Óscar Contardo's Blog, page 151

June 17, 2017

En la caja idiota

Y AUNQUE han transcurrido ya algunos días desde que se inició la franja electoral, suele ocurrir -tal como alguna vez ironizó Oscar Wilde- que no hay una segunda oportunidad para dejar una primera impresión. Y aunque dicha afirmación no sea del todo correcta para este caso, la noche del miércoles pasado pudimos advertir, observando la estructura de los mensajes televisivos, cuáles serán los rasgos fundamentales que tendrán las respectivas campañas para estos cinco precandidatos que compiten en las elecciones primarias.


Piñera es ganador. Sabe que tiene la primera opción, por lo que su franja fue la más cuidada de todas. Teniendo mucho que perder y poco que ganar, el empresario optó por revalorizar la experiencia de haber sido ya Presidente de la República, listándonos los principales hitos y logros de su gobierno. Se trata de un mensaje cuyo objetivo y estrategia apuntan a las elecciones generales de noviembre y, por lo mismo, su foco no estará puesto en lo que quiere hacer, sino más bien en lo que intentará deshacer.


Kast es sucesor. Consciente de sus nulas posibilidades para imponerse en esta primaria, opta por un formato más arriesgado y también focalizado -muy de nicho, diría yo- donde le habla a su generación de manera rápida, moderna y eficiente. Está afirmando a su propio público a través de resaltar su dedicación y trabajo, pero muy especialmente en la capacidad de su equipo para generar ideas; esas mismas tan esquivas y ausentes en sus otros dos competidores.


Ossandón es retador. Por lo mismo, hace algo intermedio en relación al destinatario y su audiencia. Le habla al ciudadano común y corriente, a ese que se reconoce en el exalcalde, que se marea con tanta cifra y verborrea, y que espera de la política algo más simple, local y cotidiano. De esta manera, el retador relativiza su falta de preparación o sus gruesos errores, pero también releva la honestidad; en clara contraposición a las continuas incorrecciones de su principal contendor.


Mayol es rabia. Sabe que no tiene nada que perder en esta contienda y su mensaje así lo demuestra. Una franja dura, sin concesiones, que pone el acento más en la provocación que en la seducción. Un discurso con una vocación hacia lo políticamente incorrecto, plagado de contrastes, el que se dirige a ese muy específico público que se siente más indignado que indiferente, y más estafado que simplemente ignorado. Sabe que no ganará esta primaria, porque sí puede dar representación a la marginalidad política.


Sánchez es esperanza. Por lo mismo, también ya trabaja para noviembre. Quizás hasta hora la mejor lograda en cuanto a su factura política, su franja apuesta por un mensaje más íntimo y personal, desarrollando una estrategia que la pone a ella en el centro de la campaña. Su principal objetivo es evidentemente crecer en conocimiento, pero también generar mayor empatía a través de reflejar en otros su propia biografía de vida. Su campaña será clara, pero no dura, ya que su propósito es convocar y no asustar.


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Published on June 17, 2017 23:56

Una nueva metapolítica

LA METAFÍSICA es una mirada de la existencia desde más arriba de la física misma y por ende ve o integra otras cosas a la interpretación de la realidad. Por ejemplo, tratar de entender el sentido. También existe la metamatemática, que finalmente es una gran rama de ésta en el mundo de la lógica. Muy concretos son los metadatos, que sirven para organizar y acceder a los datos. La metamirada es básicamente subir el nivel de abstracción de algo, que por cierto tiene el riesgo de perderse, pero tiene la ventaja de la gran mirada.


La política en sí misma ya es una mirada desde arriba de la sociedad, por la necesidad ineludible de compatibilizar el todo con las partes. Por eso, en el tiempo, la política tiende a distanciarse de la base y solo mirar desde arriba. Ahí colapsan los sistemas porque pierden el cable a tierra. Y al contrario, cuando se quiere dirigir solo desde abajo, se pierde la brújula y el mapa del camino.


Ahora bien, ¿qué pasaría si miráramos nuestra política “desde arriba”, fuera de la trifulca cotidiana? Lo que veríamos sería un poco patético. Sería bien difícil entender cómo un partido “cristiano” apoya el aborto. O cómo los partidos más ricos del país son de izquierda y hábiles inversionistas del capitalismo. No sería fácil explicar cómo convive en una coalición un partido de anclaje religioso con otro que formalmente desprecia las religiones. Complejo sería entender cómo los expertos y aquellos con gran experiencia se someten a las rabietas de adolescentes que quieren dirigir ellos mismos las políticas educacionales del país. Para qué hablamos de ver ministros de un área que dicen no entender mucho del tema.


Ya para máxima sorpresa veríamos a políticos que hacen y aprueban las leyes, pero a veces no las leen, y otras veces no las respetan si no les gustan o convienen. Casi imposible sería entender a un gobernante que miente con las cifras y todos creen su posverdad a pesar de ser verificable. Una paradoja sería observar que el Congreso a veces no sesiona porque simplemente no llegan a trabajar los congresistas; no estamos hablando de trabajadores, por ejemplo de una construcción o un mall. Tampoco sería fácil entender que cuando los policías se enfrentan a personas violentas son ellos acusados de violentos y dados de baja, ni hablar si llegan a usar su arma de servicio entregada por ley obviamente para usarse.


