Mikel López Iturriaga's Blog, page 24
June 18, 2014
Receta invitada: ventresca de atún con romesco de algas

Cataluña y japón, amigos para siempre / PLURALMENTE
La receta invitada de hoy no ha sido enviada por nadie de manera espontánea, sino una petición hecha con ojitos de Candy Candy por Mikel y por mí después de probarla en el restaurante Topik de Barcelona. Su chef, Adelf Morales, practica una cocina de fusión asiática-mediterránea que funciona bien porque no está nada forzada. La combinación es fruto de su amplia experiencia en cocinas de ambos países –y otros, ya que ha trabajado con Arzak y Berasategui, en la Antica Osteria del Ponte Milano y en un restaurante de cocina japonesa tradicional en Osaka, por poner algunos ejemplos– y de un buen conocimiento de la materia prima, que le permite saber qué combinaciones funcionan y cuales quedan más postureras que la sonrisa de Nicole Kidman. Recordad que vosotros también podéis mandar vuestras recetas a recetascomidista(arroba)gmail.com, y nosotros las prepararemos, fotografiaremos y publicaremos para que podáis presumir de talento cocinillas delante de vuestros amigos (y todavía más, de vuestros enemigos).
El caso es que, entre los diferentes platos que probamos ese día –entre los que también había una fritura de rodaballo con curry que todavía me susurra al oído algunas noches– esta ventresca fue el que más nos encandiló, y parecía tan sencilla de hacer que me pareció imprescindible compartirla con vosotros. El único secreto que tiene es que el atún sea de una variedad gustosa y grasa, como el bluefin. Confieso que yo solo he comprado este tipo de atún tres veces en mi vida, siempre para comerlo crudo y en una pescadería del Mercat de Santa Caterina donde –gracias a Comer Japonés- me enteré de que lo comercializan sostenible y certificado.
Doy fe de que su precio –y otros motivos como la sostenibilidad y la cantidad de metales pesados que contienen los peces de este tamaño– no da para comerlo cada semana, pero teniendo en cuenta que son poco más de 100 gramos por ración vale la pena probarlo al menos una vez en la vida. Es fácil entender por qué es el más demanado por el mercado japonés: es meloso, sabroso y se deshace en la boca. Hablando en plata, es una puñetera maravilla. Si no tenéis acceso a este atún en concreto, tampoco es un drama: usad una buena ventresca (un corte que puede contener hasta 10 veces más grasa que el lomo) y listos.
Si queréis hacerla todavía más sencilla, sustituid la salsa por un romesco ya preparado –los hay de buena calidad a precio razonable–, aunque yo la aligeraría con un poco de aceite, porque la que acompaña esta receta es un poco más sutil porque no lleva ñora, que le da un punto más potente. Si, al contrario, queréis aprovechar el esfuerzo, poned 4 veces más de todo y haced un par de botes de salsa extra que os alegrarán la vista cada vez que abráis la nevera.
Aunque en Topik tienen acceso a muchas algas diferentes y hacen uso de ellas para decorar el plato, yo lo hice en casa solo con nori –la típica de color verde oscuro con la que se envuelve el sushi– y tampoco noté tanta diferencia en el sabor. Básicamente aportan ese punto marino que pone el umami por las nubes y no se encuentra fácilmente en la naturaleza, que combina de muertecon el pescado (por algo vienen del mismo sitio) y la textura del romesco. Si os preguntáis por qué utilizo una foto hecha por otros si yo misma preparé el plato, la respuesta es que vinieron los extraterrestres, me abdujeron y me robaron mis fotos. O, lo que es lo mismo, las borré sin querer porque soy cortimer.
Dificultad
Para gente que no sabe su
Ingredientes
Para 4 personas
500 gr de ventresca de lomo de atún bluefin, limpio de grasa
4 tomates maduros de pera
Una cabeza de ajos
25 gr de almendras tostadas peladas
25 gr de avellanas tostadas peladas
30 gr de pan tostado
2 cucharadas de salsa soja
1 cucharada de salsa mirin
Alga nori cortada en juliana
Sal
Pimienta
Aceite de oliva
Preparación
1. Asar los tomates al horno a 180 grados –hasta que estén bien asados y hayan perdido gran parte de su líquido– junto a la cabeza de ajos.
Tiempo aproximado: 60 minutos.
2. Pelar los tomates y seis dientes de ajo y ponerlos en un robot de cocina o vaso batidor, junto con las almendras, las avellanas, el pan tostado, sal y pimienta. Emulsionar con aceite de oliva, y añadir la soja, el mirin y un poco de alga nori picada. Reservar.
3. Cortar el atún a láminas finas (corte de sashimi), estirarlo en el plato y ponerlo en el horno a 180 grados durante 30 segundos, para que suelte algo de grasa y coja temperatura. Salsear con un poco de romesco y terminar con cebollino picado y alga nori –o del tipo que se prefiera, para decorar– picados.
June 17, 2014
Gazpacho: cosas que sí y cosas que NO
¿El mejor invento español de la historia? / AINHOA GOMÀ
¿Habéis entrado ya en esa fase tan bonita del año en la que os inyectaríais el gazpacho por las venas cual Sid Viciouses veganos? Yo, sí. Por eso, como persona generosa que soy, he decidido compartir con el vulgo mi sabiduría gazpachera, adquirida durante largos años de práctica y también, por qué no decirlo, por pura genética: soy de Bilbao, ciudad en la que como todo el mundo sabe se inventó esta sopa con el objetivo de combatir las altas temperaturas del tórrido verano vasco (nota para monguers: antes de dejar un comentario indignado acerca de este asunto, mirar en el diccionario el significado de la palabra “ironía”).
En este sentido, me parece importante dar algunas claves para que los gazpachos salgan tan sabrosos como refrescantes. Pero también poner algún freno al despendole con el que algunas personas afrontan esta sopa. No se trata de reprimir nuestra creatividad disruptiva, como diría el oráculo de Ferran Adrià en Twitter: soy el primero en defender que el gazpacho a secas -no el andaluz, que sí tiene una receta algo más definida- es más una técnica que un plato, y que como tal admite infinidad de variaciones (nota para integristas: los gazpachos en España se hicieron sin tomate hasta el siglo XIX). De lo que me apetece reírme es de algunos disparates que se cometen en su nombre, que no sólo desvirtúan la esencia de tan glorioso invento por puro desconocimiento, sino que suenan tan apetecibles como un tiro en la rodilla o un maratón de El pueblo más divertido de España.
