Pero es que le resultaba inconcebible la versión que Alex le había contado acerca de que estaba investigando las andanzas de ese otro capitán Cook. No podía tragarse una patraña de tal tamaño y Alex debía estar senil para haberlo hecho.
-Todo formó parte de su juego –acabó por decir, sin otro argumento con el que defender su teoría.
-Demasiado peligroso, ¿no te parece? Mira, Jenny, Russell me pareció, desde el primer momento, un hombre que sabe lo que se hace. Lucha como un demonio, tienes dotes de mando y se arriesgó como el primero. Hube de detenerlo para que no se enfrentase a Lampierre cuando te vio decidida a batirse con ese miserable. Lo menos que puedo hacer es darle el beneplácito de la duda. Y tú deberías hacer otro tanto.
-¡Es un espía! –le gritó.
-¡Pruébalo entonces! –le contestó Potter con el mismo tono irascible.
Jenny suspiró y se masajeó el entrecejo. Luchar contra Alex cuando se empecinaba en algo, era como darse cabezazos contra un muro de ladrillos. Así no llegarían a nada.
-Está bien. Sácalo de la bodega y tráelo aquí. Pero te lo advierto, Alex: si no tiene una explicación convincente, yo misma le arrancaré la piel de la espalda –dijo antes de salir dando un portazo.
[image error]
Published on March 04, 2013 15:01
March 1, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 34

TREINTA Y CUATRO
-Confiaba en ti, muchacho.
Las palabras de Potter rezumaban violencia.
-Siga haciéndolo entonces y suélteme.
Alex movió la cabeza, asombrado ante su terquedad. Le sabía mal lo que iba a hacer, había llegado a tomar aprecio al sujeto al que ahora debía sacar la verdad a golpes. Podía machacar a un hombre sin llegar a matarlo, acabando con su resistencia. Y lo haría, por mucho que le desagradase.
Nick comprobó en propia carne la habilidad del segundo de a bordo para triturar un cuerpo. Diez minutos después, tras una sesión de golpes agotadora, se desmayó, pero sin haber soltado palabra.
Seguía vivo, se dijo al recobrar la conciencia.
Potter lo había soltado después de aquella primera sesión, pero igual le hubiese dado continuar encadenado porque se sentía incapaz de moverse. El simple hecho de respirar era ya una agonía.
Pero seguía vivo, se repitió. Y eso, ya era mucho.
A solas en las bodegas, buscó una salida a su penosa situación, pero era una falacia pensar en poder escapar. Aunque hubiese tenido fuerzas para salir de las bodegas y burlar la vigilancia que, sin duda, habrían puesto en el exterior, no tenía lugar al que ir. Estaban en alta mar.
No supo si volvió a perder la consciencia o se durmió, pero poco después se abría la escotilla y regresó Potter.
-¿Lo has pensado mejor, muchacho?
Hecho un ovillo en el suelo, Nick hizo un esfuerzo para levantar la mirada hacia él, pero de inmediato volvió a cerrar los ojos.
-Puede matarme si quiere –susurró-, pero no puedo decirle nada.
Alex se agachó junto a él.
-Vamos, Russell. Hacerte el valiente en estas circunstancias es de locos. Te han delatado.
-¿Quién?
-¿Para qué quieres saberlo. Lo han hecho y basta. Cuanto antes confieses, antes acabará todo.
Arrastrándose, el conde de Leyssen consiguió llegar hasta la pared y apoyar la espalda en ella. Ahogó un gemido de dolor, pero no reprimió un taco feísimo.
-Potter, le juro que no he traicionado a Jenny.
No mentía. ¿Acaso no le había dicho a Peter que no tenía nada contra la muchacha? ¿No era cierto que creía a pies juntillas en su inocencia? Además, ella había dicho que le habían llegado noticias de que otro barco se hacía llamar Melody Sea, y eso confirmaba que nada tenía que ver con los ataques. Claro que, también podía ser un truco para hacerle hablar.
Potter farfulló algo entre dientes y se incorporó. Lo miró desde la altura, como si dudase.
-Te había tomado aprecio –dijo al cabo de un momento.
-Y yo a usted –confesó Nick.
-No me gusta lo que está pasando. No me gusta nada ¡maldito seas, Russell!
