Óscar Contardo's Blog, page 143
June 28, 2017
La nueva radicalidad
Es la cara visible de esa fuerza emergente que hoy amenaza al duopolio; la líder sorpresiva de una voluntad de cambio que instaló al Frente Amplio como un tercer actor del escenario político. Periodista destacada, mujer aguerrida, aunque no carente de ángel, irrumpió casi de la nada para, en pocas semanas, generar incluso la expectativa de su paso a la segunda vuelta. Así, en el momento preciso, Beatriz Sánchez vino a remover el suelo de una contienda electoral ya de por sí incierta, confirmando que las placas tectónicas de nuestro sistema político se encuentran en pleno desplazamiento.
Las encuestas la proyectan como la más probable candidata del Frente Amplio, un referente que llegó para encarnar el quiebre definitivo de un conjunto de actores de izquierda con el desfalleciente oficialismo. Críticos a lo hecho (y lo no hecho) por el actual gobierno, lograron instalarse ya como un actor imprescindible, sumando otro elemento disruptivo a las tensiones y debilidades que en la actualidad recorren la Nueva Mayoría.
De algún modo, Beatriz Sánchez representa el rostro amable de este complejo proceso, una profesional joven, de convicciones firmes, que ha logrado convocar y movilizar a un importante segmento de los desencantados con el actual estado de cosas. Sin necesitar de grandes precisiones en materia programática, su acierto es haber conseguido ponerles nombre y carisma a los anhelos de cambio que hoy se agitan en un sector profundamente crítico del Chile actual, en especial, en el mundo juvenil y universitario.
En la primaria de su sector, deberá competir el próximo domingo con Alberto Mayol, sociólogo que en los últimos años se ha convertido en un referente intelectual de la crítica al ‘modelo’. No sin tensiones, ambos han logrado articular una buena dupla, donde la claridad estratégica se combina con cierta ductilidad táctica, y donde la densidad ideológica convive con algo de espontaneidad. Pero a diferencia de Mayol, Beatriz Sánchez ha sabido mostrar un perfil más afable y abarcador, buscando atraer al votante natural de la centroizquierda y no cerrando de plano las opciones de convergencia en un escenario futuro.
Casi con seguridad, a partir de la próxima semana será ella quien tenga que asumir el desafío de dar consistencia a un proyecto en ciernes, a este hijo descarriado del desencanto y de las utopías amorfas que recorren a buena parte de la izquierda. Una tarea titánica, que más temprano que tarde deberá encontrarse con algunos de los imperativos del realismo, para tratar de dar continuidad a su sueño y, sobre todo, para encontrar un lugar permanente en el Chile que vendrá una vez terminado el proceso electoral.
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Primarias
EL PRÓXIMO domingo 2 de julio se celebrarán las primarias legales de Chile Vamos (ChV) y del Frente Amplio (FA). ¿En qué fijarse para ponderar los resultados de ese día? Por cierto, en los ganadores, pero también en los porcentajes de cada candidato y, de manera clave, en el universo de votantes. Ya se sabe que las elecciones no solo se ganan o se pierden, sino que se “interpretan”.
En materia de participación, la primaria de 2013 dejó la vara alta: poco más de dos millones de votantes en el caso de la Nueva Mayoría y de ochocientos mil en la derecha. El grado de implantación territorial de la derecha le debiera permitir rondar el millón de electores. Una participación inferior a 2013 constituiría un fuerte revés.
En el caso del FA, el universo de votantes es un dato político tan incierto como significativo. Si el FA es verdaderamente competitivo en primera vuelta; si sigue siendo un movimiento esencialmente juvenil y de clases medias altas, o bien va hacia una implantación territorial pluriclasista, se medirá, en gran medida, en la participación que alcance su primaria. Una cifra que sobrepase los quinientos mil electores constituiría un claro éxito y lo dejaría en una expectante posición en lo electoral. Bajo doscientos cincuenta mil participantes el resultado tendría sabor a derrota esa noche. Entre esas dos cifras, un amplio margen para la “lucha interpretativa”.
