Andrés Accorsi's Blog, page 150

July 14, 2014

14/ 07: G.I. COMBAT Vol.1

Este fue un título raro del New 52, que compró muy poca gente y duró apenas ocho números. Yo entré un poco para ver qué onda, cómo intentaba DC reformular un puñado de viejos conceptos que habían surgido en sus clásicas revistas de guerra, y un poco por la presencia de algunos autores de los que rara vez me defraudan. Básicamente, el TPB reúne tres historietas muy distintas entre sí, cada una de entre 60 y 70 páginas, a veces con los cambios de capítulo muy marcados (con cliffhangers jodidos) y a veces no. Veamos con qué me encontré.
La primera es un revival de The War that Time Forgot, y no tengo idea qué tanto del concepto original se conserva, porque jamás me animé a leer esa serie, ni siquiera cuando Bruce Jones la reformuló allá por el 2008 o 2009. En esta versión, el guionista J.T. Krul se juega mucho al impacto, a los cheap thrills, y no se preocupa demasiado por explicar nada. Hay un intento tibio por darle profundidad a los dos protagonistas, pero en tan pocas páginas, y condicionado por la preponderancia de la aventura, es casi imposible. La faz gráfica está a cargo del maestro argento Ariel Olivetti, que se esfuerza por darle onda y plasticidad a los personajes. La narrativa está bastante cuidada y los fondos son fotos apenas retocadas. Lo más lindo son las criaturas prehistóricas, algo que creo que Olivetti nunca había dibujado y que le salen demasiado bien.
En la segunda saga, Jimmy Palmiotti y Justin Grey, la dupla insumergible de Jonah Hex, se larga a ofrecernos una nueva versión del Unknown Soldier, que no tiene nada que ver con la que nos mostró Joshua Dysart en la serie de Vertigo. El guión tiene buenas intenciones, mucho ritmo y una trama bien pensada, aunque se desinfla un poco cuando el Soldier zafa de peligros demasiado extremos, en escenas que hacen añicos el verosímil. En el dibujo tenemos a un sorprendente Dan Panosian, muy suelto, muy expresivo, con un entintado zarpado, mucho laburo en los fondos y un gran manejo de las tramas mecánicas. Cerca del final lo reemplaza Staz Johnson, que tiene mucha menos onda y muchas menos ganas de dibujar fondos que Panosian.
Finalmente, el mejor de los tres revivals terminó por ser el de The Haunted Tank (me clavé un Showcase con bocha de episodios clásicos allá por el 16/03/11), a cargo de Peter Tomasi. Por ahí la historia no es genial, pero se apoya en el hallazgo de no tomarse a sí misma demasiado en serio y en hacer énfasis en el hecho bizarro de que se trata de un tanque embrujado. En el contrapunto con la racionalidad de algunos personajes, Tomasi logra buenos diálogos y un clima de “abrí grandes los ojos porque acá puede pasar cualquier cosa”. Y cuando pactás, cuando esa consigna te cierra, te divertís con las limaduras que manda el guionista. Lógicamente, este es el segmento mejor dibujado, porque me encuentro una vez más con el incansable maestro Howard Chaykin. Es cierto: acá Chaykin se apoya muchísimo en el colorista Jesus Aburtov (excelente, por donde se lo mire) y en un descomunal trabajo de toqueteo de la referencia fotográfica para integrarla a su grafismo y zafar de dibujar… prácticamente todo. Estos son personajes muy de Chaykin, habitando un mundo que de Chaykin tiene poco, que se parece mucho más al mundo real que a una historieta del maestro. De todos modos, hay un gran laburo para que la amalgama visual funcione. Y como siempre, grandes hallazgos en la planificación de las páginas, como esa secuencia en la que el talibán escapa del tanque disparando hacia atrás.
No estamos ni por casualidad frente a un libro imprescindible, pero el balance general es bastante aceptable. Si te gustan los personajes bélicos de DC, no creo que te aburras. Y si sos fan de Gray y Palmiotti, o de Peter Tomasi, o si venerás incondicionalmente a Ariel Olivetti o a Howard Chaykin, acá los vas a ver en un buen nivel, cagándose a tiros contra un género inusual, poco transitado por el mainstream actual, y a la vez bastante idóneo para intentar cosas que en los comics de superhéroes no se pueden hacer. “Make War No More”, como decían las viejas historietas de guerra del maestro Joe Kubert.
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Published on July 14, 2014 07:43