SÍ al tomate decente
Por algún extraño motivo, mucha gente piensa que para hacer un gazpacho vale cualquier tomate mierdoso. Total, como va triturado y mezclado con otras cosas, ¿qué más da? Pues no, no da igual, porque este ingrediente marca la diferencia entre una gran sopa y un caldichi insípido y/o acidurrio. Para mí, el mejor tomate para gazpacho es el de pera, y cuanto más maduro, mejor. Si lo que has comprado en la tienda está más duro que una piedra, déjalo unos días fuera de la nevera -donde SIEMPRE se debe tener el tomate- hasta que se empiece a ablandar y a endulzar. Huye del tomate de ensalada para este cometido y, en general, de cualquier clase de género corchopán rojo uñas pintadas/tamaño uniforme/sabor cero.
NO al horror vacui
Enriquecer el gazpacho con una guarnición es una tradición inteligente: encontrarse trocitos con diferentes texturas y sabores da mucho gustirrinín y convierte su consumo en una actividad más entretenida. Sin embargo, hay quien olvida que la protagonista del plato es la propia sopa y no sus aditamentos, y convierte el clásico español en un huerto donde crecen tomatitos, hierbas, cascotes de cebolla y, por qué no, floripondios. Es como los gin-tonics ensalada que te ponen en los sitios más cursis, pero en gazpacho.
Esto hay que regarlo. / CHEF WANABE
Otro ataque claro de horror al vacío es esta cosa con langostinos a la plancha y trozos de todo a tutiplén. Ante tanto barroquismo, recuerdo que menos es más, y que el gazpacho es un plato cuya grandeza está en la HUMILDAD: mejor unos pocos ingredientes buenos y bien avenidos que ponerle todo lo que pillas en el supermercado como si fueras un concursante de Masterchef en pleno subidón.
Le faltan unos croutons. / MY RECIPES
SÍ a la maceración
Un truco bien fácil para mejorar tu gazpacho: picar todas las verduras, añadir el aceite, el vinagre y la sal, tapar y dejar que madure unas horas o, mejor aún, de un día para otro. Los sabores se disparan y a la vez quedan más integrados. Además, esta técnica es muy útil para las personas débiles que sufrimos con la cebolla, el pimiento y el ajo crudos: podemos retirar parte de los mismos, o incluso todo, antes del triturado, cuando ya hayan dejado parte de su esencia en el líquido de la mezcla. Así tienes el sabor pero no el recuerdo de gazpacho. Aquí tenéis una receta que no repite con esta técnica.
NO al 'gazpacho mary'
Insisto: cada cual hace el gazpacho como le da la gana. Pero esa misma libertad la tenemos para opinar sobre algunas prácticas que, lejos de mejorarlo, lo marranean con ingredientes que se cargan la frescura original del plato. Aquí tenemos un ejemplo de señora que confunde el gazpacho con el bloody mary, y a la que sólo le falta añadir un chorrazo de vodka al asunto para animarlo. En su descargo hay que decir que la práctica de poner zumo de tomate y salsa Perrins en esta sopa es relativamente común en el mundo anglosajón, donde no se acaban de creer que una simple combinación de tomate, aceite, vinagre y sal pueda saber a algo.
SÍ a la suavidad
¿Cuál es el ingrediente principal del gazpacho más popular, es decir, el andaluz? El tomate. ¿Y qué sabor debe dominar entonces? El del tomate, y no el de la cebolla, el ajo, el pimiento o el pepino. Estos añadidos se deben usar con moderación, precisamente porque son eso, añadidos. Un gazpacho que sólo sabe a ajo o a pimiento es un fracaso de gazpacho, se pongan como se pongan los adictos a ambos productos. Con el aceite y el vinagre, ídem de lienzo: el primero se debe usar con profusión, pero eligiendo una variedad no excesivamente amarga; con el segundo es obligatoria la moderación, puesto que el tomate ya es ácido por sí mismo. Lo mejor, ponerle poco al principio, e ir añadiendo hasta alcanzar el nivel de acidez adecuado. Por cierto, que para mí el tipo de vinagre que mejor funciona es el de Jerez, y el que peor, el falso de Módena.
NO a la fusión mal entendida
Hasta que se demuestre lo contrario, un gazpacho no es lo mismo que una salsa mexicana o que una minestrone fría. Por eso dudo de que se pueda llamar así a experimentos como este gazpacho de gambas o éste con apio y calabacín picados y -arggg- crema agria y aguacate. Que quizá estén buenos, pero no cumplen las normas básicas de lo que se entiende por gazpacho en su país de origen, Españññññiiiia.
México e Italia no son Andalucía. / RECIPE / BROWN EYED BAKER
SÍ al gazpacho sin pan
No tengo nada contra ponerle pan al gazpacho: yo lo hago a veces y puede funcionar bien en pequeñas dosis que no conviertan la sopa en un engrudo. Lo que reivindico es el uso de otros espesantes como los frutos secos -almendras y piñones en concreto-, que no son muy canónicos pero dan sabor y son aptos para celíacos e intolerantes al gluten. También recuerdo que una buena emulsión -lo que hace el aceite con el vinagre y el agua de las verduras al ser batidos durante el tiempo necesario- evita tener que ligar el gazpacho con panazo, con el consiguiente ahorro de calorías.
NO al gazpacho carnaca
El gazpacho -hablo aquí de las variantes andaluza y extremeña, no del manchego que es otro mundo- es un plato esencialmente vegetariano. ¿De verdad mola enguarrinarlo con caldo de pollo? Para una de las cocineras más brutas de EEUU, Sandra Lee, sí, que ella si no mata unos cuantos bichos para sus recetas, no se queda contenta. Claro que también le pone cilantro, jalapeños, lima, tomate de lata y zumo de naranja: no debía de tener piña, chorizo y carne de bisonte a mano el día que perpetró este crimen. Por suerte, sus propios compatriotas le dan su merecido en los comentarios: "No sólo no se parece a ningún gazpacho que haya tomado, sino que tiene el color del barro, está extremadamente ácido y sabe a algo que mis nietos hubieran mezclado mientras jugaban a las pociones", dice uno bastante enfadado.

El cutregazpacho de Sandra. / FOOD NETWORK
SÍ a las frutas y las verduras
Está claro: el gazpacho tradicional de tomate es insuperable. Pero pueden ocurrir dos cosas: que acabes hasta el gorro de él de tanto tomarlo, o que no dispongas de tomate maduro en condiciones para hacerlo. Entonces es tan lícito como lógico que tires de otros ingredientes que añadan dulzor y nuevos matices -frutas como la fresa, el melocotón o la cereza-, o que directamente optes por prescindir del tomate: uno de mis gazpachos favoritos, el verde de menta y hierbabuena, no lo lleva. ¿Que eso no es un gazpacho? Desde luego, no es el andaluz ni el tradicional, pero sí tira de su técnica y de las formas que lo definen: una sencilla sopa fría de verduras trituradas, emulsionada con aceite de oliva virgen extra y vinagre.
Hay otros colores. / EL COMIDISTA
NO a la pizza de gazpacho
Sí, eso existe. Y también el gazpacho hipster, hablando de más cosas que te invitan a dejar este mundo.
