Óscar Contardo's Blog, page 55
October 27, 2017
Un respetuoso consejo para la señora alcaldesa de Maipú
El argumento ha sido levantado una y otra vez desde la Alcaldía de Maipú, por la jefa comunal y su cuerpo de asesores. Los dirigentes sociales y vecinos que hacen críticas a la gestión de Cathy Barriga serían “operadores políticos”, que actuarían movidos por “intereses políticos”.
Así se dijo, por ejemplo, cuándo dirigentes sociales y vecinales protestaron a mediados de octubre en el frontis de la Municipalidad por Primera Transversal, frente a la crisis de la basura en la comuna: el administrador municipal, Felipe Contreras, dijo que eran “operadores políticos”.
De igual forma ocurrió cuando se cuestionó la realización de un evento masivo para las Fiestas Patrias en un monumento histórico: la edil aseveró que Maipeluza “estuvo a punto de no realizarse por la mala intención y acciones sin fundamento de un grupo pequeño de operadores políticos”. En un comunicado de la municipalidad, emitido pocos días antes, se había instalado el mismo argumento.
A comienzos de septiembre, la jefa comunal había deslizado una “imputación” similar, cuando dirigentes mapuches y de comités de allegados irrumpieron en una sesión del Concejo Municipal, reclamando por la falta de respuesta a sus peticiones de audiencia. Poco antes, Barriga dijo también dijo que eran “operadores políticos” los vecinos que criticaban en agosto los términos de la compra de un terreno en el sector El Pajonal.
Mi respetuoso consejo, señora alcaldesa: cambie el argumento. En serio, le aseguro que es lo más apropiado. Más allá del uso reiterativo y majadero que se constata en los ejemplos consignados, existen otras buenas razones. Permítame detallarlas.
En primer lugar, se trata de un caso clásico de “falacia ad hominem”. Le explico: en teoría de la lógica, se conoce de esta forma a la falacia o el argumento no válido, que consiste en dar por sentada la falsedad de una afirmación tomando como argumento quién es su emisor. Es falaz porque el cuestionamiento al emisor no prueba nada sobre la falsedad o veracidad de una afirmación.
Por ejemplo, ¿había alguna falsedad en lo denunciado por los dirigentes sociales que protestaron por la crisis de la basura frente al municipio? ¿Acaso no era evidente que los residuos se acumulaban en las calles y los barrios de la comuna, frente a la desesperación de las vecinas y los vecinos? ¿No es cierto que la Municipalidad tiene la responsabilidad ineludible de resolver, con eficiencia y eficacia, la recolección de los deshechos domiciliarios?
Que los denunciantes fueran “operadores políticos” o extraterrestres, ¿influye, aún en mínima medida, en cuestionar la total veracidad y justa razón de los denunciantes?
Por dar otro ejemplo: ¿importaría algo si los denunciantes de Maipeluza hubieran sido “un grupo de operadores políticos”, en circunstancias de que su denuncia era justa y verdadera? El Consejo de Monumentos Nacionales, en su resolución sobre el caso, señaló expresa e inequívocamente que se habían iniciado obras e intervenciones en el Monumento Histórico Cerro Primo de Rivera de Maipú y que fueron realizadas sin autorización previa del Consejo, en contravención a lo dispuesto en los Artículos 11 y 12 de la Ley de Monumentos Nacionales. Por ello, solicitó una investigación sumaria “para esclarecer los hechos y definir eventuales responsabilidades administrativas”.
La resolución del Consejo de Monumentos Nacionales confirma, por tanto, la denuncia de los dirigentes sociales. Lo que aseveraban era completamente verdadero, al margen que fueran “operadores políticos” o monjes budistas.
La segunda razón que justifica la necesidad de que cambie el argumento es elemental: Cathy Barriga es una política. Es decir, no puede pretender descalificar un contradictor atribuyéndole una supuesta perniciosa característica (la calidad de políticos), cuando esa misma característica define su actual posición en la sociedad.