July 13, 2014

13/ 07: ALIENIGENA

Hoy es como que todo importa poco, porque tenemos los cinco sentidos puestos en lo que está por suceder en el Maracaná. Pero bueno, esto es así.
Hoy tenemos otra historieta originada en las páginas de la revista Comic.ar, luego reunida en un librito breve, con sólo 45 páginas de historieta. Se trata de Alienígena, una obra de Alejo Valdearena y Diego Greco, a quienes ya vimos colaborar en otra historieta de tono humorístico allá por el 19/05/13. Alienígena no se centra tanto en los gags como Tiburcio, sino que busca afianzarse en un tono de comedia, que le permita matizar un cierto trasfondo de “aventura”, o por lo menos de un conflicto un poquito más espeso. Por momentos, Alienígena tiene una onda sitcom, no para el lado de 4 Segundos, pero tampoco a años luz.
Básicamente, Alejo y Greco nos contarán la historia de Zaz, un chico hijo de alienígenas que vive en nuestro planeta y que tiene que sumarse a un nuevo colegio secundario, justo cuando su cuerpo sufre una transformación bizarra, típica entre los zongorianos, pero inquietante para los terrícolas. Vimos cosas parecidas en muchas películas yankis, así que la verdad es que las sorpresas no son tantas. Hay un buen desarrollo del protagonista, una especie de aventura divertida, varios chistes ingeniosos (marca de fábrica de Valdearena) y no sé si mucho más. Le falta por ahí definirse un toque, ser un poco más picaresca, ir más al filo de la grosería, o agarrar para el otro lado y ser más comedia de Disney, más limpito, más familiero. En ese tono intermedio es donde Alienígena adolece de una cierta inconsistencia.
El mejor dibujo de Greco es el de la portada, que es donde utiliza un trazo más similar al que vimos en Tiburcio. Adentro, en las tiras, Greco se vuelca por una línea más finita, no tan caricaturesca, que juega mucho para el lucimiento del color, pero a la que le falta peso gráfico. Ojo, se ve todo MUY lindo, pero me quedo con lo visto en Tiburcio, con ese trazo más grueso, más fuerte, más Cartoon Network, si se quiere. Por supuesto lo que más llama la atención y lo que más se disfruta es la expresividad que Greco le pone a los personajes, esa onda, esa gracia que sorprende sobre todo cuando uno ve los trabajos de Greco en su otro estilo, ese más realista, más académico, más oscuro, más pensado para la machaca heroica. Y también hay que destacar la narrativa, que está muy cuidada, y la elcción de los planos, sobre todo cuando Greco se las tiene que ingeniar para no mostrarnos nunca qué corno es “el pimpollo” que le sale a Zaz en la cabeza.
Si sos fan de Alejo Valdearena, o de Diego Greco, seguro que este librito te va a gustar. Si leíste esta tira en la Comic.ar y te gustó, obviamente no dejes de comprarte el librito. Si estás buscando la nueva joya de la historieta argentina, la verdad que no, que acá no la vas a encontrar. Pero para pasar un lindo rato, e incluso para quedar como un duque con algún pibe de 10 a 13 años, está buenísimo.
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Published on July 13, 2014 11:00

July 12, 2014

12/ 07: BAKUMAN Vol.5

Esta serie ya logró, con sólo cinco tomos, algo que parecía imposible. Me olvidé de Death Note, me chupa un huevo Death Note y me limpio el orto con Kira, L, Light y sus histeriqueos ajedrecísticos. Bakuman es la vida, es la onda, es el humor, es un container de data impresionante sobre el backstage del mundo del manga, que Tsugumi Ohba y Takeshi Obata nos vuelcan encima en una fiesta alucinante de emoción y diversión.
Vuelvo sobre algo que ya dije: lo único que no me cierra, lo que le suma conflictos pero le resta demasiada verosimilitud a la obra, es el hecho de que Takagi y Mashiro tengan 16 años y estén en plena cursada de la secundaria. Entiendo por qué los autores toman esa decisión, pero no la puedo compartir. Esto mismo, con chicos de 20 años, tendría más sentido, o se vería menos forzado. A pesar del lastre que significa contarnos (casi) en paralelo el avance de estos dos chicos por la carrera de mangakas profesionales y los estudios secundarios, Bakuman va para adelante como una locomotora y no se detiene en giladas innecesarias. Todo el tiempo pasan cosas, la evolución en estos cinco tomos es muy, muy palpable y todo permite suponer que el techo de estos dos chicos (y de esta serie) todavía está muy lejos.
La maravillosa experiencia de lectura que ofrece Bakuman está sostenida sobre dos pilares. Por un lado, el trabajo brillante en la caracterización de una docena de personajes relevantes. Y por el otro (y por sobre todo) lo que mencionaba antes acerca de la masa de información que brinda esta serie sobre cómo se hace manga en una antología semanal de primera línea como el Shonen Jump. Acá está todo. La cocina, la rosca, la estrategia, la burocracia, la competencia, la camaradería, la explicación para los volantazos medio extraños que a veces pegan los mangas. Para la segunda mitad de este tomo, el conflicto central deja de ser “los chicos quieren ser mangakas profesionales” y pasa a ser “los chicos tratan de bancar una serie atípica sin tener que recurrir a la machaca absurda para zafar de la cancelación”. Lo cual grafica muy bien esa tensión que debe existir en el seno de estas taquilleras antologías entre el material más mainstream, más pochoclero, y las series o los autores que encaran otras búsquedas, otros géneros, o incluso otras estéticas.
El camino del mangaka hacia la cima es largo y duro, lleno de vericuetos inesperados, y ni siquiera hay grandes chances de ganar buena guita hasta que lleguen los tomos recopilatorios o (en el mejor de los casos) el animé. Mientras tanto, hay que remarla, y en eso están Takagi y Mashiro, pero también otros jóvenes autores a los que ya habíamos conocido en los tomos anteriores y que ahora se acercan también al sueño de la serie propia. Todo esto, contado con mucho humor, con grandes diálogos, con un desparpajo muy bienvenido y con la picardía, la viveza, el timing que hace falta para crear suspenso y dramatismo a partir de situaciones tan mundanas como una reunión con el coordinador, o un viaje en remis a una fiesta organizada por la editorial. Y acá queda claro para qué sirve esa decisión tan extrema de tener por protagonistas a pibes en la Edad del Pavo: todas estas situaciones para ellos son nuevas, son inmensas, son un viaje iniciático increíble, que no deja margen para el cinismo ni para la especulación. Todo es genial, todo es maravilloso, todo late más fuerte que nunca y todo se disfruta o se sufre a todo o nada, sin filtro. Por eso Bakuman resulta un manga tan fresco, tan lleno de vida y de onda.
Y por supuesto, no se puede cerrar la reseña sin la habitual ovación para el maestro Obata, que se luce en el lenguaje facial y corporal de los personajes y se banca como un duque páginas y viñetas muy cargadas de texto, sin que se hagan aburridas ni atenten contra el ritmo ágil y atrapante de la serie. Al editarse en tomos chiquitos, a veces los diálogos se imprimen en una tipografía microscópica, que nos hace evaluar a los más veteranos la posibilidad de ir al oculista y pedirle que nos recete lentes de aumento. Pero la verdad, los diálogos son tan divertidos (y ahí hay mérito de la traductora Nathalia Ferreyra) que vale la pena dejar las retinas en cada viñeta.
Voy por el Vol.5, hace poquito salió el Vol.6 y espero que esto siga así hasta el Vol.20. Nunca me había embarcado en un manga de 20 tomos, pero a raíz de la chapa de Death Note, decidí darle la oportunidad a Bakuman y hasta ahora garpó con creces. Si amás al manga, subite ya a esta joya con la que (de vez en cuando) Ivrea jerarquiza las bateas de nuestras comiquerías.
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Published on July 12, 2014 10:54

