Óscar Contardo's Blog, page 173
May 21, 2017
Despacito
EL QUE nadie en política tiene clavada la rueda la fortuna, parece ser una frase que deberemos seguir acuñando con motivo de esta elección presidencial. Cuando ya todos daban por supuesto que la segunda vuelta electoral tendría como protagonistas a Piñera y Guillier, una de las candidatas del Frente Amplio irrumpe con inusitado éxito en las encuestas de opinión. Más allá de la metodología de los sondeos y la discusión sobre la capacidad de estos instrumentos para predecir los próximos resultados electorales, lo que parecen mostrar las tendencias es que Piñera habría alcanzado el máximo de su potencial electoral; que las vacilaciones de Guillier han menguado en algo el entusiasmo por su candidatura; que la opción de Goic no termina de instalarse; y, en cambio, que Beatriz Sánchez todavía tiene un interesante potencial de crecimiento, al punto que ya muchos especulan por la posibilidad de que pudiera pasar a la segunda vuelta electoral. Pero si somos coherentes con la observación de los cambios de escenarios verificados hasta ahora, lo descrito no es más que una foto que podría también variar en las próximas semanas y meses.
Desde esa cautela, que me parece interesante poner el radar en el desarrollo y desenlace de tres acontecimientos que tenemos por delante.
El más inmediato se refiere al impacto que pueda tener la franja electoral de las dos coaliciones que optaron por concurrir al proceso de primarias legales. Más allá del debate sobre la real influencia que ésta pueda tener en el devenir de las candidaturas, se trata de un valioso instrumento en momentos donde existe gran restricción para hacer campañas y, de esa forma, llegar de forma directa a muchos ciudadanos. Para el Frente Amplio será un espacio clave para potenciar a su candidata, lograr mayores niveles de conocimiento y también visibilizar al elenco que pretende instalarse en el Congreso. Tratándose de una coalición que no tiene nada que perder y mucho que ganar, es previsible que nos encontremos con una propuesta audaz y rupturista. Pero para el caso de Chile Vamos, y muy específicamente Piñera, la primaria es fuente de más riesgos que beneficios. Teniendo que repartir por partes iguales su tiempo entre los tres candidatos de la derecha, sumado a la participación de los mismos en los debates, es seguro que el expresidente tendrá que contenerse mucho más que sus contendores, los que seguramente -pienso especialmente en Ossandón- podrían provocarle un daño que no alcance para poner en riesgo su elección como candidato único, pero que sí merme sus fortalezas para enfrentar la madre de todas las batallas en noviembre.
Y todo este proceso será mirado desde sus casas por los partidos de la Nueva Mayoría, cuyos aspirantes enfrentan otros dos importantes desafíos. En el caso de Guillier, conseguir las 33 mil firmas que requiere su candidatura presidencial; y, para el caso de Goic, procurar que su decisión de concurrir a la primera vuelta electoral sea compatible con un pacto parlamentario de la Nueva Mayoría.
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Complejo escenario
LA SITUACIÓN nacional está cada día más compleja en muy distintos ámbitos. La Nueva Mayoría se derrumba estrepitosamente abriendo el espacio a un completo rebalaje del naipe político nacional. No solo la DC decide ir a la primera vuelta lo que tensiona seriamente a la coalición, sino que el candidato PPD, PS, PR, PC, IC simplemente no repunta desde que empezó a caer luego de su peak en 23%. Ahora se abre un escándalo en el PS que le pone un exocet bajo la línea de flotación. Guillier así, está flanqueado por el centro con la DC y por la izquierda por el Frente Amplio de modo que no tiene mucho espacio de trabajo.
La crisis de Carabineros sigue ocupando los titulares y el general se niega a renunciar, apoyado de manera incondicional por la moneda, lo que abre interrogantes que escapan a la lógica institucional. Más aún, el tema de los sobresueldos, negado tajantemente por el general, abre ribetes políticos al tema ya que podría involucrar a los subsecretarios de carabineros, cargo que ya no existe, pero que alcanza a la controvertida Javiera Blanco. Es apenas curioso que el director señale que esos gastos los administraba y decidía un subalterno y el solo los firmaba.
Curiosamente ahora sabemos que los partidos más ricos del país son los más de izquierda; el PS y el PC por platas recibidas como indemnizaciones por bienes confiscados. Dicha compensación trae a cifras actuales (1998) el valor de dichos bienes. La pregunta elemental es cómo fue calculado, y cómo es que dichos partidos lograron acumular tamaños patrimonios hasta el 73 en que gobernaban. Ningún otro partido llega ni cerca a esos patrimonios.
Hasta aquí hay pocas respuestas. Lo que queda claro en uno u otro caso, es que dichos partidos son más bien corporaciones con excelentes especialistas de negocios. Dados todos los antecedentes ya conocidos, no es difícil suponer que tenían “información privilegiada”, además de ser reguladores de varias de las empresas en que invertían.
La economía languidece luego de un trimestre sin crecimiento y la inversión cayendo. El trabajo es cada vez más precario, el desempleo sube. El déficit fiscal sigue creciendo como la deuda pública. En ese primer trimestre el gasto del gobierno creció nada menos que en 8%. Las personas ya no pueden pagar sus seguros de salud y empiezan a abandonar el sistema. El tema de la Araucanía sigue de mal en peor y el gobierno como si nada. El excomandante en Jefe del Ejército, rechequeado y nombrado por la concertación está siendo procesado. El SII sigue en la palestra luego de que fuese utilizado políticamente por Bachelet y Peñailillo. Hoy, cuando el nuevo director acertadamente trata de volver a su normalidad y tecnicismo es difícil ya que se le acusa de favorecer a un sector por orden del gobierno. El daño causado a la institución fue demasiado y quedó en un zapato chino ya que es foco de la política contingente. Municipios importantes acusan un enorme déficit por las gestiones pasadas y deben ajustar planteles.
