Andrés Accorsi's Blog, page 222
June 14, 2012
14/ 06: ESSENTIAL RAWHIDE KID Vol.1

Varias cosas: A Stan Lee le cuesta encontrar el formato ideal para las historias del Rawhide Kid. Al principio mete en cada número tres historias cortitas, de 6 páginas. Después prueba con historias de 18, o con una de 13 y una de 6, y al final hay varios números con tres historias cortas. Casualmente las peores son las más largas, y entre las cortas hay algunas casi dignas.
Así como los argumentos hoy parecen trillados, obvios y muy anticuados, los guiones propiamente dichos tienen algo para rescatar: los bloques de texto, en los que la prosa de Lee está casi siempre muy inspirada. Por momentos parece un comic de Robin Wood traducido al inglés. Y también hay que destacar la construcción del personaje quien, pese a estar prisionero de infinitos clichés (perpetuados a lo largo de infinitas historias) mantiene su atractivo y –hasta cierto punto- cierta credibilidad, ciertos rasgos que lo elevan por sobre el estereotipo del “cowboy bueno acusado por un crimen que no cometió y obligado a vivir como un forajido eternamente prófugo y sin un minuto de paz”.
Algunas de las mejores ideas de Lee están en la cuarta historia de cada número, siempre de 6 páginas y con dibujantes rotativos: ahí hay una sóla de Kirby, una magnífica de Gene Colan y varias muy buenas de Don Heck, en una nueva demostración de que el punto débil de este dibujante eran los superhéroes, nomás. Entre estas historias breves sin personajes fijos hay algunas muy, muy decorosas, reivindicables aún hoy.
Entre las del Rawhide Kid cuesta encontrar... cinco historias presentables. Las mejores son –paradójicamente- las dos en las que el Kid se enamora de alguna chica. Digo “paradójicamente” porque en este milenio los guionistas que retomaron al personaje lo re-escribieron para hacerlo gay (y bue, tanto manotear la pistola, ya no le alcanzaba con la Colt...). El resto se parece demasiado entre sí (hay un par de historias prácticamente clonadas, con mínimas variantes) y demasiado a otra infinidad de westerns del montón. Por suerte, en estos mismos años en Francia aparecía el Teniente Blueberry...
El dibujo de Kirby está buenísimo, entintado con elegancia por Dick Ayers, que lo hace menos granguiñolesco, menos cabeza. Acá hay machaca, pero no está ni por casualidad tan enfatizada como en los comics de superhéroes que dibujaba el Rey. Olvidate del festival de las líneas cinéticas, las onomatopeyas zarpadas y demás. Kirby mezquina fondos a lo bestia (cuando los dibuja, están muy bien) y sorprende con muy buenos caballos, algo siempre difícil de dibujar. La narrativa se va soltando con el correr de los episodios y para el final ya se ve al Kirby insumergible que uno asocia con la Marvel de los ´60.
Poco antes del final del libro, el Rey cuelga las Colt y llega nada menos que el maestro Jack Davis. En su primer número, Davis la rompe, por supuesto sin llegar a los niveles de lo que hacía en la E.C.. Después se tira un poquito más a chanta y por momentos parece Carlos Vogt apurado, sin ganas. Igual está bueno el cambio de estilo, porque Davis le trae a la serie una estilización muy interesante, a la que Stan Lee acompaña virando los guiones un toquecito más hacia la comedia.
Esto sólo tiene sentido como investigación arqueológica. Para ver qué hacía Marvel en sus revistas de cowboys de principios de los ´60, hasta que estas se extinguieron para dejarle más espacio a los superhéroes. Si el Essential tuviese 200 páginas en vez de más de 500, seguramente se disfrutaría más. Y aún así, en esta dosis tan excesiva, algo se pudo rescatar. El tema es que, además de Rawhide Kid, Marvel tenía otros dos títulos de western, que creo que no los escribía Stan Lee. Esos sí, que los lea Magoya. Yo llego hasta acá y si retomo, será con las historias del Kid realizadas en la década pasada bajo el “Efecto Brokeback Mountain”.
Published on June 14, 2012 10:04
June 13, 2012
13/ 06: EL PREVIEWS DE AGOSTO

Marvel saca el TPB de Nemesis, la saguita de Mark Millar y Steve McNiven que parece estar buena. Son 112 páginas por u$ 14.99. No me tiro de cabeza, pero puede andar.
Acá sí me tiro de cabeza, mal: sale en softcover el primer recopilatorio de Journey Into Mystery de Kieron Gillen, con dibujos de Doug Braithwaite. Parece estar muy enganchado con Fear Itself, pero ya consulté a mis gurúes de confianza y todos dicen que no hace falta fumarse ese bochorno para disfrutar de esta joya. 136 páginas por u$ 15.99 es un buen precio. Adentro!
También aparece el segundo TPB de Journey Into Mystery, pero me fijé en otros sitios y a) lo anuncian para Octubre y b) el precio no es u$ 19.99 (que es el que aparece en el Previews), sino u$ 15.99. Tampoco me cierra la cantidad de páginas: el Previews anuncia 112, pero supuestamente recopila seis comic-books. Ahí alguien bebió de más, me parece.
