Mikel López Iturriaga's Blog, page 37
November 24, 2013
Cómo renunciar a la comida (y hacerte millonario)
La horchata del futuro. / SOYLENT
Imagina un mundo en el que, para alimentarte, no necesites ir a la compra, ni cocinar, ni ir a un restaurante. En el que con sólo disolver unos polvos en agua y beberte el líquido blancuzco resultante ya satisfagas todas las necesidades nutricionales de tu organismo. O en el que ese líquido no lo tengas ni que preparar, porque llega a tu casa por las cañerías y basta con abrir un grifo para obtenerlo. Pues bien, ese mundo, que parece sacado de una película de ciencia-ficción, puede no estar tan lejos de convertirse en realidad.
Rob Reinhart, un informático y emprendedor de Atlanta (EEUU), empezará a comercializar a principios del año que viene un producto llamado Soylent que, según él, te "libera" de la obligación de comer. Se compone de 31 ingredientes, entre ellos harina de avena, maltodextrina, proteína de arroz, aceite de colza, fibra y un montón de minerales. En teoría, contiene todos los hidratos de carbono, grasas, proteínas y otros nutrientes que necesita tu cuerpo. El propio Reinhart asegura que vive sin tomar apenas nada más que batidos de estos polvos (sólo come algo de vez en cuando por puro placer), sin que su salud se haya resentido hasta el momento.
Tras anunciar su renuncia a la comida "para ahorrar tiempo y dinero" en febrero, y levantar una importante polvareda mediática con su invento, este chaval de 24 años ha montado una empresa en California con otros cuatro veinteañeros para fabricarlo industrialmente. Antes de considerarle otro pirado más, debes saber que ya tiene pedidos para su producto por valor de 740.000 euros -un paquetito de Soylent para una semana cuesta unos 50-, y ha logrado que varias compañías de capital riesgo inviertan otros 1.100.000 más en su aventura.
¿Pero qué ocurre cuando dejas de tomar comida normal y empiezas a vivir del Soylent? La respuesta está en un minidocumental que Motherboard, una web sobre tecnología y ciencia fundada por la revista Vice, colgó hace unos días en YouTube. Brian Merchant, un periodista de dicha web, se enfrentó al reto de pasar un mes alimentándose sólo con esos polvos mientras indagaba sobre el creador y su empresa. El resultado son 24 minutos de vídeo que fascinan y horrorizan por igual, en los que vemos el impacto físico y psicológico de la ausencia de comida humana, a la vez que nos enteramos de los motivos que llevaron a Reinhart a dejar de comer y de sus ambiciones para el futuro.
Para activar los subtítulos, hacer clic en el segundo icono de abajo a la derecha. / YOUTUBE
Los efectos en el reportero se resumen en una pérdida de cuatro kilos de peso, niveles bajos de vitamina D, movimientos intestinales "impredecibles" y la emisión de cierto olorcillo pestilente a Soylent detectado por su novia. No sufre de hambre, aunque a mitad del experimento empieza a tener fantasías con comerse un buen pollo frito. Más duras son las repercusiones psíquicas: Merchant acaba sintiéndose perdido, deprimido y excluido de su círculo. Nada extraño teniendo en cuenta que buena parte de las actividades sociales humanas giran en torno a la comida, y que ésta no es sólo fuente de nutrientes, sino de placer y satisfacción.
El inventor del Soylent -que toma su nombre de la película Soylent green (1973), estrenada en España con el muy fiel título Cuando el destino nos alcance- asegura que no hay por qué renunciar del todo a la comida, y que su producto está ahí para cuando no quieres perder tiempo comprándola o preparándola. "Para mucha gente, en muchas ocasiones, la comida es una molestia, especialmente cuando tratas de comer bien", dice en su página web. "Supongamos que tenemos una comida por defecto que sea el equivalente nutricional del agua: barata, saludable, cómoda y ubicua. Soylent permite disfrutar de los beneficios saludables de una dieta equilibrada con menor esfuerzo y coste".
Por lo que cuenta sobre su sabor la gente que aparece en el documental, sabemos que el Soylent no es precisamente una delicia gastronómica. Lo que no conocemos son sus efectos a largo plazo, ya que no se han hecho ensayos clínicos que confirmen su inocuidad. Para poder entrar legalmente en circulación sin ellos, no se venderá como un alimento, sino como un suplemento dietético. Una treta que evitará tener que pasar por controles más rigurosos... por ahora: si el Soylent es un éxito, imagino que las autoridades estadounidenses terminarán por exigirlos.
Rob Reinhart y David Rentein explicando Soylent. / YOUTUBE
Con la frialdad típica de los androides, Reinhart afirma que la idea de crear su producto vino de la reflexión de que "comer hojas no era propio de humanos", y de que "las cosas que vienen de la naturaleza no tienen por qué ser las mejores, sino más bien lo contrario". Pero, quizá consciente de que estos argumentos pueden no resultar demasiado populares, también aduce motivos económicos para promover el consumo de su bebida milagrosa -cada comida vendría a costar unos 2,30 euros-, además de vestir la iniciativa de buenas (y discutibles) intenciones humanitarias y medioambientales.
Según él, producir Soylent tiene un impacto ecológico mucho menor que la agricultura o la ganadería, podría servir como alimento barato para las personas que sufren malnutrición, y tomarlo reduciría el desperdicio de alimentos además de paliar plagas como la obesidad. Hasta contribuiría a la paz mundial, ya que la escasez de comida, en previsible ascenso por la superpoblación, está ligada a conflictos en todo el planeta. Lo que cabría preguntarle es si no sería mejor repartir dejar de tirar toneladas de comida y repartirla con más justicia antes de empezar a apiporrarnos a polvos.
Algunos expertos y médicos que participan en el documental no parecen tan entusiastas con el milagro de Soylent, y desaconsejan su uso hasta que se conozcan bien sus consecuencias. Yo, desde luego, no me imagino arriesgando mi salud con un producto así, ni encuentro motivos para renunciar, ni aunque sea parcialmente, a uno de los actos más gozosos de los que podemos disfrutar, el de comer. Eso sí, tengo que reconocerle una ventaja: al menos no se elabora con restos humanos, como el Soylent Green de la película.
¿Seguro que llamarle Soylent fue una buena idea? / YOUTUBE
November 21, 2013
'Hit parade': los cocineros más estrambóticos de Internet
El Comidista continúa su serie de entradas con listas gastronómicas al margen de lo convencional. Los 'hit parades' se publicaran un viernes de cada mes alternando con el consultorio 'Aló, Comidista' y los planes para el fin de semana.
Steven Reed, la alegría de YouTube. / DEATHANDTAXESMAG
La aparición de YouTube ha traído consigo la democratización del estrellato: cualquiera puede hacerse famoso con un vídeo viral. Claro que esta revolución también ha tenido sus efectos colaterales, en forma de oleada de friquis haciendo las cosas más marcianas delante de una cámara. La cocina, género de gran consumo en Internet, no ha podido permanecer al margen del fenómeno, y por ello han surgido un buen número de youtubechefs que trabajan en los límites de lo estrambótico, lo perturbador o lo erróneo.
A ellos está dedicada esta entrada, escrita desde la admiración y el agradecimiento por tantos momentos divertidos. Sus platos no son, por lo general, la octava maravilla, y algunos se dedican más a hacer el cafre que a cocinar. Pero no es alta gastronomía lo que les pedimos, sino entretenimiento. Y eso sí que lo proporcionan en raciones XXL.
Las recetas son sencillas; su ejecución, correcta, y la realización de los vídeos, convencional. ¿Qué pinta entonces Cooking With Dog en esta lista? Pues la combinación de señora japonesa + caniche con un pañuelito al cuello subido en una banqueta mirando lo que hace + locución en inglés con el acento de Ana Botella si fuera hombre y de Osaka. Sabemos que el perrito se llama Francis, pero no quién es la mujer, lo que hace sus recetas aún más misteriosas. Desde 2007 en YouTube, cuenta con el porronazo de 630.000 seguidores.