Me explico. Cathy Barriga es alcaldesa, una autoridad política contemplada en nuestra Constitución Política y el cargo remite a la conducción principal de un órgano político (municipalidad), que forma parte del aparato del Estado (que es la dirección política de la sociedad). A mayor abundamiento, Cathy Barriga llegó a ser alcaldesa luego de ser candidata de un partido político (la UDI), el que integraba una coalición política (que agrupa la derecha política). Su esposo es diputado (otra autoridad política) de la misma fuerza política (la UDI) y ahora postula a la reelección en la misma coalición política de derecha. Además, la alcaldesa ha manifestado públicamente su respaldo a Sebastián Piñera (otro político, aparte de empresario) en su pretensión política de llegar a Presidente de la República (principal autoridad política del país).
Una última razón: la política es la relación que se establece entre el poder del Estado y la sociedad, en circunstancias que el aparato estatal es la forma de conducción de la que se dota una sociedad para organizar su convivencia. Nadie existe al margen de la sociedad y sus relaciones, nadie existe al margen del Estado: luego, nadie está ajeno a la política. El catedrático Eduardo Ortiz anota en su obra “El Estudio de la Política”, que “Littré, en su famoso diccionario de 1870, definió la Política como ‘la ciencia del gobierno de los Estados’. Robert, autor de otro famoso diccionario publicado en 1962, dice que la política es ‘el arte y la práctica del gobierno de las sociedades humanas’. La comparación entre ambas definiciones, separadas en el tiempo por un siglo, no deja de ser interesante porque, si bien ambas centran la atención de la política en el gobierno, la primera lo refiere al Estado y la segunda a las sociedades humanas”.
Ya en 1603, Johannes Althusius, filósofo y teólogo protestante alemán, había señalado que “la política es el arte de unir a los seres humanos entre sí para establecer vida social común, cultivarla y conservarla”. En coherencia con este punto de vista, Jean–Jacques Rousseau en su obra “Del Contrato Social” proclamaba: “Nacido ciudadano de un Estado libre y miembro del (pueblo) soberano, por débil influencia que pueda tener mi voz en los asuntos públicos, el derecho de votarlos basta para imponerme el deber de instruirme en ellos”.
Más allá de toda duda razonable, los dirigentes sociales y vecinales de Maipú tienen la condición de representantes de barrios y organizaciones ciudadanas de la comuna. Por tanto, merecen respeto e inclusión, no pretendidas descalificaciones ni hostigamiento. Que tengan interés en la forma en que se ejerce el gobierno de la municipalidad es digno de todo elogio, es su responsabilidad y sobre todo es su derecho ciudadano. Por ello, le aconsejo respetuosamente que cambie el argumento.
De nada.
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October 26, 2017
Bondi Beach
Escribo esta columna desde el aeropuerto de Sidney, Australia. Vine a este país a buscar inspiración para el nuestro. Australia es un país como Chile. Ubicado en el hemisferio sur, alejado de los grandes centros de negocios de Europa y EE.UU., tiene tan solo 24 millones de habitantes, buen clima y su principal industria es la minería. Sin embargo, Australia es un país desarrollado, con un ingreso per cápita que duplica al de Chile y con una calidad de vida envidiable.
Es primera vez que vengo a Australia, pero como muchos de ustedes había visto en repetidas ocasiones la foto de la Ópera de Sidney y las playas repletas de rubias cobrizas. Pero como sabemos las postales son algo engañosas. Las ciudades australianas están lejos de esa fría perfección que solo encontramos en las calles maquetadas de Disney World. Melbourne y Sidney son lugares vivos, con gente diversa, con edificios nuevos y viejos. Con tráfico, ruido y mucha construcción. Pitt, una de las principales calles comerciales de Sídney podría ser el Paseo Ahumada. Excepto que en Piit, no hay perros vagos, ni lanzas, ni comercio ambulante.
Bondi Beach, una de las playas mas famosas del mundo, que queda a unos 20 minutos del centro de Sídney podría ser Cartagena. Los millenials chilenos, que han ido en masa a Australia a “trabajar” deben estar pensando que me volví loco. Pero no es así. Cartagena tiene lindas contracciones que datan de fines del siglo IXX y principios del siglo XX. En ese tiempo era el lugar de veraneo preferido de la aristocracia santiaguina. Las construcciones más antiguas de Bondi Beach son de la misma época. La diferencia es que los australianos han logrado mantener Bondi Beach a través del tiempo como un lugar, limpio, seguro y amistoso para el desarrollo de actividades deportivas y familiares. La aristocracia no va a Bondi Beach, pero la playa está repleta de niños y jóvenes de clase media de los más diversos lugares de del mundo. Las rubias cobrizas existen pero son minoría.