DC recopila en un Showcase de 648 páginas (!) todo Amethyst, Princess of Gemworld, un clásico menor de los ´80 (un Ferro-Deportivo Español). En su momento leí poco, y me interesó como para timbearle u$ 20 a la colección completa.
Vertigo saca un librazo: el tercer TPB de American Vampire tiene seis números de la ongoing y una miniserie de 5 episodios, todo junto! 288 páginas a sólo u$ 17! Gol de Messi a los brazucas! Y encima a Scott Snyder lo acompañan tres ídolos absolutos: Rafael Albuquerque, Sean Murphy y Danijel Zezelj! ¿Qué más se puede pedir?
BOOM! vuelve a la carga con otro recopilatorio de historietas clásicas de Hellraiser, de la época en que las publicaba Epic/Marvel. Hay autores interesantes (Bernie Wrightson, Kyle Baker, Sam Kieth, Dwayne McDuffie, Colleen Doran) y seguro unos cuantos verduleros irredentos, como para llenar 192 páginas. Puede andar, todavía no me decido a desembolsar los u$ 20 que vale el broli.
Acá entro de una: Digital Manga edita en softcover Barbara, que no es el clásico de Barreiro y Zanotto, sino una saga de Osamu Tezuka que yo ni sabía que existía y que parece ser de los ´70 (mi época favorita del Manga no Kamisama). Es un masacote de 444 páginas, irresistible por sólo u$ 19.95.
Fantagraphics escuchó mis plegarias y reedita en tapa blanda Is That All There Is?, el recopilatorio de historias cortas del maestro holandés Joost Swarte. Ahora es más garpable: 144 páginas (en formato grande) a u$ 25.
Humanoids se zarpa con un mega-broli de 272 páginas que trae todo Crusades, la epopeya medieval de Alex Nikolavitch, Izu y el genio chino Zhang Xiaoyu (autor de El Vuelo). Lástima que sale en hardco a u$ 35. Si sale en softco, me lo re-compro.
Y se viene también Underwater Welder, la nueva novela gráfica de Jeff Lemire, editada por Top Shelf. También sale en hardcover, pero a muy buen precio: u$ 19.95 por un broli de 224 páginas. Acá ni da para ratonear, me lo pido de una.
Bueno, duro golpe para mi economía. Pero sale mucho material interesante y sobre todo, muchos libros bien pulentosos, con muchas páginas y mucho para leer. Así vale la pena comer arroz y fideos, o volverse en bondi de madrugada desde la Concha de la Lora...
Published on June 13, 2012 08:34
June 12, 2012
12/ 06: MORTADELO Y FILEMON: LOS ESPANTAJOMANES

Y bueno, en el combo de cinco álbumes, seguro me tenía que fumar alguno choto. Esta es una historieta de 1990 en la que la firma de Francisco Ibáñez aparece casi página por medio. Sin embargo, los especialistas afirman que no está escrita ni dibujada por el maestro, sino por un equipo de autores “fantasmas” que trabajaban por ese entonces en la editorial Bruguera. ¿Cuáles son las pistas que ofrece Los Espantajomanes para ser calificada de apócrifa?
En principio la calidad del dibujo, que es bastante inferior a lo que veníamos viendo hasta ahora. Especialmente a partir de la página 16, donde se ve un deterioro importante del dibujo, se hace menos plástico, menos expresivo, aunque sin renunciar a la sobrecarga de detalles y gags visuales chiquititos tan típicos de Ibáñez.
El guión es bastante flojito: están de moda los superhéroes, y entonces la T.I.A. le encarga al Profesor Bacterio una fórmula que convierta a sus ineptos agentes en superhombres con poderes uno más disparatado que el otro, desde respirar bajo el agua hasta “ser yeta” y provocar desgracias a quienes los rodean (como si Mortadelo y Filemón no hicieran eso siempre, en todas las aventuras en las que no tienen poderes). Como siempre, la trama central funciona de “hilo conductor” muy light entre mini-historias con principio, desarrollo y catastrófico final. Acá, al sinsentido habitual se le suma uno más: Todos lo experimentos con estos nuevos poderes se hacen en el cuartel general de la T.I.A., en lugar de optar por locaciones más difíciles de destruir.
Como en los guiones de Ibáñez de esta época, Los Espantajomanes no duda en recurrir un par de veces a la escatología, con chistes de pis, laxantes y supositorios. Lo más triste es que son de los pocos chistes realmente ingeniosos. El resto es muy predecible: ves venir el remate cuando los autores todavía están por el set-up. Y por supuesto, las casualidades son muchísimas y extremadamente forzadas, cosa que no se le puede criticar a una historieta con intenciones claramente humorísticas, pero que en las historias de Ibáñez están un poquito más cuidadas.
Finalmente, el otro dato buchón es la aparición en varias escenas de la Señorita Irma, la minita linda de la T.I.A., incorporada por el “Bruguera Equip” en la época en la que Ibáñez no tenía ningún control sobre la serie, y definitivamente desaparecida cuando el autor recuperó las riendas de la misma. Dicen los que saben que ese axioma nunca falla: Si aparece Irma, el autor no es Ibáñez.