En la derecha, si bien el triunfo del expresidente Piñera parece seguro, será importante ver en qué porcentaje lo hace. La votación de Ossandón es relevante, pues se trata de un voto que no es fácilmente endosable a Piñera en primera vuelta. Menos luego del reciente debate que no solo fue de vuelo rasante, incluso chabacano, sino que terminó por escenificar la ruptura entre ambos candidatos y de enemistar a sus electorados.
La competencia entre Sánchez y Mayol será interesante de seguir. Luego de una indiferenciación política inicial, se fue instalando un clivaje en el cual Mayol comenzó a ocupar un espacio más definido de izquierda, apelando a sus señas de identidad más clásicas, y volviendo a la idea de disputar el espacio a la izquierda histórica. Por su parte, Sánchez se posicionó en un discurso y en una estética ciudadana transversal y emotiva, subordinando el eje derecha/izquierda y de clase. Un inesperado triunfo de Mayol marcaría un cambio de hegemonía en el FA. Por el contrario, un nítido triunfo de Sánchez reforzaría la tesis “ciudadanista” y consolidaría a Revolución Democrática como el eje del FA. Una llegada estrecha entre Sánchez y Mayol obligaría a renegociar el poder dentro del FA, entre lo que comienza a vislumbrarse como dos opciones estratégicas.
El próximo domingo, el protagonismo será para Chile Vamos y el Frente Amplio, como lo ha sido en estas semanas gracias a la cobertura televisiva que dan las primarias. Como mudos espectadores de este proceso, estarán la izquierda de la NM y la DC, todavía tratando de entender y de determinar responsabilidades por tan generosa ventaja regalada en esta etapa.
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Otra cara de la “posverdad”
La “posverdad” (post-truth) es, sin duda, un término de moda que cada vez más frecuentemente se utiliza para adjetivar aspectos nebulosos de la política, la economía o las comunicaciones. Las primeras definiciones hablan de aquello relacionado con una situación en las que las personas aceptan, con mayor probabilidad, argumentos basados en sus emociones y creencias personales por sobre aquellos fundados en hechos y análisis objetivos.
Es toda una novedad que el concepto de “posverdad” pueda servir para hablar de nuestra Reforma a la Educación Superior. Lamentablemente a la luz de los procesos y resultados preliminares pareciera ser que es así.
Sólo en el mundo de la “posverdad” se puede llegar a entender que el Proyecto de Reforma valore el sistema mixto de educación superior que tiene Chile, pero que sólo busque potenciar un sector de ese conjunto. La promoción se concentra en la educación estatal, mientras que la fiscalización se enfoca en la privada.
La misma iniciativa política contempla que para Chile, el concepto de universidad corresponderá, en un futuro no muy lejano, a un Institución compleja. Se asume una verdad que no es tal: que sólo las universidades que desarrollan investigación avanzada pueden llegar a desempeñar sus funciones con calidad.
Sólo el predominio de la “posverdad” puede llevar a creer que en 20 años el sistema de educación superior chileno llegará a cumplir la meta que plantea el Proyecto. Los expertos más positivos dicen que hoy el 10% de las instituciones la cumplen, otros afirman que sólo son tres universidades en todo Chile. A estos datos preliminares habría que añadir dos preguntas claves: ¿Cuánto se han demorado dichas universidades en llegar a este nivel?, ¿Cuántos recursos han recibido estas universidades públicas y privadas, a lo largo de su historia, por parte del Estado? Un análisis serio –que se cuida de la “posverdad”- no se hace en base a una fotografía del momento y al cuidado de una imagen, sino considerando críticamente una trayectoria. Hoy se fija una meta, pero no se propone ningún tipo de apoyo para que las universidades lleguen a ella; como si arribar a la complejidad (que por cierto aún no está definida en cuanto a su alcance) fuese un ejercicio de mero voluntarismo.