El Transantiago sigue funcionando mal y un tercio de sus usuarios evade el pago. La izquierda dura representada por el Frente Amplio, el PC, parte del PPD y el PS rechazan de plano la política de los consensos, abriendo el camino inevitable de la polarización que se agudiza día a día, y lo vemos como ejemplo en una agresión verbal a un senador en un avión o de un candidato presidencial. Lo vemos también día a día en las calles.
Las universidades están desconcertadas con un muy mal proyecto de ley en trámite. Los rectores se descalifican por los medios. Aquellas que entraron a la gratuidad han perdido cuantiosos recursos y empiezan a bajar la calidad. Los liceos públicos siguen de mal en peor porque el foco fue quitarle los patines a los que andaban un poco mejor. Varios colegios públicos de excelencia, orgullo nacional, dejaron de ser de excelencia. La CUT ha dejado de ser legítima por irregularidades en sus votaciones.
Las relaciones con Bolivia se endurecen, por otro lado se abre el tema de la inmigración, se mueren 36.000 pacientes en listas de espera de la salud pública, y así las cosas suman y siguen. Hace tres años Chile era un país boyante, hoy es la tónica de lo anterior, caminando al pasado que ya habíamos superado.
Finalmente, para remate, nuevamente nos acosan los desastres naturales que ocurren con un gobierno completamente incapaz de hacerse cargo debidamente. Es urgente volver a la tolerancia y el camino intermedio.
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La obstinación de Piñera
A ESTAS ALTURAS, resulta inexplicable que la opinión pública deba enterarse de una sociedad de inversiones vinculada a Sebastián Piñera y a su familia a través de un “golpe” periodístico. En los hechos, eso fue lo que ocurrió esta semana: una investigación de Ciper dio cuenta de una nueva plataforma financiera, ubicada en las Islas Vírgenes Británicas, y que habría llegado a tener un capital autorizado de casi 103 millones de dólares. Dicha empresa -de la que el exmandatario fue director hasta 2009, siendo reemplazado después por uno de sus hijos-, terminó siendo según el reportaje la sociedad a través de la cual se adquirieron las acciones de la pesquera peruana Exalmar, una situación que tiene hoy a Sebastián Piñera sometido a los vaivenes de una arista judicial.
Frente a dicho antecedente, las preguntas que la opinión pública puede hacerse son obvias: ¿Por qué después de todos los dolores de cabeza que el expresidente ha tenido en estos años con la administración de su patrimonio, todavía se expone a que los medios de comunicación puedan sorprender con aspectos aún no trasparentados? ¿Hay algo que impida saber de una vez por todas cuál es la real dimensión de su patrimonio personal y familiar? ¿Por qué una cuestión que parece tan elemental ha resultado por tanto tiempo tan complicada?
Sebastián Piñera sostiene que sus adversarios lo van a criticar igual, “haga lo que haga”. Es cierto. Pero también lo es que él facilita mucho las desconfianzas cuando tiene que salir a explicar una información hecha pública por un medio de comunicación y no por él mismo. Esta situación, el verse una y otra vez forzado a tener que responder a nuevos golpes periodísticos, lo dejan siempre sometido a una duda inevitable: ¿Qué más hay que saber? ¿Qué otros nuevos antecedentes van a ser conocidos mañana o pasado mañana por la opinión pública?
Puede que hasta el momento toda esta información entregada a cuenta gotas por el exmandatario no haya hecho mella en su respaldo electoral, pero es innegable que genera costos políticos. En primer lugar, ha impedido desactivar este flanco casi obsesivo, manteniendo los problemas asociados a la administración de su patrimonio como un inevitable centro de atención. Si Piñera de verdad busca que las propuestas programáticas sean el eje central de su posicionamiento, hasta ahora ha fracasado y en eso hay una responsabilidad propia innegable, ya que la imprecisión respecto a su riqueza entrega municiones a sus oponentes y alimenta la desconfianza general sin haber ninguna razón aparente. ¿O la hay?
Si efectivamente la hay, es mejor que se explicite de una vez, ya que va a ser muy difícil que sus adversarios y los medios de comunicación no la encuentren tarde o temprano. Si no hay nada que esconder, es necesario asumir que el diseño desplegado hasta ahora por el exmandatario para transparentar su patrimonio ha resultado, por lo menos, extrañamente confuso e insuficiente. En rigor, lo único que va a poder zafar a Sebastián Piñera y al país de esta agotadora teleserie, es que por fin se decida a contarle al país cuánto dinero tiene en realidad, dónde están todos y cada uno de sus activos, y quién va a empezar a administrarlos en serio de manera reservada a partir de ahora.
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El estado del Estado
SE SUPONE que los consensos en la política chilena eran cosa del pasado. Sin embargo, si uno revisa los documentos programáticos de las distintas candidaturas presidenciales, no son pocas las coincidencias que se pueden encontrar.
El primer consenso aparente está en el plano de los diagnósticos: la idea de que el nuevo “sujeto histórico” eran los estudiantes parece ir en retirada, cediendo paso a la “amplia y frágil clase media”. Todos los documentos programáticos reconocen a las unidades domésticas de clase media y sus inseguridades y temores como los principales destinatarios de sus propuestas. Esto implica asumir que las razones por las cuales muchos apoyaron al movimiento estudiantil o a “No + AFP” son más pragmáticas que ideológicas. No anticapitalismo, sino la búsqueda de alivios económicos. Y eso, en la práctica, significa que las políticas adecuadas para generar ese alivio pueden ser mucho más moderadas que las demandadas por los líderes de estos movimientos.
