Andrés Accorsi's Blog, page 225

May 15, 2012

15/ 05: HELLBLAZER: LADY CONSTANTINE

Antes de seguir avanzando con los libros de Hellblazer de Peter Milligan, clavo un rato el freno para ponerme al día con este y otro recopilatorio de miniseries accesorias, de sagas a los costados de las sagas, que en su momento pasé por alto. Esta miniserie de Lady Constantine, por ejemplo, es tan vieja que tiene cuatro episodios. Ya no hay más miniseries de cuatro episodios, incluso son infrecuentes los arcos argumentales de cuatro episodios dentro de las series regulares.
Y en una de esas me arrepiento con el correr de la reseña, pero de entrada, de arremetida, creo que lo mejor que tiene Lady Constantine es que es corta, que no hay tiempo para la franela, el chamuyo, la estirada. La escribe Andy Diggle (antes de convertirse en guionista de la serie mensual de John) y se lee como las historietas de los ´80, con ese ritmo menos descomprimido, en el que 88 páginas alcanzaban para que pasaran miles de cosas.
Acá, sin ir más lejos, vemos como Johanna Constantine obtiene su título de nobleza, su mansión y su fortuna, en medio de un conflicto místico importante, definitivo, que la lleva a vivir una aventura al límite y realizar un sacrificio de esos que tienen vuelta atrás. Además, el objeto místico y la villana en torno a los que gira la faceta más épica de la obra tienen su espacio para ser perfectamente explicados, y hay por lo menos tres personajes más (secundarios, claro) que llegan a desarrollarse y a obtener un lucimiento considerable. Esto se escribió hace apenas 9 años, pero no tiene nada que ver –siempre hablando del ritmo del relato, no?- con nada de lo que se publica hoy en día.
Toda esta inverosímil proeza de Diggle serviría para poco si la historia fuera chota, si el final fuera cualquier fruta o si la protagonista se quedara en el estereotipo (bastante repulsivo, por cierto) de la perra dispuesta a todo con tal de acumular poder y riquezas. Por suerte la trama planteada por el guionista no derrapa en ningún momento y a pesar de la moral sumamente elástica que exhibe Johanna, queda muy claro que lo que sucede sobre el final (no te lo pudo contar, sorry) la afecta y la cambia para siempre.
Y otra cosa espectacular de este guión de Diggle que hoy no se podría hacer: este es un comic re-de universo! No sólo nos cuenta eventos cruciales en la vida de un antepasado de John Constantine: también incluye sutiles referencias a la saga de Sandman, y uno de los personajes secundarios con más chapa es... Swamp Thing! Bah, en realidad no; es el Elemental del Verde de 1785, una criatura vegetal con fisonomía humanoide y poderes parecidos a los de Swamp Thing llamado Jack-in-the-Green. O sea que si sos fan de Vertigo, esto tiene un ganchito extra muy, muy atractivo.
Otro acierto de Lady Constantine es el gran trabajo del croata Goran Sudzuka en lápices y tintas. Desde que aterrizó en Vertigo allá por el 2000, Sudzuka no paró de mejorar como dibujante y encima arrancó en un nivel muy alto. Sin ocultar en lo más mínimo su devoción por los artistas rioplatenses Eduardo Barreto y Ernesto García Seijas (no hay dibujantes croatas que no tengan como fetiches sacrosantos a por lo menos un dibujante argento), Sudzuka pone su sólida formación clásica al servicio de una aventura que lo estimula a zarparse y a imaginar una plétora de criaturas bizarras, aunque sin descuidar la ambientación histórica ni las expresiones faciales. Como siempre, el grosso hace todo más que bien. La colorista Patricia Mulvihill acompaña dignamente y el que se luce es –mirá qué fumado- el letrista, el también croata Robert Solanovic, dueño y señor de varias tipografías muy personales, vibrantes y todo lo bellas que pueden ser las tipografías. No sé si rotula a mano o con computadora, pero la rompe.
Lady Constantine, entonces, se lee rápido pero se lee bien. Y encima se ve MUY bien. Se puede seguir viviendo con total felicidad sin leerla, pero tengo el deber moral de recomendársela a los fans de John Constantine, de Vertigo en general, de Andy Diggle o de Goran Sudzuka (debemos ser 14, como la hinchada de Ferro, pero bue...). Barcos piratas, criaturas del averno, runfla política, machaca mística, un lindo garche, muy buenos diálogos... Se puede pedir más, pero no mucho.
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Published on May 15, 2012 16:40

