César Vidal's Blog, page 144

September 6, 2014

La Reforma indispensable (XII): Un monje llamado Lutero (VI): la crítica a la jerarquía

Como vimos en la última entrega, la pregunta que se impone tras examinar el comentario de Lutero sobre Romanos es cómo podía conciliar esa visión que había encontrado en la Biblia – especialmente en Pablo – con el sistema teológico del catolicismo, especialmente a partir de su desarrollo durante la Edad Media.

​Poco puede dudarse de que la lectura del comentario sobre Romanos nos revela a un Lutero que no advertía contradicciones y que si ya cuestionaba el funcionamiento del sistema eclesial en el que vivía, todavía no dudaba de su legitimidad. Lo que deseaba era que el papa y los obispos abandonaran su mal comportamiento – caracterizado por el ansia de poder y de riquezas – y se volvieran hacia el pueblo al que estaban obligados a atender entregándoles el Evangelio. Denunciar esa situación era una obligación suya como profesor de la Palabra:





“Mi disgusto me impulsa a hablar y mi oficio me exige que lo haga. La enseñanza se entiende con mayor claridad cuando su relación con las circunstancias del tiempo presente son más claras. Debo cumplir con mi deber como profesor que realiza su trabajo con autoridad apostólica. Mi deber es hablar de lo que veo que sucede y que no es justo, incluso en las esferas más elevadas” (WA 56, 480, 3-7)





Ese disgusto se extendía, por ejemplo, al comportamiento de pontífices como Julio II, gran mecenas renacentista y notable político, pero poco escrupuloso a la hora de imponerse mediante la guerra:





“¡Eso no es pecado! ¡La caída escandalosa y total de toda la curia pontificia! Es el sumidero más repugnante de porquería de toda clase, de lujuria, de pompa, de avaricia, de ambición y de sacrilegio” (WA 56, 480, 10 ss)





Para Lutero – y en eso ni era original ni estaba solo – el poder temporal de la iglesia católica era raíz de no poco perjuicio espiritual, razón por la que sería más conveniente que los asuntos temporales dependieran de la administración civil:





“Los dirigentes eclesiásticos cultivan la extravagancia, la avaricia, la lujuria y la rivalidad. Resultaría mucho más seguro que los asuntos temporales del clero fueran colocados bajo el control del brazo secular” (WA 56, 478, 30 ss)





Pero donde ese tipo de conducta, tan apartada del Evangelio, resultaba más escandalosa era en lo tocante a las cuestiones espirituales. Al comerciar con ellas, al pretender obtener un beneficio meramente económico, al desatender la predicación del Evangelio, se estaba apartando al pueblo llano del Cristo al que, precisamente por razón de su obligación, debían acercarlo:





“Tanto el Papa como el alto clero, que son tan liberales al garantizar indulgencias para el sostenimiento material de las iglesias, son más crédulos que la credulidad misma. Ni por el amor de Dios son igual – o más – solícitos a la hora de dedicarse a la gracia y al cuidado de las almas. Han recibido gratis todo lo que tienen y deberían darlo gratis. “Pero se han corrompido y se han convertido en abominables en sus comportamientos” (Salmo 14, 1). Se han equivocado de camino y ahora están apartando al pueblo de Cristo del verdadero culto a Dios” (WA 56, 417, 27 ss).





A estas alturas – es importante incidir en ello – el pensamiento fundamental de Lutero estaba cuajado en sus líneas maestras. Por un lado, hallamos la preocupación porque se anuncie el Evangelio de la gracia de Dios, un Evangelio que anuncia la justificación por la fe en el sacrificio de Cristo en la cruz y, por otro, percibimos su inquietud ante la necesidad de reformar moralmente a una jerarquía que no cumple con sus obligaciones pastorales de comunicar el Evangelio porque se encuentra más preocupada por el poder humano y la acumulación de riquezas. Esta visión de Lutero, sin embargo, no era vivida como algo incompatible con su permanencia en el seno de la iglesia católica y no puede extrañar que así fuera porque las críticas a las costumbres del clero o al comportamiento de los papas que encontramos en la época no pocas veces son mucho más aceradas. A fin de cuentas, Erasmo de manera pública - ¡y popular! – se permitió excluir de los cielos al papa Julio II en una de sus obras más jocosas y chispeantes.



CONTINUARÁ



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Published on September 06, 2014 23:20

Give Yourself to Jesus

Hubo un teólogo que, hace muchos años, afirmó que “el cristianismo es Cristo”. Parece una perogrullada, pero constituye una verdad mucho más profunda de lo que parece a primera vista.

​Ser cristiano no es pertenecer a una confesión religiosa, no es creer en un credo concreto, no es practicar una serie de ritos y ceremonias, no es identificarse con una tradición religiosa y no es - ¡mucho menos! – rendir culto a seres humanos. Se puede tener todo eso y no estar más cerca de Jesús – incluso más lejos – que un pagano o un ateo. Lo que define al cristiano es que reconoce que no tiene mérito alguno que presentar ante Dios; que, por eso mismo, acepta por fe el sacrificio de Jesús en la cruz – único e irrepetible -; que se ha entregado a Jesús; que lo ha aceptado en el fondo de su corazón, que su vida gira en torno a él porque cree, de todo corazón, que es el mesías y el Hijo de Dios y que se esfuerza por seguir sus enseñanzas consciente de que debe “negarse a si mismo, tomar cada día la cruz y seguirle”. Algunos – ¡pésima educación de siglos! – creen que la cruz es lo que hay que soportar del jefe, de la suegra o de la vecina del 3º B. Nada más lejos de la realidad. Es estar dispuesto a ser ejecutado en el peor instrumento de tortura como sucedió con Jesús y estar dispuesto porque, efectivamente, no se cree en una confesión religiosa sino en la realidad que es Jesús. Me consta que muchos de los que visitan este muro han ido experimentado esa realidad en los últimos meses. Sé también por su testimonio que se trata de una experiencia que nunca han tenido en ninguna religión. No podía ser de otra manera.