Cartagena era más bonita y elegante que Bondi Beach y Santiago no tenía nada que envidiarle a Melbourne o Sidney a comienzos del siglo pasado. Cien años después, los australianos nos han sacado una ventaja tan grande que parecería irremontable. Nadie le ha regalado nada a Australia, lo que han logrado lo han hecho a punta de trabajo, sacrificio y sobre todo mucha consistencia en el tiempo.
A diferencia nuestra, y de muchos de nuestros vecinos latinoamericanos, los australianos no han pretendido refundar su país cada vez que algún intelectual aparece con una nueva teoría y mucho menos en cuatro años. Australia ha llegado donde está dando pequeños pasos adelante, enmendando lo malo y manteniendo lo bueno y no a punta de revoluciones ni retroexcavadoras.
Tenemos mucho que aprender de los australianos. Sin duda este maravilloso país del pacífico sur, constituye un modelo mucho mas evidente e interesante de desarrollo para nosotros que los archi recurridos países escandinavos.
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El resto de la CEP
La encuesta CEP también tiene preguntas relevantes respecto del país que quieren los chilenos, de las que comentaré solo las tres que resumo: 1. “¿Cuál debiera ser la primera prioridad del país? (10 opciones)”. Mayor mención: delincuencia (27%) y desarrollo económico (16%). Menor mención: gratuidad universitaria (5%), nueva Constitución (4%), calidad escolar y pre-escolar (3%), sindicatos (0%).
2. “En el momento actual, ¿usted preferiría líderes políticos que privilegien los acuerdos o sus propias posiciones?”. Acuerdos: 58%; posiciones propias: 25%; no sabe / no responde: 17%.
3. “Considerando todo, ¿cuán satisfecho está usted con su vida en este momento? Responda en una escala de 1 (insatisfecho) a 10 (satisfecho)”. 1 a 4: 7%; 5 y 6: 23%; 7 a 10: 70%.
Por razones de espacio, no tocaré ahora el tema de la delincuencia, el que me comprometo a abordar en otra columna. En esta tribuna he abordado majaderamente el tema del desarrollo económico. Lo tenemos todo para dar ese salto final al desarrollo. Se trata del paso natural para tener una sociedad menos desigual, con menos discriminación, más oportunidades, mejores bienes públicos y, en definitiva, más feliz. Más parecida a los países nórdicos, a Australia y Nueva Zelanda, a Canadá. Todas economías ricas en recursos naturales y admiradas por el resto del mundo. Y muchas de ellas dieron ese salto lideradas por coaliciones de centroizquierda. Todas ellas tienen leyes laborales más estrictas y sindicatos más poderosos que los nuestros; regulación medioambiental más eficaz; sistemas tributarios más fuertes, mejor educación a todo nivel; mejores sistemas de pensiones, y así. ¿Y por qué no aprendemos de ellas? ¿Por qué inventamos regulaciones que no existen en los países exitosos? En definitiva, ¿por qué nuestras reformas emblemáticas van a contrapelo de esas experiencias? ¿Por qué tan provincianos? La izquierda de los países exitosos debiera ser nuestro referente.
En otro plano, ¿por qué nos avergonzamos de buscar acuerdos? ¿Acaso no está matemática y estadísticamente comprobado que la cooperación rinde más que el conflicto? ¿Por qué hay que exacerbar la rabia y el descontento para cosechar votos en un país donde el 70% está satisfecho con su vida? ¿Qué sentido histórico tienen las retroexcavadoras en el Chile de hoy cuando lo natural es transitar a una etapa superior?
