Mikel López Iturriaga's Blog, page 33
February 2, 2014
Revuelto de trastos: la barbacoa balconera, el 'airbag' de botellas y la tostadora vaginal
Queridísimos lectores, tras su habitual descanso de enero, mes en el que no estáis ni para gastar 50 céntimos en pipas, el revuelto de trastos vuelve impetuoso a su cita con una nueva orgía de consumismo compulsivo. Seguramente en febrero sigáis sin un duro (y en marzo, y en abril, y en junio), pero eso no os habrá quitado las ganas de estar al tanto de lo último en artefactos útiles o superfluos relacionados con la comida. Además, hay cosas aquí que valen menos que los cinco o seis copazos a los que no estáis dispuestos a renunciar cada fin de semana, así que menos lloros.
¿Obsesionado con lograr el asado perfecto? Pues lo primero que debes hacer es conseguir un termómetro en condiciones. Éste de la marca Rösle parece bastante completo: mide la temperatura en el interior del alimento y también la exterior del horno, y además te indica si ésta es la adecuada para cada tipo de carne. Cuesta 33,80 euros en Amazon.es
Botella con nueve instrumentos de cocina
Si tu cocina es más pequeña que el armario de la Nancy, esta obra maestra del diseño quizá te pueda ser útil. En una sola botella, agrupa un embudo, una jarra, un exprimidor, un rallador de especias, un picador de huevos cocidos, un rallador de queso, un abridor de botes y un separador de yemas. Por si fuera poco, la base sirve de medidor. Cuesta unos 30 euros en la tienda del MoMa.
Premio al Diseño e Innovación Tecnológica en el reciente Madrid Fusión, este recipiente de Fizpílar evoca las antiguas fresqueras. Se supone que, sin necesidad de electricidad, alarga la vida de frutas, verduras o quesos al mantener unas condiciones de humedad y temperatura óptimas, un poco al estilo de los botijos. Eso sí, barato no es: entre 67 y 82 euros dependiendo del tamaño en la tienda de la marca.
Una de mis múltiples paranoias consiste en no poder soportar la visión del vino blanco calentándose en la mesa. Ya sé que existe ese invento más viejo que la pana que es la cubitera, pero a veces encontrarla en el baúl de los recuerdos, sacar los hielos de las cubiteras, llenarla de agua y ponerle el trapito limpio encima se hace un poco cuesta arriba. Una alternativa serían las famosas fundas; otra, el Corkcicle, un tapón con carámbano de gel incorporado que se mete en el congelador y se introduce en la botella cuando ésta se va a beber. Cuesta 25 euros en Regalador.
Póster antiparanoia alimentaria
La comida es un asunto serio. Demasiado serio, diría yo, para algunas personas que viven sin vivir en sí pensando que tal comida es muy sana y tal otra les va a matar mañana mismo. Para relajarse, yo les recomendaría este póster de RetroWhale. Su oso dice: "No como gluten, azúcar, lácteos, grasas saturadas o comidas procesadas. Sin embargo sí como hombres, mujeres y niños pequeños". Cuesta 18,18 euros en Etsy.
Tiene todo el aspecto de ser la clásica chorrada que compras, olvidas en algún cajón y luego no te acuerdas de sacarla cuando realmente la necesitas. Pero aún así, la VinniBag no está mal pensada, y para gente a la que le gusta comprar vino en sus viajes puede resultar muy útil ahora que no te lo puedes llevar encima en el avión. Cuesta 25 euros en la web de la marca.
No es práctico, parece engorrosísimo de usar y de limpiar, y lo acabaría teniendo de adorno porque jamás compraría un tocho cuadrado de queso para cortar las lonchas en casa. Pero la belleza del Say Cheese Instant Slicer reside en su propia absurdez. Además, qué queréis, sólo cuesta 7 euros en Gama Go.
Hace un frío que pela y no es tiempo de cocinar al aire libre. Pero la primavera está a la vuelta de la esquina (dijo el optimista), y parrillero prevenido vale por dos. La ventaja de esta barbacoa urbana es que la atas a la barandilla de tu balcón, lo que permite asar hamburguesas y chorizos en el mínimo espacio y de paso atufarle la ropa al vecino de arriba. Cuesta 73,39 eurazos en Firebox.
Manteles para constructores de comida
Ahora que Ferran Adrià va a descodificar el genoma culinario, estos manteles que explican cómo construir un sandwich de mantequilla y mermelada o un banana split van a ser más necesarios que nunca. Yo me los iría pillando ya: cuestan 14 euros en Akward Engineer.
¿Por qué elegir entre tostada o vagina, pudiendo tener las dos cosas a la vez? Ésta es la pregunta con la que podría comenzar el anuncio de teletienda de esta tostadora para pervertidos de la marca Burnt Impressions. Que no se pongan nerviosas las mujeres hetero ni los hombres manfloritas: también hay versión pene. Ambas cuestan unos 26 euros en Amazon.com.
January 30, 2014
Plan para el finde: recuperar la banderilla
El Comidista prosigue su serie de entradas breves en forma de autoentrevista sobre restaurantes, bares y actividades gastronómicas diversas para disfrutar el fin de semana. Se publican los viernes, alternando con el consultorio Aló, Comidista y las listas 'hit parade'.
La absoluta necesidad de comerse una banderilla. / EL COMIDISTA
¿Qué es una banderilla? Pero alma de cántaro, ¿en qué año naciste? La banderilla es un clásico que consta de los siguientes elementos: un simple palillo, un humilde encurtido como base y, como límite, el infinito. Banderillas son las míticas Toreras, las deliciosas gildas cuya paternidad ha provocado más conflicto en Euskadi que el hummus en Oriente Próximo, y muchas otras apócrifas pero que, acompañadas de un vermut, un vino o una caña, nos alegran los aperitivos y la vida en general. Precioso. ¿Cuál es la noticia? Que este finde recuperar la mejor esencia de la banderilla será más sencillo que nunca gracias al proyecto Bombas, Lagartos y Cohetes de Vallekas, una colaboración entre un puesto del Mercado de la Villa de Vallecas, regentado por Kike Martínez, y la bodega tarraconense Casa Mariol. Pero antes de informarte de dónde puedes ir a comerlas, déjame contarte la bonita historia de estas peculiares banderillas de mercado. Si no hay más remedio... Las bombas, nacidas en la parada de Kike en el año 2001 son aceitunas gordal rellenas de cosas tan variadas como salmón y queso feta (con aceituna negra), anchoa y pimiento asado, ventresca de atún, cebollita y guindilla, mejillón o pulpo (ambas con pimiento), salmón ahumado, tomate confitado, robellón, bacalao, ibéricos y mil y una delicias (algunas de ellas vegetarianas o veganas).