Resulta paradójico –en este contexto- que el punto de partida para toda universidad sea la búsqueda de la verdad, pero también resulta esperanzador pues la universidad ha llegado a ser lo que es –transitando y siendo luz incluso en épocas muy oscuras- precisamente por su fidelidad profunda a su vocación primera.
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Día del Orgullo LGBTI: nuestros derechos en año de elecciones
En Nueva York, el 28 de junio de 1969, un grupo de policías hizo una redada en el Stonewall Inn, un pub frecuentado por personas homosexuales y trans, ubicado en el Greenwich Village de Manhattan. Al igual que en el Chile de la década de los 60, la diversidad sexual en Estados Unidos era perseguida y reprimida, no por cometer faltas, delitos o evadir impuestos, sino por motivo de su orientación sexual. Un año después, también en Nueva York, se realizaría la primera marcha del orgullo, la cual se convoca hasta hoy en distintas partes del mundo, con la participación de políticos, artistas y ciudadanos que ven en la diversidad un valor que merece ser celebrado públicamente.
Respecto a esta fecha, muchas veces nos ha tocado escuchar la pregunta de porqué las personas heterosexuales no tienen una celebración similar, siendo que todos deberíamos sentirnos orgullosos de ser quienes somos. La respuesta es simple, pero no siempre está a la vista: las personas lesbianas, gays y bisexuales no hemos podido, ni podemos hoy, realizar una vida en igualdad de condiciones que nuestros pares heterosexuales. Hemos sido objeto de acoso en nuestros colegios, de discriminación en nuestros lugares de trabajo, de golpizas y asesinatos en las calles; y al día de hoy se nos sigue negando el acceso a contratos e instituciones familiares que sí podríamos acceder si fuéramos heterosexuales. Algo similar ocurre con las personas trans, quienes todavía no cuentan con un mecanismo uniforme y digno para poder vivir su identidad legalmente. Es cierto que hemos avanzado en los últimos cinco años, pero nos queda un largo camino por delante.
Probablemente, una de las discriminaciones estructurales más latentes está en el matrimonio. Desde 1881 el matrimonio, en la ley chilena, es un contrato y no un sacramento, y desde 1925 nuestro país es un Estado laico, donde la libertad de conciencia y de profesar una religión o no hacerlo, es un derecho fundamental. Sin embargo, hoy el matrimonio es el único contrato civil que atiende a la orientación sexual de los contrayentes para ser celebrado. Se ha dicho que el motivo es la procreación, sin embargo nadie presenta exámenes de fertilidad previo a su celebración, y siempre han podido casarse adultos mayores y personas próximas a morir. Dicen también que hay que atender las raíces etimológicas de la palabra, pero nadie en Chile propone reformas legales respecto a las palabras “salario” o “patrimonio”. ¿Cuál es entonces el verdadero motivo para excluir a dos personas adultas y con un proyecto en común de un contrato civil del Estado laico? En el contexto del debate presidencial, quién lidera las encuestas ha dicho que “así lo siente”, una respuesta bastante insuficiente para fundar políticas públicas.
En las próximas semanas el actual gobierno presentará un proyecto de ley de matrimonio igualitario, el cual esperamos que cuente con las urgencias para que avance en su tramitación. Así, al momento de la elección presidencial de noviembre, habrá tres proyectos de ley relativos a derechos humanos de la diversidad sexual en tramitación en el Congreso: la ley de identidad de género, el proyecto de derechos filiativos de parejas del mismo sexo, y el matrimonio igualitario. Ante esto, los candidatos a parlamentario/a deben explicitar su postura sobre ellos, y los candidatos a Presidente/a deberán transparentar si, pese a sus posturas personales, están dispuestos a mantener su discusión en el Congreso, o si durante sus cuatro años no habrá avance alguno en el reconocimiento de derechos de las personas LGBTI del país.
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Educación Pública: ¿Municipalizar o No Municipalizar?
