Óscar Contardo's Blog, page 2
January 26, 2018
Interpretar la reforma
Después de una larga y accidentada tramitación, el Congreso acaba de aprobar, en tiempo récord en el segundo y tercer trámite, el proyecto de reforma a la educación superior de la Presidenta Bachelet. Aunque el proyecto contiene 124 artículos permanentes y 46 transitorios, y recibió casi 700 indicaciones, el Senado y la Cámara de Diputados lo despacharon en cuestión de horas. La “ventana de oportunidad” para aprobar la reforma se produjo porque eso conviene tanto al gobierno entrante –se zanja una discusión de décadas y se desprovee a los estudiantes de un pretexto para protestar- como al que culmina su gestión, que cumple así con uno de sus principales objetivos programáticos.
Será una nueva “LOCE”, no solo porque se modifica sustancialmente la ley orgánica vigente en educación superior, que se publicó un 10 de marzo de 1990, sino porque ésta también se promulgará (seguramente) pocos días antes del cambio de mando. El nuevo gobierno -como el de Patricio Aylwin- deberá interpretar e implementar el texto de una ley en cuyo diseño no tuvo participación, procurando en lo posible encontrarle un sentido coherente con su visión del sistema de educación superior.
El texto actual fue escrito bajo la inspiración de la idea de la educación (superior) como un derecho social, pero será interpretado y aplicado desde una concepción de la educación que se desenvuelve en un contexto de libertad de enseñanza (paradojalmente, las mismas ideas que inspiraron el texto viejo). Habrá un cambio de énfasis en el discurso, desde la prioridad de lo público hacia una mayor valoración de la autonomía y la diversidad institucional, cuidando, eso sí, de proteger los derechos (individuales) de los estudiantes.
Pero el intérprete no puede saltar fuera del texto y la nueva ley, aprobada a “matacaballo”, contiene nudos difíciles de desatar y errores de importancia, que afectarán la eficacia de la política de educación superior del próximo período:
La Superintendencia del sector, organismo autónomo con amplias atribuciones, algunas de las cuales amenazan la autonomía de las instituciones, podrá interpretar administrativamente las normas cuyo cumplimiento fiscaliza, e impartir instrucciones de general aplicación, lo que se topará inevitablemente con facultades propias del Ministerio de Educación.
Mientras las instituciones privadas organizadas como personas jurídicas sin fines de lucro no podrán tener como controladores, miembros o asociados a personas jurídicas con fines de lucro, lo que afecta el principio de libertad de asociación, habrá tres universidades del CRUCh -“con nombre y apellido”- exceptuadas de cumplir con esta regla y la que prohíbe destinar recursos a fines distintos a los educacionales, lo cual constituye una flagrante discriminación arbitraria (carente de fundamento racional).
La acreditación se hace obligatoria e integral, lo que resulta problemático dado que no acreditar conlleva la pérdida de autonomía, y a la larga el nombramiento de un administrador de cierre. La visita de pares debe abarcar todas las sedes, lo cual es inoficioso, según la misma experiencia de CNA lo demuestra, y una muestra de carreras. La acreditación mediante estándares rigidiza el proceso y tiende a uniformar los proyectos institucionales, lo que ha sido criticado por la CNA y el CNEd (pero nadie quiso escuchar las sugerencias de estos organismos técnicos).
Los requisitos para acceder a la gratuidad no se aplican a las universidades estatales, son discriminatorios para los estudiantes vulnerables y contravienen, por tanto, el criterio vigente del Tribunal Constitucional. El nuevo gobierno quiere avanzar al 90% de gratuidad en el sector técnico-profesional, pero difícilmente podrá bajar el “piso” de cuatro años de acreditación, ya que los tres años se consideran una acreditación “básica” y excepcional. La regulación de aranceles (incluidos los de estudiantes sin gratuidad) y de vacantes vulnera la autonomía económica de las instituciones adscritas a la gratuidad y limita seriamente sus posibilidades de desarrollo, lo que pone trabas a una política que fomente la mejora de la calidad.
