Óscar Contardo's Blog, page 142

June 30, 2017

Toda la Razón

La de ayer debe haber sido una de las mejores, más graciosas y más animadas conferencias de prensa futboleras de las que tengamos registro en los últimos años. Con distancia. Incluso los periodistas extranjeros quedaron sorprendidos. Hasta yo tuve que dar tres notas (a brasileños, ingleses y españoles) explicando la situación tan poco habitual, llena de risas, abrazos y regalos, en vez de quejas y tironeos, que habíamos vivido un puñado de afortunados, por cerca de una hora, dentro de uno de los salones del hotel Corinthians. Un moderno y a la vez antiguo edificio ubicado en la avenida Alexander Nevski, la principal y más concurrida arteria de esta ciudad, donde hoy descansa y se concentra nuestra selección.


El mismo Nevski, príncipe de Kiev, Vladimir y Novgorod, líder y santo de la Inglesia Ortodoxa Rusa, del que usted habrá escuchado hablar más de alguna vez. Figura clave en la historia de este país por allá por el 1200 cuando, a orillas del hermoso río Neva que hoy nos cobija, se luchaba contra suecos, teutones y tártaros. Una epopeya que quedó registrada en la historia del cine mundial en la película homónima de Sergei Einstentein, el mismo autor del “Acorazado Potemkin”.


Ahí, en esa calle larga, de más de cuatro kilómetros, hoy repleta de Starbucks y Mcdonalds, calle de arquitectura neoclásica pareja y deslumbrante, que siempre ha aceptado los contrastes entre opulencia/pobreza y modernidad/pasado, zona liberada tanto durante el zarismo más ciego como durante el socialismo más duro para la expresión de las distintas clases sociales que conviven en esta ciudad (como lo registraran en su obra Gogol, Dovtoievski o Tolstoi), ahí mismito, donde se despliega imponente la Catedral de Kazán y el obelisco en honor a la Gran Guerra Patria (término creado en 1941 por el diario Pravda durante la lucha contra la hegemonía nazi, que le causó a este país más de 27 millones de muertos), ahí, justo ahí, conversaron distendidamente con nosotros, como pocas veces, el capitán Claudio Bravo y el goleador Alexis Sánchez.


En la víspera de una nueva final, la CUARTA de este grupo en apenas tres años (no relegue al olvido la China Cup, porque sería faltarle al respeto a Beausejour, Fuenzalida, Edu Vargas, Valencia, Toselli, Paulo Díaz o Sagal, que estuvieron ahí), Bravo y Sánchez hablaron de fútbol, del partido ante Portugal, de lo que será Alemania una vez más este domingo y del rol fundamental de Marcelo Díaz, Aránguiz o el Tucu Hernández en el juego del equipo. Pero también de la intimidad del grupo, aludiendo entre risas a la personalidad gruñona de Medel y al huaso Isla “a veces amurrado pero hoy enamorado” (sic). O a lo bonito que sería para Alexis jugar en Brasil…”donde la gente es más feliz y te dejan hacer cachañas, látigos y rabonas”. Y también, cómo no, se refirieron durante un buen rato a la importancia y a lo inédito de lo que han hecho estos últimos años como equipo. A los éxitos, al orgullo. De ellos y de todos.


Pero en esos marcos, bendito sea Dios, también hubo espacio para un reclamo, que compartimos todos los que entendemos la relevancia de la Historia. “De este momento fundamental -dijo el capitán- no está quedando nada. Estamos más arriba que nunca, somos más ganadores que nunca, hay más plata que nunca…pero Pinto Durán sigue siendo un lugar de entrenamientos chico, con apenas dos canchas, y no hay todavía un museo donde se pueda ir atesorando lo que hemos vivido los últimos años”.


Lindo tema, feroz tema, en un país donde casi no quedaron registros del Mundial del 62 o de la Copa Libertadores del 91. De hecho, que tan cerquita de una gran final haya espacio, dentro de los referentes de este plantel, para hablar de aquellas carencias inaceptables, de aquella deuda, resulta emocionante. Y alimenticio. Tan digno de orgullo como los triunfos, el buen juego, el protagonismo o las atajadas de Bravo. Mire que un país sin recuerdos, se ha dicho tantas veces sin que entiendan autoridades ni empresas comerciales, es un país sin futuro. “Y lo decimos pensando en los que vienen, ni siquiera en nosotros”, sentenció Alexis. Toda la razón.


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Published on June 30, 2017 23:10

June 29, 2017

Capitalismo y Frente Amplio. De la Acrópolis al tecno-progresismo

En 1937 César Vallejo vaticinó que iba a morir en París. Estableció tal sentencia  durante un otoño lluvioso y así ocurrió. En algún poema cuyo título no recuerdo ahora escribió: ¡haber nacido para vivir de nuestra muerte! Vallejo sostuvo su aventura con el socialismo -el Congreso en Valencia (1937) y la causa española-, pero no trepido jamás en rechazar la gloria de París, el goce estético, y abrazó la raza y el «extrañamiento» frente a su época: Santiago de Chuco estuvo más presente que nunca en París.


