Óscar Contardo's Blog, page 180
May 11, 2017
La opción de Goic
LA DECISIÓN de la DC de reivindicar su independencia y competir con Carolina Goic en la primera vuelta presidencial dejó a la vista la precaria tarima desde la que hablaba Alejandro Guillier. Los partidos que lo proclamaron sin pedirle ni un programita a cambio tuvieron que disimular su desazón y ponerse a juntar firmas de electores no afiliados para que él pueda inscribirse… ¡como candidato independiente! Guillier creció como la espuma en las encuestas de comienzos de año, y en realidad era espuma. Por si fuera poco, Beatriz Sánchez amenaza su espacio lanzando eslóganes parecidos a los suyos, esas frases sonoras que sugieren que la economía funciona por obra de la Divina Providencia y que el Estado puede financiar cualquier cosa.
Quedó demostrado que la DC adoptó la única decisión compatible con su sobrevivencia. Corre riesgos por supuesto, pero hoy tiene la posibilidad de articular un mensaje que exprese sus convicciones. Es la opción de la autenticidad y la autoestima, e implica no temer a las inclemencias que puedan venir. ¿Se trata del camino propio? ¿Y qué otra cosa puede hacer un partido que se respete a sí mismo? ¿Aceptar acaso el camino ajeno? Es obvio que la DC no necesita pedirle permiso a nadie para apelar directamente a los ciudadanos, y que tampoco nadie puede obligarla a permanecer en una coalición que se volvió tóxica y dejará de existir en marzo próximo.
Lo primero que requiere la candidata democratacristiana es la colaboración leal de todos los militantes de su partido, los que deberían convencerse de que lo que está en juego es la vigencia y la autoridad de la DC en el futuro, lo que supone que no hay vuelta atrás. Para ello, será clave un discurso diferenciador y capacidad de diálogo con la sociedad.
La candidatura de Goic puede convertirse en el cauce de expresión de muchos ciudadanos que quieren que el país progrese sobre bases sólidas, con reformas bien pensadas y una visión integradora. Por lo tanto, debe formular propuestas para estimular el crecimiento económico, crear empleos, despejar el enredo tributario y fortalecer la inclusión social. Tiene que hacerse cargo de prioridades como las carencias de la salud y la educación públicas, las bajas pensiones, los problemas de la seguridad ciudadana, etc., todo lo cual requiere un reformismo sensato, que no haga promesas fáciles que a poco andar se convierten en frustraciones.
Goic necesita hablarle al país en su conjunto, no a las minorías intensas. El pleito de las izquierdas no es el suyo. Tiene que disputar la colina del centro, ese espacio en el que se ubican miles de chilenos que están cansados de la fraseología populista y quieren un mejoramiento real de las condiciones de vida. Allí están quienes anhelan vivir con menos incertidumbre y asegurar mejores oportunidades a sus hijos. Goic debe aportar aire fresco en medio de la polución demagógica de izquierda y de derecha, defender el diálogo democrático, promover los grandes acuerdos para que Chile progrese de verdad. Veremos si la DC aprovecha esta oportunidad.
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La lectura en baja
A RAÍZ DE los pésimos resultados de la prueba Simce en lectura, vuelven a salir a flote argumentos que bien pueden ser calificados de lugares comunes. El primero, y más preocupante, es que los jóvenes tienen que leer lo que les interesa. Tras este argumento está la peregrina idea de que John Green o Stephenie Meyer contribuirían a formar mejores lectores que Shakespeare, Cervantes y Homero.
La raíz etimológica de la palabra educar, sin embargo, es educere, que significa “ser llevado a otro lugar”. O sea que la función intrínseca de la escuela sería transportar a los alumnos a otros mundos, abrirlos a un abanico de experiencias inesperadas que, a su vez, también reflejan lo que tenemos en común los seres humanos de todas las épocas. Acceder a un conocimiento de este tipo por medio de novelas, poemas u obras de teatro es lo que facilita la comunicación y la comprensión del otro, dos condiciones que están a la base de la formación de ciudadanos libres, responsables, críticos o, como diría Kant, “mayores de edad”.