Se deroga la ley 20.027 (que regula el CAE), a partir del 1 de enero de 2019, “siempre que” se establezca otro mecanismo de financiamiento, administrado por el Estado, a partir de un proyecto de ley que debe presentarse… durante el año 2017. Esto no solo es un absurdo legal, ya que la condición nace incumplida, sino que además pone una nota de incertidumbre al derogar un beneficio sin establecer un mecanismo alternativo, lo que resulta regresivo para los estudiantes.
Aún está por verse si el Tribunal Constitucional admitirá estas y otras disposiciones problemáticas desde el punto de vista de la interpretación vigente de la libertad de enseñanza. Pero lo cierto es que el grueso de la ley verá la luz y el próximo gobierno tendrá que arreglárselas para implementarla, tratando de asignarle un sentido que no traicione sus principios liberales. Quizás esto sea lo que mejor explica la decisión presidencial de nombrar a un abogado experto en Derecho corporativo como el próximo Ministro de Educación.
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January 25, 2018
Vecinos distantes
Una vez más Chile acudirá a los tribunales a defender su derecho. ¿Por qué en los últimos tiempos hemos vivido episodios similares? ¿No está clara la delimitación territorial de nuestro Estado? La respuesta es categórica: Chile posee un territorio delimitado por tratados válidamente ratificados con todos sus vecinos. Pero una cosa es la verdad jurídica, y otra el conflicto que emerge cuando otro Estado señala tener la mejor disposición hacia nosotros, a cambio de una cesión de parte de nuestro territorio.
Peor aún, cuando de esta aspiración, que en la práctica muestra un desconocimiento de la legalidad vigente, se acompaña de campañas educativas, comunicacionales y políticas basadas en el antichilenismo. Se intenta revisar la Historia, y se construye un imaginario en el cual el nacionalismo exaltado pasa a ser un precioso capital en la política interna. Peor todavía, en algunas ocasiones hemos sido víctimas de operaciones en que autoridades de otro país han intentado desarrollar acciones de soberanía en nuestro territorio. Tal fue el caso de una pretendida “inspección de puertos”, así como de diversos incidentes en que fuerzas de seguridad han penetrado en nuestro territorio.
Chile es un país amante de la paz, la hemos construido ya casi por siglo y medio. En la base de nuestra estrategia está el respeto estricto a la legalidad, que en materia internacional la cautelan los tratados y los regímenes internacionales. Precisamente para defender la intangibilidad de los tratados y ratificar nuestra disposición de solución pacífica de las controversias, hace más de medio siglo firmamos el Pacto de Bogotá. Chile respeta los tratados. También los hace respetar.
Es irreal apostar por parte de cualquiera que Chile, Estado soberano, va a ser obligado a ceder territorio. Jurídica y políticamente es inviable, ninguna autoridad nacional tiene atribuciones para ceder territorio. Por lo demás, el soberano ya se ha manifestado reiteradamente en contra de una alternativa de este tipo.
Hemos ofrecido en reiteradas ocasiones alternativas para una mejor convivencia, para incrementar nuestra cooperación. Ello ha encontrado eco parcial, y junto a los querellantes, encontramos muchos ejemplos de “diplomacia silenciosa” que involucra a centenares de ciudadanos bolivianos beneficiados por programas diversos de cooperación, junto a decenas de miles que pacífica y productivamente eligen nuestro país para su residencia.
Conversar para mejorar las relaciones e intensificarlas, es una vía que está abierta, y si al final del día lo que queda es que hay que seguir conversando, entonces estaremos en el punto de partida; nada más que quedará claro que debe ser sobre la base estricta del respeto a los tratados, es decir, más de lo mismo. Tendremos que asumir que se enfrío una relación para volver al principio.
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Un año con Donald Trump
Ya decía Saul Bellow en su novela Ravelstein que quien desee gobernar Estados Unidos debe entretenerlo. Donald Trump ha llevado la máxima al extremo. Los norteamericanos están obsesionados con su Presidente y él goza siendo foco de su atención.