July 11, 2014

11/ 07: RASHOMON

Al glorioso valenciano Víctor Santos se le ocurrió una idea brillante: tomar relatos de crímenes surgidos en el Japón feudal y recontarlos en clave de policial noir, con mucho clima de novela detectivesca de los años ´40. En los cuentos de Ryonosuke Akutagawa, este autor fetiche del blog encontró espacio para meter un personaje más, de su propia creación: el comisario Heigo Kobayashi, quien llevará adelante la investigación en cada uno de los casos. Bah, en este caso, que hasta ahora es el único que existe. Ojalá en el futuro este sea recordado como el Vol.1 de Los Casos del Comisario Kobayashi.
A lo largo de las 80 páginas de Rashomon, Santos desarrolla un misterio centrado en la muerte de un hombre cuyo cadáver aparece en un bosque. ¿Asesinato, suicidio, accidente? ¿Qué pasó ahí? Los testimonios son contradictorios y el comisario Kobayashi va a tener que agotar sus recursos para resolver el caso. Como en todo policial noir, habrá mentiras, conspiraciones, femme fatales y un plus, un más allá al que se arriesga Santos, que es un elemento fantástico, que felizmente no desentona en lo más mínimo con el clima que propone la historia.
No quiero ahondar mucho en la trama, porque al ser un misterio, cualquier dato que brinde la reseña puede funcionar como spoiler y cagarte la sorprendente resolución. Me va a quedar un texto corto, pero bueno, ya es hora de centrarme en lo más zarpado, lo más alucinante que tiene Rashomon, que es el dibujo. Por fin llegó, y ojalá persista durante décadas, un upgrade tremendo para la estética que hace más de 20 años Frank Miller desarrolló para Sin City e incluso para la que Mike Mignola peló en sus trabajos más personales. Víctor Santos combina su impronta personal con la de estos dos monstruos norteamericanos (casualmente uno que estudió mucho la historieta argentina y uno que entiende como pocos a los maestros europeos) y el resultado es un estilo nuevo, más visceral, más impactante, de una fuerza plástica devastadora. Santos la rompe en el claroscuro, en los detalles logrados con un trazo muy finito, en las manchas negras que por momentos inundan la página, en las expresiones de los rostros y además logra efectos de iluminación asombrosos, no heredados de nadie sino producto de su investigación, de los riesgos que asume.
Y hablando de riesgos, de las cosas que hace Santos en este libro y yo jamás había visto a nadie hacer en mi vida, son esas dos doble splash-pages compuestas por distintas imágenes en las que el caballero muerto recuerda el garche entre el bandido y la dama. Son cuatro páginas perfectas, calientes, con la hiper-expresividad al palo, que deberían usarse en las escuelas de historieta para ejemplificar cómo se planifica el espacio, cómo se trabaja la imagen en el contexto del equilibrio extremo entre blancos y negros. Todo el tema de la espacialidad está muy pensado por Santos, quien evidentemente estudió también el dibujo y el grabado japonés de este período histórico, y encontró esa forma (que ya habíamos visto en Sergio Toppi, por ejemplo) de dejar mucho blanco en algunas páginas y mucho negro en otras y que esto cumpla una función narrativa, que sirva para sustentar o resaltar algo de lo que el guión nos está proponiendo.
Después de detonarnos las retinas con varios hard boiled clásicos y de haber probado sobradamente su solvencia en la fantasía épica cuando se metió con la mitología nórdica, ahora Santos se interna en territorio japonés, a recrear la magia de los relatos de samurais, sin repetir y sin soplar las fórmulas de Hiroshi Hirata, Goseki Kojima y familia. Evidentemente no hay límites para este virtuoso de la narrativa gráfica, al que le sobran los argumentos para seguir cosechando fans en todos los países donde publica. Y en esa tónica… no estaría mal que se empezaran a publicar en Argentina los trabajos de Víctor Santos, no?
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Published on July 11, 2014 15:19