Rico, rico. / MI ABUELITO MANUEL
June 16, 2014
Ensalada de brevas, mozzarella y nueces

La breva, si breva, dos veces breva / EL COMIDISTA
Las brevas no son otra cosa que los frutos tempranos de la higuera, la primera de las cosechas que produce –con suerte, porque según las condiciones meteorológicas, especialmente la lluvia, algún año puede no darse– a principios de verano. Las brevas son menos dulces que los higos, con lo que funcionan mejor mezcladas con otros elementos que potencien su sabor que solas, aunque –como dice cierto tendero de mi barrio que lo vende todo a precio de kriptonita– también hay algunas que son “pura miel” y “ambrosía”. Si no tenéis esa suerte y las brevas están poco dulces, se pueden pasar por la sartén (abiertas por la mitad y por el lado de la carne) para que caramelicen un poco y se potencie el sabor.
El caso es que la temporada 2014 de la breva ya ha empezado, y no hay que desaprovechar ninguna oportunidad de degustarlas, porque no duran demasiado y después cualquier higo pasado nos parece mejor. Aunque están buenas de todas las maneras, a mí me tiran mucho en ensalada -por un lado- y acompañadas de un lácteo por otro. Y el plato de hoy tiene un poco de cada cosa.
Las protagonistas de esta sencilla preparación. tenían el tamaño del principado de Mónaco y por eso decidí quitarles la piel, que en esas envergaduras puede resultar un poco agreste. Pero si las brevas son más pequeñas, se pueden abrir por la mitad, rellenar con un trozo de mozzarella y un poco de rúcula aliñada con la vinagreta que acompaña esta ensalada y convertirse en un pincho fresco y perfecto para cenas informales. Con un pan de cereales y aumentando la proporción de queso también pueden ser un buen bocadillo, que fuera de temporada se podría preparar con mermelada de higo.
Es importante que se usen brotes y no vegetales más contundentes: lo que mola de esta ensalada es que la mozzarella y las brevas prácticamente se deshagan en la boca y las nueces sean lo único en ella que ofrece resistencia. Si no os gustan las ensaladas con zumo de limón –hay gente para todo– os sugiero que preparéis la vinagreta con vinagre de moscatel, un poco más dulce y afrutado que el de vino normal o el de manzana, o con cualquiera de estos mezclado con una cucharadita de miel.
Dificultad
Para cabezas de higo.
Ingredientes
Para 4 personas
120 gramos de brotes variados
8 o 12 brevas (dependiendo del tamaño)
16 nueces peladas
1 bola de mozzarella
3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
1 cucharada de zumo de limón
1 cucharadita de ralladura de piel de limón
1/2 cucharadita de hojas o flores de tomillo fresco (si es seco, la mitad)
Sal
Pimienta
Preparación
1. Lavar y secar los brotes, y reservarlos. Pelar las brevas (si se quiere) y cortarlas en cuartos o mitades, dependiendo del tamaño.
2. Preparar la vinagreta mezclando el el zumo de limón, la sal, la pimienta y el aceite (en este orden y removiendo bien antes y después de añadir el aceite).
3. Montar el plato poniendo una base de brotes, los higos, la mozzarella, las nueces y la vinagreta. Terminar con la ralladura de limón y el tomillo, y servir.
June 15, 2014
Gastroplañideras sin fronteras
MATT MATERA
Un buen amigo me dice que hablo demasiado de cosas serias en esta columna, nacida bajo el signo de la ligereza pero degenerada con el tiempo hacia cierta profundidad inapropiada. Quizá tenga razón, pero yo, que soy rebelde porque nadie me ha tratado con amor, me atrevo a tratar hoy el tema más espeso de todos los tiempos: la muerte.
¿Por qué nos viene éste a tocar el níspero con un asunto tan poco apetecible?, se preguntarán. Muy sencillo: Darío Barrio. El chef madrileño ha muerto a los 42 años en un accidente de esos que dan escalofríos cuando te enteras. Estaba participando en una exhibición de salto base en Jaén y chocó contra una ladera. Aparte de transmitir mis condolencias a la familia, poco tengo que decir sobre esta desgracia: apenas le conocía y siento tanta pena por su desaparición como por la de cualquier persona con talento de su edad. Lo que merece comentario es la reacción al suceso en las redes sociales, que alcanzó momentos cercanos al esperpento.
Muchas personas manifestaron su pesar por esa vía, obedeciendo a ese sentimiento tan humano llamado compasión. Ninguna pega. Los chefs que trataron a Barrio comentaron sus virtudes, cosa lógica porque en semejante momento tampoco te vas a poner a recordar su participación en ¡Splash! Algunos, eso sí, dejaron un tanto picuetos con sus arrebatos poéticos a parte de sus seguidores: Chicote, por ejemplo, incluyó en un par de tuits la frase “Vuela alto, amigo”, a lo que alguien contestó: “Hombre, volar, volar, lo que se dice volar...”.
A la vez, unas cuantas personas del mundillo culinario se transformaron en gastroplañideras. No sólo inundaron la Red con sus lágrimas online, sino que se pusieron a rescatar fotos, artículos, entradas de blogs o cualquier ítem que construyera un pasado común con Barrio. Todo valía con tal de demostrar que ellos le conocían más, le querían más y lo sentían más, en un ejercicio de autopromoción que a mí, de ser familiar del muerto, me habría repugnado hasta la arcada. Hubo individuos que hasta usaron etiquetas en los tuits sobre el cocinero para aumentar la difusión de los mismos, incapaces de distinguir una muestra de dolor de lo que publican habitualmente cada vez que una marca de chorizo les invita a un evento. Parece que cuando muere algún famoso, ya no bastan las loas exageradas, que en España están muy vistas: lo que ahora es trending topic es tratar de vampirizar la notoriedad de los difuntos.
Esta columna fue publicada originalmente en la Revista Sábado, dentro de la edición impresa de EL PAÍS.
June 11, 2014
Receta invitada: coca de cerveza con calabacín y tomatitos

Si hoy es jueves, esto es otra entrega de la saga Recetas Invitadas. La de hoy, una coca de cerveza aderezada con verduritas de verano, viene de la mano de Gloria Adelantado. Gloria, además de la madre de una amiga, es una excelente cocinera de las de antes –sin blog, sin Twitter y sin esas cosas que solemos enlazar aquí– que compartió amablemente su fórmula con nosotros cuando, después de probarla en una cena, se la pedimos con lágrimas en los ojos fruto del éxtasis y masticando a dos carrillos. Recordad que vosotros también podéis mandar vuestras recetas a recetascomidista(arroba)gmail.com, y nosotros las prepararemos, fotografiaremos y publicaremos para que podáis presumir de talento cocinillas delante de vuestros amigos (y todavía más, de vuestros enemigos).