De esto mismo, habla la canción que dejo hoy. Aretha Franklin no sólo insta a la gente a darse a Jesús sino que además, en medio de su interpretación, recita el Salmo 23, ese texto bellísimo en que se afirma con fe que “El Señor es mi pastor y nada me faltará”. A aquellos que no han vivido esa realidad más real que cualquier otra realidad, quisiera invitarles este día de sábado a sentirla, a abrir su corazón y a dejar que Jesús el mesías entre en él. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Y aquí está Aretha Franklin



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Published on September 06, 2014 02:09

September 3, 2014

Marco Aurelio, el emperador filósofo

Su padre había nacido en Ucubi, la actual Espejo, en la provincia de Córdoba. No puede sorprender, por lo tanto, que también él formara parte del clan de los hispanos. De hecho, su tía abuela paterna había estado casada con Adriano y su abuela paterna era sobrina nieta de Trajano. De entre los denominados “cinco buenos emperadores”, iba a ser el tercero de origen hispánico.

​Denominado con toda justicia el “emperador filósofo”, llama la atención que su obra cumbre – Meditaciones o, mejor aún, Soliloquios – fuera redactada - ¡en un griego exquisito! – en medio del fragor de la lucha en el limes. Porque el principado de Marco Aurelio no fue en absoluto fácil. En Asia, tuvo que enfrentarse a un imperio parto especialmente agresivo y en Europa, se vio obligado a contener a los bárbaros que presionaban sobre las fronteras de las Galias y a lo largo del Danubio. Entristecido por su consciencia de mortalidad, tan hermosa y dolidamente expresada en los Soliloquios, Marco Aurelio no pudo dejar de sentir una cierta repulsión hacia los cristianos que estaban tan dispuestos a dar su vida por la fe que profesaban. Sin embargo, en la segunda parte de su reinado, se volvió más tolerante hacia ellos. Quizá la razón fue que la denominadaLegio fulminata, formada por no pocos cristianos, tuvo un papel esencial en detener a los bárbaros. Traté ese tema en uno de mis libros premiados – El fuego del cielo – y confieso que no ha dejado de subyugarme. ¿Se reconcilió Marco Aurelio, siquiera en parte, con aquellos súbditos del imperio que sí creían en la inmortalidad? Continúa siendo un enigma. Empapado de amor por la cultura helénica – se dejó la barba típica del filósofo - Marco Aurelio intentó unir, tarea nada fácil, el pragmatismo deseable en un gobernante con una moralidad tomada directamente del estoicismo. Es difícil saber si llegó a conseguirlo. De lo que caben menos dudas es de que, tras su muerte, el imperio, regido por cabezas menos sabias, comenzó a cuartearse en un proceso de decadencia que se extendería por siglos.



Próxima semana: Recaredo

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Published on September 03, 2014 22:14

September 2, 2014

Dejadles matarse (I)

Con la aparición del enésimo grupo islámico han comenzado a menudear las voces de los que reclaman otra intervención armada en Irak. Ese paso implicaría un gravísimo error que sólo multiplicaría las víctimas.

​Me explico. Hace un siglo, con todos sus problemas e injusticias, Oriente próximo era una zona más o menos tranquila del planeta bajo el gobierno del imperio otomano. El descuartizamiento de ese imperio tras la primera guerra mundial sólo trajo como resultado la división artificial de esa parte del mundo entre Francia y Gran Bretaña. Se les llamó mandatos, pero eran nuevas colonias. Al acabar la segunda guerra mundial, ni Estados Unidos ni la URSS estaban dispuestos a tolerar aquella situación y las distintas naciones – totalmente artificiales – fueron llegando a la independencia bajo déspotas feudales como la casa de Saud. Ni Líbano, ni Siria, ni Jordania, ni Irak, ni el estado árabe de Palestina tenían raíz histórica alguna. No sorprende que, poco a poco, golpes sucesivos trajeran a nuevos tiranos cuya única virtud fue mantener unidas a las distintas naciones con mano de hierro y, habitualmente, evitar que el islam más extremo las conquistara. En algún caso, como el Líbano, el equilibrio estable saltó hecho añicos cuando llegaron elementos extraños como la OLP. Sin embargo, la zona se convirtió en un verdadero avispero cuando el equipo de Bush decidió derribar al repugnante Saddam Hussein creando un vacío de poder entre Irán y Arabia Saudí verdaderamente pavoroso. En estos momentos, sin un poder central, no son pocas las naciones en las que tribus y etnias combaten entre si carentes de fuerza para imponerse. Estados Unidos y sus aliados deberían hacer lo mismo que hizo Reagan cuando el cuartel de los marines en Beirut saltó por los aires: retirarse y dejarles matarse entre ellos hasta que se vean obligados a entenderse. Como en el Líbano, correrá la sangre a raudales, pero acabarán llegando a un modus vivendi entre clanes y tribus. Es cierto que matan a los cristianos, pero no lo es menos que en Irak los cristianos han desaparecido por completo gracias a que alguien quiso arreglar la zona y la desestabilizó para generaciones. Por otro lado, también matan cristianos en Nigeria o los han asesinado en masa en Sudán y nadie se planteó una intervención militar como la que se propugna para Irak. Acojamos a los refugiados, aumentemos la ayuda humanitaria y olvidémonos de solucionar sus problemas. Siria es un matadero, pero aterra pensar que sería ahora de no haber seguido la propuesta de Putin. De hecho, si siguiendo las pulsiones de los republicanos en Estados Unidos, se hubiera derribado a Assad ahora sería la terminal de Al.Qaida contra la que se reclama la intervención la que controlaría Siria. Una nueva intervención armada provocará millones de víctimas añadidas, no pacificará el área y creará mayores deseos de venganza contra Occidente. Aunque algunos piensen lo contrario, el remedio sería peor que la enfermedad.