-Comprenderá… que… a mí, menos –intentó mostrarse irónico Nick.
-¡Por todos los delfines de los mares! Dame una buena excusa para lo que has hecho.
-Le juro por lo más sagrado, Potter, que nunca he querido hacer daño a Jenny.
-¡Y un cuerno!
-¿Cree que, de haber sido así, me hubiese jugado la vida por salvar la de ella? ¿Que lo hubiese hecho si fuera espía de ese otro barco al que ella se refirió?
-¿Qué sabes de eso?
A pesar de haber sido el encargado de atormentarlo, Nick veía en Potter a la única persona capaz de sacarlo del atolladero en el que se encontraba. Pensó con celeridad. No le quedaba más remedio que contarle algo que sonase fiable si quería evitar otra tanda de golpes que, estaba seguro, sería incapaz de resistir.
-Nada. Pero me gustaría, si es verdad que existe ese otro barco y no es éste.
-No somos nosotros, ya oíste a la capitana.
-Es cierto.
-Lampierre murió por insinuar lo mismo que tú.
-También me gustaría estar seguro de que no existe otro capitán Cook.
-Adrián Cook murió.
-¿De verdad?
Los ojos de Potter se achicaron al mirarle.
-¿Qué estás insinuando, Russell?
-¿De verdad el padre de Jenny está muerto, Potter? –insistió Nick.
-¿Te sirve la palabra de un corsario?
-Me sirve.
-Entonces te juro por mis antepasados ¡que maldito si sé quiénes eran! que Adrian Cook yace ahora en el fondo del mar. Murió en mis brazos.
Nick asintió. Estaba a punto de volver a perder el conocimiento, pero hizo un esfuerzo por mantenerse lúcido. Respiró despacio antes de decir:
-Piense, Potter. ¿Quién capitanea entonces ese otro barco que se hace llamar Melody Sea? ¿Quién se está haciendo pasar por el capitán Cook?
-¡Si averiguo quién es, yo mismo iré a buscarlo y le partiré el alma!
-Justo lo que yo pienso.
Potter parpadeó repetidas veces. Era un hombre de mar, rudo, acostumbrado a jugarse la vida. Pero no era idiota. Y Russell acababa de poner ante él un galimatías que le hacía dudar.
-No sé si te entiendo –dijo.
-Como usted, creo que, si ese barco y ese hombre existen, deberíamos desenmascararlo.
Nick intentó buscar una mejor posición, pero se le escapó un grito de dolor.
-Procura no moverte demasiado –le aconsejó Potter.
A él, aquel gesto de repentina preocupación, después de haberlo molido a golpes, casi le resultó cómico.
-Váyase… al… carajo –consiguió decir antes de volver a caer en el pozo negro de la inconsciencia.
Alex suspiró con desaliento. Abandonó la bodega tras echarle un vistazo. Le había dado con ganas, rabioso por su traición, pero sanaría si Jenny atendía a razones. Tenía que hablar con ella. Si no la convencía de que existía una duda razonable respecto a las andanzas de Nick, no le quedaría más asunto que colgarlo de una soga. Y antes de eso, lamentaría haber nacido.
[image error]
Published on March 01, 2013 15:01
February 28, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 33

TREINTA Y TRES
Los ojos verdes de Jenny estaban clavados en él. Su mirada acabó por confirmar a Nick que todo se había vuelto en su contra. La dulzura de otros momentos había desaparecido, ocupando su lugar un brillo casi demoníaco que hablaban de muerte.
Tragó saliva, obvió el dolor de los golpes, la piel lacerada de sus muñecas e intentó mantenerse erguido.
-En deferencia a lo bien que ha servido en mi barco, señor Russell –dijo ella-, voy a darle una oportunidad antes de colgarlo del palo mayor.
-Primero, si no es mucho pedir –repuso él-, me gustaría saber por qué he sido recibido con un trallazo, por qué estoy encadenado, y de qué se me acusa, capitán.
Muy a su pesar, Jenny sintió un escalofrío al escucharle. Su voz templada, como si realmente no supiera qué sucedía, era una bofetada a su inteligencia. Se acomodó el sable a la cadera, metió los pulgares en el cinturón y se acercó a él.
