César Vidal's Blog, page 139

October 28, 2014

Las lágrimas de Junqueras

​ Sucedió hace más de una década. Colaboraba yo en un programa de televisión y la directora nos convenció a tres de los contertulios para que nos disfrazáramos de Reyes Magos en un especial navideño. Yo - que sin gafas no veía tres en un camello – estuve a punto de caerme por unas escaleras. çL

Con todo, disfrazado y hablando con acento árabe, resultaba medio convincente. Así se lo pareció, al menos, a algunas niñas, hijas de empleados, que acudieron al programa. Inesperadamente, un hijo de Satanás de escandalosa melenaza blanca hizo acto de presencia. Con gesto displicente – pretendía saber de todo y era un ignorante de tomo y lomo – anunció a las pequeñas que todo era falso porque los Reyes Magos eran los padres. El estupor se pintó en aquellas caritas infantiles y, de repente, gracias a aquel desalmado de alba cabellera, una de ellas, la más pequeñita, comenzó a hacer pucheros. He recordado el vergonzoso episodio, viendo las lágrimas de Junqueras. El muy infeliz se ha creído durante años todas esas estupideces de que Cataluña es una nación y de que la independencia es un desiderátum; en su inmensa ignorancia las ha defendido y ahora que parecía que podían alcanzarla como si fueran kosovares, Mas – como fiel mandado de las oligarquías catalanas – se le raja. No era verdad lo que le contaron. No lo era. El nacionalismo catalán era, en lugar de nacionalismo, un mero pandillismo sustentado en la corrupción, en el saqueo del resto de España y en un clientelismo que convierte a la Cosa Nostra en un coro de ursulinas. Ha comenzado a intuirlo y el pobret ha roto a llorar como aquella criatura porque él, en realidad, se guía sobre todo por el sentimiento y desearía que los camellos se bebieran el agua que les dejaría al lado de la ventana el día de la independencia. Y ahora se percata de que no es así; de que con más del setenta por ciento del negocio en el resto de España no se pueden ir; de que sin las subvenciones que pagan madrileños, riojanos y baleares no podrían mantener sus cajas; de que su sanidad – cada vez peor – y su educación rezumante de odio a España también nosotros las pagamos; de que no es cierto que “Espanya ens roba” sino más bien que a España, las oligarquías catalanas le salen más caras que cierto tipo de hijos. Y Junqueras, el pobret de Junqueras, llora porque sospecha que los Reyes Magos de Cataluña somos el resto de los españoles.



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Published on October 28, 2014 01:57

October 27, 2014

El collar de la paloma

El islam español demostró desde sus inicios una exasperante incapacidad para crear un sistema político estable. Se diga lo que se diga, los bereberes odiaban a los sirios, los sirios aborrecían a los árabes, los árabes se enfrentaban entre si y los maulas, es decir, los españoles que habían abrazado el islam los detestaban a todos.

Así, difícilmente, se podía construir algo sólido. De algún emir se dijo en tono de alabanza que cosió Al-Ándalus con la espada y el califato creado por Abd-ar-Rahmán III – sin duda, la cima del islam español - resultó brillante, pero no pasó de ser una estrella que declinó de forma acelerada tras la muerte del terrible Almanzor. Luego vino la fitna, la división entre reinos de taifas que se formaron por afinidades étnicas – árabes, bereberes, andalusíes, eslavos… - y que, al fin y a la postre, tuvieron que recurrir a los fanáticos integristas del norte de África simplemente para retrasar el avance de la Reconquista. Sin embargo, no puede pasarse por alto el hecho de que, al lado de esa incompetencia, brotó una belleza artística con escasos paralelos en la época. El Tauq al-hamama, es decir, El collar de la paloma es uno de sus ejemplos literarios más significativos. Su autor, el andalusí Ibn Hazm, escribió millares de páginas en un ejemplo más de que el genio suele ser fecundo. Sabía sobradamente que la sociedad en la que vivía estaba destinada al aniquilamiento. La corrupción de los políticos, la mezquindad de los administradores, el empuje del norte, el gasto desaforado y la ceguera social lo ponían de manifiesto de forma indiscutible. Persona inteligente no podía cerrar los ojos a la realidad. Sin embargo, Ibn Hazm, dolorosamente consciente de todo, buscó refugio en el amor y en la relación con Dios. El collar de la paloma es, precisamente, un hermosísimo tratado sobre el amor. Lo leí por primera vez en español hace ya décadas y luego me he recreado en distintas ocasiones en el texto árabe que es de una belleza tan exquisita como las filigranas trazadas en el marfil por un artesano. Redactado en Játiva, en la cercanía del mar, en torno al año 1023, Ibn Hazm logró consignar las más diversas formas del enamoramiento y del amor y adornarlas con poesías de una luminosidad extraordinaria. De la piel de la mujer a la oración al Único, de la unión de los amantes a la confianza en Dios, de la inocencia del amor adolescente al sibaritismo erótico, sus líneas transcurren en una clara demostración de que hay realidades que superan con mucho la miseria que puede llegar a rodearnos y, sobre todo, de que esas realidades perduran en medio de la decadencia e incluso del caos.