Siempre he votado por la Concertación y la Nueva Mayoría y, a mucha honra, lo seguiré haciendo. Con mis lealtades claras, no violento principios ni valores al reconocer que estamos fallando. Que una cosa es el país que queremos, y otra muy distinta es hacer las cosas mal. Es en el apoyo zalamero e incondicional, en la ausencia de autocrítica, donde se atenta en contra de los principios y valores. ¿Por qué? Porque la incapacidad de enmendar el rumbo retarda, desvía y finalmente olvida el punto de fondo: el país que queremos.
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Conflicto versus consenso
He escuchado muy a menudo últimamente declaraciones nostálgicas con respecto a la época de “el consenso”. El problema, sin embargo, no es que antes había consensos y ahora no, sino las razones por las cuales antes había consenso y ahora no. En esta larga transición que vivimos después de la dictadura “el consenso” era un sustantivo. Un acuerdo político para no cambiar nada relevante y seguir con las políticas implantadas en 1980. Políticas sociales privatizadas, focalizadas y segregadas, impuestos bajos para los más ricos, concentración, centralismo, entre otras. Al mismo tiempo acuerdos poco transparentes de espaldas a la ciudadanía y que no representaban las demandas de mejora como las manos arribas al aprobarse la LEGE post movilizaciones de los pingüinos.
Pero en una democracia sana, “el consenso” no es un sustantivo, sino un verbo: consensuar. Es el acto de llegar a acuerdos, pero desde el desacuerdo. Es una forma de enfrentar los conflictos, no de esconderlos. Una forma permanente, de manera transparente y que generan cambios relevantes. Por ejemplo, Palme (2015) en un trabajo presentado en la Comisión de Pensiones llamado “Lecciones de la Reforma de Pensiones en Suecia”, describe la manera en la cual se había logrado una reforma radical en pensiones en una democracia socialdemócrata. El Parlamento hizo un diagnóstico de la situación y le entregó “guidelines” al Grupo de Pensiones conformado por militantes de los partidos políticos con representación Parlamentaria, el cual estuvo encargado de diseñar y gestionar por más de 10 años, y aún hasta ahora, esa reforma sustantiva en el sistema de pensiones sueco. El sistema cambió radicalmente. Pasó de ser un sistema de reparto con beneficios definidos a uno de cuentas nocionales con grandes subsidios cruzados y además se introdujo una pequeña cotización de 2% de ahorro individual.
Otro ejemplo es el caso de Polonia. Aunque es un ejemplo más común en el caso de pensiones. Se dice que usualmente los cambios radicales en el sistema de pensiones provienen de un gran conflicto social y político. En Polonia se había cambiado a AFP en los 90, pero el costo de la transición y mal funcionamiento del sistema colapsaron y se decidió volver al sistema de reparto solidario. Se acordó pedirles a los ciudadanos elegir entre dejar su cotización en las AFP o ir al seguro social. En un primer momento 85% se fue al seguro social y después de cinco años, se pasó a todo el 100% al seguro social dejando a las AFP como voluntarias. Eso pasó en democracia bajo un acuerdo, claro que después de un desacuerdo.
Los consensos no son sustantivos sino que formas de diseñar políticas públicas. El problema en Chile hoy es que la derecha parece que simplemente no quiere llegar a acuerdos porque no quiere reconocer los desacuerdos. Lo que quiere es que respetemos “el consenso” antiguo y con eso no permite avanzar. No se da cuenta que hay problemas nuevos, personas nuevas, ideas nuevas. Y simplemente se dedica a tratar de desacreditar a quienes piensan diferente. El país debe llegar a acuerdos como en cualquier sana democracia. Acuerdos democráticos, transparentes, permanentes, pero como acciones para hacer las transformaciones que se necesitan. Eso profundiza la democracia y resignifica la política. Eso es lo que Chile necesita y quiere. No volver al pasado “consenso”. Ese ya no nos sirve para los desafíos actuales y lo que viene.
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Mi querido Cristiano
Después de un decenio brillante, la generación dorada va en franco declive. Para los menos queda cuerda todavía, pero varios van cuesta abajo en la rodada. Ya pierden protagonismo y titularidad. Dejan las grandes ligas europeas y optan por clubes de menor categoría. No ir a otro Mundial pasa la cuenta como restaurant de Les Champs Elysées.