Gordal negras con queso y salmón. / EL COMIDISTA
¿Y los lagartos? Nacidos en 1992, los lagartos son la única banderilla que hay que comer con cuchillo y tenedor (o, en su defecto, con un gato hidráulico, dada su envergadura). Además de ir rellenos de anchoa, boquerón o bonito con pimiento asado (o con ahumados sin pimiento) llevan aceitunas y cebollitas. Vale. ¿No preguntas por los cohetes? Sí, perdona, es que estaba intentando pasar el nivel 256 de Candy Crush. ¿Y los cohetes? Los veteranos de la casa (nacieron en 1965, y fue Martínez padre quien les puso nombre), son banderillas en las que puedes encontrar encurtidos, pulpo, huevos de codorniz o chipirones en aceite, en alegre combinación con pimiento asado o crujiente y otros vegetales.

Los lagartos. / EL COMIDISTA
Una colaboración entre un puesto del Mercado de Vallecas y una de las bodegas más modernas de Cataluña. Suena raro. Miquel Ángel Vaquer, al frente de Casa Mariol, te lo explica: "Yo admiraba mucho el trabajo de Kike, se nota que es encurtidor de oficio, conoce el mundo de la conserva, el marinado y el escabeche a la perfección. Pero además tiene la habilidad de jugar con esos ingredientes y hacer combinaciones sorprendentes y sin límite". Kike tiene, además de lo que él llama "la parada de toda la vida", un quiosco donde está su equipo –todo femenino porque según él las mujeres "funcionan mejor"– pinchando las banderillas al momento y bajo demanda, una barra de bar y, al lado, una tienda de vinos. "Por eso conocí a Miquel, porque allí vendo su vermut", explica.
Miquel Angel Vaquer y Kike Martínez, en Casa Mariol. / EL COMIDISTA
¿Y qué tienen de especial estas banderillas, si se puede saber? Lo primero que sorprende al probarlas es que sus sabores son muy nítidos: el pepinillo no sabe a pimiento ni la cebollita a anchoa. El secreto, cuenta Kike es "no tener stock, ir pinchando bajo demanda para asegurarse de que las banderillas no pasan mucho tiempo en el líquido de gobierno [aceite de girasol, de oliva o escabechado en el que se conservan las banderillas]". Kike también pone su toque particular a los ingredientes –por ejemplo, suaviza el ácido de los pepinos encurtidos conservándolos en salmuera- y si necesita alguno que no está en el mercado, literalmente se lo inventa, como la aceituna negra gordal que un fabricante produce especialmente para él. Ah, y siempre usa palillos de madera."Las espaditas de plástico, para los Playmobil", asegura. Muy bien. ¿Vas a decir ya dónde se pueden comer o tienes mucho más rollo que soltar? No, ya voy con los sitios. El restaurante efímero We Pop! ha montado uno de sus eventos en el sótano de la tienda de vinos y licores Magatzem Escolà, donde maridarán algunas de estas maravillas del picoteo con vodka en chupito, en bloody mary y alguna combinación más. Será hasta el sábado incluido. ¿Algún sitio más? En la tienda de Casa Mariol, donde las podéis combinar con cualquiera de los vinos y vermuts de la casa, las venderán siempre. Todo en Barcelona, qué pesado. Si estás más cerca de Madrid, podéis acercaros a la nave nodriza, la parada 28 del mercado de la Villa de Vallecas, para llevarlas a casa o tomarlas in situ a la hora del aperitivo. ¿Y en el resto de España? Pronto se podrán degustar en muchos lugares, tanto en bares como en tiendas.
Producción: Mònica Escudero.
January 29, 2014
Alimentos 100% naturales llenos de química
El potasio está en la ceniza. / JAMES KENNEDY - MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
Los huevos que comes tienen ácido octadecadienoico. Los plátanos, E-306 (tocoferol). Los arándanos, hexanal, alfa-terpinaol, benzaldehído y hasta etil-3-metilbutanoato. ¿Vas a morir pronto por intoxicarte con estos malignos compuestos? Por desgracia para tus enemigos, no. Todos esos ingredientes de nombres rarunos, y muchísimos otros más, no son aditivos o conservantes añadidos a tan cotidianos alimentos, sino que están presentes en ejemplares 100% naturales de los mismos. Son parte de ellos, porque las frutas y los huevos son química. De hecho, todo lo que comemos y lo que somos, venga de donde venga, es química.
Ésta es la idea no por obvia menos provocadora que James Kennedy, un profesor británico de dicha disciplina residente en Melbourne (Australia), quería transmitir a sus alumnos de química orgánica. Para lograrlo, se le ocurrió la idea de crear unos pósters que describieran todos los ingredientes de alimentos tan inocentes como un plátano o un kiwi. Investigó sus componentes en estudios nutricionales; sus colores y conservantes naturales, en viejos manuales de botánica, y sus sabores, en análisis espectroscópicos de los aromas. Con toda la información, elaboró unos listados de elementos que ni las Panteras Rosas y los Cheetos juntos, los puso debajo de las fotos de los alimentos "totalmente naturales" y colgó las imágenes en su blog a finales de diciembre.
A pesar de no ser los primeros -ya se había hecho algo similar con una manzana desde una escuela de química de Glasgow-, los carteles han alcanzado una importante difusión viral en internet y merecido artículos tanto en blogs como en diarios grandes. Primero, porque resultan curiosos, y segundo, porque inciden en una cuestión candente en la alimentación contemporánea: la quimiofobia. "Quería combatir el miedo que tiene mucha gente a los productos químicos", ha declarado Kennedy al New York Times, y demostrar que la naturaleza produce compuestos, mecanismos y estructuras mucho más complejas e impredecibles que nada que podamos producir en un laboratorio".
El geraniol mola. / JAMES KENNEDY - MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
Kennedy cree que, injustamente, muchas personas asocian química con "pesticidas, venenos, drogas o explosivos". ¿Pero pueden ser realmente efectivos sus pósters en la lucha contra la quimiofobia? "Depende", asegura Mauricio-José Schwarz, divulgador científico y colaborador de la revista Naukas. "Los que ya han decidido que 'lo químico' es malo sin saber qué es lo químico están más allá de la razón. Cuando publicamos los carteles, alguno dijo que demostraban 'toda la química horrible que le añaden a los alimentos naturales, que de otro modo no tendrían números E y esas cosas'. Vamos, es inútil. Pero sí puede servir para que muchas personas, en especial los jóvenes, tengan elementos para dudar de las afirmaciones más delirantes de los quimiofóbicos e interesarse por la química como una ciencia apasionante. Me recuerda el impacto de la petición para prohibir el dihidróxido de oxígeno que firmaron muchísimas personas sin darse cuenta de que esa sustancia era... el agua".
Schwarz, autor de las traducciones al castellano de los carteles que podéis ver en esta entrada, cree que las descripciones de los mismos son fiables. "Claro que ningún porcentaje es exacto y puede haber variaciones y pequeñas cantidades de otros ingredientes de plátano a plátano, sobre todo si son de distintas variedades o cultivos. Pero en la medida de lo razonable, los carteles son un retrato científicamente fiel de cada sujeto".