En el incisivo ensayo “La escuela en crisis”, Beatriz Sarlo plantea que la educación representa justamente un corte respecto de la espontaneidad juvenil: “El criterio de lo que interesa a los chicos es solo un punto de partida, no un instrumento de chantaje que convierta a la transmisión cultural en un simulacro pálido y demagógico de la cultura adolescente”. Dicho de otra forma, todo bien con que los jóvenes lean lo que quieran en su tiempo libre (o que jueguen videos y naveguen por la web), pero la cultura define la identidad no solo de un país, sino que permite sentirse parte de algo más amplio, una comunidad que comparte ciertos valores y costumbres, principio básico del ideal democrático.
Otro lugar común dice que los alumnos de hoy están acostumbrados a hacer muchas cosas en forma simultánea, lo que va en detrimento de una actividad más específica, como la lectura. Siguiendo esta hipótesis, habría que aprovechar los dispositivos digitales para fomentar el lenguaje.
Que los alumnos sean capaces de chatear, buscar información y ver tutoriales al mismo tiempo está fuera de dudas, aunque quienes dicen que la lectura es una activad más “pasiva” desconocen lo que hace nuestra mente cuando leemos. Orhan Pamuk ha descrito las variadas operaciones que se desarrollan al mismo tiempo y con gran concentración: transformar las palabras en imágenes, buscar las ideas que hay tras los acontecimientos, distinguir entre realidad y ficción, enfrentarse a ideas contradictorias y aprender a ver el mundo con los ojos de otros, la mirada de los protagonistas, que es sin duda una de las mayores lecciones de tolerancia, de empatía.
De pronto la pregunta de fondo es para qué estamos educando. ¿Para el mercado laboral? ¡Pamplinas! Nadie sabe siquiera cómo será el trabajo en cinco años más. En cambio las humanidades preparan para la vida, que está lejos de ser divertida y vertiginosa, a la manera de un videojuego. Leemos, de hecho, para tener la ilusión de que es posible vivir otras vidas.
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May 10, 2017
Tiempo de hacer las cosas bien
NO HAY dos voces respecto del magro crecimiento económico de los últimos años. Sí hay disensos respecto de las causas de este fenómeno, aunque es indiscutible que su principal razón son los cinco años consecutivos de baja en el precio del cobre que trajeron consigo una caída en la producción, el empleo y los proyectos de inversión mineros.
Sin embargo, nuestro vecino Perú, igualmente afectado por este fenómeno, ha logrado que la minería mantenga su dinamismo. Entre 2015 y 2016 el PIB chileno creció a un promedio de solo 2%, mientras que el peruano lo hizo en un 3,7, pero durante el mismo período, el PIB no minero de Chile creció un 2,5%, mientras que el de nuestros vecinos un 2,4%. Es indudable el impacto de la minería en la desaceleración de la economía chilena. Lo que nos lleva a nuestra primera conclusión: reactivar el sector minero es clave para volver a crecer y el aumento en su precio genera mejores oportunidades para que ello ocurra.
Hace pocos días dimos a conocer un estudio de Valor Minero realizado por el economista Juan Pablo Medina, que presenta las consecuencias macroeconómicas del desarrollo de la minería en la zona central -RM y V Región. Por mencionar solo algunas cifras, usando menos del 3% de los recursos mineros de la zona, la economía chilena podría crecer un 0,75% adicional al año.