No hay mucho más para decir: a esta altura, los chistes de superhéroes son algo tan trillado que tenés que ser muy gracioso e ingenioso para pelar gags que no suenen viejos o remanidos. Está comprobado que Mortadelo y Filemón no necesitan caer en las obviedades para arrancarnos carcajadas, pero esta vez, se zambullen de lleno en la obviedad. Y como encima el dibujo es de la B (Nacional, pero mirando la tabla del descenso), no dudo en anotar a Los Espantajomanes en la columna de los tomos absolutamente prescindibles de esta longeva y generalmente magnífica serie. Me auto-deseo más suerte para la próxima.
Published on June 12, 2012 19:11
June 11, 2012
11/ 06: DC COMICS PRESENTS SUPERMAN: SECRET IDENTITY Vol.2

Ah, bueno... Esto empezó bien y terminó espectacular.
La idea es muy loca, es como que Kurt Busiek hace una de más: un mundo 100% real, idéntico al nuestro, en el que Superman es un famoso personaje de ficción. De pronto aparece un pibe con los mismos superpoderes del héroe y decide adoptar la identidad de Superman y convertirse –efectivamente- en un superhéroe del mundo real. Hasta ahí, todo bien. ¿Dónde se zarpa Busiek? Cuando nos cuenta que este pibe que recibe los poderes de Superman también se llama Clark Kent. ¿Hacía falta? ¿No se puede pensar en un Superman que no sea Clark Kent ni siquiera sacándolo del DCU para ponerlo en nuestro universo? Eso me pareció too much.
El resto es Busiek respondiendo la pregunta que más de uno se habrá hecho alguna vez: ¿Cómo funcionaría Superman en el mundo real? Y ahí, los hallazgos del guionista son innumerables. Posta, esta es una de las mejores –si no la mejor- versiones alternativas del mito del Hombre de Acero. ¿Cuántos tipos y minas habrán escrito historias de Superman de 1938 para acá, entre comics, películas, series y dibujos animados? ¿100? ¿150? No puede haber UNO que no envidie a Kurt Busiek por haber escrito la escena de la página 34 de este TPB para pobres. No sólo está magníficamente escrita, es una escena central, quintaesencial, crucial para cualquier ficción ambientada en el mundo real y que involucre a un personaje con habilidades extraordinarias. Cátedra absoluta.
Y hay muchísimas secuencias más de un nivel altísimo. El desafío es enorme: acá no existen los supervillanos y Superman –básicamente- no tiene contra quién pelear. Entonces la saga deriva en algo rarísimo: historias de superhéroes donde no irrumpen conflictos que deben resolverse por la vía de la violencia, algo que de antemano suena tan bizarro como definir una partida de ajedrez pateando penales. Y sin embargo, el maestro Busiek demuestra que se puede. El resultado es un comic sumamente introspectivo, con mucho slice of life y hasta con cierto vuelo poético. Con poquísima acción, claro, porque acá tienen más chapa la reflexión, la contemplación y sobre todo los vínculos. Pocas veces se escribió un Superman tan humano, capaz de entablar relaciones tan creíbles con sus semejantes.
Por abajo de todos esos espléndidos diálogos y bloques de texto, pasa una topadora: el dibujo del increíble canadiense Stuart Immonen. Acá el ídolo despliega un trabajo monumental, con la técnica del lápiz escaneado, reventado en el photoshop y con las masas negras aplicadas en forma digital, en un layer aparte. Cuando reseñé el Vol.1, dije “El lápiz a la vista y los aciertos de Immonen a la hora de potenciar los climas con el color se combinan de un modo tan perfecto, que en algunas viñetas parece sobrevolar la magia del genial Gene Colan”. Bueno, a eso le canto “quiero retruco”. El color es mucho más importante en este segundo tramo, mucho más expresivo, mucho más decisivo a la hora de establecer los climas, y la magia del inolvidable Gene Colan se siente mucho más, está mucho más palpable en esos lápices frescos, dinámicos, llenos de emoción. Si te copa la estética realista, esto es visualmente perfecto, de verdad.
No quiero contar mucho más para no spoilear. Solamente recomendarte que si nunca habías leído Superman: Secret Identity no desaproveches la oportunidad de tenerla completa (y sin avisos!) en estos dos hermosos TPBs para pobres. Te vas a encontrar con una historieta realmente brillante, emotiva, fuerte, y sobre todo muy distinta a lo que te imaginás. Sumale los dibujazos de Immonen y te queda una obra prácticamente imprescindible, para recordar y recomendar toda la vida.
Published on June 11, 2012 19:07
June 10, 2012
10/ 06: CARLITOS

Carlitos no es exactamente una de superhéroes argentinos, pero toca el tema. En realidad, se zambulle en el tema. Se trata del típico comic de “superhéroes en el mundo real”, pero sin superpoderes, más para el lado de Kick Ass o Doméstico. Como en esas sagas, acá tenemos a un protagonista que es fan de los comics de superhéroes y un día decide ponerse él también una máscara y una capa y salir a las calles a defender la Justicia. Hasta ahí, las similitudes con esos personajes previos.
