Óscar Contardo's Blog, page 174
May 20, 2017
Capitalistas todos
“NO HAY nobleza en la pobreza. He sido rico y he sido pobre. Y ser rico es siempre mejor. Al menos como hombre rico encaro mis problemas”. Se trata de la frase más recordada de la película El Lobo de Wall Street, basada en la historia de Jordan Belford, un inescrupuloso corredor de Wall Street de los años ochenta. La cita me vino a la mente al leer la carta de la Comisión de Patrimonio del PS, donde para justificar las inversiones del partido en diferentes empresas, entre ellas Soquimich, señalan que hacer rendir el dinero para no depender de otros es admirable. “No despilfarrar los dineros, sino administrarlos bien, es de las cosas más revolucionarias que ha hecho el PS”, señalan. O sea, la revolución de capitalismo.
Los comunistas también parecen estar de acuerdo con esto, toda vez que acaban de vender cerca de 100 propiedades en más $3.500 millones. Claro, ellos se defienden diciendo que, a diferencia de sus socios socialistas, no invirtieron en el mercado de capitales, sino en el inmobiliario. Vaya conclusión a la que llegaron. Como si aquello no fuera parte del mercado, del capitalismo. Por favor; es la misma cosa no más.
Yo no los juzgo. Me parece natural. Ellos, en el fondo, quieren ser ricos. Al final, nadie quiere ser pobre, ni siquiera aquellos que detestan a los ricos y que han hecho de la lucha contra el capitalismo su razón de ser. Los que declaran que es el sistema que provoca desigualdad y pobreza. Los que incentivan políticas anticapitalistas, pero para los otros. Porque ellos, cuando tienen que elegir, no dudan en viajar en primera clase, en mandar sus hijos a colegios privados y a invertir sus dineros en el mercado. “Solo el delirio puede condenar que alguien maneje bien su dinero. Que no lo guarde en el colchón para que vaya comiéndoselo de a poco la inflación”, dicen los socialistas. Bueno, ni la Universidad de Chicago ha expresado mejor la esencia del capitalismo.
Si esto es tan bueno, entonces no se entiende porque quieren obligar al resto a ser pobres. O para qué insisten en condenar a quienes lo hacen abiertamente y lo declaran con orgullo. La verdad parece ser una: hay capitalistas de derecha y los hay de izquierda. Pero, entre ambos, hay una diferencia fundamental. Mientras los primeros buscan que todos aprovechen los beneficios del sistema, los segundos quieren que sea sólo para ellos. El resto tiene que vivir la utopía socialista o comunista, aquella que ya sabemos hace más pobre a los países, a la gente.
Por eso, si todos somos capitalistas, yo prefiero apostar a los que lo son de verdad. Los que impulsan el sistema para todos. No a esos que predican una cosa y hacen otra a escondida. Esos que tienen frases anti mercado para la galería, pero que cuidan sus bolsillos de espaldas a la gente. Eso si es inaceptable.
Se puede discutir que ser rico sea mejor que ser pobre. O que no hay nobleza en la pobreza. Pero, concordemos en que esa es una decisión personal. Lo que no tiene nada de noble es condenar a los otros a ser pobres, mientras al mismo tiempo se busca ser rico. Eso no solo es contradictorio; es un engaño.
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La Democracia Cristiana
EL PAÍS vive tiempos difíciles. En parte, ellos obedecen a problemas reales que nos amargan e inquietan. Me refiero a una profunda crisis de confianza ciudadana que afecta a los políticos (qué duda cabe); a los empresarios que han minado profundamente su respetabilidad; y, también a las propias iglesias sacudidas por escándalos.
Pero si vamos a ser honestos y no dejarnos arrastrar por la moda que hoy saca aplausos fáciles, de encontrarlo todo malo, es necesario matizar el juicio. Pongo ejemplos.
Las encuestas indican que a nivel del país la gente ve el futuro muy negro, pero no así a nivel de su familia y de su futuro personal, donde es bastante optimista. En otro plano, en la economía, es cierto que un crecimiento entre el 1% y 2% es mediocre. Pero las calificadoras de riesgo, sin excepción, al evaluar a la economía chilena, la ubican como la mejor del área.
En este contexto, cómo se ve a la DC.
Yo creo que también vive contradicciones. Aunque que resulte doloroso reconocerlo, una sensación de malestar atraviesa al partido. Pero hay muchas razones para tener una visión más balanceada y optimista de su situación.