La primera vez que ves uno de los tutoriales mostrencos de How To Basic –no todos dedicados a la cocina, también los hay para aprender a ser gay o cazar un Pokémon–, dos pensamientos se pelean en tu cerebro por ser los primeros. Uno de ellos dice "menudo puto asco" y el otro "pobre al que le toque limpiar ese estropicio". Pero poco a poco ese ejercicio de dadaísmo visual, en el que todos los movimientos se ejecutan con violencia, se da cachetes a todo y no se por qué razón SIEMPRE tienen que salir un lavabo, pie masculino, huevos rotos y leche derramándose, te atrapa, y no puedes parar de mirarlo. Y entonces es cuando te das cuenta de que no puedes vivir sin ver otro. Si creéis que eso solo me puede pasar a mí porque estoy de la olla y que nadie en su sano juicio vería esa asquerosidad, os dejo solo un par de datos: su canal de Youtube tiene más de dos millones de suscriptores, llevan subidos 250 vídeos y el último, un tutorial loquísimo para hacer chocolate Cadbury –en el que participa un conejo de peluche y que no os aconsejo que intentéis en casa–, se subió hace solo cinco días y ya ronda el medio millón de reproducciones.
Los vídeos de la pescadería Félix de Irún han logrado llamar la atención de un reducido grupo de gourmets del inframárketing, deslumbrados por su impactante realización y su sutil manera de promocionar la marca. Gráficos y rótulos que se podrían calificar como una obra maestra del diseño contemporáneo apoyan unas imágenes cuya iluminación resalta el apetitoso atractivo de los alimentos. El canal juega a la sorpresa introduciendo de repente una receta de tarta de tres chocolates, a la que inexplicablemente no se le añaden ni anchoas ni merluza. Nunca vemos la cabeza de la señora que cocina ni se nos dice quién es, lo que potencia aún más el clima inquietante y casi lynchiano de estas pequeñas joyas del vídeoarte.
Si hay alguien en el mundo que se ha beneficiado de lo parecidas que suenan en inglés las palabras Satan y seitan, este es Brian Manowitz, un treintañero de Florida –aunque su aspecto es digno del europeo true norwegian black metal original– más conocido como el Vegan Black Metal Chef. Sus recetas actruales siguen siendo tan sabrosas y atractivas como cuando le entrevisté hace un tiempo, pero sus últimos vídeos tienen mucha más postproducción –básicamente, efectos especiales de fuego y juegos malabares a chorlón– y hasta canciones que explican el proceso a seguir con un desgarro de voz que ni María del Monte después de una toña de chinchón. Pero lo más alucinante de todo no es eso, sino los cacharros de cocina que gasta el muchacho en cuestión: boles con pinchos, puñales en lugar de cuchillos, una tabla de cortar que parece un altar sacrificial –eso no lo venden en IKEA por muy suecos que sean, ¿no?– y varios más que me dan ganas de hacer una edición especial del revuelto de trastos solo para él.
6. Simply Sara
La presencia de Simply Sara en el mundo de los vídeos locos de recetas es lo que se conoce a en el mundo de la música como un one hit wonder. O sea, que tiene básicamente UNA receta, pero negarle el derecho a estar aquí a su ensalada de macarrones solo porque Sara no ha sido muy prolífica en su obra audiovisual es como dejar a O-Zone fuera de la historia del pop porque solo han grabado Dragostea Din Tei: es una, sí, pero es imprescindible.
Su estilo de cocina no engaña, y ella misma se encarga desde los comentarios de You Tube de anunciar que la de Wanda no es "tu ensalada de macarrones tradicional". Pero por muy preparados que vayamos para lo que sea, el momento en el que empieza la ensalada –lo repito para que no olvidemos que se trata de una ensalada– con una lata de leche condensada supera cualquier tipo de expectativa. Otra cosa que supera son las 6.800 calorías y los 358 gramos de grasa, y no tenemos muy claro entre cuantos comensales se reparte ese poderío. Cuando parecía que la ausencia de Sara nos iba a romper el corazón, apareció como heredera más que digna Mama June, la madre de la minichoni del gueto Honey Boo Boo.
5. Swedish Meal Time
Podríamos haber incluido a Epic Meal Time, el canal de YouTube de las comidas más cerdas, hipercalóricas y monstruosas de la historia. Pero en esta lista casi nos cuadra más su ¿parodia? sueca, facturada por un tipo que es como una mezcla de vikingo, cantante de death metal y paciente de la Lopezibordensen. Cuando lo ves en acción sientes un poco de asco... pero también envidia, porque cocinar como él, guarreando, aplastando y destruyendo cuanto se te pone por delante, debe de ser un placer.
Parece que el chef más torpe, basto y hasta gorrinaco de la pequeñísima pantalla ha empezado a ser consciente de sus limitaciones –ya tocaba– y, en paralelo a sus apariciones televisivas ha empezado una serie llamada Cocina para torpes. En ella ilumina a los que "se han separado de su parienta y estaban acostumbrados a que la parienta les hiciera la comida", a las que "se acaban de casar y no saben pelar una patata" y a los solteros, jubilados y otras categorías con más o menos sentido enseñándoles a hacer patatas fritas, chorizos al vino, morcilla –reventada, claro– y otros platos elaborados del nivel tomate con sal. Sigue sin saber picar una verdura, diciendo que él siempre usa "el cuchillo grande" flambeando todo lo que puede y quemando hasta el ceviche (si supiera lo que es).
Las descripciones de los vídeos hechas por sus community managers también merecen un punto y aparte. Como muestra, la que corresponde a esta receta de naranja con maíz: "En esta ocasión despues de terminar un programa muy corto no había nada más preparado así que nuestro cocinero improvisó un postre, y nos preparó unas naranjas con maíz dulce flameada o por lo menos así era hasta que vio que no ardía el ron." Los fanáticos del género también lo gozan bastante con Pepe’s Pot y su inseparable escudera Vanessa, con los que además se aprenden idiomas (aunque no sé si son de este planeta) y el ligeramente estomagante cocinero Marichocho.
3. Cooking With Arkapasso
Sí, es una alpaca de peluche de color lila pálido. Sí, habla con voz flojica y pausada, como Bíor en algunas de sus canciones, y solo saca un ligero acento latino cuando pronuncia su nombre. Claro que sí, cocina. Y también conduce, ¿qué pasa? ¿Es que nunca habéis visto un peluche engrasando unos ramequines con mantequilla, gente de poco mundo?
El señor Arpakasso se atreve con la repostería francesa y prepara créme brulée, coulants y macarons –que pese a ser un peluche le quedan mejor que muchos que he visto por ahí hechos por gente con manos y dedos, yo sin ir más lejos–, la americana (tartas de cerebro para Halloween) e incluso se lanza con unos "spanish churros" con canela poco ortodoxos pero con muy buena pinta. No actualiza muy a menudo, pero cuando en el episodio de los churros nos presenta a su numerosísima familia, lo entendemos todo. Además, ¿quién puede juzgar a una alpaca de peluche? Si a los japoneses les chifla, por algo será.
Me faltan las palabras para expresar las emociones que despierta en mí este hombre, posiblemente el mejor cocinero que ha existido nunca en YouTube. Steven es un señor mayor, gris y fracasado al que no parece habérsele acercado una mujer (ni ningún otro ser vivo) en las últimas tres décadas. Purista en su ideario gastronómico, sólo utiliza latas, nachos y salsas de bote como materia prima, y su único instrumento de cocina es el microondas. Pero justamente la ausencia absoluta de atractivo de ningún tipo, ni personal, ni televisivo ni culinario, convierte su show Weber Cooks en un imán para tus ojos y una fuente infinita de desazón para tu alma.
Después de que sus vídeos se convirtieran en un exitazo viral, se descubrió que había sido condenado por acoso sexual, por lo que su estrella declinó y desapareció del mapa. En mis fantasías huyó a Inglaterra, conoció a Sonia Allison (autora del clásico de la desesperación Microondas para uno) y ahora viven juntos comiendo precocinados en un apartamento de 40 metros con moqueta.
Técnicamente no es un personaje de YouTube, pero sus legendarias actuaciones en Los teleñecos han revivido gracias a esta plataforma, donde han sido vistas cientos de miles de veces. El chef sueco fue uno de los personajes más entrañables del show, a pesar de farfullar una jerga incomprensible y de no ser excesivamente ortodoxo en sus técnicas culinarias, que incluían el uso de escopetas, explosivos o raquetas de tenis. Además, es un personaje de culto entre los geeks: Firefox cuenta con una extensión que traduce las páginas web a su idioma, en el que también existe una versión de Google. ¡Bork, bork, bork!
Documentación: Mònica Escudero.