Lejos de toda arquitectura del «boom», insumiso a las tecnologías del poder, el poeta mantuvo una relación friccionada con las vanguardias mientras clamaba por un nuevo «lenguaje». Es posible releer en este «rictus» de transgresión una  forma de «contemporaneidad», de distancia y desconexión con la actualidad y sus modismos, que lo llevó a ver la intimidad oscura de su tiempo. Ello ilumina nuestro presente cuando miramos a las actuales izquierdas académicas de «circuito cerrado». Aludo a una izquierda barroca y esotérica, que nos sugiere que la realidad es ilegible-difusa y que nos asedia por la vía de la actualización y la traductibilidad de la Acrópolis parisina: ¡un día Badiou, otro día Espósito! ¡Ranciere y la policía! ¿Y la tanatopolítica? ¡Ay!, vanidad de vanidades. También es posible leer aquello cuando una nueva generación política, una nueva elite que está a la espera de una épica confunde su presente y se lanza de bruces contra la época –proclama la interdicción de nuestro tiempo y a la sazón reivindica el capitalismo eurocéntrico- y susurra un lenguaje de «patrimonialidad democrática». Lejos de cualquier nostalgia, quiénes comulgan demasiado con la época y desconocen la in-actualidad frente al presente no son «contemporáneos», no pueden cultivar una relación de singularidad y distancia crítica con el tiempo. De allí que esos emplazamientos esnobistas que, de cuando en vez, hacen los líderes del Frente Amplio por las capitales europeas –y sus sistema de cobertura y favoritismo fiscal- dejan al descubierto la ausencia de desconexión y lejanía con la época del capital financiero. Sin decirlo tal cual, «la fuerza expansiva de los mercados» está en sus cabezas, eso sí, atribulada bajo una incurable nostalgia keynesiana.   


A sabiendas del siglo bestial que lo agobiaba Vallejo se preguntaba con entero anonimato: ¿cómo estar fuera de las semánticas de época, en desconexión y desfase? Hoy como un déjà vu la producción de un nuevo vocabulario para la izquierda, en particular la chilena, parece una cuestión insalvable. Ahí debemos situar la intuición  vallejiana más fundamental para la nueva generación del Frente Amplio. La tarea sería recrear un nuevo vocabulario político, y no la cita hábil de experiencias nórdicas u anglosajonas, o bien, políticas públicas oportunas, porque ello fatídicamente agudiza el vacío ideológico.


En nuestra efervescencia política irrumpen «cruzadas épicas» que pese a sus frescos racimos, «nacen para vivir de su propia muerte» se sirven del consabido desgaste representacional de la política institucional que los tiempos han establecido, pero sin escapar a los discursos modernizantes en el caso del Frente Amplio (expropiación, nuevo tren, subsidio, 20% de participación estatal en empresas estratégica, sistema de cobertura, en suma «capitalismo de Estado»). Fuerzas nuevas que fungen como insurgencia enraizada en una «emocionalidad evaluativa», pero que con el paso de los años se empozarán en nuevos nichos de dominación y control ¿Nuevamente Sísifo? En suma, hay una doble «consciencia trágica»: la primera referida a una época en disolución que funge como el tiempo homogéneo del desierto, ya lo decía Borges y, otra, referida a la inefable trayectoria de institucionalización donde decae el «carisma profético» y se convierte en lo que precisamente pretendía desterrar: la elite.


Y no perdamos de vista que fue el propio Lenin quien creo el partido bolchevique porque entendía que «no hay política sin elite», ni vanguardia sin revolucionarios. Gracias a la «ley de hierro» –rutinización- el diagnóstico es globalmente predecible: hemos pasado de una política bucólica de la Concertación a un ciclo de movilización. Ahora el denominado Frente Amplio (FA de aquí en más) avanza por la vía del «carisma», luego vendrá la inefable rutinización –al medio de ello las certificaciones técnicas- y al final la disputa de proyecto quedará limitada a un arsenal de indicadores mezclados con un ímpetu técno-progresista. En efecto, está a la orden del día la divulgada brecha entre «política» y «sociedad». Al decir de opinólogos la política no integra a las demandas y los ciudadanos se auto-organizan –reza el slogan en boga- por fuera de los estrechos moldes de la modernización pinochetista. Todo esto subrayando que el 2011 en Chile se abrió una penetrante teoría del «reclamo social» donde «movilización» no puede ser asociada a «movimiento social». Esto es algo distinto a esa sociedad insurgente que retratan performativamente algunos ideólogos del frenteampliamo. Salvo un reconocimiento fenomenológico en el caso del propio Carlos Ruiz Encina, a saber: lo sucesos de aquel año no eran contra el mercado sino un intento por reconstituir un mercado con mayores garantías que pusiera la lápida a los secuestros corporativos demasiado agraviantes. Durante el 2011, entonces, el reclamo era por un mercado que estuviera a la altura de un capitalismo más regulado lejos de nuestro Laisser faire oligarquizante. El Frente Amplio empuja por un «capitalismo de la regulación». Ni más, ni menos.


Nos preguntamos: ¿acaso hay cambios totales y no parciales, o bien, estructurales y no parciales a la vuelta de la esquina? ¿No son, acaso, las nuevas elites surgidas de las viejas insurgencias un eslabón hacia nuevas insurgencias? Y así viceversa en un espiral recursivo. Pese a ello aún estaríamos tentados a sugerir que tanta «tragicidad» sería constitutiva de una secreta esperanza por algún porvenir (x). En efecto cada época sueña a la siguiente y reclama su propio Napoleón. Las elites se renuevan o estancan. Cada época obra a nombre de un ideal mayor y adelanta un sino necesariamente fértil y trágico.


Si el presente está degradado, sin horizonte político, secuestrado por distintos grupos de presión, ¿por qué no habríamos de disfrazarnos de futuro hegemónico pese a los riesgos de esta travesía? Y así, estaríamos a la espera de una cita secreta con los postergados tiempos: ¿vendrán otros hombres con promesas menos peregrinas y en algún momento podrán liberar a la multitud vital de la multitud factico-pecuniaria? Eso se lee entre líneas, en nuestra coyuntura: un potencial «sujeto político» que obraría como partera de la verdad a nombre de todo el dolor padecido por nuestros antepasados. Ya lo dijo el autor de la «ley de bronce»: «los espíritus del pasado tomarán prestados sus nombres….la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Es la resurrección de los muertos». En suma, la tumba de la rutinización nos aguarda con sus funebres racimos.