Para partir por lo más obvio, es la columna vertebral de toda actividad política: hoy, 80 años después que fuera fundada como Falange Nacional, la DC es la segunda fuerza política del país y la primera de la Nueva Mayoría. Representa un tercio del total de diputados de la “Nueva Mayoría” y, en el Senado, con seis miembros, es un tercio de la bancada de la NM. Todo ello indica -y esto es un dato y no una apreciación subjetiva- que en la actualidad es una de las fuerzas políticas más relevantes, con enorme influencia en la estructura de poder del país.
Por cierto, ser un partido de estas dimensiones no es gratis. Ello, por razones entendibles y algunas odiosas, ha molestado siempre a nuestros adversarios y a veces a nuestros aliados. Siempre ellos nos vaticinan que estamos en decadencia y prontos a desaparecer.
Algunos en la izquierda nos condenaron porque éramos unos reformistas a los que la revolución arrasaría. La dictadura nos persiguió y también anunció nuestra desaparición de la faz de la Tierra.Hoy nuestra situación no es distinta. Hay algunos en la derecha que nos acusan de irrelevantes por la sencilla razón que no impulsamos sus políticas; y, para contar toda la verdad, algunos, por suerte pocos, en nuestra coalición nos acusan porque no adherimos de modo acrítico a posiciones ideológicas que no compartimos.
Pero, para verdades, la historia. La DC ha hecho una contribución al país que figura entre las más significativas. Desde su nacimiento rompió con el clericalismo de los viejos partidos conservadores y planteó al país una política que, ajena al tutelaje de la Iglesia, sí se inspiraba en valores cristianos, progresistas, profundamente democráticos.
La historia da cuenta del orgullo del gobierno de Eduardo Frei Montalva. Qué mayor orgullo que haber encabezado la lucha contra la dictadura.
El orgullo de los diez años de las presidencias de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle, que son la década de mayor crecimiento (8% anual), que haya conocido la República en más de un siglo. Tiempo de grandes transformaciones, de modernización de la justicia, de una profunda reforma educacional, de modernización del Estado, de enormes esfuerzos por avanzar, en materia de derechos humanos en la verdad, la justicia y la reparación.
Sí, también el orgullo de la Concertación y de su obra, de las presidencias de nuestros aliados Lagos y Bachelet. Su obra se considera como propia.
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#TiemposMejores
LAS COSAS pueden ser mejores. Esa la principal motivación de la campaña del expresidente Piñera. Desde la llegada de la Nueva Mayoría al gobierno, hace ya tres años, hemos seguido un rumbo equivocado. El país está estancado, se ha polarizado y no sigue un norte claro. Por ello, las bases programáticas de la candidatura, elaboradas en el marco de las primarias de Chile Vamos, plantean una serie de cambios imprescindibles para que Chile recupere el rumbo.
El primero será terminar con el pesimismo reinante. La Nueva Mayoría, a diferencia de la Concertación, se guía por una visión oscura de nuestro país. Quien mejor lo expresó fue la propia Presidenta Bachelet, al momento de asumir su candidatura presidencial, cuando señaló que vivíamos una verdadera “fractura social”. Por el contrario, el programa de Sebastián Piñera parte de la premisa que Chile es un país maravilloso, más allá de las evidentes carencias que aún persisten, y que tiene todo el potencial para superar este difícil momento.
El segundo será desterrar la “cultura de la retroexcavadora”. Chile necesita retomar los acuerdos amplios y la búsqueda de consensos. Como lo apuntase Edgardo Boeninger en su libro póstumo, las democracias sólidas se fundan en la persuasión más que en la imposición, lo que permite construir objetivos compartidos y políticas duraderas y sustentables. Por ello se retomará la sana tradición republicana del reformismo responsable, ese que se basa en la razón más que en los sentimientos. La utópica e improvisada agenda de la Nueva Mayoría quebró irresponsablemente con esa lógica, que permitió gigantescos avances culturales, sociales y económicos en las últimas décadas. No por nada, tras el reformismo utópico de estos años quedará como el gobierno de peor registro desde el retorno a la democracia.
El tercero será retomar las materias prioritarias para el país. La meta es hacer de Chile una de las naciones de mayor desarrollo humano en el mundo en la próxima década. ¿Cómo hacerlo? Armonizando cuatro principios fundamentales que son los que inspiran todas las propuestas: libertad, justicia, progreso y solidaridad. A diferencia de la Nueva Mayoría, que sometió todas sus políticas a un solo objetivo, terminar con la desigualdad, nuestro programa reconoce que una sociedad plural, moderna y compleja debe saber compatibilizar múltiples fines.