May 14, 2012

14/ 05: LIMURA

Este es el segundo libro de La Duendes que se propone rescatar del olvido a uno de los maestros del humor gráfico que disfrutamos allá por los ´70 y ´80 los que leíamos las revistas de Ediciones de la Urraca.
La gran diferencia es que, a la hora de redescubrir la obra del alucinante Jorge Limura, los editores decidieron concentrarse en sólo dos de sus series más conocidas: Fuerte Brigitte y Vida de Indios. Hay varios chistes más, a modo de ilustraciones de los textos con los que abre y cierra el libro, pero básicamente esto es un recopilatorio de Fuerte Brigitte (64 páginas) y Vida de Indios (11 páginas).
Paradójicamente, la menor diversidad no le resta atractivo al tomo. No porque Fuerte Brigitte sea la única obra de Limura que merezca ser redescubierta, sino porque se trata de una serie que gana con la reiteración, con la insistencia. Una plancha es entretenida, 64 al hilo son muy, muy graciosas. Fuerte Brigitte es un fuerte de la Legión Extranjera clavado en el medio del desierto, un páramo inhóspito rodeado de beduinos, jeques y tribus nómades. Obviamente hay un costado aventurero en esto, pero Limura lo des-enfatiza. Le interesa más jugar con el contrapunto entre las carencias del Tercer Mundo y la actitud patotera y colonialista del Primer Mundo. Y por supuesto, como la historieta se publicaba durante la dictadura militar, Limura nos muestra a los milicos del fuerte como una manga de ineptos, corruptos, ventajeros, ignorantes y cobardes. En una de esas, la epopeya de Fuerte Brigitte era esa: reirse en la cara de un enemigo bravo de verdad, en medio de una pelea demasiado real.
Acá se ve claramente un rasgo que diferenciaba a Limura de los otros humoristas, no sólo en las historietas, sino también en los chistes: los textos. A Limura, claramente, le gustaba escribir. Ya sea en una sóla viñeta o en el formato secuencial, sus personajes se mandaban largos soliloquios, absolutamente desopilantes, en los que el autor hacía gala de un manejo del lenguaje poco frecuente para los dibujantes “de monitos”. Por ahí el remate no era tan categórico como uno de Fontanarrosa, pero para llegar hasta ahí, pasabas por diálogos o monólogos tan bien escritos, que te reías un montón de veces durante la historieta.
Lamentablemente, este libro no ofrece las planchas de Fuerte Brigitte en el orden en que fueron hechas. De hecho, hay una que aparece dos veces. Esto nos impide ver con claridad la evolución gráfica de Limura, un tipo en constante movimiento, que nunca dibujaba siempre igual. A mí me gusta más el Limura tardío, el que sintetiza más el trazo y dibuja los globitos con una línea entrecortada. Por supuesto, el dibujo del maestro se luce mucho más en las páginas con menos viñetas, pero las de 6 cuadros son pocas. Son muchas más las de 8 y no faltan tampoco las de 9. Ahí el dibujo se ve más abigarrado, casi no hay espacios que no estén ocupados por los personajes o los globos (fondos, al estar todo situado en el desierto, hay muy pocos) y para mí, se disfruta menos, por lo menos en este formato.
Vida de Indios es claramente posterior a Fuerte Brigitte. Ahí Limura adopta definitivamente la grilla de 6 cuadros, en la que el dibujo levanta un vuelo espectacular, y suma el color, aunque en esta edición una sóla plancha (la de la contratapa) lo conserve. En Vida de Indios vemos incluso una historieta muda, algo rarísimo en la obra de Limura.
En síntesis, un libro muy atractivo para los que quieran conocer a un virtuoso del dibujo que planteó una forma distinta de encarar la historieta humorística, muy personal, pero para nada cerrada. No sé qué estará haciendo Limura, pero yo extraño sus personajes grotescos, sus diálogos recontra-elaborados y su línea finita y nerviosa, casi enfermiza. Y extraño a esta colección, también, que hace varios meses que no tiene tomos nuevos. Ojalá vuelva pronto, con más historietas semi-perdidas de esta calidad.
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Published on May 14, 2012 16:48

May 13, 2012

13/ 05: THE BEST AMERICAN COMICS 2011

Por tercera vez en tres años me siento a destripar estas lujosas antologías de material alternativo, que le dan sistemáticamente la espalda a lo que publican los diarios y las editoriales más grandes, para concentrarse en historietas surgidas en las editoriales “boutique” o incluso en la web. Esta vez la coordinación cayó en manos de Alison Bechdel (autora de la fundamental Fun Home) y, lógicamente, hay más autoras mujeres que de costumbre. Y menos maestros indiscutidos.
De los autores mega-consagrados, primero aparece Joe Sacco, con sus tremendas historietas testimoniales ambientadas en la Franja de Gaza. Impresionante material, sobre todo porque Sacco narra y dibuja cada vez mejor. Después, Chris Ware con una historia de Jordan W. Lint formalmente muy interesante, pero aburrida y retorcida al pedo. Por más que lo intento, no logro sintonizar la onda de este supuesto genio del Noveno Arte. En cambio lo de Jaime Hernández (una historieta ambientada en la pre-adolescencia de Maggie Chasacarrillo) me mató. Probablemente sea lo mejor del libro. Bechdel eligió también un hermoso fragmento de Rasl, del maestro Jeff Smith, el que dedica a contar la historia del excéntrico Nikola Tesla. Una maravilla el dibujo, pero la historia ya me la sabía de memoria. Y el otro capo absoluto que aparece en el libro es Paul Pope, con una historieta muy breve (apenas 4 páginas) en las que rinde un magnífico tributo a David Bowie. Historieta cortita pero perfecta, ya que –a diferencia de la de Jaime- no hay que manejar los códigos de un universo ficticio para disfrutarla.
A ver cómo le fue a los Segunda Línea. Gabrielle Belle, que se había sacado buena nota en otras ediciones de TBAC, acá dibuja para atrás un guión aburrido, que quiere ser Fun Home y no tiene con qué. Dash Shaw aparece con un fragmento de su novela Bodyworld y confirma mis sospechas de que es un vendehumo. Ya está, no le doy más chances, lo paso a la lista de los ilegibles. La de Jillian Tamaki es demasiado breve, pero el dibujo es excelente. La re-banco. Y la de Kevin Huizenga está muy bien dibujada, con unos truquitos de narrativa brillantes, pero el guión es la nada misma.
El resto, entran todos en la categoría de Autores Revelación, de chicos y chicas prácticamente desconocidos. La más grossa de este paquete es Kate Beaton, a quien vimos no hace mucho en el Vol.2 de Strange Tales, jugando con los personajes de Marvel. Acá pela una tira cómica MUY lograda. Y la otra a la que le pongo muuuuchas fichas es Angie Wang, que acá experimenta con los clichés de los comics de superhéroes en un estilo hipnótico, onda Suehiro Maruo, pero con un manejo glorioso del color. Al resto le falta un poco más de sopa, en distintas proporciones, claro. Kevin Mutch va bien encaminado en la comedia costumbrista, con buenos diálogos y demás. Ken Dahl dibuja muy bien, le falta un poco de narrativa y un guión menos hermético. Eric Orner, al revés: tiene talento para narrar y maneja muy bien la autobiografía, pero como dibujante se cae a pedazos viñeta por medio. A Robert Sergel le falta un toquecito más de personalidad en el dibujo, el resto está muy bueno. Joey Alison Sayers tiene un estilo muy personal, lástima que a mí no me copa. Su guión, sin embargo, es de los más punznates y graciosos. Sabrina Jones narra bien y toca un tema muy interesante. El dibujo es demasiado limitado, pero en un contexto under, zafa dignamente. Lo mismo se aplica a Noah Van Sciver, gran narrador, gran autobiógrafo, pero el dibujo sólo es aceptable en un fanzine, todavía no tiene nivel profesional. Muy lindo lo de Peter y Maria Hoey, me hizo acordar a los buenos dibujantes europeos de línea clara posmoderna. Brendan Leach, muy grosso. Buenos dibujos, buen guión, excelentes diálogos, una onda originalísima... me chocó un poquito el rotulado, nomás. Quiero ya su novela gráfica. Y la última página, en la que David Lasky resume en seis viñetas todos los clichés de las novelas gráficas tan de moda en la actualidad, es otra joya.
El resto, no jodamos... Aprendan a dibujar, a narrar, a escribir, a rotular, a entintar... o dejen las páginas del próximo TBAC a autores más curtidos, con más solvencia profesional. La verdad que si esta gente pone a Julia Gfrörer entre los mejores, me interesa mucho su selección de los peores.
Y más allá del inevitable debate, como siempre digo, esta antología cumple con creces el objetivo de mostrarnos a nuevos autores con los que cebarnos. Es un bajón que haya tantos fragmentos de novelas gráficas en vez de más unitarios, pero bueno, hacia ahí viró este segmento de la producción historietística yanki. Y es lógico y sano que así sea.
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Published on May 13, 2012 10:54