El segundo consenso aparente, vinculado al primero, es que aliviar a la clase media exigirá que el Estado asuma un rol más importante que el que tuvo en nuestra etapa anterior de desarrollo. Mayor fiscalización, regulación, calidad y extensión de los servicios públicos, órdenes públicos de protección, derechos, deberes y colaboración estatal privada aparecen por doquier. Las diferencias políticas, claro, se registran en el plano de la evaluación de la extensión que el Estado debería o podría alcanzar sin dañar gravemente la economía del país o amenzar las libertades ciudadanas.
Y el tercer consenso aparente, derivado de los dos anteriores, tiene que ver con la modernización del Estado. Esta idea ha rondado los programas presidenciales durante los últimos años. De hecho, si uno revisa el programa de Bachelet encontrará una nutrida batería de propuestas en las que se avanzó poco y nada durante su gobierno (36% según Ciudadano Inteligente). Y es que ya se intuía que tratar de extender las funciones del Estado sin fortalecerlo y profesionalizarlo primero podía ser una mala idea, pero la incapacidad política y la obcecación ideológica igual terminaron poniendo la carreta delante de los bueyes. Esto parecer ser ahora una lección aprendida, por lo que muchos documentos programáticos presentan como una de sus primeras prioridades reformar nuestro anquilosado aparato estatal. Aunque, paradójicamente, el documento de Beatriz Sánchez, que es el que propone extender más las funciones del Estado, no toca el tema (lo que, si es que hay sentido común en su equipo, será corregido en la versión final del documento).
Queda pendiente, en todo caso, aclarar específicamente cuáles son las redes de corruptela clientelista, las funciones inútiles (“grasa”), la burocracia sobrante, las zonas demasiado débiles y las facultades añejas que contiene nuestro actual Estado. Y cómo es que se van a reformar, siendo que eso implica, en muchos casos, achicar el botín estatal que ansían muchos colaboradores políticos de cada bando. El que demuestre estar en mejor pie para este desafío se anotará un poroto.
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Empresarios precoces
MARK ZUCKERBERG tenía unos 18 años cuando creó Synapse Media Player, su primer emprendimiento de envergadura. Larry Page dio vida a Google a los 25 años.
Un año más en el planeta acumulaba Yoshikazu Tanaka cuando inició el negocio que lo llevaría a convertirse en uno de los jóvenes más ricos de Japón. Todos son ejemplos vivos de precocidad empresarial.
Pero qué me dicen de los hermanos Cristóbal y Sebastián, que con solo 13 y 15 años, respectivamente, ya formaban parte de las sociedades de su papá.
Apuesto que la idea era incorporar la visión y el ímpetu juvenil a los proyectos de inversión que desarrollara Bancard y todo el resto de esa maraña de sociedades constituidas en lugares del mundo que solo conocemos por su apelativo común: paraísos fiscales. Porque, como siempre, nunca faltan los mal pensados que atribuyen estas decisiones estratégicas a meros manejos para eludir impuestos.
Al respecto, sepan ustedes que ya no se llaman “paraísos fiscales”, sino como nos hizo saber el exministro Chadwick, se trata de “países con tributaciones blandas”.
Para no quedarse corto, nos informó de paso que su candidato “ya estaba terminando con todas esas inversiones que pudiesen estar vinculadas a países con tributaciones blandas”.
Qué alivio. En mi caso, como probablemente ocurre en el suyo, no tengo que preocuparme de eso, sino simplemente de mi declaración ante Impuestos Internos. No tengo sociedades fuera del país y ni siquiera tengo muy claro dónde quedan estas islas probablemente no tan vírgenes ni en qué consiste esto de la “tributación blanda”.
En cambio, sí sé que el amigo Sebastián acotó el beneficio tributario del que gozaban los depósitos convenidos y todavía no entiendo la justificación. Poca plata para el fisco y gran desincentivo al ahorro previsional.
El problema ahora es quién tira la primera piedra en contra del candidato.
¿El Partido Socialista? Grandes inversionistas estos socialistas y muy bien acogidos a las exenciones tributarias que el SII gentilmente les confirmó.
¿Boric? Pero si usted, honorable diputado, paseó a su familia “por error” en un buque de la Armada.
¿Guillier y la sociedad a través de la cual cobraba su sueldo en la tele? Me temo que no está fácil.
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El Muro y el flaco
Un buen reportaje puede ser tan fascinante e instructivo sobre el mundo real como un gran cuento o una magnífica novela. Si alguien lo pone en duda, le ruego que lea la crónica de Ioan Grillo Bring On the Wall que apareció en The New York Times el pasado 7 de mayo. Cuenta la historia del Flaco, un contrabandista mexicano que, desde que estaba en el colegio, a los 15 años, se ha pasado la vida contrabandeando drogas e inmigrantes ilegales a los Estados Unidos. Aunque estuvo cinco años en la cárcel no se ha arrepentido del oficio que practica y menos ahora, cuando, dice, su ilícita profesión está más floreciente que nunca.