Se trata de un tremendo potencial, pero con una gran complejidad por su emplazamiento en la zona más poblada del país. En este caso, hacer las cosas bien trasciende el desafío de volver a crecer, significa también lograr que éste sea virtuoso, sostenible e inclusivo. Significa enfrentar con información clara y legítima la realidad de los “relaves”, la “protección de glaciares”, la “disponibilidad y calidad del agua dulce”. Esto es particularmente importante para la regiones Metropolitana y de Valparaíso, que en solo ocho años perdieron entre un 20 y un 30% de su masa glaciar; zona en que el cambio climático ha agudizado el déficit hídrico y exacerbado la competencia por el agua disponible. Lo que nos lleva a nuestra segunda conclusión: necesitamos volver a crecer, pero haciéndonos cargo de nuestro desafío de sostenibilidad.
Hacer las cosas bien significa también sentarnos a conversar para convenir una visión de futuro y los pasos requeridos para lograrla. La visión estrecha de la minería como la gallina de huevos de oro, puede correr la misma suerte que la industria del salitre que nació para morir al poco tiempo. Debemos aprovechar las oportunidades que la minería brinda para desarrollar infraestructura que requiere esta región, como también impulsar sectores productivos vinculados a ella, y avanzar hacia la economía del conocimiento. Consideremos que la zona central concentra el 50% de los gastos de Chile en investigación y desarrollo, lo que nos lleva a nuestra tercera conclusión: necesitamos volver a crecer, haciéndonos cargo de nuestros contextos, y con una visión compartida.
A fin de cuentas, Chile necesita crecer y los chilenos debemos definir en qué condiciones queremos hacerlo. Ningún actor, empresa o Estado, por sí solo será capaz de movilizar al país al escenario en el que necesita estar. Hoy debemos crecer con otro estilo que tenga como clave la colaboración, o correremos el riesgo de frustrar nuevamente nuestra oportunidad de desarrollo.
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Un estándar
NO VOY a defender a Cecilia Pérez de la agresión sufrida por parte de un “comediante” en un programa de televisión; no necesito hacerlo, porque ella ha demostrado que se defiende solita bastante bien, pero el problema de fondo excede con mucho sus derechos y su dignidad injustamente atacados. Aquí está en juego el tipo de sociedad en que queremos vivir y si alguien quisiera reprocharme el ser un derechista más, que se acuerda de los derechos cuando se afecta a alguien de su sector, me permito reproducir un párrafo de una columna que publiqué en otro medio en marzo del año 2015, refiriéndome a otra rutina del mismo comediante:
“Tal vez lo más perverso del programa, es que al verlo se siente en el ambiente, está implícito en toda la rutina, que a Sebastián Dávalos se le puede denigrar, insultar, violentar moralmente, porque es hijo de la Presidenta de la República”. Es demasiada la evidencia que demuestra cómo, cuando se legitima la violencia verbal, se va horadando el concepto de que todos los seres humanos tenemos una dignidad esencial común y que nadie puede ser sujeto de un estatuto inferior de derechos en razón de su raza, género, condición sexual, ideología o religión. La violencia física es parte del mismo proceso, el odio se construye desde la caricatura que deshumaniza y que convierte a determinadas personas o categorías en objeto de un rencor validado socialmente.
Así ocurrió en la Alemania nazi con los judíos y entre nosotros, en distintos momentos, se demonizó a los comunistas, a Jaime Guzmán, a los latifundistas y a varios otros. El resultado es conocido, las diferencias políticas derivaron en violencia que fue justificada desde diferentes sectores, porque cuando se permite que estas dinámicas se instalen y crezcan acaban contaminando a personas normales, que se ven arrastradas por ambientes cargados de odiosidad.
Por eso es que importan las instituciones y los valores que dan forma a una sociedad civilizada, porque ellos son los puntos de referencia que nos marcan el rumbo precisamente cuando es más importante, cuando la intensidad del debate o la fuerza de las diferencias legítimas nos inclinan al uso de medios ilegítimos.
Mantener vivos esos valores y las instituciones exige un requisito fundamental: tener la voluntad de defenderlos y aplicarlos sin importar la identidad de las personas involucradas, porque esa voluntad es, en sí misma, la esencia de un sistema de convivencia civilizado en que todos podemos sentirnos seguros. No basta con condenar la agresión a Nabila si miramos para el lado cuando se denigra a Cecilia, mañana pueden ser mi mujer o mi hija.