May 12, 2012

12/ 05: SE VIENE MONTEVIDEO COMICS

Mi temporada de viajes debió haber empezado a fines de Marzo en Lobos, en el Encuentro del Humor y la Historieta. No pudo ser: poquito antes de la fecha en que se iniciaba el evento, se canceló y se reprogramó para Octubre. Finalmente, mi primer viaje de 2012 coincide con el último de 2011: me voy a Montevideo, capital de la hermana República Oriental del Uruguay, a participar de una nueva edición de Montevideo Comics.
El año pasado estuve a milímetros de ir, pero un problema de salud me dejó abajo del Buquebús y me perdí un evento que –dicen- estuvo muy bueno. Esta vez voy en busca de la venganza, y con bastantes expectativas, porque Montevideo Comics cumple 10 años y los festejos prometen. La cita es el sábado 18 y el domingo 19 en el Cine Teatro Plaza y entre los invitados están el maestro español Alfonso Azpiri (a quien no conozco personalmente) y mis amigos Joe Kelly, Luciano Saracino, Diego Greco y Dante Ginevra. Y por supuesto, la mayoría de los historietistas uruguayos que hacen que el país vecino haya recuperado protagonismo en el panorama mundial del comic.
Lo único que me la baja un poco es que, a pesar de su nombre, Montevideo Comics no es una convención típicamente comiquera. Hay mucha historieta, pero muy mezclada con un montón de otras cosas: animación de todo el mundo, cine bizarro y pochoclero, videogames, cosplay, Magic, karaoke, juegos de rol... un montón de cosas que a mí me interesan entre poco y nada. Pero bueno, en ese contexto, veremos dónde se viene cavando la trinchera de la resistencia comiquera, sumaremos una pala más a ese esfuerzo y resistiremos. Son dos días, tampoco es tan grave.
Lo más interesante es la programación en materia de conferencias: va ahaber charlas brindadas por todos estos invitados que ya nombré, más Robert Lence, un veterano de la industria de la animación yanki que va a contar cómo es trabajar para Disney, Pixar y Hanna-Barbera. Y un chabón de Buenos Aires que hace todos los días un blog sobre comics del que se editaron dos libros y que –dicen- chamuya bastante bien. Esa charla va a tener lugar el sábado a las 16, y como siempre, tendrá menos convocatoria que Arsenal jugando de visitante en Jujuy.
También habrá presentaciones de libros (los amigos de Belerofonte tienen unas novedades que pintan bárbaro), firmas de autógrafos y un montón de proyecciones, entre las que se destacan las de las pelis de Farsa Producciones (Filmatrón y Plaga Zombie III) y el documental Hora Cero, de José Luis Cancio, dedicado a la vida y la obra de Héctor Oesterheld, en el que aparezco en un par de escenas hablando giladas. También van a aparecer en vivo (creo que presentando un documental sobre ese tema) varios luchadores famosos de catch de distintos países latinoamericanos, entre ellos la Masa, Rayo de Plata y The Ripper. Yo nunca pasé de Titanes en el Ring, pero por ahí para las nuevas generaciones estos tipos tienen tanta chapa como tenían el Ancho, Martín y el Caballero Rojo cuando yo era pendejo...
Como sucedió a fines del año pasado, el blog seguirá normalmente los días que yo esté en Uruguay. O sea que si estás allá nos vemos y si estás acá, nos leemos. A menos que te copes y quieras viajar a Montevideo a participar del evento, lo cual tampoco estaría nada mal...
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Published on May 12, 2012 16:44