-De modo que nuestro espía particular quiere explicaciones. ¿Has escuchado, Alex?
-Déjame que le arregle un poco la cara –pidió Potter.
-Espera. Un condenado tiene derecho a conocer las causas por las que va a ser ejecutado.
-¡Por todos los demonios, Jenny! –barruntó Nick, insistiendo en tirar de las cadenas e hiriéndose más las muñecas.
-Se le acusa de espionaje, señor Russell.
-Eso ya lo has dicho. Pero instrúyeme, por favor. ¿A quién se supone que he espiado, señora mía?
Sabía que era absurdo tratar de disimular, pero no podía admitir ante ellos la verdad. De hacerlo a la primera de cambio, Jenny mandaría que lo ahorcasen sin contemplaciones.
-Al capitán Cook, por supuesto –le respondió ella.
-Estás loca.
-Y ahora, instrúyeme tú a mí. Quiero saber qué buscabas y para quién trabajas.
-Completamente loca.
-Podemos sacarte la información y lo sabes. Sería doloroso, pero si no me dejas otra opción… No olvido que me salvaste la vida y pago siempre mis deudas. Habla, y todo será más fácil.
-Si lo hago, simplemente me colgarás. ¿Es así?
-Claro como el agua.
Nick, empecinadamente, tiró con rabia de las cadenas, aunque solo consiguió que la sangre de las heridas le corriese por los brazos.
-El sol del Caribe te ha calentado la sesera, Jenny.
Potter no se lo pensó dos veces: el golpe le estrelló contra el mamparo. Nick se pasó la lengua por el labio partido y dijo:
-Estáis en un error.
-Negarlo es del todo inútil. Quiero saber quién te mandó espiarme, quién busca mi perdición y la causa. A mis oídos ha llegado una noticia sorprendente: hay un barco que luce también el nombre de Melody Sea y que está atacando barcos ingleses. ¿Trabajas para el que lo capitanea?
-No.
-¿Para quién, entonces?
Para Isabel I Tudor, jovencita, pensó Nick. Pero no podía decirlo cuando había jurado a la soberana guardar silencio.
-No trabajo para nadie.
Jenny entrecerró los ojos. Le dolía mirarlo. Le dolía haber ordenado a Potter que lo encadenase en la bodega, pero no podía hacer otra cosa. Su modo de vida y sus hombres estaban en peligro y su prioridad era defenderlos. Pero se le partía el alma viendo cómo sus sueños se habían ido al garete por una asquerosa traición. Le dio la espalda y se encaminó hacia la escalerilla.
-Ven a verme luego, Alex… si consigues que hable.
[image error]
Published on February 28, 2013 15:01
February 27, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 32

TREINTA Y DOS
El conde de Leyssen no imaginaba lo que se estaba fraguando sin su conocimiento. Se despidió de su madre y de Summers y partió hacia la posada con la idea de pasar la última noche junto a Jenny, antes de embarcar.
Sin embargo, cuando llegó al establecimiento, Jenny no estaba. Y tampoco Potter. Preguntó al posadero pero éste solo pudo decirle que ambos habían pagado sus cuentas y se habían marchado. Extrañado, suponiendo que algo había sucedido para no aprovechar su última noche en Londres, se apresuró a recoger sus cosas y acercarse hasta el puerto.
Ascendiendo ya la pasarela del barco, Nick sintió que había una calma inusual en la nave, pero le restó importancia, deseoso como estaba de volver a ver a la muchacha. Tampoco le dio importancia a las miradas turbias que le lanzaron un par de hombres, a los que él saludó mecánicamente. Preguntó a otro por su capitana y el sujeto, sin soltar palabra, le indicó con la cabeza hacia el camarote principal. Hacía él se dirigió. Pero el corpachón del segundo de la bordo le cerró el paso, antes incluso de que pudiese llegar a las escaleras.
-¿Cómo es que dejaron la posada, señor Potter? -le preguntó amistosamente.
Alex dio un paso hacia él. Y luego, sin previo aviso, su puño alcanzó el mentón de Nick, tumbándolo cuan largo era.
-¡Nos vamos, muchachos! –gritó Potter.
De inmediato, los hombres se pusieron en movimiento. Russell, inconsciente en cubierta, ni se enteró de que el Melody Sea levaba ancla y enfilaba la desembocadura del Támesis, hacia mar abierto, aprovechando los vientos del este.