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Published on October 27, 2014 01:50

October 25, 2014

La Reforma indispensable (XIX): Un monje llamado Lutero (XIII): situación desesperada

En medio de una situación que empeoraba a ojos vista resultó de especial relevancia el comportamiento de los dominicos como denunciantes de Lutero. El 14 de marzo, el agustino había predicado un sermón sobre el abuso de poder que se producía en la práctica de la excomunión. Semejante hecho, como ya hemos señalado con anterioridad, es reconocido en la actualidad por los propios estudiosos católicos como Lortz, pero, a la sazón, dejaba expuesto un flanco peligroso por el que atacar a Lutero.

​ Dos dominicos que se hallaban presentes en la predicación – y que, muy posiblemente, acudieron para encontrar algún motivo del que acusar al agustino – tomaron nota de las palabras recogiendo, de forma exagerada, convirtiéndolo en un material que pudiera ser utilizado en contra de Lutero. No sólo eso. Invitado a cenar en la casa del Dr. Emser en Dresde, Lutero había seguido defendiendo sus puntos de vista en el sentido de que la excomunión, lamentablemente, había dejado de ser un instrumento de disciplina espiritual para convertirse en un arma de temor esgrimida por el papa. Sin que Lutero lo supiera, un dominico escondido tras una cortina fue recogiendo todos sus comentarios. No concluyó con esto la acción de los frailes. Estas notas recibieron la forma de tesis y fueron enviadas a Augsburgo donde se pusieron en circulación bajo el nombre de Lutero. Se trataba, en realidad, de una falsificación, pero, como habían pretendido los dominicos, obtuvo un éxito notable a la hora de dañar al agustino.



A la sazón, el emperador Maximiliano estaba dando todos los pasos posibles para conseguir que su nieto Carlos le sucediera. Semejante paso no era fácil en la medida en que la corona imperial no era hereditaria sino que dependía del voto de varios electores y, en no escasa medida, del respaldo papal que debía ungir al nuevo emperador. Carlos, sin embargo, era un candidato que no gustaba al pontífice. En aquellos momentos, era rey de España y acumulaba territorios en Italia y los Países Bajos. Si además se convertía en emperador, contaría con una fuerza que era contemplada como una amenaza – no sin razón - por la Santa Sede. Se producía así una situación que contribuiría no poco a la desgracia de España en los siglos venideros. Si podía ser utilizada sin el menor escrúpulo por el papa, España sería una nación querida, pero si se daba la circunstancia de que era poderosa, la Santa Sede se convertiría en su peor enemigo.



Sobre ese marco político el hecho de que, de repente, apareciera un hereje contra el que se podía actuar en beneficio del papa, fue visto por el emperador Maximiliano como una vía para cambiar el punto de vista papal sobre la sucesión del imperio. Quizá si el pontífice era consciente del celo religioso del emperador dejaría de oponerse a la elección de su nieto Carlos como sucesor suyo. De manera inmediata, Maximiliano escribió al papa para indicarle que debía intervenir contra aquel hereje y que, por supuesto, contaba con su apoyo.



Si se examina fríamente la situación, hay que reconocer que la posición del agustino había empeorado extraordinariamente en muy poco tiempo. Ciertamente, Lutero había contado hasta entonces con la protección del Elector y con el respaldo de los eruditos, pero la coalición del emperador con el papa debía ser considerada como una fuerza imposible de resistir. En apariencia, la suerte de Martín Lutero estaba echada. A no mucho tardar, sería procesado como hereje y, caso de no retractarse, ardería en la hoguera exactamente igual que Huss.



CONTINUARÁ:



La Reforma indispensable (XX): El proceso Lutero (I): Lutero ante Cayetano

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Published on October 25, 2014 23:15

October 24, 2014

My God is Real

Creo que no tenía veinte años cuando escuché esta canción por primera vez. Fue en un campamento de jóvenes cerca de Madrid y, al escucharla, no pude sino identificarme con lo que decía. Era lo que yo vivía.

​La canción afirma que hay cosas que no haré y lugares a los que no podré ir. Sin embargo, hay algo mucho más importante que las acciones y los viajes. Mucho más importante es que Dios es real y no sólo lo es sino que se puede sentir Su presencia en lo más profundo de nuestra alma. Lo sabe cualquiera que sabe que sus pecados fueron llevados por Jesús o que contempla como el Espíritu Santo es una realidad en su vida. Y esa realidad supera cualquier entendimiento, cualquier razonamiento, cualquier discusión y cualquier descripción. Yo sabía lo que era esa realidad desde que me entregué a Él siendo un adolescente en 1977, pero millones de personas – algunas incluso son paseantes de este muro – conocen esa experiencia y saben que no sólo no exagero sino que mis palabras son muy pobres al mencionarla.



La he querido recordar esta mañana de sábado. Los que han pasado por esa experiencia y la siguen disfrutando saben de lo que hablo. Los que no han tenido esa vivencia… bueno, Dios los está llamando para que la tengan.