Termino con otro párrafo de aquella columna de hace dos años, porque no se me ocurre hoy uno mejor: “Tengo que reconocer que vi en internet la rutina de Yerko Puchento porque, con razón, me dijeron que era imprescindible para entender el Chile de hoy. Es verdad, es necesario verla, pero como es necesario ver cada cierto tiempo el rostro desfigurado del adicto o el auto destrozado por un choque a 200 kilómetros por hora”.
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Desafíos para la vejez
LA ACTUAL discusión sobre las pensiones es, sin duda, un debate importante. Para nadie resulta indiferente el monto que tendrán sus ingresos cuando se halle en una etapa de la vida donde no tendrá posibilidades de trabajar y los gastos aumentarán como consecuencia del deterioro progresivo de la salud. Sin embargo, el aseguramiento de una vejez digna para todos no es solo un problema de pensiones.
Motivada por el tema, junto a otros, muchas veces reflexionamos:
¿A qué le teme una persona de la tercera edad? Ciertamente le inquieta la posibilidad de enfrentar la enfermedad y la pobreza, pero también le teme a la soledad. El ser humano es social y alcanza su plenitud en el contacto con los otros. Una vejez en estado de aislamiento constituye una dificultad casi insuperable para poder experimentar cómo, en cierta manera, la madurez de la vida bien puede ser una forma de plenitud.
El aislamiento de las personas de la cuarta edad no afecta solo a los ancianos en condición vulnerable. También en las más elegantes sénior suites, son numerosas las personas que resultan simplemente “depositadas” por sus parientes: parecen pensar que por pagar una suma mensual ya han cumplido con sus padres y abuelos. El abandono de estos ancianos es la contracara de una mentalidad individualista, acostumbrada a descartar lo que no resulta útil ni productivo. La cultura del descarte.
La situación es mucho más dramática en el caso de los ancianos en condición vulnerable. Una pequeña parte de ellos tiene la fortuna de recibir acogida en una institución, como la Fundación Las Rosas en la que participo en su Directorio. Allí hay personas capacitadas, que entregan cuidado y cariño a quienes no pueden darles más que las gracias.
Uno de los desafíos más importantes que tendremos que abordar en los próximos años es el de otorgar un apoyo adecuado a los ciudadanos de la cuarta edad. Algunas municipalidades han tenido la visión necesaria para poner en marcha planes innovadores al respecto. Ellas ofrecen programas que permiten recibir a los ancianos durante el día, mientras sus hijos trabajan, aplicando un criterio análogo al que se emplea con los jardines infantiles, pero asegurando que los ancianos no sean meros receptores pasivos de un servicio. Allí están bien cuidados y pueden participar en actividades que tienen, además, la ventaja de mantenerlos activos y evitar su deterioro intelectual.
Hay que tener en cuenta que, con la prolongación de las expectativas de vida, cada vez será más amplia esta necesidad de poner en marcha programas creativos para atender a estos conciudadanos nuestros. A ellos les debemos mucho, porque son personas que han dedicado la vida a trabajar para que nosotros pudiéramos alcanzar los grados de progreso de los que disfrutamos. Este es un caso paradigmático de lo que puede conseguir la colaboración del Estado y los privados. Hacemos un llamado para que se los incorpore en las políticas públicas y en especial a las familias, para que nunca los dejen solos.
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Reality show
Cuando se googlea el nombre de Linkin Park lo que más destaca en la biografía son las cifras y récords antepuestos a sus cualidades artísticas, para sugerir categoría como una de las grandes bandas del nuevo milenio, en esta época con rock de escasa iniciativa. Luego se resalta una supuesta versatilidad, que se intuye más bien como puro olfato para rastrear dónde están los gustos adolescentes del momento. Así Linkin Park ha transitado desde la vilipendiada casilla nü metal hasta corrientes más cercanas a la electrónica masticable (la manida fórmula de la Electronic Dance Music), y un pop rock de tintes sufridos. Pero lo que nunca varía y que finalmente resalta en su material y presencia escénica, es la emotividad sobreactuada propia de la era reality y la generación millenial.