La evaluación de este periplo son varias; sufrimos sequias de gol, el modelo de juego se extravió y las individualidades bajaron de nivel en el estricto plano deportivo. En lo extradeportivo la cosa se puso peluda; los excesos de tiempo libre, un camarín intoxicado y distracciones a granel.
Este equipo se formó en la rigurosidad descartando la permisividad que tanto daño hizo en sus egos.
Sus retornos tienen un destino, acercarse a su continente, país o pueblo que los recibirá como hijos pródigos. Volverán a su cuna futbolera o invertirán en un complejo deportivo o una escuela de fútbol. No muy lejos del balón que tanto amaron y ese olor a camarín indescifrable.
Algún periodista nostálgico ensalzará su historia. Será quizás el primer libro que tocarán sus manos. Humedecerán sus yemas, hojearán y sonreirán por sus hazañas.
El que sigue en la cima es Cristiano. Como coleccionista de trofeos es imparable. “Nunca pensé en ganar tanto”, le dijo al mundo. Tampoco nosotros viendo a ese delgado niño de 14 años lleno de sueños y anhelos. El crepúsculo le guiña un ojo. Ya tiene 33 años. Nadie se salva del paso del tiempo. No creo que regrese a su Isla de Madeira a tirar migas a las palomas en la plaza ni menos jardinear. Aún hay mucho dinero que mover entre Nueva York y Beijing o Madrid y Londres. Todavía es un producto de consumo planetario. Messi pierde una mano más en este juego de póker de los dos colosos. “Tus dos copas y dos más”, ha sido reiterativo. Por ahora CR7 tiene el mazo en sus manos.
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La huella
Cuando Michelle Bachelet decidió enterrar a la Concertación en 2013, y crear en su lugar una alianza más acorde con sus ideas y sentimientos, sobre todo por la incorporación del PC, es posible que haya creído que estaba interpretando los signos de los tiempos. No solo eso: al parecer, estaba convencida de que era necesario reescribir la historia. Así, según la visión de los nuevos redactores, la transición democrática había sido una época de oscuras componendas para dejar las cosas tal como estaban con Pinochet. La Nueva Mayoría (NM) iba a terminar con las transacciones.
Sorprendentemente, Bachelet le debía todo a la Concertación, en particular las oportunidades que tuvo como ministra de Salud y de Defensa del Presidente Lagos, y que le permitieron saltar a la fama. Sin embargo, hasta 2013 no conocíamos su verdadera filiación. Esa fue la base de un gran equívoco. Ella volvió a la presidencia porque los chilenos guardaban un buen recuerdo de su primer gobierno y de los 20 años concertacionistas, no por otra razón. Si ganó notoriedad internacional fue por el respeto e incluso admiración que concitó nuestro país por el camino recorrido desde 1990. Aún así, ella bajó el pulgar para que la Concertación fuera sepultada sin honores con el fin de abrirle paso a la NM, el bloque supuestamente más avanzado que ella concibió para impulsar el giro a la izquierda que suponía que estaban pidiendo los chilenos.
Mucha gente que votó por Bachelet hace cuatro años no lo haría de nuevo de ninguna manera. De todos modos, los estrategas de La Moneda, preocupados de que la Mandataria deje su huella, le aconsejan presentar el proyecto de nueva Constitución entre la primera y la segunda vuelta, con vistas a provocar “impacto electoral”. Es difícil concebir una maniobra más contraria al espíritu republicano.
Los dirigentes oficialistas fantasean hoy con la suma de todos los votos antiderechistas en la segunda vuelta para convertir a Guillier en presidente. En realidad, las pulsiones antiderechistas o anti izquierdistas les dicen cada día menos a los electores. El mundo es más complejo que eso. Está demostrado, por ejemplo, que no existe una única identidad de izquierda, sino varias y algunas abiertamente antidemocráticas. Además, si se trata de sentimientos negativos, son más intensos los que inspira el oficialismo.
Bachelet se prepara para trabajar de nuevo en la ONU. Tuvo corta vida la alianza espuria que formó, pero los costos del rumbo errático y las reformas defectuosas de su gobierno serán muy altos. Es un sarcasmo que, yendo hacia la izquierda, esté a punto de entregarle otra vez la banda presidencial al líder de la derecha.