Trump exhibe el narcisismo de un bravucón de bar. Su lengua afilada ha entrado en una guerra de desgaste con sus detractores. Hasta ahora, son estos los que ganan: el mandatario es impopular y eso podría costarles a los republicanos una derrota en las legislativas de noviembre.
Pero no todo está perdido para él. Contrario a lo que sugiere la siempre negativa cobertura que recibe en los medios, Trump ha sido muy eficaz para llevar adelante su programa. La inmigración ilegal, por ejemplo, ha bajado 60%, lo cual sugiere que el tema podría verse resuelto sin tener que construir el infame muro en la frontera con México. Por su parte, la economía navega a velocidad crucero y la confianza de los consumidores está en su nivel más alto de los últimos 17 años. Si la amplia reforma tributaria que logró aprobar tiene los efectos esperados, el crecimiento de la economía podría agarrar viento de cola. En otro frente crucial, Trump pudo confirmar sin problemas al juez Neil Gorsuch para la Corte Suprema y ha nombrado a un número casi sin precedentes de jueces, lo que proyectará su influencia mucho más allá de su mandato.
El Presidente también ha avanzado su agenda exterior. Las amenazas a Corea del Norte forzaron a la ONU a aplicar durísimas sanciones contra el régimen de Kim Jong-Un, quien se ha visto obligado a dialogar con Corea del Sur. Con polémica, Trump honró su promesa de denunciar el Acuerdo de París sobre el cambio climático y de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel. Impulsa asimismo algunas medidas proteccionistas y exige a la Organización Mundial de Comercio que condene las prácticas industriales de China, que se alejan del fair play comercial.
Aunque cuesta tomar distancia de un personaje como Trump, es necesario analizar con frialdad el fenómeno político que representa. Después de todo, el mandatario es la encarnación contemporánea de una veta proteccionista y populista que recorre la historia de Estados Unidos desde sus orígenes. Hay una línea directa entre el proteccionista “Informe sobre las manufacturas” que el secretario del Tesoro Alexander Hamilton presentó en 1791 al Congreso y las restricciones a la importación de paneles solares y lavadoras que Trump decretó esta semana. De idéntica forma, existe una conexión estrecha entre la aspiración populista del Presidente Andrew Jackson (1829-1837) de ampliar el voto y darles voz a los que no la tenían y la capacidad de su actual sucesor para representar a los trabajadores postergados por la globalización.
Más allá del molesto ruido que rodea todo lo que hace y dice, Trump es bastante más predecible y comprensible que lo que él y sus adversarios quieren que creamos.
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Un gabinete convencional
Resulta evidente que el nombramiento de cualquier gabinete ministerial está lejos de sumar niveles masivos de apoyo. Bajo la premisa de que se trata de una alquimia imposible, si hubiera que resumir en una sola idea la impronta del que debutará en marzo habría que decir que primó la experiencia política. A segundo plano pasaron otras consideraciones como el equilibrio de género y esa paridad que, alguna vez, vimos transitar como al vuelo y que hoy parece remitida a una quimera. Existe consenso en constatar la continuidad de algunas figuras que acompañaron a Sebastián Piñera en su anterior mandato pero, también, una apuesta por la proyección. Esto último no debiera extrañar a nadie. En el presidencialismo, existe la expectativa de que los liderazgos de relevo afloren de la cantera ministerial por mucho que los dos gobiernos de Michelle Bachelet la hayan desatendido.
¿Y en qué lugar se cristalizará, a fin de cuentas, dicha experiencia? En lo que se denomina el “centro estratégico de gobierno “(CdeG), entendido como “el círculo de instituciones y personas con las cuales el Presidente habitualmente toma las decisiones más importantes”. Los ocupantes de Interior, Hacienda, Segegob y Segpres pueden tranquilamente exhibirla y, en ello, la edad de Gonzalo Blumel es un mero dato. Otro importante factor es que no llegan a La Moneda a conocerse. Lo anterior será útil para lidiar con tormentas como las que se anticipan en Educación, dado el controvertido perfil de su titular. El círculo termina por cerrarse, sin lugar a improvisaciones, con Cristián Larroulet como jefe de asesores del Segundo Piso. Dicho espacio viene siendo objeto de auscultación creciente y le generó a Piñera, por las críticas intermitentes de Carlos Larraín en su momento, más de un quebradero de cabeza. Larroulet, además de saber cómo funciona, es una de las personas que más conciencia tiene de su importancia para la coordinación y la gestión con sentido estratégico.