Otra rareza que observaríamos es la cantidad de personas sin competencias relevantes y que se ofrecen nada menos que para dirigir al país, y ya para llorar a gritos es ver que a veces las eligen. Algo anda mal. Es como si a una olimpiada quisieran ir a competir los obesos como seleccionados de su país, que los mandaran, y se sorprendieran porque no ganan una sola medalla. Cómo entender que en grandes empresas estatales se designan sus directivos por méritos políticos más que técnicos. Desde arriba veríamos cómo el gobierno usa el aparato estatal colectivo para perseguir adversarios sin consecuencia alguna.


No dejaría de ser sorprendente observar que un tercio de los usuarios evade el pago del transporte público por años de años y no pasa absolutamente nada. Bien raro es que un gobernante le diga a la población que le regalará un chequecito todos los años y de por vida, con la plata de los demás por cierto, y que eso es un derecho, lo que es tristemente autorizado por los legisladores. Y cuando el país tiene problemas para financiar por ejemplo la salud o educación, hay que pagar primero el oneroso regalo del gobernante. Es como si faltando plata para comer, la familia compre champagne.


Raro, por decir lo menos, es ver que en una parte de la geografía hay terroristas que queman camiones, llevan armas, y hasta matan gente, y el gobierno al parecer no se da ni cuenta o lo minimiza. Pero es todo aun peor. Un banco descubre una anomalía de una cuenta corriente y resulta que hay un robo del siglo en una entidad pública, que ni se había percatado por años, con unas cien personas involucradas, y el jefe de la institución solo recibe apoyo del gobierno. Algo no está funcionando.


En vez de ver a la clase política tratando de ponerse de acuerdo, los veríamos descalificándose unos a otros como si fueran de otro país, o quisieran que se fueran.


Es tiempo de abrir los ojos. No vamos bien, estamos agotando lo acumulado en los últimos 30 años y se está acabando. Eso desatará pasiones aún peores. O encontramos una forma de colaborar, o nos seguiremos destruyendo.


Chile está sufriendo de una severa enfermedad autoinmune.


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Published on June 17, 2017 23:53

Tercero excluido

EN SUS primeras transmisiones nocturnas, la franja electoral ha tenido un promedio de 44 puntos de rating, es decir, ha sido vista en más de 800 mil hogares. Una cifra que devela un sorprendente impacto, en un contexto aparentemente marcado por una creciente distancia y desafección hacia la política, donde la abstención se ha convertido además en la principal protagonista de los últimos procesos electorales.


Más allá de las evaluaciones de cada televidente, es innegable que los precandidatos han tenido la capacidad de poner en juego algunos elementos originales, imágenes y relatos que reflejan de buen modo las trayectorias personales, los diagnósticos y visiones del Chile actual, junto a ciertas prioridades programáticas. Así, en los escasos minutos que cada opción tiene para desplegarse, se ha conseguido, al menos, acercar esta elección primaria a las percepciones cotidianas, ayudando, aunque sea modestamente, a que un sector importante de chilenos pueda estar mejor informado sobre las alternativas en juego.


Esta inesperada relevancia de la franja electoral vino, entre otras cosas, a confirmar el enorme error estratégico cometido por la Nueva Mayoría; pacto extraviado que se dejó llevar por sus desacuerdos internos hasta el punto de quedar en un escenario que hizo inviable la primaria, y que en estas semanas la tendrá degustando la franja electoral como mero espectador. En los hechos, muy poco de lo que hagan en estos días Carolina Goic y Alejandro Guillier, logrará tener el impacto comunicacional de estos preciados minutos de televisión, en cadena nacional y en horario ‘prime’. De algún modo, si un hito puede resumir bien el grado de deterioro político y la ‘pérdida de brújula’ de las actuales dirigencias oficialistas, es precisamente el haber conducido las cosas hasta el punto de dejar pasar las inestimables oportunidades que brindaban tanto la primaria como la franja electoral.


Con todo, no es descartable que este escenario impensado tenga algo de síntoma y de anticipo de los reordenamientos subterráneos que en la actualidad recorren al sistema político. En efecto, los mayores grados de polarización y el cada día más consolidado quiebre del eje constituido por la DC y la izquierda, quizás sean parte de la trama que hoy explica la configuración de este ‘tercero excluido’, una coalición de centroizquierda que fue la columna vertebral de la transición democrática, pero que en el nuevo ciclo político parece tener su existencia seriamente amenazada.


En definitiva, sentarse hoy frente al televisor a observar un mosaico de opciones presidenciales en el que la Nueva Mayoría brilla por su ausencia, puede ser no solo el resultado de malas decisiones tomadas por malos dirigentes. Más en el fondo, no dejaría de ser una extraña paradoja que el Chile post-binominal por el que tanto luchó la coalición de centroizquierda, llevará incubado en el vientre su inesperado final, los trazos de un horizonte político que -igual como ocurre en la actual franja electoral- simplemente la condenan a no ser protagonista del país que viene.


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Published on June 17, 2017 23:51

Domesticarnos

LOS DEBATES presidenciales han mostrado una seria incapacidad por parte de los candidatos, y del pueblo al que se dirigen, para enfrentar de manera inteligente el problema de la violencia criminal. Las propuestas, en general, apuntan simplemente a aumentar la represión.