¿Sacarán alguna lección los democratacristianos sin complejos y los socialdemócratas auténticos, que en su momento aceptaron las ambigüedades, no defendieron lo que debían defender y se dejaron amedrentar por la izquierda populista? Ojalá.
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“Muñeca” y suerte, las dos herramientas de Macri
Unos días antes de las elecciones generales legislativas en Argentina fue descubierto el cuerpo de Santiago Maldonado, buscado desde hace dos meses luego de su participación en un corte de ruta junto a un grupo mapuche rebelde. Un día antes de la elección una primera conclusión de la autopsia determinó que su cuerpo no mostraba ningún signo de violencia, con lo cual se debilitaba la hipótesis de una desaparición forzada. Éste era el argumento con el que buena parte de la oposición esperaba modificar los resultados que ya se habían expresado en las elecciones primarias de agosto.
Pero no fue así, la fuerza electoral del Presidente Macri no solamente ratificó el resultado de agosto sino que lo mejoró tanto como para convertirlo en un resultado histórico, derrotando a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires y llevándose el triunfo en los cinco principales distritos del país (Ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza), que contienen el 61% de los votantes. ¿Será que Argentina está realmente cambiando? ¿O es un giro pendular más de los que ya nos tiene acostumbrados para volver en poco tiempo a las andadas populistas? Varios analistas piensan que se trata de un cambio cultural, que los argentinos están abandonando su tan querido populismo. ¿Será verdad? Después de todo, pese a ver bolsas de dinero en manos de su Secretario de Obras Públicas, algunos millones de dólares en la caja de seguridad bancaria de su hija y colaboradores que ya están en prisión o lo estarán pronto, un 37% de los votantes de la provincia de Buenos Aires siguió votando por Cristina Kirchner.
Es cierto, allí parece que el populismo peronista sigue vivo, pero Cristina se ha convertido en una líder del conurbano bonaerense. Fuera de allí, tiene la derrota asegurada. El corazón productivo del país parece estar cambiando, aunque el camino por delante es largo y arduo.
Macri lo sabe. Cuando habló a la audiencia después del triunfo parecía más un pastor evangélico que un estadista, pero al día siguiente dio una conferencia donde destacó algo que todos los economistas vienen señalando hace rato: el déficit fiscal es insostenible, la presión impositiva ahoga la producción, el gasto público no se ha reducido y todo ello lleva al constante endeudamiento y la revaluación de la moneda. No hay ajuste y el peso del esfuerzo cae sobre el sector privado. Es más, entre las principales medidas de “recorte” del gasto está la reducción de subsidios a ciertos servicios públicos, que ahora pagan los privados. En esa misma conferencia señaló que los argentinos no deben temer a las reformas y que se acelerará un proceso de “reforma permanente”.
Nadie puede negar que su gradualismo ha sido políticamente exitoso y, por ahora, es sostenible. Todos conocemos el ajuste del gasto que hay que hacer, pero si lo hubiera hecho probablemente no hubiera obtenido ese éxito electoral. Entonces, la paradoja que restringe a la política argentina es ésta: si hago lo que hay que hacer de golpe, pierdo; si no lo hago gano, pero como después la economía entra en crisis, pierdo. ¿Siempre pierdo? La alternativa gradual es: hago algo, gano, y ruego a Dios que no se desate una crisis financiera internacional que cierre el financiamiento del déficit y me lleve a la derrota. Es un camino difícil, pero políticamente no parece haber otro. ¿Qué hace falta para poder recorrerlo? “Muñeca” (para nosotros, lo que muestra un gran conductor de autos) y suerte. Las ha tenido, ahora hay que ver si se puede ayudar a la suerte.
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Arlt, el más contemporáneo
La publicación de los Cuentos completos de Roberto Arlt es un motivo de celebración. Su obra suele circular en ediciones más bien lamentables; libros de letra pequeña e interlineado ínfimo, que se deshojan con una facilidad pasmosa. No se trata de “vestir” de etiqueta a un autor salvaje, pero sí de darle dignidad a una obra que no ha hecho más que agigantarse con el paso del tiempo.