July 10, 2014

10/ 07: CAPTAIN AMERICA: PRISONER OF WAR

Este es un momento muy loco y muy raro para leer Captain America, porque justo coincide con el momento en que NO HAY un Captain America. Steve Rogers es el Super Soldier, capo máximo de SHIELD y del resto de las fuerzas de seguridad de los EEUU, y Bucky está preso en Siberia, condenado por los malditos rusos para los que trabajó involuntariamente durante décadas. Este tomo, además, podría considerarse “el final” de la primera y extensa etapa de Ed Brubaker al frente de esta serie.
Arrancamos con una historia tomada de aquel zarpado número 616, el del festejo de los 70 años del Capi. Tiene sólo 16 páginas (muy bien dibujadas por Ed McGuiness) y es la típica historia de “recapitulación”, la que pasa en limpio lo más importante en la larga historia del personaje, pensada sobre todo para los que se enganchan con él por primera vez. Por supuesto condimentada con el dilema de Rogers, que se debate entre volver o no volver a la máscara y el escudo. Ya vuelvo con lo que va a ser la saga central de este tomo, pero primero quiero repasar el resto de las historias cortas de esa antología-aniversario.
El maestro Howard Chaykin escribe y dibuja una de 14 páginas que tiene un solo giro interesante. El resto es bastante predecible, se ajusta bastante a la fórmula clásica, y si la aplaudimos es por algunos diálogos y por el trabajo de Chaykin al frente de la faz gráfica, que es espectacular, con un excelente laburo para convertir la referencia fotográfica en fondos sin que parezca choreo, y con los maravillosos colores de Edgar Delgado. La de Cullen Bunn y Jason Latour no me dijo demasiado y, de nuevo, se puede rescatar por el dibujo, que está muy bien. El ídolo británico Paul Grist forma equipo con un tal Mike Benson, para una historia ambientada en la Segunda Guerra, bastante sosa a pesar de las apariciones de los Invaders y el Baron Blood. El dibujo de Grist no baja nunca de los 10 puntos, pero contrasta bastante con el clima que el guionista le quiere dar al relato. Por ahí quedaba mejor dibujado en otro estilo. En apenas 12 páginas, me sorprendió muy gratamente Frank Tieri, con un guión sencillamente brillante. El dibujo de Paul Azaceta acompaña sin desentonar, pero no tiene ni en pedo la genialidad del guión. Y cierro con otra ambientada en la guerra, un team-up con Union Jack bastante anodino, con machaca contra los nazis y no mucho más. El dibujante, Pepe Larraz (¿será pariente de José Ramón Larraz?), es un clon uy digno de Carlos Pacheco, al que le puede ir bien.
Y ahora sí, vamos al núcleo el asunto, a un arco titulado Gulag, que ocupa la mayor parte de este libro. Son unas 110 páginas en las que Brubaker se centra en la ordalía de Bucky, preso en una cárcel tremenda en plena Siberia, y en los esfuerzos de sus amigos por ayudarlo a liberarse sin crear un incidente internacional. Steve, como miembro del gobierno de los EEUU, tiene las manos atadas y está forzado a cumplir un rol menor, que de hecho debiera ocupar menos páginas de las que ocupa. Y la que finalmente investigará, juntará armas y coraje y diseñará el plan para sacar a Bucky del infierno, será Black Widow, acá con infinita chapa. Mientras llegan en su auxilio, Bucky cobrará y repartirá de lo lindo, en secuencias terriblemente violentas, al punto de que resulte completamente inverosímil que el otrora sidekick del Capi llegue vivo al final de la historia. Gulag es una saga sórdida, mugrienta, sanguinaria, enchastrada por roscas espurias, traiciones y algunas de las peleas más truculentas que recuerdo haber visto en un comic de mainstream.
La mayoría de las páginas están a cargo de un Butch Guice muy inspirado, muy realista, muy dark, con un gran manejo de la referencia fotográfica y muchos hallazgos en la puesta en página. También hay unas cuantas páginas (sobre todo las que transcurren en EEUU) dibujadas por el gran Chris Samnee y un puñado (no llegan a 25) a cargo de Mike Deodato, que no está ni lejos de su peor nivel, pero sigue sin gustarme.
¿Una serie del Capi América en la que NADIE es el Capi América? Pinta interesantísimo. Pero claro, estamos en 2011, poco antes de la primera película del Capi y era obvio que para coincidir con el estreno, se venía un relanzamiento de la serie, que terminó por convertirse en TRES: una ambientada en la Segunda Guerra Mundial (CA & Bucky) y dos en el presente, Captain America y Winter Soldier. En el arranque, el maestro Brubaker tomó las riendas de las tres, y después las fue dejando en otras manos menos competentes. Con discutible criterio, yo elegí seguir comprando CA & Bucky, de la que ya tengo los dos recopilatorios que me interesan. Después, sin Brubaker y con otros personajes invitados, que te la compre Garompo.
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Published on July 10, 2014 10:43