Los dejo con esa misma canción, la que cuenta precisamente todo esto. En su versión original la canta Jerry Lee Lewis en un recital memorable. Esta vez he dado además con una traducción al español, la interpreta Danny Berrios. Disfruten ambas y como siempre God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí está Jerry Lee Lewis



Y aquí Danny Berrios

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Published on October 24, 2014 22:12

October 23, 2014

Estudio bíblico (III):  Nuevo Testamento o Kainé Diazeké

​La semana pasada expliqué el contenido del Antiguo Testamento o Tanaj. Sé que no es cosa fácil para los que apenas se han acercado a él, pero confío en que durante las próximas semanas iremos desgranándolo poco a poco – ya saben ustedes una semana, antiguo y otra nuevo – y que también, poco a poco, todo se hará comprensible.

El Nuevo Testamento tiene una extensión menor – aproximadamente la mitad – y una estructura más sencilla. Su nombre es equívoco. En realidad, debería llamarse Nuevo Pacto ya que el nombre deriva de Jeremías 31: 31, donde Dios anuncia por boca del profeta que llegará un tiempo en que hará un Nuevo Pacto con la casa de Israel. Precisamente, en el curso del séder de pésaj – o cena de Pascua judía – Jesús afirmó que ese Nuevo Pacto se sellaba esa noche y que la base era su sangre que sería derramada en breve como sacrificio expiatorio. Jesús unía así varios elementos del Antiguo Testamento: primero, la idea del Nuevo Pacto; segundo, que ese Nuevo Pacto sellado en la Pascua superaba al Antiguo Pacto, un Pacto cuyos antecedentes estuvieron en la primera Pascua en que la sangre del cordero sacrificado evitó que el ángel tocara a los hijos de Israel; tercero, que ese Nuevo Pacto era llevado a cabo por el Mesías-Siervo profetizado especialmente por el profeta Isaías (52: 13-53: 12), un mesías que moriría en expiación por los pecados de muchos. Todos eran elementos presentes en el Antiguo Testamento, pero también en la literatura judía y, en aquellos tiempos, lo verdaderamente original no era su formulación sino que Jesús se presentara como su realización. ¿Cómo el Pacto pasó a Testamento? Muy sencillo. Al latín fue traducido como Testamentum – una traducción no del todo exacta – y de ahí pasó al resto de lenguas occidentales. No es así, por ejemplo, en hebreo donde se ha conservado el término “berit” – el usado por Jeremías – que significa precisamente “pacto”. Por lo tanto, el Nuevo Testamento no son sino las Escrituras relacionadas con el Nuevo Pacto.



En términos generales, el Nuevo Testamento se divide en dos grandes bloques de libros, los Evangelios y las Epístolas. El libro de los Hechos de los Apóstoles es un puente entre los Evangelios y las Epístolas y el Apocalipsis es una especie de conclusión del Nuevo Testamento. La división queda así:

I. Cartas de Pablo: aparecen consignadas por su longitud y no por orden cronológico. El orden de redacción más probable fue: Gálatas (en torno al año 49 y antes del denominado concilio de Jerusalén), I Corintios, II Corintios, Romanos, Cartas de la cautividad (Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón) y Cartas pastorales (I Timoteo, Tito y II Timoteo).


Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Aunque me referiré a ellos más detalladamente en el futuro quisiera adelantar que, en mi opinión, todos fueron redactados antes del año 70 d. de C., en que fue arrasada la ciudad de Jerusalén y su templo. De manera bien reveladora – y a diferencia de los apócrifos – sus autores fueron o apóstoles o personas muy estrechamente vinculadas a un apóstol.
Hechos: escrito por el mismo autor del Evangelio de Lucas, su fecha de datación es previa al año 62 d. de C., en la que murió Santiago, el hermano de Jesús. Dado que Hechos es una continuación o segunda parte del Evangelio de Lucas (Hechos 1: 1 ss), el primer texto debió escribir como muy tarde a finales de la década de los cincuenta del siglo I. Puesto que Lucas señala que otros ya habían escrito evangelios antes que él (Lucas 1: 1 ss) al menos algunos de los Evangelios son de la década de los cincuenta o anteriores. De acuerdo con el papiro Thiede de Mateo, este evangelio podría haber sido escrito en la década de los cuarenta o antes. Juan – a pesar de lo que se afirma actualmente – es un texto que, muy posiblemente, pudo ser redactado también en los años treinta o cuarenta. Paradójicamente, Marcos – que se suele considerar el primero sólo porque es el más corto – puede haber sido el más tardío y ya en la década de los sesenta. Pero insisto: volveremos sobre ello.
Las Cartas: mejor que epístolas sería decir cartas, pero no es un tema de especial relevancia. Se encuentran divididas en varios bloques:


II. Cartas judeo-cristianas (otros prefieren denominarlas universales): Hebreos, Santiago, I de Juan, II de Juan, III de Juan, Judas.

El Nuevo Testamento crea una extraordinaria sensación de inmediatez no sólo por la descripción de la vida y de la enseñanza de Jesús sino también por la manera en que podemos ver cómo vivían y qué creían los primeros cristianos, por cierto, bien poco cercano a lo que ahora viven y creen ciertas confesiones religiosas.