Un poco más crítico, aunque también favorable, se muestra José Manuel López Nicolás, profesor de bioquímica de la Universidad de Murcia que también dedicó una entrada al asunto en su blog Scientia. "En el caso del huevo hay errores en los triglicéridos, en los porcentajes de ácidos grasos y en los los carbohidratos. Los carteles son muy mejorables, pero válidos por la idea de fondo que quieren enviar: los alimentos naturales (concepto que no me gusta nada) están formados de innumerables compuestos químicos... lo que reafirma mi idea que separar 'lo químico' de 'lo natural' es absurdo".
E941 es nitrógeno; E948, oxígeno, y E290, argón. / JAMES KENNEDY - MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
La quimiofobia azota especialmente el mundo de la alimentación, con cientos de páginas en internet denunciando los supuestos peligros de determinados ingredientes desde posiciones naturalistas y alternativas. "El miedo vende mucho más que el rigor científico", se lamenta López Nicolás. "Además, la poca educación nutricional de la sociedad da alas a la quimiofobia". En efecto, más de uno se asustaría al decirle que buena parte de lo que come contiene un potenciador de sabor llamado cloruro sódico o un conservante con la fórmula C12H22O11. También conocidos como sal y azúcar.
Ahora bien, ¿podría estar justificado de alguna manera el recelo hacia el abuso de ciertos productos químicos en la alimentación? "Por supuesto", reconoce Schwarz. "Pero la única forma de saberlo es, precisamente, la ciencia. Son los que estudian los compuestos y su efecto en los seres vivos quienes determinan qué sustancias podemos consumir y en qué cantidad, o si no deben siquiera consumirse. Toda sustancia puede ser perjudicial a determinadas cantidades: tomarte 6 litros de agua en un par de horas te puede matar por una intoxicación de agua llamada hiponatremia. Y ése es el error de muchos quimiofóbicos: temer los daños de alguna sustancia sin saber cuál es la dosis segura. Los promotores de la quimiofobia y de la cienciofobia en general no atienden a estudios, salvo si alguno parece darles la razón".
Camisetas 100% naturales. / JAMES KENNEDY CLOTHING
José Manuel López-Nicolas incide en la responsabilidad de la industria alimentaria en la difusión de la quimiofobia, al utilizar reclamos como el "100% natural" del famoso pan Bimbo de Punset. "Lo natural' es una moda y la mejor manera de fomentar esa moda es atacando a su en teoría antónimo: lo químico. Términos como 'sin conservantes' no tienen como objetivo informarnos sobre la composición de un producto, sino mandar el mensaje subliminal de que en el caso de tener esos conservantes podría haber algún riesgo para la salud. Inconcebible".
Quizá los pósters de Kennedy sirvan para luchar contra el miedo irracional a la química. También ayudaría entender nuestras cocinas como pequeños laboratorios donde practicamos esta disciplina sin ser muy conscientes de ello. "Hay divulgadores de la química que usan la cocina para demostrar distintos procesos, desde la simple disolución de azúcar en agua hasta la acción de catalizadores (como las levaduras) y diversas reacciones", señala Schwarz. "En la cocina enfrentamos grandes preguntas como por qué no se puede desfreír un huevo o por qué nos resulta más fácil digerir la comida cocinada que cruda, que nos hablan de química y hasta de la evolución de nuestra especie. La cocina es una de las actividades que nos acerca más a la química cotidianamente, y nos recuerda que todo el universo está hecho de sustancias químicas y energía... y nada más. Lo único que hay 'sin químicos' es el vacío absoluto".
January 28, 2014
Ensalada de patata, hinojo y salmón
Eso de color naranja eléctrico es salmón. / EL COMIDISTA
La patata es un ingrediente merecedor de reivindicación dentro de las ensaladas. Ya sé que es la prota de una de las más populares -la ensaladilla rusa-, pero me refiero más a las aliñadas con simples vinagretas, más ligeras y menos generadoras de lorza, y por lo tanto más recomendables para un consumo habitual. Además, las patatas apetecen tanto en verano como en invierno, y puede que sean uno de los alimentos neutros que mejor acoge a cualquier otro ingrediente, incluso a los más broncas gustativamente hablando.
Para que cojan sabor cuando la sirves en ensalada, conviene aliñar las patatas cuando están todavía calientes, y añadir más tarde el resto de ingredientes cuando ya se hayan enfriado. Con la base patata + vegetal fresco + proteína + salsa se pueden elaborar todas las variantes que se te ocurran, y muy cafre tendrás que ser para que te quede mal. Aunque la nuestra tiene un rollo entre alemán y sueco, está elaborada con un salmonazo delicioso proveniente de Noruega. El pepino es buen amigo del salmón y de la mostaza, pero se puede eliminar si no te enrolla. La cebolla va bien con todo y el hinojo dio un toque fresco y anisado que resultó irle al pelo. Escogimos patatas de platillo porque teníamos pensado comerlas con piel y estas tienen la piel fina, pero cualquier patata nueva servirá (o cualquier otra, si os gusta más pelada).
Por cierto, esta ensalada fue elaborada con la única ayuda de un microondas –el único instrumento de cocina, además de la Kettel, que tenemos en la oficina–, por lo que resulta especialmente adecuada para los acólitos de la secta del táper.
Dificultad
Para personitas que aún no han nacido y sólo viven en la imaginación de sus padres.
Ingredientes
Para 4 personas
800 g de patatas de platillo
1/4 de cebolla roja
1 bulbo de hinojo
10 pepinillos
150 gramos de salmón ahumado
1 pepino (opcional)
Una cucharada de mostaza al estragón (o cualquier otra que te guste)
Aceite de oliva virgen extra
Vinagre de manzana o zumo de limón
Sal
Pimienta
Preparación
1. Cortar la cebolla en juliana y ponerla a remojo en agua con un chorro de vinagre para que pierda fuerza.
2. Lavar muy bien las patatas y cocerlas con piel en agua hirviendo hasta que estén blandas, pero sin deshacerse (unos 15 minutos). También se pueden hacer en un estuche de vapor en el microondas (unos 8-10 minutos).
3. Mientras, hacer una vinagreta con la mostaza, cuatro cucharadas de aceite, una de vinagre (o de zumo de limón), sal y pimienta.
4. Cortar las patatas por la mitad, aliñar con la vinagreta y remover, dejando que se enfríe mientras seguimos preparando la ensalada.
5. Si se va a usar pepino, quitarle la mitad de la piel pelando tiras verticales, y cortarlo en rebanadas finas. Limpiar el hinojo y cortar el bulbo y parte del tallo en láminas muy finas, añadiendo también las hojas verdes. Cortar los pepinillos en cuatro a lo largo, y el salmón en trozos de bocado.
6. Añadir a las patatas el resto de los ingredientes, remover bien, añadir un poco más de aceite si se ve seca, y servir templada o fría.