July 9, 2014

09/ 07: APOCALIPSIS

Esto pareciera ser el primer tomo de una serie, creada por el prolífico guionista Diego Cortés y los dibujantes Javier Solar y Belén Sonnet. Quizás, en unos años, este libro sea considerado el Vol.1 de Las Aventuras de Pascual Valverde. Por ahora, tenemos una historieta autoconclusiva de 72 páginas, en la que los autores nos presentan a los personajes, los involucran en un conflicto y lo resuelven.
Apocalipsis es una novela gráfica sumamente pasatista, que elige no profundizar en nada de lo que sucede. No sólo no se exploran las consecuencias, tampoco hay una intención por parte de Cortés de meterse a fondo en la psiquis de los dos personajes protagónicos, que son el octogenario Pascual y su nieto de 9 o 10 años, Sebastián. El hallazgo de Cortés empieza y termina con la decisión de poner a tres viejitos jubilados en el rol de héroes de acción, en una trama que involucra nada menos que a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Eso está bueno: los veteranos que en vez de jugar al tute o a las bochas, terminan por combatir a una amenaza sobrenatural a gran escala. El resto, muy pobre.
Nunca se explica cómo obtienen sus armas mágicas los héroes, las monjas están ahí de adorno, para mostrar carne femenina, no es lógico que nadie sea testigo del combate a todo o nada, y por otra parte, este arranca cuando ya llevamos 56 páginas de franeleo previo, en las que no pasa NADA. Son 56 páginas de indicios de que va a llegar ese combate y finalmente, llega. Tenemos 11 páginas de machaca, cinco a modo de epílogo y no hay nada más. No hay un giro argumental impredecible, no hay introspección, casi no hay diálogos en los que los héroes se planteen por qué hacen lo que hacen… la verdad es que todo se queda en lo superficial, en el impacto de la lucha grossa entre los viejitos y el Mal, en la plaza de ese barrio suburbano al que nadie nombra.
Si todo está jugado a ese combate a todo o nada, se supone que esas 11 páginas serán memorables, no? No. La verdad es que son páginas apenas correctas, muy estridentes y poco claras, sin ningún tipo de riesgo en la narrativa, casi sin fondos, casi sin diálogos y dibujadas –como todo el libro- muy con lo justo. Este trabajo se parece poco a otros que ya vimos firmados por Javier Solar, y supongo que eso se deberá a la entrada en escena de Belén Sonnet, a cargo de los fondos. Sinceramente, la conjunción entre ambos me gusta mucho menos que los trabajos solistas de Solar.
Lo de Solar en general me resulta un poco frío, derivativo de los estilos de Carlos Meglia y Humberto Ramos, pero por lo menos correcto en un sentido: el de comprometerse con UN criterio estético y bancarlo hasta el final. Acá no hay coherencia. Hay una mezcla bizarrísima entre línea clara, claroscuro, cross-hatchings dignos de Robert Crumb, firuletes dignos de Alcatena, siluetas y manchas que parecen de Risso, tramas mecánicas, masas de gris aplicados con el photoshop… un festival de la línea y la textura en el que los dibujantes no se ponen de acuerdo. ¿Tanto kilombo es elegir UNA técnica de entintado y bancarla hasta el final? La portada se ve muy bien, con un trazo de pincel fuerte y tramas mecánicas. ¿No daba para hacer todo el libro así? Lamentablemente no, y esa mezcla, ese abuso de técnicas le da a todo el libro un cierto look improvisado, prácticamente amateur, muy desparejo, con algunas viñetas realmente muy bien logradas y otras para el olvido.
En Pascual y sus amigos, Diego Cortés tiene la posibilidad de encontrar a buenos personajes, pero se tiene que animar a darles más sustancia, más profundidad, a llevarlos más allá de “los viejitos valientes que machacan monstruos y demonios”. Quizás en una segunda aventura, con los personajes y el tono de la serie ya definidos, esto se vea mejor. Y Javier Solar retrocede tres casilleros, después de haber mostrado varias mejoras en sus trabajos más recientes, porque acá su búsqueda de un estilo personal se choca contra el caos visual que implica la grosera multiplicidad de criterios a la hora de entintar personajes y fondos. ¿Qué va´cer? Es el Apocalipsis, pero no es la muerte de nadie…
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Published on July 09, 2014 12:07