Tanto los ingredientes como la manera de preparar la base recuerdan un poco a la coca de trempó, aunque aquí el agua se sustituye por cerveza, que le da un sabor y una textura diferentes, más ligeros y absolutamente deliciosos. Se me ocurren mil ocasiones en las que esta coca te puede salvar la vida, desde un picnic o una jornada de playa hasta un día en el que se te presenta gente a casa sin avisar, como en el mítico anuncio de Ferrero Rocher. Pero creo que la ocasión en la que más nos hará brillar será en la típica cena/comida/evento para chorrecientas personas en el que nunca sabes qué poner, porque cuesta casi el mismo esfuerzo preparar una coca que ocho, solo es cuestión de doblar las cantidades de la masa y usar las dos bandejas del horno y ya podemos invitar a la pandi a cenar sin arrepentirnos antes de que entren por la puerta.
Aunque la cobertura que os presentamos es tan campeonísima que no querrás comer otra, la autora nos propone una versión que podría sustituirle durante los meses de invierno, cuando el calabacín y los tomates están fuera de temporada y parecen una versión de cartón piedra de si mismos. La cosa iría más o menos así: primero, poner a sofreír cebolla con unas acelgas. Por otro lado, hacer una salsa de tomate con pimiento rojo también sofrito. Escurrir bien las acelgas y mezclarlas con el tomate en una capa fina, un chorrito de aceite y terminar espolvoreando con un poquito de harina. Al salir del horno, rematar con un poco de una buena conserva de bonito y huevo duro picado. Listo para ser devorado con una copa de vino o una cerveza, y si se cambia el bonito por unas pasas, totalmente apto para vegetarianos.
Ingredientes
Para la masa (da para cuatro cocas)
500 g de harina (y un poco más para la mesa)
250 ml de cerveza
125 ml de aceite
1/2 cucharadita de sal
Para el relleno de una coca
Un calabacín
2 cebolletas
250 g de tomatitos cherry
2 cucharadas de piñones
Un puñado de hojas de albahaca
1. Añadir la cerveza y el aceite poco a poco a la harina, integrándolos hasta conseguir una masa consistente. En este momento, se puede congelar (con esta cantidad, da para 4 cocas). Estirar muy fino con los dedos sobre una bandeja de horno y preparar el relleno.
2. Cortar en láminas finas (una mandolina o un pelador de verduras facilitarán el trabajo) el calabacín limpio, cortar la cebolleta fina y los tomates cherry por la mitad, espolvoreándolos con un poco de azúcar y sal. Ponerlo todo encima de la coca, y llevarla al horno precalentado a 250 grados, con calor arriba y abajo.
Tiempo aproximado: 30 minutos.
3. Sacar del horno, dejar templar y distribuir por encima la albahaca y los piñones. Servir tibia o fría.
June 10, 2014
Cestas de pescado sostenible: cómo comer del mar sin esquilmarlo
Joyas olvidadas. / M. GAZO (SUBMON)
Seré un pusilánime, pero en los últimos tiempos no lo paso bien en las pescaderías. Sé que este tipo de tiendas no tienen por qué ser el festival de la diversión, pero mi experiencia de compra, como dírían los cursis del márketing, no es todo lo gratificante que desearía. Por un lado, a veces me encuentro con precios con los que no sé si estoy comprando una merluza o un Ferrari. Por otro, cualquiera diría que la fauna marina se ha visto reducida a unas 10 especies, ya que al menos en las pescaderías de Barcelona no hay forma de salirse de los atunes, los rapes, los calamares y las sardinas de siempre. Ahora bien, lo que más inquietud moral me crea es no saber si con mis adquisiciones estoy potenciando la destrucción de la vida en el mar, más amenazada que nunca por la sobrepesca.
Por eso me alegró enterarme vía Mònica Escudero de una nueva iniciativa puesta en marcha por Submon, una plataforma formada por biólogos, veterinarios, submarinistas, ingenieros y educadores que lleva a cabo proyectos de conservación y estudio del medio marino. Son las cestas de pescado sostenible, que de alguna manera llevan al mar el espíritu de las ya muy implantadas cestas de frutas y verduras ecológicas compradas directamente a productores o cooperativas.
El invento funciona de la siguiente manera: dos martes al mes, puedes comprar cestas de dos o cuatro kilos de pescado fresco capturado por pescadores artesanales de Arenys de Mar. Las encargas por correo electrónico, las recoges en el local de Submon en Barcelona, y las pagas al muy competitivo precio de 10 euros el kilo, más dos euros por cesta destinados a cubrir los gastos de gestión. No eliges el tipo de bichos que incluye la cesta porque depende de lo que haya en el mar, pero los impulsores prometen fresquísimos y suculentos salmonetes, sargos, besugos, chicharros, sonsos, arañas, mojarras, bonitos o melvas.
Las supercestas. / M. GAZO (SUBMON)
"La idea surgió hace unos seis meses como parte integrante de un proyecto de custodia marina, el de Canyons del Maresme", explica la responsable del proyecto, Carla Álvarez. "Nuestro objetivo era el de ofrecer un pescado de calidad, de proximidad y pescado de forma artesanal, que proviniera de la zona de custodia, y que fuera una explotación del recurso compatible con otras especies frecuentes, como los cetáceos". Para los que no sepáis qué es la custodia marina -como yo antes de escribir esta entrada-, explicaremos que se trata de una estrategia para preservar zonas marinas estableciendo acuerdos con todos los implicados: las instituciones, el sector pesquero, el náutico y el turístico. "Puesto que en el mar no existe la propiedad privada, básicamente, se trata de cuidar entre todos lo que es de todos".
En este momento, unas 50 familias que participan en el proyecto de cesta de “pez de custodia”. Con un ámbito de actuación limitado al barrio barcelonés de Gràcia, el objetivo a corto plazo de Submon es poder distribuir semanalmente y llegar a 200 familias. ¿Cuatro gatos? Puede, pero lo importante de estas iniciativas es su valor como ejemplo. Álvarez reconoce que sería difícil que un proyecto así creciera hasta convertirse en una opción masiva: "Al igual que ocurre con las cestas de verduras ecológicas, se trata de un consumo local. Los barcos de pesca artesanal no tienen la misma capacidad que la flota industrial".
Esos ojitos negros que me miraban... / M. GAZO (SUBMON)
Creo que uno de los mayores aciertos del proyecto consiste en acompañarlo con talleres de limpieza de pescado. Nos hemos acostumbrado tanto a comprar las cuatro especies de turno, cuando no directamente filetes dentro de un envase de porexpán, que hemos olvidado ese arte fundamental para variar nuestra dieta y ahorrar dinero. "El Mediterráneo es un mar con mucha diversidad, que ofrece más de 500 tipos de peces comestibles, así que intentamos dirigir nuestro consumo hacia los menos conocidos pero más abundantes, para disminuir la presión sobre aquellos más amenazados", asegura Álvarez. "Por eso organizamos talleres gratuitos donde los mismos pescadores nos enseñan a limpiar, filetear y cocinar el pescado. Además, cuando las familias vienen a recoger su cesta reciben un correo electrónico con fotografías que les ayudan a identificar la especie, y en ellos a veces incluimos algún consejo de conservación o preparación, o incluso alguna receta". La idea es aprender a hacerlo todo, menos pescar.