Producción: Mònica Escudero.
January 27, 2014
Tinta de tinto
Haz tinta de vino en tu terraza. / VIMEO
Tras décadas sin salirse de los diseños clasicorros, en los últimos años los bodegueros se han soltado la melena con las etiquetas de sus vinos. Los escudos y las tipografías caligráficas han dado paso a toda clase de imágenes impensables en el pasado: escenas de cómic, fotos con primeros planos de labriegos, recopilaciones de insultos o ilustraciones con figuras extrañas como cerdos voladores, señores con cabeza de pez en triciclo, hombres bala y mujeres cañón. Todo vale para transmitir una determinada personalidad o destacar en un mercado / jungla en el que compiten casi tantas marcas como especies hay en el Amazonas.
En este clima de fiebre innovadora, un pequeño estudio de diseño radicado en una zona tan vinatera como el Penedès acaba de lograr lo que parecía imposible: crear un envoltorio y unas etiquetas únicas. La genial (¿o peregrina?) idea de Ladyssenyadora, equipo formado por Montserrat Raventós, Jordi Roca y Raimon Benach, ha sido utilizar el propio vino para fabricar la tinta con la que imprimir ambas cosas. El caldo en cuestión, una edición limitada que el estudio recibió como pago en especie de un trabajo para un bodeguero, lleva su peculiaridad en el nombre: Tinta de Vi ("tinta de vino" en catalán).
"De repente nos encontramos con 150 botellas llenas de vino tinto encima de la mesa, todas ellas desnudas y sin nombre. Ahí empezó el ejercicio de vestirlas y crear un empaquetado de principio a fin sin reglas de juego", cuentan desde Ladyssenyadora. Entonces se encendió la lucecita: tenían que imprimir el vino... con vino. "Teníamos el conocimiento de que antiguamente se usaban los pigmentos elaborados con alimentos para pintar, e incluso habíamos hecho la prueba de usar el vino tinto como si se tratara de tinta china para otro trabajo, pero nunca habíamos oído la idea de introducirlo en una impresora, y menos en una máquina de imprenta. Así que cuando tuvimos la idea nos aventuramos a ello sin saber cómo sería el resultado final".
Primero intentaron deshidratar los posos del vino, pero el pigmento resultante no funcionó. Después probaron con lo primero que se le habría ocurrido a un cocinillas como yo: reducir el vino en una cazuela a fuego lento. No sirvió. La reducción en horno con ventilador y el llenado de un cartucho de impresora con vino no ofreció mejores resultados. Cuando casi habían renunciado, los diseñadores se dieron cuenta de que en una de las bandejas que habían usado para las pruebas y que habían dejado en el tejado se estaba formando un "moco morado" con la consistencia y el color que buscaban. De esta forma, el proceso de evaporación del vino hasta convertirse en tinta, del que podéis ver un bonito resumen en el vídeo que encabeza esta entrada, duró varias lunas.
Ya tenían la matería prima, ahora faltaba el diseño. Para inspirarse, montaron una comida con amigos enólogos y restauradores, que les ayudaron a analizar el vino desde la profesionalidad y les revelaron todos sus secretos y características peculiares. La conclusión fue que las botellas contenían un muy buen vino tinto clásico, pero sin ninguna propiedad distintiva que les diera pistas de cómo realizar el packaging. Por suerte, en la sobremesa (presumiblemente, después de consumir algunas botellas), llegó la iluminación. "En ese momento surgió la idea de llamarlo Tinta de Vi", recuerdan desde Ladyssenyadora. "A partir de aquí hablamos con el escritor Jordi Llavina para crear un poema con este título que completara el toque distintivo que le faltaba a nuestro vino. La etiqueta se diseñó en base a ese poema, y la lámina que envuelve la botella trata de plasmar, a través de un collage, lo que se lee en él".



La gente con cabezas de animales es tendencia. / LADYSSENYADORA
La técnica escogida para imprimir tanto para la lámina que envuelve la botella como para la etiqueta fue la serigrafía. "La diferencia", matizan, "es que en la primera la impresión el trabajo fue manual y tardamos 2 días, y en la segunda nos dirigimos a una imprenta especializada en etiquetaje de vino y en 10 minutos estuvo listo". El papel con el que trabajaban tampoco era asunto baladí. Exigía ser de gran calidad, suficientemente poroso como absorber bien la tinta (que había adquirido textura de mermelada) y que minimizara el problema del secado. También que fuera fino para poder envolver y que quedara bien sujeto a la botella. "Al final nos decidimos por el Fredigoni Arco Print White de 70 gramos para el póster, y para la etiqueta usamos un papel autoadhesivo de las mismas características, uno de los mejores que existen para etiquetaje de vino: el Manter Cotone Bianco de 120 gramos".
Volviendo al lenguaje que somos capaces de entender todos los mortales –y no sólo los diseñadores–, no podíamos evitar preguntarles si la tinta olía como su componente principal. "Huelen a vino sobretodo los primeros días pero con el tiempo va desapareciendo. ¡Aún no hemos encontrado la fórmula para conservarlo!", se lamentan. Algunos otros cambios que experimenta la impresión tienen que ver con el cambio de color de la tinta. "El color inicial, que es un burdeos de una tonalidad fuerte, en algunos casos se oxida y en otros no, y aún no sabemos muy bien por qué. Según el lugar donde se almacena se oxida más o menos, y se vuelve de unos colores más o menos oscuros".
Aunque en un principio las botellas de Tinta de Vi estaban pensadas para regalar a amigos, proveedores y clientes, sus creadores han puesto a la venta las botellas sobrantes ante la expectación que ha despertado el experimento (se pueden conseguir escribiendo a info@ladyssenyadora.com y previo pago de 50 euros). Yo creo que me voy a pillar un ejemplar: dar con una obra de arte con la que además te puedas toñar no es algo que pase a menudo.
Documentación: Mònica Escudero.
January 26, 2014
Conejo en pepitoria
Conejo sobre sinfonía de naranjas. / EL COMIDISTA
La pepitoria es de esas recetas más viejas que Carracuca necesitada de una urgente reivindicación. No sé si en algunas regiones de España se seguirá preparando en las casas y en los restaurantes, pero en mis lugares habituales de movimiento -Barcelona, Madrid, Bilbao- no es habitual verle el pelo. Sólo conozco una persona que la prepare con cierta frecuencia (María Antonia, la madre de una amiga), cosa que no llego a explicarme bien siendo un plato tan rotundamente delicioso.
Quizá la potencia calórica de este guisote, unido a su largo tiempo de cocción, ha jugado en su contra en estos tiempos de evanescencia culinaria. Ahora bien, no se trata en ningún modo de un plato insano, y menos aún si usamos una carne con tan poca grasa como el conejo. Es más bien poderoso, invernal diría yo, con esa salsa de almendra, azafrán y yema de huevo capaz de reconfortar al alma de cántaro más desolada.