July 8, 2014

08/ 07: THE BEST AMERICAN COMICS 2013

Una vez más me toca adentrarme en esta voluminosa antología, con una novedad interesante: el coordinador invitado para esta edición es el maestro Jeff Smith. La mano de Smith se nota mucho en la selección, principalmente en la ausencia de los “números puestos” del palo Indie. No están los Hermanos Hernández, ni Charles Burns, ni Jim Woodring, ni Daniel Clowes, ni Chris Ware, ni ninguno de los que parecieran tener alquilado un espacio en esta antología anual. Veamos qué eligió el creador de Bone para este tomo, en el que llama la atención el amplio porcentaje ocupado por autoras de sexo femenino.
Dos de ellas, Alison Bechdel y Faith Erin Hicks, participan con fragmentos de novelas gráficas ya reseñadas en el blog, así que no vamos a ahondar en eso. Sophie Goldstein me sorprendió con una historia corta muy rara, dibujada en un estilo muy interesante, de algún modo similar al de los trabajos de los ´90 de James Kochalka. Coleen Doran, ya veterana, aporta un segmento de su novela gráfica Gone to Amerikay, escrita por Derek McCullouch, que me dejó con ganas de leer más, sobre todo por el dibujo, que es majestuoso. Otra grossa con mucha trayectoria encima, Jill Thompson, aporta una historia corta de los Beasts of Burden, la serie que (de vez en cuando) dibuja para Dark Horse, con guiones del gran Evan Dorkin. La historia no es genial, pero el dibujo la recontra-rompe. Leela Corman también ofrece un fragmento de una obra más extensa, pero la verdad que no me pude enganchar con el relato por lo flojo que me pareció el dibujo.
Una gratísima sorpresa fue Eleanor Davis, que aporta una excelente historia corta, muy original y muy bien dibujada. Lo mismo se aplica a otra joven revelación, Laura Park, esta con un estilo más cercano al de Seth, con unas aguadas muy lindas y un perfecto manejo de la narrativa. Kate Beaton, a esta altura una habitué de esta antología, dibuja muy, muy bien, pero lo que tiene para contar peca de simplón y de intrascendente. Jennifer Hayden juega, en apenas dos paginitas, a contar una breve anécdota autobiográfica, y a dibujar en un estilo casi clonado el de Joann Sfar. Nada del otro mundo, realmente. Gabrielle Bell, otra que juega de local en este seleccionado, sigue en busca de su estilo y esta vez, si bien opta por un dibujo más crudo, más “desangelado”, se luce con un guión cautivante y un gran manejo del tiempo narrativo. Y cierro la “rama femenina” con Vanessa Davis, exquisita dibujante de una línea afín a la de Richard Sala, cuya historieta queda sepultada por la grosera cantidad de texto que mete en cada viñeta, encima con una caligrafía para nada atractiva. Una pena.
¿Y los varones, qué onda? El cada vez más grosso Brandon Graham se luce con una historia corta que entra al podio de lo mejor del libro. Otra que me pareció maravillosa es la historia corta de Jesse Jacobs, a quien no conocía. Flashero y genial, quiero más obras suyas. Sam Alden, gran dibujante, gran colorista, gran planificador de secuencias mudas, fue otro descubrimiento sumamente placentero. Michael DeForge… mmmmno, seguí participando. No lo rotulo como choto, pero no me gustó. Un autor al que es obvio que Smith venera es Craig Thompson. Por eso acá hay un extracto de Habibi, la voluminosa novela gráfica del creador de Blankets. El dibujo es perfecto, la narrativa es brillante y el guión tiene más onda de la que yo imaginaba. Así que del “me interesa hasta por ahí nomás”, Habibi pasó a la lista de los comics que quiero ya. ¿Tiras autobiográficas de James Kochalka? Nah, no me jodan. Ya me fumé varias en tomos anteriores. Me causa gracia una de cada seis.
Jorge Aguirre y Rafael Rosado aportan un fragmento de una obra larga, también muy afín al palo de Bone. Muy lindo. Sammy Harkman narra muy bien, pero la historia no es gran cosa y el dibujo… zafa. Grant Snider aporta cuatro chistes de una página, muy ingeniosos. Le veo futuro. Muy notable también lo de Tony Puryear, que muestra el primer episodio de una obra larga, Concrete Park, que me interesa leer completa. Lo de Malachi Ward es casi un chiste largo, pero acierta en la narrativa, en el tono y en el dibujo. Me gustó. Derf Backderf es un dibujante extraño, con una impronta under muy fuerte. Pero narra bien y la historia (también un cachito de algo mayor) me resultó muy interesante. Terry Moore, recordado creador de Strangers in Paradise, también aporta un fragmento de una serie, centrada en un misterio sobrenatural, con muy buenos dibujos. El maestro Evan Dorkin la rompe con sus tiras cómicas y te deja pidiendo más. Michael Kupperman opta por una de terror bizarro, bastante en joda, que no me convenció demasiado. Jeremy Sorese (a quien no conocía) dibuja como los dioses una excelente historia autobiográfica centrada en el matrimonio igualitario. La de Joseph Lambert tiene un tema original y muchos hallazgos en la narrativa, pero me la bajó bastante el dibujo. Y cerramos con el genial Paul Pope, en vibrante blanco y negro, y usando documentación histórica por primera vez en su carrera (creo) para contar una historia real, ambientada en la luna en 1969.
En síntesis, una selección rara, para “romper los boletos”, con varias revelaciones impactantes y con fragmentos de muchas novelas gráficas atractivas, como para que quede claro que por ahí es donde pasa hoy la movida del buen comic de autor.
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Published on July 08, 2014 12:45