May 11, 2012

11/ 05: LA INVENCION DE MOREL

En un país donde se le da tan poca bola al comic europeo, que se edite una novela gráfica de un autor francés siempre es una buena noticia. Esta esconde una pequeña trampita y es que Jean Pierre Mourey convirtió en historieta nada menos que La Invención de Morel, la mejor novela de Adolfo Bioy Casares, uno de los nombres fundamentales de la literatura argentina. Lo limado habría sido que esto NO se publicara en nuestro país.
La Invención de Morel es un relato fantástico, que involucra a una tecnología tan avanzada que no sólo no existía en 1940 (cuando se editó la novela), sino que tampoco existe aún hoy. Y como todos los elementos que aparecen ante nuestros ojos tienen una explicación fantástica, la podemos catalogar como una historia de ciencia-ficción, aunque no esté ambientada en el futuro, ni en el espacio exterior. Pero además, es una historia de amor obsesiva, al límite de la locura, narrada en un tono frío, desapasionado, lo cual contrasta con esa obsesión y a la vez la subraya. Allá por Julio de 2010 lo veíamos al pobre Dago sufrir de amor por una mujer que en realidad era un fantasma, y acá esa historia se repite (con igual final, pero con los sentimientos des-enfatizados) cuando el prófugo venezolano se enamora de la bella Faustine, quien resulta ser... una especie de sofisticado holograma corpóreo.
Jean Pierre Mourey reproduce a la perfección el tono frío, intencionalmente poco expresivo del texto de la novela de Bioy. No sé si porque entendió de qué iba la prosa del argentino, o porque realmente se siente limitado a la hora de ponerle onda y emoción a sus dibujos. No descartemos lo segundo: cuando el guión requiere un primer plano fuerte, expresivo, es cuando flaquea el trazo de Mourey, cuando está cerca de derrapar hacia el feísmo o el grotesco. Las mejores viñetas del francés son, sin dudas, las que nos muestran a los personajes de lejos, insertos en los hermosos paisajes que ofrece la misteriosa isla del Dr. Morel.
El gran hallazgo de Mourey no pasa por el dibujo, sino por la narrativa. Por un lado, encontró la forma de destilar el texto a su esencia, de que este no se haga omnipresente, no agobie al lector y –lo más infrecuente en las adaptaciones literarias- le permita al dibujo hacerse cargo del peso de relato durante varias secuencias en las que las palabras brillan por su ausencia. Además de este notable equilibrio, Mourey saca chapa al aprovechar al máximo un recurso propio de esta novela: la reiteración. El prófugo venezolano descubre (junto con el lector) que todos los otros habitantes de la isla están presos de un loop infinito, “la semana eterna”, que se sucede una y otra vez. Mourey plasma ese fenómeno del modo más obvio y a la vez más brillante: reitera una y otra vez los mismos dibujos para subrayar que –otra vez- está sucediendo lo que sucedió una semana atrás. Y lo mejor es cuando el protagonista logra insertarse en el loop y crear la falsa interacción con el resto de los “intrusos”. Ahí el historietista integra perfectamente al venezolano... en las mismas secuencias que ya habíamos visto mil veces!
La puesta en página también es fría, casi mecánica. Tres filas de viñetas, a veces divididas en tres cuadros, a veces en dos y a veces con un sólo cuadro. Ese esquema se repite página tras página, salvo en tres o cuatro de las casi 100 que tiene el comic. Dos de esas páginas son muy parecidas entre sí (seis planos de distintos rincones de la isla vistos desde la óptica del venezolano) y las dos son la página 14, una de la Primera Parte y la otra de la Segunda Parte. Obviamente esto no es casualidad, sino producto del cálculo recontra-matemático de Mourey.
La Invención de Morel es una historia tan redonda, tan perfecta, que era difícil convertirla en una mala historieta. Mourey hizo más que eso, la convirtió en una muy buena historieta. Tan buena es la adaptación, que tiene el mismo problema que la novela de Bioy Casares: el virtuosismo pecho frío, la no emoción, la no intensidad, la distancia, la pasividad, la decisión de mostarnos prodigios científicos alucinantes sin sobresaltos, sin impacto, como si fueran lo más normal del mundo. Hay que ser muy talentoso para contar una historia de amor obsesivo, mezclado con elementos fantásticos y un cierto thriller de conspiraciones, y no apelar a la emoción. Bioy lo hizo. Mourey también. Pero en la historieta, tanta frialdad hace un poquito más de ruido que en la literatura.
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Published on May 11, 2012 14:35