Las razones de este fenómeno, poco habitual por cierto, se pueden apreciar en los relatos que escribiera entre 1933 y 1941, relatos que parecen lanzados hacia el futuro y no solo el espejo de aquellos años. Presenciamos el avance, tan fascinante como aterrador, de la técnica; la creciente concentración de la población en las grandes ciudades y la irrupción del psicoanálisis y otros saberes vinculados a la salud síquica, por nombrar algunos elementos de gran actualidad.
Llama también la atención la contundencia con que describe el deterioro de las instituciones y los vínculos sociales. En Arlt, el matrimonio está cruzado por el engaño y la dominación (“El jorobadito”, “Noche terrible”), y el barrio es un espacio hacinado que incuba rencores y envidias (“Pequeños propietarios”). En la esfera pública, la política se corrompe y los medios de comunicación están en función de los poderosos. Resulta, además, imposible cualquier utopía colectiva.
¿Qué queda, entonces, para tolerar “la vida puerca”, que es como se iba a llamar su primera novela, El juguete rabioso?
No mucho. Por medio del delito, plantea Arlt, se puede construir una alternativa a la mediocridad. No de manera exaltada, proselitista, sino muy por el contrario, como último recurso. La mejor prueba es “Las fieras”, un cuento formidable en el que un sujeto hundido en los bajos fondos describe a los ladrones, asesinos y proxenetas con los que se reúne en el café Ambos Mundos. Los une el silencio, el desgarro y la melancolía; no la jactancia, el coraje o la viveza, a la manera del relato épico del choro o lumpen. Todo es pesadumbre y frustración, porque los planes de cambiar el destino con un solo golpe de dados siempre se truncan.
Pocos narradores le han dado tanta importancia al dinero como Arlt, otro aspecto híper contemporáneo de su obra. Sus personajes desean el dinero, porque les falta o lo han perdido. Y la manera de obtenerlo está vinculada a un robo o bien a una invención. “Entre los ricos y los pobres están los estafadores, los inventores, los falsificadores, los alquimistas que tratan de hacer dinero de la nada: son los hombres de la magia capitalista, trabajan para sacar dinero de la imaginación”, escribe Piglia a propósito de Arlt, quien a pesar de ser un novelista y periodista de éxito, vivió siempre al justo. Él mismo puso todas sus esperanzas en unas medias de mujer a las que no se les corría el punto. Patentó el invento en 1934, pero no logró materializar el negocio. Ocho años después murió en Buenos Aires de un infarto al corazón.
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Tres lecciones
Las encuestas no sólo miden los datos del escenario, sino que también inciden en la realidad que buscan describir. En la entrega realizada ayer por el CEP, todos los factores parecen converger en un triunfo más o menos claro de Sebastián Piñera. Más allá de cuán simpático o antipático nos parezca, más allá de la agresividad que se ha desplegado en su contra, el hombre ha logrado instalarse en una posición privilegiada, extraña en nuestra historia para alguien de derecha. Hasta ahora, el candidato ha usado ese privilegio para acomodarse en una situación de confort, y sólo parece esperar que los debates y las semanas pasen lo más rápido posible. Mientras menos se mueva el tablero, tanto mejor. En cualquier caso, uno puede preguntarse a estas alturas si no hay espacio para arriesgar algo más y jugar un partido menos defensivo, pues las consignas y las frases hechas no son demasiado útiles a la hora de gobernar (y nadie lo sabe mejor que el propio Piñera). Como fuere, la decisión ya parece tomada: un, dos, tres, momia es.
La segunda tendencia guarda relación con el descalabro de la izquierda, que es también el del gobierno. Esta administración nació con la ambición demiúrgica de refundar nuestro país, cambiando radicalmente el rumbo de nuestra modernización usando el aparato estatal. Pues bien, ese propósito ha fracasado de modo rotundo, y de algún modo ese fracaso estaba inscrito en la propia configuración de la Nueva Mayoría. La izquierda chilena está profundamente dividida entre aquellos que creen que el modelo debe ser conservado con correcciones, y aquellos que creen que es intrínsecamente perverso. La coalición oficialista surge de un grosero malentendido, según el cual ambas vertientes podrían articularse y fortalecerse mutuamente. No hay peor ciego que quien no quiere ver, sobre todo cuando Michelle Bachelet marca alto en las encuestas y vive en Nueva York. Pero llegó la hora de pagar la cuenta, y barata no será: tenemos por un lado a Carolina Goic que intenta representar sin mayor convicción a una Concertación que se suicidó hace cinco años (y que busca resucitar sin la menor autocrítica); por otro lado, el Frente Amplio encarna sin pudores el maximalismo y el infantilismo revolucionario, y en medio está Alejandro Guillier, quien ignora olímpicamente todas y cada una de estas disyuntivas.