De esta forma, es indispensable que Chile vuelva a crecer y crear trabajos. Porque es el único camino que permite mejorar el bienestar de las personas en forma permanente y, simultáneamente, disponer de mayores recursos para fortalecer los bienes y servicios públicos. Todavía existen más dos millones de compatriotas viviendo en la pobreza, que requieren más oportunidades y mejores políticas sociales.
Pero lo anterior no es suficiente. El país ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Hoy somos una sociedad mayoritariamente de clase media, con enormes anhelos y expectativas pero también con importantes temores. Por ello el programa contempla un conjunto de políticas destinadas a los sectores medios de la población, como la red Clase Media Tranquila, de manera de permitirles a las familias chilenas enfrentar con mayor seguridad los eventos más complejos de la vida, como el desempleo, las enfermedades graves, la longevidad o la pérdida de la vivienda.
Estas políticas, y los principios que las inspiran, van de la mano con las otras prioridades del programa: educación, cuyo foco es la calidad y la primera infancia; salud, donde lo central es la modernización del modelo de atención; seguridad ciudadana, cuyo corazón es la modernización de las policías; y adultos mayores, para quienes se implementará una Política de Envejecimiento Positivo y un plan para mejorar sus pensiones.
Se vienen #Tiempos Mejores.
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Entrando al siglo XXI
EL CRECIMIENTO no basta. El desarrollo del siglo XXI es crecimiento más sostenibilidad e inclusión. No cualquier crecimiento sirve: tiene que ser sostenible e inclusivo. Este debate no puede darse de espaldas a los espectaculares avances en ciencia, tecnologías e innovación (CTI).
Al contrario, solo tiene sentido hacerlo desde el potencial y las amenazas que plantean las nuevas tecnologías. Ignorar esto y dejar que sea solo el mercado el que guía la difusión del conocimiento y las nuevas tecnologías, acentuará las desigualdades y podría ocasionar serias fracturas en la gobernabilidad política y social. Por eso, es que la candidatura del senador Guillier propone 4 inflexiones en nuestro patrón de desarrollo:
1) Revolución en las energías: una apuesta vigorosa a energías renovables, modificando con ello la matriz productiva y exportadora. Promoveremos el distrito tecnológico solar en el norte, con clusters que vinculen la construcción de paneles solares con las manufacturas, tecnologías, ingeniería y servicios asociados.
En el litio, también promoveremos clusters tecnológicos de calidad mundial, aprovechando que los avances en baterías de litio reducen el costo de almacenar energía.
Uso creciente de la electricidad en transporte público y privado. Reindustrialización y más competitividad gracias a las nuevas energías y menor costo en la factura eléctrica para los hogares.
2) Revolución digital y en las telecomunicaciones. Inversiones para elevar el ancho de banda y masificar el acceso a Internet de alta velocidad. Promoveremos un uso productivo de la telefonía móvil en políticas públicas y empresas, estimulando la productividad. Zonas Wifi en principales plazas en todo el país. Estimularemos la telemedicina, manufacturas avanzadas y servicios sofisticados.
Apoyaremos la aplicación de Internet de las cosas en la producción de bienes y servicios. Iremos a la digitalización del Estado, los municipios, las Pymes y las escuelas.
3) Apuesta a la innovación, apropiándonos del cambio tecnológico para modernizar empresas, mejorar la gestión pública y elevar la calidad de vida de los chilenos. Promoveremos la cadena de valor Ciencia-Tecnología-Innovación- empresas tecnológicas, con formación de recursos humanos, incentivos tributarios. Potenciaremos a Corfo como banca de desarrollo y estímulo a la innovación.
4) Tomaremos en serio el cambio climático. Chile es uno de los países más afectados por el cambio climático. Incendios forestales, aluviones, inundaciones nos seguirán acompañando, así como avance de desertificación en el norte y agotamiento de fuentes de agua potable rural en el sur. Estos temas no los resuelve el mercado. Requerimos fuertes inversiones y rediseño de políticas públicas, apoyadas en CTI.