May 10, 2012

10/ 05: FIGHT FOR TOMORROW

Puede fallar... Escribía Brian Wood, dibujaba Denys Cowan, entintaba Kent Williams. Tres autores interesantísimos, con muchas obras grossas a sus espaldas. Daba para confiar, sin dudarlo. Y sin embargo, Fight for Tomorrow deja gusto a poco.
Si nunca leiste nada de Wood, por ahí te ceba: es una historia fuerte, intensa, dura, sobre un pibe que fue secuestrado en la infancia y obligado a cagarse a trompadas contra otros pibes en peleas clandestinas. A fuerza de piñas, patadas y padeceres varios, Cedric se convirtió en un tipo implacable, una máquina de luchar infalible e imparable. Logró escapar de sus captores, pero no encontró ni la paz ni la felicidad, porque perdió a Christie, el amor de su vida, la nena (después mujer) con la que compartió años de cautiverio y sin la cual no puede vivir. Ahora Cedric tiene la oportunidad de desarticular la red de peleas clandestinas que maneja el hijo de su captor, el que durante años lo humilló a él y abusó de su chica. Y no va a parar hasta verlo destruído.
Wood plantea la historia como una peli de Steven Seagle, garrotazo más, polvo menos. Una peli que va para adelante, que se basa demasiado en la machaca y que termina con el duelo final entre El Bueno y El Malo. Como en aquellas películas, gana El Bueno, pero a medias. Algo tiene que perder (no te cuento qué). Y ya está, no le pidas mucho más. Hay una tenue punta de denuncia social, porque se toca el tema de los chicos secuestrados para convertirlos en luchadores, pero no es lo central. Lo central es cómo Cedric revienta gente a patadas para escupirle el asado a Sivan, el villano. Por suerte, como en la historia hay un cierto clima oriental, típico de las películas de artes marciales, queda espacio para una cierta introspección, para un par de escenas más tranquis en las que Cedric reflexiona acerca de sus sentimientos, su pasado, su lugar en este mundo que lo trató tan mal.
Y hay dos personajes secundarios bastante bien trabajados: Hermana Mayor y Hermano Menor, dos chicos orientales que van a ayudar a Cedric en su búsqueda de justicia. Sivan, Christie, Amy y los otros secundarios son meros artefactos, cumplen roles muy predecibles, se limitan apenas a hacer que el guión siga avanzando para donde lo quiere llevar Wood, o a disimular un toque que la trama está estirada, que no daba ni a palos para más de 120 páginas de historieta. Para los que leímos bastante a Brian Wood, esto es –definitivamente- un punto bajo en la notable carrera de este autor.
Vos dirás “Ey, pero dibujan Cowan y Williams! Seguro que el dibujo la rema un montón”. No, amigo viñetófilo. El dibujo es lo que menos me cierra de todo el paquete. Yo siempre lo banqué a Denys Cowan, en las buenas y en las malas. El tipo, además de un gran dibujante, es cinturón negro en no sé cuántas artes marciales y –lo vimos en la gloriosa The Question de los ´80- es insuperable a la hora de dibujar peleas de kung-fu, full contact y demás disciplinas de gente que salta y pega patadas y golpes de karate. Acá eso no falla: sin dudas, las viñetas más impactantes del tomo son esas en las que Cedric rompe cosas (o gente) a patadas. Pero el laburo se ve feo, apurado, con muchas páginas a las que les faltan los fondos y con poca coordinación con el colorista, Lee Loughridge.
Lo de Williams es incluso peor. Me acuerdo cómo me hizo gozar con aquel Wolverine: Killing, miro esto y me pongo a llorar. Cowan ya había demostrado que quedaba muy bien cuando lo entintaba alguien de estilo pictórico, en alguna historieta (no me acuerdo cuál) en la que lo entintaba Bill Sienkiewicz (¿o era en las tapas de Question?). Acá, esa apuesta no garpó. Williams aporta sus manchas salvajes, su plumín desenfrenado, sus potentes efectos de salpicados y esfumados, sus texturas logradas con esponjas, un montón de yeites lindos. Y aún así, la historieta se ve fea, desprolija, como si el dibujante y el entintador trataran de sabotearse el uno al otro. La tinta de Williams desluce al lápiz de Cowan y el color los desluce a los dos. Queda para rescatar la narrativa, nomás, que está muy bien y que logra distraernos bastante del hecho de que la trama está estirada.
A nivel guión, Fight for Tomorrow es una historia normalita, sin graves errores y sin demasiada trascendencia, que seguramente agradará a los fans de la machaca grim ´n gritty sin más pretensiones. A nivel dibujo, parece más bien un experimento fallido, donde los artistas o bien se pasaron de rosca, o bien dijeron “ma´sí, me chupa todo un huevo, lo sacamos con fritas en 20 minutos y a comerla”. Essss una lucha...
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Published on May 10, 2012 14:07