Pues bien, en nuestro parroquial foro político la movilización es una respuesta reactiva, mística, ansiosa, prometedora, tremendista y tecno-reformista, tan hiperrealista como necesaria, tan generacional como extraviada, obra de buena fe pero con difusa orientación ideológica. Entremezcla conversos, insurgentes, huérfanos de la Concertación y la Nueva Mayoría, esnobistas, militantes convencidos del diagnóstico frenteamplista y viejos cuadros políticos que sin embargo juegan al desgaste desde una testimonialidad más retorizada. Cómo lidiar con su necesidad democrática e incierta proyectualidad. Nuestro «boom» por ahora se llama «Frente Amplio» y se organiza en torno a un espiral de liderazgos mediáticos y demandas virales y goza de no pocos actores -cuya lucidez no está en discusión, tampoco su formación técnica para desglosar indicadores- que se lanzaron a esta «épica restauradora» contra los diseños corporativos, algo kafkiana cuando los mercados (guste o no) dan señales hacia el piñerismo.  Y el FA se precipitó a sabiendas de los vacíos identitarios e ideológicos donde la estrechez demográfica de la «tercera vía» contribuyó a agudizar el proceso. ¿Algo más? el FA interpreta, lo repetimos por las dudas, una acumulación importante de demandas ciudadanas legítimas e igualmente razonables que provienen del malestar post-PNUD.


En los últimos meses sus representantes han forcejeado incesantemente, una y otra vez, por re-domiciliar en los imaginarios de una nueva izquierda, capitalizando el post-mortem del laguismo, y refrendando el lugar de una promesa marchitada por la propia «izquierda neoliberal». Ahora el conglomerado ha erguido sus fuerzas contra el agotado concubinato transicional que hoy  se mudó a la Nueva Mayoría. En medio de un mundo de pactos elitarios, omisiones, realismos y secretos de «gobernabilidad» promovidos por la izquierda institucional -por las dinastías de la DC que han designado vocera de facto a Alejandra Goic- se abrió un intenso suspiro épico que, en su formato original, prometía lapidar a nuestra elites, a sus barones y sirvientes, ¡nosotros no robamos, ay!, y de paso rescatar a la ciudadanía de su brumosa relación con la modernización pinochetista. ¡Vaya empresa! que supone que es posible la «política sin elites», política ensimisma (sí, es cierto) que terminó celebrando encerrada en palacio el plebiscito del 05 de octubre. Sin embargo, también es necesario pensar sus procesos de renovación ¿Y la elite revolucionaria de Lenin? Este parecía ser la receta mediática del primer momento que se asemeja a un anarco-anacronismo. ¿Política sin elites partidarias o elites homogéneas? Para agudizar las distancias con las interdicciones institucionales lo mediato, mesiánico, y lo político-comercial se dieron cita en torno al fenómeno de los «malestares difusos» y así, por la vía del topo y del collage, se abrió una  retorización política que dice estar lejos e inmune a las desgastadas componendas de los Girardi, PENTA y nuestra Javiera Blanco. Perdón por lo prosaico, ¡ay Javiera! tan deslucida y renombrada por la afasia política de Michelle Bachelet.


He aquí los aparatos emotivos del (post) testimonio que junto a un tumulto de enunciados incapaces de subvertir los contratos simbólicos de la post-transición ficcionan un futuro posible. De un lado, reverbera una gramática que pone en circulación la promesa, el porvenir, la emancipación y la dura hegemonía contra la facticidad de la época, ¡ay época! En suma, una política de la performatividad.  Y sí, «el poder político en Chile se dedica a destruir la utopía para evitar ser desalojado por el futuro. Ahora, jóvenes y viejos, quieren vestirse de fututo pero por ninguno motivo nuestra clase política quiere destruir el cáncer que el poder crea y reproduce».


Noviembre será un tiempo de diezmos, de renuncias y omisiones, de pactos sibilinos, fracturas y convergencias, de secreciones ideológicas, dónde los jóvenes y no tan jóvenes, que hasta hoy caminan juntos ofertando un estado democrático  contra los tiempos difíciles, tendrán que dialogar con la inexpugnable «real politik». ¡Ay, vaya audacia! ofrecer a la ciudadanía un «cambio de época», cuando no existe época siquiera que soporte el mismo cambio, cuando ni siquiera es posible desplazar la gramática PIB de nuestra inexpugnable modernización. Todo discurre en la lexicalidad del commodity. Es más inminente terminar en un tecno-progresismo que interpele internamente el estado de cosas, con reformas alternativas y una socialdemocracia maximalista, aunque éste rótulo nunca sea el auto-retrato del FA.


Y a decir verdad: el Frente Amplio es un conglomerado necesario y catártico  de actores y discursos con distintos intereses pero incapaz de ofrecer una narrativa –más allá de la denuncia fundada- en la cual pueda proyectarse una nueva izquierda. Eso sí, la geografía política-cultural no juega de su lado por esta vez. Ahí está la aporía: el FA es un  movimiento tan inevitable como ilusorio que viene a estetizar un nuevo campo de reivindicaciones hueras, pero en los desechos y «antagonismos» de la modernización era casi inimaginable no esperar un movimiento con estas características, con sus claro-oscuros. El FA responde a este doble movimiento. Cada cual podrá hacer su lectura. Aún no son elite pero toda su cúpula está haciendo carrera política; el porvenir es el poder. De otro modo, una vez que la izquierda de «tercera vía», se encuentra moribunda es viable un discurso generacional que le habla al sujeto pueblo. Y si existe ¿dónde está tal sujeto? Hay que resguardar a nuestro juicio un cauteloso celo en consignas de un «gobierno ciudadano» o de una política del «ciudadano a pie» (¿hegemonía sensorial, on line?)