Todos los seres humanos somos, y siempre hemos sido, potencialmente peligrosos, en el sentido de violentos. Actualmente parecemos más pacíficos gracias a sofisticadas técnicas de auto-domesticación, pero la historia nos muestra lo leve que puede resultar esa pátina de civilización.


El violentismo, el terrorismo y la delincuencia violenta operan y se reproducen mediante la activación de la peligrosidad humana (en jerga antiterrorista se habla de “radicalización”). Entre lo más dañado o ingenuo de la sociedad reclutan sus agentes. Luego hacen el mal, y esperan que la respuesta violenta e indiscriminada de la sociedad frente a ese daño y esos crímenes opere como abono para cosechar más agentes. Los violentistas políticos, por ejemplo, llaman “acumulación” a la exposición de estudiantes ingenuos a la violencia policial, para sembrar en ellos el odio.


Las personas en situación pacífica, en general, no entienden la lógica de la violencia. Solo sienten miedo, uno de los grandes combustibles de la peligrosidad. Por eso, esperan que la represión y la contraviolencia en una escala mayor a la de los malhechores baste para detenerlos. Los motiva, además, la lógica sacrificial de la venganza: expulsar a la “parte maldita”, para purificar la sociedad. Y lo que no entienden es que responder a la violencia solo con violencia es funcional a los fines de los malhechores. Aumenta, mediante una escalada, la peligrosidad de los que ya son peligrosos, y estimula la de aquellos que todavía no se han vuelto peligrosos.


Neutralizar con éxito la peligrosidad humana y derrotar a sus instigadores, en cambio, exige comprender la lógica de la violencia y desactivar sus fuentes. Comprender qué hay de justo y de atractivo en las causas políticas que radicalizan a algunos, y ofrecer un camino pacífico de solución a esas demandas, aislando a los violentos. Exige estudiar, comprender y reparar la marginalidad y la miseria desde donde emergen los delincuentes violentos: mirar de cerca, por ejemplo, el Sename y la cárcel (donde cerca del 50% de los reclusos pasó antes por el Sename). E intervenir esas realidades pensando no en violentarlos de vuelta, sino en prevenir, curar y desactivar su peligrosidad. Ejerciendo la violencia, en los casos que sea necesario para establecer un límite, de manera selectiva, desapasionada y eficiente.


Solo si entendemos la lógica de la violencia humana sin moralizarla, sometiendo nuestros miedos y pasiones vengativas a la fría razón, podremos llevar adelante como sociedad una efectiva “batalla contra la delincuencia”, acabar con la violencia en La Araucanía y acometer otros desafíos futuros. La pura indignación moral, el deseo de venganza sacrificial y la pretensión de detener la violencia con más violencia solo nos llevará, en cambio, por el camino contrario.


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Published on June 17, 2017 23:48

No nos pongamos lateros

TRANSCRIBO A continuación una entrevista completamente inventada al candidato de la Nueva Mayoría y exrostro de la tele. Advierto que cualquier semejanza con la realidad es absolutamente coincidencia.


-¿Usted apoyó a las isapres, dijo en una publicidad que han sido un enorme aporte al desarrollo y pidió que se amplíe su participación?


-Eso fue un error, lo confieso.


-¿Usted votó en el Congreso a favor de la norma sobre las filtraciones, lo recuerda?


-Ahí me pasaron un gol con la norma de filtraciones, fue mi error porque no tuve el celo suficiente para revisar.


-Oiga, ¿por qué propone el término de la flotación cambiaria?


-No, no. Lo que pasa es que eso se nos coló en el programa, pero no estamos de acuerdo.


-¿No le parece poco serio presentar un programa con errores?


-Por favor, no nos pongamos lateros.


-¿Recuerda esta frase suya: “Si no hay primarias, no voy a primera vuelta”?


-Sí, claro, fíjese. Es una decisión que me da pena y que no me agrada. Es una pérdida, pero tenemos que asumirlo y seguir adelante no más.


-A fines del año pasado usted reclamaba “una política migratoria más selectiva” y “promover cierto tipo de migración más que otra”. ¿Los prefiere más rubios?


-Cómo se le ocurre. Lo dije en mi acto de proclamación, hay que abrir las fronteras y recibir a los inmigrantes vengan de donde vengan, Chile es su nueva casa.


-¿Usted considera a los empresarios como un “grupo de privilegiados que están bloqueando el desarrollo de Chile?


-Si yo gano tengo que gobernar con todos y eso incluye a los empresarios.


-A fines del año pasado usted dijo que, antes de definir un candidato, era necesario tener un programa que uniera a la coalición. ¿Es el que acaba de presentar?


-Uf, es que usted es muy detallista. No hay que enredarse tanto con las fechas. Lo importante es que tenemos programa y es muy pero muy ciudadano.


-Usted en 2016: “A la DC hay que darles señales de cariño”. Usted en 2017: “La DC tiene un problema de conducción”. ¿Esa sería una demostración de cariño?


-Es que ellos se metieron en un zapato chino y ahora no saben qué hacer.


-¿Usted es un político o no es un político?


-Lo he dicho, yo no soy un político. No es mi tarea alinear a los partidos.


-¿Abdicó de liderar a los partidos?