Más allá de vender pescado, el objetivo final de las cestas es implicar a los consumidores en la conservación del medio marino. Hacerles entender verdades tan básicas como semiolvidadas: "El día que hace mala mar, no hay pescado; no elegimos a las especies, si no que van por temporadas; respetamos las vedas, y el pescado no viene en filete". De esta forma, cuando las familias van al local compran algo más que una cesta: "Se llevan la posibilidad de conocer a los pescadores, de hablar sobre especies que nunca habían visto y de consumir de forma responsable".
June 9, 2014
Estofado de calamar con salsa de chile dulce

Los calamacitos dicen "coge el pan y cómeme". / CATE BARJAU
Empezamos con una confesión: me chiflan los cefalópodos en todas sus versiones y variedades. Me pone igual de palote una clasiquísima sepia a la plancha con ajo, perejil y un poco de limón –un plato que me sabe a sábado de la infancia, porque mi abuelo solía llevarme a tomar el aperitivo ese día a un bar donde lo bordaban– que un pulpo a la gallega, una buena fritura de choquitos o sus hermanos mayores estofados.
Morfológicamente son un bocado perfecto, todo chicha y muy poco hueso –supongo que no soy el único animal que lo piensa, y por eso han tenido que desarrollar mecanismos de defensa que van desde escupir tinta para escaparse hasta dejar a sus enemigos tiesos al momento con una dosis de veneno letal, como el pulpo de anillas azules–, y aunque todo el proceso de quitar la pluma, piel, etc da un poco de turra, el esfuerzo siempre vale la pena.
Otro de sus problemas es que los ejemplares más tiernos, esos que solo necesitan de un golpe de plancha para ser devorados y hacerte feliz (Taylor) están a precios de piso en el centro de París, y no está la cosa para comerlos a diario. Además, es un poco confuso porque los calamares grandes son tiernos, pero las sepias del mismo tamaño duras, así que mi consejo es que preguntéis a vuestro pescadero de cabecera para evitar que acabéis desarrollando más mandíbula que Lobezno.
Una buena manera de integrar los especímenes más duros –y económicos– en nuestra dieta es usando una técnica clásica sin fallo posible: el estofado. Este en cuestión surgió un día en el que mi pescadera, que defiende firmemente que hay vida más allá del rape, la merluza y el rodaballo y apuesta por los pescados más humildes y menos populares, me presentó a la canana, un pariente del calamar que pide técnicas de cocción largas por ser más fino y duro (pero con un sabor muy parecido). Este guiso puede hacerse perfectamente con cualquier otro de los parientes durillos del calamar de los que hablábamos antes y, en un término menos marino pero igual de sabroso, no creo que tarde en probarlo con unas costillas de cerdo.
El resto de la inspiración vino cuando abrí la nevera y vi una botella de salsa de chile dulce, habitual en la cocina asiática y bastante sencilla de encontrar en supermercados "normales" y unos cacahuetes atómicos en la despensa que me trajo Mikel de Burkina Fasso. Me pareció que una versión un poco exótica del clásico estofado con vino, tomate y cebolla le iría bien al sabor de las cananas y así fue: estaba atómico, y como la salsa casi no pica, hasta los niños se lo comieron a dos carrillos.
Dificultad
Para Calamardos.
Ingredientes
Para 4 personas
1 kilo de canana, sepia grande o calamar
2 cebollas moradas
3 dientes de ajo
200 ml de salsa de chile dulce
300 ml de vino blanco dulce (de cocina o moscatel)
2 cucharadas soperas de cacahuetes
1 lima
Sal
Pimienta
Para acompañar: arroz blanco, cuscús, pan de hogaza...
Preparación
1. Limpiar las cananas o calamares (si no vienen limpios ya) reservando el bazo o melsa para añadirlo al sofrito. Si son muy grandes, trocearlos, si no se pueden dejar enteros. Limpiar las cebollas y cortarlas en tiras finas y sofreírlas en una olla con un fondo de aceite. Cuando esté dorada, añadir los ajos laminados y los cacahuetes, y sofreír un par de minutos más.
2. Añadir las cananas al sofrito, y saltearlas durante unos 5 minutos. Añadir la melsa, remover bien y poner la salsa de chile, el vino y un poco de sal y pimienta. Dejar estofar a fuego lento.
Tiempo aproximado: 75 minutos.
3. Cuando lleven una hora al fuego, ir comprobando la cocción y la textura de la salsa. Si está muy líquida, destapar durante un rato. Servir muy caliente con un poco de lima para que el comensal le ponga unas gotas ya en la mesa, acompañado de algún hidrato que recoja bien la salsa.
June 8, 2014
El restaurante que recibió su merecido
MATT MATERA
Cada vez que hablo con hosteleros de las webs en las que la gente opina sobre restaurantes y los califica con estrellas, oigo similares llantos: que si muchas críticas son injustas, que si algunas están escritas por la competencia, que si ciertos clientes son insoportables... En ese momento, me siento solidario con ellos, sobre todo con lo de los clientes: he visto merecer a más de uno la deportación a Sudán del Sur, a Corea del Norte o a cualquier país en el que se pase mucha, pero mucha hambre.
Sin embargo, cada vez creo más en la utilidad de estos sitios, y no sólo por su fiabilidad cuando tienen una cantidad respetable de comentarios. A veces en ellos se producen sucesos mágicos, como el ocurrido estos días en la página de Yelp dedicada al restaurante Big Earl's, en Pittsburg, Texas. Este establecimiento “familiar” tuvo sus 10 minutos de fama la semana pasada, después de que una pareja gay denunciara haber recibido un trato pelín homófobo por parte de la camarera. “Aquí no servimos a maricones”, les soltó. “Nos gustan los hombres que actúan como hombres y las señoritas que actúan como señoritas, así que no queremos que volváis”.
Desde que el caso apareció en la tele, la página de Facebook del local ha recibido el previsible y merecido aluvión de protestas (y también de muestras de apoyo, que los cenutrios no escasean en este planeta). Pero en Yelp pasó algo mucho más mágico: los usuarios empezaron a colgar comentarios que describían Big Earl's como un efervescente bar gay. “El pollo está duro y seco, las tortitas saben a madera y los huevos están podridos, pero los chicos son calientes, calientes, calientes”. “Muy decepcionada. Resulta que es sólo gay, no hay nada de acción lésbica”. “El glory hole (pequeño agujero circular en los paneles que separan un váter de otro, cuyo uso pueden ustedes imaginar) del último baño es legendario”.
