Capitán Jenny - Capítulo 31

TREINTA Y UNO
Nick entró en la taberna sin ser consciente de que le seguían.
Unos pasos más atrás, su perseguidor echó un vistazo a la calle y a la entrada del local. No parecía un lugar muy recomendable, pero había estado en sitios peores. Pitman se caló el sombrero para proteger lo más posible su identidad y evitar que Russell le reconociera y entró.
El humor del conde de Leyssen no estaba para bromas después de haber tenido una acalorada discusión con su madre acerca de Miriam, y de llegar calado hasta los huesos. Paseó la mirada por el local hasta descubrir al sujeto al que buscaba, se abrió paso entre los parroquianos y tomó asiento frente al otro, que ocupaba uno de los apartados de la taberna.
Pitman se sentó al otro lado del delgado tabique de madera.
-Una cerveza –escuchó pedir a Nick, y se recostó en el tablero para no perderse la conversación-. ¿No podías haber elegido otro sitio peor, Peter?
El otro se encogió de hombros y sonrió bajo el ala del sombrero. Era un hombre joven y bien parecido. Russell lo conocía desde hacía años. Heredero de una de las grandes fortunas de Inglaterra, Wladwin parecía en ese momento un pordiosero, como él mismo.
-Hay buena bebida –fue la respuesta que le dio.
-Recibí tu nota.
-Entonces ya sabes que soy tu contacto.
-¡Déjate de jueguecitos, Peter! Yo mismo podría haber informado sobre…
-¿Y correr el riesgo de ser descubierto?
-Eso es absurdo.
Nick se bebió la mitad de la cerveza que le sirvieron y se recostó en el asiento.
-Bien, cuenta lo que sea –pidió Waldwin.
-No tengo nada.
-¡Maldita sea, Nick!
-Lo siento, pero es lo que hay. No me ha sido posible probar nada y creo que estamos perdiendo el tiempo.
-Curiosamente, no han vuelto a surgir problemas desde que te marchaste.
Nick supo a qué se refería su amigo. Le dio qué pensar. Porque lo único que tenía claro es que el Melody Sea no había atacado ningún barco de bandera inglesa mientras él había estado a bordo. Lo que no quería decir que no lo hubiera hecho antes.
-Creo que hemos equivocado el camino.
-¿De veras? –se irritó Peter- ¿Qué pasa contigo? ¿Hay algo que deba saber? ¿Estás protegiendo a ese cabrón?
-No protejo a nadie –negó el conde.
-Navegar en el barco de Cook te está haciendo perder facultades, amigo.
-Cook es una mujer.
Waldwin parpadeo varias veces.
-¿Qué has dicho?
-Que el capitán Cook es una mujer. Y me he cansado de hacer de espía.
Para Pitman era más que suficiente. Nick Russell no era más que un asqueroso soplón. Dejó unas monedas sobre la mesa y salió del local con prisas. Tenía que informar a su capitana y a Potter cuanto antes.
Ajeno a su marcha, Nick pidió una segunda cerveza. Estaba decidido a convencer a Peter de sus dudas, de la convicción de que Jenny no era el traidor al que buscaban.
-¿Te has enamorado de esa mujer, Nick?
-Como un idiota.
-¡Joder!
-Y voy a demostrar que no es culpable.
-Los pocos testigos que quedaron con vida aseguran que era el Melody Sea el barco que les abordó –atacó Peter-. Si la reina no ha mandado arrestar a toda la tripulación apenas tocaron puerto, es porque quiere tener la certeza antes de actuar.
-Te digo que no es ella –acabó la bebida y pidió otra más.
-Deja de beber o acabarás como una cuba.
-Me gustaría estar completamente borracho.
-¿Para olvidar el asunto… o para no pensar en esa damita sanguinaria?
-¡Vete al infierno, Peter!
-Te ha dado fuerte.
-¡Vete al…!
-No te repitas, por favor.
Nick suspiró y se masajeó la nunca. Estaba demasiado tenso.
-Lo siento, pero estoy hecho un lío.
-Lo imagino. ¿Qué piensas hacer?
-No lo sé.
-Si se demuestra que no es la persona que buscamos… ¿No estarás pensando en… -le miró a los ojos y vio la respuesta- ¡Joder!
-Parece que esta noche ambos tenemos tendencia a repetirnos. Y sí, lo he pensado.
-¡Por el amor de Dios! Te has vuelto loco. ¿Sabes lo que dirá tu madre? ¿Sabes lo que dirá la reina? ¡Por todos los santos!
-Me importa poco lo que piensen.
-Si crees que nuestra soberana va a permitir que uno de sus nobles haga una locura semejante, es que definitivamente has perdido el juicio.
Nick comprendía la reticencia de su amigo. Parecía realmente una locura pensarlo siquiera, pero ¿quién era nadie para oponerse a los deseos de su corazón? ¡Y qué, si decidía hacer a Jenny su esposa! Si Isabel se oponía, se marcharía de Inglaterra. En eso, no pensaba ceder un palmo. Sería un escándalo monumental, estaba de acuerdo, pero le importaba un bledo. Prefería estar junto a Jenny en el último rincón del mundo que soportar la vida sin ella. La lógica le decía que no podía haberse enamorado de una traidora y estaba empecinado en demostrar su inocencia.
-Peter, estaré en el Melody Sea cuando leve ancla. Díselo a la reina. Voy a probar que Jenny es inocente.
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Published on February 26, 2013 15:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
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