Como dice el connotado arquitecto chileno Alejandro Aravena: “No hay nada peor que contestar correctamente la pregunta equivocada”. Esto es relevante para la Educación Pública en Chile, porque la pregunta que nos estamos haciendo hoy como país es: ¿municipalizar o no municipalizar?, cuando ésta debiera ser: ¿quién finalmente es responsable?
Cuando un privado hace una mala gestión de recursos y declara la quiebra, las consecuencias son patrimoniales y, cualquiera sea el monto, deja de tener acceso al sistema financiero: cuenta corriente, créditos, tarjetas, transferencias, etc.
Las consecuencias de una mala gestión en la educación pública no tienen que ver con un color político. En este último trimestre nos hemos enterado de la dramática situación que han heredado de sus antecesores los alcaldes de Valparaíso, Jorge Sharp, y de Santiago, Felipe Alessandri. El primero heredó una deuda de $40.000 MM, mientras que el segundo una deuda de $21.000 MM.
En Carabineros (otro organismo público) se acaba de declarar un defalco por casi $17.000 MM. Con justa razón, un escándalo nacional. Este monto es similar, o el doble, a la deuda en educación que heredan los municipios de Santiago y Valparaíso, pero nadie se escandaliza por estos casos. ¿Cómo y quién paga? Hoy se paga con el desprestigio de la Educación Pública y para peor, pagan los niños que buscan crecer a partir de ella.
Pero la falta de claridad en quién finalmente es responsable en la Educación Pública no pasa solamente por la administración de recursos. Como escribí en la columna anterior (https://goo.gl/WFRZNR), también hay otro tipo de responsabilidades como la selección de personal, cobertura curricular, remuneración y evaluación de desempeño, que son difusas tanto en el modelo actual como en el proyecto de ley que busca fortalecer la Educación Pública. Ambos modelos adolecen de algo fundamental: Tener una estructura clara y simple de responsabilidades y el correspondiente nivel de rendición de cuentas.
¿Cómo debiera ser la estructura de responsabilidades? Se necesita un nivel central que establezca estándares, reglas del juego y promueva esfuerzos colectivos, pero la gran mayoría de las decisiones pedagógicas se deben tomar cerca del lugar de impacto, dada las complejidades que el contexto puede traer, especialmente si tiene un alto grado de vulnerabilidad.
Debemos construir un sistema de educación pública que considere niveles de autonomía, y el correspondiente nivel de rendición de cuentas, si no nunca podremos atraer todo el talento que se necesita en las comunidades escolares. ¿Quién se va a querer ir a trabajar a Alto Hospicio, Vallenar o Puerto Aysén si son meros ejecutores de lo que dictamina el nivel central? Recorriendo colegios públicos a lo largo de todo Chile, veo que hay excelentes directores y profesores, pero que por la falta de atribuciones que le son delegadas para tomar las decisiones, muchos terminan frustrándose y trabajando en otra cosa.
Luego, para revitalizar la Educación Pública el primer paso es definir la pregunta correcta. Esta no es municipalizar o no municipalizar, sino quién finalmente se va a hacer cargo, tiene las atribuciones para ello y se responsabiliza de su gestión.
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Ley para las universidades estatales
EL PROYECTO de ley de fortalecimiento de las universidades estatales (UE) se ha presentado recientemente. Es lamentable que el gobierno haya decidido enviar una ley aparte de la propuesta de la “gran reforma de la educación superior”, ya que al desvincular este proyecto, disminuye el valor de la discusión que le dará el marco principal al sistema. Es evidente que no solo las UE aportan al bien público en educación superior. El proyecto de ley presenta aspectos positivos, los que se enfocan a fortalecer y potenciar el desarrollo y aporte al país de las UE, junto con avanzar en una gestión con disminución de amarras y exceso de trabas burocráticas.