10/ 05: FIGHT FOR TOMORROW

Puede fallar... Escribía Brian Wood, dibujaba Denys Cowan, entintaba Kent Williams. Tres autores interesantísimos, con muchas obras grossas a sus espaldas. Daba para confiar, sin dudarlo. Y sin embargo, Fight for Tomorrow deja gusto a poco.
Si nunca leiste nada de Wood, por ahí te ceba: es una historia fuerte, intensa, dura, sobre un pibe que fue secuestrado en la infancia y obligado a cagarse a trompadas contra otros pibes en peleas clandestinas. A fuerza de piñas, patadas y padeceres varios, Cedric se convirtió en un tipo implacable, una máquina de luchar infalible e imparable. Logró escapar de sus captores, pero no encontró ni la paz ni la felicidad, porque perdió a Christie, el amor de su vida, la nena (después mujer) con la que compartió años de cautiverio y sin la cual no puede vivir. Ahora Cedric tiene la oportunidad de desarticular la red de peleas clandestinas que maneja el hijo de su captor, el que durante años lo humilló a él y abusó de su chica. Y no va a parar hasta verlo destruído.
Wood plantea la historia como una peli de Steven Seagle, garrotazo más, polvo menos. Una peli que va para adelante, que se basa demasiado en la machaca y que termina con el duelo final entre El Bueno y El Malo. Como en aquellas películas, gana El Bueno, pero a medias. Algo tiene que perder (no te cuento qué). Y ya está, no le pidas mucho más. Hay una tenue punta de denuncia social, porque se toca el tema de los chicos secuestrados para convertirlos en luchadores, pero no es lo central. Lo central es cómo Cedric revienta gente a patadas para escupirle el asado a Sivan, el villano. Por suerte, como en la historia hay un cierto clima oriental, típico de las películas de artes marciales, queda espacio para una cierta introspección, para un par de escenas más tranquis en las que Cedric reflexiona acerca de sus sentimientos, su pasado, su lugar en este mundo que lo trató tan mal.
Y hay dos personajes secundarios bastante bien trabajados: Hermana Mayor y Hermano Menor, dos chicos orientales que van a ayudar a Cedric en su búsqueda de justicia. Sivan, Christie, Amy y los otros secundarios son meros artefactos, cumplen roles muy predecibles, se limitan apenas a hacer que el guión siga avanzando para donde lo quiere llevar Wood, o a disimular un toque que la trama está estirada, que no daba ni a palos para más de 120 páginas de historieta. Para los que leímos bastante a Brian Wood, esto es –definitivamente- un punto bajo en la notable carrera de este autor.
Vos dirás “Ey, pero dibujan Cowan y Williams! Seguro que el dibujo la rema un montón”. No, amigo viñetófilo. El dibujo es lo que menos me cierra de todo el paquete. Yo siempre lo banqué a Denys Cowan, en las buenas y en las malas. El tipo, además de un gran dibujante, es cinturón negro en no sé cuántas artes marciales y –lo vimos en la gloriosa The Question de los ´80- es insuperable a la hora de dibujar peleas de kung-fu, full contact y demás disciplinas de gente que salta y pega patadas y golpes de karate. Acá eso no falla: sin dudas, las viñetas más impactantes del tomo son esas en las que Cedric rompe cosas (o gente) a patadas. Pero el laburo se ve feo, apurado, con muchas páginas a las que les faltan los fondos y con poca coordinación con el colorista, Lee Loughridge.
Lo de Williams es incluso peor. Me acuerdo cómo me hizo gozar con aquel Wolverine: Killing, miro esto y me pongo a llorar. Cowan ya había demostrado que quedaba muy bien cuando lo entintaba alguien de estilo pictórico, en alguna historieta (no me acuerdo cuál) en la que lo entintaba Bill Sienkiewicz (¿o era en las tapas de Question?). Acá, esa apuesta no garpó. Williams aporta sus manchas salvajes, su plumín desenfrenado, sus potentes efectos de salpicados y esfumados, sus texturas logradas con esponjas, un montón de yeites lindos. Y aún así, la historieta se ve fea, desprolija, como si el dibujante y el entintador trataran de sabotearse el uno al otro. La tinta de Williams desluce al lápiz de Cowan y el color los desluce a los dos. Queda para rescatar la narrativa, nomás, que está muy bien y que logra distraernos bastante del hecho de que la trama está estirada.
A nivel guión, Fight for Tomorrow es una historia normalita, sin graves errores y sin demasiada trascendencia, que seguramente agradará a los fans de la machaca grim ´n gritty sin más pretensiones. A nivel dibujo, parece más bien un experimento fallido, donde los artistas o bien se pasaron de rosca, o bien dijeron “ma´sí, me chupa todo un huevo, lo sacamos con fritas en 20 minutos y a comerla”. Essss una lucha...
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Published on May 10, 2012 14:07

May 9, 2012

09/ 05: HUMORIS CAUSA

Y se nos fue Caloi... Triste, porque todavía era muy joven. Pero por otro lado, hacía muchos años que venía muy complicado en su lucha contra el cáncer y sus chances de mejorar eran muy, muy pocas.
Caloi (o Carlos Loiseau, si le miramos el DNI para enterarnos, de paso, que nació en Salta en 1948) fue uno de los grandes referentes de la historieta humorística que tuvo este país desde la década del ´70. Su principal creación, Clemente, forma parte de la cultura popular argentina y ascendió a un grado de reconocimiento y a un status icónico reservados a apenas un puñado de personajes. Esta chapa inmensa es fruto de una suma de carisma, largas décadas en la contratapa del diario más vendido del habla hispana y una exitosa incursión en el mundo de la televisión. Hasta acá, nada nuevo. Todas obviedades que cualquier salame sabe de memoria.
Más obviedades: Durante hace muchos, muchísimos años, la revista dominical de Clarín (que no siempre se llamó Viva) ofreció a sus lectores una página semanal en la que Caloi publicaba uno o más chistes, a veces de un sólo cuadro y a veces con secuencias narrativas propias de la historieta. Alguna vez esa página se llamó Caloidoscopio y se publicó en blanco y negro. Pero durante muchos años, la página llevó el nombre de su autor y se publicó a todo color. El trabajo a color le abrió a Caloi un nuevo abanico de posibilidades que -sabiamente aprovechadas- convirtieron a esa página de la revista Viva en una verdadera galería de arte. Casi 100 de esas maravillosas páginas se convirtieron en este libro fundamental, aparecido en 2007.
Frente a la inmediatez, el minimalismo y el “sale con fritas” que uno asocia con las tiras diarias (y Clemente no era en absoluto la excepción), Caloi plantaba cada página de Viva como un verdadero tratado de Estética. Realizadas íntegramente a mano, las planchas nos paseaban por maravillosos juegos de color y por inagotables estilos pictóricos: había impresionismo, clasicismo, hay Francis Bacon, Duchamp, Picasso, Miguel Angel y, sí, claro, había Oski, y Copi y Saúl Steimberg, porque este Caloi era el Caloi de siempre, aunque acá dibujara como nunca.
El humor siempre está y, si bien el énfasis no parece estar puesto en el chiste en sí (y digo “chiste” en un sentido laxo; se sabe que los buenos humoristas gráficos muchas veces plasman, más que chistes, osadas invitaciones a la reflexión que hasta pueden dejarnos un sabor amargo), sino en la forma de mostrarlo. Por eso vuelvo una y otra vez al impacto visual que producen estos trabajos, a la belleza, la complejidad, o incluso la simplicidad, a la amplia gama de sensaciones que transmite cada página.
Por supuesto, en las planchas que así lo requieren, hay un cuidado impecable de la secuencia narrativa, siempre ajustada al efecto cómico o la sorpresa que nos espera al final del gag. Y depurada al extremo, para prescindir casi por completo de los diálogos y demás textos, lo cual es sumamente arriesgado cuando muchas de las secuencias recurren al absurdo, o rozan el surrealismo, o incluso la metafísica. Pero Caloi sale airoso página tras página.
Y otra diferencia fundamental con las tiras de Clemente. En lugar de anclarse a la realidad y a los temas que esta nos impone (los presidentes, los ministros, los piqueteros, los árbitros del clásico del domingo, etc.), las 90 planchas recuperadas para Humoris Causa nos mostraban a Caloi preocupado por cinco o seis temas universales que se repiten y que poco tienen de triviales o de efímeros: las artes (y sobre todo, el proceso de creación), Dios (y de nuevo, la creación del Universo, el hombre, etc.), la tensión entre naturaleza y progreso, la vida urbana y el psicoanálisis (para muchos, nefasta consecuencia de esta última). O no. Tal vez esas no fueran las verdaderas preocupaciones del autor, sino las excusas que encontró para dibujar y pintar lo que él tenía ganas.
Hagámosla corta. Humoris Causa nos muestra al otro Caloi, al artista en la plenitud de su oficio, en un vuelo plástico majestuoso, en una constante búsqueda, una constante exploración de los límites del humor gráfico, con ironía pero también con poesía y sobre todo, con maestría. La edición de Sudamericana es tan bella y lujosa como el contenido del libro y su compra es poco menos que indispensable. Tan indispensable como recordar y agradecerle por siempre a este genio que tanto hizo por la historieta, el humor gráfico y la animación.
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Published on May 09, 2012 18:05