Avanzaremos en diversificación productiva y exportadora, promoviendo una minería de cero emisión; el turismo de naturaleza, la exportación de servicios intensivos en conocimiento, así como agregar más valor a las cadenas productivas asociadas a recursos naturales.
Daremos un fuerte apoyo a la I+D, al fomento de los Star Up, la formación de recursos humanos de calidad mundial y la atracción de inversiones extranjeras de alta tecnología.
Dos vectores claves cruzan transversalmente estas propuestas: la descentralización y el apoyo a las Pymes.
Es en torno al territorio y a nuestras regiones donde diversificaremos nuestra matriz productiva y exportadora, donde innovaremos y lo haremos potenciando el papel de las pymes en la generación de riqueza.
De ese modo, crecimiento, innovación, sustentabilidad y mayor igualdad social y distributiva podrán conversar de mejor modo, abordando estos desafíos con instrumentos del siglo XXI.
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Infraestructura
Tuve el privilegio de asistir a dos muy relevantes seminarios sobre la infraestructura en Chile durante este mes. El primero de ellos fue organizado por Icare el 4 de mayo y el segundo de ellos fue organizado por el Consejo de Política de Infraestructura, CPI, el 18 de mayo. Sorprende lo difícil que ha sido relevar nuevamente el tema de la infraestructura en Chile. Casi una década en que se perdió la brújula. Primero íbamos a ser desarrollados para el bicentenario de la independencia, después para el bicentenario del abrazo de Maipú. Es como si estuviéramos adormecidos y no pudiéramos reconocer que sin el programa de concesiones en infraestructura en los noventa y en la década pasada, que le cambió la cara a Chile, estaríamos muy retrasados en nuestro desarrollo, y por la falta de claridad en esta materia hemos postergado una y otra vez nuestro salto de país de ingreso medio a uno desarrollado.
El agresivo plan de infraestructura pública y privada es indispensable para volver a poner al país en una nueva senda de progreso significativo. Inversiones significativas en carreteras interurbanas y urbanas, Metro, infraestructura para el transporte público, puertos, aeropuertos, embalses, corredores ferroviarios de carga, trenes rápidos de pasajeros a Valparaíso y al Sur, carretera hídrica para trasladar agua desde donde sobre hacia donde falta, cárceles, hospitales, infraestructura sanitaria, túneles de conectividad, puentes, caminos transversales en todo Chile y una gran carretera digital a lo largo y ancho del país, con extensiones interoceánicas.
Las propuestas están ahí, descritas en detalle en ambos seminarios mencionados. Los que desaparecieron son los estadistas que siempre son imprescindibles para que un plan de estas características pueda ver la luz. Dos de ellos han sido desplazados de las contiendas presidenciales en las últimas dos elecciones. Sin duda alguna que la historia hará el merecido reconocimiento a los presidentes Eduardo Frei y Ricardo Lagos por la herencia que nos han dejado, y que, por razones que aún no es posible desentrañar con claridad, las nuevas generaciones no pueden ver o reconocer.
Invitarlos a persistir en la porfía de mejorarnos la memoria, de recordarnos lo obvio: la firmeza y convicción que ambos tuvieron en sus respectivos gobiernos para impulsar la alianza público-privada en infraestructura se encuentra en la base de todo el desarrollo vivido por Chile en estas décadas.
Pero perdimos la brújula. Por tres motivos creo. En primer lugar una nueva ideología de lo público puso en cuestión el modelo de desarrollo de infraestructura a través de concesiones. Que lo público y lo privado estuvieran juntos en este modelo pasó a ser un signo de contubernio, y hasta de corrupción. Errores de diseño en cárceles ayudaron al desenlace, los hospitales por ningún motivo.
En segundo lugar, ha existido confusión acerca de las posibilidades de financiamiento público y de los beneficios futuros de la infraestructura y la manera de evaluar dichos proyectos. Se subestiman severamente los retornos sociales de la inversión en infraestructura y lo que ello significa. Si algo descubrimos con la primera ola de inversiones en carreteras interurbanas y urbanas es que se subestimó la disposición a pagar de los chilenos y se subestiman las externalidades en plusvalía, congestión, medio ambiente. Los sistemas de evaluación social de proyectos se encuentran desactualizados. En tercer lugar se ha perdido el marco institucional. Por mucho tiempo fue el MOP legitimado, respaldado por un presidente estadista, la base institucional del sistema. Años de sospechas y más de algún prejuicio respecto a como se administraron los aumentos de obras ha terminado por desmoronar la base institucional del sistema. Indispensable una nueva institucionalidad de largo plazo, que exceda 2 o 3 gobiernos en la planificación de la infraestructura su planificación. El nuevo Fondo de Infraestructura con una gobernanza supra gobiernos es el camino para recuperar la iniciativa. Se busca un estadista para la tarea.