El resto del planteo del guionista Sebastián Rizzo es bastante innovador: Carlitos no es un pibe atlético, sino un cincuentón gordo y casi calvo. Además de estar un poco chapita (condición sin equa non para salir enmascarado a la calle), Carlitos está en las últimas. Es un loser completo, un paria de la sociedad, un descastado sin un mango, sin amor, sin esperanza. Un tipo que ya perdió todo lo que podía perder, menos la fantasía. Y como la fantasía de Carlitos está dominada por los superhéroes yankis, no se le ocurre otro camino hacia la redención que operar en un barrio porteño con los códigos de Batman y los otros justicieros urbanos.
La obsesión de Carlitos con Batman llega a tal punto que nuestro “héroe” se mete en una convención freak-comiquera (en este caso Animate) para presenciar una charla de Adam West y, en un descuido, afanarle al veterano actor yanki la capa y la capucha originales de la serie de los ´60! O sea que, cuando sale a patrullar las calles, Carlitos lo hace con la verdadera capucha del Batman con el que se cebó en sus años mozos. Esto es –obviamente- un gesto extremo por parte de Rizzo y sirve para subrayar la principal diferencia entre Carlitos y otros “tipos normales que un día adoptan una identidad heroica en el mundo real”: su exacerbado patetismo.
Rizzo, sin ensañarse, sin perderle el cariño, no deja pasar una oportunidad de pintarnos a su protagonista como un pobre tipo, un completo infeliz al borde del abismo. La mejor decisión que toma el guionista (y que también aleja a esta obra de Kick Ass o Doméstico) es no meternos nunca en la cabeza de Carlitos, no mostrarnos nunca cómo piensa, cómo percibe lo que le sucede, no dejarlo narrar en primera persona, no habilitarle ni un mísero bloque de texto. Carlitos es sus acciones y sus acciones son las que llevan adelante la trama.
Y está bien. Sin ser una joya, la historia es coherente y tiene un ritmo propio, que alterna bien entre momentos más intensos y momentos más tranquis. Los diálogos son buenos, suenan creíbles, y lo único choto es un giro argumental que se da cinco o seis páginas antes del final. No te lo voy a contar, pero es algo que influye mucho en el desenlace de la trama y –lamentablemente- está apoyado en una casualidad demasiado brutal, que rompe el verosímil. El resto es raro, ensimismado, pero también sólido y coherente.
El trabajo del dibujante Sergio Monjes es muy, muy bueno, muy por encima de lo que le vimos hace unos años en aquel one-shot de Bizancio escrito por el enorme (y desaprovechadísimo) Mauro Mantella. Monjes es una mezcla de Nacho Noé con los buenos dibujantes oscuros del mainstream yanki onda Sean Phillips, con un gran manejo del claroscuro y de las expresiones faciales. Vistas de lejos, esas páginas de Monjes con gente triste que deambula por una ciudad gris, transmiten una sensación parecida a las mejores historietas de Horacio Altuna. Miradas de cerca no, no tienen mucho que ver, excepto en algo del clima de desesperanza. La narrativa está bien pensada y bien ejecutada, con buenas secuencias mudas en las que el dibujo de Monjes se carga la historia al hombro y se la re-banca. Sin ser super-original, el dibujante demuestra una solvencia muy notable en todos los rubros.
Me imagino que al Capitán Meganno (cuya foto aparecía ilustrando el post de ayer) le deben haber pasado varias de las cosas que le pasan acá a Carlitos. Pero bueno, macho, bancatelá. O jodete por boludo. Cuanto más realistas nos ponemos, más inviable es el concepto del justiciero enmascarado, y más todavía en Argentina. Rizzo y Monjes (no sé si voluntariamente o no) también dan testimonio de eso con esta historieta que –repito- no es una genialidad ni marca “un antes y un después” de nada, pero acumula unos cuantos hallazgos interesantes.
Published on June 10, 2012 10:31
June 9, 2012
09/ 06: ¿SUPERHEROES ARGENTINOS? ¿EN SERIO?

Primera pregunta: ¿Cuáles son para vos las principales razones por la que son más reconocidos los superhéroes americanos que los nacionales?
Mi respuesta: Porque son los originales. Los superhéroes son yankis y punto. Hacer superhéroes argentinos es como hacer samurais nigerianos, no tienen nada que ver. Quedó demostrado que los superhéroes no son un género transplantable fuera de EEUU, como sí se logró hacer con el western.
Y ya está. Todo lo demás que contesté, fue al pedo. Con esa respuesta le armé (en realidad, le desarmé) el laburo al flaco que me escribió. ¿Me fui muy al carajo? No sé, ahora que tengo un ratito, lo puedo reflexionar acá, “en voz alta”. Lo del western está bastante claro, no? Digo, todos entendemos que los cowboys sólo pueden existir en los EEUU, y a la vez todos aceptamos que se han hecho magníficas películas e historietas de cowboys fuera de los EEUU. Incluso en Argentina, cuando se publicaban muchas historietas de gauchos (esas de Enrique Rapela, Walter Ciocca, Carlos Roume y tantos otros autores de los que hoy no se acuerda ni el loro), estas seguían bastante de cerca el modelo de las historietas clásicas de cowboys y funcionaban bien, no parecían samurais nigerianos. O sea que, de alguna manera, el género se pudo transplantar a otras culturas e incluso a otras locaciones.