Mi versión elimina un ingrediente que he visto en algunas recetas: los taquitos de jamón. Está claro que potencian el sabor, pero no sé por qué yo prefiero las versiones más suaves sin ellos, en las que predomine el conejo, la almendra y esa maravilla alegrasalsas que es el pan frito. También he intentado hacerlo lo más ligero posible, pero por lo demás, es clasicorro a más no poder: los grandes clásicos tradicionales no necesitan de extravagancias para maravillar.
Dificultad
Largo más que difícil.
Ingredientes
Para 4 personas
1 conejo troceado
2 huevos cocidos
1 cebolla
1 diente de ajo
2 rebanadas de pan de barra, a poder ser seco
100 g de almendras
250 ml de caldo de pollo
100 ml de vino blanco
2-3 hebras de azafrán
Aceite de oliva
Sal
Preparación
1. Freír los trozos de pan en una sartén con aceite abundante. Cuando cojan un color dorado tirando a oscuro, sacar y dejar escurrir en un plato con papel de cocina.
2. Untar los trozos de conejo en aceite y dorarlos en una cazuela a fuego vivo.
3. Retirarlos y salarlos. Añadir la cebolla a la cazuela, salar ligeramente y rehogar a fuego suave hasta que se ponga transparente.
Tiempo aproximado: 10 minutos.
4. Mientras, tostar ligeramente las hebras de azafrán en una sartén a fuego suave. Pasarlas a un mortero y majarlas junto al ajo y y el pan frito.
5. Sumar las almendras y seguir majando. Lo ideal es que queden algunos trocitos de almendra pequeños, para que se noten en la salsa.
5. Mojar la cebolla con el vino y dejar que el alcohol se evapore unos dos o tres minutos.
6. Incorporar el conejo, el caldo y la mezcla de almendra, y dejar que cueza a fuego suave hasta que el conejo esté tierno.
Tiempo aproximado: 30 minutos.
6. Sacar la yema de uno de los huevos, aplastarla en un bol pequeño y disolverla en un par de cucharadas del caldo del guiso. Añadirla al mismo y menear la cazuela para que la salsa se termine de ligar. Si ha quedado muy espesa, añadir un poco más de caldo.
7. Corregir de sal y servir con la clara y el otro huevo entero picados por encima.
January 23, 2014
'Hit parade': los 20 peores restaurantes de España
El Comidista continúa su serie de entradas con listas gastronómicas al margen de lo convencional. Los 'hit parades' se publicaran un viernes de cada mes alternando con el consultorio 'Aló, Comidista' y los planes para el fin de semana.
¿Quién perpetró esta "paella"? El número 1 de nuestro top basura. / TRIPADVISOR
Tenemos las estrellas Michelin. Tenemos los soles Repsol. Tenemos la lista de los 50 mejores restaurantes de la revista Restaurant. ¿Pero qué pasa si queremos conocer los sitios donde peor se come de España? Que no encontraremos ninguna guía que clasifique dichos horrores, seguramente porque nadie la compraría.
Con el noble objetivo de llenar este hueco en la cultura gastronómica española, El Comidista ha buceado en las cloacas de TripAdvisor para dar con los locales más castigados por los usuarios en las principales ciudades españolas. Allí se ha encontrado con auténticos abrevaderos donde se sirve comida infame, los camareros son bordes o la higiene brilla por su ausencia. Poco sorprendentemente, muchos de ellos se encuentran en zonas turísticas de las ciudades, haciendo el agosto a costa de la ingenuidad o el desconocimiento de los pobres guiris.
Para evitar el escarnio público a restaurantes con unas pocas críticas negativas, he incluido en el top establecimientos con bastantes comentarios de comensales -un mínimo de 20- y un porcentaje alto de calificaciones "malo" y "pésimo". Que una mala tarde la tiene cualquiera, y un cliente tocapelotas demasiado exigente, también.
De 28 opiniones, 4 malas y 19 pésimas
Dejando aparte la Plaza Mayor, puede que la zona de Madrid con más trampas mortales para turistas sean los alrededores de la Plaza de Oriente, donde asienta sus reales posaderas el Sabatini. Si es cierto lo de que la higiene de un restaurante se mide por el estado de sus baños, este lugar demanda una inspección urgente de Sanidad: un usuario de TripAdvisor habla de "un WC con un dedo de meados"; otro, de "un pozo negro, muy sucio y un olor que te da arcadas", y otro asegura que el retrete "se descompone". La comida y el servicio no salen mejor parados.
De 28 opiniones, 2 malas y 15 pésimas
En una de las descripciones más disuasorias de la historia de la crítica gastronómica, una usuaria define uno de los platos del Aries como "el cielo de la E. coli". A tenor de lo que explican varios clientes, el punto fuerte de este lugar valenciano son los productos calientes por fuera y congelados por dentro. ¿Vanguardia o desastre? Ve y compruébalo, si eres valiente.
De 23 opiniones, 4 malas y 14 pésimas
"¿Quieres comer un menú de 9 euros y pagar 90?", pregunta uno de los incautos que pasaron por el Bracamonte y salieron escaldados. Otro señala que "hay muchas fotos de famosos de los setenta y ochenta, y alguno reciente, pero pocos", y que "Gordon Ramsay debería pasar una semana allí". Resumiendo: un local venido a menos, que mantiene una dura pugna en malas críticas con otro de la ciudad, El Portalón.
De 39 opiniones, 9 malas y 17 pésimas
Las opiniones sobre este argentino de la calle Diego de León son de las más cómicas que he encontrado en TripAdvisor. Cómicas para el que las lee, no para el que ha ido al restaurante, claro. "Fritanga, vajilla de cámping y servilletas brilli-brilli". "El local es cutre, la atención de los camareros pésima y la comida para devolverla. Las hamburguesas eran normales, y sobre ellas medio tranchete". "El menú Gardel consta de: langostinos descongelados del outlet del Dia, medio chorizo criollo crudo y ensalada de brotes de bolsa del Carrefour. De principal yo tomé tacos de novillo, que eran tiras de carne duras como una piedra y recalentadas, con patatas de bolsa congeladas. Sesenta euros al canto. Para haberle metido fuego al local".
El tranchete en cuestión. / TRIPADVISOR
16. El Caserío (San Sebastián)
De 32 opiniones, 3 malas y 18 pésimas.
"¿Cómo puede este restaurante seguir dando de comer en una de las capitales mundiales de la comida?", se pregunta un alemán que cayó en El Caserío en octubre. No es para menos: se topó con pelos en la comida -algún cocinero o cocinera debe de sufrir de alopecia, porque un holandés comenta lo mismo- y una cucharacha corriendo por el suelo del local. Eso sí, la calidad de los platos no defraudó a otros clientes: "el revuelto de hongos es el peor que he probado en mi vida", "la paella parecía cemento armado, grumosa, incomible", "la merluza rebozada era como un trozo de corcho", y así sucesivamente.