November 20, 2013
StreetXo, la versión callejera de un 'tres estrellas'

La tarjeta de StreetXO sobre la mesa de mi casa. / EL COMIDISTA
Suenen las trompetas y las fanfarrias: Madrid tiene por fin un restaurante merecedor de las tres estrellas de la Guía Michelin. Pero yo no voy a hablar de DiverXo, que de alta cocina sabe mil veces más el crítico gastronómico de este periódico, José Carlos Capel. En El Comidista, que es más de andar por casa en zapatillas de paño y bata de boatiné, encaja mejor StreetXo, el local (relativamente) barato del hombre de moda de la gastronomía española, David Muñoz.
Esta barra callejera -en espíritu, porque está en la planta 9ª de El Corte Inglés de Callao- mantiene los principios fundacionales de la cocina de Muñoz: fuerte influencia asiática unida a elementos tradicionales españoles y el refinamiento propio de la vanguardia. Casualidades de la vida, este mismo lunes, dos días antes de que el chef de 34 años se hiciera con la calificación más preciada de la restauración mundial, fui a comer allí. Era la segunda vez que iba, y creo que me impactó tanto como la primera, días después de la inaguración.
Como espacio, StreetXo lo tiene todo para horrorizarme. Hay que comer de pie salvo que pilles alguna de las pocas banquetas disponibles. La música suena a todo volumen. Los cubiertos son de plástico, por lo que más te vale saber usar los palillos. Y no hay más vajilla que unos papeles encerados. Pero toda esa incomodidad empieza a diluirse en cuanto te fijas en el trabajo / espectáculo de danza culinaria que los cocineros llevan a cabo delante de tus narices, y desaparece definitivamente nada más probar el primer plato.
El pollo a la brasa marinado en chiles dulces, con un fantástico sabor ahumado y una jugosidad dificilísima de alcanzar en una pechuga, llega acompañado de una ensalada de naranja, olivada y especias. El tataki a la brasa de pez mantequilla es ese pescado que venido de otra dimensión para darte placer. Las gambas x gambas x gambas x gambas x gambas exploran con imaginación las posibilidades de, sorpresa, las gambas. Y el sandwich club se transforma aquí en una especie de bollo al vapor de estilo chino relleno de cerdo, ricota, mayonesa de hierbas, chile y ajo y huevo frito de codorniz con picante japonés.
La gamba a la quinta y el pollo. / EL COMIDISTA
Ahora bien, no fueron esos mis platos favoritos del StreetXo. Lo que habría comido sin interrupción en los próximos dos años habría sido el tuétano con cococha de bacalao a la brasa y los dumplings. El primero une cocina vasca y coreana para crear algo inexplicablemente coherente. Y el segundo es, sin más, la pura perfección: unas empanadillas chinas con la mejor oreja crujiente que he tomado en mi vida acompañadas de salsa hoisin (la del pato pekinés) pero de fresa, alioli y unas rodajitas de pepinillo.


Los dos 'greatest hits'. / EL COMIDISTA
Lo lógico sería pensar que David (o Dabiz, como se autodenomina en Twitter) está concentrado en su restaurante de primer nivel, que es DiverXo, y que sólo pisa StreetXo de ciento en viento. Pues no. Si este garito funciona tan bien es por dos motivos: el primero, porque su jefe está allí casi todos los domingos y los lunes, y no se le caen los anillos por ponerse a cocinar. El segundo, porque cuando no está él tiene un equipo de cocineros de total confianza capitaneados por Rafa Ferreyra, un señor supervitaminado que te toma nota, te explica todo y que, cuando llega a casa, se debe de derrumbar como un edificio en ruinas de toda la energía que ha gastado en el día.
Tras la concesión de la tercera estrella a DiverXo, la gran pregunta es: ¿qué va a hacer ahora el señor de pelo mohicano? El lunes le pregunté si se iba a Londres. Me dijo que lo único seguro es que abría allí StreetXo en local de 400 metros cuadrados en el pijísimo barrio de Mayfair, y que después llegaría Singapur, destino natural de un cocinero tan marcado por la cocina asiática. También me explicó las claves de su éxito. "Ir a mi bola y tocar sartén". Es decir, no dejarse influir por lo que dictaba la moda ni la crítica, y no olvidar que el cocinero, por muchos ajos en los que esté metido, no puede dejar de mancharse arrimándose a los fogones. "La cocina es como un músculo", asegura. "Si no lo ejercitas, pierde fuerza".
Lo que ha conseguido este treintañero madrileño con sus dos restaurantes sólo lo logran los afortunados, los genios y los que trabajan 15 horas al día. No sé si él pertenecerá a los dos primeros grupos humanos, pero al tercero, seguro. Lo único que puedo reprocharle es que no haya mantenido en la carta el cocido Hong-Kong-Madrid, una de las cosas que más me gustaron en mi primera visita. Pero todo lo demás es digno de aplauso, incluida la ausencia de prebendas: de la misma forma que en DiverXo no se cuela ni Emilio Botín, en StreetXo paga todo hijo de vecino, sea periodista, bloguero, famoso, grande de España o familiar del mismísimo David.
A 30 y poco por cabeza. / EL COMIDISTA
November 19, 2013
Los 10 mandamientos para no aburrir con la comida en Instagram
Chorizacos Lo-Fi. / INSTAGRAM
¿Maravillosa red social en la que compartir fotos? ¿O irritante vertedero de vanidades, pretensiones y mal gusto? Instagram, la aplicación para móvil en la que muchos colgamos nuestras fotos de comida, puede ser las dos cosas. Todo depende de cómo la usemos, con sentido común o de forma descerebrada. Si quieres pertenecer al primer grupo, no tienes más que seguir estos 10 mandamientos instagrameros, que se resumen en dos: piénsalo dos veces antes de colgar algo y no castigues al prójimo con bodrios.
1. Seleccionarás lo que publicas
Una imagen chula de un plato que te ha salido muy bien (o una divertida de uno que te ha salido muy mal) puede tener interés para tus seguidores. Otra de un restaurante o un producto que vale la pena descubrir, también. Incluso el pastel que te ha hecho la abuelita por tu cumpleaños. Pero la foto mierder de tu sangüis de jamón y queso o de la paella pastosa que te comes todos los jueves en el bar de abajo no le interesa ni al Tato. ¿Te llamas Jamie Oliver? ¿O Jordi Roca? Pues sé consciente de que si das la caca con tu día a día gastronómico, aburrirás hasta a tu abuela. No sobrecompartas información inútil, y publica ocasionalmente fotos de comida que, bien por contenido o bien por estética, sean relevantes.
La apasionante entrada al salida del horno de unos macarrones. / INSTAGRAM
Una emotiva lasaña. / INSTAGRAM
2. Respetarás el hashtag sobre todas las cosas
¿#comida #recetas #platos #postres #dulces #food #picoftheday #querico #chupchup #ñamñam #pollasenvinagre? No, gracias. No sé vosotros, pero yo si veo más de cuatro o cinco hashtags (etiquetas temáticas) en una foto me aturullo, se me bloquea el ojo y dejo de leer inmediatamente. El hashtag puede servir para categorizar mínimamente lo que sale en la foto, dónde se ha tomado la imagen, algún ingrediente o un grupo al que pertenezcas. Y ya. Si después sientes la necesidad de explayarte poniendo 72.635 etiquetas más con la peregrina aspiración a ganar seguidores, felicidades, pero debes entender que algunos como yo te mandarán a #freírchurros.

¿¿¿¿Foodgasm???? / INSTAGRAM
3. Controlarás con los filtros
Sabemos que los filtros molan. Que son capaces de hacer que cualquier truño de foto cuele. Y sabemos también que es difícil resistirse a usar todas las opciones que te ofrece Instagram. Pero debes lograrlo. Si pones un filtro agresivo a una imagen, luego la saturas, luego juegas con el foco, luego la giras y luego le pones un marco, lo más probable es que tu maravilloso plato se convierta en una temible comida alienígena, muy bonita para ilustrar la próxima edición de La guerra de los mundos pero inútil si lo que pretendes es mostrarte al mundo como un gourmet. Grábate en el cerebro con una plancha caliente un concepto clave: naturalidad.
Mandarinas desde Marte. / INSTAGRAM
4. Cuidarás la luz y los encuadres
No se trata de que te conviertas en una Annie Leibovitz o en un Helmut Newton, sino de poner cierto cuidado. Pocas cosas incitan tanto al bloqueo como las fotos cutrongas (a no ser que te especialices en comida repugnante, como la imprescindible Cookingforbae). Aplicar tres sencillas normas mejorará exponencialmente la calidad de tu obra: deja que tu móvil enfoque bien el objeto que quieres mostrar, no lo pongas justo en el centro de la imagen, y usa luz natural siempre que puedas poniéndote de espaldas a donde venga para sacar la foto.