May 8, 2012

08/ 05: ASTRO CITY: THE DARK AGE Vol.2

Bah, podríamos denominarlo también “Astro City Vol.7”, a secas. Para el que viene siguiendo la serie en libro, este es el séptimo tomo de la serie creada allá por 1995 por Kurt Busiek y Brent Anderson. Además, es la conclusión de The Dark Age, el arco argumental más extenso y más ambicioso de toda la serie, pre-publicado primero como cuatro miniseries de cuatro episodios (un verdadero disparate: hay cientos de series regulares que no llegan a los 16 números y este arco de Astro City tuvo cuatro números uno).
Ed Brubaker, en su prólogo, coincide conmigo. No literalmente, claro. No dice “tiene razón Andrés cuando dice que...”. Pero se hace cargo de algo que yo señalaba hace un tiempo, que es la inmensa influencia de Astro City sobre Gotham Central. Según el propio Brubaker, esta fue la cátedra definitiva, en la que aprendió a contar historias de gente normal ambientadas en un mundo poblado de superfreaks.
Y ya que estamos, yo coincido con Brubaker. El guionista dice que la primera mitad de The Dark Age era, para su gusto, lo mejor que había aparecido con el logo de Astro City desde que se lanzó la serie. Para mí también, sin dudas. Aquellos ocho episodios fueron realmente insuperables, repletos de emociones, misterios, dilemas morales jodidos, acción, runflas malignas y la habitual dosis de guiños geeks que tanto levantan el puntaje de Astro City.
Estos ocho episodios, sin embargo, no mantienen el altísimo nivel de los primeros ocho. El problema es uno sólo: se nota demasiado cómo Busiek fuerza el ensamblaje, la interrelación entre dos tramas muy distintas: una, la principal, la más atractiva, es la de los hermanos Charles y Royal Williams, y su lucha por vengar la muerte de sus padres. Esta es una historia fuerte, planteada con mucha inteligencia y desarrollada con mucha intensidad desde la primera página de The Dark Age. Charles y Royal son los personajes más humanos, más tridimensionales y mejor trabajados de la historia de Astro City, cosa que queda clarísimo con leer apenas las seis páginas del epílogo. Sin embargo, la resolución de su extenso peregrinar para capturar al asesino de sus padres no resulta satisfactoria. ¿Por qué?
Porque sucede justo al final, un final bastante precipitado, en el que colapsa por su propio peso otra trama, desarrollada por Busiek al principio con mucha elegancia y al final con cierta torpeza: Los héroes de Astro City deben enfrentar la Era Oscura, los años heavies, en los que los buenos ya no son tan buenos. La idea es MUY buena y Busiek la usa para bajar línea a ocho manos acerca del período 1980-1985, en el que los comics de superhéroes salen en busca de la madurez y encuentran no mucho más que violencia, sangre, muerte y códigos rotos. Hay una sóla mala idea en todo esto: corporizar a la oscuridad, darle entidad, convertirla en algo (casi alguien) a quien vencer. Busiek lo hace y, sobre el final, fuerza la colisión entre esta entidad oscura y el villano pulenta de la otra trama, el asesino al que buscan los Williams. Y ahí es donde lo que debería cerrar con una ovación cierra con un “y bue...”.
Otro día discutimos sobre por qué Busiek pone a 1986 como punto final de la Dark Age. Para los comics de superhéroes que leímos nosotros, el período 1980-1985 fue más tierno y blandito que un osito cariñoso, comparado con lo que vimos después. De todos modos, en este arco traza un montón de paralelismos alucinantes con las historias de los ´70 y ´80 que todos conocemos. Sobre todo con las de Marvel, porque acá Busiek reformula miles de las ideas que tenía para la secuela de Marvels que nunca le dejaron escribir.
Brent Anderson, por su parte, demuestra una vez más que ser clásico garpa siempre. El tipo no se sube a ninguna moda, le sigue fiel a Neal Adams y Gene Colan y en ese terreno se mueve con una destreza envidiable. Se mata en los fondos, en los climas, en los primeros planos y si alguna vez pifia es en las secuencias en las que tiene que mostrar desde lejos a 145 coñemus enmascarados envueltos en una hiper-machaca contra algo muy power. Cuando la historia baja a la calle, Anderson juega de local y gana por goleada.
Me encanta Busiek cuando se embarca en esas epopeyas superheroicas a todo o nada, me encanta Busiek cuando cuenta historias de gente común y mete a los superhéroes en el decorado y lo considero uno de los tipos más capacitados para contar, reversionar o hasta discutir la historia del género. Esta vez, la mezcla no salió del todo bien. O por lo menos el último tramo no estuvo a la altura de las glorias acumuladas hasta ahora por Astro City, que son muchas. Igual volveremos.
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Published on May 08, 2012 15:55