Cuando despertó, lo primero que notó fue un horrible dolor de cabeza. ¿Qué demonios había ocurrido? Atontado aún, recordó el puño de Potter alcanzándole y ese pensamiento le despejó del todo. Su asombro llegó al límite al darse cuenta de que se encontraba en las bodegas del barco, esposado a la pared por grilletes. Gregory se encontraba sentado sobre un barril, mirándole fijamente.
-¡Qué mierda…!
El jovencísimo grumete que le vigilaba, se limitó a apretar los labios. Se levantó, subió los escalones que llevaban al exterior y abrió la trampilla. Nick le escuchó gritar algo, ya en cubierta, que no acabó de comprender. ¿Se había referido a él con la palabra “cerdo”? De inmediato, se le puso un nudo en la boca del estómago. Algo había salido mal. Su situación así lo indicaba, pero no acertaba a saber de qué se trataba. Lo único que tenía claro era que las cosas habían cambiado y para mal.
Antes de que pudiera elucubrar más, Potter bajó a las bodegas. El rictus de sus labios no auguraba nada bueno.
-¿Qué significa esto, señor Potter? –le increpó, tirando de las cadenas que lo mantenían sujeto al mamparo-. Si es una broma, maldita la…
El trallazo que recibió en el estómago le hizo boquear. Se le aflojaron las piernas y casi volvió a desmayarse.
Pálido como un cadaver, enfrentó la mirada del otro con el miedo alojado ya en su pecho.
-Asqueroso espía…
Nick se irguió. Su mirada gris se volvió dura como el granito. Así que era eso. Algo había hecho que había llevado a Potter a descubrir su juego, no había otra explicación. El vaivén del barco le dijo que se encontraban ya en mar abierto y el mundo se le cayó encima. Porque de haberse encontrado aún en Londres, hubiera tenido alguna posibilidad; a bordo, era impensable salvar el pellejo, si realmente sabían de su traición. El palo mayor se le antojaba una liberación ante lo que la mirada de Potter anunciaba. Iba a pasarlo mal. Muy mal. Porque no había nada más detestable que un espía, y él lo era. No se engañaba acerca de su suerte de ahí en adelante. O colgar de una soga, o acabar siendo pasto de los peces con una bala en la cabeza. Lo uno o lo otro, significaba un viaje seguro al infierno.
-Potter –dijo, intentando aparentar calma-, espero que exista una explicación convincente.
Eso le hizo ganarse un par de nuevos golpes en el estómago que le hicieron encogerse y gemir. El puño de Alex era como un ariete. Antes de poder recuperarse, escuchó la fría voz de Jenny:
-Frena un poco, Alex. Quiero que viva lo suficiente como para que nos lo cuente todo.
[image error]
Published on February 27, 2013 15:01
February 26, 2013
Capitán Jenny - Capítulo 31

TREINTA Y UNO
Nick entró en la taberna sin ser consciente de que le seguían.
Unos pasos más atrás, su perseguidor echó un vistazo a la calle y a la entrada del local. No parecía un lugar muy recomendable, pero había estado en sitios peores. Pitman se caló el sombrero para proteger lo más posible su identidad y evitar que Russell le reconociera y entró.
El humor del conde de Leyssen no estaba para bromas después de haber tenido una acalorada discusión con su madre acerca de Miriam, y de llegar calado hasta los huesos. Paseó la mirada por el local hasta descubrir al sujeto al que buscaba, se abrió paso entre los parroquianos y tomó asiento frente al otro, que ocupaba uno de los apartados de la taberna.
Pitman se sentó al otro lado del delgado tabique de madera.
-Una cerveza –escuchó pedir a Nick, y se recostó en el tablero para no perderse la conversación-. ¿No podías haber elegido otro sitio peor, Peter?
El otro se encogió de hombros y sonrió bajo el ala del sombrero. Era un hombre joven y bien parecido. Russell lo conocía desde hacía años. Heredero de una de las grandes fortunas de Inglaterra, Wladwin parecía en ese momento un pordiosero, como él mismo.
-Hay buena bebida –fue la respuesta que le dio.
-Recibí tu nota.