Los aspectos negativos tienen que ver con tres aspectos a considerar: primero, la institucionalidad; ya que presenta la creación de un nuevo consejo asesor de las UE, que pone en riesgo el futuro del Consejo de Rectores. El Cruch hay que fortalecerlo con la entrada de nuevas universidades de función pública y no reducirlo solo a las UE. Segundo, la autonomía; es importante evaluar en detalle el procedimiento de los nombramientos de miembros externos a las universidades, debido a que puede alterar la autonomía interna de las instituciones. Al igual que en países desarrollados, los nombramientos presidenciales deberían estar exentos de consideraciones políticas.
Tercero, el financiamiento; es interesante poder ver las cifras recientes publicadas del aporte financiero a las universidades, ya que mucho se ha hablado de maltrato y descuido de las UE, sin embargo, los últimos dos gobiernos han tenido una dedicación preferente a entregarles un significativo apoyo. A estos aportes, se suman los fondos regionales para proyectos en áreas específicas. Esta es una buena noticia para el sistema universitario y en especial para las UE. Ahora lo que corresponde es reconocerlo y distribuir estos recursos de manera justa dentro de estas instituciones. Se debe apoyar de manera más decidida a las UE de regiones, que han sido las que han estado realmente postergadas, en especial en las regiones más extremas del país.
Sin embargo, junto a este fortalecimiento, el gobierno debiera evaluar las necesidades de otras instituciones de función pública, que sin pertenecer al Estado cumplen un rol clave en sus comunidades, en particular en las regiones del país. En este aspecto, las universidades de G9 requieren un apoyo equivalente (no necesariamente igualitario), para su desarrollo y aporte a la comunidad. El aporte que entregamos en un trabajo en red y colaborativo con otras instituciones de función pública, es de gran relevancia para el país.
Desde G9 hemos reiterado que estamos de acuerdo con fortalecer a las UE, pero este apoyo no debe ser en desmedro o a expensas de otras universidades de función pública del país. En este sentido, no podemos apoyar la discriminación que significa incluir por ley el convenio marco de financiamiento de las UE y no hacerlo con el total de las universidades del Cruch. Esta situación se analizará con los parlamentarios, quienes deben comprender que este apoyo es vital para el adecuado desarrollo de un sistema de Educación Superior amplio, diverso y de calidad que mira al futuro de Chile.
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Debate amargo
UN DEBATE televisado entre candidatos que aspiran a la Presidencia es una buena oportunidad de información para los electores y, en ese sentido, es un gran aporte al proceso democrático. Pero también es un programa televisivo más y, como tal, requiere cumplir estándares de entretención sin los cuales muy poca gente lo vería, con lo que se perdería su mayor valor social. Definitivamente, en la confrontación de los candidatos de ChileVamos, no se logró ese equilibrio virtuoso entre información y entretención.
Demasiadas recriminaciones, rostros severos, acusaciones personales e incluso comentarios de sorprendente mal gusto, y muy poco de temas tan importantes como la reactivación de nuestra economía o el proyecto que, con sus matices, plantea la centroderecha en materia social y de seguridad pública. Fue un debate al que le sobraron adjetivos y le faltaron sustantivos, pero lo más difícil de creer es que los tres candidatos de oposición tuvieron una hora y media en cadena nacional, sin hacer casi referencia alguna a la mala gestión de la NM, a los fracasos del actual gobierno y a la alternativa que ellos representan. El expresidente Piñera fue el que tuvo la expresión más clara en este sentido, cuando aludió a dónde están sus verdaderos adversarios.
Lo importante para la coalición opositora es reflexionar qué viene hacia delante, si después de esta primaria sigue siendo un sector que ofrece gobernabilidad al país, ordenándose tras un proyecto y un liderazgo común. La segunda pregunta que merece formularse es si el senador Ossandón representa el surgimiento de un populismo antisistémico que se instala en la derecha.
Para responder ambas interrogantes es fundamental conocer los números electorales del próximo domingo, es indudable que, aún derrotado, un resultado que le de una votación alta al senador lo instala como factor de inestabilidad, porque tendrá una tribuna asegurada hasta diciembre. Además, ese escenario supone un mal desempeño de la opción de Kast, algo que golpearía todavía más la alternativa de un proyecto de centroderecha serio en noviembre.