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La derecha y el Frente Amplio
La Nueva Mayoría se derrumba sobre sus derrumbes. Al lado de tal puré político, surge la coalición de Beatriz Sánchez, uniendo a cuerpos y caras jóvenes, parlamentarios carismáticos, intelectuales de renombre, un discurso político. La salud de la alianza es tal que los quejidos de Mayol suenan hasta bien y pueden ahí darse el lujo de dejar fuera a gente como Alejandro Navarro.
¿Cómo queda, en todo esto, la derecha?
No pienso en esta elección, sino en la nueva generación. En el tiempo en que Boric y Jackson puedan competir por la Presidencia de la República; o los comunistas se les hayan unido y Vallejo y Cariola decidan ir al senado. Tras ellos se cuenta una pléyade de dirigentes, con experiencia estudiantil y política.
Uno podría verse tentado a hacer la pregunta: ¿dónde está el equivalente al Frente Amplio en la derecha? ¿Dónde, la nueva generación de cartones limpios y discurso nuevo y bases universitarias y sociales fuertes, y capacidad de remover mentes? ¿Dónde, los portadores de una visión política y no sólo económico-moral de Chile, consciente de la lista de grandes transformaciones pendientes, sin las cuales la crisis en la que nos hallamos no tendrá término?
Alguien podría decir que algo así es imposible, pues la derecha es un sector ligado estructuralmente a los más ricos. Del filisteísmo nunca brotará ni el arte ni la política. “El mundo se divide en burgueses y burguesas y eróticos y eróticas”, como estampa “Sol y Lluvia”. Y ya todo queda zanjado.
¿Todo?
Surge la duda. Porque es cierto que hay una veta metalizada en la derecha. Pero, ¿deja reducirse la vida de un sector que va del tercio a la mitad de la población, a simple materialismo práctico?
Hay dos motivos hondos; antropológicos, podría llamárselos, pues arraigan en la estructura de lo humano y a tal punto que, si alguien pretendiese construir un futuro sin considerarlos, ese futuro perdería humanidad. Ellos son la consciencia de la individualidad y el pensamiento nacional. Desde Cruz-Coke a Frei Montalva, desde Manuel Montt a Balmaceda, desde Abdón Cifuentes a Emilio Cambié, desde Andrés Bello a Mario Góngora, la derecha -entiéndase bien: lo que se opone a la izquierda- ha tenido en Chile una persistente sensibilidad por el significado de la libertad del individuo y la idea de nación.
La consciencia de la individualidad puede ser banalizada hasta el egoísmo ramplón del “señor ricachón”. Pero en tal consciencia radica un motivo más profundo y que alude al significado de la esfera interior que cada ser humano posee y le dota de su singularidad. En la dimensión privada o íntima tienen lugar vivencias de sentido -estéticas, afectivas, intelectuales- de las más intensas que puedan experimentarse. El vigor de esa esfera depende de la división del poder. Su primera condición de posibilidad social es la separación del poder político respecto del económico (y, luego, al interior del poder político y del económico).
También desde el fondo de la derecha ha surgido persistentemente -mientras no se pierde la consciencia política y no se cae en el economicismo- un pensamiento de lo nacional; la idea de que existe algo así como un sutil lazo que ata a los habitantes del territorio y los pone frente a la exigencia de velar por la integración armónica de todos dentro de una unidad que los acoja y contribuya a su florecimiento material y espiritual.
La rehabilitación de la capacidad específicamente política de la derecha, de comprender la situación, abrirle caminos de sentido y entrar en discusión pertinente con la nueva izquierda, de convencer, de tener a la vista algo parecido a una razón de ser, penden, de manera fundamental, de que esos motivos hondos sean recuperados y articulados en un discurso y una praxis renovados.