Anoche esos elementos fueron expuestos en el Movistar Arena casi repleto a pocos días del estreno del séptimo álbum One more light, con fecha para el 19 de mayo. En vivo todo funciona en torno a los líderes Mike Shinoda, el verdadero cerebro tras el conjunto de California, y el vocalista Chester Bennington, un intérprete que privilegia la melodía con un resabio que recuerda a las boys band. El resto de los músicos son mera comparsa para unas canciones que resultan más rabiosas cuando se trata de revisitar sus primeros éxitos, y notoriamente melosas y bailables cuando se acercan a los últimos títulos.
Tras cuatro temas más bien tibios que no provocaron mayor reacción, el primer rugido en el Arena llegó recién al turno de One step closer, el éxito de su debut Hybrid theory (2000) que Bennington dice odiar. Solo ahí se pudo apreciar con cierto protagonismo el sonido del discretísimo guitarrista Brad Delson, un tipo que rasguea su instrumento con la energía de un chico tocando en la playa al atardecer. En términos instrumentales no cabe mucho más que decir: batería de golpe amortiguado y un bajo confundido con los abundantes teclados y bases, los verdaderos elementos en los que se sostiene el sonido de Linkin Park.
Adelantaron algunos temas nuevos como Talking to myself, la primera de la noche, la coquetona Battle symphony e Invisible, que Shinoda escribió pensando en sus hijos cuando a futuro sean adolescentes y se enojen con él y le digan que lo odian cerrando la puerta del dormitorio de un golpe para luego sumergirse en su dolor, con música a todo volumen en los audífonos. Por cierto, una canción pegajosa que perfectamente podría haber formado parte del último álbum de Taylor Swift 1989 (2014).
No deja de ser interesante que más allá del amor filial, el líder de Linkin Park ya piense en cómo encantar a nuevas generaciones con una mezcla de sonidos y ritmos que no se casan con nada, sino ansiosos de alianzas y acuerdos como un partido político de centro que pretende aunar consenso para convocar.
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¿Volver a crecer? Miremos los fundamentos
La tasa de ahorro está en el menor nivel de los últimos treinta años, la inversión lleva tres años consecutivos de caída -y podrían ser cuatro- y el flujo de inversión directa del exterior en 2016 fue el más bajo en una década ¿Queremos que el país vuelva a despegar? Por supuesto, pero antes de preocuparnos de tener un avión de última tecnología, revisemos si el motor y las ruedas están en buen estado, que es por ahí donde están los problemas. Cuando hablamos de crecimiento, como punto de partida analicemos el ahorro y la inversión, motores centrales del crecimiento, antes de pensar como estamos en los rankings de desarrollo científico y tecnológico o si hemos entrado en fases exportadoras avanzadas. En ese análisis, resultan muy interesantes las cifras de Cuentas Nacionales por Sector Institucional, recientemente publicadas por el Banco Central.
Recuperar el ahorro y la inversión exige revertir las causas que explican la caída. El menor ahorro nacional se debe en un grado importante a la expansiva política de gasto fiscal, que ha reducido el ahorro público a niveles mínimos. En 2016 la tasa de ahorro del gobierno general fue de 1,2% del PIB, en comparación con un promedio de 6% entre 2004 y 2013. Pero también se registra menor ahorro de las familias, de niveles de 7% del PIB hace 5 años a cifras en torno a 6%. Volver a crecer exige entonces mayor disciplina fiscal, junto con una reestructuración de la política tributaria, que debe volver a premiar la postergación del consumo presente. Aumentar las cotizaciones previsionales también apuntaría en la dirección correcta, siempre y cuando no sea a través de impuestos al trabajo. Con los actuales niveles de ahorro, aun cuando se despejara la incertidumbre regulatoria, sería imposible recuperar la tasa de crecimiento que registramos en las últimas tres décadas. Es bueno recordar que la creación del FUT en 1984, en conjunto con la reforma previsional de 1981, posibilitaron un aumento de la tasa de ahorro nacional de diez puntos del PIB en esa década, por lo que ya conocemos la receta, intentemos replicarla y mejorarla, con un sistema tributario que grave no sólo los retiros de utilidades, sino también los retiros disfrazados de reinversión, y premie el ahorro de los que pagan impuestos al trabajo.