Cuando el Flaco empezó a traficar con marihuana, cocaína o compatriotas suyos y centroamericanos que habían cruzado el desierto de Sonora y soñaban con entrar a los Estados Unidos, el contrabando era un oficio de los llamados “coyotes”, que trabajaban por su cuenta y solían cobrar unos cincuenta centavos por inmigrante. Pero como, a medida que las autoridades norteamericanas fortificaban la frontera con rejas, muros, aduanas y policías, el precio fue subiendo –ahora cada ilegal paga un mínimo de cinco mil dólares por el cruce-, los carteles de la droga, sobre todo los de Sinaloa, Juárez, el Golfo y los Zetas, asumieron el negocio y ahora controlan, peleándose a menudo entre ellos con ferocidad, los pasos secretos a través de los tres mil kilómetros en que esa frontera se extiende, desde las orillas del Pacífico hasta el golfo de México. Al ilegal que pasa por su cuenta, prescindiendo de ellos, los carteles lo castigan, a veces con la muerte.
Las maneras de burlar la frontera son infinitas y el Flaco le ha mostrado a Ioan Grillo buenos ejemplos del ingenio y astucia de los contrabandistas: las catapultas o trampolines que sobrevuelan el muro, los escondites que se construyen en el interior de los trenes, camiones y automóviles, y los túneles, algunos de ellos con luz eléctrica y aire acondicionado para que los usuarios disfruten de una cómoda travesía. ¿Cuántos hay? Deben de ser muchísimos, pese a los 224 que la policía ha descubierto entre 1990 y 2016, pues, según el Flaco, el negocio, en lugar de decaer, prospera con el aumento de la persecución y las prohibiciones. Según sus palabras, hay tantos túneles operando que la frontera méxico-americana “parece un queso suizo”.
¿Significa esto que el famoso muro para el que el presidente Trump busca afanosamente los miles de millones de dólares que costaría no preocupa a los carteles? “Por el contrario”, afirma el Flaco, “mientras más obstáculos haya para cruzar, el negocio es más espléndido”. O sea que aquello de que “nadie sabe para quién trabaja” se cumple en este caso a cabalidad: los carteles mexicanos están encantados con los beneficios que les acarreará la obsesión antiinmigratoria del nuevo mandatario estadounidense. Y, sin duda, servirá también de gran incentivo para que la infraestructura de la ilegalidad alcance nuevas cimas de desarrollo tecnológico.
La ciudad de Nogales, donde nació el Flaco, se extiende hasta la misma frontera, de modo que muchas casas tienen pasajes subterráneos que comunican con casas del otro lado, así que el cruce y descruce es entonces veloz y facilísimo. Ioan Grillo tuvo incluso la oportunidad de ver uno de esos túneles que comenzaba en una tumba del cementerio de la ciudad. Y también le mostraron, a la altura de Arizona, cómo las anchas tuberías del desagüe que comparten ambos países fueron convertidas por la mafia, mediante audaces operaciones tecnológicas, en corredores para el transporte de drogas e inmigrantes.
El negocio es tan próspero que la mafia puede pagar mejores sueldos a choferes, aduaneros, policías, ferroviarios, empleados, que los que reciben del Estado o de las empresas particulares, y contar de este modo con un sistema de informaciones que contrarresta el de las autoridades, y con medios suficientes para defender en los tribunales y en la administración con buenos abogados a sus colaboradores. Como dice Grillo en su reportaje, resulta bastante absurdo que en esa frontera Estados Unidos esté gastando fortunas vertiginosas para impedir el tráfico ilegal de drogas cuando en muchos Estados norteamericanos se ha legalizado o se va a legalizar pronto el uso de la marihuana y de la cocaína. Y, añadiría yo, donde la demanda de inmigrantes -ilegales o no- sigue siendo muy fuerte, tanto en los campos, sobre todo en épocas de siembra y de cosecha, como en las ciudades donde prácticamente ciertos servicios manuales funcionan gracias a los inmigrantes latinoamericanos. (Aquí en Chicago no he visto un restaurante, café o bar que no esté repleto de ellos).
Grillo recuerda los miles de millones de dólares que Estados Unidos ha gastado desde que Richard Nixon declaró la “guerra a las drogas”, y cómo, a pesar de ello, el consumo de estupefacientes ha ido creciendo paulatinamente, estimulando su producción y el tráfico, y generando en torno una corrupción y una violencia indescriptibles. Basta concentrarse en países como Colombia y México para advertir que la mafia vinculada al narcotráfico ha dado origen a trastornos políticos y sociales enormes, al ascenso canceroso de la criminalidad hasta convertirse en la razón de ser de una supuesta guerra revolucionaria que, por lo menos en teoría, parece estar llegando a su fin.
Con la inmigración ilegal pasa algo parecido. Tanto en Europa como en Estados Unidos ha surgido una paranoia en torno a este tema en el que –una vez más en la historia- sociedades en crisis buscan un chivo expiatorio para los problemas sociales y económicos que padecen y, por supuesto, los inmigrantes –gentes de otro color, otra lengua, otros dioses y otras costumbres- son los elegidos, es decir, quienes vienen a arrebatar los puestos a los nacionales, a cometer desmanes, robar, violar, a traer el terrorismo y atorar los servicios de salud, de educación y de pensiones. De este modo, el racismo, que parecía desaparecido (estaba sólo marginado y oculto), alcanza ahora una suerte de legitimidad incluso en los países como Suecia u Holanda, que hasta hace poco habían sido un modelo de tolerancia y coexistencia.