(CONTINUARÁ)

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Published on September 02, 2014 23:49

San Pancracio, salud, pan y trabajo

Fue en la década de los sesenta, la dorada del franquismo y la añorada por tantos aunque sólo sea porque éramos más jóvenes y algunos incluso niños. Sonó el timbre, mi madre salió a abrir y en la puerta de casa se pudo ver a un señor con una cartera - ¿iba acompañado de un niño o eso fue en otro caso? – que sonreía. No recuerdo muy bien qué frases dirigió a mi madre, pero nunca olvidaré cómo aquel hombre hizo una referencia a que lo que todas las familias necesitan es “la salud, el pan y el trabajo”.

​ La riqueza no era deseable – señaló – pero la salud… ¡y el trabajo! Mi madre asintió y entonces el hombre le dijo llevándose la mano a una cartera: “Y eso se lo trae san Pancracio. San Pancracio, salud, pan y trabajo”. Y, voilá, ante nuestros ojos apareció una imagen pequeña de un adolescente vestido como los romanos de los péplums. “Tener a san Pancracio en su casa”, prosiguió el hombre, “le asegura para usted y los suyos: Salud, pan y trabajo”. Como era de prever, mi madre se quedó con la imagen que provocaba aquellos prodigios. Estoy convencido de que no fue la única.



Se había consumado ya la transacción – no recuerdo el precio de la imagen – cuando apareció mi abuela y preguntó el por qué de haber comprado a un santo que no conocía nadie. No era exacto, pero la verdad es que san Pancracio no era muy popular a la sazón. Casi mejor, porque si alguien hubiera sabido algo de su historial – no me atrevo a decir si real o imaginaria – se habría preguntado qué tenía que ver con la salud, el pan y el trabajo porque no existe ni rastro de esa conexión. Eso sí, San Pancracio rima, aunque sea irregularmente, con salud, pan y trabajo.



Ignoro quién decidió fabricar aquellas imágenes y venderlas por las casas, pero éxito comercial tuvo. Ya había pasado la época en que te dejaban una imagen en casa – Garci lo relata magníficamente en su Tiovivo c. 1950 - y te cobraban un pequeño estipendio se supone que por los favores que pudiera concederte mientras se quedaba allí. En aquella época, las Vírgenes iban en cabeza aunque se produjo alguna controversia como la relacionada con la Virgen de Fátima porque algunos españoles consideraban que siempre mejor una Virgen nacional que no una portuguesa.



La imagen de san Pancracio anduvo años por casa hasta que, obedeciendo el mandato de no hacer imágenes ni rendirles culto, desapareció. A esas alturas, en España, lo de la salud, la paz y el trabajo debía parecer poco y a alguno se le había ocurrido que ponerle perejil a la imagen tenía excelentes repercusiones en el terreno de los juegos de azar. Los bares se llenaron entonces de ejemplares de la imagen por supuesto con el verde ramillete.



¿Qué se puede esperar de un pueblo que cree que si se dirige a un pedazo de madera o un trozo de yeso – en contra de lo establecido por la Biblia – tendrá salud, paz y trabajo e incluso le tocará la lotería? Pues, seguramente, que se incline también ante las fuerzas que le prometen lo mismo. A fin de cuentas, los políticos – a diferencia de las imágenes – ven y hablan. Al final, muchas cosas se entienden con bastante facilidad cuando se ahonda en nuestra Historia, esa Historia que tantos quieren que no se conozca.



Se diga lo que se diga si esto no es idolatría semejante a la que he visto en la India con imágenes de Ganesha o con Budas sonrientes en otros lugares de Extremo Oriente que venga Dios – el verdadero, el que prohibió el uso de las imágenes - y lo vea. Alguno dirá que es un mal uso de la imagen, pero no estoy dispuesto a dejarme engañar por ese sofisma. Esa idolatría – no se le puede dar otro nombre – es directamente impulsada por la jerarquía porque permite mantener un cierto lazo con el pueblo al que se desea sometido espiritual, política, social y materialmente. La prueba está en que, a pesar de su profusión, aún está por ver que la conferencia episcopal se pronuncie sobre esa acción entre lo ridículo y lo bochornoso de colocar perejil a una imagen para acertar las quinielas o el número de la lotería. Se dirá que no se meten en esas cosas. Falso. Cuando les interesa se meten en todo. Yo recuerdo una declaración episcopal contra la televisión porque en un debate permitió la presencia de Susana Estrada – que no era, ciertamente, la casta Susana, pero tampoco se dedicaba a aprovechar una posición eclesiástica para abusar de niños – y otra muy divertida en que se arremetía contra Farmacia de guardia porque los protagonistas eran un matrimonio divorciado. Bien es verdad que ni la Estrada, ni Carlos Larrañaga ni Concha Cuetos podían ser instrumentalizadas en la sumisión al sistema eclesiástico y la imagen de San Pancracio, con perejil o sin él, servía para ese fin. Todo esto me hace recordar el mensaje de Dios que el profeta Isaías (c. 44) en un momento de crisis nacional transmitía:



“9 Los fabricantes de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más valioso de ellos no sirve de nada. Ellos mismos son testigos de su confusión, de que las imágenes ni ven ni entienden. 10 ¿Quién fabricó un dios o fundió una imagen que de nada sirve? 11 He aquí que todos los suyos serán avergonzados, porque los artífices mismos son hombres. Todos ellos se reunirán, se presentarán, se quedarán asombrados y, unánimemente, se verán avergonzados. 12 El herrero echa mano de la tenaza, trabaja en las ascuas, le da forma con los martillos, y va modelando con la fuerza de su brazo. Después le da hambre, y le faltan las fuerzas. No bebe agua y se desmaya. 13 El carpintero coloca la regla, hace señales con almagre, pule con los cepillos, le da forma con el compás, lo hace con forma de varón, a semejanza de un hombre atractivo, para tenerlo en casa. 14 Corta cedros, y echa mano del ciprés y de la encina que crecen entre los árboles del bosque, planta pino, para que crezca con la lluvia. 15 De él se sirve luego el hombre para hacer un fuego, y de ellos echa mano para calentarse. También enciende el horno, y cuece panes; por añadidura, se hace un dios, y le rinde culto; fabrica una imagen y se arrodilla ante ella. 16 Una parte del leño la quema en el fuego; con otra parte, come carne, prepara un asado y se queda satisfecho. Luego se calienta, y dice: Ya me he calentado, he visto el fuego; 17 y con el material que resta hizo un dios, una imagen para si. Se postra delante de ella, la adora, y le ruega diciendo: Líbrame, porque mi dios eres tú. 18 No saben ni entienden; porque sus ojos están cerrados para que no vean, y su corazón para que no entiendan. 19 No piensa en su interior. Carece de sensatez y entendimiento para decir: “Una parte de esto la quemé en el fuego, y sobre sus brasas cocí pan, asé carne, y comí. ¿Cómo voy a hacer del resto una abominación? ¿Cómo me voy a inclinar delante de un tronco de árbol? 20 De ceniza se alimenta. Su corazón, que está engañado, lo extravía, para que no libre su alma, ni diga: ¿Acaso no es una pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?”



No hay que decir que suscribo totalmente lo dicho por el profeta Isaías. A la vez, vuelvo a formularme la terrible pregunta: : ¿qué puede esperar un pueblo que cree que si se dirige a un pedazo de madera o un trozo de yeso – en contra de lo establecido por la Biblia – tendrá salud, paz y trabajo e incluso le tocará la lotería?

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Published on September 02, 2014 01:34

August 31, 2014

Una víctima más…

Siempre lo tuve en altísima estima. Era inteligente, chispeante, vivo, divertido. Lo coloqué al frente de la sección de economía porque era el mejor. Quizá nunca debí hacerlo porque lo pagó muy caro.

​Mientras yo lo dejaba prácticamente al frente del programa en vacaciones y pensaba en que, en cuatro o cinco años, podría sucederme, en la radio comenzó a despertar las envidias de los mediocres que ya habían comenzado a apoderarse de ella y que, por ejemplo, hundirían la televisión. Naturalmente, maniobraron para hundirlo. En un consejo de administración, escuché pasmado cómo desde las alturas me decían que lo quitara de economía. Por supuesto, no hice ni caso. Nunca he aceptado que limitaran la libertad de expresión de mis programas y tampoco lo hice entonces. Por una temporada, logré salvarlo desoyendo órdenes que yo sabía no arrancaban del bien de la empresa sino de la pura envidia y de otras razones que intuyo y podrían ser hasta peores. Cansados de mi resistencia, me puentearon y lo despidieron. No sólo a él. También a su novia. En aquella casa, despedían a la gente de manera conjunta como si así pudieran borrar la memoria de manera total, al estilo de los Black Men. Por supuesto, yo no olvidé ni tampoco la gente que lo conoció y mucho menos lo olvidaron los oyentes.



Intenté varias veces que pudiera regresar, pero lo bloquearon una y otra vez. Finalmente, una noche – ya tenía él otro trabajo – lo invité a mi programa para hacerle una entrevista. Como sabía que iba a provocar la cólera de los que ya andaban hundiendo la empresa a toda máquina, salí personalmente a recibirlo en medio del programa y le di un abrazo de los que hacen Historia. El pánico cundió. En aquel ambiente enrarecido donde el Papichulo y el Madelmán habían impuesto el terror, la gente temblaba mientras susurraba en voz lo más baja posible que “César ha salido a saludarlo”. De no haberme marchado, en la siguiente temporada lo hubiera incluido entre mis colaboradores por mucho que hubiera cabreado a los que lo aborrecían simplemente porque era mucho mejor que ellos. Como otros muchos a los que echaron. Como Miquel. Como Fernando. Como Gala. Como Sagrario. Como Centeno. Como Pilar. Como…



Cuando en diciembre de 2013, presenté mis memorias, le pedí que fuera una de las personas encargadas de hacerlo. Me dijo que sí, pero, apenas llegué a España, me telefoneó para decirme que no podía porque, en su nuevo trabajo, le habían avisado de que si aparecía a mi lado lo pondrían en la calle. Comenzó dándome las dolorosas explicaciones y acabé yo consolándole porque estaba hecho polvo. Lo comprendí porque tenía un hijo en camino y lo último que le faltaba era quedarse otra vez desempleado. Los amigos verdaderos entendemos que nuestros amigos necesitan comer y, en ocasiones, acaban haciendo cosas que no querrían hacer. Mi opinión sobre la gente para la que trabajaba entonces mi amigo me la reservo. Los conocía porque había trabajado en aquella casa en el pasado y no me sorprendió lo más mínimo. Cuestión aparte era el asco que volvieron a inspirarme tan piadosos sujetos.



