Capitán Jenny - Capítulo 13

TRECE

Dos días más tarde, mientras Nick renegaba su desgracia, con el cuerpo dolorido por la ardua tarea encomendada, el vigía avistó una nave. Casi al momento, como si la presencia del otro barco presagiase un peligro inminente, descargó la tormenta que les amenazaba desde el día anterior. El cielo se cerró sobre ellos, negras nubes cubrieron todo y una lluvia torrencial arrasó la cubierta. Poco importaban los elementos a la tripulación del Melody Sea: tenían un barco a la vista.

Chorreando agua, Nick acortó la distancia que le separaba de un Potter que observaba la otra nave a través de su catalejo.

-¿Qué bandera? –le preguntó a voz en cuello para hacerse oír en medio del temporal.

-Española –contestó Alex para gritar de inmediato:- ¡Todos a sus puestos de combate! Y tú, avisa al capitán.

Como uno solo, los tripulantes de la galeaza se movieron de inmediato preparando sus armas o haciéndose cargo de los cañones. Nick echó una mirada a la otra nave.

-¿No sería mejor que ella permaneciese en su camarote?

Potter arqueó sus pobladas cejas y rió entre dientes. Así que el mozo se preocupaba por la seguridad de la joven.

-Busca al capitán –repitió-. ¡Ahora!

Sin argumentos para oponerse, Nick atravesó la cubierta, haciendo verdaderas cabriolas para mantenerse firme bajo los embites del temporal que los balanceaba como una cáscara de nuez. Agarrándose como pudo a la baranda, consiguió llegar a las escalerillas que ascendían hacia el camarote. Un bandazo lo lanzó a un lado haciendo que jurase al golpearse en el hombro. Soltó una palabra muy fea y se irguió dispuesto a llamar a la puerta. No hubo lugar. Antes de poder hacerlo ésta se abrió y asomó Jenny Cook vestida como un corsario, de oscuro, con el brillante cabello negro recogido en una cola de caballo que cubría un pañuelo amarillo anudado bajo su oreja izquierda.

-¿Qué tipo de barco? –preguntó enfundándose el sable a la cadera.

-Galeón –contestó Nick, sin poder reprimir un escalofrío viéndola lista para la pelea. ¡Por todos los santos del cielo, aquella mujer estaba loca!

Siguió los pasos acelerados de ella hasta cubierta, asombrándose del modo firme en que se movía, de su determinación, y distrayéndose cuando sus ojos quedaron prendados en un trasero que le hizo parpadear y tropezar. Jenny le echó un rápido vistazo por encima del hombro para continuar su camino saltando sobre rollos de cuerda y barriles como una gacela.

En cubierta, la actividad se volvió frenética, como si su presencia hubiese insuflado nuevos bríos a todos los hombres. Eran como una jauría de perros hambrientos, deseosos de pelea. Y Jenny Cook parecía tan ávida o más que sus seguidores.

-Debería estar abajo –le dijo, atreviéndose a tomarla del brazo.

Jenny clavó sus ojos en aquellos dedos largos y fuertes que la retenían y él la soltó.

-Me parece que va a pasarse la travesía sacando brillo a los palos –fue todo cuanto dijo, alejándose.

Nick volvió a maldecir haberse encontrado con una mujer más terca que una mula. Corrió hacia las bodegas, tomó un sable y regresó de inmediato a cubierta para situarse tan cerca de Jenny como le fue posible. Él conocía bien a los españoles. Les sabía fieros en la batalla, era un pueblo que no se amedrentaba ante el peligro y los galeones de Felipe II estaban bien armados, tenían que estarlo para defenderse de los constantes ataques de piratas ingleses, franceses y holandeses que, una y otra vez, intentaban mermar sus cargas.

Sin pedir permiso, arrebató el catalejo a Potter para observar a la nave española. Cada vez estaba más cerca, en unos minutos ambos barcos se encontrarían a tiro de abordaje y los españoles no parecían propensos a emprender la huída. Enfocó hacia la insignia y juró entre dientes un segundo antes de que Potter volviese a hacerse con el catalejo.

-Es el Buena Esperanza.

-¿Y? –quiso saber Jenny.

-Conozco ese barco, capitán.

Un trueno desgarrador ahogó el sonido de su voz.

-¿Qué dice?

-¡Que conozco ese barco! Lo capitanea Agustín de Arévalo –ella entrecerró los ojos con gesto de sospecha-. Tuve un enfrentamiento con él hará dos años, en Azores.

-Id a vuestro puesto.

-Y vos a vuestro camarote –insistió él.

-Soy el capitán, ¿recordáis?

-Aún así…

Jenny obvió sus protestas afianzando las manos en la baranda. Nick se alejó, nada podía hacer para que ella cambiara de opinión, así que ocupó su puesto sin perderla de vista. Ya sabía que la muchacha se defendía bien con un sable en la mano, pero seguía dudando de que fuera capaz de enfrentarse abiertamente a la tripulación española, por tanto estaría al quite cuando lo necesitase.




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Published on January 30, 2013 15:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

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