Es de esperar que el Frente Amplio logre sortear el conjunto de obstáculos que lo asedian y superemos la incomodidad política que nos aporta la frase de Vallejo: ¡haber nacido a la vida [política] para vivir de nuestra muerte¡ implica evitar el exceso de nostalgia, memoria, anarco-anacronismo que atormentan a los «partidos vivos» que viven de su propia muerte. Un cese de adicción por la incurable melancolía y, en cambio, avanzar en la producción de un nuevo lenguaje. Ese fue el polémico legado del siglo XX. Para ello es fundamental recuperar la extraviada imaginación crítica –un nuevo aparato lexical ajeno a la matematización del discurso político- que debería concebir el capitalismo como una «autodestrucción creativa». Con todo, ese es el espíritu que predomina en el «Manifiesto Comunista», el capitalismo es lo mejor y lo peor que le ha ocurrido a los humanidad.  Por fin si bien para el «poeta de raza» el presente era una orfandad, doliente y degradada, el futuro estaba abierto e iluminado por una teoría de la esperanza.


 


 


 


 


 


 


 


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Published on June 29, 2017 06:58

La peor pesadilla de la derecha

El segundo debate entre los tres candidatos presidenciales de Chile Vamos, televisado por cadena nacional, representa la peor pesadilla de la derecha. El debate que se dio de forma desordenada, personal, e intensa desnuda todas las vulnerabilidades que existen dentro de la coalición. Muestra que la amplia ventaja en las encuestas es más frágil de lo que aparenta ser, y que el escenario que parece ser históricamente favorable para ganar la elección presidencial se puede derrumbar sin previo aviso.


De las siete elecciones presidenciales que se han disputado desde el retorno de la democracia, la de 2017 es la más auspiciosa para la coalición de la derecha. Nunca ha tenido más posibilidades de ganar que esta. En las elecciones de 1989 y de 1993 ni siquiera consideraron la posibilidad de un triunfo. En 1999 estuvieron sorpresivamente cerca, con Joaquín Lavín. En 2005 tuvieron más posibilidades con dos candidatos. En 2009 ganaron con Sebastián Piñera contra todo pronóstico, y en 2013 se inscribieron como turistas.


En comparación con las anteriores, la presidencial de 2017 se perfila como un extraordinario año para ganar la elección. En parte porque la mala gestión de Michelle Bachelet naturalmente premia a la derecha como la oposición mejor organizada, y en parte porque Piñera ha logrado usar su imagen para mantenerse como favorito en las encuestas. Es decir, la derecha no solo se ve favorecida por ser la oposición más fuerte sino que además porque cuentan con el candidato que corre más ventaja.


Este era, hasta antes de las primarias, el pronóstico. Piñera parecía tener todo bajo control en su coalición, dominando y controlando las aspiraciones de Manuel José Ossandón y Felipe Kast. Incluso había logrado limitar la cantidad de interacciones al mínimo, para mantener el statu-quo. Pero algo salió mal. Algo se descarriló. Para muchos ese momento fue el primer debate, cuando el tono de la conversación se volvió personal y agresivo, y el tema central dejó de ser la idea y pasó a ser la persona.


En el mar de descrédito político, y la creciente desafección ciudadana, esta transición tiene un costo enorme. Quizás porque como oposición la derecha se sentía ajena o menos involucrada, o porque Piñera se mantenía arriba en las encuestas, el despertar del día después del primer debate fue duro. La imagen de la coalición ordenada se parece haber desvanecido luego de ese primer encuentro. La ruda interacción entre los candidatos mostró que tienen los mismos flagelos y vulnerabilidades que todos los demás.


Si este primer debate no fuera suficiente, vendría el segundo, y el primer pasaría rápidamente a ser recordado como la punta del iceberg. El fuerte choque entre los candidatos en el debate televisado a nivel nacional sirvió como evidencia para confirmar que no todo estaba tan resuelto como se pensaba en Chile Vamos. Aunque muchos tenían las sospechas de que las prospectivas de la derecha de ganar la elección sin mayores dificultades estaban sobrevaloradas, el segundo debate lo confirmaría.


El segundo debate mostró que no existe lealtad entre los candidatos de Chile Vamos. Mostró que el carácter legal vinculante no es suficiente para que los perdedores se alineen tras el ganador, sino que simplemente sirve para eliminarlos de la papeleta de la primera vuelta. El segundo debate mostró que el primero en la carrera puede tambalear, y aunque logre pasar a segunda vuelta, reunir la mayoría absoluta para ganar será una tarea magnánima y significativamente más difícil de lo originalmente anticipado.


Nunca hubo dudas de que Piñera sería el ganador de las primarias. Aun no hay dudas de eso. Pero hay una serie de ventajas tangenciales relevantes para la derecha que se perdieron en el debate. Uno de esos temas es la participación. Mientras que es improbable que la proporción de preferencias entre los candidatos hayan variado significativamente, es probable que menos gente acuda a las urnas después de la lamentable presentación. Al menos parece haber consenso que el debate no sirvió para atraer a más votantes.


Perder votos en las primarias es relevante e incluso podría llegar a ser decisivo. Parte de la utilidad de las primarias para los partidos es fidelizar a votantes. En parte las primarias sirven para que los candidatos ganadores aseguren la participación de esa base de votantes que podría ser crucial en definir la elección definitiva. En este sentido, el tropezón del segundo debate televisivo no solo se escribirá como una anécdota en los anales de las elecciones, sino que podría ser el primer paso en la dirección del abismo.


Después de las primarias Chile Vamos debe reflexionar sobre los daños infligidos y planificar una reestructuración en base a las lecciones aprendidas. Si quieren ganar la elección la mejor receta es dar vuelta la página y comenzar un proceso de concilio entre las partes. En este proceso será esencial integrar a Kast al comando, y a incluir a Ossandón de alguna forma. Este es un caso donde la unión hace la fuerza. Si no se unen, perderán la elección y será un ejemplo perfecto de una oportunidad histórica desperdiciada.