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Admiro y discrepo
Sin que exista una explicación aparente, ni mucho menos una razón obvia, lo cierto es que el casi siempre fascinante género del diario de viajes no ha tenido en nuestra literatura un desarrollo más o menos estable a lo largo del tiempo. Afortunadamente, sobre todo para suplir las carencias al respecto de las últimas décadas, se reeditó hace poco Diario de Oriente, documento escrito por aquel destacado hombre de letras que fue Luis Oyarzún. El libro relata tres viajes: el primero transcurre en la Unión Soviética en 1957, durante las celebraciones del cuadragésimo aniversario de la Revolución soviética; el segundo y el tercero abarcan diversas correrías por China e India, naciones que el autor visitó en 1960, mismo año en que se publicó el volumen. Oyarzún viajó por tales países como representante de la Universidad de Chile –era decano de la Facultad de Bellas Artes–, hecho que no le quita espontaneidad alguna al diario, por cierto, pero que sí le dio acceso al autor a ciertos lugares que para un turista común y corriente habrían resultado infranqueables.
Recién llegado a Moscú, Oyarzún asistió al informe de Nikita Khruschev ante el Soviet Supremo de la URSS. Y reportó para nosotros la siguiente frase del líder ruso (sorpresiva) y su inmediata contradicción (predecible): “En este preciso instante, habla del culto a la personalidad y de los defectos de Stalin, ‘que fueron acentuándose con los años’. Lo hace con serenidad, científicamente. Pero añade con vehemencia: ‘Al analizar todos los aspectos negativos de la personalidad de Stalin no podemos solidarizar con las calumnias dirigidas contra él’”. Al autor Moscú le pareció una ciudad sumamente limpia, en donde casi no se advertían policías, “mucho menos que en Nueva York o en Londres”. Abundaban, eso sí, los militares uniformados. En Leningrado, Oyarzún anotó la que será su posición ética ante los gigantes totalitarios que visita: “Si viviera en este país, sería esto lo que más echaría de menos: la libre vagancia de una conciencia que se observa e intenta ahondarse a sí misma, eso que aquí no figura en el registro de las actividades aceptables”.
El viaje a China ocupa gran parte de las entradas del Diario de Oriente. Allí Oyarzún despliega al máximo sus facultades de observación e interpretación, sus momentos de admiración y discrepancia. La sorpresa también tiene cabida ante unos ojos inquietos y sagaces como los suyos: “(…) todos pobres, muy pobres, con lo poco o nada que tienen, trabajando con frenesí, sonrientes. Es lo más extraño que haya visto nunca”. A la hora de juzgar la situación de la China de Mao, el diarista repara con inteligencia en un asunto crucial que a la distante mirada occidental podría resultarle dudoso: “Por lo menos en China, esta opresión [la del régimen comunista] es enormemente menor que la antigua del imperialismo nacional y extranjero”. El pueblo chino gozaba en 1960, explica el decano de Bellas Artes, de “una atmósfera de libertad que en el hecho nunca conoció antes”. Y la reflexión a través de la que Oyarzún compara los milagros del Partido Comunista chino con los de la Iglesia católica es francamente notable (página 125).
Las entradas referidas a la India son demasiado breves como para referirse aquí a ellas. Sólo queda, entonces, transmitir algunos de los rasgos más llamativos de este diario ejemplar: ameno y erudito; ético y estético; descriptivo y provocador; lejano y cercano. Las contradicciones son aparentes, puesto que la lucidez del diarista refulge en cada frase. A fin de cuentas, es él mismo quien decide no divagar jamás fuera de los límites que la realidad se le va poniendo frente a los ojos. Loyang, 12 de abril: “Si hasta los curas católicos están felices, cómo voy yo a perturbar este orden hablando de mi estupidez singular, de que me siento solo, condenado a muerte, de que las islas Bienaventuradas no existen, pero que yo sólo vivo por ellas”.
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¿En Pelotas?
Le seré franco: si yo fuera usted, desconfiaría de un medio, o de una parte importante de él, que en su momento encontraba un error haber traído a Bielsa al país y le auguraba un “completo fracaso”. Un medio que al rato estaba convencido del “éxito indiscutible” que tendría Borghi en la Roja, que juraba de guata que Sampaoli fracasaría apenas se alejara de nuestra “generación dorada” o al que no le merecía reparo alguno y hasta premiaba a Sergio Jadue y su gente cuando ya eran evidentes sus delitos y pilatunadas. Un medio que por algo está lleno de técnicos trabajando en el cable en vez de las bancas y que aseguraba que, tras la partida de Sampaoli, la selección debía cambiar su sistema porque ya era “demasiado conocido”. Un medio que pidió a gritos enfrentar la pasada Copa Centenario “con un equipo de recambio porque los de siempre ya no dan resultado”, que definió a Becaccece como un pésimo técnico que “nunca tendría éxito” y que jamás le reconoció mérito alguno a Manuel Pellegrini. Un medio que aún hoy acepta sin chistar la tontera de la dosificación, ejercicio fracasado, riesgoso e innecesario para un torneo tan corto como el nuestro. Un medio que sigue diciendo que soborno o incentivo no son lo mismo…cuando las normas vigentes los castigan por igual ya que el tema es que no son aceptables las platas negras sea cual sea su origen y propósito. Un medio que en estos días insiste en que el actual torneo ha sido pésimo sin más parámetros que una subjetividad rayana en lo absurdo, o que califica incluso a la U de irregular…¡aunque en los últimos once partidos sólo perdió uno!