La verdad es que los inmigrantes aportan a los países que los hospedan mucho más que lo que reciben de ellos: todas las encuestas e investigaciones lo confirman. Y la inmensa mayoría de ellos están en contra del terrorismo, del que, por lo demás, son siempre las víctimas más numerosas. Y, finalmente, aunque sean gente humilde y desvalida, los inmigrantes no son tontos, no van a los países donde no los necesitan sino a aquellas sociedades donde, precisamente por el desarrollo y prosperidad que han alcanzado, los nativos ya no quieren practicar ciertos oficios, funciones y quehaceres imprescindibles para que una sociedad funcione y que están en marcha gracias a ellos. Las agencias internacionales y las fundaciones y centros de estudio nos lo recuerdan a cada momento: si los países más desarrollados quieren seguir teniendo sus altos niveles de vida, necesitan abrir sus fronteras a la inmigración. No de cualquier modo, por supuesto: integrándola, no marginándola en guetos que son nidos de frustración y de violencia, dándole las oportunidades que, por ejemplo, le daba Estados Unidos antes de la demagogia nacionalista y racista de Trump.
En resumidas cuentas, es muy simple: la única manera verdaderamente funcional de acabar con el problema de la inmigración ilegal y de los tráficos mafiosos es legalizando las drogas y abriendo las fronteras de par en par.
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El mal gusto que tiene la plata
Hace menos de dos semanas, el ex presidente y actual candidato a la Presidencia Sebastián Piñera respondió en televisión a las dudas sobre el monto de su patrimonio con una frase inesperada: “Mi madre me dijo que era de mal gusto hablar de plata”. La primera duda que se instaló en mi cabeza luego de escucharlo fue la intención que había después de decir lo que dijo. Saber si esa frase era una especie de confesión sobre el pudor cultural en torno a hablar de dinero o una suerte de advertencia para los periodistas.
La primera alternativa parecería un tanto sorprendente, mal que mal, se trata de una persona cuya carrera profesional básicamente ha consistido en estudiar la forma de hacer más dinero analizando los factores que lo mueven de un lado a otro en ese universo paralelo de las finanzas. Comprar, vender, volver a comprar, invertir y nuevamente vender. Supongo que todo eso no se hace exactamente en medio de un silencio monacal.
Por otro lado, existen rastros sobre cierto rasgo en las costumbres de parte de la clase alta chilena -a la que claramente pertenecía su madre- a ser discretos con su prosperidad, sobre todo en frente de personas con quienes no comparte un mismo origen, o sea, la mayoría. La razón, principalmente, es un resabio de culpa católica, mezclado con el temor a sentirse juzgados por el prójimo y eventualmente amenazados. Es la raíz del culto a una sobriedad severa en la que a cierta burguesía local le fascina verse reflejada: de ahí que muchos de ellos en público sean capaces de asegurar que pertenecen a la clase media, aunque conozcan su árbol genealógico al dedillo, sus antepasados aparezcan en los libros de historia, hayan estudiado en un colegio y una universidad de elite y amasen fortunas considerables. Era un mundo en el que la realidad privada de los privilegios se mantiene en el ámbito de lo familiar, no se exhibe frente a desconocidos, el poder que les confiere simplemente se ejerce entre el círculo de los iguales, no hay para qué alardearlo, es lo natural, no hay que dar explicaciones. Así funcionan las cosas.
La autopercepción de superioridad es tan fuerte, que en el cotidiano demostrarla es innecesario, sería desperdiciar energía. El ejercicio de enarbolar los límites y las aduanas para quienes se atreven a traspasar las fronteras se logra recurriendo a la burla social de baja intensidad, acuñando palabras para aludir a los extraños al salón que no deben traspasar los límites: menospreciar al roto, reírse del siútico, del facho pobre, murmurar sobre el mediopelo y repetir cada tanto la palabra “resentido” para callar los ruidos molestos. En ese ámbito, claramente, no se habla de plata.
Sin embargo, el dinero existe. Y en la última década nos hemos enterado de que circulaba de manera fecunda y acelerada por la trastienda, financiando campañas de manera ilegal, aceitando decisiones políticas, impulsando leyes redactadas en oficinas corporativas. Una de las fuentes de ese descubrimiento han sido las propias acciones de los colaboradores del anterior gobierno de Sebastián Piñera. Sus correos electrónicos demostraban que, al menos en secreto, hablar de plata no era mal visto, era algo así como un punto de encuentro para planear un futuro de éxitos.
Las noticias sobre dinero en adelante han copado las notas políticas y remecido a las instituciones públicas una y otra vez: hemos visto lo que hacía el Ejército con los fondos del cobre, la manera en que se repartía en carretillas en Carabineros, lo que se robaban en las municipalidades y el dinero que se arrojaba a la basura por proyectos mal ejecutados. Lo que rara vez vemos visto, eso sí, es que alguien se haga responsable.
En algún minuto los comunes y corrientes comenzamos a contemplar un mundo que permanecía tapiado por la tradición y que parecía explicar muchas cosas que antes parecían “naturales”, tales como nuestra persistente desigualdad.
Esta semana, un reportaje de Ciper encontró nuevas sociedades vinculadas a Sebastián Piñera a través de sus hijos y nietos. Una de ellas en un paraíso fiscal. Nuevamente aparece el dinero rondando como un fantasma su candidatura y los muchos flancos que se abren por las posibilidades de conflictos de interés en un país con los niveles de concentración de poder que tiene el nuestro. Una nación de salones cerrados a lo público. Nuevamente aparecen montos siderales y la voluntad de evitar a toda costa los impuestos que otros, con el patrimonio de los comunes y corrientes, deben pagar con puntual prolijidad.
La respuesta del candidato frente a estos descubrimientos sigue siendo más o menos la misma: hago más de lo que la ley exige. Es también lo que suelen decir sus asesores. Pero ya sabemos cómo la tradición ha moldeado las leyes que regulan estas cosas en Chile.