Sin embargo, el ofrecimiento al país de un gobierno de unidad antecedido, además, por una campaña centrista, hacía pensar en la posibilidad de otra fórmula. Algo así como un gabinete a lo Macron, un cóctel post partidista, variopinto en lo ideológico y que difícilmente se compensa con independientes de conocida adscripción política. Una versión a la chilena de aquella frase de Abraham Lincoln cuando dijo que no tenía derecho a privar al país de sus mejores cerebros simplemente porque a veces no estuvieran de acuerdo con él. No es una idea ni ingenua ni estrafalaria, pero tendrá que esperar. La cultura política permanece anclada en códigos binarios excluyentes. Esa diversidad que tanto se pregona para la empresa y que, en política, podría resultar en una colaboración entre rivales es vista como el cruce de una frontera que linda con la traición.
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Chile Vamos 2018-2026
Chile Vamos se ha propuesto gobernar ocho años, para lograr dicho objetivo se ha planteado la necesidad de hacer crecer el sector. El gabinete recién presentado tendrá que considerar en sus labores avanzar hacia dicha meta. Tal propósito requiere, no obstante, una discusión y acuerdo previo -que aún no existe- para definir a quienes se pretende seducir y con qué proyecto. Crecer por crecer no lleva a ninguna parte. Por eso, en virtud de los cambios sociopolíticos y las disputas hegemónicas culturales que se están dando en nuestro país, el gobierno de Chile Vamos no puede pararse de perfil para evitar reflexionar sobre la viabilidad de aspirar a un horizonte social que se traduzca en definiciones claras. Menos aún podría ser neutral, porque la sociedad está discutiendo aquellas temáticas, y porque además si se busca -como se ha anunciado- un desarrollo humano, el silencio y la omisión no se justifican.
Si Chile vamos comparte y considera necesario impulsar un modelo económico, es absolutamente sensato esperar que se pronuncie sobre qué modelo de sociedad pretende impulsar. Si no existe un planteamiento de coalición respecto a nociones antropológicas, o del sentido de instituciones fundamentales para la sociedad que definan el estatuto de ese desarrollo humano propuesto, cada partido buscará -como ya lo ha hecho Evópoli- defender sus propias convicciones. Sin embargo, en ese escenario no coordinado y sin proyecto común, se le crearán al gobierno focos de conflictividad precisamente por omitir una tarea que le compete a él, por cuanto gobernar implica tomar posturas en materias relevantes como son estas.
Resulta urgente reflexionar sobre los cambios profundos que estamos experimentando. Pues, una vez se encuentren los lugares comunes, por mínimos que sean, será más fácil definir horizontes políticos. No hacerlo limitará a responder con políticas de corto plazo a problemas estructurales de la política. Hasta ahora sólo se ha aludido a una sociedad más inclusiva, pero aquella intención no basta para definir y concretar un proyecto de sociedad ni menos un determinado desarrollo humano, porque no transparenta aun desde qué antropología se sustenta ni hacia qué orden social y nueva institucionalización se aspira.
La derecha ha tomado conciencia de su diversidad y de sus diferencias; ha comenzado a pensarse política y culturalmente (se habla ya de “las derechas”). Iniciado este proceso, resulta inminente intentar pensar la posibilidad de un modelo de sociedad común que permita tratar de impulsar un crecimiento hegemónico del sector.
Tal vez podríamos partir por pensar antes el sentido y horizonte que buscan las demandas de aquellas identidades que hoy interpelan el orden existente. Aquella tarea, por la magnitud que comprende y por su sentido político, no puede quedar reducida a discusiones de partido. Se requiere de liderazgos que tengan la voluntad y el poder de impulsar un horizonte social. Por ende, resulta impensable que el próximo gobierno, sus ministros y su presidente no tomen la posta de la discusión.