-Su juicio de valor no lo comparto. Es una opinión, y el periodismo político que yo conocí, al menos uno preguntaba y la persona entrevistada contestaba.


-“Llegué al convencimiento de que la gente que me conoce me prefiere de periodista”. ¿Se acuerda de esa afirmación? Fue cuando descartó dedicarse a candidato…


-Ya. Muy latero, latero, latero.


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Published on June 17, 2017 23:45

Ese pertinaz Don Juan

Ocurrió a comienzos de los años 60, en París, cuando con Juan Goytisolo nos veíamos de tanto en tanto. No sé cómo había llegado a mis manos aquella revista del régimen, con un gran artículo en primera página, Ese pertinaz don Juan, acusándolo de atizar todas las conspiraciones que se tramaban en Francia contra la España de Franco. Se lo llevé y lo leímos juntos en un bistrot de Saint Germain. Pocas veces lo volví a ver tan contento, a él, que era generalmente huraño y reservado. Aquella diatriba le confirmaba que estaba en la buena línea: la disidencia y la rebeldía eran ya su carta de identidad.


Aunque me llevaba cinco años, habíamos tenido la misma formación intelectual, marcada por el existencialismo francés y las tesis de Sartre sobre el compromiso; sí, escribir era actuar, la literatura podía empujar la historia hacia el socialismo sin por ello rendirse al estalinismo, como (queríamos creer) estaba haciendo la revolución cubana. Sus primeras novelas, las mejores que escribió, Juegos de manos, Duelo en el paraíso, Fiestas, La resaca, La isla, mostraban un realismo voluntarioso, transparente, bien trabajado, y una intención crítica que daba en el blanco. Luego, en la segunda mitad de la década del 60, contagiado por las teorías de Roland Barthes y congéneres, que disecarían la literatura francesa de la época, decidió cambiar brutalmente de forma y contenido. En Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián, Juan sin Tierra, Makbara y otros libros, intentó reinventarse literariamente, ensayando una prosa rebuscada y litúrgica, de largas sentencias y estructuras gaseosas, en las que las inciertas historias parecían pretextos para una retórica sin vida. Creo que se equivocó y es probable que de esos libros imposibles sólo quede el recuerdo de las imprecaciones contra España, recurrentes y atrabiliarias.


El odio de Juan hacia España se parecía mucho al amor; pese a sus vociferaciones contra el país en el que nació y del que se exilió buena parte de su vida, seguía el día a día de su circunstancia, su acontecer político, sus chismes literarios, frecuentaba sus clásicos con amor de erudito, defendía a Américo Castro a brazo partido contra Claudio Sánchez-Albornoz y rescataba a algunos de sus autores olvidados, como Blanco White, en ensayos espléndidos. Durante algunos años se negó a creer que la transición hubiera cambiado el país e instaurado una verdadera democracia; sostenía, con su empecinamiento característico, que todo aquello era una delgada apariencia bajo la cual seguían mandando los mismos de siempre.


Por fortuna, siguió escribiendo esos reportajes y libros de viajes que había iniciado con Campos de Níjar, La Chanca y Pueblo en marcha. Sus informes y recorridos por Sarajevo y los Balcanes, Turquía, Egipto, Palestina, Chechenia, eran documentados y ágiles, originales, análisis generalmente certeros aunque siempre apasionados.


Los libros mejores que escribió y que se leerán en el futuro como un testimonio excepcional sobre un período particularmente oscurantista de la historia de España, son Coto vedado (1985) y En los reinos de Taifa (1986). Valientes y conmovedores, en ellos revela su vida secreta, sus pulsiones más íntimas, el difícil descubrimiento de su identidad sexual. La homosexualidad es solo uno de los datos que comparecen en esta controlada catarsis. Hay varios otros, entre ellos su fascinación baudelairiana por la mugre urbana, los barrios lumpen y rufianescos, los personajes marginales, malditos, como su admirado Jean Genet, el ladrón que saqueaba alegremente las casas de los esnobs que lo invitaban a cenar para oírle jactarse de sus fechorías. Quién le hubiera dicho que el destino arreglaría las cosas para que los enterraran juntos, en el cementerio español de Larache, en Marruecos.


Juan Goytisolo fue el primer escritor español de su época en interesarse por la literatura latinoamericana, en leer y promover a los nuevos novelistas, y, con la ayuda de su mujer, Monique Lange, que trabajaba en la editorial Gallimard, hacerlos traducir al francés. Fue, también, uno de los primeros en comprender que la literatura en lengua española era una sola, y en esforzarse por reunir de nuevo a esas dos comunidades de escribidores de las dos orillas del océano a los que la Guerra Civil española había apartado e incomunicado. Una de las mentiras que circulaban sobre él es que, por prejuicios políticos, había sido una muralla que frenó las traducciones de escritores españoles en Francia. Me consta que no fue así, y que, en muchos casos, como el de Camilo José Cela, por quien no podía sentir simpatía alguna, movió las influencias que tenía para que fuera traducido.