Con los superhéroes pasó todo lo contrario. En el único país donde aparecieron guionistas capaces de escribir bien a los superhéroes yankis fue en Inglaterra. Y siempre que se trató de crear superhéroes locales (no sólo en Argentina, también en Europa, Africa o el resto de Latinoamérica) o bien salieron engendros infumables, o bien salieron historietas dignas, pero de muy escasa repercusión.
Por supuesto, esta última afirmación depende mucho de la definición de “superhéroe” con la que trabajemos. Porque si convenimos en que un superhéroe es un justiciero con superpoderes, tenemos que aceptar que antes de Superman y todos sus clones nosotros tuvimos a Patoruzú, y ahí se nos va todo a la mierda. O sea que se hace imperativo hilar un poquito más fino. Así, en una de esas coincidimos en que Patoruzú no es un superhéroe (por miles de motivos) y entonces, para pensar en superhéroes argentinos ya tendríamos que irnos a Misterix, Super Hijitus, Sónoman, y hasta ahí nomás, porque cuanto más nos venimos hacia el presente, más se vuelven a desdibujar las fronteras de qué es un superhéroe y qué no. No es tan fácil, está claro.
Por otro lado, acá tuvimos superhéroes yankis made in Argentina. Esas copias burdas tipo El Vengador o Supervolador no se esforzaban por adaptar el género a nuestra idiosincracia. Por el contrario, el esfuerzo consistía en convencer a los lectores incautos de que en realidad estaban leyendo a Batman o a Superman!
Seguro que el que mejor la hizo fue Oswal: no sé si alguna vez León Hamilton III mostró el DNI argentino, pero las aventuras de Sónoman estaban claramente ambientadas en Argentina y aún así funcionaban. ¿Por qué? Yo creo que porque, al estar pensadas para una revista infantil, dejaban de lado lo que nos distingue a los argentinos de los yankis: el cinismo, la viveza criolla, la incredulidad. Sin ser boludas, las aventuras de Sónoman son ingenuas. Y ahí está la clave. Cuando los superhéroes yankis dejaron de ser ingenuos, fue más difícil clonarlos, repetir o transplantar sus fórmulas. Los puristas dirán “es que dejaron de ser superhéroes”. Lo cierto es que para cuando en Argentina aparecieron guionistas que entendieron el género, qué es, qué potencial tiene, por qué funciona en EEUU, ya no había una fórmula original clara, obvia, fácil de copiar. Ni la fórmula clásica de DC de los ´40, ni la de Julius Schwartz ni la de Stan Lee se podían aplicar en los ´90, ni a héroes argentos ni a héroes yankis escritos acá. O sí, pero como decía antes, renunciando o bien a la calidad o bien al éxito. ¿Y la fórmula de Chris Claremont? ¿Ya estaba vencida en los ´90? Me parece que no. De hecho, en España la utilizaron Carlos Pacheco y Rafa Marín para Iberia Inc., y tan mal no les fue. Acá, no hubo nadie que lo intentara.
El fenómeno de los superhéroes es bastante cíclico y ahora parece que están de vuelta en la cresta de la ola. ¿Surgirá de entre estas hordas de nuevos fans del género una camada de guionistas que intente con éxito y criterio transplantar el concepto de los superhéroes a Europa, Africa o Latinoamérica? Y lo más importante: ¿Hace falta? La dejo picando...
Published on June 09, 2012 15:43
June 8, 2012
08/ 06: DMZ Vol.9

No sé si será fruto de la abstinencia (la tenía abandonada desde Noviembre) pero la verdad es que en mi regreso a la DMZ la encontré mucho mejor que la última vez que la había visitado. Cuando reseñé el Vol.8, me acuerdo que pedía la cabeza de Matty Roth, el protagonista. Estaba hasta las pelotas de verlo veletear y bastante indignado por los últimos giros que le había pegado el guionista Brian Wood.
Y mirá qué loco: este tomo, que me volvió a cebar casi como al principio, es el tomo en el que menos aparecen los personajes secundarios. Excepto el papá de Matty, que copa la parada en en el último episodio, todo el resto desaparece del mapa y Matty se queda solo como loco malo, a bancarse a lo guapo el peso de la trama y –sobre todo- las consecuencias de las cosas funestas que pasaron en el tomo anterior. Lo más loco es que ese personaje al que yo tanto puteaba se la banca más que dignamente y logra reencauzar –él solito- tanto su rumbo como el de esta serie dura, compleja y atractiva como pocas.
Este tramo de DMZ conserva un hilito de su impronta política, un leve aroma de su temática social y algunos chispazos de sus coqueteos con el género bélico. Esta vez, está todo tan para el orto que Wood apela a contar la historia de DMZ como si fuera un comic del post-holocausto. Matty vaga por la cuidad semi-desierta como el Mark de Robin Wood y Ricardo Villagrán, como el Sr. Jepperd de Jeff Lemire. Lo amenazan los propios sobrevivientes, lo atormentan los fantasmas, lo agobia la atmósfera de desesperanza, abandono y destrucción. Por momentos parece que no hay salida, que ahora sí, el bajón gana por goleada y terminamos todos pegándonos un corchazo. Por ahí necesitaba eso: tocar fondo, tanto él, como la ciudad con la que se encariñó, como la causa con la que se comprometió, para empezar el repunte, para encontrar la nueva vuelta de tuerca que le permita (a él y a DMZ) encarar la recta final con mejores perspectivas.