El Apocalipsis: escrito por un Juan que suele identificarse con el apóstol del mismo nombre, autor del evangelio y de las cartas, aunque hay opiniones al respecto.


Para ponernos en ambiente, esta semana sería bueno que leyéramos – con cuaderno al lado para anotar – las parábolas del capítulo 15 de Lucas y el himno al amor recogido en el capítulo 13 de I Corintios.





Marcos (II): 1: 2-6



Los primeros versículos de Marcos están relacionados con la figura de Juan el Bautista. De él nos hablan las fuentes judías, especialmente Josefo, y existe un consenso en el sentido de que era un profeta, es decir, no un vaticinador de eventos como vulgarmente cree la gente sino alguien que contemplaba la sociedad que lo rodeaba y que anunciaba cómo la veía Dios y no los hombres. Marcos lo presenta de una manera muy concreta:





Pero ¿por qué Juan sumergía a la gente en agua como signo de la conversión? La respuesta es muy sencilla si se conoce el trasfondo judío. Cuando una mujer pagana se convertía al judaísmo a su testimonio de fe sumaba la inmersión total en agua; en el caso de los hombres, eran circuncidados y eran también inmersos en agua totalmente. Juan estaba lanzando un mensaje verdaderamente tremendo: “no tiene la menor importancia que seáis judíos de pura cepa, que descendáis de Abraham, que estéis circuncidados. Si no os convertís a Dios, no sois distintos de los paganos pecadores”. En otras palabras, los que acudían a él del país necesitaban convertirse tanto como cualquier gentil. Como diría haciendo un juego de palabras, Dios podía levantar hijos (benim) de Abraham de entre las piedras (ebenim) (Mateo 3: 9). Si alguien pensaba que por ser racialmente judío era más importante estaba profundamente equivocado. También él necesitaba volverse a Dios.


Juan era el cumplimiento de la profecía (v. 2-3). Isaías (40: 1-3) había anunciado que alguien aparecería en el desierto precediendo la llegada del mismo Dios. Esa voz proclamaría un mensaje peculiar, el de que había que bajar las montañas y rellenar los valles. ¿Por qué? La imagen resulta enormemente sugestiva. La existencia de valles y montañas limita nuestra visión del paisaje. En realidad, para que pudiéramos ver todo con facilidad tendría que extenderse ante nuestra vista un terreno llano. La voz haría precisamente eso. Apartaría lo que obstaculizara la vista para que la gente pudiera contemplar al Señor que vendría a salvar.
Juan predicaba un mensaje muy claro (v. 4). La predicación de Juan era la de la teshuvahjudía o, como escribe Marcos en griego, la metanoia. En otras palabras, había que volverse a Dios y cambiar de mentalidad, había que convertirse. Esa conversión quedaría simbolizada por la inmersión en agua. Porque el verbo baptizo en griego significa sumergir y no lanzar unas gotitas de agua por encima. En otras palabras, calificar de bautismo a algo que no es inmersión es como calificar de descenso a la ausencia de movimiento hacia abajo.


Ni que decir tiene que el mensaje de Juan resultaba muy radical porque relativizaba totalmente la práctica religiosa para subrayar la conversión – algo que contaba con precedentes en los profetas – y no sorprende que acabara como acabó, pero no adelantemos acontecimientos.

Y entonces apareció Jesús… pero de eso hablaremos ya la semana que viene.


Juan se presentaba como el Elías escatológico (v. 6). Era creencia común entre los judíos la de que el mesías vendría precedido por el profeta Elías. La discusión se centraba en si ese Elías sería literal o simbólico, es decir, una persona semejante a él. Juan, de entrada, se vestía y se alimentaba como Elías tal y como puede verse en I Reyes 1: 8. No era una mera pose. Era una clave.
Juan anunciaba al mesías (v. 7). A pesar de que Juan era consciente de su relevancia, sabía que el importante no era él – el profeta sabe siempre que él no es el importante – sino el mesías siervo al que anunciaba. La distancia entre ambos era tan abismal que no era digno ni de desatarle el calzado y
Juan anunciaba a un mesías ante el que nadie podría ser indiferente (v. 8). Durante aquellos tiempos, Juan estaba en el desierto sumergiendo a la gente en agua en señal de su conversión. Lo que haría el mesías sería mucho más relevante. En sus manos, estaría la posibilidad de sumergir a la gente en Espíritu Santo, una promesa de enorme trascendencia ya señalada por los profetas (Joel 2: 28 ss).


CONTINUARÁ





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Published on October 23, 2014 22:11

October 22, 2014

Maimónides, el segundo Moisés

Tras la muerte de Almanzor, el islam español estalló en una serie de unidades políticas denominadas convencionalmente reinos de taifas. Escasa perdurabilidad hubieran tenido, a pesar de su refinamiento cultural, de no ser por la llegada de sucesivas invasiones de integristas islámicos procedentes del norte de África.