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Published on June 29, 2017 06:41

El eterno retorno

Desde los albores de la transición, Sebastián Piñera nunca -nunca- ha dejado de mirar obstinadamente el Palacio de La Moneda. Antes de alcanzar su objetivo, fue sepultado sucesivamente por el escándalo de la radio Kyoto, el lavinismo y el bacheletismo. Las derrotas nunca minaron su empeño y, como si esto fuera poco, no ha dejado de pensar en el regreso desde que abandonara el poder. El ex presidente parece haber salido con un gusto amargo de su gobierno -falta de discurso, escasa interlocución política, confianza en la técnica, telefonazos al ritmo de redes sociales-, y cree que una segunda oportunidad podría cambiar esa sensación. Pero ¿es suficiente todo esto para fundar un proyecto político?


Hasta ahora, la respuesta no es clara. Puede decirse que Sebastián Piñera encarna a la perfección la transición política, en sus grandezas y miserias. Pertenece a la generación que logró reconstituir el tejido político del país, dándole una estabilidad y un progreso inéditos. Hizo fortuna en el mundo de los negocios (que gozaba de alto prestigio), votó que No, se fue a la derecha y fue electo senador: Piñera es el hombre de los consensos, de la ubicuidad y de la posición correcta que no incomoda a demasiada gente. Es un buen político en cuanto ha sabido seguir los movimientos de la opinión, pero es poco estadista en cuanto le cuesta liderar esos movimientos. De hecho, el ex presidente también representa a la perfección esa generación que no tuvo respuesta alguna frente a las profundas transformaciones del Chile moderno. En varios sentidos, su gobierno fue un caso de manual: llegó convencido de la superioridad de la tecnocracia y el estilo gerencial, para terminar estrellándose una y otra vez con una realidad rebelde a esa cosmovisión. Su administración careció de un bagaje conceptual y político que tanto él como la derecha siempre creyeron inútil. Para decirlo de modo simple, lo que no se veía desde los lentes de la transición (mercado, técnica y acuerdos en la cocina), simplemente no existía.


No es seguro que Sebastián Piñera haya integrado del todo estas lecciones. Aunque a ratos muestra mejoras, sus gestos, su optimismo noventero, sus lugares comunes y hasta sus chistes añejos siguen representando a un país que ha perdido su consistencia. En esas condiciones, es difícil pensar que otro gobierno suyo pueda sacarnos del atasco y llevarnos hacia adelante: en muchos sentidos, le habla más al pasado que al futuro (como lo recalcó Felipe Kast hace unos días). Es innegable que enfrenta estas primarias desde una posición cómoda, pero no ha salido indemne del ejercicio (en el lamentable debate del lunes, Ossandón sacó su peor cara: la ansiedad). El desafío de Piñera no es tanto ganar la elección -ya lo hizo una vez-, sino llegar al poder con herramientas más sofisticadas que hace cuatro años. Después de todo, como decía De Gaulle, una elección presidencial es el encuentro entre un hombre y un pueblo, y eso exige que el candidato quiera ir al encuentro de alguien. El principal reto del candidato Piñera es entonces dejar de hablar de sí mismo y del pasado, comunicarse con un país que cambió, y romper de una buena vez el eterno retorno de una transición que se resiste a morir.


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Published on June 29, 2017 06:00

Mensaje a Trump sobre la salida de Estados Unidos del acuerdo de París

El 1 de junio, Donald Trump anunció la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, el cual establece un compromiso sobre la reducción de gases causantes del calentamiento global. En este acuerdo cada país determina, planifica y reporta regularmente su contribución con el objetivo de mitigar el cambio climático. Sin embargo, según Donald Trump: “El Acuerdo de París socavaría nuestra economía, debilitaría a nuestros trabajadores, debilitaría nuestra soberanía, impondría riesgos jurídicos inaceptables y nos pondría en permanente desventaja a los demás países del mundo“. Así, el Presidente Trump justifica la salida de su país del acuerdo de París, bajo el supuesto que éste no sería económicamente favorable para Estados Unidos.


Contrariamente a lo argumentado por Donald Trump, un reciente estudio desarrollado por la Universidad de Chile y el Instituto Milenio MIPP muestra que altos niveles de generación energética -a través de tecnologías renovables- podría ser óptimo y, de hecho, económicamente favorable.


El error que muchas veces cometen los detractores de energías renovables es que sólo analizan la perspectiva económica de reducción de costos. Sin embargo, una evaluación correcta debería también incluir un análisis de riesgos del sistema energético.


En el citado estudio se presenta un modelo de planificación energética que considera simultáneamente los costos y los riesgos del sistema (modelo que puede ser implementado dentro de un sistema de generación eléctrica a nivel país). En este modelo, los riesgos están asociados a la intermitencia de la generación con tecnologías renovables, a los cambios en la demanda y a la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles. El modelo es implementado a modo de ejemplo para el caso chileno. En dicho estudio se muestra evidencia que un aumento de la generación con tecnologías renovables podría reducir los riesgos del sistema. Esto, debido al hecho que la generación renovable produce una protección natural a los cambios en la demanda y a los precios de los combustibles fósiles.


En general, las tecnologías renovables no utilizan combustibles para la generación de electricidad (dado que la energía es capturada, por ejemplo, del sol, el viento o flujos hídricos). Consecuentemente, un sistema con un mayor nivel de plantas generadoras de energía en base a tecnologías renovables permite reducir el riesgo a los cambios en los precios de los combustibles fósiles (en especial alzas en los precios), lo que no se podría lograr cuando se utilizan principalmente plantas que usan combustibles como el carbón, gas o diésel. Adicionalmente,  en el caso chileno, por ejemplo, se ha visto que en base a datos históricos existe una alta demanda de energía eléctrica entre las 12:00 y las 14:00 horas (en un día promedio en el país). Sin embargo, este rango de tiempo coincide con la mayor disponibilidad de generación eléctrica en plantas que usan energía solar. La demanda de electricidad es también elevada alrededor de las 22:00 (horario en el que obviamente no se dispone de generación solar). Sin embargo, a las 22:00 horas existe alta disponibilidad de generación de tecnología eólica (con un intenso viento nocturno proveniente del Océano Pacífico) y una mayor disponibilidad de generación en centrales minihidroeléctricas ubicadas en ríos (ya que éstos aumentan su afluente por la nieve de los Andes que se derrite durante el día). Por lo tanto, la generación basada en dichas tecnologías renovables es máxima en horas de alta demanda de energía, lo que reduce incluso los costos del sistema, ya que no son necesarias plantas en que se debe  pagar por combustible (por ejemplo, generadoras eléctricas que utilizan combustibles fósiles).