Hay que recordar que el senador ya no milita en RN y, por lo tanto, el paso siguiente sería intentar formar una organización que le dé un mínimo de estructura a su discurso. Su denuncia permanente de que la política está corrupta, comprada por el dinero y su validación de la desigualdad como prioridad, son un camino cierto hacia la conformación de un equivalente de derecha al populismo de izquierda de Mayol.
Ninguno de estos temores son reales si el expresidente Piñera gana por un amplio margen y Felipe Kast obtiene un resultado competitivo con el senador. En ese caso se impondría la institucionalidad de la centroderecha, cuyos partidos y dirigentes están casi unanimemente en un proyecto compartido y se ordenarían esa misma noche tras el vencedor.
Pero el debate, por su rudeza y porque estuvo marcado por el tono de Ossandón abrió una incertidumbre sobre la consistencia de la centroderecha que solo los electores del propio sector pueden cerrar este domingo.
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June 27, 2017
Mayol, o el intelectual comprometido
La figura del intelectual comprometido con la acción política ha sido siempre controversial. La acción política se inclina con frecuencia hacia simplificaciones que repugnan al analista de la vida social, que, si es riguroso, suele poner en duda relaciones esquemáticas de causa a efecto, y señalar las eventuales consecuencias no buscadas de las acciones colectivas. Cuando las sociedades se hacen más complejas, el trabajo de comprensión de su dinámica adquiere mayor autonomía, primero de la religión y luego de la política, y reside en espacios como las universidades, centros de pensamiento o medios de comunicación. Pero en las sociedades latinoamericanas ese espacio de autonomía existe apenas, lo que incita a algunos intelectuales a intervenir en política, ya sea para controvertir a los que adecúan sus razonamientos a meros intereses o bien para procurar que los actores políticos mejoren la adecuación entre los fines declarados y los medios disponibles para alcanzarlos con mayores dosis de racionalidad estratégica.
Algo de eso hay en la decisión de Alberto Mayol de pasar desde el análisis de la realidad social chilena a la tribuna pública y, finalmente, a la condición de candidato a la candidatura presidencial del Frente Amplio. Ningún intelectual que sea mínimamente sensible a, por ejemplo, el hecho de que Chile sea una de las sociedades más desiguales del mundo, puede solo investigar sin experimentar algún grado de indignación moral que lo empuja a la acción.
No comparto todo de los diagnósticos de Mayol sobre un “derrumbe del modelo” o sobre la “autopsia de la muerte de la elite chilena”, ni algunos de sus juicios políticos, como el que emitió sobre Allende como conductor político o sobre los actores de la transición calificados como homogéneamente cuasimaldadosos, sin considerar suficientemente las circunstancias históricas en las que estos actores se desenvolvieron, y en especial el conflicto político que ha vivido Chile por décadas al enfrentar la mayoría social -y sus fragmentadas representaciones políticas- el concentrado poder que las oligarquías económicas han tenido históricamente.
Muchas de sus propuestas son, además, bastante discutibles. Como la de los trenes de alta velocidad, que requieren de un análisis costo-beneficio más preciso. O como la expropiación de El Mercurio, dado el financiamiento público recibido en el pasado, pues la batalla contra las ideas autoritarias y neoliberales se gana ampliando el derecho a la información y no cerrando medios, por mucho que su línea editorial sea desde siempre la de la tergiversación interesada. O como la idea de socializar de manera imprecisa los fondos de las AFP, cuando la prioridad debe ser establecer un pilar de pensiones de reparto. Y así sucesivamente.
Pero existe un mérito incuestionable en Alberto Mayol: la voluntad de pensar un futuro para Chile en “base cero”, sin las ataduras del mediocre pensamiento convencional que hoy prevalece, subordinado a los intereses dominantes. Y generar debates desde el análisis de las realidades que enfrentan las mayorías, con la voluntad de reconstruir una izquierda que se diluyó en los recovecos de la transición y cuya incidencia constructiva tanta falta le hace a Chile.