July 7, 2014

07/ 07: 3 SEGUNDOS

Vuelvo a encon-
trarme con el maestro Marc-Antoine Mathieu, quien un lejano 14/07/10 me apabullara con esa cátedra inolvidable de historieta llamada Dieu en Personne.
Después de haber experimentado con éxito desde la temática, Mathieu vuelve a la cancha en la que juega de local, que es la de la experimentación formal. 3 Segundos es una historieta muda, desarrollada a lo largo de 67 páginas, todas divididas en nueve viñetas de igual tamaño. La acción que narra Mathieu transcurre en el lapso de tres segundos, es decir, no sucede prácticamente nada. La historieta es, básicamente, un truco de óptica. La gracia es seguir a la luz, que va rebotando por 33 superficies espejadas. Cada una de estas superficies refleja algo distinto, y son todas cosas que suceden en esos mismos tres segundos.
Lo más loco es que, con esos fragmentos que nos muestran cada una de las superficies espejadas, se puede construir un argumento. En serio, no estoy borracho ni drogado. Hay un argumento que tiene que ver con la corrupción en el futbol, con un tongo para arreglar el resultado de un partido, hay alguien dispuesto a denunciar esa runfla, y ese conflicto se va a resolver por las malas en esos tres segundos clave que Mathieu nos invita a ver desde distintas ópticas.
Pero lo más importante es el ejercicio formal, los malabares que hace el autor para hilvanar todas estas secuencias sin meter un solo corte. Es todo una sola escena, en la que nuestra mirada se desplaza de una punta a otra de la ciudad (incluso del sistema solar) a través del efecto del zoom, de ver cada vez más de cerca cosas que al principio son imperceptibles a nuestro ojo, pero que siempre estuvieron ahí. Me imagino la planificación que le debe haber requerido esta obra a Mathieu y me da un ACV. Después, ese esfuerzo se habrá visto compensado por el hecho de estas 67 páginas requieren pocos dibujos. El propio efecto del zoom permite mostrar cada vez más grandes los detalles de un dibujo que se realiza una sola vez. Y claro, en cada detalle Mathieu deja la vida, porque sabe que eso que en una viñeta es microscópico (un aro en la oreja de una mina, por ejemplo), ocho o nueve viñetas después va a ser enorme, y va a servir para reflejar otra imagen que luego será observada a fondo, hasta el menor detalle, en el siguiente zoom de la “cámara”. Un disparate, realmente genial.
Por si faltara algo, en el sitio web de la editorial Sins Entido se puede ver el comic completo en la pantalla, como si fuera un corto animado, aprovechando el hecho de que se trata de una secuencia que nunca se interrumpe y que se desarrolla en un montón de cuadros de idéntico tamaño (como la pantalla).
No quiero contar más, porque está bueno leer y releer el libro (al no tener textos, se hace rápido) para encontrar las piezas de este rompecabezas y armar la trama que moviliza a estos mínimos sucesos. Me resta sacarme el sombrero una vez más ante la genialidad de Marc-Antoine Mathieu, que vuelve a sorprender con una idea rarísima y una ejecución perfecta, pensadas para correr una vez más los límites de lo que se puede o no hacer en este medio que tanto nos gusta. No me parece que 3 Segundos sea tan imprescindible como Dieu en Personne, pero como experimento, como bizarreada, como rareza rupturista, es glorioso.
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Published on July 07, 2014 09:47

July 6, 2014

06/ 07: PUNK ROCK JESUS

En la primera mitad del año, el material de Vertigo casi brilló por su ausencia en este blog y eso es algo que seguramente se va a revertir en esta segunda mitad. Después de cuatro meses sin tocar un libro del sello adulto de DC, hoy me toca comentar este voluminoso tomo en el que Sean Murphy vuelve a explotar como artista integral, a años luz de su primer laburo “solista” (que vimos el 26/09/12).
Punk Rock Jesus es una historieta jugada, intensa, sostenida en un ritmo muy atrapante y en una premisa terriblemente ganchera: un clon de Jesucristo creado y manipulado por una cadena de televisión para convertirse en la estrella del reality show más impactante de todos los tiempos. Se supone que Cristo fue envuelto en el Sudario de Turín y que parte de su ADN puede encontrarse en ese manto, aún 2000 años después. Con un abultado presupuesto y una Premio Nobel de Genética, ¿qué nos impide tener un nuevo Cristo? Con esa consigna, el magnate mediático Rick Slate pone en marcha J2, el programa de TV que le mostrará al mundo nada menos que el regreso de Cristo, desde que se gesta en el vientre de una chica virgen hasta que… el rating no acompañe.
Resuelto el tema de la gestación, ¿cómo criás a un nene que es un clon de Jesucristo? ¿Qué educación le das? ¿Cómo lo protegés? Todas estas preguntas son las que va a responder Murphy a lo largo del libro, algunas muy en profundidad, otras de modo más superficial. Rápidamente el autor va a ir descorriendo los velos de la mentira mediática y a ubicar a Slate en el rol del villano, de un hijo de puta inescrupuloso y manipulador, que hace lo que se le canta con el experimento científico de la Dra. Epstein, con la pobre Gwen (la chica que da a luz al bebé clonado) y obviamente con Chris, que es como bautizan al supuesto nuevo mesías. En el medio, los fanáticos religiosos, los noticieros, los auspiciantes… un gigantesco kilombo que Slate pilotea con cintura para su propio beneficio, hasta que las cosas se le empiezan a ir de las manos. Para cuando Chris cumple 14, su enfrentamiento con Slate es total, y además se hace punk… y ateo. Imaginate al hijo de Dios, lógicamente convertido en la persona más famosa del mundo, cantando en una banda punk letras que hablan de que la religión es opresiva, falsa y sólo sirve para justificar genocidios.
Quieras o no, cuando explorás en serio estos temas, te metés en un berenjenal. Murphy junta huevos para salir bastante bien parado de la ordalía, pero claro, resuelve de un modo un poquito trivial algunos asuntos. Me encantó este comic, que no se malinterprete. Me tuvo muy intrigado y muy cebado hasta el final. Pero no me termina de cerrar tanto énfasis en la violencia, en los combates de buenos contra malos. Eso le resta verosimilitud y realismo a una historia MUY interesante. El personaje que encarna esa faceta más aventurera, más de blockbuster hollywoodense, es Thomas McKael. Murphy labura A FONDO a este personaje, su background, sus motivaciones, todo está pensado y explicado minuciosamente y a lo largo de la obra vemos evolucionar a McKael casi más que al propio Chris. Re-daba para una novela gráfica independiente de esta, centrada en la historia del enorme y trágico McKael. Y al integrarlo a esta, el afán por darle protagonismo a McKael lleva a Murphy a enfatizar demasiado la arista de la machaca, las persecuciones, tiros, peleas y demás, en detrimento de una mayor profundidad en los debates acerca de la religión, la clonación y la manipulación mediática de la vida de la gente. Lo positivo, repito, es el increíble trabajo de caracterización que hace el autor con este personaje, que desplaza a un muy tercer plano a Tim, otro personaje que al principio pintaba para importante (y tiraba diálogos afiladísimos) y luego se empieza a desdibujar.
Y hablando de dibujar, lo que hace Sean Murphy en esta obra es, una vez más, devastador. Otra vez un trabajo de este artista supera ampliamente a todo lo que le habíamos visto hasta la fecha y sube el listón un poco más. ¿Hasta dónde va a llegar Murphy? No tengo idea, pero esto es glorioso. La gran diferencia, el gran salto cualitativo respecto de lo anterior, pasa por la decisión de presentar toda la obra en blanco, negro y grises aplicados con tramas en el photoshop. El resultado es formidable y nos muestra a un Murphy sin límites, con cosas de los autores más comerciales (Andy Kubert o Chris Bachalo), con expresiones faciales dignas de Kyle Baker y esos rostros adustos, duros, resueltos con pinceladas a la Denys Cowan o Jorge Zaffino. Si comprás comics para alucinar con los dibujos, sumá a Punk Rock Jesus a la lista de los imprescindibles.
Y bueno, si bien no estoy de acuerdo con todas las decisiones que toma el autor a lo largo de la novela, me encanta, me fascina que existan historietas así, que aborden estos temas con este coraje. Punk Rock Jesus está pensada para hacerte pensar y eso sólo alcanza para elevarla por encima de la media. Además tiene fuerza, ritmo, grandes ideas, gran desarrollo de personajes y unos dibujos sublimes, realizados por Sean Murphy con la verdadera mano de Dios. Recemos todas las noches para que Vertigo vuelva a apostar por merca de este nivel.
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Published on July 06, 2014 15:06