Este resultado es importante, ya que altos niveles de energías renovables se pueden justificar económicamente desde la perspectiva de una reducción del riesgo. De aquí que los argumentos de Donald Trump podrían estar equivocados.


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Published on June 29, 2017 06:00

Las lecciones que dejó el incendio en Londres

Las dantescas imágenes mostradas por los canales de televisión la semana pasada, del incendio que afectó a un edificio de 24 pisos en Londres y que dejó cerca de 60 muertos, no sólo recordó el triste caso del siniestro que sufrió a la Torre Santa María, en 1981, en pleno corazón de Providencia, sino que además puso en la palestra el tema de la seguridad en la construcción.


Muchos empezaron a preguntarse qué tan confiables son los edificios en que viven y si los materiales utilizados son los idóneos, por ejemplo, para resistir el fuego o la actividad sísmica tan frecuente en nuestro país.


En Chile se ha avanzado mucho en aumentar los estándares exigidos a las empresas constructoras, principalmente tras el terremoto del 27 F que dejó al descubierto debilidades en la calidad.


Sin embargo, en materia de legislación contra el fuego sólo existen normas oficiales para determinar el comportamiento frente al fuego de materiales específicos, pero éstas no abordan las edificaciones como un proyecto integral. El Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU), a través de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción (OGUC), da a conocer exigencias mínimas que deben cumplir las edificaciones, entregando consideraciones generales para la protección pasiva que incluye el concepto de compartimentación y la protección activa, sin diferenciar según el tipo de material utilizado.


En esta línea, y buscando contribuir en este tema, como Instituto Chileno del Acero (ICHA) hemos realizado diversas acciones con el objetivo de entregar, al mercado nacional, información técnica que permitan comprender, aplicar e incorporar los últimos avances tecnológicos como la protección activa para la protección contra el fuego en nuestro tema: las estructuras de acero.


Dando un paso más allá, hemos sugerido incorporar algunas modificaciones a la OGUC, relativas a la incorporación de sprinklers o rociadores, que son elementos activos que permiten abordar de forma temprana un siniestro, de manera de mejorarla en el ámbito de las exigencias que se hacen a la construcción de edificios (tanto habitacionales, como industriales o comerciales) en lo relativo a la seguridad ante posibles incendios.


Además, es de suma importancia una mayor incorporación de herramientas tecnológicas a la hora de iniciar un proyecto de construcción. Hoy, por ejemplo, existen softwares que permiten a los ingenieros estructurales analizar de manera rápida y sencilla la respuesta térmica y mecánica de las estructuras para verificar su nivel de seguridad y optimización incluyendo el factor incendio en las etapas iniciales del proyecto.


Estamos convencidos que, trasladando la ingeniería de protección contra el fuego a la fase temprana de diseño de los proyectos, tanto estructural como de arquitectura, se pueden optimizar los esfuerzos.


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Published on June 29, 2017 05:01

Compensaciones: desempeño y aprendizaje

Una de las responsabilidades más relevantes del directorio es seleccionar y compensar a la persona que lidera la estrategia de la compañía. Por diversos motivos, nunca ha sido fácil alinear acuerdos que definan la forma más adecuada de retribuir al Gerente General.


En los procesos de auto evaluación de directorios, preguntamos frecuentemente si la estructura de compensaciones al equipo ejecutivo “conversa bien” con los objetivos estratégicos de la compañía y su marco normativo, encontrándonos con respuestas casi siempre dubitativas de los directores.


Mi análisis crítico admite situaciones en las que recompensar por resultados resulta conveniente, pero reconoce otras en que tales estímulos suelen no redituar lo que se pagó por ellos y, peor aún, alientan resultados dañinos para la organización. Recordemos, por ejemplo, los recientes escándalos en Chile y el mundo. Casi todas esas empresas afectadas tenían códigos éticos y controles muy robustos, pero sus políticas de incentivos fueron creando un mensaje informal que indujo a conductas ilegales o éticamente reprochables.


La delicada estructura de compensaciones a los ejecutivos toca un aspecto íntimo y de extrema sensibilidad, un terreno minado que requiere especial cuidado para avanzar: el dinero. No se trata sólo de eliminar algunos aspectos de diseño en esta área, sino de identificar en ella la necesidad de transitar hacia modelos de remuneraciones variables que, junto con preservar las ventajas de los incentivos, consideren también sus riesgos.


Donde hay suficiente data y evidencia es en esquemas de incentivos “todo o nada”; esto es, premios extraordinarios según el cumplimiento íntegro de metas específicas. Los directorios que anuncian severos castigos si tales objetivos no se alcanzan, alientan la probabilidad de conductas impropias que infringen la cultura y la ética de la organización, el cumplimiento de la ley o de las normas internas. Porque bajo un esquema de incentivos “todo o nada”, ¿cuál puede ser el comportamiento esperado del ejecutivo o de un conjunto de ejecutivos a punto de alcanzar el resultado propuesto y, con ello, una sustanciosa recompensa? La situación -así ha ocurrido- puede llevar a que los aspirantes al premio falseen datos de ventas, manipulen la contabilidad, ejecuten prácticas de colusión, cohecho u otras conductas reñidas con la ley, la ética o las buenas prácticas.