Algo similar está ocurriendo con la inversión, que se ve afectada por toda una maraña de regulaciones, confusa e inestable, a lo que se suma una legislación laboral que puede terminar expropiando parte del capital por la vía de paralizar los procesos productivos. El entorno institucional se está traduciendo en que, a pesar de que el ahorro de las empresas muestra una caída moderada, la inversión realizada por éstas sí cae fuertemente, explicando el creciente interés de nuestros empresarios por realizar proyectos en el exterior. La tasa de inversión de las empresas no financieras ha caído de niveles de 20% del PIB a fines del 2012 a menos de un 12% en 2016. Esta fuerte caída de la inversión empresarial no ha sido compensada por mayor inversión pública, la que se ha mantenido relativamente estable en niveles de 2,5% del PIB. Vemos entonces que la significativa alza de impuestos de este gobierno contrajo la inversión privada, sin una compensación en la inversión pública, ya la recaudación fue destinada principalmente a gasto corriente. El impacto en crecimiento se hace evidente.
En definitiva, no es necesario ser muy imaginativo para hacer propuestas de crecimiento en Chile, basta decir lo obvio, necesitamos ahorrar e invertir más para revertir los malos resultados del último trienio.
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Elecciones 2017: fragmentación contra unidad
Nunca, desde el retorno a la democracia, se había generado tan nivel de incertezas respecto del encuadre sobre el cual se desarrollará la elección presidencial. En primer lugar, de manera inédita en nuestra historia reciente, la centroizquierda no llegará con una candidatura única a la primera vuelta presidencial. Esto implica la ausencia del oficialismo en el espacio político y electoral de la primaria del próximo 2 de julio, dando una ventaja significativa a la oposición de Chile Vamos, y quizás también, a una nueva oposición que se ubica a la izquierda de la Nueva Mayoría: el Frente Amplio que, de alcanzar las 33 mil firmas, podría participar de la primaria legal, accediendo a toda la exposición y cobertura mediática que aquello implica, dejando a la centroizquierda prácticamente invisible en ese cuadro.
Por otro lado, la opción de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana echó por la borda el plan trazado por Alejandro Guillier, quien se muestra cada vez más frágil en las encuestas. Sin ir más lejos, en el registro de Adimark, Guillier ha retrocedido 10 puntos porcentuales en intención de voto en cuatro meses. Ahora bien, la mala noticia para la DC es que la misma encuesta muestra que el declive del periodista no es capitalizado por Carolina Goic, quien no logra superar el 2% de intención de voto, sino que por Beatriz Sánchez.
En suma, la centroizquierda se encuentra desarticulada. Tal como se ha producido en España, Francia e Inglaterra, en nuestro país la socialdemocracia cede terreno a una nueva izquierda maximalista y radical. En ese escenario, el binomio que le dio sustento de gobernabilidad a la antigua Concertación bajo la etiqueta de “eje histórico” -el Partido Socialista y la Democracia Cristiana- se ha erosionado. Mientras el PS, apostando al pragmatismo fue capaz de “matar al padre”, al sepultar la candidatura de Ricardo Lagos, la DC, se la jugó por lo contrario, aislando el pragmatismo, se aventuró en la posibilidad de reencontrar una identidad corroída en la Nueva Mayoría, con la candidatura de Goic como un espejismo electoral en un desierto de incertezas.