Lo más probable es que Sebastián Piñera vuelva a La Moneda, gracias a que sus seguidores no ven en su relación con el dinero un problema, pero también a la impericia de sus antiguos adversarios y a la abstención de quienes decidieron que no votar era la mejor manera de expresar su malestar.
Sin embargo, su eventual triunfo no podrá borrar una nueva cultura, una nueva tradición: la de exigir explicaciones, seguir la ruta del dinero, identificar redes y no conformarse con una explicación superficial para un asunto político de gran alcance. En ese probable nuevo gobierno de Piñera inevitablemente se volverá a hablar de plata y, sobre todo, de impuestos.
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Mesas -no masas- revolucionarias
Un nuevo artículo ha venido a enriquecer la oferta de mobiliario y arquitectura de la afamada línea del diseño revolucionario. A la algo añeja Bastilla, al Palacio de Invierno de Petrogrado y a la estatuaria de la era estalinista con sus fornidos trabajadores de piedra esgrimiendo una hoz, un martillo y/o un puño en alto se suman ahora las mesas de dinero. Es lo que nos ha informado el comité que estaba y seguramente sigue estando, aunque en la clandestinidad por estos días, a cargo de las inversiones del PS. La sola existencia de ese organismo y sus actos, han afirmado personeros socialistas en la prensa, constituye un hecho revolucionario, “liberador”, un salto cuántico que aleja al partido de la hegemonía de los poderosos y le hace innecesario, como otros, recurrir al dinero chavista. Esta última parte es seria, no una metáfora o un chiste; viene, de pasada, a avalar las versiones hasta ahora difusas que asocian a ciertas agrupaciones, ciertos partidos, ciertas personas y a ciertos dirigentes a un sigiloso tránsito de maletas de delicioso money provenientes de uno de los dos paraísos socialistas de América, el de Maduro.
La aseveración respecto de los méritos revolucionarios -tal vez debieron conformarse con una palabra menos comprometedora, como “progresista”- del ganar plata a manos llenas es posiblemente la más contundente manera de reconocer, sin quererlo, tanto los méritos del modelo como el profundo estado de confusión y desamparo en que se mueve no sólo el PS sino la entera comunidad de izquierda, PC incluido. El PS, como el PC, sustentan su larga identidad histórica en un ideario que pretende reorganizar la convivencia humana sobre principios no sólo distintos sino contrarios a la lógica del billete; pretendieron hacer posible el “hombre nuevo”, pretendieron darle vida al “hombre comunista”, querían sustituir el “qui pro quo” mezquino del comercio y la producción capitalista por la solidaridad y el “a cada quien lo que necesite” y aun hoy el fantasma de ese desiderátum se manifiesta en el “fin al lucro” que se propone para una serie de áreas, como salud, educación, etc. Nada de eso cuadra con rentabilidades fantásticas, impuestos impagos, suculentas acciones, desaforado lucro y luctuoso secretismo. ¿Qué les pasó, compañeros socialistas?
El nervio
El dinero, dijo Cicerón, “es el nervio de la guerra”. Es, por lo mismo, el nervio de la política. Sin dinero no hay gigantografías, avisos radiales, activistas a sueldo, funcionarios administrativos, ingresos para los dirigentes que no cuentan con dieta, arrendar o poseer locales y mil ítems más. ¿Qué podría reprocharse entonces al PS si quiso cuidarlo para hacer todas esas cosas? ¿O al PC, dedicado al corretaje de propiedades? No es su culpa que en las economías que funcionan, las monetarias basadas en el lucro y la libre empresa, el dinero se conserva sólo si, en vez de conservarse, crece. Como los tiburones, no puede estar inmóvil sin morir. La humanidad no vive ya en una economía puramente mercantilista o agraria, estilo Roma antigua o Europa del 1500, que pueda “atesorar” su riqueza. El oro, de valor intrínseco, puede atesorarse; los valores expresados en papel o en bits, no.
El problema del PS y de cualquier otra entidad que hoy proponga “transformaciones profundas” emerge de la contradicción entre la necesidad de preservar su existencia física en medio de “esas economías que funcionan” y la necesidad paralela de mantener su identidad ideológica, aparato espiritual sin cuya maquinaria dejan de ser lo que son para convertirse en algo similar al PR, a saber, una mera agrupación inercial con un milagroso candidato y un timbre de agua. Lo que venden ambas colectividades y también otras, incluyendo algunas aun “puras” porque sólo existen en la calle y no han tenido necesidad ni tiempo de ocuparse de temas domésticos, es el reemplazo del lucro por la solidaridad y la sustitución de la codicia por el amor o algo parecido. El problema consiste no sólo en practicar lo contrario de esa prédica, sino además que esa antinomia ni siquiera tenga la excusa de ser un recurso táctico para alcanzar dichos Grandes Fines, lo cual ocurre por una sencilla razón: ninguna de esas metas maravillosas ha probado ser posible y/o eficaz, como lo demuestran los numerosos experimentos sociales fallidos celebrados hasta la fecha, desde la solitaria “ciudad del sol” intentada por algunos visionarios de la reforma cristiana del siglo XVI a la sociedad socialista erigida en Europa a punta de tanques T-34 luego de la Segunda Guerra Mundial. Y como dichos paradigmas no han logrado funcionar porque NO PUEDEN hacerlo, el ideario se ha ido convirtiendo, según el caso y el turno, de sueño en pesadilla, de hipótesis en fantasía, de propuesta en nostalgia, de discurso en cantinfleo y de proyecto en simple trademark.