No contentos con este fino troleo textual, otros usuarios han subido fotos falsas del equipo de camareros (una colección de cachas abrazados y apenas vestidos con un escueto speedo) o de comensales ataviados con la ropa del Klu Klux Klan. Tras más de 150 críticas, la puntuación del Big Earl's ha quedado reducida a una estrella y media sobre cinco, y bien podríamos decir que su reputación online está destruida. ¿Moralejas? Internet ha dado el poder a la gente para castigar conductas discriminatorias, el humor es a veces la mejor arma contra la intolerancia, y si vas por Texas, vigila dónde te metes.
Esta columna fue publicada originalmente en la Revista Sábado, dentro de la edición impresa de EL PAÍS.
June 5, 2014
Aló Comidista: "¿Por qué es odiosa la lechuga iceberg?"
Inasequible al desaliento, Aló, Comidista vuelve a su cita mensual con el desconocimiento culinario. En este consultorio vale todo: dudas prácticas, enigmas gastronómicos, cuestiones personales o problemas psicológicos y metafísicos. Sólo tenéis que enviarme un mail a elcomidista[arroba]gmail.com, y si la pregunta es interesante para mí y para el resto de la humanidad, os contestaré el mes que viene.
La Clarita: Mi duda es acerca de la pasta fresca rellena. ¿Con qué salsa acompañarla? Siempre he preferido no mezclar demasiados ingredientes, pero tampoco saturarlos, así que por ejemplo, si la pasta está rellena de queso y espinacas, ¿no sería demasiado aderezarla con más queso?
Querida La Clarita, la pasta rellena no necesita de salsas complicadas: se supone que la fiesta ya está montada en su interior. A mí me gusta acompañarla con pestos muy ligeros, con mantequillas de hierbas o simplemente con un buen aceite de oliva virgen extra y sal. En cuanto el queso sobre queso, pues depende: en principio no suena muy dietéticamente corrrecto, pero si el relleno es de uno suave, tipo ricota, le puede venir bien un toque leve de otro rallado más potente. En cualquier caso, cada cual acompaña la pasta con lo que le apetece, así que tú haz lo que te salga del níspero.
OlimpiaDF: Acabo de descubrir tu blog (soy mexicana) y una de mis secciones favoritas es la de Aló Comidista. Gracias a ella, vencí una inoportuna tentación de tomar un curso de 'mesa de postres' en una universidad de por acá. Siempre he considerado que lo que te enseñan a preparar en ese curso (galletas monas, cakes empalados, pasteles chuecos, etc.) no se puede considerar comida, pero no tenía argumentos para exponerlo. Ahora sé que vencí al espíritu maleni que el Pinterest quiere hacer creer que todas las mujeres tenemos dentro. No sé si tú hayas acuñado el termino de maleni, acá en México no se usa, pero gracias, de todos modos, por darme una forma de referirme a esas niñas que no crecen y se empeñan en preparar, y comer, esas aberraciones. Te adjunto una foto de la propaganda del curso.
Querida Olimpia DF, por un lado, me alegra saber que mis artículos sirven para apartar a gente de la oscura senda del malenismo, incluso al otro lado del Atlántico. No sé si alegrarme tanto por el estado de la educación en México: aquí tendremos recortes, pero que en la universidad se den cursos de repostería "creativa" suena mucho más grave. El término maleni no es de mi invención -su origen está explicado en esta entrada de Raquel Gratis Total-, pero he contribuido todo lo que he podido a popularizarlo porque de alguna manera teníamos que llamar a esas mujeres -y hombres- con el cerebro cuquificado por el exceso de azúcar, cuya vida gira alrededor de los cupcakes, las tartas de fondant, los lacitos y los mantelitos de cuadros o de lunares rosas. Tú mantente firme y no cedas: algún día esta horrenda moda pasará.
Doni: ¿Por qué le tiene manía a la lechuga iceberg? A mis hijas es la que más les gusta y me gustaría saber si no es buena.
Querida Doni, depende de lo que entienda usted por "buena". ¿Buena para la salud? Supongo que sí. ¿Buena para el paladar? No tanto, porque es como la hermana lerda, sosa y paniaguada de familia de las lechugas. Para mí es el alimento más parecido al corchopán que existe, aunténtico forraje cuyo éxito sólo se explica por dos motivos: es rápida de producir y se conserva durante eones (mi particular teoría, nunca contrastada, es que los bichos no se la comen porque prefieren morir de hambre antes que hincarle el diente). Eso sí, reconozco que como recipiente comestible de otros alimentos puede tener su utilidad.
Fernando: Buenas tardes Maestro. Soy abogado - mediador familiar y desde mi blog trata de dar a conocer a mis amigos y cada dia a mas gente, LA MEDIACIÓN FAMILIAR,,, una alternativa a la vÍa judicial. No te quito más tiempo, si puedes hacerlo, te estaría muy agradecido.
Querido Fernando, gracias por informarme de tus apasionantes actividades en favor de la mediación familiar, un tema importantísimo para este blog y muy tratado en muchas de sus entradas. Sólo una cosita: llámame Don Minucias, pero cuando se pide a alguien que haga algo, conviene decir qué. Sé que es un detalle sin importancia, pero ayuda. Y otro consejo más: no escribir a gente a las tantas de la mañana después de haber esnifado pegamento.
Ani: Tengo un amigo que dice que hay dos tipos de personas: las que son de cerveza y café, y las que son de vino y té. Según su loca teoría, los que forman parte del segundo grupo son seres superiores, con mejor gusto y más elegantes. ¿Qué opinas al respecto?
Querida Ani, la teoría de tu amigo es, en efecto, de lo más loquer, pero no puedo dejar de sentir cierta simpatía hacia ella. Añadiría un nuevo factor para debatir: ¿la cerveza y el café son heteros, y el vino y el té son gays? Yo no tengo clara la respuesta -bueno, en el caso del té, sí-, pero lo que está claro es que café y birra se perciben socialmente como más rudos, mientras que vino e infusiones son más como para poetas con foulard.
Él tomaba té. / METRO
Rolindes: Cómo conseguir que los boquerones en vinagre queden muy blancos y tersos.
Querida Rolindes, veo que no conoces las normas más básicas de urbanidad, pero aquí en el mundo civilizado acostumbramos a decir hola, pedir las cosas por favor, dar las gracias y despedirnos. Te aviso por si algún día te quitas el refajo y el mandil, sales de tu covacha en los Picos de Europa y bajas a la ciudad. Empecemos por el principio: ¿por qué todo el mundo tiene esa manía de que los boquerones queden color blanco nuclear? Y tú encima los quieres tersos y suaves, como lavados con Perlán. Según dicen algunos expertos, el secreto de la blancura está en la limpieza y en el desangrado en agua con sal previo a la cocción en vinagre. Sigue esta receta de Pepekitchen, ésta de Webos Fritos o ésta de Mònica Escudero, y no fallarás. ¡Y no te obsesiones tanto con el color, que lo importante es que estén buenos!