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Hablemos de Parra
Falleció Nicanor Parra y todos queremos hablar de él, eso está claro, unos desde la pena y otros desde la antipena; unos desde la nostalgia y otros desde la ironía; unos desde el deseo de apropiárselo por haber leído y entendido su obra completa, otros desde la ocasión en que pasaron a golpearle la puerta en su casa en Las Cruces y no recibieron respuesta. Ahora, solo de una cosa estaremos seguros, hablaremos de él, o como sostuvo Roberto Bolaño: “Solo estoy seguro de una cosa con respecto a la poesía de Nicanor Parra en este nuevo siglo: pervivirá”. Una afirmación de la que el mismo Parra dudaría, porque, así lo entiende Bolaño, no importa demasiado.
Pero hablemos y escuchemos. Los entusiastas dirán de Nicanor Parra que pertenece al gran clan Parra, que es el antipoeta por antonomasia, que es nuestro rock star -lo es-, admirado por Patti Smitt, Bolaño e Ignacio Etcheverría, entre otros. Los detractores, por su parte, sacarán a la luz el té con la esposa de Nixon o alguna leyenda negra. Parafraseando y sin soltar a Bolaño, no han podido con él ni la izquierda chilena, ni la latinoamericana; ni la derecha neonazi ni la desmemoriada. Menos aún los profesores latinoamericanos que “pululan por los campus de las universidades norteamericanas”, de hecho, los seguidores de Parra tampoco han podido con él.
Hablemos de Parra. Citaremos de memoria el poema “Montaña rusa”: “Suban, si le parece. / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices”. Pondremos marcado énfasis en su antipoesía sin siquiera entender qué es la poesía, solo que es el “paraíso del tonto solemne”. Hablaremos de nuestras primeras lecturas de poesía (las mías, en mis tiempos de Liceo, Los Gemidos de Pablo de Rokha y Poemas y Antipoemas, lecturas escolares que levantan a los lectores de sus sillones de terciopelo verde cortazariano, lecturas que queman). Leeremos su traducción de El Rey Lear y veremos el documental Cachureos de Guillermo Cahn. Recordaremos con cariño al Cristo del Elqui y nos reiremos con sus Artefactos: “El pensamiento muere en la boca” o en la letra escrita.
Hablemos de Parra y escribamos de él. Por cierto, me siento como el Pereira de Antonio Tabucci, escribiendo una necrología para la muerte de Nicanor Parra. No obstante, no sé escribir una como la definición manda, ni tampoco la tenía escrita. En fin, todos sabíamos que esto iba a pasar, pero era difícil estar preparado. Desde los años noventa se han ido los mejores Jorge Teiller (1996), Gonzalo Millán (2006), Stella Díaz Varín (2006) y Gonzalo Rojas (2011), entre otros. Nunca vamos a estar preparados para este tipo de muertes, pareciera que los poetas no mueren.
Hablemos y hablaremos de Parra, pero la muerte en la literatura anuncia la vida de su autor, anuncia que la obra pervivirá, como dice Bolaño, entendiendo que esta aparecerá editada en su manifestación más amplia y diversa para sus lectores, nuevos y avezados: obra completa, ediciones críticas, poemas inéditos, biografías y antibiografías, testimonios de amigos y académicos, diarios, cuadernos y artefactos perdidos. Sus muebles serán artefactos y qué decir de sus sábanas. Su casa en Las Cruces se convertirá en un Museo con un peregrinaje sostenido. Se harán homenajes, congresos y coloquios en su nombre, con amigos y lectores más fieles y entendidos en su obra. Sin duda, la poesía de Nicanor Parra pervivirá, aunque esto no importe demasiado.