Ayer, me envió un sms. Lo han despedido. Cuando le pregunté por la razón, me comentó que Rajoy sólo desea gente complaciente en los medios. Quizá, pero conociendo quiénes son los propietarios de la casa en que estaba, seguro que se lo van a cobrar a Rajoy a precio de oro y no menos seguro que lo pagaremos los contribuyentes con el escaso dinero que nos queda – si es que nos queda – en el bolsillo. Y ahora, por favor, que no me hablen de medios independientes…. Mi amigo – porque sigue siéndolo – ha sido una víctima más de esa falta de independencia que - ¡vaya casualidad! – siempre acaba cobrándose.

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Published on August 31, 2014 22:05

August 30, 2014

La Reforma indispensable (XI): Un monje llamado Lutero (V): los primeros años (V)

El mensaje de salvación

El estudio de la Escritura confirmó la experiencia personal de Lutero referente a la situación de pecado del hombre. Sin embargo, en las Escrituras no encontró sólo una afirmación tajante sobre el estado universal de perdición sino, por encima de todo, un mensaje de Buenas Noticias, el de la salvación por la fe en Cristo.



La respuesta de Pablo relativa a la posibilidad de salvación resulta afirmativa en la carta a los Romanos y hunde sus raíces en los textos del Antiguo Testamento que hacen referencia a la muerte de un ser inocente en pago por los pecados de los culpables, en las profecías sobre un mesías que morirá en expiación por las culpas del género humano (Isaías 53) y en la propia predicación de Jesús que se ha presentado como ese mesías-siervo que entregará su vida en rescate por muchos (Marcos 10, 45). Dios – que no puede ser justo y, a la vez, declarar justo a alguien que es pecador e injusto – ha enviado a alguien para morir en sustitución y en expiación por las faltas del género humano. Esa obra llevada a cabo por Jesús en la cruz no puede ser ni pagada ni adquirida ni merecida. Tan sólo cabe aceptarla a través de la fe o rechazarla. Los que la aceptan a través de la fe son aquellos a los que Dios declara justos, a los que justifica, no porque sean buenos o justos gracias a sus propios méritos sino porque han aceptado la expiación que Jesús llevó a cabo en la cruz. De esa manera, Dios puede ser justo y, al mismo tiempo, justificar al que no lo es. De esa manera también queda claro que la salvación es un regalo de Dios, un resultado de su gracia y no de las obras o del esfuerzo humano:



21 Pero ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la ley y por los profetas, 22 la justicia de Dios por la fe en Jesús el mesías, para todos los que creen en él: porque no hay diferencia; 23 por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios; 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia a través de la redención que hay en el mesías Jesús; 25 al cual Dios ha colocado como propiciación a través de la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, pasando por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la finalidad de manifestar su justicia en este tiempo, para ser justo, y, a la vez, el que justifica al que tiene fe en Jesús. 27 ¿Dónde queda, por lo tanto, el orgullo? Se ve excluído. ¿Por qué ley? ¿por las obras? No, sino por la de la fe. 28 Así que llegamos a la conclusión de que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.



(Romanos 3, 21-28)





Precisamente, el inicio del capítulo 5 de la epístola a los Romanos constituye un resumen de de toda la exposición del camino de salvación expuesto por Pablo:



1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesús el mesías: 2 por el cual también tenemos entrada mediante la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.



(Romanos 5, 1-2)





Pero para Pablo no basta con señalar la fe como la vía por la que el hombre al final recibe la salvación de Dios, por la que es declarado justo por Dios, por la que es justificado. Además quiere dejar claramente de manifiesto que el origen de todo ese gigantesco y prodigioso drama espiritual se encontraba en el amor de Dios, un amor que no merece el género humano porque fue derramado sobre él cuando estaba caracterizado por la enemistad con Dios:





5 Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. 6 Porque el mesías, cuando aún éramos débiles, a su tiempo, murió por los impíos. 7 Es cierto que ya es raro que alguien muera por una persona que sea justa. Sin embargo, es posible que alguien se atreva a morir por alguien bueno. 8 pero Dios deja de manifiesto su amor para con nosotros, porque siendo aún pecadores, el mesías murió por nosotros. 9Por lo tanto, justificados ahora en su sangre, con mucha más razón seremos salvados por él de la ira. 10 porque si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora que ya estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.



(Romanos 5, 5-10)





Sobre ese conjunto de circunstancias claramente establecido por Pablo – el que Dios nos ha amado sin motivo, el que ha enviado a su Hijo a morir por el género humano y el que la salvación es un regalo divino que se recibe no por méritos propios sino a través de la fe – viene a sustentarse el modelo ético del cristianismo al que se referirá a continuación. Se trata, por lo tanto, de una peculiar ética porque no arranca del deseo de garantizar o adquirir la salvación, sino de la gratitud que brota de haber recibido ya esa salvación de manera inmerecida.



Cuando se capta el mensaje de la salvación por gracia a través de la fe que hemos visto en Pablo es cuando comprendemos al Lutero profesor que enseñaba sobre la carta a los Romanos. Se esté o no de acuerdo con la afirmación de los autores que consideran que “de todos los comentarios clásicos sobre esta Epístola, los de Lutero no han sido superados nunca” , lo cierto es que el tiempo que el agustino dedicó a enseñar sobre la epístola a los Romanos (1515-1516) resulta esencial para explicar su caso. De hecho, este curso tuvo lugar apenas un par de años antes de sus tesis sobre las indulgencias y, por añadidura, en él se contiene en no escasa medida su teología posterior.