Algunas consideraciones que el directorio deberá tener presente al definir el sistema de incentivos a su plana ejecutiva:



Mientras más acotado es el objetivo, mayor es el riesgo de que los aspirantes al premio tengan sólo ese foco en su actuar;
Mientras más inalcanzable sea la meta, mayor será la indolencia y falta de entusiasmo de los aspirantes;
Cuidar que las metas tengan un horizonte más largo que corto;
Cuidar que las metas promuevan la auto motivación del aspirante. Mientras mayor sea el nivel de auditoría y control, menor será su auto motivación;
Cuidar que las metas establecidas no compitan con valores esenciales de la empresa que el directorio debe conservar.

Muchos expertos se inclinan actualmente por abolir el pago por desempeño, no sólo al CEO, sino al grupo denominado C’suite. Lo anterior asoma como una suerte de anatema en los oídos de nuestra cultura empresarial centrada en estructurar incentivos para que lograr metas y resultados. Sin embargo, investigaciones recientes, avaladas por los mejores centros académicos del mundo, demuestran que ofrecer premios por desempeño es una forma equivocada para lograrlo. Hoy, en un mundo cada vez más complejo, lo que se recomienda es premiar el aprendizaje de nuevos procesos y estrategias para obtener buenos resultados. Sin este aprendizaje, el C’suite no tendría la consistencia necesaria para un desempeño profesional, financiero, legal y éticamente exitoso. Con este aprendizaje, el incentivo no se limitará a logros de objetivos puntuales e inmediatos, sino a metas sustentables y de largo plazo.


No es excepcional que el CEO y su equipo reciban 60-80% de su remuneración variable asociada a resultados trimestrales, semestrales o anuales, o al mayor precio de las acciones u otras mediciones ligadas al crecimiento de valor empresarial. Pero al revisar literatura y experiencias sobre incentivos queda muy poco clara la eficiencia de esta composición variable. Esto, por la naturaleza del trabajo que el C’suite realiza en la búsqueda de soluciones nuevas, ingeniosas y no repetitivas. Sin embargo, en labores rutinarias, donde el aprendizaje no es tan relevante y el estímulo está más ligado a factores externos de corto plazo que de largo plazo, la recompensa por desempeño será el estímulo adecuado.


¿Cómo atraer talento a la punta de la pirámide, entonces? Este será tema de una próxima columna.


 


 


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Published on June 29, 2017 03:02

June 28, 2017

¿Es machista Piñera?

EN TIEMPOS de Wonder Woman y con las mujeres avanzando en posiciones de poder, pareciera que el sexismo encuentra más oportunidades para expresarse. Ejemplos abundan. En España, en medio de la reciente moción de censura presentada contra su presidente, Mariano Rajoy, el portavoz del PP hizo una desafortunada referencia a la relación sentimental entre Pablo Iglesias, el líder de Podemos e impulsor de la iniciativa con su portavoz, Irene Montero. En Chile, el expresidente de la República Sebastián Piñera recurrió a un chiste que muchos asociaron con la violación. No era la primera vez. Para su mala suerte, coincidió con el lanzamiento del último informe del PNUD, Desiguales. En él el machismo, junto con el clasismo, son las dos principales causas de mal trato y detonante de las desigualdades. En ambos casos, las acusaciones airadas de machismo, que la RAE define como “la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres”, no se hicieron esperar.


Nadie duda de las credenciales de Montero, una gladiadora de la oratoria, para ser la número dos de su partido. Sin embargo, no puede esperar que su vínculo con Iglesias se sustraiga del escrutinio público porque tiene implicancias políticas. Por lo demás, el tiempo dirá si la situación no termina siendo una versión peninsular de la “política conyugal”, frecuente en América Latina. Con ello se alude a las primeras damas que han buscado la presidencia, luego de pasar por el palacio de gobierno.


Por su parte, la Presidenta Bachelet reaccionó al chiste con un indignado tuit. Hubiera sido más ejemplarizador, además de consistente con la imagen mundial que ha proyectado como la presidenta más comprometida con los derechos de las mujeres si, cuando tuvo lugar el suceso de la “muñeca inflable” de Asexma, hubiera pedido las renuncias del caso.


Lo que se observa es que, al tiempo que el machismo es un reclamo legítimo en sociedades que aspiran a la igualdad de género, también es un arma arrojadiza de la contienda política. No es raro que, como lo han documentado los primeros estudios sobre liderazgo político femenino, algunas mujeres decidan manipular estereotipos tradicionales para enfrentar los obstáculos, burlando o desarmando a sus oponentes. Cuando se invoca machismo, teniendo en cuenta la cantidad de muertes de mujeres que cobra, habría que andar con tiento. Como advierte Víctor Lapuente en “Caza machistas”, en El País: “Al abusar de un término, éste pierde sentido. Si todo es machismo, entonces nada es machismo”.


El chiste proferido por el ahora candidato presidencial, deliberado o no, es un desatino como la copa de un pino. Aunque la UDI le pasa factura por su apoyo cuesta creer que, quien impulsó un postnatal que, si bien no es de tipo nórdico, supuso algún tipo de avance, pero también nombró a las primeras mujeres a la cabeza de ministerios tradicionalmente masculinos como Justicia y Obras Públicas, por no hablar de la Dirección de Presupuestos o la jefatura del Segundo Piso, sea un machista de manual.


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Published on June 28, 2017 23:30

País de tontos graves

¿EN QUÉ minuto se transformó Chile en un país de tontos graves? Sebastián Piñera tira un chiste fome y es acusado de “instigar a la violación”; Yerko Puchento lanza una broma pesada a una exministra y ésta pretende que Canal 13 deje de transmitir por siete días; Manuel José Ossandón echa una talla a Felipe Kast y es tildado de “machista”; The Clinic publica una vulgaridad y desde el gobierno lo acusan de cometer “un acto agresivo, discriminatorio y de violencia contra las mujeres”. En el ambiente tenso en que residen nuestras autoridades ya no hay espacio para el humor.