Una presentación esmerada. / TRIPADVISOR
15. Cervecería Baviera (Barcelona)
De 136 opiniones, 14 malas y 103 pésimas
La Baviera es uno de los primeros y más temibles locales que te encuentras cuando bajas Las Ramblas de Barcelona. Ejemplo perfecto de la degradación a la que puede llegar un establecimiento hostelero cuando tiene la clientela garantizada sirva la mierda que sirva, esta cervecería acumula una asombrosa cantidad de odio en sus críticas de TripAdvisor. Aparte de las consabidas acusaciones de estafar en los precios y facturar la más genuina comida para perros, destacan las numerosas menciones a la insoportable bordería de sus camareros. ¿Una vergüenza para la Ciudad Condal? Tras repasar las 11 páginas de comentarios negativos, algo me dice que sí.
Rico, rico. / TRIPADVISOR
De 27 opiniones, 4 malas, 16 pésimas
Situación inmejorable en Triana. Vistas maravillosas de Sevilla desde la orilla del Guadalquivir. Y una comida "asquerosa", "terrible", "desastrosa" y "merecedora de un cierre inmediato" en palabras de los usuarios de TripAdvisor. "Ni se te ocurra comer nada allí", avisa uno de ellos. Tranquilo: no lo haremos.
13. Mis Cuates, Cantina Mexicana (Tenerife)
De 20 opiniones, 1 mala y 14 pésimas
No todo son tapas grasientas y paellas plastosas en el top de lo peor de lo peor de España. También hay hueco para la cocina internacional, como demuestra este mexicano de Golf del Sur. Varios clientes dicen haber sufrido diarrea después de haber comido allí, y el servicio indolente parece estar a la altura de su comida recalentada. Compite duramente con un indio que hay al lado, que al parecer es de los mismos dueños y con el que comparte críticas devastadoras.
12. S'Eixerit (Palma de Mallorca)
De 32 opiniones, 6 malas y 15 pésimas
Por lo que cuentan los usuarios, S'Eixerit tiene toda la pinta de ser el clásico restaurante que en el pasado no estuvo mal, pero que ha ido degenerando a causa de una gestión desastrosa. "Marisco incomible", "personal desagradable, algunos con olor a sobaco", "paellas recalentadas con un dedo de aceite" y otros clásicos adornan los comentarios de los comensales, casi siempre irritados por el mal servicio y la comida mediocre.
De 21 opiniones, 4 malas y 12 pésimas
Si nos creemos lo que dicen los comentaristas en TripAdvisor, este lugar domina el arte del congelado: calamares, croquetas y escalopes llegan desde el frío siberiano de alguna cámara industrial directos a tu plato, sin intermediarios. Servicio "más lento que el caballo del malo", aseos "que no funcionan" y confusiones en las cuentas siempre a favor del establecimiento completan un panorama muy alentador.
10. La Baguetina Catalana (Barcelona)
De 26 opiniones, 2 malas y 23 pésimas
Aunque aquí destacamos el de las Ramblas, esta cadena tiene el honor de haber colocado varios de sus establecimientos entre los peores de Barcelona. ¿El secreto? Sus repulsivos (y carísimos) bocadillos, pizzas y cocas de aspecto centenario, que llevan a preguntarse a muchos habitantes de esta ciudad cómo es posible que sobreviva un negocio así. Los visitantes también lo flipan, como demuestran titulares en los comentarios como "Timo, caro y encima malo", "No entres, roban a la gente" o mi favorito, "Enculamiento catalán".
9. Cervecería Cristina (Madrid)
De 26 opiniones, 4 malas y 19 pésimas
La Cervecería Cristina, sita en ese avispero de estafadores en el que ningún madrileño en su sano juicio se tomaría nada jamás llamado Plaza Mayor, no sugiere más que superlativos entre su clientela: "el peor bocadillo de jamón que he tomado", "la peor relación calidad-precio jamás experimentada", "el peor restaurante de Europa, si no del mundo". La crítica más repetida: que en las listas de precios pone una cosa, y luego te cobran lo que les sale del ñoto.
De 54 opiniones, 7 malas y 33 pésimas
"Ojo con las fundas de las sillas de la terraza, de lo sucias que están te las puedes llevar pegadas". Tan bonita advertencia es sólo la punta del iceberg de negatividad que forman los comentarios a este restaurante toledano. Entre las numerosas denuncias de comida infecta y bebidas a precio de oro líquido, destaca ésta: "El camarero huele bastante a sudor. No vuelvo ni aunque me paguen".
Una cosa dentro de un rebozado. / TRIPADVISOR
De 29 opiniones, 3 malas y 22 pésimas
Algunos clientes se quejan en sus críticas de que no haya una calificación peor que "pésimo" para calificar este restaurante. Otros dicen que ya lo han denunciado ante la Xunta de Galicia. Navajas microscópicas, langostinos resecos, berberechos "con un kilo de arena" y "salpicón de marisco de las sobras de la semana" parecen ser parte de su seductora oferta. ¿A que apetece?
39 eurazos de "mariscada". / TRIPADVISOR
De 40 opiniones, 4 malas y 27 pésimas
Este bar resulta ideal para que te peguen un relaxing sablazo en la Plaza Mayor de Madrid. "Ladrones" es la palabra más repetida en las críticas, acompañada de expresiones como "trampa para turistas" o "vergüenza para la ciudad". Si quieres comer "el peor jamón serrano de España" y "tener que pedir una hipoteca para pagarlo", ya sabes cuál es tu sitio. ¡Enhorabuena a los propietarios!
5. La Hacienda Plaza (Granada)
De 115 opiniones, 20 malas y 67 pésimas
Un usuario cuenta que se quejó al dueño de este restaurante por el mal servicio, y éste le dijo que "le importaba un pimiento lo que pensaran los clientes". Si la historia es verídica, se la traerán al pairo las horrorosas críticas que acumula su Hacienda en TripAdvisor, que hablan de pan seco, paella congelada y camareras más preocupadas por chatear con el móvil que por atender a los clientes. "Caro, malo, bordes, lentos... Una basura de sitio", resume un afectado.
20 opiniones, 4 malas y 15 pésimas
"Un 0% de viajeros lo recomiendan", dice TripAdvisor. Vamos, que nadie ha dejado una buena opinión de este establecimiento, ni siquiera los dueños o sus familiares. El plato estrella del restaurante Vertical es el cochinillo hervido, que no asado, pero los visitantes no saben apreciarlo. Además, el servicio tiene pinta de ser encantador: "Tardan muchísimo", "son desagradables", "desorganizados", "discuten entre ellos"... Querido Chicote, aquí tienes un programa.
De 51 opiniones, 9 malas y 35 pésimas
El caos debe de reinar en este garito del puerto de Sóller, en el que según sus clientes los camareros no dan una: confunden las comandas, se pelean entre ellos a voces y se muestran bordes y maleducados con los pobres que caen por allí. Por lo demás, lo habitual: precios astronómicos y comida cutre y escasa.