Contradicciones sistémicas
Lo de las inversiones no es entonces, como muchos dentro del propio PS y en la prensa parecen creerlo y examinarlo, un tema “ético” derivado de la mala conducta de algunos personeros o derivado de un “error”, otra vez por causa de ciertas personas; es un tema sistémico. Sencillamente el PS y sus socios de coalición manotean y zozobran en una situación imposible y de larga data.
Hoy se manifiesta con escándalos sonoros porque vivimos un lapso shakesperiano lleno de “ruido y de furia”, pero el problema era el mismo cuando se ocultaba en profundo silencio tras el estruendo del chalaneo celebrado alrededor de los “temas valóricos”. Lo imposible de este doloroso trance lo determina no la mala voluntad o codicia sino la situación misma, la cual pone al progresismo-leninismo en la postura de estar financiando sus alegatos contra el modelo recurriendo a recursos extraídos y creados dentro de la lógica del modelo. Más aun, revelándose año a año y década a década lo imposible de materializar los principios fundacionales de dicho sector, estos carecen de excusas para cualquier maquiavelismo monetario intermedio justificado por dicha eventual materialización. Los fracasos, crímenes, pobreza, asfixia cultural y reduccionismo mental del socialismo de la URSS y sus satélites podían aun tolerarse a 30 o 40 años del inicio del experimento; podía creerse que serían corregidos; podía argüirse que eran defectos de juventud; podía esperarse todavía una madurez lozana y fructífera. Un siglo después nadie puede ilusionarse con eso. La sociedad socialista ha desaparecido como referente porque, como se mire, el socialismo fue un completo fracaso y con él se han desplomado sus axiomas. Sin esa “infraestructura” ha desaparecido hasta su nombre y por eso sus actuales expresiones políticas y semánticas, eludiendo sistemáticamente la palabra “socialismo”, flotan suspendidas en el vacío en similar condición a las de quienes esperaban el fin de los tiempos luego de la muerte de Cristo.
Muñecas rusas
Es el deterioro intelectual y moral de estos credos, derivado de su fracaso fáctico, el que explica su huida desde la racionalidad o siquiera el raciocinio hacia invocaciones rutinarias cuyo origen doctrinario se ha olvidado o ha sido distorsionado. Como esas muñecas rusas, las “matrioskas”, donde una encierra a otra y esta a otra, la contradicción que hoy enfrenta el catecismo de la izquierda versus la realidad encierra una más, la existente entre dicho breviario, desprovisto de sustancia tangible pero articulado, versus su actual expresión verbal, contundente sólo en la materialidad de su falta de inteligencia. Por eso era inevitable que hoy ni siquiera un eslogan pueda ser proferido con claridad. Le sucede a toda doctrina sin referente en el mundo real NI SIQUIERA si lo ubica en el futuro, en la forma de promesa o de sueño. Sin eso el discurso progresista, tal como lo oímos cada día de labios de sus voceros y candidatos está condenado a dar vueltas en círculos y refugiarse en la indefinición y las frases hechas. Su voz dice tan poco de inteligible como un difuso eco llegando muy débil y muy tarde.
¿Qué queda entonces sino simplemente sobrevivir al amparo de las mesas de dinero?
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Modelo de negocio
Ocurre siempre cuando la polvareda de la contingencia impide ver el paisaje completo. Es cierto que hay torpeza, miopía, pequeñez y tartufismo en la comedia que están dando los partidos de la Nueva Mayoría. Pero en la raíz de todo eso -no nos perdamos-, con lo único que el observador se encontrará es con un gobierno inepto que, además de estar siendo muy insatisfactorio para el país, también ha terminado siendo devastador para la coalición que lo sustentó y que buscó abrigo en sus ministerios y reparticiones. El gran logro de la Presidenta Bachelet al expirar su mandato habrá sido haber hecho estallar por el aire la alianza entre el centro y la izquierda que le dio gobernabilidad a Chile desde la época de la transición. Dicho así, el asunto parece terrible, pero en el fondo era el deseo más recóndito de la Presidenta. Le molestaba la gradualidad que tuvo la vieja Concertación, su reformismo, su ánimo contemporizador, su obsesión por los consensos.
El asunto es que quien más ha confiado entre los presidentes chilenos en el juicio final de la Historia -porque Bachelet no se mide contra las encuestas del día a día, sino contra el lento veredicto de los ciclos históricos- deberá preguntarse en algún momento dónde estuvo su error que dos veces terminó entregando la banda presidencial a Sebastián Piñera que, hasta aquí al menos, tal como van las cosas, es el escenario más probable.
En la actualidad, el principal problema del gobierno es terminar. Ojalá, luego. A estas alturas ya no importa mucho el cómo. La coalición se le desarma, hace mucho rato que La Moneda perdió el control de la agenda pública y hoy está más presente que nunca el riesgo de que varias de sus iniciativas -la reforma de la educación superior, la elección de los gobernadores regionales, la próxima propuesta sobre pensiones que se comprometió a plantear- terminen profundizando el quiebre de la Nueva Mayoría y constituyendo un salvavidas de plomo tanto para Alejandro Guillier como para Carolina Goic.