¿Fotos de platos en penumbra en restaurantes oscuros? NO. ¿Fotos de tartas con la encimera de granito, la baldosa ochentera y el microondas de fondo, iluminadas por los fluorescentes de tu cocina? MENOS. ¿Fotos con flashazos? CADENA PERPETUA.
¿Qué animal es éste? / INSTAGRAM
5. No abusarás del colorante artificial
Vale, las fotos quedan mucho mejor cuando tienen color, pero eso no significa que tengas que alimentarte solo de cupcakes y cosas recubiertas de fondant teñido (por el bien de tu salud, básicamente). La fruta, la verdura, las vajillas o las servilletas de colorinchis pueden servir para aportarle un punto divertido a las fotos sin que vengan los servicios sociales a quitarte la custodia de tus hijos por no alimentarles con nada que no sea de color Rosa Flamenco Muerto, Lila Puturrú o Verde Coral del Adriático Norte.
De lo cuqui a la caca. / INSTAGRAM
6. No publicarás tropecientas mil fotos al día
La gente que instagramea sin parar da más o menos la misma rabia que la que se facebookea o se tuitea encima. Su incontinencia en las redes sociales, o la profunda creencia de que a sus contactos les interesa desde su ortodoncia hasta doscientos planos diferentes de cada plato que comen pasando por los tomates de sus calcetines, solo provocan una reacción: bloquear/ocultar. Esto afecta a las famosas retransmisiones de comidas y cenas por las redes sociales: si publicas 18 imágenes seguidas de los aperitivos, entrantes, segundos, postres, petit fours, cafés, copas y puros que has tomado, no causarás admiración, sino cabreo. Menos es más, amiguitos.
Unos perritos calientes. Superinteresante. / INSTAGRAM
7. No darás la caca con las tendencias
Cuando una de las personas a las que sigo ha dado la tabarra publicando sin parar fotos con filtritos durante meses –me refiero a gente con obsesión hasta el punto de gastarse dinero DE VERDAD comprando filtros– y de repente todas sus fotos van con #nofilter se me llevan los demonios. Con que #nofilter, ¿eh? Pues esos huevos benedict de la foto tirando a verdosa y con grano que subiste antes de ayer te los debiste comer en los ochenta.

#yesfilter. / INSTAGRAM
8. No usarás el botón de 'Me gusta' en vano
No puede gustarte todo lo que ves en Instagram. Es imposible. Así que no repartas likes como churros a no ser que de verdad te guste una foto, porque te van a confundir: a) con un psicópata, o b) con alguien que simplemente quiere conseguir me gustas en sus propias fotos. Para tener un cierto criterio, imagina tu foto de Instagram favorita arriba y abajo la más fea que has visto. Traza una línea horizontal –también imaginaria– justo en medio. Las fotos que queden por encima de la línea son susceptibles de recibir un me gusta, las de abajo no (a no ser que haya intenciones de chuscamiento con el/la dueño/a de la cuenta, en cuyo caso sí vale).
A esta preciosidad yo sí le daría un 'me gusta'. / INSTAGRAM
9. No postearás fotos editadas ni mentirás
La gracia de Instagram es capturar fotos imaginativas y espontáneas y compartirlas tal cual con el mundo. Si quieres darles algo diferente, hazlo con su composición o usando un filtro (si es que los filtros se pueden considerar “algo diferente”), pero nunca pasándola por el Photoshop para saturar colores o corregir defectillos. Dentro de esta línea, también está bien recordar que esto va de compartir lo que estás haciendo-cocinando-comiendo en ese momento: si lo conviertes en un #lategram, la cosa pierde parte de su encanto.

Esta maravilla claramente perpetrada por una aerolínea llevaba el sello #homemade / INSTAGRAM
10. Reprimirás tu ego y no alardearás
Salvo contadísimas excepciones, los selfies -autorretratos colgados en las redes sociales- son lo peor: no sólo te muestras al mundo como un monstruo egocéntrico, sino que encima sueles salir fatal. Nuestra variante particular en esta clase de imágenes es el selfy en locales de moda o en un evento gastronómico, cuya única función es la de tirarte el pisto e ir de ricachón (mal) o de enterado (peor). El aarg absoluto en este terreno es el autorretrato comiendo, pero por suerte, no se suele dar mucho.
En general, lo de dar envidia con la comida está bien en tu círculo privado -yo lo hago, y con sumo placer, en Facebook-, pero en público resulta feo. Por extensión, esta máxima afecta a cualquier foto tomada en restaurantes caros: si cuenta algo sobre un plato curioso, bien; si la pones sólo para demostrar tu poderío, estás haciendo el ridículo.
Para esto no tenemos mandamiento. Bueno sí: ingresa en la López Ibor. / INSTAGRAM
Documentación: Mònica Escudero.
Los 10 mandamientos para no aburrir en Instagram
Chorizacos Lo-Fi. / INSTAGRAM
¿Maravillosa red social en la que compartir fotos? ¿O irritante vertedero de vanidades, pretensiones y mal gusto? Instagram, la aplicación para móvil en la que muchos colgamos nuestras fotos de comida, puede ser las dos cosas. Todo depende de cómo la usemos, con sentido común o de forma descerebrada. Si quieres pertenecer al primer grupo, no tienes más que seguir estos 10 mandamientos instagrameros, que se resumen en dos: piénsalo dos veces antes de colgar algo y no castigues al prójimo con bodrios.
1. Seleccionarás lo que publicas
Una imagen chula de un plato que te ha salido muy bien (o una divertida de uno que te ha salido muy mal) puede tener interés para tus seguidores. Otra de un restaurante o un producto que vale la pena descubrir, también. Incluso el pastel que te ha hecho la abuelita por tu cumpleaños. Pero la foto mierder de tu sangüis de jamón y queso o de la paella pastosa que te comes todos los jueves en el bar de abajo no le interesa ni al Tato. ¿Te llamas Jamie Oliver? ¿O Jordi Roca? Pues sé consciente de que si das la caca con tu día a día gastronómico, aburrirás hasta a tu abuela. No sobrecompartas información inútil, y publica ocasionalmente fotos de comida que, bien por contenido o bien por estética, sean relevantes.
La apasionante entrada al salida del horno de unos macarrones. / INSTAGRAM
Una emotiva lasaña. / INSTAGRAM
2. Respetarás el hashtag sobre todas las cosas
¿#comida #recetas #platos #postres #dulces #food #picoftheday #querico #chupchup #ñamñam #pollasenvinagre? No, gracias. No sé vosotros, pero yo si veo más de cuatro o cinco hashtags (etiquetas temáticas) en una foto me aturullo, se me bloquea el ojo y dejo de leer inmediatamente. El hashtag puede servir para categorizar mínimamente lo que sale en la foto, dónde se ha tomado la imagen, algún ingrediente o un grupo al que pertenezcas. Y ya. Si después sientes la necesidad de explayarte poniendo 72.635 etiquetas más con la peregrina aspiración a ganar seguidores, felicidades, pero debes entender que algunos como yo te mandarán a #freírchurros.

¿¿¿¿Foodgasm???? / INSTAGRAM
3. Controlarás con los filtros
Sabemos que los filtros molan. Que son capaces de hacer que cualquier truño de foto cuele. Y sabemos también que es difícil resistirse a usar todas las opciones que te ofrece Instagram. Pero debes lograrlo. Si pones un filtro agresivo a una imagen, luego la saturas, luego juegas con el foco, luego la giras y luego le pones un marco, lo más probable es que tu maravilloso plato se convierta en una temible comida alienígena, muy bonita para ilustrar la próxima edición de La guerra de los mundos pero inútil si lo que pretendes es mostrarte al mundo como un gourmet. Grábate en el cerebro con una plancha caliente un concepto clave: naturalidad.
Mandarinas desde Marte. / INSTAGRAM
4. Cuidarás la luz y los encuadres
No se trata de que te conviertas en una Annie Leibovitz o en un Helmut Newton, sino de poner cierto cuidado. Pocas cosas incitan tanto al bloqueo como las fotos cutrongas (a no ser que te especialices en comida repugnante, como la imprescindible Cookingforbae). Aplicar tres sencillas normas mejorará exponencialmente la calidad de tu obra: deja que tu móvil enfoque bien el objeto que quieres mostrar, no lo pongas justo en el centro de la imagen, y usa luz natural siempre que puedas poniéndote de espaldas a donde venga para sacar la foto.