​A la primera, la de los almorávides, nos referimos al hablar del Cid. La segunda – los almohades - la mencionaremos hoy porque obligó al exilio a no poca gente de talento como fue el caso del judío Moisés ben Maimón, más conocido como Maimónides. Nacido en Córdoba en 1138, acabó sus días en Fustat, Egipto, en 1204. De la importancia de Maimónides – al que dediqué dos de mis novelas El médico de Sefarad y El médico del sultán – da fe el hecho de que todavía hoy se indique que entre el primer Moisés, que recogió las tablas de la ley en el Sinaí, y el segundo, Maimónides, no hubo ningún judío semejante. El Maimónides huído de un Al-Ándalus sometido al fanatismo almohade intentó establecerse en el solar histórico de Israel, pero razones no del todo aclaradas lo empujaron a desandar su itinerario y establecerse, primero, en Marruecos y después en Egipto donde acabó siendo médico personal del famoso Saladino. Maimónides tuvo sus sombras como un racismo primario o un anticristianismo – él que pocos cristianos pudo conocer - que algunos han intentado paliar en la traducción de sus obras. Sin embargo, las luces resultan innegables. Que era un galeno sobresaliente y que dejó reflejada parte de su saber en numerosos tratados no admite discusión. Pero, por añadidura, Maimónides fue un gran conocedor de las Escrituras y un más que notable filósofo. A él se debe, por ejemplo, la Mishné Torah, un manual de cumplimiento de la ley mosaica, utilizado hasta el día de hoy. Como filósofo le debemos la Guía para los perplejos donde realizó un atrevido ejercicio de asimilación de la filosofía aristotélica un siglo antes de que Tomás de Aquino lo intentara. A pesar de sus éxitos innegables, Maimónides no olvidó jamás su tierra natal, Sefarad, que es como se designa a España en hebreo. En su tumba, de manera modesta y, a la vez, significativa, aparece descrito como “Moshé, Ha-Sefardí”, es decir, “Moisés, el español”. Toda una lección para muchos que se empeñan en negar su condición de tales.



Próxima semana: Alfonso VIII

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Published on October 22, 2014 23:27

Night and Day

Se ha cumplido estos días el cincuenta aniversario de la muerte de Cole Porter y confieso que la fecha me ha llenado de melancolía. Porter era un compositor extraordinario no sólo por su fecundidad – mil canciones, nota arriba, nota abajo – sino también por su lenguaje y su capacidad de versificación. Incluso su melodía más sencilla demuestra un dominio del idioma realmente pasmoso, amén de una capacidad para la diversificación casi sobrecogedora.

Porter era genial y audaz – siendo un quinceañero llegó a Francia para alistarse en la Legión extranjera aunque terminó componiendo en los cafés de París – pero su talento prodigioso no le trajo la felicidad. Se ha alegado su carácter homosexual para explicar esa circunstancia, pero no creo que esa explicación se corresponda con la realidad. Cole Porter contrajo matrimonio con una mujer que lo admiraba y que era absolutamente tolerante con sus escapadas. Pensaba que lo importante era tenerlo al final de la jornada aunque se dedicara a lanzar al aire canas a puñados en los lugares de ambiente. En más de una ocasión, se dio por terminada su carrera artística considerando que sus composiciones habían pasado de moda, pero siempre lograba regresar con un éxito mayor por la sencilla razón de que era de los mejores. Ni siquiera la caída de un caballo - ¡más de treinta operaciones quirúrgicas! – llegó a doblegarlo. Le amputaron la pierna a la altura de la mitad del muslo, pero adaptó el piano para poder seguir escribiendo partituras desde la cama. No puede dudarse que su presencia de ánimo se mantuvo incluso después de soportar una versión cinematográfica de su vida – protagonizada por Cary Grant – cuyo parecido con la realidad era pura coincidencia. De hecho, De-Lovely - una película posterior protagonizada por Kevin Kline que yo no consigo ver sin acabar llorando - reprodujo mucho mejor su existencia. Pero no nos desviemos. Sin duda, esos fueron los tiempos más amargos en la vida de Porter porque a su inmovilidad se sumaron la muerte de su esposa y la absoluta imposibilidad de dar con alguien que realmente lo amara más de una noche tanto si era hombre como mujer. Dicen que en sus últimos años – su cónyuge murió justo una década antes que él – ni siquiera se afeitaba y se pasaba días con una bata raída a pesar de haber ido siempre como un figurín. Genial, elegante, prolífico, Porter inspiraría a generación tras generación de artistas o de simples amantes de la buena música. Sin embargo, todo parece indicar que, incluso en sus mejores momentos, no llegó a ser feliz. Le faltó un amor que fuera más allá de la comprensión o del encontronazo erótico. Fue así, como el título de una de sus mejores composiciones, Noche y Día. Hoy quiero dejarles esta composición cantada por el propio Porter. Les confieso que yo no he podido escucharla sin que las lágrimas me afloraran mientras recordaba una ocasión inolvidable en que, conteniéndome a duras penas, la oí al lado de la mujer a la que más he amado precisamente cuando ambos sabíamos que nuestra historia había concluido de manera irreversible. A mi me hubiera gustado que lo decía la letra hubiera sido verdad. Sabía que era un imposible. Pero la canción es muy hermosa. Les ruego que la disfruten.