Pareciera que la DC, leyendo el nuevo contexto de mayor flexibilidad del sistema de representación proporcional, apuesta en el mediano plazo a llenar un espacio político en ebullición como es el centro político, y por qué no tal vez con nuevos aliados. Por otra parte, en Chile Vamos las aguas son más quietas. La unidad frente a un clima político incierto y turbulento se ha transformado en el principal activo de la coalición.
Pero si bien el marco político de desavenencia y fragmentación en el oficialismo agrega una dosis de optimismo, la centroderecha debe canalizarlo con realismo y prudencia, ya que la ansiedad puede llevar a malas decisiones o hacer prevalecer intereses particulares por sobre un proyecto presidencial, cuyo éxito, algunos dan por descontado. La división del adversario puede ser enormemente útil en política, pero también, puede ser un arma de doble filo a la hora de ejecutar un programa de gobierno. La centroderecha tiene hoy una oportunidad histórica de retornar a La Moneda en 2018, con una madurez, experiencia y unidad que hacen posible forjar un proyecto político que no se agote en cuatro años, sino que en una apuesta a futuro.
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Comenzamos a tener las herramientas para resguardar y resguardarnos
Hace algunos días la Presidenta Michelle Bachelet firmó la nueva “Política Nacional de Ciberseguridad”, una hoja de ruta que contempla medidas que se implementarán este año y el 2018, puntos y aspectos que el gobierno entrante deberá asumir y dar continuidad, y que debe quedar absolutamente implementada en el 2022.
Como ACTI celebramos este necesario y esperado paso, que en una de sus aristas buscar educar a las personas acerca del uso de la web y también de los riesgos de la misma; que el país cuente con una infraestructura de la información robusta y resiliente, preparada para resistir y recuperarse de incidentes de ciberseguridad; que se proteja la infraestructura de la información y que se cuente con equipos de respuesta a incidentes de ciberseguridad, entre otros puntos.
Concordamos y apoyamos que dentro del paquete de medidas a implementar en el más corto plazo se contemplen: Preparar y enviar al Congreso Nacional el Proyecto de Ley sobre Ciberseguridad; Tramitar nueva ley de datos personales; Actualizar normativa sobre delitos informáticos; Adherir e implementar el Convenio de Budapest; Fomentar el patrocinio del Estado a proyectos de I+D+i en materias de Ciberseguridad y Promover el desarrollo de capital humano avanzado en asuntos de Ciberseguridad, entre otros.
Veamos algunas cifras. Según el propio documento estatal: Chile ostenta la mayor tasa de penetración de internet en América Latina, con más de un 70% de su población conectada; y la economía digital nacional creció en torno al 11% entre 2014-2015, pasando de U$34 mil 127 millones a U$39 mil 485 millones. En tanto, en la Cumbre Latinoamericana de Analistas de Seguridad, realizada en septiembre de 2016, se aseguró que entre agosto de 2015 y agosto de 2016, el continente Latinoamericano alcanzó una cantidad de un millón cien mil ataques de malware al año. Y agreguemos que Chile aún se encuentra lejos de países como Estados Unidos, Israel, Estonia y República de Corea, cuyo nivel de protección es muy alta y es prioridad para cada uno de los gobiernos.
Por eso, en un tiempo en que la tecnología y la digitalización marcan pautas, resguardarnos del cibercrimen es una tarea compartida y todos los sectores deben involucrarse: público, privado y Estado. Es un tema que hay que tomar muy en serio y dimensionar su alcance.
De hecho, con el avance de la digitalización, de las tecnologías y del IoT entre otras varias aristas, uno de los temas que preocupan a los expertos es la seguridad de la información de las personas, hasta qué punto todos entregaremos información personal y valiosa cada vez que se de “aceptar” a los términos y condiciones de uso. Para eso, para ese y otros resguardps se requiere de una renovada y estricta política de protección.