¿Fotos de platos en penumbra en restaurantes oscuros? NO. ¿Fotos de tartas con la encimera de granito, la baldosa ochentera y el microondas de fondo, iluminadas por los fluorescentes de tu cocina? MENOS. ¿Fotos con flashazos? CADENA PERPETUA.
¿Qué animal es éste? / INSTAGRAM
5. No abusarás del colorante artificial
Vale, las fotos quedan mucho mejor cuando tienen color, pero eso no significa que tengas que alimentarte solo de cupcakes y cosas recubiertas de fondant teñido (por el bien de tu salud, básicamente). La fruta, la verdura, las vajillas o las servilletas de colorinchis pueden servir para aportarle un punto divertido a las fotos sin que vengan los servicios sociales a quitarte la custodia de tus hijos por no alimentarles con nada que no sea de color Rosa Flamenco Muerto, Lila Puturrú o Verde Coral del Adriático Norte.
De lo cuqui a la caca. / INSTAGRAM
6. No publicarás tropecientas mil fotos al día
La gente que instagramea sin parar da más o menos la misma rabia que la que se facebookea o se tuitea encima. Su incontinencia en las redes sociales, o la profunda creencia de que a sus contactos les interesa desde su ortodoncia hasta doscientos planos diferentes de cada plato que comen pasando por los tomates de sus calcetines, solo provocan una reacción: bloquear/ocultar. Esto afecta a las famosas retransmisiones de comidas y cenas por las redes sociales: si publicas 18 imágenes seguidas de los aperitivos, entrantes, segundos, postres, petit fours, cafés, copas y puros que has tomado, no causarás admiración, sino cabreo. Menos es más, amiguitos.
Unos perritos calientes. Superinteresante. / INSTAGRAM
7. No darás la caca con las tendencias
Cuando una de las personas a las que sigo ha dado la tabarra publicando sin parar fotos con filtritos durante meses –me refiero a gente con obsesión hasta el punto de gastarse dinero DE VERDAD comprando filtros– y de repente todas sus fotos van con #nofilter se me llevan los demonios. Con que #nofilter, ¿eh? Pues esos huevos benedict de la foto tirando a verdosa y con grano que subiste antes de ayer te los debiste comer en los ochenta.

#yesfilter. / INSTAGRAM
8. No usarás el botón de 'Me gusta' en vano
No puede gustarte todo lo que ves en Instagram. Es imposible. Así que no repartas likes como churros a no ser que de verdad te guste una foto, porque te van a confundir: a) con un psicópata, o b) con alguien que simplemente quiere conseguir me gustas en sus propias fotos. Para tener un cierto criterio, imagina tu foto de Instagram favorita arriba y abajo la más fea que has visto. Traza una línea horizontal –también imaginaria– justo en medio. Las fotos que queden por encima de la línea son susceptibles de recibir un me gusta, las de abajo no (a no ser que haya intenciones de chuscamiento con el/la dueño/a de la cuenta, en cuyo caso sí vale).
A esta preciosidad yo sí le daría un 'me gusta'. / INSTAGRAM
9. No postearás fotos editadas ni mentirás
La gracia de Instagram es capturar fotos imaginativas y espontáneas y compartirlas tal cual con el mundo. Si quieres darles algo diferente, hazlo con su composición o usando un filtro (si es que los filtros se pueden considerar “algo diferente”), pero nunca pasándola por el Photoshop para saturar colores o corregir defectillos. Dentro de esta línea, también está bien recordar que esto va de compartir lo que estás haciendo-cocinando-comiendo en ese momento: si lo conviertes en un #lategram, la cosa pierde parte de su encanto.

Esta maravilla claramente perpetrada por una aerolínea llevaba el sello #homemade / INSTAGRAM
10. Reprimirás tu ego y no alardearás
Salvo contadísimas excepciones, los selfies -autorretratos colgados en las redes sociales- son lo peor: no sólo te muestras al mundo como un monstruo egocéntrico, sino que encima sueles salir fatal. Nuestra variante particular en esta clase de imágenes es el selfy en locales de moda o en un evento gastronómico, cuya única función es la de tirarte el pisto e ir de ricachón (mal) o de enterado (peor). El aarg absoluto en este terreno es el autorretrato comiendo, pero por suerte, no se suele dar mucho.
En general, lo de dar envidia con la comida está bien en tu círculo privado -yo lo hago, y con sumo placer, en Facebook-, pero en público resulta feo. Por extensión, esta máxima afecta a cualquier foto tomada en restaurantes caros: si cuenta algo sobre un plato curioso, bien; si la pones sólo para demostrar tu poderío, estás haciendo el ridículo.
Para esto no tenemos mandamiento. Bueno sí: ingresa en la López Ibor. / INSTAGRAM
Documentación: Mònica Escudero.
November 18, 2013
Revuelto de trastos: sartenes de titanio, abrazadores de frutas y cajas fuertes antilorzas
Cada mes más loco y más imprevisible, el revuelto de trastos vuelve en noviembre para que los previsores de la Navidad puedan ir afilando la tarjeta de crédito. La fórmula, como las fundas dentales de Raphael o el peinado de Montserrat Caballé, sigue inmune al paso del tiempo: artefactos útiles, artefactos no tan útiles pero bonitos, y artefactos absurdos pero chistosos.
La olla a presión Facile BRA, de acero inoxidable y baquelita termo-resistente, está pensada para espacios pequeños –guardar las de mango largo puede ser un ejercicio de ergonomía en según qué cocinas– y recuerda mucho a las clásicas ollas a presión, redonditas y con pitorro. Además tiene un mecanismo que permite abrir o cerrar la tapa con un ligero giro de muñeca y una sola mano, algo que se agradece especialmente cuando la olla está dilatada por el calor y te puedes dejar la mano intentando abrirla. Además es un diseño original de Josep Lluscà, así que doble valor para los cocinillas que se chiflan con el diseño industrial. Se puede comprar aquí en diferentes capacidades a partir de 106 euros.
Si tenéis un huerto urbano y algunos conocimientos sobre la materia, sabréis que es preferible hacer brotar a algunas plantas –sobre todo en los meses fríos– en semilleros abrigados antes de pasarlas a la maceta. Si aspiráis a dirigir una guardería vegetal, seguramente os gustará este semillero de plastiquete en forma de invernadero victoriano en el que podréis cobijar hasta 40 bebés de zanahoria, tomate, col o pimiento antes de enfrentarlos al mundo real. Vale 11,99 euros en Planeta Huerto.
¿Creéis en el amor para toda la vida, en entregar vuestra alma para siempre y en tener un compañero fiel y todas esas cosas? Yo con las personas no lo tengo muy claro, pero hay trastos de cocina con los que lo suyo sería pasar la vida entera, como estas sartenes de titanio Woll. Son totalmente antiadherentes y cuando cogen temperatura el calor de distribuye uniformemente por toda la base, eliminando esas zonas frías que hacen que tengas que estar paseando, por ejemplo, unas rodajas de berenjena por toda la sartén. Pone que están diseñadas para fuegos de inducción, pero yo la uso en uno de gas y van como un tiro. Además, se les puede quitar el mango para meterlas en el horno. Las dos únicas pegas que les veo son el peso –hace falta unos buenos bíceps para darle la vuelta a una tortilla de ocho huevos con la sartén grande– y el precio, pero supongo que son un mal necesario para un producto aparentemente indestructible. A partir de 91 euros en Le Cuine.
La idea es tan sencilla que es para darse de cabezazos contra la pared por no haberla pensado antes: una especie de tapitas de silicona que sellan la parte cordata de frutas y verduras para que esta no se oxide, ablandurrie o estropee. El fin de los medios limones chuchurríos y las medias manzanas negruzcas que rondan las neveras de medio mundo, vamos. Hay varios tamaños de Food Huggers diferentes para adaptarse a diferentes alimentos, son un festival del colorinchi y, según cuentan en The Guardian, los resultados son más que buenos. El vídeo es de una campaña de crowfunding que hicieron el pasado mes de julio, ahora los Food Huggers ya están producidos y pronto se distribuirán también en Europa (en su Facebook podéis descubrir más detalles sobre las fechas). Además, están trabajando en una pieza especial para aguacates.