Aquí está Cole Porter cantando su Noche y Día:

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Published on October 22, 2014 00:05

October 21, 2014

Desequilibrio

Desde el exilio, he visto las imágenes y no puedo creerlas. Un cordón policial delante de la casa donde se sacrificó al perro Excalibur; vecinos con un letrero en inglés avisando al animal de que España está con él; gente gritando a la policía “¡Asesinos!” y epítetos en los que se niega rotundamente la decencia de sus madres…

Adelanto que el sacrificio – bastante inútil por otra parte – me da mucho pesar. Estos animales, a diferencia de otros, bípedos, sólo te piden caricias y algo de comida y a cambio de tan magra provisión se vuelven locos cuando te olfatean en la distancia y se empeñan en hacer que te sientas el ser más importante del globo. Pero esta reacción me parece un síntoma inquietante de desequilibrio. En nuestra España de fútbol y siesta, la ira popular - que no carece de razones – no se moviliza cuando impunemente se sacrifican decenas de miles de niños en las clínicas abortistas; cuando la desvalijan por los más diversos mecanismos oficiales y oficiosos; cuando se pone en libertad a asesinos múltiples más sanos que una manzana, pero a los que se atribuye enfermedad; cuando se condena a los ancianos a cobrar pensiones miserables como bien estrecha conclusión de su vida; cuando se llevan el dinero de las mil y una corrupciones a Andorra, Suiza o Liechtenstein; cuando Montoro idea nuevas formas de desvalijamiento para sostener los excesos de las castas privilegiaas; cuando suceden tantas cosas que desafían el sentido más elemental de la justicia, de la dignidad o del decoro. Sin embargo, de repente, el equipo preferido de fútbol es víctima de una supuesta injusticia o una causa lacrimógena salta a los medios – la de este pobre can es una más – y la masa asume un ademán justiciero como si se tratara de la misma Libertad guiando al pueblo. Me duele decirlo, pero en estos arrebatos – aunque no carezcan de causa – sólo puedo ver una reacción de desequilibrio de una población que, en no escasa medida, está dispuesta a colar el mosquito perruno para tragarse el camello de la ineficacia, del expolio fiscal o del engaño político. No niego que algunos se sentirán transportados a cielos de satisfacción ciudadana increpando a un agente de las fuerzas de seguridad que se limita a cumplir unas órdenes razonables. Posiblemente, no pocos además desearían gritarle esas palabras al ministro de Hacienda o la titular de Sanidad. Pero una sociedad no crece sana con esas conductas sino con corazones y cerebros serenos y equilibrados que se movilizan por las causas realmente grandes y no por episodios, quizá dolorosos, pero menores. Así nos va.

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Published on October 21, 2014 00:23

October 19, 2014

Homeland

​ Confieso que comencé a ver la serie con escepticismo. Acababa de tragarme las dos temporadas de Hatufim y, sinceramente, cuando me dijeron que Homeland estaba basada en la citada serie israelí no creí que pudiera superarla.

La verdad es que Homeland es algo totalmente distinto a Hatufim de la que sólo toma un par de aspectos como son el regreso de un prisionero de guerra a su patria – en lugar de tres – y un juego con los dedos que tenía bastante relevancia en Hatufim, pero al que aquí dejaron de hacer referencia enseguida. La verdad es que Homeland es muy superior en todos los sentidos a su modelo original, pero también deja un sabor de boca extraordinariamente amargo. El ritmo de los episodios es muy superior a Hatufim – algo lógico en un país que prácticamente inventó las series de televisión – pero también su entidad. Si la primera temporada de Homeland se acerca a la obra maestra, la segunda es todavía mejor y me atrevería a decir que lo mismo sucede con la tercera. Cuestión aparte es el mundo que retrata. Voy a pasar por alto la referencia, por ejemplo, al programa de armamento nuclear de Irán al que se hace referencia en la temporada tercera porque la CIA ya informó – aunque pocos parecen haberse enterado – de que Irán no cuenta con ese programa ¡¡¡desde 2003!!! y porque yo mismo dejé de creer en él tras ver cómo, desde hace casi una década, me decían que al año siguiente Irán tendría bombas atómicas lo que, a todas luces, no es cierto. Me referiré luego a los protagonistas, pero quede dicho que los secundarios de Homeland – desde el Mandy Patinkin que encarna a Saul, un veterano de la CIA que conserva algún resquicio de ética al personaje de Lockhart, director final de la CIA y uno de los seres más odiosos que he contemplado en la pantalla, aunque muchos no compartirán mi juicio – son verdaderamente extraordinarios.