May 7, 2012

07/ 05: EL CONDENADO

Allá por Diciembre de 2010 publiqué una reseña de Cayenne, una obra de Guillermo Saccomanno y Cacho Mandrafina publicada en Francia. Recomiendo releerla antes de seguir adelante (está en la página 175 del segundo libro del blog) porque Cayenne y El Condenado son la misma historieta con distinto nombre. De hecho, el primero de los episodios incluídos en esta edición argentina (esa que pedíamos a gritos en 2010) es el mismo que el que abre la edición francesa. El resto de los episodios, por suerte, son todos distintos y no coinciden tampoco con los que publicó Fierro allá por 2007-2008.
¿Ya está? Bueno, empiezo con una fe de erratas. En la reseña de Cayenne yo decía que el bar Sweet Sodome estaba en alguna ciudad portuaria no identificada de EEUU. Y no, nada que ver. En las historias de este tomo queda muy claro que el bar está en Melbourne, Australia, un toquecito lejos de EEUU.
El libro argentino abre con ese primer episodio (fundamental para entender que este Marcel Clouzot es el mismo tipo que se escapó de la penitenciaría de Cayena en la serie que salía en Skorpio en los ´70 y ´80) y cierra con una saguita de dos, que narran una maravillosa historia ambientada en la época en que Clouzot vagaba por los mares del sur. Las casi 100 páginas del medio componen una saga extensa, la saga de Carol, en la que Clouzot se establece como chofer, valet, guardaespaldas y confidente de una prostituta fina, que atiende a clientes de la alta sociedad australiana. No es exactamente una novela gráfica (como reza un texto en la portada del libro), porque Saccomanno no oculta en lo más mínimo el formato episódico de la historieta. De hecho, cada ocho páginas y con puntualidad suiza, la trama cierra y el relato nos devuelve al presente, a la época en la que Clouzot rememora estas vivencias sucedidas en su pasado. La gran mayoría de los segmentos de ocho páginas cierran tan bien, tan lindo, que serían –además- grandes historias unitarias.
Pero el formato serial le permite a Saccomanno desarrollar a los personajes, meterse a fondo en la vida de Carol, su hijo Jimmy y este tipo aparentemente sin emociones, este pecho frío al que por dentro le pasa de todo, pero no expresa nada. Los temas centrales son la corrupción, la facilidad con la que la gente juzga al prójimo, la tensa relación entre patrona y empleado y la improbable búsqueda de la redención por parte de un veterano de mil combates que ya está de vuelta de todo. Hay algún momento tierno, algún coqueteo erótico (lógico en una historia co-protagonizada por una meretriz) y cero chistes. De verdad, ninguno. Esto es amargo como la hinchada de Independiente, no hay margen ni para la más mínima sonrisa.
Dentro de este contexto áspero, heavy, mi secuencia favorita son esos dos episodios co-protagonizados por Philip, el cajero del banco que cree que se va a morir. A esa historia, le metés tres chistes y es un capítulo perfecto de The Spirit. Lo más flojo, el de la pelea de Clouzot con los otros choferes, que aporta muy poco. El final es un toquecito anticlimático, porque Marcel venía anunciando su movida hacía unas cuantas páginas, pero está muy, muy bien narrado. El Condenado peca un poquito de algún vicio literario (citas a escritores, extensos bloques de texto), pero está bien: Saccomanno es sinónimo de buena literatura argentina y de un impecable manejo del género negro.
¿Y qué se puede decir de Mandrafina que no se haya dicho ya? Acá se puede disfrutar del maestro en un excelente nivel, con toda su fuerza, toda su expresividad. Sus autos, paisajes y mansiones son increíbles, la puesta en página es absolutamente clásica, la acción está casi des-enfatizada, mientras que las emociones de los personajes están a flor de piel, sumamente amplificadas por el dibujo de Cacho. Es alucinante todo lo que las caras de Carol y Marcel nos dicen acerca de lo que les pasa. Cosas que el texto no siempre dice, pero que el dibujo prácticamente nos las grita en la cara. Otra cátedra de este artista fundamental, protagonista absoluto de los últimos 35 años de nuestra historieta.
Manchada por la literatura, por el género negro y por el formato serial que la obliga a “volver del flashback” cada ocho páginas, la historia del Condenado está llena de humanidad, de pasión, de climas jodidos, de giros impredecibles y de bajadas de línea para el lado correcto. Creadas hace poco más de 10 años para una editorial italiana, siempre es un placer leer esto en nuestro idioma y editado en nuestro país, más allá de que en la comparación con el papel y la impresión del libro francés, este salga perdiendo por goleada.
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Published on May 07, 2012 16:59

Andrés Accorsi's Blog

Andrés Accorsi
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