The Kitchen Safe parece a primera vista un invento loco de teletienda: una caja que solamente se abre cuando el temporizador programable se lo indica. Lo puedes usar cuando estás a dieta para mantenerte a raya con la comida tentadora que te pone cebatil, para evitar que los niños arrasen con las chuches cuando no estás, para meter la tarjeta de crédito si te estás pasando con las compras o como parte de un plan malvado para entregarle a alguien un regalo cuando a ti te dé la gana aunque estés en la otra punta del mundo. El sistema tiene sus fallos, y es mejor que lo que hay dentro no compense el valor de la caja en cuestión, porque dudo que resista un viajecito balcón abajo o un buen par de martillazos. Cuesta 49,95 dólares (unos 37 euros) en su web.
COPOS DE NIEVE DE 'LA GUERRA DE LAS GALAXIAS' PARA DECORAR TARTAS
Freaks del mundo, vuestras tartas de Santiago (y cualquier otra que pueda decorarse con azúcar glas o cacao) ya no volverán a ser las mismas. A partir de ahora podréis llevarlas a las convenciones con estas plantillas tan chulas de personajes de Star Wars como Darth Vader, los soldados imperiales o Han Solo atrapado en carbonita. Lo mejor de todo es el precio: son gratis, aunque deberíais conseguir unas láminas de plástico y un cortador de precisión para que no se pierdan los detalles. Aquí tenéis las plantillas.
Los relojes de cocina pueden parecer poco necesarios en un momento en el que tenemos la hora al alcance de la mano todo el tiempo, por eso hay que aguzar el ingenio más que nunca para convertirlos en un objeto deseable. Y ahí es donde aparece este tocadiscos, con el que no podrás pinchar lo último de Arctic Monkeys pero sí asegurarte de que los huevos mollet te quedan al punto. Cuesta 14 dólares aquí.
JUEGO DE CUENCOS CAKE DU JOUR
Tina Frey (no confundir con , la protagonista de Rockefeller Plaza, guionista, etc) es una diseñadora americana que trabaja la resina en diferentes campos de la moda y el diseño industrial. Ella es la autora de estos cuencos, perfectos para darle una vuelta al típico aperitivo de aceitunas-almendras-panchitos, para servir tartas tipo mousse en porciones individuales o chuches. En su tienda aparecen como descatalogados, pero se pueden comprar aquí por 100 dólares el juego de cuatro.
Aunque en estos lares no se estila mucho lo del ponche navideño, seguro que encontraréis alguna bebida –alcohólica o no, aunque me da que va a ser lo primero– que meter en este bonito frasco dispensador de cristal, en el que caben unos siete litros de bebida. Solo tendréis que apretar un poco el grifo dispensador que lleva en el frontal y, voilà, ya tendréis el vaso lleno. Cuesta 36,95 dólares aquí.
Abrir una lata de aceitunas. Escurrirla en el fregadero. Mojarte las manos y tener que lavártelas como un poseso para quitar el olor. Lo mismo con un bote de espárragos. Y con el atún de lata. ¿Te ha pasado alguna vez? (¿O cada día, como a mí?) Pues este nada-cuqui-pero-muy-práctico escurridor de latas de Jokari se va a convertir en tu mejor aliado. Encájalo con el borde de la lata y vuélcalo en el fregadero sin tocar ningún liquidillo desagradable. Desencaja y listo para lavarse a mano o en lavavajillas. Se adapta a diferentes medidas, y puedes comprarlo en Amazon por solo 5,95 dólares.
November 17, 2013
Tunea tu mantequilla
Cinco minutos después de la foto, en este plato había antimateria / EL COMIDISTA
Pocos alimentos han sido tan satanizados en las últimas décadas como la mantequilla. Después de que el ser humano lo haya consumido durante siglos, algunos profetas de la salud decidieron que era hija de Belcebú por su alto contenido en grasas saturadas, y que debía ser sustituida radicalmente por el sacrosanto aceite de oliva en todas nuestras comidas. Pues bien, ha llegado la hora de decir basta, y de reivindicar un producto delicioso al que no tenemos por qué renunciar.
No estoy negando que el extra virgen sea una grasa más sana para consumo habitual que la mantequilla. Tampoco que esta última deba ser administrada en dosis moderadas, tanto por el bien de nuestras arterias como por el de nuestro paladar. La mantequilla utilizada a cascoporro en la cocina puede llegar a cansar, pero eso no significa que no podamos tirar de ella para realzar determinados platos, o simplemente consumirla untada en pan (o, placer de los placeres, entre dos galletas María) de vez en cuando.
Este derivado de la leche es, además, un producto muy tuneable, al que le podemos dar un montón de matices de forma muy sencilla. Basta con dejarla a temperatura ambiente (si es invierno y vives en un iglú, mejor ponerla en una zona cálida de la casa), añadirle los ingredientes que queramos picados finos, ponerla en plástico transparente para hacer un rulo y a la nevera. Enseguida se habrá impregnado de los sabores de éstos, y tendremos una fantástica mantequilla de lo que sea, pero como la potencia del sabor aumenta con el tiempo, será en un par de días cuando la mezcla alcance todo su esplendor. Es importante tener este factor en cuenta con cosas como el ajo o el picante: si os parecen justo a vuestro gusto en el momento de la preparación, se pueden volver de potencia fotónica cuando reposen.
Además estas mantequillas son una buenísima manera de dar salida a las sobras de, por ejemplo, unas sardinas a la brasa, hierbas aromáticas de las que necesitabas dos ramitas pero te han hecho comprar un ramazo o esas tres anchoas que languidecen en el fondo de una lata. La grasa alargará la vida a estos restos, potenciará su aroma y sabor y dará lugar a un nuevo elemento que os puede sacar de más de un marroncete cuando hay que improvisar una comida o picoteo: con un simple puñado de buena pasta y algo que orbite por la nevera se puede conseguir un plato más que digno.
Aquí tenéis cuatro propuestas deliciosas con algunas sugerencias de empleo. Cuando las preparamos, las dejamos en una mesa del despacho compartido en el que trabajamos con dos barritas de pan, para que el que quisiera se pusiera un canapé. En unos 10 minutos no quedaba ni una miga, después de que se oyera la pregunta "¿¿¿¿¿pero esto es mantequilla?????" repetidas veces. Por eso pensé que esta Navidad caerían como aperitivo unas tostaditas con ellas: se hacen en nada y entusiasman a todo el mundo.
Dificultad
Para gente que sabe cortar, rallar y remover
Ingredientes
200 g de mantequilla a temperatura ambiente
Dos cucharadas de perejil picado
Una cucharada de hojas de tomillo fresco
Dos cucharadas de cebollino picado
1/2 cucharada de hojas de romero fresco picadas
La ralladura de la piel de un limón
Un diente de ajo picado muy fino o majado en el mortero (opcional)
Sal
Pimienta
Preparación
1. Lavar y picar las hierbas. Mezclar con la mantequilla en pomada, la piel de limón (solo la parte amarilla) sal, pimienta y, si se quiere, el ajo.
2. Poner la mezcla en un trozo de plástico transparente, doblarlo y formar un rulo. Dejarlo en la nevera un par de horas.
3. Consejos de uso: esta mantequilla será –con pan o tostadas– la mejor amiga de cualquier pescado ahumado, y sola la base para una salsa tipo meunière con una vuelta o el aderezo de unos escargots a la francesa.
Hierbecillas y semillas / EL COMIDISTA
Mantequilla de aceitunas y anchoas
Dificultad
Picar y mezclar. Si tienes que ir a pescar las anchoas la cosa se complica.
Ingredientes
200 g de mantequilla a temperatura ambiente
10 filetes de anchoa en aceite, bien escurridos
Una cucharadita del aceite de la conserva
100 gramos de aceitunas deshuesadas al gusto (nosotros usamos manzanilla)
Cayena en polvo (opcional)
Preparación
1. Picar a cuchillo las anchoas y las aceitunas. Lo ideal es que algunos trozos de aceituna estén muy picados, pero otros se noten. Mezclar con la mantequilla y el aceite de la conserva, añadiendo un poco de cayena al gusto.
2. Poner la mezcla en un trozo de plástico transparente, doblarlo y formar un rulo. Dejarlo en la nevera un par de horas.
3. Consejos de uso: Con unas patatas hervidas o asadas, con pescado o carne a la parrilla. O simplemente, servirla para untar pan acompañada de unos encurtidos.
Se come sin sentir / EL COMIDISTA
Dificultad
Para personas con suero láctico en el cerebro.
Ingredientes
200 g de mantequilla a temperatura ambiente
50-100 g de las setas que te dé la gana
100 ml de vino blanco
1/2 diente de ajo
1 cucharada de perejil picado
Aceite de oliva
Sal y pimienta negra recién molida
Preparación
1. Limpiar y trocear las setas en grueso. Saltearlas a fuego medio en una sartén con un poco de aceite de oliva hasta que pierdan todo su jugo.