Lorena: En nuestra oficina de Santiago de Compostela abrimos hace algún tiempo un cruento debate en torno al consumo del auga caliente del grifo. ¿Beberla es una cochinada? ¿O acaso crees que todo esto da igual porque lo importante es que, tanto caliente como fría, el agua del grifo aquí viene con “droja”, al igual que el célebre colacao de José Tojeiro? Antes de responder, por favor lee esta noticia: "Hallan restos de antidepresivos y ansiolíticos en el agua de Galicia".
Querida Lorena, ahora me explico algunos fenómenos paranormales que ocurren en tu comunidad, incluidas las sucesivas victorias del PP. Usar agua caliente del grifo para bebidas o para cocinar sólo es desaconsejable si las cañerías son de plomo, cosa bastante improbable si el edificio se construyó después de mediados de los setenta. En caso contrario, puedes utilizarla con la misma seguridad que la fría, que por cierto, es mil veces más recomendable que la embotellada en términos económicos y ecológicos.
Cualquier excusa es buena para revisitar este clásico. / YOUTUBE
Cristina: Compré hace unas semanas una botella de aceite de oliva en espray. La he usado para combinar una ensalada y para verduras a la plancha. En principio me parece que usas menos, lo que puede hacer algunos platos algo más saludables y ligeros. Me gustaría preguntarte que te parecen estos formatos, si añaden algo al aceite que pueda perjudicar el sabor y si lo recomiendas para algún plato en especial.
Querida Cristina, con todos mis respetos, a mí esto de los aerosoles de aceite siempre me ha parecido una monumental pijada. Existe un viejo instrumento mucho más barato e igual de útil que te permite controlar la cantidad de aceite que usas. Se llama cuchara. En el caso de la ensalada, basta con que remuevas bien los ingredientes para que todos queden impregnados del aliño; en cuanto a las verduras, si las embadurnas antes de tirarlas a la plancha no sólo te quedarán mejor, sino que te ahorrarás el tubito de espray de las narices. Además, algunos de estos aceites llevan otros componentes para favorecer su difusión que NO necesitas para nada.
Laura: El otro día ideé un menú completo siguiendo tres de tus recetas: la vichychoisse de pera con queso gorgonzola y nueces, el cerdo ibérico con calabaza y almendra y la tarta de chocolate con albaricoques secos. Estaba yo muy contenta hasta que llegó el momento de comerlo. No calculé además que el día era calusoso, 30 grados vamos, con lo que fue una bomba, hasta el punto de que mi abuela de 93 años se puso a vomitar nada más montarse en el coche. Está claro que la combinación fue un error. Intentaré la próxima vez acertar pero si me puedes dar un consejo sobre cómo preparar menús sensatos, te lo agradezco yo y mi abuela seguro que también.
Querida Laura, me han acusado de muchas cosas, pero nunca de intentar asesinar abuelas con mis recetas. ¿No sería que la yaya se puso ciega a tarta y luego le estuvo dando al orujo? A mí ese menú tampoco me parece tan jevi: no hay salsas ni grasazas por ningún lado. Dicho esto, yo habría elegido o bien un entrante sin patatas ni lácteos -una ensalada o una sopa fría de verduras-, o un postre con frutas. La clave está en combinar la contundencia con la ligereza, y en verano, apostar directamente por la ligereza.
Abuela a la que le salió un cuerno después de probar una receta de El Comidista. / PARANORMAL
Ioanes: Hola tío borde, me meo con tu blog. Una preguntilla de ná: una compañera medievalista me asegura que en la península somos tan dados a los productos de cerdo solamente desde la expulsión de los moros y judíos, y que es un signo de identidad cristiana. ¿Qué hay de cierto en esto?
Querido Ioanes, me alegro de que te desorines. El cerdo llega a la península en el Neolítico, así que este animal ya se comía siglos antes de la expulsión de judíos y moriscos. Platos como el cocido, posible descendiente de la adafina judía, sí pudieron llenarse de cerdaco como forma de demostrar que eras cristiano de verdad y no marrano. Pero de ahí a decir que nos vuelve locos el jamón y la morcilla desde que los Reyes Católicos y Felipe III tomaran dos de las decisiones más catastróficas en la historia de España, hay un trecho.
Christy: Hola queridos, mi nombre es Christy, estoy interesado en tu perfil, quiero hacer buena relación con usted, me gustará a enviarme un correo electrónico aquí para que te puedo dar más de mis fotos, recuerde edad, color y distancia no importa, lo que más importa es el amor verdadero, te estaré esperando saber de ti, para que pueda poder darte todos mis datos, gracias y que Dios te bendiga.
Querida Christy, me ha emocionado mucho tu correo, sobre todo lo del amor verdadero. Yo también creo que la edad, el color, la distancia, la orientación sexual o las diferencias culturales entre una joven iletrada como tú y un periodista maduro como yo, no importarían. Lástima que tú no seas real y yo no sea un imbécil de los que se creen los spams.
Juanma: Por razones del destino vivo en el extranjero. El otro dia me topé con unas "croquetas españolas de queso azul", y como me hizo gracia la cosa, decidí probarlas. Al freírlas se despanzurraron y acabe teniendo una masa grumosa y aceitosa de dificil digestión. ¿Qué hice mal? Otra pregunta sobre la que siempre discuto con mi madre: para hacer una tortilla de patatas, hay que freír las patatas tapadas o destapadas? ¿Hay que mezclar el huevo con las patatas antes de echarlo todo a la sartén, o es mejor echar en la sartén el huevo por encima de las patatas una vez fritas y escurridas?
Querido Juanma, o te pasaste con la cantidad de queso, o no empanaste bien las croquetas antes de congelarlas. Yo siempre frío las patatas destapadas, y por supuesto que es mejor mezclar el huevo batido con las patatas antes de echarlo a la sartén. Yo saco las patatas de la sartén, las escurro muy bien de aceite, dejo que pierdan un poco de temperatura, y luego las mezclo con el huevo. Dejo reposar unos minutos, y después hago la tortilla.
Íñigo: Mirando por internet he encontrado una web de libros de segunda mano que igual ya conoces: AbeBooks. Tiene una sección de libros raros, y de allí he sacado los que te envío. No tienen color si los comparas con algunas frikadas que te han mandado, pero bueno, yo he hecho mi labor. Ya sabes, entre vascos en el exilio hay que echarse una mano, pues.