En política, seguimos trayectorias bastante parecidas. Al gran entusiasmo por la revolución cubana de los primeros años, siguió la decepción y la ruptura cuando el caso del poeta Heberto Padilla. Ambos lo habíamos tratado y conocíamos su identificación profunda con la revolución; las absurdas acusaciones de agente de la CIA contra él nos sublevaron y nos llevaron a redactar (en mi departamento de Barcelona, junto a Luis Goytisolo, José María Castellet y Hans Magnus Enzensberger) el manifiesto que consumaría nuestra ruptura con la Cuba castrista y la gran división de lo que parecía hasta entonces la sólida fraternidad entre los novelistas latinoamericanos. Recuerdo aquella época, que fue la de la revista Libre (que él animó y que financiaba Albina du Boisrouvray), los incansables manifiestos y las conspiraciones incesantes, como un juego de niños al que jugábamos los grandes sin darnos cuenta que todo lo que hacíamos no servía de gran cosa pues las decisiones de veras importantes se tomaban muy lejos de nosotros, en ese corazón del poder político al que nunca llegan (ni deben acercarse) los verdaderos escritores.


Cuando murió Monique y Juan se fue a vivir a Marrakech dejamos casi de vernos. Teníamos reuniones esporádicas, siempre cordiales, y yo seguía leyendo, con interés sus ensayos literarios y bastante esfuerzo sus textos creativos. Sus artículos de EL PAÍS indicaban que, aunque pasaran los años, él seguía idéntico: belicoso, disonante y arbitrario. En nuestros raros encuentros me animaba a ir a visitarlo y me ofrecía un inolvidable paseo por su amada plaza de Yemaa el Fna, donde alternaban los contadores de cuentos y los encantadores de serpientes.


Sólo después de su muerte me he enterado de la agonía de sus últimos años, desde que se rompió el fémur al desbarrancarse en una escalera del café, en aquella famosa plaza, al que solía ir en las tardes a ver hundirse el sol en las montañas azules; sus padecimientos físicos y sus apuros económicos. Y de los problemas que hubo para encontrarle una tumba laica, como él quería, en un país donde los cementerios son obligatoriamente religiosos. Conociéndolo, pienso que este final revoltoso, enredado y tragicómico no le hubiera disgustado: de alguna manera reflejaba su manera de ser contradictoria y su vida traumática y peripatética. Juan, amigo, descansa en paz.


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Published on June 17, 2017 23:32

La luz negra

Débese a la conjunción de una entrevista, un dedo amputado y unas elecciones la resurrección de ciertas cosas olvidadas del pasado reciente.


La entrevista la dio Jorge Burgos y sembró la discordia en (lo que queda de) la Nueva Mayoría. “Más que tender un puente, cava un dique”, dijo Gonzalo Navarrete, presidente del PPD. Cava una zanja, debió decir. Pero se entiende: Burgos atiza las malas relaciones entre la DC y el resto de la centroizquierda cuando ya falta poco para las elecciones donde el PPD quiere que no concurra la candidata de la DC. ¿Y qué dijo Burgos? Entre otras cosas, que le parecía inaceptable que la diputada comunista Karol Cariola afirmara, tan campanuda, que los gobiernos de la Concertación se limitaron a “administrar el modelo de la dictadura”.


Burgos hizo lo que no ha hecho Ricardo Lagos. El principal símbolo vivo de la transición no ha querido confrontar el esfuerzo de demolición de ese proceso, que se ha desarrollado durante todo el actual gobierno con el silencio connivente, aunque acaso inevitable, de La Moneda.


En el primer cuatrienio de Michelle Bachelet hubo una denostación continua de los proyectos del gobierno de Lagos, que llegó a su momento culminante con el Transantiago, cuando se culpó al “diseño”, en contraste con la ejecución. Lo cierto es que la catástrofe fue de responsabilidad exclusiva del gobierno del momento, de la Presidenta y de sus ministros, puesto que la única disyuntiva importante era la gradualidad versus la simultaneidad en la aplicación del nuevo sistema. Al optar por lo último, el gobierno de Bachelet lo sepultó para siempre. Pero la culpa fue mágicamente atribuida al gobierno de Lagos. Y Lagos no dijo nada. Como nada dijo más tarde, cuando se lo culpó por el CAE, el lucro en las universidades y hasta la Constitución del 80.


Hay que suponer que Lagos confía en que el juicio de la historia superará la algarada del corto plazo, aunque ese bullicio ya le costó la puñalada del PS. El hecho más relevante es que el segundo cuatrienio de Bachelet se construyó sobre una dirigencia adversaria de la transición, integrada por gentes mayores que estuvieron en sus márgenes o entre los “autoflagelantes”, y por gentes menores que ni la vivieron ni han sentido jamás ni un susurro de sus amenazas, precisamente gracias a que triunfó.


Entre los primeros hay ángeles flamígeros -incluyendo periodistas- a los que no se les oyó la voz bajo Pinochet. Y entre los segundos, bueno: en el inicio de la transición, Karol Cariola no cumplía tres años. Aunque lo que la pone en conflicto con ese proceso no es su juventud, sino el Partido Comunista, que fue parte de la oposición a cuanto ocurrió entre 1988 y 2014.


En 20 años de gobiernos continuos, el PS, el PPD y el PRSD cometieron trapacerías igual que todos los partidos -porque eso tiene la democracia: nunca es perfecta-, pero en modo alguno se dedicaron a “administrar el modelo de la dictadura”. Más allá de que este pueda ser un insulto para personas como Lagos, Ominami, Soledad Alvear, Foxley, Isabel Allende, Silva Cimma, Insulza, es por sobre todo una grosería histórica, que no se sostiene bajo ninguna otra premisa que no sea la de una frustración particular.