Lo cierto es que el último episodio del tomo es tan importante y está tan bien escrito, que hace que los cuatro anteriores parezcan chamuyo, excusas baratas para estirar. No lo son, para nada. Pero esa escena final (larga, tensa, definitiva) entre Matty y su padre se morfa el tomo y proyecta una sombra gigantesca sobre todas las peripecias previas. Una vez más, cambia el status quo de Matty y de la serie. Y está bien. No es un volantazo caprichoso, no es un manotazo de ahogado. Es una evolución lógica, coherente, necesaria para preparar el terreno para el final, y Wood la arma perfecto para que cualquiera que no se cope con este nuevo status quo pueda decir “podría haber sido mil veces peor”.
El tomo arranca con el número 50 de la serie y dicho acontecimiento se festejó con una antología, en la que Wood aportó varias historias cortas y convocó a distintos dibujantes, además del titular, Riccardo Burchielli, al que en ese número lo dejaron publicar en blanco y negro, cosa que lo mejora mucho. La mejor de las historias cortas es esa, la que dibuja Burchielli en blanco y negro. Y el otro dibujante que la descose (aunque con un guión menor) es Fábio Moon, que hace magia en apenas cuatro páginas. Todo el resto del libro lo dibuja Burchielli en el estilo de siempre, coloreado por el eficiente Jeromy Cox. Y está muy bien. Ya sabemos qué le podemos pedir al tano y qué no.
DMZ retomó la senda que la llevó a ser una de las series más crudas, jodidas y desgarradoras de la historia del comic. Aún con todas sus limitaciones, aún transitando el camino del dolor y la auto-compasión, Matty Roth volvió a convertirse en un protagonista viable para esta anti-epopeya de verdad, memoria, justicia, solidaridad y dignidad en la que los buenos tienen todas las de perder. Incluso está presente el fantasma de la derrota más heavy, que es la de empezar a parecerse demasiado a los malos. En Octubre, cuando me toque viajar a New York, me va a costar no imaginármela devastada y bajo sitio como nos la muestran Wood y Burchielli. Así de real, así de fuerte, se vive la lectura de este comic.
Published on June 08, 2012 16:06
June 7, 2012
07/ 06: LOS REYES ELFOS: GLIRENN, REINA DE LOS ELFOS NEGROS

Sigo encontrando material relacionado con Los Reyes Elfos, del prócer valenciano Víctor Santos, y no puedo evitar comprarlo, ni mucho menos leerlo. Este es un arquito menor protagonizado por Glirenn, la reina de los elfos negros, que tuvo bastante protagonismo (y un escarceo romántico con Ehren, el personaje central de la saga) en el tomo conocido como La Emperatriz de Hielo (lo vimos por acá en Julio de 2010, página 28 del segundo libro del blog).
Ahora a Santos se le ocurre darle el spotlight a Glirenn y de paso contarnos cómo ascendió al trono y cómo surgió el linaje de los elfos negros. Es una historia lineal, sencilla, sin mayores vueltas de tuerca, hasta el final donde sí, se revela algo muy heavy, que no te ves venir. Básicamente, Santos nos cuenta que Glirenn asesina a su propia madre y, para afianzarse en el trono, debe eliminar también a sus tres hermanas, que se lo van a intentar disputar. Y el núcleo de la saga es ese: tres combates fraticidas entre Glirenn y cada una de sus hermanas, todos con victorias para la actual reina de los elfos negros. Como es una historia del pasado, vos ya sabés que Glirenn no va a morir, o sea que –por lógica- las que van a morir son las hermanas. Y así, con la escasa emoción de ya saber el resultado de cada pelea, transcurren las primeras 44 páginas del tomo.
Hay buenos diálogos, en los que Santos redondea la personalidad (atrevida, ambiciosa, intrépida) de la protagonista, y el resto son paginitas de relleno entre una escena de machaca y la siguiente. Las tres hermanas de Glirenn son muy distintas entre sí y hay que vencerlas de modos distintos, y eso es todo lo que impide que el trámite se haga predecible o aburrido. Encima estas primeras 44 páginas están dibujadas por Vicente Cifuentes, un dibujante correcto, pero con poca onda. Muy jugado al pin-up, a mostrar que dibuja bien los cuerpos esculturales de estas minas aguerridas y sexies. Los combates están buenos sólo cuando los enfoca de cerca. En los planos más alejados, las figuras se ven toscas, les falta trabajo, definición.
Este era un comic para que te lo colorearan en Top Cow, ponele, con todos los chiches, y que quedara una cosa bien estridente, un clásico comic noventoso del sub-género Tetas y Espadas, una onda Ascension/ Magdalena/ Lady Death y demás bostas que uno se esforzó muchos años para olvidar. Pero no. Es un comic realizado para una editorial chica de España y no hay coloristas de Top Cow. No hay color, tampoco. Cifuentes recurre entonces a meter grises mediante aguadas, con resultados generalmente buenos, aunque con algunas pifias, o momentos en los que el criterio para meter las aguadas resulta... dudoso. Por ahí porque uno, acostumbrado al claroscuro a todo o nada de Santos, ya viene medio mal predispuesto a ver grisados y aguadas en Los Reyes Elfos.
