Capitán Jenny - Capítulo 32


TREINTA Y DOS





El conde de Leyssen no imaginaba lo que se estaba fraguando sin su conocimiento. Se despidió de su madre y de Summers y partió hacia la posada con la idea de pasar la última noche junto a Jenny, antes de embarcar.

Sin embargo, cuando llegó al establecimiento, Jenny no estaba. Y tampoco Potter. Preguntó al posadero pero éste solo pudo decirle que ambos habían pagado sus cuentas y se habían marchado. Extrañado, suponiendo que algo había sucedido para no aprovechar su última noche en Londres, se apresuró a recoger sus cosas y acercarse hasta el puerto.

Ascendiendo ya la pasarela del barco, Nick sintió que había una calma inusual en la nave, pero le restó importancia, deseoso como estaba de volver a ver a la muchacha. Tampoco le dio importancia a las miradas turbias que le lanzaron un par de hombres, a los que él saludó mecánicamente. Preguntó a otro por su capitana y el sujeto, sin soltar palabra, le indicó con la cabeza hacia el camarote principal. Hacía él se dirigió. Pero el corpachón del segundo de la bordo le cerró el paso, antes incluso de que pudiese llegar a las escaleras.

-¿Cómo es que dejaron la posada, señor Potter? -le preguntó amistosamente.

Alex dio un paso hacia él. Y luego, sin previo aviso, su puño alcanzó el mentón de Nick, tumbándolo cuan largo era.

-¡Nos vamos, muchachos! –gritó Potter.

De inmediato, los hombres se pusieron en movimiento. Russell, inconsciente en cubierta, ni se enteró de que el Melody Sea levaba ancla y enfilaba la desembocadura del Támesis, hacia mar abierto, aprovechando los vientos del este.





Cuando despertó, lo primero que notó fue un horrible dolor de cabeza. ¿Qué demonios había ocurrido? Atontado aún, recordó el puño de Potter alcanzándole y ese pensamiento le despejó del todo. Su asombro llegó al límite al darse cuenta de que se encontraba en las bodegas del barco, esposado a la pared por grilletes. Gregory se encontraba sentado sobre un barril, mirándole fijamente.

-¡Qué mierda…!

El jovencísimo grumete que le vigilaba, se limitó a apretar los labios. Se levantó, subió los escalones que llevaban al exterior y abrió la trampilla. Nick le escuchó gritar algo, ya en cubierta, que no acabó de comprender. ¿Se había referido a él con la palabra “cerdo”? De inmediato, se le puso un nudo en la boca del estómago. Algo había salido mal. Su situación así lo indicaba, pero no acertaba a saber de qué se trataba. Lo único que tenía claro era que las cosas habían cambiado y para mal.

Antes de que pudiera elucubrar más, Potter bajó a las bodegas. El rictus de sus labios no auguraba nada bueno.

-¿Qué significa esto, señor Potter? –le increpó, tirando de las cadenas que lo mantenían sujeto al mamparo-. Si es una broma, maldita la…

El trallazo que recibió en el estómago le hizo boquear. Se le aflojaron las piernas y casi volvió a desmayarse.

Pálido como un cadaver, enfrentó la mirada del otro con el miedo alojado ya en su pecho.

-Asqueroso espía…

Nick se irguió. Su mirada gris se volvió dura como el granito. Así que era eso. Algo había hecho que había llevado a Potter a descubrir su juego, no había otra explicación. El vaivén del barco le dijo que se encontraban ya en mar abierto y el mundo se le cayó encima. Porque de haberse encontrado aún en Londres, hubiera tenido alguna posibilidad; a bordo, era impensable salvar el pellejo, si realmente sabían de su traición. El palo mayor se le antojaba una liberación ante lo que la mirada de Potter anunciaba. Iba a pasarlo mal. Muy mal. Porque no había nada más detestable que un espía, y él lo era. No se engañaba acerca de su suerte de ahí en adelante. O colgar de una soga, o acabar siendo pasto de los peces con una bala en la cabeza. Lo uno o lo otro, significaba un viaje seguro al infierno.

-Potter –dijo, intentando aparentar calma-, espero que exista una explicación convincente.

Eso le hizo ganarse un par de nuevos golpes en el estómago que le hicieron encogerse y gemir. El puño de Alex era como un ariete. Antes de poder recuperarse, escuchó la fría voz de Jenny:

-Frena un poco, Alex. Quiero que viva lo suficiente como para que nos lo cuente todo.




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Published on February 27, 2013 15:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

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