Quiero decir, si uno se equivoca tanto y con tan emocionante persistencia, al menos debiera dudar de su mirada. Revisarla. Llevarla a pits.
¿De qué se habla ahora? De que el técnico que acaba de ser bicampeón con la UC no sabe nada y debe irse. O que el que está segundo en la tabla a un solo punto del líder, y además ganó la Copa Chile, es un fracasado. Por Dios. Lo único que importa respecto de un técnico es si su sistema de trabajo aporta al medio, si es laborioso y obsesivo, si analiza bien, si gana más que pierde, si no es tonto, si entrena con mucha seriedad y persistencia en la semana, si usa métodos modernos y de mejor nivel que sus antecesores. Porque si la medición se va a remitir a si el profe es o no es campeón, si es pesado o simpático, o si le tiene más o menos distancia a los reporteros, mejor le dejamos las decisiones a los jefes de barra.
¿Otra? Una vez más la eliminación de los equipos chilenos en los torneos internacionales ha generado una ola de lugares comunes del tipo “con otro sistema de campeonato las cosas serían distintas”, “hay demasiados extranjeros en las bancas” o “todo es culpa de las S.A”. En vez de centrarse en algo evidente: de nuevo se fueron temprano Colo Colo, la U y la UC, pero al menos esta vez no jugaron pésimo y los dejaron en el camino Botafogo, Corinthians y Flamengo, representantes de un país que de 100 veces nos ha dejado afuera en 98. Nos tocaron en primera ronda y eso es una desgracia y también algo muy distinto a quedarse en el camino ante ecuatorianos, bolivianos, paraguayos o peruanos. Por lo mismo, encender la pradera ahora suena ridículo. El necesario revisionismo, cuando venga, tiene que basarse en otras cosas mucho más serias y evidentes.
¿Yo? No valgo más. No valgo nada. Por favor. Seguramente los patinazos son los mismos o peores. Pero no es el punto. El punto es que alguien tiene que decir, de tanto en tanto, que el emperador, nuestro emperador (jugadores, técnicos, periodistas y dirigentes) no sólo no se visten bien, sino que muchas veces no tienen traje alguno y andan derechamente en pelotas. Y mientras eso pase, como decían en el Gatopardo, cambiaremos mil veces el sistema de torneo, los cupos extranjeros o las estructura de los clubes… pero seguiremos donde mismo.
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Mis planes son amarte: timbre de agua
Desde Latinoamérica ni México ni Argentina, sino Colombia fue la nación que puso en órbita mundial a sus estrellas pop, el caso de Shakira y Juanes. Aunque nunca han colaborado, casi insólito mientras el formato domina, son muy parecidos. A medida que escalan planetariamente requieren acceder al mayor público posible hasta convertir sus canciones en piezas invertebradas adaptables a cualquier superficie. Siguen siendo particulares por sus voces, pero transan notoriamente sus respectivas singularidades para calzar con la moda. Este regreso discográfico lo ejemplifica. Juanes pasó de Steve Lillywhite, productor histórico de U2 como titular en su anterior álbum Loco de amor (2014), al equipo de Sky & Mosty, compatriotas suyos especialistas en reggaetón que han hecho equipo con J Balvin y ganadores de un Grammy latino.
Aunque Juanes ha reiterado que no tuvo intención de virar hacia la música urbana es evidente que tantea el terreno. Siempre resulta saludable cuando un artista intenta ampliar su vocabulario. Lo que no se puede asegurar es el dominio del nuevo idioma.