Lo cierto es que Cifuentes (hoy un entintador bastante requerido en EEUU) no es un dibujante que me parezca interesante o que me logre emocionar. Tampoco un verdulero excecrable, aclaro por las dudas. Y lo grosso es que la historia no se termina en la página 44. Hay más: un epílogo de 10 páginas en el que Nyerr, la confidente de Glirenn, tendrá que terminar el trabajo sucio de su patrona y eliminar a... alguien más (no te puedo cagar la sorpresa). En estas 10 páginas, llega la justicia. Santos se arremanga para dibujarlas él solito, en su estilo más moderno, y desata un vendaval de masas negras, tramas mecánicas, narrativa mignolesca, machaca y talento que levantan el puntaje de este libro más de lo que te podés imaginar. La última viñeta de la página 9 (esa que parece dibujada por Fernando Calvi en los ´90) alcanza por sí sola para levantarte cualquier cosa, y para provocarte pesadillas jodidas y duraderas como el gobierno de Carlos Menem.
En fin, esto es sólo para los muy enfermos de Víctor Santos, o para el que se cebó mal con la saga de Los Reyes Elfos y quiere todo, sea lo que sea. Si no entrás en esas categorías, limitate a babear con la majestuosa portada del valenciano y, si ves el libro en algún lado y te lo dejan hojear, no dejes de mirar con atención lo que hace el ídolo en las últimas 10 páginas del tomo, que es mortal. Si te gusta la historieta, este Santos le da baile al de Neymar y –donde te descuidás- al de Pelé.
Published on June 07, 2012 10:07
June 6, 2012
06/ 06: ALOHA

Volvemos a cruzar el charquito para encontrar-
nos con una de las revelaciones de la historie-
ta uruguaya reciente, la muy joven autora cono-
cida como Maco, y esta que es –creo- su ópera prima.
Aloha es una historieta rara, en el sentido de que no se propone un fin netamente narrativo. Hay algo así como una historia, pero no está enfatizada. Es más bien una sucesión de cosas limadas que le pasan a la protagonista y que, de seguir alguna lógica, tiene más que ver con la de los sueños que con la de una historia con principio, desarrollo y fin, causas, consecuencias y demás.
Y si la historieta no va para el lado de contar una historia, ¿para dónde corno va? La idea de Maco es utilizar a Aloha para explorar nuevas formas de desarrollar la acción en una página de historieta. En casi todas las páginas del libro, Maco propone al lector un juego novedoso, distinto, que consiste en ver a los personajes (la chica protagonista y distintos bichitos o criaturas que la acompañan) desplazarse por los decorados de un modo siempre original, que nos invita a deshacernos del tradicional sistema de lectura del comic (de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha), para seguir a Aloha a veces para un lado, a veces para el otro, a veces en espiral, a veces en zig-zag, muchas veces de abajo hacia arriba, y así.
Maco juega con lo más sagrado: la gramática de la historieta. Pedirte que no leas de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha es como escribir una novela sin sujetos ni predicados. Por ahí se puede hacer bien, pero tenés que ser un monstruo, un genio tocado con la varita mágica. Y aunque no me creas, esto a Maco le sale muy, muy bien. La atención del lector no se pierde entre estas páginas/ laberinto, el juego funciona, te atrapa, te incluye. Y funciona, creo yo, porque Maco apuesta a un dibujo sencillo, de línea clara tradicional, una onda Hergé con algún que otro cross-hatching más arriesgado. Hay páginas recontra-cargadas de detalles chiquititos y preciosistas y otras muy minimalistas, en las que Aloha recorre la nada, la historieta pelada, despojada, sin fondos, apenas con los marquitos de las viñetas (con los que Maco también se anima a jugar).
Y por supuesto, hay escenas más clásicas: las siete páginas de interacción con la Muerte (acertadamente ubicadas en el medio del libro) tienen la dinámica de una obra de teatro, o de una historieta de Copi. Ahí no hay que esforzarse por seguir el relato, es bien lineal, aunque no por eso menos atractivo.
No hay mucho más para decir. Si querés descubrir a una autora nueva, que propone unos juegos narrativos nunca antes vistos, que se zarpa con unas páginas de 16 viñetas en las que nos invita a seguir varios desarrollos de varias situaciones a la vez en distintos sentidos de lectura, acá vas a encontrar una historieta muy, muy interesante, arriesgada en la concepción y sólida en la ejecución. Y tierna, con cierta onda poética, con la extraña habilidad de reconfortar al lector, de transmitirle la sensación de “está todo bien” . No hay muchas historietas como Aloha y que exista algo así es –sin dudas- una excelente noticia. Espero ansioso otras obras de Maco, a ver para dónde agarra.