Por uno de esos caprichos tan habituales en la Historia, el texto permaneció desconocido y no leído durante cuatrocientos años a pesar de que el documento había sido tratado con sumo cuidado por los herederos de Lutero. En 1582, fue encuadernado en cuero rojo y en las cubiertas se grabó el escudo de armas del Elector, pero en 1594, los hijos de Pablo Lutero, es decir, los nietos del reformador, vendieron todos los manuscritos al Margrave de Brandeburgo, cuya biblioteca fue finalmente incorporada a la Biblioteca Real de Berlín. En 1846, el manuscrito fue exhibido con motivo del tercer aniversario de la muerte de Lutero. Sin embargo, el texto no fue objeto de especial interés hasta que el dominico Denifle, un encarnizado anti-protestante, se valió de una copia que había en la Biblioteca del Vaticano como uno de los materiales utilizados para redactar un libro contrario a Lutero. La obra de Denifle está muy desacreditada en la actualidad incluso en ámbitos católicos, pero debe reconocerse que su insistencia en rescatar el comentario de Lutero sobre la epístola a los Romanos contribuyó no poco a provocar lo que se ha denominado el Renacimiento de Lutero. Desde luego, el comentario sobre Romanos pone de manifiesto cómo el profesor Lutero había asimilado totalmente el enfoque paulino sobre la justificación por la fe y lo había convertido en el eje sobre el que giraba su teología.



Para Lutero, como para Pablo, resultaba obvio que los propios esfuerzos no podían obtener la justificación, sino que ésta sólo podía venir de Dios:





“No podemos ser justificados por nuestros esfuerzos… Nos acercamos a El para que nos haga justos, puesto que confesamos que no estamos en situación de superar el pecado” (WA 56, 221, 15ss)





Esa incapacidad de obtener la salvación por nuestros propios medios no debería, sin embargo, inducir a la desesperación, sino más bien ser vista como el primer paso en el camino hacia la salvación. Igual que el enfermo debe contemplar los síntomas de su enfermedad como una señal que le permite conocer su estado y le impulsa a acudir al médico que puede curarle, cuando se comprende que la salvación no deriva de nuestros méritos, la salida lógica está en confiarse a la misericordia de Dios. Sólo el incrédulo se niega a seguir esa senda indicada en la Biblia:





“En tanto que reconozco que no puedo ser justo ante Dios… entonces comienzo a pedirle rectitud. Lo único que se opone a esta idea de la justificación es el orgullo del corazón humano, orgullo que se manifiesta a través de la incredulidad. No cree porque no considera que sea verdadera la Palabra de Dios. No cree que sea verdadera porque considera su entendimiento verdadero. La Palabra de Dios se opone a eso” (WA 56, 226, 7)





La salvación, como había señalado Pablo, no era, por tanto, fruto del esfuerzo humano, sino de una acción de Dios que acude en socorro del pecador:





“Aquí reside el error: en creer que este mal puede ser curado a través de nuestras obras. Toda la experiencia demuestra que cualquiera que sea la obra buena que hagamos, queda en él esa concupiscencia que se inclina hacia el mal, y nadie se encuentra libre de ello…” (WA 56, 270, 24 ss)





“No somos justificados por nosotros mismos o por nuestras obras, sino solamente por la justicia de Dios. Su justicia no reside en nosotros ni está a nuestro alcance. Por consiguiente, nuestra justificación no está en nosotros ni en nuestro poder… tu salvación viene de fuera de ti” (WA 56, 268-9)





Tal y como señala Pablo, para Lutero esa justicia de Dios que acude a salvar al hombre, un hombre que no puede salvarse a si mismo por sus méritos o sus obras, es aceptada a través de la fe. Sin embargo, esa fe no es ni un mero asentimiento a proposiciones teológicas ni una supersticiosa credulidad. Es la fe en que efectivamente Cristo murió por nuestros pecados en la cruz realizando la expiación que nosotros no podemos llevar a cabo:





“Esto es lo que el apóstol quiere dar a entender cuando dice que el hombre es justificado por la fe… Esto se dice de ti mismo, y para que tu te lo apropies: que Cristo murió por tus pecados y dio satisfacción por ellos” (WA 56, 370, 11 ss).





Ha sido común en la apologética antiprotestante el acusar a Lutero, en particular, y a la Reforma, en general, de ofrecer una salvación barata que evita las buenas obras. Semejante acusación no se corresponde con la realidad como ha quedado de manifiesto en obras de eruditos más rigurosos incluidos algunos católicos. De hecho, la posición de Lutero era la misma que había expuesto Pablo en su carta a los Romanos. Primero, la salvación es imposible para el hombre, pero Dios acude en su ayuda mediante la muerte de Cristo en la cruz que satisface la pena que merecen nuestros pecados; segundo, esa justicia de Dios ejecutada por Cristo sólo podemos apropiárnosla mediante la fe y tercero, esa justificación por la fe, lejos de ser un acicate para la inmoralidad, es la clave para llevar de ahora en adelante una vida de obediencia a los mandatos de Dios:





“El camino del Señor es la justicia de Dios vista como el Señor presente en nosotros, que después realiza a través nuestro estas buenas obras” (WA 56, 233, 30)





En otras palabras, el hombre no lleva a cabo obras buenas para ser justificado sino que, como ya ha sido justificado por gracia y ha recibido esa justificación a través de la fe, realiza obras en señal de obediencia agradecida. La conclusión de Lutero cuenta con paralelos paulinos fuera de la carta a los romanos como es, por ejemplo, el pasaje de Efesios 2, 8-10 donde el apóstol Pablo afirma:





“Porque por gracia somos salvos, por medio de la fe, y eso no es de vosotros, es un don de Dios, no es por obras, para que nadie pueda jactarse. Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”.