2. Añadir el ajo picado, salar y saltear un minuto más.
3. Mojar con el vino y dejar que reduzca del todo. Añadir el perejil, retirar del fuego y dejar que las setas se enfríen.
4. Poner las setas sobre una tabla de cortar y picarlas muy finas. Mezclar con la mantequilla. Puede que sobren algunas; lo ideal es mantener una proporción de 2 partes de mantequilla por una de setas. Poner la mezcla en un trozo de plástico transparente, doblarlo y formar un rulo. Dejarlo en la nevera un par de horas.
5. Utilizar sobre un pescado al vapor caliente o para terminar un estofado de carne justo antes de servirlo. También funcionan bien para untar pan.
Una receta con seta es una reseta / EL COMIDISTA
Dificultad
Con tres ingredientes y tres pasos debe de ser dificilísima.
Ingredientes
200 g de mantequilla a temperatura ambiente
2 o 3 sardinas grandes en aceite a la antigua (con espina), dependiendo del tamaño
Sal
Preparación
1. Desespinar las sardinas, desmigarlas y mezclarlas con la mantequilla y una pizca de sal en un bol.
2. Poner la mezcla en un trozo de plástico transparente, doblarlo y formar un rulo. Dejarlo en la nevera un par de días.
3. Consejos de uso: poner un trozo pequeño sobre una chuleta de cerdo a la plancha recién hecha para que se funda con el calor. O simplemente, servirla para untar pan.
Me la podría ir comiendo desde Santurce a Bilbao / EL COMIDISTA
Producción: Mónica Escudero.
November 14, 2013
Plan para el finde: Oval, hamburguesas a medida
El Comidista prosigue su serie de entradas breves en forma de autoentrevista sobre restaurantes, bares y actividades gastronómicas diversas para disfrutar el fin de semana. Se publican los viernes, alternando con el consultorio Aló, Comidista y las listas 'hit parade'.
Un lugar tranquilo. / AINHOA GOMÁ
Otro sitio de hamburguesas, vaya rollo. Estoy de acuerdo en que hay cierta saturación con las hamburgueserías. Pero Oval (c/ València 199, Barcelona) tiene algo que la diferencia de las demás. ¿Seguro? ¿Qué es? Pues que las hamburguesas son 100% customizables. Tú mismo las diseñas eligiendo entre cuatro tipos de carne, cinco de pan, 13 quesos, 24 acompañamientos y 15 salsas. ¿Y se lo dices al camarero? No. Marcas casillas en unas hojas que están en todas las mesas y haces tu propia combinación. Las variaciones son múltiples: puedes apostar por combinaciones clásicas, por otras más gourmetosas o por hacer auténticas chaladuras guarrindongas. Es decir, optar por una hamburguesa de buey con lechuga, tomate, cebolla, queso cheddar y ketchup; por una de ternera de Nebraska con rúcula, aceitunas, Idiazábal, pimiento y mayonesa de cebolla caramelizada, o por una vegetariana con piña a la brasa, jalapeños, queso azul y salsa teriyaki.
Mi hamburguesota y la carta. / AINHOA GOMÀ
¿Y si soy monguer profundo y no me siento capaz de decidir lo que quiero? No pasa nada: el restaurante ha pensado en las minorías y propone cuatro combinaciones ya montadas para no tener que elegir. ¿Sólo dan hamburguesas? También hay un ensaladas, patatas fritas, nachos con guacamole y, bendición de los dioses, boniato como aperitivo. ¿Sales con 'eau de burger' del local, o está bien ventilado? A mí la ropa nunca me ha apestado después. Y eso que he pasado largos ratos allí con el ordenador jugando a Candy Crush trabajando. De hecho, el lugar es muy agradable, con un interiorismo cálido y diseñado con inteligencia. Yo lo definiría como moderno pero discreto. Y la música, siempre al volumen justo para no incordiar, da gusto: ¿dónde ponen hoy a los Kinks o a los Byrds? Todo esto querrá decir que te cobran una pasta por un simple bocadillo, claro. No tanto. Las hamburguesas cuestan 8,60 euros; con una bebida y unas ensaladas o unos entrantes compartidos, pagas entre 12 y 15 euros. Buf, carísimo. Tengo que ahorrar para pagar el Don Simón y la Coca-Cola del fin de semana, así que no me llega. Lo primero es atender a las necesidades básicas, lo entiendo.
November 13, 2013
Natillas de queso idiazábal con tostadas de anchoa
No sólo no engorda, sino que adelgaza. / AINHOA GOMÀ
Tengo una amiga coruñesa a le que le entran los siete males con las mezclas de lácteos y productos del mar. Yo no sé si en su ADN hay algún tipo de gen judaico algo transtornado, porque lo que no permite la tradición kosher es juntar carnes y leche (con el pescado y el marisco no me suena que sean tan intransigentes). El caso es que cada vez que publico una receta que une queso con bichos de agua salada, recibo un mail suyo de protesta con expresiones tipo "aaaarggghhh", "puajjjj" y "noooooo".
Yo, sin embargo, disfruto como un rabino ante la Torá con determinados matrimonios de lácteo + pescado/molusco. La crema de berberechos para untar, por ejemplo, me parece una cerdada maravillosa, lo mismo que las mantequillas mezcladas con ahumados o salazones. Ahora bien, si hay un encuentro que excita hasta niveles preorgásmicos mis papilas gustativas es el del queso Idiazábal con anchoa, quizá porque era un clásico de las celebraciones en casa de mis padres. Taquito de queso, anchoa enrollada encima y palillo: el genuino aperitivo viejuno.
Ésta es una versión mucho más finolis de aquello, adaptada de una receta del chef británico Rowley Leigh y creo que bastante apropiada para las fechas navideñas que se nos aproximan. La anchoa sirve para untar unas tostadas, y el queso va fundido en unas natillas que son una especie de arma letal contra cualquier intento de dieta hipocalórica. El único problema de este aperitivo decadente y hedonista es que si te pasas con la cantidad te quedas sin hambre para el resto de la comida, así que recomiendo servirlo en pequeñas dosis. O en muy grandes, y después pasar directamente a los cafés.
Dificultad
Para enfermos con 39º de fiebre.
Ingredientes
Para 4 personas
75 gramos de queso Idiazábal
150 ml de nata líquida
150 ml de leche entera
3 yemas de huevo
1/2 cucharadita rasa de pimentón picante (o dulce, si no gusta el picante)
40 g de mantequilla a temperatura ambiente
4 filetes de anchoa en aceite
4 rebanadas de pan de verdad
Sal y pimienta negra recién molida
Preparación
1. Poner una cazuela grande con agua a hervir. Mientras, rallar el queso y reservar un par de cucharadas del mismo para el gratinado.
2. En otra cazuela más pequeña, mezclar el resto del queso, la nata y la leche. Ponerla sobre el agua hirviendo de la otra cazuela y mezclar bien con una cuchara de madera hasta que el queso se haya fundido del todo. Dejar enfriar del todo.
3. Precalentar el horno a 160º.
4. Incorporar a la mezcla de queso las yemas de los huevos, el pimentón, sal y pimienta negra recién molida.
5. Embadurnar con un poco de mantequilla 4 ramequines o mini cocottes y repartir la mezcla entre ellos. Preparar un baño maría de la siguiente forma: ponerlos en una fuente de horno grande, y llenarla con agua hirviendo hasta que el nivel de la misma llegue hasta la mitad de los ramequines. Meter al horno.
Tiempo aproximado: 30 minutos.
6. Comprobar que las natillas están cuajadas y, si no, meter 5 minutos más en el horno.
7. Machacar las anchoas en un mortero o en un bol con un tenedor. Hasta aquí se puede hacer todo con antelación.
8. Repartir el queso reservado sobre las natillas y gratinar en el horno con el grill. Tostar el pan y extender la pasta de anchoas sobre él. Cortar el pan en tiras o cuadraditos y servir con las natillas para untar.
Despensa para novatos: productos básicos para hacer comida italiana
El Comidista presenta la quinta entrega de su serie de artículos mensuales sobre los ingredientes básicos que debemos tener en la despensa para preparar platos sencillos de otras cocinas. La lista, que ya ha viajado a China, México o Marruecos, Japón o India incluye siempre alimentos de media o larga duración, que puedas guardar en la despensa para tirar de ellos el día que te dé el arrebato gastroviajero o veas alguna receta apetecible por ahí.