Pero volvamos a otras cuestiones. Se mire como se mire, la serie afirma que la CIA – que, legalmente, no puede actuar dentro de los Estados Unidos – no sólo se mueve por el territorio nacional como Pedro por su casa sino que además detiene, confina en hospitales psiquiátricos, tortura y asesina incluso a ciudadanos americanos sin ningún tipo de freno legal. A decir verdad, lo que parece innegable es que puede detener las acciones de la policía, del FBI e incluso de la justicia apelando a la seguridad nacional y – me temo – a la malhadada Patriot Act. Ignoro si lo relatado es cierto, pero si lo es, Estados Unidos va camino de convertirse en un estado controlado por los servicios secretos. No más tranquilizador es la manera en que la CIA actúa como señora de la vida y de la muerte decidiendo a quién se mata y a quien se deja vivir sobre la base, única y exclusiva, del éxito de una operación. Y, para colmo, ni siquiera eso garantiza la seguridad no de Estados Unidos sino de la propia CIA que ni puede evitar los atentados terroristas ni que el propio Mossad la espíe, lo que, dicho sea de paso, es cierto. El mayor daño sufrido por Estados Unidos en términos de espionaje se lo ocasionó Pollard, un espía al servicio de Israel, cuya libertad, a pesar de las súplicas de los gobiernos de Israel, denegaron desde Reagan a George W. Bush todos los presidentes.



Con ese trasfondo, los personajes protagonistas – el regresado sargento Brody y la agente Carrie Mathison – resultan atractivos y, a la vez, profundamente desasosegantes. Ambos tienen virtudes y cualidades que la mayoría no tienen; ambos padecen de desequilibrios dolorosos; ambos no tienen la menor posibilidad de encontrar compasión y ambos, a fin de cuentas, aparecen como una clara parábola de que en este mundo, el mundo regido por los servicios secretos, no existe posibilidad alguna para el amor. Para un coito rápido e incluso satisfactorio, puede, pero para el amor real, no. Evito dar detalles de la serie porque no quiero destripársela a nadie. Sí puedo decir que no estoy muy interesado en ver la cuarta temporada y que creo que con la tercera, el relato ha quedado más que concluso. Concluía además de una manera que me causó un hondo pesar, como si lo que viera fuera real y no un producto de la imaginación de los guionistas. Seguramente, la sensación es una combinación de mi ingenuidad infantil con la maestría de los que han creado la serie. Pero, detalles personales aparte, si la décima parte de lo que cuenta o sugiere Homeland es real, que Dios nos ampare porque la democracia tiene los días contados y nos deslizamos paso a paso hacia el reinado del Mal, apenas disfrazado de bien. Pero sobre todo, que se compadezca de nosotros, porque en ese mundo el amor no tiene cabida

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Published on October 19, 2014 22:52

La Reforma indispensable (XVIII): Un monje llamado Lutero (XII):  el giro

Al negarse al debate académico que planteaban las Tesis de Lutero, el caso dio un nuevo giro. Lo que era una invitación al debate público había provocado la alarma entre los beneficiarios de la predicación de las indulgencias y una de las partes interesadas había optado por un arma privilegiada, la de acusar de hereje a la persona que cuestionaba su comportamiento.

​En teoría, la iglesia católica constituye un todo prácticamente monolítico caracterizado por la unidad. Sin embargo, la Historia presenta multitud de casos en los que las rivalidades entre órdenes y grupos o el choque de intereses de las distintas instancias ha convertido esa unidad en una palabra sin apenas contenido. En esos momentos, los dominicos alemanes se jactaron de que Lutero ardería pronto en la hoguera y debe reconocerse que, por macabra que resultara la afirmación, distaba mucho de ser exagerada.



Roma, desde luego, no dejó de escuchar la voz de alarma lanzada por los dominicos. De entrada, el papa consultó con el cardenal Cayetano, general de la orden de santo Domingo. Cayetano era un curialista estricto, pero también era un personaje de una talla muy superior a la de compañeros suyos de orden como Tetzel. Tras examinar las tesis expuestas por Lutero y contrastarlas con las opiniones de diferentes teólogos, informó al papa de que no había razón para acusar a Lutero de herejía. El asunto podría haber concluido apenas iniciado si el papa hubiera escuchado a Cayetano. Sin embargo, los dominicos no estaban dispuestos a soltar una presa que les parecía segura. Se aproximaron así a un primo del papa, Julio de Médicis, y lograron de esta manera convencer al pontífice para que ordenara a Gabriel della Volta, ya nominado como próximo general de los agustinos, que controlara a Lutero. Della Volta escribió con tal finalidad a Staupitz, mientras el obispo pedía a Lutero que se abstuviera de futuras controversias. El plan de Della Vollta, sencillo pero contundente, consistía en que el siguiente capítulo de los agustinos que tendría lugar en Heidelberg en abril de 1518 obligará a Lutero a someterse y, en caso contrario, lo enviara a Roma para ser juzgado como hereje.



Cuando se examina la situación a la luz de las fuentes históricas, no puede discutirse que los adversarios de Lutero no eran pocos a inicios de 1518 y, lo que resultaba más peligroso para el monje, contaban con acceso al propio pontífice. Sin embargo, a pesar de todo, el agustino no carecía de apoyos. Spalatino, el bibliotecario, secretario y capellán del Elector Federico le comunicó su respaldo convencido de la justicia de sus argumentos. Por lo que se refiere a los estudiantes de la universidad, no dudaron en quemar las ochocientas copias de las tesis que había enviado el dominico Tetzel. Dicho sea de paso, semejante conducta les valió una reprimenda de las autoridades académicas ya que era inaceptable y además podía perjudicar a Lutero.