La posición teológica de Lutero resulta meridiana y explica más que sobradamente el paso de la inquietud espiritual del pecador que no sabe cómo obtener la salvación valiéndose de los medios con que cuenta, a la paz profunda, grata y serena del pecador que se sabe redimido no por si sino por la obra de Cristo en la cruz.



Ante la incapacidad para cumplir con las exigencias de la ley de Dios, son muchas las personas que acaban cayendo en un tormento continuo, verdadero potro del espíritu, al contemplar su insuficiencia o que derivan hacia la hipocresía fingiendo que viven de una manera que, en realidad, no alcanzan a encarnar. En algún caso incluso, para ocultar el propio pecado se señala al de los demás en una especie de absurda – incluso maliciosa – especie de compensación de males. Lutero sorteó estos peligros gracias a la lectura de la Biblia. En ella encontró que su desazón espiritual no debía derivar hacia la desesperación sino que tenía que convertirse en el primer paso para arrojarse de rodillas ante Dios reconociendo su incapacidad para merecer la salvación y aceptando lo que había ganado Cristo en la cruz. En ese sentido, su experiencia recuerda a la del pobre publicano de la parábola que no se atrevía a levantar la mirada en el Templo abrumado por sus pecados (Lucas 18, 9-14), a la de la oveja que, extraviada en el monte, nada puede hacer por regresar al aprisco (Lucas 15, 1-7), a la de la moneda que es incapaz de regresar al bolsillo de su dueña (Lucas 15, 8-10) o a la del hijo pródigo que, tras arruinar su existencia, cayó en la realidad terrible de su presente y buscó el perdón, totalmente inmerecido, de su padre (Lucas 15, 11-32).



Llegado a ese punto, Lutero había descubierto también la acción de Dios que consistía esencialmente en el hecho de que Cristo se había entregado por amor en la cruz muriendo y pagando por los pecados del género humano. Ahora el pecador debía decidir si se apropiaba mediante la fe de la obra salvadora de Cristo o la rechazaba con incredulidad, incredulidad dirigida hacia la Palabra de Dios. Si se producía el rechazo, obviamente, el pecador se apartaba del camino de la salvación, pero si, por el contrario, abrazaba el sacrificio de Cristo en la cruz, era justificado por la fe y se abría un nuevo camino en su vida, camino surcado de buenas obras realizadas por Dios en él.



Hasta ahí todo resultaba de una enorme claridad, pero, a la vez, era notablemente incompatible con el sistema de salvación articulado por la iglesia católica durante la Edad Media. ¿Cuánto tiempo tardarían en chocar ambas concepciones en el corazón de Lutero?



CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (XII): Un monje llamado Lutero (VI): la defensa de la gracia de Dios



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J. Atkinson, Lutero…, p. 118.



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Published on August 30, 2014 23:03

Three wooden crosses

La historia relatada por la canción me pareció conmovedora desde que la escuché la primera vez. Permítanme que resuma la letra. Un granjero, una maestra, una prostituta y un predicador iban en un autobús de medianoche camino de México. Uno iba en busca de vacaciones; otra, de mejorar su educación y dos, iban a la busca de sus almas perdidas. El conductor no vio la señal de stop y no tuvo tiempo de frenar. El accidente dejó tres víctimas mortales y sólo Dios sabe por qué no fueron cuatro.

​El granjero dejó una cosecha, un hogar y ochenta acres, junto a la fe y el amor creciendo en el corazón de su hijo. La maestra dejó su sabiduría en la mente de montones de niños con los que se esforzó para que pudieran prosperar. El predicador dejó su Biblia, manchada de sangre, en la mano de la prostituta a la vez que le decía: ¿Puedes ver la Tierra prometida?. Lo que sucedió lo sabemos por un predicador que, en el culto del domingo, levantó la Biblia manchada de sangre a la vez que decía: “Dios bendiga al granjero, a la maestra y al predicador que le dio esta Biblia a mi mamá que, a su vez, me la leyó”. Ahora, al borde del camino, hay sólo tres cruces y sabemos perfectamente porque son tres y no cuatro. También sabemos que lo importante no es lo que nos llevamos cuando dejamos este mundo sino lo que dejamos detrás de nosotros.



Les dejo con el video de la versión original. Esta vez no hay versión en español, pero creo que he explicado suficientemente lo que canta el bueno de Randy Travis. Disfrútenlo mucho y, por un momento, piensen en que alguna vez se vieron libres de una desgracia que afectó a otros y que esa circunstancia tuvo sentido como en el caso de la prostituta. Cuestión aparte es si han sabido aprovechar esos destellos de la única Luz verdadera o han preferido seguir caminando en la oscuridad. Pero si han recibido un destello… no lo tapen, no lo apaguen y aférrense a él.