Es del todo cierto que, para algún sector, la transición fue una traición. ¿Por qué? Porque fue pacífica, gradual e inclusiva. No mandó al exilio a nadie, no llenó las cárceles y no proscribió ideas ni partidos. Y especialmente, porque no fue una revolución, como soñaron muchos jóvenes que en los 80 fueron amamantados por la épica comunista, lautarista o mirista, y sobre todo por unos mayores que los usaron como carne de cañón. Nadie lo dice mejor que ese exmuchacho que en el documental Actores secundarios recuerda el día del triunfo del No, cuando salió a la calle listo para luchar y vio, con espanto, que la gente se abrazaba. Ese gesto, abrazarse, era el comienzo de la traición.


La traición tuvo más de siete millones de votantes y el gobernante elegido para dirigirla recogió casi 400 mil votos más que la actual. Los jóvenes revolucionarios descubrieron de pronto que, además de traicionados, eran una minoría, otra generación más que venía a repetir la rutina de las refundaciones que a los jóvenes desde la Revolución Francesa en adelante. Porque en todo proceso político hay alguien que pierde, este es el lado trágico de la transición.


El siguiente párrafo no pertenece a este artículo, sino a uno publicado por el profesor Jordi Gracia en el diario El País: “Lo que no remedia es el trágico error que anidaba en los planes líricos e ideológicos para una transición que, sin duda, los traicionó, pero no se equivocó. Si el éxito de la transición se mide sobre el romanticismo de la revolución democrática, fue un gran fracaso, y es justo y hasta conmovedor evocar a las víctimas de sus propias utopías”. Por estos días, España recuerda los 40 años de su transición, lo más parecido que ha existido a la chilena, aunque sin los componentes de penalización real que ha tenido esta última.


En Chile, ya envejecido, parte del grupo “traicionado” ha tratado de reinterpretar la historia bajo la luz negra de los ideales traicionados. Y ha contado con el silencio de un oficialismo culposo, copado por dirigentes que olvidan, ignoran o desprecian el pasado y un partido que fue enemigo de los gobiernos anteriores y que considera que Cuba y Venezuela son líricas democracias. ¿Cómo podía ser de otra manera? Diosdado Cabello, el más dedicado amanuense venezolano de los poetas que gobiernan Cuba, le ha tirado esta semana la Constitución en la cara a la Presidenta Bachelet, sólo por haber tenido la contrarrevolucionaria idea de decir que estaría bueno que no hubiese presos políticos en Venezuela.


El dedo amputado es el de una ciudadana francesa secuestrada en México, que condujo a la policía a capturar a otro hombre de los 90, el “comandante Emilio”, Raúl Escobar, un pistolero consumado que aparece ahora para recordar que la transición no fue sólo controlar a Pinochet, sino también a los que creían que la solución era el crimen. ¿La solución de qué? De todo y nada, la antigua bobada de la “agudización de las contradicciones”. El “comandante Emilio” ejecutó a mansalva al senador Jaime Guzmán, con el objetivo de derrumbar la transición. Lo que consiguió fue que el gobierno, en vez de perder la calma, dedicara tres años a desarmar a los grupos dedicados a la guerra. ¿Cómo no se iban a sentir traicionados?


Pero esto ocurría en los 90. Pinochet, el FPMR, los presos políticos, los cuatro millones de pobres, el Lautaro, los detenidos desaparecidos, las “leyes de amarre”, el fiscal Torres, el “boinazo”, los millares de campamentos, los 1.119 CNI, los “poderes fácticos”, la Corte Suprema infiltrada, el Comité Asesor, las fosas de Pisagua, el cuerpo de generales y mil cosas más. A esto se enfrentó la transición, y si se debe calificar su éxito es por la ausencia de todos esos temas en el debate actual.


¿El debate actual?


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Published on June 17, 2017 23:30

La pérdida del candor

Han sido días de debates, de interpelaciones, preguntas y respuestas. Bienvenidas las clarificaciones en vísperas de una elección parlamentaria y presidencial que debiera ser decisiva. Todas lo son. Pero existe acuerdo en que la próxima lo será todavía más. Quizás si los medios hubieran puesto en la elección pasada la mitad del rigor con que ahora están enfrentando a los actuales precandidatos, el país se habría ahorrado varios problemas y Michelle Bachelet no la hubiera tenido tan fácil como la tuvo al prometer educación superior gratuita y de calidad a destajo o al plantear que su enredosa reforma tributaria, lejos de afectar el crecimiento, lo iba a potenciar todavía más.


Nunca es tarde para aprender y en buena hora que tanto la industria de las comunicaciones como los periodistas le tomen el peso a la relación nada de ingenua que hoy existe entre la política y los medios. Los políticos, cuyo instinto animal en este plano nunca se extravió, aprendieron la lección mucho antes y, de hecho, hubo varios que hicieron verdaderos doctorados en sus habilidades para digitar la información. Los medios, mucho más cándidos de lo que imagina la paranoica de la República de la Sospecha, con frecuencia y hasta sin saberlo, les prestaron ropa, como se dice en términos coloquiales, y de hecho varios políticos cuñeros quedaron investidos per sécula de una autoridad que los convirtió hasta hoy en reservas morales o guardianes de la bahía en temas tan variados como innovación, delincuencia, medioambiente, futuro, alimentación, salud o industria farmacéutica.


