11/ 07: RASHOMON

A lo largo de las 80 páginas de Rashomon, Santos desarrolla un misterio centrado en la muerte de un hombre cuyo cadáver aparece en un bosque. ¿Asesinato, suicidio, accidente? ¿Qué pasó ahí? Los testimonios son contradictorios y el comisario Kobayashi va a tener que agotar sus recursos para resolver el caso. Como en todo policial noir, habrá mentiras, conspiraciones, femme fatales y un plus, un más allá al que se arriesga Santos, que es un elemento fantástico, que felizmente no desentona en lo más mínimo con el clima que propone la historia.
No quiero ahondar mucho en la trama, porque al ser un misterio, cualquier dato que brinde la reseña puede funcionar como spoiler y cagarte la sorprendente resolución. Me va a quedar un texto corto, pero bueno, ya es hora de centrarme en lo más zarpado, lo más alucinante que tiene Rashomon, que es el dibujo. Por fin llegó, y ojalá persista durante décadas, un upgrade tremendo para la estética que hace más de 20 años Frank Miller desarrolló para Sin City e incluso para la que Mike Mignola peló en sus trabajos más personales. Víctor Santos combina su impronta personal con la de estos dos monstruos norteamericanos (casualmente uno que estudió mucho la historieta argentina y uno que entiende como pocos a los maestros europeos) y el resultado es un estilo nuevo, más visceral, más impactante, de una fuerza plástica devastadora. Santos la rompe en el claroscuro, en los detalles logrados con un trazo muy finito, en las manchas negras que por momentos inundan la página, en las expresiones de los rostros y además logra efectos de iluminación asombrosos, no heredados de nadie sino producto de su investigación, de los riesgos que asume.
Y hablando de riesgos, de las cosas que hace Santos en este libro y yo jamás había visto a nadie hacer en mi vida, son esas dos doble splash-pages compuestas por distintas imágenes en las que el caballero muerto recuerda el garche entre el bandido y la dama. Son cuatro páginas perfectas, calientes, con la hiper-expresividad al palo, que deberían usarse en las escuelas de historieta para ejemplificar cómo se planifica el espacio, cómo se trabaja la imagen en el contexto del equilibrio extremo entre blancos y negros. Todo el tema de la espacialidad está muy pensado por Santos, quien evidentemente estudió también el dibujo y el grabado japonés de este período histórico, y encontró esa forma (que ya habíamos visto en Sergio Toppi, por ejemplo) de dejar mucho blanco en algunas páginas y mucho negro en otras y que esto cumpla una función narrativa, que sirva para sustentar o resaltar algo de lo que el guión nos está proponiendo.
Después de detonarnos las retinas con varios hard boiled clásicos y de haber probado sobradamente su solvencia en la fantasía épica cuando se metió con la mitología nórdica, ahora Santos se interna en territorio japonés, a recrear la magia de los relatos de samurais, sin repetir y sin soplar las fórmulas de Hiroshi Hirata, Goseki Kojima y familia. Evidentemente no hay límites para este virtuoso de la narrativa gráfica, al que le sobran los argumentos para seguir cosechando fans en todos los países donde publica. Y en esa tónica… no estaría mal que se empezaran a publicar en Argentina los trabajos de Víctor Santos, no?
Published on July 11, 2014 15:19
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