El país de los buenos productos. / EL COMIDISTA
Después de patearnos el mundo en las últimas entregas con más ganas que Forrest Gump después de beberse 12 RedBulls, esta vez nos trasladamos relativamente cerca, a la bella Italia. Totalmente conscientes de que cada zona del país tiene un motrollón de especialidades –ya no regionales, sino de cada pueblo– a cuál más deliciosa, intentaremos potenciar los productos que sean sencillos de localizar en grandes superficies, tiendas de delicatesen y comercios especializados.
No añadimos el queso parmesano porque necesita frío para conservarse, pero un trozo envasado al vacío en la nevera aguanta un rato largo y es el complemento perfecto para hacer un plato completo con varios de estos elementos. Por ejemplo: espaguetis + tomate seco + aceite de oliva + parmesano = platazo. Aceitunas + tomate de San Marzano + tomillo + ajo + aceite de oliva = delicia. Y así con múltiples posibilidades de combinación.
1. Pasta y polenta
La pasta es un alimento italiano que se ha convertido en universal por su versatilidad y por lo cómoda que es de almacenar. La hay con huevo y sin, de múltiples formas (cada una adecuada para una salsa y una preparación, aquí podéis encontrar una completísima infografía en inglés al respecto), con o sin relleno, fresca o seca, grande y pequeña. En casi cualquier supermercado se pueden encontrar pastas italianas de buena calidad listas para preparar múltiples recetas de carne, pescado o vegetales. Si no sois muy de seguir instrucciones concretas, una idea al aire: en uno de los cienes de programas de Jamie Oliver que he visto en mi vida le vi hacer unos triángulos de pasta a medida, cortando en trozos irregulares unas placas de lasagna fresca que después mezcló con láminas de calabacín salteado, queso y nueces.
De polenta se conocen tres tipos diferentes, la de maíz, la de trigo sarraceno y la de castaña, siendo la primera la más consumida y fácil de encontrar fuera de Italia. Se puede comer como una especie de pastuflis que sirve como base perfecta para un ragú o unas albóndigas tal cual, cortada en bastoncitos y frita posteriormente o en forma de ñoquis.

Macarrones con rayitas de Craig Claiborne / EL COMIDISTA
2. Passata, tomate San Marzano y tomate concentrado
Las passata es la madre de casi todas las salsas de tomate italianas. Se llama passata porque se pasa por un colador chino, cedazo o pasapurés para eliminar la piel y las semillas, dejando así una textura fina y delicada. Se suele vender cruda o muy poco cocida, sin aceite. Si esta base se deja evaporar a fuego suave durante el tiempo necesario para eliminar gran parte del agua que contiene, se consigue el tomate concentrado, muy útil para potenciar el sabor de los guisos. El tomate de San Marzano, que se usa cuando se busca una salsa con tropezones un poco más basta, se compra enlatado entero y pelado, y tiene una forma parecida al tomate de pera y un sabor bastante dulce.
3. Hierbas y especias: romero, tomillo y otras
Las hierbas aromáticas que se utilizan en la cocina italiana no son muy diferentes de las de la cocina española, porque son habituales en la zona mediterránea. Se usan para estofar y dar sabor a carnes y salsas las hojas de algunos arbustos leñosos como el tomillo, el romero, la mejorana, el orégano o la salvia (imprescindible para cocinar la saltimbocca -aquí mi versión con pollo– y la sencilla pero deliciosa pasta burro e salvia).
Algunas plantas tiernas mucho menos utilizadas en la cocina autóctona española brillan en la cocina italiana, especialmente la albahaca, ingrediente principal de la salsa pesto que se puede preparar con piñones, nueces o tomate seco, entre mil variaciones igual de apetitosas. También el hinojo salvaje está presente en uno de los platos más atómicamente deliciosos de la historia de la humanidad: la pasta con sardinas y piñones siciliana. No quiero poner ninguna receta por miedo a ser increpado si no coincide con de la abuela de alguien, pero básicamente lleva bucatini, cebolla, hinojo, sardinas, anchoas, piñones, almendras, pasas y azafrán.
4. Conservas
Muchos de los antipasti –picoteos que se sirven antes de la comida como aperitivo, como tiras de pimiento asado, alcachofas en aceite, aceitunas o pequeños pimientos rellenos o cebollitas en vinagre balsámico, entre otros– se pueden encontrar en conserva con una calidad más que decente. Las alcaparras saladas también se usan en recetas de pasta, y las anchoas y las sardinas enlatadas pueden ser grandes amigas en esos días en los que en la nevera pasan bolas rodantes de película del oeste.

5. Aceites y vinagres
El aceite de oliva es un básico de la cocina italiana, de hecho es el segundo productor mundial después de España. Algunas de las variedades que allí se cultivan son Frantoio, Moraiolo, Leccino, Pendolino, Madonna dell'Impruneta o Americano, con diferencias de sabor, textura y todo tipo de matices. Sinceramente, no sé si vale la pena comprarlos habiendo aceites igual de buenos, si no mejores, en España, pero si te quieres poner más italiano que Adriano Celentano y Raffaella Carrá juntos, puedes hacerte con alguna de sus variantes.
Respecto al vinagre, aunque el balsámico (y especialmente ese engendro llamado crema de balsámico) que venden por ahí ha hecho mucho daño y ha mermado mucho la credibilidad del producto, si conseguís haceros con un verdadero aceto tradizionale de Módena tendréis una joya a la que se le puede sacar brillo en la cocina. Aliñando una ensalada, con queso, en un risotto o incluso con fresas y helado de vainilla, y con solo una cucharadita, descubriréis nuevas dimensiones de sabor.
6. Harinas y sémola
La base de la pasta y de la pizza. Cuidado con tenerlas demasiado tiempo en la despensa porque pueden coger un cierto sabor a rancio: es mejor no tener demasiada cantidad e irlas consumiendo y comprando nuevas. Con un poco de harina y algunos ingredientes de los que suelen orbitar por la nevera –cebolla, aceitunas, pimiento, jamón, setas, quesos, etc– podéis preparar pizzas tan deliciosas como ésta. La primera vez cuesta un poco, pero si logras llegar a la tercera la pizza ya no tendrá secretos para ti (bueno, igual exagero un poco, pero al menos te saldrá aceptable).
Mi mejor aproximación a la pasta hecha con estas manitas han sido estos ñoquis que publiqué recientemente. Siendo sincero, mis otros intentos fueron más bien fracasados, y hace tiempo que me deshice de mi máquina de pasta después de que se tirara años muerta de risa en un armario. Esto no quiere decir que los más animosos no puedan intentarlo e incluso obtener resultados satisfactorios, claro. La pasta se hace con harina de sémola fina, que también se utiliza para que esta no se pegue y para la base de las pizzas.
7. Vegetales deshidratados
Los tomates secos italianos son uno de los ingredientes más versátiles de la cocina, aunque me da un poco de miedo que sean las próximas carrilleras o queso de cabra con vinagreta dulce, sobre todo en vista del abuso la democratización que estamos sufriendo que se está viviendo con la manía de meterlos en cada plato mediocre sin criterio en para convertirlo en algo exótico. Además de tomarse como antipasti, se usan para hacer pesto rojo. Las setas deshidratadas son, a su vez, sustitutas más que dignas de las frescas fuera de temporada para rissotto y estofados, sobre todo si se reserva el agua en el que se han hidratado para la cocción, recuperando así parte del sabor que se puede haber perdido en el proceso.
8. Arroz
Los arroces de grano corto como el carnaroli, el arbóreo, el baldo y el vialone nano son, por su capacidad para absorber líquido y su alto contenido en almidón, algunos de los más adecuados para preparar risotto, aunque yo preparé éste de calabaza y gorgonzola con un arroz bomba vulgaris y, si se le aplica la técnica adecuada, también funciona la mar de bien. Es un plato que admite múltiples variaciones, pero si queréis probar un clásico lo suyo es lanzarse al de funghi porcini .

El secreto del risotto / WIKIPEDIA
9. Legumbres
Seguramente el plato italiano de legumbres más conocido es la ribollita, un guiso –al menos las que he probado yo son demasiado espesas para denominarlas sopas– a base de verduras, judía y pan seco tradicional de la zona de la Toscana. La sopa minestrone también lleva judía seca, y estas alubias con panceta (faggioli e pancetta), que también pueden prepararse con guisantes secos, parecen ideales para el frío que -algún día- llegará.
Dcoumentación: Mònica Escudero
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