Lo que aquí fracasó fue el modelo de negocio, por decirlo así. Bachelet exigió a los partidos cuando era candidata un cheque en blanco, los partidos se lo dieron no solo a ojos cerrados, sino también con entusiasmo, y llevó a La Moneda al equipo de incondicionales del que se había rodeado en la campaña. Era gente inexperta formada por ella en el invernadero de su comando, sacramentada por la incondicionalidad y el secretismo, desconfiada de los partidos, muy ideologizada y de raptos matonescos en la administración del poder. Como la experiencia no terminó bien, la Presidenta convocó a Palacio a Jorge Burgos y Rodrigo Valdés y todo el mundo pensó que venía entonces una etapa de rectificaciones. Entre otras cosas, se dijo, habría mayor interlocución con los partidos. Pero no era eso. Lo que vino fue un juego de palabras entre realismo sin renuncia y renuncia sin realismo que dejó las cosas como estaban. Vino después el cambio del ministro del Interior por el actual -potente señal de inmovilismo- y es por ese entonces, cuando la Presidenta comienza despegarse de su propio gobierno y a situarse en un limbo político del que en realidad nunca más ha vuelto a salir. Es frecuente que la Presidenta hable de esta administración como si no fuera la suya. Y de esta coalición, la Nueva Mayoría, que fue invento de ella, como si le fuera ajena.
Lo primero es inexacto, porque este gobierno es muy suyo; tanto, que podría ser analizado como un espejo de su carácter, de sus competencias y de sus limitaciones. Lo segundo es cierto, pero solo porque ella abdicó de la responsabilidad de liderar la Nueva Mayoría y prefirió desentenderse de las tensiones a que el propio gobierno la estuvo sometiendo desde los inicios. Bachelet fue popular, pero la popularidad nada tiene que ver con el liderazgo, como debería estar quedando más o menos claro después de dos gobiernos suyos.
Sea porque tuvieron poca conversación entre sí, sea porque les faltó dirección, sea porque creyeran que cobijándose en Bachelet tendrían la suerte comprada para siempre, los partidos del oficialismo se quedaron sin proyecto. No lo tienen. Es cosa de escuchar las vaguedades y contradicciones de sus candidatos presidenciales. Guillier, un día critica la manera en que se hicieron las reformas y al día siguiente habla de profundizarlas. La senadora Goic, por su parte, trata ahora de tomar distancia de desaguisados respecto de los cuales hasta el día de ayer fue una de las voces más entusiastas. No hay cómo cargar con el fardo de la actual administración, entre otras cosas, porque jamás ha sido una buena carta de presentación electoral el continuismo de gobiernos malos.
No hay día que Chile no aprenda una lección nueva. Sabíamos que las partidocracias son tóxicas y que apestan. Pero el resultado de los gobiernos fundados en puros carismas personales puede incluso ser peor.
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May 20, 2017
¿Qué fue del PS?
HACE DOS semanas nos hacíamos la misma pregunta pero respecto a la DC. Concluíamos que ya no le quedaba ni el fuiste de cuando pretendía ser un partido hegemónico; que había menos DC que en época de la dictadura; que haber quedado fuera de la presidencia post 2000 había resultado fatal electoralmente; que fraternizar con comunistas a fin de no quedar enteramente fuera del poder los había obligado a tragarse unos cuantos desagrados; pero, con todo, subsistirían, aunque a muy maltraer. El principal candidato de la derecha para las próximas elecciones sería un “DC siempre DC”; el chasconeo efebocrático de supuesta frente amplia se remontaría a esa vieja tendencia suya secesionista, fomentadora de transfugas invertebrados sin norte salvo el propio; pero, quién sabe, en una de éstas, podrían tener una posibilidad si el péndulo de nuevo se volcara a la derecha, en cuyo caso por qué no desechar el revolucionismo y ayudar a frenar en seco las reformas que han estado promoviendo (su gen peronista, después de todo, da para todo).
¿Y qué hay con los socialistas? Lo de ellos es igualmente patético. Más de 13 años en La Moneda los han hecho degenerar y perder la brújula; ideológicamente se han desfondado. Ni siquiera confían en sus liderazgos. Le pegan una feroz desconocida a Lagos (merecida o no, es tema aparte). Optan por un independiente quién, hasta hace poco, descollaba en encuestas (probablemente dudosas como todas las encuestas), y terminan con una coalición tipo UP. Ello no obstante invocan lo bien que lo hicieron con los DC durante dos décadas, olvidándose que, en 2010, no es que Piñera ganara, sino que la Concertación perdió, siendo el gobierno de Bachelet clave en dicha derrota, como también puede que vuelva a serlo tras su segundo mandato. Ella, si bien más cercana al PC, pero una de ellos, socialista, aun cuando el socialismo hace rato que está en otra.
¿En qué? He ahí la sorpresa ni tan sorpresa, última (“todos lo sabían”): invirtiendo platas sin pagar impuestos, no digamos que poniendo fin a la explotación capitalista o “pulpo imperialista” (como decían), que es lo que se supone que vienen proponiendo desde 1933 cuando fundan el partido. Es más, invirtiendo con fines de lucro -para beneficio particular del socialismo de mercado como lo ha llamado Gonzalo Cordero- en empresas fundadas gracias, no al neoliberalismo versión Chicago (nada tan técnico universal o el “todos lo hacen”), mucho peor, gracias al más rancio pinochetismo empresarial, ironía de ironías, sobreviviente. Adicionalmente, han convertido el partido en agencia de empleos de la administración pública, de becas y en cartera de votos negociables en universidades públicas.
Con lo cual se confirma que del “avanzar sin transar” se pasa al “transar sin parar” como si nada, y le dan la razón a todos esos nuevos tránsfugas revoltosos que, ni tontos, les hacen la guerra para hacerse parte del botín. Les recuerdo que vivo en Providencia por donde ya hicieron su paso los erredistas, ex Nueva Mayoría.
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