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Las prioridades educativas que el Mineduc no puede olvidar
Se ha dicho bastante sobre el nuevo Ministro de Educación. La discusión sobre la estrategia política detrás de su nombramiento es sabrosa y las elucubraciones sobre sus planes al mando de la cartera son infinitas. Lo cierto es que sobrevivir al Mineduc no es una tarea fácil: en ocho años tuvimos siete ministros de Educación. Sin embargo, lo que Chile necesita hoy es un acuerdo político y social que plantee una hoja de ruta de la educación a largo plazo y con visión de Estado. Los ya exiguos aprendizajes de niños y niñas no resisten más las inclemencias de los vaivenes políticos.
Con varios años de reformas, logros importantes y un considerable aumento del gasto puede parecer que “educación es un tema ya resuelto”. Temo decirle que aún tenemos pendientes gravísimos. ¿Sabía usted que sólo el 44% de los niños de 3 años asiste a la educación inicial y de ellos un gran porcentaje proviene de familias de altos ingresos? ¿Se ha enterado de que la mitad de los estudiantes egresa sin tener las habilidades básicas y que un tercio de nuestros profesionales no entiende lo que lee? ¿Sabía que en el Chile OCDE la desigualdad es de tal magnitud que entre un estudiante de nivel socioeconómico bajo y alto hay casi 2 años escolares de diferencia?
Con todos estos problemas resulta imposible hablar de una estrategia de desarrollo si la educación no ocupa un lugar protagónico de la agenda política, ya sea para dar continuidad a reformas claves como la ley de inclusión, la carrera docente y la nueva educación pública, pero también para dar un nuevo golpe de timón en el sistema educativo, priorizando, ante todo, el principal pendiente: asegurar aprendizajes de calidad.
La primera urgencia a abordar debe ser la ampliación de cobertura y el mejoramiento de la calidad de la educación parvularia. Con una educadora en sala para atender a 32 niños es imposible que éstos puedan desarrollar todo el potencial de aprendizaje y creatividad que tienen. Pese al titánico esfuerzo que día a día hacen estas profesionales, requieren de mayores apoyos que se traducen en más educadores por sala, mejor formación inicial y continua y tiempos adecuados para la planificación. No podemos farrearnos la formación de la primera infancia, pues una educación parvularia de mala calidad es, incluso, más perjudicial que no tenerla.
En segundo lugar, el próximo Ministro debe asumir como bandera la verdadera revolución en la sala de clases, lo que significa implementar de manera masiva metodologías de aprendizaje innovadoras, que reemplacen las clases frontales y la memorización por modelos que desarrollen el pensamiento crítico, la colaboración, que acerquen la escuela a la vida cotidiana de los estudiantes y les permitan aprendizajes profundos.
El desafío de la innovación no puede obviar la legislación sobre una carrera directiva para mejorar sus condiciones de trabajo, pues no hay escuela que mejore sin líderes empoderados, con mayor autonomía y una formación de excelencia.
Otra reforma insustituible es el fortalecimiento de la educación técnico profesional (TP). Esta modalidad concentra la mitad de los estudiantes, pero aun así ha sido eternamente postergada, recibiendo apenas una sexta parte del financiamiento que reciben los estudiantes de educación universitaria.
Ya hicimos los diagnósticos y pusimos el tema TP en la mesa. Hoy es hora de acciones concretas: una institucionalidad estable que agrupe a los actores del mundo educativo y productivo, la articulación efectiva de los liceos y las instituciones de educación superior, la implementación de metodologías de aprendizaje en el trabajo y el aumento del financiamiento.
El próximo Ministro también tiene que ponerse la camiseta por la educación pública. En los próximos años viviremos la histórica desmunicipalización, pero este proceso, pese a su relevancia, es un cambio institucional que será insuficiente si no va acompañado de una estrategia integral de fortalecimiento, que ponga foco en las personas, sus capacidades y espacios de colaboración.
Finalmente, sobrevivir a todos estos tremendos desafíos requiere de una hoja de ruta clara para cambiar la calidad educativa. En Educación 2020 creamos un Plan Nacional (www.elplande2020.cl), documento que con 30 propuestas presenta un camino efectivo para alcanzar la gran meta al año 2030. Esperamos que el Ministro haga suya esta ruta.