Con todo, el mayor apoyo recibido por el monje fue el de su propia orden. A decir verdad, la respuesta de los agustinos ante la amenaza que se cernía sobre Lutero fue prudente y equilibrada. Por supuesto, rogaron a Martín que no incurriera en conducta alguna que pudiera desacreditar a la orden, pero tampoco estaban dispuestos a entregarlo a los dominicos. Así, en abril de 1518, en contra de lo que había pensado Della Volta, Lutero se encaminó hacia el capítulo de Heidelberg provisto con unas cartas credenciales tan favorables que llamaron la atención de algún funcionario por su carácter elogioso.



El análisis de las denominadas Tesis de Heidelberg excede el objeto del presente estudio, pero debemos señalar que Lutero subrayaba que sólo podía encontrarse a Dios en Cristo crucificado y que la obra propia de Dios (opus proprium) consistía en justificar a los pecadores. Las palabras de Lutero tuvieron un eco especialmente favorable entre los jóvenes. Si tenemos en cuenta circunstancias como ésas se percibe que la Reforma iba a implicar en no escasa medida un enfrentamiento generacional en el que la gente de mayor edad, en no pocos casos, no se iba a sentir especialmente impresionada por la nueva predicación mientras que la joven la abrazaría con entusiasmo.



Lutero distaba muchísimo a la sazón de asumir una posición de ruptura. De hecho, en mayo, envió una copia de sus Resoluciones al papa León X junto con una carta en la que apelaba humildemente a su autoridad.



Ese mismo mes, el capítulo de los dominicos se reunió en Roma y Tetzel recibió un doctorado. A decir verdad, Tetzel iba a representar un papel trágico en todo aquel episodio y, en plazo tan breve como un año, moriría abandonado y desacreditado en Leipzig, pero en aquel entonces esos hechos aún se encontraban en el futuro. De momento, los dominicos siguieron presionando a la Curia para que llevara a cabo una investigación sobre Lutero y reprimiera sus actividades. Finalmente, el papa León comisionó al inquisidor Prierias para que citara a Lutero a fin de que acudiera a Roma y fuera examinado como sospechoso de herejía y pervertidor del poder papal.



Prierias era dominico, pero, sobre todo, tenía graves antecedentes en la represión de disidentes. A él se debía el caso Reuchlin, un extraordinario humanista alemán precursor de los estudios hebreos, al que la inquisición había perseguido, encarnizada e injustamente, provocando la ira de los humanistas y, en general, la de la gente de cierta talla intelectual. Prierias no parecía haber reflexionado sobre su conducta tras el asunto de Reuchlin y ahora, junto con la citación que emplazaba a Lutero a comparecer en Roma en el plazo de sesenta días, adjuntó un documento en el que criticaba la posición del agustino jactándose de que sólo había necesitado tres días para ocuparse del tema. El texto de Prierias no constituía, en realidad, una refutación de Lutero, sino más bien la afirmación del poder papal y de su autoridad para obligar al brazo secular a emprender acción contra cualquiera que sostuviera puntos de vista distintos a los suyos. Por otro lado, el pontífice, según Prierias, no tenía por qué responder ante nadie por sus decisiones ni tampoco discutir las posiciones del hereje.



Tanto la citación como el texto de Prierias fueron enviados al cardenal Cayetano, el legado papal en la Dieta de Augsburgo. Cayetano, a su vez, los envió a Wittenberg a donde llegaron el 7 de agosto. La citación era áspera y compulsiva, pero, precisamente por ello, tuvo un efecto contraproducente. Al leerla, resultaba fácil – casi obligado - llegar a la conclusión de que no se iba a producir ningún debate académico como había pretendido Lutero al clavar las Noventa y cinco tesis y que, por el contrario, aquello tenía todos los visos de concluir como en el caso de Juan Huss que, acusado de herejía, fue quemado en la hoguera a pesar de ser portador de un salvoconducto imperial. La reacción de Lutero fue redactar una respuesta a Prierias. En ella cuestionaba su identificación sin más de la Iglesia con la iglesia católica y el papado; insistía en que la doctrina debía basarse en la Biblia, los Padres y la sólida razón, y desafiaba la autoridad infalible del papa partiendo de ejemplos recientes como el belicoso Julio II o el agresivo Bonifacio VIII. Las tesis de Lutero podían resumirse en la afirmación de que la iglesia existía sólo en Cristo y su representante era el concilio. Resulta obvio que se podía o no estar de acuerdo con él, pero lo cierto es que la primera afirmación arrancaba de las Escrituras y de la segunda, con los matices que se deseen, existían precedentes históricos antiguos y recientes.



Sin embargo, a esas alturas, resultaba obvio que el agustino se enfrentaba con una estructura de poder que podía reducirlo, literalmente, a pavesas. De manera lógica, Lutero buscó la protección de su propio Elector, el príncipe Federico el sabio, escribiendo a Spalatino, su secretario. Su propósito era que Federico intercediera ante el emperador Maximiliano para que impidiera su envío a Roma.



CONTINUARÁ:



La Reforma indispensable (XIX): Un monje llamado Lutero (XIII): situación desesperada



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Published on October 19, 2014 01:49

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