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Desigualdad y pobreza
Cuando ya no podemos alegar ignorancia o desconocimiento respecto a que el 50% de los trabajadores recibe menos de $400.000 mensuales por su trabajo, que las diferencias en la salud, educación, pensiones, barrios inseguros, delincuencia, vivienda, y otras, son siempre acumulación de bienestar para algunos y desventajas acumuladas para otros; debemos preguntarnos seriamente por qué seguimos sacándole el bulto al tema. Estamos habituados ya hace décadas, al argumento de que debemos crecer primero y repartir después. De repente pareciera que nunca hubiéramos crecido con robustez suficiente como para haber repartido las oportunidades de otra manera, a como lo hemos hecho hasta ahora.
La semana pasada se dio a conocer el estudio “Desiguales: orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile”, un aporte del PNUD que viene a vigorizar este debate siempre pendiente.
El PNUD nos reitera, con nuevos antecedentes, que el tema de las desigualdades va más allá que una mera cuestión de ingresos: la desigualdad en Chile tiene que ver con algo tan vital como la aspiración de ser tratado con dignidad y respeto, y con vivir en un ambiente más fraterno o solidario. De las personas consultadas por el PNUD a través de diferentes medios, más del 40% señaló haber sufrido discriminación durante el último año. Las razones, en forma decreciente son: por la clase social, por ser mujer, por el lugar en el que vive, por cómo se viste y otras. Y al ser consultados por aquello que gatilla sentimientos de injusticia, las respuestas se concentraron en el hecho que algunas personas accedan a mejor salud y educación que otras, y en que sólo algunas personas sean tratadas con respeto.
A estas alturas cabe preguntarse ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de igualdad? Hablamos de que la sociedad permita a sus miembros experimentar oportunidades equivalentes. ¿Podemos hablar de igualdad si los seres humanos somos únicos y diferentes? Si, hablamos de la necesaria y pretendida igualdad en dignidad y derechos (también llamada igualdad en la diferencia) de todos los seres humanos.
Respecto de la igualdad de derechos, este planteamiento tiene un fundamento ético innegable que se encuentra a la base de la construcción social. Siguiendo a Rawls, los talentos de las personas no son más que producto de una “lotería natural” de la vida (nadie elige donde nacer), por lo que el sistema institucional debe alivianar a los individuos que tienen una carga de desventajas. Para ello entonces, se deberá dotar a los individuos de lo necesario para que puedan ejercer su libertad y no ser privados de ella por la acción del Estado y/o del mercado. Por ello, los derechos sociales, como integrantes de los derechos humanos, nacen conectados al Estado como una manera de plasmar las necesidades básicas y desigualdades que deberán ser corregidas para que cada uno pueda ejercer su libertad.
Se trata ni más ni menos, de que la libertad sea igualitaria. De ahí que si la libertad no puede ser ejercida por todos en una sociedad, no es verdadera libertad. Pero siendo más precisos aun, solo se puede hablar de desigualdad cuando se produce una desmerecida acumulación de desventajas por algunos en la sociedad. Lamentablemente, la acumulación de desventajas en salud, educación, trato, hábitat, ingresos, y otras, hoy afecta a millones de compatriotas, privándoles de la posibilidad de escoger la vida que quieren llevar.
En relación a la igualdad en dignidad, la evidencia que nos muestra el PNUD es la de una sociedad que maltrata y menosprecia. Por ello se requiere un cambio de las relaciones entre los propios ciudadanos y su contexto económico, político, social, institucional y cultural. La reparación que requerimos como sociedad, implica escenarios de validación y reconocimiento social de las personas, sus familias y comunidades, así como también de sistemáticos ejercicios de dignificación, que pasan por el involucramiento activo de los afectados en las decisiones que les atañen y en las soluciones de sus problemas y desafíos.