Es posible que operativos de esa naturaleza -porque eso es lo que fueron: operativos- ya no sean tan fáciles como antaño. Ya no hay tantas facilidades ni tampoco tanta impunidad. Pero debe quedar claro que si los medios se dieron cuenta de estar siendo instrumentalizados en causas que no necesariamente eran las suyas o de sus audiencias, no fue tanto por sus lecturas de McLuhan, Chomsky, Sartori o Baudrillard -lecturas distraídas o con gran déficit atencional, es de temer-, sino más bien por el severo control que comenzaron a ejercer sobre ellos las redes sociales, que en corto tiempo pasaron a convertirse no solo en la principal instancia de control de la información, sino también en verdaderas policías y fuerzas de asalto. Que este fenómeno haya dado lugar a desequilibrios y distorsiones discutibles es otro cuento; lo importante, tal vez, fue sacar de una vez por todas la relación entre la política y los medios de la esfera del aparente candor en que la astucia, por un lado, y la condescendencia, por el otro; la bobería y el oportunismo, el sesgo y las relaciones públicas, la habían situado. Por lo mismo que los medios representan y constituyen un poder, lo lógico es que lo asuman y lo ejerzan con responsabilidad.


Ha sido parte del proceso de madurez en que está la sociedad chilena que los medios -que son espejos del país, pero también espacios de reflexión crítica- fortalezcan su conexión con las audiencias y se acostumbren a relaciones más autónomas con el poder. Con todos los poderes, sean de orden político, económico, cultural. Los medios no son simples cajas de resonancia.


Aunque todavía queda no solo en los matinales de la televisión complicidad y mucha cuerda para las “notas humanas” sobre candidatos y referentes, donde no falta el que pasa sus mensajes lloriqueando por la enfermedad que padeció o la tragedia personal que superó, los programas políticos este año subieron de manera ostensible sus estándares de exigencia, al punto que en muchos casos han devenido no solo en banquillos de acusación, sino también en patíbulos. Sí, es cierto: puede que se hayan visto excesos un tanto protagónicos y chocarreros. Porque, al final, más que andar tendiendo cepos a la buena o mala fe de los candidatos, el sentido de estos espacios debiera ser básicamente desentrañar lo que piensan respecto de distintos temas y dejar entrever algunos de sus rasgos de carácter. Ese objetivo, que es lo que más le interesa a la ciudadanía, a veces se ha cumplido solo a medias. Así y todo, la experiencia ha sido muy sana. Sana, a lo mejor insuficiente, aunque también clarificadora. No solo los medios y los periodistas son los que están perdiendo la inocencia. En un proceso parecido están, asimismo, las audiencias, porque nada les impide que pueden reconocer, ahora con mayor facilidad que antes, intencionalidades, agendas y sesgos en los propios comunicadores. La objetividad absoluta, tal como la verdad absoluta, quizás no existe, pero eso no libera al gremio de hacer un esfuerzo -algún esfuerzo- por alcanzarla.


Ya era hora: esto no es puro espectáculo y aquí nadie se la llevará gratis.


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Published on June 17, 2017 23:28

La naturaleza es sabia

Sebastián Piñera anunció que en su eventual gobierno no impulsará el matrimonio igualitario ni la adopción homoparental. Declaró que tenía profundas convicciones para rechazar ambas ideas. En el primer caso, las fundamentó con la etimología de la palabra “matrimonio”. Viene de “matriz”, dijo, sugiriendo que la raíz latina impide que dos varones se unieran bajo esa figura legal. No pensó que tal vez podría tratarse de dos mujeres, es decir, el doble de las matrices necesarias en este tipo de contratos, si seguimos esa lógica. Tampoco se dio cuenta de que su convicción se desvanecería más allá de las lenguas romances, aquellas que, como el alemán o el chino, no surgieron del latín.


El rechazo a la adopción homoparental, en tanto, la resumió en una frase: “La naturaleza es sabia”. Así fue como se los explicó durante un programa de televisión a dos mujeres que ya son madres de un niño, pero sobre el cual sólo una de ellas tiene derechos de filiación. El candidato dio un largo rodeo hasta llegar a otra firme convicción levantada sobre el resbaloso argumento de “la naturaleza”. No hay espacio para tantas dudas que dejó: ¿La fertilización asistida también va a contramano de su argumento? ¿La adopción es algo que se da comúnmente en la naturaleza? ¿No eran acaso parte de la naturaleza las pestes, aquellas que mataban masivamente a niños hasta que artificialmente se desarrollaron las vacunas? ¿No es la quimioterapia una manera de frenar una enfermedad que surgió naturalmente? ¿No son las normativas antisísmicas una manera de enfrentarse a las catástrofes provocadas por los terremotos, es decir, por la naturaleza? ¿Qué motivo podríamos tener para aprender algo tan contrario a la biología natural del cerebro como leer y escribir, si hacerlo significa, en promedio, dos mil días de entrenamiento? ¿Cuándo hay que abandonarse a la “naturaleza” y cuándo no?