-Entonces ya sabes que soy tu contacto.
-¡Déjate de jueguecitos, Peter! Yo mismo podría haber informado sobre…
-¿Y correr el riesgo de ser descubierto?
-Eso es absurdo.
Nick se bebió la mitad de la cerveza que le sirvieron y se recostó en el asiento.
-Bien, cuenta lo que sea –pidió Waldwin.
-No tengo nada.
-¡Maldita sea, Nick!
-Lo siento, pero es lo que hay. No me ha sido posible probar nada y creo que estamos perdiendo el tiempo.
-Curiosamente, no han vuelto a surgir problemas desde que te marchaste.
Nick supo a qué se refería su amigo. Le dio qué pensar. Porque lo único que tenía claro es que el Melody Sea no había atacado ningún barco de bandera inglesa mientras él había estado a bordo. Lo que no quería decir que no lo hubiera hecho antes.
-Creo que hemos equivocado el camino.
-¿De veras? –se irritó Peter- ¿Qué pasa contigo? ¿Hay algo que deba saber? ¿Estás protegiendo a ese cabrón?
-No protejo a nadie –negó el conde.
-Navegar en el barco de Cook te está haciendo perder facultades, amigo.
-Cook es una mujer.
Waldwin parpadeo varias veces.
-¿Qué has dicho?
-Que el capitán Cook es una mujer. Y me he cansado de hacer de espía.
Para Pitman era más que suficiente. Nick Russell no era más que un asqueroso soplón. Dejó unas monedas sobre la mesa y salió del local con prisas. Tenía que informar a su capitana y a Potter cuanto antes.
Ajeno a su marcha, Nick pidió una segunda cerveza. Estaba decidido a convencer a Peter de sus dudas, de la convicción de que Jenny no era el traidor al que buscaban.
-¿Te has enamorado de esa mujer, Nick?
-Como un idiota.
-¡Joder!
-Y voy a demostrar que no es culpable.
-Los pocos testigos que quedaron con vida aseguran que era el Melody Sea el barco que les abordó –atacó Peter-. Si la reina no ha mandado arrestar a toda la tripulación apenas tocaron puerto, es porque quiere tener la certeza antes de actuar.
-Te digo que no es ella –acabó la bebida y pidió otra más.
-Deja de beber o acabarás como una cuba.
-Me gustaría estar completamente borracho.
-¿Para olvidar el asunto… o para no pensar en esa damita sanguinaria?
-¡Vete al infierno, Peter!
-Te ha dado fuerte.
-¡Vete al…!
-No te repitas, por favor.
Nick suspiró y se masajeó la nunca. Estaba demasiado tenso.
-Lo siento, pero estoy hecho un lío.
-Lo imagino. ¿Qué piensas hacer?
-No lo sé.
-Si se demuestra que no es la persona que buscamos… ¿No estarás pensando en… -le miró a los ojos y vio la respuesta- ¡Joder!
-Parece que esta noche ambos tenemos tendencia a repetirnos. Y sí, lo he pensado.
-¡Por el amor de Dios! Te has vuelto loco. ¿Sabes lo que dirá tu madre? ¿Sabes lo que dirá la reina? ¡Por todos los santos!
-Me importa poco lo que piensen.
-Si crees que nuestra soberana va a permitir que uno de sus nobles haga una locura semejante, es que definitivamente has perdido el juicio.
Nick comprendía la reticencia de su amigo. Parecía realmente una locura pensarlo siquiera, pero ¿quién era nadie para oponerse a los deseos de su corazón? ¡Y qué, si decidía hacer a Jenny su esposa! Si Isabel se oponía, se marcharía de Inglaterra. En eso, no pensaba ceder un palmo. Sería un escándalo monumental, estaba de acuerdo, pero le importaba un bledo. Prefería estar junto a Jenny en el último rincón del mundo que soportar la vida sin ella. La lógica le decía que no podía haberse enamorado de una traidora y estaba empecinado en demostrar su inocencia.
-Peter, estaré en el Melody Sea cuando leve ancla. Díselo a la reina. Voy a probar que Jenny es inocente.
[image error]
Published on February 26, 2013 15:01
Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
https://florecilladecereza.blogspot.c...
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
- Nieves Hidalgo's profile
- 341 followers