Published on June 06, 2012 16:51
June 5, 2012
05/ 06: DEADPOOL MAX Vol.1

Hacía mucho que no comentaba nada de Marvel, no? Bueno, esto es de Marvel hasta por ahí nomás. Acá los autores tienen la libertad de no respetar un carajo el canon oficial del Universo Marvel (la Tierra 616 y demás) y la aprovechan, de una. Este Deadpool no es exactamente el Deadpool que todos conocemos y lo mismo se aplica a los otros personajes conocidos que aparecen: Domino, Cable, el Barón Zemo, Hammerhead, Taskmaster... todos tienen cambios que van de lo sutil a lo groseramente radical.
El guionista es un ídolo personal: David Lapham. Que tiene un problema: cuando escribe guiones que dibuja él mismo, es sofisticado, profundo, a veces gracioso, pero siempre inteligente, nunca grotesco ni cabeza. Cuando escribe para otros, se zarpa un poco más de la cuenta y casi todos los guiones que él no dibuja caen en la intrascendencia (me acuerdo lo que hizo en Batman... ¿o era en Detective? No importa) o en una especie de Viva la Pepa muy extrema de kilombo, depravación y sangre que no siempre va a algún lado coherente.
Las historias de Lapham para Deadpool MAX son un festival desopilante de sangre, desmembramientos, tetas y chistes soeces (y con puteadas, porque en el sello MAX vale putear). Muy, muy divertido, pero adolescente, básico, sin ninguna pretensión de nada más que un ratito de entretenimiento. Hay diálogos graciosísimos, escenas totalmente zarpadas, una incorrección política de gran impacto y gran comicidad (el episodio del Barón Zemo está lleno de chistes de negros, judíos, putos, tortas, latinos y chinos), una versión de Deadpool llevada al extremo de la esquizofrenia y un personaje nuevo, Bob, muy bien laburado, al que pobrecito, le pasan todas: se lo empoman, se mete en una cloaca y lo tapa la mierda, se da de jeta contra un cactus, se come balazos... Obviamente la comedia física y el clima de “vale todo” se enriquecen mucho con la figura de Bob, que nunca llega a eclipsar a la de Deadpool, si bien en varias tramas es más importante que el mercenario bocón e inmortal.
O sea que, mientras leés esto, la pasás bien. Hay un subplot bien pensado que de alguna manera hilvana los argumentos de cada capítulo autoconclusivo, y todos los elementos que enumeré antes se ensamblan con mucha onda. El tema es qué te queda cuando cerrás el libro. Y ahí está la contra de Deadpool MAX: así como se zarpa de violento y de jodón, se zarpa de pasatista. Y vos sabés que Lapham, cuando pone lo que hay que poner, es cualquier cosa menos pasatista. Se me dirá “Y bueno, ¿qué querés?, es Deadpool, un personaje de la B creado por Rob Liefeld como afano brutal a Deathstroke”. Pero creo yo que con el talento de Lapham y la libertad que te da laburar en un comic que –por su calificación- se le puede vender al público adulto, daba para jugarse por algo más sustancioso. Veremos si eso sucede en el segundo tomo, aunque lo veo difícil.
¿Me voy a comprar el segundo tomo de algo que no me terminó de cerrar? Y sí, maestro, porque esto lo dibuja Kyle Baker, el genio de los genios. Y cualquier cosa que dibuje Baker –no te lo tengo que explicar, me parece- merece ser comprada aunque el guión sea más inmundo que lamer las baldosas del baño de Requiem un sábado a las 7 AM. Acá el ídolo vuelve al estilo que le vimos hace un par de años en Special Forces (reseña del 19/3/ 2010, o página 84 del primer libro del blog): mucho énfasis en la figura humana, minas esculturales, rostros muy pegados al estilo de Angelo Torres y Mort Drucker (los grandes caricaturistas de MAD), poca línea negra y mucha línea marrón, muchas texturas, fondos choreados a full de fotos bastante bien retocadas y millones de efectos de photoshop, algunos demasiado estridentes para mi gusto. Y todo eso en el marco de una narrativa totalmente clásica y una puesta en página casi conservadora, con muchas páginas de 6 viñetas en la infalible Grilla Kirby (2-2-2).
La verdad, yo no lo pondría nunca a Baker a dibujar superhéroes, pero Deadpool no es un superhéroe y encima esta es una versión libre del personaje en la que –ya lo dije- vale cagarse en miles de cosas. Y como a Baker le gusta llevar la expresividad de rostros y cuerpos al límite del grotesco, las historias recontra-pasadas de rosca que le propone Lapham le vienen como anillo al dedo. Y además, no jodamos, es Kyle Baker! Baker hace que cualquier comic que le den para dibujar, sea con guiones de cualquiera y con personajes de cualquiera, al toque pase a ser un comic de Baker. Es así, el chabón no lo puede evitar. Y lo bien que hace, por otra parte...
Así que sí, vuelvo a comprar Deadpool MAX cuando me caiga el Vol.2. He leído guiones mil veces peores (y con atrocidades menos graciosas) y además no me quiero perder otras 140 páginas dibujadas por este monstruo que hace poquito anunció su decisión de no laburar más para Marvel ni para DC por cuestiones éticas. Baker-Baker-Baker! Huevo-huevo-huevo!
Published on June 05, 2012 19:29
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