2. Carpe Diem (Santiago de Compostela)
De 69 opiniones, 3 malas y 59 pésimas
¿Pulpo "de lata", "durísimo" e "intragable", "que no es pulpo sino pota o vaya usted a saber"? ¿En Galicia? Pues sí, según cuentan algunas almas de cántaro que cayeron en la trampa del Carpe Diem, un restaurante del casco antiguo de Santiago con un nombre de lo más apropiado. Además del cefalópodo delicatessen, la otra especialidad del local parece ser la tarta de Santiago vieja y recalentada para que no se note. Un cliente añade una anécdota prodigiosa al respecto: "Al ir a pagar vimos las cajas de las tartas caducadas de un mes. Le preguntamos al camarero si las nuestras eran de ésas, y nos dijo que sí, que caducadas le gustaban a todo el mundo". [Actualización: nos comunican que Carpe Diem cerró hace algún tiempo. Una gran pérdida para la gastronomía patria].
De 208 opiniones, 14 malas y 182 pésimas
Pocos lugares despiertan tanta unanimidad como este restaurante vasco que avergüenza a todos los que hemos nacido en Euskadi: ni una sóla opinión buena y casi 200 malas. Mientras su nombre evoca la comida casera de las madres, los clientes denuncian su "tortilla de cartón", "tapas refritas", "chopitos que dan asco" y "paella seca y vieja". Está, ¡sorpresa!, en las Ramblas, ese paseo que en algún momento debió de ser bonito pero que hoy no es más que una telaraña de locales infames donde los turistas caen como moscas.
Dicen que esto es un arroz negro. / TRIPADVISOR
¿Cuál es el peor restaurante de tu ciudad o de tu pueblo? Desahógate en los comentarios.
Receta de fin de mes: fideos a la cazuela
Más antidepresivos que el Prozac. / EL COMIDISTA
Otra vez fin de mes... y encima el de enero, que es uno de los más terribles del año. Porque además de un fin de mes económico, este también es un fin de mes moral, en el que vivimos los momentos de honda bajura recordando como hace nada retozábamos lujuriosamente entre platos hipercalóricos y litros de bebidas espirituosas. Después de emborracharnos como si tuviéramos un hijo en la cárcel para olvidar la existencia postvacacional pensar muy seria y fuertemente en el tipo de receta que debíamos hacer, nos hemos decidido por un plato muy montañés, los fideos a la cazuela.
Porque, aunque el 15% de la población está a plan, el 85% restante ya lo ha abandonado, y con el friazo apetecen cosas contundentes. Además este es otro de esos platos en los que lo que le da más sabor, el caldo que se usa en la cocción de los fideos puede ser de aprovechamiento, a base de carcasas y huesos. Esperamos que entre ésta y otras ideas de la misma sección –en la que se ofrecen ideas de platos cuyo coste ronda el euro por ración–, lleguemos todos a febrero no solo vivos, sino también bien alimentados y de mejor humor. Hay múltiples versiones de esta receta, a la que se le pueden añadir setas, alcachofas, zanahoria o, en el colmo de la lujuria pastafariana, un poco de queso rallado para gratinarla.
Dificultad
Para ogros de la montaña.
Ingredientes
Para 4 personas
200 gramos de fideos gruesos
El doble y medio del volumen que ocupen los fideos de caldo de verduras, pollo o carne
1/2 cebolla
2 dientes de ajo
4 cucharadas de salsa de tomate
50 g de pimiento verde y rojo (opcional)
1 butifarra
300 gramos de costilla de cerdo a daditos
300 gramos de magro de cerdo
Sal
Pimienta
Aceite de oliva
Tomillo
Queso rallado (opcional)
Preparación
1. En una cazuela con un poco de aceite, marcar la costilla y cocinarla durante unos 10 minutos a fuego medio. Después, añadir el magro y la butifarra cortada en ocho trozos y cocinar durante unos 5 minutos más. Reservar la carne y dejar la grasa resultante en la cazuela. No debería ser mucha (unas dos cucharadas); si es más, retirar el excedente.
2. Tostar los fideos en una sartén con un poco de aceite.
3. Pelar y picar la cebolla. Pochar en la misma olla, y cuando está transparente añadir el diente de ajo también pelado y picado. Si se quiere, este es el momento de poner el pimiento y sofreírlo un poco. Poner el tomate y tomillo al gusto y remover. Volcar los fideos y remover durante un minuto.
4. Añadir las carnes y el caldo, rectificar de sal, remover y dejar cocinar a fuego medio y destapado durante unos 7/9 minutos (dependiendo del tipo de fideo, consultar las instrucciones del fabricante). Cuando estén casi hechos, apagar el fuego y dejar reposar un par de minutos. Servir bien caliente espolvoreado con un poco de queso rallado si se quiere.
Producción: Mònica Escudero.
January 21, 2014
Un churro para el siglo XXI
Pichurrines. / EL COMIDISTA
Nunca he entendido por qué los churros no ocupan el estatus que merecen en nuestro santoral gastronómico. Perdemos el culo por ñoñerías como los cupcakes, pijadas como los macarons y frankensteins como los cronuts, mientras desdeñamos como "zafios" o "grasientos" estos deliciosos tubitos de masa frita. Imagino que expresiones antiguas como "hecho un churro", "de churro" o "como churros" -dejaremos el análisis de "mojar el churro" para otra ocasión- denotan que este desprecio no es nuevo, y que nuestros humildes amigos nunca fueron demasiado valorados. Gran injusticia: tan esenciales como delicados cuando están bien hechos, para mí representan una de las grandes creaciones de la repostería popular española.
¿Hay lugar para el churro en el siglo XXI? Fuera de España, parece de cajón que sí. En Estados Unidos el churrerismo se extiende gracias a cadenas de la Costa Oeste como Xooro o templos como La Churrería o Le Churro, en Nueva York. Tras triunfar en Tokio y Osaka, la mítica San Ginés de Madrid ha abierto chocolaterías en Shanghái, y aspira a expandirse por China con 50 más. En Londres tenemos a Churros García defendiendo el pabellón, mientras que en Australia los 36 establecimientos de la cadena Chocolatería San Churro dejan claro que el producto gusta. Eso por no hablar de la larga tradición del dulce en un montón de países latinoamericanos. En nuestro país, el culto al churro parece bastante asentado en algunas ciudades -tanto como los crímenes que se cometen contra él con versiones aceitosas e indigestas-, pero no abundan los intentos de actualizarlo o acercarlo a un público nuevo.