Tampoco estaría mal que nos preguntáramos también nosotros qué dejaríamos detrás. ¿Defendimos la Verdad o justificamos el mal porque estábamos inmersos en él? ¿Dimos testimonio de lo mejor para infundir amor y esperanza en el corazón de los demás o colaboramos con aquellos que esclavizaban espiritual y materialmente a nuestros semejantes? ¿Condujimos a nuestro prójimo a Dios o lo encadenamos a soluciones humanas que no solucionan nada? No es lo que llevamos – nada podemos llevar porque todo nos fue dado – sino lo que dejamos al concluir nuestras existencias. Procuremos que sean lo mejores posibles y que su buena huella se pueda perpetuar durante generaciones. ¡¡¡God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Y aquí está Randy Travis con sus Tres cruces de madera





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Published on August 30, 2014 02:26

August 27, 2014

Adriano, animula, vagula, blandula

Al igual que su antecesor Trajano, Adriano nació en las cercanías de la actual Sevilla. Procedía de una familia originaria de Piceno, pero que se había asentado en Hispania en la época de Escipión.

​Desde luego, el clan de los hispanos fue esencial en su carrera política. El cónsul Lucio Licinio Sura lo apoyó casi desde la adolescencia, Vibia Sabina contrajo matrimonio con él estrechando los lazos con la familia imperial y Trajano lo designó sucesor. Aunque acompañó a Trajano en las campañas de Dacia, pero no cabe duda de que su gran interés fue la cultura. En 110, se trasladó a Grecia donde conoció al estoico Epicteto y se empapó de un amor por la cultura helénica que se mantendría toda su vida. De hecho, una vez que se convirtió en emperador intentó que las ciudades griegas contaran con una autonomía casi total en relación con Roma. Su asunción de la diadema imperial no estuvo exenta de controversia. Tuvo que desarticular una conjura que pretendía darle muerte, enfrentarse con un rival militar y someter al senado, una circunstancia que le depararía tensiones en los años venideros. A diferencia de Trajano, Adriano practicó no una política de expansión sino de contención. Abandonó la idea de ocupar Mesopotamia; levantó el Muro de Adriano en Britannia para impedir las invasiones procedentes del norte de la isla; reforzó las fronteras del Rhin y del Danubio y evitó la guerra con el imperio parto recurriendo a la diplomacia. Sólo optó por una política claramente militar cuando en Judea se sublevó un judío llamado Bar Kojba que afirmaba ser el mesías. Adriano aplastó la rebelión e incluso decidió convertir Jerusalén en una ciudad totalmente pagana, un proyecto que, como siempre, sólo tuvo un éxito temporal. Por cierto, en el curso de la guerra no sólo destruyó los lugares sagrados judíos sino también los judeo-cristianos como la tumba de María, la madre de Jesús. A alguno le llamara la atención lo de la tumba, pero es que por aquel entonces – siglo II – a nadie se le había ocurrido todavía que María fuera asunta a los cielos. Sus últimos años fueron tristes, enfermizos y aquejados por la idea de la cercanía de la muerte. Notable poeta, en esa época escribió los versos angustiados que comenzaban diciendo Animula, vagula, blandula y que se pueden traducir como “Almita, errante y blandita/ huésped y amiga del cuerpo/¿dónde habitarás ahora/palidilla, rígida, desnudita/y a qué jugarás, como tenías por costumbre?”.



Próxima semana: Marco Aurelio

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Published on August 27, 2014 23:43

La patada en nuestras posaderas

Se cuenta que, cuando tras la Segunda guerra mundial, la ONU decretó el bloqueo del Régimen de Franco, Agustín de Foxá, aristócrata y falangista, comentó irónico: “Menuda patada acaban de darle a Franco en nuestras posaderas”. Las palabras resultaban más que acertadas porque no iba a ser el Generalísimo el que sufriera la escasez, el hambre y la penuria derivadas de la decisión internacional.

​Serían, fundamentalmente, los españoles de a pie. He recordado mucho las palabras de Foxá en los últimos días al examinar la evolución del conflicto ucraniano. Cuando Estados Unidos, desdiciéndose de las promesas formuladas por Bush padre a Gorbachov, decidió avanzar las fronteras de la OTAN e incluir a naciones del antiguo Pacto de Varsovia y de la extinta URSS, sembró las semillas de un conflicto permanente y peligroso. Ya es bastante grave que los nacionalistas ucranianos se alcen contra el gobierno cada vez que no les gusta – lo hicieron en 2004 y en 2014 – derribar aviones para culpar a Rusia e incluso exterminar a la gente del este de la artificial nación que se resiste a ser oprimida, pero que Estados Unidos y, sobre todo, la UE los respalden constituye una estupidez de unas dimensiones indescriptibles. Putin puede gustar o repeler, pero de lo que no cabe duda es de que no se doblegará ante terroristas o ante potencias extranjeras para perjudicar los intereses nacionales de Rusia. No sólo eso. Cualquier intento de someter a su nación encontrará una acerada resistencia. Algún asesor de esos que no se han enterado de que la guerra fría acabó hace un cuarto de siglo, recomendó a Obama que diera una imagen de fuerza sancionando a Rusia y el inquilino de la Casa Blanca siguió el consejo. Mal hecho, pero peor resulta que la UE practicara un seguidismo que la perjudica trágicamente. Estados Unidos le ha dado una patada a Putin en nuestras posaderas que peor no puede ser para la UE, en general, y para España, en particular. Que se lo digan si no a nuestros hoteleros y agricultores que no se beneficiarán de los clientes rusos. ¡Y todo para defender a unos nacionalistas que honran a la División SS Galitzen! ¡Y todo para conseguir que suba el precio del gas y del petróleo rusos! ¡Y todo para que Rusia se distancie del G-7 y se acerque a China e India! No soy yo partidario de medidas drásticas, pero ciertos asesores y analistas deberían llevarse las patadas que sufrimos en nuestras posaderas.

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Published on August 27, 2014 01:55

César Vidal's Blog

César Vidal
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