Nadie se ríe y todo es “preocupante”, “grave” y “serio”.

Se trata de una muestra más de la desconexión entre la elite y la gente común. En un país con más teléfonos celulares que habitantes, los “memes”, los videos y los chistes viralizados a través de las redes sociales son harto más frecuentes y crueles que lo que se ha escuchado en cualquier debate presidencial. Los chilenos se ríen a mandíbula batiente de políticos, empresarios, curas, generales y futbolistas en Whatsapp, Instagram, Snapchat y Facebook (Twitter, en cambio, puede ser catalogado como la república online de los tontos graves), mientras nuestros líderes engolan la voz para denunciar discriminación y prometer “acciones legales” cada vez que son aludidos por un chiste que no les gusta.


El creciente golfo que separa a nuestras autoridades del público en general ha añadido así una nueva dimensión: la gente se ríe; la élite no. Ésta vive en un estado de crispación constante que le impide distinguir una broma de un ataque.


La corrección política que se ha apoderado de nuestro idioma oficial es en buena parte responsable de esta adustez. La neolengua que usa la élite para comunicarse en público se encuentra llena de palabras prohibidas y carece por completo de sentido del humor. Es obvio por qué: la corrección política es una forma relativamente sutil de totalitarismo y nada resulta más peligroso para este que el humor, la ironía y el sarcasmo.


Se trata, en última instancia, de una cuestión de poder. El humor es una herramienta para desnudar la ridiculez de los que se sienten muy cómodos con su situación. Por eso, quien se atreva a salirse de la línea debe ser castigado. Será acusado de discriminador, machista, promotor del bullying; en fin, de todos esos pecados que la corrección política considera imperdonables en nuestra era.


En esas condiciones, nuestro humor arrinconado se vuelve cada vez más básico, genital, lleno de coprolalia e inofensivo. Parece subversivo, pero no lo es: es un humor domesticado que se mueve dentro de los límites definidos por la corrección política. No incomoda a nadie, porque está lejos de desafiar.

Hasta no hace mucho, al humor se le exigía ser ingenioso y sorprender para hacernos reír y pensar. Hoy, en cambio, es fome, predecible y no molesta de verdad. En el país de los tontos graves, esos parecen ser requisitos irrenunciables.


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Published on June 28, 2017 23:25

No aprobemos la reforma “a la carrera”

EN LA discusión sobre varios proyectos de ley, ya sean textos en el Congreso o ideas para elaborar un proyecto, se ha tendido a producir una conversación entre sordos, sin que se entienda el lenguaje de señas ni la lectura de labios. Casi nadie escucha al otro, menos si ese otro tiene planteamientos diferentes a los nuestros. En rigor, no han existido diálogos, en el sentido de contraponer ideas y someterlas al análisis. En el gobierno se partió con un diagnóstico equivocado que los parlamentarios dieron por cierto.


En este contexto, hemos comprobado en el Congreso un modo muy inapropiado de aprobar, a toda carrera, una legislación de gran importancia como es la reforma a la educación superior, sin mayor posibilidad de reflexión ni revisión a fondo de cada frase, que es lo que corresponde al trabajo de una Comisión.


Respecto al Cruch, es de enorme importancia constatar las condiciones para solicitar la incorporación, pues a este Consejo le corresponde asesorar y formular propuestas al Ministerio de Educación en las políticas públicas, conforme a su estatuto orgánico, por lo tanto es la única voz universitaria reconocida en el sistema para relacionarse formalmente con el gobierno. Por eso es tan incomprensible que supedite ese ingreso a tener la trayectoria de las características de las integrantes de este organismo (¿?), y una condición voluntaria, como la gratuidad. Como ha ocurrido con frecuencia en la tramitación de este proyecto de ley, el texto es confuso y arbitrario, además de discriminatorio.


Por otra parte, no se ha señalado qué pasaría con otras funciones del mismo Consejo, como la complejísima e infructuosa tarea de determinar las necesidades nacionales de profesionales y de técnicos, que serían funciones de la Subsecretaría de Educación Superior, un nuevo organismo creado con un presupuesto insuficiente para cumplir sus funciones.


En tanto, la eventual eliminación del CAE fue aprobada luego de una sesión de 23 horas en la Comisión de Educación de la Cámara, sin tener un sistema de reemplazo. El propio gobierno la rechazó haciendo una reserva de constitucionalidad. Creo que esto no debería preocuparnos demasiado porque tendrá que existir un mecanismo que lo sustituya; salvo que se pretenda producir una disminución de unos 200 mil universitarios del sistema. Dudo que estén pensando en eso los parlamentarios que votaron favorablemente por esta idea.


Se ha creado un ambiente con exceso de declaraciones rimbombantes, basadas en un diagnóstico parcial y sesgado sobre las universidades del país. No se analizan los datos existentes ni los estudios académicos disponibles; las políticas concretas y los proyectos de ley mezclan factores, lo que hace perder el objetivo inicial de mejorar la calidad y las oportunidades. Ello, como ejemplo, es evidente al definir que la gratuidad es un factor para ingresar al Consejo de Rectores, pese a que adscribirse a este mecanismo es voluntario. Lo mismo en una propuesta de asignación de campos clínicos, que además no considera que más de la mitad de los profesionales del área de la salud se titulan cada año en universidades privadas.


Falta diálogo verdadero y sobra desconocimiento. La RAE define diálogo de besugos, como una conversación absurda y sin sentido, y diálogo de sordos como una conversación en que ninguno de los interlocutores parece escuchar al otro. En diversas ocasiones, conversando con autoridades del gobierno y parlamentarios, me he sentido teniendo un diálogo de besugos. Otras, un diálogo de sordos.


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Published on June 28, 2017 23:15

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Óscar Contardo
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