Por eso es motivo de orgullo y satisfacción para un churrófilo como yo la aparición de un lugar como Comaxurros. Este pequeño local de Barcelona podría marcar un camino para el futuro, tanto por la exquisita manera de elaborar sus fritos, ligeros y en absoluto grasientos, como por su estética. Frente a los sitios que tratan de evocar sin éxito las chocolaterías del año de la polca, el negocio incorpora una imagen moderna y hipsterosa sin traicionar el espíritu de las churrerías de siempre. Es decir, mezcla un luminoso de neón rosa y un mural de los ilustradores Brosmind con fluorescentes y azulejos.



La churrería sin grasa. / EL COMIDISTA
"Hace tiempo que teníamos ganas de hacer algo diferente, y estábamos un poco hartos del mundo del macaron, el cupcake y todas estas tendencias que vienen de fuera", explica Marc Muñoz, uno de los artífices de Comaxurros junto a Lluís Canal. Ambos forman parte del equipo de la pastelería contigua, Canal, famosa en la ciudad por sus roscones de reyes. "Nos apetecía más trabajar un producto tradicional, y empezamos a hablar de churros medio de coña. La cosa fue cogiendo forma cuando quedó libre el local de al lado de la pastelería, que había sido un banco". Sorpresa: el bien a veces gana, y una sucursal del Mordor financiero puede dar paso a un Rivendel churrero.
Mientras nos calzamos un chocolate con nata con unos ejemplares casi perfectos de esta fritura, preguntamos a Muñoz cuál es su secreto. "Están hechos con cariño, y fritos en aceite de oliva virgen extra", responde nuestro guía espiritual en el mundo del churro 2.0. "Todos sabemos que este aceite es más sano, y si se tiene cuidado con las temperaturas –no hay que dejar que suban más allá de 210 grados– no debería haber ningún problema. Mucha gente nos dijo que estábamos locos, que iba a coger demasiado sabor, que sería muy caro... Pero fuimos a ver a Rafael del Rosal y los maestros de la fritura de Patatas San Nicasio, y nos dijeron que adelante, que seguro que quedarían bien. Tenían razón, claro".
También venden el aceite en el que fríen. / EL COMIDISTA
La mezcla de variedades del aceite en el que fríen (picual, picuda y hojiblanca) está pensada para no transmitir excesiva potencia olivácea al churro. "Si sólo fríes los churros y no buñuelos o alguna cosa que lleve huevo, el aceite coge un poco de color, pero no se ensucia nada de nada. Y gracias al sistema de extracción de humos tampoco se queda pegado el olor a fritanga, asunto que a mi novia le preocupaba un poco", cuenta entre risas. Ciertamente, en el interior del obrador no huele a eau de chuggo, lo que parece casi un milagro a tenor de la peste que despiden otras churrerías.
Además de exigir una temperatura de aceite muy concreta, alta pero no humeante, los churros también son bastante puñeteros por su masa, a pesar de que sólo llevan tres ingredientes: agua, harina y sal. "Si te pasas o te quedas corto de harina, o si amasas demasiado, te la cargas. Y entonces les salen estrías o quedan demasiado aceitosos, y tienes que tirar toda la masa que hayas hecho para empezar de nuevo". Parte del proceso se hace en una máquina que calienta el agua para que, al mezclarse con la harina, le haga soltar el almidón necesario. Otro trasto se ocupa de darle forma y trocearla justo encima del gran caldero de aceite donde se fríe.


Marc, la masa y el caldero mágico. / EL COMIDISTA
En una tarde lluviosa y fría de sábado, el local puede vender los churros correspondientes a 12 kilos de masa. Cuestan 1,80 euros la media docena, y se sirven con azúcar normal, con vainilla natural o con canela. También hay buñuelos, churros recubiertos de chocolate y una notable colección de churros rellenos. Para complicarse un poco más la vida –y por la vena pastelera, seguramente–, Marc y Lluis decidieron hacerlos con sabores tradicionales (chocolate, trufa o vainilla) y otros salados más novedosos, como el de crema de sobrasada, miel y queso, el de parmesano o "algún que otro experimento como el de roquefort". "A mí me gustaba, pero no se vendía mucho", se lamenta Marc. La variedad permite al público –de lo más variopinto, compuesto por abuelitas de la zona alta con abrigo de pieles, familias y fans del diseño que se acercan a cotillear el mural de los hermanos Mingarro– churrear una y otra vez sin aburrirse, y a los dueños, cambiar la oferta según temporada.
Fantasía churrera. / EL COMIDISTA
Pensando en todos aquellos a los que la Bonanova barcelonesa les quede un poco lejos, preguntamos a Marc si conocía ejemplos similares de churros fantasiosos en otros lugares del país. "Los buscamos, y en España sólo encontramos los de Los Calentitos, en Huelva". En todo caso, siempre queda el recurso de tunear en casa lo que ofrezca tu churrería más cercana. "En versión salada, se pueden cortar pequeños y servir con una salsa brava o romesco, como si fueran patatas, porque en realidad las patatas fritas saben a fritura, no a patata. En versión dulce, se puede hacer una salsa de vainilla, una crema inglesa o una mermelada un poco aligerada. ¡Con los churros se pueden hacer muchísimas cosas!".
Documentación: Mònica Escudero.
January 20, 2014
Batido "adiós, Navidad, adiós"
Con tostadita adelgazante incorporada. / EL COMIDISTA
¿Hay en el mundo cosa más sencilla y apetitosa que un batido? Coges alguna cosa deliciosa en formato sólido (o medio sólido, que también sirven los helados) y leche –de vaca o vegetal–, lo pasas por la batidora y en un microsegundo tienes un desayuno o una merienda que chiflará a comensales de cualquier edad y condición. Además hay versiones calientes y frías, así que sirven para todas las épocas del año.
Este batido nació con la noble intención de dar salida a unos remanentes de turrón de chocolate con pinta de ir a hacerse fuertes en la alacena, y acabar siendo alimento para lepismas obesas. Su simplicidad es relativa, porque aunque solamente lleva dos ingredientes principales (leche entera y turrón de chocolate del tipo que más os guste) la cosa se puede complicar lo que queráis y más, añadiendo trozos de galletas, turrón de Jijona desmigado, alguna fruta como plátano o nata fresca como decoración. Pero tal y como está ya es fantástico, con dos minutos de trabajo.
Dificultad
La receta más monguer-friendly de la historia de este blog.
Ingredientes
Para 1 batido
200 mililitros de leche fresca
40 gramos de turrón de chocolate con almendras o con arroz inflado
1 cucharadita de licor de avellana o de ron (opcional)
1 rama de vainilla
Tostaditas de pan o pannetone –o carquiñolis o cualquier otra galleta– para acompañar
Preparación
1. Poner la leche en un cazo. Cortar longitudinalmente un trozo de la rama de vainilla y raspar el interior sobre la leche. Calentar a fuego suave con el licor y el turrón partido a trocitos, y remover hasta que este se deshaga.
2. Procesar con batidora de vaso o de mano hasta que las almendras se hayan integrado.
3. Servir (caliente o frío) acompañado de alguna galleta o pan tostado.
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