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January 24, 2018
Reconstruir identidades
Esta vez, a diferencia de 2009, no se ve en el horizonte un liderazgo salvífico que pudiera reponer la perspectiva de un retorno rápido al gobierno. Se intuye que la derrota es profunda y que no se puede soslayar un debate sobre identidades y proyectos. El cemento que proveía el binominal o la cercanía del gobierno ya no está presente.
La elección pasada dejó instalado el acertijo de un resultado en primera vuelta que mostró una sociedad que quería reformas y una segunda vuelta que dio el triunfo a quienes no las querían. Por ello, las explicaciones no se agotan en los graves errores de campaña. Es necesario explorar fenómenos como el surgimiento de un elector políticamente difuso y líquido capaz de pasar, sin inmutarse, de una opción a otra ideológicamente contrapuesta; la presencia de un voto evangélico conservador (basta mirar la votación de dos dígitos de Kast en comunas de la VIII región); la efectividad del miedo; o esa tierra ignota del cincuenta por ciento del electorado que se abstiene, especialmente en sectores populares. Diversos fenómenos sociales y nuevas subjetividades que se deben procesar en el marco de reconstrucción de una alternativa política.
A su vez, sería un error, por tratar de interpretar a los segmentos en que se perdió la elección (635 mil votos), descuidar a esos 3 millones 160 mil electores que apoyaron en segunda vuelta. Se trata de un votante de clara orientación de centroizquierda e izquierda y, dada la campaña, de una fidelidad espartana.
En el Frente Amplio se respiran aires de triunfo. Se autoperciben dentro de una alianza y de una “marca” exitosa que conviene a todos por ahora. Sus dificultades, las que ven lejanas, derivan de la volatilidad de una parte de su electorado; las disputas hegemónicas en su interior y la definición pendiente de su identidad de izquierda o la renuncia a ella, derivando en una fuerza instrumental, “atrapa todo”. Lo más inquietante: su subestimación del poder de la derecha.
Donde sí quedó instalada una crisis es en el espacio político que ocupó, en su momento, la Concertación y luego la Nueva Mayoría. Sus partidos viven un declive electoral sostenido, anterior a esta elección. Su problema principal: la pérdida de prestigio y legitimidad para hablarle a la sociedad.
Se espera que estas fuerzas entren en procesos de introspección y de reconstrucción de sus identidades. Para el futuro será clave saber si la DC reafirmará o no una identidad de centroizquierda y si el PS volverá a ocupar su lugar en la izquierda. Solo a partir de definiciones de fondo y creíbles se podrá comenzar la configuración de una nueva opción de poder.
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Volver al futuro
Mucho se elucubró durante la campaña sobre cuánto había aprendido Sebastián Piñera y que la designación de su primer gabinete daría algunas luces sobre aquella incógnita. Lo primero es conceder que, en general, estamos frente a un elenco políticamente contundente; donde quedan atrás los fantasmas del 24/7, cuyo mayor símbolo fueron esos ejecutivos de empresas que se afanaban por exhibir sus títulos de postgrado, aunque su experiencia en los temas públicos fuera similar a la de un usuario del Metro.
Pero fue tan fuerte el impacto que este fallido diseño generó en su primera administración, que Piñera parece estar más temeroso de lo que imaginábamos. En efecto, y sin correr ningún riesgo, termina haciendo algo parecido a lo que tanto criticó a su antecesora, y se rodea de un conjunto de incondicionales, empleados y amigos -o todas las anteriores- para iniciar un gobierno que más parece la continuidad del anterior que el inicio de un nuevo proyecto para la derecha.
No sé si “la derecha” es la expresión adecuada, ya que pese al tinte excesivamente conservador y homogéneo de este elenco -más propio de un asado en Coique, que de un gabinete del siglo XXI- basta constatar que seis ministros se repiten el plato y, si miramos los rostros del comité político ampliado, solo podemos confirmar el desembarco del “Piñerismo Leninismo”. Atrás quedan las promesas de la diversidad e inclusión de actores que aportaran una mirada diferente, más fresca, especialmente en lo que atañe al “sentido social” que muchos queríanjorge imprimir a este gobierno.