Lo cierto hoy, es que el país necesita con urgencia de una legislación que consolide la institucionalidad y maneje los incidentes de seguridad informática en el país. El Estado debe entender y tomar el resguardo que los chilenos necesitamos de mantener nuestra ciber-privacidad. Esto es un paso necesario, sin duda; pero debemos prontamente ir por más.
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Salud: el rigor de las cifras
Recientemente las autoridades de salud han presentado su cuenta pública y otros informes complementarios. Algunos datos que se desprenden de estos señalan que 25.000 personas han fallecido esperando atención por un especialista, que 3.000 personas fallecen mientras esperan ser hospitalizados desde los servicios de Urgencia, que 19% de los pabellones de cirugía programado no se realizan, que 264.330 personas esperan por cirugías y 1.569.615 por consulta de especialidad y que el número de trasplantes en Chile no se ha modificado. Frente a datos indesmentibles surgen dos interpretaciones de fácil lectura: faltan recursos y hay mala gestión. Sobre lo primero un informe de Dipres de Noviembre 2016 señala que la deuda hospitalaria que finalmente se paga con fondos extraordinarios se cuadruplicó. También sabemos que el presupuesto para salud ha crecido a razón de 7% anual en el último periodo de manera sostenida. Sobre la gestión existirán opiniones encontradas aun cuando las cifras hablan por sí solas, sin embargo convengamos que es un tema debatible para no distraernos de lo esencial: el modelo de atención pública está en crisis y se requiere soluciones que no propongan más de lo mismo. El incrementalismo es la peor amenaza para la salud de los chilenos.
El modelo de atención centrado en quienes otorgan el servicio, en diferentes niveles que no conversan entre si como tampoco asocian la carga de enfermedad de cada ciudadano con los recursos que ellos requieren se traduce en que la atención es un gesto aislado que no resuelve de manera integral la situación de cada paciente ni tampoco cuenta con una trazabilidad de ellos. Por otra parte la atención en silos establece que la planificación sanitaria se haga sobre cada uno de ellos sin considerar de manera sistémica que por ejemplo los colapsos en urgencia se vinculan a la baja resolutividad de la atención primaria y que las suspensiones de pabellones se vinculan a los colapsos de urgencia
Faltando pocos meses para que termine este gobierno serán las próximas autoridades quienes deberán resolver esta situación. La tarea no será fácil. Recibirán a un país con escasos recursos, con una inversión en infraestructura para salud comprometida más allá de las capacidades históricas que el país ha destinado con este propósito, debido a que se suspendió el plan de concesiones, hospitales endeudados e importantes demandas insatisfechas.
Este desafío por su magnitud y alcances humanitarios deberá ser abordado con sentido de urgencia pero también con realismo y un enorme pragmatismo que se traduzca en que las intervenciones necesarias permitan resolver las listas de espera en un plazo razonable. Pero no será suficiente si no somos capaces de asumir que el modelo actual de atención, no tiene las capacidades para resolver las demandas para una población más envejecida y con enfermedades crónicas, si no acude de manera innovadora e incluso disruptiva a implementar nuevas soluciones. Se requiere redefinir las funciones de la subsecretaria de redes para que vuelva a trabajar desde una lógica sanitaria de largo plazo y no sujeta al ciclo político, innovar en la forma de atención incrementando el nivel de resolución del nivel primario aumentando sus competencias, y apoyo de especialistas mediante tecnologías de información. Instalar nuevos mecanismos de pago asociados a resultados vinculados al nivel de atención y resolución de problemas de la población a cargo, establecer métricas de rendimiento, e incentivos asociados a estos.
Más allá de estas u otras intervenciones de política que se deberán implementar, resultará determinante que se desarrollen bajo un marco de un gran acuerdo nacional, donde todos los sectores sean capaces de entender que al igual como ocurre con las emergencias sanitarias hoy la emergencia es el sistema de atención en su conjunto siendo la responsabilidad de conducir la agenda transformadora de las autoridades pero su éxito tarea de todos.
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