La tercera tendencia consiste en ese extraño desajuste que existe entre el poder mediático y la fuerza efectiva del Frente Amplio. Sus dirigentes están rodeados de cámaras, tienen rostros atractivos, fueron a buscar una candidata a los medios, tienen amplia cobertura y, sin embargo, están muy lejos de cumplir las expectativas que ellos mismos se autoasignan (hoy están más cerca de Marco que de Guillier). Dicho de otro modo: no hay nada más elitista en Chile que el Frente Amplio. Así las cosas, las elecciones serán, sin duda, un bálsamo (o un vinagre) de realidad para todos los sectores políticos.
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El último apronte
A tres semanas de la contienda electoral, la encuesta del CEP vino a poner su firma en un escenario donde pareciera quedar escaso margen para las sorpresas, aunque sea de rigor afirmar que, sobre todo en estos tiempos, nada está escrito hasta contar el último voto. Pero más allá de la cautela necesaria a la hora del análisis, lo cierto es que el estudio de opinión conocido ayer no mostró en materia de tendencias nada muy distinto a lo que se viene observando en casi todas las encuestas desde hace ya un largo tiempo.
Sin duda, el principal resumen de este estudio es la solidez que exhibe Sebastián Piñera en todos los escenarios, partiendo por la primera vuelta con votantes probables, donde obtiene un respaldo del 44,4%, a mucha distancia del segundo lugar -Alejandro Guillier-, con 19,7%, y de Beatriz Sánchez, en tercera posición, con un 8,5%. Más atrás se instalaron Marco Enríquez con 4,6%, Carolina Goic con un 3,9% y José Antonio Kast con un 2,7%. En función de estos resultados, más que representar alternativas políticas sustantivas, puede afirmarse que estas tres últimas candidaturas no son hoy día mucho más que un mero ‘factor de dispersión’, que en el caso de la centroizquierda sólo contribuye a socavar la fuerza con que Alejandro Guillier terminará instalándose en el balotaje.
En contraste, la potencialidad electoral de Sebastián Piñera se verifica también en cada una de las alternativas de segunda vuelta. Así, frente a Alejandro Guillier, que se confirma como la casi segura carta de la centroizquierda para enfrentar esta instancia, la brecha entre el ex presidente (39,4%) y el senador por Antofagasta (27,2%) es muy relevante. Y una distancia todavía mayor se observa en la eventual disputa de Piñera con Sánchez y con Goic, escenarios todos donde los votos obtenidos por cada uno de los abanderados de centroizquierda en primera vuelta no logran al final agruparse de manera significativa en el balotaje.
Sebastián Piñera muestra, a su vez, un buen posicionamiento en materia de atributos, consistente con los resultados que obtiene en las simulaciones electorales. En efecto, al margen de la intención de voto, un 60% de los encuestados cree que el ex mandatario será el próximo presidente, en contraste con el 9% que piensa que será Alejandro Guillier. Asimismo, un 48% considera que Piñera ‘está más preparado’ para ser presidente de Chile, frente a un 13% que ubica en dicha categoría al senador independiente. Por último, ante la pregunta qué candidato da más confianza para enfrentar los desafíos del país en salud, educación, empleo y pensiones, Piñera más que duplica a su principal contrincante en cada uno de los ítems.
En definitiva, a menos de un mes de la primera vuelta, la encuesta del CEP vino a refrendar un panorama que pareciera dejar poco espacio para la incertidumbre. Una realidad que no deja de sorprender, dado el contraste que supone con un período marcado por fuertes desajustes y reordenamientos en el sistema político.
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