Porque si lo anterior se quiso resolver con el ingreso del ex jefe de la CPC, develando además la apuesta por la sucesión presidencial que a estas alturas hace el propio Piñera, solo se confirma que este último aprendió bastante menos de lo que imaginábamos. De hecho, con esa decisión dejó heridos a las tres figuras más importantes (y necesarias) que tiene la derecha en el Senado, como son Allamand, Kast y Ossandón. Sin ir más lejos, esos tres mosqueteros, que no son precisamente amigos, tienen ahora una causa en común: evitar que Moreno se transforme en un ministro exitoso y, por ende, en una figura presidenciable.
Y dejando la anécdota por la siempre esperaba equivocación de Piñera, esta vez confundiendo a Diego de Almagro con Pedro de Valdivia, también el formato del acto arrojó dudas sobre el aprendizaje del candidato electo. Asistimos a una alocución larga, redundante e innecesaria, que le quitó protagonismo a lo único que nos interesaba ayer: conocer el nuevo gabinete. Sabiendo que después podrá hacer cientos de discursos, faltó generosidad para poner en la primera fila a sus colaboradores, evitarse los chistes en la mitad de las presentaciones y no infantilizarlos públicamente con lecturas y tareas.
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Renuncias en la Fiscalía
Las sociedades modernas se estructuran a partir de la igualdad ante la ley, que coloca a todos los seres humanos en la situación de pretender el acceso a cualquier posición, de allí la necesidad de generar un orden social en que esa pretensión pueda ser satisfecha de una manera justa. Por ende, la política es una gran discusión sobre la justicia y sobre los medios que permitan, en el decir de Ulpiano, “dar a cada uno lo suyo”.
Cada persona tiene una visión de lo que es justo y sus creencias religiosas, así como sus valores, determinan esa visión. Por eso muchas de las mayores atrocidades se han cometido en aras de alguna noción de lo justo. La democracia es una forma de gobierno que, inspirada en la igualdad esencial de los seres humanos, busca conjurar ese peligro, por la vía de someter al escrutinio de los ciudadanos los distintos proyectos que intentan resolver la cuestión de la justicia.
El estado de derecho, por su parte, delimita competencias y procedimientos, también para reducir al máximo posible la arbitrariedad que se puede derivar del ejercicio del poder “iluminado” por convicciones personales. Savonarola, aquel monje florentino, es la máxima expresión de lo que el pensamiento moderno intenta evitar mediante fórmulas de control.
Por todo esto es que la renuncia de dos fiscales del Ministerio Público, que han señalado que se van de la institución, porque no comparten la decisión de su superior jerárquico respecto de una investigación particular, me parece una decisión compleja de analizar. No tengo razón para poner en duda que a ambos les inspira un auténtico sentido de justicia y consideran que, al resolver como lo ha hecho, el Fiscal Regional ha cometido un acto injusto. Pero otra cosa es el juicio que uno puede hacer, ya no de sus intenciones, sino de sus actos, específicamente de la referida renuncia y ahí sí que, me parece, su decisión no colabora con el objetivo de avanzar hacia una sociedad más justa.
El tema a dilucidar no es si la decisión del Fiscal Regional fue equivocada o acertada, sino si se ajusta a la ley, si fue adoptada dentro de su competencia y sin estar influida por presiones o corrupción. Nada de esto está en duda, se trata de una resolución que se inserta dentro del marco objetivo de las reglas de enjuiciamiento criminal. La renuncia de los fiscales, en cambio, es una forma de presión que intenta hacer prevalecer su punto de vista particular, no estando llamados ellos por la ley a decidir, simplemente porque consideran que su opinión es de una jerarquía éticamente superior y, por eso, debió prevalecer.
En la renuncia de los fiscales hay algo de Savonarola y ese no es el camino por el que avanzan la justicia ni la modernidad. Por el contrario, es la puerta por la que han entrado todos los fanáticos y las peores injusticias.
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