Una de las cuestiones más complejas que el estudio del PNUD revela es que muchas de la desigualdades que hoy nos afectan en los ámbitos de la dignidad y derechos, más allá de sus raíces históricas, han emanado desde la propia acción del Estado. En efecto, la política social, que ha reafirmado una lógica de mercado, subsidiando allí donde éste no ha operado con eficiencia, ha provocado más fragmentaciones que cohesión. Un doloroso ejemplo de ello, señalado en el Informe, es que las personas perciben que el servicio del Estado busca más “parecer” que “ser”. Es ahí donde el trato de las instituciones daña fuertemente la dignidad de las personas. Ello es plenamente coherente con lo que la FUSUPO constató en 2010 con un estudio cualitativo de gran escala denominado “Voces de la pobreza”.
Concordamos con el PNUD en que la igualdad no es de izquierdas ni de derechas, es nada menos que el pacto social que entre otras cosas, permitió abolir la esclavitud y fundar los Derechos Humanos.
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Franja electoral, comunicación política en horario prime
En las campañas de 1970 primó el colectivo social por sobre la televisión, y fueron probablemente las últimas acciones propagandísticas en donde no lideró la lógica del marketing comercial. El que ha modelado el lenguaje – simplificándolo para ser más preciso – y personalizado la comunicación en un candidato por sobre los valores de un partido o el debate político. Lo que se vende y se compra son los atributos personales del candidato más que sus propuestas. Así se constató en la propaganda de las primarias, sin importar si fuera Felipe Kast o Alberto Mayol el desafiante. Las nuevas marcas políticas no requieren de auspiciadores, se valen por sí mismas. Este fenómeno se ha ido acentuando desde el retorno a la democracia.
La franja en lo discursivo se centró en el liderazgo político de los cinco candidatos. Al igual que en la campaña presidencial de Bachelet, destacaron las narrativas personales con foco en las emociones, particularmente Beatriz Sánchez y secundariamente el ex presidente Piñera. A su vez, quien exaltó las competencias políticas individuales fue Piñera, fundamentándola en su experiencia como gobernante; descalificando así de paso a los contendores de Chile Vamos como también al Frente Amplio. El último factor de la personalización política tiene que ver con la privatización, a través del cual un candidato comparte su vida personal en la pantalla y, del cual no estuvo ajeno ni Kast ni Sánchez. El primero contando su experiencia en La Habana, lugar en el que estudió y conoció a su pareja. Dotando así su propuesta comunicacional de un aire red set de derecha para capturar el voto más liberal. Por otro lado, la candidata del Frente Amplio, jugó con una especie de historia de vida, en términos antropológicos, en su recorrido a Santiago desde el sur con familia mediante. Quizás lo más llamativo de la franja en este aspecto, fue el asesinato ideológico de su padre en público por parte de Mayol, en relación a Manfredo Mayol, ex director de TVN en tiempos de la dictadura y asesor comunicacional frecuente hasta hoy de partidos políticos y empresas.
¿Cómo se ha llegado hasta acá?
La televisión se ha apropiado de la discusión política, mediatizándola; contribuyendo con la franja electoral al debate democrático, pero a su vez obligando a que esta sea “comercialmente” atractiva, o sea que se vista de matinal, teleserie o cualquier otro formato exitoso. De ahí la dinámica infernal en la propuesta de Kast o la buena factura en la producción de los comerciales de Piñera o Sánchez. Como también el “usted no entiende nada” de Mayol, que buscaba provocar, impactar y viralizar lo dicho en las audiencias. Ni hablar de Ossandón, que a nivel de producción quedó al debe por su falta de recursos técnicos. Aunque destaca su sencillez y cercanía, acorde a como deseaba posicionarse.
Como se observa, la televisión, sus valores y formato determinan el lenguaje y el ritmo que los políticos usan para conectarse con su electorado. De ahí que a partir de 1989 el tema más destacado en las campañas políticas han sido los aspectos motivacionales y slogans. La franja electoral de las primarias y los candidatos no fueron ajenos a este destino, estaban en horario prime.
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