Añadió el señor Piñera que lo natural es que los niños tengan un padre y una madre, deslizando que cualquier otra cosa era inapropiada. ¿Qué valor tiene, entonces, la biografía de los cientos de miles de chilenos que durante generaciones se han criado en hogares sin padre, como O’Higgins y Gabriela Mistral? El candidato mencionó, por último, la importancia de los roles dentro de la familia. ¿Eso incluye el color de la ropa de guagua? ¿Un soldadito para los niños, una Barbie para las niñas como preocupación legislativa?


Sebastián Piñera habla de “naturaleza” donde debería decir “religión”. El candidato recurre a ideas medievales sobre la moral sexual que condenaba cualquier actividad que escapara a la reproducción como fin exclusivo y reglamentaba incluso las posiciones permitidas para tener sexo. ¿La razón? La naturaleza. El mismo argumento utilizó Santo Tomás para escribir que la mujer era “imperfecta “ y que estaba obligada a obedecer al hombre, que “por naturaleza poseía abundancia de sensatez y razón”. Este pensamiento no se hacía cargo que comportamientos usuales en algunas especies, como matar a las crías débiles o aparearse entre hermanos, serían considerados abominables en una comunidad humana.


El argumento se extendió tanto que alcanzó incluso la economía: el cobro de cualquier interés estaba prohibido, porque el dinero no podía engendrar dinero, era tan antinatural como el amor entre personas del mismo sexo. Incluso, Dante Alighieri describió en su obra La divina comedia los pecados de Sodoma y Cahors -ciudad francesa que durante el medioevo fue centro financiero- como equiparables. Sin embargo, en 1917 la Iglesia Católica eliminó esta categoría -la del cobro de interés- de su lista de pecados mortales.


Sebastián Piñera propone un futuro de prosperidad en su nueva candidatura, lo hace mientras desempolva ideas medievales para justificar prejuicios que repite como lo hace un predicador afiebrado frente a un rebaño aturdido y obediente.


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Published on June 17, 2017 23:21

Padres e hijos

EN ESTOS tiempos en que nada mucho acontece -solo se suceden instantáneas fugaces que apenas conmocionan y si llegan a impresionar, es solo por un rato-, sorprende que, de repente, se nos baje del tiovivo que nos tiene mareados y se pretenda reparar en algo tan obvio como que los hijos tienen padres, y estos tienen cometidos mínimos de cuidado, entre otros, que sus hijos no sean vándalos, amparen a vándalos, o que se aproveche de prole tan embalada en sus luchas sociales gente de quizá mala ralea. Así interpreto la demanda del alcalde de Santiago contra quienes no solo hacen daños tras las tomas, también los que las azuzan y, puesto que los muy pergenios no han sido engendrados ex nihilo, sus papás si viene al caso.


Ha tomado su tiempo volver a lo obvio. Es que veamos. En el mundo al revés que se nos quiere convencer que vivimos, ¿se permite decir que haya gente agitando, que los jóvenes sean impresionables, que puedan convertirse en unos salvajes, o incluso que tengan padres? A la monja que seguramente la sacó de quicio uno de estos pobres angelitos el otro día, no solo la formalizaron, el alcalde de la comuna donde se ubica el colegio, escandalizado por sus dotes púgiles, se tiró por la prensa contra la muy “abusadora”, condenándola antes que el juez se pronunciara (“Lo que más nos preocupa a nosotros es que el niño esté bien”). Ni que hubiese sido embajador de la Unicef; el mismísimo alcalde que, siendo ministro de Educación, se comprometiera “iniciar una verdadera revolución educacional en Chile”, la cual se le fue de sus manos, y al que tuvieron que sacar porque no se la pudo.


Este es el quid del asunto. ¿Quién se la puede y a quiénes cabe responsabilizar de lo que se ha desatado en nuestras escuelas? Llevamos años presumiendo que los estudiantes son víctimas, que la mala educación que reciben les da derecho a manifestarse, tomarse los establecimientos y paralizar la enseñanza a nivel nacional (degenerándola aún más), sin responsabilizarse por sus actos y daños (algunos vandálicos), optando por tratar el asunto como un fenómeno meramente espontáneo, sintomático, sociológico, atribuible a los tiempos y condiciones históricas que vivimos. Nadie, por supuesto, aprovechándose, nadie instrumentalizando, nadie abrigando otro motivo que el más puro y desinteresado.


La demanda de Felipe Alessandri, al menos, complejiza el asunto. Admite que puede haber responsabilidades individuales, también de adultos, a la vez que apunta a esa otra pregunta más de fondo: con qué autoridad de padres de familia se cuenta que no esté siendo suplantada por otros. Estamos frente a un cuadro crítico: ausentismo parental (un 70% de niños habidos fuera del matrimonio), y altas tasas de familias disfuncionales con su carga de abandono, resentimiento acumulado, y desprecio hacia cualquier figura de autoridad que ningún sistema educativo, menos el nuestro, puede enfrentar, aun cuando deba lidiar a diario con él. Yo, a diferencia de Lavín, a la monja estaría por hacerle un par de preguntas.


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Published on June 17, 2017 00:00

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Óscar Contardo
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