Siguiendo el ejemplo de Beyoncé, el colombiano convirtió este registro en un ambicioso álbum audiovisual. La docena de canciones tiene sus respectivos mini filmes y conforman un corto. Trama: Juanes es un astronauta que viaja en el tiempo experimentando un romance con una mujer de aspecto indígena, una combinación de filmes como 2001 Odisea en el espacio y Prometheus, más una teleserie después del almuerzo. El único nexo entre los temas con letras románticas y el espacio exterior proviene de un juego de palabras algo inocentón a partir del título, que se lee como “Mis planes son amarte” o “Mis planes son a Marte”. El disco y los videos funcionan por separado, pero en conjunto no queda tan claro.
Así como Ed Sheeran invita en su último álbum a “cambiar este mundo entero con un piano, agregar un bajo, algo de guitarra” (What do I know), Juanes hace lo propio en Actitud: “Las noticias dicen que todo está mal, pero yo prefiero ser más optimista, en mis manos solo cargo una guitarra y una buena actitud”. Es cierto. Tiene una postura que desea agradar musicalmente aunque sin dejar mayor huella. Las canciones son tan simpáticas como intrascendentes. A pesar de letras explícitas como “lo hicimos rico (…) pero se acabó el ratico” (El Ratico), la picardía inherente resulta contenida, amortiguada. Sabemos que Juanes domina la guitarra y tiene una voz acotada que acá se expande hacia el falsete. Las canciones están programadas para escalar listas rápidamente y disolverse tan pronto han sido consumidas.
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May 18, 2017
¿Por qué Piñera?
AVECES, SIN pretenderlo, nos podemos encontrar haciendo defensas insospechadas. Me tocó recientemente cuando unos amigos españoles me señalaron que encontraban inexplicable que el expresidente Sebastián Piñera liderara las encuestas presidenciales. No me dejaban terminar de decirles que, desde que abandonó La Moneda, no ha dejado de hacer campaña y que, en todo caso, estamos ante un final abierto porque más del 30% está todavía indeciso, cuando me espetaron: “¿Cómo puede ser posible cuando le ha tocado declarar en calidad de imputado con relación a los posibles negocios realizados por una de sus propiedades, Bancard, en el mercado peruano, en momentos en que se desarrollaba en La Haya el juicio entre Chile y Perú?”. Para ellos, supone un contraste ya que Chile, aunque no escapa del flagelo de la corrupción, se mantiene en el ranking de Transparencia Internacional del 2016 en el lugar 24, siendo el segundo de América Latina. Ello lleva a pensar que, después de todo, la probidad se mantiene como un valor preciado. Les digo que eso es cierto y que el chileno de a pie se resiste a ver la corrupción como algo normal pero que, al parecer, existe una difundida percepción de que el gobierno que condujo tuvo un buen desempeño en materia económica. Durante sus cuatro años en La Moneda, la economía creció un promedio sobre 5%, por contraste con el promedio de 2,1% del segundo gobierno de Bachelet creándose, además, casi un millón de nuevos empleos. Pero mis amigos, gente informada desde una juventud que se admiró con la “vía chilena al socialismo”, me refutan que se debió más al “viento de cola” que al hecho de ejecutar cambios estructurales mayores. Es tal su conocimiento que añaden que entregó el país con signos evidentes de desaceleración, con Codelco descapitalizado, con el problema energético al rojo vivo y que buena parte del empleo creado era precario.
Desplegué otras cartas sobre la mesa como su mejor capacidad relativa de coordinación y gestión política, por contraste con un gobierno de la NM tan mal diseñado para enfrentar su promesa de reformas estructurales que se vio obligado a hacer el cambio de gabinete más radical desde los 90, amén de vivir en estado permanente de redefinición de prioridades. Mis amigos me miran sonrientes y me dicen: “Pero , ¿qué nos dices si la derecha llegó a la contienda presidencial de 2013 con cuatro candidatos que, entre todos, no lograron hacer uno?
Cuando ya los argumentos se me agotan, uno de ellos trae a colación el reciente anuncio de fideicomiso ciego del exmandatario, hecho prácticamente con fórceps, en caso de alcanzar la presidencia de nuevo. Le informo del escándalo producido tras el conocimiento reciente de la maquinaria financiera de inversiones del PS, ideada para rentabilizar los fondos recibidos por el Estado como indemnización por los bienes requisados post golpe 1973. Me miran desolados y pensando que los chilenos, al menos por ahora, parecen estar optando por el original antes que por una mala copia.
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