Querido Íñigo, muchas gracias por tu envío. De todos los que me mandas, he seleccionado estos dos por su utilidad: un recetario de cocina para motor de coche, y un libro que lo explica todo sobre Morrissey, Nacho Vidal y Celia, la vegana de Masterchef.
Xavier: Mi pregunta va de bizcochos, mi asignatura pendiente en la cocina. Hasta ahora no he conseguido hornear uno decente: me suele quedar una especie de sopa cremosa y espesa. No me aclaro ¿con yogur o sin yogur? (yo siempre he intentado hacerlo sin yogur, porque lo del yogur no me convence, pero no sé si por eso la he cagado) ¿Qué receta o recetas de bizcocho te parecen las más solventes y dónde las puedo encontrar?
Querido Xavier, si no sabes hacer un bizcocho, me temo que debes de tener más de una asignatura pendiente en la cocina, porque no hay nada más básico en repostería. O no tienes ni pajolera idea de guisar -cosa que sospecho por el estrambótico comentario acerca del yogur- o todavía no has aprendido a encender el horno, que también puede ser habida cuenta de la cantidad de monguers in the night que escriben a este blog. Sigue al pie de la letra las instrucciones de esta receta de bizcocho de yogur, mango y anacardos, o de ésta con manzanas y pasas, y verás cómo te sale.
Pol: He emprendido la búsqueda hacia caldo de pollo perfecto y me encuentro con una contradicción: He leído en muchos sitios - entre ellos tu post sobre caldos - que las carnes necesitan mucho más tiempo de cocción (entre 3 y 5 horas) y aquí empieza el problema... El caldo de pollo también lleva verduras y estas necesitan solo 1 h - leí que sino dejan "residuos" o "impurezas" indeseables. Estarás pensando que me perdí el capítulo de barrio sésamo donde aprendían a restar; Si el pollo necesita 4 h y las verduras 1 h, añádelas cuando el pollo lleve 3 horas! Sin embargo estamos contradiciendo el principio que nos dice que hemos de echar las verduras en frío para que vayan infusionando. Si hiervo el caldo solamente 1 h queda desaborío, si añado las verduras cuando el pollo lleva hirviendo 3 h no las hecho en frío y no se "infusiona" correctamente, y si lo cuezo todo 4 h estoy provocando que dejen estos residuos.. haga lo que haga lo estoy haciendo mal!! Necessito tu ayuda!! y ya de paso, me encantaría saber que son esos residuos o impurezas que dejan las verduras o si son patrañas que cuentan y puedo tenerlo todo junto 4 horas.
Zzzzzzzzzzz... ¡Ay, perdona, ¿ya has acabado? Es que me he quedado un poco traspuesto con este rollaco que me has soltado sobre el caldo de pollo. Querido Pol, no sé dónde habrás leído que las verduras dejan "residuos", pero en las cocinas que yo conozco, las verduras se dejan cocer con la carne el tiempo que sea necesario. Por si insistes con las impurezas, te doy dos opciones: preparar el caldo en olla a presión -tardarás menos, gastarás menos energía y quedará igual de sabroso-, o poner las verduras en una redecilla de cocina y sacarlas cuando el caldo lleve una hora al fuego.
June 4, 2014
Receta invitada: tartaletas de verduras y queso

Las tartaletas-albondiguillas y primera comida en el balcón del año / EL COMIDISTA
Plis, plas, hoy es jueves y tenemos una receta invitada más. La de hoy viene propuesta por Gemma Wayaiu, una chica con un blog que tiene un conejo blanco –como el de la Alicia de Lewis Carrol, pero el suyo hace sudokus– por mascota y un gato negro que podría ser el hermano gemelo del mío. Recordad que vosotros también podéis mandar vuestras recetas a recetascomidista(arroba)gmail.com, y nosotros las prepararemos, fotografiaremos y publicaremos para que podáis presumir de talento cocinillas delante de vuestros amigos (y todavía más, de vuestros enemigos).
En el blog de Gemma, además de recetas bastante sencillas pero muy resultonas, podemos encontrar consejos de belleza, decoración y todas esas cosas que gustan y preocupan a las chicas contemporáneas. Debo decir que, aunque lo más craftie que he hecho en mi vida ha sido montar un mueble de Ikea sin que me sobraran piezas, algunas de sus propuestas –como esta decoración con ramas y bolitas de fieltro, y el pequeño jardín de suculentas que la acompañan– me han dado ganas de ponerme a ello.
Aquí podéis encontrar la receta original, que he toqueteado un poquito por varias razones. Primero, porque me pareció que la cantidad de pan rallado y queso que proponía Gemma podía dejar las tartaletas un poco pelotoff, y las prefería un poco más ligeras. Segundo, porque me pareció que dorando antes la cebolla se conseguiría un extra de sabor, y tercero porque las pasas y el gorgonzola le alegran el día a cualquiera.
El problema de toquetear así la masa es que el resultado es menos compacto, así que hace falta un molde que no haya combatido en la batalla del Ebro –como el que yo usé– y esperar a que se enfríen, o tendréis problemas para desmoldarlas (como los que yo tuve). Aparte de eso, estaban deliciosas: suaves, ligeras, un poco picantes por el gorgonzola y un poco dulces por las pasas. Gemma dice que son una buena manera de introducir las verduras en la dieta de los que "no son tan fans de las cosas verdes cocinadas" –cita literal de mi hijo mayor de hará un par de años, por suerte se le ha pasado– y estoy totalmente de acuerdo con ella. Acompañadas de una ensalada de tomate, fueron una cena perfecta.
Dificultad
Para conejos blancos que tienen prisa.
Ingredientes
Para 4 personas
2 calabacines
2 zanahorias
Una cebolla grande
Un huevo
2 cucharadas de pasas
Una cucharada de piñones
1/4 de cucharada de pimentón rojo (dulce o picante)
2 cucharadas de pan rallado (casero)
50 gramos de queso rallado cremoso (tipo gouda)
80 gramos de gorgonzola
Sal
Pimienta
Aceite de oliva virgen extra
Preparación
1. Picar o rallar con un rallador grueso los calabacines, salarlos y poner en un colador para que eliminen parte de su agua.
Tiempo aproximado: 60 minutos.
2. Mientras, tostar los piñones en una sartén sin aceite. Picar la cebolla en dados medianos y dorarla en un poco de aceite de oliva. Rallar o picar la zanahoria igual que el calabacín.
3. Escurrir bien el calabacín apretando con las manos, y mezclar con el huevo, la cebolla, el pan rallado, las pasas, los piñones, las especias y el queso rallado. Llenar con la mezcla unos moldes de silicona o metal (de los de hacer magdalenas o muffins, a mí me salieron 12) untados en aceite de oliva, cubrir con un poco de gorgonzola y llevar al horno precalentado a 180 grados.
Tiempo aproximado: 25 minutos.
4. Servir solos o acompañados de una ensalada.
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