July 5, 2014

05/ 07: LUCHA PELUCHE Vol.2

Segundo recopilatorio de la que –en un mundo más justo- merecería pasar a la historia como una de las mejores tiras diarias de todos los tiempos. Duró poco, es cierto, porque el diario Crítica no llegó a cumplir ni tres años. Pero Lucha Peluche brilló con un fulgor incandescente, muy difícil de repetir y muy hermoso de redescubrir en estos libritos que edita (muy espaciadamente y con tiradas muy bajas) De la Flor.
Recomiendo repasar la ya ancestral reseña del Vol.1 (publicada el 14/05/10) para no tener que repetir de qué se trata y cómo está estructurada Lucha Peluche. Fiel a la dinámica de este tipo de tiras “de universo”, el Niño Rodríguez incorpora permanentemente nuevos personajes, que disparan nueva situaciones. En este tomo se lucen el astronauta Houston, la Nena Pelada, el telemarketer y el que más gracia me causó: Bipo, el payaso bipolar. Subrayo lo de la gracia: este libro me hizo reir mucho, pero mucho. Y a carcajadas. La tira de Betina en el arco argumental del McMickey´s, por ejemplo, me hizo doler las mandíbulas de la risa. Es la combinación perfecta entre ingenio, sátira y transgresión. La verdad es que son tantas las tiras geniales, las que me arrancaron risas memorables, que si las enumero la reseña dura hasta el miércoles.
También hay tiras menos graciosas, y tiras que no buscan la risa sino que nos invitan a la reflexión, como en todas las buenas daily strips. Pero el combo, las 180 tiras juntas, leídas de un saque, te dejan la sensación de haberte cagado de risa como pocas veces. Lo mejor que tiene el Niño Rodríguez (además del dibujo, que es increíble, y del que ya hablé maravillas en la reseña del tomo anterior) es que no respeta ningún límite. Se abstiene de hacer malabares con las formas de las viñetas (una especialidad de Liniers, por ejemplo) y después no deja rincón sin explorar: juega con las tipografías, con el color, con las onomatopeyas, resuelve chistes con placas al estilo Crónica TV, se mete con la economía, la política, las modas, la publicidad, con Dios, con el Diablo, con los yankis, con los gorilas, con los indigentes, con las cadenas de comida chatarra y le pega con especial saña a los medios de comunicación, representados por ese ícono del periodismo amarillista, venal y rosquero que es Tony Torres.
De chistes profundos sobre las crisis del capitalismo a chistes de caca y pis, Lucha Peluche te sacude con un impacto atrás de otro, a un ritmo frenético y con un nivel muy, muy infrecuente en las tiras para diarios. ¿Hay chistes anclados en la actualidad de 2009, que hoy nadie recuerda? Sí, pero están resueltos de un modo tan inteligente, tan por encima del mero guiño humorístico a la coyuntura del día, que la genialidad del Niño permanece intacta, tan disfrutable como el día que las tiras se publicaron por primera vez.
No me quiero extender más, pero sí recomendar enfáticamente la compra y lectura de Lucha Peluche. Ojalá en un futuro no muy lejano tengamos editado en libro todo el material creado por el Niño Rodríguez con estos personajes, y ojalá pronto seamos cientos de miles de lectores los que la reivindiquemos como la tira diaria más zarpada, mejor pensada y más efectiva que el humor gráfico argentino le dio a este Siglo XXI.
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Published on July 05, 2014 11:42

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Andrés Accorsi
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